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LA ESPERANZA QUE SOSTIENE A LA IGLESIA EN EL MUNDO

(I Tesalonicenses 1.2-10)
Leopoldo Cervantes-Ortiz
6 de junio, 2021
…recordando de vosotros la obra de la fe y del trabajo del amor y de la perseverancia de la
esperanza del Señor de nosotros, Jesucristo, delante del Dios y Padre de nosotros.

Continuamente recordamos qué activa ha sido su fe, qué servicial su amor, y qué fuerte en los
sufrimientos su esperanza en nuestro Señor Jesucristo, delante de nuestro Dios y Padre.
I TESALONICENSES 1.3, El Nuevo Testamento interlineal palabra por palabra; Dios Habla Hoy

El primer documento producido por las comunidades cristianas, que sería el germen del Nuevo
Testamento, fue la primera carta a los creyentes de la ciudad griega de Tesalónica, situada en el
norte del Mar Egeo, capital de la provincia romana de Macedonia, y que visitó san Pablo en su
segundo viaje misionero, en el verano del año 50 (Hch 17.1-9). Fechada a inicios del año
siguiente en Corinto (apenas veinte años después de los acontecimientos pascuales), representa
el inicio de la reflexión militante de quien sería el más visible de los pensadores cristianos del
primer siglo y quien esbozó de manera amplia cuál sería el perfil de la doctrina de la Iglesia. “El
apóstol recoge los ejes centrales de la predicación primitiva y exhorta a una jovencísima
comunidad cristiana a vivir en la esperanza de la venida próxima de Jesús”.1
Asomarse a los inicios mismos del Nuevo Testamento para encontrar la forma en que el
apóstol hizo las primeras formulaciones de la fe en Cristo debe ser una experiencia que permita
“medir la vitalidad de los comienzos del evangelio”. Asimismo, este documento “ilumina
también el pensamiento de Pablo en sus primeros destellos y contribuye, por comparación con
las cartas sucesivas, a percibir la evolución del apóstol. De este modo nos recuerda
oportunamente que el pensamiento de Pablo, lejos de estar fijado para siempre, se fue
profundizando a medida de las circunstancias y de los problemas que se le iban planteando”. 2 Se
analizará el primer capítulo para apreciar las tres acciones que la comunidad de Tesalónica
habían puesto en marcha como parte de su respuesta al mensaje cristiano.

La actividad de la fe (v. 3a)


En I Tesalonicenses, la palabra fe ha conservado tamblen el sentido de “fidelidad”, por ejemplo
en 3.7 (“En medio de todos nuestros aprietos y dificultades vosotros con vuestra fe-fidelidad nos
animáis”). Pero, habitualmente, ella define la actitud fundamental de la persona que se adhiere al
mensaje cristiano: confianza, entrega de sí mismo a Dios, reconocimiento del sentido de este
mensaje para la existencia humana. Ésta es la respuesta positiva, el “sí” de los seres humanos al
anuncio de la muerte y resurrección de Jesús.
La fe de los tesalonicenses era activa (ergou, “obra”). ¿Cómo lo sabemos? Cabe pensar
que esta fe produjo obras coherentes, concretas, en una vida transformada por ella. Pero esa
obra, en el pensamiento paulino, se entendió como “amor-caridad”. Por eso parece preferible ver
en esta “obra-acción” la dimensión de la fe de los tesalonicenses, pues ella misma se convirtió
en un anuncio de la palabra divina. Los vv. 8-10 de este mismo capítulo son su mejor
comentario.

El esfuerzo del amor (v. 3b)

1
Michel Trimaille, Primera carta a los tesalonicenses. Estella, Verbo Divino, 1982 (Cuadernos bíblicos, ), p. 1.
2
Ibid., p. 15.
Este amor es “esforzado”: la palabra “esfuerzo” pone de relieve una de las características del
ágape, no sólo en las cartas de Pablo, sino en todo el Nuevo Testamento. “No se trata nunca de
un amor que pueda ser vivido solamente como un deseo o un sentimiento, se trata siempre de un
amor manifestado en actos concretos, que llegan incluso hasta la muerte. El amor es una
manifestación, una marca, una prueba de amor”.3 Pues bien, la palabra griega “esfuerzo”
(kópou) ilustra muy bien esta característica concreta del ágape: es el aspecto penoso de la acción
humana, el costo de los esfuerzos. Pablo la utiliza a menudo para designar a la tarea apostólica
(cf. 2.9, 3.5).

3
Ibid., pp. 15-16.

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