Está en la página 1de 15

Vacilaciones del deseo del analista

Patricia Leyack

(*) Trabajo preliminar para el Congreso de Convergencia. Río de Janeiro, 2004.

La convergencia del amor y el saber que propicia la transferencia se sostiene en una función que Lacan
recortó como su pilar y que denominó "Sujeto supuesto Saber". "Aquel a quien le supongo el saber lo
amo", así lo dice en el Seminario AUN. Siendo este amor necesario para la instalación de la transferencia,
el analista debe, sin embargo, declinar la posición del saber y reconducir el amor hacia el saber del
inconciente. De lo contrario la transferencia puede subrayar su vertiente imaginaria, aquella que hace
que el sujeto se haga amar e induzca al analista a ser amable con él. Esta vertiente es solidaria de la
posición de Ideal que el analista puede verse llevado a ocupar en la transferencia. Si en un polo alguien
encarna la posición de Ideal (leader o hipnotizador en Freud), en el otro polo hay masa, no sujeto.
Posición no sólo antianalítica, sino peligrosa: si el amor es al analista en posición de Ideal más que al
saber que se juega en la transferencia, el saber del inconsciente, la contracara del amor, el odio, puede
fácilmente, hacer su irrupción en la escena del análisis. Y no precisamente en su vertiente más benéfica,
la que propicia la separación simbólica. Estancamientos del análisis, transferencias beligerantes,
interrupciones, son sus figuras más frecuentes.

Dijo también Lacan : "Te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a, te
mutilo". Ya Freud había dejado en claro el vínculo intrínseco entre el amor narcisista y el autoerotismo. Lo
integrador del narcisismo asienta sobre lo parcial del autoerotismo. De raigambre freudiana, la frase de
Lacan anuncia el tiempo transferencial en que domina la función "presencia" del analista, en que se
acentúa lo real de la transferencia. El objeto se ha alojado del lado del analista, de la mano de la
transferencia amorosa. El analista tendrá que "jugar" su presencia en las interpretaciones para manejar
este difícil tiempo transferencial .

Por un lado o por el otro entonces, el amor, indispensable en la transferencia, trae sus dificultades que
sólo la preeminencia de la función "deseo del analista" permite abordar. Pensarla como función, limpia el
campo de cualquier confusión con deseos del analista en particular que el concepto pueda evocar.
Función "deseo de(l) analista" (1) que promueve la máxima diferencia entre el lugar del Ideal - en el que
erróneamente se puede ubicar el analista- y el lugar para alojar el objeto de la transferencia. Es la puesta
en acto de esta función lo que lleva al analizante a ocuparse, de otra manera, más allá del fantasma, de la
pulsión. Y es la lectura de la letra del sujeto por parte del analista el andarivel principal por donde
transcurre esta función.

"Mecanismo fundamental de la operación analítica", así nombra Lacan al deseo de(l) analista en "Los
cuatro conceptos". Para cumplir esta función no sólo se requiere que el analista decline el lugar de Ideal
sino que lo haga en el ejercicio de la "docta ignorancia", que esté más atento a la letra del sujeto que a su
saber teórico. La condición de esta función es, entonces, el análisis del analista.

El tránsito de un análisis –lo diría así- es el tránsito del objeto a desde el lugar inicial de verdad del goce
ignorado del síntoma (discurso histérico), hacia el lugar de agente de discurso en que se aloja, si el
analista se ofrece como lugar y no como Ideal (discurso del analista). Si es el analista el que encarna al
hipnotizado. Ofrecer un lugar para que allí reine el semblante de a, es todo lo contrario de ofrecerse
como saber teórico o como Ideal porque en este caso el que queda fuera de lugar es el sujeto.

El saber que no se sabe se soporta en el significante como tal, en el significante localizado, en la letra. Por
eso dice Lacan, en AUN, que el saber está en el Otro, en el orden Simbólico, y es ahí donde converge con
la verdad. Si, agrego y repito, quien sostiene la transferencia se supedita a la letra del sujeto posibilitando
que funcione el discurso analítico, en el cual el saber está en el lugar de la verdad y desde allí interpela al
sujeto.

Dos puntuaciones trae Lacan, en el mismo Seminario, concernientes a la articulación del odio y el saber:
una en relación a leer un texto, no a comprenderlo, sino a hacer un trabajo de lectura del mismo. Para lo
cual es necesario, dice, de-suponer el saber, vertiente del odio, que es condición de la lectura que conduce
a la verdad.

La otra puntuación que toma Lacan para situar el lugar del odio en relación al saber del inconsciente, es
la vertiente que aporta la religión. Jehová eligió a su pueblo. Los judíos, sin embargo, pusieron en juego el
odio, traicionando a Dios. "Era la única manera de salirse del paso", dice Lacan. Si obedecer la demanda
es alienarse, identificándose con el lugar de objeto que el Otro nos prepara, traicionarla es traicionar la
demanda, la demanda del Otro. Es hacer operante la castración (2).

El odio debe tomar su lugar en el análisis, debe ser escuchado y analizado. De lo contrario: en vez de
operar como motor, la transferencia opera como resistencia.

Amor y odio están articulados, entonces, de diferente manera al saber del inconciente.
Odioamoramiento: zona de nuestra experiencia, lo llamó Lacan.

En el segundo análisis del Hombre de los Lobos, con Ruth MacBrunswick, el odio hace su aparición
poniendo a prueba el "deseo de(l) analista".

El objeto mirada era pregnante en este caso. El sujeto gozaba con una posición pasiva en la que él ¨se
hacia mirar¨ como muy íntimo de Freud, por un lado, o como ‘’caso de psicoanálisis’’ por otro. Algunas
intervenciones de la analista en lo Real afectaron esta posición y le produjeron enojo con Freud, con
quien la transferencia no había terminado de caer. Enojo que, por otra parte, no se había podido jugar en
el análisis anterior, entre otras cosas por el atrapamiento transferencial que implicaba la actitud
afectuosa y hasta paternalista que el sujeto había captado en Freud y que se consolidaba en la famosa
colecta anual. Lo propiciatorio de este enojo trajo, como resultado, sueños en donde la figura paterna de
Freud quedaba cuestionada.

Pero la adherencia incuestionable de la analista a la palabra freudiana hacía obstáculo a la escucha de esa
letra del sujeto. Letra que decía, sin embargo, claramente que el sujeto ya no apreciaba la palabra de
Freud, que ya no queria comprar ‘’su musica vieja’’. En su lugar la analista interpretaba la castración en su
dimensión imaginaria, apelaba a simbolismos. No se apartaba de su saber teórico desoyendo al sujeto.

En MOMENT DE CONCLURE Lacan ubica al analista como retor, neologismo que arma equivocando
retórica y rectificación. El analista retorifica. Retoma con esto aquella función del analista que había
ubicado como primera a la altura de LA DIRECCIÓN DE LA CURA..: la rectificación subjetiva, rectificación
de la relación del sujeto con lo Real, función que en los términos de aquel Escrito, daba paso a la
transferencia para luego poder operar con la interpretación. Si bien esta es una operatoria imprescindible
para la instalación de la transferencia, es a lo largo de todo un análisis que el sujeto rectifica sus
relaciones con lo Real. Es por la palabra que se deshace lo que fue hecho por la palabra, apunta Lacan.
Reencontramos allí la retórica en el sentido en que un análisis es siempre una práctica por la palabra. Más
allá de algunas intervenciones, según el caso por caso, en lo Real, que puedan ser sin palabras pero no
quedan excluidas del orden simbólico del lenguaje (cortar una sesión sería el ejemplo princeps).

¿Sabe el analista de qué modo operar?, se pregunta Lacan en MOMENT DE CONCLURE. No se trata de
un saber, se trata más bien de sostenerse en un deseo, el "deseo de(l) analista". "Se trata -prosigue Lacan
en el mismo Seminario-, de que el analista pueda darse cuenta de la pendiente de las palabras para su
analizante. Lo que incuestionablemente ignora". No es un saber entonces, lo que responde por la
operatoria analítica. Aunque - digo - no es sin saber. El acento está puesto en la función "deseo de(l)
analista". Es desde allí que el analista opera para propiciar el deseo. Y es esta función la que vaciló en Ruth
MacBrunswick por sostener a Freud y su teoría en un lugar ideal.

El analista lee las letras de la repetición, las letras de la fijación, las letras de la respuesta fantasmática a la
demanda del Otro. Y lee, también, las letras del deseo que pulsan por ser reconocidas: el deseo es su
interpretación, nos recuerda Lacan.

El retor opera por sugestión. El retor sugiere no impone, pero esa sugestión no está sostenida en lo
verdadero o lo falso de su intervención. Si de un saber se trata en el supuesto saber de la transferencia es
de un supuesto saber "leer de otro modo", lire Autrement, que equivoca, en francés, con el Otro miente.
Saber leer a favor del sujeto, haciendo caer los sentidos del Otro en lo que se dice.

No dirigimos nuestra lectura a la comprensión. La dirigimos a que movilice, desacomode, equívoco


mediante, los sentidos del Otro que fijan goce en el síntoma. Aquello que ha sido procesado
primariamente habrá de ser alcanzado interpretativamente, con una producción que toque al sujeto.
Deshacer con palabras lo que con palabras ha sido hecho requiere una formulación singular, una poiesis
que solo la función "deseo de(l) analista" propicia.

Cuando Freud decía "atención libremente flotante" del lado del analista apuntaba a sacarle el comando al
proceso secundario en la escucha y por lo tanto en la intervención. ¿O no fue Freud el que escuchó
"wägen dem pferd"? ¿O no fue Freud el que leyó: "tantos florines, tantas ratas"?

Es en este sentido que entiendo a la atención libremente flotante como la invitación a que el analista se
deje tomar, se deje trabajar tanto por lo que escuchó de la posición fantasmática como de los trazos del
sujeto, para que su intervención abreve allí. Esto es, a mi entender, lo que sensibiliza la escucha analítica
para que pueda resolverse en una lectura, en los pliegues del texto, de la letra del sujeto. Apuntar al
sujeto, esa es nuestra ética, tanto en la clínica de las neurosis como en sus diferentes variantes. (3)

El odio puede ser propiciatorio en un análisis cuando promueve trabajo del inconsciente que se da a leer.
Pero si quien sostiene la transferencia no va un paso más allá de Freud (Ruth Mac Brunswick), lo que en la
letra insta a ser leído no lo es, lo separador del odio pierde eficacia.
Esto es lo mismo que decir que la función "deseo de(l) analista" debe estar funcionando y promoviendo
todo el tiempo la interrogación de aquellos puntos de identificación con el ideal que obturan, del lado del
analista, la puesta en práctica de su saber en el lugar de la verdad.

Ruth Mac Brunswick escuchaba al sujeto pero fundamentalmente escuchaba a Freud. Es por sostener a
Freud y su teoría del complejo paterno como clave del caso, lo que deja al Hombre de los Lobos fijado en
el cuadro freudiano.

Conferencia - Septiembre de 1989


Los Nombres del Padre y el deseo del analista
Por Javier Aramburu [1

Javier Aramburu Javier Aramburu delimita en este texto el concepto deseo del analista, a partir del
psicoanalista, AME y
presidente (1999) de la Seminario 11. Establece una serie de oposiciones y definiciones iluminantes, partiendo
Escuela de la Orientación de la diferencia entre el deseo histérico y el deseo del analista, recorriendo la diferencia
Lacaniana, miembro de la entre el Nombre del padre y el Ideal, para ubicar al deseo del analista como un deseo
AMP . Autor del "El Deseo más allá del padre. Ubica tambien la diferencia entre el rasgo unario, que escapa al
del analista". (fallecido en principio del placer, con el Ideal, que es el rasgo unario incorporado al campo del placer
abril del 2000).
Ampliar imagen Finalmente, recorre la relación entre la transferencia y la pulsión, para ubicar la
presencia del analista como el suplemento necesario al sujeto supuesto saber,
suplemento que implica al objeto a. Esto le permite ubicar cómo el deseo del analista, a
partir de vincular la demanda transferencial con la pulsión, permite constituir un amor
ligado a la pulsión, un amor sin límites.

Vamos a continuar con la modalidad del "comentario de texto".


Se trata del comentario de algunos textos, principalmente el Seminario "Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis" y la clase del Seminario de "La angustia" de
26 de marzo.
Trataremos de pensar alguna cuestión respecto del deseo del analista, y su relación a los
Pablo Garber Nombres del Padre.
Cuerpos astrales
Dado que serán comentarios de textos, voy a ir leyendo algunos párrafos de "Los cuatro
conceptos" para recorrer algunos problemas que surgen de esa articulación.
En principio, ¿por qué el deseo del analista?
No hay que olvidar que estamos tratando de apuntar a pensar algo del orden de la
transferencia. En el primer capítulo de "Los cuatro conceptos" , Lacan se hace la
siguiente pregunta: ¿qué relación podemos establecer entre la ciencia y el psicoanálisis?
Teniendo en el horizonte la transferencia, recuerda que la ciencia se establece a partir de
dejar fuera el deseo del científico. No se interroga para nada respecto del deseo del
científico, pero el psicoanálisis no puede dejar fuera de su interrogación el deseo del
analista.
También hace una comparación con la alquimia, en el punto en que ésta, se diferencia de
la ciencia precisamente porque no se trataba de dejar fuera del campo de la práctica al
deseo.
Parecería que en esta alternativa que presenta de entrada entre la ciencia, que deja fuera
de su interrogación al deseo del científico, y la alquimia, que al contrario, interroga todo
"El análisis didáctico no el tiempo al deseo del experimentador; el psicoanálisis, no puede dejar de interrogarse
puede servir para otra por el deseo del analista.
cosa como no sea
llevarlo a ese punto que Lo pone más cerca de la alquimia que de la ciencia, en esta interrogación sobre el deseo
en mi álgebra designo Luego veremos que también hay diferencias, obviamente, entre estos dos campos.
como el deseo del
En la página 17, apenas comienza el seminario, después de haber hecho esta diferencia
analista".
entre la ciencia y el psicoanálisis, dice: "El punto central que pongo en tela de juicio, a
saber, ¿cuál es el deseo del analista? ¿Qué ha de ser el deseo del analista para que
opere de manera correcta? Esta pregunta, ¿puede quedar fuera de los límites de nuestro
campo, como en efecto pasa en las ciencias –las ciencias modernas de tipo más
asegurado- en las que nadie se pregunta nada respecto del deseo del físico, por
ejemplo?" Y agrega: "El análisis didáctico no puede servir para otra cosa como no sea
llevarlo a ese punto que en mi álgebra designo como el deseo del analista".
Si a alguien le parece que este problema del deseo del analista no es para interrogarse
creo que podría cambiar su punto de vista a partir de esto.
Pero, interesa además y sobre todo, porque tal como lo dice en la página 239 -algo muy
enigmático a mi juicio-: La transferencia es un fenómeno que incluye juntos al sujeto y
al analista. Dividirlo mediante los términos de transferencia y contratransferencia, por
Ahora bien, ¿qué es el más atrevidas y desenfadadas que sean las afirmaciones sobre el tema, nunca pasa de
deseo del paciente y qué ser una manera de eludir el meollo del asunto".
del deseo del analista?
¿Tienen el mismo Interrogarse por la transferencia, entonces, no es posible sin interrogarse por el deseo de
estatuto en cuanto analista.
deseos? Es la pregunta
que uno podría hacerse. Hay dos frases que me gustaría comentar.
¿Es que el deseo del Por un lado, la cuestión de que la transferencia toca el punto en el cual implica el deseo
analista es un deseo del analista, en tanto la transferencia se produce como una respuesta al encuentro del
histérico? deseo del paciente con el deseo del analista. Ahora bien, ¿qué es el deseo del paciente y
qué del deseo del analista? ¿Tienen el mismo estatuto en cuanto deseos? Es la pregunta
que uno podría hacerse. ¿Es que el deseo del analista es un deseo histérico?
Esta es la primera cuestión que me gustaría interrogar. Para eso tenemos que interrogar
también al deseo histérico.
Lo voy a tomar desde la siguiente perspectiva: no hay que confundir el Ideal con el
Nombre del Padre. El Nombre del Padre no es el Ideal.
Respecto del deseo histérico Lacan, en la página 45 y 46 de "Los cuatro conceptos"dice:
"Freud no podía ver aún que el deseo de la histérica, que se hace manifiesto de manera
resaltante en la observación, es sostener el deseo del padre; en el caso de Dora,
sostenerlo por procuración". Tanto el deseo del padre que ella favorece por impotente,
como el suyo, no pueden realizarse como deseo del Otro.
De la misma manera la mujer homosexual no podía concebirse a no ser aboliéndose,
mostrando al padre como es uno, uno mismo; un falo abstracto, heroico, único y
consagrado al servicio de dirigido al deseo del padre.
Uno aquí puede entender dos cosas. Puede entender, efectivamente, que el deseo
histérico es sostener el deseo del padre, y entonces pensar que este deseo histérico se
sostiene como deseo insatisfecho. Pero también como dice Lacan, un deseo impotente, y
El deseo histérico, que, en este punto, él se está refiriendo a un deseo que, si bien incluye al padre, lo
entonces, no va más allá incluye como Nombre del Padre.
de lo que sostiene el Por lo tanto, uno podría decir que el deseo histérico, entonces, no va más allá de lo que
Nombre del Padre. sostiene el Nombre del Padre. Eso sí, nosotros leemos aquí a este deseo del padre como
Nombre del Padre, pero esto tendría algunos problemas para sostenerse.
Entre otros, recuerdo esa frase del Seminario RSI, cuando nos recuerda Lacan que el
Nombre del Padre es lo real del Otro real, es decir, en el momento en que él piensa y
trabaja el Nombre del Padre como síntoma. Pero no síntoma entendido como formación
del inconsciente sino, síntoma, en tanto una letra que fija algo del orden de un goce en lo
real.
Ahora bien, el estatuto que Lacan le atribuye al padre allí, no me parece que correspond
al estatuto que tiene para el deseo histérico.
Les propongo entonces
pensar al deseo del Dejemos esta cuestión de los Nombres del Padre y la diferencia con el padre histérico.
analista no como un Pensemos ahora al nivel del deseo del analista, lo que implica el Nombre del Padre en su
deseo histérico, es decir diferencia con el Ideal. Les propongo entonces pensar al deseo del analista no como un
un deseo reducido a deseo histérico, es decir un deseo reducido a sostener el deseo del padre a nivel del
sostener el deseo del Ideal, sino como un deseo más allá de este padre como Ideal.
padre a nivel del Ideal,
sino como un deseo más Si abordamos el deseo del analista más allá del Ideal podríamos conectar el deseo del
allá de este padre como padre efectivamente con algo del orden de las identificaciones que surgen a partir de un
Ideal. amor al padre que estaría circunscripto al padre en posición Ideal.
Estamos hablando entonces por un lado del deseo histérico y por el otro, del deseo del
analista más allá de ese Ideal. En esa dirección, podríamos adscribirle cierta relación con
el significante del Otro tachado y también con la pulsión. Ambas escrituras , la de la
pulsión y la del Otro tachado, efectivamente apuntan a dar cuenta de algo que está más
allá del Ideal.
Quiero también recordar la diferencia que en este mismo texto hace Lacan entre el rasgo
unario y el Ideal del yo. El rasgo unario escapa al principio del placer mientras que el
ideal es la incorporación del rasgo unario en el campo del placer.
El rasgo unario escapa al En la página 264 dice entonces: "En el capítulo de "Psicología de las masas y análisis
principio del placer del yo" dedicado a la identificación, hice hincapié sobre la segunda forma de
mientras que el ideal es identificación para situar en ella y poner aparte el einziger zug, el rasgo unario, el
la incorporación del fundamento, el núcleo del Ideal del yo. ¿Qué será este rasgo unario? ¿Será un objeto
rasgo unario en el campo privilegiado en el campo del Lust? No. El rasgo unario no está en el campo primario de
del placer. la identificación narcisista, al cual refiere Freud la primera forma de identificación".

"El rasgo unario, en la medida en que el sujeto se aferra a él, está en el campo del
deseo. En el entrecruzamiento por el cual el significante unario llega a funcionar aquí
en el campo del Lust, es decir en el campo de la identificación primaria narcisista, está
el mecanismo esencial de la incidencia del ideal del yo".
Entonces, primero dice, ¿el rasgo unario, es un objeto del campo del placer? No. El idea
del yo es el entrecruzamiento de este rasgo que no es del principio del placer con algo
que viene del principio del placer. Este es el Ideal. Es otra manera de situar el rasgo
unario más allá del Ideal, en el campo de estos significantes: significante del Otro
tachado, pulsión, deseo del analista. Los ubicamos efectivamente -tal como creo que se
pueden ubicar- en un campo más allá del Ideal, del narcisismo, del principio del placer.
El deseo del analista no es un deseo histérico. No se sostiene en el Ideal, es decir, en el
narcisismo, en el principio del placer. Si no, no se entendería cuando Lacan dice que el
El deseo del analista no deseo del analista es aquel deseo que a diferencia de la transferencia, que lleva a separar
es un deseo histérico. No la demanda de la pulsión, es el que vuelve a traer la pulsión a la demanda.
se sostiene en el Ideal, es
decir, en el narcisismo, Resulta interesante porque acá tenemos una demanda que puede articularse tanto al idea
en el principio del como a la pulsión. Está diciendo casi lo mismo que ha dicho del rasgo unario. Se
placer. Si no, no se pregunta cómo algo que efectivamente se puede ligar al Ideal, al campo del placer,
entendería cuando Lacan puede ser soporte del deseo más allá de este, de esta relación con el Ideal.
dice que el deseo del Ahora tenemos una demanda que puede vincularse a la pulsión y además puede
analista es aquel deseo separarse de su relación con la pulsión, aislarse de ella y ser tomada por el Ideal.
que a diferencia de la Entonces, hace la diferencia entre la transferencia, que separa la demanda de la pulsión,
transferencia, que lleva a la aísla de la pulsión y vira esta demanda al Ideal y el deseo del analista que nuevamente
separar la demanda de la empuja a esta demanda a separarse del Ideal y a juntarse con la pulsión.
pulsión, es el que vuelve
a traer la pulsión a la El deseo del analista está del lado de la pulsión, porque sin deseo del analista no hay
demanda. vinculación de la demanda con la pulsión. Desde luego que esta demanda que tiene este
doble valor, pareciera poder tanto representar una demanda narcisista, identificatoria, y
una demanda que tiene además la posibilidad de ligarse a una pulsión, a la pulsión que l
lleva más allá de las identificaciones especulares, narcisistas.
Y quizás esto podría servir para pensar alguna vinculación de una forma de amor que en
tanto está ligado a la demanda, esa demanda ligada a la pulsión, y no al Ideal, hace
El deseo del analista está pensar en un amor que fuera más allá del amor al Ideal. Un amor que tendría alguna
del lado de la pulsión, relación con la pulsión misma. No sería el mismo amor, desde luego.
porque sin deseo del
analista no hay Pero hay algo más inquietante todavía en esta cuestión que me parece muy difícil de
vinculación de la articular. Lacan, necesita vincular la transferencia al deseo del analista y no le alcanza
demanda con la pulsión. con referirla al amor, al Ideal. No hay que olvidar que en verdad una de las discusiones
que centra este desarrollo de la transferencia sobre todo en "Los cuatro conceptos", es
refutar la idea de que la transferencia es meramente una ilusión narcisista sostenida en e
Ideal. ¿Para qué incluir la transferencia en relación con el deseo del analista que se
Esto podría servir para postula más allá del Ideal, si no es para darle a la transferencia algún estatuto diferente a
pensar alguna de la mera ilusión?
vinculación de una
forma de amor que en Algo que tiene que ver con el descubrimiento de lo que él llama también la presencia de
tanto está ligado a la analista, que es el deseo del analista en su presencia.
demanda, esa demanda
ligada a la pulsión, y no Ahora abordaré la cuestión del objeto.
al Ideal, hace pensar en
La presencia del analista prefiero llamarla deseo del analista, porque el término
un amor que fuera más
presencia, viene a romper con la idea de que la transferencia es una mera ilusión. Y el
allá del amor al Ideal.
amor que despierta la transferencia, en el punto en que no se liga al Ideal, es
Un amor que tendría
verdaderamente un amor que está sostenido en la presencia del analista.
alguna relación con la
pulsión misma. Ahí tenemos una transferencia que, en tanto no es ilusión, no es simplemente la
demanda narcisista de completud, pone en juego algo del orden de la causa. Si la
transferencia fuera nada más algo ilusorio que está simplemente puesto al servicio del
engaño amoroso a nivel del narcisismo, no tendríamos por qué postularla como aquel
elemento del dispositivo que efectivamente vincula al deseo del analista y su presencia.
El amor de transferencia no es entonces, como él dice, algo ilusorio, es verdadero, pero
en el sentido que para él tiene la verdad, es decir, es una mentira. Es cierto que es
mentira, pero no es ilusión, porque son dos cosas diferentes. La ilusión tiene que ver con
el narcisismo y con el ideal; la mentira tiene que ver con el Otro, con el lugar del Otro.
La verdad no se juega a nivel del ideal.
El amor que despierta la
transferencia, en el punto Entonces es una mentira que llama al lugar en que en el Otro está la verdad del sujeto.
en que no se liga al
Ideal, es verdaderamente Se trata de la relación al Otro, como lugar de la verdad para el sujeto, el Otro como luga
un amor que está de los significantes, el Otro simbólico que sostiene efectivamente la transferencia. De
sostenido en la presencia este modo ya no la hace una ilusión, porque si el analista tiene valor de presencia es
del analista. porque mantiene alguna relación con ese lugar de verdad.
Si bien no se reduce a ser ese lugar de verdad, si tiene aún verdad el amor de la
transferencia, lo tiene porque ese lugar, esa presencia como objeto, tiene alguna relación
con ese lugar del Otro como Otro simbólico. Esto es verdaderamente el problema que
me gustaría articular. Para eso vamos a recorrer la cuestión de la presencia.
El amor de transferencia
no es entonces, como él Insisto que esta presencia no se justifica sin la referencia al Otro de la verdad, es decir, a
dice, algo ilusorio, es Otro simbólico, al Otro que para el sujeto va a hacer referencia fundante.
verdadero, pero en el Ustedes conocen el bocadito de "Los cuatro conceptos..." donde se indica la cuestión de
sentido que para él tiene la presencia del analista en el restaurant chino. Es allí donde dice que la transferencia, en
la verdad, es decir, es tanto busca al Otro como lugar de la verdad, encuentra algo más, que es la presencia del
una mentira. Es cierto analista.
que es mentira, pero no
es ilusión, porque son Uno va al restaurant chino y está todo en chino. Entonces se le pregunta a la china: ¿Qué
dos cosas diferentes. La dice esto? Ella le contesta, pero como mi deseo es el deseo del Otro, efectivamente, yo
ilusión tiene que ver con no puedo saber qué deseo si la china no me dice. Le pregunto: ¿qué me recomienda? La
el narcisismo y con el china recomienda: Coma pollito con nueces. A uno se le despierta el apetito por el
ideal; la mentira tiene pollito con nueces.
que ver con el Otro, con
Claro que acá uno puede decir, aquí todavía estamos en el orden de sostener el deseo del
el lugar del Otro. La
Otro a partir de cierto Ideal. Pero no se termina ahí la cosa, porque sin embargo, eso
verdad no se juega a
también tiene verosimilitud, en el sentido de que el deseo es el deseo del Otro y el Otro
nivel del ideal.
es la verdad del sujeto, porque está ligado al Ideal Pero hay algo que ya lo trasciende, a
Entonces es una mentira la cuestión del Ideal, que ofrece cierta apertura al Otro como lugar de la verdad.
que llama al lugar en que
Sin embargo acá no terminan las cosas, ahora queremos pellizcarle la teta a la china. Y
en el Otro está la verdad
entonces Lacan concluye que el analista no solamente tiene que ser Tiresias, el ciego qu
del sujeto.
adivina "su deseo es de pollo con champignon", sino que además debe tener tetas. Debe
tenerlas y debe ofrecerse además como ese objeto que queda como resto de ese pollo co
champignon. Ese resto de insatisfacción que el pollo con champignon, deseo del Otro,
en el nivel histérico, ha dejado insatisfecho. Esa es la presencia del analista.
El analista además de ser el adivino del deseo, donde la interpretación es el deseo del
Otro, -le recomiendo tal cosa, y ahí se constituye el deseo-, debe tener tetas. Debe
soportar también el objeto, esa forma de presencia que la transferencia en un momento
llama, porque este es el camino mismo de la transferencia. Voy a que me traduzcan el
menú, que además me digan cuál es mi deseo y en ese camino encuentro que hay una
causa que está más allá de este deseo.
Esta es una forma de presencia del analista: el tener tetas. Este tener tetas está
presentificando algo del orden de un objeto que, sin embargo, no ha dejado aún de ser un
objeto de placer, un objeto ligado con el principio del placer, pero que apunta a algo más
allá de esto.
Es la manera en que podemos leer esas dos frases de la última parte, del último capítulo
de "Los Cuatro Conceptos", cuándo dice: "Te amo, pero inexplicablemente",
inexplicablemente para el sujeto.
En ese amarte que no ha salido de esta relación al Ideal, de pronto, inexplicablemente
amo en ti, y ahí sigue usando la palabra amo. Amo en ti, pero no a ti, sí en ti, no es lo
mismo a ti que en ti, se entiende. "Porque inexplicablemente amo en ti algo más que tu,
el objeto a minúscula; te mutilo".
Y la otra frase, que correspondería a la neurosis obsesiva, es: "Pero ese don de mi
persona, oh! Misterio, se trueca inexplicablemente, en regalo una mierda". Ese don
inexplicablemente, se convierte en una mierda.
Estos dos objetos, esta mierda en que se ha convertido el don y el pedazo que te quiero
mutilar, esto traspasa la barrera del narcisismo, el velo de estos objetos. Ponen en juego
la presencia del analista de otra forma.
Veamos ahora, un ejemplo que toma Lacan cuando está tratando este mismo problema
en el Seminario de La angustia. Allí toma tres autores: Szasz, Margaret Little y Lucy
Tower.
Tomemos el ejemplo que trae de unas historias de pacientes que cuenta Lucy Tower, -en
las páginas 80 y 86, de las clases del 20 y del 26 de marzo-.
Resulta muy interesante porque estos ejemplos los va a dar para ver cómo analistas no
lacanianos han puesto en juego la cuestión de la presencia del analista y el objeto, y
cómo lo han resuelto. Toma el ejemplo de Lucy Tower porque, le va a dar una precisa
caracterización de una relación muy particular, que es la relación del deseo del analista
con el Don Juan.
Eso que nosotros tratamos de pensar por el lado de lo que llamamos el semblante de
objeto, hacer semblante de objeto.
Esta mujer tenía dos pacientes que los caracteriza como neurosis de angustia. Lacan no
cuestiona esta caracterización que ella hace. Dice Tower: "En cuanto a estos dos
hombres, yo estaba perfectamente al tanto delo que pasaba con sus mujeres y
especialmente que eran demasiados sometidos, demasiado hostiles, y en un sentido,
demasiado devotos; y que las dos mujeres se hallaban frustradas por esa falta de una
manera suficiente de afirmarse como hombres en forma no inhibida".
A ella le parecía que tenían una cierta forma de presencia masculina un tanto inhibida y
que esto dejaba insatisfechas a las mujeres de estos dos pacientes. Ella tenía sus ideas
sobre la masculinidad...
En otras palabras, ellos no simulaban lo suficiente para estas mujeres. Tower, dice que
protegía un poquito demasiado a la mujer del primero, y al segundo, un poquito
demasiado a él. A decir verdad, por el primero sentía cierto rechazo, y entonces entendía
que tenía que proteger más a la mujer. Parece ser que le atraía el segundo porque el
primero tenía algunos problemas psicosexuales no demasiado seductores, y esto parece
que a ella no le despertaba nada.
Esta mujer no era demasiado histérica. Por eso es que a lo mejor pudo Lacan pensar en
la posición de Don Juan que ella asumía. Sin embargo no era porque ella lo asumiera,
sino porque Lacan encontró acá -me parece- una clave para entender esta cuestión del
deseo del analista en relación a la posición del Don Juan. Además va a tomar esto para
decir que Don Juan es en principio, una fantasía femenina.
Entonces, ella protegía un poquito demasiado a la mujer del primero y el desarrollo lo v
a realizar sobre este primer paciente.
Relata que ella tiene un sueño -la analista-. ¿Qué ocurre en ese sueño? El sueño consiste
en que dicha mujer, la del primer paciente, le aparece a Tower bien dispuesta a
encontrarse con ella, en una buena disposición de ánimo, en una actitud cooperativa
respecto del análisis de su marido. Entonces, deduce que en realidad la mujer no podía
estar tan disconforme de este marido si en el sueño a ella se le aparecía como
colaboradora del análisis. Deduce que en verdad quizás esta mujer veía bien el análisis y
la posición que tenía el marido en relación a ella, por lo tanto ahí se manifestaba
colaboradora. Esto le hace cambiar su punto de vista respecto de este paciente, que hasta
este momento ella subestimaba en su valor deseante.
No le parecía que este hombre tuviera un deseo muy decidido. Pero este sueño le hace
pensar que en verdad este hombre, en tanto satisfacía a su mujer, quizás tenía
efectivamente un deseo algo decidido. No era un deseo impotente.
No era exactamente el padre de Dora, ese que había que sostener en su impotencia.
Porque en el deseo de la histérica se trata de sostener al padre, pero sostenerlo
precisamente en tanto el padre como Ideal.
Sostenido en el Ideal es un deseo un poco venido a menos, sería impotente además. Pero
no porque sea impotente, sino porque su deseo está un poco caído. Y este es el drama de
la histérica: tomar a un padre con un deseo ya desfalleciente, y tratar de sostenerlo todo
el tiempo. Ella lo hacía por procuración, porque quien parecía saber bien cómo se
cumplía esa función de mantener el deseo del padre levantado era la señora K.
Este deseo histérico de sostener, es correlativo casualmente del Ideal que aparece en el
punto del desfallecimiento del deseo. En Freud está claro, él lo dice quizás de otra
manera: el Ideal reprime la pulsión.
El padre se convierte en Ideal en el momento en que desfallece su deseo. Ahí es
levantado al Ideal. Entonces, el Ideal es una trampa porque lo que mantiene es un vacío
de deseo. Por eso, el Ideal de la histérica, dice Lacan, puede ser Cristo. Este es el Ideal,
algo muerto, algo caído en relación al deseo.
Obviamente, el deseo del analista no puede equivalerse a este deseo, de sostener este
padre como Ideal desfalleciente. Entonces cuando Tower tiene este sueño no sabemos
qué le dijo o no al paciente, pero lo importante es que ella cambia su posición en
relación al deseo de ese paciente. A partir de ese momento toma su deseo en serio. Ya no
tiene esa especie de desprecio por ese hombre desfalleciente con un deseo un poco
caído. Eso trae sus consecuencias.
Puesta Lucy Tower en esta rectificación de su posición de analista en relación al deseo
de este sujeto, lo que pensaría Lucy Tower traducido por Lacan sería, "el muchachito se
toma en serio, es posible entonces ocuparse de él" porque efectivamente él tiene un
deseo decidido respecto de su posición.

Este es el drama de la A partir de ese momento, todo se desarrolla en medio de una tormenta de movimientos
histérica: tomar a un depresivos y rabias desnudas, "como si a mí, la analista, el paciente me pusiera a prueba
padre con un deseo ya en cada uno de mis más pequeños pedacitos."
desfalleciente, y tratar de
sostenerlo todo el Bien, ahora hay que tener tetas. Ahí aparece algo del orden de la presencia, de esas tetas
tiempo. del restaurant chino.
Continúa: "si un instante de desatención hacía que cada uno de esos pedacitos no sonara
verdadero, que uno de ellos resultara imitación, yo tenía la sensación de que mi paciente
se iría todo entero en pedazos él."
Allí, él está hablando de algo del orden del semblante, pero el semblante no es algo de
imitación, o que se finge teatralmente, sino que el paciente autentifica por así decir la
verdad de eso, de ese objeto que está en juego. Es en relación a este objeto que produce
esta transferencia, amorosa o de odio -como quieran- que además va más allá de este
El padre se convierte en
objeto.
Ideal en el momento en
que desfallece su deseo. Lacan explica esto en la clase siguiente, la del 26 de marzo, página 86. Retoma la
Ahí es levantado al cuestión diciendo que la posición del analista en relación al deseo del paciente es a parti
Ideal. Entonces, el Ideal de este sueño, otra; el deseo del paciente, es verdaderamente devuelto a su lugar. Lo que
es una trampa porque lo ella encuentra entonces, es el desencadenamiento en el paciente de lo que ella expresa, a
que mantiene es un vacío saber: "A partir de ese momento me encuentro bajo una presión que quiere decir que soy
de deseo. escudriñada. Si por un sólo instante llegara a parecer que no estoy en condiciones de
responder a aquello sobre lo cual en cierto modo soy puesta a prueba, pedacito por
pedacito, es mi paciente quien va a irse en mil pedazos".
Por lo tanto, habiendo buscado ella el deseo del hombre, lo que encuentra como
respuesta no es la búsqueda de su propio deseo, el de ella, sino el "a", del objeto, del
verdadero objeto, aquello de que se trata en el deseo que no es el del Otro sin tachar, que
es ese resto, el "a", el verdadero objeto.
"Pero qué pasa con este efecto que produce con posterioridad Lucy Tower. ¿Qué pasa
después que vuelve de las vacaciones? Al fin de cuentas, ella sabe muy bien que él
puede seguir buscando pues nunca fue cuestión de que encontrara. De eso se trata,
precisamente, que él advierta que no tiene nada que encontrar".
No hay nada que encontrar porque lo que para el hombre, para el deseo masculino, en
todo caso, es el objeto de la búsqueda, sólo le concierne, por así decir, a él. Ese es el
objeto. Lo que busca es por así decir, lo que le falta a ella: .
De esto es que él tiene que hacer el duelo. Lo digo porque el texto de Lucy Tower
articula muy bien que lo que han hecho juntos es el trabajo de duelo. Lucy Tower ha
separado de "a". Ahora ella se ha instalado en el , en su falta en ser, se ha instalado
en su ser de falta. Ella, la analista, ha perdido ese objeto, ha hecho de esa pérdida del
objeto su falta. Ahora puede decir entonces que busque.
De lo que se trata es que él haga el duelo de ese objeto que está buscando, para que
encuentre también este lugar, el de su castración, su auténtico ser. "Cuando él haya
hecho su duelo de encontrar en ese partenaire su propia falta, , la castración
primaria fundamental del hombre, tal como se la señalé a nivel de la raíz biológica,
cuando esto ocurra, él habrá cumplido con su castración".
Dice, "Para la mujer", y de aquí él va a deducir que para la mujer, efectivamente es más
fácil posicionarse en ese lugar de falta, en ese lugar de Don Juan, "para la mujer no es
ningún esfuerzo, digamos que hasta cierto punto no corre ningún riesgo en buscar lo
que tiene que ver con el deseo del hombre".

Javier Aramburu responde preguntas (resumen)


-Sobre la relación de la presencia y el lugar de la verdad.
Como artefacto de ficción. Efectivamente, algún efecto sobre la verdad del Otro ocurre.
Pero lo interesante, me parecía, era ver cómo esa presencia no surge independientemente
de la vuelta que se le da por el Otro como garante de la verdad. Acá hay un salto que
divide las cosas.
Traducción-deseo-presencia.
Hay un llamado al Otro, en la transferencia también. Todavía no ha hecho presencia de
ese objeto, pero tampoco, en tanto que remite al Otro como lugar de la verdad, se puede
tomar ese tramo de la transferencia como ilusión. Está en el terreno de la verdad. Y es en
el interior del terreno de la búsqueda del Otro como lugar de la verdad, donde la
presencia adquiere posibilidades de ser operatoria en la transferencia.
La otra cuestión es: ¿cuál es el efecto que, sobre ese lugar del Otro, sujeto supuesto
saber, lugar de la verdad, se produce cuando se instala este momento de presencia del
analista?
Es una pregunta que queda ahí. No creo, sin embargo, que se pueda hablar de ese
momento como la caída del sujeto supuesto saber. Por eso, insisto en que me parece que
es en el interior de esa situación en donde todavía la referencia está a la verdad del Otro.
-Sobre la caída del Sujeto supuesto saber
Eso es quizás a lo que se refiere Lacan cuando dice que no se trata de que la
transferencia se liquide, sino al contrario, se solidifica; se hace consistente en ese punto.
Pero no estamos todavía ahí. Ese punto ha sido puesto en virtud al deseo del analista,
que ha llevado a ese punto el análisis. Y que llevado a ese punto del ocho interior (ver
esquema al final) acá estamos en el punto de la transferencia. No es el punto del
atravesamiento, es más bien el punto del atravesamiento sin haberlo atravesado.
Atravesamiento entendido ahora sí acá como una superficie que se atraviesa a sí misma,
simplemente porque eso es el ocho interior. Esto es el atravesamiento del fantasma, una
superficie que se atraviesa a sí misma.
Se puede venir siempre por el espacio de afuera y nunca atravesarse este punto, es decir,
no entrar en el espacio punteado. El atravesamiento del fantasma sería atravesar este
punto de la transferencia objeto. Sería alcanzar la línea del deseo a diferencia de la línea
de la demanda.
El punteado, que es el del deseo, es a lo que se accede al ser atravesado el punto del
objeto. Acá tenemos el objeto, . En ese puntotransferencia también, y acá en el deseo
tenemos el - todavía la transferencia está solidificada porque estamos en el punto del
atravesamiento, sin haber atravesado el objeto. Ese es el cierre del inconsciente, es el
punto de cierre del inconsciente, pero en el doble sentido. Como lo que viene de las
vueltas de las demandas y como el punto objeto que viene del deseo.
Es el punto de cierre de los dos.
-Sobre el Nombre del padre y el Rasgo unario más allá del Ideal
Más allá de este circuito de las demandas que es la repetición. Más allá de este circuito
de la demanda que es el punto de atravesamiento.
Los pongo en el mismo espacio más allá del Ideal. Que no quiere decir que son
exactamente lo mismo. Después habrá que ver cuáles serán las diferencias específicas.
Pero están en un campo más allá de lo que el campo del Ideal obtura.
El rasgo unario está implicado en el Ideal, así como la demanda, pero no se reduce a él.
El Nombre del Padre también está como el rasgo unario de alguna manera implicado en
el Ideal, pero tampoco se reduce a él.

Atravesamiento
entendido ahora sí acá
como una superficie que
se atraviesa a sí misma,
simplemente porque eso
es el ocho interior. Esto
es el atravesamiento del
fantasma, una superficie
que se atraviesa a sí
misma.
Texto establecido por Silvia Salman

El atravesamiento del
fantasma sería atravesar
este punto de la
transferencia objeto.
Sería alcanzar la línea
del deseo a diferencia de
la línea de la demanda.
arrib

También podría gustarte