Está en la página 1de 2

La neofobia alimentaria (literalmente el “miedo a probar alimentos nuevos”),

es un trastorno restrictivo de la alimentación que principalmente se presenta


en la infancia. A diferencia de sus compañeros neofílicos, estos niños
rechazan nuevos alimentos (muchas veces movidos por aspectos sensitivos
como los colores, las texturas, los olores… Aunque puede haber muchas
historias detrás). Los expertos lo consideran un comportamiento “habitual”
entre los 2-6 años, pero, de prolongarse más allá, las consecuencias
nutricionales pueden ser muy negativas

Ante la neofobia alimentaria “hay que generar experiencias positivas”


La deficiencia en la ingesta de frutas y verduras (u otros alimentos, según el
caso), puede suponer un riesgo para la correcta salud nutricional del niño. Pero
más allá de de las consecuencias dietéticas negativas, estos niños o
adolescentes presentan altos niveles de ansiedad y baja autoestima.
“Hay que tener muchísima paciencia, sabiendo que es algo normal en el
desarrollo del niño. Cuando el niño dice que no quiere probar algo, lo que no
hay que hacer es obligarle, pues con ello se consigue que sean más
neofóbicos”, señala la experta.

Se sabe que la exposición temprana a alimentos y sabores puede tener efectos


a largo plazo. Una dieta pobre en la infancia será la antesala de una dieta
pobre en la edad adulta.

Con frecuencia, cuando el niño empieza a decir que ‘no’ a muchos


alimentos, los padres les presionan en un acto a la desesperada, lo cual es
un error. “El niño relaciona su rechazo a una obligación o enfado del padre o la
madre, no disfruta del alimento, y se generan experiencias negativas con el
alimento que van a llevar a no querer probarlo”, argumenta la investigadora.
El aprendizaje de los sabores se consigue mediante la exposición repetida de
los mismos. Presentar los alimentos rechazados de manera reiterada sobre la
mesa, les llevará a familiarizarse más con él y acabará generando lo que se
conoce como un ‘fenómeno de habituación’.

Imagen: IMEO
Hay muchísima más probabilidad de que el niño desee probar el alimento si lo
prepara él. Es fundamental que los niños participen en el proceso de
alimentación (desde la compra, pasando por el cocinado y terminando con el
emplatado).

¿Cómo generarles experiencias positivas con la comida? Se recomienda


llevarles a hacer la compra con los padres; enseñarles en el supermercado las
diferentes frutas y verduras que existen; cocinar el alimento juntos; hacerles
partícipes (que vean cómo se hornea, cómo se prepara…); cocinar recetas que
lleven ese alimento aunque no sea de manera principal (en lugar de ponerles
un plato de garbanzos con espinacas, ponerles un pastel de espinacas que
lleve queso por encima, nata, huevo… Es decir, mezclar aquellos alimentos
“polémicos” con otros que les gusten).
Por otro lado, Maíz afirma que no hay que confundir al neofóbico con aquel
que tiene un comportamiento “caprichoso” o “quisquilloso” con la
comida. Si bien, ambos se integran dentro del mismo problema, el del rechazo
de alimentos.
Mientras que el niño que padece neofobia alimentaria rechaza comer nuevos
alimentos, aquellos que se definen como caprichosos o quisquillosos se
caracterizan por tener una dieta poco variada y por rechazar alimentos tanto
nuevos como aquellos que ya les son familiares.

En cualquier caso, ambos trastornos de la alimentación deben ser advertidos y


corregidos a tiempo para no generar problemas de salud relacionados con un
bajo consumo de esos alimentos rechazados.

Por último, también resalta que “los niños con neofobia alimentaria no tienen
una preocupación por su imagen; en ningún momento hay una distorsión
cognitiva en cuanto a su imagen ni quieren adelgazar”.

Paquita comenta que cuando el niño rechaza un alimento, los padres deben


seguir ofreciéndoselo y no retirarlo. “En 10-15 veces que se lo presenten
suelen aceptarlo. No se debe dejar de ofrecer, hay que insitir un poco, pero sin
olvidar que todos tenemos algún alimento que no nos gusta”.
Por ello, recomienda que se les debe ir ofreciendo nuevos alimentos poco a
poco, adecuados a su edad. Además, añade que no debemos olvidar que los
niños aprenden por imitación y van a mostrar interés por los alimentos que
vean comer a sus padres.

Otro consejo que aporta es que “si emparejamos alimentos que nos disgustan
con otros que nos son más familiares, crearemos una asociación positiva, y
acabaremos apreciando esos nuevos alimentos por sí solos”.

También podría gustarte