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Conferencia La Percepción Humana.

Por  Luc Delannoy

Escuela de Bellas Artes. Universidad Michoacana. Morelia, México.  2 de diciembre 2010.

Como punto de partida les sugiero leer el texto siguiente, es un extracto de la obra Hamlet de
William Shakespeare.

Hamlet. Acto III, Escena XVIII. William Shakespeare.


POLONIO.- Señor, la Reina quisiera hablaros al instante.
HAMLET.- ¿No ves allí aquella nube que parece un camello?
POLONIO.- Cierto, así en el tamaño parece un camello.
HAMLET.- Pues ahora me parece una comadreja.
POLONIO.- No hay duda, tiene figura de comadreja.
HAMLET.- O como una ballena.
POLONIO.- Es verdad, sí, como una ballena.
HAMLET.- Pues al instante iré a ver a mi madre.

Las discusiones discordantes no son necesariamente negativas. Favorecen:

- la intersubjetividad,

- la validación del pensamiento,

- la corrección recíproca,

- la evolución de una sociedad.

- Requieren cierto grado de tolerancia y de fe para reconocer que el otro no ve ni


comparte nuestro punto de vista intelectual y físico.

No podemos hacer de nuestra percepción una ciencia exacta. Todos tenemos percepciones
distintas, ninguna revela un objeto determinado.

Como cuerpo dinámico el objeto es el resultado de la estructuración de nuestras


experiencias subjetivas del flujo continuo no-estructurado.

El objeto no tiene un valor universal independiente del sujeto cognoscente. Un objeto es a la


vez real y ficticio.

La realidad es hipotética.

No podemos conocer la verdadera naturaleza de los objetos.


Todos tratamos los objetos como-si fueran independientes de nuestra mente

Asumimos que todos tenemos acceso al mismo mundo.

Todos pensamos que nos enfocamos en lo mismo y que percibimos lo mismo, así tratamos
de coordinar nuestras reacciones/acciones frente al mundo.

Esto significa que cada uno de nosotros actuamos como-si tomaríamos por cierto y
verdadero una entidad  singular externa, en este caso la nube. Lo que veo es una nube,
estoy seguro que es una nube porque lo que veo lo comparo con la idea perfecta que tengo
de una nube.

Nos aferramos a conceptos como objetos de nuestra percepción sin conocer sus verdaderas
naturalezas.

Tomamos los conceptos por unas realidades, o sea tomamos una cosa por otra – somos
supersticiosos-.

Actuamos como-si existiría una entidad singular externa perfecta.  Idealizamos el objeto y
luego todos decimos que observamos “lo mismo”.

Actuamos como-si fuese a existir la garantía de un resultado final alegre para todos, como-si
todos nos vamos a entender, como si nos vamos todos a encontrar en el cielo, o en el
infierno.

Lo que seleccionamos observar y como lo percibimos depende de cada individuo.

“Lo mismo” es una palabra que confirma una confianza en compartir intenciones.


Cada quien emite hipótesis del mundo, sin embargo tratamos estas hipótesis como
hechos reales para poder comunicarnos.

Tenemos la intención de identificar lo mismo en la realidad: tomamos por sentado que al


mirar en una dirección específica todos descartamos lo mismo para quedarnos con la misma
singularidad del objeto de nuestra mirada. Tomamos por sentado las intenciones del otro.

Aceptamos lo mismo como un hecho, tomamos por sentado que vemos lo mismo, negando
que podría no ser lo mismo para el otro. Pretendemos que no hay diferencias en nuestras
percepciones.

Tratamos nuestras interpretaciones como una única certeza. Sabemos sin embargo que no
existe tal certeza, una sola y única perspectiva sobre el mundo.

Nuestros perceptos y nuestros conceptos no coinciden, el problema surge cuando


alguien pretende tener una versión exacta.
No existe un mundo pre-existente objetivo público y compartido. El llamado mundo no es una
singularidad objetiva pública y compartida. No tiene fronteras pre-fijadas ni pre-determinadas.

La realidad no existe si no es vivida a través de la experiencia presente. Así no podemos


separar la realidad del sujeto.

El llamado conocimiento objetivo es un instrumento de la experiencia. 

No hay objeto perfecto.

La objetividad per se no existe.

Solo contamos con nuestras experiencias para construir nuestro mundo.

La experiencia perceptiva es una experiencia cerebral dinámica.

La percepción es un proceso de selección, de anticipación y de simulación.


Seleccionamos por anticipación.

La anticipación permite por ejemplo remediar la demora de 50 a 100 milisegundos causado


por el trayecto de las ondas de luz de la retina al lóbulo occipital.

Realizamos selecciones en función de nuestro propio sistema nervioso y de nuestra


arquitectura cerebral individual.

Nuestras neuronas se auto-organizan en redes dinámicas entrelazadas generando una


jerarquía. Así nuestra arquitectura cerebral poco a poco se individualiza para lograr una
construcción subjetiva del mundo que expresamos por medio del lenguaje que está a nuestro
alcance.

Debido al carácter dinámico de los señales y de las redes neuronales, nuestro mundo es
actualizado constantemente, no podemos tener una determinación definitiva de EL mundo;
en este sentido la objetividad no existe.

No existe una realidad ni un conocimiento objetivo.  

En base a sus experiencias empíricas que constituyen su historia, el sujeto se encarna poco
a poco en su cuerpo. Cada cuerpo es diferente. La materia corporal poco a poco se
construye.

Tenemos sistemas nerviosos y cerebros únicos. Nuestra neurobiología nos hace diferentes,


somos subjetividades encarnadas con nuestros deseos, placeres, desagrados, dolores,
indiferencias.

El mundo penetra nuestro cuerpo por los sentidos y nuestro cuerpo construye un prototipo
dinámico del mundo. Es la plasticidad corporal a través la cual debemos estructurar las cosas
del mundo.
Filtramos lo que viene del exterior para interpretarlo en función de nuestra arquitectura
cerebral y de nuestras memorias, las cuales son dinámicas y cambiantes.

Sentir y percibir son dos procesos distintos. No hay información en las ondas sonoras ni
en las ondas de luz, las ondas no son epistémicas; no contienen información, solamente
proporcionan una evidencia estructuralmente isomorfa.

No existe una semejanza cualitativa (semejanza musical) sino un isomorfismo estructural


entre lo externo (los sonidos objetivos) y lo interno (los sonidos subjetivos).

Se trata de una relación de intensidad proporcional. Véase los ejemplos de la serpiente y  de
la cámara infra-red y del reportaje televisivo donde vemos patrones de intensidades. Las
porciones calientes de las tomas son sombras verdes. El verde es estructuralmente isomorfo
al calor pero no se le parece. La pantalla de la tele no se calienta.

Aquí nuestro argumento es que el color, azul por ejemplo, no es una propiedad ni de las
ondas de luz ni de la superficie de las moléculas. Ninguna superficie es azul. No hay azul ni
afuera ni adentro de nuestro cerebro, nuestras neuronas no son azules. No miramos algo
que es azul.

La palabra “azul” es el término público que utilizamos todos para hablar de la sensación
cerebral individual; es un término que nos permite identificar las cualidades de la reflectancia
de las variaciones de la ondas de luz y ponernos de acuerdo aunque su vivencia difiere en
los distintos agentes.

El concepto de lo mismo del cual ya hemos hablado traduce nuestra fe en una


percepción compartida del mundo.

Asumo que todos vemos lo mismo, que todos percibimos lo mismo- la nube, el azul-. Lo que
consideramos como entidades singulares  constituyen una necesaria ilusión.

La idea de un objeto singular es necesaria, regulatoria, es una idea que necesitamos


para estar capaces de expresar nuestras diferencias sobre lo real pero que NO se basa
en lo real que es efímero, cambiante.

Cada singularidad es ambigua. Cuando interpretamos lo que estructuramos y cuando


intercambiamos nuestras interpretaciones con los demás, actualizamos mutualmente
nuestras percepciones.

Las variaciones en nuestras interpretaciones equivalen al acto de contar en base a lo que


habíamos considerado como una singularidad determinada. Contamos interpretaciones,
variaciones; nuestro mundo es diverso, variado.
Tenemos la certeza que vemos la misma manzana y los mismos detalles de la manzana; la
certeza es el resultado de varias hipótesis. Nuestras intenciones en las interpretaciones
deben coincidir para establecer una comunicación.

Existe entonces una sincronía de intenciones en la aceptación del significado de las palabras
que usamos; así el significado de muchas palabras se actualiza con el dialogo –no es el caso
con todas las palabras.

El lenguaje es un facsimile de nuestras relaciones con el mundo. El orden debe existir como
un posible  ajustador de nuestras percepciones y de nuestros conceptos, y en este orden,
junto con el otro, constituimos una unidad social.

No existe objetividad pura ya que si existiera no tendríamos que hablar.

Hacer coincidir nuestras perspectivas a través del lenguaje es un acto de fe. Una fe mutua es
necesaria para lograr una semejanza de coincidencia en nuestras percepciones y así 
entendernos. Entendemos que un acto de fe implica el riesgo de poner en público nuestras
ideas privadas o sea que el otro puede no entendernos. Debemos asumir que el otro no nos
entiende. La comunicación requiere entonces un acto de fe.

El lenguaje es una traducción imperfecta de nuestras sensaciones y percepciones y


sabemos además que el proceso sensorial es individual y privado.  Son las sensaciones
brutas, posteriormente percibidas e interpretadas que el artista plasma en sus obras. En este
sentido el arte es un lenguaje que refleja nuestras diferencias. Acercarnos al arte es también
un acto de fe.

El lenguaje es un juego. Somos actores negociando visiones del mundo. Esta negociación
debe ser democrática; cada actor tiene derecho a la palabra. Somos los ingenieros de
nuestros propios mundos y compartimos nuestras historias y nuestros mundos con los
demás. La literatura es un buen ejemplo de cómo los escritores quieren compartir mundos.

El lenguaje une; da un sentido a la existencia. La palabra nos ayuda a articular el


significado del mundo. El acto de la palabra es un acto de esperanza, de comunicación
con el otro.

Siendo un proceso de selección involucrando nuestra atención, el lenguaje nos permite


reorganizar y actualizar nuestra realidad individual y colectiva.

Debemos tener fe y reconocer y aceptar el riesgo que representa ser un ser humano;
sólo podemos idealizar la comunicación sin nunca lograrla al 100%.

No existe nada seguro ni definitivo. Todo es provisional y debemos confiar en el Otro


sin pre-juicio. La confianza es un acto de fe.
Con el juego del lenguaje nos enfrentamos al reto de encontrar una forma cooperativa para
actuar en un mundo cada vez más complejo e interconectado.

A pesar de las diferencias de idiomas, lugares y tiempo, es importante establecer


mecanismos para lograr una discusión cooperativa a nivel de la humanidad para
concentrarnos en lo que consideramos los valores esenciales de la vida y del bienestar
individual y colectivo. Así tendremos un mundo social más racional, siendo la razón una
herramienta que nos indica lo que podríamos tratar de hacer.

Construimos un proyecto social de comunicación basado en estructuras dinámicas e


hipótesis.  Articulemos el mundo en base a las hipótesis que formulamos. Todos
contribuimos en una hipótesis social.

La renuncia a una ontología primaria y a entidades singulares objetivas pre-existentes,


permite establecer un contacto orgánico con nuestro entorno; al rechazar referentes 
absolutos podemos aceptar la idea de una estructuración individual del mundo y empezar a
desarrollar nuestras consciencias. Esta consciencia debe ponernos frente y en nuestra vida.

En este contexto el arte se concibe como un postulado, y sus obras como una serie de
hipótesis. El proceso creativo es un proceso de estructuración.

Es importante entender que lo cultural es parte de lo cognitivo. La cultura y las expresiones


artísticas son el resultado de las actividades del cerebro. En una cultura nuestro entorno está
constituido de otras mentes.

El arte no está separado de nuestra realidad de la misma manera que no estamos separados
del mundo que estructuramos. Como receptores nuestras vivencias de experiencias artísticas
cambian nuestras relaciones con el mundo y con los otros. Recreamos las experiencias de
los artistas.

La práctica artística es una institución que emerge de la sociedad en la cual las mentes 
individuales se encuentran en una consciencia colectiva. Debemos entonces considerar el
arte como una herramienta cognitiva integrada en otros sistemas de comunicación.

El arte –y también el lenguaje- abre libremente un espacio simbólico intersubjetivo y


conciliatorio donde cada artista expresa su versión de la supuesta entidad singular;
abre un espacio de dialogo, de creación poética, de esperanza común en el cual
invita al público a expresarse.

El arte nos libera de la presión de pretender lograr compartir una realidad objetiva pre-
existente. La obra de arte es una entidad pos existente dinámica que se expresa en un
espacio intersubjetivo. Este espacio intersubjetivo es interior y exterior; permite una re-
articulación de la percepción recordándonos que nada es permanente.
La intersubjetividad es el espacio en el cual se narra una ficción. Un espacio en el cual
se forman comunidades epistémicas, se estructuran conocimientos comunitarios, se
tejen relaciones sociales; espacio en el cual el Otro puede corregir y actualizar
mi percepción.

Los espacios intersubjetivos permiten la organización de comunidades de individuos


compartiendo intereses en varios contextos –culturales o no- como por ejemplo en el club de
jazz, en el club de rock, en la sala de conciertos, en la galería de arte, en el teatro, en  el
parque público etc.

El objetivo de este espacio no debería ser la realización en sí de algo concreto, sino la


expresión de los procesos y de las aspiraciones que puede generar. El arte tiene función de
cuento, el cuento siempre actualiza nuestras percepciones; hacer arte también es
contar, declinar las diversas interpretaciones de nuestras percepciones. Así el arte es
un corrector amable y un generador de ficciones.

Es importante reconocer las diferencias de interpretación entre las personas y no pretender


hablar de una singularidad compartida de las obras. Mientras debemos rechazar el concepto
de una comprensión perfecta compartida, el arte permite la libre expresión de las
interpretaciones/ficciones.

En el espacio dialogal se estructuran y se construyen constantemente nuevas


interpretaciones de las obras que a su vez se actualizan. La obra como alteridad no se
des-vela, no se des-oculta sino que se estructura. La estructuración es un proceso de
trans-penetración obra -- espectador del cual surge un conocimiento dinámico.

La humanización a través del arte consiste en conocer y reconocer nuestros procesos


perceptivos, nuestras estructuraciones/interpretaciones/ficciones generadas por las obras,
nuestros juicios, y también que el otro vive procesos perceptivos diferentes a los nuestros y
desarrolla interpretaciones/ficciones individuales que no coinciden con las nuestras. El arte
nos permite entender que no existe una singularidad objetiva pre-existente y compartida; no
hay referentes atemporales.

El arte no tiene por propósito la salvación del humano de su condición – lo que


implicaría la pre-existencia de un modelo perfecto a alcanzar- sino que permite el
reconocimiento de esta condición, la cual constituye una base para la construcción
de relaciones dinámicas en una multiplicidad de espacios intersubjetivos para el
intercambio de conocimientos.

La proyección de este espacio dialogal a otros elementos de la sociedad (salud mental por
ejemplo) permitiría una apertura hacía el otro y así el desarrollo de políticas sociales,
económicas basadas en la aceptación de la diferencia.

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