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Cuadernillo I Historia Universal
Cuadernillo I Historia Universal
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LA HISTORIA Y EL HOMBRE
Buscando en la realidad el lugar del Arte, lo hemos visto fluir del seno del hombre;
su naturaleza intelectual sensible le exige convertir la materia en signo, elevarla por
la impresión en ellas de sus fuerzas espirituales.
No hay que ir más allá para encontrar el hecho que origina la historia del Arte,
precisamente, el nexo de su producción concreta con su causa, el hombre. La
estrecha dependencia que existe entre la calidad de la obra de arte y el vivir
humano que la produzca, discursivo y extremadamente fluctuante, es lo que imprime
historicidad al Arte.
La entrada en cuestión exige que nos ocupemos con brevedad de la Historia humana
en sí misma, pues estrictamente hablando es ella la cumple con propiedad la
definición de la Historia.
Etimología: El término Historia – según J.B.Weis - proviene del griego, del vocablo
“HISTOR”. Significa: testigo fiel; narrador veraz de algo que ha visto.
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Es ciencia imperfecta: Rara vez nota el hombre un hecho de imponderable
consecuencia y asombro: El vivir humano abruma a la inteligencia humana. No llama la
atención que Dios y el Universo la excedan, más que la vida de individuos y pueblos,
de lo cuál ella tendría que ser la autora, la lleve a la zaga, desconcertada, constituye
el mayor síntoma de su estado de debilidad. En rigor de lógica, a la razón le tocaría
producir la actividad humana, no inquirirla. Mas acaece lo contrario, mostrando con
ello que esa materia cuya forma depende de su imperio, se le ha escapado de entre
las manos. La vida corre adelante, sin norma deliberada, derramada en ensayos y
aventuras; la razón, olvidada de sus fueros, la sigue como espectadora, pasiva y
perpleja. La Historia se halla en gran desventaja ante su objeto; este la abruma.
Es ciencia imperfecta: No existe ciencia que sufra mayor detrimento ante su objeto
que la Historia. Se puede decir que, de antemano, la abruma y está en desventaja
ante él.
Una vida humana, social o colectiva, apasiona a la Historia, en medida que se eleva
como una aventura, solemne por la pujanza de su intención e ignota por sus
resultados. Nadie puede penetrar los hondos abismos del alma humana en el
momento en que se fraguan allí los sucesos del hombre, ni nadie puede desenredar
la trabazón de influencias, circuntancias, antecedentes que pesan sobre un
acontecimiento.
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La utopía racionalista del progreso reduce la Historia, con un plan muy simplista, a
ese último caso: no consistiría en otra cosa que en único movimiento difuso de la
razón creciendo y transformando una originaria y universal barbarie de los pueblos
e irracionalidad de la naturaleza.
Claro está, que los autores de esa teoría, colocaron en dicho ascenso una explanada
importantísima, la de sus propias existencias, y la grabaron con un nombre: “Siglo de
las luces”. Más tal concepción ha resultado extraña a la realidad hasta el punto de
no haber servido más que para extremar en nuestros días la desproporción que
padece el hombre con respecto de su propia vida. Le ha quitado por completo
inteligencia de ella, de manera que hoy, con una dialéctica inflexible, se le cae
encima, caótica. Al cabo de ese proceso histórico preñado de ilusiones, el hombre se
halla en tan grande ignorancia de su naturaleza y estado que la sorpresa más
desgarradora se la proporciona lo que ha salido de entre sus propias manos y
entrañas.
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HISTORIA UNIVERSAL
CULTURA CIVILIZACIÓN
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Cuando una civilización da excesivo desarrollo a una actividad inferior o pervierte
una superior de manera notable (con detrimento de las demás) no puede llamarse
civilización culta, pues hemos visto que la cultura consiste en la adquisición integral
de todos los bienes que hacen perfecto al hombre.
No cultas en el primer caso, es decir que dan excesivos desarrollo a una actividad
inferior. Ejemplo: En la antigüedad los fenicios.
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Capitulo II PREHISTORIA
Un pueblo muy culto, nómade o radicado en tierras húmedas, cultor como los
primeros semitas, de la música, la literatura y la astronomía: otro que labre la
madera o el adobe, no el metal y la piedra, es indudable que no pueden dejar
vestigios sensibles.
Si los egipcios no hubieran pasado del palacio de caña de bambú y de las tumbas de
adobe, de los templos de caña y hoja de palmera, no conoceríamos una cantidad de
detalles de su admirable civilización, los cuales han llegado hasta nosotros gracias a
los jeroglíficos grabados en piedra, bien conservados por el clima seco.
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la construcción de una maquina. El desarrollo de una técnica lleva a una marcha muy
distinta a los altibajos de la vida de la inteligencia.
En una palabra, puede haber mucho talento y poca técnica y pude darse mucha
técnica y poco talento.
Conclusión:
El primer hombre no fue un descendiente del mono, sino un ser humano en plenitud
de perfecciones. Este uso mal de su libertad, Rompió con el primer principio (el
creador) y al romper con el se rompió su naturaleza. Así, por generación, dio origen
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a una humanidad sin unidad. Unos pueblos se orientaron hacia el vicio: cayeron en
deriva de múltiples degradaciones colectivas (civilizaciones no cultas;
salvajes).Otros, lo menos, con gran esfuerzo, aspiraron a la reconquista de la
perfección perdida. (Patriarcas y sus tribus)
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Capitulo III GRANDES EDADES DE LA PREHISTORIA
Es la época con que un pueblo sin dejar de usar la piedra descubre los metales y
empieza a usarlos en sus industrias; el cobre, el mas maleable, es el primer metal
trabajado por el hombre.
Edad de Bronce:
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En esta edad ya encontramos a civilizaciones muy completas. El conjunto de las que
florecieron en el Mar Egeo se encuentran totalmente incluidas en este período.
Edad de Hierro:
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Capitulo IV GRANDES FOCOS CULTURALES DE LA HUMANIDAD
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Capitulo V EDAD ANTIGUA
II.- La libertad y el destino dentro de ese hacerse del hombre, significan una
actitud definida de esfuerzo frente a la realidad, muy distinta de la libertad
nominalista y vacua de nuestro tiempo. Aquel, su destino, era el dinamismo de
una criatura que tenía que crecer en un bien mayor al hombre, mediante
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determinaciones propias y libres. La libertad era la responsabilidad de ajustar
por si mismo y adecuadamente su comportamiento a la naturaleza humana y al
fin de la misma, con la resultante de crear un mundo, situaciones y adquisiciones
que significaran un ser más hombre. Un muchacho de nuestros días quiere ser
poeta, político o médico y le basta; un antiguo puede ser eso y mucho más –
Imhotep fue matemático, médico, arquitcto, escultor y Gran Visir de Zozer 1° –
pero siempre para ser mas hombre.
Es evidente que Atenas (otro tanto podríamos decir Tebas, Cnosos o Jerusalem)
ante todo el filósofo, el sabio, por este también el escultor, el alfarero el
médico, el pastor, el panadero estaban nutridos de sabiduría. Además, gracias
al panadero, el sabio, el médico, el alfarero, no solo comían pan sino que también
sabían amasar y así sucesivamente. Todo ello en compenetración como al
respirar y la circulación de un solo cuerpo.
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culta. Es evidente que el ganado, el trigo, la oliva se producen sobre todo en el
campo, pero la familia urbana no dejaba de tener su puñado de ovejas, sus coles
y lechugas, sus pequeñas industrias y artes familiares. También es verdad que
los hombres versados en artes y sabiduría se establecían principalmente en la
ciudad; mas los sacerdotes – sabios de Egipto vivían separados de las
metrópolis, en templos – poblaciones como Heliopolis, Abussir, Karnak y Luksor.
Tell-el-Amarna, el gran taller de escultura de los tiempos de Amenofis IV
(Atpenaton), se levantaba en el desierto.
Si pasamos a Grecia vemos que Hesiodo recibe la misión del canto glorificante
en los apacibles y recogidos prados de Eubea, mientras cuidaba sus ovejas. Una
pequeña aldea, Gerámico, abastecía a Atenas y a toda la cuenca del
Mediterráneo, producía las mas hermosas figulinas. Sicione, ciudad de ninguna
significación de la Acaya y la pequeña isla Egina, tuvieron talleres de escultura
que aportaron frente a Argos y Atenas, maestros notables como Canacos y
Onatas.
Así una de las de las características muy encomiables de aquellos tiempos esta
en que la ciudad es humana y para el hombre, de manera que los dos elementos
genéricos de toda cultura - agro, ciudad – formaban una sola y única sociedad.
No se puede concebir a la ciudad más que como una condensación de la tierra
circunvecina y esta como una extensión de aquella.
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V. – El dinamismo del antiguo presenta, sin embargo un error. Unicamente el
hebreo guarda la recta dilatación del último fin del hombre: El Dios único y vivo,
principio y fin, alfa y omega de toda cosa.
Resumen:
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Capitulo VI EDAD MEDIA
I.- Esta era corre desde la caída de Roma en manos de Odoacro hasta el
Renacimiento. Total, un milenio o mejor dicho, el milenio de cautividad de Satanás y
liberación del hombre que consigna San Juan Evangelista en su Apocalipsis. Si no se
opina así es porque no se sabe hasta que punto son grandes las decisiones sociales
del hombre sobre las decisiones individuales. Y es verdad que el hombre como
sociedad se entrego a Cristo durante ese milenio.
La Edad media no tiene nada de edad media, esto es, de mediatez o era intermedia,
sino de apogeo y culminación. Los liberales y masones no se preocupen: no se dará
más a la tierra aquella asunción por el Hijo de Dios de la temporalidad del hombre,
del orden terreno total. Unicamente la conversión de Israel producirá un esplendor
temporal y final de la Iglesia (“Benjamín, lobo rapaz, por la mañana comes la presa y
repartes el botín en el crepúsculo.” Gen XLIX-27), extraño por su fuerza como todo
lo israelita, pero también fugas y menos universal. La súper estructura artificial y
antihumana de los pueblos, que se llama nación, esta excesivamente desarrollada
sobre cada uno de ellos, de manera que ya es imposible la unidad de los mismos por
la fe, como lo fue en la Edad Media cuando éstos, los pueblos eran pujantes en vida
humana, capaces de vibrar desde la cabeza hasta los pies, es decir, desde el rey
hasta el ultimo vasallo, en la Aurora de las Bienaventuranzas.
Debemos insistiré en esta idea con el fin de ir marcando desde ya, una y otra vez,
las radicales diferencias que entre el antiguo y moderno frente a la cultura y la
civilización: La libertad, no consistía para esos hombres – tal como se la concibe en
nuestros días – en la triste prerrogativa de ser amorfo y obrar cualquier cosa; sino
en la responsabilidad de alcanzar el plus humano que no se posee por nacimiento.
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III.- Pero hay también, además de esa identidad, una inmensa diferencia entre el
movimiento del antiguo y el medieval. La aptitud del primero para con la verdadera
perfección se mueve, como ya queda dicho, hacia un bien hipotético. Su intensa
búsqueda resulta un tanteo tras un fin incierto en medio de penumbras. El medieval
está, en cambio, plantado ante la deslumbrante donación del Bien Sumo y
verdadero; del que fue, es y será, entregado a los hombres. A él le cae en suerte
vivir el suceso insólito de la Historia Humana: la primera expansión de la
Encarnación del Hijo de Dios y del Hijo del Hombre en la tierra.
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el interior del edificio. Por lo tanto la Catedral, gallina que ahueca sus alas para
amparar a sus polluelos, se levanta como el símbolo inconfundible de la unión de lo
sobrenatural y lo terreno. Ella, acogiendo en su simple estructura unificante. El
desenvolvimiento de una ornametación donde todo animal, planta, hombre y oficio
encuentra su lugar, canta el orden que se mueve a sus pies bajo el amparo de su
sombra; en verdad, el Cordero ha recapitulado toda cosa en sí, la ha redimido y
clarificado en su Sangre; pero la restauración visible de todo el Orden – alma,
cuerpo, hombre, sociedad sobrenatural, sociedad temporal – se ha dado una sola vez
bajo la tierra y no se repetira jamas (quizás en el final de los tiempos , con la
conversión de los Judíos, pero por poco tiempo y sin tal universalidad)
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Capitulo VII EL RENACIMIENTO
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II. - Que Michelet y el siglo XIX le hayan llamado renacimiento de lo griego y lo
romano se debe a una de dos razones: o bien a que la hipocresía es una de las notas
mas peculiares de los tiempos modernos; o bien, a que la burguesía desprovista de
sabiduría, desde que se apoderó del destino de los pueblos, nombra las cosas no
tanto por lo que son, sino por lo que ellos en sus ilusiones utópicas, quisieron que
fueran.
Tanto los teorizantes como los forjadores directos de la nueva Era dejaron de
comprender a Europa y la violentaron en sus raíces en el instante mismo en que la
concibieron como un sustractum griego cubierto y, quizás, ahogado, por una
excrescencia cristiana postiza.
III. – Si el Cristianismo fue solo un hecho histórico, otro hecho de la misma índole
podría eliminarlo de la Historia humana. La Gracia, que es el elemento nuevo y real
introducido por el Cristianismo en Europa, no es uno de los tantos ingredientes
aportados por las tribus, las costumbres o las ideas. Es el elemento esencial,
regenerante e insólito, el cual se alojó en zonas fundamentales del hombre,
intangibles para este. Desde allí actúa conjuntamente con las energías anímicas
como un primer principio de todo lo humano. Su acción no es añadir a las tareas del
hombre otras tareas, sino sublimar las verdaderamente humanas en lo divino, y a
Dios en lo humano. De esta manera el Cristianismo pertenece ante todo al ser de
Europa, no solo a su historia. Cristo actuó donde sus enemigos no pueden actuar: en
la esencia del europeo. Los que lo combaten lo hacen dónde el hombre lo puede
hacer, esto es, en las ideas y las instituciones. Comparando ambos términos se
revela la enorme extorsión que padece el europeo: le imponen caminos y finalidades
contrarios a su ser.
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Medioevo. Estas, al producirse se muestran dispersas y aparentemente
intrascendentales; sin embargo no dejaron de sedimentar consecuencias sociales e
históricas, las cuales, cuajan al fin con la apostasía que se llama para llamarla de
alguna manera, Renacimiento. El Renacimiento es, en definitiva, la apostasía
específica del cristiano, y del cristianismo europeo, que al romper con Cristo y su
Iglesia, rompe necesariamente con una Europa organizada en todos sus cuadros por
el europeo entregado a Cristo. En una palabra es la apostasía del europeo cristiano
contra Europa donde se ha realizado la expansión de la Encarnación de Cristo en
todos los valores humanos.
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desarrollar hábitos que determinen rectamente las energías de su propia
alma hacia los múltiples objetos con respecto de los cuales la naturaleza
humana esta obligada a relacionarse de sed potencial. Primero con Dios, que
lo sacia inexhaustivamente en la sed infinita y esencial de su apetito natural;
secundariamente en relación con todos los otros objetos monásticos,
domésticos, sociales, sensibles y cósmicos que integran su complejo vivir.
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Capitulo VIII EL RENACIMIENTO
Tal fue la embriaguez que tal enunciado produjo en los grandes Esclavos
despertando, según Miguel Ángel, del sueño del medioevo, que no notaron que la
liberación consistía, es verdad, en romper toda relación y sometimiento
trascendental pero también e instantáneamente el hombre se plegaba hacia un
reducto del universo pués él mismo, por voluntad deliberada, instauraba para el
como única realidad nada mas que los existentes que caben en el marco sensible.
Por otra parte, el apetito específico a que nos referimos es inmutable e incoercible
y así como el libre albedrío no puede mudar la esencia humana, tampoco lo puede
mudar. La exigencia oscura e intensa de ese apetito marca una indigencia infinita.
Siendo racional no apetece otra cosa que la plenitud del ser transcendente y la
rebeldía lo priva de él, lo exacerba hasta el punto de poner zozobras, angustias,
insaciedad, desacuerdo, escisiones, neurosis en los finales de las empresas que
pretende edificar el hombre en los términos del hombre.
Además, al romper sus ataduras necesarias con el Ser primero, el hombre , por lo
que anteriormente se ha dicho, no queda en sí, sino que, quebrándose su estructura
de creatura racional, se derrama siempre bajo la presión de aquél apetito
fundamental y se doblega en mil codicias y cosas breves e inferiores.
En consecuencia, lo único que el hombre logra cuando quiere ser terminativo en si,
es un enorme descalabro entre la intención y la realidad toda, incluyendo su
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naturaleza. Se enfatua en teorías cuya característica constante es proyectarse en
un fututo que nunca llega mientras el verdadero presente, esto es, la abundancia
óntica de los días y las cosas, lo rechaza.
Los renacentistas plantearon un nuevo concepto del ser cuyo acento propio mas
visible es la virulencia que manifiesta desde un comienzo. No hay ni puede haber en
toda la Historia del occidente, acontecimiento más intenso: desde allí en adelante
se producen fracturas y se formulan, en la praxis, cuestiones metafísicas y
teológicas como nunca acaeció en Occidente ni en las otras culturas de la
humanidad.
Debemos destacar que, desde entonces hasta nuestros días, las cuestiones más
transcendentales se plantean siempre con aptitudes pasionales apoyadas, apenas, en
teorías precipitadas y esquemáticas: El Renacimiento no es suscitado por un filósofo
propiamente; los humanistas fueron eruditos y panfletistas. Es fuerte el contraste
que presenta con la gestación de otras culturas; el cristianismo; por ejemplo, es una
doctrina que luego de ser aceptada pasa a la praxis como el fermento que leuda
toda la masa; el mismo sello tiene en la historia, la inserción de Confucio, Siddartha
Gautama o Gandi; en cambio, Jordano Bruno es el personaje tipo del Renacimiento.
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Amicales
Simones
Ediciones
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