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Roovers - Ficha 2
Roovers - Ficha 2
FICHA N° 2/12
FUNDAMENTOS DE LA SOCIOLOGÍA POSITIVISTA DE LA EDUCACIÓN
Referencias: Reseña del texto: “Razón crítica y crítica de la razón: paradigmas clásicos de
la ciencia social”. En: LERENA ALESON, Carlos (1983): Reprimir y liberar. Crítica
sociológica de la educación y de la cultura contemporáneas. Madrid. AKAL EDITOR.
Autor: Mg. A. Roovers
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Texto reseñado. Pág. 201.
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diagnostico que hace en su época de ese proceso “... llega a la sociología. Y por la misma
vía a la educación.”2
Lerena afirma que es el resultado del diagnóstico realizado el que está en la base y es la
clave de todo el pensamiento de Saint-Simon, incluso en el campo de la educación y la
cultura. En resumidas palabras, Saint-Simon observó que la sociedad europea se situaba
a caballo entre dos sistemas diferentes, uno en franco retroceso -teológico-feudal-, otro en
camino de su consolidación -industrial-científico-; superar esa crisis implicaba acompañar
la formación del nuevo sistema con un cambio en el orden político, pero era convicción de
Saint-Simon que ese cambio debía extenderse en el orden del conocimiento y en el orden
moral. “Para Saint-Simon, en definitiva, la crisis europea exige una reorganización
espiritual, moral (...), el desorden moral que diagnostica (...) está en la base de un sistema
educativo total, y asimismo constituye el fundamento de las categorías básicas de toda la
sociología positiva: «sistema social», «integración», «cohesión», «solidaridad»,
«adaptación», «ajuste», «equilibrio», «anomia». Por otra parte, y además, constituye el
fundamento de toda la sociología positivista de la educación: eso es lo que hay debajo de
esta”3.
Desarrolla luego Lerena la apreciación que hace Saint-Simon del pensamiento que le
precede: “Asumiendo el racionalismo del pensamiento ilustrado y llevándolo al punto más
alto, Saint-Simon, efectivamente, trata de liberarlo del lastre que, para su tiempo, suponía
la carga de puro criticismo que aquel había acumulado. Este racionalismo, crítico y
negativo, había cumplido ya su tarea histórica, esto es, la de poner en quiebra la
legitimidad del antiguo régimen, haciendo que la crisis de éste se precipitase y estallase, a
partir de 1789, en el periodo revolucionario. Sin embargo, y más allá de ahí, se trataba de
no practicar el negativismo, sino de forzar una reconstrucción”4.
Es en relación con esa necesaria reconstrucción de la sociedad es que Saint-Simon
opina que la filosofía del siglo XIX debe asumir un carácter reorganizador, esto a
diferencia de la filosofía del siglo anterior que solo había sido revolucionaria. Al
pensamiento que tiene detrás de sí lo considera pura metafísica y obstáculo para la
necesaria tarea de reconstrucción de la sociedad: “... Saint-Simon denunciaba el estéril
parloteo del pensamiento metafísico, en el que ve la última encarnación de lo que llama
2
Íd. Pág. 203.
3
Íd. Pág. 206.
4
Id. Pág. 203.
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espíritu teológico, y convoca a la razón y a la observación (...) para conquistar unidas (...)
el conocimiento del hombre.”5
La afirmación relativa a que la producción de conocimiento social debe basarse en
“razonamientos sobre hechos observados y discutidos” -en las propias palabras de Saint-
Simon6- sintetiza las bases epistemológicas de la naciente sociología. Estas bases
epistemológicas, en opinión de Lerena, solo “... podían ser pensadas desde la
contradicción nítidamente asumida por Saint-Simon: el criticismo racionalista enfrentado a
una necesaria empresa de reorganización social. Son, efectivamente, los tiempos del
avance del industrialismo, tras del fracaso de una revolución política: aparición del capital
industrial y comercial, de las innovaciones tecnológicas, del desarrollo fabril, del éxodo
rural a las ciudades, de la nueva división social del trabajo, de la miseria económica, del
creciente poderío de la burguesía, del receso de las restauraciones políticas y, al fondo, el
naciente proletariado organizándose. Dentro de este panorama ha surgido, con la obra
saint-simoniana, la sociología. Y esto como uno de los resultados -activo, no pasivo- de
los cambios económicos y políticos a los que se asiste en esta época crítica. La divinidad
queda ya muy lejos de los asuntos humanos. Es a los hombres y al mundo de los
hombres, a quien corresponde tomar las riendas, asumir las responsabilidades del
proceso histórico que los construye y en el que se construyen”7.
Prosigue Lerena afirmando sobre Saint-Simon que éste ha abierto las puertas a lo que
denominó «fisiología social» y «ciencia del hombre» rompiendo con el nominalismo,
enfrentándolo con el realismo. Según el mismo Saint-Simon escribe “La sociedad no es
solamente un simple aglomerado de seres vivos (...); la sociedad, por lo contrario, es ante
todo una verdadera máquina organizada en la que todas sus partes contribuyen de modo
8
diferente a la marcha de su conjunto” afirmando de este modo la idea de que las
instituciones no pueden ser pensadas en términos artificialistas, “porque aquellas no
deben su origen ni están sometidas a la «arbitrariedad de las voluntades individuales»”9.
El clima intelectual y político en la época de Saint-Simon obligaba a poner en sintonía las
preocupaciones teóricas con las necesidades prácticas. La obra de Saint-Simon, en este
sentido, es la de “un activista de la teoría y la de un teórico de la acción. No es por un
5
Íd. Pág. 204.
6
GURVITCH, G.: La physiologie sociale. P.U.F. París. 1965. Pág. 67. Citado en texto reseñado. Pág. 203.
7
Texto reseñado. Pág. 204.
8
GURVITCH, G. (1965): La physiologie sociale. París. P.U.F. Págs. 47/48 y 175. Citado en texto reseñado. Pág. 205.
9
Íd. Pág. 205. Las citas de Saint-Simon corresponden a GURVITCH, G. (1965).
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puro afán de conocimiento por lo que quiere sustituir la doctrina conjetural por la ciencia
positiva, al modo como se había sustituido ya la astrología por la astronomía, la alquimia
por la química”10. La necesidad de sustituir la doctrina conjetural por la positiva resulta del
diagnóstico que efectúa Saint-Simon sobre la crisis de la sociedad europea, como ya lo
expusiéramos. Ahora bien, cuánto tiempo duraría esa crisis. En opinión de Saint-Simon,
duraría el tiempo que demandara la consolidación plena del incipiente sistema industrial-
científico. Y, como ya se expusiera también, la consolidación de ese sistema debía de
acompañarse con otros cambios que permitieran una reorganización de los instrumentos
e instancias ideológicas capaces de legitimar los resultados sociales en la sociedad
naciente.
Afirma Lerena que resulta de esa comprensión de Saint-Simon la concentración de sus
especulaciones en dos núcleos: las ideas morales y los intereses asociativos. Como la
sociedad no se funda en ideas negativas, sino por el contrario en ideas positivas, la
ausencia de éstas implica el desorden moral extraordinario que estaba vigente; la
reorganización de la sociedad por tanto debe apuntar al pensamiento tanto como a la
moral, a las cabezas tanto como a los corazones.
Por lo que se sabe con relación a la situación de su época, se presentaba frente a él
una sociedad que, como un tejido vivo en regeneración, se transformaba: “... la sociedad
del antiguo régimen era una sociedad orgánica, caracterizada precisamente por su unidad
y por su cohesión. Todo en ella contribuía a mantener poderosos vínculos entre sus
miembros: la familia amplia, el parentesco, (...) los gremios, la comunidad local, los
estamentos (sociales). El aparato eclesiástico ejercía un fuerte control social; en fin, la
monarquía en la que se proyectaba todo aquel sistema tan rígidamente jerarquizado, se
presentaba como encarnando la voluntad divina, que, en definitiva, era la garante de las
relaciones entre las partes y el todo y del último significado de este todo. Se trataba, en
suma, de un mundo sin fisuras, con sentido, considerado necesario, inmutable.”11
La revolución francesa y la revolución industrial, interpelan la unidad y cohesión de ese
mundo: “En el plano ideológico-político, la revolución francesa ha proclamado la abolición
de los gremios y de las asociaciones (1791), ha puesto limites al poder paterno y a la
propiedad (1792), ha sustituido la enseñanza religiosa por la enseñanza laica (1793), ha
tratado de someter el poder del aparato eclesiástico; en una palabra, ha enfrentado la
10
Íd. Pág. 205.
11
Íd. Pág. 207.
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fundamento de una moral y de una política que llenase el vacío existente en la sociedad
de comienzos de siglo. Esa sociología estaba llamada a combatir y a reemplazar las
bases de las viejas ideas morales, esto es, la doctrina teológico-metafísica.”14 En suma, la
sociología debe proporcionar una teoría política positiva que, elevada a la categoría de
ciencia de la observación, sustituirá a la política basada en suposiciones abstractas, más
o menos vagas, que, aunque suposiciones metafísicas, no son más que una variedad de
la teología.
Esta “... sociología positivista era ya una sociología de la educación: podría decirse
incluso que era esencialmente una sociología del conocimiento y una sociología de la
educación. La elaboración de una doctrina orgánica capaz de servir de base legitimadora
del nuevo orden social, esto es, la construcción del positivismo, era solo el primer
momento de un proceso, del cual el segundo era necesariamente la construcción de un
nuevo sistema educativo llamado a cumplir funciones sociales fundamentales. Por eso
toda empresa del positivismo ha sido, en cierto modo, una empresa de carácter educativo;
la política positiva era básicamente no una política escolar, que podría desgajarse de
otras preocupaciones, sino una política de educación moral, entendida esta última como
la fuerza cohesiva de la sociedad”15.
Dentro de este cuadro general hasta ahora expuesto, Lerena examina el lugar que
ocupa la educación en la obra de Saint-Simon. Afirma que Saint-Simon tiene una
concepción muy clara del proceso en que se produce la formación de la personalidad y el
carácter: “Nuestro autor -que, para decirlo con una terminología actual, no separa la
sociología de la educación de la sociología de los intelectuales, ni de la sociología de la
cultura o del conocimiento- considera que se trata en todos los ámbitos de construcciones
sociales condicionadas, sometidas a evolución, perecederas.”16
Analizando el fundamento de las reflexiones saint-simonianas sobre la educación y la
cultura avanza Lerena afirmando que estas reflexiones se sustentan en la concepción de
Saint-Simon respecto del poder espiritual o poder ideológico: “Se trata de que, como
reflejo de la atracción que sentía por la sociedad medieval, en razón de la unidad moral
que la caracteriza históricamente, Saint-Simon piensa siempre la sociedad en dos planos
o esferas, las que llama el orden espiritual y el orden temporal, siendo su unidad y su
14
Íd. Pág. 209.
15
Íd. Pág. 210.
16
Id. Pág. 212.
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integración el fondo del problema que se plantea. El orden espiritual está centrado en el
mundo de la producción espiritual, y el orden temporal en el mundo de la producción
material. Aquél constituye una comunidad de ideas, este una comunidad de intereses.
Ambos planos, por otra parte, tienen una organización bifronte del poder: poder espiritual
y poder temporal. Todo el pensamiento saint-simoniano está montado sobre esa sencilla
plataforma. Básicamente piensa que en una sociedad estable se da una adecuada
correspondencia o integración entre ambas comunidades de ideas y de intereses (...)”17
Así, para Saint-Simon, una sociedad además de constituir una comunidad de intereses
«no puede subsistir sin ideas morales comunes; esta comunidad es tan necesaria en el
orden espiritual, como lo es en el temporal la comunidad de intereses. Ahora bien, estas
ideas no pueden ser comunes si no tienen por base una doctrina filosófica universalmente
adoptada en el edificio social; esta es la clave de la bóveda, el nexo que une y consolida
todas sus partes»18. La educación, consecuentemente será concebida por Saint-Simon
en términos de la continua enseñanza de aquellos conocimientos necesarios al
mantenimiento de las relaciones establecidas entre los miembros que componen la
sociedad.
“Basado en esta concepción, el proyecto de reconstrucción moral asumido por la
sociología saint-simoniana tiene que identificarse en último extremo con una tarea
educativa. Una tarea en la que forzosamente se ha de entender la educación como
educación moral, o sea, como algo que va mucho más allá de la simple instrucción y que
ha de relacionarse con la formación de hábitos, con la disciplina. Esta tarea es
precisamente el centro en que convergen las funciones o cometidos de lo que llama
nuestro autor poder espiritual o ideológico: «La educación nacional -escribe Saint-Simon-
17
Conviene destacar que este sistema de pensamiento no es estático. Como afirma Lerena, este modelo saint-simoniano
incorpora un planteamiento dinámico, evolucionista, pero en términos de conflicto. Durante el periodo revolucionario, el
conflicto estuvo protagonizado por los legistas que socavaron el poder temporal y se lo arrebataron a la nobleza, y por los
metafísicos que hicieron quebrar el poder espiritual del clero. Ambas fuerzas sociales, los legistas y los metafísicos,
nacieron en el seno mismo del antiguo orden y están condenadas a salirse del escenario histórico, en la concepción de
Saint-Simon, dado que su cometido crítico, luego del periodo revolucionario, es innecesario; pero esto no significa que la
revolución hubiere llegado hasta su punto culminante, es este un proceso inacabado que reclama que “sean entronizados
los personajes últimos, del nuevo y definitivo sistema social: en lo temporal, los industriales; en lo espiritual, los sabios
positivos, los cuales sustituirán un sistema de creencias por un sistema de demostraciones.” Texto reseñado. Págs. 213/14.
18
SAINT-SIMON, H. de (1975): El sistema industrial. Madrid. Revista de Trabajo. Pág. 178. Citado en texto reseñado. Pág.
215.
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es la función especial del poder espiritual (...); la educación nacional debe hoy organizarse
en manos de los sabios, según un plan totalmente nuevo».”19
Saint-Simon no solo se refiere a la educación nacional, sino que además proyecta la
organización de la educación pública a nivel europeo: “... ello a través de un parlamento
único al que se le encomendaría, entre otras, esa esencial función. (...) Saint-Simon
corona sus delirios con el profético diseño del Consejo de Newton: un reducido comité de
sabios, seleccionados meritocrática y universalmente, rigiendo los destinos del planeta.
Efectivamente, veintiún elegidos que representan la cúspide del talento -en la que las
mujeres están incluidas, y que se constituye y organiza en régimen de perfecta
democracia-, que suponen la sustitución del gobierno y su despliegue de medios políticos
por la administración y su despliegue de medios ideológicos empezando -y terminando-
por el sistema educativo”20.
En el campo de la educación, Saint-Simon produjo al menos dos escritos dedicados a
exponer su concepción sobre este tema. En el trabajo de Lerena que reseñamos éste
analiza esos escritos.
Uno es un folleto, titulado “Algunas ideas sometidas a la asamblea general de la
Sociedad de Instrucción Primaria” (1816). La sociedad de referencia estaba encargada de
regir una escuela lancasteriana en un suburbio de París y Saint-Simon era uno de sus
miembros. En dicho folleto Saint-Simon “... hace una defensa del llamado método de
enseñanza mutua, de origen ingles. Este método, (...), utiliza como monitores a los
alumnos o aprendices más aventajados, constituyendo pequeños grupos de enseñanza y
rompiendo la relación maestro-masa del alumnado (...). Producto típico de esta época,
este método, del cual dice Saint-Simon que permite aprender a leer y escribir en dieciocho
meses, se considera que guarda con la enseñanza tradicional, (...), la misma relación que
la rueca de hilar con la lanzadera de la maquina textil de la época; en suma, la versión
industrialista en el campo de la enseñanza. Saint-Simon, naturalmente, lo predica.
Curiosamente, no solo por su utilidad o economía de tiempo, sino porque favorece la
práctica de lo que llama uniformidad de la doctrina.”21
También escribe Saint-Simon seis Ordenanzas, en 1820, cuya promulgación propone al
Rey. Afirma Lerena que las dos primeras de esas ordenanzas, y su correspondiente
19
La cita de Saint-Simon corresponde a SAINT-SIMON, H. de (1975), pág. 269. Texto reseñado. Pág. 216.
20
Texto reseñado. Pág. 216.
21
Id. Págs. 216/17.
8
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22
Id. Pág. 217.
23
Íd. Pág. 218.
9
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27
COMTE, A. (1966): Catechisme positiviste. París. Edit. Garnier-Flammarion. Pág. 32. Citado en texto reseñado. Pág. 224.
28
Texto reseñado. Pág. 226.
11
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29
Íd. Pág. 226.
30
COMTE, A (1966). Pág. 48. Citado en texto reseñado. Pág. 227.
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aparato -dogma, liturgia, burocracia- de cuyo diseño se está ocupando y en el que las
figuras de «maestros», «sacerdotes» y «sociólogo» se confunden.”31
El telón de fondo de todo el pensamiento comtiano es el objetivo de restaurar el régimen
teológico en una versión nueva: “ (...) piensa que la «herejía metafísica», o el pecado
original de la razón abandonada a sí misma, ha conducido al negativismo y a la anarquía
intelectual y moral de unos «hombres verdaderamente indisciplinados –escribe- que, a
pesar de su pequeño número, ejercen una vasta influencia que siembra la fermentación
subversiva en todos los cerebros desprovistos de convicciones inquebrantables». Estos
hombres son, naturalmente, los metafísicos y los legistas, a quienes identifica con las
capas cultivadas de las clases medias (...). Contra esta que llama «peste occidental»,
nuestro autor, (...) hace un llamamiento a dos categorías sociales (...) para la construcción
de su doctrina, «no sabría –escribe- contar con otro apoyo decisivo que el sentimiento
femenino, asistido enseguida por la razón proletaria»”32.
En este momento habrá de advertirse, como lo hace Lerena, que la clave última de su
sistema de educación positiva debe buscarse en la profunda admiración que sentía
Comte por “lo que de maquina política tiene el catolicismo.” 33 Así, todo el pensamiento
comtiano acerca de la educación puede resumirse en la idea de “la sustitución de la
maquina política del catolicismo, clave del arco del antiguo régimen, por un sistema de
educación positiva en el que los nuevos servidores, los maestros-sociólogos, encarnen el
abanico de funciones sociales que han perdido ya los sacerdotes católicos”34.
Lerena, de modo comparativo, contrasta a continuación la concepción relativa al cambio
social y al Estado que sustentaran Saint-Simon y Comte. Expone que son al menos dos
concepciones del maestro que su discípulo no incorpora: la idea del conflicto de clases,
que está presente en la teoría de la sociedad saint-simoniana, y la idea de la disolución
del Estado en la economía, que resume la posición de Saint-Simon respecto al desarrollo
de una forma de administración social de la producción en la sociedad industrial-científica
que sustituye a la función de gobierno del Estado. Con estas ausencias, la sociología de
Comte está dirigida a oponerse a cualquier tendencia reformadora, “... lo que se revela ya
en su definición de «positivo»: lo real frente a lo quimérico, lo útil frente a lo ocioso, lo
cierto frente a lo dudoso, lo preciso frente a lo vago, lo orgánico frente a lo crítico, lo
31
Texto reseñado. Págs. 230/31.
32
COMTE, A. (1966). Pág. 44. Citado en texto reseñado. Pág. 231.
33
Texto reseñado. Pág. 232.
34
Íd. Pág. 231.
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relativo frente a lo absoluto y, en fin, lo social frente a lo personal. Aun más: toda la obra
comtiana desprende un inequívoco perfume: el del totalitarismo. Sin embargo, y aunque el
orden, la unidad, la subordinación y la jerarquía sean sus temas constantes, su sociología,
especialmente lo que hay en ella de sociología de la educación, así como lo que de
política educacional hay en la política positiva, está ya, creo, en lo fundamental en Saint-
Simon”35.
Un aspecto relevante para interpretar la concepción sobre la educación que sustentara
Comte, lo trabaja a continuación Lerena. Refiere que: “Comte tiene una concepción de la
educación que resulta inseparable, y que está subordinada, a su concepción de sociedad:
basadas ambas, por otra parte, en un determinado planteamiento epistemológico, su
sociología de la educación está colocada en el mismo centro de su sociología: coinciden.
«La sociedad -escribe Comte- es imposible de descomponer en sus individuos, como es
imposible de descomponer una superficie en rectas o una recta en puntos». Con esto dice
más de lo que quiere decir, porque está poniendo en contradicciones las nociones de
individuo y sociedad, de la parte y del todo, de sujeto y objeto, para inmediatamente
pronunciarse por el último término de esta serie de pares opuestos.”36
Así, para Comte “... el individuo es, efectivamente una abstracción, y en un grado
máximo, pasivo producto de la educación. Por la misma razón y al mismo tiempo que en
el campo epistemológico adopta un objetivismo extremo, la sociología comtiana constituye
un crudo realismo, o sea, un sociologismo. Esta es la base de la asimilación o
identificación que se hace en ella entre educación y proceso pasivo de adaptación social.
Por otra parte, esta concepción representa la baza, el remate de un conservador. (...)
Nuestro autor no hace, en esencia, más que contradecir desde la posición conservadora a
aquel movimiento que representaba la primera y progresiva manifestación de la razón
burguesa: fe en el hombre, tarea de humanización de las instituciones, individualismo,
voluntarismo.”37
Expuesto brevemente, es la adaptación de los individuos a la sociedad la tarea que, en
el sistema comtiano, le corresponde a la educación, y esta comprensión es consecuencia
de su concepción respecto de la sociedad. La sociedad es lógica y psicológicamente
anterior al individuo, es fuente de la personalidad, del lenguaje, de la moralidad, del
35
Íd. Pág. 233.
36
Íd. Pág. 234.
37
Íd. Pág. 234.
14
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42
Íd. Pág. 241. Las citas corresponden a COMTE, A. (1963). Págs. 77 y 181.
43
Ídem. Pág. 241.
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los hombres. Este proyecto comtiano no tiene más parangón histórico que el del
catolicismo medieval (...).”44
Prosigue Lerena tratando de localizar el lugar del sistema educativo en ese proyecto de
«educación universal». Al respecto afirma que: “… (Comte) convencido de que las
principales dificultades sociales no son esencialmente políticas, sino sobre todo morales,
de suerte que su posible solución depende realmente de las opiniones y de las
costumbres, mucho más que de las instituciones, extrema las posiciones teóricas
adoptadas por Saint-Simon, concretamente en relación con su concepción del sistema
educativo. (...). Para él, el sistema de educación consiste en «el sistema de ideas y
costumbres necesarias para preparar a los individuos para el orden social que tienen que
vivir y para adaptar todo lo posible a cada uno de ellos al destino particular que tendrá que
asumir». Concebido de esa forma, esto es, desbordando con mucho el aparato escolar y
a la tarea de socialización familiar, ése es el sistema educativo que pone en el centro de
su proyecto de sociocracia, proyecto en que desemboca, haciéndola inteligible, toda su
obra: el gobierno de una doctrina, inculcada por un sistema educativo omnipresente,
dentro de una poderosa máquina estatal.”45
Con Lerena nos preguntamos a esta altura ¿quiénes deberán ser los encargados de la
inculcación de la doctrina en un sistema educativo así entendido? “Comte piensa que
ninguna sociedad puede conservarse y desarrollarse sin un sacerdocio cualquiera. Está
claro que el positivismo viene a sustituir al catolicismo y que los nuevos sacerdotes-
maestros son los sabios positivos, esto es, los sociólogos. La función de estos, como la
función de aquellos, es esencialmente de carácter educativo.”46 “Para nuestro autor, el
sacerdote-maestro es el ministro, representante o funcionario de una potencia superior,
que encarna la autoridad de esta última, la cual le respalda en el ejercicio de función. Esta
se lleva a cabo mediante la práctica educativa en sentido amplio, esto es, situada más allá
de la educación escolar. «El sacerdote deviene así –escribe- el consagrador necesario de
todos los poderes humanos, sin tener él mismo necesidad de una consagración externa,
ya que él es el órgano directo de la suprema autoridad».47
Así mismo, para Comte el maestro cumple una triple función “«...de consejero,
consagrador y regulador (que) se lleva a cabo siempre juzgando, es decir, según una
44
Íd. Pág. 242.
45
Íd. Pág. 242. La cita corresponden a MENDRAS, H. (1973): Elementos de sociología. Barcelona. LAIA. Pág. 123.
46
Íd. Pág. 243.
47
Íd. Pág. 244. La cita corresponde a COMTE, A. (1966). Pág. 204.
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apreciación siempre respetada». (...) Su condición y papel de juez determina sus otros
papeles. Por otra parte, la relativa autonomía de la esfera espiritual-educativa hace que el
maestro-sacerdote-sociólogo aparezca colocado a igual distancia de las clases inferiores
que de las superiores. Desde esta posición, considerada neutral, «la educación permite al
sacerdote devenir en medio de un común asentimiento, debido a la igual confianza que
inspira, naturalmente, a los superiores y a los inferiores». Se trata, en suma, como se ve,
de un enunciado que como mínimo incorpora una teoría de la neutralidad del sistema de
enseñanza, de la del conocimiento, en fin, de la del Estado.”48
Observa Lerena que al igual que en toda la sociología positiva, la sociología de la
educación en Comte está entrecruzada con la sociología del conocimiento, por una parte,
y con su sociología de la familia por otra. “Este entrecruzamiento alcanza uno de sus
puntos de interés en la crítica comtiana del sistema de enseñanza de su época.
Constituyendo una aplicación de su doctrina de los tres estados, teológico, metafísico y
positivo, que, según él, señalan la evolución progresiva de la sociedad humana, esta
crítica la refiere a los niveles superiores del sistema escolar, en los que focaliza la
formación de las clases que llama letradas (...).”49
Para empezar su crítica, Comte “... conforme al esquema de su maestro Saint-Simon,
adscribe cada una de las tres distintas doctrinas que forman el universo ideológico -a
saber, la teológica, la metafísica, la positiva- a tres fracciones diferentes del conjunto de
los intelectuales: teólogos-sacerdotes, metafísicos-legistas-letrados, sabios positivos-
sociólogos. Cada una de estas doctrinas y cada una de esas fracciones de intelectuales,
portadores de las mismas, las relaciona con distintos grupos o clases de la estructura
social, y ello en términos de función. «Mientras que la filosofía teológica –escribe- no
conviene ya más que a las clases superiores, de las que tiende a eternizar su
preponderancia política, la filosofía metafísica se dirige sobre todo a las clases medias, de
las cuales secunda su activa ambición».50 “Al margen de su contenido de realidad, he ahí
expresada de modo muy claro la función de legitimación y consolidación de las ideología.
(...). Comte arremete contra las viejas clases medias, en las que ve personificada la
sofística y la inestabilidad política. Pues bien, dentro de estas coordenadas establece una
crítica de las que considera «consecuencias peligrosas de un absurdo sistema de
48
Íd. Pág. 244. Las citas corresponden a: COMTE, A. (1966). Págs. 206 y 208.
49
Íd. Pág. 246.
50
Íd. Págs. 246/47. La cita corresponde a COMTE, A. (1963). Pág.126.
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educación»… Base primero del régimen teológico, piensa que dicho sistema es hoy «el
principal punto de apoyo de del espíritu metafísico, al principio dirigido contra la teología y
luego también contra la ciencia».” 51 “Dominada por el particular ethos de legistas y
literatos, la enseñanza universitaria es para él, una enseñanza de palabras, de entidades
abstractas, que en adelante inspiran a quienes le reciben una invencible desgana por todo
trabajo intelectual. Junto a la ‘viciosa’ erudición histórica, critica el verbalismo, ese desdén
del fondo por la forma y esa manía de colocar por encima de todo el arte de bien decir.
(...). Quienes se someten a esa enseñanza, piensa Comte, pierden sus mejores años de
juventud, debiéndole en adelante a la misma, entre otros rasgos característicos, su
inadaptación a la vida real, su desdén hacia las profesiones vulgares y su antipatía por la
ciencia positiva. «La educación oficial –escribe- no puede desembocar de ordinario más
que en la formación de sofistas y retardadores, que tienden inmediata y espontáneamente
a propagar el mismo espíritu».”52“No obstante, y como se podía pensar, los cargos más
graves que hace a lo que a veces llama «educación escolástica» son de orden político.
Piensa que esa enseñanza dispone a quienes la reciben a «secundar una estéril agitación
metafísica, así como inquietantes pretensiones personales que, desarrolladas por esa
desastrosa educación, no tardan en tornarla políticamente perturbadora». Y no olviden
que está hablando de la (...) «clase intermedia». Con todo, los escalones superiores de
este sistema de enseñanza tienen para él una característica completamente favorable:
excluyen al proletariado.”53
Destaca Lerena que Comte, con el proletariado tanto como con las mujeres, tiene la
idea de que ambos grupos sociales son los destinatarios de la doctrina positiva; es más,
entre el proletariado y la sociología se daría casi una espontánea afinidad. Para eso
Comte trabajó en forma gratuita, por espacio de diecisiete años, en la educación positiva,
esto es, dictando un curso, de astronomía popular, dirigido a obreros, con el propósito de
inculcarles en el sentimiento de respeto a la invariabilidad de leyes naturales -en el
sobreentendido de que las leyes sociales, que descubrirá el sociólogo, tienen ese
carácter-. En suma, concluye Lerena, “… con la educación positiva, como con la que
llama «santa reacción de las mujeres» el otro polo de su sector de público preferido, «la
51
Íd. Pág. 247. La cita corresponde a COMTE, A. (1963). Pág. 117.
52
Íd. Pág. 247. La cita corresponde a COMTE, A. (1963). Pág. 126.
53
Íd. Págs. 247/48. La cita corresponde a COMTE, A. (1963). Pág. 116.
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Íd. Págs. 248/49. La cita corresponde a COMTE, A. (1963). Pág. 47.
55
Íd. Pág. 249. Las citas corresponden a: COMTE, A. (1966). Pág. 86 y COMTE, A. (1963). Pág. 113.
56
Íd. Pág. 250. La cita corresponde a COMTE, A. (1966). Pág. 76.
57
Ídem. Pág. 250. La cita corresponde a COMTE, A. (1963). Pág. 123.
58
Íd. Pág. 251.
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