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SABERES

TRANSATLÁNTICOS

Barcelona y Buenos Aires: conexiones


confluencias, comparaciones
(1850-1940)

Álvaro Girón, Oliver Hochadel


y Gustavo Vallejo (eds.)

Ediciones Doce Calles


Este libro de se enmarca dentro de los proyectos «Ciencia
y ciudad. Historia natural, biología y biopolítica en la urbe
dividida. Barcelona frente a Buenos Aires (1868-1936)»
(HAR2013-48065-C2-1P), financiado por el Ministerio
de Economía y Competitividad (España), y «De la cultu-
ra letrada a la cultura política: intelectuales, científicos y
voluntad de poder en tiempos de crisis» (PIP-CONICET
112-201501-00463CO), financiado por el CONICET
(Argentina)

Con la colaboración de:

Imágenes de cubierta:
Alfred Guesdon. Vista general de Barcelona, 1855
Pío Collivadino. El Riachuelo, 1916

© De cada texto su autor.


© De la presente edición: Ediciones Doce Calles, S.L. Apdo. de Correos, 270
28300 Aranjuez (Madrid)
www.docecalles.com

ISBN: 978-84-9744-225-1
Depósito legal: M-32387-2017

Printed in Spain
Sumario

Prólogo.................................................................................................................. 9

Introducción: Circulación de conocimiento, espacios urbanos e historia


global. Reflexiones historiográficas sobre las conexiones entre Barcelona
y Buenos Aires............................................................................................... 15
Oliver Hochadel

Cataluña en el Río de la Plata


El catalán Casimiro Prieto y el Almanaque Sudamericano en el Buenos Aires
finisecular....................................................................................................... 41
Hugo E. Biagini y Mariana Brito Olvera
El fusilamiento de Francisco Ferrer: sus repercusiones en la prensa de Buenos
Aires............................................................................................................... 63
Margarita Pierini
Los catalanes de Buenos Aires: difusión cultural, republicanismo y militancia
nacionalista (1920-1930)............................................................................... 83
Saúl Luis Casas

II

Historias cruzadas
Barcelona en la cultura científica argentina del cambio del siglo xix al xx.
De Sarmiento a Fors...................................................................................... 104
Gustavo Vallejo
Una biografía científica atravesando tres ciudades: Víctor Grau-Bassas en
Barcelona, Las Palmas y La Plata................................................................. 133
María José Betancor Gómez
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión
libertaria del conocimiento científico hacia 1900......................................... 159
Álvaro Girón
III
El cuerpo en la ciudad
En la Facultad y en la Feria: hacia una geografía urbana de los museos
anatómicos en Barcelona............................................................................... 189
José Pardo-Tomás y Alfons Zarzoso Orellana
En los comienzos de la medicalización de la ciudad moderna. Buenos Aires
1870-1930...................................................................................................... 215
Diego Armus
Prostitución y maternidad: el «hijo de puta» en dispositivos sanitarios
antivenéreos de Buenos Aires y Barcelona................................................... 237
Marisa Adriana Miranda
Lista de ilustraciones............................................................................................. 261
Índice onomástico................................................................................................. 263
Los autores............................................................................................................ 271
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires
y la gestión libertaria del conocimiento científico hacia 19001

Álvaro Girón
(IMF-CSIC)

La relación entre ciencia y ciudad ha recibido gran atención historiográ-


fica en los últimos años, fundamentalmente en la época comprendida entre
finales del xix y principios del xix. Muchos de los estudios han tenido como
foco principal grandes metrópolis como París y Londres (Levin; Forgan;
Hessler; Kargon; Morris, 2010). Sin embargo, se ha desarrollad bastante me-
nos investigación sobre las llamadas second cities, es decir, aquellas ciudades
englobadas en lo que tradicionalmente se ha solido entender como periferia.
Lo cierto es que subrayar excesivamente las diferencias entre metrópolis y pe-
riferia incurre en el peligro de reificar tales categorías (Hochadel; Nieto-Ga-
lan, 2016: 979-980). Ello no sólo debiera llevar a revisar críticamente la propia
historiografía existente sobre esta cuestión, sino a buscar explícitamente vías
de escape al modelo centro-periferia.
Por otra parte, la historia de la ciencia vive un renovado interés por lo
global. Tanto como que se llega a hablar de un global turn. La nueva historia
1 
Este capítulo de libro se enmarca dentro del proyecto Ciencia y ciudad. Historia natural, biología
y biopolítica en la urbe dividida. Barcelona frente a Buenos Aires (1868-1936) (HAR2013-48065-C2-1P),
financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (España). Quiero agradecer la generosidad
de Nora Coiticher y Gustavo Vallejo proporcionando fuentes digitalizadas de todo tipo sin las cuales este
trabajo no se podría haber llevado a cabo.
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global está interesada en las interacciones globales/transnacionales como la


ejemplificada por las grandes migraciones (Fan, 2012: 250-251). Para algunos
historiadores de la ciencia, además, la historia global se convierte en un ins-
trumento particularmente útil al cuestionar los modelos difusionistas de dise-
minación de la ciencia, poniendo de relieve el rol activo de los actores perifé-
ricos en la construcción del conocimiento científico (Raj, 2013). Se entiende,
además, que una historia centrada exclusivamente en la agencia de la ciudad
como espacio circunscrito no atiende al hecho patente de que las ciudades
están insertas en redes de conocimiento transnacionales. Desde este punto
de vista, la relación entre Buenos Aires y Barcelona, centrada en esta ocasión
en la gestión que del conocimiento científico hicieron los libertarios, presenta
sobre el papel un estudio de caso interesante: la relación entre militantes a
un lado y otro del Atlántico revela cómo actores teóricamente subalternos
hacían circular y resignificaban el conocimiento científico a través de redes
interurbanas que transcienden los marcos nacionales. Durante el curso de
la investigación se ha podido constatar que nos encontramos con un campo
abierto inmenso. El capítulo de libro es, más que un producto acabado, un
bosquejo de cuestiones relevantes y posibles perspectivas, orientado a generar
reflexión y debate.

Los límites de la comparación Barcelona/Buenos Aires en la gestión


libertaria del conocimiento científico

En primer lugar, es necesario aludir a las posibilidades abiertas –y las


limitaciones– que impone establecer una comparación entre Barcelona/Bue-
nos Aires. Hace bien poco Oliver Hochadel y Agustí Nieto-Galan, después
de un largo periodo de maduración, dieron a la luz un libro importante: Bar-
celona : an urban history of science and modernity, 1888-1929. En él, el profesor
Jorge Molero y el que escribe estas líneas, nos encargamos de la parte que
correspondía, por así decirlo, con el movimiento libertario. El capítulo de
libro es una aproximación a la gestión del conocimiento científico que hicie-
ron los anarquistas, tomando a Barcelona no como un escenario, sino como
un agente. Los anarquistas cambiaban Barcelona, pero Barcelona también
cambió a los anarquistas. Barcelona, de hecho, se transformó en algo muy
diferente a los sueños de la nueva ciudad cohesionada socialmente y funcional
diseñada por el célebre urbanista Ildefons Cerdà. Lejos de una planificación
racional, la impresionante expansión urbana y demográfica fue moldeada
caóticamente por las fuerzas del mercado, generándose una imponente se-
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 161

gregación socioespacial (Oyón, 2008; Masjuan, 2001: 57-60). En los años 1920
ya se podía hablar de una ciudad no ya sólo conflictiva, sino dividida, aunque
esto ya era patente en los primeros años del xx. Se estaba abriendo un verda-
dero abismo entre los barrios proletarios, y las zonas dominadas por la clase
media y la burguesía. La tesis general que sosteníamos es que la progresiva
apertura de un foso socioespacial en la ciudad reforzaba otro proceso cultural
ya en marcha, aunque de manera incipiente desde mediados de los años 1880:
la paulatina separación del universo cultural del anarquismo de la subcultura
obrera republicana. Ello se concretaba en la dificultad de establecer puentes
interclasistas materializados durante un buen tiempo en la común participa-
ción en las actividades de las sociedades librepensadoras donde trabajaban
de común acuerdo republicanos, libertarios, masones y, hasta cierto punto,
espiritistas. Ello, desde el punto de vista de la gestión del conocimiento
científico, se tradujo en la sospecha generalizada con respecto no sólo a los
intelectuales, sino también a los científicos y técnicos. A partir de 1910, con
la consolidación del anarcosindicalismo de cariz marcadamente obrerista, se
intentó de manera más que explícita crear una red autónoma de gestión del
conocimiento. En ella, los científicos y técnicos, si es que se les asignaba algún
papel, sería en todo caso subordinado (Girón; Molero, 2016).
La pregunta es: ¿pasó algo semejante en Buenos Aires? Sobre el papel,
Barcelona y Buenos Aires tienen semejanzas interesantes. Ambas se repre-
sentan como ciudades emergentes, como faros de la modernidad. Buenos
Aires es descrita por Les Temps Nouveaux, publicación de gran prestigio en el
orbe libertario, como «una bella ciudad moderna: la más grande de los países
latinos después de París» (Republique…, 1904: 6). Y, de manera diversa, ob-
viamente, también son ciudades clave en procesos de construcción nacional:
una, como pretendían no pocos, capital de una nación sin estado, la otra,
como la capital de un nuevo estado emergente. Pero ambas sufren severos
problemas de dislocación socioespacial que tienen que ver con su crecimiento
explosivo y la recepción de una masa imponente de emigrantes. Las condi-
ciones de vida de los obreros eran miserables. Los emigrantes recién llegados
y los obreros vivían en Buenos Aires en alojamientos que eran descritos por
la prensa libertaria como «inferiores en condiciones higiénicas a aquellos que
se destina en esta misma ciudad a los seres de los escalones más bajos de la
escala zoológica» (Quiroule, 1907: 6). En Barcelona se llegaba a hablar de las
características diferenciales de la raza proletaria (Romero, 1989: 140-141).
Lo cierto es, que, a pesar de la lentitud comparativa del despegue de la
capital argentina como foco libertario, ambas detentaron en determinados
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momentos, pretensiones de cierta capitalidad en el movimiento acrático en el


orbe. Barcelona, ciudad natal del internacionalismo bakuninista en España,
era conocida por la combatividad de sus organizaciones obreras, pero empe-
zó a llamar la atención en el orbe a partir del ciclo de represión/terrorismo de
los años 1890. Ahora bien, la excepcionalidad de Barcelona se generó cuando
después de la I Guerra Mundial, el anarcosindicalismo español pasó a ser
la única organización de masas acrática en el mundo después del colapso
general provocado por el conflicto. Buenos Aires, después de unos comienzos
titubeantes en los años 1890s, se convierte en un faro del movimiento acrático
en el orbe a partir de los primeros años del siglo xx. En la prensa anarquista
barcelonesa era descrita en 1907 como la capital de un movimiento argentino
anarquista floreciente, un caso «único en el mundo, ya que aquí los obreros
son casi todos anarquistas», siendo incomparable su capacidad financiera
que «sirve a nuestra prensa, nuestras escuelas anti-religiosas y modernas al
estilo de la de Barcelona, nuestras bibliotecas, nuestros centros de estudios
sociales» (D’Angio, 1907: 10). El anarquista catalano-argentino, Eduardo
G. Gilimón, llega a decir que «el número de anarquistas supera en mucho
al que hay en las naciones europeas». Y atribuye este hecho a un desahogo
económico que permite a los trabajadores adquirir libros con más facilidad,
siendo ésa la causa de que la «difusión de las teorías anarquistas haya sido
más rápida y extensa» (Gilimón, 2011: 48-49). No es el único juego de espejos
entre las dos ciudades libertarias. Barcelona, en 1909, y Buenos Aires, en 1919,
tuvieron sus respectivas semanas trágicas. Incluso antes de que la segunda
hubiera tenido lugar, ya se estaban estableciendo paralelos, representando a
Buenos Aires como la nueva Barcelona: dos ciudades que habían sufrido un
martirio proletario semejante (Les Réfugiés…, 1909: 2).
Pero si aplicamos el microscopio, sobre todo si nos centramos en las
realidades que tienen que ver con el anarquismo, las cosas se ven de manera
bien diversa. Cierto es que el surgimiento del bakuninismo en España tiene
mucho que ver con la arribada en noviembre de 1868, de Giuseppe Fanelli
con el encargo del propio Bakunin de formar los primeros núcleos interna-
cionalistas españoles y propagar la doctrina de la Primera Internacional. Pero
los fenómenos endógenos tuvieron un papel determinante en el tipo de anar-
quismo que acabó por prevalecer en Barcelona: la industrialización comienza
en el xviii, la ciudad genera una cultura obrera –de base democrática y repu-
blicana– antes de que llegaran los bakuninistas allí. En Barcelona la cultura
republicana y librepensadora se presentaba como una alternativa asociada
a las aspiraciones de las clases populares, cosa con la que tenían que lidiar
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 163

los anarquistas (Gabriel, 1999). Los anarquistas, algunos de ellos masones,


hablaban de termodinámica, materialismo y darwinismo en los cafés que do-
minaban, pero también en sociedades librepensadores donde los miembros
–y sus públicos– tenían un marcado carácter interclasista, aun cuando el sesgo
obrerista fuera patente (Girón, 2012). Es obvio que en la Argentina difícil-
mente las cosas podían ser vistas de esa manera, entre otras cosas porque la
industrialización fue un fenómeno más tardío. Con toda seguridad que en
Buenos Aires existieron contactos estrechos entre librepensadores, masones
y anarquistas. Pero la presencia de un sector nítidamente anarco-comunista
desde principios de los años 1890 (Suriano, 2012), de mayoría curiosamente
catalana (Moya, 2002: 193) tendía a bloquear esa posibilidad. Éstos, eran mu-
cho más reticentes a la colaboración interclasista, sobre todo si ésa tenía que
ver algo con la masonería. Si este tipo de colaboraciones existieron, fueron
mucho más limitadas que en el caso de Barcelona.
Por otra parte, es cierto que ambas ciudades son grandes receptoras de
emigrantes, aunque con importantes diferencias de escala. La gran oleada
migratoria, procedente del sureste español, llegó a Barcelona a partir de los
años 1910-1920, transformando la ciudad, y creando unas segundas periferias
en las que los nuevos llegados vivían en condiciones miserables (Oyón, 2008:
444-445). En Buenos Aires, sin embargo, el fenómeno es anterior y más vas-
to. Las últimas décadas del xix y los primeros años del xx, contemplaron la
arribaba de decenas de miles de inmigrantes de diversa procedencia, aunque
la presencia de italianos y españoles fuera mayoritaria. No es algo que pasara
inadvertido para la prensa libertaria barcelonesa. La expulsión de la mano de
obra de la ciudad se veía como el necesario correlato de la introducción de las
máquinas en la ciudad industrial (Miscelánea, 1889a: 1).
Buenos Aires era mirada con ambigüedad por el anarquista recién llega-
do a la gran ciudad desde España. Por un lado, se la veía como una ciudad de
«un colosal porvenir». Pero ese aparente «nuevo mundo» a ojos del europeo,
pronto revelaba su cara más hosca, sobre todo en los años en que el movi-
miento libertario sólo mostraba balbuceos: el individualismo de una tropa
multinacional de recién llegados que quieren hacer fortuna pronto tiende a
diluir cualquier posibilidad de solidaridad efectiva basada en la conciencia de
clase. Además, la masificación en la gran ciudad mantenía a raya a los salarios,
mientras que el precio del alojamiento y los bienes de primera necesidad subía
de manera drástica (República…, 1887: 2; Comunicaciones. Carta Argentina,
1889: 2). En algunas ocasiones se denunciaba la emigración a Argentina como
un falso sueño, un engaño (Comunicaciones, 1889: 3).
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Fig. 7.1: Mapa de la actividad cultural del anarquismo en Barcelona y su entorno (1888-1896) en
el que se observa el mayor dinamismo en la parte más degradada del centro histórico (El Raval)
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 165

Sociedades y círculos Redacciones de periódico Imprentas Escuelas laicas Teatros.


Elaborado a partir del Plano de Barcelona y sus alrededores en 1890: aprobado por el Excmo.
Ayuntamiento en sesión del día 13 de enero de 1891. Institut Cartogràfic y Geòlogic de Catalunya.
166 Saberes transatlánticos

Si atendemos al desarrollo del movimiento libertario, es claro que en


Barcelona el elemento autóctono jugó un papel importante, mientras que en
el caso de Buenos Aires eran los nuevos arribados a la ciudad los que jugaron
un rol principal. Y no sólo se trataba de un asunto de inmigración económica.
La represión en Europa, vino a vivificar el movimiento con nuevos elementos
ya socializados en una cultura política libertaria (République…, 1895: 4). De
hecho, fueron emigrantes españoles e italianos los que crearon sus órganos
de prensa más importantes, mientras que el componente autóctono –existen
importantes periódicos en lengua catalana, como La Tramontana– tiene un
peso bastante más importante en la Ciudad Condal en los inicios. En Buenos
Aires el movimiento se tuvo que adaptar a la lengua de los nuevos inmigran-
tes, con lo que durante cierto tiempo aparecieron, junto a los órganos escritos
en castellano, un número no pequeño de periódicos y revistas publicados en
italiano y francés (Communications, 1895: 4). La dificultad de comunicación
–oradores que se expresaban mal en castellano, audiencias que no les enten-
dían– se convertía con cierta frecuencia en obstáculo para la efectividad de la
propaganda (Miembros…, 1891: 1). Ahora bien, los inmigrantes italianos no
formaron Little Italies, al menos en el sentido que la formaron en el mundo
anglosajón, ni el mundo libertario estaba tan segregado por nacionalidad
como ocurría en Londres (Di Paola, 2017: 132).
Todas estas cautelas no empecen para que uno no piense que hay ele-
mentos de comparación interesantes, incluso hablando de peras y manzanas.
Richard Sonn ha señalado, por ejemplo, que en el caso parisino el mundo de
la comunicación libertaria no se centraba precisamente donde los trabajado-
res tenían su lugar de residencia y trabajo, sino en Montmartre, asociándose
al mundo de la bohemia (Sonn, 1989: 51-52). Sin embargo, en Barcelona,
buena parte de la actividad se centralizaba en el Raval, la zona más degradada
del casco histórico, donde desde antiguo se daba una importante actividad
fabril. A partir de los años 1910-1920 ello cambió radicalmente, y las llamadas
segundas periferias empezaron a tener un lugar fundamental, mientras que
otras fuerzas políticas disputaban la antes indiscutible hegemonía en el Raval
(Oyón, 2008: 444). Todo indica que en Buenos Aires, la parte sur de la ciu-
dad, comprendida entre la Estación Central y la Boca, no sólo concentraba la
mayor densidad de población obrera, mucha de ella viviendo en los llamados
conventillos (Etats-Unis, 1896: p. 7), sino también la más continua actividad
anarquista. Lo cierto es que, cosa palpable aún hoy en día, la Avenida de
Mayo, abierta en los años 1890, no sólo era un eje con una función represen-
tacional, conectando el poder ejecutivo (Casa Rosada) con el parlamentario
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 167

(Congreso Nacional). Era y es, también, un borde urbano que segrega a las
clases altas, al norte de la Avenida, de las bajas, que habitaban al sur de ésta.

Buenos Aires/Barcelona como nodos en una red anarquista


transnacional

Por otra parte, el movimiento anarquista es genuinamente internacio-


nal, tanto que se adapta singularmente bien a lo que en historiografía se ha
venido en llamar transnational turn. Lo es por ideología. El bakuninismo se
declara hijo legítimo de la Internacional desde el principio: la única patria del
trabajador es el proletariado mismo (otra cosa es que no existieran tensiones
regionales o nacionales). Pero sobre todo lo es por la propia naturaleza y
circunstancias del movimiento libertario. El anarquismo, por definición, se
sitúa fuera del sistema político de las distintas naciones, y a lo más que llega
es a intentar crear –de manera intermitente, y generando no pocas polémicas
y tensiones– estructuras societarias o sindicales con algún tipo de paraguas
legal. Teniendo en cuenta, además, que desde el congreso de Londres de 1881
se consolidó un debate sobre la legitimidad del terrorismo, es lógico pensar
que represión, clandestinidad, e itinerancia, formaran parte de la vida misma
de la vanguardia militante que se ocupaba de cosas abstrusas como la ciencia:
la red internacional anarquista era de comunicación de tácticas y conocimien-
tos, pero sobre todo de refugio.
El resultado de todo ello es que a pesar de que el movimiento liberta-
rio es polimorfo, con cierta proclividad a querellas internas entre diferentes
tendencias –individualistas, colectivistas, comunistas libertarios, anarcosindi-
calistas, etc.–, lo cierto es que hay elementos comunes que permiten hablar de
una subcultura, de un sustrato común de creencias que excede ampliamente
los límites nacionales. O dicho más claramente, la existencia de elementos
comunes entre anarquistas porteños, barceloneses y parisinos, son bastante
más importantes que las diferencias. El generar una abundantísima literatura
propia –se lee a Kropotkin, a Reclus, a Malatesta, en Buenos Aires, Barcelona,
pero también en Japón o en el Cuzco– estrecha los lazos de un núcleo duro
ideológico común ampliamente compartido. Ese núcleo duro compartido,
incluía un cientifismo militante. Se cuestionaba al científico burgués (Girón;
Molero, 2016: 118), pero raramente (aunque el escepticismo empieza a crecer
a partir de comienzos del siglo xx) se dudaba del carácter emancipador de la
ciencia, entendida ésta bajo un molde fundamentalmente positivista. Antes al
168 Saberes transatlánticos

contrario, se pensaba que era necesario popularizarla a toda costa (Pellico, 1904:
141), ya que ciencia y revolución parecían ser caras de una misma moneda.
Existía, además, un elemento común a todas las tendencias libertarias
que influía sobremanera en cómo abordaban los temas científicos, aunque al-
gunas estuvieran más dispuestas que otras a establecer puentes interclasistas:
el intento manifiesto de apartarse no sólo de la política, sino también de los
patrones culturales de la burguesía. La prensa anarquista solía ser abstracta
y universalista (Suriano, 2001: 117). Era poco informativa, si entendemos por
informativa lo que hoy llamaríamos actualidad política. Los debates abstractos
generaban mucho más papel, pero no necesariamente obedecían a las coorde-
nadas de la agenda local. Poco interés, por ejemplo, tenían los anarquistas en
el pequeño detalle de los debates que se desarrollaban en los cenáculos inte-
lectuales y científicos más característicos de la burguesía de sus ciudades de
residencia: no hay un eco claro, por ejemplo, del debate sobre el darwinismo
en el Ateneo de Madrid o el de Barcelona en la prensa libertaria barcelonesa.
Y mucho espacio se dedicaba, sin embargo, a las coordenadas generales de las
grandes cuestiones candentes –la relación entre evolucionismo y ética (Girón;
Molero, 2016: 120), las consecuencias deletéreas de la degeneración– a escala
global, especialmente cuando en esos debates entraban en liza las primeras
espadas de los teóricos libertarios.

Historias cruzadas e intermediario culturales

Quizás una vía de salida es la de intentar, en la medida de lo posible,


poner límites a los nebulosos contextos supuestamente comparables y entrar
en el terreno más efectivo de los contactos reales. Como han señalado en su
artículo «Beyond Comparison: Histoire Croisée and the Challenge of Reflexi-
vity» Michael Werner and Bénédicte Zimmermann, se trataría de ir al «análi-
sis de la manera en que los individuos se conectaron realmente con el mundo»
(Werner; Zimmermann, 2006: 47). Adoptar ese punto de vista para analizar
las relaciones entre Barcelona y Buenos Aires aparece como especialmente
fértil, y más si se tiene en cuenta que fueron cientos de miles los españoles
que emigraron a Argentina entre 1882 y 1915 (Baer, 2015: 40), y que entre ellos
viajaba un número de anarquistas. Yaacov Oved, en artículo sobre la influen-
cia hispana en la emergencia del anarquismo argentino, muestra cómo los
órganos de prensa más influyentes del periodo que va desde los años 1890 a
la fundación de la FORA en 1904, fueron fundados y dirigidos por anarquistas
catalanes. Anarquistas españoles–como Ricardo Mella o Anselmo Lorenzo–
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 169

que escribían con frecuencia para órganos de prensa libertaria en Barcelona,


también lo hacían para la porteña La Protesta Humana (Oved, 1991: 5-17).
Lo que es aún más importante para una perspectiva de historias cruzadas,
los militantes españoles mantuvieron muchos contactos con los militantes
de su tierra de origen, existiendo un continuo intercambio de propaganda y
de correspondencia. Es más, se puede decir que trajeron buena parte de su
propio mundo consigo, querellas internas incluidas (Zaragoza, 1896: 360-361).
Así, la vieja querella entre el colectivismo anárquico y anarcocomunismo que
tenía como escenario privilegiado a Barcelona, se extendió a Buenos Aires,
entre otras cosas porque un número de relevantes colectivistas, pero también
de algunos significados comunistas del llano barcelonés, como Rafael Roca,
emigraron a Argentina (Rafael…,1893: 1).
Ese conflicto se tradujo en Argentina en una continua lucha entre los
que rechazaban toda forma de organización y los que pensaban que era muy
necesaria. La impronta barcelonesa en el anarquismo argentino, y en particu-
lar en Buenos Aires, era celebrada con ciertos tintes narcisistas en la prensa
libertaria de la Ciudad Condal, manifestando que influencia «española y
particularmente catalana hay en la actualidad […] sobre todo en la Argenti-
na, cuya capital, antes entregada a los egoístas que iban a buscar fortuna, es
lo que era Barcelona en los últimos decenios del siglo pasado» (Nuestra…,
1907: 1). Sin embargo, la conclusión del debate refleja que los barceloneses
no viajaron a una geografía política vacía: los anarquistas italianos ya habían
establecido una importante influencia en Buenos Aires previamente. Los con-
tactos entre unos y otros alteraron la naturaleza del debate. Los anarquistas
italianos que en algún momento estuvieron en Argentina –como Pietro Gori
o Errico Malatesta– creían en la necesidad de la organización. Los escritos
del barcelonés Antoni Pellicer Paraire, sintetizando las ideas de italianos y
españoles, ayudó a la formación de una organización sindical en Argentina
(Baer, 2015: 55-56).
Paradójicamente, la represión en Argentina, con exponentes máximos
en la Ley de Residencia de 1902 y la Ley de Defensa Social de 1910, contribuyó
a hacer más fuerte el flujo de personas e ideas. Así, cuando las autoridades
argentinas deportaron a un número no pequeño de militantes españoles de
vuelta las nuevas ideas afectaron necesariamente al desarrollo del anarcosin-
dicalismo en España (Baer, 2015: 3 y 5). En no pocos casos se trataba de mili-
tantes muy jóvenes. Éstos, por así decirlo, quedaron en un limbo identitario.
Considerados como extranjeros por las autoridades argentinas, volvían a una
ciudad, Barcelona, que ya no entendían como suya. Y que incluso veían con
170 Saberes transatlánticos

los ojos del viajero que vuelve a un paisaje desconocido, en algunos casos,
para bien (Gilimón, 2011: 106-107). Por otra parte, la norma por parte de las
autoridades era considerar al anarquista como un extranjero (Gilimón, 2011:
54). A ello se añadía, en el caso de Buenos Aires sobre todo, pero también
hasta cierto punto en el caso de la Barcelona posterior a 1910, el hecho de que
muchos de los anarquistas formaban parte de comunidades de inmigrantes
que podrían detestarse entre sí, pero a las que no era fácil integrarse en las
sociedades receptoras. Ello hacía que tendieran a constituirse en «un todo
bastante homogéneo», no escapando a esa regla «los mismos anarquistas»
(Gilimón, 2011: pp. 54, 106-109).
Esta situación de limbo identitario se acrecentaba por un hecho nada
infrecuente: las autoridades españolas solían deportar a estos libertarios, a su
vez, a terceros países. Paradójicamente, lo que se conseguía es ensanchar la
red libertaria, aumentar el número de historias cruzadas entre anarquistas, y
en algún caso llevar la buena nueva a lugares en los que previamente tenían
poco impacto. Entre los que en algún momento hicieron el camino de ida
y vuelta entre Barcelona y Buenos Aires, nos encontramos con el caso del
barcelonés José Prat. Prat, uno de los primeros impulsores del anarcosindi-
calismo en España, fue amigo del influyente teórico gallego Ricardo Mella, y
publicó un número importante de folletos y artículos en la prensa libertaria
(Martínez de Sas y Pagés i Blanch, 2000: 1101-1102). El anarquista barcelonés
encontró un modo de vida en la traducción de todo tipo de textos del francés
al español para editoriales que en algunos casos excedían el ámbito estricto
del movimiento libertario, como la valenciana Editorial Sempere, aprove-
chando la acogida favorable del anarquismo en determinados cenáculos de
los intelectuales burgueses (Prat, 1895a; Prat, 1901), siendo ésta una estrategia
que también desarrollaron connotados anarquistas como Piotr Kropotkin o
Élisée Reclus (Ferreti, 2017: 21). Desde el punto de vista de la gestión que
del conocimiento científico hicieron los libertarios, fue clave en la introduc-
ción del pensamiento evolucionista de Piotr Kropotkin en España, siendo
el responsable de la primera traducción al castellano en 1906 del best-seller
Mutual Aid. A Factor of Evolution (Girón, 2007: 188-189). No hay datos que
nos permitan calibrar hasta qué punto su traducción fue difundida en otros
países de lengua española.
En realidad, Prat estuvo poco tiempo en Buenos Aires. Llegó proba-
blemente en septiembre de 1897 a la ciudad y la abandonó en marzo de 1898
(Abad de Santillán, 1930: 61). Su estancia y posterior viaje de vuelta tienen que
ver con la represión posterior al proceso de Montjuich –considerado por la
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 171

Fig. 7.2. La correspondencia era fundamental en la creación y mantenimiento de las redes


transnacionales anarquistas. Ellas, incluían a Barcelona y Buenos Aires como nodos dentro
de una malla global que incluía a grandes hubs como París o Londres. Cartas de José Prat a
Augustin Hamon. Augustin Frédéric Adolphe Hamon Papers. Nos .131 y 132. Internationaal
Instituut voor Sociale Geschiedenis (Amsterdam)

militancia porteña como el caso Dreyfus español (Locascio, 1899: 1)– que tuvo
un efecto devastador en la militancia barcelonesa. En todo caso, lo corto de
su estadía no quiere decir que su influencia no fuera importante. Entre otras
cosas, porque a su vuelta Barcelona, actúo como una suerte de corresponsal
que informaba de los avatares no sólo del movimiento libertario en la Ciudad
Condal, sino incluso de toda Europa (Revista…,1898: 3), cosa que era espe-
cialmente valorada por los libertarios porteños. Además, su actividad ilustra
hasta qué punto son importantes para el estudio del anarquismo en general, y
de la gestión idiosincrática que hicieron los libertarios del conocimiento cien-
tífico, las redes informales. Recuérdese que raramente el movimiento acrático
ha consolidado grandes organizaciones, con la excepción notable de la CNT
o la FORA, ni todos estaban convencidos de integrarse en cualquier tipo de
organismo de carácter burocrático. Los libertarios prefirieron tanto por con-
vencimiento ideológico, como por las propias condiciones históricas en las
que se desarrolló el movimiento (frecuentes períodos de represión que hacían
fracasar la actividad legal), este tipo de redes, que muchas veces adquirían
un carácter trasnacional. Ésa es la razón por la que el estudio de individuos
172 Saberes transatlánticos

concretos se vuelve esencial: permite reconstruir esas redes (Bantman; Altena,


2017: 9-15).
Prat no tuvo una vida fácil en Buenos Aires. Nada más llegar a la ciudad,
fue encarcelado, despojándole de lo que muchos libertarios considerarían sus
instrumentos más valiosos: 500 libros y folletos. (République…, 1897: p. 4).
Por otra parte, se ganó la antipatía profunda de los anarquistas individualistas
y antiorganizadores. De hecho, los individualistas veían en la arribada de Prat
una suerte de complot «proorganizador para hacerse cargo de La Protesta
Humana y promover desde ella las ideas moderadas» (Zaragoza, 1996: 164).
En todo caso, en el poco tiempo que estuvo en Argentina tuvo que asumir
grandes responsabilidades. Se hizo cargo tanto de buena parte de la actividad
de la Protesta Humana como de un proyecto naciente: Ciencia Social. Nunca
acabó de estar a gusto en Argentina: sufrió mucho buscando trabajo de una
punta a otra de Buenos Aires. Tampoco se sentía especialmente afín a sus
correligionarios: en su correspondencia privada hablaba de «indiferencia,
fanatismo y mala educación revolucionaria», y, sobre todo, de egoísmo, «ca-
racterística general de este país» (Prat, 1898a). Era, en fin, escéptico sobre
las perspectivas inmediatas del movimiento anarquista en Argentina. Pensaba
que el «cosmopolitismo» hacía muy difícil unir a la masa obrera (Prat, 1898b).
Prat, en todo caso, fue especialmente activo en lo referente a las traduc-
ciones de libros y folletos, cosa que él pensaba que podría aliviar su angus-
tiosa situación económica. Ello le llevó a establecer sólidos contactos con las
imprentas próximas o controladas por los libertarios en Buenos Aires, entre
las que destacaba la Imprenta Elzeviriana, regida por el anarquista P. Tonini
(Prat, 1898c). Desde el punto de vista de la gestión del conocimiento, ello tuvo
cierta importancia a ambos lados del Atlántico, incluso en los años en que
vivía en Barcelona. En 1895, la revista anarquista, publicada en italiano y es-
pañol, La Questione Sociale de Buenos Aires, encargó a Prat la traducción de
la Psycologie de l’anarchiste-socialiste de Augustin Hamon, publicada original-
mente en la editorial parisina Stock. No era un traductor neutral, consideraba
las obras de Hamon «interesantes siempre y progresivas», estando interesado
en cooperar a su divulgación (Prat, 1895b). Lo cierto es que gracias en buena
parte a la labor de Prat, Hamon encontró en Buenos Aires un nuevo mercado
editorial en la militancia anarquista, distribuyéndose sus obras traducidas al
castellano (Psicología…, 1898: 1; Movimiento…, 1900: 4).
Por otra parte, hay que tener en cuenta la cuestión académica. Ha-
mon, militancia anarquista aparte, era profesor de la Université Nouvelle de
Bruselas. Considerado como uno de los precursores de la psicología social,
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 173

aprovechaba la red anarquista para fundamentar sus trabajos, solicitando a


los compañeros argentinos «revistas, folletos, diarios anarquistas y socialis-
tas que editen para llevar adelante sus trabajos de sociología» (Nota, 1902:
3). Los intereses, en todo caso, confluían. El trabajo específico de Augustin
Hamon sobre los anarquistas resultaba útil para los militantes libertarios por-
que vendría a erosionar la conexión establecida por Cesare Lombroso en Gli
Anarchici (1894) entre locura, degeneración y anarquismo. Hamon, próximo
al anarquismo, pretendía hacer frente a la patologización lombrosiana del
ácrata. Para ello quería determinar, y mostrar, qué caracteres psicológicos
normales solían tener los predispuestos a adoptar la ideología anárquica (Lu-
bek y Apfelbaum, 1989: 72).
No era un interés puramente teórico: las autoridades nacionales comen-
zaban a mostrar cierta apertura hacia el lombrosianismo a la hora de funda-
mentar teórica y prácticamente la represión internacional contra el anarquis-
mo, cosa advertida por la prensa libertaria porteña (Reguera, 1899:  3). Prat
no estaba interesado en la crítica de Hamon de la Antropología Criminal
lombrosiana por una cuestión exclusivamente alimenticia, sino porque pro-
porcionaba una defensa, con apariencia de legitimidad científica, del anar-
quismo. De hecho, hizo esfuerzos ímprobos para que se publicara en España
el libro de Ricardo Mella Lombroso y los anarquistas, finalmente aparecido
en la editorial de Ciencia Social (Barcelona) en 1896 (Prat, 1896a). El gallego
Mella, en realidad, fue el anarquista español que con más fundamento criticó
las teorías lombrosianas. Sus ideas al respecto fueron expuestas en la prensa
libertaria porteña antes incluso de que se pusiera a la venta su libro en Buenos
Aires (Comunicados, 1898: 3; Raúl2: 1895: 11-13). También formó parte de la
dieta intelectual del militante porteño la Sociología anarquista (1896) de Joan
Montseny (Libros…,1898: 4) quien se ocupó en extenso de estas cuestiones
(Girón, 2002).
En todo caso, si nos centramos en Buenos Aires, el debate sobre los
grandes temas asociados a la Antropología Criminal –la existencia o no de
una ineluctable disposición hereditaria al crimen, la defensa social– requieren
prestar atención a otras vías de penetración de este tipo de temáticas, más allá
de Ricardo Mella o Augustin Hamon. Aquí también el peso de los italianos fue
importante, fundamentalmente la figura del hombre de leyes y poeta Pietro
Gori, otro anarquista errante que tuvo una influencia enorme en Argentina.
Gori estuvo en Argentina entre 1898-1902, llevando a cabo largas giras de
2
  Raúl es el seudónimo de Ricardo Mella.
174 Saberes transatlánticos

propaganda en el país, y contribuyó a la creación de la Federación Obrera Ar-


gentina en 1901 (Turcato, 2007: 431). Desde un punto de vista más académico,
fundó y dirigió en Buenos Aires la revista Criminología Moderna que contaba
en el cuadro de colaboradores, en palabras de la redacción de Ciencia Social,
«los nombres de los más afamados maestros europeos en materia de Crimino-
logía» (Bibliografía, 1898, p. 96). Impartió, además, cursos en la Facultad de
Derecho de Buenos Aires, a pesar de la oposición inicial de las autoridades
universitarias (Intolerancia…, 1898: 2). Él, aunque era de aquellos que daban
una preponderancia a los factores sociales frente a los puramente individua-
les y antropológicos a la hora de explicar científicamente el fenómeno de la
delincuencia, se situaba a sí mismo dentro de la órbita de la Escuela Positiva,
es decir, que mantenía puntos de contacto con los discípulos de Cesare Lom-
broso, cosa que hizo visible en el curso impartido en la Universidad en 1898
(Gori, 1899: 118).
Sin entrar de lleno en un tema que requeriría una investigación especí-
fica al respecto, pronto mostraron los libertarios porteños sus discrepancias
con el tenor general de la revista capitaneada por Gori, quejándose de que el
propio Lombroso fuera colaborador de la revista, y de que la revista acepte en
su programa, de manera algo más que subrepticia, su teoría del criminal nato
(Altaïr, 1898: 1-2). En todo caso, lo cierto es que el interés por la Antropología
Criminal, y determinadas aplicaciones de la psiquiatría, se manifestaba de
manera constante en la prensa libertaria porteña de finales del xix y principios
del xx, no excluyendo artículos de tono jocoso sobre Cesare Lombroso (Zan-
gamangas…, 1898: 1). Interés que desbordó los contornos del anarquismo
propiamente dicho. De tal manera que, aunque fuera criticada, la obra del
célebre José Ingegnieros no sólo encontró audiencias en la prensa libertaria
porteña, sino que cabe sospechar que las redes transnacionales libertarias
contribuyeron a su difusión en Francia (Bibliographie, 1900: 4). En qué me-
dida, la visión que desarrollaron los anarquistas porteños de esta cuestión, es,
también, una suerte de mestizaje de las teorías de Mella, Hamon y Gori, es
una cuestión que sería interesante dilucidar.

Circulación del conocimiento: prensa anarquista, redes


transnacionales y poder

Otra aproximación fructífera, es, sin duda atender a la circulación del


conocimiento y a los procesos de su apropiación, en líneas apuntadas hace
ya tiempo por James Secord, subrayando la centralidad de los procesos de
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 175

Fig. 7.3 Los formatos de revista/periódico anarquista se trasladan de país a país. Tal es el caso de
Ciencia Social (Barcelona) y Ciencia Social (Buenos Aires)

movimiento, traducción y comunicación (Secord, 2004). En este sentido, el


estudio de la de la prensa anarquista adquiere una dimensión fundamental
en el movimiento acrático. A través de ella se establecen contactos transna-
cionales entre personas o de grupo a grupo (Correspondances, 1904: 8; Ai-
dons-nous, 1912: 6; Grupo…,1891: 4), se financia la actividad anarquista o se
habilitan suscripciones a escala internacional (Grave, 1904: 3; Avisos, 1892: 1),
se organizan campañas de solidaridad. La prensa, como ha señalado Davide
Turcato, era esencial en la creación y consolidación de las redes anarquistas,
a la vez que creaba un sustrato ideológico común (Turcato, 2007: 412). Un
sustrato ideológico común que fue muy favorecido por el intercambio de
periódicos y revistas, cuyo propósito era la apropiación selectiva de todo tipo
de conocimientos útiles para la causa a escala global:

el cambio de ideas, el estudio concienzudo de éstas, es un auxiliar precioso para


los redactores de tales revistas, y se necesita que estén al corriente de todo lo que
brota del cerebro humano en las cuatro partes del globo. Para ello se necesita el
cambio de otras revistas y periódicos, símiles o no; para comparar, cotejar, sacar
consecuencias o deducciones. (Prat, 1895).
176 Saberes transatlánticos

En el caso concreto de la relación entre Barcelona y Buenos Aires, se


estableció, en efecto, un intercambio continuo entre periódicos y revistas de
ambas ciudades. Desde Barcelona se animaba a suscribirse a la porteña La
Protesta o incluso se estimulaba a participar como redactores (La Protesta,
1908: 4). Incluso, se llegaron a transplantar formatos de revista de una ciu-
dad a otra: tal fue el caso de Ciencia Social la revista dirigida por José Prat
en Buenos Aires. En palabras de Prat, pretendía conferirle «todo el espíritu
que habíamos querido dar» a la Ciencia Social de Barcelona. Cosa que, en su
opinión, no acabó de suceder dada la inexistencia de un ambiente intelectual
propicio (Prat, 1897a; Prat, 1897b). En realidad, existía una plantilla preexis-
tente, por así decirlo, de prensa anarquista teórica en Barcelona establecida
desde los años 1880 y que habría que ver si no se inspiraba, a su vez, en la
prensa libertaria francesa. Ciencia Social de Buenos Aires no sólo tiene que
ver con Ciencia Social de Barcelona, sino también con la Acracia barcelonesa
de los años 1886-1888. Ello implicó, en todos los casos, el establecimiento de
relaciones epistolares con las primeras plumas del orbe libertario. En el caso
de las versiones barcelonesa y porteña de Ciencia Social, y posteriormente en
la revista Natura (1903-1905) de Barcelona, Augustin Hamon actuó como in-
termediario imprescindible (Prat, 1903). Ese transporte del formato de prensa
libertaria de Barcelona a Buenos Aires no era un caso único: París, en eso,
creaba escuela también en el ámbito porteño (République…,1912:6).
Ahora bien, estos procesos de circulación de saberes y conocimientos
a través de la prensa no eran neutros. Dentro de la República de las Letras
libertaria3 existieron relaciones de poder advertidas o inadvertidas. Cuando
José Prat pide ayuda al académico Augustin Hamon para poner en pie Cien-
cia Social de Barcelona, asumió que aquél es «mucho más competente», y que
debía conocer «todo lo bueno y selecto que se publica en Europa y América,
y tendrá noticias, sea en el ramo de la política, de la ciencia, de la filosofía,
de la sociología y de la literatura» (Prat, 1895a). La cultura anarquista estaba,
pues, abierta al debate y en cierta medida al sincretismo, pero ello no impli-
caba que no existieran vacas sagradas que obtenían parte de su poder en su
capacidad de recabar apoyos e interés de individuos de grupos fuera de la
órbita libertaria (Bantman, 2013: 191-192). Y eso es algo que genera cierta
inquietud en las filas anarquistas porteñas: «Leemos a Kropotkin y cuando le
3
  Constance Bantman y Bert Altena constatan que las relaciones transnacionales del anarquismo
dependían de una cultura impresa intensamente libresca y en multitud de contactos personales. En este
sentido, tiene similitudes con la República de las Letras, aunque la diferencia es que en el caso de los liber-
tarios era la prensa el principal medio de conexión transnacional (Bantman; Altena, 2017: 14).
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 177

hemos aprendido un libro de memoria, renunciamos a nuestra personalidad


intelectual […] para convertirnos en fonógrafos.» (Nachón, 1902: 2). Ello
necesariamente afecta a la gestión del conocimiento, a que circulen más unos
textos que otros, que se traduzcan o no se traduzcan, o que se tomen –y se
discutan– más o menos en serio. En mi investigación sobre el anarquismo es-
pañol pude palpar la influencia masiva de la prensa controlada por Kropotkin
–La Révolte, Les Temps Nouveaux, hasta cierto punto Freedom– en la funda-
mentación de un darwinismo anarquista en el caso barcelonés. Se establece,
de hecho, una ortodoxia kropotkiniana que se moviliza, fundamentalmente,
cuando un sector del anarquismo individualista barcelonés, defensor de una
lectura nietzschiana de Darwin, intenta adquirir cierta relevancia dentro del
movimiento (Girón, 2005: 31-32).
En Barcelona, la entrada de las ideas de Kropotkin, en éste y otros aspec-
tos, se vio facilitada por el triunfo del comunismo libertario en las filas ácratas
a partir de los años 1890s (Girón, 2007: 183), haciéndose bien visible en los
primeros años del xx. Y en Buenos Aires, todo indica que la pista de aterrizaje
del entramado kropotkiniano a comienzos de esa misma década fue facilitada
por órganos anarco-comunistas como El Perseguido. A través de él, se publi-
citaba la suscripción La Révolte, revista parisina férreamente controlada por
Piotr Kropotkin y Jean Grave («La Révolte», 1893: 3). Y, sobre todo, era el
canal de distribución de algunos de sus folletos más conocidos traducidos del
francés (Folletos, 1892: 4). Otra cosa es lo que interesaba realmente: aunque
algunos de los fundamentos del evolucionismo kropotkiniano empezaron a
difundirse en Buenos Aires desde finales de los años 1890, no parece que la
lectura anarquista del darwinismo de Kropotkin fuera lo que más atraía a
la prensa libertaria porteña. Cuando se difunde en Buenos Aires la edición
francesa del Mutual Aid, originalmente publicada por Hachette en 1904, la
Protesta Humana se hizo eco, afirmando que «el más importante sociológo
contemporáneo» había elaborado un convincente argumento contra las malas
interpretaciones de la metáfora de la lucha por la existencia que habían lleva-
do a cabo los continuadores de Darwin (Bibliografía, 1906: 1). Sin embargo,
poca evidencia hay, al menos en la primera década del xx de una apropiación
masiva del entramado conceptual del darwinismo sin Malthus de Kropotkin,
siendo la excepción un artículo antimalthusiano de Pedro Cabezón, en el que
se saca a colación el argumento básico del anarquista ruso de que el apoyo
mutuo no sólo es una condición de supervivencia, sino también de progreso
de las más altas facultades humanas (Cabezón, 1904: 3).
178 Saberes transatlánticos

Al parecer, había otras temáticas desarrolladas en extenso por el prínci-


pe anarquista que parecían interesar más: la puesta en cuestión de la división
entre trabajo manual e intelectual, o el papel de intelectuales y científicos
en la sociedad futura, ocupaban más páginas en las publicaciones ácratas,
probablemente porque se discutía la cuestión candente del papel de los in-
telectuales en las nacientes organizaciones obreras vinculadas al anarquismo
(Guaglianone…, 1903: 1). En particular, se hacía alusión a las páginas críticas
que Kropotkin dedica en Campos, fábricas y talleres a unos científicos que no
sólo desprecian el trabajo manual, sino que han elevado ese menosprecio a
categoría de teoría (Trabajo…, 1903: 3). Puede que hubiera una hegemonía
kropotkiniana, pero los consumidores locales mantenían unos muy particula-
res apetitos, vinculados a debates locales, a la hora de efectuar sus procesos
de apropiación.
Ahora bien, se era consciente de los usos de la metáfora de la lucha por
la existencia, singularmente de aquellos destinados a la naturalización y jus-
tificación de la desigualdad. De hecho, se rechazaron de plano (Martí, 1899:
156-157). Y tuvieron eco en lo más granado de la prensa libertaria porteña las
imprecaciones que desde París hacía el Papa de la calle Mouffetard, Jean Gra-
ve4, director de La Révolte y Les Temps Nouveaux, contra los usos burgueses
de un Darwin cuya figura se quería proteger frente a sus malos comentadores
(Grave: 1895: 14-18). Ello no quiere decir que todos los libertarios estaban
por la labor de defender sociobiológicamente la igualdad y la solidaridad entre
los hombres bajo una peculiar interpretación del darwinismo. La penetración
de un individualismo nietzscheano en Buenos Aires, sí se hizo notar en los
primeros años del xx, al igual que en Barcelona. Y lo que es más notable,
existía una continuidad del argumentario con los individualistas de ese tipo.
Según ellos, el anarquismo de Bakunin, Reclus y Kropotkin caía bajo la crítica
de Nietzsche, Stirner e Ibsen. El individualismo afirmaba que no era posible
la igualdad económica donde hay desigualdad intelectual. Muy relevante
era el papel que ocupaba la metáfora de la lucha por la vida en este tipo de
enfoque: frente a la solidaridad y el altruismo, se alza un concepto de lucha
a cuchillo entre los semejantes que es, también, principio de exaltación de la
personalidad, de manera muy parecida a como lo hacían los individualistas
catalanes (Zonchetti 1908: 2). En qué medida ello generó una respuesta al-
ternativa por parte de los libertarios defensores de valores comunitarios que,
4
  Jean Grave estaba lejos de ser un personaje itinerante. Sin embargo, los órganos de prensa que
dirigía tenían lectores en Europa, América, Japón y Australia. Se convirtió, de esa manera, en un sólido
baluarte de la extensión de la ortodoxia kropotkiniana (Bantman, 2017: 180-184)
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 179

como en Barcelona, implicara una resignificación de la lucha por la existencia


mediada por el pensamiento evolucionista de Kropotkin, es algo de lo que
hemos encontrado poca evidencia en Buenos Aires. En todo caso, es un tema
que requeriría una investigación más profunda.

Conclusión

En este estudio que intenta arañar un terreno por desbrozar, se ha podi-


do constatar que existen similitudes entre Barcelona y Buenos Aires heurísti-
camente interesantes: dos ciudades focos de la modernidad, con una enorme
expansión urbana que, a su vez, estaba creando un enorme foso social. Ahora
bien, las sustanciales diferencias en la época estudiada –la mayor presencia
de alianzas interclasistas en el caso de Barcelona, el peso determinante que
tuvo la masiva recepción de inmigrantes en la emergencia de un anarquismo
de marcado carácter cosmopolita en Buenos Aires– invitan a tomar este tipo
de comparaciones de ciudad a ciudad con mucha cautela. El estudio de las
historias cruzadas resulta una estrategia mucho más prometedora. Tanto la
emigración económica como la política (derivada de los ciclos represivos)
facilitaron un continuo flujo de contactos que llegó a moldear las propias
organizaciones anarquistas. En el caso porteño, el carácter cosmopolita de
la población, en el que la influencia de la colonia italiana era determinante,
hizo que, por así decirlo, se fusionaran las tradiciones políticas barcelonesa e
italiana del movimiento acrático. Si atendemos a la gestión del conocimiento
científico, ese rasgo es muy posible que fuera determinante. En el caso, de la
discusión generada sobre la Antropología Criminal, por ejemplo, los debates
sobre la etiología biológica o social del crimen, la naturaleza del delito, o
la defensa social, tienen que ver con la difusión del libro sobre Lombroso
publicado por el español Ricardo Mella y difundido en la ciudad. Pero no
es menos cierto que determinados intermediarios culturales, José Prat como
ejemplo emblemático, contribuyeron a la introducción de interpretaciones
idiosincráticas de la Sociología Criminal francesa en el entorno porteño con
sus traducciones de Augustin Hamon. En qué medida estas perspectivas se
fusionaron con las introducidas por el italiano Pietro Gori, ampliamente
discutidas en la prensa libertaria porteña, es un asunto que requeriría una
investigación más profunda.
En lo referente a la circulación del conocimiento, o mejor dicho, a la
circulación de las muy diversas apropiaciones que realizaron determinados
libertarios de los distintos saberes científicos, es obvio que el que se compar-
180 Saberes transatlánticos

tiera la lengua castellana, aunque el catalán tuviera un peso local no pequeño


en Barcelona, facilitaba la difusión de libros y folletos, no sólo de punto a
punto –Barcelona/Buenos Aires– sino también dentro de una extensa red
anarquista de la que ambas ciudades formaban parte y que incluía a Monte-
video, Patterson, Rosario, Vigo, La Coruña, Tampa, La Habana, Santiago de
Chile, etc. Un traductor, por ejemplo, temporalmente ubicado en La Coru-
ña, como Prat, podía elaborar traducciones del francés al castellano para El
Despertar (Patterson, NJ), órgano dirigido por el catalán Pedro Esteve (Prat,
1896b). Cosas parecidas sucedían con la circulación de los periódicos. Les
Temps Nouveaux era especialmente gráfico cuando, al referirse a la influencia
de un periódico anarquista aparecido en Tampa, se decía que «en todos los
países de lengua española, los propagandistas se dan la mano y no sabemos
hasta dónde se extiende la influencia de El Esclavo» (cx, 1895: 4). La difusión
de un periódico no tiene por qué ser local, y eso es algo que sabían las au-
toridades: la circulación de Tierra y Libertad de Barcelona, por ejemplo, fue
prohibida en ocasiones en Buenos Aires (Quiroule, 1910: 8). Ello responde
a un hecho nada infrecuente. La prohibición, por parte de las autoridades
locales, de publicar prensa anarquista in situ era constantemente sorteada
mediante la difusión de periódicos que se imprimían a miles de kilómetros:
tal era el caso del porteño La Protesta Humana, difundido en varios países de
Europa y América.5
Por otra parte, en el caso concreto de Buenos Aires, hay que tener muy
en cuenta que la ciudad también era un nodo de otra red que se extendía prác-
ticamente por todo el orbe: la que se establecía a partir de la prensa libertaria
en italiano (Italie, 1902: 3). A ello hay que añadir el hecho decisivo de la in-
mensa labor traductora de los anarquistas, y eso facilitó que aunque la lengua
fuera importante, las distintas redes transnacionales estuvieron conectadas
entre sí: la prensa anarquista solía ser un crisol de textos donde las noticias
de interés local se combinaban con artículos teóricos o de fondo en los que
la presencia de los grandes teóricos del orbe anarquista a escala internacional
jugaban un papel eminente. El resultado es un universo transnacional de
lecturas sustancialmente común. Ello incluía toda una importante literatura
propia –Kropotkin, Hamon, Gori, Mella, Reclus– que estaba desarrollando
interpretaciones propias de asuntos que tenían que ver con el darwinismo, la
antropología criminal o la psicología de las masas.
5
  «Continuamente recibimos pedidos de paquetes de España, Cuba y Puerto Rico, etc., donde la
publicación de periódicos anarquistas está prohibida…» (A los compañeros, 1897: 3)
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 181

Ahora bien, una parte muy impor-


tante de esa literatura científica propia se
estaba desarrollando en dos hubs impor-
tantísimos en la producción intelectual
del anarquismo: nos referimos a París y
Londres. No en vano las dos ciudades
no sólo se habían convertido en refugio
de cientos de anarquistas a escala mun-
dial, muy en especial Londres desde los
años 1880 (Bantman, 2014: 52), sino que
la influencia de individuos como Kropo-
tkin o Reclus había trascendido en gran
medida el círculo del anarquismo, lo que
redundaba en la adquisición de un capital
simbólico indudable dentro y fuera del
movimiento acrático. En el caso de Bue-
nos Aires, aunque se viera al movimiento
Fig 7. 4 Buenos Aires es un nodo en el
acrático francés con cierta distancia, no que confluyen dos redes transnacionales
existía duda de que los anarquistas porte- libertarias: la que utiliza como vehículo
ños veían a París como el foro intelectual principal el castellano, y la que hace uso
del orbe libertario. Londres ejercía su del italiano. Revistas porteñas como La
Questione Sociale eran editadas tanto en
influencia de manera indirecta: refugio italiano como en castellano. Almanque
de teóricos como Kropotkin y Malatesta, de La Questione Sociale (1895). Max
verdadero centro neurálgico del anarquis- Nettlau Papers (Argentina). Nº 3389.
Internationaal Instituut voor Sociale
mo mundial, proporcionaba abundante Geschiedenis. Amsterdam.
información y artículos, pero casi siempre
a partir de traducciones francesas, porque pocos eran los militantes que do-
minaban el inglés (Zaragoza, 1996: 359 y 367). No es muy descabellado pensar
que en Barcelona se estaba dando un hecho parecido. José Prat, por ejemplo,
traduce al español el Mutual Aid de Kropotkin no a partir de la versión ori-
ginal inglesa, sino tomando como punto de partida las primeras traducciones
francesas aparecidas en L`Humanité Nouvelle (Prat, 1904).
Así, la comprensión de la gestión del conocimiento científico que articula-
ron los anarquistas tiene que ver con la biografía de las dos ciudades, pero es
imposible entenderla si no vemos a las dos como nodos dentro de una malla
transnacional donde ciudades París y Londres conservaron un rol preponde-
rante. Ciertamente, el estudio de las redes transnacionales informales redunda
en superar las limitaciones de un enfoque exclusivamente nacional, o un
182 Saberes transatlánticos

igualmente obsoleto concepto de centro y periferia. Pero las relaciones de po-


der, como hemos visto, también existían en la República de las Letras libertaria:
aunque en Francia se recibía la prensa anarquista porteña o barcelonesa, no era
lo mismo escribir en Les Temps Nouveaux (París) que en La Protesta (Buenos
Aires), o en Natura (Barcelona). Y eso influye necesariamente en los públicos:
tener colecciones, por ejemplo, completas de las revistas anarquistas de presti-
gio a escala internacional, se convierte en objeto de deseo para los libertarios
conscientes (Correspondance…, 1896: 4). No todas tenían el mismo valor, no
acumulaban el mismo capital simbólico. El esquema centro/periferia nos puede
parecer simple, pero si lo sustituimos por una red interurbana, deberemos tener
muy en cuenta que las relaciones de poder existían, por cambiantes que fuera su
configuración. Poder, en todo caso, no quiere decir dominación. Los militantes
hicieron apropiaciones idiosincráticas de aquello que procedía de los grandes
hubs de la producción intelectual del anarquismo, pero, eso sí, decisivamente
mediadas por las condiciones locales. Una historiografía que sólo atienda a las
conexiones o las interacciones, no entiende que el espacio urbano concreto,
también en el caso del anarquismo, es algo más que el nodo de una red.

Bibliografía

Fuentes primarias

«A los compañeros» (19, agosto, 1897). La Protesta Humana, p. 3.


«Aidons-nous» (16, marzo, 1912). Les Temps Nouveaux, p. 6.
Altaïr (18, diciembre, 1898). La Protesta Humana, pp. 1-2.
«Avisos» (9, octubre, 1892). El Perseguido, p. 1.
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