El 20 de agosto de 1889, el Dr. Francisco Barroetaveña publicó un artículo
titulado “¡¿Tu quoque, juventud?!” en el diario La Nación, entonces periódico opositor al gobierno de Miguel Juárez Celman. El artículo denunciaba -o más bien- lamentaba cómo varios jóvenes habían hecho unos días antes un banquete para agasajar y lisonjear al presidente Juárez Celman, que llevaba adelante un gobierno corrupto, fraudulento y oligárquico. De aquellos jóvenes, Francisco Barroetaveña hubiera esperado un espíritu de lucha y combate. En cambio, los encontró adulando al Presidente y líder del Unicato en un banquete, utilizados como mero instrumento de poder por aquel mandatario corrupto y autoritario. Dice Barroetaveña “Esta y aquella adhesión no significan otra cosa que la renuncia a la vida cívica activa de los jóvenes para desaparecer absorbidos por una voluntad superior que los convierte en meros instrumentos del jefe del Poder Ejecutivo. La juventud que así inmola su energía cívica poniéndose bajo la dependencia de un poder cuyas órdenes se cumplen en silencio sin la menor objeción, ¿realiza algún ideal formado en las aulas? ¿imita movimientos análogos de la juventud de otros pueblos? Con frecuencia nos llegan noticias de movimientos colectivos de la juventud de otras naciones, ya sea persiguiendo algún ideal político, alguna campaña humanitaria, que tanto realza el mérito moral, intelectual y político de los jóvenes.(…) ¡Estaba reservado a la República Argentina el triste espectáculo que esta noche ofrecerá una parte de la juventud, que felizmente es una minoría, renunciando a su libertad política, al ejercicio espontáneo de los derechos del ciudadano, en homenaje a la voluntad del Presidente, adhiriéndose sin condiciones!” Luego de aquel artículo, muchos jóvenes apoyaron a Francisco Barroetaveña y se decidió organizar un mitín que se realizó a los pocos días, el 1º de septiembre de 1889, en el Jardín Florida, y del que nació la Unión Cívica de la Juventud. En aquel encuentro, participaron Leandro N. Alem (fundador luego de la UCR), Hipólito Yrigoyen, Lisandro de la Torre y después fundador del Partido Socialista, Juan B. Justo, entre otros. Al año siguiente, el 13 de abril de 1890 se organizó un nuevo mitín que fundó la Unión Cívica y luego, en julio de ese año, realizó una revolución armada conocida como la Revolución del Parque de Artillería contra el gobierno de Celman. El objetivo de la Revolución del Parque, que era terminar con el sistema corrupto, fraudulento y oligárquico (inaugurado por Julio Argentino Roca y seguido por su concuñado Juárez Celman) e instaurar el voto universal, secreto y obligatorio (la democracia, en pocas palabras) no se cumplió, pero sí se consiguió terminar con el gobierno corrupto de Juárez Celman e instalar un movimiento por los derechos y libertades cívicos y por la democracia de masas. Con una gran influencia de ese movimiento, Juan B. Justo, que participó de él, seis años después fundó el Partido Socialista, un partido que durante toda su historia luchó por los derechos de los trabajadores, por las mujeres, por las minorías postergadas. Un partido que fue pionero en la lucha por los derechos laborales, por el sufragio femenino, por la educación y la salud públicas y como representante de la izquierda democrática en el país.
Hoy ese mismo Partido está en peligro.
Ya en 2019, la federación de la Ciudad de Buenos Aires del Partido Socialista, liderada por el dirigente Roy Cortina, en una insólita decisión, lo incorporó al frente conservador Juntos por el Cambio, junto al PRO y a la histórica Ucedé de Alsogaray en las elecciones para jefe de gobierno porteño. Hoy, dos años después, la dirigencia bonaerense hace lo propio, sumando a nuestro histórico partido al frente Juntos. Estas maniobras de la dirigencia partidaria pueden sorprender. O ya no. Pero lo que sí sorprende, lo que más sorprende, es el fervoroso acompañamiento de sectores de la juventud socialista tanto de la Capital como en la Provincia de Buenos Aires en ese camino oscuro. Los militantes de la agrupación Nuevo Derecho, que en la Facultad de Derecho (tanto en la UNLP como en la UBA) dicen sostener las banderas del progresismo, de los derechos laborales de Alfredo Palacios, ahora militan las candidaturas del PRO Diego Santili y María Eugenia Vidal respectivamente. Como profesor de su Facultad, yo conozco bien a esos militantes. En más de una oportunidad me han invitado a dictar cursos en la Facultad de Derecho organizadas por su agrupación. Y como los conozco, la pena es mayor. Da pena como afiliado, como militante y, sobre todo, como joven. Da pena ver a esa juventud perdida y sometida a un puñado de dirigentes. Ver que esos jóvenes de 20 a 30 años, que tienen toda una vida por delante, ahora militen, desde el centenario Partido Socialista de Juan B. Justo, Alicia Moreau, Alfredo Palacios y Alfredo Bravo, a una derecha neoliberal y conservadora, responsable de políticas antipopulares durante sus cuatro años de gobierno en el país y sus catorce años de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires. Ver que esos jóvenes, que deberían estar luchando por una sociedad más justa e igualitaria, aplaudan obsecuentemente a sus dirigentes al cerrar acuerdos con la derecha más rancia. Ver que esos jóvenes, que tendrían que depositar su energía en luchar por los derechos de los trabajadores, de las mujeres, por la educación pública, por la salud pública, la depositan en militar y hacer campaña a los dirigentes más conservadores de la política argentina. La impotencia es doble. Por un lado, porque son jóvenes; por otro, por ser socialistas. ¿Qué futuro tenemos si los más jóvenes siguen obsecuentemente a sus dirigentes en estos trances oscuros? Sin embargo, no hay que ser fatalistas... Siempre hay una esperanza. Esos jóvenes, como pasó con otr@s, están siempre a tiempo de volver sobre sus pasos. La juventud lleva impreso en su ADN el espíritu de lucha por un mundo mejor, y por mucho que se la quiera corromper desde arriba, por mucho que sea empujada desde lo alto, tarde o temprano, esa fuerza vacía cederá frente a otra, mayor y más genuina que algún día surgirá entre esa juventud. Y más aún, si se trata –como en este caso- de la juventud socialista, que tiene una larga historia de lucha por todas las causas populares en nuestro país. Por ello, esto no es una imputación ni mucho menos un sermón de un joven que ya no es tan joven, si no a una apelación a esa juventud, a una juventud que ha perdido sus pasos, cegada por falsas promesas de sus dirigentes que sólo especulan y usan el Partido por intereses personales. Esa juventud, que aún no se anima a independizarse, pero que algún día lo hará –no tengo dudas- cuando termine de darse cuenta de que sólo han sido un peón de la partida, un instrumento de dirigentes ambiciosos e inescrupulosos que rifan 125 años de historia de nuestro Partido a cambio de unas migajas…