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I. La acción voluntaria
Pág. 175.
La acción voluntaria puede ser definida como aquella acción que procede de un principio
intrínseco con conocimiento formal del fin.
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1) Procede de un principio intrínseco la acción que tiene su origen en una facultad apetitiva del
sujeto, es decir, de un principio operativo que está dentro de él. Por ello, la acción voluntaria se
distingue de la acción coacta o violenta, que es la acción originada por la violencia de una causa
exterior al sujeto contra la inclinación o el deseo de éste.
2) Existe conocimiento formal del fin siempre que el sujeto agente conoce «aquello en vista de
lo cual» (el fin) realiza la acción, y que lo conoce expresamente bajo la razón de objetivo de su
obrar, valorando su conveniencia en cuanto tal, de modo que este conocimiento y esta
valoración son el origen inmediato de la acción. Por este motivo, la acción voluntaria añade un
importante elemento a la acción simplemente espontánea: esta última también procede de un
principio
intrínseco, pero sin conocimiento formal del fin.
3) Por último, el término «fin» expresa genéricamente el objeto propio de la voluntad. En la
definición que estamos explicando, el término fin significa algo así como bien en sentido
práctico. En sentido práctico general, el bien es aquello a lo que toda acción tiende, y la acción
es la expresión de la tendencia del sujeto hacia el bien.
La tendencia de la voluntad hacia el fin: la voluntariedad
El modo específico de la voluntad de «tender» hacia un fin se llama voluntariedad 3, y se
caracteriza por las notas siguientes. 1) La voluntariedad es consciente, porque la tendencia del
acto hacia el objeto es proyectada deliberadamente por el sujeto. Proyectar y organizar son
actos de la razón práctica (conocimiento formal del fin) implicados por la actividad voluntaria.
2) De la nota anterior se sigue que la voluntariedad es guiada y ordenada por la razón. La acción
y el bien hacia los que ella tiende son presentados y valorados por la razón práctica y, en ese
sentido, son constituidos por ella. El objeto de la acción es concebido y constituido por la razón
práctica.
3) La voluntariedad es activa; es una acción, y no una pasión, porque la relación establecida
entre el sujeto voluntario y el objeto es decidida y puesta por aquél. El sujeto agente es dueño de
la acción realizada. La acción es algo bien diverso de la pasión y de los sentimientos, diferencia
que no se anula por el hecho de que la persona puede conseguir dominar (hacerse dueña de) su
afectividad.
4) La voluntariedad es autorreferencial. Toda acción voluntaria, además de contener la
tendencia hacia un bien, revierte sobre el sujeto personal: no es posible, por ejemplo, robar sin
aprobar el robo que se realiza y, por tanto, sin hacer de sí mismo un ladrón, mientras que se
puede conocer un robo o un homicidio sin mancharse a sí mismo con esas culpas morales.
Acciones voluntarias elícitas y acciones voluntarias imperadas
Pág. 179.
Son elícitos los actos ejercidos directamente por la voluntad (amor, odio, etc.). La persona,
como centro espiritual, toma postura ante un objeto (ama, odia, aprueba, desaprueba, acepta,
rechaza, etc.), con independencia de que la realización del objeto esté o no en su poder. Así, por
ejemplo, cabe amar u odiar las cualidades de otra persona, desear que tenga éxito en sus
actividades o que fracase en ellas, etc., aunque la persona que ama u odia nada pueda hacer para
promover u obstaculizar esas cualidades, éxitos o fracasos. Es la actividad elícita propia de la
voluntad en cuanto potencia espiritual. En cambio, son imperados los actos realizados
inmediatamente por una facultad diversa de la voluntad (la inteligencia, los brazos, los ojos)
bajo la influencia y la moción de la voluntad: y así leer un libro, golpear la mesa, prestar
atención son acciones voluntarias imperadas.
Los actos elícitos tienen gran importancia, porque son el principio y el fundamento de los actos
imperados. La persona primero ama o se interesa por algo, hace suyos determinados ideales, y
ese amor ya implica una identificación de la persona con lo amado, con su valor.
Acción y omisión
Pág. 180.
El concepto de acción voluntaria no sólo se aplica al querer o al hacer voluntario, sino también
al no-querer y al querer-no-hacer, es decir, a lo que comúnmente llamamos omisiones. El omitir
es una decisión tan voluntaria como el hacer.
Evidentemente, la omisión no se entiende aquí como el simple evento de que algo no es hecho
por mí, porque entonces se llegaría a la ridícula conclusión de que el hombre, por muy activo
que sea, está omitiendo acciones continuamente, ya que, mientras hace lo que hace, omite todas
las otras acciones posibles.
Acción perfectamente voluntaria y acción imperfectamente voluntaria
Pág. 181.
Acción perfectamente voluntaria es aquella que cumple plenamente las condiciones de la acción
voluntaria. Obra, pues, de modo perfectamente voluntario la persona que advierte lo que hace y
que consiente plenamente en su acción. Si falta alguno de estos dos requisitos, la acción será
imperfectamente voluntaria. La imperfección del acto voluntario puede originarse de los dos
modos siguientes:
1) Presencia imperfecta del conocimiento formal del fin en el momento de la acción. Ello puede
ser debido a causas o situaciones (como la semi-somnolencia, la ebriedad parcial, la
perturbación parcial de la mente causada por una enfermedad, por una pasión violenta, por un
estado de gran agitación, etc.) que dificultan, en el momento en que se obra, que el
conocimiento del fin poseído informe la acción. Se trata de causas que obstaculizan o impiden
el normal ejercicio del juicio intelectual implicado en todo acto de voluntad, por ello impiden
la integridad psicológica de la acción voluntaria.
2) Imperfección del movimiento de la voluntad hacia el objeto, porque éste posee también
aspectos que causan repugnancia, titubeo, etc. La imperfección del movimiento de la voluntad
suele originarse ante acciones que se presentan como ambivalentes, por poseer caracteres de
deseabilidad de diverso género y de signo contrario (a la vez positivo y negativo).
Acción no voluntaria, acción involuntaria y acción voluntaria mixta
Pág. 181.
La acción no voluntaria significa simple privación de voluntariedad, sobre todo por falta del
conocimiento formal del fin: ignorancia de las circunstancias concretas de la acción,
principalmente de su objeto. El concepto de acción involuntaria añade un elemento más al de
acción no voluntaria. Ese elemento es la contrariedad u oposición de la acción involuntaria
al acto o a la disposición habitual de la propia voluntad.
Son las acciones mixtas, de las que Aristóteles hizo ya un completo estudio. Las acciones
mixtas son, en principio, acciones libres y psicológicamente normales, pero que no responden a
una libre iniciativa de la persona. Se toman a causa de una situación difícil en la que el sujeto
viene a encontrarse, y no sin vencer una notable repugnancia, pues se oponen a sus deseos, y
desde luego no se realizarían fuera de esa situación.
Además de los ejemplos indicados por Aristóteles, las complejas relaciones interpersonales que
caracterizan nuestra sociedad, a nivel político, económico, profesional, etc. originan en la
actualidad numerosos tipos de acciones mixtas, que no pocas veces suscitan perplejidad de
juicio.
El objeto de la voluntad
El bien como fin y la acción que lo realiza
Ya sabemos que el término «fin» expresa genéricamente el objeto propio de la voluntad. Ahora
conviene añadir que, en su acepción más restringida, «fin» es sólo un tipo de bien o sólo uno de
los posibles objetos de la voluntad. Para el sujeto agente, una acción o lo que a través de ella se
adquiere puede poseer la razón de bien de diversas formas: por así decir, hay varias clases de
bienes. Entre ellas, fin es lo que en el momento de obrar se presenta como bueno o deseable en
sí mismo, esto es, lo que tiene interés en sí y por sí y, por ello, puede ser en sí mismo principio
de la actualización (objeto) de la voluntad y término de ella.
La intención y la elección
La distinción entre bien como fin y bien finalizado está relacionada, aun sin llegar a
corresponder plenamente, con la que existe entre los actos de la voluntad llamados intención y
elección. Entendemos por intención un acto elícito de la voluntad que consiste en el querer
eficaz de un fin que, en su realidad fáctica, está distante de nosotros, de modo que no resulta
inmediatamente realizable o alcanzable, sino que es querido como algo que ha de ser alcanzado
a través de otras acciones.
La relación entre intención y elección
La distinción entre intención y elección no rompe la unidad del obrar. Es verdad que la
intención puede darse separadamente de la elección, como sucede cuando una persona decide
perseguir un fin que será alcanzado en el futuro sin pensar todavía en los medios que empleará
(por ejemplo, una persona que está terminando los estudios secundarios puede tomar la firme
decisión de ejercer en el futuro la profesión de periodista, pero sin plantearse todavía el modo
de llevar a la práctica esa intención: matricularse en una universidad, o trabajar primero como
aprendiz y hacer los estudios en un segundo momento, etc.).
La especificación moral de las acciones voluntarias
¿Qué es la especificación moral de las acciones?
Para explicar qué es la especificación moral de las acciones voluntarias podemos servirnos de
algunos ejemplos. El médico se sirve de la definición y clasificación de las diversas patologías
(diabetes, tuberculosis, gastritis, etc.) para identificar las enfermedades sobre la base de los
síntomas que observa, los precedentes de la historia clínica, etc. También el juez dispone de la
definición de las diversas violaciones de la ley (fraude, robo, falsedad en documento público,
evasión de impuestos, etc.) para juzgar los comportamientos sobre los que debe pronunciarse,
absolviendo o condenando a su autor.
El principio fundamental: la especificación moral según el objeto
Un primer punto de importancia capital para plantear bien toda la cuestión es que son
propiamente susceptibles de especificación moral las acciones voluntarias en cuanto tales, por
tanto, descritas como acciones voluntarias y no simplemente como acciones físicas 17. Como ya
sabemos, es esencial a la acción voluntaria contener un propósito o intento consciente y activo,
proyectado y valorado por la razón. En el estudio de la especificación moral, a este propósito
deliberado, concebido y valorado por la razón práctica que guía la acción, se le llama objeto de
la acción voluntaria, de cualquier tipo que ésta sea (intención, elección, consentimiento, etc.).
Tratándose de un punto importante vale la pena ilustrarlo con varios ejemplos.
El objeto de la acción moral «robar un automóvil» no es el automóvil, ni tampoco el hecho de
que yo use un automóvil que no es mío; lo que constituye la acción moral «robo de automóvil»
es la realización del propósito de apropiarme de un automóvil ajeno sin permiso del dueño y en
circunstancias tales que el dueño sería razonablemente contrario (el propietario no puede
ponerse razonablemente a que se use su coche para trasladar al hospital un herido grave, con la
intención de devolver inmediatamente después el coche a su dueño).
Otras fuentes de especificación moral: el fin y las circunstancias
En la práctica no nos encontramos con acciones simples realizadas por no se sabe quién fuera
del espacio y del tiempo, sino con acciones que alguien realiza con una determinada intención y
en unas circunstancias concretas. Intención y circunstancias influyen también en la
especificación moral de la acción. Antes de explicar el modo en que influyen, conviene hacer
unas aclaraciones. Al hablar aquí de intención, nos referimos a la intención del fin por el que
se ha elegido la acción realizada, y no a intenciones secundarias que no han determinado la
realización de la acción.