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Tomado de la revista
Psychologie, tomo XLIII,
No. 397 de 19901
Prolegómenos
En este segundo sentido, el ser humano puede ser abordado por la vía de
la reflexión, en virtud del privilegio de acceso directo de la conciencia
pensante a la conciencia pensada. Nos esforzaremos de hacer un “tour du
monde” personal, caminando de idea en idea sin romper jamás el hilo de
la meditación, con el sentimiento de una plena autonomía con respecto a
los eventos exteriores.
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Traducido por Rodrigo Muñoz G., profesor de la Escuela de Administración de la Universidad EAFIT
fragmentos se atomizan olvidándose de la figura humana de la que ellas se
enorgullecían en un principio de derivar su configuración.
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sobre el magnífico portal plateresco de la antigua universidad de
Salamanca.
Modelos epistemológicos
El modelo astro-biológico
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Mediando esta restricción, el microcosmos humano es la proyección del
macrocosmos divino.
Festugière resume así esta doctrina del Cosmos: “como las energías
astrales se extienden a la tierra entera y a todos los seres concretos que la
habitan, resulta de ello que las diversas partes del mundo son así
relacionadas por una especie de red de fuerzas, que hace que lo que
suceda aquí abajo es como una proyección de lo que pasa arriba, es decir,
simpatías y antipatías que subsisten entre los astros mismos de tal manera
que el mundo aparece como un gran Todo, maravillosamente UNO cuya
unidad se funda sin embargo, no sobre un principio abstracto, sino sobre
las afinidades reales, aunque misteriosas, y de alguna manera divinas (La
Révélation d’Hermès Trismégiste; TI; L’Astrologie et les sciences occultes,
Gabalda, 1950, p.237) La alquimia y la astrología se han tornado
incomprensibles y sospechosas para la mayoría a partir del momento en
que los hombres de Occidente han perdido el sentido de la cosmo-biología,
que asegura la unidad radical del universo y su inteligibilidad. Pero, a lo
largo de los dos mil años o más que esta doctrina ha jugado el papel de
fundamento inductivo para todo conocimiento, esas disciplinas propusieron
alternativas de interpretación racional del devenir
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del siglo XVII, aún entre los más grandes espíritus capaces sin embargo de
la observación objetiva. Kepler y aún Galileo en sus comienzos en la
Universidad de Padua, se sitúan dentro de esta síntesis teórica que había
sido bendecida por Aristóteles, Ptolomeo y los Padres de la Iglesia. Esos
grandes espíritus, a decir verdad, no tenían opción pues la astro-biología
suministraba el más perfecto modelo de inteligibilidad racional.
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pues no concierne solamente al orden de la ciencia, sino también al de la
religión. La aparición del cristianismo –transformación mayor de la historia
de Occidente– se había producido en el interior de la esfera de influencia
de la cosmo-biología sin realmente cuestionar sus principios. Al momento
de imponerse la nueva fe, los campeones de la Iglesia habían reconocido
rápidamente que, a falta de algo mejor que la genial síntesis impuesta por
la sabiduría pagana, era preferible aceptarla y acomodarse en sus muebles
mediando sólo algunas adiciones de pura forma. El procedimiento era el
mismo que permitió a los cristianos instalar sus liturgias en los templos y
basílicas de la religión tradicional. En el cielo de los cristianos, Júpiter,
Marte, Mercurio y Saturno continuaron girando; nos hemos contentado con
adjuntarles cortes angelicales cuyos cantos sagrados no perturban esa
armonía de esferas que Kepler percibirá 15 siglos después de Cristo.
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ser más severa todavía si él no se hubiera beneficiado de altas
protecciones, se justificaba plenamente.
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No se trata solamente de un juego de ideas que pone en marcha analogías
sin alcance real; la ciencia mecanicista prueba el movimiento en marcha;
ella no cesa de conquistar nuevas provincias bajo la esfera de influencia de
la ciencia exacta. Uno de los sucesos más sonados de la nueva inteligencia
es el estudio de los movimientos del corazón expuesto por el británico
William Harvey en 1628. Descubrimiento capital, pues si el corazón
funciona como una máquina, las otras funciones orgánicas debe poderse
analizar de la misma manera; la vía ha sido abierta hacia la idea de una
federación de funciones; un ser vivo es una máquina compuesta y esa será
la conclusión de Descartes y varios de sus contemporáneos.
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principio unitario, reductible preferencialmente a una fórmula matemática,
que someta a sus dominios a un espacio epistemológico tan vasto como
sea posible.
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Condenado en 1633, Galileo ha ganado la apelación de su proceso y
Newton, su continuador, reina despóticamente sobre el espacio mental y
ese despotismo roza con el abuso de confianza y de conciencia. La empresa
de los revolucionarios franceses, fabricantes de constituciones de todo
género y que pretenden someter a los ciudadanos franceses a la obediencia
de algunos teoremas de una geometría social abstracta e inhumana, evoca
un newtonianismo político. Ahora bien, la sanción no se hizo esperar;
como lo había profetizado Edmond Burke, la revolución francesa ha caído
en la sangre y el terror bajo los ojos de Europa horrorizada para
desembocar, con el consentimiento de los revolucionarios arrepentidos, a
la dictadura de Napoleón Bonaparte. Este fracaso significaba que los
teóricos abstractos de la Revolución habían olvidado en sus cálculos, algo
esencial. Era preciso reivindicar el elemento humano reprimido.
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inteligencia del hombre, del mundo y de Dios, liberada de la ideología
dominante del siglo XVIII. La relación con la verdad según las Luces, es
una relación de sobrevuelo y de dominación caracterizada por la
preponderancia de una mirada que toma distancia de su objeto con la
esperanza de medirla según las normas de una geometría unitaria del
espacio mental. La perspectiva filosófica se esfuerza por coincidir con la
mirada soberana de un Dios geómetra. “El Universo, describe D’Alambert
para quien sepa abrazarlo desde un sólo punto de vista, no sería, si se le
puede decir, más que un hecho único y una gran verdad”.(discurso
preliminar de la Encyclopédie, I 1751).
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des Auges), el orden de lo visible, compuesto de colores y de formas,
expresión privilegiada del ser humano; en su investigación, él quiere ser el
compañero de ruta del transeúnte, del pintor y no del físico. Los colores,
los contornos, las configuraciones del paisaje, exponen todas las formas de
la conciencia cargadas de significaciones estéticas, psicológicas y morales.
La rebelión de Goethe contra la tiranía de Newton es una lucha por la vida,
oprimida y alienada por la reducción mecanicista del universo.
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alianza con la selva que le sirve de asilo y le suministra los materiales
indispensables al sostenimiento de la vida. En las representaciones arcaicas
el árbol era ya una figuración del universo. La experiencia mítico-religiosa
hace honor en la percepción del árbol a una manifestación de lo sagrado,
una epifanía de sentido, cuyo alcance evoca no solamente el destino del
hombre, sino la estructura entera del mundo. La mitología comparada, la
ciencia comparada de las religiones, considera el ideograma del árbol como
una fuente abundante de valores y significaciones que se irradia en
diversos sentidos en virtud de evidencias indiscutibles. El árbol romántico
es parábola de identidad y de comunidad vital, revelador del orden natural
más esencial que las construcciones arbitrarias del espíritu. La Naturaleza
en su conjunto, enseña Friedrich Schlegel, es un árbol de vida
(Lebensbaum). La forma orgánica estructura a priori de la representación y
de la acción, intervienen en la percepción de los seres y de las cosas, en la
elaboración de las teorías científicas pero todavía más en la creación de
obras de arte, que imitan ellas también en su constitución espontánea, el
dinamismo vital inmanente del universo.
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unidad del campo epistemológico como lo hacía el paradigma newtoniano
en la época de las Luces.
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humanidad global, que forma un conjunto” (Ges. Schriften, Bd.VII, p.256).
Así se encuentra resaltada la continuidad entre el orden biológico y el
orden cultural, tradicionalmente separados por los teóricos a la manera del
espíritu y del cuerpo. La historia de la naturaleza es la historia de la
humanidad que siguen ambos un mismo proceso cósmico; ellas nos lo
traen a la conciencia de la vida unitaria, hogar común de la inteligibilidad y
el principio de identidad entre las expresiones del conocimiento. La especie
humana toma su lugar y su hora en la odisea de la Naturaleza, según el
gran eje de desarrollo gradual. El orden vital, emergente de las
profundidades oscuras del inconsciente, florece en la especie humana con
la aparición de la conciencia. En virtud de su derecho de retoma y de
puesta en juego de las significaciones, ella anuncia un nuevo comienzo,
una mirada hacia atrás del pensamiento sobre el organismo: evolución que
se torna involución. Una nueva iniciativa permite al individuo tomar sus
distancias con respecto a los imperativos biológicos de las tendencias e
instintos para trasfigurar, según las exigencias específicas, en virtud de la
inauguración de una nueva libertad. La sexualidad instintiva según el orden
biológico deviene así, en el orden humano, en el principio y el terror del
amor, experiencia vivida donde se implican todos los recursos del ser.
Entre la sexualidad animal, simple obediencia a las pulsiones biológicas de
la reproducción, y el amor humano, hay una inmensa distancia con
respecto al sentido del juego de los valores simbólicos y de la intervención
de la preocupación por la libertad. La epistemología de las ciencias
humanas en el siglo XIX se encontrará transformada por la aplicación del
paradigma romántico, a tal punto que las investigaciones y trabajos de la
edad de las Luces, de una amplitud considerable, no tienen hoy más que
un interés meramente histórico retrospectivo. Para los investigadores
actuales son inútiles porque sus presupuestos han perdido toda vigencia.
La historiografía de Voltaire, la gramática general de Beauzée no proponen
más que juegos caducos del espíritu. Contrariamente a los trabajos de la
escuela histórica alemana, las obras de los lingüistas, de los filólogos y
arqueólogos han abierto rutas que en nuestro tiempo no se han cerrado
todavía. La psicología, la antropología y aún la medicina románticas
conservan una cierta actualidad a pesar de sus extravagancias; ellas han
puesto en evidencia, entre otras intuiciones, la importancia decisiva de los
factores inconscientes y de la solidaridad entre el psiquismo y el organismo
en la existencia humana, cuyas trayectorias y condicionamientos no
podrían ser circunscritos a los límites y determinaciones de la conciencia
intelectual, tan a menudo sospechosa de disimularlos.
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privilegiadas de una verdad en relación directa con la intimidad del
hombre, en la cual se enraíza la autenticidad de la comprensión. Dilthey
por su parte, propone un desdoblamiento de la inteligibilidad subrayando
que el orden causal extensivo, predominante en la organización de las
series de fenómenos del mundo exterior, no tiene autoridad en el espacio
interior. La explicación extrínseca se opone a la comprensión, específica de
la realidad humana, que pone en obra una inteligibilidad intensiva, que
reenvía el último análisis a la identidad del ser humano. Las significaciones
vividas no son exclusivas sino inclusivas las unas con relación a las otras.
Las estructuras simplistas válidas en el campo de la materialidad espacial
no podrían dar cuenta de la experiencia de vida. Dilthey llama Erlebnis a la
unidad concreta de lo vivido, célula germinativa de sentido que se
condensa en un conjunto a la vez aparente y latente, disponible a la
manera de un infinito en potencia.
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clásica. Cada parte de un organismo no puede ser comprendido más que
en función del conjunto al cual pertenece y del cual expresa, según su
orden y sus medios, la unidad solidaria. El organismo de la vida, la vida
como organismo, es entonces una realidad irreductible, a partir de todo
conocimiento, fenómeno originario (Urphaenomen) en el sentido goethiano
de la palabra.
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Esta manera de ver aunque algo ingenua, chocaba contra la evidencia de la
experiencia que atestiguaba una irreductible pluralidad de interpretaciones
teológicas de los textos sagrados. De la misma manera, en materia de
filología clásica, los eruditos de generación en generación, no paraban de
enfrentarse por la significación de los autores y de las obras. Prevalecía la
idea sin embargo de que entre varias lecturas una sola era la buena y que
las otras provenían de la terquedad, el error por la mala fe. La perspectiva
debería cambiar radicalmente bajo la influencia del gran pensador religioso
del romanticismo alemán, Friedrich Daniel Schleiermacher (1768-1834),
profesor de la universidad de Berlín y encargado de la enseñanza de la
hermenéutica. En su competencia de maestro espiritual, juntaba la doble
experiencia de intérprete de la Biblia y traductor de Platón. Tal como él la
concebía, la hermenéutica no era tanto la ciencia del texto únicamente,
sino también una ciencia del hombre haciendo así parte del dominio de la
antropología histórica. La hermenéutica romántica introdujo la
hermenéutica en el campo epistemológico, puesto que la invita a poner en
marcha sus facultades en la tentativa de identificación creadora en la
génesis del documento en estudio. Su personalidad, su visión del mundo
intervienen como medios de conocimiento en el enfoque hermenéutico en
el curso del cual él se encuentra confrontado con la personalidad y la visión
del mundo propios del autor en cuestión. La traducción y la interpretación
aparecen como modalidades de encuentro entre dos individuos en relación
de diálogo.
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La epistemología de las ciencias humanas en la era romántica rechaza el
paradigma matemático para adoptar el paradigma hermenéutico. Todas las
disciplinas que tienen al hombre por objeto deben, en primera y última
instancia ponerse como meta la comprensión del hombre por el hombre,
horizonte común del campo epistemológico. El olvido de esta referencia es
la razón mayor de los extravíos de la cultura contemporánea.
El destino de las ciencias del hombre parece así oscilar entre la fascinación
newtoniana de la inteligibilidad fisico-matemática y el modelo romántico de
la comprensión, donde la búsqueda de sentido persigue una profundización
cuyas aproximaciones están abocadas a no concluir jamás.
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cultura histórica. Las categorías de la vida y de la experiencia vivida
(Erlebnis), evidenciadas por Dilthey, no han agotado su fecundidad.
Psicología, filología, lingüística, sociología, historia, etnología, política,
economía, más allá de sus determinismos específicos, no pueden producir
más que migajas de verdad, verdades incompletas si no se ponen por
causa el orden de los valores humanos, denominador común del saber del
hombre sobre el hombre, cuya exigencia primera es salvaguardar su
carácter antropocosmomórfico.
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