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¿Cuáles son los sentidos que los alumnos -sean niños, niñas, jóvenes o personas adultas
que cursan sus estudios primarios- o estudiantes de formación docente atribuyen, o
podrían atribuir, a los conocimientos matemáticos? ¿Es acaso su utilidad lo que legitima
esos conocimientos? Y si fuera así, ¿su utilidad para qué?
A la vez, ¿qué representaciones tienen -y tenemos- sobre qué es saber Matemática?; ¿es
saber hacer cuentas, clasificar figuras, resolver problemas sobre precios, perímetros o
partes pintadas en un poste?
Las representaciones de los alumnos acerca del valor del aprendizaje de la Matemática,
¿cuánto coinciden con las de sus maestros y maestras?; ¿y con las de sus familias? Las de
estudiantes de formación docente, ¿son similares a las de sus profesores y a las de los
maestros con los que interactúan?
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Como habrán observado, hay ejemplos de distintas actividades, en contextos más o
menos verosímiles, y que involucraron desafíos de distinto tipo para los alumnos.
Para seguir reflexionando y tomar nota
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aplicación para resolver ejercicios.
La actividad matemática en el aula se centra, entonces, en hacer lo que el maestro pide
de manera explícita, pero no hay toma de decisiones ni demasiado control de los
resultados por parte de los alumnos que, luego de cumplir con la tarea, preguntan si lo
realizado estaba bien.
De este modo, las ideas y conceptos que una persona construye siempre están asociados
a la actividad y a los escenarios sociales en los que tuvieron lugar. Pero, ¿qué ocurre
cuando esa transmisión está en manos de una institución como la escuela? En particular,
¿cuáles son las prácticas y los contextos que se eligen para transmitir los saberes
matemáticos?
Incluir objetos del mundo sensible, conocidos por los chicos, ¿asegura
la significatividad de la tarea? Veamos algunos casos curiosos.
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Pareciera que el propósito de incluir la imagen es el de permitir un apoyo concreto en el
conteo. Pero, ¿quién sumaría manchas de jirafas? ¿Para qué necesitaría ese valor?
También resulta extraño pensar que las manchas que tienen esas jirafas son sólo las que
se ven.
¿A qué clase de autitos se refiere el otro problema? ¿Cómo son esas cajas para que
contengan 362 autitos?
De este modo, comienza a construirse a veces una ficción escolar en la que no importa lo
que se suma o se multiplica, mientras el resultado de la cuenta sea el correcto.
Por otra parte, si miramos algunos enunciados desde los conocimientos científicos que
aportan, como en el ejemplo de las tortugas y las Ciencias Naturales, podríamos
preguntarnos: ¿qué enseñamos sobre su reproducción? En cambio, podríamos buscar
vinculaciones genuinas tanto con contenidos de Ciencias Naturales como de Ciencias
Sociales en los que la Matemática aporta herramientas para el estudio de problemas de
interés, a propósito del cuidado de la salud, el ambiente, el estudio de las migraciones,
etc.
Si niños, niñas y jóvenes tienen su acceso a la Matemática mediado por situaciones que
no son relevantes para su entorno inmediato ni propias de tareas reales de distintas
personas en la sociedad (incluidos los matemáticos), se contribuye - aun sin esa
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intención- a la construcción de un sinsentido para la actividad matemática. Lo que se
aprende no es más que una colección de reglas arbitrarias cuya aplicación resulta difícil de
anticipar. Y de allí que para algunos saber Matemática queda restringido a saber hacer
cuentas y, para muchos chicos, decidir qué “hay que hacer” lleva a preguntarle al
maestro, al profesor, si hay que sumar o multiplicar o qué hacer con la x.
Algunos intentos para darle más “realidad” a la Matemática escolar pueden traer consigo
mecanismos que generan exclusión, a pesar de que la intención para ponerlos en práctica
sea justamente la contraria, la de incluir.
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Nacho sabe que, para más de una cierta cantidad de kilos, en la carnicería varía el precio.
De todos modos, conocer el valor calculado con la relación de proporcionalidad -
asumiendo que la relación se mantiene- nos permite decidir, en la carnicería, si la oferta
que nos hace el carnicero nos parece razonable o no. Claro que la decisión de comprarle a
ese carnicero, o a otro, no dependerá sólo de la comparación con el resultado de la tabla.
Muchas veces, en la escuela, se asume que las cantidades que guardan una relación
proporcional se mantienen para cualquier valor. Y esto a veces es así, como cuando se
trata de la relación entre la medida del lado de un cuadrado y su perímetro; pero a veces
no, como en el caso de los precios.
Preguntarnos en la clase por los alcances y los límites de los resultados de un problema es
una tarea sumamente interesante y fértil tanto para el estudio matemático de las
nociones involucradas, como para considerar cuál es el aporte que la Matemática puede
hacer a la comprensión y toma de decisiones en diversas situaciones.
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De este modo, es importante que reflexionemos acerca de las ventajas y riesgos que
supone la elección de algunos contextos “cotidianos”. Esto es interesante y valioso,
porque contribuye a recuperar el vínculo de la Matemática escolar con lo que ocurre fuera
de la escuela. Sin embargo, cuando lo hacemos es necesario considerar, y hacerse cargo
de eso, la aparición en clase de información propia del contexto.
Pero ese punto de partida merece ser ampliado con el acceso a otros espacios, a otras
realidades que no son accesibles desde el entorno familiar y que nos permitirán, desde la
escuela, ir ampliando los ámbitos de uso de los conocimientos matemáticos.
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Volviendo al ejemplo de las fracciones, si sólo se trabaja con pizzas y tortas, la concepción
de fracción que pueden construir los niños y niñas queda limitada a la idea de la relación
parte-todo y muy marcada por las representaciones circulares asociadas. Si bien este
tema se profundizará más adelante, cabe señalar aquí que la posibilidad de independizar
una noción de los contextos particulares en los que habitualmente se usa, depende tanto
de la variedad de contextos explorados como de sucesivas descontextualizaciones. Para
ello es necesario alternar momentos de trabajo intra y extramatemático, con otros de
análisis y sistematización de las conclusiones a las que se vaya arribando.
Hasta aquí hemos reflexionado sobre cómo pueden influir las decisiones que tomamos al
elegir los contextos en los que presentamos los problemas, en las ideas sobre la
Matemática que se van formando los alumnos. Sin embargo, no todo depende de los
problemas que elegimos.
Matemática para todos, ¿o para algunos?
Si retomamos lo analizado anteriormente, podemos hacer una primera observación: en el
marco de los acuerdos señalados en los NAP, hoy nos preocupa que los alumnos puedan
atribuir sentido a sus aprendizajes matemáticos y que puedan participar de una actividad
de producción en la clase. Para ello será necesario, entre otras cuestiones, recuperar los
usos genuinos de esos conocimientos frente a los problemas y preguntas que les dieron
origen, para diseñar situaciones de enseñanza que favorezcan ese tipo de trabajo. Esto no
significa, claro está, replicar un proceso histórico, dado que hoy tenemos otros recursos y
saberes. Se trata, en cambio, de revisar la pertinencia de las situaciones que planteamos
para estudiar aquellos conocimientos que, de momento, consideramos necesarios para la
formación del ciudadano y poner atención a las condiciones de trabajo en el aula.
Coincidimos con Skovmose y Valero (2012) en señalar que no basta un acceso universal a
la escuela para que éste sea democrático. Para hacer lugar a la inclusión, es necesario
que todos puedan dominar ideas matemáticas poderosas. Y esto requiere de algo más que
participar de la clase como espectador.
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de manera poco reflexiva.
Desde ese modo de entender la formación matemática, sostenemos que su aprendizaje se
vincula con el desarrollo de prácticas de estas características al alcance de todos los
alumnos. Para ello es necesario dar tiempo para explorar caminos propios, dar la palabra
para comunicar pensamientos y para analizar lo que se hace, asumiendo que todo
aprendizaje implica idas, vueltas y, por supuesto, también algunos tropezones.
Esto permitirá que los alumnos otorguen sentido a los conocimientos, que los
conceptualicen, los utilicen apropiadamente y los organicen, es decir, que produzcan
Matemática. Con relación a ello, Chevallard, Gascón y Bosch (1997), señalan que si bien,
en un sentido estricto, el trabajo matemático de creación se presenta como una actividad
reservada a los investigadores en Matemática, esta no es exclusiva de este ámbito.
“Ahora bien, en un sentido más amplio, puede decirse que todo aquel que hace
matemáticas participa de alguna manera en un trabajo de ´creador´. En efecto, el que
utiliza matemáticas conocidas para resolver un problema matemático clásico, muy a
menudo tendrá que modificar ligeramente el modelo matemático para adaptarlo a las
peculiaridades de su problema, lo cual comporta además la posibilidad de enunciar y
abordar problemas nuevos.
“Por último, y aunque parezca sorprendente, también podemos decir que el que aprende
matemáticas ´crea´ matemáticas nuevas. Basta en efecto con relativizar el adjetivo
´nuevas´: los alumnos no crearán conocimientos nuevos para la humanidad, pero sí
podrán crear matemáticas nuevas para ellos en cuanto grupo de alumnos. Cuando un
alumno demuestra que la suma de dos números naturales impares consecutivos es un
múltiplo de 4, acaba de establecer un pequeño teorema nuevo, para él”.
Estas ideas sobre la enseñanza no son estrictamente nuevas, ya que algunas de las
investigaciones en Didáctica de la Matemática, que han dado lugar a esta perspectiva,
tienen ya más de 30 años. Sin embargo, los cambios en las prácticas se dan muy
lentamente, y aunque nuestro conocimiento teórico se vaya enriqueciendo con nuevas
ideas, nuestras decisiones de enseñanza quedan sujetas a restricciones de distinto tipo.
Si bien esta perspectiva está presente en todos los documentos curriculares, cabe
destacar que no basta el currículum para definir prácticas de enseñanza que permitan la
inclusión, ni una relación de los alumnos con la Matemática que los posicione como
sujetos confiados en sus posibilidades de actuar y de aprender.
Muchas veces comentamos con colegas las dificultades que encontramos para llevar
adelante la enseñanza con las características que hemos señalado. Algunas condiciones de
trabajo, las exigencias de distinto tipo que pesan sobre la escuela, a veces, marcan
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rumbos que parecieran llevarnos en una dirección distinta y sentimos que vamos un poco
contra la corriente. Esto, que resulta muy duro si lo pensamos individualmente, cuando lo
asumimos como un compromiso colectivo, con algunos socios o socias, abre un horizonte
de posibilidad y de intervención.
Como sabemos, la relación que cada niño va construyendo con el saber depende mucho
de las expectativas de la familia, de su entorno social inmediato, de lo que la escuela
imagina posible para ese niño, del impacto que tiene su proyecto de enseñanza y de otros
factores que dependen del marco cultural, social y político.
Bernard Charlot (2008), llama la atención sobre fenómenos que no son fáciles de explicar:
“Es cierto que hay más alumnos provenientes de clases populares que encuentran
dificultades en la escuela, más que los que provienen de clases medias. Pero a pesar de
todo esto, hay niños provenientes de clases populares que tienen éxito, que se
desempeñan bien en la escuela. (…) Y, por otro lado, hay hijos provenientes de clases
medias, incluso hijos de profesores, que tienen problemas en la escuela. También
sabemos que dentro de una misma familia hay hijos que tienen éxito escolar y otros que
enfrentan fracaso; y, sin embargo, se trata del mismo medio sociocultural. (…) Y el
problema que se plantea hoy en día, incluso en las clases medias, [es que] hay cada vez
más alumnos en las escuelas que no encuentran el sentido y el placer del saber.
Pensamos que somos profesores para divulgar saber. Y los alumnos piensan que somos
funcionarios que cumplimos una obligación para que los alumnos aprendan y obtengan un
buen empleo. Este es un problema fundamental, porque la escuela está adquiriendo cada
vez más importancia para el futuro de los niños; pero para muchos de ellos, para el futuro
tiene sentido, pero no tiene sentido en la cotidianidad. Existe una distancia enorme entre
la importancia de la escuela en el futuro y el sentido cotidiano de la enseñanza en la
escuela.”
A la vez, el autor también señala que los estudiantes, no son constructivistas, que
esperan que primero les expliquen y luego les pregunten, y que la pedagogía activa será
una conquista del profesor. Los señalamientos que hace el autor de las distintas miradas
que tienen los alumnos sobre el sentido de la actividad escolar, nos invitan a tratar de
conocer sus lógicas y a tomarlas en cuenta. No para quejarnos frente a una realidad que
es distinta a la que vivimos nosotros en nuestra trayectoria escolar, o para adaptarnos
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bajando los brazos, sino para poder trabajar con ellos y lograr que ingresen en otras
lógicas. La idea no es que aprendan como nosotros aprendimos, sino que logren
aprendizajes diferentes, más adaptados a los tiempos que les toca vivir.
Sin desconocer las condiciones extraescolares que intervienen en la conformación de la
relación particular con el saber que cada persona va construyendo a lo largo de su vida, el
tipo de trabajo que se realice en la escuela determinará, en gran medida, la relación que
se construya con la Matemática.
En un texto ya bastante conocido, que inspiró a muchos docentes, Guy Brousseau nos
decía hace más de 20 años:
“No se trata de enseñar los rudimentos de una técnica, ni siquiera los fundamentos de
una cultura científica; las matemáticas en ese nivel son el primer dominio –y el más
importante- en que los niños pueden aprender los rudimentos de la gestión individual y
social de la verdad. Aprenden en él –o deberían aprender en él- no sólo los fundamentos
de su actividad cognitiva, sino también las reglas sociales del debate y de la toma de
decisiones pertinentes: cómo convencer respetando al interlocutor; cómo dejarse
convencer contra su deseo o su interés; cómo renunciar a la autoridad, a la seducción, a
la retórica, a la forma, para compartir lo que será una verdad común; de qué depende el
uso que los otros hacen de sus conocimientos y de la manera en que tratan estos
problemas de verdad. Soy de los que piensan que la educación matemática, y en
particular la educación matemática de la que acabo de hablar, es necesaria para la cultura
de una sociedad que quiere ser una democracia”.
En síntesis, cómo se hace Matemática en el aula define al mismo tiempo qué Matemática
se hace, para qué y para quiénes se la enseña. Decidir cómo se enseña determina las
condiciones que posibilitan el acceso a la Matemática de unos pocos o de todos.
ACTIVIDADES
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Les proponemos a continuación que realicen la siguiente actividad
Elaborar un breve análisis que dé cuenta del tipo de contexto al que remite
2 (dos) de las actividades presentadas en las diapositivas.
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Vergnaud considera que la acción en situación “es la base y el criterio del pensamiento
conceptual”, es decir, la instancia que permite adquirir conceptos y también el modo de
evaluar si se ha aprendido.
Al respecto señala:
“El pensamiento sólo es conceptual si obedece simultáneamente a criterios de orden
teórico y práctico. Una simple conducta, aunque sea adaptada no es conceptual; pero un
discurso teórico tampoco es conceptual a menos que dé lugar a una conducta adaptada a
la situación a la que se aplica el discurso. Una práctica lograda por entrenamiento o
acondicionamiento no es un concepto, pero un concepto que no sea operativo tampoco lo
es.” (Vergnaud, 1977)
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Ana María conoce una técnica para multiplicar por dos cifras (un saber hacer) y conoce la
propiedad distributiva (un saber teórico) bajo una cierta representación, típica de muchos
libros de texto. Pero, para identificar que en el procedimiento de su alumno hay un uso
implícito de la propiedad distributiva, tendrá que reconocer que al multiplicar un número
por otro y descomponer (uno o ambos) en sumandos, es posible disponer sobre el papel,
de distintas maneras, los resultados parciales de cada producto para luego sumarlos. Así,
entonces, vería que la propiedad distributiva que ella conoce funciona como justificación
del algoritmo.
“[estas situaciones son aquellas] para las que el sujeto no dispone de todas las
competencias necesarias, lo que lo obliga a un tiempo de reflexión y de exploración, a
dudas, a tentativas abortadas; y lo conduce eventualmente al triunfo, y eventualmente al
fracaso” - (Vergnaud, 1991: 135-136)
Volviendo sobre Ana María y la enseñanza de la cuenta de multiplicar por dos cifras: si ella
presentara ese problema a sus alumnos y les diera lugar a elaborar procedimientos
propios, originales, los chicos podrían realizar alguno como el que leyó en el Cuaderno
para el aula. Esto le permitiría analizar dos cuestiones:
hacer los dos productos por separado es algo que los niños pueden justificar en el
contexto del problema calculando primero los botones para los puños y luego los
del frente.
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la distributividad -si no apareció antes- puede surgir de esa situación como nuevo
conocimiento (“teorema en acto”) que ella podrá retener y pensar cómo seguir
trabajando en nuevos problemas.
Esta idea de situación como instancia de aprendizaje nos hace pensar en que, para que
quien aprende adquiera un concepto nuevo, una propiedad nueva, el problema a resolver
ha de ser nuevo, esto es, debe permitirle encontrar soluciones que antes no conocía,
abordarlo inicialmente con conocimientos que ya domina pero que son insuficientes para
completar la solución y, entonces, producir soluciones originales: “la noción de problema
comporta, pues, la idea de novedad, de algo nunca hecho, de algo aún no comprendido ”
(Vergnaud, Actividad y conocimiento operatorio).
En este sentido, es importante mencionar que una situación puede ser problema para unos
alumnos y no para otros. Si un alumno resuelve la tarea que se le plantea de inmediato,
seguramente ya disponía de los conocimientos necesarios para hacerlo y no aprende algo
nuevo. Lo mismo si la tarea requiere, para ser abordada, unos conocimientos que el
alumno aún no ha trabajado. En estos casos no hay problema.
En el primer caso se trata, por ejemplo, de producir un mensaje para que un compañero
identifique el dibujo de una figura entre varias. Hay un productor y un receptor del
mensaje que tienen que interactuar a propósito de su comprensión.
Las interacciones durante el debate implican, para cada niño, volver a pensar en las
relaciones que estableció entre los elementos del problema y explicitarlas, reconocerlas.
También la interacción conlleva a pensar en nuevas relaciones, al intentar comprender lo
que hicieron sus compañeros. Esto último implica una descentración de su propio punto de
vista y un intercambio para negociar en el proceso que lleva a validar o rechazar una
estrategia. Así, las relaciones que habían funcionado en forma implícita en la resolución del
problema se explicitan y pueden ser retomadas por el docente y expresadas de una forma
comprensible para todos los niños y con una cierta cercanía con la forma
matemáticamente adecuada. También es parte del proceso de resolución la respuesta a la
pregunta para dar razones de lo realizado, pues tener oportunidad de validar lo hecho
permite avanzar hacia la autonomía en las respuestas.
En síntesis, las interacciones con los compañeros y con el docente también contribuyen a
la construcción de conocimientos y forman parte de la resolución del problema.
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Al respecto, en los Cuadernos para el aula se dice:
“El trabajo que implica volver sobre lo realizado exige siempre una explicitación, un
reconocimiento y una sistematización del conocimiento implicado en la resolución de los
problemas, las formas de obtenerlo y validarlo. Sin este proceso, los conocimientos
matemáticos aprendidos en la escuela –las nociones y formas de trabajar en matemática–
no tendrán a futuro las mismas posibilidades de reutilización.” (Cuadernos para el
aula, pág. 16)
Para seguir reflexionando y tomar nota…
De una clase reciente, identifiquen algún problema que los niños hayan
resuelto con distintos procedimientos y reflexionen sobre su propia
intervención para posibilitar esa producción.
Desde la preocupación por incluir las situaciones en las que funcionan los conceptos que se
quieren enseñar, Vergnaud asume una posición crítica respecto de la habitual
fragmentación o atomización de los contenidos escolares que se realiza en el currículum a
fines de organizar la enseñanza. Propone entonces una nueva noción teórica, la de campo
conceptual, que permite pensar tanto en la interconexión entre los conceptos
matemáticos como en la evolución psicogenética de quien aprende y que rehabilita los
contenidos de conocimiento, demasiado a menudo minimizados por la aproximación
estructuralista.
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Un mismo concepto aparece en una gran variedad de situaciones, es decir que
hay una gran variedad de problemas que pueden resolverse con el mismo
concepto.
Vergnaud mostró que en problemas diferentes, una misma noción adquiere diversos
significados, lo que implica diferentes grados de complejidad para su aprendizaje.
Pensemos, por ejemplo, en dos problemas que se resuelven con la misma suma:
Si analizamos los problemas mirando los elementos de las colecciones que intervienen,
advertimos que son distintos. En el primer caso, se trata de reunir dos tipos de objetos con
algo en común en una nueva colección –caramelos- pero con algo diferente - de frutilla y
de dulce de leche-. En el segundo caso, son siempre del mismo tipo -figuritas. Si miramos
los problemas considerando una cuestión temporal, vemos que en el primer problema no
interviene la noción de tiempo, las cantidades no se transforman. En cambio, en el
segundo ocurren dos disminuciones de cantidades, dos transformaciones negativas
respecto de una cantidad inicial de objetos que no se especifica.
¿Cómo influye esto en los niños que resuelven? Cambiar o no el tipo de objetos y que haya
o no una cuestión temporal involucrada en el enunciado, modifica la complejidad del
problema. En efecto, pensar en que la pérdida total se encuentra sumando dos pérdidas
(perder es una acción inicialmente ligada a la resta) es de una complejidad diferente que
pensar en la reunión de dos colecciones.
¿Por qué nos interesa incluir en la enseñanza de un concepto una variedad de problemas
con sus significados distintos? Porque, si al aprender un concepto, los alumnos/as recorren
un conjunto variado de problemas, podrán tener a futuro más posibilidades de reutilizar el
concepto en nuevas resoluciones.
En una misma situación coexisten varios conceptos.
Así, por ejemplo, los conceptos de multiplicación, división, fracción, número, función lineal
y otros, aparecen frecuentemente vinculados en los problemas de tipo multiplicativo a los
que se enfrentan los niños/as.
Consideremos, por ejemplo, un problema donde hay que “Formar frisos rectangulares con
24 azulejos sin que sobre ninguno”. En este caso, la respuesta no es única. Una de las
posibilidades es pensar en filas de 6 azulejos y buscar cuántas filas se pueden hacer y para
ello podrían escribir 6x--- = 24, buscando qué número x6 da 24 o pensar 24:6=---. Esto
mismo podría ocurrir para varias de las alternativas (2x12; 3x8; 4x6 y 1x24). Se podrá
entonces plantear qué divisiones se pueden escribir para 6x4, para 2x12, etc. y luego, se
podrá argumentar si es cierto que para cualquier cálculo de multiplicar se pueden escribir
dos divisiones y por qué. Se tendría, entonces, la posibilidad de establecer una relación
entre las nociones de multiplicación y división.
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Dado que las nociones matemáticas se construyen poco a poco, se sostiene que
el aprendizaje se logra a largo plazo.
Tal es el caso, por ejemplo, de: suma y resta, fracciones, proporcionalidad y otros. En
efecto, las investigaciones de Vergnaud, entre otras, han probado que entre las primeras
adquisiciones intelectuales en un campo determinado y las adquisiciones que harán que el
sujeto se enfrente cómodo ante cualquier otra situación de dicho campo, transcurren
varios años.
Cuando damos lugar a la producción de ideas espontáneas, propias de los alumnos frente
al problema, suelen aparecer algunos procedimientos con gran regularidad, lo que permite
identificar un cierto conjunto limitado de procedimientos distintos para cada tipo de
problema. Tanto Vergnaud, inicialmente, como otros investigadores han estudiado una
diversidad de procedimientos que arriban a una respuesta adecuada y también otros
erróneos que dan cuenta de otras maneras de pensar el problema.
Conocer los procedimientos acertados tanto como los erróneos nos posibilita identificar los
conocimientos involucrados en cada uno y anticipar la intervención para considerar si
permiten responder a la pregunta del problema y dar lugar a su comparación de modo que
podamos arribar, con el conjunto de la clase, a conclusiones matemáticas compartidas.
En el momento de producir una solución al problema planteado, los alumnos usan una
diversidad de marcas, incluyendo tanto algunas propias de la Matemática, como números o
signos, como otras originales a través de formulaciones verbales, dibujos o escrituras,
tanto de tipo lingüístico como simbólico. Por ejemplo, los primeros problemas de
multiplicar, de proporcionalidad simple y con números pequeños, son frecuentemente
resueltos utilizando dibujos y contando, con números sin marcas de operación o con
cálculos de suma con el signo.
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¿Cuál es la relevancia de dar lugar a una diversidad de
representaciones?
Pasar por representaciones propias antes de las convencionales tiene un papel relevante
en la conceptualización de las nociones, dado que pueden funcionar como “antecedentes”
-a los que pueden dar sentido- de las convencionales que el docente introducirá.
Raymond Duval, quien estudió el vínculo entre la adquisición de un concepto y sus diversas
representaciones, señala una cuestión central al pensar la enseñanza:
“Por un lado, la aprehensión de los objetos matemáticos no puede ser otra cosa que una
aprehensión conceptual y por otro, solamente por medio de la producción de
representaciones semióticas es posible realizar una actividad sobre los objetos
matemáticos.” (Raymond Duval, 1995)
Esta paradoja de no poder “trabajar” con los conocimientos matemáticos de otra manera
más que a través de una diversidad de “marcas”, llevó a Duval a un análisis del tipo de
actividades cognitivas que se realiza con las representaciones.
Esta diferenciación nos permite a su vez considerar dos nuevos tipos de actividades
cognitivas, trabajar en un mismo registro y cambiar de un registro a otro. Por ejemplo, si
para sumar dos fracciones usamos la regla de escribir fracciones equivalentes, al sumar
1/5+¾ anotamos 4/20+15/20=19/20, trabajamos con reglas dentro del mismo registro
fraccionario. Si la suma estuviera en un problema en el que se requiere comprar alambre
para una instalación eléctrica, para la misma suma cambiamos de registro y escribimos
0,20+0,75=0,95 pues la escritura decimal es la que usamos de manera corriente para
expresar medidas de longitud.
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Raymond Duval, profesor de la Universidad del Litoral y director de
estudios de la Academia de Lila, Francia, consolidó su trayectoria
investigativa en el Instituto de Investigaciones en Educación
¿QuéMatemática
criterio (IREM
podemos derivar El
de Estrasburgo). alanálisis
pensar del en la enseñanza?
funcionamiento
cognitivo del pensamiento que presenta en el libro Semiosis y
pensamiento humano concierne, en particular a la representación,
la conceptualización, el razonamiento (argumentación,
demostración, utilización de lenguajes formales), la interpretación
Sabemos que en de figuras, la comprensión de textos y la resolución de problemas. la escuela son
más frecuentes El autor los aborda desde una perspectiva funcional que le permite las actividades
que proponen defender su hipótesis de base: no hay noesis (intelección) sin trabajar en cada
registro de semiosis (producción de representaciones semióticas). manera
independiente, en relación con
lo numérico, básicamente en
su tratamiento para operar. Sin
embargo, no tiene la misma
frecuencia el trabajo sobre la conversión de un registro a otro ligado al análisis de la
pertinencia de cada uno en la situación que se está resolviendo. Por eso, esta última
cuestión se destaca muy especialmente en los diferentes documentos curriculares de estos
últimos años, dado que identificar con los alumnos semejanzas y diferencias entre las
representaciones, transformarlas cuando convenga, les permitirá asociar una misma
noción con diferentes representaciones y así diferenciar la noción de su representación.
Para responder esta pregunta, recurrimos a la bibliografía didáctica. Allí encontramos que
para referirse a las ideas de un sujeto –niño o no- sobre un cierto concepto matemático, se
habla de concepciones. Este término es introducido por Vergnaud para identificar las
formas en las que los sujetos piensan los conceptos. Para él, la forma en que un sujeto -o
varios- construye un concepto, cambia con el tiempo y en tal sentido, resulta ser un estado
cognitivo global de dicho/s sujeto/s referido a un objeto matemático determinado.
Del mismo modo en que, en su desarrollo histórico, se describen las diversas formas en
que fueron pensados los conceptos, esto es, en la creación y recreación de los conceptos
matemáticos al plantear y resolver diversos problemas, de esa misma manera se describe
la construcción que hacen quienes aprenden nuevos conceptos, puesto que van
modificando su estado cargándolos de nuevas propiedades y relaciones a medida que van
resolviendo problemas dentro o fuera de la escuela, reconstruyendo para ellos los
conocimientos matemáticos socialmente aceptados.
Considerar diferentes formas posibles para un mismo concepto nos permite distanciarnos
de la comprensión -muchas veces inducida por la enseñanza tradicional- de éstos como
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únicos, inmutables y universales. Pensar en concepciones sucesivas sobre un mismo
concepto matemático pone en evidencia la pluralidad de puntos de vista posibles.
El conjunto de las formas del lenguaje y del no lenguaje que permiten representar
simbólicamente el concepto, sus propiedades y los procedimientos de tratamiento.
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las herramientas, útiles, teoremas, algoritmos de los cuales dispone para manipular
el concepto”. (Artigue, 1984: 36)
Esta cuestión es central al elegir los problemas para enseñar una noción, pues durante su
escolaridad los alumnos deberían tener la oportunidad de resolver problemas con sus
diferentes significados. En los Cuadernos para el aula se explicitan los significados de las
operaciones básicas con números naturales que se indican para trabajar en cada grado.
Leamos en la cita de Guy Brousseau la estrecha relación entre las concepciones del sujeto
y las situaciones de enseñanza que claramente pone de manifiesto la orientación
constructivista de la perspectiva educativa que venimos presentando:
“Las concepciones de los alumnos son el resultado de un intercambio permanente con las
situaciones-problemas en las cuales están situados y en el curso de las cuales sus
conocimientos anteriores son movilizados para ser modificados, completados o
rechazados. [En este sentido,] el alumno construirá progresivamente sus conocimientos
pasando por concepciones sucesivas. […] Un mismo alumno puede utilizar numerosas
concepciones ignorando sus relaciones, o bien al contrario, relacionándolas con un objeto
más general”. (Brousseau, 1983, en Ruiz Higueras, 1998: 37)
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ACTIVIDADES
Página: http://guy-brousseau.com/
“Lamétodos
y teoría de
aparece
la didáctica
como unde la
medio
Matemática
privilegiado
y se para
convierte
comprender
en un aporte
lo que
central
hacenenlos
el
campo del conocimiento
profesores y los alumnosen y construcción.
también para producir problemas adaptados a los saberes y a
los alumnos”. (Brousseau, 1999)
Esta teoría está sustentada en la misma concepción constructivista del aprendizaje que
vimos en otros investigadores y plantea lo siguiente:
“Una buena reproducción por parte del alumno de la actividad matemática exige que éste
intervenga en esa actividad, lo cual significa que formule enunciados y pruebe
proposiciones, que construya modelos, lenguajes, conceptos y teorías, que los ponga a
prueba e intercambie con otros, que reconozca los que están conformes con la cultura
matemática y que tome los que son útiles para continuar su actividad”.
“… el profesor debe hacer posible que los alumnos desarrollen la actividad señalada,
imaginando y proponiendo a sus alumnos situaciones matemáticas que ellos puedan vivir y
les impliquen resolver problemas en los cuales los conocimientos que quiere enseñar sean
la mejor solución para dichos problemas, con la condición adicional de que dichos
conocimientos sean construibles por el alumno.”
“El contrato didáctico que subyace al funcionamiento de los objetos matemáticos está
regido por reglas de naturaleza muy diferente que se refieren tanto a los conceptos (las
funciones siempre se definen a través de fórmulas, las relaciones crecientes siempre son
de proporcionalidad directa, una ecuación tiene solución única, etc.) como a las normas
que comandan los modos de abordar los problemas (no se puede atribuir valores a las
variables de manera arbitraria, los problemas siempre tienen solución, etc.)“. (Sadovsky,
2005, p.40)
Un ejemplo de regla que ha funcionado durante mucho tiempo en la escuela primaria es la
que dice qué hay que hacer para resolver un problema: “si te dan un enunciado con
números, tenés que hacer una cuenta con ellos, el resultado es la respuesta a la pregunta
y la solución es única”. En este caso, vemos que la idea de problema está referida a los
clásicos enunciados con información numérica. Hoy tenemos la expectativa de ir
trabajando en la escuela con los problemas numéricos, enriqueciendo la posibilidad de
hacer un tratamiento de la información de modo que esta regla se modifique, presentando
enunciados con datos de más o de menos, con preguntas que no requieran cálculos para
ser respondidas y con otras que no se puedan responder con la información proporcionada.
Estas reglas aparecen en el marco de la clase cuando el profesor o los alumnos actúan
“rompiendo” estos implícitos y, en ese caso, tiene sentido hablar explícitamente de ellas
para aceptarlas, rechazarlas o establecer sus límites. Por ejemplo, explicitando, cuando eso
ocurra, que “el problema tiene más de una respuesta” o “en el problema del pago del taxi,
a más kilómetros recorridos se paga más pero no es de proporcionalidad directa”.
34
Al establecer unas condiciones para que el aprendizaje funcione como una construcción de
conocimientos, Brousseau define una situación didáctica como una situación construida
con el fin de que unos alumnos aprendan un saber determinado. Está constituida por todos
los elementos que componen el medio con el que los alumnos van a interactuar,
incluyendo el problema a resolver, los elementos materiales (si fuera el caso) y, según
cómo se decida, un grupo de compañeros. Brousseau define de esta manera a una
situación didáctica:
“Un conjunto de relaciones establecidas explícita o implícitamente entre un alumno y un
grupo de alumnos, un cierto medio (que comprende eventualmente instrumentos u otros
objetos) y un sistema educativo (representado por el profesor) con la finalidad de lograr
que estos alumnos se apropien de un saber constituido o en vías de
constitución.” (Brousseau, citado en Galvez, citado en Panizza, 1994)
En este sentido, Brousseau denomina situación adidáctica al momento en el que el
alumno se encuentra solo frente a la resolución del problema sin que el maestro
intervenga en cuestiones relativas al saber que se quiere que él produzca para arribar a
una respuesta ante la situación planteada. Precisamente, si el alumno ha de construir
conocimientos, es fundamental concebir una fase en la que sea necesaria la aparición del
saber y que esa necesidad esté determinada por las condiciones que ofrece la misma
situación sin que el docente intervenga.
“El término de situación adidáctica designa toda situación que, por una parte no puede ser
dominada de manera conveniente sin la puesta en práctica de los conocimientos o del
saber que se pretende y que, por la otra, sanciona las decisiones que toma el alumno
(buenas o malas) sin la intervención del maestro en lo que concierne al saber que se pone
en juego”. (Panizza, 1992)
Para poder avanzar con otras nociones, también potentes para analizar propuestas de
enseñanza, pensemos en el caso siguiente:
Cristina se pregunta: ¿podrá ser una buena actividad para trabajar desde la
perspectiva de resolución de problemas?; ¿podrán mis alumnos jugar?; ¿qué
conocimientos necesitan para hacerlo?; ¿qué sumas podrán obtener?; ¿convendría
35
usar otras cartas?
https://www.youtube.com/watch?v=qfzv-AhEAhc
Equipo Técnico
Equipo de Matemática: Sandra Inés Molinolo, Ana María García, Ederd del Valle Picca
Coordinación Pedagógica: Sandra Inés Molinolo
Coordinación General: Gabriela Cristina Peretti (Área de Gestión Curricular de la Subsecretaría de
Promoción de igualdad y Calidad Educativa)
Subsecretario de Promoción de Igualdad y Calidad Educativa: Horacio Ademar Ferreyra
Se agradece a la Escuela Normal Sup. Dr. A. Garzón Agulla (Córdoba Capital) y a la Escuela Aroldo
Andenmattem (Córdoba Capital).
En los Cuadernos para el aula (p. 19) se explica la relación entre juego y problema:
La pregunta de Cristina sobre los conocimientos que necesitan sus alumnos para poder
jugar remite a la necesidad de pensar en las diferentes alternativas de jugadas y analizar
qué necesitan saber los chicos para cada una. Por ejemplo, si saben fracciones
equivalentes, esto es, 2/6 = 1/3, van a relacionar rápidamente que con dos cartas de 1/6
forman 1/3. En otro caso podrán descubrir esa equivalencia comprobándola gráficamente
en el contexto del juego. Si bien se espera que los alumnos y alumnas conozcan la relación
entre el entero y cada fracción unitaria -por ejemplo, que una parte es ¼ si con 4 de esas
partes se forma el entero-, si esto no ocurriese, una primera exploración con las cartas les
permitiría arribar a esta idea.
36
Por otro lado, las sumas que se pueden obtener dependen de los valores de las cartas y
por eso es posible modificarlas según el repertorio de sumas que se quiera abordar.
En el caso del juego que encontró Cristina, los números de las cartas pueden tener los
valores planteados u otros según las sumas sobre las que el maestro quiere que se
trabaje. Por ejemplo, se podría jugar con cartas que tengan también doceavos, quintos y
décimos o incluyendo algunas que no tengan numerador 1. También se podría jugar a que
la “escoba” fuera del 2 si, por ejemplo, se quisiese luego analizar los sumandos en relación
con la unidad y hacer cálculos aproximados.
Por otra parte, también podrían variar las representaciones de las fracciones que se usan
en las cartas, con o sin divisiones, o con otra forma para el entero. En estos casos varía la
posibilidad de comprobar efectivamente si la reunión de las partes corresponde o no al
entero.
Este análisis nos permite incorporar otra noción fundamental de la teoría, la de variable
didáctica. En el artículo oportunamente citado de Panizza, su autora arriba a su siguiente
definición:
“Algunas de esas condiciones (de la situación) que pueden variar a voluntad del docente y
que constituyen una variable didáctica cuando, según los valores que toman, modifican las
estrategias de resolución y en consecuencia, el conocimiento necesario para resolver la
situación.”
En su teoría, Brousseau distingue tres tipos de situaciones, cuya descripción tomamos del
texto de Panizza:
37
“Los niños podrán realizar diferentes tareas. En algunas ocasiones, trabajarán usando los
conocimientos matemáticos de manera implícita, sin nombrarlos ni escribirlos, por
ejemplo, al medir, construir, decidir cómo jugar o contar. En otras, utilizarán los
conocimientos matemáticos de manera explícita: tendrán que describir cómo midieron o
contaron, qué instrumentos usaron para construir y qué hicieron en cada paso, o
producirán un instructivo para que otro construya una figura o realice un cálculo,
explicarán por qué decidieron utilizar un procedimiento u otro, cómo pueden comprobar
que un resultado es adecuado. También darán razones para convencer a otro compañero
de que los números encontrados o las figuras dibujadas cumplen con las condiciones del
problema; tendrán que argumentar sobre si un procedimiento es o no correcto, o en qué
casos una afirmación es verdadera.
“Al anticipar el desarrollo de la clase y prever las condiciones necesarias para que ocurran
las interacciones que nos interesan, diseñamos una situación problemática a propósito del
conocimiento que queremos enseñar. Esta situación incluye un conjunto de elementos y
relaciones que estarán presentes en la clase: el problema, los materiales, una cierta
organización del grupo, un desarrollo con momentos para diferentes intercambios. Al
planificar, también anticipamos los diferentes procedimientos y las representaciones que
podrán usar los alumnos, nuestras preguntas y las conclusiones posibles.” (Cuadernos
para el aula, Matemática 3, pág.16)
El avance de la clase y su gestión
Consideremos ahora que hemos elegido un problema para presentar a nuestros alumnos
de primaria o que estamos anticipando con los futuros maestros el desarrollo de la clase.
Recurramos para ello al trabajo de Regine Douady, quien plantea que para proponer una
enseñanza diferente y que los alumnos construyan el sentido de los conocimientos
matemáticos que utilizan, es necesario organizar la enseñanza de otro modo:
Douady señala que en la escuela los alumnos pueden recorrer el mismo camino cuando
están frente a un problema que les permite aprender algo nuevo. La actividad comienza
cuando el docente propone el problema a los alumnos y consigue que ellos asuman la
responsabilidad de resolverlo, esto es, cuando hace la devolución del problema a los
alumnos y ellos comienzan a resolverlo superando una serie de dificultades y readecuando
estrategias y medios:
La puesta en común
La organización del espacio de debate sobre lo producido al resolver un problema implica
una puesta en común de los trabajos realizados. En este debate es fundamental que el
maestro organice el intercambio entre los alumnos. Este es un momento necesario en el
proceso de construcción de conocimientos, pues implica para los alumnos nuevas
interacciones.
La validación de lo realizado
Una instancia que es parte del trabajo del alumno y apunta al avance en su autonomía
respecto del control de lo realizado, es la de validación de sus producciones. Si pensamos
en una clase con un momento de funcionamiento adidáctico en el que el alumno que
resuelve asume la responsabilidad matemática de lo que hace, podemos considerar que
puede dar cuenta de su respuesta a lo preguntado, es decir puede dar razones de por qué
considera que lo realizado vale.
“En el seno de la comunidad matemática pueden ser aceptadas como prueba sólo las
explicaciones que adoptan una forma particular. Ellas son una serie de enunciados
organizados siguiendo reglas determinadas, (…) un enunciado es conocido y tomado como
verdadero o bien es deducido de aquellos que lo preceden con la ayuda de una regla de
deducción tomada de un conjunto de reglas bien definido. Llamamos demostraciones a
estas pruebas”. (Balacheff, N., págs. 3 y 4, 1987)
Asimismo, Balacheff -para poder dar cuenta de las diversas explicaciones que formulan los
alumnos al ser consultados sobre sus producciones- estudia las pruebas y propone hacer
una distinción entre pruebas pragmáticas e intelectuales. Esta distinción está dada por tres
elementos que tomamos para caracterizar las pruebas pragmáticas:
"Si los saberes en los que se apoya el alumno son fundamentalmente saber-
hacer (Vergnaud, 1984) o saberes conceptualizados, si las pruebas
pragmáticas se apoyan sobre los saberes prácticos esencialmente
comprometidos en la acción, las pruebas intelectuales requieren que estos
conocimientos puedan ser tomados como objeto de reflexión o de
debate." (Balacheff, N., págs., 8 y 9, 1987)
El pasaje de uno a otro tipo de prueba está dado por la posibilidad de considerar la
situación singular como situación genérica.
¿Recuerdan a Cristina y sus alumnos? Veamos algunos argumentos que podrían dar los
chicos si imaginásemos el momento en el que se les pregunta por las razones de sus
respuestas. En un grupo en el que están Matías y Paula el diálogo podría ser el siguiente:
MATÍAS. Con estas tres partes 1/9, 1/9 y 1/9 formo 1/3 y con otras dos cartas de 1/3
formo 1 entero.
CRISTINA. ¿Y cómo sabés que con 1/9, 1/9 y 1/9 se forma 1/3?
MATÍAS. Porque si ponés juntas las tres partes pintadas ocupan lo mismo que 1/3, mirá,
ponelas así.
PAULA. Es que al sumar 1/9 más 1/9 más 1/9 te da 3/9. Pero como lo vas a sumar con
tercios, usás 1/3 que es lo mismo que 3/9.
Los argumentos de Matías y Paula remiten a pruebas bien diferentes. ¿En qué
conocimiento se apoya la respuesta de cada uno?
Matías se refiere a las partes pintadas en los dibujos y se apoya en el relato de su acción.
Es esta acción la que le asegura que su resultado está bien y el contexto aporta el
significado y la posibilidad de control. En cambio, Paula piensa en números, en una
operación entre ellos y en otra expresión numérica que le permite luego sumarla más
fácilmente con los otros dos tercios.
Hasta aquí, hemos presentado nociones de una teoría que modeliza unas condiciones y
unos modos de funcionamiento del conocimiento que, en tanto modelos, no es esperable
que ocurran efectivamente en las clases. Sin embargo, muchas de las situaciones
estudiadas por los investigadores han sido inspiradoras de propuestas adaptadas para
promover instancias de producción y validación de conocimientos en la clase, instancias
que permitan a los alumnos apropiarse de conocimientos más disponibles y con control de
lo que hacen.
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El estudio de la teoría de situaciones requerirá, para su profundización, de nuevos
abordajes, consideramos que es importante iniciar la comprensión de sus nociones básicas
por el gran potencial que tienen para analizar las condiciones en la clase de Matemática y
generar la posibilidad de que todos los alumnos puedan hacer Matemática, con la
diversidad de conocimientos de partida que ello supone.
ACTIVIDADES
Actividad Individual
Cada uno de uds. le escribirá una carta a un/a colega contándole
brevemente su experiencia en el cursado de esta asignatura y en particular
los aportes que tanto el video de Cristina “Intervención docente en la clase
de Matemática” como la lectura del texto de Quaranta, M. y Wolman, S.
“Discusiones en las clases de matemática. Qué, para qué y cómo se
discute”, en Enseñar matemática en el nivel inicial y primer ciclo de la
EGB, Paidós, 2003, sugerido le brindan para su trabajo docente.
LECTURAS
“Así como el alumno no puede ser visto como un experto en miniatura, el saber escolar no
puede ser visto como una copia débil del saber sabio que lo legitima. El saber escolar
obedece a una lógica propia, vive su vida según el designio de las instituciones didácticas y
a través de un proceso complejo –el de la transposición didáctica- nos muestra en la vida
real de las clases, unos objetos matemáticos explicables y comprensibles para el
investigador”. (Michel Artigue, pág. 8,2004)
41
La teoría pone de relieve la existencia de una transformación del saber sabio -el saber en
la comunidad científica- en las diferentes instituciones en las que funciona y, en particular,
en las instituciones didácticas, alertando acerca de la legitimidad de dichas
transformaciones y de la necesidad de realizar una vigilancia epistemológica sobre estas
para no tergiversar su sentido.
Desde esta perspectiva se analiza cómo el saber matemático asume recortes y formas
diferentes “para entrar” en las distintas instituciones: universidades, escuelas secundarias,
escuelas primarias. Estas transformaciones se vinculan con su adecuación a los
conocimientos que van adquiriendo los alumnos en cada una y a la condición de ser
enseñables en el sistema tal como está diseñado, con tiempos específicos y según una
distribución gradual por años.
Al considerar estas transformaciones, Chevallard señala que tanto el currículum como los
textos escolares son portadores de “versiones” del saber que son legitimadas por las
decisiones que se toman en los ámbitos académicos y políticos en torno al proyecto social
de enseñanza. En distintos momentos de la historia los “conocimientos a enseñar” en la
escuela primaria han sido diferentes, tanto por la desaparición de algunos saberes y la
incorporación de otros (el caso de los conjuntos que “entran” en los años setenta y “salen”
en los ochenta), como por el cambio de su sentido en la enseñanza (el cálculo ya no se
enseña para que los alumnos puedan repetir algoritmos y encontrar un resultado exacto
sino que se lo concibe como un contexto intramatemático para producir estrategias
acordes a los números que intervienen).
El documento más reciente para los saberes matemáticos en la escuela primaria son los
Núcleos de Aprendizaje Prioritario (NAP) y los Cuadernos para el aula que explicitan
propuestas de enseñanza que podrían dar lugar a los aprendizajes señalados.
Por otra parte, Chevallard advierte que las transformaciones del saber ocurren también
“dentro” del sistema didáctico de la clase cuando el docente elige qué “hacer vivir” en ella
de los saberes matemáticos indicados en los documentos curriculares y cómo, qué tiempo
dedicar a cada uno, si establecer o no relaciones entre ellos, qué actividades proponer para
trabajar con ellos, cómo analizar su adquisición, etc. Otras transformaciones del saber
ocurren cuando cada alumno anota en su cuaderno algo que resulta de un trabajo propio
frente a problemas o ejercicios o cuando realiza algún registro del resultado del trabajo
conjunto.
La metáfora ecológica sobre la vida de los saberes apunta a mostrarlos como cambiantes
según las decisiones tomadas sobre su distribución, su permanencia, relacionamiento con
otros, etc. y según el tipo de trabajo matemático que se espera desarrollar.
Veamos una primera cuestión ¿Es posible pensar el “hacer Matemática en la escuela con
un funcionamiento más cercano al de las formas de hacer y pensar en la ciencia? ¿Qué tipo
de problemáticas lo permitirían?
Las problemáticas que dan lugar a esta actividad pueden ser de la realidad o de la misma
Matemática, dando origen a los problemas de contexto extramatemático o
intramatemático.
“El hombre no crea obras en forma gratuita, las obras humanas responden a un conjunto
de cuestiones, de necesidades, aunque éstas pueden haberse perdido u olvidado con los
años. …”. (Estudiar, p 117)
Nos parece importante retener aquí la idea de “cuestión necesaria” asociada al sentido, a
las razones de ser de los conocimientos que se construyen en las sociedades.
Aquí podemos derivar una enseñanza didáctica, al pensar en la enseñanza de las nociones
designadas en el curriculum es necesario reponer problemáticas que les den sentido, sean
éstas cuestiones extra o intramatemáticas.
“llamaremos “práctica” a todo uso adaptado, por los alumnos, de instrumentos explícitos
o implícitos, sea que esos instrumentos hayan sido objeto de institucionalización o
no.”(1999:8)
En síntesis, para plantear en la escuela una forma de hacer Matemática que permita entrar
la forma de hacer y pensar propias de esta ciencia, tendremos que proponer problemas
que den lugar a diversas tareas, arribar a técnicas que permitan realizarlas y, desde el
inicio, requerir una justificación de lo realizado en el nivel que los alumnos puedan,
entendiendo que las validaciones que elaboren dependerán de los conocimientos que
posean.
¿Cuáles son los aportes de la Teoría Antropológica de lo Didáctico en relación con esta
cuestión?
43
El estudio implica una ampliación del enseñar y también del aprender. Del enseñar porque
hace la maestra guía del proceso de estudio y del aprender porque señala que no es
suficiente el tiempo en la clase para hacerlo, ni el tiempo compartido entre todo el grupo,
cada alumno tiene un tiempo de aprendizaje propio.
Así, es importante que el maestro presente a su grupo tareas que les permitan seguir
trabajando fuera de la clase con los temas que tratan en ellas. También es importante que
elija tareas individuales para aquellos que lo requieran en función de sus dificultades. Las
actividades que permiten volver sobre un conjunto de las desarrolladas durante un período
con el propósito de revisar y sistematizar lo aprendido forman parte de la preparación para
una evaluación.
Durante las clases, han escrito “conclusiones” al finalizar la discusión de los problemas
resueltos. Por ejemplo “En el problema A nos dimos cuenta que si había el doble de
paquetes iba a haber el doble de figuritas”. Luego, al pedir a los alumnos en otra clase una
conclusión más general, que no hablara de telas, fotocopias ni figuritas llegan todos juntos
a “En los problemas de proporcionalidad, cuando una cantidad aumenta al doble (o el
triple, o el cuádruple) la otra también lo hace”.
Al finalizar la secuencia, las maestras analizan las reglas escritas en el libro de texto que
tienen los chicos, “Si multiplicamos una de las cantidades por un número, la otra cantidad
correspondiente se multiplica por el mismo número”, y comprobaron que no les resultó
nada sencillo.
¿Qué encuentran al comparar esta formulación de las reglas con la que ellas habían
obtenido en clase con los chicos? Consideran que, por una parte esta conclusión refuerza la
generalidad ya que “multiplicar por un número” significa por cualquier número y “aumentar
al doble, triple, o cuádruple” implica multiplicar por 2, 3, ó 4 ¿estarán pensando los chicos
también en multiplicar por otros números naturales?. Descartan por ahora discutir sobre
otro tipo de aumentos que podrían expresarse con otro tipo de números, por ejemplo dos
veces y media (x 5/2), dado que esta ampliación será objeto de enseñanza posterior.
Por otra parte, aún no han trabajado para establecer un puente entre esas formulaciones y
los problemas resueltos por ellos.
2. Busquen un problema que hayan resuelto usando cada uno estas reglas.
Además de volver sobre las conclusiones, esta actividad avanza sobre una cuestión central
para generar autonomía: enseñar a estudiar de un libro de texto enfrentando a los chicos a
un contacto acompañado bajo el formato de una lectura cuya interpretación se va a
compartir y discutir.
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La preparación para la evaluación incluye también otras tareas. En “Trabajar con los
errores” del artículo, las maestras explican que destinaron una clase para analizar los
problemas que habían presentado más dificultades:
72 : 2 = 36 6 x 12 =72
72 x 2 = 144 72 x 9 = 648
72 + 36 = 108 9 x 12 = 108
En la discusión en clase de esos procedimientos será interesante que los alumnos puedan
explicar, por ejemplo para el procedimiento D, cuál es el significado del 12, o si se podría
obtener el 12 con otra operación y para el procedimiento B por qué se divide 72 por 2 y
por qué suma 72 y 36.
¿Considera que vale la pena “dedicar tanto tiempo de la clase para estudiar para la
prueba”? ¿Por qué?
En relación con la concepción de evaluación que resulta coherente con el enfoque de
enseñanza que se viene presentando, tomemos lo que se plantea en los Cuadernos para el
aula (p. 28/29) donde se explicita un modo específico de comprender los errores.
En cuanto a los objetivos con que presentamos los problemas, podemos plantear distintas
opciones: para introducir un tema nuevo, para que vuelvan a usar un conocimiento con el
que trabajaron pero en un contexto distinto o con un significado o representación
diferentes, o para recuperar prácticas ya conocidas que les permitan familiarizarse con lo
que saben hacer y lo hagan ahora con más seguridad. Pero los problemas son también un
tipo de tarea que plantearemos para evaluar.
Las producciones de los niños dan cuenta tanto de los resultados derivados de nuestras
propias estrategias de enseñanza, como de lo que aprendieron y de sus dificultades.
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El modo de trabajo propuesto en estas páginas introductorias permite tomar
permanentemente información sobre qué saben los chicos sobre lo que se ha enseñado o
se desea enseñar. Los problemas seleccionados para iniciar cada tema pueden funcionar
para tener algunos indicios de los conocimientos del grupo y considerarlos en un sentido
diagnóstico para terminar de elaborar la unidad didáctica. De este modo, la evaluación
diagnóstica, en lugar de focalizarse en el inicio del año, se vincula con la planificación de
cada unidad y cada secuencia de trabajo.
Frente a los “errores” descubiertos será necesario: analizarlos, intentar comprender cómo
y por qué se producen y plantear actividades de distinto tipo. En el caso de cuestiones
presentes en las producciones de muchos alumnos del grupo, habrá que volver sobre la
noción involucrada en ese momento, cuestionándolos con ejemplos que contradigan sus
ideas. No es evitando los “errores” que se acorta el proceso de aprendizaje, sino
tomándolos que se enriquece.”
En este sentido, tanto los textos oficiales -programas, instrucciones, comentarios- como
los libros escolares, han estado marcados por una concepción deductivista en el andar de
la Matemática y han sido “poco propicios para una construcción de conocimientos eficaz
para resolver los problemas” (Douady p. 5).
Sin embargo hoy, y desde hace ya un poco más de una década, los saberes a enseñar
aparecen en los documentos oficiales de una manera diferente. Tanto el impacto del
conjunto de estudios didácticos como las modificaciones respecto de los saberes que se
espera que los alumnos adquieran durante su escolaridad influyeron en los cambios.
Recorramos un poco la historia reciente.
Es en 1995 que se explicita, a nivel nacional –desde los Contenidos Básicos Comunes
(desarrollados Ministerio de Cultura y Educación de la Nación)– la necesidad de considerar
para el trabajo con operaciones “el significado de estas en cada conjunto numérico, las
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formas de calcular sus resultados y el análisis formal de sus propiedades”. La inclusión en
ese documento de los procedimientos relacionados con el quehacer matemático –
vinculados a la resolución de problemas, al razonamiento y la comunicación– como
contenido de enseñanza pone de manifiesto que “no es posible aprender matemática sin
comprender la naturaleza del pensamiento matemático, manejando las ideas y
procedimientos básicos de esta ciencia y siendo capaz de comunicarlos”.
De este modo, por ejemplo, la enseñanza de los algoritmos se piensa en un marco más
amplio en el que se busca que los alumnos comprendan y sepan usar las operaciones y
relaciones entre números para resolver problemas, seleccionando el tipo de cálculo exacto
o aproximado que requiera la situación presentada, y siendo capaces, además, de estimar
e interpretar los resultados comprobando su razonabilidad.
Por otro lado, se señala que los alumnos deben comprender que una misma expresión
simbólica puede representar una amplia gama de problemas, planteando un necesario
trabajo sobre los significados. Se precisa, además, que antes del trabajo con los algoritmos
convencionales es conveniente una actividad sistemática con cálculos mentales y escritos,
descomponiendo y componiendo los números como totalidades (en lugar de trabajar con
las decenas, centenas y unidades) y asociándolos de acuerdo a cálculos y operaciones más
simples que los alumnos hayan memorizado comprensivamente y puedan controlar.
En los Cuadernos para el aula se marca esta perspectiva al vincular estos componentes
cuando se afirma:
En síntesis, “como” se hace matemática en el aula define, al mismo tiempo, “qué”
matemática se hace, y “para qué” y “para quienes” se enseña lo que plantea una
disyuntiva central en relación con la construcción de condiciones que posibiliten el acceso a
la Matemática de unos pocos o de todos”.
Creemos que es posible avanzar en una organización que logre aprendizajes más
operativos y con mayor autonomía para el control de lo realizado. También hemos
afirmado que los acuerdos institucionales son claves para facilitar estos avances.
Revisaremos el camino transitado con el propósito de hacer una síntesis que dé cuenta de
las relaciones entre esas nociones y las decisiones que tomamos cotidianamente al
planificar e intervenir en las situaciones de enseñanza.
Tal como venimos planteando, si se analizan los procesos por los cuales los conceptos
matemáticos se han formado y desarrollado, es posible identificar diferentes concepciones
de los sujetos que los produjeron y los significados con que los utilizaron. A su vez, quien
aprende lo hace a partir de una variedad de situaciones particulares de uso que van
conformando su propia concepción. En principio, esta identificación de concepciones y
significados nos permite tomar distancia de la comprensión de los objetos matemáticos
como únicos, inmutables y universales.
Tengamos en cuenta que esta mirada se contrapone al modelo homogeneizador que marcó
el nacimiento de nuestro sistema educativo y en el que muchos fuimos educados. Las
huellas de esta formación hacen que, por ejemplo, nos resulte más difícil coordinar una
clase en la que circulan, de manera explícita, distintas formas de pensar y de hacer o que
a veces tendamos a orientar a los alumnos más de lo necesario cuando damos una
consigna o coordinamos una puesta en común.
Avanzar en el sentido de los cambios propuestos, resulta entonces un enorme desafío que
asumimos, teniendo en cuenta nuestra propia trayectoria y las condiciones de nuestro
trabajo.
Adherir a esta perspectiva, junto con un compromiso por el acceso de todos los alumnos a
los saberes matemáticos, tiene consecuencias directas para la planificación de la
enseñanza y para la evaluación de los aprendizajes.
Para incluir a todos los alumnos es necesario reconocer la variedad de concepciones y dar
lugar a que cada uno pueda relacionar lo que sabe con lo que debe aprender, así como
habilitar la coexistencia de distintos procedimientos y de escrituras en la clase. A su vez,
muchos errores pueden ser interpretados en términos de concepciones de los alumnos, lo
que permite analizar sus causas y diseñar situaciones que involucren nuevas mediaciones
entre el alumno y el saber. Los errores son parte del proceso y surgen en función de los
conocimientos que circulan en la clase y no de la “falta de habilidad para la Matemática” de
algún estudiante.
Al desarrollar la idea de campo conceptual de Vergnaud, afirmábamos que hay una gran
variedad de problemas que pueden resolverse con la misma noción y que, en términos del
aprendizaje, es central que los alumnos recorran un conjunto de situaciones para aprender
un concepto.
Ahora bien, ¿qué efecto tiene considerar, o no, esa variedad de significados cuando
planificamos? ¿Cómo afectan esas decisiones la construcción de las nociones por parte de
nuestros alumnos?
En principio, si los alumnos/as sólo han trabajado con un significado, en un cierto contexto
de uso, la concepción que pueden construir queda limitada y cerrada a ese significado. Es
el caso, por ejemplo, de la idea de fracción como expresión de una relación parte/todo
referida a chocolates, alfajores, pizzas, de la resta asociada a la idea de quitar o la división
a la de repartir. Cuando el alumno se ve enfrentado a una nueva situación que no refiere
48
al contexto conocido, no puede conectarla con lo que sabe, no tiene forma de iniciar algún
procedimiento de resolución o responde desde las experiencias que ha tenido.
Si el maestro tiene conciencia de esta situación puede acompañar esa necesaria ruptura
con lo conocido de modo que se dé lugar a un nuevo conocimiento más amplio. La mayoría
de las veces el nuevo conocimiento se construye y debe producir una reestructuración del
anterior –que resiste el cambio- y de esta manera tendrá posibilidad de ser integrado. En
el proceso de construcción de los conocimientos, los alumnos pasan siempre por
conocimientos incompletos o insuficientes que a menudo se convierten en obstáculos pero
que son necesarios para que puedan construir un saber.
En el caso de Celia es probable que los problemas que los alumnos habían resuelto
estuvieran asociados a la transformación de una colección que “se achica”, y que la
palabra quedó (quedaron, quedan) estuviera presente en muchos de los enunciados. Por
ejemplo: “en la caja de lápices había 12; sacamos 7, ¿cuántos quedaron?” Para comparar
las edades de Caro y su hermano, este esquema no sirve ya que no “pasó” nada, no se
quitó una cantidad de otra.
Los alumnos de Lucas seguramente conocen la fracción 2/5 pero no la identifican como un
solo número (ven dos) y tampoco la asocian al cociente entre 2 y 5. Probablemente si les
pidiéramos que nos dijesen qué quiere decir 2/5 afirmarían que se trata de partir algo en 5
partes iguales y tomar 2.
No es que los alumnos de Celia y Lucas no supiesen restar o no supiesen las fracciones;
conocían algunos de sus usos pero esas nociones estaban aún ligadas a ciertos significados
particulares.
49
Pero ese proceso es largo y necesita de articulaciones sucesivas y acuerdos entre maestros
de distintos grados. Al respecto, si revisamos los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios,
encontramos:
En primer grado.
Cabe señalar que tener en cuenta esta variedad de usos, de significados, no significa que
tengamos que “enseñar” a caracterizar dichos usos a los alumnos.
Es necesario estar atentos para evitar el deslizamiento de nociones que son útiles para el
estudio de problemas de enseñanza como contenido de enseñanza para los niños.
En un sentido similar al planteado para los significados habrá que considerar de qué modo
alternar y graduar la variedad de representaciones, cómo abordar su tratamiento y las
transformaciones entre diferentes registros para poder analizar luego la pertinencia de un
registro u otro en función de la situación que se esté resolviendo.
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Marcar en las tazas lo que indica la receta
Azúcar ½ taza
Harina ¾
Podemos preguntarnos: ¿qué aprendió Gisela sobre las fracciones? O más bien, ¿qué le
enseñamos?
Otra cuestión que interesa tener en cuenta es cómo afectan las representaciones a los
procedimientos que se pueden poner en juego para resolver. Por ejemplo, cuando
presentamos en primer grado un juego de cartas para armar pares que sumen 10, los
procedimientos que se ponen en juego son diferentes si las cartas tienen sólo numerales,
numerales y figuras que pueden contarse o sólo figuras. La presencia de las colecciones
habilita al conteo, mientras que en el caso de los numerales se promueve el sobreconteo o
el cálculo.
Recuperamos ahora los aportes de Brousseau, Douady y Balacheff, para poder vincularlos
con el análisis didáctico de una propuesta de enseñanza.
Este análisis permite, por una parte, advertir el potencial y los límites de las actividades
seleccionadas en función de distintos propósitos de enseñanza; por otra, permite anticipar
la/s clase/s y evaluar alternativas para intervenir en función de lo que vaya ocurriendo
efectivamente.
Podríamos formularnos distintas preguntas según el propósito del análisis. Por ejemplo, si
queremos determinar si los conocimientos involucrados corresponden a los contenidos que
queremos enseñar, podemos preguntarnos:
¿Qué nuevas preguntas se podrían plantear para profundizar? ¿Y para reutilizarlos como
herramientas en un nuevo problema?
También podemos hacernos preguntas sobre una actividad para anticipar la gestión de la
clase considerando distintos aspectos:
¿Con qué consignas y con qué recursos van a interactuar los alumnos?
¿En qué medida los alumnos podrían involucrarse en la tarea, con cierta independencia de
las intenciones del docente?
¿Qué tipo de decisiones deberán tomar los alumnos para responder a la/s cuestión/es
planteada/s?
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La posibilidad de ser adaptada para alumnos con distintos conocimientos
¿Cuáles son las variables didácticas?, es decir, ¿cuáles son los elementos de la situación
que pueden ser modificados y que afectan los procedimientos de resolución?
¿Con qué recursos cuentan los alumnos para validar los resultados obtenidos?
¿Cuáles son los posibles procedimientos que pueden utilizar los alumnos para realizar las
tareas que se proponen?
No se trata de pensar que todas las actividades requieren un análisis con esta profundidad,
ni que todos los aspectos puedan ser siempre considerados. Cada pregunta encuentra su
momento y su oportunidad.
52
Frente a esta escena podríamos preguntarnos, por ejemplo: ¿qué intervenciones
permitirían explicitar los criterios de comparación usados de modo implícito en el juego?;
¿a qué conclusiones se podría arribar al analizar los procedimientos de comparación?; ¿qué
conocimientos se podrían institucionalizar?
Otra posibilidad sería explorar cuáles son las variables didácticas: ¿cómo influye el tipo de
cartas en los procedimientos de comparación?; ¿podrían elegirse algunos numeradores y
denominadores particulares o usarse las cartas que vimos en el caso de la escoba del uno?,
¿cómo afectan estas elecciones las conclusiones a las que se puede arribar y las pruebas
que se van a aceptar como válidas?
La diferenciación de los contextos en los que se presentan los problemas, y que de algún
modo planteamos al analizar la cuestión de su pertinencia y significatividad, es otro
aspecto que podríamos sumar al análisis didáctico.
Decíamos que si todas las actividades refieren a usos de los conocimientos matemáticos en
contextos extramatemáticos, y no se incluyen problemas intramatemáticos donde esos
conocimientos se estudien de manera explícita, se limita la posibilidad de identificarlos,
relacionarlos con otros conocimientos y reutilizarlos en otros contextos; también decíamos
que un trabajo puramente intramatemático obstaculiza la construcción de sentido,
impidiendo reconocer cuándo usarlos y cuándo no hacerlo. Pero el balance entre un tipo y
otro de contexto no tiene reglas fijas, puesto que depende del contenido y de cómo se
organiza la enseñanza en el largo plazo. Por ejemplo, podemos planificar una secuencia
sólo en contexto extramatemático para iniciar el trabajo sobre mediciones y otra sobre
divisibilidad que requiera de un ejercicio intramatemático sostenido.
Leamos las observaciones que hace Carolina Castro, maestra de 6to. grado de la
Escuela N° 327 de ChosMalal, Neuquén, sobre los procedimientos de sus alumnos frente a
la siguiente propuesta:
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“Cuando trabajamos con las calculadoras como una herramienta para elaborar sus propias
estrategias para obtener resultados resultó muy interesante. En esta actividad, cada uno lo
pensó a su manera. Lo primero que hicieron fue imaginar una cuenta tradicional y luego
empezar a probar multiplicando. Fueron probando, buscando diferentes múltiplos,
divisores, y reconociendo las partes y propiedades de las operaciones indirectamente como
una herramienta para obtener el resultado que buscaban. Luego de las actividades
compartimos el trabajo en el pizarrón RECONOCIENDO LAS PROPIEDADES que usaron, y
cuáles servían o no.”
¿Por qué piensan que los chicos escribieron los datos en la posición que ocupan en
la cuenta?; ¿cuáles son las propiedades de las que habla Carolina?; ¿qué conclusiones
piensan que podrían haber anotado en el pizarrón?
Es interesante advertir que, tanto desde la consigna como desde los recursos y las
intervenciones de la maestra, se sostiene un trabajo intramatemático que permite revisar
lo que los chicos saben de la cuenta de dividir y explicitar las relaciones entre dividendo,
divisor, cociente y resto.
Hemos planteado hasta aquí algunas alternativas para caracterizar el alcance del trabajo
que estamos proponiendo a los alumnos o, al menos, caracterizarlo desde este conjunto de
nociones teóricas. Tengamos en cuenta que la elección de un marco teórico de referencia u
otro, resulta de una combinación entre elecciones personales y la posibilidad de acceso a
unas ideas o a otras, y que el conocimiento didáctico está en permanente evolución. Por lo
tanto, hay también otros análisis posibles y nuevos aspectos por conocer.
Si comparamos los criterios para organizar las planificaciones que teníamos hace unos
años y los que tenemos hoy, notamos un gran cambio. Hemos pasado de unos criterios
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lineales, sumamente generales y aparentemente útiles para pensar la enseñanza de
cualquier tema, a una diversidad de indicadores que, a su vez, pueden tener algunas
diferencias para distintas nociones.
De modo similar a los estudios de diagnóstico médico que hoy permiten obtener
información que antes no estaba disponible, esta variedad nos permite tener en cuenta
aspectos que antes no se habían identificado. En este sentido, si bien nos enfrentamos a
una complejidad mayor para tomar decisiones, hemos ganado en poder ampliar nuestra
mirada sobre las formas de trabajar en Matemática, sobre los conocimientos de los
alumnos y sus procesos de apropiación, y sobre cómo pueden afectar nuestras decisiones
de enseñanza a esos procesos.
Hoy esperamos que la escuela primaria ofrezca situaciones de enseñanza que promuevan
en los alumnos:
Para desarrollar ese tipo de competencias es necesario, aunque de modo alguno esto
resulte suficiente, planificar la enseñanza teniendo en cuenta:
Las distintas tareas que podrían realizar los niños: resolver, explicar cómo
resolvieron un problema, comparar procedimientos, justificar una respuesta o un
procedimiento, formular nuevas preguntas, etc. Las consignas deben incluir los
distintos tipos de tareas requeridas en una actividad matemática genuina,
alternando el uso de un nuevo saber como instrumento con su estudio como objeto.
¿Por qué?
Dar lugar al uso de distintas representaciones para una misma noción y comparar
distintos procedimientos para resolver un mismo problema habilita la participación
de todos y amplía el conocimiento de la noción en estudio.
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de todos, de un alumno, de un ciudadano, espectador o actor, resulta clave para decidir
qué elegir.
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