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EL TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO PENSADO DESDE EL PSICOANÁLISIS

- Beatriz García

En este momento de la civilización occidental las nociones de trauma y de víctima se


extienden de manera particularmente intensa. La idea común es que tras un trauma hay que
hacer hablar al sujeto, dar sentido a lo que ha ocurrido, ponerle un nombre. Desde el
psicoanálisis, que es una práctica de la palabra, podemos advertir sin embargo acerca de
ciertas precauciones frente al empuje a hablar.

Cuando sucede un hecho traumático frecuentemente los puntos de referencia del sujeto se
tambalean, y en su lugar puede emerger una identificación diferente, una forma de
nombrarse y representarse como víctima. De cómo maniobremos depende que podamos
evitar “atornillar” a la persona a ese lugar de víctima y convertir lo que fue una contingencia
en un destino funesto.

Hay que tener en cuenta que el hecho de hacer hablar, contar una y otra vez lo sucedido a
la víctima, por ejemplo en las diferentes fases de la instrucción de un caso penal, puede dar
lugar, no solo a un redoblamiento del trauma que no ha podido aún ser elaborado, sino que
puede tener como efecto la elimina­ción de la forma singular de elaborar ese trauma, porque
se pide un relato “estandarizado” de los hechos supuestamente objetivos que no llama a las
significaciones que el sujeto le puede dar en función de cómo lo haya golpeado a él
particularmente y que le conectan con su historia y su modo de enfrentar las cosas.

Conviene recordar que la elaboración de un trauma requiere de un tiempo particular para


cada uno, por lo que el respeto al deseo de no hablar se hace también necesario. Una
persona puede rechazar hablar en ese momento por buenos motivos. También puede
querer hablar y hay que dejar el espacio para que lo haga, pero el momento inmediato al
acontecimiento traumático no es quizá el más adecuado y cierta contención, cierto corte
pueden ayudar a encontrar algo de tranquilidad. El tratamiento posterior apuntará a una
reorganización subjetiva, un nuevo anudamiento de los elementos que sostienen la
existencia del sujeto.

El llamado Trastorno de Estrés Postraumático

Las manifestaciones clínicas que pueden aparecer tras un hecho traumático son diversas, y
van desde las reacciones inmediatas a la situación: angustia, insomnio etc, a un aparente
estado asintomático que puede durar de algunos días a varios años. Esta ausencia de
respuesta puede ser signo de que se ha encontrado un modo eficaz de enfrentar el carácter
violento del traumatismo o puede ser un síntoma de que ningún trabajo psíquico ha podido
realizarse.

El modo de enfrentarse a un trauma sufrido es muy variable: refugiarse en un grupo


formado en torno al trauma sufrido, identificarse a la figura de la víctima, sostenerse en el
deseo de venganza, consagrarse a una causa que toma el lugar del Ideal, dar testimonio
una y otra vez para que no se olvide lo sufrido o realizar una actividad sublimatoria.
El trauma puede reactualizarse por circunstancias que lo traen a primer plano de nuevo. Un
adulto abusado en su infancia puede sufrir un desencadenamiento de síntomas cuando de
adulto va a contraer matrimonio o al tener un hijo. Incluso es posible que recuerde en ese
momento hechos que tenía totalmente olvidados.

La muerte de alguien cercano, una separación, la caída de un ideal en el que el sujeto se


sostenía, un juicio, un peritaje o incluso sucesos aparentemente felices como matrimonios o
nacimientos pueden dar lugar a un desencadenamiento de los síntomas ligados al
acontecimiento traumático olvidado.

El manual estadístico DSM-IV clasifica los síntomas del llamado Trastorno de Estrés
Postraumático:

#una repetición del acontecimiento traumático, bien en forma de sueños de angustia, de


pensamientos obsesivos y rumiaciones incontrolables y rituales más o menos absurdos, tics
y movimientos incontrolables y/o estallidos de odio aparentemente inmotivados.
#Evitar lugares, actividades o personas que te recuerden el hecho traumático.
#Pensamientos negativos acerca de ti mismo o de los otros, desesperanza acerca del
futuro, #Problemas de memoria, incluso no recordar aspectos importantes del hecho
traumático, #Dificultad en mantener relaciones cercanas, Sentirse distante de los familiares
y amigos, #Falta de interés en las actividades que antes te gustaban, insensibilidad
emocional.
#También el estado de hipervigilancia y alerta permanente, el sobresaltarse fácilmente son
típicos de este estado, así como la #disociación, donde el sujeto olvida periodos enteros de
su vida y parece estar fuera de si mismo ante las situaciones que le resultan abrumadoras.
Fenómenos de #despersonalización, incluso de dismorfofobia son comunes: la persona
puede sentirse extraña a su cuerpo.

El problema es que desde la psiquiatría esto se toma prácticamente como un trastorno


somático y a la persona solo le queda ocupar el lugar de víctima que se le ha sido
asignado,cuando lo que realmente podría sacarlo de su sufrimiento es trabajar sobre la
respuesta subjetiva que ha dado, de manera generalmente inconsciente, al hecho
traumático. Este es el eje fundamental.

La respuesta que el psicoanálisis va a dar a esta situación va a ser distinta a los dispositivos
de palabra habituales, porque desde el psicoanálisis podemos asegurar que no es posible
saber de antemano qué efecto va a tener un acontecimiento. Lo que ocurrirá es que la
situación traumática va a apelar a los significantes fundamentales que orientan la vida del
sujeto, que son particulares. No en todos el hecho va a percutir de la misma manera, como
se observa en catástrofes que afectan a toda una población, abusos a varios hijos de una
misma familia etc…

El psicoanálisis propone a la víctima una escucha que no esté formateada previamente, que
no aplaste la singularidad de lo que haya podido surgir más allá de la inclusión de la víctima
en un colectivo, porque el riesgo de esta inclusión es condenar a la persona a una
repetición eterna de su sufrimiento.

La tendencia de las víctimas a agruparse


El psicoanalista Guy Briole (1), que ha trabajado ampiamente la cuestión del trauma, explica
que las víctimas de acontecimientos traumáticos que afectan a varias personas tienen
tendencia a reagruparse. Uno no puede separarse fácilmente del objeto traumático. Esta
experiencia común que se comparte con otros produce un deseo muy fuerte de estar juntos.
Los que han padecido un trauma idéntico (una catástrofe natural, un atentado, un accidente
de avión o tren, o los que han padecido violencias, sexuales o no, por parte de otros) han
vivido algo que hasta cierto punto los separa de los que no han vivido esa situación.

Algunas veces se tiende a hablar en el lugar de las víctimas, a explicar lo que deben sentir.
A la víctima se le ofrece una reparación y un tratamiento pret-a-porter y , a pesar de que
generan una fascinación morbosa por el horror de lo que han vivido, no siempre se quiere
escuchar lo que tiene que decir en nombre propio, que tal vez no concuerde con la idea
colectiva.

En este sentido es muy interesante la técnica del debriefing, iniciada por los militares
norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial con los combatientes que regresaban
y el objetivo de evitar la aparición del TEPT. La consigna era hablar y abrirse, suponiendo
que eso en si mismo será terapéutico. Para los psicoanalistas, sin embargo, usando la
expresión de Guy Briole, “el sujeto no es soluble en lo colectivo”. La aplicación que desde el
psicoanálisis se puede hacer de esta técnica de trabajo con grupos de traumatizados por
una misma experiencia consiste en trabajar con dos objetivos: sacar al grupo de su
aislamiento como grupo y desprender al sujeto del grupo. Se trata de dar a cada uno la
posibilidad de tomar la palabra respecto a la experiencia atravesada, pero haciéndose cargo
de la responsabilidad en su modo de responder a lo vivido. Lo que ha sido vivido en común
se desanuda en común, se deshace progresivamente la idea de haber vivido todos lo
mismo de forma que cada uno pueda despegarse de los ideales del grupo y progresar
individualmente. Orientar a cada uno en función de su decir hacia la localización de su
posición subjetiva en el momento de los hechos ayuda a liberarse de la fascinación ejercida
por el traumatismo que fuerza a volver una y otra vez a lo mismo.

Este es en realidad el trabajo que se hace en cualquier experiencia de psicoanálisis, donde


se trata de que uno pueda encontrar su forma de separarse de la condición de víctima y se
haga cargo de su posición subjetiva frente al trauma, lo que conferirá un margen de
maniobra en su vida mucho más amplio y menos limitado.

(1) Nº 7 de la revista El Psicoanálisis, titulada “Trazos traumáticos”.

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