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Estoy tratando de escribir una biografía. Tal como van las cosas, no creo que la termine y la
abandone a mitad de camino. Hugo contra Carvajal es un texto que recoge la encrucijada de un
hombre. Un verdadero dilema existencial para un hombre que sirvió con lealtad personal a otro
hombre, durante mucho tiempo. Cuando la lealtad es íntima y está montada sobre un
agradecimiento también personal, lo emocional es privativo. La gratitud del corazón domina como
cuando el amor es correspondido en una relación entre un hombre y una mujer. Las comarcas de
ese agradecimiento están claramente definidas. Precisas. Son límites privados que recogen
confidencias bilaterales, secretos recíprocos que se mueven en la conciencia y reservas bien
estrechas que se mantienen en lo más recóndito de la memoria inmediata, luchando contra una
realidad externa. Precisamente la realidad de otras conciencias que quedan y no se gobiernan y que
emiten juicios severos. Tanto como para enviarte al basurero de la historia. Así de implacable es la
historia. Sin embargo, antes de montarte en ese cadalso, esta te deja opciones. Tú decides. Solo tú
en la intimidad de lo que debes descargar. La conciencia de los hijos, del resto de la familia, de sus
amigos, de sus compatriotas y la conciencia plena de un país te empuja. Todos por encima de la
lealtad personal que aún se debe, a un sujeto que ya murió y cuyo daño conocido a la fecha, se
traslada a varias generaciones de venezolanos. Y… el sujeto de su lealtad, ya murió.
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El drama de Hugo contra Carvajal, es la influencia de Hugo Chávez sobre Hugo Carvajal que es lo
mismo que decir, la autoridad que aquel aún mantiene sobre este, a pesar de la realidad destructiva
sobre un país, de la política pública que se aplicó para destruir una sociedad, para convertir en polvo
cósmico la unidad de una nación y diluir el futuro de sus compatriotas, que se expresa en la pérdida
de libertades, en la mengua de la soberanía, la desaparición del estado de derecho y la entronización
de morbos globales como la corrupción, el terrorismo, El narcotráfico y las graves violaciones a los
derechos humanos. Lo que obligó a casi 5 millones de venezolanos a generar una diáspora hacia el
mundo, que ilustra la grave crisis humanitaria que asedia a sus compatriotas.
Hugo Carvajal es hoy, parte de esa diáspora. Hugo contra Carvajal es también la influencia de Hugo
Carvajal sobre Hugo Chávez. Durante diez años aquel manejó el sistema de inteligencia de la
revolución bolivariana. Por las manos de aquel pasó toda la vida, obra y milagros de los 30 millones
de venezolanos. Sobre su escritorio reposaron miles de expedientes con las historias de los
aspirantes a ingresar al gabinete ejecutivo y las de quienes ya estaban. Los perfiles de los dirigentes
opositores y en general de todos. Datos relacionados con corrupción, desviaciones personales,
negocios ilícitos, la vida sexual de tantos, y todo tipo de información que pudiera servir de chantaje
a los amigos de la revolución y a sus enemigos, deben formar parte de los abultados expedientes
que atesora celosamente Hugo Carvajal. En ese inventario también están las confidencias de Hugo
Chávez. Desde las públicas hasta las privadas. Aquellas no le pesan tanto en la conciencia de Hugo
Carvajal, como las secretas e íntimas de su jefe. Sobre todo, las que se arriman a las cuatro paredes
de su habitación en Miraflores y otros lugares exquisitos y reservados a la alta magistratura de su
cargo, por donde pasaron hombres y mujeres para sesiones de corrupción, de sexo y de brujería,
sin ningún tipo de límites y con todo tipo de depravaciones.
Ese dilema de qué hacer con esa información, es el que atormenta a Hugo Carvajal, estando cómo
está a las puertas de la cárcel en España y dentro de la presión y prisión de su propia conciencia,
frente a él, frente a sus hijos, frente a sus amigos, frente a sus familiares y frente a la sociedad
venezolana que juró en algún momento defender frente a una bandera tricolor que cada día se
desgasta más, ante las vergüenzas políticas de los revolucionarios que aún se aferran a un legado
de ignominia y afrenta a la nacionalidad.
¿Qué hacer?
Así funcionan los hombres que manejan información. Cuando uno lee las biografías que se han
escrito sobre J. Edgar Hoover y trasciende en las conclusiones de cómo pudo sobrevivir en el
tiempo, al cargo de director del FBI a 8 presidentes norteamericanos, la imaginación se proyecta
siempre hacia el peso y el valor de una información cuyo registro, evaluación e interpretación,
apriete las teclas con sentido de oportunidad, de pertinencia y de oportunidad para contribuir al
engrandecimiento de una nación, por encima de sus propias vulnerabilidades personales y las
miserias de sus jefes. La diferencia entre J. Edgar Hoover y Hugo Carvajal es que aquel estuvo en la
acera del combate frontal al comunismo durante la época crítica de la guerra fría sirviendo a la
constitución, a su país, a la sociedad norteamericana, a su familia y a un estilo de vida, y este sirvió
de manera personal a un jefe, sin importar los daños derivados y caminando aún en el cortejo
fúnebre hasta lo más profundo de la tumba de Hugo Chávez, en donde sea que esté enterrado.
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A Hoover le levantaron en homenaje institucional un edificio imponente; la sede del FBI en el 935
Penssylvania Ave NW de Washington DC 20535 tiene una placa con su nombre en el que exterioriza
el reconocimiento nacional e institucional a su trayectoria. Con Hugo Carvajal la posibilidad de
permanecer preso de manera perpetua en el edificio de una institución correccional
norteamericana, global o en el edificio de su conciencia, le perseguirá mientras no termine de
aclarar todas las sindicaciones que se han arrastrado desde los tiempos en vida de Hugo Chávez y
que se han intensificado desde su ruptura con el gobierno de Nicolás Maduro.
Tiene una oportunidad de oro en sus manos. De él depende su futuro y es posible que del régimen.
De él depende el edificio que lo alojará y le registrará su historia como ciudadano de un país que
fue, antes de la llegada de la revolución, que lo fue... Venezuela.
Conozco a Hugo Carvajal desde sus tiempos de Mayor en el año 1994. Sin conocerlo integralmente
se me presentó en San Felipe estado Yaracuy, donde yo ejercía como Comandante del 132 Batallón
de Infantería José Antonio Páez y comandante de la guarnición militar de Yaracuy. Hasta allí fue a
pedirme ayuda profesional. Venía aporreado y perseguido por su historia de participación en los
sucesos del 4 de febrero. Se sentía perseguido y acosado, y se estaba dando una última oportunidad
profesional. Me pidió trabajar conmigo y lo solicite como segundo comandante a contravía de mi
jefe, el comandante de la brigada en Barquisimeto. Durante un año lo tuve como segundo de a
bordo sin ningún tipo de fracturas ni esguinces profesionales. Fue un oficial normal. Luego trabajó
conmigo como oficial de administración y logística durante un año, mientras fui comandante del 82
regimiento de apoyo logístico Carreño. Mi último cargo operativo en la fuerza armada nacional. Fue
la época de las elecciones que ganó Hugo Chávez el 6 de diciembre de 1998. Hasta allí tuve con él
un contacto directo. De allí se fue directo a trabajar con la revolución. Si se me pidiera hacer un
perfil personal y profesional de Hugo Carvajal lo haría con la exactitud de su sicólogo y la precisión
de una observación directa. Lo califiqué en 4 oportunidades semestrales. Quienes han tenido la
oportunidad de comandar unidades en la institución armada saben lo que significa llevar un registro
pormenorizado de un profesional. Como habla, como escribe, como se comporta socialmente, sus
aptitudes físicas, sus valores y sus principios, sus soportes morales, sus resortes emocionales cuando
es sometido a presión, sus descompensaciones bajo estrés, sus potenciales académicos, sus
fortalezas y sus debilidades.
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No le perdí la pista después de su ingreso a la revolución. Cada decisión política del alto gobierno
encabezado por el comandante, cada locura revolucionaria, estaba respaldada por el estrecho
seguimiento a las informaciones procesadas y las conclusiones derivadas en el librito que ilustra el
ciclo de inteligencia. Para eso se necesitaba alguien con un perfil personal y profesional específico.
Nunca una designación había sido tan precisa y acertada como cuando se designó a Hugo Carvajal
como responsable de la inteligencia y la seguridad del estado. Discreto, prudente, más oídos que
lengua y siempre detrás de las cortinas. Reservado como el que más, con serias limitaciones para
comunicarse oralmente. Los monosílabos y las interjecciones son sus desarrollos de conversación
más largos. Lo que lo hace inabordable, inaccesible y difícil en la interlocución. Y Hugo Carvajal
encajaba. Nada fue casual. Cuando Hugo Chávez lo designó para ocupar el más alto cargo en la
refinada y pulida maquinaria de inteligencia del régimen, proyecté hasta donde el comandante le
iba exprimir en lealtad personal todas las exigencias dentro del cargo, especialmente aquellas
violatorias de la constitución y las que pisan la moral personal y la ética de las sociedades. Esas que
avergüenzan en la intimidad de la almohada y en la soledad de la habitación, cuando el poder se ha
evaporado y solo queda el apoyo del entorno familiar por encima de los estigmas políticos, las llagas
del narcotráfico, las purulencias de la corrupción, las costras del terrorismo y las heridas aún
sangrantes de las graves violaciones a los derechos humanos que alienta el régimen de Nicolás
Maduro, aún, como legado del de Hugo Chávez, que es lo mismo. Por el momento, Hugo Carvajal
es prisionero de su propia lealtad y su carcelero es Hugo Chávez. Las llaves de su calabozo reposan
en el bolsillo de su conciencia.
La última vez que yo hablé personalmente con Hugo Carvajal fue en diciembre de 1998. Después
del triunfo electoral de Hugo Chávez, los destinos profesionales de ambos estaban marcados por la
revolución y tomaron caminos diferentes. Él, tenía abierto el camino de montarse en el proyecto
que se iniciaba y yo, cerraba toda posibilidad de ejercicio operacional. Prácticamente culminaba mi
carrera y toda posibilidad de promoción. Y ambos, nos ubicamos en aceras institucionales opuestas.
Un amigo común sirvió de enlace en esta oportunidad. Hubo el contacto e intercambiamos. Siempre
vía del intermediario. Y a través de WhatsApp. El general estaba interesado en comprar el libro que
publiqué titulado El enigma pendiente. Las claves de una conspiración. Su interés lo focalizaba en
el capítulo de Nicolás Maduro y su participación en el secuestro de William Frank Niehous en 1976.
Yo aproveché por interés y motivación de escribidor y por el atractivo de las historias que atesora
Carvajal, en tratar de sacarle la mayor cantidad de información posible. Fracasé. Fue
exageradamente cerrado y lacónico, tal cual su estilo y como hombre de inteligencia. Entre algunas
cosas, señaló que el tema de la nacionalidad de Maduro no fue lo suficientemente investigado. Y,
que había mucho margen para apuntar también a un origen cubano, además del relacionado con el
colombiano. En eso de fabricar ciudadanías y agentes dobles, los cubanos se fueron por encima de
sus maestros en la KGB soviética. En el último contacto que hicimos deslizó una preocupación
personal. Su vida estaba corriendo un grave riesgo. Los chavistas originales querían matarlo, el
madurismo encabezado por Nicolás quería desaparecerlo y dentro de la oposición tenía demasiado
rechazo. De manera que el síndrome del Gocho Negro lo tenía arrinconado, y preocupado. Estar
libre era un riesgo, y por paradójico que pareciera, su mejor opción eran los gringos y los calabozos
de la DEA, en términos de vida. Esos días, eran de negociaciones políticas para formar gobierno en
España, entre Sánchez e Iglesias, para generar una alianza de gobierno; este último aliado
incondicional del chavismo y del madurismo.
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Los secretos que atesora Hugo Carvajal, son una gran incomodidad para todo el mundo. Sus
antiguos amigos del chavismo y del madurismo, no quieren que los ventile (entre ellos, gente de la
misma oposición), los demócratas están ganados para que toda esa miasma que surgió desde los
tiempos de Hugo Chávez y continuó con Nicolás Maduro sean difundidos ante la justicia y conocidos
al detalle por la opinión pública. Es una excelente manera de conocer desde adentro las miserias de
lo que vendió políticamente Hugo Chávez. En ambos casos, la muerte y la vida del general Carvajal
son la garantía.
Una de las confidencias que deslizó Carvajal, cuando le dije como estaba garantizándose que esa
información no se perdiera, apuntó a la existencia de 3 personas, dos en USA con toda la información
sensible en mano. Sin conocerse entre ellas, tienen instrucciones precisas de que hacer en caso de
alguna contingencia personal que le ocurra. La tercera persona no quiso dar detalles.
Como decíamos, Carvajal es un testigo clave. Tiene detalles de secretos como las alianzas políticas
y militares con Cuba, China, Rusia, Irán y el terrorismo islámico. Los traslados de minerales
estratégicos y cocaína en navíos de la armada, la presencia de la guerrilla colombiana en Venezuela
en todos los detalles, la riqueza de la familia Chávez y su entorno y toda la claque política de su
entorno, los nombres exactos de los capos militares de la droga, las vinculaciones de negocios de
un sector opositor con la revolución, las aventuras sexuales del comandante que pondrían a temblar
a un sector de la sociedad caraqueña y las interioridades de la enfermedad y muerte del centauro
barines. Como lo ven todo eso puede alargar el tentáculo de cualquiera de sus enemigos.
Al final, Sánchez e Iglesias en España llegaron a un acuerdo político de gobierno y sus cercanías con
el gobierno de Maduro se terminaron de estrechar. En esos días, el tribunal que conocía de la
solicitud de extradición de Carvajal, le revocó la medida de libertad vigilada y aprobó su extradición.
Al día siguiente El Pollo desapareció y voló misteriosamente. Hasta el sol de hoy. Un hombre
misterioso tiene derecho a ejercer su misterio, pero… en las circunstancias que lo rodean disparan
todo género de especulaciones. Desde un secuestro para arriba. Y a partir de allí sacar las cuentas
de a quien le conviene vivo y a quien muerto.
Como decía inicialmente, conozco personal y profesionalmente a Hugo Carvajal, lo suficiente como
para decir que no tiene vocación hacia el suicidio con toda la carga de esa información que posee.
Con ninguna carga realmente.
A ese dilema, con el Hugo Chávez muerto, es al que se enfrenta el Hugo Carvajal vivo, si lo dejan
vivo.