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DANIEL
1.Dos historias entrecruzadas. El libro de Daniel sitúa al lector en el exilio de Babilonia (siglo VI
a.C.). El ambiente descrito y la cronología recrean un tiempo de persecución y dificultad para
mantener la fe israelita. Pero la verdadera historia que palpita en el trasfondo de esta obra es el
enfrentamiento cultural y la persecución religiosa sufrida por el judaísmo durante el reinado
Antioco IV Epifanes (siglo II a.C.). Palestina se encuentra bajo la dominación seleucida y la cultura
helenista lo invade todo. Los judíos piadosos se rebelan contra semejante opresión, que dio lugar
al levantamiento macabeo (167-164 a.C.). El libro Daniel aparece entonces como aliento y
fortaleza para los creyentes perseguidos.
En las partes primera y tercera se utiliza un género literario ejemplar, llamado hagádico, que
transmite una enseñanza moral. En la segunda parte, el género empleado es el apocalíptico. Su
intención es transmitir una revelación, a través de visiones, símbolos y seres celestes, sobre los
sucesos previos a la intervención definitiva de Dios.
COMENTARIO
Podemos distinguir tres escenas: la impotencia de los adivinos paganos (Dn 2,1-13); el Dios de
Daniel es el único sabio capaz de transmitir sabiduría a sus adoradores; (Dn 3,24-25); se revela el
contenido del sueño y su interpretación (Dn 2,26-49). Los cuatro materiales con los que está
construida la estatua del sueño representan a cuatro grandes imperios: neobabilónico (oro), medo
(plata), persa (bronce) y el macedónico de Alejandro Magno prolongado en los reinos helenistas
de Siria y Egipto (hierro y barro). Todos ellos desaparecerán ante la presencia aparentemente
insignificante -una pequeña piedra- del reino de Dios.
En 3,1-97: La estatua de oro. Daniel desaparece de la escena y el protagonismo pasa a sus tres
amigos. El tema de fondo es la fidelidad de los tres jóvenes judíos a su fe, aún a riesgo de sufrir la
muerte. La versión griega de los LXX ha insertado en el texto dos composiciones litúrgicas que
ponemos en letra cursiva para distinguirlas del original hebreo.
La estatua de la que se habla en Dn 3,1-7 podría estar apuntando a la estatua de Zeus Olímpico
mandada levantar por Antíoco IV en Jerusalén (cf. 1Mac 1,54; 2Mac 6,2).
De las dos composiciones litúrgicas intercaladas por la versión griega, la primera (Dn 3,24-45) es
una plegaria inspirada en los salmos penitenciales. La desproporcionada acusación contra
Nabucodonosor parece esconder el verdadero destinatario de la misma, Antíoco IV. La segunda
(Dn 3 destinatario de la misma, Antíoco IV. La segunda (Dn 3,52-90) pertenece al género literario
“himno" muy común en los salmos (cf. Sal 135; 148) y es una invitación dirigida a toda la creación
para que alabe al Señor. En esta invitación cósmica se intuye el deseo de establecer un contraste
con la pretensión también universal contenida en el decreto de Nabucodonosor de adorar a la
estatua.
La escena final del capítulo (Dn 3,91-97) conecta con Dn 3,23. Con las palabras de Nabucodonosor:
prefirieron arriesgar su vida antes que servir adorar a otro Dios fuera del suyo (Dn 3,95), el autor
alude sin duda al testimonio de tantos judíos que murieron martirizados en la persecución de
Antíoco IV.
En 3,98-4 34: Nuevo sueño de Nabuodonosor. Segundo (y último) sueño de Nabuodonosor, con
notables diferencias respecto al primero (Dn 2): buena parte del relato aparece en primera
persona y es el mismo rey quien narra el sueño, que será de nuevo interpretado por Daniel.
También el contenido es diferente, pues sólo afecta a un episodio de la vida del rey. En la
introducción al relato del sueño se subraya el señorío de Dios sobre la historia y los imperios como
una de las claves de la narración. El contenido del sueño y su interpretación están orientados a
que Nabucodonosor reconozca la soberanía absoluta del Dios Altísimo sobre hombres, pueblos y
cosas: Hasta que reconozcas que el Altísimo tiene poder sobre el reino de los hombres (Dn
4,14.22.29).
La exactitud histórica de los hechos no le preocupa demasiado al narrador. De hecho las crónicas
babilónicas no tienen noticia en la vida de Nabucodonosor del suceso referido en Dn 4 22; sí
hablan, en cambio, de que Nabónido (último rey de Babilonia) habría dejado el trono a su hijo
Baltasar durante diez años.
Don 5,1-6,1: La cena de Baltazar. El redactor sitúa este episodio en el reinado de Baltasar al que
presenta como hijo de Nabucodonosor y como último rey de Babilonia. Lo central del relato son
las palabras concretas de la inscripción (Dn 5,5.24-28), que son ambiguas y parecen aludir a tres
unidades monetarias: mina, siclo y mitad (de mina). En realidad lo que se dice sobre Baltasar se
refiere a Antíoco IV. Se trata, pues, de un juicio sobre el presente narrado con personajes y
acontecimientos del pasado, que abre una esperanza para el futuro.
En 6,2-29: Conspiración contra Daniel. El último episodio de la primera parte del libro es un
paralelo de Dn 3, con cambio de personajes, de contexto histórico y de enfoque: más que la
fidelidad de Daniel, lo que se pone a prueba es la capacidad salvadora del Dios de Israel (Dn
6,15.17.21.23.28). Estamos de nuevo ante un horizonte histórico conocido: el decreto de
prohibición del judaísmo por parte de Antioco IV y el comportamiento heroico y ejemplar de los
mártires. Los primeros cristianos vieron en Daniel liberado de la fosa de los leones una figura o
anticipo de Cristo resucitado.
17 1-12 13: II. LAS VISIONES DE DANIEL. Segunda parte del libro de Daniel con el mismo
protagonista y parecido marco cronológico, pero con cambios significativos. Los personajes que
ahora acompañan a Daniel son seres celestes y los sueños se transforman en visiones. El tema es
el juicio de Dios sobre la historia, y el género literario es claramente apocalíptico (símbolos,
visiones, seres celestes, intervención divina al final de los tiempos). Permanece y se acentúa la
referencia al verdadero marco histórico: la época de Antíoco IV Epífanes.
Dn 7,1-28: Primera Visión. Los paralelos con Dn 2 y las referencias a los imperios ya conocidos
convierten este capítulo en el centro del libro. Todos los elementos son simbólicos: el mar grande,
los cuatro vientos, las cuatro fieras, los diez cuernos y el cuerno pequeño, el anciano, el hijo de
hombre... El tema de fondo es un juicio contra los imperios de la última etapa histórica, que acaba
con una sentencia: el poder es quitado a éstos y entregado al pueblo de Dios.
El autor centra su interés en la contemplación y descripción de la cuarta bestia y sus diez cuernos
entre los que aparece un cuerno pequeño, es decir el reino de Antíoco IV que representa el último
y más feroz ataque del mal contra los fieles del Altísimo (=el pueblo de Dios) representados por
figura del hijo de hombre (Dn7,13.27). Más tarde la tradición judía identificará a este hijo de
hombre con el mesías, tradición que asumirá Jesús y el cristianismo naciente (cf. Mc 13,26; 14,62;
Mt 25,31; Lc 17,22-30; Hch 7,55-56).
En 9,1-27: Las setenta semanas. Un nuevo elemento apocalíptico entra en juego: la interpretación
de un texto profético anterior. A partir del oráculo de Jr 25,11-14 (cf. Jr 29,10), que establece un
plazo de setenta años para la liberación de Israel de la opresión babilónica, el autor propone una
interpretación en clave, que hace coincidir el cumplimiento del oráculo con los sucesos
contemporáneos. El recurso es un ejemplo del paso la profecía a la apocalíptica.
La “oración de Daniel” (Dn 9,4-19) pertenece al género literario de súplicas penitenciales (cf. Dn
3,26-45; Esd 9; Neh 9; Bar 1 15-3 8) y es probablemente anterior al libro, ya que no hay referencias
a la persecución de Antíoco IV. En hay ella asume Daniel uno de los rasgos más especificos del
profeta: la solidaridad con los sufrimientos del pueblo y la mediación intercesora.
Dn 10,1-12,13: La gran Visión final. Estos capítulos forman un conjunto estructurado en torno a la
“gran visión final” que cierra la edición hebrea del libro. Los motivos dominantes y los temas ya
apuntados en Dn 7-9 se vuelven a formular por medio de una gran visión apocalíptica, situada en
el contexto de una nueva aparición angélica.
En 10,1-11,1: El hombre vestido de lino. Los ángeles protagonistas son Gabriel (con toda
probabilidad, aunque no se le nombra) y Miguel, que son denominados “príncipes”, es decir,
protectores del pueblo de Dios, en contraposición a los “príncipes” (ángeles-demonios
protectores) de otras naciones. La lucha contra la fuerzas del mal ya ha comenzado.
Dn 11,2-20: La guerra entre seléucidas y lágidas. El autor evoca las últimas etapas de la historia
que le es más o menos contemporánea, pero intencionalmente emplea expresiones genéricas y en
cierto modo confusas de forma que no siempre es fácil seguir el proceso histórico e identificar
nombres y acontecimientos. En todo caso, es claro que los reyes del norte son los seléucidas de
Siria y los reyes del sur son los lágidas de Egipto.
Dn 13,1-14,42: III. RELATOS GRIEGOS. Como una conclusión a la edición hebrea de Daniel, la
edición griega añade estos dos capítulos, que incorporan nuevos relatos: la historia de Susana (Dn
13) y dos enfrentamientos de Daniel con los ídolos babilónicos Dn 14,1-22.23-37) que culminan en
una nueva versión del episodio de Daniel en la fosa de los leones (Dn 14,28-42). Son relatos
ejemplares de estilo popular, más cercanos a los de la primera parte (especialmente Dn 1; 3; 6),
con los que comparten género literario y algunos temas.
Dn 13,1-64: La historia de Susana (relato transmitido en griego, pero de probable origen hebreo)
en realidad debe ambientarse en la época helenística, cuando los judíos que viven fuera de
Palestina tienen sus propios dirigentes y tribunales. La finalidad del relato es celebrar la sabiduría
de Daniel y sobre todo mostrar que Dios jamás abandona a los inocentes que confían y acuden a
él.
En 14,1-42: Daniel y los sacerdotes de Bel. Estos dos enfrentamientos de Daniel contra los ídolos
babilónicos se inscriben dentro de las polémicas contra la idolatría, muy frecuentes en la literatura
bíblica. Es manifiesto el carácter irónico de ambos relatos. En cuanto a la nueva versión del
episodio de Daniel en la fosa de los leones (cf. Dn 6) se enriquece con una leyenda relacionada con
el profeta Habacuc (Dn 14,33-39) y todo concluye igual que en Dn 6 con el reconocimiento del
Señor como el único Dios verdadero, la liberación de Daniel y el castigo de sus enemigos.