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"...La acidia es la descripción de una estructura que propongo diferenciable del duelo
normal y de la melancolía..."
Voy a proponer una incidencia que se da en el análisis de las neurosis y que suele
diluirse en otras conocidas: el duelo y la melancolía.
“La conjunción de melancolía y duelo parece justificada por el cuadro total de esos dos
estados.(...) El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una
persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad,
un ideal, etc. (...) Cosa muy digna de notarse, además, es que a pesar de que el duelo
trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida, nunca se nos
ocurre considerarlo un estado patológico ni remitirlo al médico para su tratamiento.
Confiamos en que pasado cierto tiempo se lo superará, y juzgamos inoportuno y aun
dañino perturbarlo.”1[1]
Recuerdo que tiempo atrás los hombres usaban corbata negra, las mujeres su vestido
negro y nadie iba a decir que esas personas estaban mostrando un trastorno
patológico. Cierto saber en la cultura manifestaba un reconocimiento del estado de
duelo. Ante él, Freud opone la melancolía:
1[1] Freud, Sigmund. Obras completas, Duelo y melancolía, pág. 241. Amorrortu editores,
Buenos Aires, 1976.
Voy a decir una herejía: comencé citando a nuestro maestro Freud y lo que él me
enseñó. Pero no me alcanza. Si aceptamos que la melancolía es una entidad, que
implica una estructura diferenciable del duelo, con las características que describe:
autorreproche, rebajamiento de la estima, de la valoración yoica, imposibilidad de
dialectizar el enclave que llevado al extremo puede llevar al delirio de Cotard, cuando
el sujeto se siente como alguien que habita un cuerpo que se está pudriendo, le diría
que eso se podría situar en un campo que está fuera de la neurosis. La suelo ubicar
como una variante de las psicosis que no se iguala a las grandes psicosis que
conocemos -parafrenia, esquizofrenia o paranoia- pero que se incluye dentro del
campo de las psicosis donde el sujeto queda a merced del goce sádico del Superyó sin
posibilidad de producir la flexión operatoria que los analistas llamamos castración. En
la melancolía, la sombra del objeto que yo era para el Otro, perdido el sustento que el
Otro me daba, retorna sobre mí como una sombra. Mi identificación con este objeto es
un modo de entificar el objeto nada. Le diría a Freud ‘maestro, como lo pienso así,
aunque estoy muy agradecido por todo lo que usted nos ha propuesto, no puedo
desconocer que falta un término, “Duelo, x y melancolía”. x para nombrar cuando hay
una depresión que no es el duelo habitual, que implica una dimensión sintomática pero
en la neurosis.
“Durante toda la Edad Media, un azote peor que la peste que infecta a los castillos, las
villas y los palacios de la ciudad del mundo se abate sobre las moradas de la vida
espiritual, penetra en las celdas y en los claustros de los monasterios, en las tebaidas
de los eremitas, en las trapas de los reclusos. Acedia, tristitia, taedium vitae, desidia
son los nombres que los padres de la Iglesia dan a la muerte que induce en el
alma;”5[5]
“Los padres (de la iglesia) se encarnizan con particular fervor contra el peligro de este
‘demonio meridiano’ -se llama demonio meridiano porque en la iconografía medieval
suele aparecer a la hora del mediodía, cuando el sol está en lo más alto- que escoge a
sus víctimas entre los homines religiosi y los asalta cuando el sol culmina sobre el
horizonte.”6[6] Hay descripciones del cuadro en hebreo, su nombre es Keteb. Hay
antecedentes mitológicos de este mismo cuadro, Agamben cita a Rohde, en la tradición
griega.
“Apenas este demonio –para los padres de la iglesia esto surge por acción del
demonio, nosotros vamos a intentar dar la lógica de la estructura, no les vamos a
pedir a ellos que hablen en términos de Inconciente o de gran Otro- empieza a
obsesionar la mente de algún desventurado le insinúa en su interior un horror del
lugar en que se encuentra, un fastidio de la propia celda y un asco de los hermanos
que viven con él, que le parecen ahora negligentes y groseros.”
El sujeto empieza a sentir horror del lugar, no encuentra gusto en donde se encuentra.
No puede habitar bien los límites de su propia piel. Proclama un disgusto de su lugar y
un fastidio dirigido al otro. En nuestra clínica: comienza a dominar la cara de culo. ¿La
registran en algunos pacientes? Empieza a ser sistemático, una cara que acompaña el
sufrimiento del sujeto, no anda feliz por el mundo, muestra horror del lugar que
habita. Tristitia con acidia, al modo de San Gregorio, el estado acidioso es una tristeza
con acidia, el asco hacia el otro es un modo fallido de defensa, ‘no soy yo el
negligente, son los otros”. “Le hace volverse inerte a toda actividad que se desarrolle
entre las paredes de su celda, ...” Acusa al otro de negligente pero sufre, no es un
manejo instrumental, es un sujeto que sufre y hace sufrir a los que comparten con él
ese momento de su vida, y lo encuentran inerte. “...le impide quedar en ella en paz y
atender a su lectura; y he aquí que el desdichado empieza a lamentarse de no sacar
ningún goce de la vida conventual, y suspira y gime que su espíritu no producirá fruto
alguno mientras siga donde se encuentra” Incidencia de la queja que no resuelve sino
que agrava la encrucijada. La trampa en la que el sujeto penetra hace que no pueda
producir los frutos que anhela, la convierte en profecía autocumplida. Pero el sujeto
anhela sus frutos, no es el melancólico que dice ‘no quiero nada’.
“quejumbrosamente se proclama inepto para hacer frente a cualquier tarea del espíritu
y se aflige de pasársela vacío e inmóvil siempre en el mismo punto,...”
Hay aflicción del sujeto por no ponerse en movimiento. Si bien hay complacencia,
domina el disgusto, hay lucha, hay tristeza y defensa – más bien fallida- contra esa
tristeza.
“Entonces empieza a mirar en su torno aquí y allá, entra y sale muchas veces de la
celda y fija los ojos en el sol como si pudiera retardar el ocaso; y al fin, le cae en la
mente una insensata confusión, semejante a la calígine que envuelve a la tierra, y lo
deja inerte y como vaciado.”
Esta estructura, con mayor o menor gravedad, con mayor o menor duración, puede
aparecer, irrumpir en el análisis de un neurótico.
8[8] Baudelaire, Charles. Obra completa en poesía, pág. 302. Editorial Libros Rio Nuevo,
Barcelona.
Me conduce así, lejos de la mirada de Dios,
Es lo mismo en versión más cercana. Es algo que se le aparece al sujeto como una
tentación mortífera, mortificante cuyo precio mayor es el tedio, el aburrimiento, el
sujeto pierde el gusto, incluso por su Arte, por la creación. El poema nos recuerda el
valor de su Arte. No es el melancólico que dice ‘todo es una mierda’, él recuerda el
valor del ideal que tenía puesto en el Arte; pero tentado por el demonio se encuentra
pagando el precio del tedio y la confusión.
En la patrística cristiana se habla de las filiae acediae, las hijas de este diablo
meridiano, cortejo infernal que se caracteriza por malicia, rencor, pusilanimidad,
desesperación, somnoliencia y también la evagatio mentis, aceleración imaginaria sin
anclaje que puede derivar en un movimiento maníaco, a una idea le sigue otra sin
posibilidad de que el sujeto ancle en una. Se manifiesta en la “verbositas, la monserga
vanamente proliferante sobre sí mismo.9[9] Agamben lo resume como ‘hirpertrofia de
la imaginación’. Yo diría aceleración de la imaginación sin anclaje. En el mundo
capitalista, burgués, nos recuerda Agamben, desgraciadamente esta tristitia acidia fue
muchas veces identificada, estigmatizada como pereza, ‘vos no querés hacerlo’. Es un
riesgo que el analista se situé en esta posición equivocada dado que no es un
problema de pereza, el sujeto es desdichado aunque tenga complacencia con su
posición. Quien lo vió bien es Santo Tomás que lo aclara en la Suma Teológica: no
corresponde ponerla bajo el signo de la pereza sino de la angustiosa tristeza y de la
desesperación. Dice, domina, citando a Guilielmi Parisiensis en la Opera omnia,
Venteéis, 1591, la imagen del recessus, del retirarse atrás. Punto esencial de la acidia:
se inicia en el recessus, en la renuncia. Ya digo su contraparte: -la angustia se inicia
con el anuncio. Acidia y angustia, se inician como renuncia y anuncio. Pero se trata de
una renuncia que no es la del melancólico, no es la renuncia de alguien que dice ‘nada
vale’. El sujeto retrocede ante lo mejor que le puede arribar, que Dios le ofrece. Dice:
“El sentido de este recessus a bono divino, de esta fuga del hombre ante la riqueza de
las propias posibilidades espirituales, ...”10[10]
“Que el acidioso se retraiga de su fin divino no significa, de hecho, que logre olvidarlo
o que cese en realidad de desearlo.”11[11]
A Agamben le interesa porque quiere investigar la eficacia de este objeto perdido. “La
suya es la perversión de una voluntad que quiere el objeto, pero no la vía que conduce
a él y desea y yerra a la vez el camino hacia el propio deseo.”12[12]
Un autor medieval que podría muy bien inscribirse en los prejuicios burgueses,
Jacopone da Benevento13[13], decía ‘la acidia cada cosa quiere tener, pero no se
quiere fatigar’. Tiene un tono superyoico. Mucho mejor es la cita que Agamben hace de
Kafka14[14]: ‘existe un punto de llegada, pero ningún camino’. Podríamos recordar a
Van Gogh, su cuadro “Retrato del Doctor Gachet”, como una figura típica del acidioso:
un hombre o una mujer apoyando su cara en la mano izquierda, mientras deja caer la
mirada desolada.
En una carta a su hermano Theo, Van Gogh le escribe: ‘- no lo voy a ver más al doctor
Gachet, es muy amable conmigo, bondadoso, pero está más triste que yo’.
Por último –por eso cité a Baudelaire- sería un error ver en esta disposición a la acidia
sólo algo negativo. En la historia del Arte es frecuente que la lucha contra la acidia
haya generado obras importantes. Para Agamben, la obra de Baudelaire podría
situarse en esa perspectiva. Es la tristitia salutifera. Aunque no lo recomiendo, es el
luto que crea alegría.
El último párrafo, bien escrito nos salva de tentar una posición única.
11[11] Idem.
12[12] Idem.
Mi idea es que en lo que Freud llamó melancolía hay una conjunción, una
condensación, de este cuadro de acidia y de la melancolía como estructura
propiamente dicha. Creo que en la literatura psicoanalítica muchas veces suele
hacerse lo mismo. A veces se lo remedia hablando de duelo patológico que puede
tener alguna connotación ligada a la acidia.