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LA METÁFORA: SUS GRADOS DE REVELACIÓN EN LAS UNIDADES

FRASEOLÓGICAS
(Fragmentos)
Antonia María Tristá Pérez
La metáfora constituye uno de los principales recursos con que cuenta el hombre
para el enriquecimiento de su lengua; es uno de los procesos más importantes y
útiles al que se recurre ante la necesidad de dar nombre a los nuevos objetos y
fenómenos que surgen con el desarrollo de la ciencia y la técnica, y uno de los
recursos más prácticos para matizar estilísticamente desde el lenguaje poético
hasta el habla popular.
El término metáfora fue utilizado por primera vez por Isócrates (1919:8).
A partir de los años 300 a.n.e., sentadas las bases para el estudio de la metáfora
por Aristóteles, esta ha sido estudiada, aun cuando no sistemáticamente, por
críticos literarios, psicólogos, antropólogos, sociólogos, filósofos, lógicos, lingüistas,
etc. Desde este punto de vista se intenta incluso crear una teoría lingüística de la
metáfora.
La historia de la metáfora es larga, compleja y ha sufrido incesantes modificaciones
y transformaciones. Con este fenómeno fueron agrupados diferentes géneros de
tropos que reflejaban una relación entre sentido propio y sentido figurado. Esta es
la concepción de metáfora generalizada que sustentó Aristóteles y que, al parecer,
tiende a imponerse en la actualidad. En oposición a esta, encontramos la metáfora
restringida, que se opone a la metonimia y a la sinécdoque y que se impone en los
siglos XVI-XVIII. A este ultimo nos referimos en nuestro trabajo, puesto que es
precisamente la relación específicamente metafórica que se establece entre los
significados la que interesa al fraseólogo, por ser la metáfora propiamente dicha la
que sirve de base, por regla general, en la formación de unidades fraseológicas.
La metáfora es definida por ND Arutiunova (1979: 140) como:
“Un tropo o figura lingüística que consiste en el empleo de una palabra que
designa cierta clase de objetos, fenómenos, acciones o particularidades que
caracterizan o denominan otro objeto, en algún sentido semejante.”
De acuerdo con esta definición, la metáfora puede tener un carácter nominativo o
predicativo, según sirva para denominar o caracterizar. Sobre el primero de los
casos, es decir, sobre la metáfora como recurso de nominación, escribe
V.V.Vinogradov (1976: 410):
“La metáfora es un principio de empleo inusual de una palabra, la denominación
de un “objeto”, “idea”, que ya tiene “nombre”, con una nueva palabra, la cual
puede fijarse para siempre”
En efecto, sobre la base de palabras ya existentes en la lengua, se denominan
nuevos objetos, fenómenos, etc., o se redenominan otros con algún propósito
estilístico. Este es el caso de hoja (de una planta) y hoja (de papel), o la sinhueso
como sinónimo de lengua respectivamente. En el segundo caso, como
caracterizador, se utiliza más ampliamente.
En las metáforas surgidas por la necesidad de nominación, la imagen que le sirve
de base desaparece con el tiempo, quedando en la lengua un término que a nadie
asombre y que nadie asocia al origen real. Esta imagen se borra mas rápidamente
cuando se aplica el nombre de una cosa a otra semejante que no lo tiene
(catacresis).
El origen de toda metáfora radica en el individuo, quien, a través de ellas, da salida
a sus ideas o sentimientos. Este, cuando se trata de dar nombre a algún objeto
conocido, opera con asociaciones comunes para los hablantes de una lengua dada.
Así debe haber sucedido, por ejemplo, al “buscar” nombre a lo que sostiene la pieza
de madera o de algún otro material que, en conjunto, constituye una mesa, es decir,
las patas. El resultado de tal metaforización, por su motivación transparente, es
fácilmente asimilable y entra, sin problemas, a formar parte del caudal léxico de una
lengua.
No ocurre así con la llamada metáfora “ocasional” que lanzan los poetas y escritores
a propósito, dejando su interpretación al criterio del lector/oyente. Su aparición en
un texto, por regla general, tiene la finalidad de crear un efecto de sorpresa o de
admiración, por su carácter inesperado.
Como afirma Stierle (Reisz, 1977: 54):
“La metáfora... se puede definir, en líneas generales, como una forma reglada
de anomalía semántica... La anomalía se produce cuando un lexema es
empleado contra las normas aceptadas de su uso. El uso de un lexema esta
determinado por el uso de otros lexemas que están relacionados entre sí de
tal modo que crean un contexto en cuyo segmento vacío entra el lexema en
cuestión y lo llena en forma especifica... El segmento correspondiente a la
metáfora designa en principio una quiebra de la ‘isotopía’ del discurso.”
En efecto, en el uso metafórico se producen relaciones sintácticas que permiten
afirmar algo imposible si se toma el significado de las palabras en sentido recto, es
decir, en su sentido usual.
No es este tipo de metáfora, la ocasional, la que nos interesa en nuestro trabajo. Es
para nosotros importante la metáfora que adquiere derecho de existencia en la
lengua, que puede haberse inclinado como una metáfora, pero que por
determinadas razones ha pasado a ocupar lugar propio en un sistema léxico.
Es la comunidad la encargada de hacer desaparecer o de mantener una creación
metafórica. Para que ocurra esto último es necesario que la metáfora se identifique
fácilmente con el resto del sistema léxico y que responda al objetivo para el que fue
creada (para denominar, para acentuar la expresividad, etc.). Cumplidos estos
objetivos, la propia comunidad se encarga de difundirlas.
La elección de las metáforas mucho depende de las características, fenómenos,
costumbres, etc., más relevantes de un determinado pueblo. Sin embargo, las
metáforas no permanecen encerradas en el ámbito donde se originaron. Una
metáfora expresiva y útil pasa de una lengua a otra, de lo que pueden dar fe los
especialistas; lo difícil será, cuando se trate de creaciones muy antiguas, definir en
que lengua fue creada. Un ejemplo evidente lo tenemos en las metaforizaciones de
características relevantes de animales, cuando decimos ese individuo es un león
(ratón, víbora, etc.)
A esto se refirió Breal (s.f.:119):
“En las viejas naciones de Europa existe un fondo común de metáforas debido
a cierta unidad de cultura. Las naciones llegadas un poco tarde al mismo grado
de civilización no tardan en apropiarse su fondo, traduciendo tales expresiones
metafóricas.”
La metaforización no permanece encerrada en el marco de la palabra, sino que
también desempeña un papel principalísimo en la fraseología y constituye la fuente
más propicia para el enriquecimiento del caudal fraseológico de una lengua.
Como señala Ufimtseva (1977:94):
“La metaforización es un medio de reiteración, sobre la base de la semejanza o la
analogía, de rasgos existentes en el reflejo conceptual del objeto designado y en el
significado de la palabra reinterpretada.
Toda reinterpretación metafórica es el resultado de la identificación de un objeto
concreto A (concepto superficial) con un concepto B (concepto profundo). En la
combinación de palabras, cada una de las palabras que la componen pierde su
función nominativa propia. La nueva función nominativa, es decir, la relación con el
objeto A, la adquiere la combinación en total, como expresión del concepto B.”
La “desemantización” que ocurre al metaforizarse las palabras que constituyen una
combinación de palabras consiste en que al perder su función nominativa
característica, cada palabra no adquiere una nueva función nominativa, sino que la
adquiere la combinación en su conjunto.
Como resultado de la reinterpretación de la imagen de la combinación libre de
palabras surge un nuevo signo complejo con sus características semánticas y
estructurales propias el cual, por derecho, ocupa un lugar en el caudal de recursos
lingüísticos de una lengua.
El surgimiento de las unidades complejas metaforizadas esta condicionado
generalmente, y en esto no difiere mucho del surgimiento de la palabra simple
metaforizada, por la necesidad de denominar algunos objetos o conceptos, o sus
propiedades, o bien por la necesidad o interés de destacar algo, matizándolo desde
el punto de vista estilístico.
Entre las unidades lingüísticas complejas creadas para denominar encontramos
aquellos términos complejos cuya función es específicamente denotativa: cocina de
gas, barco de vela, etc., en los cuales la metaforicidad está ausente. No ocurre así
con otros términos complejos formados sobre la base de la metaforización de uno
o más elementos y que son consecuencia lógica de la necesidad de denominar un
objeto o fenómeno concreto. Su carácter metafórico le confiere el derecho a integrar
la familia fraseológica aun cuando, como consecuencia del uso ulterior, vaya
perdiendo la expresividad que le diera su imagen inicial.
Generalmente, este tipo de nominación se realiza por su semejanza con algún
objeto existente, como ocurre con la palabra aislada. Ejemplos de este tipo tenemos
en cola de caballo, nombre que designa una manera de recogerse el pelo que se
asemeja a la cola de un caballo, o pico de loro, expresión que denota un tipo de
gancho de pelo o un instrumento parecido al pico de esa ave.
Sin embargo, no es la función nominativa sino la predicativa la que caracteriza a las
combinaciones de palabras metaforizadas, puesto que es esta función la que
predomina en los fraseologismos. En estos casos, por medio del proceso de
metaforización, una característica, propiedad o estado inherente a un objeto pasa a
caracterizar a otro que bien puede pertenecer a una clase totalmente diferente.
Las posibilidades de intercambio de esferas de las metáforas son diversas. Pueden
ocurrir infinidad de desplazamientos en las características de los objetos,
fenómenos o procesos, etc. Así, en ese inagotable intercambio, tendríamos que una
característica propia de seres vegetales como echar raíces, pasa a denominar una
acción propia del ser humano con el sentido de “crearse en un sitio motivos de
‘permanencia’ y quedarse definitivamente en él. Otra característica de un vegetal
dar frutos, mediante la ampliación del uso a que conduce su metaforización, puede
aplicarse no solo a fenómenos concretos, sino también a abstractos. Solo en el
primero de los casos hemos encontrado la combinación de palabras utilizada en
sentido recto. En el trabajo, siempre que esto ocurra, pondremos el ejemplo en que
aparece esta y a continuación el uso metafórico:

“Si por un si acaso esa semilla llega a prender se secan hasta las palmas
reales. ¡Apresúrense, muchachos!... No sea que la semilla mala esa eche
raíces..” (Álvarez de los Ríos, 1978:270).
“Tenia que pensar en echar raíces definitivamente y fundar una familia.
La soledad era muy triste cuando uno comenzaba a ponerse viejo.”
(Chavarria, 1977:186).
”La emulación ha dado jugosos frutos en el Ministerio de Relaciones
Exteriores, a pesar de las dificultades y deficiencias mecánicas... “(Roa,
1964:598).
Una serie de acciones propias de fenómenos concretos pasan a la esfera de lo
abstracto y viceversa, como sucede con tirar por la borda (ideas, enseñanzas, etc.).
“...una vez cuatro hombres grandes y fornidos decidieron tirarlo por la
borda de un barco en el cual trabajaba”. (Feijoo, 1979:418).
“Sin embargo... debemos mantener como constante esa atención,
convencidos de que una revista bien redactada, rigurosamente editada,
bellamente impresa, tira por la borda todos esos atributos cuando llega tarde
o ... “(Granma, 29 abr. ’77:3).
Con relación a estos desplazamientos, nos dice Arutiunova (1978:341):
“La metáfora es foco permanente de lo ilógico en la lengua, permite comparar lo
incomparable: lo concreto y lo abstracto, lo animado o inanimado, el tiempo y el
espacio.”
y más adelante:
“La metáfora comienza por operar con ideas contrarias al pensamiento
lógico y llega a la subordinación del sentido a las leyes de la lógica. El
esfuerzo mental en la creación y comprensión de la metáfora estriba en
superar la incompatibilidad de los significados, en restablecer la armonía
semántica.”
El desconocimiento, por parte del interlocutor/lector, del significado de una
expresión dada o, en ocasiones, hasta su incapacidad o imposibilidad de
representarse y buscar por si mismos la explicación de una imagen, origina una
ruptura en la coherencia de discurso y por ende, una laguna en el proceso de
comunicación. Así por ejemplo:
“-Esa niña esta muy desdeñosa, dice Cantalapiedra, que noto la acción y la
mirada...
-Nadie te ha dado vela en este entierro, repuso el comisario.” (Villaverde,
1972:9).
Parecía extraña, ajena, la referencia a vela y entierro en este contexto a alguien que
desconociera la existencia del significado de la unidad fraseológica dar vela en un
entierro: ‘admitir la participación de alguien en algo, en un acto o conversión,
generalmente con un sentido negativo’.
Todas las unidades fraseológicas han sido motivadas por una u otra causa. Como
afirma Larin (1956:212):
“Todas las combinaciones de palabras indivisibles surgieron como resultado
de una serie de deformaciones ocurridas en la expresión verbal de una idea
que alguna vez fue perfectamente clara, directa y concreta, y respondía a
las normas vigentes en una lengua, tanto por su estructura gramatical, como
por su contenido semántico.”
Los tipos fraseológicos que revelan con más claridad la existencia de la metáfora
son aquellos cuya estructura léxica y gramatical no presenta anomalías con relación
a la lengua contemporánea. Esto no quiere decir, sin embargo, que en las unidades
fraseológicas no equivalentes a una combinación de palabras esté ausente el
vinculo semántica entre el fraseologísmo y la base sobre la que se formó; lo que
ocurre es que no es fácil determinar históricamente, y a veces es de todo punto
imposible, el momento y el modo en que se destruyó el vinculo. Esto solo puede
hacerse en un análisis diacrónico.
Nos parece interesante lo que nos dice V. M. Ogoltsev al respecto (1979:57):
“El significado fraseológico no está incluido en las palabras aisladas
integrantes del fraseologísmo, ni en cada una de ellas, ni en una de ellas, ni
en todas en conjunto. Constituye, en relación con los componentes de la
combinación de palabras fraseológicas, un significado peculiar
“suprasegmental” y, precisamente por esto, interviene como una fuerza que
fusiona la combinación de palabras en una unidad integral. Este significado
“suprasegmental” de la combinación de palabras constituye el significado
figurado, metafórico de la combinación libre. Con esto se sobreentiende que
la combinación de palabras deviene fraseológica solo en caso de que sea
reproducida con este sentido figurado.”
Para investigar el papel decisivo que desempeña la metáfora en la formación de las
unidades fraseológicas es imprescindible conocer la interrelación existente entre los
significados de las unidades fraseológicas y los valores semánticos de sus
componentes. Este aspecto, sin embargo, ha sido poco estudiado hasta ahora.
Existen diferentes opiniones acerca de si la palabra, al pasar a integrar una
combinación fraseológica, pierde o no sus propiedades semánticas propias.
Estamos de acuerdo con Ajmanova (1957:7) en que la palabra, cuando pasa a ser
componente de una unidad fraseológica, pierde su característica fundamental, es
decir, se ve privada del “significado léxico” que le es característico, aun cuando entre
la semántica del fraseologísmo y las palabras componentes que le dieron lugar,
pueden mantenerse ciertos lazos, más o menos distantes. El estudio de estas
relaciones permite profundizar en las fuentes y las vías de formación de las
unidades fraseológicas.
Como componentes de estas unidades intervienen palabras existentes en la lengua
que al asociarse a otras, pueden llegar a convertirse en fraseologismos.
Algunas palabras aparecen frecuentemente como integrantes de fraseologismos.
Se trata de los nombres de partes del cuerpo humano, de algunos animales, de
verbos de acción, etc. Ejemplos:
“Anticomunista rabioso, inspirador de los escuadrones de choque de la
dictadura, partidario de la mano dura desarrolla y estimula las actividades
represivas sin andarse en contemplaciones...“(Bohemia), 69 (28); 15 jul.
’77:80).
“Pero yo lo conozco mejor que papá porque delante de él se hace siempre
la mosca muerta, y se que hay que amarrarlo corto...” (Carrión, 1973:93).
“Mr. Welles acecha la coyuntura para desembarcar los marinos y meter
de nuevo en un puno las fuerzas políticas, económicas y sociales
desplazadas...” (Roa, 1969:88).
Otras, en muchas ocasiones por si solas de poco uso, aparecen en fraseologismos
aislados:
“Estuve a punto de llevármelo en la golilla con mi cachimbo calibre 45”
(de Marcos, 1948:123).
“Por supuesto que Memorias de un Proyecto no araña solamente la
superficie, no coquetea con la realidad monda y lironda, me propone
ofrecer al lector las disímiles contradicciones...” (Granma: 4: 4 may., ’77).
Para analizar el modo de revelación de la metáfora en las unidades fraseológicas
es necesario hacer un intento de agrupación de los fraseologismos en: 1)
fraseologismos cuyo significado aparentemente no guarda relación con los
significados de los componentes, o bien no es usual ver estos unidos en una
combinación libre; y 2) unidades fraseológicas constituidas por elementos con
posibilidad de asociarse en combinaciones libres, es decir, que el significado propio,
recto, de cada uno de sus componentes no es incompatible con el de los
componentes contiguos.
Entre las unidades fraseológicas incluidas en el primer grupo tenemos aquellas que
se originan sobre la base de la metaforización del significado integral de la
combinación como resultado de complejas impresiones o asociaciones que surgen
en la conciencia de los hablantes de una lengua, muchas veces perdidas en el
tiempo. Ejemplos de este tipo tenemos en jarabe de pico que, según Rodríguez
Herrera (1959:377) “alude a los que sueltan la lengua con tanto agrado que
endulzan con sus palabras para persuadir o convencer”. Ejemplo:
“¿Cómo es que por mas que le citen, llamen y complacen, nadie se presenta
de motu propio? Claro, porque lo de hacer justicia no pasa de ser jarabe de
pico.” (Villaverde, 1953:541).
o bien jugar cabeza y chupar el rabo a la jutía con los significados de “engañar” y
“emborracharse” respectivamente.. Desconocemos la asociación metafórica que dio
lugar a estos significados; además, no encontramos relaciones semánticas entre
estos y los componentes de la combinación libre, por lo que no siquiera podemos
hacer conjeturas acerca de una posible asociación:
“No me hago ilusiones, sé que todos nos juegan cabeza cuando se les
presenta la oportunidad; pero para eso no es necesario tratar de hacerse
el santo delante de los demás.” (Carrión, 1973:400).
“Seguidamente, y sin ningún melindre, se pegaron al grupo, donde el que
más y el que menos ya estaba blandito de chuparle el rabo a la jutía.”
(Cofre, 1968:43).
Dentro de este tipo tenemos las unidades fraseológicas formadas sobre la base de
la hipérbole de una imagen dada, es decir, que se exagera algo de tal manera que
pierde su posibilidad de ser real. A pesar de esto, no resulta difícil deducir su
significado, pues la hipérbole resulta transparente. Ejemplos tenemos en estar por
las nubes y poner el grito en el cielo, con los significados de ‘estar muy caro’ y
‘manifestar de manera violenta enfado o indignación por algo o contra alguien’,
respectivamente:
“Don Eustaquio Sansibrian aumentaba el precio de los servicios fúnebres,
aduciendo que las maderas estaban por las nubes”. (Reyes, 1981:66).
“El Chino, cuando se entere, pondrá el grito en el cielo y habrá bronca en
el solar de palacio..” (Amado Blanco, 1976:353).
Algunas unidades fraseológicas de este tipo se forman, no sobre la base de una
asociación, sino sobre la base del traslado de una acción, proceso, etc., de un
tiempo a otro, es decir, una suerte de “metáfora espacial”, puesto que los agentes
no son los mismos ni se repite el hecho de realidad, sino que se traslada. En la
mayoría de los casos se pierde la huella, en otros se conserva su carácter asociado,
por haber un vinculo con sucesos en cierta medida relevantes (esto también
depende de ciertos factores extralingüísticos, como son el nivel cultural, la esfera
en que se desenvuelve el lector / oyente, etc.).
Ejemplo de esto tenemos en haber moros en la costa, cuya explicación toma
Iribarren de Clemencin (1956:197). Según este se debe a las frecuentes incursiones
que hacían los moros por las costas del Mediterráneo, sorprendiendo y arrebatando
cuanto les venia a mano. Las gentes del litoral prevenían de aquel peligro gritando
¡Hay moros en la costa!, ejemplo:
“-Y esta picarona ¿no tiene ya quien la pretenda? ¡Tan linda y casi tan
hermosa como su hermana...! No puedo creer que no haya moros en la
costa.” (Carrión, 1973:134).
En este grupo se incluye también pasar la noche en blanco, o sea, sin dormir. Según
dice Iribarren (1956:95) se refiere a la noche que pasaban los que aspiraban a entrar
en ciertas Órdenes de Caballería. Víspera de ser armados, los caballeros hacían
las velas de las armas comúnmente enfundados en una túnica blanca como símbolo
de la pureza de que debían estar adornados:
Muchos pasaron esa noche en blanco. (Obs. Pers.)
La mayoría de las unidades fraseológicas está representada por unidades del
segundo grupo, es decir, aquellas cuyo significado se encuentra motivado por la
existencia de una combinación libre semejante, cuyos componentes intervienen con
su sentido recto.
Las unidades fraseológicas con combinación de palabras homónimas se forman
sobre la base de algún tipo de semejanza existente entre ellas, como ocurre con
patas de gallina (arrugas que se forman alrededor de los ojos), barril sin fondo
(individuo que come sin saciarse). Después de un uso prolongado en sentido
metafórico, la unidad fraseológica va perdiendo su vínculo con la combinación libre.
El proceso de fraseologización es un fenómeno bastante complejo desde el punto
de vista del análisis sincrónico. Resulta frecuentemente difícil determinar si una
unidad fraseológica debe su origen directamente a una combinación libre, como
ocurre en dolor de cabeza, con el significado de ‘preocupación’:
“Porque el dolor de cabeza de este país eran las zafras después de la
revolución, porque –como ustedes saben- la zafra la hacían los
desempleados... “(Bohemia, 69(21):35; 27 may. ’77).

o si constituyen una unidad de “tercer orden”, es decir, creada como unidad


fraseológica a partir de otra unidad de este tipo. En este caso se encuentra cerrar
los ojos, unas veces con el significado de ‘morir’ y otras de ‘negarse a prestar
atención’. Como ejemplos, tenemos, respectivamente:
“Y allá lejos, sin tener siquiera el consuelo de ver ondear su bandera en
aquella ilusión de patria que fue la seudorrepública, cerro sus ojos para
siempre un día de febrero de 1901”. (Granma: 2; 6 nov. ’80).
“Con acciones como esta, el gobierno yanqui sigue cerrando los ojos a
una realidad peligrosa.” (Granma: 6, 16 ene. ’80).
Otro ejemplo de trío homónimo tenemos en dar el pasaporte con el significado
metafórico de ‘matar, exterminar’ y de abandonar’:
“-¿Qué quieres decir, Ireneo? ¿Qué juego estás jugando?
-¿No lo sabes? Es que voy a darle el pasaporte a este, chico.” (Navarro,
1977:124).
“A Rosa le di el pasaporte hace mucho tiempo. No me convenía.” (López-
Nassa, 1967:128).
En las combinaciones de palabras fijas, los componentes aparecen metaforizados
en conjunto y, tanto es así, que en los diccionarios no encontramos una significado
aislado de un componente, es decir, que, por regla general, no puede hablarse de
la correspondencia existente entre las palabras de la combinación libre. Además,
suele suceder que esta última designa una acción proceso o un estado concreto,
mientras que la unidad fraseológica homónima funciona como característica
abstracta de determinadas acciones,, propiedades, cualidades o circunstancias. Así
tenemos, por ejemplo, la combinación andar en patines con sus dos posibilidades
(en uso metafórico con el significado de ‘actuar rápidamente’):
“Tenemos que andar en patines porque si la presa escapa, se van a bolina
las joyas.” (Robinson, 1973:69).
o en uso recto:
“Caminaba ligero, con aquel pelo renegrido sobre sus hombros color tinaja,
moviéndose como si anduviera en patines o bailara.” ( Cofiño, 1977:47).
En este tipo de combinación fraseológica, las palabras que aparecen como
componentes pierden los semas denotativos que poseen individualmente. Así, por
ejemplo, la unidad fraseológica caerle comején al piano, con el significado
metafórico de ‘empeorar una situación al máximo’ en la que están ausentes los
semas que caracterizarían especialmente a los sustantivos comején y piano, como
insecto e instrumento musical respectivamente.
Esto se explica porque el fraseologísmo designa una u otra situación con signos
hechos, que provocan asociaciones en el oyente o hablante de una lengua en un
caso dado.
Las asociaciones que pueden llevarse a cabo con el fin de interpretar el significado
de una unidad fraseológica desconocida pueden ser diferentes, pues en ellas prima
lo subjetivo, la capacidad o manera individual de cada hombre de reaccionar ante
lo que le rodea.
Tenemos la unidad fraseológica asomar la oreja que en España, según Moliner
(1967:580) tiene el significado de ‘descubrir alguien su verdadera naturaleza o
intenciones’. Sin embargo, esta misma unidad, que posiblemente en su origen haya
significado eso mismo en nuestra variante de español, ha derivado hacia el
significado de ‘aparecer’, quizás como resultado de una asociación más directa y
menos compleja. Ejemplo:
“... Y aunque todo el mundo supiese que el texto se alimentaba de sus
alocuciones, homilías, encíclicas y cartas pastorales –donde se condenaba
las pestes que eran, modernamente, el socialismo y el comunismo, tan
ásperamente combatidas por su rigurosa y clara prosa latina, como las
sociedades clandestinas (era decir: todos los francomasones), las
“sociedades bíblicas” (aviso a los Estados Unidos de América) y, en general,
los muchos núcleos clerico-liberales que harto asomaban la oreja en aquellos
días. “(Carpentier, 1979:59).

El grado en que se revela la imagen que da origen al significado de este tipo de


unidades fraseológicas no es el mismo. No siempre se puede apreciar sin dificultad
cómo han sido creadas las imágenes. Ejemplo de esto tenemos en la unidad
fraseológica pegar la gorra con el significado de ‘comerle a otro frescamente y con
algún descaro la comida, aprovechando oportunidades’. De ninguna manera se deja
traslucir en el dúo homónimo una relación semántica entre el sentido recto y el
figurado, de tal modo que no se deduciría nunca este último del primero.
“... que comían cuando podían y cuando no tampoco y allá se fue Alejandro,
el Grande, a pegarle la gorra y alborotarle el barrio... “(Cossío, 1970:40).
En la unidad fraseológica perder los estribos ya percibimos cierto carácter negativo
que se corresponde algo con el significado de la combinación libre, pero no puede
afirmarse, de ningún modo, que sea posible, deducir el significado fraseológico
recto:
“La calambrina empieza a expandirse en la Pentaruia. Pronto pierde los
estribos. No está a la altura de la tarea.” (Roa, 1966:62).
Solo el análisis histórico-etimológico, que nos conduzca a su origen podría darnos
la clave para la comprensión de su significado.
(…)
. Otro ejemplo similar lo tenemos en la combinación de palabras quitarse el
sombrero, que en sentido recto denota un gesto de saludación y en sentido figurado
‘demostrar o sentir mucha admiración por algo o alguien’. Ejemplos:
“Yo no me quito el sombrero ante una iglesia, ni ante un altar...” (Cofiño,
1977: 70).
“Aunque discrepe ideológicamente de estos compañeros, y aun los
combata en ese campo, me quito el sombrero ante... “(Granma, 2; 2 oct.
’80).
Algunos gestos pueden arcaizarse, con lo que pierde el hilo directo que lleva a la
comprensión del significado del fraseologísmo. Esto ocurrió con la unidad
fraseológica lavarse las manos que, metafóricamente, remeda la acción de Poncio
Pilatos en el proceso de Cristo. Aclara Iribarren (1956: 192) que era costumbre de
muchos pueblos antiguos lavarse las manos en presencia del pueblo para
demostrar que esa persona era inocente del crimen que se le atribuía. Ejemplo:
“¡Ejem! Yo no quiero responsabilidades, ¡ejem! ¡Usted comprenderá,
señoriíto, que en esto debo lavarme las manos!” (Bacardi, 1979: 36).
en sentido recto:
“Cuando se acabó de lavar las manos, le echó garra a un taburete y se sentó
frente a mí y me dijo...” (Álvarez de los Ríos, 1978: 189).
También ha desaparecido la costumbre de recoger el guante que tiraba el
adversario para demostrar que se aceptaba un desafío. Actualmente, se utiliza la
combinación de palabras recoger el guante con el significado de aceptar un desafío,
y ha desaparecido el gesto que dio lugar a la unidad fraseológica:
“Le imputaba ser enemigo de los Estados Unidos y del orden establecido,
Masó recogió el guante y en carta pública...” (Roa, 1970: 381).
(..)
Un lugar intermedio entre los significados de las unidades fraseológicas de difícil
reconocimiento y las unidades fraseológicas de significado fácilmente reconocible
tenemos en aquellas derivadas de combinaciones libres de palabras pertenecientes
a esferas especiales. Para ciertos grupos familiarizados con las esferas dadas, la
asociación de los significados recto y metaforizado no es difícil. Así, por ejemplo, no
será difícil establecer, con más o menos exactitud, qué se quiere significar con la
unidad fraseológica sorprender fuera de base o tirar la toalla para los aficionados al
béisbol o al boxeo respectivamente:
“Bueno, como no sea que la roncha es mayor, pienso yo, pero no lo digo,
porque no me gusta que me sorprenda así como quien dice, fuera de base
cada vez que hablo.” (Feijoo, 1979: 263).
“Camila –Hazlo entonces por mí, Quizás el capitán pueda tirarles la toalla.”
y esta última combinación en sentido recto:
“Desde la esquina tiraron la toalla sobre el ring cuando ambos estaban
enfrascados en un cambio desordenado.” (Granma: 6; 11 feb. ’80).
Este mismo caso lo tenemos en la esfera de marinería en al garete (andar sin
gobierno, dirección o rumbo fijo) cuyo ejemplo en sentido recto y metafórico
ofrecemos a continuación:
“Sin duda es una ballena extraviada, al verla creímos que era un cayo por el
agua que bota; como estaba el mar tan picado no la veíamos a ella. ¡Imbécil,
coge el timón...! Piensas que esto puede andar al garete”. (Feijoo, 1979: 416).
“El Caballero de San Clemente no anda creyendo en ese principio marino de
que el capitán debe hundirse con su nave. A la hora del ¡ataja! y el ¡sálvese
quien pueda! se acoge sin reservas a la generosidad presidencial dejando a
sus socios al garete.” (Bohemia 69 (19), 13 may. ’81).
Esto mismo se repite con numerosos ejemplos de la historia, de la religión, etc.;
creemos que con los ofrecidos basta para ilustrar lo expuesto.

Conclusiones
De lo anterior se puede concluir que:
1. La metáfora desempeña un papel fundamental no solo en el enriquecimiento
del caudal léxico, sino también del fraseológico, siendo el proceso de
metaforización la vía principal que conduce a la formación de las unidades
fraseológicas.
2. En las combinaciones de palabras fijas, los componentes aparecen
metaforizados en conjunto, no pudiendo hablarse, por regla general, de
correspondencia entre las palabras componentes de la composición libre.
3. Los grados de revelación de las unidades fraseológicas pueden ser
diferentes: se encuentran desde las que no son capaces de despertar ningún
tipo de asociación, hasta las que tienen un significado fácilmente deducible
del significado recto de la combinación libre homónima.

Notas
1. Cf. D. Bicketon. “Prolegomena to a Linguistic Theory of Metaphor”, en
Foundation of Language, 1969(5):34-52.
2. Los términos conceptos superficial y concepto profundo son utilizados por S.
Reinz en su articulo “Predicación metafórica y discurso simbólico.
3. Este es uno de los tipos de fraseologismos que V. V. Vinogradov denomina
“adherencias”.

Tomado de:
Zoila Carneado Moré y Antonia M. Tristá. Estudios de Fraseología. Academia de
Ciencias de Cuba. Instituto de Literatura y Lingüística. La Habana (s/f), pp. 47-65

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