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Atentado y resistencia a la autoridad

Mónica Elizabeth de la Bandera [1]

I. Introducción
II. Similitudes y diferencias
III. El Atentado a la Autoridad. Elementos objetivos del tipo y fines de la
acción
IV. Figuras Agravadas de atentado a la autoridad
V. Resistencia a la Autoridad. Elementos objetivos del tipo y fines de la
acción
Notas
I. Introducción [arriba] - 

El objeto de este trabajo es el estudio y diferenciación de los delitos de


atentado y resistencia a la autoridad, a los que en diversas oportunidades la
jurisprudencia nacional ha desarrollado en forma conjunta, pretendiendo
subsumir en forma yuxtapuesta todos aquellos actos contra la autoridad que
no quedaban subsumidos en otros tipos penales, cuando lo cierto es que su
concurrencia coetánea no resulta posible.

En nuestra jurisprudencia del fallo de la Cámara del Crimen Palienko, se ha


fijado criterio sobre diversos aspectos que hacen a la diferenciación de
estos delitos; sin embargo, aún hoy estas situaciones son subsumidas en
forma diversa por los tribunales y resulta frecuente que los sumarios de la
prevención se caratulen como “atentado y resistencia a la autoridad”.

II. Similitudes y diferencias [arriba] - 


El atentado se encuentra previsto y reprimido en el art. 237 del Código
Penal y sanciona al que empleare intimidación o fuerza contra un
funcionario público o contra la persona que le prestare asistencia a
requerimiento de aquel o en virtud de un deber legal, para exigirle la
ejecución u omisión de un acto propio de sus funciones.

Por su parte, la resistencia a la autoridad se encuentra tipificada en el art.


239 del mismo cuerpo legal y reprime a quien resistiere o desobedeciere a
un funcionario público en el ejercicio legítimo de sus funciones o la
persona que le prestare asistencia a requerimiento de aquel o en virtud de
un deber legal.

El tipo penal de atentado tutela la libertad de decisión del funcionario, que


es lesionada por un comportamiento multiofensivo, híbrido de violencia
pública, de usurpación de autoridad y privación de libertad como ser
humano.[2]

La resistencia, en cambio, protege la libertad de acción del funcionario


durante el ejercicio de su cometido legal.

La resistencia lesiona el orden de la administración pública, atacando el


ejercicio de la libertad funcional, de modo que es la libre acción del
funcionario público lo que el tipo legal protege inmediatamente, y
mediatamente, el orden de la administración.[3] Se trata de resguardar la
legal actuación del funcionario público, dentro del imperio del Estado, ante
la resistencia de la persona.

En cuanto a los medios en ambas figuras, se observa un mismo elemento


objetivo, a través del empleo de iguales medios coactivos. Estos se
encuentran claramente determinados en el delito de atentado, pero no en el
de resistencia, aunque no hay duda de que debe haber una oposición o
rechazo; de otro modo, se ingresa en el campo de la desobediencia.[4]

En ambos delitos, el sujeto activo puede ser puede ser cualquier persona.
No se requiere una cualidad especial. El atentado a la autoridad no requiere
que el autor sea el destinatario del acto, cuya ejecución u omisión se
pretende imponer. Por su parte, puede ser autor de resistencia a la
autoridad, tanto el destinatario de la orden como un tercero que quiera
impedir o trabar el acto funcional aunque no esté afectado por dicha orden.

En lo que respecta a las diferencias, se puede señalar que entre las dos más
importantes se encuentran: el sujeto pasivo de la conducta y el verbo y
fines de la acción.

En cuanto al sujeto pasivo, cabe señalar que el atentado solo se puede


perpetrar contra un funcionario público

En cambio, la resistencia comprende tanto el funcionario público en


ejercicio legítimo de sus funciones, en el sentido amplio del art. 77 del
Código Penal, como el particular equiparado legalmente al que hace
referencia el art. 240 del Código Penal. También, puede serlo el tercero que
presta ayuda al funcionario a su requerimiento. En los dos últimos casos, la
ausencia de requerimiento del funcionario o la ausencia del deber jurídico
tornan atípico el comportamiento del que resiste al particular interviniente.

La otra distinción que puede hacerse es con relación a los fines de la


acción. En el atentado, se impone la ejecución de un acto no decidido
todavía por el funcionario público. En cambio, en la resistencia, se trabará
la ejecución de un acto ya decidido y puesto en marcha, en virtud de la
libre voluntad el funcionario.
La distinción puede parecer sencilla cuando se trata de diferenciar entre
imponer un acto aún no decidido libremente por el funcionario y trabar la
ejecución de un acto puesto en marcha, en virtud de la libre voluntad del
funcionario. La diferencia se puede tornar difusa en los casos de
imposición de una omisión o la de impedir la ejecución, puesto que ambos
supuestos se refieren a una imposición de pasividad en el comportamiento
del sujeto pasivo[5], aunque la decisión sigue siendo la misma, ya que se
intenta evitar una decisión en el atentado y se requiere impedir un actuar,
en la resistencia.

Con el fin de dilucidar la diferencia entre ambos delitos, se reunió la


Cámara Criminal y Correccional de la Capital Federal en pleno, en el año
1947, en la causa “Palienko”. Basándose en consideraciones de tipo
temporal, se sostuvo que se estaba en presencia del delito de atentado
cuando el acto funcional no había sido dispuesto voluntariamente ni
comenzado por el funcionario. En atención a la forma de exteriorización, la
Cámara expresó que en el atentado la voluntad del funcionario no debía
haber pasado al estado de ejecución, es decir, no debía haberse
transformado en una orden dirigida al destinatario.

III. El Atentado a la Autoridad. Elementos objetivos del tipo y fines de


la acción [arriba] - 

Atentar, del latín attentare, en lo relativo al orden establecido, significa


tanto como emprender o ejecutar alguna cosa contra el orden o forma que
previenen las leyes.[6]

Siguiendo la acepción de la palabra, el delito reprime una acción contra la


administración pública, sancionando a quien coacciona la voluntad de un
funcionario (o asimilado a tal), para hacerle ejecutar u omitir un acto propio
de sus funciones específicas. La voluntad del particular se impone frente a
la del funcionario para que este no actúe con libertad y decisión propia.

Acción típica:

a) La acción típica consiste en el empleo de fuerza o intimidación contra un


funcionario público, con la finalidad específica de exigirle un determinado
hacer o una determinada omisión de orden funcional, para cuya realización
la ley le asigna competencia.

El uso de intimidación o fuerza debe conllevar la finalidad coaccionante, de


obtener la ejecución u omisión de un acto propio de la función, ya que sin
esa dirección subjetiva de la acción, las vías de hecho o amenazas ejercidas
sobre un funcionario público no se adecuan a la previsión legal, aunque
pueda configurar otro delito.[7]

a) Fuerza-Intimidación:

La fuerza, como elemento de este tipo penal, debe entenderse como


violencia física (vis absoluta), que se realiza directa o indirectamente sobre
el cuerpo del sujeto pasivo; en cambio, la intimidación adquiere el sentido
de coacción moral (vis relativa); ella es la que recae sobre el aspecto
psicológico- afectivo del hombre.[8]

En cuanto a la fuerza, Núñez la define como: “el ejercicio de una energía


física contra la persona idónea para influir en su determinación”.[9] Esta
expresión no efectúa distinciones sobre la dirección material que se le
imprime, es decir puede recaer sobre personas o cosas, debido a que lo
relevante es la verificación de su poder coercitivo sobre la voluntad del
funcionario.

La intimidación, es la amenaza de un mal a la persona, derecho o afectos,


idónea, con arreglo a las circunstancias de hecho para infundir temor en el
funcionario, de modo tal que doblegue su voluntad, ya sea que se dirija al
propio funcionario o a terceros. No exige la presencia inmediata del sujeto
pasivo, aunque también es posible que suceda, basta que sea idónea para
constreñir la voluntad.

La intimidación o fuerza ejercidas deben incidir sobre un bien valioso para


el sujeto pasivo. Puede tratarse tanto de bienes propios del sujeto pasivo,
como de terceros y tratarse de bienes de carácter personal (vida, libertad) o
de naturaleza real, es decir representados por cosas. Ambos medios deben
ser idóneos para imponer la voluntad del autor a la del funcionario.

La idoneidad de la fuerza ejercida por el sujeto activo se puede medir en


términos objetivos, aunque siempre teniendo en cuenta la persona del
funcionario y las circunstancias concretas que rodean al hecho. De tal
modo, refiere Creus que, lo que para un funcionario en la plenitud de sus
facultades físicas, puede no ser idóneo para imponerle la voluntad del auto,
puede serlo para otro que se encuentra herido o de distinto modo impedido
o limitado en la plenitud de aquellas facultades.[10]

En relación a la idoneidad de la intimidación, estando la vis dirigida a la


esfera psíquica del sujeto, la doctrina coincide en que la amenaza que
constituye el contenido de la coacción debe ser “grave, seria e inminente”.

Grave, en cuanto signifique un mal futuro para bienes jurídicos de


importancia y que no admitan una reparación más o menos rápida.
Seria, en el sentido de que el mal amenazado resulte posible y el que
formula la amenaza tenga la posibilidad de concretarlo por sí o por medio
de un tercero.

Inminente, en el sentido de que el mal amenazado debe ser actual y no


remoto.

Cuando la amenaza es objetiva y subjetivamente inidónea, el autor solo


puede cometer tentativa de delito imposible.

La fuerza o intimidación, a las que se refiere el art. 237, deben ser, además,
ordinarias, pues las extraordinarias constituyen agravantes (mano armada,
reunión de más de tres personas, por funcionario público o poniendo manos
sobre la autoridad; cfr. art. 238 del Código Penal).

Los medios a los que hace referencia el precepto legal son taxativos, de
modo tal que, si para conseguir el objetivo determinado por la disposición
se utilizaran otros medios de acción, no se tipificaría el delito en cuestión.
Así por ejemplo, no sería típico del art. 237 usar la astucia, engaño o
seducción o si hay dinero de por medio, aunque puede tratarse de otros
delitos contra la administración pública.

b) Núcleo del tipo. Significado de Exigir (o verbo y fines de la acción)

De modo genérico, puede decirse que exigir es obligar a hacer o no hacer,


con cuya conducta del autor trata de cumplir la finalidad de que él no puede
concretar por sí mismo, por ser para ello necesarias la actividad o
inactividad del sujeto pasivo calificado, es decir, el funcionario público.

Se exige algo a alguien que aún no ha hecho; en ello, radica una de las
diferencias entre el atentado y la resistencia a la autoridad. En el atentado,
se impone la ejecución de un acto no decidido todavía por el funcionario
público; en cambio, en la resistencia, se trabará la ejecución de un acto ya
decidido y puesto en marcha, en virtud de la libre voluntad del funcionario.

c) Tipo subjetivo:

Se trata de un delito doloso, compatible solo con dolo directo, que requiere
por parte del autor el conocimiento de la calidad de funcionario público del
sujeto pasivo o que está actuando a requerimiento de aquel o en virtud de
una obligación legal y la voluntad de realizar las conductas típicas.

Desde que debe existir una congruencia entre lo que el sujeto conoce y lo
que quiere llevar a cabo, la falla de la conciencia de alguno de los
elementos del tipo penal, ya sea por error o ignorancia, constituye un error
de tipo que excluye la tipicidad subjetiva de este injusto.[11] La distinción
entre error vencible o invencible carece de relevancia, ya que la forma
culposa no está contemplada como ilícito.

El tipo penal se caracteriza por contener un particular elemento subjetivo


de injusto adicional al dolo: la acción debe estar dirigida al funcionario
“para exigirle la ejecución u omisión de un acto propio de sus funciones”.

d) Sujetos:
1. Sujeto Activo:

El sujeto activo, en el delito de atentado a la autoridad, puede ser cualquier


persona. El tipo penal no requiere que el autor sea el destinatario del acto,
cuya ejecución u omisión se pretende imponer. Tal autor es quien trata de
imponer la omisión del secuestro de un bien propio, como quien trata de
imponerle la omisión del secuestro de un bien de terceros.

No necesita el sujeto activo poseer carácter especial alguno. Sin embargo,


de reunir determinadas características, por ejemplo tratarse de funcionario
público, el tipo penal se traslada a las agravantes del art. 239 inc. 3 del
Código Penal.

2. Sujeto pasivo:

Sujeto pasivo es el funcionario público en el ejercicio de sus funciones o la


persona que le prestare asistencia a su requerimiento o en virtud de un
deber legal de ese ejercicio.

Se exige que subsista la relación funcional, en el momento del hecho,


aunque el sujeto no esté ejerciendo las funciones propias del cargo.[12]

El deber legal de asistencia atañe a quien, sin tener competencia para


proceder en el caso, tiene tal obligación o le ha sido impuesta en razón de
una ley en sentido material.
Donna incluye, entre quienes pueden ser sujeto pasivo, al particular
aprehensor del art. 240 del Código Penal.

Parte de la doctrina, sin embargo, ha reaccionado contra la disposición de


la ley que alcanza, como posible sujeto pasivo, a la persona que presta
asistencia al funcionario público a su requerimiento o en virtud de un deber
legal, por la obviedad que representa dicha referencia normativa, ya que
tales funcionarios solo pueden existir en supuestos de un acto material ya
puesto en marcha. Consideramos que esta es la posición correcta.

Cuando los medios enunciados por el tipo se ejercen sobre un sujeto pasivo
no calificado -a quien por error el autor considera funcionario público-, se
estará ante una hipótesis de delito putativo y, por lo tanto, impune, siempre
que la conducta del agente no integre la acción de un tipo distinto (por ej.:
lesiones, daños, amenazas).

Argibay Molina critica este concepto, entendiendo que el sujeto pasivo del
delito es la administración pública, en cuanto resulta la única titular del
bien jurídico que se vulnera y que el funcionario público solo resulta ser el
objeto material del delito -objeto o persona sobre la que recae la acción del
sujeto activo-.[13]

A ello, contesta Creus que, si bien en la mayoría de los delitos contra la


Administración pública, esta es damnificada o perjudicada, solo el
funcionario puede ser sujeto pasivo, en la medida que es a través de él que
la Administración ejerce sus facultades autoritarias y es el único vehículo
por el cual puede ofenderse a la misma.

e) Tentativa y consumación:
Se trata de un delito instantáneo, ya que el hecho se consuma por la sola
acción de emplear intimidación o fuerza sobre el sujeto pasivo, con la
finalidad prevista por la ley, sin necesidad de que el funcionario realice lo
exigido, aunque el agente no consiga su propósito.

En cuanto al resultado, se trata de un delito de peligro, pues no resulta


necesario que el funcionario haga u omita el acto que se le pretende
imponer.

La doctrina mayoritaria está de acuerdo en que es inadmisible la tentativa.

IV. Figuras Agravadas de atentado a la autoridad [arriba] - 

El art. 238 del Código Penal establece:

“La prisión será de seis meses a dos años:

1º Si el hecho se cometiere a mano armada;

2º Si el hecho se cometiere por una reunión de más de tres personas;

3º Si el culpable fuere funcionario público;

4º Si el delincuente pusiere manos en la autoridad.


En el caso de ser funcionario público, el reo sufrirá además inhabilitación
especial por doble tiempo del de la condena”.

De tal modo, el artículo prescribe cuatro circunstancias agravantes del


atentado a la autoridad; tres de ellas (incs. 1, 2 y 4) lo son, en razón al
modo de comisión, en tanto que el restante (inc. 3) encuentra su esencia en
la calidad especial del sujeto activo.

1° Comisión del hecho a mano armada:

La agravante exige que el hecho se haya llevado a cabo utilizando el arma


como medio intimidatorio.

Debe entenderse por empleo de arma todo acto de ostentación, exhibición,


portación ostensible del instrumento, de modo tal que la víctima advierta la
existencia de un peligro real adicional.

El fundamento de la agravante reside en el mayor poder intimidante del


modo de cometer el delito, pues revela mayor peligrosidad del agente, más
resolución criminal y el mayor peligro corrido el sujeto pasivo.           

Por ello, no basta para los fines del tipo agravado el uso de arma simulada
o no apta para el disparo, donde si bien el poder intimidante puede ser tanto
o más intenso que si usara un arma con posibilidades de vulnerar la
integridad física, el sujeto pasivo no corre el peligro que esta entraña. En
tales casos, queda excluida la agravante y la conducta es atrapada por el
tipo básico.
Como la ley solo contiene la expresión “a mano armada”, la opinión
dominante en nuestra doctrina está de acuerdo en que comprende tanto las
armas propias como las impropias. El arma propia, que carece de poder
vulnerante por defectos en su mecanismo, puede aparecer como arma
impropia, si se la utiliza como tal; Creus utiliza el ejemplo de una escopeta
descargada que se esgrime como maza.[14]

Si el arma es utilizada, por ejemplo, disparando o acometiendo contra el


funcionario, difiere la doctrina acerca de si se trata de un concurso ideal o
si existe concurso real.

Defienden la tesis del concurso ideal Núñez, Creus y Buompadre[15],


entendiendo que no se trata de hechos independientes, sino de un mismo
hecho que cae bajo dos disposiciones legales y es aplicable la pena mayor.
El argumento para ello es que el disparo de arma de fuego involucra
materialmente la circunstancia calificante de comisión del atentado a mano
armada, lo que lleva a la imposibilidad de la independencia del concurso
real.

Se han pronunciado por el concurso real, Soler y Fontán Balestra[16], toda


vez que a su entender el disparo de armas constituye una figura autónoma
con relación al atentado; se trata de dos acciones encuadrables en dos
diferentes tipos penales.

Donna[17] opina que hay que distinguir si el acto se realizó en un solo


contexto de acción, será un concurso ideal; en caso contrario, será real.

2º Por reunión de tres o más personas:


La agravante exige la concurrencia mínima de tres personas, sin límites en
el máximo, que actuando en conjunto, emplee fuerza o intimidación contra
el funcionario público o su asistente.

La circunstancia calificante reside en el mayor peso intimidatorio o de


fuerza del grupo, lo que facilita la vulneración del bien jurídico.

La palabra “reunión” significa la unión de tres o más personas con un


designio común: el de atentar.

La palabra “por”, utilizada por el tipo penal señala la necesidad de la


presencia física en el lugar y la acción simultánea de ese número de
personas. Tiene que tratarse de una actuación grupal en los medios típicos
de comisión. No basta la existencia de instigadores ausentes ni la presencia
pasiva e inocente de algunos.

La doctrina acuerda en que no se requiere el concierto previo: el acuerdo


puede nacer en el lugar, pero es necesario que para cada uno de los alzados
su acción aparezca subjetiva y objetivamente vinculada a los demás. En
este sentido, opinan: Soler, Molinario, Tozzini y Núñez.[18]

3º Funcionario Público como autor:

El atentado se agrava cuando el autor es un funcionario público, no


importando su nivel jerárquico o categoría funcional en el escalafón
administrativo ni la función que desempeñe el agente.
La razón de la agravante radica, según parte de la doctrina, en el hecho de
que la administración pública se ve doblemente ofendida: por un lado, por
la lesión que ocasiona el delito y, por otro, por el quebrantamiento por el
autor de su deber funcional de respetarla.

Se trata de una circunstancia de agravación objetiva, vale decir que es


suficiente con la calificación del autor. No se requiere, aún cuando así
pueda suceder en la realidad, que el funcionario actúe en el ejercicio de su
competencia funcional.

La noción de funcionario público, cualquiera sea la función que desempeñe


el definido por el art. 77. La agravante no comprende al particular
equiparado a que hace referencia el art. 240 del Código Penal, porque esta
equiparación solo está vinculada con el sujeto pasivo del delito, no con el
activo.

Además de la pena privativa de la libertad, al autor sufrirá inhabilitación


especial por el doble tiempo del de la condena a prisión que le sea
impuesta. La inhabilitación se refiere a la privación del empleo o cargo que
desempeña el autor y su incapacidad para obtener cargos, empleos o
comisiones públicas (art. 20 del Código Penal).

4º “Poner manos “en la autoridad:

La acción típica consistiría en ejecutar actos de fuerza sobre la persona del


sujeto pasivo; debe entenderse como “ponerle la mano encima”, es decir
ejercer violencia o castigo que no llegue a constituir otro delito, por
ejemplo, propinarle golpes, empujones, sujetarlo.
Es conocida la discusión doctrinaria acerca de delimitar esta agravante de
la figura básica. De modo que resulta necesario distinguir si siempre que el
autor emplea fuerza con el propio cuerpo contra el funcionario se dará
dicha calificante, o si esta exige una especial aplicación de esa fuerza. Se
cuestiona cómo se puede ejercer fuerza sobre el funcionario sin ponerle las
manos encima, de donde resultaría que cuando la fuerza es ejercida sobre el
funcionario, el hecho sería siempre atentado calificado.

Molinario[19] la consideraba inaplicable esta calificante, debido a que


“poner manos” es actuar con fuerza sobre el cuerpo. Por tanto, como una de
las acciones de la figura simple es emplear fuerza contra el funcionario,
prácticamente toda fuerza física contra él implicara poner manos, aunque
sea a patadas. En consecuencia, sostenía que esta circunstancia no era
aplicable porque duplicaba el papel de la acción: una vez como elemento,
otra como agravante.

V. Resistencia a la Autoridad. Elementos objetivos del tipo y fines de la


acción [arriba] - 

La palabra “resistir” tiene varios significados. Uno de ellos es el de


oposición de un cuerpo o una fuerza a la acción o violencia de otra;
repugnar, contrariar, rechazar, contradecir, es otro de los significados de tal
palabra; el tercero es el de bregar, forcejear.[20]

Siguiendo la acepción de la palabra, el delito reprime una acción contra la


administración pública, sancionando a quien emplea medios violentos
(fuerza o intimidación) contra un funcionario público para impedir o trabar
la ejecución de un acto propio del legítimo ejercicio de sus funciones. Para
que esta se dé, es necesario que la acción del funcionario se halle en curso
y el autor debe perseguir el fin de impedir o entorpecer la acción de aquel.
a) Acción típica

La acción típica consiste en resistir a un funcionario público, en el ejercicio


legítimo de sus funciones o a la persona que le prestare asistencia, a
requerimiento de aquel o en virtud de una obligación legal.[21]

El injusto se caracteriza por la existencia de una orden o resolución


funcional que se encuentra en curso de ejecución contra una persona, y a
cuya ejecutoriedad se opone activamente el agente.

La dinámica de la acción típica representa la existencia de una conducta


desplegada activamente por el autor para trabar el desarrollo del acto
funcional. Importa siempre una oposición activa a un acto funcional
también activo, es decir, en ejecución.[22] El funcionario debe ya estar
actuando, previa decisión, y debe mediar oposición del sujeto del sujeto
activo en condiciones de recibir la acción, valiéndose de medios violentos
(intimidación o fuerza), con el fin de impedirle su acción u obligarlo a
hacer algo. La acción típica solo es posible durante del desarrollo del acto,
no antes de su comienzo ni cuando haya cesado.

Si bien no se encuentran mencionados expresamente como medios


comisivos, la intimidación o fuerza, la fórmula genérica “el que resistiere”,
abarca por su mayor amplitud tales medios comisivos. El verbo típico
implica la resistencia por vías de hecho a una orden legítima.

No es preciso que se logren algunos de los fines que se persiguen (impedir


o trabar la ejecución del acto); como sostiene Fontán Balestra, es suficiente
el fin de trabarlo, es decir de dificultarlo, de entorpecerlo o de
obstaculizarlo.[23]
El tipo penal pone como condición válida que el acto pertenezca a la
competencia del sujeto pasivo. La orden debe provenir de un funcionario
público, emitida legítimamente en el ejercicio de sus funciones, habiéndose
cumplido con las formalidades exigidas por las leyes y los reglamentos y,
además, no sea abusivo.

b) Sujetos:

1.- Sujeto activo:

No requiere ninguna calidad especial. Puedo serlo cualquier, incluso un


funcionario público. El Decreto Ley N° 17.567 preveía la agravante de la
resistencia, si el autor era un funcionario público.

Puede ser autor tanto el destinatario de la orden como un tercero que quiera
impedir o trabar el acto funcional, aunque no esté afectado por dicha orden.

2- Sujeto pasivo:

Puede serlo tanto el funcionario público en ejercicio legítimo de sus


funciones en el sentido amplio del art. 77 del Código Penal, como el
particular equiparado legalmente al que hace referencia el art. 240 del
Código Penal. También, puede serlo el tercero que presta ayuda al
funcionario a su requerimiento. En los dos últimos casos, la ausencia de
requerimiento del funcionario o la ausencia del deber jurídico tornan
atípico el comportamiento del que resiste al particular interviniente.
Por tratarse del entorpecimiento en la ejecución de un acto legítimo,
necesariamente debe ser un funcionario a cargo de una función ejecutiva.
No basta la condición de funcionario público, sino que ella deberá estar
unida a la realización actual del acto propio del legítimo ejercicio de sus
funciones; esto permite distinguirlo del atentado, el cual puede dirigirse a
órganos no ejecutivos.

C) El ejercicio legítimo de sus funciones

Es presupuesto indispensable para que se configure el delito de resistencia


a la autoridad que exista una orden lícita, emanada de un funcionario
público en ejercicio legítimo de sus funciones, debido a que la resistencia
no se dirige contra la persona, sino en la medida en que es funcionario del
Estado. Con esta exigencia de legalidad, el tipo penal pone como condición
válida que el acto permanezca a la competencia del sujeto pasivo y que
cumpla con las formalidades exigidas por la leyes y reglamentos y, además,
que el acto no sea abusivo.[24]

d) El aspecto subjetivo en la resistencia a la autoridad

Se trata de un delito doloso. En el aspecto cognitivo, se necesita que el


agente reconozca a quien le da la orden de hacer o no hacer algo como
funcionario público en el legítimo ejercicio de sus funciones y que, además
se encuentre autorizado para ello, mientras que en el aspecto volitivo debe
obrar con la finalidad de impedir u obstaculizar el acto funcional. Es
admisible el dolo eventual.[25]

e) Consumación y tentativa:
El delito se consuma con el primer acto de oposición. El injusto se
consuma cuando el autor, en conocimiento de que la persona es un
funcionario público, dirige contra él una acción de contenido amenazante o
emplea fuerza para imposibilitar o para entorpecer la ejecución del acto.

La tentativa no es posible porque, en el mismo instante en que comienza a


ejercer la violencia o intimidación, el delito queda consumado.

f) Límites a la antijuricidad del obrar del agente:

El funcionario debe actuar dentro de la esfera de sus atribuciones legítimas.


De modo tal que, si el actuar del funcionario resulta abusivo e ilegítimo, la
resistencia del autor no resulta punible, puesto para que su accionar sea
antijurídico el funcionario debe actuar dentro de su competencia e
imparcialidad.

Dos son los criterios utilizados para fundar la no punibilidad del sujeto que
resiste el accionar ilegítimo del funcionario. Esto es sostener, tal como lo
hace Carrara, que actuó en legítima defensa, ya que se trata de un caso de
agresión ilegítima.[26] En esta posición, también se enrola Donna, quien
sostiene que se podrá ejercer legítima defensa cuando el acto del
funcionario no sea legítimo y en consecuencia obligatorio.[27]

La otra posición posible consiste en sostener que el hecho resulta atípico.


Tal es la postura que adopta Tozzini, quien entiende que la conducta de
quien resiste una orden ilegítima resulta atípica ante la falta de un elemento
normativo del tipo, sin que resulte necesario recurrir a la legítima defensa
como causa de justificación.[28]
 

Notas [arriba] - 

[1] Secretaria de la Sala V de la Cámara Nacional en lo Criminal y


Correccional de Capital Federal, CABA, Argentina.
[2] Tozzini, Carlos, Los Delitos de Atentado y Resistencia a la Autoridad,
Revista de Derecho Penal y Criminología, Nº 1, Buenos Aires, enero-
marzo, 1969.
[3] Nuñez, Ricardo C, Derecho Penal Argentino, Tomo 7, parte especial,
Córdoba-Buenos Aires, Ed. Lerner, 1974.
[4] Abraldes, Atentado, resistencia y desobediencia a la autoridad, Tres
tipos penales parecidos, Revista de Derecho Penal “Delitos contra la
Administración Pública, I, Rubinzal-Culzoni Editores, 2004-1, pág. 35.
[5] Tozzini, Los Delitos de Atentado y Resistencia a la Autoridad, Revista
de Derecho Penal y Criminología, Nº 1, Buenos Aires, enero-marzo, 1969.
[6] Massi, Alfredo, Atentado a la autoridad, Enciclopedia jurídica Omeba,
Tomo I, Buenos Aires, Ed. Bibliográfica Argentina, 1984, págs. 935-938.
[7] Molinario, Alfredo, Los delitos, Actualización de Aguirre Obarrio,
Tomo III, Buenos Aires, Ed. Tea, 1999.
[8] Soler, Sebastián, Derecho Penal Argentino, Tomo V, Buenos Aires,
Tipográfica Editora Argentina, 1988, pág. 58.
[9]Nuñez, Ricardo C, Atentado y resistencia a la Autoridad, Doctrina
Jurisprudencia Argentina, 1970-336.
[10] Creus, Carlos, Derecho penal. Parte Especial, Buenos Aires, Rubinzal-
Culzoni, 2000, pág. 60.
[11] Donna, Edgardo A, Derecho Penal- Parte Especial, Tomo III, Buenos
Aires, Rubinzal-Culzoni Editores, 2000, pág. 44.
[12] Donna, Edgardo Alberto, ob cit, pág. 44.
[13] Argibay Molina, José F, Consideraciones sobre el delito de atentado a
la autoridad, Revista de Derecho Penal y Criminología, Buenos Aires, La
Ley 1969, N° 3, pág. 305.
[14] Creus, Carlos, Delitos contra la Administración Pública, Buenos aires,
Ed. Astrea, 1981.
[15] Nuñez, ob cit, pág 22, Buompadre, Jorge Eduardo, Derecho Penal.
Parte Especial, T III, Corrientes, Vera Editor, 2003, pág. 83.
[16] Soler, Sebastián, Derecho Penal Argentino, Tomo V, Buenos Aires,
Tipográfica Editorial Argentina, 1988, Fontán Balestra, Carlos, Tratado de
Derecho Penal, Tomo VII, Buenos Aires, Editorial Abeledo Perrot, 1971,
pág. 139.
[17] Donna, Edgardo Alberto, Revista penal parte Especial, Tomo III,
Buenos Aires, Editorial Rubinzal-Culzoni, 2000, pág. 52.
[18] Soler, Sebastián, ob cit, pág., 144; Molinario, Alfredo, ob cit, pág.
311; Tozzini, Carlos A., ob cit, pág. 63; Nuñez, ob cit, pág. 22.
[19] Molinario Alfredo, Los delitos, Actualizado por Eduardo Aguirre
Obarrio, Buenos Aires, Ed. Tea, 1999, Tomo III, págs. 309-310.
[20] Massi, Alfredo, Enciclopedia jurídica Omeba, Buenos Aires, Editorial
Driskill, 1984, Tomo XXIV, pág. 783 que remite a Tomo I a, pág. 935.
[21] Donna, Edgardo Alberto, Derecho Penal, Parte Especial, Tomo III;
Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, 2000, págs. 58-61.
[22] Buompadre, Jorge Eduardo, Derecho Penal. Parte Especial, Tomo III,
Corrientes, Vera Editor, 2003.
[23] Fontán Balestra, Carlos, Tratado de Derecho Penal, Tomo VII, Buenos
Aires, Abeledo Perrot, 1971, pág. 139.
[24] Donna, Edgardo Alberto, Derecho penal. Parte Especial, Buenos
Aires, Rubinzal-Culzoni, 2000, pág. 60.
[25] Fierro, Guillermo J., Delitos de atentado, resistencia y desobediencia
contra la autoridad, Ed. Hammurabi, 1° ed., Buenos Aires, 2007.
[26] Carrara, Francesco, Programa de derecho criminal, De José J. Ortega y
Torres y Jorge Guerrero (trad.), Santa Fe de Bogotá, Temis 1956, Tomo 7,
pág. 340.
[27] Donna, Edgardo A., Derecho penal. Parte Especial, Buenos Aires,
Rubinzal-Culzoni, 2000, págs. 62-63.
[28] Tozzini Carlos A., Revista de Derecho Penal y Criminología Los
delitos de atentado y resistencia contra a la autoridad, Buenos Aires, La
Ley, 1969, 1, pág. 62.

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