La más desarmada ternura, así como el más sangriento de
los poderes, necesitan la confesión. - Michel Foucualt Muchos de los contemporáneos y estudiantes del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), cuando tenían la oportunidad de encontrarlo en los pasillos del Collège de France o en alguna conferencia, le exigían la más pronta respuesta a un problema que parecía haber pasado inadvertido en su obra. La duda se puede resumir básicamente en la siguiente preocupación: si en todos los textos de Foucault se habla sobre el poder ¿por qué no hay un solo párrafo dedicado a decir qué es el poder? La respuesta corta es ofrecida por el autor parisino en una entrevista que dio a Colin Gordon y Paul Patton en 1978, titulada “Reflexiones en torno al marxismo, la fenomenología y el Poder”, en la que dice, básicamente, que su silencio respecto a este tema se debe a un profundo odio y rechazo. Pero ¿cómo hemos de entender esta aseveración que estoy haciendo? ¿a qué me refiero cuando digo que Foucault dice odiar el poder? Este odio nada tiene que ver con un rechazo a la existencia de una determinada parcialidad, grupo o sector que reprima a alguna minoría indefensa o población vulnerable. Más precisamente, lo que se puede decir que odia, es un determinado significado de la palabra “Poder”, que para él es una mala interpretación de la realidad que pretender señalarse con este rotulo. La noción de poder que crítica y rechaza Foucault es aquella que lo entiende como una cosa o propiedad. Usualmente cuando se habla de “El Poder” (con “P” mayúscula) se lo hace con respecto a una suerte de grupo caricaturizado, simplificado y estereotipado de personas, conocidas o anónimas, que disponen de un recurso específico, cuya principal característica es hacer de sus propietarios políticamente poderosos en todo momento y circunstancia. Pero que dependiendo a quien se le pregunte, puede variar. Para algunos lo que te da “Poder” son las armas, para otros el dinero y hoy en día puede hablarse de que “la información ES Poder” (frase que sería odiosísima para Foucault). Todas estas, son cosas concretas y localizables que usualmente se entienden como la esencia de un poder que es universal y atemporal, y que, por tanto, caracteriza a “los poderosos”, haciendo fácil señalar a los millonarios, los caudillos o grandes grupos informáticos, como los que “tienen” poder, dotándolos de una identidad concreta que en todo momento sirve para señalar al poder sin importar la situación. Así, USD$1.000.000 te permitiría generar la misma influencia política aquí que en Pekín, básicamente. De primera mano, esta interpretación, para Foucault, es un desastre. Lo primero que hay que aclara es que el “Poder” no se puede simplemente "tener". Todo recurso requiere condiciones adecuadas para que sea políticamente funcional, es decir, para que se pueda obtener, gracias al uso de este, la obediencia de alguien más. Si bien se puede decir que los tres recursos antes mencionados (armas, dinero e información) tienen una cierta convertibilidad. Con el dinero suficiente puedes comprar armas o mercenarios, se puede monetizar la información para generar ingresos o recurrir al chantaje, se puede sacar información bajo coacción con armas o comprándola, etc. Pero esto no significa una garantía directa de poder. En este sentido, el autor, ve en el poder un rotulo que puede utilizarse para reunir todas las herramientas que cumplan una función política, esto es, obtener obediencia de los demás, y que por tanto se encuentran determinadas de forma histórica por las circunstancias particulares de cada momento en el tiempo. De tal manera que en una determinada circunstancia resultaría mejor, estratégicamente hablando, ofrecer dinero en vez de amenazar, en otra persuadir en vez de imponer, en otra impedir en vez de dirigir, y un largo etcétera, todo esto dependiendo del contexto y de los fines de los actores involucrados. De esta forma, en la medida en la que la efectividad de este conjunto de herramientas varía según lo hagan los actores y el contexto, no se puede decir que el poder exista como algo único con una esencial universal, que dependa solo de quien haga uso de él, sino que más bien es el resultado de una situación en la que, concuerdan ciertos elementos que hacen a un determinado recurso algo políticamente funcional. Esto quiere decir que, si no se da esta coincidencia de elementos y factores, no se da una situación de poder, y, por tanto, sin importar que tan millonario, caudillo o espía sea un actor, éste no logrará ejercer poder sobre otro si en la correlación de fuerzas y conjugación de fines en un contexto, no se da la coincidencia de elementos que requiere toda situación de poder. Esta forma de entender el poder como relaciones, abre una visión panorámica que permite asumir su estudio desde la complejidad de su realidad, compuesta por una inmensa y variada red de elementos. Desde el punto de vista de los que gobiernan hasta los que resisten dicho gobierno. Aquí la palabra clave es estrategia. Foucault explica todo esto de la siguiente manera: “Nunca hablé de Poder, nunca hice un análisis del Poder, nunca dije lo que es el Poder, lo que fue interpretado por ciertas mentes activas fue que yo estaba haciendo una suerte de absolutismo, de poder trascendental, de divinidad oculta, etc. Pues bien, si nunca defino el poder, y, por tanto, si no hablo del Poder, ¿qué hago en cambio? Digamos que estudio cosas como el asilo psiquiátrico, las formas de restricción, de exclusión, de eliminación, de descalificación, la razón que está siempre, y precisamente, encarnada en la forma de un doctor, de un conocimiento médico, de una institución médica, etc., ejercido sobre la locura, la enfermedad, la irracionalidad, etc.; lo que yo estudio es una arquitectura, una disposición espacial, lo que estudio son las técnicas disciplinarias, las modalidades de formación, las formas de vigilancia, aún en términos demasiado amplios, pero…¿cuáles son las prácticas que uno pone en juego con el fin de gobernar a los hombres, es decir, para obtener de ellos una cierta manera de conducirse a sí mismo? Esto quiere decir que siempre es algo preciso, concreto, es decir, con una finalidad de dominación, de restricción, de coerción, etc., todas cosas que uno pudiera poner, si se quiere, bajo la categoría de poder” De está forma, lo que se pone en juego en el estudio del poder, es la investigación de condiciones históricas precisas, que dan lugar a una determinada forma de dominación, siempre sujeta a las particularidades de ese momento histórico y que corresponde a una confrontación estratégica entre individuos que disponen y aplican diversas herramientas para dominar a los otros.