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Diagnóstico Comunitario
Diagnóstico Comunitario
SOCIAL
CONCEPTO
Y METODOLOGÍA
María José Aguilar Idáñez
ENSAYOS, MANUALES Y
TEXTOS UNIVERSITARIOS
3
ACCIONES-CLAVE DEL PROCESO DE INTERVENCIÓN SOCIAL
MANUALES Y ENSAYOS
En este capítulo desarrollaré con cierta amplitud, algunas de las que considero acciones-cla-
ve del proceso de intervención social. De ninguna forma debe entenderse este proceso como
completo solo con la realización de dichas acciones: de hecho, el proceso completo, inclu-
yendo todas las acciones-clave y las técnicas más apropiadas para implementar cada una de
ellas, se ha presentado en una amplia tabla al final del capítulo anterior. A la vista de dicha ta-
bla, y considerando las acciones que a continuación se desarrollan, el lector podrá establecer
con facilidad qué acciones no se desarrollan en esta obra aunque constituyen parte del proce-
so de intervención. Los motivos por los cuales no se analizan a continuación todas estas accio-
nes son, principalmente, dos: primero, para evitar un texto excesivamente largo y farragoso y
segundo, porque existe suficiente bibliografía actualizada que desarrolla ampliamente ciertos
temas que aquí se omiten, y cuyo estudio recomiendo completo antes que realizar aquí un re-
medo de síntesis de las mismas que distaría mucho de la calidad de las obras recomendadas231.
Me centraré, pues, en las acciones o tareas-clave que comporta la realización de: un diagnós-
tico social, el diseño de proyectos de intervención, la ejecución y puesta en práctica de las in-
tervenciones programadas, y la evaluación sistemática de dichas intervenciones. Debo aclarar
que no se trata de un desarrollo exhaustivo de estas cuestiones, sino enfocado a sus aspectos
más prácticos y operativos232.
Decía Lincoln que “si pudiéramos primero saber dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos,
podríamos juzgar mejor qué hacer y cómo hacerlo”, y estas son, precisamente, las funciones
principales del diagnóstico: ayudar a situarnos, decidir hacia dónde queremos ir, y proporcio-
231
Entre las muchas obras a que podría hacer referencia por su calidad y utilidad me permito destacar, por su enfoque más
didáctico (no requieren de grandes conocimientos previos) y por su carácter complementario con esta obra, las siguien-
tes: Sobre investigación social: M.ª J. Rubio y J. Varas (2004). El análisis de la realidad en la intervención social. Métodos y
técnicas de investigación, Madrid, CCS. Sobre diagnóstico social: M. Richmond (2005). Diagnóstico social, Madrid, Con-
sejo General de Trabajo Social. (Es la traducción al español de la obra clásica de 1917). Sobre diseño de proyectos: M.ª J.
Aguilar et. al. (2001). Cómo elaborar proyectos para la Unión Europea, Madrid, CCS. Sobre gestión de programas socia-
les: F. Fantova (2005). Manual para la gestión de la intervención social, Madrid, CCS. Sobre técnicas de intervención: M.ª
J. Aguilar (2011c). Cómo animar un grupo (18.ª ed.), Madrid, CCS; E. Ander-Egg y M.ª J. Aguilar (2002). Cómo aprender
a hablar en público (9.ª ed. ampl.), Buenos Aires, Lumen; G. García y J. M. Ramírez (2002). Imagen y comunicación en te-
mas sociales, Zaragoza, Certeza; A. López (1997). Cómo dirigir grupos con eficacia, Madrid, CCS; y Grupo Alforja (2000).
Técnicas participativas de educación popular/1, Buenos Aires, Humanitas. Sobre supervisión en trabajo social: Mª J. Agui-
lar (1994). Introducción a la supervisión, Buenos Aires, Lumen. Sobre evaluación de programas e intervenciones: M.ª J.
Aguilar y E. Ander-Egg (1994). Evaluación de servicios y programas sociales, (2.ª ed.), Buenos Aires, Lumen-Humanitas; y
F. Alvira (1997). Metodología de la evaluación de programas: un enfoque práctico, Buenos Aires, Lumen-Humanitas. Sobre
sistematización de la práctica: R. M.ª Cifuentes (1999). La sistematización de la práctica del trabajo social, Buenos Aires,
Lumen-Humanitas. Algunos trabajos y artículos de R. Zúñiga son también especialmente recomendables en planificación,
evaluación y sistematización (1981 a 2000).
232
Un desarrollo más amplio de estos temas puede consultarse en algunas obras propias, publicadas en los últimos años,
que aparecen referenciadas en la bibliografía final.
290
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
narnos un mapa, una brújula y algunos otros instrumentos de orientación prácticos, para sa-
ber qué hacer y cómo hacerlo, en el terreno de la intervención social.
El primer libro metodológico de trabajo social publicado en la historia tiene el título de So-
cial Diagnosis y fue escrito por Mary E. Richmond en 1917, como saben todos los profesiona-
les y estudiantes de trabajo social. Esta circunstancia podría hacernos creer que la teoría y la
práctica del diagnóstico social han tenido un gran desarrollo metodológico durante la historia
de nuestra profesión... Sin embargo, al realizar una comparación entre lo que se ha venido es-
cribiendo sobre diagnóstico social y otros métodos y técnicas de intervención profesional (in-
vestigación, planificación y programación, evaluación e intervención propiamente dicha, por
ejemplo), encontramos un déficit significativo y paradójico.
Para elaborar un diagnóstico, hay que realizar previamente un estudio-investigación. Pero
un diagnóstico, es algo más que un informe final de una investigación y esto parecen ignorar-
lo algunos, si nos atenemos a lo que se escribe y a lo que se hace. El diagnóstico es una forma
de utilizar los resultados de una investigación aplicada de cara a la acción. En él, la información
debe organizarse y sistematizarse de tal manera que sirva para las tareas de programación y
como información básica para seleccionar la estrategia de acción más apropiada. “Conocer
para actuar” es el principio fundamental en el que se basa la realización del diagnóstico. Como
unidad de análisis y síntesis, incluye ciertos aspectos que no se estudian en la investigación de
una situación-problema específica, como son: el estudio de las potencialidades y recursos dis-
ponibles, la jerarquización de necesidades y problemas, el pronóstico de evolución previsible
o el análisis de contingencias, por poner solo algunos ejemplos.
Este apartado del capítulo se estructura en dos partes: la primera incluye algunas reflexio-
nes conceptuales sobre el diagnóstico social; la segunda ofrece algunas propuestas operativas
para abordar la tarea del diagnóstico, a modo de “pistas orientativas”.
Uno de los aspectos menos conocidos y que ha tenido menos desarrollo dentro de las meto-
dologías de intervención social, es el referente a la elaboración del diagnóstico y, previo a ello,
el conocimiento acerca de la naturaleza de un diagnóstico social, así como de la entidad pro-
pia que este tiene dentro del proceso metodológico de intervención profesional. Primeramen-
te, vamos a situar el diagnóstico dentro del proceso global metodológico de trabajo social:
como se ha examinado en el capítulo anterior, todas las formas o modalidades de intervención
social están configuradas por la integración y fusión de diferentes componentes o momentos
lógicos de una estrategia de actuación. Estos momentos se dan dentro de un proceso enca-
balgado e inter-retroactivo (no fásico), por lo que el proceso puede tener inicio en cualquie-
ra de esos momentos. Todos ellos se relacionan con el diagnóstico: el estudio-investigación
culmina en un diagnóstico de la situación-problema, que sistematiza los datos para su com-
prensión, identificando recursos y potencialidades latentes. La programación se apoya en los
resultados del diagnóstico, para formular propuestas de intervención con garantías de éxi-
to y eficacia. La ejecución tiene en cuenta el diagnóstico para establecer la estrategia opera-
tiva y la implementación de las acciones. La evaluación se puede hacer sobre y en diferentes
momentos del proceso, entre ellos el diagnóstico, en cuanto expresa una situación inicial que
291
sirve como punto de referencia de la situación objetivo a la que se quiere llegar, o como ele-
mento de comparación para valorar los cambios producidos.
MANUALES Y ENSAYOS
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SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
Mejorar las habilidades y cualidades del trabajador social para relacionarse mejor con las
personas de su entorno de intervención es también mejorar la capacidad para hacer diagnósti-
cos. Afirmo esto porque, para hacer un buen diagnóstico, no basta saber cuál es la información
necesaria, hay que saber también cómo conseguirla, y hacer partícipe al sujeto de su propio
diagnóstico. Una buena relación humana permite obtener más y mejor información para ela-
borar el diagnóstico. Para que esto sea posible, tenemos que:
• Establecer buenas relaciones.
• Desatar un proceso de retroalimentación en la interacción trabajador social-sujeto.
• Tener capacidad de escucha activa y empatía.
• Excluir todo prejuicio respecto a la persona, ya sea por su clase social, origen étnico, re-
ligión, condición sexual, etc. Más aún, debemos desarrollar y poner en juego competen-
cias interculturales, tanto en el diagnóstico como en el resto del proceso233.
• Estimular su participación a fin de que la persona, el grupo o la comunidad estén predispues-
tos a identificar sus potencialidades y problemas y encontrar vías de solución a los mismos.
Utilizado el concepto de diagnóstico en el campo de la política social, económica y cultural,
se alude a una descripción (de una situación-problema, de determinado ámbito, sector o re-
gión) sistematizada y elaborada para su comprensión más profunda con el propósito de servir
de base o matriz para la elaboración de un plan, programa o proyecto de intervención, y para
seleccionar las estrategias de acción más adecuadas. En este sentido, todo diagnóstico debe
expresar una situación inicial existente que se pretende transformar mediante la realización de
un proyecto que apunte al logro de una situación objetivo. De ahí que, el principio fundamen-
tal en que se apoya la necesidad del diagnóstico, sea el “conocer para actuar”. No se trata solo
de saber “qué pasa”, sino de saber, sobre todo, “qué hacer”.
De esta forma, y a pesar de su origen médico, el término diagnóstico se ha extendido en di-
ferentes dominios profesionales, entre ellos el trabajo social. Hace referencia a un proceso siste-
matizado y articulado de conocimientos que toman en cuenta el estado de las fuerzas y recursos
de un sujeto en un momento dado. El diagnóstico, como matriz de la acción, no es una tarea ex-
clusiva de los especialistas. Uno de los momentos primordiales de todo proceso de trabajo so-
cial consiste en conocer los datos de “lo social existente” y, hacer aparecer aquellos que expresan
“lo social latente”, para definir y poner en marcha acciones colectivas portadoras de cambio so-
cial. Esta etapa concreta y precisa las bases de la acción, concibe la matriz del proyecto e induce
el proceso. La exploración diagnóstica, aportando conocimientos para la acción, puede constituir
uno de los medios de movilización de los actores y partes implicadas en la problemática. Por ello,
se diferencia claramente de un estudio o de un peritaje exterior a los interesados (Blanc, 1989).
El diagnóstico social debe establecer el estado de la situación en vistas a la acción. Así, ha
de formalizar los componentes del medio o entorno, su vida, el estado de las fuerzas sociales,
233
Los trabajadores sociales no estamos exentos de poner en juego estereotipos y prejuicios que puedan terminar convir-
tiéndonos en instrumentos de discriminación, como ha sido puesto en evidencia en diversas investigaciones nacionales e
internacionales. Cfr. Mª José Aguilar (2011b). “El racismo institucional en las políticas e intervenciones sociales dirigidas
a inmigrantes y algunas propuestas prácticas para evitarlo”, en Documentación Social, 162: 139-166; (2013a). “Pensar la in-
tervención social con personas migradas: Un desafío a nuevas formas de intervención desde el trabajo social”, en Avaria,
A. (Coord.). Desafíos de la inmigración ¿cómo acercarnos a las personas migradas? Miradas de y desde la investigación e in-
tervención social, Santiago de Chile, UST; y Mª J. Aguilar y D. Buraschi (2012b). “Prejuicio, etnocentrismo y racismo ins-
titucional en las políticas sociales y los profesionales de los servicios sociales que trabajan con personas migrantes”, en VII
Congreso Migraciones internacionales en España. Movilidad humana y diversidad social, Bilbao, Universidad del País Vasco.
293
sus recursos, sus problemas, sus carencias y la dinámica social resultante de la población y las
instituciones. Esta “dinámica social”, es definida por Bernadette Blanc como “el movimiento si-
MANUALES Y ENSAYOS
234
Un análisis exhaustivo de estos modelos implícitos y su modo de operación en la práctica profesional, ha sido publicado
en diversos artículos: M.ª J. Aguilar (2010). “Modelos de intervención social con inmigrantes e interculturalidad: un análi-
sis crítico” en Inguruak. Revista Vasca de Sociología y Ciencia Política, vol. monográfico “Sociedad e innovación en el siglo
xxi”, pp. 77-94 (Disponible en: http://observatoriodemigraciones.org/apc-aa-files/5db832a2ba3ad8a2c6e5a9061120414a/
PonenciasCongresoVascoGrupoMigraciones.pdf); M.ª J. Aguilar (2011). “El racismo institucional en las políticas e inter-
venciones sociales dirigidas a inmigrantes y algunas propuestas prácticas para evitarlo”, en Documentación Social, n.º 162,
pp.139-166 (Disponible en: https://www.dropbox.com/s/0585tbddb519lfe/2011_Aguilar_Racismo%20Institucional_Docu-
mentacion_Soc.pdf); M.ª J. Aguilar y D. Buraschi (2012). “Prejuicio, etnocentrismo y racismo institucional en las políticas
sociales y los profesionales de los servicios sociales que trabajan con personas migrantes”, en VII Congreso Migraciones in-
ternacionales en España. Movilidad humana y diversidad social, Bilbao, Universidad del País Vasco (Disponible en: https://
www.dropbox.com/s/itq4j12dmi13k6p/Aguilar%20y%20Buraschi_Congrso%20Migraciones%202012.pdf
235
Para un desarrollo exhaustivo de estas cuestiones ver M.ª J. Aguilar y E. Ander-Egg (2001). Diagnóstico social, conceptos
y metodología, (2.ª ed. corregida), Buenos Aires, Lumen-Humanitas.
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SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
2) E
xigencias metodológicas de un buen diagnóstico y definición operativa de diagnósti-
co social
Existen algunas falsas creencias o apreciaciones en las que, con más frecuencia de lo de-
seable, puede caer con facilidad un profesional poco avezado. Una de ellas es creer que en el
diagnóstico hay que utilizar toda la información disponible. “Esta es una visión enciclopédica e
indiscriminada que solo conduce a elaborar gruesos volúmenes, en cuyos índices destacan las
referencias al clima o a la historia y en los cuáles los escasos datos de significación quedan en-
mascarados” (Antó y Company, 1984). Otras veces, lamentablemente, “la experiencia práctica
demuestra que, en la mayoría de los casos, los diagnósticos sociales incluyen información bi-
bliográfica, indicadores del nivel y calidad de vida, inventarios de equipamientos, etc.; pero no
captan el significado e importancia de los problemas con que se enfrenta la población. De ahí,
que sus resultados no puedan convertirse en un insumo útil para la formulación de progra-
mas y proyectos (...) Incluso, algunas veces, el análisis se dispersa en el examen de sucesos his-
tóricos que bien podrían ser obviados” (Pichardo, 1993). Nada más lejos del pragmatismo que
debe tener todo diagnóstico: hay que utilizar solo aquella información que se considere rele-
vante y significativa, y que –efectivamente– esté relacionada con los hechos y problemas que
interese conocer y comprender para poder intervenir con eficacia.
Si un diagnóstico es demasiado general o demasiado detallado, está condenado a confun-
dir, en lugar de aclarar. Al igual que un diagnóstico en el que se dé poca importancia a los fac-
tores relevantes, aun cuando se describa claramente el problema principal. Como aconseja M.
Richmond, un buen diagnóstico debe incluir todos los factores significativos que estén presen-
tes en la realidad y que se interpongan, dificulten u obstruyan las posibilidades de desarrollo
personal o social. Y especialmente significativos son aquellos que permiten intuir, imaginar y
vislumbrar el camino a recorrer, la estrategia a desarrollar o el tratamiento a seguir.
Pero tampoco debemos caer en el extremo opuesto: un diagnóstico tan escueto y esque-
mático que –además de poco preciso– se limite a describir y clasificar problemas. Las des-
cripciones y clasificaciones son útiles, pero no agotan el diagnóstico. Más aún, un diagnóstico
que solo se quede en eso, no servirá prácticamente para nada. Pues lo importante no es solo
identificar y conocer los problemas: el verdadero sentido del diagnóstico es comprender a
fondo dichos problemas para poder actuar con eficacia sobre los mismos. Y para tener esta
“comprensión profunda” es imprescindible determinar los factores más relevantes (positivos
y negativos) que afectan en cada situación concreta, identificar los medios y posibilidades de
intervención, las fortalezas y capacidades de los sujetos involucrados, las oportunidades que
ofrece el entorno, y así, establecer prioridades y estrategias que sirvan para programar las ac-
ciones futuras con un mínimo de garantías de éxito.
Un diagnóstico es bueno, ante todo, cuando es verdaderamente útil. Para ello debe tener,
al menos, cuatro características. Debe ser:
• Completo: incluyendo toda la información verdaderamente relevante y significativa.
• Claro: excluyendo detalles innecesarios y evitando barroquismos y excesos de informa-
ción, empleando un lenguaje objetivo y sencillo que sea fácilmente comprensible, utili-
zando cuadros y esquemas cuando sea conveniente, etc.
• Preciso, es decir, que establezca y distinga cada una de las dimensiones y factores del
problema, discrimine y brinde información útil para orientar la acción, de manera concre-
ta y específica, incluyendo todos los aspectos necesarios y suficientes.
295
• Oportuno, esto es, realizarse –o actualizarse– en un momento en que pueda ser utiliza-
do para tomar decisiones que afecten a la actuación presente y futura, pues de lo contra-
MANUALES Y ENSAYOS
Decía sabiamente Mary Richmond que el “mecanismo operativo” del diagnóstico no garantiza
los resultados cuando se carece de perspicacia imaginativa. De acuerdo con esta afirmación,
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SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
todo cuanto se propone a continuación referido al proceso operativo del diagnóstico, debe ser
considerado desde esta perspectiva. La realización mecánica de estas tareas no es garantía per
se de un buen diagnóstico, si no somos capaces de desarrollar cada una de ellas con la necesa-
ria flexibilidad, adaptabilidad y dosis de perspicacia imaginativa, en el sentido sociológico del
término “imaginación” (Wright Mills, 1961)236.
236
Cfr. C. Wright Mills (1961). La imaginación sociológica, México, FCE. Especialmente interesante por su aplicabilidad en
el diagnóstico es el anexo de la obra titulado “Sobre artesanía intelectual”, en el que se brindan pautas para que el investiga-
dor pueda organizar permanentemente la información que le interesa, sin verse obligado a empezar de cero cada vez que
se le presenta nuevo tema de estudio.
237
El desarrollo conceptual detallado, así como la matriz explicativa de satisfactores y necesidades, puede consultarse en el
capítulo 1, parágrafo 1.6. (páginas 44 a 51).
297
o medio de atender una necesidad), impide una respuesta adecuada a la necesidad de subsis-
tencia.
MANUALES Y ENSAYOS
238
Véase la matriz de necesidades y satisfactores y sus descripciones en las páginas 48 y 49.
239
Una explicación detallada y con más ejemplos de cada tipo de satisfactor se ha desarrollado con más extensión en el ca-
pítulo 1, parágrafo 1.6. (páginas 44 a 51).
240
Este último ejemplo ilustrativo lo tomo del Proyecto Integrado Pro-Huerta, en Argentina, que, además de contribuir a
mejorar la nutrición de sectores muy pobres, ayuda a la organización comunitaria, contribuye a la educación ecológica y
la educación para la salud, y favorece la conservación del medio ambiente. De este modo, además de satisfacer la necesi-
dad de subsistencia, se estimula la satisfacción de otras necesidades, tales como: participación, creación, identidad, protec-
ción y entendimiento.
298
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
– Si en un barrio hay 350 niños en edad escolar, y solo existe una escuela con 250 plazas,
podemos decir que hay una carencia o falta de puestos escolares que no permite una
satisfacción adecuada de la necesidad de educación formal.
– Si en un barrio donde todos los niños pueden ir a la escuela, hay un 30 % que falta re-
gularmente a las clases; o hay un 60 % que suspende sistemáticamente la mayoría de
las asignaturas, entonces lo que hay es un problema de absentismo, o un problema de
fracaso escolar.
Esta distinción entre necesidad y problema que acabamos de explicar, no solo tiene im-
portancia conceptual: su diferenciación es clave en el diagnóstico si se quiere abordar una so-
lución efectiva a los mismos. Esta distinción entre necesidades y problemas también ha sido
señalada por J. M. Rueda, cuando diferenciaba la necesidad (él la entendía como carencia de
algo) de la afección (“la presencia de un rasgo o factor social que sabemos que es perjudicial,
indeseable, etc.”) (Rueda, 1993).
Ya he advertido que los problemas sociales no necesariamente están ligados a las necesi-
dades241: A diferencia de las necesidades, los problemas sociales suelen ser parte de los proce-
sos de desarrollo. Procesos que avanzan, precisamente, a medida que aparecen y se resuelven
dichos problemas. Según Bogardus, los problemas sociales son las situaciones de que se toma
conocimiento y se procuran resolver como condición del equilibrio y de la continuidad de la
organización social. Así, dichos problemas no deben ser desvinculados de su contexto estruc-
tural. Esto hace que, para poder describir y comprender los problemas existentes en una situa-
ción determinada, sea necesario considerar el contexto, ambiente, entorno y clima social en
que dichos problemas existen, identificando los factores asociados a los mismos, y que se han
de identificar en sucesivas tareas del diagnóstico.
241
Un desarrollo más amplio de esta cuestión ya fue realizado en el capítulo 1, parágrafo 1.4. (y especialmente el epígrafe
1.4.2. en las páginas 35 a 39).
299
En definitiva, lo que aquí me interesa destacar es que, en el diagnóstico, es preciso identifi-
car cuáles son los problemas existentes (derivados o no de las necesidades insatisfechas o mal
MANUALES Y ENSAYOS
satisfechas), ya que de los diversos encuadres que se utilicen para el abordaje de estos proble-
mas, se derivarán diferentes tipos de soluciones; cuestión que permitirá una resolución creati-
va de los conflictos que tales problemas suelen generar.
• Aspectos básicos a considerar en la identificación de necesidades y problemas
Esta primera tarea del diagnóstico debe llevarse a cabo describiendo tres aspectos básicos
y fundamentales de cada una de las necesidades, problemas o situaciones de conflicto que se
hayan identificado:
– Naturaleza del problema o necesidad: consiste en definir y describir, lo más concreta y
específicamente posible, de qué tipo de problema y/o necesidad se trata. No basta con de-
cir “hay problemas de salud”, “hay un conflicto familiar”, o “existen problemas educativos”;
es imprescindible detallar la naturaleza de los mismos. Por ejemplo: hay un “problema de
absentismo escolar consistente en…”; hay “un conflicto de convivencia entre el padre y la
madre que afecta especialmente a la hija adolescente de la pareja y que se expresa funda-
mentalmente en su comportamiento en la escuela, en forma de…”; o hay un problema de
“salud medioambiental, al no existir un sistema eficaz de depuración de aguas residuales
en el barrio”. De lo que se trata es de responder con precisión a la preguntas ¿de qué se tra-
ta? y ¿en qué consiste el problema?, analizando sus distintas dimensiones o aspectos. Ade-
más, puede ser conveniente establecer qué tipo de satisfactores se utilizan para responder
a cada necesidad, estableciendo en qué modo pueden afectar al desarrollo humano de las
personas afectadas, de cara a identificar posibles satisfactores más positivos y sinérgicos
que los actuales. Si se trata de un diagnóstico a gran escala (para una gran cantidad de po-
blación o para determinar la creación de ciertos planes y servicios, por ejemplo) también
puede ser de utilidad emplear la distinción de Bradshaw (1985) y diferenciar las necesida-
des percibidas o experimentadas, de las expresadas, las normativas y las comparativas; tra-
tando de incidir principalmente en la zona compartida por todas ellas.
– Magnitud del problema o necesidad: implica determinar el grado o extensión del pro-
blema, señalando a cuántas personas afecta (ya sea en términos absolutos o relativos, o
mediante medidas estadísticas), o en qué espacio territorial delimitado se plantea el pro-
blema (cuando se trate de situaciones en que la magnitud deba expresarse –por razones
técnicas– en términos de área de influencia o cobertura espacial del problema, como
son, por ejemplo, los problemas ambientales y los comunitarios). En ciertos casos será
preciso, además, indicar la frecuencia y distribución de los mismos. Sobre todo si se trata
de problemas cíclicos o estacionales242, que no tienen un carácter permanente, conside-
rar su frecuencia puede ser de gran utilidad para una correcta previsión de las atencio-
nes, cuidados, servicios o intervenciones necesarias (un ejemplo de necesidad cíclica es
la que se plantea en período de recolección de la cosecha a los padres de niños peque-
ños en zonas rurales, si no disponen de un servicio de cuidado alternativo para sus hijos).
Asimismo, y sobre todo si se trata de un problema o necesidad que afecta a una zona
Es el caso de las zonas que reciben inmigrantes para trabajar en tareas agrícolas estacionales (temporeros) que requieren
242
de alternativas habitacionales de forma periódica, pero no permanente. En el caso de España, grandes zonas del Levante y
sureste, Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha presentan esta circunstancia.
300
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
301
– Qué circunstancias, contextos y prácticas sociales pueden haberlos causado.
– Posibles razones de esos acontecimientos, prácticas y actuaciones.
MANUALES Y ENSAYOS
243
Para realizar ese estudio previo pueden utilizarse diferentes métodos y técnicas de investigación social. Sobre estos y
otros aspectos del proceso de investigación previo a la intervención social, se recomienda el estudio del libro de M.ª J. Ru-
bio y J. Varas (2004). El análisis de la realidad en la intervención social. Métodos y técnicas de investigación, Madrid, CCS.
302
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
túa directamente sobre la patología e indirectamente sobre las consecuencias. Intentando re-
cuperar la función que se ha perdido a base de intervenir sobre los puntos débiles”. Este modo
de intervención “está interesado por lo que no funciona y se preocupa por reducir las disfun-
ciones. Se aproxima a los excluidos como déficit y carencia, y se les reduce a la negatividad; en
lugar de considerar que los excluidos tienen también soluciones, se les identifica con su pro-
pia carencia. ‘Tú eres el problema y yo la solución’, viene a decir el profesional clínico, en lugar
de ‘nosotros somos el problema y nosotros somos la solución’. Actúa sobre las personas y no
tanto con ellas y a partir de ellas”, renunciando así a empatizar y simpatizar con el sujeto “des-
viado”. (García Roca, 2006). Por ello, además de identificar las necesidades, problemas y puntos
débiles de la situación del sujeto, un buen diagnóstico en trabajo social debe, obligadamente,
incorporar una identificación de las potencialidades, capacidades, centros de interés, y opor-
tunidades de mejora de esa situación concreta, específica y única.
• Potencialidades y fortalezas
El enfoque de las fortalezas no es ninguna novedad en trabajo social244, de hecho, la mi-
sión del trabajo social como actividad profesional, no puede lograrse si no es consideran-
do este elemento. Definíamos los bienes internos del trabajo social haciendo referencia a
la construcción de una sociedad “en la que cada individuo pueda dar el máximo de sí mis-
mo como persona, de tal modo que la tarea del profesional consiste tanto en la potenciación
de las capacidades de las personas para vivir en sociedad, como en el intento de remover los
obstáculos sociales que impiden su realización”. Esto nos obliga, como exigencia o impera-
tivo ético, a fundamentar las actuaciones e intervenciones profesionales en la identificación
y fortalecimiento de las potencialidades, capacidades, puntos fuertes y posibilidades del su-
jeto.
Para una adecuada realización de esta identificación diagnóstica, la empatía y la inteligen-
cia emocional son cualidades y destrezas imprescindibles, ya que solo desde una profunda
comprensión del otro se puede llegar a descubrir cuáles son esas fortalezas, capacidades y po-
sibilidades internas, por muy dormidas que puedan estar. Solo el enfoque o perspectiva in-
terna puede dotarnos de la capacidad de escucha y atención necesaria del sujeto, que nos
permita adentrarnos en sus propios procesos de producción de significados, en sus dinamis-
mos vitales, su subjetividad y sus emociones. Es fundamental en esta tarea posibilitar la cons-
trucción y la expresión de la narración subjetiva del propio sujeto, de su experiencia vital y
su historia personal, tal como este la ha vivido. Si pretendemos desarrollar una práctica pro-
fesional inclusiva, que supere el determinismo y la impotencia, habrá que ayudar al sujeto a
re-apropiarse de sus dinamismos vitales, vinculándolo con el mundo de sus posibilidades y
oportunidades.
Las herramientas técnicas más adecuadas para apoyarnos en esta tarea deben basarse
en la observación participante, las historias de vida y la escucha activa. Solo la empatía per-
mite compartir y llegar al reconocimiento mutuo, a la aceptación incondicional del otro, a la
244
Aunque algunos autores sugieren la reciente aparición de este enfoque tomando como referencia los trabajos de Sa-
leeby y otros (1992 y 1996), lo cierto es que ya en las primigenias obras de Mary Richmond se encuentran referencias rei-
teradas a la importancia de los factores potenciadores y los recursos internos del sujeto en la acción profesional. También
en el desarrollo de algunos modelos teóricos de trabajo social (especialmente en los ecológicos, existenciales, anti-opresi-
vos, de concientización, etc.) la consideración de los recursos internos y potencialidades y fortalezas de los sujetos es una
cuestión relevante.
303
implicación activa, la confianza y el reconocimiento de sus capacidades, que son condicio-
nes indispensables para una práctica profesional de empoderamiento, de vinculación reti-
MANUALES Y ENSAYOS
cular, de construcción y restauración de los “puentes levadizos” por los que poder transitar
la senda de la incorporación, evitando la catástrofe y permitiéndonos llegar a puerto. Des-
pertar lo que está dormido y devolver el protagonismo y sus potencialidades a los sujetos,
nos exige no tanto hablar, como dejar hablar; nos exige alejarnos de ese “hablar desde el
reproche” y no quedar indiferentes ante al sufrimiento humano. Hemos de sentirnos inte-
rafectados, vinculados como sujetos colaboradores en un proceso de resultados inciertos
cuyos caminos estarán siempre por descubrir, a medida que intentamos dirigirnos a puer-
to, evitando el naufragio. Sin el descubrimiento de las fortalezas, capacidades y potencia-
lidades del sujeto, careceremos de las “cartas de navegación” necesarias para recorrer este
trayecto.
• Centros de interés
En el diagnóstico también es preciso detectar cuáles son los centros o asuntos de interés
de las personas ya que, en ocasiones, la estrategia de acción más oportuna puede derivarse de
uno de esos intereses, en lugar de partir de un problema o necesidad. Esto, por una razón bá-
sica: a veces, una cuestión o asunto de interés puede ser más motivador y resultar más movili-
zador que un problema grave, sobre todo, cuando este último se perciba de forma fatalista, o,
efectivamente, esté determinado o muy condicionado por factores sobre los cuáles se tienen
pocas posibilidades de intervención.
Con frecuencia, la urgencia de la intervención y el tiempo corto que se exige en las inter-
venciones asistenciales, hace que los profesionales no se ocupen ni preocupen por descubrir
cuáles son los asuntos que realmente interesan a las personas, más allá de las demandas ex-
presadas. De hecho, se suele identificar una urgente expresión de una demanda con el ver-
dadero interés de las personas, lo que no siempre es cierto. A veces pudiera ser así (que la
demanda exprese o se vincule a un centro de interés) pero todos sabemos que muchas veces
tenemos intereses, preferencias y asuntos por lo que estamos dispuestos a movilizarnos e in-
vertir energía, sin que estén necesariamente relacionados con una necesidad o problema gra-
ve que tengamos. De lo que se trata en este punto es, precisamente, de descubrir e identificar
cuáles son esos temas, asuntos y centros de interés que gustan o interesan a las personas, ya
que su inclusión (como punto de partida o como parte del proceso) será de importancia estra-
tégica si se pretende la implicación y el compromiso de los sujetos en sus procesos de cambio.
• Necesidades de cambio y oportunidades de mejora
Asimismo, también es preciso identificar en el diagnóstico, cuáles son las necesidades de
cambio u oportunidades de mejora, con respecto a lo que se viene haciendo. Esta tarea –muy
ligada al pronóstico, del que enseguida hablaré– es la que permitirá una constante adaptación
de los programas y servicios a los cambios sociales, y una mejora en la calidad de los mismos.
Dicho en otras palabras, el diagnóstico no debe informar únicamente de necesidades, proble-
mas y centros de interés a partir de los cuáles iniciar la acción, también debe dar cuenta del
modo en que se actúa profesionalmente y se prestan los servicios, y las posibilidades de mejo-
ramiento de la atención que se brinda a las personas.
Para identificar estas oportunidades de mejora, los estudios y análisis comparativos en-
tre unidades administrativas de una misma organización; o entre niveles administrativos de
una misma institución; o entre servicios y programas similares que operan en contextos pa-
304
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
Necesidades 1 Demanda de
sociales servicios
reales
4
2 3
Servicios
sociales
ofrecidos
Así, la zona 1 estaría formada por las necesidades expresadas, sentidas e investigadas (por
tanto, identificadas) que coinciden con servicios demandados por parte de la comunidad, pero
para los cuales no se ofertan ningún tipo de medidas ni servicios sociales institucionales (pú-
blicos o privados). El efecto de esta intersección produce descontento entre la población, ya
que siente necesidades que expresa como demandas de servicios, pero dichos servicios no
son ofertados a pesar de ser necesarios.
La zona 2 está constituida por necesidades realmente existentes y servicios disponibles
para atenderlas, pero falta su demanda por parte de la comunidad. Es decir, existen servicios
para atender necesidades y problemas realmente existentes, pero esos servicios disponibles
no se utilizan –o se infrautilizan– al no existir demanda o conciencia de su necesidad de uso
por parte de la población, o porque la población entiende que no son esos, sino otro tipo de
servicios, los necesarios.
La zona 3, genera un derroche y despilfarro de servicios ya que está formada por las de-
mandas de la comunidad que tienen su correlato de respuesta en servicios ofertados, pero
que no se corresponden ni dan respuesta a verdaderas necesidades y problemas sociales. Esta-
ríamos ante una demanda que se apoya en una falsa necesidad y la existencia de servicios que
responden a dichas demandas, pero al no corresponderse con problemas reales, los esfuerzos
dedicados a la prestación del servicio (o servicios) constituyen un verdadero derroche en tér-
minos técnicos y de recursos desaprovechados.
La zona 4, por su parte, es la integrada por necesidades reales que se expresan como de-
manda de servicios, y esos servicios se ofertan y están disponibles para la población que los
305
requiere. Esta convergencia entre necesidades, demanda y oferta es, generalmente y por des-
gracia, escasa. Y suele estar influenciada por el nivel educacional de la población, el nivel de
MANUALES Y ENSAYOS
306
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
307
hechos y circunstancias que, en un momento y escenario determinado, causan un problema
de salud, es relativamente más fácil. Lamentablemente, en el campo de la acción social, care-
MANUALES Y ENSAYOS
cemos de estudios y trabajos similares que, de forma precisa, nos iluminen acerca de estos fac-
tores determinantes.
No obstante, por la experiencia acumulada y sistematizada hasta ahora, podríamos esta-
blecer cómo la presencia de ciertos factores causales o determinantes de la “situación social”
de un grupo o colectividad inciden en la aparición de determinados problemas. Así, por ejem-
plo, convendría analizar y descubrir la presencia de factores determinantes relativos al entor-
no ambiental, el entorno laboral y ocupacional, el ambiente familiar y personal, el entorno
de ocio, los estilos sociales de vida y las pautas de relación social, la personalidad y el carác-
ter del sujeto (si se trata de un diagnóstico más personalizado), el estado de salud general, así
como otros aspectos de naturaleza psicosocial, etc. En esta misma línea, Sánchez Vidal consi-
dera necesario valorar los “factores estructurales y procesos del sistema social implicados en la
generación y mantenimiento del problema o necesidad: impotencia percibida, anomia, desin-
tegración, falta de estructura organizativa, medios económicos o apoyo técnico, etc. Es decir,
el porqué del efecto a corregir”, así como “las estructuras y procesos (actuales o potenciales)
de cambio y dinamización del sistema (tensiones, contradicciones, conflictos, fallos funciona-
les o normativos, expectativas o las propias necesidades insatisfechas), que vienen a ser las
“variables a manipular” para alterar el sistema. También las estructuras y procesos básicos de
mantenimiento y reproducción del sistema (su “naturaleza estable”) que, en general, no son al-
terables (sustituibles, si acaso) sin el riesgo de provocar una reacción homeostática de signo
contrario al cambio pretendido” (Sánchez Vidal, 1991).
Es importante identificar y describir estos factores, e intentar establecer el peso relativo
entre ellos, habida cuenta que, con frecuencia, no tendremos posibilidad de enfrentarlos si-
multáneamente. Así, por ejemplo, en los procesos de exclusión social siempre están presen-
tes factores estructurales determinantes que conforman el sustrato de una organización social
que expulsa y excluye: hay que identificar dichos factores, sobre todo en sus interrelaciones
con otro tipo de factores condicionantes, referidos a circunstancias más o menos cautivas y
biografías personales, que son las que no determinan al sujeto.
• Factores condicionantes
También es conveniente identificar en el diagnóstico los factores condicionantes que están
presentes en la situación y el entorno en que se encuentra el sujeto. A diferencia de los facto-
res determinantes (que son los que configuran y producen cada situación-problema), los fac-
tores condicionantes son los que “moldean” o “matizan” esa situación, pueden actuar como
circunstancias coadyuvantes o detonantes, pero sin predeterminar al sujeto. Se trata de he-
chos, acontecimientos, situaciones o procesos que pueden tener influencia en la evolución de
la situación-problema; pero que no ejercen dicha influencia con la misma intensidad ni de la
misma manera. Son los factores que pueden ayudar o dificultar la solución del problema o la
satisfacción de una necesidad y que, en muchas ocasiones, también pueden actuar de manera
neutra, dependiendo de las circunstancias que se confronten. Con frecuencia este tipo de fac-
tores condicionantes forman parte de los contextos de proximidad en que se desenvuelve la
vida cotidiana de las personas.
Para un buen diagnóstico social, la detección de este tipo de factores puede ser muy útil,
ya que nos permitirá prever por anticipado posibles trayectorias de evolución de los aconteci-
308
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
mientos, y nos ayudará a construir diversos escenarios de futuro, previos a la decisión de inter-
venir en una u otra dirección. Identificar este tipo de factores conlleva su descripción, así como
una valoración acerca de su posible influencia (en qué condiciones influenciaría la situación, y
en qué dirección: a favor o en contra de su solución).
Todo lo anterior está íntimamente relacionado con la capacidad del profesional para des-
entrañar las múltiples determinaciones y condicionamientos de los fenómenos y problemas
sociales, que solo pueden ser entendidos como elementos de un todo. Ahora bien, “para su
comprensión no es necesario considerar todos los elementos que están en la realidad obser-
vada sino la constitución de relaciones de significación” (Silva, 1974). Las circunstancias cauti-
vas del entorno social inmediato del sujeto, grupal y comunitario, conforman las trayectorias,
teniendo mucho más peso del que habitualmente se les atribuye en los procesos de vulnerabi-
lidad y exclusión social. Es importante, por tanto, en este punto, ser capaces de identificar cuá-
les son las tramas e inter-retroacciones que conforman la maraña de factores condicionantes
en una situación, momento y sujeto dados.
Aplicado al campo de la política social o de la intervención social a nivel macro, puede ser
necesario y oportuno, en ciertos momentos, hacer estudios e investigaciones sociales tenden-
tes fundamentalmente a identificar factores determinantes y condicionantes. Ello contribuiría,
además, a acrecentar el rigor científico y técnico de los diagnósticos y planificaciones sociales.
Para llevar a cabo este tipo de estudios, considero interesantes las propuestas que J. M.ª Rueda
sugiere realizar: estudios epidemiológicos, investigaciones sistémicas y prospecciones (a tra-
vés de mapas y estudios de estilos sociales de vida).
• Factores protectores
Los factores que llamamos protectores, tienen mucho que ver con las relaciones y los
vínculos sociales del sujeto: su naturaleza, cantidad, intensidad y contenido. Las redes socia-
les naturales son –como ya se dijo en el capítulo anterior– el principal factor de sostén, re-
sistencia y protección frente a los procesos de desafiliación, vulnerabilidad y exclusión. Los
vínculos sociales son los que transmiten confianza al sujeto, aseguran la protección y trans-
miten sentido, pues conectan los dinamismos sociales, los intercambios productivos y la
comunicación. Estas “resistencias” son las que pueden evitar la catástrofe en muchas situa-
ciones de riesgo y vulnerabilidad, las que pueden amortiguar el daño que factores estruc-
turales determinantes y factores circunstanciales condicionantes pueden provocar en los
sujetos.
Los factores protectores son los que pueden posibilitar préstamos básicos de la existencia
humana (alimento, hogar, energía vital, reconocimiento, etc.) reduciendo la incertidumbre, el
miedo y la insatisfacción. Hasta hace poco tiempo, la vulnerabilidad y la exclusión eran riesgos
que solo sufría la periferia del cuerpo social, pero en la actualidad vivimos en una sociedad del
riesgo (Beck, 1998 y 2006) en la que asistimos a una “desestabilización de los estables” (Castel,
1984, 1995 y 2010), los vínculos sociales se diluyen y se pierde la seguridad que antaño ofre-
cía la comunidad (Bauman, 2005, 2006 y 2007). En este contexto tiene más sentido que nun-
ca la conceptualización de las necesidades como potencialidades que dan lugar a la búsqueda
y la participación, en las que se activan los esfuerzos del sujeto, y de los sujetos organizados.
Todas estas situaciones y circunstancias de búsqueda y participación son factores protectores
de primer orden, del mismo modo que la existencia, o la potencial existencia, de redes socia-
les que sostienen, o pueden sostener y generar las resistencias necesarias para evitar el fracaso
309
o el naufragio social del sujeto. Las capacidades de cooperación e innovación, son los recursos
más importantes de las propias personas y el factor protector más relevante. Se trata también
MANUALES Y ENSAYOS
de explorar los potenciales de interacción del sujeto, de examinar la forma en que pueden au-
mentarse las reciprocidades y las estrategias de complementariedad que produzcan un enri-
quecimiento mutuo, reduciendo la fragilidad y aumentando su autonomía. En definitiva, se
trata de identificar todas aquellas circunstancias que pueden vincular al sujeto con el mundo
de sus posibilidades y oportunidades.
• Factores de riesgo
Estos factores, que en el campo de la salud son tan útiles, están todavía relativamente
poco estudiados en el ámbito social. Los factores de riesgo siempre están asociados o re-
lacionados con el proceso o estado de desarrollo de una patología, y lo que conviene ha-
cer en estos casos, es medir “el grado de consecuencia que puede tener para los sujetos que
están viviendo en ese determinado proceso”. La identificación de estos factores permitirá
pronosticar y prescribir en aquellos casos donde se haya detectado una determinada pato-
logía. Pueden detectarse factores de riesgo tanto en el ámbito personal, como social y am-
biental.
Para establecer medidas de riesgo, el procedimiento que propone J. M.ª Rueda, y los ejem-
plos con que lo ilustra, nos parecen sumamente útiles. Así, evaluar el riesgo supone:
1. “Diagnóstico previo de una variable o de un conjunto de variables que se correlacionan
con el problema.
2. Conocimiento de la ley de correlación.
3. Diagnóstico del estado de esa ley y según se esté en su fase inicial, media o muy evolu-
cionada, hablamos de bajo, medio y alto riesgo.
No podemos presentar ejemplos conseguidos sino intentos de avanzar en las metodolo-
gías; que, aunque no tienen valor científico, pueden servir para orientar:
Con los equipos interdisciplinares de infancia intentamos establecer una medida de ries-
go a partir de correlacionar el nivel de nomicidad, capacidad de automanejarse como
grupo y el nivel de afección que presentará el niño.
“Cuanto más anómico es el grupo familiar, más discapacidad o inhabilidad existe en el
niño”.
“Cuanto más disnómico, más preparado estará el niño para adaptarse a estilos de vida
marginantes”.
Esta constatación “podría” servir para establecer un factor de riesgo.
Con el equipo de la Diputación de Lleida, el camino para determinar el indicador de ries-
go fue establecer sobre una misma variable una valoración objetiva y otra subjetiva; por
ejemplo, la cantidad real de dinero que entra en la familia (de acuerdo con los indicado-
res de gasto medio nos permite decir si es o no suficiente para manejarse en la dimen-
sión económica familiar) y estudiar la percepción de suficiencia o insuficiencia del mismo
en la vida real de la familia. Si cantidad y suficiencia subjetiva coinciden, tenemos un gru-
po adaptado. Si cantidad y suficiencia no coinciden, tenemos que si la variable subjetiva
está mejor valorada, el grupo es de poco riesgo, pues aun siendo real el problema econó-
mico, sabe manejarse; ahora, el grupo será de alto riesgo si la cantidad o variable objetiva
está mejor valorada que la subjetiva, pues indica falta de capacidad para manejar lo real;
310
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
el problema no se podrá resolver desde el exterior, toda ayuda económica que demos al
grupo familiar se la tragará y pedirá más.
Aquí, en este apartado (el autor citado se refiere a los factores de riesgo), tenemos mucho
que hacer los trabajadores de la comunidad” (Rueda, 1993).
245
El uso de la palabra prognosis que había quedado más o menos consagrado en la jerga de los planificadores, a fines de los
años noventa está en desuso. Se utiliza el término castellano pronóstico que es más correcto, ya que el otro es un anglicismo.
311
factores conocidos, con el fin de disponer de algunas claves que permiten construir es-
cenarios futuros posibles.
MANUALES Y ENSAYOS
312
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
Cabe advertir –para no pedir a las proyecciones y previsiones lo que estas no puedan dar–
que estos procedimientos prevén, en el mejor de los casos, tendencias dominantes, trayecto-
rias posibles, líneas de fuerza... Pero, desde el momento que aparecen escenarios de ruptura
(lo aleatorio, lo inesperado siempre es posible), terminan siendo previsiones no realizadas;
cosa que ocurre con mucha frecuencia con las previsiones económicas. La aleatoriedad de los
presupuestos en que se apoyan las previsiones y los parámetros que se eligen como base de
las extrapolaciones, limitan las posibles certidumbres que podamos formular acerca del fu-
turo.
Los pronósticos son, pues, limitadamente útiles, puesto que aun siendo posible construir
“escenarios futuros”, no es posible predecir los “escenarios de ruptura”. Estos modifican sustan-
cialmente las tendencias dominantes. Tampoco es posible hacer previsiones a partir de hechos
considerados como “portadores de futuro” cuya significación en el mediano plazo puede ser
decisiva en la configuración de la sociedad. En todo proceso social, lo inesperado produce bi-
furcaciones que nos llevan siempre a lo imprevisto.
Independientemente del aparataje tecnológico más o menos sofisticado que se utilice
para apoyar los pronósticos, esta tarea debe hacerse necesariamente de forma participativa,
involucrando en el análisis y exploración de posibles escenarios a la mayor cantidad de actores
sociales posible. En el caso de diagnósticos a nivel microsocial esta exploración participativa
debe llevarse cabo implementando espacios y tiempos para el diálogo con las personas afec-
tadas por los problemas y necesidades, así como con otras personas, redes sociales y grupos y
organizaciones del entorno social en el que se pretende intervenir.
Los pronósticos nunca son certezas, y en esta tarea la competencia técnico-profesional no
es, por sí misma, una garantía de acierto. De ahí que, cuantas más personas y actores estén im-
plicados en la tarea de análisis y de exploración de “posibles escenarios futuros”, mejor y más
ajustada será la visión de tal “futuro posible”. Además, una exploración participativa permite
identificar recursos potenciales de acción que, posiblemente, de otro modo podrían quedar
invisibilizados (y por tanto no utilizados ni puestos en actividad).
En síntesis, y para concluir este parágrafo, no debemos olvidar que, en contextos y situa-
ciones de cambios acelerados como los que vivimos, como diría Gaston Berger: “Cuanto más
rápido corra un coche, mayor alcance deben tener sus faros”. Y el pronóstico son los faros que –
aunque empañados o defectuosos– permitirán que vislumbremos un futuro posible con la an-
ticipación suficiente, como para conducir en la dirección correcta.
313
• ¿Quién puede resolver los problemas?
Es importante responder adecuadamente esta pregunta ya que para solucionar o resolver al-
MANUALES Y ENSAYOS
gunos problemas bastan los esfuerzos individuales de los afectados, mientras que, para otros, se
requiere la asistencia o la cooperación de otras personas e instituciones, e inclusive de la comuni-
dad en su conjunto. En muchos casos, será preciso un esfuerzo compartido en el que la comunidad
deba cooperar y los individuos mantener los servicios creados, o contribuir modificando hábitos
o comportamientos. Dicho en otras palabras, lo que necesitamos saber en este punto es qué per-
sonas o a qué nivel se pueden resolver los problemas y las necesidades detectadas. Por ejemplo:
– una persona, individualmente, puede ser el responsable de solucionar los problemas de-
rivados de su higiene personal;
– las necesidades o problemas relacionados con la nutrición apropiada, pueden ser res-
ponsabilidad de toda la familia;
– para alquilar o comprar un vehículo o equipamiento costoso, es posible que sea un gru-
po el que tenga que compartir su costo;
– para garantizar el abastecimiento de agua potable será necesario el esfuerzo comunita-
rio junto con el del gobierno local;
– para asegurar un adecuado suministro de vacunas, la responsabilidad podría ser de los
servicios de salud a nivel regional o nacional;
• ¿Qué tipo de ayuda o atención se necesita?
Una vez planteado quién puede resolver mejor los problemas o necesidades, es preciso
responder al interrogante sobre qué tipo de ayuda o atención se requerirá, por parte de esas
personas, grupos o colectivos sociales, para que puedan, efectivamente, afrontar la solución
de los mismos. No es lo mismo que se necesite una ayuda de asesoramiento técnico, que el
suministro de alimentos, fármacos o material didáctico, o que se requiera organizar un servi-
cio de voluntariado en ayuda a domicilio. Del tipo de atención/intervención que se necesite,
se derivará el tipo de recursos requeridos que, posteriormente, habrá que tratar de obtener.
Una vez que se han identificado las personas que pueden resolver cada uno de los proble-
mas y el tipo de ayuda que se necesita en cada caso, tenemos que identificar los recursos y
medios apropiados para prestar esa ayuda; buscando simultáneamente las fuentes en donde
se podrían obtener dichos recursos.
Esta identificación y búsqueda de recursos es conveniente que se oriente teniendo en
cuenta dos fuentes principales:
– Recursos internos existentes en la propia comunidad.
– Recursos externos existentes y potencialmente disponibles.
• Recursos internos existentes en la propia comunidad
Se trata de los recursos disponibles por las personas, grupos, instituciones, organizacio-
nes de base, y por la comunidad en general. Son los recursos individuales y colectivo/institu-
cionales existentes y que es posible movilizar por la misma gente. Es preciso conocer y estar
informado acerca de los medios de que disponen los propios afectados o su comunidad, para
atender el problema o necesidad. Ejemplos de esta clase de recursos son:
– Lugares para realizar diversas actividades.
– Aportaciones económicas individuales.
– Colaboración voluntaria de personas con ciertas aptitudes útiles para la acción o proyec-
to de que se trate.
314
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
246
Debemos tener siempre presente que los medios y recursos no son neutros con respecto a los fines que se persiguen, y
tampoco son neutros con respecto a las personas sobre las que se utilizan. Siempre ejercen algún tipo de influencia en los
resultados y efectos finales (previstos o no, deseados o no); de ahí la necesidad de intentar el mayor grado de adaptación
posible a la realidad concreta que se quiere modificar.
247
Un análisis de los recursos alternativos ya fue realizado en el capítulo 1, parágrafo 1.6., especialmente en las páginas 50 y 51.
315
y relevante, es preciso conocer y explicitar cuáles de esos recursos y medios existen realmente
y están disponibles para su utilización en el momento actual. Asimismo, es preciso saber cuá-
MANUALES Y ENSAYOS
les son recursos potenciales que podrían ser susceptibles de obtenerse en el corto, medio y lar-
go plazo. De ser posible, también convendría especificar el grado o factibilidad de obtención
de dichos recursos, indicando al menos las condiciones que deberían darse para su posible
empleo en el proyecto de acción o intervención prevista. Si todo lo indicado precedentemen-
te no se tiene en cuenta, todas las propuestas de intervención que se realicen corren el riesgo
de ser inviables o muy poco factibles, desde el punto de vista de la disponibilidad de insumos.
Quizá pueda resultar útil en esta parte del diagnóstico, confeccionar un cuadro como el si-
guiente:
Recursos y medios
Necesidades y ¿Qué tipo de ayuda o
¿Quién puede resolverlos necesarios para prestar la
problemas atención se necesita para
mejor? ayuda y atención
identificados resolverlo?
requerida
Otro cuadro que permite clasificar los recursos identificados, detallando la última colum-
na del anterior y facilitando la elección de recursos de acuerdo a su procedencia y disponibili-
dad, sería el siguiente:
En relación a esta tarea de identificación de recursos, será muy útil y práctico que en el
diagnóstico se incluya:
• Información general para la obtención de cada uno de los recursos identificados:
– nombre de los organismos, organizaciones e individuos que poseen los recursos.
– descripción del tipo de recursos que facilitan, o pueden facilitar.
– ubicación del organismo o la persona pertinente.
– requisitos especiales que pudieran exigirse antes de facilitar los recursos.
• Selección de los mejores recursos, indicando ventajas e inconvenientes de cada uno de
ellos, teniendo en cuenta la cultura y necesidades o problemas de la gente.
• Realizar visitas y entrevistas de exploración de recursos, conjuntamente con las personas
afectadas (si son varias, mejor). Esto contribuye a una mayor y más pronta incorporación
y protagonismo de los afectados en el proceso de solución o mejora del problema, y faci-
litará elementos para que los interesados participen activamente en la selección final de
recursos a emplear, y se impliquen asimismo en el proceso de obtención de los mismos.
En definitiva, de lo que se trata en esta tarea del diagnóstico, es de registrar y sistematizar
la información necesaria sobre los recursos y medios de acción necesarios, de cara a posibilitar
316
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
248
Como bien señalan Pineault y Daveluy, son varias las clases de pruebas que pueden hacerse para juzgar el valor de una
intervención: I) Las pruebas basadas en, al menos, un ensayo randomizado, es decir, realizadas con un reparto al azar de los
sujetos entre el grupo experimental y el grupo control; II) Las basadas en los estudios caso-controles, o en estudios de con-
junto con grupos control, sin randomización de sujetos; III) Las basadas en estudios de tipo ecológico, es decir, en la com-
paración de lugares o épocas con y sin la intervención; y IV) Las basadas en la opinión de expertos en el tema. Sin duda,
la prueba de mayor validez es la primera, aunque raramente se utiliza en programas sociales, ya sea por razones políticas,
éticas o porque se trata de situaciones en que el problema es multifactorial. Existen no obstante, casos interesantes de in-
vestigación exploratoria y/o evaluativa basados en diseños típicamente experimentales, tales como las desarrolladas por el
profesor español F. Alvira, entre otros. Merece la pena destacar por su singularidad en el trabajo social español la obra de
Conde, R. (1998). Trabajo social experimental, Valencia, Tirant lo Blanch.
317
• Factibilidad organizacional: que existan la o las instituciones u organizaciones necesa-
rias para su realización y que se disponga del personal apropiado.
MANUALES Y ENSAYOS
249
Predisposing, Reinforcing and Enabling Causes in Educational Diagnosis and Evaluation. (Pueden consultarse en Internet nu-
merosos artículos sobre este método, así como ejemplos de aplicación en diferentes diagnósticos dirigidos a la modificación
de actitudes y comportamientos de las personas para mejorar su calidad de vida. A modo de ejemplo, pueden consultarse:
http://campus.easp.es/bimbela/ARCHIVOS/PRECEDE%20VIH-SIDA.pdf; y http://www.elsevier.es/es/revistas/revista-clini-
ca-espa%C3%B1ola-65/eficacia-modelo-precede-educacion-salud-control-metabolico-13139903-originales-2009)
250
Tanto el modelo PRECEDE como el marketing social son métodos complejos que, además de explorar alternativas, pueden
servir para establecer estrategias de acción. Una revisión y comparación de ambos métodos puede consultarse en Pineault,
R. y Daveluy, C. (1997). La planificación sanitaria. Conceptos, métodos, estrategias, Barcelona, Masson (pp.219-224). También
pueden encontrarse numerosas explicaciones del método y sus aplicaciones en Internet. Los dos libros seminales sobre mar-
keting social editados en castellano son el de Kotler, Ph. y Roberto, E. L. (1992). Marketing social, Madrid, Díaz de Santos; y
el de Ziethaml, V. A., Parasuraman, A. y Berry, L. L. (1993). Calidad total en la gestión de servicios, Madrid, Díaz de Santos.
251
Las tres primeras técnicas grupales de creatividad (Delphi, Grupos Nominales y Grupos de Creación Participativa) pue-
den emplearse también en la elaboración de pronósticos basados en la previsión de expertos.
252
Un manual didáctico sobre el procedimiento Delphi puede consultarse en: J. Landeta, J. (1999). El método Delphi. Una
técnica de previsión para la incertidumbre, Barcelona, Ariel.
253
Para conocer el procedimiento y aplicaciones de esta técnica puede consultarse: M.ª. J. Aguilar, (2011c). Cómo animar
un grupo, Madrid, CCS (pp. 147-154).
318
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
254
Para conocer en qué consiste y cuál es el procedimiento y aplicaciones de esta técnica consultar: Aguilar, M.ª. J. Op. cit.
(pp.135-143).
255
Ver Pineault, R. y Daveluy, C. Op. cit. (p.225) y http://es.wikipedia.org/wiki/Brainwriting
256
Para conocer en qué consiste y cuál es el procedimiento y aplicaciones de esta técnica consultar: Aguilar, M.ª. J. Op. cit.
(pp.144-146).
257
Ver Aguilar, M.ª J. Op. cit. (pp. 112-115).
258
Ver Gordon, W. (1963). Sinéctica. El desarrollo de la capacidad creadora, México, Herrero; y más reciente: W. Gordon,
W (1992). “Sinéctica: historia, evolución y métodos”, en G. Davis y J. A. Scott (comps), Estrategias para la creatividad, Bue-
nos Aires, Paidós.
259
Aunque se trata de un tipo de pensamiento que puede estimularse con diferentes técnicas, con frecuencia aparece men-
cionado como procedimiento general de asociación de ideas. El término fue acuñado por Edward de Bono en 1967. En-
tre sus obras más populares podemos citar: (2003). Seis sombreros para pensar, Barcelona, Granica. (Ver: http://ciam.ucol.
mx/directorios/5443/Todos/Edward%20de%20Bono%20-%206%20sombreros%20para%20pensar.pdf), y (2006). El pen-
samiento lateral, Barcelona, Paidós. Para referencias de otros autores posteriores véase: http://es.wikipedia.org/wiki/Pen-
samiento_lateral)
319
Prácticamente todas las personas jerarquizamos y establecemos prioridades en todos los
órdenes de la vida para decidir lo que vamos a hacer (o no hacer), de acuerdo a una escala de
MANUALES Y ENSAYOS
320
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
• ¿Cuál es el problema más grave? Es decir, de todos los elementos problemáticos iden-
tificados al inicio del diagnóstico, habrá que decidir cuál o cuáles son los más importan-
tes en función de su gravedad y riesgos que comporta para las personas que los sufren.
Como ya dijimos anteriormente, para lograr esto será preciso conocer bien los efectos
que dichos problemas y necesidades tienen sobre la gente, y la naturaleza de sus conse-
cuencias, así como la vinculación e interrelación que pudieran tener con otros problemas
y necesidades y con factores contextuales.
• ¿Qué reportará las mayores ventajas en el futuro? Esto es, examinar los problemas y
necesidades desde el punto de vista de las mejores consecuencias futuras que su aborda-
je actual represente. Porque, de lo que se trata, no es solo de resolver temporalmente los
problemas más acuciantes actualmente, sino lograr que el futuro sea más prometedor.
• ¿Qué necesidades y problemas pueden atenderse con los recursos disponibles?
Otro aspecto importante a considerar en la priorización de problemas y necesidades, es
el relativo a la factibilidad de la intervención ya que, lo que interesa saber de los proble-
mas más graves es cuáles son posibles de atender con los medios de que se dispone en
el momento actual. Por otra parte, una priorización que no tenga en cuenta este elemen-
to, no servirá para programar una acción eficaz y desalentará el proceso de resolución de
los problemas, ya que planteará el tratamiento de unas necesidades para las cuáles no
existen medios de intervención en lo inmediato.
• ¿Cuáles son los problemas que más preocupan a las personas? Es decir, priorizar
teniendo en cuenta cuál es la percepción social que se tiene de los problemas y nece-
sidades. Esto, por una razón obvia: cuando un problema preocupa mucho a la gente, au-
mentan las posibilidades de que esta se movilice para su solución; interés que acrecienta,
por ende, las posibilidades de resolución del mismo.
Un ejemplo que ilustra –a nivel familiar– el proceso de establecimiento de prioridades, uti-
lizando los cuatro interrogantes precedentes, es el que presentamos sintéticamente a conti-
nuación (OMS, 1989):
La Sra. Sánchez tiene cinco hijos. El mayor tiene ocho años y el más pequeño nueve me-
ses. La Sra. Sánchez está embarazada de nuevo. La familia comparte una habitación, he-
cha de tablones y con el tejado de chapa, adosada a la parte trasera de la casa del padre
del Sr. Sánchez. La Sra. Sánchez no se siente muy fuerte en los últimos tiempos. No ha te-
nido un empleo regular desde hace cuatro años.
El Sr. Sánchez es pescador. Su pesca no ha dado muy buenos resultados últimamente.
Ahora pasa varios meses seguidos trabajando en la ciudad como peón. La pequeña can-
tidad de dinero que gana apenas llega para alimentar a su familia. En realidad, todos los
niños tienen un peso insuficiente y son enfermizos.
El Sr. y la Sra. Sánchez discuten sus problemas con un trabajador social. He aquí algunas
de las necesidades y problemas que mencionan:
– un lugar más grande para vivir
– más dinero
– un trabajo para la Sra. Sánchez
– adiestramiento para el Sr. Sánchez, a fin de que pueda obtener un trabajo mejor
– alimentos para los niños
321
– medicamentos para los niños
– una manera de evitar que la familia aumente de tamaño
MANUALES Y ENSAYOS
322
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
260
Una explicación de estos procedimientos puede consultarse en: Pineault, R. y Daveluy, C. Op. cit. (pp.232-255). Asimis-
mo, existen numerosos documentos y enlaces web donde aparecen explicaciones detalladas, aplicaciones a casos concretos
y análisis comparativos entre estos diferentes métodos de priorización. Una síntesis de algunos de estos métodos con expli-
caciones sencillas y ejemplos de uso en diferentes países puede consultarse en: Asua, J. y Taboada, J. Experiencias e instru-
mentos de priorización (pp. 27-39), disponible en: http://www.sergas.es/Docs/xornadasQS/Iryss.pdf
323
– Asignación directa
– Clasificación por orden de importancia
MANUALES Y ENSAYOS
324
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
senta la situación que queremos modificar. Los instrumentos técnicos que presentamos a con-
tinuación pueden resultar sumamente útiles en esta tarea.
• Matriz DAFO
La matriz o método DAFO (detección de Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportu-
nidades), tiene diversas variantes, pero aquí quiero reseñar la versión conocida como “mode-
lo Harvard” que –además de ser esencialmente la originaria–, se centra más en las capacidades
prospectivas de diagnóstico. Este método consiste en ordenar la información extraída en un
cuadrante sencillo que localice la misma en función de las limitaciones y potencialidades que
vislumbra respecto a la organización, grupo o situación social estudiada. Para ello se somete la
información, obtenida rigurosamente, al enjuiciamiento y valoración por parte de los sujetos o
miembros del grupo o comunidad afectada, así como por parte del equipo técnico investiga-
dor o los profesionales externos que trabajan en el entorno261. Estos juicios y valoraciones, con-
juntamente considerados, son los que asignan el valor a la información y los datos, orientando
respecto a los aspectos negativos y positivos, internos y externos, que presenta la situación o
el problema objeto de diagnóstico. Esta matriz puede facilitar el posicionamiento y la toma de
decisiones respecto a la estrategia o estrategias a seguir, ya que nos ayuda a comprender las
circunstancias que rodean a los hechos y fenómenos sociales, aportando elementos de consi-
deración y juicio, desde la perspectiva del entorno de actuación.
El cuadrante que define la matriz DAFO es el siguiente:
Se trata de ordenar la información en función de que la misma se refiera más a las circuns-
tancias internas del grupo o comunidad, tanto positivas (fortalezas) como negativas (debilida-
des), o a las circunstancias externas, sean positivas (oportunidades) o negativas (amenazas); y
que esas mismas circunstancias constituyan un riesgo o un peligro para la intervención (debi-
lidades, amenazas) o sean factores de éxito para la misma (fortalezas, oportunidades). Las cir-
cunstancias internas (debilidades y fortalezas) se corresponden con un autodiagnóstico del
grupo o comunidad. Se trata del punto de partida y de una constatación “de hecho” de todo
aquello con lo que verdaderamente se cuenta o de lo que se dispone, sea positivo o nega-
tivo. Las circunstancias externas (amenazas y oportunidades) constituyen una valoración de
los condicionantes y situaciones contextuales que pueden afectar –positiva o negativamen-
te– los intereses del grupo y las posibilidades de intervención para enfrentar un problema o
necesidad. Se trata de hechos o acontecimientos que pudieran llegar a suceder, teniendo ac-
tualmente un carácter potencial. De este modo, se pueden prever acciones para evitar lo que
potencialmente no es deseable, y para estimular aquello que parece deseable que suceda.
261
Algunas técnicas grupales pueden ser especialmente útiles o apropiadas para realizar de forma colectiva y participativa
esta tarea, por ejemplo: “Registro abierto”, “Foro comunitario”, “Grupos de creación participativa” y otras técnicas simi-
lares de producción grupal, que favorecen el trabajo conjunto de diálogo y producción de resultados entre diversos ac-
tores. Para más información acerca de estas y otras técnicas véase: Aguilar, M.ª J. (2011c). Cómo animar un grupo, CCS,
Madrid.
325
Para emplear la matriz DAFO es preciso, a veces, utilizar otras técnicas complementarias que
aseguren la obtención de ciertos datos necesarios (datos que deberían estar disponibles y sistema-
MANUALES Y ENSAYOS
tizados si se han hecho bien y de forma completa todas las tareas precedentes del diagnóstico), o
que ayuden a calificar y valorar esa información de acuerdo a la estructuración que propone el mé-
todo en sí. Procedimientos tales como el brainstorming, la encuesta participativa, los censos de con-
ductas sociales, el diagrama de Ishikawa, el impacto del futuro, los grupos nominales, los grupos de
creación participativa o el foro comunitario, pueden ser de gran utilidad para el uso de esta matriz.
• La regla SODA-MECA
Asimismo, conviene tener presente en esta tarea del diagnóstico, que para seleccionar con
éxito las estrategias de intervención, no solo es necesario establecerlas ante problemas o situa-
ciones negativas: muchas veces, la falta de estrategia para mantener, conservar y/o mejorar aque-
llo que es positivo, o para aprovechar una oportunidad que se presenta en un momento dado,
puede terminar originando un conflicto o un problema nuevo en el futuro. En los cursos que so-
bre diagnóstico social imparto, he comprobado que a muchas personas les resulta de utilidad, un
juego didáctico mnemotécnico (SODA-MECA) que puede ayudar a visualizar diversos tipos de
estrategias, en función de la valoración que realizamos en varios niveles y ámbitos de actuación:
lo que consideramos
SATISFACTORIO, hay que saber cómo MANTENERLO, para que no se
deteriore
• Análisis PAM-CET
Como las necesidades y problemas tienen, casi siempre, múltiples causas, las estrategias
pueden –y con frecuencia deben– estar orientadas a la intervención en varios niveles. Existen
dos procedimientos técnicos altamente sistematizados para establecer estrategias multinivel:
el modelo PRECEDE y el Marketing Social que se mencionaron anteriormente, aunque no ne-
326
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
262
La adecuación y pertinencia de la tecnología social propuesta para cada tipo de causa, está basada en la propia experien-
cia empírica acumulada y sistematizada en los últimos treinta años, así como en evidencias empíricas contrastadas de di-
versas agencias y organizaciones internacionales de desarrollo social, en las que he trabajado como consultora desde 1979.
327
• Análisis de Importancia-Competencia-Poder263
El conocimiento de que el proceso de organización comunitaria se activa en presencia de
MANUALES Y ENSAYOS
problemas “sentidos” por los protagonistas del proceso mismo, lleva a la reflexión sobre los as-
pectos que se refieren tanto a la importancia como a la competencia y al poder que las per-
sonas involucradas sienten que tienen para resolver el problema. La exigencia de evaluar la
importancia atribuida al problema, al poder y a la competencia necesaria para resolverlo, ad-
quiere, en el momento de la elección del problema sobre el que se va a intervenir, una impor-
tancia esencial para garantizar el éxito al iniciar y finalizar lo que se ha emprendido.
La importancia atribuida a un problema indica el grado de malestar que eso provoca en
la persona o el grupo y el consecuente deseo de cambio; este es un componente esencial del
aspecto motivacional, en cuanto que un problema reconocido como importante tiene poten-
cialmente un grado de movilización de energía para buscar una solución. La percepción de la
importancia es subjetiva y no indica la “importancia real”; para crear la premisa de una acción
colectiva es preciso lograr una convergencia social o consenso sobre el grado de importan-
cia, a través de un proceso de integración de las necesidades. Además, tal potencialidad no se
transforma en hecho si faltan los otros dos componentes: la competencia y el poder.
La competencia la definimos aquí como “el conjunto de conocimientos, de habilidades y
de instrumentos que son necesarios para afrontar con éxito el problema”. La percepción de la
propia competencia general y específica respecto a un problema está ligada a dos aspectos
fundamentales:
– La percepción y la anticipación del éxito.
– La autoestima personal y del grupo.
La previsión del éxito es un resorte motivacional indiscutible: las personas, en general, tien-
den a emprender aquellas acciones para las que prevén resultados positivos y que, por eso
mismo, mantienen alto el nivel de la propia autoestima. Un bajo nivel de autoestima produce
“dependencia”, “usuarios” y no participación.
La última variable (aunque no en orden de importancia) es la percepción del poder per-
sonal y de grupo. El término poder significa “posibilidad de producir o impedir los cambios”,
resolver un problema significa producir un cambio. La percepción del propio poder está fuer-
temente relacionada con la posibilidad de éxito: quien piensa o cree que no tiene poder tien-
de a sentirse impotente y no está en condiciones de emprender acciones de cambio, por otra
parte quien piensa que tiene poder, pero no lo tiene, se encamina hacia la frustración y el fra-
caso.
Estas tres variables (importancia, competencia y poder), pueden presentarse frente a la so-
lución de un problema en diversas combinaciones y cada una de ellas está acompañada de
presumibles sentimientos, probables acciones y sugiere la adopción de formas particulares
de soporte y apoyo. En la tabla siguiente aparecen indicadas las combinaciones más significa-
tivas. En el caso que el problema sea considerado y sentido como poco importante, es preci-
so tener presente que falta energía para afrontarlo, porque el nivel de motivación es bajo y la
acción posible o sugerida aparece como un “sin sentido”. En este caso será preciso empezar el
proceso de identificación de los problemas de manera que se individualice uno que sea más
movilizador (o algunos).
263
El desarrollo de este apartado es una adaptación propia, realizada a partir de una traducción libre, de Martini y Sequi (1993).
328
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
264
En este contexto podría traducirse como un comportamiento o actuación “fuera de lugar”, decidida de forma arrabata-
da, impulsivamente, a veces movida sólo por el poder de decisión que se posee, pero sin tener en cuenta que no se tienen
las capacidades o competencias necesarias para actuar con eficacia.
329
influencia en las medidas que se quieren adoptar, es decir, en lo que se pretende hacer y
llevar a cabo.
MANUALES Y ENSAYOS
330
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
Así, mientras a los usuarios les puede interesar que no se aumente el número de pla-
zas, a los que están en lista de espera y sus familias esto les puede resultar primordial.
Para los proveedores del centro, un recorte presupuestario que implique aumentar las
aportaciones individuales podría no afectarles, pero sí a los usuarios y familiares, etc.
Conviene, pues, tratar de conocer qué tipo de exigencias e intereses tiene cada uno de ellos,
para poder prever –antes de que aparezcan– posibles conflictos ante las medidas a tomar.
* Prever los conflictos que pudieran originar los intereses y exigencias contrapues-
tos. Las posibilidades de conflicto entre actores sociales, así como entre ellos y los res-
ponsables de tomar decisiones, con frecuencia pueden ser muy elevadas. Quizá en el
ejemplo que estamos poniendo no se visualice con facilidad, pero si pensamos que en
lugar de una residencia de ancianos se trata de una cárcel, o de un centro de atención
a toxicómanos, o de un centro de rehabilitación para delincuentes juveniles, los conflic-
tos que pueden generarse son más complejos, pudiendo llegar incluso a enfrentar a pro-
fesionales, usuarios, familiares y comunidad local. Si se trata de un centro de acogida a
inmigrantes o refugiados, minorías étnicas, etc., los conflictos dependerán muy previsi-
blemente, del grado de xenofobia y racismo, solidaridad, capacidad de integración social
y respeto al pluralismo, que exista (o no) en la comunidad265.
265
Un ejemplo visual de este tipo de conflictos entre actores puede verse en mi película documental “África llora aquí”
(https://vimeo.com/59356137), que además muestra cómo, bajo discursos aparentemente integradores, se esconden mo-
delos implícitos de intervención social etnocéntricos, lo que es expresión y evidencia de racismo institucional. Sobre este
asunto puede consultarse información más detallada en: Aguilar, M.ª J. (2007). “Criptorracismo”, en Anuario 2006, Alba-
cete, Asociación de la Prensa de Albacete; (2010a). “Modelos de intervención social con inmigrantes e interculturalidad:
un análisis crítico” en Inguruak. Revista Vasca de Sociología y Ciencia Política, vol. monográfico “Sociedad e innovación
en el siglo xxi”, pp. 77-94; (2010b). “Ciudadanía intercultural y animación: Una experiencia innovadora para el empode-
ramiento de colectivos inmigrantes”, en Revue International Animation, territoires et pratiques socioculturelles, 1: 27-45;
(2011b). “El racismo institucional en las políticas e intervenciones sociales dirigidas a inmigrantes y algunas propuestas
prácticas para evitarlo”, en Documentación Social, 162: 139-166; (2013a). “Pensar la intervención social con personas mi-
331
* Tratar de prever la conducta de dichos actores, y particularmente, de aquellos que,
previsiblemente, puedan influir negativamente en la intervención a realizar. Esto,
MANUALES Y ENSAYOS
por una razón de sentido común: a medida que se prevea una conducta negativa, se po-
drá prevenir la misma o las consecuencias de la misma. En otros casos convendrá corre-
gir la estrategia de acción, si es que dichos actores y sus conductas negativas afectasen
gravemente los propósitos del programa, o su peso político y social fuera muy elevado,
o sin posibilidades de contrarrestarlo con el apoyo social a la intervención y la estrategia
de alianzas. Cuando los conflictos que pueden generarse entren en colisión con los obje-
tivos de quienes tienen el poder de tomar decisiones, habrá que ponderar a los actores
interesados en función de criterios políticos y técnicos. En otras palabras, habrá que je-
rarquizar –por su importancia y repercusiones– a los diferentes actores sociales implica-
dos, y después, ponderarlos, utilizando cualquier sistema de los mencionados en la tarea
referida a establecimiento dialógico de prioridades.
• Análisis de la interacción objetivos/relaciones
Tanto si se trata de una comunidad como de uno o varios grupos en su interior, es preciso,
como advierten Martini y Sequi (1993), decidir qué tipo de relación establecer con los interlo-
cutores o contraparte (servicios, instituciones del área o sector geográfico, etc.), a lo largo del
proceso de intervención: relaciones de colaboración o cooperación, relaciones de conflicto, o
relaciones de negociación.
Uno de los objetivos principales del trabajo social y la intervención social, cuando se trata
de un ámbito comunitario, es crear relaciones y conexiones entre los individuos y los grupos,
de modo que éstos descubran las necesidades que tienen en común y las ventajas que pue-
den obtener del esfuerzo conjunto. No obstante lo anterior, las relaciones a adoptar no deben
establecerse exclusivamente en función de los valores del grupo; se requiere también un aná-
lisis atento de la realidad, referido particularmente a:
– La distribución del poder entre las partes en juego.
– El tipo de relación existente entre las partes (que puede variar desde un máximo de con-
flictividad a un máximo de consenso).
– Los objetivos que cada una de las partes persigue (que pueden ser convergentes o di-
vergentes).
Cuando el poder está demasiado desequilibrado a favor de una parte, o esta no visualiza
la satisfacción de sus propios intereses en la colaboración o en la negociación, es muy difícil
aceptar el proceso cooperativo o de negociación. Alinsky (1971) establece una diferenciación
muy clara entre negociar y mendigar, y sostiene que sin poder no se puede negociar. Las dos
variables, cualidad de la relación y grado de convergencia-divergencia de los objetivos, permi-
ten definir con más precisión la situación y, por consiguiente, elegir con mayor seguridad la es-
trategia de alianzas más apropiada.
gradas: Un desafío a nuevas formas de intervención desde el trabajo social”, en Avaria, A. (Coord.). Desafíos de la inmigra-
ción ¿cómo acercarnos a las personas migradas? Miradas de y desde la investigación e intervención social, Santiago de Chile,
UST (en prensa); Aguilar, M.ª. J. y Buraschi, D. (2012a). “El desafío de la convivencia intercultural”, en REMHU Revista In-
terdiciplinar da Movilidade Humana, 38: 27-44; (2012b). “Prejuicio, etnocentrismo y racismo institucional en las políticas
sociales y los profesionales de los servicios sociales que trabajan con personas migrantes”, en VII Congreso Migraciones in-
ternacionales en España. Movilidad humana y diversidad social, Bilbao, Universidad del País Vasco; y “Asociacionismo e
intervención social con inmigrantes”, en Raya, E. (Ed.). Inmigración y ciudadanía activa. Contribuciones sobre gobernanza
participativa e inclusión social, Barcelona, Icaria (en prensa).
332
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
relaciones consensuales
1 2
objetivos objetivos
convergentes divergentes
3 4
relaciones conflictivas
333
Si descuidamos la consideración de estas cuestiones (análisis de actores sociales y análisis de
interacción objetivos/relaciones), se harán proyectos o programas que operan en una especie de
MANUALES Y ENSAYOS
vacío socio-político. Nada hay pues de sorprendente en el hecho de que se hagan formulaciones
ingenuas, como si los planes se hiciesen “sobre un lecho de rosas comandado por el cálculo cien-
tífico-técnico”; en la realidad existen “otros hombres con distintas visiones, objetivos, recursos y
poder, que también hacen un cálculo sobre el futuro” (Matus, 1982). Siguiendo a Carlos Matus,
pero adaptando sus sugerencias a los propósitos de este trabajo, diré que esta cuestión –que, en
lo sustancial, es un análisis de viabilidad política– comporta los siguientes aspectos:
– Identificar y precisar cuáles son las fuerzas sociales implicadas en la decisión, naturaleza
y consecuencias de la intervención.
– Precisar cuáles son los intereses de las fuerzas sociales relevantes, respecto del proyecto
(valor que le asignan al mismo).
– Estimación del poder de esas fuerzas sociales.
– Análisis de las fuerzas propias y de las que pueden ser aliadas de cara a la realización del
programa o proyecto.
Una vez conocidos los cuatro aspectos que acabamos de explicar, se está en condiciones
de realizar el análisis de contingencias que, por otra parte, es imprescindible en las tareas de
planificación para establecer la viabilidad de un programa o proyecto de acción.
De lo que se trata, es de detectar y analizar todos los obstáculos posibles que puedan
presentarse en la acción, problemas potenciales, amenazas y riesgos, etc. Estableciendo an-
ticipadamente todas las contingencias negativas que pueden afectar a la intervención, las de-
cisiones a tomar en el momento de planificar y operar sobre la realidad serán mucho más
realistas y eficaces. Otras contingencias aparecerán en el transcurso de la ejecución, pero cual-
quier previsión que se realice, ayudará al éxito de la intervención.
Por cuanto acaba de decirse, el análisis de contingencias debe servir a los sujetos responsa-
bles de la planificación/programación posterior al diagnóstico para:
• Decidir qué proyectos y actividades específicas conviene hacer coyunturalmente para
implementar con éxito la estrategia general.
• Establecer una estrategia de alianzas, sólida y plural, que asegure el mayor apoyo, sostén y
refuerzo posible a dichos proyectos y actividades. No se trata tanto de generar alianzas para
obtener recursos (cosa que suele hacerse, en general), sino de generar alianzas que den vi-
sibilidad al proyecto y las medidas a adoptar, alianzas que sirvan para generar apoyo social
y colectivo al proyecto (aun por parte de entidades aparentemente ajenas al mismo pero
cuyo poder puede resultar fundamental en un momento dado), alianzas que permitan te-
ner acceso a ciertos grupos, personas u organizaciones a las que (sin esas alianzas) sería
imposible acceder, alianzas para evitar que se generen expectativas negativas o para neu-
tralizar a actores potencialmente contrarios a la intervención, alianzas, en definitiva, para
que el proyecto que se pretenda llevar a cabo se construya sobre las bases de sostenibilidad
social, política, mediática y comunitaria más sólidas posibles, evitando o dificultando que
cualquier cambio futuro en el contexto pueda hacer “tambalear” la intervención propuesta.
• Establecer sobre bases realistas un plan de contingencias, o de actuación en situaciones
de riesgo, que incluya medidas:
– preventivas (que conviene aplicar permanentemente, dado que reducirán las posibili-
dades de existencia de riesgos).
334
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
266
Un desarrollo más detallado y pormenorizado del proceso metodológico y técnico que conviene emplear en esta últi-
ma tarea-clave del diagnóstico, con un ejemplo aplicado a la intervención en contextos multiculturales, puede consultarse
en D. Buraschi y Mª José Aguilar, El método de la construcción del consenso y sus aportaciones a la planificación de acciones
interculturales (en prensa).
335
fesional, que se aparta así de su misión o bienes internos. El diagnóstico social, entendido y
practicado como un “peritaje externo” no tiene eficacia para promover el cambio personal ni
MANUALES Y ENSAYOS
social, como tampoco la tiene para aumentar las capacidades y fortalezas de los sujetos, a los
que convierte, de hecho, en objetos.
La mayor parte de las tareas-clave hasta ahora analizadas, forman parte del componente me-
todológico del proceso de intervención social denominado diagnóstico. Este término, como ya
advertía, hace referencia, fundamentalmente, a un proceso sistematizado y articulado de co-
nocimientos que toman en cuenta el estado de las fuerzas y recursos de un objeto o de un su-
jeto en un momento dado. Me parece oportuno volver a recordar aquí lo que ya dije al inicio:
la importancia del diagnóstico, que es la matriz de la acción, parece bien subrayada con este
término. Este paso, sin embargo, no es privilegio de especialistas. Uno de los momentos pri-
mordiales de todo proceso de intervención y acción social consiste en conocer los datos de “lo
social existente” y, hacer aparecer aquellos que expresan “lo social latente”, para definir y po-
ner en marcha acciones colectivas portadoras de cambio social. Esta etapa precisa, concreta
y sienta las bases de la acción, concibe la matriz del proyecto e induce el proceso. La explora-
ción diagnóstica, aportando conocimientos para la acción, puede constituir uno de los medios
de movilización de los actores y partes implicadas en la problemática. Por ello, como nos ad-
vertía Blanc, se diferencia claramente de un estudio o de un peritaje exterior a los interesados.
Debemos recordar también que el diagnóstico social debe establecer el estado de la situa-
ción en vistas a la acción. Así, ha de formalizar los componentes del medio o entorno, su vida,
el estado de las fuerzas sociales, sus recursos, sus problemas, sus carencias y la dinámica so-
cial resultante de la población y las instituciones. Esta “dinámica social” la define Blanc, como
“el movimiento situado en el espacio social que aparece entre: a) Lo social existente, es decir,
lo social formal manifestado en las prácticas, las reglamentaciones, las normas tanto a nivel de
las instituciones como de las poblaciones; y b) Lo social latente, es decir, las expectativas de la
gente, sus dificultades, sus recursos potenciales, así como las zonas de apertura y las inversio-
nes potenciales de las instituciones.
En reajuste permanente, el diagnóstico capta una situación que puede hacer surgir pro-
yectos de acción colectiva. Poniendo el acento sobre la “dinámica social”, nosotros subraya-
mos una dimensión esencial de la “situación social/objeto” (...). Los profesionales que llegan a
asociar a las poblaciones en dificultades sociales a los proyectos colectivos, deben considerar
sus recursos y dinamismos tanto como sus problemas. Un diagnóstico puesto en términos de
“problema” puede incitar a las instituciones a movilizar los medios reparadores, incluso judicia-
les, acentuando así los procesos de segregación” (Blanc, 1989). Para finalizar estas considera-
ciones sobre aspectos metodológicos del diagnóstico social, considero necesario advertir que
el diagnóstico es siempre una elaboración mental y social, que se inscribe en el marco de las
percepciones y de lo que “se juegan” quienes lo elaboran. Por ello, la definición de un proble-
ma o de una necesidad se explica también en función del proceso de definición de una situa-
ción social, por parte de los actores sociales involucrados en la misma. Así, no serán los mismos
problemas prioritarios para los jóvenes de un barrio que para las mujeres de ese mismo barrio,
336
SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DEL TRABAJO SOCIAL
o para los profesionales que trabajan en los centros sociales de esa comunidad. Las lecturas
de la realidad y sus correspondientes análisis son, por tanto, plurales y a veces confrontados:
es nuestra labor como agentes y profesionales de lo social velar para que el diagnóstico no se
convierta en una simple reproducción de las percepciones de las instituciones sociales o de
los actores sociales dominantes267. “La inserción institucional de los actores (agentes) profesio-
nales puede tener un efecto limitativo sobre el diagnóstico y el proyecto consecuente, pero la
institución tiene a su vez la ventaja de constituir un encuadre, de precisar un mandato para la
intervención en comparación con las poblaciones”. Para no condicionar la observación ni su
análisis y obtener un diagnóstico pertinente, pueden emplearse –como aconseja Blanc– di-
versos medios:
– Funcionar por etapas, evitando en un primer momento dejar intervenir en la percep-
ción el mandato institucional; analizando las intervenciones y los recursos de las ins-
tituciones en un segundo momento; y abriendo, en una tercera fase, el espacio que
favorezca una nueva interacción entre las expectativas de la población y la existencia
institucional.
– Interrogar lo que está en juego, elucidando: ¿a qué cambios prácticos se quiere llegar?,
¿en beneficio de quién se desarrollará el proyecto?, ¿qué es lo que está en juego para la
población implicada?, ¿qué asuntos importantes personales, profesionales, e institucio-
nales pueden desencadenarse e interferir en el proceso de diagnóstico y en el desarrollo
del proyecto?, ¿qué poderes reforzará el mismo?
– Construir una exploración diagnóstica pluridisciplinaria, es decir, elaborar un diag-
nóstico que sea el resultado de la construcción de una multiplicidad de actores porta-
dores de ideologías y experiencias diversas, lo que evitará la captación de la realidad a
través de un prisma único y reductor. La utilización de muchos marcos de referencia evi-
ta enfoques demasiado unificadores y uniformizantes, que empobrecen la comprensión
de la situación. Además, conviene que nos acostumbremos a captar los datos desde una
perspectiva evolutiva, intentando descubrir sus posibles cambios en el futuro.
No debemos olvidar que el diagnóstico es movilizador cuando hace partícipes a grupos y
sectores de la población. El éxito del proyecto dependerá también de la forma en que haya-
mos sido capaces de lograr que la gente de apropie del diagnóstico y ponga en marcha los
cambios. El diagnóstico debe permitir a los actores expresarse y analizar individual y colectiva-
mente la situación; pues si bien el diagnóstico debe ser pertinente (traducir la realidad de for-
ma precisa y utilizable), también ha de ser un instrumento de cambio, de evolución.
Desde esta perspectiva metodológica268, el diagnóstico ha de producir conocimientos para
la acción, y debe además favorecer la implicación de los actores sociales que, analizando la si-
tuación, se comprometen juntos en un proceso colectivo de transformación de la situación.
267
El diagnóstico debe ser especialmente sensible al enfoque de género, debiendo incorporar herramientas para el análisis
de género, tales como: la diferenciación entre necesidades prácticas e intereses estratégicos, la calidad de la participación o
el perfil de las actividades, por ejemplo. De lo que se trata es de incorporar una dimensión que no forma parte de los po-
deres dominantes ni de las percepciones sociales de las instituciones sociales, como resultado de la organización patriarcal
de nuestras sociedades. Esta observación es también pertinente en todos los casos en que se encuentren implicados grupos
y colectivos en posición de sub-alteridad (minorías étnicas, grupos sociales excluidos o marginados, y cualquier persona o
colectivo social dominado u oprimido, en el sentido freireano del término).
268
En este caso, como en la planificación y evaluación, se identifica plenamente con los principios y supuestos básicos de la
Investigación-Acción-Participativa.
337
Esquema global y principales preguntas que debe responder el diagnóstico social
(María José Aguilar)
MANUALES Y ENSAYOS
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