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Como punto de partida les sugiero leer el texto siguiente, es un extracto de la obra Hamlet de
William Shakespeare.
- la intersubjetividad,
- la corrección recíproca,
No podemos hacer de nuestra percepción una ciencia exacta. Todos tenemos percepciones
distintas, ninguna revela un objeto determinado.
La realidad es hipotética.
Todos pensamos que nos enfocamos en lo mismo y que percibimos lo mismo, así tratamos
de coordinar nuestras reacciones/acciones frente al mundo.
Esto significa que cada uno de nosotros actuamos como-si tomaríamos por cierto y
verdadero una entidad singular externa, en este caso la nube. Lo que veo es una nube,
estoy seguro que es una nube porque lo que veo lo comparo con la idea perfecta que tengo
de una nube.
Nos aferramos a conceptos como objetos de nuestra percepción sin conocer sus verdaderas
naturalezas.
Tomamos los conceptos por unas realidades, o sea tomamos una cosa por otra – somos
supersticiosos-.
Actuamos como-si existiría una entidad singular externa perfecta. Idealizamos el objeto y
luego todos decimos que observamos “lo mismo”.
Actuamos como-si fuese a existir la garantía de un resultado final alegre para todos, como-si
todos nos vamos a entender, como si nos vamos todos a encontrar en el cielo, o en el
infierno.
Aceptamos lo mismo como un hecho, tomamos por sentado que vemos lo mismo, negando
que podría no ser lo mismo para el otro. Pretendemos que no hay diferencias en nuestras
percepciones.
Tratamos nuestras interpretaciones como una única certeza. Sabemos sin embargo que no
existe tal certeza, una sola y única perspectiva sobre el mundo.
Debido al carácter dinámico de los señales y de las redes neuronales, nuestro mundo es
actualizado constantemente, no podemos tener una determinación definitiva de EL mundo;
en este sentido la objetividad no existe.
En base a sus experiencias empíricas que constituyen su historia, el sujeto se encarna poco
a poco en su cuerpo. Cada cuerpo es diferente. La materia corporal poco a poco se
construye.
El mundo penetra nuestro cuerpo por los sentidos y nuestro cuerpo construye un prototipo
dinámico del mundo. Es la plasticidad corporal a través la cual debemos estructurar las cosas
del mundo.
Filtramos lo que viene del exterior para interpretarlo en función de nuestra arquitectura
cerebral y de nuestras memorias, las cuales son dinámicas y cambiantes.
Sentir y percibir son dos procesos distintos. No hay información en las ondas sonoras ni
en las ondas de luz, las ondas no son epistémicas; no contienen información, solamente
proporcionan una evidencia estructuralmente isomorfa.
Se trata de una relación de intensidad proporcional. Véase los ejemplos de la serpiente y de
la cámara infra-red y del reportaje televisivo donde vemos patrones de intensidades. Las
porciones calientes de las tomas son sombras verdes. El verde es estructuralmente isomorfo
al calor pero no se le parece. La pantalla de la tele no se calienta.
Aquí nuestro argumento es que el color, azul por ejemplo, no es una propiedad ni de las
ondas de luz ni de la superficie de las moléculas. Ninguna superficie es azul. No hay azul ni
afuera ni adentro de nuestro cerebro, nuestras neuronas no son azules. No miramos algo
que es azul.
La palabra “azul” es el término público que utilizamos todos para hablar de la sensación
cerebral individual; es un término que nos permite identificar las cualidades de la reflectancia
de las variaciones de la ondas de luz y ponernos de acuerdo aunque su vivencia difiere en
los distintos agentes.
Asumo que todos vemos lo mismo, que todos percibimos lo mismo- la nube, el azul-. Lo que
consideramos como entidades singulares constituyen una necesaria ilusión.
Existe entonces una sincronía de intenciones en la aceptación del significado de las palabras
que usamos; así el significado de muchas palabras se actualiza con el dialogo –no es el caso
con todas las palabras.
El lenguaje es un facsimile de nuestras relaciones con el mundo. El orden debe existir como
un posible ajustador de nuestras percepciones y de nuestros conceptos, y en este orden,
junto con el otro, constituimos una unidad social.
Hacer coincidir nuestras perspectivas a través del lenguaje es un acto de fe. Una fe mutua es
necesaria para lograr una semejanza de coincidencia en nuestras percepciones y así
entendernos. Entendemos que un acto de fe implica el riesgo de poner en público nuestras
ideas privadas o sea que el otro puede no entendernos. Debemos asumir que el otro no nos
entiende. La comunicación requiere entonces un acto de fe.
El lenguaje es un juego. Somos actores negociando visiones del mundo. Esta negociación
debe ser democrática; cada actor tiene derecho a la palabra. Somos los ingenieros de
nuestros propios mundos y compartimos nuestras historias y nuestros mundos con los
demás. La literatura es un buen ejemplo de cómo los escritores quieren compartir mundos.
Debemos tener fe y reconocer y aceptar el riesgo que representa ser un ser humano;
sólo podemos idealizar la comunicación sin nunca lograrla al 100%.
En este contexto el arte se concibe como un postulado, y sus obras como una serie de
hipótesis. El proceso creativo es un proceso de estructuración.
El arte no está separado de nuestra realidad de la misma manera que no estamos separados
del mundo que estructuramos. Como receptores nuestras vivencias de experiencias artísticas
cambian nuestras relaciones con el mundo y con los otros. Recreamos las experiencias de
los artistas.
La práctica artística es una institución que emerge de la sociedad en la cual las mentes
individuales se encuentran en una consciencia colectiva. Debemos entonces considerar el
arte como una herramienta cognitiva integrada en otros sistemas de comunicación.
El arte nos libera de la presión de pretender lograr compartir una realidad objetiva pre-
existente. La obra de arte es una entidad pos existente dinámica que se expresa en un
espacio intersubjetivo. Este espacio intersubjetivo es interior y exterior; permite una re-
articulación de la percepción recordándonos que nada es permanente.
La intersubjetividad es el espacio en el cual se narra una ficción. Un espacio en el cual
se forman comunidades epistémicas, se estructuran conocimientos comunitarios, se
tejen relaciones sociales; espacio en el cual el Otro puede corregir y actualizar
mi percepción.
La proyección de este espacio dialogal a otros elementos de la sociedad (salud mental por
ejemplo) permitiría una apertura hacía el otro y así el desarrollo de políticas sociales,
económicas basadas en la aceptación de la diferencia.