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La verdadera historia de la Tierra

plana
MITOS CIENTÍFICOS
Hace más de dos mil años Aristóteles demostró que la Tierra es esférica y
Eratóstenes midió su circunferencia. Sin embargo, hoy aún hay quien
quiere demostrar su planicidad

Una de tantas representaciones disponibles en vídeos de Youtube de la Tierra como un


disco plano.
 Youtube / Youtube
ANABEL HERRERA
19/11/2019 10:55Actualizado a 19/11/2019 13:00
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La Tierra es plana. Y para demostrarlo, no hay más que propulsarse con un


cohete de fabricación casera a medio kilómetro de altura y desde allí
sacar una foto para constatar que no existe una curvatura en el horizonte.
¿Les parece una idea descabellada? A Mike Hughes no. Por eso hace tiempo
que se popularizó anteponer un “Mad” –loco, en inglés– a su nombre.

Este estadounidense sexagenario, conductor de limusinas de profesión, está


convencido de que la comunidad científica ha engañado a la humanidad
diciendo que la Tierra tiene forma esférica. Y lleva años recaudando fondos
para la construcción de su propio cohete. Después de varias misiones
canceladas por dificultades técnicas o por la negativa de las autoridades a
permitir el lanzamiento desde tierras de titularidad pública, el pasado 25 de
marzo de 2018 por fin lo consiguió.

Lo de lanzarse, no lo de demostrar que la Tierra es plana –o con forma


de frisbee, para ser más precisos–. Ese día, “Mad” Mike Hughes avanzó
verticalmente a una velocidad de 563 km/h y alcanzó los 571 m de altura
sobre el desierto de Mojave, en California, antes de desplegar su paracaídas.
Sin embargo, continuó cayendo demasiado rápido y tuvo que hacer uso de
uno extra para evitar un aterrizaje brusco. Cuando el equipo médico acudió
en su ayuda, apenas se podía mover.

Que la Tierra es esférica lo sabemos desde hace más de dos mil años. Por eso
resulta chocante, incluso cómico, que a día de hoy todavía existan, como en
el caso de “Mad” Mike Hughes, firmes defensores de su planicidad. Y que
cinco siglos después del fallecimiento de Cristóbal Colón perdure la leyenda
–recogida, además, por algunos libros de texto– de que el descubrimiento
de América permitió demostrar que la Tierra es redonda, para sorpresa
de sus contemporáneos.

La esfera inmóvil

Es cierto que al principio de la Antigüedad clásica hubo filósofos que


mantuvieron que la Tierra era plana y otros, en cambio, que era cilíndrica.
Pero, a partir del siglo IV a. C., a casi nadie le quedaba duda acerca de su
esfericidad. En esa etapa, la concepción de Aristóteles (384-322 a. C.) se
convirtió en el paradigma tradicional. Para el pensador griego, nuestro
planeta era una esfera inmóvil situada en el centro del cosmos, y los cuerpos
celestes se desplazaban a su alrededor en perfectas y concéntricas esferas.
Aristóteles advirtió que el cascarón de un

barco desaparece de la vista antes de que lo

haga el mástil
Como resultado de sus observaciones, Aristóteles presentó varias pruebas
empíricas que respaldaban su teoría. Apuntó, por ejemplo, que vemos
estrellas diferentes en el horizonte en función de nuestra latitud. O que el
cascarón de un barco desaparece de nuestra vista antes de que lo haga el
mástil. Además, constató que hasta se puede observar la curvatura
terrestre durante la fase parcial de los eclipses lunares.

Aproximadamente un siglo más tarde, a Eratóstenes (276-194 a. C.) no le


hizo falta ningún tipo de tecnología para calcular la circunferencia de la
Tierra con un escaso margen de error. Por referencias obtenidas de un
papiro de la Biblioteca de Alejandría, de la que estaba al mando, el célebre
matemático, astrónomo y geógrafo griego sabía que, en Siena (hoy Asuán,
Egipto), el día del solsticio de verano los objetos verticales no proyectaban
sombra alguna a mediodía.
Mapa del siglo XII representando el mundo no habitado según descripción de san Isidoro en
su 'Etimologías'.
 Dominio público
Y quiso saber si ocurría lo mismo en Alejandría. Para ello, clavó una vara en
el suelo el mismo día y a la misma hora para medir el ángulo de su sombra.
Después tomó como referencia la distancia estimada por las caravanas que
comerciaban entre ambas ciudades. Y fue así como, utilizando sencillos
cálculos de trigonometría, llegó a la conclusión de que la circunferencia de
la Tierra era de 252.000 estadios, es decir, unos 40.000 km.

¿Gente en las antípodas?


Tanto los Padres de Iglesia como los primeros autores medievales aceptaron
las bases filosóficas de la esfericidad del globo que habían presentado los
griegos. La Biblia no contiene ninguna descripción clara sobre el aspecto
físico y el tamaño de la Tierra, observó san Agustín de Hipona (354-430),
por lo tanto, no había motivos para dudar de las evidencias aportadas
por aquellos filósofos.

El gran pensador del cristianismo sí que participó en el debate acerca de la


posible existencia de habitantes en las antípodas. Por entonces, se
consideraba que la Tierra estaba dividida en zonas de clima en función de su
distancia del Sol. Un clima frío en los polos norte y sur, un clima tórrido
mortal cerca del ecuador y un clima suave entre este y los polos. En opinión
de san Agustín, nadie podría haber cruzado la vastísima extensión del
océano para establecerse en la zona del clima tórrido (antípodas).
Además, la idea chocaría con la visión cristiana de una humanidad unificada.

Beda, en la Edad Media, hablaba de la

redondez de la Tierra, “no sin razón llamada

‘el orbe del mundo’”


Anteriormente, el escritor latino Lactancio (245-325) había calificado la
hipótesis de “locura”. “¿Existe alguien tan insensato como para creer que hay
personas cuyas huellas están más altas que sus cabezas? ¿Que las simientes y
los árboles crecen cabeza abajo?”, se preguntaba.

El monje inglés Beda (672-735), una de las grandes figuras de la Alta Edad


Media –se le apodó “el Venerable” todavía en vida–, explicó la duración
desigual de la luz del día por “la redondez de la Tierra, no sin razón
llamada ‘el orbe del mundo’ en las páginas de las Escrituras Sagradas y la
literatura ordinaria. Es, de hecho, como una esfera en mitad del universo
entero”.

Adaptación del siglo XV de un mapa de contenido teológico.


 Dominio público
La gran cantidad de manuscritos hallados de su De Temporum Ratione, al
que pertenece la cita, hace pensar que muchos monjes debían de estar al
tanto de sus ideas por aquella época. Tampoco en la Baja Edad Media,
período durante el cual se incrementó el estudio de la naturaleza, se puso
en duda la forma del globo terráqueo, como demuestran los escritos de santo
Tomás de Aquino o de Dante Alighieri (1265-1321), por ejemplo.
Este último planteó en su Divina comedia un modelo del cosmos en el que la
Tierra sería una esfera y el infierno, un agujero subterráneo excavado por
Satanás, que también alzó la montaña del purgatorio en el otro extremo.
Claro que su intención era más poética que científica.

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