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Introducción
La ética de la salud pública ha estado presidida tradicionalmente por cuatro grandes
principios; con el objetivo de proponer elementos primordiales y contundentes para la resolución
de dilemas presentados en la práctica médica: 1) el de beneficencia, 2) el de maleficencia, 3) el de
autonomía, y 4) justicia.
No obstante, resulta muy complejo el abordarlos en diversos problemas y/o conflictos éticos
de índole de salud púbica; ya que, las acciones de los individuos hacen relevancia en beneficio de
un conjunto de la población con prioridad sobre aquellas que son en ventaja de manera individual
(Puyol, 2017).
Este principio de “Bien Común –entendido este- como conjunto de condiciones sociales que
hacen posible que todas y cada una de las personas consigan la perfección que les es propia a
todos los niveles de la sociedad, con lo cual se opone radicalmente a todas las formas de
individualismo” verifica en la realidad a la solidaridad mediante la conjunción del ser humano
con sus semejantes (Suarez, 2013).
A diferencia de lo que ocurre con la solidaridad, la justicia sí aparece como un principio ético
de la salud pública, al deber de tratar sin discriminaciones arbitrarias a todos los individuos
igualmente afectados por las políticas de salud pública, salvo algunas excepciones, que van más
allá e identifican la justicia en salud con la justicia social y la obligación de reducir las
inequidades en salud.
Sin embargo, existen autores que analizan con detalle la justicia social como fundamento de la
salud pública, sorprendentemente no mencionan a la solidaridad.
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Es por ello que algunos autores están reivindicando actualmente la necesidad de tener en
cuenta a la solidaridad como un principio rector dentro de la Bioética, ya que, hasta hace poco
tiempo, en el mundo de la salud pública y en ética de la salud pública la idea de solidaridad
pasaba prácticamente inadvertida tanto como en los principios rectores de la salud pública como
disciplina académica, así como también en los conflictos éticos que su ejercicio producía.
Antecedentes
Para algunos el término solidaridad “aparece primeramente en el francés. Hasta el siglo XVII,
por tanto, bastante tardíamente, no aparece en francés el adjetivo solidario; poco después vinieron
los términos solidariamente y solidaridad. Estos términos se desarrollaron siguiendo la doble
acepción latina: vocabulario de la construcción y de la jurisprudencia. Su uso se extiende a partir
de la segunda mitad del siglo XIX siguiendo la utilización frecuente que de ella hizo Auguste
Comte (1789-1857)" (Dánchez & Matea, 2014).
Pierre Leroux (1797-1871) “usa el término solidaridad con la pretensión de sustituir con él la
palabra cristiana de “caridad”. El “solidarismo” político de L. Bourgeois y el sociólogo de E.
Drukheim introducen de lleno el término solidaridad en el idioma francés” (Páez Neira, 2013).
Definición
Etimológicamente, Solidaridad viene del adjetivo latino solidus, solida, solidum que significa
sólido, macizo, consistente, completo, entero. Y del verbo latino solido, solidas, solidare,
solidaui, solidatum, que significa consolidar, dar solidez, asegurar, endurecer, soldar. Etimología
que a primera vista parece que no corresponde con el concepto de solidaridad; la RAE define
solidaridad como la “adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”.
Para ayudarnos a entender este concepto utilizaremos algunos sinónimos de solidaridad entre
los que se encuentran adhesión, amor, apoyo, devoción, fraternidad, hermandad y protección.
La primera palabra hace referencia a su etimología, pero en los otros se aprecia características
propias de la solidaridad.
A partir de aquí podemos entender y definir a la solidaridad como una adhesión circunstancial,
pero adhesión sólida, sin vanos artificios, completa, entera. Adhesión que implica hasta cierto
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punto el olvidarse de uno mismo y darse a los demás de forma completa, no sólo para intereses
personales, fraternalmente, “De tal forma que la persona solidaria sea como un apoyo para los
más necesitados, como una protección.” (Granado, 2015).
Fundamentación
El ser humano es el único capaz de tomar conciencia acerca de su capacidad para preservar y
desarrollar la propia solidaridad. Al respecto, en la Declaración Universal sobre Bioética y
Derechos Humanos de la UNESCO se reconoce explícitamente la “excepcional capacidad que
posee el ser humano para reflexionar sobre su propia existencia y su entorno, así como para
percibir la injusticia, evitar el peligro, asumir responsabilidades, buscar la cooperación y dar
muestras de un sentido moral que dé expresión a principios éticos” (UNESCO, 2005). Acorde a
ello, en el artículo 13 del Principio de Solidaridad y Cooperación, Disposiciones Generales del
citado Documento, se destaca que: “Se habrá de fomentar la solidaridad entre los seres humanos
y la cooperación internacional a este efecto” (UNESCO, 2005).
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Las posibilidades que brinda la bioética para incrementar y enriquecer el diálogo sobre el
alcance y los fundamentos de la solidaridad, pueden ofrecer puntos de vista y soluciones
razonables a los desafíos que plantea la sociedad no solo en el plano ético, si no también legal e
institucional.
BIBLIOGRAFÍA
http://www.oc.lm.ehu.es/cupv/univ99/comunicaciones/bilbao05.html
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la FIBIP y I Congreso Internacional de Bioética del Centro Juan PaBlo II, (págs. 4-9). La
Habana.
UNESCO. (19 de octubre de 2005). Delaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos.
www.unesco.org/shs/ethics
Zoroa, A. S. (20 de Diciembre de 2014). La solidaridad: una visión social e histórica. Obtenido
una-vision-social-historica/
Bioethica , 70-80.