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EL ESPÍRITU DE CRÍTICA

14 de enero EL PERFUME DEL CARÁCTER DE CRISTO EN USTEDES*


Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio
de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. 2 Cor. 2: 14.
No hay esperanza de éxito para ninguna organización religiosa en la que se cultive
el espíritu de crítica como arte refinado bajo el nombre de discernimiento espiritual.
Sería mucho mejor que los hombres fueran ciegos para con las faltas de otros, antes
que estar inspirados por un espíritu astuto e inquisitivo que busca defectos en
aquellos a quienes el Señor ama y por medio de los cuales obra. Todos necesitamos
humillarnos y no tener una idea exaltada de nosotros mismos.

La mayor tristeza que he soportado fue causada por la falta de unidad y amor entre
los hermanos. En palabra, en espíritu y en la vida toda, debemos manifestar a
Cristo, y no las ideas y conceptos peculiares del yo. Por éstos muchos han sido
estorbados y han llevado una carga durante toda su vida sin saber cuál era el
problema.

Pierdan de vista a todos los demás, excepto a Cristo. Deseamos tener a Cristo en
nosotros y Cristo desea habitar en nuestro corazón. Somos todos humanos y
falibles, y a menos que El se forme dentro de nosotros como la esperanza de gloria,
cometeremos grandes equivocaciones al evaluar a nuestros colaboradores de
acuerdo con nuestro propio modelo y medida. Dios ve por debajo de la superficie.
Ve todo lo bueno y nota también todo lo malo. Dejen, entonces, la obra de juzgar a
sus hermanos por cuenta de Dios.

Preocúpense por los jóvenes que están ahora formando sus caracteres, conversen
con ellos y ayúdenles en todo lo que les resulte posible. Que nadie eduque a los
jóvenes en la ciencia de detectar faltas. No permitan que los jóvenes los escuchen
hablar de las faltas de los que no se ajustan a sus ideas. Los jóvenes son servidores
de Cristo y se los debe cuidar y animar para que desarrollen pensamientos buenos,
puros y santos. No necesitan lecciones de malas sospechas. Satanás está siempre
listo para instruirlos en esa dirección. Enséñenles a ser amables, a respetarse y
amarse unos a otros como Cristo nos ama.

Retengan el perfume del carácter de Cristo en sus palabras y acciones. Que las
quejas y murmuraciones terminen para siempre. Entonces sus corazones reflejarán
los rayos del sol de justicia de Cristo. Dios los bendecirá y los hará una bendición.
Es el carácter, no la colocación de nuestros nombres en los libros de la iglesia, lo
que nos hace cristianos. Qué manifestaciones aparecerán cuando Cristo, morando
en el corazón, se refleje en los rostros de aquellos que lo aman y guardan sus
mandamientos. La verdad está escrita allí. El hombre es transformado a la imagen
de Cristo. Un mundano puede acercarse y no advertir el cambio, pero los que han
tenido comunión con Cristo discernirán su expresión en las palabras y el espíritu. La
influencia de Cristo en el corazón se percibirá en una amabilidad habitual, en un
amor más que humano. La dulce paz del cielo estará en el alma y se revelará en los
semblantes (Carta 6, del 14 de enero de 1899, dirigida a los "Hermanos y hermanas
reunidos en el congreso anual de Ballarat"). 27

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