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CAPÍTULO VI
CONCEPTOS GENERALES
Podría decirse que el proceso de determinación tendría las siguientes secuencias (solo tiene
justificación metodológica, no excluye la posibilidad de otras alternativas):
No pueden darse reglas generales respecto al momento en que debe excluirse las rentas
exentas por una doble circunstancias: i) las diferentes formas por las que se puede llegar a
quitar un ingreso del campo del gravamen; ii) los diferentes ámbitos que puede tener una
exención.
Como concepto general, las rentas exentas son aquellas que, no obstante cae en la
definición genérica de la ley, son objeto de dispensa por parte de otra disposición, de modo
que se sustraen del gravamen. La doctrina clásica se afilia al concepto antes expuesto, el
cual supone un doble juego de normas: la primera incluye la renta en la hipótesis de
incidencia, pero la segunda incide luego y dispensa del impuesto. El concepto de exención
(dispensa) es distinto del de “no sujeción” o “no incidencia”, ya que el segundo caso nunca
fue abarcado por la hipótesis de incidencia.
Si la ley sigue al pie de la letra la teoría de la renta producto, las ganancias de capital no
quedan alcanzadas nunca; en cambio los intereses de títulos públicos sí, por lo que en este
segundo caso haría falta una segunda norma que dispensara del pago.
Las rentas no abarcadas en la definición (no incidencia) no tendrían ni siquiera por qué ser
objeto de declaración, mientras que las exentas podrían someterse a obligación de
declaración para luego dispensarlas para que así la Administración se cerciore de que se
está frente a la hipótesis de la ley, apareciendo en el primer calculo de la renta bruta,
debiendo depurarlas después.
Podría decirse que la decisión legislativa de exonerar una renta podría jugar en el momento
prelegislativo (determinando una definición de renta gravada que se excluya) o como
dispensa excluyendo al sujeto; o a nivel de renta bruta o a nivel de renta de categoría; o en
ocasión del cálculo de renta neta total o luego de calculado el impuesto operando como
crédito en contra o como reducción.
Sin embargo, casi no existe en ningún sistema que se atenga pura y exclusivamente a la
renta real sino que en mayor o menor grado el legislador recurre muchas veces a las
presunciones. Puede decirse que son hijas de la necesidad porque responden a las
dificultades para el cálculo (y para el control de veracidad) de la renta real en algunas
situaciones. La proliferación y extensión de estas puede acabar por alterar el tributo,
cambiándolo de personas a objetivo, incluso desnaturalizándolo como impuesto a la renta
para convertirlo en algunos casos en un impuesto al capital.
La renta estimada sobre bases presuntivas no debe ser confundida con la “renta potencial”.
En la primera, el sistema trata de acercarse lo más posible a determinar la renta real, y ante
dificultades acude a indicios que le sirvan de indicadores. En la renta potencial el legislador
se mueve por objetivos diferentes: la finalidad no es reflejar lo más posible la renta real sino
indicar cuál sería la renta que estaría en condiciones de dar un bien determinado si fuese
sometido a explotación (normal u óptima). La renta potencia se despreocupa de su
concordancia con la realidad, por lo que solo se justifica su empleo cuando se intenta
optimizar el aprovechamiento que se realiza de un bien que se estima ineficientemente
explotado, situación que suele darse respecto de la tierra como factor de producción.
Resulta claro que a nivel individual, el total de las rentas brutas obtenidas solo puede surgir
mediante la suma de los montos de los distintos ingresos. El monto de rentas brutas de una
persona en un año es el resultado de que obtuvo por diferentes orígenes: salarios,
arrendamientos, intereses cobrados, etc. Esto responde al propósito de indica que la
cuantificación de la renta global supone la suma de las rentas obtenidas de distintos
orígenes. En su clasificación más sintética, esos orígenes pueden reducirse en trabajo
(según sea de dependencia o no), capital (sean muebles o inmuebles, corporales o
incorporales, etc.) y combinación de ambos. La legislación puede ignorar esos distintos
orígenes y disponer la agregación de todas las rentas englobadas como renta bruta y contra
ellas deducir globalmente los gastos necesarios para obtenerlas. También puede respetar el
diverso origen, disponer que la suma se haga gradualmente, primero parcialmente (por
clases o categorías de rentas).