Está en la página 1de 14

11

El santuario y los ministerios


del nuevo pacto

L
a Epístola a los Hebreos contiene una relación profética y tipo-
gráfica muy completa entre el plan de Dios revelado a través
del sistema de sacrificios hebreo y el plan de Dios revelado a
través del ministerio personal de Jesucristo en su vida, muerte,
ascensión y mediación celestial.1 Hebreos 9: 15 nos introduce en el es-
tudio de estas dos revelaciones del plan de Dios que se complementan
entre sí. «Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados
reciban la herencia eterna prometida» (NVI).
Aquí la Escritura resalta claramente a Jesucristo como el Mediador
celestial de un pacto superior. Él cumplió el tipo del llamado pacto an-
tiguo de dos maneras.
Primero, él es el verdadero sacrificio sobre el cual se basa ese pacto,
cuya sangre también lo ratificó. La sangre de Cristo ratificó el nuevo
pacto y dejó caduco el pacto del Sinaí y su sistema mediador basado en
el sacrificio de animales. «El pacto hecho con Abraham fue ratificado
mediante la sangre de Cristo, y es llamado el “segundo” pacto o “nuevo”
pacto, porque la sangre con la cual fue sellado se derramó después de la
sangre del primer pacto».2

1. Ver los artículos en Frank B. Holbrook, ed., Issues in the Book of Hebrews, Daniel and Revelation Committee
Series, 4 (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 1989).
2. Elena G. de White, Patriarcas y profetas, cap. 32, p. 341.

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 107 12/10/20 8:32 PM


108 • L a promesa : el pacto eterno de D ios
En segundo lugar, Cristo cumplió el tipo al convertirse en el Mediador
del nuevo pacto, así como Moisés fue el mediador del pacto del Sinaí. La
mediación de Jesucristo, sin embargo, también incluye la redención «de
los pecados cometidos bajo el primer pacto» (Hebreos 9: 15). Esta ampli-
tud de significados indica que los sacrificios del pacto del Sinaí solo eran
tipos que apuntaban hacia la muerte de Cristo en la cruz y que solo en-
contraron su cumplimiento en la muerte sacrificial y sustitutiva de Cristo.
Por lo tanto, debemos entender que su mediación afecta la redención de
todos los creyentes, ya sea bajo el nuevo pacto o bajo el antiguo pacto.
El nuevo pacto es también superior al antiguo en la seguridad del per-
dón. Sin embargo, sería un error pensar que bajo el pacto del Sinaí, con
sus sacrificios de animales, no había perdón disponible. Dios también
prometió el perdón a los penitentes en el período durante el cual el pacto
del Sinaí estaba vigente (Éxodo 34: 6–7; Levítico 4: 20, 26, 31, 35; 19: 22;
Salmo 103: 12; Isaías 38: 17; 43: 25; Nehemías 9: 17). Pero el perdón
bajo el pacto del Sinaí era proléptico o anticipatorio del perdón que ase-
guraría la sangre de Cristo (Hebreos 9: 15), que «por muchos es derrama-
da para perdón de los pecados» (Mateo 26: 28). El perdón de los pecados
bajo el nuevo pacto se puede considerar superior en el sentido de que está
asegurado en la muerte de Cristo en la cruz. En el antiguo pacto, el pecado
era perdonado en vista y en anticipación de lo que Cristo lograría en la
cruz al morir por los pecados de la humanidad; pero en el nuevo pacto, el
perdón se otorga sobre la base de lo que ya se logró en la cruz. En el pri-
mer caso, los creyentes esperaban con ansias la llegada del Hijo de Dios;
en el segundo, miramos atrás, hacia lo que ya él logró.

El verdadero santuario en el cielo


Así como el antiguo pacto tenía un santuario, el nuevo pacto también
tiene uno. El santuario en el cielo no es simplemente una idea en el ámbito
celestial que tiene un leve reflejo en la tierra; sino que es algo muy real, tan-
to así que está en el corazón del universo y que se puede ver y apreciar.3

3. William G. Johnsson, «The Heavenly Sanctuary: Figurative or Real?» Issues in the Book of Hebrews, pp. 35–
51; cf. Ángel Manuel Rodríguez, «La doctrina del santuario» en Raoul Dederen ed., Teología: Fundamentos
bíblicos de nuestra fe (Doral, FL: IADPA, 2006), t. 4, pp. 96-178.

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 108 12/10/20 8:32 PM


11. El santuario y los ministerios del nuevo pacto • 109
Dios deseaba vivir con su pueblo y por eso dijo: «Me erigirán un san-
tuario, y habitaré en medio de ellos» (Éxodo 25: 8). El propósito final
de Dios de construir un santuario portátil en el desierto era que él pu-
diera estar presente de una manera más íntima en medio del pueblo del
pacto. La intención era que el santuario terrenal, erigido para que mora-
ra la presencia Divina, revelara su propósito de hacer de los corazones
humanos un templo para su morada, una de las disposiciones clave del
nuevo pacto (Hebreos 13: 20–21).4 Todo el proceso para llevar a cabo
el pacto (Éxodo 19 y 24) y de entrega de la ley (Éxodo 20: 1–11) es ga-
rantía de la realidad de la presencia de Dios en el tabernáculo y en los
corazones de su pueblo. Un estudio detallado de Éxodo 25: 9, 40 revela
que la triple repetición de la palabra «modelo» (en hebreo tabnit) deno-
ta la idea de que a Moisés en su visión (Números 8: 4) se le mostró un
modelo a escala o una copia en miniatura del santuario celestial. Dios
le instruyó para que construyera el santuario terrenal siguiendo el pa-
trón de este modelo en miniatura. Por lo tanto, el santuario terrenal era
una copia construida según la realidad celestial.
El libro de Apocalipsis en el Nuevo Testamento deja en claro que el
templo o santuario celestial no debe equipararse con todo el cielo.
Apocalipsis 11: 19 claramente nos presenta un templo «en el cielo» que
fue abierto en el que podía verse el arca del pacto dentro de él. En Apo-
calipsis 14: 17, el revelador informa que «otro ángel salió del templo
que está en el cielo» (la cursiva es nuestra). Esta particularidad aparece
nuevamente en Apocalipsis 15: 5, donde el versículo dice que «fue
abierto en el cielo el santuario del tabernáculo del testimonio» (la cur-
siva es nuestra). La repetición de esta frase revela sin lugar a dudas que
hay un templo o santuario en el cielo y que de ninguna manera se pue-
de interpretar que el cielo mismo o los cielos superiores son el santua-
rio. En resumen, basándonos en la visión que tuvo Moisés y la que tuvo
Juan el revelador, queda claro que debe establecerse una clara distin-
ción entre el cielo mismo y el santuario o templo de Dios en el cielo. En
Hebreos 8 también se hace hincapié en la realidad del santuario celes-
tial. En el versículo 2, encontramos el adjetivo «verdadero» asociado

4. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 16, p. 137.

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 109 12/10/20 8:32 PM


110 • L a promesa : el pacto eterno de D ios

con el santuario celestial. El santuario celestial es el «verdadero tabernácu-


lo». La palabra verdadero aquí es el adjetivo griego alethes, que define algo
como «verdadero» en oposición a «falso». Este «verdadero tabernáculo»
(Hebreos 8: 2) es el tabernáculo original, del cual el santuario terrenal
de dos partes es una «figura y sombra» (Hebreos 8: 5). El santuario te-
rrenal no es más que una «sombra»; la realidad está en el cielo. La «som-
bra» en la tierra refleja la realidad física del santuario de dos partes que
está en el cielo, el cual proyecta la sombra (comparar Éxodo 25:40;
26:30; 27: 8).
La Epístola a los Hebreos nos dice que en un lugar excelso al que
define como «los cielos» (Hebreos 4: 14; 7: 26; 8: 1, 2; 9: 24; 12: 25–26),
muy por encima de la tierra y de los cielos que serán sacudidos por Dios
(Hebreos 1: 10–12; 11: 1–2; 12: 26), existe la realidad de la Jerusalén
celestial (Hebreos 11: 10; 12: 22; 13: 14) y el santuario «verdadero» de
dos compartimientos (Hebreos 8: 2, 5; 9: 11, 28). Así como la copia
terrestre tenía dos compartimentos (Hebreos 9: 1–6), el santuario origi-
nal celestial tiene dos partes o compartimentos (Hebreos 8: 2, 5; 9: 8,
11, 12, 23, 24; 10: 19), de los cuales uno contiene el trono de Dios
(Hebreos 4: 16; 8: 1; 12: 2). Este verdadero santuario de dos partes en el
cielo no solo es el original, sino la sede misma del ministerio celestial
salvador y benéfico de Cristo.
La lógica de la Epístola a los Hebreos exige que así como el antiguo
pacto tenía un santuario dividido en dos partes, el nuevo pacto también
tenga un santuario dividido en dos partes. La tipología que se usa en
Hebreos 8: 1–5 y Hebreos 9: 8–28 muestra una tipología vertical, cielo–
tierra; así como una tipología de original y copia.
Hebreos 9: 1–5 describe la estructura del santuario terrenal con el
lugar santo y el lugar santísimo. Los versículos 6 y 7 dan detalles de los
respectivos servicios. En Hebreos 9: 8, la frase «primer tabernáculo»
(NVI) o «primer cuarto» (PDT) (prote skene) se usa en el sentido tempo-
ral de haber sido el «primer santuario» o «antiguo santuario» del anti-
guo pacto, incluyendo tanto el Lugar Santo como Lugar Santísimo.

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 110 12/10/20 8:32 PM


11. El santuario y los ministerios del nuevo pacto • 111

En Hebreos 9: 8, la expresión «tabernáculo» (en griego, ta hagia) se


refiere a todo el santuario celestial con sus dos divisiones. «El más am-
plio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos» (Hebreos 9: 11),
se refiere igualmente al santuario celestial de dos partes, dos divisiones.
Todo esto demuestra que tanto el Nuevo Testamento como el Antiguo
(Salmos 1: 4; 18: 6; 29: 9; 60: 6; 63: 2; 68: 35; 96: 6; 150: 1; Miqueas 1:
2–3; Habacuc 2: 20; etc.) enseñan la realidad del santuario celestial y
que existe un verdadero santuario celestial de dos partes, un santuario
«real», que no es meramente un concepto o metáfora.
En los tiempos anteriores al Nuevo Testamento, el método designa-
do divinamente para que el pecador se librara del pecado y de la culpa
era a través de sacrificios de animales. En Levítico 1–7 se detallan las
ofrendas de sacrificio de los israelitas. Estos procedimientos requerían
de una cuidadosa atención al uso y eliminación de la sangre en los di-
versos tipos de sacrificios.
La persona que pecaba quebrantaba de manera personal la relación
del pacto y la ley que la regulaba. Bajo el antiguo pacto, esta persona
podía restaurar su plena comunión con Dios y sus semejantes si traía un
animal para presentarlo como sacrificio sustitutivo. Los sacrificios, in-
cluidos los ritos asociados con ellos, eran el medio designado por Dios
para lograr la limpieza del pecado y la culpa. Dios los instituyó para
limpiar al pecador, para transferir el pecado y la culpa del pecador al
santuario por medio de la sangre rociada, y para restablecer la plena co-
munión del pacto con Dios y con los demás seres humanos. «De hecho,
la ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derrama-
miento de sangre no hay perdón» (Hebreos 9: 22, NVI).
El israelita reflexivo sabía que los sacrificios de animales eran el me-
dio que Dios utilizaba para señalarles proféticamente el sacrificio ma-
yor. Ciertamente, un animal no era el sustituto idóneo para expiar ade-
cuadamente el pecado y la culpa de una persona (véase Oseas 6: 6; Sal-
mo 50: 8–15; 51: 15–19; Isaías 1: 10–18; 53). El autor de Hebreos
declara explícitamente: «Es imposible que la sangre de los toros y de los
machos cabríos quite los pecados» (Hebreos 10: 4, NVI). Por lo tanto,

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 111 12/10/20 8:32 PM


112 • L a promesa : el pacto eterno de D ios

el sacrificio de animales no era más que una prefiguración del sacrificio


venidero, el cual moriría en sustitución de los pecados del mundo.
Esta gran verdad está expresada proféticamente en uno de los capítu-
los más majestuosos de todas las Escrituras:

«Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros


pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus
llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarria-
mos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y
afligido, no abrió su boca; como un cordero fue llevado al
matadero; como una oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, no abrió su boca» (Isaías 53: 5–7).

Estas palabras proféticas sobre la venida del Mesías y su papel sacri-


ficial manifiestan el hermoso plan de Dios para la salvación de la huma-
nidad. El hecho de que Jesucristo murió en la cruz como sacrificio es el
tema principal del Nuevo Testamento. Se habla de Jesús como el Corde-
ro de Dios inmolado vicariamente: «¡Este es el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo!». (Juan 1: 29). Pablo describe a Jesús como
«nuestro Cordero pascual» que «ha sido «sacrificado» (1 Corintios 5: 7,
NVI). De hecho, Jesucristo «se entregó a sí mismo por nosotros» como
un «sacrificio a Dios» (Efesios 5: 2), «como de un cordero sin mancha y
sin contaminación» (1 Pedro 1: 19). Él «se ofreció a sí mismo a Dios
como un solo sacrificio por los pecados, válido para siempre» (Hebreos
10: 12, NTV).
La tesis de que la muerte de Cristo en la cruz fue sustitutiva y no me-
ramente representativa ha perdido el apoyo de muchos intérpretes.5 Sin
embargo, la muerte sustitutiva de Cristo en la cruz no se puede negar
fácilmente. El Nuevo Testamento insiste una y otra vez que Cristo, quien
vivió «sin pecado» (Hebreos 4: 15), murió «por» el pecado (Romanos 8: 3,

5. Véase la conveniente encuesta llevada a cabo por Richard Rice, «The Doctrine of Atonement in Contemporary
Protestant Theology», The Sanctuary and the Atonement: Biblical, Historical, and Theological Studies, eds.,
Arnold V. Wallenkampf y W. Richard Lesher (Washington, DC: Review and Herald®, 1981), pp. 478–499.

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 112 12/10/20 8:32 PM


11. El santuario y los ministerios del nuevo pacto • 113

NVI) y fue crucificado en favor de hombres y mujeres, «se dio a sí mis-


mo por nuestros pecados» (Gálatas 1: 4), «fue entregado por nuestras
transgresiones» (Romanos 4: 25) y «murió por nuestros pecados confor-
me a las Escrituras» (1 Corintios 15: 3). Estos pasajes, junto con Gálatas
3: 13 y 2 Corintios 5: 14, dejan claro que la muerte de Cristo en la cruz
fue sustitutiva. Él murió en nuestro lugar. Él mismo se entregó como
sustituto por nosotros. Murió la muerte del transgresor, pagando la
pena por nuestro pecado, proporcionando así vida y comunión con él y
con Dios para siempre.6
Así como el animal se sacrificaba en el altar fuera del santuario, Jesu-
cristo murió en la cruz, en la tierra, fuera del santuario celestial. La
muerte de Cristo en la cruz resumió y cumplió todos los tipos y sombras
en todos los diversos sacrificios en el sistema del Antiguo Testamento,
todos los cuales apuntaban hacia Su muerte.
Cuando Jesucristo murió en la cruz, el templo y sus rituales dejaron
de tener sentido. La cortina del templo se rasgó por la mitad (Mateo
27: 51) como señal de que el templo y sus servicios habían perdido su
significado en el plan de Dios. Aunque los judíos, e incluso ciertos cris-
tianos hebreos, como podemos deducir de la Epístola a los Hebreos,
continuaron ofreciendo sacrificios en el templo terrenal, estos sacrifi-
cios fueron en vano. Jesucristo, el verdadero sacrificio, había venido,
cumpliendo con la totalidad de lo que estos sacrificios de animales se-
ñalaban, haciendo que los mismos carecieran de sentido después de
que él murió.

La primera fase del ministerio celestial de Cristo


Después de la dedicación del santuario terrenal (Éxodo 40: 1–11) y
de la instalación de los sacerdotes (Éxodo 40: 12–15; 30: 30–33), se dio
inicio al ministerio en el santuario terrenal. Antitípicamente, nuestro

6. Raoul Dederen, «Cristo, su persona y su obra» en Teología: Fundamentos bíblicos de nuestra fe, t. 2, pp.
145-232; Rodríguez, «Salvation by Sacrificial Substitution», Journal of the Adventist Theological Society
3/2 (1992): pp. 49–77.

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 113 12/10/20 8:32 PM


114 • L a promesa : el pacto eterno de D ios

Sacerdote y Sumo Sacerdote celestial también comenzó su ministerio


en el santuario celestial después de su dedicación, un servicio que se
había predicho en Daniel 9: 24. El derramamiento del Espíritu Santo en
el Pentecostés significó, según Hechos 2: 33, que Cristo había dado ini-
cio a su ministerio celestial. Por medio del Espíritu Santo, el Cristo que
ministra sostiene a su iglesia en la tierra y reivindica a los creyentes ante
sus enemigos.
Jesús el «mediador» celestial de un pacto superior. La propia sangre
de Cristo, derramada en el Calvario a nuestro favor, ratificó el nuevo
pacto y dejó obsoleto el pacto anterior y su sistema mediador. La propia
sangre de Cristo nos dio «plena libertad para entrar en el Lugar Santísi-
mo» (Hebreos 10: 19, NVI). Nos proporciona el «camino nuevo y vivo»
(versículo 20) a través del cual podemos acercarnos «con toda confianza
al trono de la gracia» (Hebreos 4: 16, NTV).
Cristo es nuestro Sacerdote y Sumo Sacerdote celestial. El término
«sacerdote» se usa tres veces en la Epístola a los Hebreos en relación con
el Cristo exaltado y entronizado (Hebreos 7: 15; 8: 4; 10: 21). En He-
breos 7: 15–16, Cristo se presenta como el Real Sacerdote según el or-
den de Melquisedec. Melquisedec, nunca llamado «sumo sacerdote»
sino más bien «sacerdote», es un tipo de Cristo, el «sacerdote» celestial.
Otra característica especial de la Epístola a los Hebreos es el desarro-
llo de una extensa tipología de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote
celestial. Recientes investigaciones meticulosas sobre esta tipología
muestran que tiene aspectos tanto horizontales como verticales. Ya ha-
bíamos mencionado su aspecto vertical. La tipología de sumo sacerdote
en Hebreos se desarrolla más que todo de una manera horizontal. He-
breos 5: 4–5 señala que Dios llamó a Jesús a su rol de sumo sacerdote
como lo hizo con Aarón. Su llamamiento fue un cumplimiento de la
predicción registrada en el Salmo 110: 4. Dios «lo designó» (Hebreos 5:
10, NTV) y lo exaltó «sobre los cielos» (Hebreos 7: 26, NVI). Su nom-
bramiento como Sumo Sacerdote celestial ocurrió como resultado de
un llamado divino y no como un acto de autodesignación o de alguna

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 114 12/10/20 8:32 PM


11. El santuario y los ministerios del nuevo pacto • 115

herencia física. Bajo esta investidura, Cristo demuestra que sus ministe-
rios sumo sacerdotal y sacerdotal son de naturaleza superior.
Además de la de Sacerdote y Sumo Sacerdote, el Nuevo Testamento
describe la función de Cristo en el cielo como Mediador e Intercesor.
Pablo describe a Moisés como el «mediador» de la ley (Gálatas 3: 19);
pero en 1 Timoteo 2: 5, el Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo
en rescate por todos, es designado como el «mediador entre Dios y los
hombres». El término Mediador es uno de los grandes títulos que el
Nuevo Testamento le adjudica a Jesús, en este caso cuatro veces: 1 Timo-
teo 2: 5; Hebreos 8: 6; 9: 15; y 12: 24.
Según el uso de la palabra en el Nuevo Testamento, un «mediador»
es un árbitro o intermediario cuya tarea es unir a dos partes distancia-
das. Este árbitro es el que escribe las diferencias entre las partes separa-
das y también el que inaugura un contrato o pacto. El «mediador» tam-
bién puede hacer las veces de garante o fiador (Hebreos 7: 22) que se
responsabiliza de la deuda de otra persona. De esta manera, en la pri-
mera fase del ministerio celestial de Cristo, el cual se llevó a cabo en la
primera parte del santuario celestial, Jesús, el Mediador celestial, actúa
como intermediario entre nosotros y Dios. Él es el eslabón que conecta
a Dios con la humanidad. Como nuestro Mediador, él pagó todas las
deudas de cada uno de sus clientes. Jesús es el Mediador que puede pre-
sentarse delante de Dios por nosotros gracias a lo que representa su
sangre (Hebreos 10: 10, 19) luego de haberse entregado a sí mismo por
nosotros. Solo él es capaz de unir a las dos partes distanciadas.
Jesucristo es el camino de acceso al santuario celestial (ver Hebreos
9: 8). Su mediación continua en el santuario celestial es tan perfecta y
de una naturaleza tan superior, que el creyente en Cristo no necesita
ningún otro mediador, ya sea en la tierra o en el cielo. La gloria única de
Cristo como Mediador exige que los fieles no den a ningún otro ser ni
siquiera en apariencia la función y obra que Jesucristo está realizando
en el santuario celestial.
Cristo también se desempeña como intercesor celestial. El ministerio
celestial de Cristo incluye un aspecto de «intercesión permanente»,

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 115 12/10/20 8:32 PM


116 • L a promesa : el pacto eterno de D ios

el cual sobresale por la forma en que se usa el verbo en Romanos 8: 34.


También se dice que Jesús intercede «por» aquellos «que por medio de
él se acercan a Dios» (Hebreos 7: 25, NVI). La enseñanza de la continua
intercesión celestial de Cristo se desarrolla de una manera más amplia
en la Epístola a los Hebreos, donde podemos ver que sus actividades de
intercesión se llevan a cabo (Hebreos 7: 25) «ante Dios en favor nues-
tro» (Hebreos 9: 24, NVI), donde continuarán mientras Cristo sea Sumo
Sacerdote (Hebreos 6: 20; 7: 3).
Esta intercesión, la cual lleva a cabo en favor de todo aquel que se
acerca a Dios por medio de Cristo, es un auténtico acto sumosacerdotal.
Mediante su función intercesora, nuestro Sumo Sacerdote celestial nos
limpia de toda maldad. La función intercesora de Cristo es la del Pará-
clito, nuestro Abogado ante el Padre (1 Juan 2: 1); el cual le habla al
Padre en nuestra defensa para que los pecados confesados por ​​ los san-
tos sean perdonados.
El conocimiento de la función de Cristo como Sacerdote intermedia-
rio e intercesor y Sumo Sacerdote en el cielo, así como nuestro Media-
dor e Intercesor celestial, nos hace sentir confiados en nuestra salvación.
Nos hace sentir libres de culpa cuando le confesamos nuestros peca-
dos. Nos eleva a un nivel excelso de crecimiento espiritual. Nos enseña
sobre el Único a través del cual podemos llegar a ser perfectos. El cono-
cimiento de la función celestial de Cristo es clave para entender el signi-
ficado de la justificación por la fe.

La segunda fase del ministerio celestial de Cristo


La segunda fase del ministerio celestial de Cristo en la segunda divi-
sión del santuario celestial comenzó en 1844. Esta segunda fase del mi-
nisterio celestial de Cristo a diferencia de la primera fase está relaciona-
da tipológicamente con el ministerio terrenal que realizaba el sumo
sacerdote en el Día de la Expiación, el cual estaba separado del que lle-
vaban a cabo diariamente los sacerdotes durante todo el año. El minis-
terio «anual» del sumo sacerdote terrenal durante los tiempos del Antiguo

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 116 12/10/20 8:32 PM


11. El santuario y los ministerios del nuevo pacto • 117

Testamento en el gran Día de la Expiación corresponde tipológicamente


a la segunda fase del ministerio de Cristo en la segunda división del
santuario celestial.
Al examinar la segunda fase del ministerio de Cristo en el santuario
celestial, es de gran importancia reconocer que la segunda fase no anula
a la primera. Por el contrario, se agrega una nueva segunda fase del mi-
nisterio a la primera fase para que ambas fases sigan operando simultá-
neamente. Aquí podemos ver el paralelismo con el servicio del santua-
rio terrenal. En el gran Día de la Expiación, también se ofrecía ese mis-
mo día el holocausto continuo, además de los sacrificios especiales del
día (Números 29: 11). De la misma manera, al comienzo de la segunda
fase del ministerio expiatorio de Cristo, su fase como Sumo Sacerdote,
él no dejó su papel como Intercesor y Mediador. Durante la segunda
fase, así como durante la primera, el perdón y los demás beneficios que
recibe el creyente del ministerio sacerdotal de Cristo continúan estando
disponibles.
Ahora, en nuestra comparación del ministerio sacerdotal típico con
el antitípico, examinaremos el elemento del tiempo. La escena del jui-
cio en Daniel 7 arroja luz sobre este aspecto del tema. Debemos estable-
cerlo dentro del marco del tiempo del fin, después de que se haya cum-
plido la profecía de los 1,260 días/años de dominio del cuerno peque-
ño sobre el pueblo de Dios y antes de que el pueblo de Dios reciba el
reino (Daniel 7 : 21–22). En Daniel 8: 13–14 podemos encontrar más
detalles sobre algunos aspectos del tema ya revelados en la visión de
Daniel 7. Específicamente, proporciona detalles sobre el elemento tiem-
po de la segunda fase, refiriéndose a la segunda fase como la «purifica-
ción» del santuario celestial, indicando que comienza al final de los
2,300 años, es decir, en 1844 (véase Daniel 9: 24–27 para conocer las
razones por las cuales la profecía de los 2,300 años/días comenzó en el
año 457 a. C.).
Resulta asombroso que el término santuario en Daniel 8: 14 es el
término hebreo qodesh. Este término es el mismo término típico que se

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 117 12/10/20 8:32 PM


118 • L a promesa : el pacto eterno de D ios

usa para describir el santuario («tabernáculo de reunión», «lugar santo»,


etc.) que sería purificado en el Día de la Expiación en Levítico 16, donde
aparece ocho veces (versículos 2, 3, 16, 17, 20, 23, 27, 33). Aquí vemos
claramente un vínculo en la terminología así como en el concepto entre
Daniel 8: 14 y Levítico 16. En Levítico 16, el capítulo sobre el gran Día
de la Expiación, se habla de la purificación del santuario durante el an-
tiguo pacto. Pero en Daniel 8: 14, estamos hablando de la «purifica-
ción» del santuario del nuevo pacto, el santuario ungido después de la
muerte y ascensión de Cristo (ver Daniel 9: 24, última frase) y que aho-
ra está siendo purificado en el «tiempo del fin» (Daniel 8: 17; compáre-
se con el versículo 19).
La actividad que se llevará a cabo en el santuario celestial y que se
describe en Daniel 8: 14, es una actividad para la cual Daniel usó una
palabra que se ha traducido tradicionalmente al español como «purifi-
cado». El término hebreo es nisdaq, el único uso de esta forma verbal en
el Antiguo Testamento. En la antigüedad y en otros idiomas este térmi-
no también se ha traducido como «limpiado». Dos traducciones grie-
gas, la Septuaginta y la de Teodoción contienen la misma traducción
«purificado». En la traducción latina conocida como Vulgata, la palabra
que se usa es mundabitur, que significa «limpiado» o «purificado». Lo
mismo ocurre con las antiguas traducciones siríaca y copta.
Una investigación filológica cuidadosa revelará que «purificado» es
una de las acepciones de este término, como lo indican términos he-
breos paralelos (Job 4: 17; 17: 9; 15: 14; Salmo 51: 7; Proverbios 20:
7–9) que significan «limpiar» o «purificar». Pero el término hebreo
nisdaq en Daniel 8: 14 también sugiere acciones como «restituir» o
«restaurar», así como «justificar» y «reivindicar».7 Parece que no hay
una palabra adecuada en nuestro idioma que pueda captar los diver-
sos rangos de significado, como: limpieza, rectificación, justificación y

7. Gerhard F. Hasel, «El “cuerno pequeño”, el santuario celestial y el tiempo del fin: estudio de Daniel 8: 9-14»
en Frank B. Holbrook ed., Simposio sobre Daniel (Doral, FL: IADPA, 2010), pp.383-470; Richard M. Davidson,
«The Meaning of Nisdaq in Daniel 8: 14», Journal of the Adventist Theological Society 7/1 (1996): pp.
107–119.

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 118 12/10/20 8:32 PM


11. El santuario y los ministerios del nuevo pacto • 119

vindicación, que se deben resumir en un solo término para transmitir


la riqueza de esta palabra hebrea.
Anteriormente señalamos que la nueva fase en el ministerio celestial
de Cristo comenzó en el año 1844, que ocurre en la segunda división
del santuario celestial. Esta actividad previa al advenimiento, que es el
antitipo de la obra del Día de la Expiación en el sistema levítico, se lleva
a cabo en el Lugar Santísimo del Santuario celestial y tiene dimensiones
cósmicas. La «purificación» implica la eliminación del pecado. Esta «res-
titución» o «restauración» implica ganar el lugar apropiado para la fun-
ción de la intercesión sumosacerdotal de Cristo durante esta última fase
de su ministerio celestial. La «justificación» denota una actividad judi-
cial, forense, relacionada con un juicio, en la que se toman decisiones
sobre los que serán resucitados y los que serán rescatados durante la
Segunda Venida de Cristo (véase Daniel 12: 1–3). La «reivindicación»
significa que los santos sean purificados ante todas las inteligencias del
universo (ver Daniel 7: 9–10) y considerados dignos de ser ciudadanos
del reino eterno de Dios. La «reivindicación» también implica la reivin-
dicación del carácter y de la justicia de Dios.
Estas actividades de juicio, redentora y de purificación descritas en
Daniel 8: 14 señalan precisamente el inicio de estos acontecimientos
en el santuario celestial: tienen lugar al final de las 2,300 «tardes y ma-
ñanas». Estas actividades celestiales se comparan con las actividades tí-
picas del Día de la Expiación, que encontramos en Levítico 16: la lim-
pieza, la restitución, la justificación y la vindicación tanto del santuario
como de los santos. Las actividades de juicio, redentora y de purifica-
ción del tiempo del fin ante las inteligencias del universo restauran el
santuario al lugar que le corresponde, hace que los pecados sean borra-
dos y que los santos, así como Dios mismo, sean vindicados ante el
universo.
La base pactada para estas actividades de juicio, redentora y de puri-
ficación en el santuario celestial en favor del pueblo de Dios es Cristo y
su sacrificio: «Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de
tu pueblo» (Daniel 12: 1; comparar con Judas 9). Él es el único capaz

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 119 12/10/20 8:32 PM


120 • L a promesa : el pacto eterno de D ios

de salir victorioso en el tiempo de angustia y liberar físicamente a los


santos, «todos los que se hallen inscritos en el libro. Muchos de los que
duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eter-
na, otros para vergüenza y confusión perpetua» (Daniel 12: 1–2). Evi-
dentemente, el momento culminante de las actividades de juicio, re-
dentora y de purificación del tiempo del fin (la justificación, la purifica-
ción, la vindicación y la restauración) afectan tanto al santuario celestial
como a los santos terrenales.
La contemplación de la obra majestuosa, maravillosa y vivificante de
Jesucristo nos ayuda a entender el gran privilegio que tenemos de perte-
necer al pueblo de Dios y de su pacto. No estamos solos en nuestra lu-
cha. Por el contrario, nuestro Sumo Sacerdote celestial nos da la seguri-
dad de su ministerio en favor de nosotros en el cielo, así como de su
presencia acompañándonos aquí en la tierra. Poder contemplar lo que
está sucediendo en el cielo a nuestro favor también nos invita y nos
motiva a llevar a cabo una limpieza personal de nuestra vida por medio
de su gracia. Además, comprender de manera sincera la actividad celes-
tial que se lleva a cabo en el Lugar Santísimo del santuario celestial esti-
mula en nosotros un sentido misionero que nos impulsa a cooperar
con él para preparar a otros para su próximo regreso.

4_COMPLEMENTARIO_2021_2T.indd 120 12/10/20 8:32 PM

También podría gustarte