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L
a Epístola a los Hebreos contiene una relación profética y tipo-
gráfica muy completa entre el plan de Dios revelado a través
del sistema de sacrificios hebreo y el plan de Dios revelado a
través del ministerio personal de Jesucristo en su vida, muerte,
ascensión y mediación celestial.1 Hebreos 9: 15 nos introduce en el es-
tudio de estas dos revelaciones del plan de Dios que se complementan
entre sí. «Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados
reciban la herencia eterna prometida» (NVI).
Aquí la Escritura resalta claramente a Jesucristo como el Mediador
celestial de un pacto superior. Él cumplió el tipo del llamado pacto an-
tiguo de dos maneras.
Primero, él es el verdadero sacrificio sobre el cual se basa ese pacto,
cuya sangre también lo ratificó. La sangre de Cristo ratificó el nuevo
pacto y dejó caduco el pacto del Sinaí y su sistema mediador basado en
el sacrificio de animales. «El pacto hecho con Abraham fue ratificado
mediante la sangre de Cristo, y es llamado el “segundo” pacto o “nuevo”
pacto, porque la sangre con la cual fue sellado se derramó después de la
sangre del primer pacto».2
1. Ver los artículos en Frank B. Holbrook, ed., Issues in the Book of Hebrews, Daniel and Revelation Committee
Series, 4 (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 1989).
2. Elena G. de White, Patriarcas y profetas, cap. 32, p. 341.
3. William G. Johnsson, «The Heavenly Sanctuary: Figurative or Real?» Issues in the Book of Hebrews, pp. 35–
51; cf. Ángel Manuel Rodríguez, «La doctrina del santuario» en Raoul Dederen ed., Teología: Fundamentos
bíblicos de nuestra fe (Doral, FL: IADPA, 2006), t. 4, pp. 96-178.
5. Véase la conveniente encuesta llevada a cabo por Richard Rice, «The Doctrine of Atonement in Contemporary
Protestant Theology», The Sanctuary and the Atonement: Biblical, Historical, and Theological Studies, eds.,
Arnold V. Wallenkampf y W. Richard Lesher (Washington, DC: Review and Herald®, 1981), pp. 478–499.
6. Raoul Dederen, «Cristo, su persona y su obra» en Teología: Fundamentos bíblicos de nuestra fe, t. 2, pp.
145-232; Rodríguez, «Salvation by Sacrificial Substitution», Journal of the Adventist Theological Society
3/2 (1992): pp. 49–77.
herencia física. Bajo esta investidura, Cristo demuestra que sus ministe-
rios sumo sacerdotal y sacerdotal son de naturaleza superior.
Además de la de Sacerdote y Sumo Sacerdote, el Nuevo Testamento
describe la función de Cristo en el cielo como Mediador e Intercesor.
Pablo describe a Moisés como el «mediador» de la ley (Gálatas 3: 19);
pero en 1 Timoteo 2: 5, el Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo
en rescate por todos, es designado como el «mediador entre Dios y los
hombres». El término Mediador es uno de los grandes títulos que el
Nuevo Testamento le adjudica a Jesús, en este caso cuatro veces: 1 Timo-
teo 2: 5; Hebreos 8: 6; 9: 15; y 12: 24.
Según el uso de la palabra en el Nuevo Testamento, un «mediador»
es un árbitro o intermediario cuya tarea es unir a dos partes distancia-
das. Este árbitro es el que escribe las diferencias entre las partes separa-
das y también el que inaugura un contrato o pacto. El «mediador» tam-
bién puede hacer las veces de garante o fiador (Hebreos 7: 22) que se
responsabiliza de la deuda de otra persona. De esta manera, en la pri-
mera fase del ministerio celestial de Cristo, el cual se llevó a cabo en la
primera parte del santuario celestial, Jesús, el Mediador celestial, actúa
como intermediario entre nosotros y Dios. Él es el eslabón que conecta
a Dios con la humanidad. Como nuestro Mediador, él pagó todas las
deudas de cada uno de sus clientes. Jesús es el Mediador que puede pre-
sentarse delante de Dios por nosotros gracias a lo que representa su
sangre (Hebreos 10: 10, 19) luego de haberse entregado a sí mismo por
nosotros. Solo él es capaz de unir a las dos partes distanciadas.
Jesucristo es el camino de acceso al santuario celestial (ver Hebreos
9: 8). Su mediación continua en el santuario celestial es tan perfecta y
de una naturaleza tan superior, que el creyente en Cristo no necesita
ningún otro mediador, ya sea en la tierra o en el cielo. La gloria única de
Cristo como Mediador exige que los fieles no den a ningún otro ser ni
siquiera en apariencia la función y obra que Jesucristo está realizando
en el santuario celestial.
Cristo también se desempeña como intercesor celestial. El ministerio
celestial de Cristo incluye un aspecto de «intercesión permanente»,
7. Gerhard F. Hasel, «El “cuerno pequeño”, el santuario celestial y el tiempo del fin: estudio de Daniel 8: 9-14»
en Frank B. Holbrook ed., Simposio sobre Daniel (Doral, FL: IADPA, 2010), pp.383-470; Richard M. Davidson,
«The Meaning of Nisdaq in Daniel 8: 14», Journal of the Adventist Theological Society 7/1 (1996): pp.
107–119.