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En nuestro país hasta hace relativamente poco la situación de las personas condenadas a
pena primitivas de libertad, estaba regida por las disposiciones anacrónicas y arbitraria del
llamado código penal dominicano. A eso debemos agregar el trato vejatorio e infrahumano
que recibían los reclusos durante los regímenes despóticos que hemos tenidos entre ellos
que encabezo Trujillo.
Esta ley, que solamente que debe contener principios generales que habrán de ser
desarrollado a través de reglamento para su correcta aplicación, deberá ser completada
además, por otras leyes, que si bien no tiene estrictamente la característica de leyes
penitenciarias, le servirá de indispensable apoyo o base de sustentación.
Más adelante y ya en la exposición realmente de motivos del autor cae en una contradicción
que nosotros consideramos grave o una manifestación clasista de compromiso
internacional. Veamos: la elaboración de este anteproyecto pretende pues, dar el primer y
decidido paso para la implementación de un auténtico sistema penitenciario dominicano,
el que si bien esta impirado en las leyes, principios y normas foráneas contempla nuestra
realidad nacional, de tal modo, que sus distintas disposiciones no constituya mera
declaraciones de principio de utópica sino letra viva que inspire una nueva política que rija
y ordene una realidad.
La persona beneficiada con tal medida, entre ellas: a) le fija una reincidencia en un lugar
precioso la que podrá ser puesta por el mismo condenado, b) se le sujeta a la virtud del
ministerio público, c)adopción dentro del plazo señalado por el tribunal de un trabajo,
profesión u ocupación.
Por otra parte, y ya en lo concerniente a la ley número 224, esta lo que hace en realidad, es
recoger en un solo cuerpo los anteproyectos de Del Valle Allende, refundirlo más bien con
la misma motivación que el dio hace tanto tiempo, al momento de su redacción.
La infracción por parte de los reclusos de cualquiera de los preceptos de la presente ley y de
los reglamentos que para su conveniente ejecución se dictaren, constituirá falta disciplinaria
y será sancionada con las medidas que se establecen más adelante. Artículo 46.- Solamente
podrán imponerse como sanciones las siguientes medidas disciplinarias: a) Amonestación)
Privación de visitas o correspondencias hasta por 30 días) Encierro en su celda o en celda
de castigo hasta por 30 días;d) Traslado temporal por no más de 60 días; e) Privación de
otros privilegios que determinen los reglamentos. Corresponde exclusivamente al director
del establecimiento la aplicación de las medidas disciplinarias, lo que hará mediante
resolución motivada tomando en consideración la infracción cometida, la personalidad y los
antecedentes del recluso.
Pese al gran número de estudios dedicados a fray Bartolomé de las Casas, permanecen
muchas incógnitas tanto acerca de sus ideas, como de su actuación. En la década de los
1960, Juan Friede lamentaba que las acciones de Las Casas a favor de los indios
permanecieran a la sombra de su voluminosa obra como tratadista.1 Según este autor,
también se echaba de menos una investigación sobre “la proyección americana de las ideas
de este insigne teólogo español”, carencia que Friede se esforzó por colmar con un artículo
centrado en la influencia de las teorías lascasianas en los obispos del Nuevo
Mundo.2 Dichas lagunas quedan particularmente patentes en un tema de tanta relevancia
para la historia de la justicia colonial como el de la institucionalización del cargo de
defensor civil de los indios. En efecto, por lo general, los especialistas se han limitado a
retomar el contenido del capítulo 90 de la Historia de las Indias en el que el propio Las
Casas afirmaba haber sido nombrado “protector universal de todos los indios de Indias” por
el cardenal Cisneros en 1517. En vista de ello, Las Casas fue considerado como el primer
defensor de indios en la historia de América, sin ahondar mucho en el papel exacto que
pudo desempeñar el religioso en un proceso de tanta complejidad.