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PSICOPEDAGOGÍA

ÉTICA Y DEONTOLOGÌA PROFESIONAL

Clase 7: Acto moral

La Ética se justifica porque las acciones del ser humano dependen del conocimiento racional y de
intervención libre de la voluntad; de tal manera que se encuentra en constante riesgo de
desviarse del fin para el que fue creado.

El problema de la Ética no se da con la filosofía. El primer acercamiento al fenómeno de la


moralidad ocurre en la vida práctica, que es una esfera prefilosófica y refiere a la vida moral
misma. Solemos expresar valoraciones morales ante determinadas circunstancias.
Así hablamos de actos nobles, buenos y desinteresados, o de actos malos y egoístas. A
este ámbito pre-filosófico se le denomina conocimiento moral como opuesto a la ciencia
moral que, situada en un plano de reflexión distinto, intenta estudiar los fenómenos más
importantes dentro del ámbito correspondiente a la evaluación moral y a la moralidad de las
acciones. Así la ciencia moral tiene por objeto el ámbito de la moralidad, incluido el del
conocimiento moral.
Por recta razón entendemos el medio a través del cual se descubre la moralidad. Pero cómo
conocemos si una acción es o no conforme al verdadero bien de la naturaleza humana. La
respuesta es la inteligencia que advierte lo adecuado de una acción en orden al verdadero bien
de la naturaleza humana. Si la inteligencia alcanza esa comprensión sin error, se le denomina
recta razón.

Así, la Ética estudia la moralidad en cuanto cualidad del acto humano que le pertenece de
manera exclusiva por proceder de la libertad en orden a un fin último. La Ética entonces se refiere
al acto perfecto en cuanto conviene al hombre y en cuanto lo conduce o no a realizar su último
fin.

Lo éticamente bueno depende de la relación con el fin último del hombre. El fin último del
hombre es el deseo natural de ser feliz, es el bien perfecto.
En este sentido, se entiende por felicidad la obtención estable y perpetua del bien totalmente
perfecto, amable por sí mismo, que sacia todas las exigencias de la naturaleza humana y calma
todos sus deseos.
La inteligencia es quien advierte de modo natural la bondad o maldad de los actos libres. Todos
tenemos experiencias de satisfacción o remordimiento frente a determinadas acciones realizadas.
A partir de ellas surge la pregunta acerca de la calificación de la conducta. ¿Qué es el bien y qué
es el mal? ¿Por qué esto es bueno y aquello malo?
Precisamente, la respuesta a estas interrogantes es lo que nos lleva al estudio científico de los
actos humanos en cuanto buenos o malos, estudio que denominamos Ética. Así, la Ética resulta
aquella parte de la filosofía que estudia la moralidad del obrar humano; es decir, considera los
actos humanos en cuanto son buenos o malos.

El objeto moral de nuestras acciones


La determinación del objeto de una acción moral no es tan sencillo. Al hablar de “objeto” nos
referimos al “objeto moral” de la acción, aquello que responde a la pregunta “¿qué haces?” o, en
el caso que la acción ya haya finalizado “¿qué has hecho?”.

Lo llamamos objeto de la acción porque está dotado de una cierta objetividad, es expresable en


palabras y podemos decir lo que hemos hecho, siempre y cuando seamos sinceros con nosotros
mismos y con los demás.

Algunos objetos de las acciones son, por ejemplo: “ayudar a una persona invidente a cruzar la
calle” u “ofrecer la propia comida a alguien que tiene hambre”. Otros son más sencillos en su
descripción, como es el caso de “matar”.

La contraposición del objeto de las acciones es el sujeto de éstas, que no es otro que la persona
que actúa. El sujeto de la moralidad son siempre los actos libres, pero en el fondo esos actos
libres remiten siempre a la persona que los lleva a cabo. La persona puede realizar infinidad de
actos debido a la libertad que posee. Esto significa que sus acciones pueden ser innumerables, y
por tanto, que también pueden ser muy diversos los objetos de esas acciones que realiza. De ahí
que haya una cierta dificultad para poder definirlos verbalmente hasta que éstos ya hayan
concluido.

Para que las acciones del sujeto sean consideradas como tales deben ser voluntarias, es decir,
como dice Tomás de Aquino “la acción procede de un principio intrínseco y está acompañada por
el conocimiento formal del fin”. Parece algo muy obvio: la acción debe ser querida y debo saber lo
que hago. Pero es importante introducir todas estas nociones para comprender el objeto de la
acción moral.

La voluntariedad es un dirigirse deliberado y consciente hacia el objeto; no basta que la persona


“tenga conciencia” de lo que hace: se puede tener conciencia de alguna cosa que, sin embargo,
no está organizada ni regulada por el sujeto que actúa (como es el caso del latido del corazón).

La acción voluntaria es deliberada y consciente porque incluye en su íntima estructura un


juicio intelectual que proyecta como bien la acción o aquello que a través de la acción se alcanza.
Es un conocimiento racional inmerso en la voluntariedad, un tender juzgando, por ello se dice que
la voluntad es un apetito racional.

Por tanto, la voluntariedad juega un papel fundamental en la acción querida, es decir, en definir lo
que quiero hacer, o lo que estoy haciendo, o lo que ya he terminado de hacer.

El acto humano procede de la voluntad deliberada del hombre, ya sea que los ponga la
misma voluntad, actos elícitos, ya sea que los ordene poner a otras potencias, actos
imperados.

La esencia del acto humano es, pues, que sea voluntario y libre, o dicho en una sola
palabra, que sea libre, pues si es libre es voluntario. Sólo las acciones que de alguna manera
son libres, son propias y específicas del hombre como hombre.

Son propias, porque por ser libres, el hombre es dueño de ellas, están puestas con dominio,
es decir, con libertad. Y son específicas, porque son características del hombre, no sólo en
cuanto substancia de la operación, sino también y sobre todo, en cuanto al modo de obrar la
operación, que está puesta con libertad. La acción libre está puesta de un modo específico y
característico del hombre, el modo de libertad.

Por lo tanto podemos decir que, no son actos humanos, sino actos del hombre:

 - Los actos de la vida vegetativa y sensitiva, v.g. comer, ver, caminar, etc.

 - Los actos indeliberados, ya sea por incapacidad, más o menos remota, de deliberar,
v.g. los actos del infante, en sueños, los del amante o embriagado, los actos puestos en
estado imnótico, etc.

El acto voluntario se relaciona con lo que de alguna manera procede de la voluntad, siendo
querido por ella. Debe pues, no solo ser efecto, próximo o remoto, de la voluntad, sino
también ser objeto de ella. Es decir, el voluntario debe pertenecer a la voluntad, no solo
efectivamente, sino también objetivamente.
El acto voluntario se divide en:          

- Según la causalidad de la voluntad es:


 Elícito: si procede inmediatamente de la causalidad de la voluntad.
 Imperado: si procede mediatamente.

- Según el conocimiento que le precede en:


 Libre: si es un juicio valoral indiferente o deliberativo.
 Necesario: Si no lo es.
- Según sea la deliberación más o menos perfecta en perfecto e imperfecto.
- Según la objetividad e intención con que se quiere el acto, se divide en:
 Voluntario actual: si se quiere actualmente.
 Voluntario virtual: si se quiso, y ese querer pasado continua influyendo y es
causa de que se ponga en acto.
 Voluntario habitual: si se quiso, pero ya no continua influyendo ese querer en la
producción del acto.
- También según la objetividad o intención con que se quiere el acto que procede de la
voluntad, se divide en:
 Voluntario en sí: si es querido por la voluntad, como fin o como medio.
 Voluntario en causa: si, aunque previsto de alguna manera, no es querido por la
voluntad, pero sí otra cosa (voluntario en sí), con la que está actualmente ligado.

El voluntario en causa pertenece a la voluntad efectivamente, es efecto remoto de la


voluntad, pero no pertenece objetivamente, no es querido por la voluntad, aunque sí
previsto de alguna manera.

 Hay un voluntario en causa positivo y otro negativo:

 Positivo: cuando es verdadero efecto, aunque remoto, de la voluntad. Siempre es


voluntario, pues quien quiere la cada, quiere también los efectos de alguna manera
previstos.

 Negativo: cuando no es verdadero efecto de la voluntad, sino solo ocasionado, es decir,


que la voluntad pone la ocasión para que produzca el efecto, y no lo impida.

 El acto involuntario refiere a lo que precede de alguna facultad del hombre, pero no de
la voluntad, ni remotamente, y, además, no es querido por la voluntad, involuntario
negativo, o contra el querer de la voluntad que lo rechaza, involuntario positivo, ej. los
malos pensamientos no consentidos, son involuntarios negativamente, el meter a un
señor en la cárcel, es para este involuntario positivamente.

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