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¿La religión cristiana una más, con un Dios fabricado?

(1º parte Jesús


Espeja)

Ofrecemos la primera parte de una reciente entrevista a Jesús Espeja, Dominico, autor de
"Jesucristo, una propuesta de vida" (San Pablo).
Algunos lo señalan como el último, o quizá penúltimo, de los teólogos de la Liberación. En lo que
muchos coinciden es que es uno de los grandes profetas de la Iglesia latinoamericana y
española.

«Jesucristo es un proyecto de vida y felicidad para todos»

Jesús Espeja cree que el agnosticismo imperante en el sector intelectual de nuestra sociedad se debe a que
la Iglesia sigue siendo "el signo del oscurantismo, del pasado que nada puede aportar". Y opina que el
deber de ésta es "ofrecer una forma de vivir para que políticos y economistas vayan buscando los caminos
más humanos".

Cree que la idea dominante de Dios es la de aquél a quien "tenemos que ofrecer sacrificios y que le agrada
que nosotros nos destruyamos". Y afirma que debemos cambiar ese "Dios intervencionista, milagrero, que
está esperando nuestras oraciones", por el que, "lejos de aplastar o aminorar nuestra autonomía, amplía
nuestro horizonte".

En su libro sobre Jesús de Nazaret, Espeja se pregunta si "estamos dispuestos a reconocer que en la
conducta histórica de Jesús se ha revelado Dios, que es lo que nos escandaliza". Y concluye que "la gran
novedad de Jesucristo es decir que lo más trascendente está, a la hora de la verdad, en lo más inmanente
del ser humano".

P- Hay muchos libros sobre Jesucristo. ¿Por qué otro?

R- Bueno, este libro fue motivado por dos capítulos.


En primer lugar, estamos en una sociedad no solamente laica y plural, sino post-cristiana. Lo cual quiere
decir que cada vez son más crecientes no sólo la indiferencia religiosa, sino las personas que van entrando
en la Ilustración, agudizan su sentido crítico, y perciben al cristianismo a través de una Iglesia que para ellos
es, de alguna forma, el signo del oscurantismo, del pasado que nada puede aportar; incluso para algunos es
percibida como signo de muerte y de represión.

Este libro ha sido escrito también pensando en la Iglesia. Tuve la suerte de colaborar con los obispos
españoles en los primeros pasos de la transición política, Entonces se diseñaba un modelo de Iglesia que
no se identificara para nada con el poder político ni económico; e intentara ser realmente oferta de una
forma de ser, de un estilo de vida evangélica. Nada más.

Pero aquí también la dificultad está en pasar de la teoría a la práctica. Pasar de esa presencia pública de
poder a una presencia evangélicamente significativa, era muy difícil. Y ahora vemos las muchas
crispaciones entre políticos y obispos en los últimos años. Crispaciones que impoden un verdadero y
necesario diálogo en esta situación cultural cambiante. La Iglesia debe "re-crear" la conducta de Jesucristo
que siendo rico se hizo podre y servidor de todos. Una percepción nueva de Dios cuyo poder se manifiesta
en la misericordia y compasión.

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<span class="Apple-style-span" style="font-size: 10px">P- ¿Esas imágenes de la divinidad fabricadas por
nosotros son reales?

R- Por desgracia son reales y frecuentes incluso entre los cristianos. Posiblemente muchos bautizados que
hoy se confiesan agnósticos, en el fondo están luchando contra un cristianismo que ellos se han forjado a
través de impresiones que han sacado viendo la práctica religiosa de algunos cristianos

P- ¿Y esa práctica no corresponde a la realidad total de la Iglesia?

R- Por supuesto que no Entonces, aquí viene el interrogante. Cuando leo, por ejemplo, el libro "Hablemos
de Dios", escrito por Victoria Camps y de Adela Valcárcel, dos profesoras que se confiesan agnósticas, veo
que están luchando contra un Dios y contra una religión en los cuales yo no creo. Entonces, es necesario
recurrir a Jesucristo. No tanto para demostrar nada, sino porque su oferta puede abrir camino a esta
humanidad que, por una parte, reclama libertad y autonomía, mientras que, por otro lado, se siente
reprimida por la trascendencia que le ofrece la religión. Creo que Jesús de Nazaret ofrece una
trascendencia que, lejos de aplastar o aminorar esa autonomía, amplía su horizonte.

P- Pero, en un momento determinado, ¿casi se consiguió? Es decir, en la época de Tarancón había una
mutua independencia, sana colaboración, pero cada uno en su sitio. ¿Nunca se bajó a la calle como en
estos momentos, por ejemplo?

R- Sí, es verdad. En la década de los 70 y primeros de los 80 se dieron pasos bien significativos Pero la
tentación de poder y silenciamiento del otro por la fuerza no sólo acecha y prostituye la gestión política sino
también el funcionamiento de la misma Iglesia. En vez de perder el tiempo en mantener posiciones y en
"estar en contra de", habría que emplear las energías para discernir los signos del Espíritu en las
características de nuestro tiempo y para promover en los cristianos la maduración de la fe, pues de esa
madurez depende el futuro de la Iglesia.

P- ¿El intento, entonces, del libro, es el de presentar a un Jesús que puede dar sentido al hombre actual?

R- Eso es. En la misma Iglesia hemos perdido mucho el tiempo en conflictos y tensiones internas simples. Y
hemos perdido de vista que la tensión auténtica es cómo servimos y ayudamos a este mundo que ya está
animado por el Espíritu¸ cómo hacemos inolvidable a Jesucristo y su proyecto de fraternidad universal. A la
hora de la verdad la figura de Jesús es la que va a sacarnos a todos de esta lucha por el poder, de esta
actitud defensiva, hacernos reconocer la dimensión teologal del mundo y trabajar desde la fe cristiana para
que no se quede a medio camino.

P- Creo que en el libro hay mucho del Jesús liberador. Usted es uno de los representantes de esa teología
tan querida para algunos y tan etiquetada y maltratada por otros.

R- No me considero comparable a ninguno de los buenos teólogos latinoamericanos de la liberación, pero sí


he reflexionado y sigo reflexionando en sintonía con ellos. A la hora de enjuiciar a este nuevo enfoque de la
reflexión teológica se ve un problema de fondo.

Generalmente interpretamos la muerte de Jesucristo con la imagen del sacrificio: murió para aplacar a una
divinidad ofendida por nuestros pecados. En el Nuevo Testamento hay distintas metáforas para interpretar
la muerte de Jesús: redentor o liberador, sanador, reconciliador que restituye lo verdaderamente humano.

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Pero la imagen sacrificial, casi siempre proyectada en el esquema religioso común, ha prevalecido a partir
del s. XI. Así da la impresión que a Dios sólo le agrada el sacrificio o destrucción de lo humano.

Olvidamos así la novedad de la Encarnación: Dios no está detrás de la nubes esperando nuestro sacrificios,
sino más íntimo a nosotros que nosotros mismos, llamando siempre para que libremente abramos nuestra
puerta y emerja como amor en nuestras vidas.

P- Pero no parece que por ahí vaya la institución, al menos en estos últimos años. O los que mandan en
ella.

R- Pienso que en el segundo periodo postconciliar falta dar relieve a esta orientación del Concilio tanto en el
Magisterio, como en buena parte de la reflexión teológica y de la tarea evangelizadora. Pero cuando leo los
documentos y discursos de Benedicto XVI noto que él está profundamente preocupado porque dejemos a
ese Dios hipotético separado de nosotros y descubramos al Dios en nosotros.

En el libro insisto: todos nuestros conceptos, categorías y lenguajes sobre Dios sólo son aproximaciones a
su realidad. A Dios sólo se le conoce de verdad por la experiencia del corazón. Consiguientemente, todo ser
humano tiene, de alguna forma, el eco de ese Dios. Necesitamos un cambio: pasar de un Dios
intervencionista, milagrero, que está esperando nuestros sacrificios, a un Dios que desde dentro nos
impulsa para que amemos. Este amor implica sacrificios no porque Dios los necesite sino porque los
necesitamos nosotros

P- ¿Los teólogos tienen miedo en la Iglesia actual, en la institución?

R- No tengo ningún miedo. Nunca lo he tenido, pues, si bien admito y doy gracias a Dios por carisma y
ministerio de la jerarquía, soy consciente de que mi carisma como teólogo en la Iglesia, como la fe, es
eclesial y debe proceder siempre no en el servilismo a la jerarquía pero sí dentro y en el dinamismo de la
comunidad cristiana, cuya fidelidad a la tradición viva y la unidad en la pluralidad debe mantener el
ministerio de la jerarquía

P- ¿Nunca ha recibido advertencias, mónitums...?

R- Bueno, a veces uno tiene conflictos personales no por las advertencias explícitas que pueda hacerte la
jerarquía sino ante posiciones de la jerarquía que te desconciertan. No es fácil mantener la verdad de
Jesucristo en quien ni "Dios existe a costa del ser humano, ni el ser humano puede prosperar a costa de
Dios". A veces la conducta de los religiosos cristianos, incluida la posición de miembros de la jerarquía, se
escora por un extremo u otro.

El mayor conflicto que Jesús de Nazaret tuvo fue con la religión que pretendía tener valor por sí misma
postergando la vida de los seres humanos. Su intimidad con el Padre, Dios de la vida, le llevó a enfrentarse
con los religiosos, piadosos inhumanos, que acabaron condenándolo a muerte. Creo que lo más novedosos
de de la encarnación es manifestar que lo más trascendente y divino es lo más inmanente y humano.

P- ¿Qué significan entonces los castigos a amigos suyos como Boff, Sobrino, Gutiérrez...?

R- Pienso que no se puede hablar de Teología de la Liberación sin más. Respecto a los castigos impuestos
a estos teólogos que nombras, no veo razones teológicas de peso para esa persecución.

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Autor: Entrevista de José Manuel Vidal
Publicada en Periodísta Digital, España el 17 de julio de 2010
SE PUEDE usar este material con toda libertad, citando la fuente.

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