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TRANSATLÁNTICOS
Imágenes de cubierta:
Alfred Guesdon. Vista general de Barcelona, 1855
Pío Collivadino. El Riachuelo, 1916
ISBN: 978-84-9744-225-1
Depósito legal: M-32387-2017
Printed in Spain
Sumario
Prólogo.................................................................................................................. 9
II
Historias cruzadas
Barcelona en la cultura científica argentina del cambio del siglo xix al xx.
De Sarmiento a Fors...................................................................................... 104
Gustavo Vallejo
Una biografía científica atravesando tres ciudades: Víctor Grau-Bassas en
Barcelona, Las Palmas y La Plata................................................................. 133
María José Betancor Gómez
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión
libertaria del conocimiento científico hacia 1900......................................... 159
Álvaro Girón
III
El cuerpo en la ciudad
En la Facultad y en la Feria: hacia una geografía urbana de los museos
anatómicos en Barcelona............................................................................... 189
José Pardo-Tomás y Alfons Zarzoso Orellana
En los comienzos de la medicalización de la ciudad moderna. Buenos Aires
1870-1930...................................................................................................... 215
Diego Armus
Prostitución y maternidad: el «hijo de puta» en dispositivos sanitarios
antivenéreos de Buenos Aires y Barcelona................................................... 237
Marisa Adriana Miranda
Lista de ilustraciones............................................................................................. 261
Índice onomástico................................................................................................. 263
Los autores............................................................................................................ 271
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires
y la gestión libertaria del conocimiento científico hacia 19001
Álvaro Girón
(IMF-CSIC)
gregación socioespacial (Oyón, 2008; Masjuan, 2001: 57-60). En los años 1920
ya se podía hablar de una ciudad no ya sólo conflictiva, sino dividida, aunque
esto ya era patente en los primeros años del xx. Se estaba abriendo un verda-
dero abismo entre los barrios proletarios, y las zonas dominadas por la clase
media y la burguesía. La tesis general que sosteníamos es que la progresiva
apertura de un foso socioespacial en la ciudad reforzaba otro proceso cultural
ya en marcha, aunque de manera incipiente desde mediados de los años 1880:
la paulatina separación del universo cultural del anarquismo de la subcultura
obrera republicana. Ello se concretaba en la dificultad de establecer puentes
interclasistas materializados durante un buen tiempo en la común participa-
ción en las actividades de las sociedades librepensadoras donde trabajaban
de común acuerdo republicanos, libertarios, masones y, hasta cierto punto,
espiritistas. Ello, desde el punto de vista de la gestión del conocimiento
científico, se tradujo en la sospecha generalizada con respecto no sólo a los
intelectuales, sino también a los científicos y técnicos. A partir de 1910, con
la consolidación del anarcosindicalismo de cariz marcadamente obrerista, se
intentó de manera más que explícita crear una red autónoma de gestión del
conocimiento. En ella, los científicos y técnicos, si es que se les asignaba algún
papel, sería en todo caso subordinado (Girón; Molero, 2016).
La pregunta es: ¿pasó algo semejante en Buenos Aires? Sobre el papel,
Barcelona y Buenos Aires tienen semejanzas interesantes. Ambas se repre-
sentan como ciudades emergentes, como faros de la modernidad. Buenos
Aires es descrita por Les Temps Nouveaux, publicación de gran prestigio en el
orbe libertario, como «una bella ciudad moderna: la más grande de los países
latinos después de París» (Republique…, 1904: 6). Y, de manera diversa, ob-
viamente, también son ciudades clave en procesos de construcción nacional:
una, como pretendían no pocos, capital de una nación sin estado, la otra,
como la capital de un nuevo estado emergente. Pero ambas sufren severos
problemas de dislocación socioespacial que tienen que ver con su crecimiento
explosivo y la recepción de una masa imponente de emigrantes. Las condi-
ciones de vida de los obreros eran miserables. Los emigrantes recién llegados
y los obreros vivían en Buenos Aires en alojamientos que eran descritos por
la prensa libertaria como «inferiores en condiciones higiénicas a aquellos que
se destina en esta misma ciudad a los seres de los escalones más bajos de la
escala zoológica» (Quiroule, 1907: 6). En Barcelona se llegaba a hablar de las
características diferenciales de la raza proletaria (Romero, 1989: 140-141).
Lo cierto es, que, a pesar de la lentitud comparativa del despegue de la
capital argentina como foco libertario, ambas detentaron en determinados
162 Saberes transatlánticos
Fig. 7.1: Mapa de la actividad cultural del anarquismo en Barcelona y su entorno (1888-1896) en
el que se observa el mayor dinamismo en la parte más degradada del centro histórico (El Raval)
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 165
(Congreso Nacional). Era y es, también, un borde urbano que segrega a las
clases altas, al norte de la Avenida, de las bajas, que habitaban al sur de ésta.
contrario, se pensaba que era necesario popularizarla a toda costa (Pellico, 1904:
141), ya que ciencia y revolución parecían ser caras de una misma moneda.
Existía, además, un elemento común a todas las tendencias libertarias
que influía sobremanera en cómo abordaban los temas científicos, aunque al-
gunas estuvieran más dispuestas que otras a establecer puentes interclasistas:
el intento manifiesto de apartarse no sólo de la política, sino también de los
patrones culturales de la burguesía. La prensa anarquista solía ser abstracta
y universalista (Suriano, 2001: 117). Era poco informativa, si entendemos por
informativa lo que hoy llamaríamos actualidad política. Los debates abstractos
generaban mucho más papel, pero no necesariamente obedecían a las coorde-
nadas de la agenda local. Poco interés, por ejemplo, tenían los anarquistas en
el pequeño detalle de los debates que se desarrollaban en los cenáculos inte-
lectuales y científicos más característicos de la burguesía de sus ciudades de
residencia: no hay un eco claro, por ejemplo, del debate sobre el darwinismo
en el Ateneo de Madrid o el de Barcelona en la prensa libertaria barcelonesa.
Y mucho espacio se dedicaba, sin embargo, a las coordenadas generales de las
grandes cuestiones candentes –la relación entre evolucionismo y ética (Girón;
Molero, 2016: 120), las consecuencias deletéreas de la degeneración– a escala
global, especialmente cuando en esos debates entraban en liza las primeras
espadas de los teóricos libertarios.
los ojos del viajero que vuelve a un paisaje desconocido, en algunos casos,
para bien (Gilimón, 2011: 106-107). Por otra parte, la norma por parte de las
autoridades era considerar al anarquista como un extranjero (Gilimón, 2011:
54). A ello se añadía, en el caso de Buenos Aires sobre todo, pero también
hasta cierto punto en el caso de la Barcelona posterior a 1910, el hecho de que
muchos de los anarquistas formaban parte de comunidades de inmigrantes
que podrían detestarse entre sí, pero a las que no era fácil integrarse en las
sociedades receptoras. Ello hacía que tendieran a constituirse en «un todo
bastante homogéneo», no escapando a esa regla «los mismos anarquistas»
(Gilimón, 2011: pp. 54, 106-109).
Esta situación de limbo identitario se acrecentaba por un hecho nada
infrecuente: las autoridades españolas solían deportar a estos libertarios, a su
vez, a terceros países. Paradójicamente, lo que se conseguía es ensanchar la
red libertaria, aumentar el número de historias cruzadas entre anarquistas, y
en algún caso llevar la buena nueva a lugares en los que previamente tenían
poco impacto. Entre los que en algún momento hicieron el camino de ida
y vuelta entre Barcelona y Buenos Aires, nos encontramos con el caso del
barcelonés José Prat. Prat, uno de los primeros impulsores del anarcosindi-
calismo en España, fue amigo del influyente teórico gallego Ricardo Mella, y
publicó un número importante de folletos y artículos en la prensa libertaria
(Martínez de Sas y Pagés i Blanch, 2000: 1101-1102). El anarquista barcelonés
encontró un modo de vida en la traducción de todo tipo de textos del francés
al español para editoriales que en algunos casos excedían el ámbito estricto
del movimiento libertario, como la valenciana Editorial Sempere, aprove-
chando la acogida favorable del anarquismo en determinados cenáculos de
los intelectuales burgueses (Prat, 1895a; Prat, 1901), siendo ésta una estrategia
que también desarrollaron connotados anarquistas como Piotr Kropotkin o
Élisée Reclus (Ferreti, 2017: 21). Desde el punto de vista de la gestión que
del conocimiento científico hicieron los libertarios, fue clave en la introduc-
ción del pensamiento evolucionista de Piotr Kropotkin en España, siendo
el responsable de la primera traducción al castellano en 1906 del best-seller
Mutual Aid. A Factor of Evolution (Girón, 2007: 188-189). No hay datos que
nos permitan calibrar hasta qué punto su traducción fue difundida en otros
países de lengua española.
En realidad, Prat estuvo poco tiempo en Buenos Aires. Llegó proba-
blemente en septiembre de 1897 a la ciudad y la abandonó en marzo de 1898
(Abad de Santillán, 1930: 61). Su estancia y posterior viaje de vuelta tienen que
ver con la represión posterior al proceso de Montjuich –considerado por la
De redes informales e historias cruzadas: Barcelona-Buenos Aires y la gestión… 171
militancia porteña como el caso Dreyfus español (Locascio, 1899: 1)– que tuvo
un efecto devastador en la militancia barcelonesa. En todo caso, lo corto de
su estadía no quiere decir que su influencia no fuera importante. Entre otras
cosas, porque a su vuelta Barcelona, actúo como una suerte de corresponsal
que informaba de los avatares no sólo del movimiento libertario en la Ciudad
Condal, sino incluso de toda Europa (Revista…,1898: 3), cosa que era espe-
cialmente valorada por los libertarios porteños. Además, su actividad ilustra
hasta qué punto son importantes para el estudio del anarquismo en general, y
de la gestión idiosincrática que hicieron los libertarios del conocimiento cien-
tífico, las redes informales. Recuérdese que raramente el movimiento acrático
ha consolidado grandes organizaciones, con la excepción notable de la CNT
o la FORA, ni todos estaban convencidos de integrarse en cualquier tipo de
organismo de carácter burocrático. Los libertarios prefirieron tanto por con-
vencimiento ideológico, como por las propias condiciones históricas en las
que se desarrolló el movimiento (frecuentes períodos de represión que hacían
fracasar la actividad legal), este tipo de redes, que muchas veces adquirían
un carácter trasnacional. Ésa es la razón por la que el estudio de individuos
172 Saberes transatlánticos
Fig. 7.3 Los formatos de revista/periódico anarquista se trasladan de país a país. Tal es el caso de
Ciencia Social (Barcelona) y Ciencia Social (Buenos Aires)
Conclusión
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