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1.1 Introducción
La historia del ferrocarril español se puede contemplar desde muchos puntos de
vista; quizás, uno de los más interesantes, puede ser la fabricación de locomotoras en el
propio territorio nacional.
Como bien narra el autor Fernando Fernández Sanz en [1] y [2], las primeras
locomotoras que circularon por el territorio nacional estaban constituidas casi en su
totalidad de material foráneo que se montaba en los talleres nacionales o venía ya
montado del exterior.
material de equipo de las locomotoras se siguieron importando hasta el fin del vapor
español en el año 1976.
A principios del siglo XX, y siempre bajo una fuerte dependencia exterior en materia
de complementos, la construcción de locomotoras nacionales alcanza volúmenes
considerables gracias a la producción en serie de varias locomotoras para los antiguos
ferrocarriles de M.Z.A.; fueron llevadas a cabo por la empresa La Maquinista Terrestre y
Marítima de Barcelona.
En 1851, en los talleres del ferrocarril de Mataró, a la orden del Ingeniero Inglés
White, se montó la locomotora conocida como La 1ª Española o La Mataró.
Popularmente, esta locomotora se considera como la primera locomotora construida en
España. Esto realmente no es del todo cierto, puesto que se trataba de locomotoras
Retomando el hilo argumental, las primeras locomotoras que circularon por España,
se montaban en los talleres de las empresas ferroviarias a partir de material importado,
principalmente de Inglaterra y Bélgica. Según datos recogidos por los autores Fernando
Fernández Sanz y Gustavo Reder en [1], hacia 1875, por las distintas redes de
ferrocarriles del territorio nacional, había en servicio un total de 1.245 locomotoras. La
mayoría de este parque móvil había venido terminado del exterior, o bien se habían
importado casi la totalidad de los componentes para su montaje en los talleres
nacionales.
Figura 4.- Locomotora 0-4-0 construido por La Maquinista para la M.Z.A. Obtenido de [1]
Figura 5.- Locomotora tipo 2-4-0, fabricadas por La M.T.M. para la serie 1400 de M.Z.A.. Obtenido de [1].
Figura 6.- Locomotora tipo 2-4-1 ó Montaña de MTM para la famosa serie 1700 de M.Z.A.. Obtenido de [1].
Dos años más tarde de la construcción de la serie 1700, la Compañía del Norte,
encargó la construcción de otras 56 locomotoras tipo Montaña, que conformaron la
famosa serie 4600 de la Compañía del Norte, a la empresa inglesa Babcock & Wilcox.
Hoy en día se conserva la primera locomotora de la serie 1700, la 1701 (Figura 6),
en el Museo del Ferrocarril de Madrid, y ha estado prestando servicios de recreo en el
tren turístico de la fresa entre Madrid y Aranjuez, junto a otras locomotoras de vapor
salvadas del soplete.
Figura 7.- Locomotora tipo 2-4-1 Montaña construidas por la Babcock & Wilcox para la Compañía del Norte. Obtenido de [1]
Figura 9.- Curvas Características de la antigua serie 1700 de M.Z.A.. Obtenido de [3].
Figura 10.- Locomotora 2-4-0 construida por La Maquinista para la serie 1300 de M.Z.A. Obtenido de [1].
La serie 1800 (Figura 12), fue una modificación de las 1700 con carenado y
timbradas para trabajar a alta presión (18 kg/cm2) con cilindros de menor diámetro y
distribuidor por válvulas.
Una de las ventajas que tenía llevar el vapor recalentado a alta presión, era que, a
igualdad de sección del émbolo, el trabajo producido por el vapor era superior al contener
mayor cantidad de energía (Figura 11); pero también permitía disminuir la sección del
émbolo para obtener la misma cantidad de trabajo, disminuyendo el volumen de los
cilindros de la máquina. Además, como el grado de recalentamiento era mayor, se
evitaban condensaciones en los circuitos de vapor, previniendo la corrosión y los
posibles golpes de líquido en los cilindros.
su gran fuerza de tracción; lo que la llevo a ser la serie más numerosa que tuvo tanto
M.Z.A., como posteriormente Renfe.
Figura 12.- Locomotora tipo 2-4-1 construida por La M.T.M.para la malograda serie 1800 de M.Z.A. Obtenido de [1].
Figura 13.- Locomotora tipo 2-4-0 de MTM para la serie 2400 de M.Z.A.. Popularmente conocida como La Mastodonte. Obtenido de
[1].
Figura 14.- Locomotora tipo 2-4-1 de MTM para la Renfe basada en la antigua serie 2700 de M.Z.A. Obtenido de [1].
El proyecto quedo paralizado por la guerra, pero nada más concluir la contienda se
entregaron dos prototipos que tuvieron un éxito rotundo en su servicio carbonero. Tal fue
el éxito que se encargaron otras 22 unidades a lo largo de los años siguientes.
Figura 15.- Locomotora 1-5-1 Santa Fe de MTM para la serie 5000 de la compañía del Norte. Obtenido de [1].
Según se relata en [1], La Maquinista optó por una locomotora, tipo 2-4-2
Confederación, de clara influencia alemana. Para ello readaptaron la caldera, el bogie y
el mecanismo motor de las locomotoras tipo 2-4-1 de la serie 2700 de la ya antigua
M.Z.A., pero con ruedas de 1.900 mm de diámetro (frente a los 1.750 mm de la 2700). El
aumento del diámetro de las ruedas, obligó a llevar la caldera hacia la parte posterior, lo
que hacía imprescindible, para equilibrar el peso, el uso de un bisel de dos ejes en lugar
de uno como el de la 2700.
Estas locomotoras fueron diseñadas para utilizar fuel en lugar de carbón. Decir que
esta locomotora alcanzó puntas de velocidad de 135 km/h arrastrando trenes de más de
430 toneladas.
Figura 16.- Locomotora 242, Confederación, construida por La Maquinista para Renfe. Obtenido de [1].
Figura 17.- Locomotora tipo 2-4-2 Tender, última locomotora de vapor construida por La Maquinista. Obtenido de [1].
1.3 Conclusiones
Según nos exponen los distintos autores de literatura ferroviaria, todas las
locomotoras españolas que fueron construidas por La Maquinista Terrestre y Marítima,
salvo raras excepciones como la malograda serie 1800 (Figura 12), se caracterizaron por
su buen comportamiento y robustez.
El mayor problema que tenían todas las locomotoras que circularon por España,
independientemente del fabricante o constructor, era la mala calidad del combustible que
se empleaba. Mientras que en Inglaterra se usaban carbones bituminosos de muy buena
calidad, en España se usaban antracitas y lignitos con concentraciones elevadas de
azufre, que literalmente, se comían las calderas al condensar los gases de la
combustión.
Otra desventaja respecto a otros países, y motivo principal por el cual la alta
presión no se dio en España, fue la escasez de lubricantes de calidad que resistieran las
altas temperaturas del vapor recalentado a alta presión.