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7 Fundamentos de Doctrina

Social de la Iglesia
Dr. Mariano Gustavo Morelli

Unidad 1 El Hombre y la Sociedad


Versión 1 /marzo 2012
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 2

Índice
Presentación .......................................................................................................................................... 3
Objetivos ............................................................................................................................................ 3
Temario .............................................................................................................................................. 3
Mapa conceptual ................................................................................................................................ 4

La persona: dimensiones....................................................................................................................... 5
La natural socialidad del hombre: significación y consecuencias ...................................................... 6
Las teorías del “contrato social” ......................................................................................................... 7
El grupo social.................................................................................................................................... 9
Tipos de grupos sociales.................................................................................................................. 10
Según su relación con el bien del hombre....................................................................................................11
Según la disposición de los medios necesarios para alcanzar sus fines.....................................................11
Según los elementos que toman en cuenta para la unión de personas ......................................................12
Elementos ........................................................................................................................................ 12
Bien común y bien particular ............................................................................................................ 14
Los principios de solidaridad y subsidiariedad ................................................................................. 16
Subsidiariedad y solidaridad en la realidad actual ........................................................................... 18
Unidad y pluralidad........................................................................................................................... 19
La familia: su dimensión natural y sus enemigos............................................................................. 20
Los grupos sociales infrapolíticos .................................................................................................... 24
El problema del pluralismo ............................................................................................................... 25

Poniendo de manifiesto algunos errores comunes.............................................................................. 27

Síntesis ................................................................................................................................................ 28

Textos de apoyo .................................................................................................................................. 30

Bibliografía específica para esta Unidad ............................................................................................. 33


Fuentes bibliográficas citadas .......................................................................................................... 33

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única condición de mención de autoría / responsabilidad intelectual del contenido original.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 3

Presentación
Si queremos comprender el orden social, ¿por dónde comenzaremos? Podría-
mos iniciar el texto con una serie de afirmaciones o tesis presentadas dogmáticamen-
te, pero con ello poco habríamos avanzado. Tratamos de “comprender” la sociedad.
¿Dónde comenzar entonces?

Sólo hay una manera de estudiar un objeto, y es observándolo, tratando de percibir


sus características y peculiaridades, describirlas con rigor y reflexionar a partir de
ellas. No podemos “inventar” lo que para nosotros sería la sociedad, pues en tal caso
¿cómo conseguiremos elaborar una teoría social que se ajuste a la realidad y no a
nuestro mero parecer?

Por eso, en esta Unidad, intentaremos aproximarnos a la dimensión social de la


persona. Partiremos del hombre para intentar comprender la sociedad, su significado
y su sentido.

Objetivos
ƒ Comprender a la sociedad como una exigencia de la perfección humana.

ƒ Identificar las causas del orden social y sus componentes, y en particular, la


primacía del bien común.

ƒ Descubrir la necesaria vigencia de los principios de subsidiariedad y solidari-


dad en el orden social.

ƒ Valorar el papel de los grupos intermedios en la conformación de la sociedad.

ƒ Advertir la función insustituible de la familia, sus características, y sus enemi-


gos.

Temario
ƒ La persona: dimensiones.

ƒ La natural socialidad del hombre: significación y consecuencias.

ƒ Las teorías del “contrato social”

ƒ El grupo social.

ƒ Tipos de grupos sociales

ƒ Elementos.

ƒ Bien común y bien particular.

ƒ Los principios de solidaridad y subsidiariedad.


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ƒ Subsidiariedad y solidaridad en la realidad actual

ƒ Unidad y pluralidad.

ƒ La familia: su dimensión natural y sus enemigos.

ƒ Los grupos sociales infrapolíticos.

ƒ El problema del pluralismo.

Mapa conceptual

BIEN COMÚN
“Contrato so-
cial”


PERSONA Naturaleza social GRUPOS SOCIA-
HUMANA LES

SOLIDARIDAD Y FAMILIA
SUBSIDIARIEDAD

OTROS GRUPOS
UNIDAD Y
INFRAPOLÍTICOS
PLURALIDAD

COMUNIDAD POLÍ-
TICA
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La persona: dimensiones
Todos tenemos experiencia de lo que es un ser humano. Somos conscientes de
sus increíbles capacidades. Un ser capaz de comprender los misterios de la física
atómica, de conquistar el espacio, de organizarse en estructuras políticas de una com-
plejidad impresionante. Un ser capaz de soñar grandes proyectos, de edificar intrinca-
dos sistemas económicos. Capaz de grandes actos de amor y de grandeza, y al mis-
mo tiempo acechado por el egoísmo y el vicio.

Entre los atributos humanos encontramos dos que lo distinguen claramente del re-
sto de los seres vivos:

ƒ la penetración de su inteligencia y

ƒ cierta independencia de su voluntad.

El hombre puede comprender los objetos, la realidad, en su misma profundidad,


puede ir más allá de lo que perciben sus sentidos y elaborar conceptos, juicios, razo-
namientos, muchos de una abstracción que sólo los grandes matemáticos pueden
entender.

Entonces, podemos encontrar en la forma de conocer y de obrar del hombre carac-


terísticas que le permiten trascender la materia:

ƒ la inteligencia humana no se limita a los objetos materiales, es decir, no se


refiere únicamente a los datos empíricos o sensoriales, ni a las necesidades
concretas de su situación vital;

ƒ la voluntad humana no está sujeta a las leyes necesarias del mundo material:
es capaz de elegir sin encontrarse determinada interior ni exteriormente. Es
decir, es libre.

Ahora bien, si el conocimiento humano no está limitado por lo que puede percibir
del mundo material, ni su voluntad determinada por las leyes del mundo material, ello
implica que debe haber algo más que su cuerpo material.

Podemos encontrar así en el ser humano

un espíritu, un principio inmaterial capaz de subsistir con independencia de la


materia. Sin él, sería imposible explicar la inteligencia y la voluntad humana.

Esta condición del hombre, en parte espiritual, lo habilita para conocer y obrar de
formas incomparablemente más excelentes que lo que cabe decir de otras criaturas
del planeta. Por eso también, como diremos más adelante, su valor o dignidad no
puede ser comparada con la de éstos.
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Pero nuestro análisis no termina aquí. El hombre está enriquecido con facultades
muy nobles, pero no viene al mundo ya pleno. Se plenifica a lo largo de su vida, enri-
queciendo su persona con la consecución de bienes como el conocimiento, los hábi-
tos rectos, la experiencia estética, la vida y todo lo que contribuye a su conservación,
la aspiración a la trascendencia e incluso el juego:

ƒ Haciéndolo, eleva esa dignidad esencial que tiene como ser humano,
haciéndose merecedor de ella.

ƒ Contradiciéndolo, desperdicia sus capacidades, decae por debajo de su


dignidad, y se degrada.

La natural socialidad del hombre: significación y conse-


cuencias
En el punto anterior vimos cómo el hombre está dotado de aptitudes excelentes, y
cómo lo capacitan para un enriquecimiento extraordinario. Pero no cuesta mucho ad- Los pocos casos
vertir que él solo, asilado, sería incapaz de tal enriquecimiento. de niños salvajes,
crecidos en la selva
aislados de la civiliza-
¿Cómo sería posible que penetre los misterios del hombre y del universo, que ad- ción, nos muestran
quiera hábitos rectos, que despliegue las manifestaciones artísticas, si viviese aislado, claramente cómo las
si no formase con sus semejantes grupos en los cuales buscase su bien en común? facultades humanas
quedan poco cultiva-
Desde su mismo nacimiento, el hombre nace en un grupo, la familia. Cada miem- das cuando el hombre
no vive en sociedad
bro de la familia pertenece, además, a un sinnúmero de otros grupos sociales, a los (Sacheri 1987). De
cuales se une de manera “natural”, descubriendo en ellos el camino necesario hacia hecho, difícilmente
su plenitud. podría al menos so-
brevivir. Porque mien-
tras otras especies
Por eso, podemos decir entonces que el hombre está inclinado a la vida social, a animales dotan a sus
formar grupos sociales, para alcanzar los bienes que lo enriquecen. crías de condiciones
que los hacen aptos
La vida social es algo requerido por su misma plenitud. Aristóteles había dicho para crecer en un
que el hombre es un animal político, y que un ser que no vive en sociedad será una ambiente hostil aún
ante la muerte de sus
bestia o un dios, pero no un hombre (Política: cap I). padres, pocos bebés
abandonados por sus
familias podrían sub-
sistir siquiera unos
El hombre es entonces un ser naturalmente social. pocos días.

Esto significa que: 1


Es habitual que los
El hombre descubre de manera espontánea que para él la vida social es un bien contenidos educativos
fundamental, y se siente inclinado espontáneamente a ella; mencionen la sociabi-
lidad básica para
indicar que la dimen-
ƒ El hombre es capaz de comprender que sólo unido en sociedad puede al- sión social es un com-
canzar de manera digna los bienes capaces de plenificar sus nobles capa- ponente fundamental
cidades; del desarrollo personal.

1
Corresponde en justicia mi reconocimiento al Dr. Héctor H. Hernández, de cuyo magisterio dedicado e
inteligente he podido aprender las tesis fundamentales de este título.
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ƒ Y dado que el hombre descubre de manera inmediata que debe hacer el bien
y evitar el mal, descubre también que debe buscar la vida social. Y como
parte de su enriquecimiento integral, está moralmente obligado a vivir en
sociedad y a contribuir al bien de la sociedad (Hernández 1998).

¿Qué gana el hombre con la vida social?

El ser humano necesita de la sociedad por razón de indigencia y de plenitud:

ƒ de indigencia, por lo que al hombre le falta y solo no puede obtener;

ƒ de plenitud, por lo que el hombre tiene y necesita compartir con otros.

Por ejemplo, el alumno, sin la vida social no podría ser alumno pues carecería de
maestro -indigencia-; pero también el que ha aprendido y es maestro requiere de la
vida social, pues de otro modo no podría realizarse como tal, pues, ¿a quién enseña-
ría? -plenitud-.

Otro ejemplo: muestran la naturaleza social del ser humano la ausencia de instintos
innatos para la supervivencia aislada -indigencia-, o la presencia de facultades que lo
orientan a sus semejantes como el lenguaje o la intuición del valor de la amistad –
plenitud-.

Esta inclinación natural a la vida social hace que valoremos espontáneamente


como bueno al solidario, al que busca el bien común, y como malo al egoísta, que
pretende alcanzar su “aparente” bien perjudicando el común.

Lógicamente, la natural socialidad del hombre no implica que todos los hombres de
hecho vivan en sociedad ni contribuyan a su bien. La voluntad de las personas es libre
y no está forzada por ningún bien concreto. Pero resulta indudable que la persona que
rechaza la vida social y la búsqueda de su bien común, será víctima del empobreci-
miento humano que sigue a quien reniega de su plenificación integral.

Las teorías del “contrato social”


Alguien podría preguntarse, ¿no es algo obvio que el hombre sea naturalmente
social?

Como veremos en la Unidad 2, a veces los hombres se empeñan en desconocer lo


obvio. Han existido y existen posiciones doctrinales que se oponen a la idea de la
socialidad natural del hombre, negando que esté constitutivamente inclinado y moral-
mente obligado a vivir en sociedad y a buscar el bien común agrupado con sus seme-
jantes.

En cambio, conciben que la vida social, las características de la sociedad y los fines
que debe perseguir son puro fruto de la voluntad humana: el hombre se asocia sólo
porque quiere y cómo quiere; la sociedad, su constitución y sus fines son el puro pro-
ducto de su voluntad. ¿Y para qué quiere unirse en sociedad? No para alcanzar su
plenitud en común, sino para conseguir la protección de su propiedad, su libertad y su
vida. Usa o se sirve de la sociedad para su conveniencia particular.
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¿Y cómo se expresa esta voluntad de unirse en sociedad? Autores clásicos como


Locke, Hobbes y Rousseau, hablan de un “pacto” o “contrato social” que celebrarí- Hablan incluso de
an los hombres y que sería el único factor que daría legitimidad a la sociedad y la au- un “estado de natura-
toridad, y sería la única fuente de las obligaciones y los derechos que surgen de ellos. leza” anterior al con-
trato o pacto social, lo
que implica que para
La idea del contrato social merece y ha merecido numerosas críticas. El error no ellos lo natural no es la
está en concebir que la sociedad se forma por la voluntad humana, lo cual en parte es vida social...
cierto: muchos grupos son producto de la voluntad humana, a veces expresada en
acuerdos más o menos explicitados; sino en concebir a estos acuerdos o esta volun- El teólogo jesuita
Francisco Suarez
tad, como el único o principal elemento que da legitimidad al grupo social y sus ca- hablaba también de un
racterísticas. pacto.

Al unirse en grupos y buscar fines comunes, sea por acuerdo, por tradición o por
imposición (como en el caso de los niños), las personas siguen determinadas exigen-
cias de su propia plenificación, exigencias que hacen necesaria la vida social, y no
cualquier vida social, sino una vida social capaz de buscar en común esos fines a los
que el hombre está llamado y que no puede alcanzar solo. Puede haber acuerdo, pero
ese acuerdo solo no puede explicar la vida social ni las obligaciones relacionadas con
ésta.

La teoría del contrato social supondría:

ƒ que los hombres, legítimamente, podrían resolver unirse en sociedad o re-


chazar la vida social sin ningún reproche ni desmedro de su plenitud;

ƒ que al acordar unirse en sociedad, podrían hacerlo legítimamente de cual-


quier manera;

ƒ que no existen principios morales que permitan valorar la decisión de unir-


se o no en sociedad, o de organizar o constituir la sociedad de una u otra
manera; y

ƒ que quien resuelve desobedecer el pacto o acuerdo social no puede ser


cuestionado ya que no hay ninguna norma o principio anterior al pacto que
lo obligue, ni siquiera a cumplir el pacto.

Por eso, la teoría del contrato social, que concibe que son los acuerdos o el con-
sentimiento de los hombres y no su exigencia para la plenificación humana que legiti-
man la sociedad:

ƒ es peligrosa, porque se podría legitimar la búsqueda de fines sociales contra-


rios al bien humano;

ƒ es ficticia, porque estos pactos o contratos en la realidad casi nunca existen;


y

ƒ es insuficiente, porque no se explica qué me obliga a cumplir el pacto.


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El grupo social
Al seguir la tendencia que lo inclina a vincularse con sus semejantes, los hombres
forman grupos sociales.

Tomás de Aquino definía la sociedad como la unión de varios para realizar algo
uno en común. 2

La sociedad es ese vínculo que se establece entre diversos sujetos que pese a
ser diversos se unen en una empresa común buscando un fin común.

Si Ud. se detiene a
Ello nos permite pensar que el ser humano no se une a “la” sociedad, sino a múlti- reflexionar un momen-
ples sociedades o grupos sociales. to descubrirá que está
integrado en numero-
Imaginemos uno de estos grupos. Por ejemplo, una escuela. Es un claro grupo so- sos grupos sociales:
cial: una familia, una em-
presa, un barrio, una
ciudad, una provincia,
¿Y ello qué significa? Alguien podría decir que son un conjunto de personas. Y un país, diversas aso-
es cierto, pero incompleto. Podemos ir a un parque o a una plaza, y también encontra- ciaciones o agrupacio-
remos un conjunto de personas, pero nada parecido a lo que vemos en una escuela. nes con fines deporti-
vos, culturales, socia-
les, económicos, de
¿Qué diferencias existen? Alguien podría decir que en la plaza las personas que amistad; que persiguen
están allí no se conocen... Pero ocurre que tampoco todos los que integran una es- fines muy valiosos y
cuela grande, con varios turnos, se conocen siempre... Otro podría pensar que la dife- que no podría alcanzar
rencia está en que en la plaza cada uno hace algo distinto (algunos leen, otros toman suficientemente en
soledad.
sol, otros juegan, otros duermen, otros venden cosas...). Pero tampoco nos satisface
el planteo. Puede ocurrir que en una plaza, a determinada hora, encontremos a gran
parte de las personas haciendo lo mismo -bronceándose, por ejemplo-. Por otro lado,
tampoco en la escuela todos están haciendo lo mismo: algunos leen, otros juegan,
otros venden cosas, y a veces no faltan quienes duermen o toman sol.

¿Qué es lo que hace tan diferente entonces a la escuela de estos otros “conjuntos”
de hombres? En la escuela, muchas personas, pese a no conocerse y a realizar tareas
distintas, buscan organizada y coordinadamente un fin común, que es el desarrollo
del proceso de enseñanza-aprendizaje, proceso que enriquece, plenifica, de diversa
manera tanto a los alumnos, como a los docentes, los directivos, y el personal no do-
cente.

¿Qué elementos podemos identificar en estos grupos sociales?

Por un lado, una unidad práctica real que proviene del hecho de que hacen algo
en común:

ƒ Unidad práctica porque lo que los une es un obrar en pos del fin común.

2
"Adunatio hominem ad aliquid unum communiter agendum", en Contra Impugnantes Dei cultum et religi-
onem, Cap. III.
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ƒ Real porque no es producto de nuestra imaginación sino que existe en el


mundo exterior.

Por otro lado, esa unidad práctica real reclama cierta organización, aunque sea
elemental, reflejada en algunas normas, aunque sean verbales o costumbres. La or-
ganización y las normas serán más manifiestas si el grupo tiene cierta estabilidad,
perdura en el tiempo. Están presentes también determinados objetivos sociales, que
encarnan determinados valores o bienes sociales, considerados valiosos por el gru-
po.

Por último, encontramos también relaciones y procesos sociales entre el grupo y


entre sus miembros.

Estos razonamientos nos permiten encontrar la diferencia que existe entre un gru-
po social, un mero agregado social y una “masa”.
Los miembros de la
masa no hacen algo
común en común, sino
que se les hace hacer
Grupo social Agregado Social Masa algo que sólo tiene en
común, con lo que
hacen los otros, el
Designa al conjunto de Describe a un conjunto de Es un conjunto de per- responder a la influen-
personas que buscan algo personas que tienen en sonas indiferencia- cia de un tercero
en común. común una proximidad das, que están organi-
física, geográfica. zadas desde afuera y
Por ejemplo: los miembros son movidas también
de una familia. Por ejemplo: los huéspe- desde afuera de acuer-
des de un hotel. do con los deseos de
quien las manipula.

Claro que el enriquecimiento humano integral requiere que el hombre se una y


forme con sus semejantes grupos sociales, y no meros agregados sociales ni meras Volveremos sobre
“masas” de seres humanos. el tema en la Unidad 4
más adelante.
Es muy importante tener presente que el grupo social está integrado por diversos
elementos, y no debe ser confundido con alguno de ellos. Una ciudad es un grupo
de personas que vive en un territorio entablando relaciones de vecindad bajo un go-
bierno local para alcanzar un bien común local. Confundir la ciudad con la municipali-
dad o la intendencia, o con el territorio urbano, es un reduccionismo. Una escuela es
un conjunto de personas (directivos, docentes, no docentes, alumnos) que buscan
juntos el bien de la educación con una infraestructura y autoridades propias. La escue-
la no es el “edificio”, ni la directora, ni ninguno de sus elementos aislados.

Tipos de grupos sociales


Como se podrá advertir, muchos son los grupos sociales. Podemos utilizar diversos
criterios para clasificarlos:
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Según su relación con el bien del hombre

Debemos distinguir grupos necesarios, contingentes, y perjudiciales:

ƒ Algunos son necesarios, sin los cuáles el hombre difícilmente pueda alcanzar
su plenitud. Contamos entre ellos a la familia, a la comunidad política, y en
el orden sobrenatural a la Iglesia. Como resultan necesarios teniendo en
cuenta los bienes que el hombre busca en virtud de su naturaleza, podemos
llamar a los primeros grupos naturales.

ƒ Otros grupos son contingentes, es decir, contribuyen a la obtención de bie-


nes, pero que podrían haberse conseguido de otra manera. Pensemos por
ejemplo en la Universidad. Es una agrupación muy útil para el cultivo de la
ciencia, pero no es la única manera de desarrollar el saber.

ƒ Pero no faltan grupos perjudiciales, que buscan bienes parciales que, sin
embargo, se vuelven contra el bien integral del ser humano. Pensemos, por
ejemplo, en una banda delictiva, en la Federación Internacional Paternidad
Planificada (I.P.P.F., dedicada a promover el aborto), en el Fondo Monetario
Internacional –tal como de hecho opera-, en la organización racista llamada
Ku Klux Klan, o la terrorista conocida como Al Qaeda. Son grupos sociales,
pero los fines que persiguen degradan al ser humano. Por eso podemos de-
signarlos también como grupos sociales antinaturales.

Si bien los grupos necesarios y los contingentes son naturales en el sentido de co-
rresponderse con las exigencias del bien del hombre, los primeros son naturales en
sentido más profundo, pues son indispensables para ese bien.

De lo dicho puede desprenderse con facilidad que la desaparición o el debilita-


miento de los grupos sociales necesarios (la familia, la comunidad política, la Iglesia)
producen necesariamente un empobrecimiento humano; mientras que la de algunos
grupos contingentes puede no resultar dañina si sus fines son obtenidos a través de
otros grupos. En cambio, la inexistencia de grupos antinaturales no sólo no perjudica-
ría sino que beneficiaría al hombre y a la sociedad.

No faltan ideologías, como las que estudiaremos en la Unidad 3, que desconocen


el carácter natural y necesario de algunos grupos humanos. Veamos, por ejemplo,
este texto de Ernesto Che Guevara (1965):

Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu
apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas son que se contraiga un mús-
culo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pue-
blos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descender con
su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejer-
cita. Los dirigentes de la Revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos, no
aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su
vida para llevar la Revolución a su destino; el marco de los amigos responde estricta-
mente al marco de los compañeros de Revolución. No hay vida fuera de ella.

Los lazos naturales pretenden ser reemplazados por los “lazos revolucionarios”.

Según la disposición de los medios necesarios para alcanzar sus fines

ƒ Los grupos pueden ser perfectos o autárquicos, o imperfectos.


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07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 12

ƒ Los únicos grupos sociales perfectos, autárquicos o autosuficientes, son la


comunidad política y la Iglesia. Ambos están dotados de todos los me-
dios que necesitan para alcanzar sus fines en plenitud.

ƒ Los otros grupos sociales, como la familia, la escuela, el sindicato, la empre-


sa, son imperfectos, pues carecen de todos los medios que necesitan para
alcanzarlos y deben recurrir al aporte de otros grupos.

Según los elementos que toman en cuenta para la unión de personas

Los grupos pueden ser territoriales o no territoriales:

ƒ Los territoriales aglutinan a personas y grupos que tienen asiento en deter-


minado marco territorial, y habitualmente buscan una pluralidad hetero-
génea de bienes. Pensemos, por ejemplo, en un municipio, que reúne a los
vecinos que viven dentro de su territorio, y buscan mejorar la convivencia en
cuanto a servicios públicos, seguridad, moralidad, ayuda social, etc.

ƒ Por su parte, los grupos no territoriales agrupan a sujetos sin importar el lu-
gar donde se encuentran, y generalmente persiguen alguno o algunos fines
específicos. Por ejemplo, una escuela reúne a docentes y alumnos con di-
versos domicilios –algunos incluso viajan para ir a dar o recibir clases-.

Elementos
¿Cómo están constituidos los grupos sociales? A partir de Aristóteles se ha hecho
común intentar comprender los objetos penetrando en sus razones de ser, sus “cau-
sas” (Cf Soaje Ramos 1969).

ƒ Causa final, aquello para lo cual algo existe, nos remite en el caso del grupo
social al fin común, un bien, algo capaz de perfeccionar a los sujetos, pero
no exclusivo de alguno de ellos sino capaz de enriquecerlos a todos.

ƒ Aquello de lo cual o con lo cual el grupo social es o se hace, la causa mate-


rial, son los hombres, o más precisamente, las conductas humanas. El
grupo es, en última instancia, un conjunto de conductas humanas, ordena-
das y dirigidas hacia un fin común.
No siempre se ex-
plicita, ni mucho me-
ƒ Pero no todas las conductas humanas dan lugar a grupos sociales. Para nos se escribe. Pero
hacerlo, requieren de una forma, un orden, organización y coordinación siempre existe, aunque
de las conductas, que constituye la causa formal del grupo. sea de manera primiti-
va.
ƒ Pero todavía no está explicado el grupo. ¿Cómo ha aparecido? ¿Cómo se
han organizado tantas personas y conductas en pos de objetivos comunes?
Aparece aquí la causa eficiente. De manera mediata, el grupo es producto
de la misma naturaleza humana que inclina al hombre a la vida social. Pero
de modo inmediato, el grupo se forma y subsiste por la actividad de sus
miembros y particularmente de algunos de ellos, un conjunto de sujetos,
muchos o pocos según el caso, que en mayor o menor medida son capaces
de influir sobre los otros para ordenar y coordinar los comportamientos y que
el grupo pueda alcanzar su bien común. Este grupo de sujetos es conocido
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como el líder o el gobierno.

Como dijimos, las personas y sus conductas son la causa material del grupo so-
cial, aquello de lo cual la sociedad está compuesta. Ello implica, obviamente, que las
personas son parte de la sociedad. Pero no son parte de la sociedad como el oxígeno
es parte del agua, el cuerpo parte del ser humano o los riñones parte del cuerpo
humano. El oxígeno, al integrarse con el hidrógeno para formar el agua, desaparece
como tal, y pasa a formar una sustancia de la que es únicamente una porción. El cuer-
po desaparece (se descompone) cuando se lo separa del espíritu, y los riñones dejan
de funcionar si se los separa del cuerpo. El hombre y el agua son todos sustanciales,
entes que existen en sí; en cambio, el hidrógeno, los órganos, el cuerpo que los com-
ponen, no existen en sí mismos sino en el agua o en el hombre: su existencia y valor
está dado por su pertenencia al todo sustancial que integran.

Para comprender la naturaleza del grupo social es útil recurrir a los conceptos aris-
totélicos de sustancia y accidente.
Por ejemplo, un
ƒ Sustancia es el ente, aquello que es en sí.
animal es una sustan-
cia. En cambio, el color
ƒ Accidente es algo del ente, aquello que es en otro, en la sustancia. es un accidente.

Podemos comprender fácilmente que el grupo existe en el hombre, no el hombre en


el grupo. Los grupos sociales no son todos sustanciales, que existen en sí mismos,
sino todos accidentales que existen en las personas. Cada ser humano es parte de
los grupos sociales que integra, pero sólo se ordena a ellos con sus conductas y en
cuanto lo exige el fin común.

Existiendo el grupo en sus miembros, si éstos se olvidan o desentienden de su per-


Por eso, se insiste
tenencia al grupo, y de su finalidad, ¿qué pasa con él? Literalmente desaparece, se en la importancia de
acaba. La familia existe en la medida que sus miembros se conciben parte de la mis- las fiestas patrias:
ma y buscan en común el bien común familiar. Y un país desaparece si sus habitantes ayudan a los naciona-
no se sienten compatriotas y abandonan la búsqueda de un proyecto común. les a comprender que
forman parte de un
mismo grupo y que
Entender esta diferencia es esencial para evitar el riesgo del totalitarismo. Para trabajan en pos de un
el totalitarismo, no es la sociedad algo de cada persona, sino la persona algo de la proyecto común here-
sociedad. La persona no es la sustancia en la que vive la sociedad como un acciden- dado en la propia his-
te, sino un accidente de la sociedad. La persona es el conjunto de sus relaciones toria.
sociales, enseñaba Carlos Marx. Consecuentemente, así como el hombre se vale de
cada unos de sus órganos de acuerdo con su utilidad, extirpándolo incluso si perjudica
al cuerpo humano; también el estado, la comunidad política, podría valerse de las per-
sonas como instrumentos y descartarlos cuando no contribuye a su conveniencia.

También es posible el error contrario: olvidar que el grupo es algo real integrado
por las diversas personas. El individualismo liberal suele referir a la sociedad como
algo que no existe, una ficción: lo único que existirían son los individuos y sus inter-
eses. Pero podemos ver con claridad que once deportistas que coinciden accidental-
mente en un lugar no equivalen a un equipo de fútbol: en ambos casos tenemos once
jugadores, pero en un caso hay realmente un equipo y en el otro no.

Estas precisiones permiten entender correctamente la afirmación común de que el


estado es para la persona y no la persona para el estado. Ello no significa que sea
lícito que cada individuo utilice al grupo como un medio o instrumento para su conve-
niencia, legitimando el egoísmo y el individualismo. En rigor, todos los miembros del
grupo deben buscar el bien del conjunto y no su exclusiva conveniencia individual. Lo
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que la expresión significa es que el fin del estado debe ser el bien común de las per-
sonas que lo integran, y no algo ajeno a su enriquecimiento y plenificación integral.

Vamos a detenernos aquí un momento para reflexionar sobre nuestro método.


Hemos partido de la contemplación y la descripción de la realidad, y sobre estos datos
de la realidad hemos reflexionado. No hemos expuesto meras opiniones, posiciones, o
posturas que se nos han ocurrido o se les han ocurrido a los Papas o los pensadores
cristianos. Es gratificante ver cómo muchas de las ideas expuestas fueron enseñadas
por sabios de la humanidad, como Platón, Aristóteles o Cicerón, que no conocieron el
cristianismo y que vivieron varios siglos antes de la aparición de éste.

Bien común y bien particular


Hemos estado mencionando el fin común, el bien común. Ahora nos toca profundi-
zar un poco en estas nociones.

Dijimos que el hombre forma e integra numerosos grupos sociales con fines diver-
sos. No busca lo mismo la familia, la escuela, el municipio, la empresa, el gremio, el
estado nacional, la Iglesia, el grupo musical. Pero todos estos fines participan de algu-
nas características: son bienes humanos, y son comunes.
Es bueno para el
hombre el alimento, la
vivienda, el vestido, el
Son bienes, en el sentido de que constituyen entes capaces de plenificar o enri- conocimiento, el desa-
quecer, en algún sentido, al ser humano; capaces de satisfacer alguna de sus rrollo de hábitos rectos,
necesidades. el juego, el cultivo de la
experiencia estética y
religiosa, o simplemen-
Además, son bienes comunes, es decir, capaces de enriquecer y plenificar a mu- te de la amistad.
chos. Son diversos los sujetos que pueden “beneficiarse” participando de estos bienes.
Ello los hace comunes, y permite que puedan ser buscados en común unidos en gru-
pos sociales.

Bien común es aquél participable por muchos en calidad de fin de la conducta


de todos ellos.

Por eso, no puede hablarse de una oposición entre el bien común y el bien de la
persona (exclusivo, particular): el bien común es un bien de la persona, pero no de
una sola persona sino de todas ellas.

Por ejemplo, tener que guardar silencio durante una clase sin poder jugar en ese
momento como uno desea no implica sacrificar el bien particular para alcanzar el bien
común, porque ninguna persona se plenifica si, además de comportarse de manera
egoísta, conspira contra el bien de este grupo, la clase, al que se ha unido para poder
aprender.

Por eso existe una manera legítima de buscar el bien común, como lo hace quien
participa de él como algo que es su bien pero no su bien exclusivo. Pero existe tam-
bién una manera ilegítima, como lo hace el egoísta, que sólo busca su conveniencia y
utiliza el bien común como un medio del que se vale sólo en la medida en que sirve a
su interés.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 15

De todos modos, podemos ver que el bien común debe prevalecer sobre el mismo
bien particular. Por ejemplo, que
todos podamos comer
Por esta razón, en las decisiones de la comunidad, es mejor que el poder
comer yo solo…
el bien común tiene primacía en relación con el bien particular respectivo.

Cada grupo social tiene un bien común que busca, bien que puede ser más o
menos complejo según el caso.

Por ejemplo: ¿cuál es el bien común que busca la universidad? Es más o menos
simple: el cultivo de la ciencia y el conocimiento en el más alto de sus niveles.

Otro ejemplo: ¿Cuál es el bien común que busca la familia? Aquí la cosa es más
compleja, porque su fin incluye alcanzar una suficiencia de bienes materiales e inmate-
riales; de recursos primarios como el alimento, la vivienda o el vestido disponible para
todos, de un clima de tranquilidad y amor que brinde contención afectiva, procreación,
educación fundamental, despliegue del impulso sexual, la ayuda mutua y el despliegue
de la solidaridad, entre otros elementos.

Todos los miembros del grupo se realizan buscando ese fin, por eso, es común,
aunque no todos participan de él, del mismo modo o en la misma medida. Es diferen-
te cómo se realiza y plenifica un padre, en una familia, que como lo hace uno de los
hijos.

Ahora bien, ¿cualquier fin que busque el grupo será un bien común? Por supuesto
que no. No faltan veces en las que el grupo es manipulado en pos de algo que no
constituye a su bien común, sino el interés exclusivo de algunos de sus miembros o
incluso de alguien ajeno al mismo.

Por ejemplo, se ha demostrado judicialmente que al menos parte de la deuda ex-


terna argentina se gestó no como una necesidad del bien común nacional, sino en
beneficio de los mismos prestamistas en complicidad con nuestros gobernantes. Lo
mismo podemos decir de los programas de control demográfico que están detrás de
las políticas de “salud reproductiva”. 3

También es posible que el grupo se forme para buscar alguna forma de bien, co-
mo el dinero, pero contraviniendo el auténtico bien integral del ser humano. Por algo
existe el delito de “asociación ilícita”, cuando varios se unen buscando la ventaja que
puedan obtener cometiendo delitos.

El auténtico bien común se ve perjudicado cuando:

ƒ algunos impiden la participación razonable de los otros en los beneficios


sociales;

ƒ algunos buscan su interés individual descuidando o aún contraviniendo el


común (violación de la primacía del bien común respecto del interés indivi-
dual);

3
Cfr. Kissinger (1974). En su informe, muestra cómo el crecimiento de la población en los países subdes-
arrollados contradice el interés geopolítico y económico de las grandes potencias, y por ello éstas deben
comprometerse en la difusión del aborto, la anticoncepción, y otras estrategias para reducir su población.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 16

ƒ se postula y persigue como bien común algo que siendo beneficioso en cierto
sentido perjudica el enriquecimiento integral de la persona.

Por eso, son contrarios al bien común:

ƒ los sistemas económicos excluyentes,

ƒ la corrupción,

ƒ la evasión de impuestos,

ƒ la proliferación de graves errores a través de los medios de comunicación,

ƒ la indiferencia pública frente al consumo de drogas,

ƒ el apoyo estatal a comportamientos contrarios al orden moral, etc.

Si entendemos que el bien común es un bien de la persona, deja de tener sentido la


dicotomía a veces planteada acerca de qué es más importante, si la persona o el bien
común. Como dijimos antes,

lo más importante es el bien de la persona, pero no de una persona aislada, sino


el bien de todas ellas: su bien común.

Los principios de solidaridad y subsidiariedad


Buscando bienes comunes los hombres forman infinidad de grupos sociales, de las
más variadas características, gestados conforme con la historia y la cultura de cada
pueblo.

¿Cómo se relacionan entre sí?


No tendría sentido
que el hombre se una
Digamos, por un lado, que siendo el mismo hombre el que los integra, todos deben en la familia buscando
buscar el bien humano y estos no deben ser contradictorios entre sí. algunos fines comu-
nes, y después forme
Para intentar comprender la relación existente entre los diversos bienes comunes, el estado para contra-
decir esos fines.
podríamos preguntarnos, ¿por qué razón el hombre forma otros grupos además de la
familia?

Y la respuesta será obvia: porque la familia no alcanza para obtener todos los bie-
nes capaces de llevar al hombre a su plenitud, sino que necesita que las familias se
reúnan en poblados. La reunión de familias en un poblado permite cierta especializa-
ción de funciones, y mejorar la calidad de vida a través del intercambio de productos
y servicios. Algunos se dedicarán a la enseñanza escolar, otros a la producción de
alimentos, otros a diversos oficios. Y formarán grupos como las comunidades escola-
res, los gremios, los talleres, las empresas. Y cuando el poblado no alcance para satis-
facer el ansia de perfección del ser humano, las personas formarán grupos todavía
superiores, como las universidades, o la comunidad estatal, capaz de integrar, coor-
dinar, colaborar y potenciar la actividad de los diversos grupos que la componen, y
asegurar también un nivel mayor de protección frente a amenazas exteriores, de de-
fensa, seguridad, justicia.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 17

Vemos así cómo los grupos superiores se originan en la dificultad que tienen los
grupos más pequeños para, con sus propios medios, alcanzar los bienes a los que el
hombre aspira.

Por lo tanto, un grupo social es una comunidad de comunidades.

Contiene en su interior diversos grupos sociales, menores a él, que dieron lugar a
un fenómeno asociativo mayor porque ellos no podían garantizar al hombre muchos
de sus bienes comunes. La escuela, por
ejemplo, no debe re-
emplazar, absorber o
Por un lado, resulta razonable que estos grupos mayores no intenten destruir, re- asfixiar a la familia; ni
emplazar o absorber a los grupos menores que contiene y a sus funciones específicas, el estado a la empresa
sino protegerlos en la obtención de sus fines propios, liderarlos, ordenarlos y coor- o al gremio; ni el esta-
dinarlos con los demás grupos, cooperar cuando requieran ayuda, y sólo ocuparse do nacional a los di-
versos municipios.
directamente de las actividades que éstos no puedan o no deban asumir.

Este principio se encuentra implícito en Aristóteles, fue formulado explícitamente


por la Doctrina Social de la Iglesia, e incluso fue recogido (parcialmente) por el Tratado
de Maastricht (7/2/1992) que fundó la Unión Europea. Es conocido como principio de
subsidiariedad, que en su formulación más clásica expresa:

Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un


grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe
sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás
componentes sociales, con miras al bien común (CATIC 1883.)

Todos los grupos sociales se integran en un grupo mayor, y sus fines comunes
parciales en fines comunes más integrales. De allí que cada persona o cada grupo
inferior debe buscar su fin en coordinación con los otros de modo que contribuya y no
obstaculice la obtención de los fines comunes mayores que busca junto con los otros
grupos. Así la comunidad política exige a la familia, por ejemplo, que brinde educación
general básica o que envíe a los niños a la escuela para recibirla, pues se la considera
necesaria para la convivencia social.

Este principio por el cual los individuos y los grupos se conducen buscando
también el bien común que integran junto con otros grupos es conocido como
principio de solidaridad.

Por otra parte, el principio de solidaridad garantiza que los grupos inferiores
contribuyan al fin común de la comunidad mayor que integran.

¿Qué beneficios produce el principio de subsidiariedad?

ƒ Se evita la masificación social y la manipulación;

ƒ las personas se sienten agentes activos, comprometidos y responsables en


la tarea común;

ƒ las decisiones las toman quienes están más próximos a las necesidades y
pueden satisfacerlas de la mejor manera.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 18

¿Qué beneficios produce el principio de solidaridad?

ƒ Se coordinan las tareas de los integrantes del grupo de acuerdo con las di-
rectivas de las autoridades comunes para buscar de modo eficiente el fin
que los agrupa;

ƒ se favorece la ayuda y la colaboración dentro del grupo;

ƒ se evita que la búsqueda del fin específico de cada uno conspire contra el fin
común de todos ellos.

Subsidiariedad y solidaridad en la realidad actual


La correspondencia de los principios de subsidiariedad y solidaridad con los funda-
mentos mismos del orden social y los beneficios que brindan han hecho que reciban,
muchas veces, algún grado de reconocimiento en los ordenamientos jurídicos de los
estados.

A nivel internacional, por ejemplo, el Tratado de Maastricht, que constituyó la Unión


Europea, quiere asegurar las competencias de los diversos estados miembros dispo-
niendo que “en las áreas que no corresponden a su competencia exclusiva, la Comu-
nidad debe tomar intervención, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, única-
mente y en la medida que los objetivos buscados no puedan ser suficientemente al-
canzados por los estados miembros” . 4

Lo mismo hace nuestra Constitución Nacional, por ejemplo, cuando en el artículo


121 establece que “cada provincia conserva para sí el poder no delegado por esta
Constitución al gobierno federal”, y cuando a través del artículo 14 bis obliga al estado
a la protección de la familia. En el mismo sentido de respeto hacia los grupos infrapolí-
ticos se impide recurrir a los tribunales para cuestionar decisiones de asociaciones,
obras sociales u organizaciones sindicales, sin haber agotado la vía interna, es decir,
sin haber hecho previamente el reclamo ante sus órganos de gobierno específicos.
Mencionemos también que la ley federal de educación identifica a la familia como
agente primario de la educación, y el Código Civil reconoce la patria potestad de los
padres dando lugar a la intervención del estado sólo cuando se producen graves in-
cumplimientos a los deberes paternos.

También el principio de solidaridad está recogido en el ordenamiento. Las asocia-


ciones civiles obtienen reconocimiento del estado, personería jurídica, sólo cuando
se constata en ellas un fin de bien común 5. Las familias están obligadas a enviar a
sus hijos a la escuela y deben cumplir con obligaciones respecto de los mismos. Las
empresas deben sujetarse a las regulaciones económicas y fiscales del estado. Las
provincias deben organizarse respetando los principios fundamentales de la Constitu-
ción Nacional. Cada provincia contribuye al presupuesto nacional de acuerdo con su

4
Art. 3 b del Tratado de Roma de 1957, agregado por el Tratado de Maastricht de 1992. De todos modos,
se ha cuestionado la aplicación muy limitada que se hace de este principio en la práctica, desnaturalizán-
dolo (Cfr. Ulíbarri 1997: 871ss).
5
Art. 33 del Código Civil. Este artículo ha permitido a la justicia ratificar el rechazo del otorgamiento de
personería jurídica a asociaciones como la Comunidad Homosexual Argentina (Corte Suprema de Justicia
de la Nación, 22/11/91), la Asociación Argentina de Swingers (Cámara Nacional Civil, Sala A, 17/3/03), y
la Asociación Lucha por la Identidad Travesti – Transexual (Cámara Nacional Civil, Sala K, 19/4/04). Este
último fallo, sin embargo, fue revocado en el año 2007 por una Corte Suprema de Justicia de la Nación
con una nueva integración, poco respetuosa de la vida y la familia.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 19

riqueza, pero no recibe en la misma proporción, dado que la coparticipación asegura


una colaboración especial, solidaria, con las provincias más pobres.

Sin embargo, es cierto también que en nuestros días muchas veces estos principios
no son reconocidos ni aplicados. A veces, los grupos infrapolíticos no tienen partici-
pación alguna en las decisiones. Pensemos que en Argentina ni siquiera disponen de
un canal de participación como ocurre en otros países, que cuentan con Consejos
Económico-Sociales de carácter consultivo. No está difundida la participación de las
familias en las escuelas públicas como en otros estados, en los que los consejos esco-
lares pueden incluso resolver el reemplazo del director de una escuela. Esta falta de
un canal de participación los lleva a tener que realizar presiones de manera irregular y
desinstitucionalizada.

Otras veces, los grupos mayores pretenden reemplazar o asfixiar a los grupos in-
feriores. Se reclama a la escuela que enseñe cosas que los niños deberían haber
aprendido en la familia. Los municipios son reducidos a oficinas administrativas porque
sus fines comunes se asignan como funciones a los estados provinciales y nacionales.
Los organismos internacionales invaden los asuntos internos de los estados negándo-
les toda capacidad de ser gestoras de sus fines comunes.

¿Cuál es la consecuencia de este fenómeno?

ƒ La sociedad pierde vitalidad, debilita sus vínculos y su potencialidad para al-


canzar fines comunes se masifica, se arriesga a la manipulación.

ƒ Las decisiones se alejan de los principales interesados, y se presta a la in-


eficacia y la corrupción.

ƒ La gente se mantiene ajena a las cosas comunes, no se compromete, siente


que se aprovechan de ella y se favorece la cultura de la desconfianza y el
egoísmo social.

En gran medida, la realidad que vivimos de personas poco comprometidas en los


asuntos sociales, que aceptan pasivamente la decisión que les imponen desde arriba,
es consecuencia de una sociedad en la que cada vez se ha ido expropiando a los gru-
pos sociales la competencia para buscar sus propios bienes. Volveremos sobre la
cuestión cuando hablemos del tema de la participación.

Por otro lado, paradójicamente, al mismo tiempo que se desconoce la subsidiarie-


dad asistimos a fenómenos de desintegración, a una grave falta de conciencia en
todo bien y proyecto común. Las personas y los grupos inferiores se comportan mu-
chas veces como si no integraran grupos mayores, actúan de manera aislada, cerrada
en sí misma. Tienen poca conciencia de solidaridad.

Unidad y pluralidad
Lo que hemos visto en el punto anterior sobre la subsidiariedad y la solidaridad nos
permite reconocer que en la sociedad existe una doble y simultánea exigencia de
unidad y de pluralidad.

Debe haber unidad porque los miembros del grupo buscan un fin común, y su
consecución exige un trabajo coordinado, cierta coincidencia en cuanto al fin y en
cuanto a los medios que van a utilizarse para gestarlo. En un equipo de fútbol debe
haber unidad en cuanto al objetivo -meter el gol en el arco contrario-, y en cuanto a la
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 20

estrategia de juego y la posición y función que cada uno va a cumplir. En orden a ase-
gurar esta unidad es especialmente relevante el papel del gobierno, lugar que en el
equipo de fútbol desempeña el director técnico fuera de la chancha, y el capitán del
equipo o el líder natural dentro de ella.

Pero no todas las personas ni todos los grupos son totalmente iguales. Justamente,
se complementan a partir del aporte específico que hace cada uno. El grupo se em-
pobrecería muchísimo si se impide a cada uno de sus integrantes entregar sus cuali-
dades personales al servicio del conjunto. Por eso la unidad no debe ser uniformidad o
igualación absoluta. Más allá de una unidad fundamental en cuanto al fin y a ciertos
criterios comunes para alcanzarlo, la pluralidad en cuanto a las diversas maneras de
contribuir a ese fin es indispensable. Si el director técnico pretendiera que un defensor
juegue exactamente igual que un delantero, lo que conseguirá es desaprovechar las
condiciones de cada jugador y perjudicar al equipo.

Unidad y pluralidad deben guardar un equilibrio no siempre fácil de alcanzar. Tan


negativo sería que el director técnico quisiera que todos los jugadores jueguen exac-
tamente igual, sin ningún lugar a sus capacidades propias y sus decisiones, como que
los jugadores resolvieran hacer cada uno “la suya”. En ambos cosas se perjudicaría el
objetivo común de ganar el partido. Sin embargo, las circunstancias históricas hacen
que a veces resulte necesario acentuar la unidad o la pluralidad en el grupo.

Las sociedades contemporáneas suelen sufrir déficit en ambos sentidos. Care-


cen de unidad y muchas veces sus integrantes no se sienten parte de un proyecto
común. Se comportan de manera individualista, buscando desplegar un proyecto
propio desconectado del comunitario. En lugar de colaborar, luchan o compiten entre
sí, o en el mejor de los casos se muestran indiferentes ante la suerte común.

Así, por ejemplo, resulta difícil que empresarios y empleados comprendan que no
son clases antagónicas que deben aprovecharse unos de otros, que el éxito de uno no
excluye sino que presupone el mejoramiento del otro.

Simultáneamente, tampoco se asegura el respeto por la pluralidad. Los medios de


comunicación son masivos, la producción es en masa, la economía y la población es-
tán concentradas y las decisiones centralizadas. Las costumbres y las culturas tienden
a hacerse uniformes, a adoptar pautas de comportamiento impuestas desde los cen-
tros de poder internacional, quedando poco espacio para la pluralidad. El pensamiento
único da poco lugar al sentido crítico personal.

La familia: su dimensión natural y sus enemigos


El hombre nace en una sociedad: la familia. La necesidad que la persona tiene de
la familia es diferente de la necesidad que puede tener de otros grupos sociales. La
familia es indispensable para un desarrollo mínimamente humano.

Por eso, teniendo en cuenta la clasificación de los grupos que hicimos más arriba,
podemos decir que la familia es una sociedad natural y necesaria. No podría dejar
de existir sin que su desaparición signifique un necesario empobrecimiento humano.

¿Cuáles son los fines que busca la familia y los bienes que satisface?

Son muchos. Tomando expresiones muy utilizadas podemos decir que


Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 21

la familia es comunidad de vida, primera escuela, y célula básica de la sociedad.


Por eso, se la co-
noce como “sociedad
ƒ Cuando decimos que la familia es comunidad de vida es mucho lo que doméstica”, derivada
queremos decir. Aristóteles la llamaba “comunidad de todos los días” (Política, I, de domus, que signifi-
2). La familia es fuente de contención afectiva, colaboración para la satisfacción ca hogar.
de las necesidades básicas (alimento, vestido, vivienda), ámbito para el desa-
rrollo y despliegue de relaciones de solidaridad, cooperación, amistad, incluso
del juego y el entretenimiento. Pero además, la familia es fuente de vida como
agente principal para la procreación de las personas. A través de las familias
vienen al mundo los nuevos seres humanos.

ƒ La familia es también primera escuela. Los hábitos fundamentales, la confor-


mación de la personalidad, la conciencia moral, el sentido de la vida, la iden- Las actitudes de
muchos delincuentes,
tidad personal, la importancia de respetar y compartir con el otro se despier- drogadictos, o de tan-
tan y desarrollan en la familia desde la más temprana infancia. Si no se tos jóvenes desorien-
aprenden ni despliegan adecuadamente en el momento adecuado, difícil- tados se comprenden
mente se corregirá en el futuro. La educación en la familia no sólo se reco- al menos parcialmente
si conocemos cómo
noce por la que brindan los padres a los hijos. Los hijos aprenden cosas en
fue su familia y su vida
sus relaciones recíprocas, como la necesidad de compartir o el respeto de hogar. A veces la
hacia el otro. E incluso los padres aprenden cosas muy valiosas en su rela- falta de familia, porque
ción con sus hijos, como el valor del sacrificio y del trabajo desinteresado no existe o porque aún
por el bien del otro. existiendo no se com-
porta como tal, se
mitiga con algunos
ƒ Pero la familia es también la célula básica de la sociedad. Cicerón se refería “sustitutos”, como los
a ella como “el principio de la ciudad y como un semillero de la República”. hogares de huérfanos,
La sociedad está formada, en última instancia, de familias, y sólo familias la escuela, los movi-
mientos juveniles. Pero
sólidas son capaces de generar una sociedad fuerte, capaz de alcanzar el en la mayoría de los
bien común. Pero la familia es además eslabón de la sociedad, pues con- casos no son suficien-
serva y transmite la tradición que aglutina a una nación. Atesora el pasado, tes para brindar aque-
lo resignifica, lo renueva y lo mantiene vivo para proyectar el futuro. De ese llas cosas que sólo una
familia puede dar.
modo, se transforma en vínculo de unión entre las generaciones.

Ahora bien, ¿cualquier forma de familia es igualmente capaz de contribuir al de-


sarrollo humano? Contestaremos claramente que no.

Es comprensible que, de acuerdo con las características históricas y culturales, los


pueblos desarrollen diversas formas de familia. Antes de la industrialización, predo-
minaba la familia agraria, familia “grande”. Era habitual que abuelos, padres, hijos,
nietos, con sus esposas, convivieran en la misma casa, finca o terreno, y desarrollaran
una actividad agrícola común. Los vínculos de parentesco eran muy fuertes. Luego de
la industrialización ha predominado socialmente la familia “nuclear”; integrada por
los padres y los hijos que viven bajo un mismo techo, debilitándose el vínculo con los
otros parientes. Tales formas de familia responden a las características de la época y
son capaces, en mayor o menor medida, de cumplir con sus finalidades.

Pero también podemos advertir que hay otras formas de organizar la familia que
no son aptas para la consecución de sus fines. La contención afectiva mutua y la
educación de los hijos requieren de la estabilidad de la familia. La formación sana de
la identidad personal y sexual exige la presencia de ambos progenitores, padre y
madre. El respeto por la persona exige el resguardo de la igualdad esencial y la
complementación entre el varón y la mujer.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 22

Por eso, si bien pueden existir diversas formas de familia que sin embargo, respe-
tan su necesidad natural, también pueden organizarse “familias” incapaces de realizar
plenamente sus fines, y que por ello pueden considerarse incompletas o incluso anti-
naturales.

La familia exige, para el cumplimiento de sus fines:

ƒ el matrimonio entendido como la unión estable de un varón y una mujer que


se prometen recíprocamente amor incondicional, y se atreven a hacer públi-
co y oficial ese compromiso;

ƒ la procreación generosa y responsable dentro de la familia;

ƒ el respeto, la fidelidad, y la ayuda mutua entre los esposos;

ƒ la educación de los hijos en un clima de afecto y razonable autoridad.

¿Quién puede dudar que ésta sea la manera de constitución familiar más apta pa-
ra el crecimiento y el perfeccionamiento humano integral?

Sin embargo, aparecen en la sociedad relaciones familiares que distan de este


modelo. A veces por hechos fortuitos y desgraciados, como ocurre con el fallecimiento
prematuro de uno de los progenitores. Otros, por la negligencia de los mismos
hombres en honrar, proteger y conservar el amor familiar; como ocurre cuando uno de
ellos, o los dos, se desentienden de su compromiso matrimonial y rompen la unidad de
la familia. Dan lugar así a hogares monoparentales, concubinarias, ensambladas (por
la unión entre esposos divorciados con sus respectivos hijos), infecundas,
homosexuales, etc. Algunos tan antina-
turales que ni siquiera
deberían ser llamados
Entonces, podemos identificar ciertos enemigos de la familia. Ello no significa, por “familia”.
supuesto, que todos los que los difunden o asumen sean conscientes del daño social
que producen, ni que obren por malicia. No faltan quienes instauran o promueven
hogares incompletos o antinaturales por ignorancia, por debilidad, por interés, o a ve-
ces por circunstancias fortuitas y desgraciadas. Pero claro, esto no elimina el hecho de
que se trata, justamente, de formas de familia incapaces de la realización humana
integral y que por ello no deben ser buscadas intencionalmente, ni promovidas ni pro-
tegidas por la sociedad.

¿Cuáles son los enemigos de la familia?

ƒ El divorcio vincular, en virtud del cual los esposos pueden desentenderse


totalmente de su compromiso matrimonial, base de la unidad familiar. La
existencia legal del divorcio vincular, además de producir severos daños y
frustraciones en los hijos y en los esposos, desvaloriza el matrimonio y favo-
rece el fracaso matrimonial, pues las personas o ya no se sienten atraídas
por el matrimonio, o contraen matrimonio con mayor irresponsabilidad y lue-
go de casados se esfuerzan menos por conservarlo.

ƒ El concubinato o “unión de hecho”, por el cual la pareja rechaza compro-


meterse públicamente al amor estable e incondicional para formar una fami-
lia.

ƒ La convivencia prematrimonial, que desalienta y desvaloriza el compromiso


matrimonial. De hecho, la estadística muestra que los matrimonios de quie-
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 23

nes han convivido tienen tres veces más probabilidades de fracasar que los
que no han tenido convivencia pre-matrimonial 6. ¿Por qué? Porque para es-
tos últimos el matrimonio es algo importante, especial, para el que cada uno
debe prepararse bien y por el que vale la pena hacer sacrificios para con-
servarlo firme.

ƒ La sexualidad extra-matrimonial. La sexualidad está íntimamente ligada a la


procreación y al encuentro profundo entre los sexos. Y el lugar más apto pa-
ra desplegar la sexualidad realizando esta compenetración profunda y la
procreación, de manera sana, sin temor a embarazos irresponsables, a en-
fermedades de transmisión sexual, a frustraciones e instrumentalizaciones
del ser humano es el compromiso de amor recíproco que se llama matrimo-
nio. El despliegue extra matrimonial de la sexualidad favorece la desvalori-
zación del matrimonio, los embarazos irresponsables, los hogares monopa-
rentales, el contagio de enfermedades, la utilización del otro como un objeto
de placer. La sexualidad se vulgariza o banaliza, dejando de ser esa facul-
tad grandiosa que vale la pena descubrir con el hombre o la mujer que se ha
elegido para compartir la vida entera.

ƒ La procreación irresponsable, por la que las familias tienen hijos de manera


imprudente, o dejan de tenerlos por falta de generosidad. De hecho, las es-
tadísticas muestran que los matrimonios que no han tenido hijos durante los
primeros dos años de casados tienen el doble de probabilidades de terminar
en divorcio que los que sí los han tenido.

ƒ Los desórdenes sexuales. La sexualidad es una potencia humana grandiosa


y poderosa; pero, por eso mismo, necesitada de un control por parte del ser
humano. Cuando se desborda, es capaz de debilitarlo y erosionar la familia.
Es la falta de dominio sobre la facultad sexual lo que ha llevado a muchos
adulterios, divorcios, desviaciones sexuales, hogares monoparentales, filia-
ción extramatrimonial, con sus consecuencias en la pareja y en los hijos.

ƒ El adulterio, o peor aún, la dispensa de la fidelidad matrimonial, por la que


los esposos aceptan recíprocamente la infidelidad o incluso intercambiarse
parejas con otros matrimonios (“swingers”).

ƒ El aborto, que lesiona profundamente el amor maternal y paternal. Los pa-


dres, de guardianes de la vida se transforman en homicidas. Ello deja hue-
llas profundas en ellos y en el resto de los miembros de la familia.

ƒ Las uniones homosexuales, incapaces de realizar la complementación entre


los sexos, la procreación, y la conformación de una identidad sexual sana en
los niños.

6
“La agencia de noticias AP ha hecho públicos los resultados de un estudio realizado por la Universidad
de Rutgers en Estados Unidos, según los cuales, las parejas que viven juntas antes del matrimonio tienen
un porcentaje más alto de divorcios” (cable de la Agencia Zenit, 7/2/99). “Según los analistas, las corrien-
tes sociológicas modernas presentan a la convivencia, como una "opción de preparación eficaz" al matri-
monio y argumentan que, a diferencia del noviazgo tradicional, "permite un conocimiento mutuo más pro-
fundo" y, por lo tanto, más firmeza y decisión para los que finalmente deciden contraer matrimonio. Sin
embargo, lo resultados desmienten estas hipótesis, confirmando matemáticamente que las "uniones de
hecho" caen en el fracaso con más frecuencia que los matrimonios sin prueba previa y que aquéllos que
deciden casarse luego del concubinato, son más propensos a divorciarse que los que no convivieron
antes, por su renuente actitud al compromiso” (Noticia de la Agencia ACI, 25/9/99).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 24

ƒ La falta de autoridad, fenómeno moderno en el que la familia no reconoce


una clara conducción, o para peor, quienes la conducen parecen ser los ni-
ños y no los padres.

En los países en los que estos fenómenos han crecido, el matrimonio se ha desva-
lorizado. Por eso, la gente se casa menos, los que se casan se divorcian más, se tie-
nen menos hijos o se los tiene fuera del matrimonio, y en última instancia la familia y la
felicidad humana se resienten. En última instancia, su proliferación demuestra una
falta muy grande de amor en las sociedades occidentales contemporáneas. La Ar-
gentina no ha sido ajena a este proceso, sobre todo desde la promulgación de la ley
de divorcio en 1987.
Aunque los concu-
Es verdad que a veces ciertas formas imperfectas o antinaturales de familia produ- binatos, las uniones
cen algunos beneficios o consiguen determinados bienes humanos. Pero son incapa- homosexuales, los
ces de obtenerlos de manera plena e integral. Ello lleva a la lógica conclusión de que intercambios de pare-
jas o la procreación
si no siempre es posible evitar o eliminar estos fenómenos, siempre es necesario que irresponsable se reali-
la comunidad los desaliente, en particular los más graves, y que nunca los pro- cen de hecho y puedan
mueva, los favorezca o los proteja. ser tolerados, constitu-
ye un error social
grave que la autoridad
Los grupos sociales infrapolíticos las proteja o conciba
como un derecho.
La familia no es el único grupo social. Como ya hemos indicado, la natural sociali-
dad del hombre lo lleva a unirse en muchos grupos sociales en busca de diversos bie-
nes comunes. Vamos a repetir aquí algo de lo dicho con ocasión de su clasificación.

Algunos grupos son capaces de alcanzar los diversos bienes comunes que busca el
ser humano de manera razonablemente suficiente, completa e integral. Por eso se
dice que tales grupos sociales son “perfectos” o “autárquicos”, y el bien común que
buscan se designa como bien común político. La familia, el gremio, la escuela, el ba-
rrio, por ejemplo, buscan fines comunes importantes pero incompletos. Ninguno es
suficiente para satisfacer las complejas y variadas necesidades humanas.

Existen sólo dos sociedades perfectas o autárquicas, que poseen los medios
necesarios para alcanzar la plenificación humana integral:

ƒ En el orden temporal: el estado o la sociedad política.

ƒ En el orden sobrenatural: la Iglesia.

El resto de los grupos sociales son conocidos como “infra-políticos”, porque bus-
can algunos aspectos parciales del bien humano integral, y muchas veces carecen
incluso de algunos de los medios necesarios para alcanzarlos.

Algunos grupos sociales tienen base territorial. Sus miembros buscan fines comu-
nes viviendo en determinado marco territorial. Los más básicos o inferiores son la fa-
milia, el barrio, el municipio, la provincia, la región.

Otros grupos sociales no son territoriales, agrupan a personas que viven en luga-
res diversos. Algunas tienen finalidades -bienes comunes- principalmente económi-
cos, como la empresa o el sindicato, otros educativos -la escuela, la universidad, la
biblioteca pública-, otros sociales -el club-, culturales -la asociación folklórica, la co-
lectividad extranjera, la fundación artística-, etc.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 25

La presencia activa de estos grupos infrapolíticos es lo que da vida a la sociedad,


facilita el control del poder y la búsqueda de soluciones reales a los problemas de la
gente, evita la masificación y asegura la iniciativa, la responsabilidad, el sentido de
pertenencia y el compromiso de todos en el fin común.

Consiguientemente, los grupos mayores y la comunidad política deberían alentar,


proteger y reconocer a estos grupos y darles intervención en los asuntos públicos.
Deberían estar representados en órganos con funciones de información, consulta y
participación en el gobierno de los estados. En los hechos, sin embargo, la obsesión
por el poder suele llevar a que la clase política más bien los vea como competidores y
tienda a no reconocerles el lugar que les corresponde.

La destrucción de los grupos intermedios ha sido llevada adelante por los regí-
menes liberales y por los totalitarios:
Ninguno de los dos
entendieron que los
ƒ Los regímenes liberales entendieron que los grupos eran enemigos de la li- grupos intermedios son
bertad porque implicaban limitaciones al ser humano. La revolución francesa fruto de la naturaleza
fue la responsable de la destrucción de los numerosos grupos intermedios - social del ser humano
corporaciones, gremios, asociaciones- que se habían gestado desde la edad y deben ser protegidos
media. Las leyes francesas de Le Chapelier del 14/17 de agosto de 1791 es- por el estado, no des-
truidos ni dominados
tablecieron que “los ciudadanos de un mismo estado social o profesión, los por éste
obreros y compañeros de un arte cualquiera, no podrán cuando se reúnan,
designar presidente, secretario o síndico, llevar registros, tomar resoluciones
y sancionar reglamentaciones acerca de sus pretendidos intereses comu-
nes”.

ƒ Los regímenes totalitarios pretendieron controlarlos totalmente desde el


estado, como en el corporativismo fascista italiano.

El problema del pluralismo


A la luz de lo que hemos expresado, se comprenderá claramente con qué alcances
el pluralismo es legítimo.

Es bueno y deseable que en la sociedad sus componentes, individuos y grupos


desplieguen sus propias características especiales y diferentes, contribuyendo al
bien común de acuerdo con las propias capacidades e iniciativa, coordinados y orga-
nizados por la autoridad. Cada persona es, en parte, diferente de las otras, y los gru-
pos que forma también lo son. Y estas diferencias le dan riqueza al tejido social, y no
puede ser suprimida sin causar graves perjuicios, destruyendo la iniciativa a través de
la nivelación absoluta. Cada individuo y cada grupo se verá imposibilitado de poner
sus capacidades en beneficio del conjunto.
Recordemos aquí
Pero cuando la pluralidad no se refiere a diversas maneras de buscar, coordinada- lo que hemos dicho al
mente, el mismo bien común, sino a graves diferencias sobre los contenidos mis- referirnos a la unidad y
mos del fin común, se torna socialmente perjudicial. la pluralidad.

Por ejemplo, es bueno que en un equipo de fútbol algunos prefieran un juego basa-
do en la fuerza y otros en la velocidad, unos en la gambeta y otros en el juego aéreo.
Pero todos coordinados para alcanzar el gol. Es malo si en el equipo algunos evitan
deliberadamente meter los goles... De la misma manera, es bueno que existan empre-
sas diversas con sus propios estilos de conducción y características, siempre que to-
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 26

das comprendan que trabajan para el bien común. Si algunas, en cambio, están dis-
puestas a sobreponer su interés económico al bienestar general, tal pluralismo es ma-
lo.

Otro ejemplo: Es bueno que cada docente tenga su estilo de enseñanza, y los
alumnos puedan alternar unos y otros. Pero es negativa la pluralidad por la cual algu-
nos docentes enseñan y otros no, o algunos enseñan errores graves. Porque la finali-
dad común de la escuela es el proceso enseñanza-aprendizaje.

Un último ejemplo: De la misma manera, es bueno que cada familia tenga sus tradi-
ciones y sus costumbres propias, que pueden cambiar según las regiones del país;
pero es malo si tales costumbres o tradiciones olvidan el fin común que deben buscar,
como el caso de los diversos enemigos de la familia que hemos mencionado.

Por eso es necesario tener sentido crítico cuando se alega que algo es malo por-
que no es pluralista. Habría que determinar si la pluralidad que se evita es una plurali-
dad buena o mala. Y el criterio principal para distinguirla es el del bien común, el
bien que el hombre debe buscar junto con sus semejantes.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 27

Poniendo de manifiesto algunos errores co-


munes...
A la luz de lo estudiado aquí, podemos advertir fácilmente el error de las posiciones
que:

ƒ Alientan la intromisión del estado, o de las comunidades mayores en áreas


que competen o que pueden desempeñar adecuadamente los grupos infe-
riores.

ƒ Pretenden que no sólo se permitan sino que se brinde protección legal a


uniones sexuales incapaces de formar familias tal como el hombre y la
sociedad las necesitan.

ƒ Sostienen que cada persona es libre y puede elegir lo que quiera mientras
no lesione a otros. ¿Cómo vamos a alcanzar el bien común si cada uno eli-
ge como quiere?

ƒ Ponen en primer lugar el interés particular propio frente al bien común de


todos.

ƒ Reducen a la persona a parte de la estructura social, sin ningún valor o digni-


dad por sí mismo y sacrificable si es el interés de la mayoría.

ƒ Desean explicar la sociedad y sus fundamentos, sólo por el consentimiento


y la voluntad de sus miembros; como si tal consentimiento o voluntad legi-
timarían cualquier organización.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 28

Síntesis
ƒ El hombre está enriquecido con facultades muy nobles que debe plenificar
con la consecución de bienes como el conocimiento, los hábitos rectos, la
experiencia estética, la conservación de la vida, la religión y el juego.

ƒ El hombre sólo puede alcanzar plenamente los bienes capaces de enrique-


cerlo si los busca en común con sus semejantes.

ƒ Para la obtención de sus bienes más plenos, se une en grupos sociales.

ƒ No debe confundirse el grupo social con un mero agregado social o una ma-
sa.

ƒ El hombre es naturalmente social, en el sentido de que está naturalmente in-


clinado y moralmente obligado, para obtener su plenitud, a unirse en grupos
sociales con sus semejantes buscando los bienes en común con los otros.

ƒ Las teorías del “contrato social” intentan explicar el origen, la estructura, y la


legitimidad de los grupos sociales por la sola voluntad de sus miembros.
Resultan ficticias, peligrosas e insuficientes.

ƒ El grupo social está formado por un conjunto de personas conduciéndose


(causa material) de manera organizada (causa formal) hacia un fin común
(causa final) impulsadas por la inclinación social y conducidas por un go-
bierno (causa eficiente).

ƒ La persona es parte de la sociedad, pero no se subordina a ella totalmente si-


no en cuanto lo exige legítimamente el fin común. La sociedad es un acci-
dente de la persona, y no a la inversa.

ƒ El bien común es aquel capaz de plenificar a muchos como su fin. En tal ca-
rácter, es superior al bien particular, pero no se opone al verdadero bien par-
ticular.

ƒ El orden social exige el respeto del principio de subsidiariedad y de solidari-


dad. El principio de subsidiariedad requiere que los grupos mayores no su-
planten ni absorban la actividad de los grupos inferiores en la búsqueda de
sus fines, sino que colaboren con ellos. El principio de solidaridad demanda
que los grupos inferiores persigan sus fines propios integrados y respetando
también el fin del grupo mayor que integran.

ƒ En la realidad actual, se presentan numerosos atentados contra el principio


de subsidiariedad por la invasión de los grupos mayores que tienden a ab-
sorber a los inferiores; y contra el principio de solidaridad en virtud de la ten-
dencia al individualismo social.

ƒ Un orden social sano requiere al mismo tiempo de la presencia de cierta uni-


dad de todos hacia el mismo fin, y cierta pluralidad en las maneras legítimas
y ordenadas de buscarlo.

ƒ La familia tiene una dimensión natural y una dimensión cultural. Cada cultura
desarrolla una forma de familia, pero no todas ellas son aptas para alcanzar
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 29

sus fines específicos. Debido a su incapacidad para llevar a sus miembros a


la plenitud, las uniones incompletas o antinaturales no debieran ser alenta-
das ni buscadas voluntariamente.

ƒ Además de la familia, las sociedades complejas están integradas por nume-


rosos grupos sociales, de carácter territorial, socioeconómico, o cultural, que
deben ser respetados y promovidos.

ƒ Existe un pluralismo legítimo, cuando manifiesta las diversas maneras en


que puede buscarse y manifestarse el mismo bien común. Y también un
pluralismo negativo, cuando refleja diferencias profundas en relación con
el mismo fin común que debe buscarse.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 30

Textos de apoyo
Toda ciudad se ofrece a nuestros ojos como una comunidad, y toda comunidad se
constituye a su vez en vista de algún bien (ya que todos hacen cuanto hacen en vista
de lo que estiman ser un bien)... La mejor manera de ver las cosas en esta materia al
igual que en otras es verlas en su desarrollo natural y desde su principio. En primer
lugar, pues, la necesidad ha hecho aparearse a quienes no puede existir el uno sin el
otro, como son el varón y la mujer en orden a la generación... De estas asociaciones
surgieron los primeros hogares, por lo cual Hesíodo estuvo en lo justo al describir: ‘lo
primero de todo es la casa y la mujer y el buey labrador’... La familia es así la comuni-
dad establecida por la naturaleza para la convivencia de todos los días... La primera
comunidad a su vez, que resulta de muchas familias, y cuyo fin es servir a la satisfac-
ción de necesidades que no son meramente las de cada día, es el municipio. Con mu-
cha razón se podría llamar al municipio, si se atiende a su naturaleza, una colonia de
la familia, constituido como está –a dicho de algunos-, por quienes han mamado la
misma leche, por sus hijos y por los hijos de sus hijos. La asociación última de muchos
municipios es la ciudad. Es la comunidad que ha llegado al extremo de bastarse en
todo virtualmente a sí misma, y que si ha nacido de la necesidad de vivir, subsistir por-
que puede proveer a una vida plena. De ahí que la ciudad exista por naturaleza, no de
otro modo que las primeras comunidades, puesto que es ella el fin de las demás... De
lo anterior resulta manifiesto que la ciudad es una de las cosas que existen por natura-
leza, y que el hombre es por naturaleza un animal social, y resulta también que quien
por naturaleza y no por causa de fortuna carece de sociedad, está por debajo o por
encima de lo que es el hombre. Es como aquél a quien Homero reprocha ser sin clan,
sin ley, sin hogar (Aristóteles, La política, Cap. I.)

Todo hombre tiene naturalmente impresa la luz de la razón, por la cual dirige sus
actos al fin. Y si al hombre conviniese vivir solo, como a otros muchos animales, no
necesitaría de nadie para dirigirse a su fin; cada uno sería rey de sí mismo bajo el
mandato supremo de Dios, en cuanto que se dirigiría en sus actos por la luz de la ra-
zón dada por Dios. Pero es natural al hombre ser animal social y político, que vive en
sociedad mucho más que todos los demás animales, como lo exigen sus necesidades
naturales. En efecto, a los demás animales la naturaleza los proveyó de alimento, los
vistió de pelos y los dotó de defensas, como los dientes, los cuernos y las uñas, o, al
menos, les dio velocidad para la huida. El hombre, por el contrario, viene de la natura-
leza desprovisto de todo eso. Pero en lugar de ello le ha sido dada la razón, mediante
la cual y valiéndose de las manos puede proporcionarse todas esas cosas; si bien pa-
ra ello no se basta uno solo, porque así no podría llevar una vida con suficiencia de
medios. Es, por tanto, natural al hombre vivir en sociedad con muchos... El hombre no
tiene conocimiento natural de las cosas que son necesarias para su vida más que en
común... Es necesario que el hombre viva en sociedad para que uno sea ayudado por
otro, y sean diversos los que se ocupen de las diversas invenciones; por ejemplo, uno
de la medicina, otro se ocupe de esto, y otro de aquello. Esto mismo se echa de ver
claramente por el fenómeno de la palabra, que es propia del hombre, por medio de la
cual cada hombre puede comunicar totalmente su pensamiento a los demás (Tomás
de Aquino, Del Régimen de los Príncipes, nros. 4 y 5)

La natural sociabilidad del hombre hace descubrir también que el origen de la so-
ciedad no se halla en un « contrato » o « pacto » convencional, sino en la misma natu-
raleza humana. De ella deriva la posibilidad de realizar libremente diversos pactos de
asociación. No puede olvidarse que las ideologías del contrato social se sustentan
sobre una antropología falsa; consecuentemente, sus resultados no pueden ser —de
hecho no lo han sido— ventajosos para la sociedad y las personas. El Magisterio ha
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07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 31

tachado tales opiniones como abiertamente absurdas y sumamente funestas (Cf. León
XIII, Carta encíclica Libertas praestantissimum: Acta Leonis XIII, 8 (1889): 226-227 en
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nota
297).

La persona humana necesita la vida social. Esta no constituye para ella algo sobre-
añadido sino una exigencia de su naturaleza. Por el intercambio con otros, la recipro-
cidad de servicios y el diálogo con sus hermanos, el hombre desarrolla sus capacida-
des; así responde a su vocación (cf GS 25,1). Una sociedad es un conjunto de perso-
nas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de
ellas. Asamblea a la vez visible y espiritual, una sociedad perdura en el tiempo: recoge
el pasado y prepara el porvenir. Mediante ella, cada hombre es constituido "heredero",
recibe "talentos" que enriquecen su identidad y a los que debe hacer fructificar (cf. Lc.
19,13.15). En verdad, se debe afirmar que cada uno tiene deberes para con las comu-
nidades de que forma parte y está obligado a respetar a las autoridades encargadas
del bien común de las mismas. Cada comunidad se define por su fin y obedece en
consecuencia a reglas específicas pero "el principio, el sujeto y el fin de todas las insti-
tuciones sociales es y debe ser la persona humana" (GS 25,1). Ciertas sociedades,
como la familia y la ciudad, corresponden más inmediatamente a la naturaleza del
hombre. Le son necesarias. Con el fin de favorecer la participación del mayor número
de personas en la vida social, es preciso impulsar alentar la creación de asociaciones
e instituciones de libre iniciativa "para fines económicos, sociales, culturales, recreati-
vos, deportivos, profesionales y políticos, tanto dentro de cada una de las naciones
como en el plano mundial" (MM 60). Esta "socialización" expresa igualmente la ten-
dencia natural que impulsa a los seres humanos a asociarse con el fin de alcanzar
objetivos que exceden las capacidades individuales. Desarrolla las cualidades de la
persona, en particular, su sentido de iniciativa y de responsabilidad. Ayuda a garanti-
zar sus derechos (cf GS 25,2; CA 12). La socialización presenta también peligros. Una
intervención demasiado fuerte del Estado puede amenazar la libertad y la iniciativa
personales. La doctrina de la Iglesia ha elaborado el principio llamado de subsidiari-
dad. Según éste, "una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida
interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que
más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con
la de los demás componentes sociales, con miras al bien común" (CA 48; Pío XI, enc.
"Quadragesimo anno" en CATIC 1879 a 1883).

De la concepción cristiana de la persona se sigue necesariamente una justa visión


de la sociedad. Según la Rerum novarum y la Doctrina Social de la Iglesia, la sociali-
dad del hombre no se agota en el Estado, sino que se realiza en diversos grupos in-
termedios, comenzando por la familia y siguiendo por los grupos económicos, sociales,
políticos y culturales, los cuales, como provienen de la misma naturaleza humana,
tienen su propia autonomía, sin salirse del ámbito del bien común (Juan Pablo II, Encí-
clica Centesimus Annus, nro. 13)

La familia está fundada sobre el matrimonio, esa unión íntima de vida, complemento
entre un hombre y una mujer, que está constituida por el vínculo indisoluble del matri-
monio, libremente contraído, públicamente afirmado, y que está abierta a la transmi-
sión de la vida. El matrimonio es la institución natural a la que está exclusivamente
confiada la misión de transmitir la vida. La familia, sociedad natural, existe antes que el
Estado o cualquier otra comunidad, y posee unos derechos propios que son inaliena-
bles. La familia constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una co-
munidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los
valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarro-
llo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad. La familia es el lugar donde
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 32

se encuentran diferentes generaciones y donde se ayudan mutuamente a crecer en


sabiduría humana y a armonizar los derechos individuales con las demás exigencias
de la vida social. La familia y la sociedad, vinculadas mutuamente por lazos vitales y
orgánicos, tienen una función complementaria en la defensa y promoción del bien de
la humanidad y de cada persona. La experiencia de diferentes culturas a través de la
historia ha mostrado la necesidad que tiene la sociedad de reconocer y defender la
institución de la familia. La sociedad, y de modo particular el Estado y las Organizacio-
nes Internacionales, deben proteger la familia con medidas de carácter político, eco-
nómico, social y jurídico, que contribuyan a consolidar la unidad y la estabilidad de la
familia para que pueda cumplir su función específica. Los derechos, las necesidades
fundamentales, el bienestar y los valores de la familia, por más que se han ido salva-
guardando progresivamente en muchos casos, con frecuencia son ignorados y no ra-
ras veces minados por leyes, instituciones y programas socio-económicos (Pontificio
Consejo para la Familia, Carta de los Derechos de la Familia, “Preámbulo”)

Cuando la Iglesia expone la verdad sobre el matrimonio y la familia, no lo hace sólo


basándose en los datos de la Revelación, sino también teniendo en cuenta los postu-
lados del derecho natural, que representan el fundamento del verdadero bien de la
sociedad misma y de sus miembros. En efecto, es muy importante para los niños na-
cer y ser educados en un hogar formado por padres unidos en una alianza fiel. Se
pueden imaginar otras formas de relación y de convivencia entre los sexos, pero nin-
guna de ellas constituye, a pesar del parecer contrario de algunos, una auténtica alter-
nativa jurídica al matrimonio, sino más bien una debilitación del mismo. En las así lla-
madas "uniones de hecho" se da una carencia, más o menos grave, de compromiso
recíproco, un paradójico deseo de mantener intacta la autonomía de la propia voluntad
dentro de un vínculo que, a pesar de todo, debería ser relacional. Lo que falta en las
convivencias no matrimoniales es, en definitiva, la apertura confiada a un futuro para
vivir juntos, que corresponde al amor activar y fundar, y que es tarea específica del
derecho garantizar. En otras palabras, falta precisamente el derecho, no en su dimen-
sión extrínseca de mero conjunto de normas, sino en su dimensión antropológica, la
más auténtica, de garantía de la coexistencia humana y de su dignidad (“Palabras del
Santo Padre a los participantes de la XIX Asamblea del Consejo Pontificio para la Fa-
milia”, 1999).

La crisis de la familia se convierte a su vez en causa de la crisis de la sociedad. No


pocos fenómenos patológicos -desde la soledad a la violencia, a la droga- se explican
porque los núcleos familiares han perdido su identidad y su función (Juan Pablo II,
Audiencia General, 2/12/1999).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 33

Bibliografía específica para esta Unidad


Además de la bibliografía general indicada al comienzo, puede consultarse:
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Aires: Gladius.
Hernández, Héctor (1998). Valor y derecho. Buenos Aires: Abele-
do Perrot.
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Juan Pablo II (1981). Carta Encíclica Familiaris Consortio, del 22
de noviembre de 1981.
Leclercq, Jaques (1979). La familia según el derecho natural. Bar-
celona: Herder.
León XIII (1880). Carta Encíclica Arcanum Divinae Sapientiae, 10
de febrero de 1880.
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la persona humana. Buenos Aires: Epheta.
Montejano, Bernardino (1986). Familia y Nación Histórica. Buenos
Aires: Cruzamante.
Pio XI (1931). Carta Encíclica Quadragesimo Anno, 15 de mayo
de 1931.
Pontificio Consejo para la Familia (1983). Carta de los derechos
de la familia, 22/10/1983.
Pontificio Consejo para la Familia (2000). Familia, matrimonio y
uniones de hecho, 26 /6/2000.
Scala, Jorge (Dir.) (1999). Doce años de divorcio en la Argentina.
Buenos Aires: EDUCA.
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Fuentes bibliográficas citadas


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Catecismo de la Iglesia Católica (CATIC).
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Juan Pablo II (1991). Encíclica Centesimus Annus, 1° de mayo
de 1991.
Juan Pablo II (1999). “Palabras del Santo Padre a los participan-
tes de la XIX Asamblea del Consejo Pontificio para la Familia” en
L'Osservatore Romano, 1999. Ediciones en castellano.
Kissinger, Henry (1974). “Memorandum de estudio de seguridad
nacional 200”, 24 de abril de 1974 en Implicancias del Crecimien-
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 34

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tereses de Ultramar.
Pontificio Consejo Justicia y Paz (2005). Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Pontificio Consejo para la Familia (1983). “Preámbulo” en Carta
de los Derechos de la Familia, 22 de octubre de 1983.
Sacheri, Carlos (1987). El Orden Natural. Buenos Aires: Cruza-
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Tomás de Aquino, Del Régimen de los Príncipes.
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y del principio de subsidiariedad”, en revista Verbo Speiro, Ma-
drid, 1997, nros. 359-360.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – El hombre y la sociedad 35

Equipo editorial

Corrección de estilo: Mg. María Clara Lucifora y Lic. María Verónica Riedel

Mediatización: Mg. María Clara Lucifora

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