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«Nos legó, en fin, la tragedia humanitaria que, por vía del incremento acelerado de todas las calamidades antes señaladas se cierne inexorablemente sobre la gran mayoría de los hogares venezolanos; sobre todo la criminal hiperinflación in crescendo» (Zoilo Abel RODRÍGUEZ)
Título original
El Legado Del «Comandante Eterno» (Por Zoilo Abel Rodríguez)-Convertido
«Nos legó, en fin, la tragedia humanitaria que, por vía del incremento acelerado de todas las calamidades antes señaladas se cierne inexorablemente sobre la gran mayoría de los hogares venezolanos; sobre todo la criminal hiperinflación in crescendo» (Zoilo Abel RODRÍGUEZ)
«Nos legó, en fin, la tragedia humanitaria que, por vía del incremento acelerado de todas las calamidades antes señaladas se cierne inexorablemente sobre la gran mayoría de los hogares venezolanos; sobre todo la criminal hiperinflación in crescendo» (Zoilo Abel RODRÍGUEZ)
A cinco años de «la siembra» de Hugo Chávez Frías, estamos viendo cómo son muchos los «revolucionarios» oportunistas que pretenden escapar a su inexorable destino marcando distancia de Maduro y su camarilla de incondicionales, acusándolos de traidores y de poner en peligro el «legado del Comandante» (aunque, en realidad, se acusan mutuamente). Ahora bien, ¿cuál es «el legado de Chávez» (del que también se ufanan los maduristas, por supuesto) El «legado» que como bandera les conviene a los unos y a los otros enarbolar, defender y promocionar es una muy chapucera ficción (y no vale la pena recrearla, porque, honestamente, lo que da es risa); pero el verdadero, el que, cual inventario inocultable del oprobio, percibimos nosotros, como el resto del país, incluyendo en los últimos tiempos a la mayoría de los feligreses chavistas pobres (acaso, quienes más lo padecen), es otro, muy tangible y muy nefasto. Veamos algunos renglones de ese «herencia» que nos dejó «Corazón de mi Patria» (amén de lo que estamos sobrellevando puntualmente en los últimos meses en materia de abusos «institucionales», ingobernabilidad, miseria social y represión): Chávez nos «legó», a través de la trampa sistemática e institucionalizada, un Estado y un gobierno ilegítimos, tanto de origen como de desempeño, que representa la continuidad de un régimen sectario y totalitario de signo castro-comunista; proceso pseudo-revolucionario espurio que se impone desde la arbitrariedad y cuyo «programa» cardinal es la permanencia omnímoda y perpetua en el control del poder. Chávez nos «legó», desmejorado, sobre todo en el infame cacareo de Maduro y de Cabello, el interminable discurso vacío de contenido que durante más de tres lustros ha repetido los mismos trasnochados clichés pseudosocialistas y comunistoides, la misma beligerancia innecesaria, los mismos insultos al «imperio» y a la oposición vernácula, las mismas amenazas y las mismas promesas nunca cumplidas en nombre de una «revolución» que más estafa y ramplonería juntas no puede ser. Chávez nos «legó» la violación sistemática de la Constitución Nacional y las leyes, así como la deslegitimación por vía de la prosternación y el envilecimiento de las instituciones del Estado – sobre todo el Tribunal Supremo de Justicia–, hoy desvergonzadamente al servicio excluyente del PSUV, de Maduro y de la «revolución bonita». Chávez nos «legó» la continuación de una práctica totalitaria de catastrófico gobierno, expresada en: perversión desmedida en el uso del poder; abuso mediático; ideologización del ámbito militar y humillación a las Fuerzas Armadas; extrema polarización política y social del país; inseguridad creciente e incontrolable; deterioro e ineficacia del sistema de salud; inhumana ineficiencia de los servicios públicos; corrupción administrativa y nepotismo desmedidos; destrucción sistemática del aparato productivo y desmoralización de la inversión privada; escasez y dependencia cada vez en aumento de una viciada economía de puertos; malversación en importaciones desordenadas; expropiaciones y confiscaciones ilegales; desempleo; inflación incontrolable y alto costo de la vida rayano en lo criminal; adoctrinamiento descarado de la educación en todos sus niveles; cerco financiero a las universidades y desconocimiento de los gremios legítimos y de las normas salariales vigentes; manipulación política de la judicatura; persecución judicial selectiva a la disidencia y al sector sindical; atropello a los medios y a la libertad de expresión; endeudamiento indiscriminado e injustificado de la nación; gasto discrecional, desproporcionado y absurdo en armas y equipos de guerra; regaladera de dinero público a Cuba y a otros países «amigos», o más bien «chulos», del régimen; pérdida de soberanía y sumisión vergonzante ante la dictadura cubana; asociación con regímenes internacionalmente cuestionados; y permisividad delictuosa con la narco-guerrilla colombiana. Chávez nos «legó» también la distorsión de la historia y sus valores y el culto morboso y exacerbado a su persona por parte de sus acaudillados, quienes, después de su desaparición, llegan al grosero extremo de parangonarlo en méritos épicos con los prohombres de las gestas independentistas patrias, al punto de pretender reservarle un nicho en el Panteón Nacional. Nos legó, en fin, la tragedia humanitaria que, por vía del incremento acelerado de todas las calamidades antes señaladas se cierne inexorablemente sobre la gran mayoría de los hogares venezolanos; sobre todo la criminal hiperinflación «in crescendo». Pero lo peor de todo, lo que nunca le perdonaremos, es que Chávez nos los haya «legado» a ellos: a Nicolás Maduro, a Cilia Flores, a Diosdado Cabello, a los siniestros hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, a Elías Jaua, a Rafael Ramírez, a Vladimir Padrino, a Aristóbulo Istúriz, a Pedro Carreño, a Tibisay Lucena, a Tareck el Aissami, a Tarek Williams Saab, a Mikel Moreno, a las dos Luisas y, en fin, a toda la pandilla de incompetentes, delirantes, «enchufados», «boliburgueses» y funcionarios indignos y desalmados que, en nombre de «Corazón de mi Patria», a la par de forrarse obscenamente de dinero público, se han propuesto la criminal cuanto eficiente tarea de abolir la Democracia y destruir a Venezuela. Sólo que a ellos, a sus dilectos, les «legó» también dos heredades malditas: la falsa ilusión de que «venderle el alma al diablo» significaba la posesión del poder, la riqueza y la felicidad para siempre, lo mismo que la garantía de la impunidad sin límites (la convicción de que «el crimen sí paga»); y les «legó», asimismo, lo que nunca podrán agradecerle, lo que acaso los hará en algún momento renegar de él y maldecirlo, el efecto del peor de los karmas posibles: la aterradora consecuencia que será sobrellevar persecuciones, juicios, condenas, presidios, y castigo emocional, moral y espiritual por el resto de sus vidas (y aún son jóvenes), para después ir a parar, sin atenuantes y por la eternidad, al estercolero de la Historia. Lo referido no agota, por supuesto, la narrativa del desastre «revolucionario», pero, ¿no es suficiente este catálogo de horrores, en general, para representar el verdadero «legado» del «Comandante Eterno»? Y por supuesto que los «legadistas» tienen mucha razón: todo ese infausto «legado de Chávez» (menos el exclusivo y fatal de sus «herederos») está en inminente peligro. Claro que sí. Se impone el desenlace en que la Venezuela digna, decente, democrática, progresista y amante de la libertad materialice –por cualquier vía, incluyendo las que vengan de la mano de los imponderables históricos– la inaplazable empresa de despojar a los siniestros embaucadores «rojo rojitos» del poder político nacional y de abrir las puertas a un futuro patrio exento del perverso estigma que es la ignominiosa herencia de Hugo Rafael Chávez Frías.