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Bases teóricas
El creador de la terapia gestalt (TG) fue Fritz Perls, quien primero fue psicoanalista y,
luego de separarse de la doctrina de Freud, comenzó a desarrollar su propio sistema.
El principio básico de esta terapia es el siguiente:
“Las carencias personales y los deseos psicológicos precipitan al ser humano hacia la
desesperación por satisfacerlos; cada vez que se satisface un deseo, inmediatamente
aparecen otros nuevos en el mismo lugar. Cuando este proceso se desarrolla
normalmente, entonces el ser humano se adapta psicológica y biológicamente a su
medio ambiente. En el caso de que se encuentre disminuido el reconocimiento del
propio cuerpo o el reconocimiento de las necesidades psíquicas, el camino será hacia la
enfermedad.”
La terapia gestáltica (TG) es rica en con- tenido humanístico. Utiliza, en primer lugar,
las capacidades creativas de cada ser humano, al mismo tiempo que restituye la salud
personal por medio del mantenimiento de la autorregulación del organismo. Cada ser
humano debe aprender a darse cuenta de que en el aquí y el ahora tiene la capacidad
de orientar su propia vida y tener bajo control sus emociones. En la medida en que el
ser humano sea más neurótico, le será más difícil lograrlo a plenitud y tendrá que
aprender a conseguirlo.
Desde el punto de vista terapéutico, “cuerpo y alma” son dos aspectos de la naturaleza
humana íntimamente relacionados entre sí, de tal manera que la riqueza de las
capacidades intelectuales no es completa si no se desarrollan de igual modo la
conciencia de los sentidos y el reconocimiento de la expresión corporal.
Todo ser humano distingue en su vida lo que es figura y fondo. De acuerdo con los
gestálticos, las personas neuróticas tienen dificultad para hacerlo, lo que significa que
no llegan a satisfacer sus necesidades ni a reemplazarlas por otras; asimismo, les es
difícil reconocer cuáles son, su motivación está confundida y no es real y sus
reacciones son estereotipadas.
Metodología
Los elementos que intervienen en toda metodología gestáltica son ocho: desensibilización,
introyección, confluencia, proyección, retroflexión, deflexión, fijación y retención.
Práctica
Observación. El grupo de gestáltica interviene siempre como espectador; se pide al grupo que
diga de la persona que interviene lo siguiente: ¿cómo anda?, ¿qué hace con las manos?, ¿qué
hace con los brazos?, ¿qué hace con los pies?, ¿cómo habla?, ¿cuál es el tono y el ritmo de la
voz?, ¿sus palabras están o no de acuerdo con lo que expresa?, ¿qué siente?, y ¿qué
proyección puede desenmas- carar el grupo?
Retroflexión. Será captada por el grupo en ciertos gestos y actitudes; por ejemplo, “encogerse”
encerrándose cuidadosamente detrás de los brazos y las piernas cruzadas para que ninguna
energía pueda franquear la barrera hacia el exterior. La retroflexión se supera con la toma de
conciencia de sus componentes, el levantamiento del bloqueo y el despliegue hacia el exterior
de la energía prisionera. El retroflector dibuja siempre una línea demarcatoria entre él y su
medio ambiente, produce los cambios en el ambiente que satisfagan sus necesidades. Es una
permanente retirada patológica que contacta de modo errado con el mundo.
Proyección. Se practica frente a la silla vacía, sobre la cual se proyectan los elementos con los
que se lucha. La práctica frente a la proyección, como toda transferencia, se realiza con los
circuitos de conducta. Cuando un paciente se queja de que su padre no quiere hablarle
(Polster, 1974), el terapeuta grupal no tiene que tomar al pie de la letra sus impresiones.
Puede indicar al hijo ofendido que dé vuelta a la frase y mencione, más bien, que él no quiere
hablar a su padre. Esto permite al paciente percatarse de su juego en el distanciamiento.
Interiorización. Es un conflicto reprimido, que antes de haber sido llevado hasta su conclusión,
desemboca, a menudo, en la interiorización del “adversario”, quien, por lo general, es el autor
de la prohibición; al no poder vencerlo, el paciente se ha asimilado a él y juega al incapaz (soy
torpe, lo intentaré mañana). Una persona puede estar exageradamente consciente de sí
misma sólo para no hacer (Polster, 1975), por descuido, algo de lo que no “quisiera” tener
conciencia. No quiere hacer nada de lo que no desea darse cuenta y no desea darse cuenta de
que no está haciendo nada.
Reanudación del proceso. En el momento de esta práctica hay que abrir de nuevo la herida,
reanudar el conflicto e ir hasta el final; todo debe escenificarse hasta la reintegración, vista con
los propios ojos.