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EL PiioBir;?

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DE LA

LEÑ61JA iiu
POR

A M A D O A L O N 5 O

E S P A S A - C A U ’E, s . a .
M A D R 1D
1935
B S P EOPrET lAX)
Madrid, 19B5
Fubllshed in ¡ípaln

r,í BKP.fi w ai'A S *- O A 'Í.P Jiii S. A., lilos Robas, 2S,— MAKItID
S 'H

P ágina»

E l problema argentino de la lengua,»,,...,,,,.,,.,.,.. 9


Expresión y comunicación, pág, 11.—-Ijerígua escrita y
lengua ora!, pág. 16.— Tradición literaria y tradición
oral, péff. 23,-T-Trsdioión y tradicionalismo, pftg, 32.—*
Lengua literaria-, afán ñ» universalidad, pAff. 44,— Lo-
callzación del problen», p£g< 48.-—Intárdependencia da
- . lengua oral y estírala, pásr. 86.— Horma, cultora, pá~
g-ina 72,— Normas locales y normas generales, pág i­
na 77.— Desvalorizarían de laa noim aa, p&g, 88.— Bue­
nos Aires, capital idíom ática del Río de la Plata, p á­
g ina 99,— El destino futuro de la lengua, pág-, 102,—
Posición final, pág. 118,

Ruptura y reanudación de la tradición idíomática


en América........... ............— ..................... 123
Preferencias mentales en el habla del gancho...... 143
Hispanoamérica, unidad cultural. . . 181
Indice de m ate ria s..,,,,,,.,,,,,.,.,,.,,,,,.,,,,,,..,,,,,,.,. 195
Indice de nombres propios...,.............................. 199
Indice ds palabras c itad as,,,,,,,.,,,..,,,,.,,,,,.,,,,.... 201
E L P R O B L E M A A K G E Í'

DE LA LEN GUA
A J.-vp.-r', L U ~,c,
COM PAÑERO EN ESTAS
PREOCUPACIONES

Problema de lengua, problema de pasión. De


veras, lo que excita a las gentes es el conflicto;
el problema* a unos pocos. Yo quisiera ahora
ponerme a discurrir sobre el ■ tema separando
con cuidado de los valores y poderes afectados
sus intereses teóricos. E l conflicto se vive, el
•problema se contempla, Y la busca ele las bases
auténticas del problema es de por sí placer y
recompensa suficiente» aun descontando la ven­
taja práctica que se pueda derivar para nues­
tra actitud ante el conflicto,

Expresión y c o m ti n i e a e i ó n

El conflicto más doloroso y frecuentemente


sentido es el del escritor ante la resistencia de
su medio de expresión. A hí centra el poeta todo
posible problema de lengua, ya que las gentes
hablan como les viene a la boca y se entienden.
¿Es que ei problema lo es exclusivamente de
expresión y no de comunicación? Reservamos
ei nombre de c o m u n i c a c í ó n para ei acto
de participar al prójimo la armazón lógica y ra­
cional de nuestro pensamiento, Comunic.tr es
referirse racionalmente a los objetos en quu pen­
samos y consignar sus relaciones pertinentes,,
todo por medio de términos y giros convencio­
nales, esto es, aptos para la intercomprensión.
Lo lógico -es el esqueleto» lo que mantiene consis­
tente y arquitecturado nuestro pensar, Lo lógico
■es una melodía pura y descarnada, una sucesión
ele precisas referencias a objetos, que es como
una sucesión de tonos bien afinados. E x p r e -
s a r s e , .en cambio, es hacer valer eficazmen­
te las resonancias afectivas y valorativas, los
i c t u s de la voluntad y los timbres coloristas de
la fantasía que sinfoiiizaii y ritm an la delgada
melodía de lo racional, No es, claro está, que co­
municación y ‘expresión correspondan a la duali­
dad de inundo exterior y intuido interior; un sen-;
timiento, un querer, una representación j’anta-
sístiea, pueden ser comunicados o expresados.
S í yo cuanto de palabra o por escrito un suceso
de que lie iido espectador o que lie imagmado,
lo puedo hacer de manera que cada una de las
palabras empleadas se refiera exclusivamente a
lo que ocurrió y a cómo ocurrió; puede no apa­
recer un solo yo, un solo m í Sin embargo, el
oyente o lector va a percatarse ele la impresión
que el suceso me.ha causado: va a comprender y
a compartir mí indignación, mi miedo, mí de­
solación, m í hilaridad, sin necesidad de que yo
califique aquello de indignante, anienazador,
desolador o cómico. Es m á s: puedo 'empozar por
calificar el hecho de indignante y el lee tur no
se in dig n a; de cómico, y no se ríe. Es el senti­
miento mismo actuando, rezumando del relate»,
lo que tiene virtud de contagio. E l obispo lepro­
so acaba de derramar en las nimios de! niiio
Pablo “todo un cofrecillo de estampas 'primoro­
sas”. Yo también podría describir: “el niño es­
taba sentado en el guelo, repasándolas y con­
tándolas”. Y añadir: “aquella visión me enter­
neció”, o bieíi: “el recuerdo de aquella escena
me'enternece”." Esto sería referirme lógicamen­
te a m i propio sentimiento, nombrándolo, dán­
dole una jerarquía y una medida qu
fiscaliza. E l lector queda enterado de \ ’J ■ 1
siento o sentí y, sin duda, no del 1 . •>h .*.•
m i sentimiento. Pero ¡qué dístim . . ■; h
emoción ;en la frase de Gabriel M ir ó !: Fahl
repasó y las contó sentadilo en los recios
ronés, Y a no se comunica al lector que el i
lista se ha enternecido, sino que se le pre;
la ternura misma ante los ojos. Ese sentí
que designa lógicamente la actitud corporal d<d
niño» desnuda de un golpe la actitud ernoe
del narrador; una actitud de amor, mri «
pero m uy especial: el alma se tiende y ae
ge en ose diminutivo como los tentáculos ávidos
o hipei" "cosibles de un caracol. Hay algo de leja­
nísim o femar, un. sentimiento de fragilidad qtie
moj/s ivn poco nuestra complacencia en el objeto.
Y osfa peculiar emoción del .poeta ''.octavia puja
por rebotar corno mi eco en la representación
Y* loa recios esterones donde el nifio juega señ­
uelero, Herios esterones son palübr,. s que desig­
nen lógicamente un objeto del mundo exterior
y su grosor; pero ¿a cuento de qué interviene
este objeto en la historia y precisa,mente con la
condición señalada? ¿Por qué no, sin más, sen-
fadito en el suelo? “Recios esterones” vale tanto
como “mullido tosco”, Complacencia y contras­
te, Fné precisamente la ternura lo une condujo
¡a. atención del poeta ¡hacia los recios este­
rarles del aposento porque le interesaban do­
blemente : ahí eras m ira satisfacción al prurito
amoroso de protección y un sobr.eaviso irracio­
nal de aquella lejana inquietud por tan frágil
criatura. Los recios esterones sólo se justifican
en. este pasaje como resonadores de una-emo­
ción, como elementos de expresión y no de co­
mún ien ción y Y lo que cuenta, desde luego,
poéticamente., es la resonancia, no el resonador.

* El vúk.r emocional de estas dos palabras no se


Ponía aciüí a la ternura resonante, sino que, como se ve
i;» aig'ún oiro pasaje de la novela de Miró, alucien emo-
üKxiHilmCTiO: al sencillo señorío del palacio episcopal.
Pablo las,/repasó y las contó sentadito en los
recios este,roñes. La ternura nos empapa con la.
eficacia irresistible ele su presencia»
Ahora se ¿ye que expresión y comunicación 110
corresponden a lo subjetivo y, lo objetivo como
referencia ¿ivergente a la vida interior y a la
experiencia externa, sino que se diferencian por
el modo do manifestarse; la comunicar>• r jov
signos; la expresión, por indicios» - n . . .
E l conflicto de la expresión se eriza en el
ríor de cada poeta. E n cada poeta, el sistema .
de emociones pugna por hacer oír su voz por !
entre los secos disparos de Las designaciones
lógicas, Pero ése nunca podrá ser en sí un pro­
blema nacional, sino individual. Mediatamente,
sí. Prim ero: porque la posibilidad de expresarse
está' en razón directa no sólo de la riqueza viva,£)
sino también de la firmeza y estabilidad del sis­
tema ele signos conveiicíonáléWJtiue es la lengua
como instrumento social ele intercomunicación.
(O reduciendo a fórm ula; el poder volátil de los
indicios está condicionado por el poder fijo de
los signos. E l estilo vive gracias a la gramá­
tica, como la paloma kantiana volaba gracias a
la resistencia del aire), Segundo i porque en. m u­
chos giros, fórmulas, frases hechas y hasta pa­
labras perfectamente convencional izados y mos­
trencos, cosuena una emoción subjetiva que es
fácil diferenciar de la referencia lógica al ob­
jeto. Ejemplo local;' ¡no hay nada que hacer!,
puesto como tapadera y punto final de una aser­
ción.

Lengua en e r i t a
y lengua oral

Ambas razones nos fuerzan a trasponer el


conflicto sufrido por el escritor a un plano so­
cial: a la lengua misma como sistema de con­
venciones,, coinoi instrumento o medio ele comu­
nicación. ¿Pero a qué tipo cíe lengua! ¿La lengua
literaria, la conversacional urbana o la,s- rura­
les? La lengua escrita es otra cosa que la oral.
Vista por dentro, ambas se diferencian por la
■desigual actitud del sujeto: en la literaria do­
m inan las intenciones estéticas y los intereses
emocionales si es poética, y las exigencia;? de la
lógica si es científica; en la oral, la intención
a " y las valoraciones éticas y de nulidad.
\ por fuera, 3a distinción es fácil, porque
hay 1111 material lingüístico específicamente lite­
rario, un material diríamos numerable y men­
surable, y, por lo tanto, comprobable a nuestros
sentidos: la lengua escrita tiene palabras, for­
mas ílexío ¡_d _ ; intacta"- c yfl: no es­
tán o que i anc^. 1'.. .i ido ( en lá
oral; hasta pronunciaciones que es necesario
representar — y pensar— en la lengua lil eraría
de otro modo cine como son en la couve -sacio-
nal. Se escribe cuyo, rostro, 'prolijo, aledaño,
raigal, enderezarse a, advenir, canoro, -decoroo,
vernal, iniciar, recamar, hender, [ale. cío., colo­
quio, provecto, fragor, iumdnaria, plañido y «li­
les más que en el hablar o no aparecen o lo
hacen con un efecto especial; se maneja -cu. la li­
teratura un arsenal de utensilios subordine ules
raros al hablar,: supuesto que, a fin de que, ai
tiempo que, a punió de, no obstan-te que, eleé-
tera; liay una libertad, frecuencia y agilidad de
derivación lexical («jos huevonce, íivoaooarev-
dad, vivencia) mu dio .mayores en la lengua es­
crita; la arquitectura de ios períodos es ro.áa
calculada y sostenida, con privilegios en el jue­
go de incisos y en el orden de las palabras. Has­
ta en la pronunciación, decimos; a pesar de que
en la lengua oral de Buenos Aires se igualan
las pronunciaciones de la II- y de la y, los poelao
porteños rehuyen rimarlas; y en las declama­
ciones, lecturas y conferencias reapíuece la ar­
ticulación de la II -como lino de ios signos de ese
estado eulturalmente superior de lengua que lin-
inainos lengua literaria. Por otro lado,,la lengua
escrita no admite m ultitud do > >>.gismos léxi­
cos, fonéticos y sintácticos d* ’ : igua. eaUoje-
ra, ni cierta fraseología de favor en la
conversación, ni esos quiebros con que i a frase
'hace esguinces al hablar, etc. Cierto que cual­
quier poptilarisino puede verse en lit-orulura,
pero con un intento especial: el de evocan un
ajubjonre no literario, Y evocar es conjurar la
pres.ss.ss ele lo ausente.
Adornas, como ]a. lengua escrita se va nu-
Síiendo de m. oral so pona, si no, de conve retirse
tai kngna m o r ía , siempre podemos comprobar
d«k neologismos de origen oral logran filtrarse
k Jííoratirri! y adquirir é ií carta de natti-
raksa; pero esto no por orden de antigüedad
ni do o>rf ensión. en el uso, sino según un especial
prestigio social idealizado, Permítasenos, como
aclaratorio, nn ejemplo antiguo. La pronnneia-
Hóíi d (aspirado) en logar de la / inicial de pa­
rdos!, que aparece en las otras lenguas roman­
ees, era popvdarí " en Castilla no sólo al na­
cer nuestra dfer. _ sino quizá muchos siglos
antes. El maestro de la filología española, don
.Ramón Menéndez Pidal, conjetura que ocurrió
desde que los iberos se pusieron a aprender el
latín dos siglos antes de Cristo, De cualquier
modo, en el siglo XI era ya pronunciación muy
sksosds en i oda i . m sociales de Castilla.
Y, sin embargo, ‘ . r literatura castella­
na. escribid, y de • k 3 siguió oscribkndo,
Pi'i-í- o 1, fariña, etc, lid po~
poorrismo s. por / existía; su extensión social
era casi rompióta, si no completa; su antigüe­
dad, remotísima, Y, a pesar de todo, la litera­
tura lo repelió y eligió la / como más. apropia­
da a la espeeísl tensión espiritual y a la mayor
dYsiidsd en los gestos verbales, que son carae-
terísticas de la actitud estética frente a la vita-
lista del lenguaje. Es de suponer que ¡había casos
de concurrencia, casos en que pronunciaban a
veces f algunos clérigos, algunos magnates, los
que representaban^ en fin, por entonces el ¡ma­
yor grado ele cultura, Una / se oponía también
casi siempre a la h —
clientes palabras del ;*'dh , ] 1 ;-.-v ” • d - d*1
francés, Jos tres idiomas que conocían por ofi­
cio los juglares y por devoción los poetas.
Y , desde luego, f veían las gentes en el latín
— la lengua entonces de la suprema dignidad— ,
aun en los latines chapuceros de los notarios.
Trama sutil de asociaciones que convirtió a la f,
de vida raquítica en la lengua oral, en símbolo
de jerarquía social y poética. Tanto, que el poe­
ta de Mió Cid escribía ultracorreetamente Alvar
Fannez, un apellido que siempre íué Hannez, y
fo n ia ; pareja del francés honte. Y todavía en ei
siglo xv la imprenta intentaba regularizar el uso
de la / desechando la h.
¿Qué mueve al hombre en tensión y trance
de lengua poética a rechazar ciertos procedi­
mientos de idioma que no le son ajenos ai luí-
bíaTt En todi> lenguaje se debate una bu ti no-
m i a de fuerzas que son el espíritu de rua­
rlo o localista y el espíritu ele im iv " Jad.
Compárese cómo escriben Lugones, Rubén Da­
río, Rodó, Ainado Ñervo, M artí, los García Cal­
derón, Juan Ramo 1^7. y compárese cómo bebían
en el Plata, Centroamériea, Antillas, Pqní, Mé­
jico y España. En seguida se ve que el espíri­
tu do universalidad predomina en la lengua de
la literatura y que el espíritu de campanario
se va afirmando a medida que se desciende por
las capas culturales de cada país, de modo que
lus más numerosas y hondas diferencias, entre
d>la de Buenos Aires, La Habana, Lim a,
Ydco y M adrid están en las clases más incul­
tas, Y id revés: cuanto más culto es un grupo,
social de Buenos Aires, Lima, Méjico, Madrid
'o LadHabitita» más se aproxima su lengua..-rela­
tivamente a su región— a la lengua 'general y
menos particularismos tiene,
Así, pues, si la lengua literaria rechaz.i cier­
tos elementos ídioináticos de la lengua hablada
es porque de algún modo repugnan a su espí­
ritu de universalidad, porque se le aparecen
como peculiarismos .geográficos y sobre todo
sociales, y, por tanto, como limitaciones.. Pero
además* y sobre todo, otros localismos que el
escritor emplea en su. conversación son evitados
é1 en la lengua literaria© porque los reputa
de iin momento de escasa tensión, espi-
•I i bti CiJLs
La otra particularidad de la lengua esc cita, la
de retener elementos idíoináticos ya desapare­
cidos de la oral, tiene otra explicación. E n
toda, lengua literaria sobreviven innumerables
arcaísmos. ¿Por qué? SÍ oponemos los móviles
vitales respectivos de Ja lengua conversacional
y ele la poética aaüól, activo v valuralívo;
■éste, estético y fiinocional-— veremos, ain. adato-
rios, que la lengua literaria ha tenido razones
que no tenía la > ('"nía para retener cierto"
elementos idiomá Borges lia cacti lo calila
desde Carriego se han llenado de uu. aeatalo
piadoso y conmovedor, algunas pala-loas como
costúrenla y otras-. No cabe duda de ijua Burgas
misino 110 sólo revive una emoción análoga cuan­
do lee esas palabras en Carriego, sino que, al
acudir a ellas en .sus necesidades de expresión
poética y personaje lo hace con una emoción p a ­
riente de la de .Carriego, ¿A cuántos otros escri­
tores jóvenes les sucede lo mismo? i a
lie aquí el nacimiento de una trac i-
•ción, trasmisión.
También, hay uu modo social, t.í‘-:''-a ■" aeima-
nal de emoción y valoración en p;
sobrador y otras, vivas hoy en la Iea,c_ ^ ... Ja.da
y de frecuente aparición en la literal
Be posible que una futura revolución t
diciones y distribución del traba, >íre del
uso hablado f!a palabra c<?r •" • •
a sustituirla con más cer
posible que la plasmaeión de oíros modos de
valorar y de interesarse arrincor ’ na. sobra­
dar. Otra vendrá a decir que la
habituado a enfocar desde distin
antes llamaban sobradar, a'Inte::
rasgm que será entonces el punto nuclear de
mía y do formación de la Idea con espon-
P¡vo los escritores de entonces seguirán,
dorante no sé cuánto tiempo, usando y: sintiendo
subrador y cnrdiirerita. Y a no será la misma
omocjon, por...... ...a. Carriego hay una nitidez de
'presencia, mientras que en los poetas futuros
habría. tasística nebulosidad de lejanía.
Pero sí misma, aunque tan distint a como
el ■cnei co de un viejo es el mismo que
su anterior )o a uro ral de niño. Sería la
misma on mi do tradicional, o, como se dice
e:a filosofía, ral. Porque las palab ras no
son vi' 1 ■>
. usamos para designar conteni­
dos pr es en nuestras almas, sino pun­
tos y ini'uiíí., i.tK' cristalización y organiza‘ ion de
esos contenidos.
■Los poetas se trasmiten con su lengua, modos
de emoción como una comunidad hablante sé
trasmite modos de conocimiento, de acción y de
reacción. Retornando a nuestro ejem plo; cuan­
do sobradar y cosUvrerita sean arcaísmos en la
1enema oral todavía'podrán un tiempo no serlo
mi ía pnétira. Y a no servirán en la oral para
desitmar ni para actuar, caracolas marinas en
seco e inertes; pero el oído del poeta se pegará
todavía tercamente a su boca por el encanto de
oír resomn en ellas la voz fantasmal de mía emo­
ción, Y aún la comparación es pobre y defectuo­
sa^ revejiie ve se trata de oír cómo resuena la
emoción ajena dentro de la dureza de la palabra,
sino de cómo al conjuro del símbolo yerbal,
resuena dentro del poeta una emoción 'hermana
de la de Carriego,
Los arcaísmos perduran en la lengua lit
ria no por su poder ele; * 'ivo, no por su
nificación o referencia t, a un objeto, 'bino
porque son sendos modos de cristalización « n o ­
cional, porque orientan y fijan ]a emoción, y
porque el poeta, en oposición al hombre de la
calle, se esfuerza en poseer el sistema más am­
plio y depurado posible de formas de emoción,
y sólo renuncia a una de. esas formas cuando
está en divorcio con su sistema emocional *.
Esta es- la razón primordial de la perduración
de arcaísmos en. la literatura, Pero no la única.

* Lo cual no implica que los poetas posteriores re­


produzcan la emoción correspondiente de los anterio­
res como con un molde: la íbrrna de la emoción puede
sufrir todas las modificaciones y variaciones ya de tiem­
pos atrás reconocidas en las formas de significación de
las palabras. Y .así. como reconocemos una obra de tras­
misión, de tradición, de cultura en la evolución semán­
tica de cuidar que antaño significó ‘pensar’ (cogitare),
o de ;'curar, antes ‘cuidar’, así también hemos de ver
la obra de la tradición en la evolución que sufren las
formas emocionales expresadas en las palabras. El aire
de familia con que se nos aparecen ciertos períodos lite­
rarios, o ciertas literaturas a través del tiempo, viene
así a explicarse, aunque sólo,en parte, por el poder for­
mante de los símbolos fdiomáticos.
En la vida común liay una tendencia a ia eli­
m inación de los llamados sinónimos cora urren-
tes. Como en el hablante mandan motivos de
acción y de reacción — conciencia es acción posi­
ble. dice Berg-son— , se tiende a elimina r iodo
motivo que distraíga de esos propósitos. Por el
contrario, lo que busca el poeta es expresarse
a sí mismo, evitar la pérdida do su peculiar
visión y emoción, Y los llamados sinónimos, que
resultan «na riqueza superfina en el uso activo
de la lengua, ahora son preciosos, porque cada
uno corresponde a un modo distinto de visión
del objeto. Sería un acto de suicidio el que una
mente poética renunciara voluntariamente al
dominio virtual de un solo sinónimo, La metá­
fora ¿qué otra cosa es sino una superación per-
Bonai do ios recursos de la lengua para la expre­
sión de modos nuevos de visión del objete»? Esto
en ei poeta legítim o; pero aun los retómeos y
hábiles que no se entregan a la visión y emoción
peculiares, sino que escriben con intenciones
' activas -—para producir determinados efectos
= _ lector— ■ , tienen que trampear en el mismo
ó Yo usando como instrumento de acción
. . lo que en el poeta creador son medios
y modos de expresión.
El tercer motivo de perduración de arcaísmos
en la lengua literaria es más bien un estado de
tensión espiritual que sendos actos de emoción
o de contemplación. Quien en un pasaje escribe
rostro en lugar ele cara no lo liare jaiqu e a
■rostro corresponda una forma interior de viaión
o de emoción diferente a cara, sino porque sien­
do rostro una palabra propia de la actividad
literaria, y no do la vida común, le parece mar
apta que cara para simbolizar y eaprcrjai; ese
tranco de creación, ese momento tenso y ávido
por que pasa su alma. Aquí liay que incluí.!.
todos aquellos pcculiariamos de la lengua ic.’c.
tica que sólo se diferencian de las con/er-pon-
dientes voces de la lengua común por Ja ío n u a
exterior y no por la forma interior, eom.o la»
anteriores: sinónimos como rostí'o (cara), tes­
ta (cabeza), luminaria (foco de luz), enderezarse
a (dirigirse a), finalizar (acabar), etc.; fonnur
gramaticales como cuyo y algunas verbalea
(tuviere, ciertos casos dei pretérito en -rn, (Hirie­
ra, etc.), pronunciaciones como cuando loe- vele­
tas reponen la 11. o cuando se dice cédete p w
estao (no en Buenos Aíres, donde ia tí ae pro­
nuncia normalmente por imposición escola-;) i
orden de palabras como en volvióse por se vol­
vió, o en la trasposición de sujeto y verbo, de
adjetivo y sustantivo, etc. La especial (.elisión
del espíritu, a cuya cuenta liemos carpedo tedias
estos arcaísmo^,)se manifiesta inequívocamente
en la especial tensión de voz y rigidez de ecque-
111a rítmico que no sólo oímos cuando cea reci­
tan, sino que p e n s a m o s dentro de tAeaaiaaia
anee■]i¡ leernos en silencio, y, "sobre todo, en el
aola ■mismo de la creación de la frase literaria.
Y ¡ofiaYíi hay un cuarto motivo’ de perdura­
ción de arcaísmos, estrechamente unido al ante­
rior: el designio- ornam ental Y esto 110 sólo
porque liaría al más grande poeta es en ocasiones
un prao retórico, sino por mi sentido legítimo
y estético equivalente al que conduce a veces
en las artes plásticas a la elección de materiales
sstas palabras no son material
~ ■' Y mármol o la plata, sino e n -
n o I» 1 o t r su largo vivir en páginas her­
mosas, Aon i más adecuada la comparación
con las c .as marinas: dentro de su capara­
zón cave. resuena todavía el mundo que fué
su ambiente.
Siempre reconoceremos en los arcaísmos usa­
dos en literatura una razón de tradición, de
trasmisión, de continuidad.

Tr adi ci ón literaria
y t r a d i c i ó n oral

Tai rájVeooi y dominio de la lengua literaria


dependo. do un lado, del grado con que ae vive
aoliaariaaaente esa tradición, y, de otro, de los
aportes sucesivos con que los estilos individua­
les; la van continuando, teniendo en cuenta que
un elemento na estilo — expresión dé lo d iteren-
cial e individual—■se torna lengua en la medí da en
que se hace tradicional (convencional). Muchas
veces se lia llamado la atención sobre el hecho
de que mientras entre nosotros se ven a menudo
escritores, incluso de talento, que nos dan el
fatigoso espectáculo de la chapucería' en sus
medios de expresión, en Francia, por contra,
es corriente el hombre culto que no es escrito^
pero que llegado el caso pronuncia so discurso
municipal o redacta su alegato en un lenguaje
normalmente literario. Es que Francia es la
tierra de la solidaridad con el pasado, ele Ja tra­
dición consciente y activa, El vulgo culto se edu­
ca en la lectura de la vieja, de la nueva y ele la
novísima literatura. Sobre todo, su sistema
admirable de explication des textes permite a
los franceses no renunciar atolondradam ente y
por mero olvido, a ninguna de las conquistas
de expresión que les lian legado sus mayores.
La tradición, condición obligada de toda lengua
literaria, cuenta en el francés con una pedago­
gía eficacísima y ejemplar. Esa es su ventaja.
U n ejemplo casi patético de la distinta tra­
dición — transmisión— de la lengua común y
de la literaria nos lo da la confidencia de Vic­
toria O campo en Sur, número 3 (Buenos Aires,
1931), E n un momento de depresión de todos
los prestigios •culturales de España, personas
que vivían en un país de habla española la usa­
ban desde luego para los fines activos do su
vida: designar y comunicar con ella lo¡> objetos
de la vida diaria. Pero, aparte de ese trato social
con el elemento ambiente, el espíritu de esas
personas ha recibido una educación refinada;
instructores, viajes y libros descubren mundos
nuevos para su conocimiento, para su emoción,
para su fantasía. Su mismo querer s<? plasma
ahora en modos de conciencia muy variadamen­
te matizados, Y esta vida superior de au espí­
ritu está- sostenida por otra lengua diferente
que la o ra l: su ojo espiritual se lia habituado
a ver — conocer y reconocer-—• loa objetos desde
un ángulo visual impuesto por el símbolo fran­
cés; la ordenación, categorízacíón y subordina­
ción de esos objetos — base cultural, es decir,
tradicional y comunal de la Wéltcmsclumung—
es la dada en el sistema lingüístico francés (que
en la práctica no difiere gravemente de la del
español, ya que son lenguas hermanas, pero que
sí difieren en m ultitud de matices y mimices
muy preciosos para la actitud poética *) ; en
un espíritu así educado es claro que sus mismas
«nociones artísticas tienden a plasmarse, a for­
marse, a e x p r e s a r s e , es decir, a salir á
conciencia, a convertirse de materia en forma,

* Me refiero al concepto de forma interior de len­


guaje, que desarrollo con referencia a la lengua rural
argentina en el ensayo Preferencias mentales &
>■.. el habla
del gancho, en este mismo volumen.
según tipos de cristalización lijados tradicional™
mente por los símbolos del francés; la .fantasía
se siente solicitada de otro modo, porque su iu~
tervención en las representaciones está en gran
parte condicionada por hábitos fijados tradlcio-
nalmente en la lengua, y porque las representa.
ciones apoyadas en las palabras se llamen, unas a
otras secretamente por la labor asociativa de los
símbolos y por los recuerdos que la frecuencia
de esos símbolos va estratificando en el alma.
E n el airando poético de todo escritor tenemos
que distinguir lo que se debe a su personal
potencia creadora y lo que se debe a los modos
de conciencia comunales de su idioma; lo que
él ofrece a la lengua, y lo que la lengua le ofrece
ya liedro a él. Lo creado y lo dado, lo personal
y lo cultura!, el estilo y la lengua. Pues bien:
en la vida culturad superior do esas
todo lo dado era francés; y cuando in
■escribir en español se liallaron con qu-
un instrumento inepto de expresión,, un medio
inadecuado- para los movimientos de su. espíritu
en tensión estética: querían volar dentro del
agua, embestían para horadar el aire. Vivían
la tradición de la lengua oral, pero no la de la
literaria. Por el momento aquellas persona"
tificaban sil actitud culpando a nuestra 1 -
de incapacidad artística. Mas la única
valedera es que ellas se habían desligado
v sin tradición literaria vivida no
iiíiy barnia poética posible»
expresión literaria está en
kneiite agudizado, en bue-
porque muchos jóvenes de
j] a la comezón de escribir
.üliam ado lo bastante con
de la lengua literaria. En
ras resistencias, reacciona
la una actitud de -despego,
ae desamor, .■-uancio no abiertamente hostil.
rta saber es que las quejas con-
= incapacidad de nuestra lengua
'ares poéticos no lian venido sólo
C
e le volvieron la espalda .(Y, en
iírp ¿qué lengua de alta cultura
has quejas de los poetas contra
-ist.rumento de expresión * ? Fray

* Nuestros escritores impacientes, qne acucan a su


lengua de insensible, dura, carente de símbolos para
muchas ideas y modos de pensar e inteligír» y que envi­
dian a los que han tenido la fortuna de nacer en otro
medro iftioniáticn¿- están -en la más ilustre compañía,
Lo notable es qne son casi siempre líos de más fuerte
personal ida,1 -.-luego otros lo repiten— los que quejan
de no erier r.tr.a t ío todo ya hecho por otros, ya acabados
todos ios Tfir-íiios de expresión que su personalidad nece­
sita para manifestarse, siendo así que gracias a su esfor­
zado braceo entre las dificultades de la lengua-se expresa
su personalidad corno individuo. Ya comentó Kant que
la paloma vuela preei samen te gracias a la resistencia
Luís de León declaraba haberse encontrad-; t
una lengua inhábil y tosca; pe1-, re- para.
sar sus propias tosquedades y e¡. .yacerías, sñtu
para destacar, con justificada s.ui feceíon, el ha-
berla dejado m uy perfeccionada.. lr con tanta
justicig, como Fray Luís lo pudo decir C
laso cincuenta ailos antea y Quevedo cinc
después, para no meternos en la Edad I
Las lenguas son lo que sus hablantes y ei
res han ¡hedió de ellas. En realidad, Garcilaso»
Fray Luis y Quevedo, como todo poeta, se vie­
ron enfrontados a particulares problemas de
expresión artística. Ellos los resolvieran triun-
faknente, y así se puede subrayar lo pobre que
encontraron su lengua y lo rica que la dejaron.
No nos engañemos: el escritor que adopta una
postura permanente de hostilidad frente a su
propia lengua — no en lo que tiene ele insufi­
ciente como todo lenguaje humano— es que se
siente incapaz de resolver sus personales pro­
blemas de expresión. Algún día se planteará la

del aire, aunque ella crea que volaría mejor sin él. Entre
los escritores descontentos de su propia lengua los hay
ilustres y hasta gloriosos: Leilmiz y Federico el Grande
escribieron en francés; Flaubert estuvo tentado de escri­
bir en alemán; Lessing dudó si escribir su Laocoonte
en francés; Goethe dice:

Sólo una aptitud llevé casi a la maestría:


. escribir alemán. Y así malogré, pobre poeta,
en el material peor JayI viña y arte,
historia de las lenguas' literarias — ya lo pide
Vosalcr—■como la historia <Ie los problemas de
■expresión artística sentidos y planteados en
mía comunidad lingüística y resueltos j:or aque­
llos de sus escritores que realmente fueron en
tal ocasión poetas. Conquistas acumuladas. No
por sentir el problema de la expresión artística
(que ¡ claro! no es mera fraseología) se *es. poe­
ta» sino por resolverlo. Y esto no se remedia con
revolverse contra el aguijón, sino, en g rail par­
te, familiarizándose con las conquistar; de los
otros, esto es, con la tradición de nuestra lengua
literaria, por ele pronto, para no quedar uno
■detenido por problemas que ya no lo son y, sobre
todo, a fin de adquirir la energía potencial nece­
saria para resolver los nuevos,

T r a d i c i ó n y t r a d 1c í o i\a 1i s m o

Pero entendamos bien qué es tradición y no


la confundamos con tradicionalismo! Reproches
de otro género que los antes comentador se lian
hecho razón a nuestra lengua al acabar el
siglo y no por poetas fracasados, sino
por dc_ -.ndes soJucioiiadores de problemas de
expresión, uno de América y otro de E spaña:
Unamuno, en sus ensayos E n torno al ocistitis-
ano (1895), y Rubén Darío, en su Esvara con­
temporánea (1899), Rubén advertía, con cierto
desencanto» que la prosa do tocios Jos eeerlloren
españoles se parecía entonces extraordinaria-
mente, Unamuno arremetía con Ira ese estilo
español “de enorme uniformidad y monote oí a
en su ampulosa amplitud do estepa, de gravedad
sin gracia, de petdodos macizos cujeo bloquea,
o ya seco, dure y. recortado” (pág. i'.ld). Unamu--
no, reaccionando polcmieai.ue.uLe, lo achacara a,
incapacidad racial. Pero él mismo, espanalísimo
entre todos» nos lia enseriado con su proaa, que
no- estaba ahí la razón de lal uniformidad y
monotonía. Lo que ocurrió entre aquellos escri­
tores fustigados por ünam uno fué un deforma-
miento del sentido de tradición; en vez de vivir­
la, la contemplaban embelesados, E n vea de se­
guir haciéndola, la detuvieron. E n ves de darle
savia para su crecimiento, la fosilizaron, iieede
nuestro 'clasicismo hasta la llamada, g e n e ra c ió n
del 98 la lengua literaria fué declinando y dos-
jugándose» porque los escritores tenían mi aca­
tamiento semiidolátrico a las furnias ció si cae.
Había, sí, trasmisión, de elenienLos lite iarios,
pero el escritor los manejaba como objetos ritua­
les, en suma, ajenos. N i los vivía, ni le daban
vida como glóbulos de su sangre misma espiri­
tual. Todas las prosas ae parecían, a loe ojov de
Rubén v de UnamunQ, porque en. .i euu.i
una sola prosa: el esfuerzo de cada cacrilor se
dirigía a eliminar su posible estilo pense nal de i a
lengua que manejaba. Y la obcecada critica de­
claraba o) mejor estilo el de aquel que conseguía
racjor anillarse y escamotearse tras la nomencla-
i uva ;v fva.seoloc'ia clasicista, La confusión de leñ­
era y 0,0 ¡I,, b-o fué mortal. Suprímase ó tí la len-
g'ua i-i saairro : " alora de los estilos, déjesela
en su estrada ' ’ñ-ión de repertorio ríe desig­
naciones y combi ios fijadas, y se ¡a habrá
convertido «1:1 inir r .o im muerta *.
La generación española del 98 — en la cual
ea forzoso incluir literariamente a Rubén— des­
ató una reacción violenta contra esta conducta
frente a L n ^u a literaria, Unamuno rompió
el íuearo, y definió esa reacción **. Los

* "Rl qtk: eíjc.riba en latín no puede c a e r en tina


df,''Muoióii ik; lo que ya fue dicho en latín, no ‘puede
acriiniirsc vina véa novedad en el léxico, ni en el orden
de las po lato-io::, m en el uso del subjuntivo, sin que
el dedo de los profesores le denuncie una falta. Y el
mayor elogio a que puede aspirar es que le digan que
escribo en perfecto estilo ciceroniano u horaciano, lo
cual ¡claro! no es ya estilo» sino lo que fué estilo de
uu espíritu individual, que es un fluir,- un ser y un
do venir, hecho en bloque lengua, convención, un hielo
ívaidy y manejable, uu estar y un haber sido,
** luios bol unos de muestra: “Hay pueblos que en
¡ ovo mirarse al ombligo nacional caen en sueño hipnó­
tico y corí í:it¡])! iiti la nada,” “Y mientras uin*3 impor­
tan bi/ <!nMnicucos tío cascarilla y otros cultivar casticis­
mos librescos, alimenta el pueblo su fantasía, con las
viejos leyendas europeas de tos ciclos bretón y caro-
linyío, con hóroos que han corrido el mundo entero.”
“Y, s i n evodorg-o, es hondamente castizo Pereda, no
demás la vivieron y la hicieron triunfar. Enton­
ces quedaron cancelados, multitud de arcaísmos,
eliminados como peces muertos, arrastrados por
las aguas vivas de la lengua. Y lo i-' ’> d I
comenzó otra vea a transpa rentarse a . i?-’ ' . i
lo comunal, no sólo por la eliminación de lo
elesvítaJizarlo» £ v r ;?or el , ¡ „ : ':> a
tocios aquellos e « >.u-res de . •>: - «. -nal
según su temperamento— las posibilidades «le
expresión que aguardaban nonatas en el seno
del idioma. Sí antes todas las prosas so pare­
cían como mellizas, ahora en cada página es
inconfundible el timbre de voz de Unamuno, de
Azorín, de Yalle-Inclán, de Juan Ramón, de
Ortega y Gasset, de Pérez de Ayala, de ‘Gabriel
Miró. Y nuestra lengua lia multiplica
potencia expresiva en todos los roodoa de:
ritii: para las sensaciones y para los sentr • ... -
tos, para la fantasía y para el pensamiento
especulativo, y hasta para los modos de la volun­
tad (¡ese gran don M iguel!),
También en la Argentina se lia manifestado
con frecuencia •hostilidad hacia el cultivo del
español literario como lengua muerta, Sólo que
aquí, equivocadamente, si no se ha trata,do, se

cuando urde por su cuenta y riesgo tramas con hilos


de nuestros viejos elásioos y labra marquetería <le lin­
güistica libresca, sino cuando explota con tino y arte
la riquísima cantera del pueblo en que vive/' (En torito
al casticismo, págs, 214, 212, 215.)
lia entendido que se trataba la cuestión como
si fuera problema nacional, o mejor dicli«¡, inter­
nacional., Se entendía oponer al español litera­
rio, ya muerto y estancado, un naciente argen­
tino literario, sólo porque escritores argentinos
se negaban a utilizar en su verso y en su prosa la
parte muerta del español, Pero ios términos del
plantes) no son así correctos. Los escritores que
lian sentido y sienten esta rebeldía contra lo en­
vejecido no están confinados en la Arj; entina;
estaban desparramados por — y ahora i enaii—
todas las tierras que hablan nuestro idioma. Y en
España más que en ninguna parte, Lo <¡ue hay
qpie oponer es;¡, al castellano muerto y es aneado
que algunos escritores de todas partes prefieren,
otro castellano en perpetua acción creadora.
Tanto en América como en España — como en
Francia y en Alemania y en todas parte;;— hay
escritores particularmente acostados en el tra­
dicionalismo, que odios llaman “tradición” ; es­
critores que remedan más o menos la falda anti­
gua, enjuagándose voluptuosamente con. palabras
arcaicas; soñadores a quienes el encuentro en
” '”'’ sar con una palabra o giro antiguo les
la imaginación y los baña en una tantas»
.....de grandezas y hermosuras glorio­
sas *» Esos sienten a veces bien que lo que es

* Corno en todo hombre piadoso, su devoción se exal­


ta coa -ei manejo de reliquias, y éstas hacen el milagro,s
arcaísmo en la lengua activa no lo es cu h, lite­
raria; pero 110 se resignan a que >ícn -haya
arcaísmos dentro de la lengua > „ Ya» a que
también aquí, aunque 'bajo condiciono^ particu­
lares» se aviejen las formas. Es cierto que en la
lengua literaria, en oposición a la o n u . ia flu ­
yen simultáneamente factores muy dYlaieradec
en el tiempo y en el espacio (ejemplo: en la leu-
gua de Borges confluyen Carriego, Que vedo.
Unamuiio, etc.) ; pero» aunque con otras leyes,
tampoco en la lengua literaria falta la perspec­
tiva. Y esos ojos tradiciüiialistas ven lodos los
elementos de la lengua en mi primer plano, como
en los cuadros prerrenacentistas en que las liojí-
tas de los árboles del paisaje se distinguen tan
'minuciosamente como los rasgos íisoivoimcos de
las figuras primeras. El tradicional!;; la emplea
hoy con toda seriedad y como lengua en uve
palabras y giros que 'Cervantes escribid con una
sonrisa y precisamente por su timbre anacróni­
co1 — i ya entonces!— para hacer hablar a su
héroe o para referirse a su conducta Y Y como

aunque cor» frecuencia sean apócrifas. Esas p» mms are ai-


aaiites estén llenas de arcaísmos faláoa y defortimdas.
* Es recurso de todo escritor auténtico, Vyy a v
ver a citar cunto ejemplo, con todo hílenlo, a Calme!
Miró (E l abuelo del rey), Para referirse ai eeülo tyís -
-telar del padre del abuelo, estilo ingenuo, paire!real y
pomposo, escribe Miró; “Siempre se despedía de «sía
guisa; “y dispon de loa leales afectos de un pudre uro
li'á aseeiteren arcaizantes son un espectáculo un
poco chocante para sus colegas contemporáneos,
ei res n Maní o os que con todo su amor a lar, formas
anpas de decir las asesinan por camino doble:
príimoap al querer anular de esas formas su
aunpíioíPpp la ' .. • h, i -r, •''onvíertep anoía-
iioa peiioiotHca > ¡ ..ir-, hacen olvidar el
jopo yítal que contuvieron cuando las pensaban
la cabeza y el corazón de un Fray Luis o de un
Fernando de Rojas, para no ver .más que su mue­
ca contrahecha en enfáticas prosas de hoy; y
segundo, porque siendo sospechosa a los demás
cualquier palabra dudosa que ellos empleen, ya
que el aire todo de tales prosas es ana •irónico,
precipitan bi caducidad de muchas de ebas.
listos escritores de capa y gola y sn s dómi­
nes meticulosos que quieren parar para siempre
en Cervantes la rueda de Ja lengua, ¿ por qué
no lo leerán con más atención? E n el Prólogo
de la (kdnfsü,, Cervantes defiende así la poesía
eclógica: “demás que no puede negarse que los
estudios do esta facultad (en el pasado tiempo
con razón tan estimada) traen consigo más que
medianos provechos, como son enriquecer ei poe­
ta considerando sn propia lengua, y ensetiorear-

”ama a rm Familia.— Ágvsiín. Fernández Pons de Que-


”sada.” Pato en carta a sn hijo. Gabriel Miró lm puesto
en este guisa, precisamente por su catadura arcaica,
toña su visión sonriente y benévola de personaje tan
nneeróiPco.
se del artificio de la elocuencia que en ella cabe
para empresas más altas y de mayor 'importan­
cia, y abrir camino para que» a su imitación, los
ánimos estrechos que en la brevedad del lengua­
je antiguo quieren que se acabe la abundancia de
la lengua cmtellrr. t omlend ¡r rq- J ''-'--•en
po abierto, fértil» • .¡<. :.;o, p r> ,. q 'ion f-
Helad y dulzura, con gravedad y elocuencia,
den correr con libertad, descubriendo la diver­
sidad de conceptos agudos, graves, sotiies y
levantados...”
Es una visión, falsa, enturbiada por la igno­
rancia y por el ardor polémico, la que interpreta
la lengua literaria de España como nacional­
mente anquilosada, mecanizada y fósil. Y es,
por consiguiente, falso también el pensar que
si la Argentina o cualquier otra nación ai"-
cana cultiva una lengua literaria más vivaz, - •
suponga una escisión. En. España lia estado
encendido siempre el alerta crítico- contra esa
clase de lenguaje. Es, sí, muy español ese estilo
de museo, pero no es menos española Ja reacción
contraria. Y a hemos leído lo que Cervantes es­
cribía en 1586; Saavecira Fajardo, en su Repú­
blica ¡iteraría, 1612, repite el ataque, esta vez
personalizando el arcaísmo en el famoso Padre
M ariana: “Afecta la antigüedad; y coano otros
se tiñen las. barbas para parecer mozos, él para
■hacerse viejo.” E n 1651, Fray Jerónimo de San
José, autor de un Genio de la. Historia, admite
que en cuestiones bíblicas no se tiene que alte­
rar el lenguaje, "pero en lo demás, no ai por
qué atar los ingenios i elocuencia a la grosería
del hablar antiguo”, Y hasta teoriza : “Ei estilo
se muda como lo demás que está sugeto a tiempo,
■el cual haze renacer í envegecer vocablos, vis­
tiendo en cada siglo la lengua i propio idioma
de nuevas vozes i frasis, como a los árboles cada
año de follage nuevo. I a la manera -que en los
hombres la lozanía de la juventud se ríe del
desaire de la vegez, i florece sólo la edad verde,
así la de los vocablos antiguos es despreciada
de los que nacen i se crían a vista de los nuevos.”
Estas citas y las anteriores de Unamuno y la
llamada generación del 98 son bastantes para
probar que la identificación entre lo -español y
lo fósil en cuestión de lengua literaria no tiene
sentido ni justificación. Como tampoco los tiene
esa otra identificación, todavía más frecuente,
entre lo español y lo académicamente miope.
1 Cuántas veces liemos leído y oído en E itenos
Aires enrostrar a España, como rasgo de su
lengua literaria, detallitos escondidos y o vida-
iualquier rincón de la Gramática o del
rio de la AcademiaI 1 Cuántas protes­
tas liemos conocido contra la impertinente; tira­
nía idiomática que España, dicen, pretende ejer­
cer sobre América, a propósito de ausencias en
el Diccionario o de pormenores académicos,
ignorados por los escritores peninsulares de hoy!
E n realidad» la lengua literaria de .España está
ya 'tan libre de esos academicismos trasnocha­
dos como quiere estarlo la de aquí.
Estas protestas argentinas contra lo -académi­
co-español no tienen su origen en 110 sé qué
animosidad contra España, sino que responden
a una actitud polémica dirigida ¡hacia dentro
de casa. E l tema del purismo es aquí de per­
manente actualidad. Como la lengua -de Buenos
Aires está empobrecida e insegura, entre otras
cosas a causa del monstruoso crecimiento de la
ciudad por aluvión, a los preceptores les falta a
menudo el punto social de referencia para los
casos'dudosos. La tradición oral de lengua cuita,
está desmenuzada y casi pulverizada entre los
dos millones -de porteños nuevos, y los precep­
to-res se agarran entonces a la tradición -escrita
de la lengua general, y en esto, casi exclusiva­
mente, a la codificación académica. Y a se sabe
que ésta no sigue nunca exactamente el ritmo de
la lengua misma: siendo la función lingiíMieo-
social de las Academias esencialmente conserva­
dora, lian de resistirse lo más que puedan, tanto
a adm itir novedades corno a liquidar vejeces, Y a
ge sabe; y en España los excesos y Algores que
se le puedan imputar a los libros de la Acade­
m ia no ¡hacen ningún daño, porque la literatura
y la sociedad tienen su punto de referencia en
sí mismas. Pero aquí es otra cosa, rong'amoy
por delante la benemérita labor de los prccep-
valiente han laborado con fruto
día por el mejoramiento- 'de la
, Pero no es raro que se dejen
:ii excesivo celo profesional, fus­
il los .literatos o en el ha
■o?, sin más agarradero pora ello
litación académica, A veces van
, misma Academia, De resultas,
mió algunos rasgos libia seos y
cctos: se ha repuesto ai tificio-
samen te la d en las terminaciones en -culo (esta­
do, íovntadojj se distingue entre v y 6 (y hasta
se intenta por aigttnos entre g y j) y sobre todo
se ejerce una vigilancia muy académica sobre
•el vocnbu o creo caricaturizar sí digo
que el per > implícito de los más 'precep­
tores argentinos es que las comunidades hispa-
mo-hablantes se deben poner a hablar las pala­
bras publicadas por la Academia» no que la
Academia se dedica a recoger y publicar las pala­
bras que las comunidades hablan. Un periodista
so encuentra con que no puede usar sin censura
la vez 'iirhamñmo; sí escribe provincianismo se
io corregirán en qrrovincwHsmo, aunque lo cam­
bíen el sentido, porque esta segunda forma está
codPicada y aquella no. Este es un rasgo más en
la ilaonomiH idiomática de Buenos Aires, aunque
rso peculiar, pues le ^ernas también en otras na­
ciones americanas. ' exacto que c u l t i s m o
seria IPionrm e 3 ■ „ .„ r ism o,
Y a sabemos que esa actitud ultraacadémica ele
los preceptistas lia sido muy útil para contener
la otra actitud extrema, ele pura anarquía e incu­
ria, Pero es 'lástima que no se haya podido o;
sabido mantener siempre de nn modo más estric­
tamente culto y líente, salvando nn prejui­
cio a todas luces : la idea de que "la corrien­
te del idioma fluye del embalse —-Academia—
hacia el manantial — el uso común— , Todo el
problema que se presenta en estos casos dudosos
a la decisión del perito es el de discernir cuándo
una forma de que todavía no se lia ocupado la
Academia es realmente ya de nao correcto y
cuándo no, o bien, cuándo una forma registrada
todavía por la Academia está ya en desuso, Pues
es evidente que las formas son correctas antes
de que la Academia las inscríba, ya que la Aca­
demia espera justamente a qne sean correctas
para inscribirlas. La Academia es la mayor auto­
ridad y el órgano más adecuado para j u z g a r
y r e c o n o c e r cuándo una forma es de uso
correcto, esto es, cuándo obtiene la más califica­
da aceptación social; pero no hay que pensar
que ella h a c e correctas las formas, como no
hay que pensar que cuando el term.6me.tro baja
enfría el ambiente.
Las protestas y los ataques contra la Aca­
demia Española tienen una significación polé­
mica contra este ambiente casero» y por «eso son
aquí especialmente frecuentes. Luego, la estrate­
gia de la discusión, de finalidad activa, ha lleva-
cío a mi? di os a identificar falsamente: Jo espa­
lio! = lo arcaico, y lo español = lo académico,
jdi mi portaba aclararlo, no como defensa apolo­
gética ele la lengua en España, sino como recti­
ficación -de los términos en que el argentino se
puede plantear -su problema de la lengua litera­
ria enfrente o dentro de la general.

Lengua l i t erari a,
afán de u n i v e i* s a 1i dad

La oposición al cultivo arcaizante de la lengua


no es, pues, .de ningún modo una actitud espe­
cíficamente argentina, Y aunque la Argentina
hubiera sido la primera en oponerse, hubiera
sido la única por muy escaso tiempo, porque de­
fendiendo tan legitima causa, de tan vital nece­
sidad para la lengua general, los escritores de
todos los países de nuestra habla la hubieran
secundado en seguida. Un idioma nado-nal lite­
rario, independiente del castellano general, se­
ría un contrasentido, no sólo por motivo,5; prác­
ticos de conveniencia, sino por razones teóricas
,1,, conocimiento, (Ya sé que ponerme,' ahora, a
batir la idea de una escisión idíoinátíea»
.^„.,,odo ya nadie la defiende ni cree en ella, se­
rla ponerme a pelear con molinos' de viento.
Pero mi propósito -es exponer los términos lin-
gülstleos de una cuestión que tuvo
que 110 lia sido todavía olvidada). La
raria, así como, según hemos visto
mayor independencia temporal que
así también tiende a independizarse
ción geográfica. Su afán es de uu
También ella intercomunica; pero la
intercomunica a los que conviven o
y en ©1 lugar, mientras que la litein
habla a los espíritus asociados por
dades, .confabulados por una aelitu
pariente (que determina los caracte
cíales con que nace y va viviendo 3a
raria) ; y relaciona a los de hoy coi
tafio, y a los del porvenir con los de
de aquí con los lejanos de Méjico y
medio liiuriano para quien y por qi ;
esa lengua no convive ni en un tiempo m en un
lugar determinado. Es ubicuo y con
tensiones de acroiiisino, Y la lengua ;■
y crece de los inventos estilísticos
vencionalizan -en ese medio. No imp
de sea el autor del invento. El árer
cionalización varía, naturalnnr->*\
caso, Volvamos al ejemplo de ; ■’ ■m
ción poética con que tiemblaii en él j
coshirerita, suburbioorganito, tui:
raiiicnte la sensibilidad de un Icelo.
gco» que en adelante ya son para éclo como
símbolos provocadores ele un modo de emocio-
.move. También los diapasones de otros lectores
3' oooritoreo se pondrán a vibrar al unhojio de
la oreo, b-a oírin.. Lo original se ha hecho con­
vención. Lio raigo ole estilo se convierte en ele­
mento de ieogna literaria, Pero ¿cómo desear-
too ano o! r.-is sensibilidades no nacionales se
oboiloo ronmoyidas de modo acorde? ¿'Cómo
descartar eme Jo ooiivenoIonaJízado primero en
el círculo de los lectores más devotos de Carrie­
go se extienda.. luego a todos los escritores de
m ientra lengua, aun entre aquellos que nunca lo
lian leído? La convencionalización de nn rasgo
fie estilo tendrá naturalmente siempre un alcan­
ce, en extorsión .y profundidad, condicionado
por el influjo que su inventor ejerza en la lite­
ratura tío owootra lengua. Influjo directo o indi­
recto: s.oooonoeuie escriben hoy mujerío'a mu­
chos plumigoros que nu' lian leído jamás a Pe­
reda, bon tenor tantas novedades en su tiempo
el lenguaje de Lidien, hubiera sido quimérico
hablar de una nueva lengua nicaragüense, Aque­
llas ncr ' se convencionalizaron rápidamen­
te en t ■ ■‘ lea, sobre todo en Chile 3' en la
Argentina y en el Uruguay,1¿Lengua sudanieri-
¡bou visito España también, y
le TI liben frieron moda asimis-
nbén contribuyó como el que
más d. , .... .... ,.,,,.,tíir la lengua literaria, Mu-
elms de eos flores están hoy marchitas; algu­
nas has!a son sospechosas de descomposición,
de modo que ahora las evitan, con todo cuidado
los escritores posteriores, que consideran
rado el movimiento que se llamó inoderi
pero el aporte de Rubén a la lengua literaria
general es ya ele naturaleza permanente, porque,
no consistió tanto en un repertorio de esfuerzos!
logrados como en una vitalización cié la energía,
de la agilidad y de 3a rapacidad expresiva del
idioma, Y aun sus .rasgos lingüísticos enumera­
bles están ya en el acervo com ún: cuando no
sólo se calle todo este retrueque de gritos polé­
micos, sino también cuando haya perdido senti­
do toda posición y recelo en. relación con el
modernismo, hasta los mismos lagos y cisnea
guardarán ya en español por siglos como n.n eco
lejano de Ja emoción, poética con que los animó
Ttubén, Es que en la lengua poética, precisa­
mente por -sus caracteres específicos, lo que
tiende a convencionalizarse es el modo de emo­
ción, de ninguna manera enoerralxle en fronte­
ras geográficas *.
E n aimia: para que en la Argentina cuajara
algún día una lengua literaria nacional, con ras­
gos diferencíales legítimos y suficientes, sería,
necesario que aquí se cerraran tas puertas a la

* Hablo, naturalmente, de la. que no sea e


de localismo, pu.es entonces el local la siente es­
partes de modo distinto que el forastero, Sí por suburbio
entendemos el de Buenos Aires, claro que ira porteño
se emocionará de modo distinto que nn santafecino.
literatura de Méjico, de España, de Chile, de
Cuba, a fin de que las sucesivas generaciones de
poetas argentinos evitaran el riesgo de adue­
rme de toda innovación extranjera; y luego
los poetas argentinos no tuvieran et menor
poder o influjo sobre los demás, sea por su ais­
lamiento, sea por su calidad, para que las con­
venciones — los rasgos de estilo convertidos en
lengua— 110 traspasaran el área nación al.

Localización del p r o b l e ma

Para que nadie nre suponga gratuitamente la


intención de zaherir al medio intelectual de que
formo parte, tendré que sentar que en tudas1las
naciones hay escritores torpes en el manejo de
su propia lengua y que en la Argentina los hay
maestros, Y no cito para no omitir. Si. no me
detengo aliora a estudiar el especial carácter que
pueda acusar ose buen castellano de la Argenti­
na, es porque el propósito de este ensayo me lleva
por otro camino. Lo que hago aquí es tratar de
llegar a las fallas genéricas de nuestro» escri­
tores que escriben mal, directamente^ para per­
seguir el conocimiento teórico del problema *. en
qué consiste ese mal escribir y a qué obedece ;
o indirectam ente para un posible fin práctico:
la propuesta de la solución del conflicto, Esas
fallas que llamo genéricas alcanzan en distinto
grado a unos y-a otros; pero como son eviden­
tes, permiten forjar un tipo Ideal de escritor
local defectuoso al cual nos vamos a roCoiii:.
Ese tipo es el eseritoir-niasa, como diría 0 riega
y Gasset, el que forma el medio y el ambiente
donde los escritores de personalidad respiran y
se mueven. Ese escritor-masa es no sólo cí poeta
mediocre y ei oscuro cuentista y el periodista
anónimo, sino también el médico que publica ou
monografía y el abogado sus panfletos y ei po­
lítico sus manifiestos. Y no se me diga que mi
rebusca es ociosa, ya que entre los escritores sólo
cuentan los de personalidad; precisamente noy
interesan los otros como elemento atmosférico
en el que viven sumergidos los verdaderos es­
critores. Y, sobre todo, ello nos va a peoyaitir
averiguar en qué consiste radicalmente el pro­
blema de la lengua literaria en la Argentina, tan
a menudo puesto sobre el tapeto.
Lo primero que sorprende comprobar es que
en Buenos Aires el escritor inhábil (digamos ei
que escribe para la publicidad y lo hace con tor­
peza) abunda alarmantemente más que en otros
países de lengua castellana» ¿Por qué? Luego lo
liemos de ver. Ahora nos toca ir
consisten aquellas fallas genéricas
Una es que en ellos la tradición
lengua literaria es débil, mipre-
lagunas y hasta de falsos Iradiciunalismoy, A l­
guna vez esta inseguridad estalb
hcldía contra toda tradición; pero no es
tica tari absurda postura, porque son evi-
s en eilos loa esfuerzos por acomodarse a
¡adición, aunque rechacen algunos ciernen-
■• oda, Por más qne griten otra cosa, ellos
c-c¡ i que el hispánico o el germá-
cis do su lengua literaria respee»
km que puedan— elegir el fran-
para expresarse literariamente;
pero que escribir, no es posible de sen ten-
derse de lengua literaria cuando la' hay,
E n la Ed; idia, como los poetas y el público
ya no eru.entuan el latín, se tuvo que poetizar
en romance, en la humilde lengua de los ''nenes-
teres diario;;. Poco eso ya fue crear y luego con-
thifiar el sspscfo poético de la lengua. Cuando
no ia hoy, se la inventa; pero una vez en curso
ya no le es posible al poeta crear sin ella. Hasta
los escritores que con, tocia intención tra .an de
ul.ilizar puramente la lengua fam iliar y aun
la rústica., echan mano en cada página de ele­
mentos exclusivamente literarios. Pío 1-aroja,
en España, es un ejemplo instructivo. Y. aquí
José Hernández y todos Jos escritores gaadíes­
eos son también buena muestra de la imposibi­
lidad de osen par a la lengua literaria senmpre
que se md ti ve no importa qué clase de 1i rsr atu­
ra, En el ))[<<■)'tín Fierro, y mucho más en los
oíros poemas gauchescos., pululan palabras, gi­
ros, comparaciones, etc., propios de la .lengua
poética, que nunca se lian oído en boca de un
rústico sí no es como cita o como un conato ele
lengua superior. Y ni siquiera en boca de un
hombre de ciudad que no &ea literato. Y , sin
embargo, parece verdad obvia la afirmación
uniforme de críticos y profesores de que ei
Mü/rlím. Fierro ostá ' n m
lengua que hablan ><• •> ~ - - ese
p in to , en cuanto nos ponen.* -.¡ ■’> t de
lector, nos parecen naturales ciertos procedi­
mientos idiomáticos. Nos parecen naturales, y
■lo son; sólo que su carta de naturaleza está en
el reino de la literatura. E l error proviene de
no diferenciar lo qne es natural, adecuado y
libre de afectación en la lengua escrita, de lo
que es natural en la oral. Los literarismos del
M artín Fierro pasan inadvertidos precisamente
por su perfecta naturalidad, quiero decir legi­
timidad, Y si ni siquiera los que las
hablas rurales escapan a pensar co; :>na-
lismos literarios» ¿cómo sucedería tal cosa con
lo-s demás escritores? Nuestro escritor-masa usa
también arcaísmos, pero se caracteriza por una
azarosa inseguridad ante ■ellos: si/ente un recelo
suspicaz ante multitud de literarismos que los
escritores de Jos demás países emplean, pero qne

* Nada más que empezado el poema leemos:


como la ave solitaria
con el cantar se consuela.
aquí so esquivan, no se vaya a pensar que se las
eciia uno de escribir castizo, En cambio, se es­
criben cou fruición falsos o raros arcaísmos,
como el orden de palabras en el visitante ventóse
o algunos curiosos empleos de la forma ~ra del
■pretérito: Palos, el puerto de donde partiera
C nsióüal Colón... Estas formas-en -ra suri par­
ticularmente frecuentes en el lenguaje periodís­
tico de la Argentina' y están empleadas las más
veces con un propósito nada más que ornamen­
tal; su sentido es, por turno, cualquiera, de los
tiempos del pasado *,
La falta de nuestro escritor-masa respecto a
ios íiterarismos consiste, pues, en una azarosa

* ' Sin embargo, creo percibir una tenderse: i. de la


lengua escrita local a fijar el uso sintáctico y ei sentido
de la forma en -ra. Cuando un periódico escr;be: “La
noticia que este diario diera tiene confirmación", enten­
demos ‘que ya ha dado’, '‘que, como sabe el lector, ya
ña dado’ ; “el puerto de donde Colón partiera" es ‘el
puerto de donde, corno todos saben, Colón partió’. Es la
referencia a un hecho pretérito que ee supone conocido
del lector, Pero esto no es más que una preferencia;
también usan la forma en -ra para informar. Asimismo
se puede advertir la tendencia a reducir el uso sintáctico
do -ra a las frases relativas (tras que, doniU, como,
cuando) . Parece que esta boga de la forma en -ra es
aquí relativamente reciente; algunos escritores, -todavía
vivos, la usaron corno recurso estilístico para dar solem­
nidad histórica al suceso narrado. Hoy ya es más bien
un elemento generalizado en la lengua escrita.
inseguridad de triple manifestación: pobreza,
falsificación e imprecisión de sen lid o. De las
tres, la ultima es la más grave y la máy nece­
sitada de remedio. Esa falta de j.
explica sólo por escasa faniiliarú;
ratura, sino que tiene la raía en
de Buenos Aires, en la, que con t
encomienda al tuntún el sentido c
y de las frases. De aquí resulta la
La. lengua literaria camina soln
nuestro escritor-masa renquea de los 31 uno
es la tradición interna ya explicada nt>f la
lengua oral. E l que la lengna escrita y oral sean
diferentes no implica que sean independíenles.
A i contrario» el razonamiento puede so; ¿ n i: en
una comunidad en que Ja cultura celé bien so­
cializada^ la lengua escrita y la oral son ínlcr-
dependientes, se trasíunden mutuamente y viven
una de la otra; luego son diferentes, Sí se inde­
pendizan, la escrita es lengua muerta y la oral
u n _patois *. Cuando liemos dicho atrás que le
riqueza de la lengua literaria depende, de un
lado, del grado en que se vive solidariamente
su tradición y, de otro, de los aportes sucesivos

* Así sucedió en la Edad Medía, e-,


escolásticos y, respectivamente, con í
éste salió de su baja condición do ’puM
la socialización de mi nuevo sentido lingiuüuu.; <i*.u
díaron las nacientes literaturas: el saaUdv do la mxum.,
cié que luego liemos de hablar,
áiil esto lo, ya estoba aludida ahí la lengua oral,
porque bí estilo individual se inserta en el habla.
Claro- que • Habla individual, pero como ésta
3ii el a, está condicionada por la

>ji' b 7,i er-d, en la que neoesa-


- > r,,,'.! :;í";,r su .literaria el es­
critor-masa, adolece ele los mismos' defectos
apuntados arriba: limitación, falseamiento, im ­
perio del tuntún *, Considérese cuán desam­
parado está en su tarea el escritor-masa: por
un lado, no se le lia dado una educación suficien­
te en la tradición de su propia lengua escrita;
por otro, encuentra que su lengua ora! es un
breTimieeío estropeado, inadecuado para la ex­
presión anas responsable y más exigente de la
tur H1HI 11ir r ii rí ?i„.
121 resultado es éste: Es cierto que la lengua
escrita .más abundante en Buenos Aires difiere
en muchas cosas de la general, pero ésta es típ i­
camente la lengua de redactores ocasionales — y,
en parte, de algunos de los otros— y sin dife­
rías no consisten tanto en nuevas acuñacio-
*, de - y-' ■' n como en el uso borroso y des­
acertar ce i-', acuñaciones lingüísticas de cine
se sirven loa buenos' escritores de aquí y ele fue­
ra de ÍK]UL
* J.íúh >h U a iiltí fí^jUíearé el alcance de esta añrma-
r.íón. .Aliuira en unto con que el lector me lia cor. cedido
su fe í>rovisíf<n:nnR;Ytie.,
Interdependencia
de lengua oral y escrita

Nos vamos acercando al centro mismo


problema, que ea la lengua común como
truniento social de Ínter-comunicación. Pero an­
tes de ciar en él -cié lleno, necesitamos poner en
claro algunas i-deas que nos permitirán contem­
plar mejor. los c ó m o s y los p o r q u é s de
nuestro propio caso.
¿'Cómo es- fim-cioiialmente esta interdependen­
cia de lengua escrita y oral? La lengua literaria,
cuando- poética, es una trasposición de la oral a
tm plano estético, un desplazamiento sistemático
de valores lingüísticos. Y sí científica, una tras­
posición a un nivel y equilibrio m ás rigurosa­
mente lógicos. Y -en todo caso- supone un percep­
tible aumento de la tensión creadora clel espíritu.
E n nuestros buenos escritores esta presencia de
la lengua oral trasmutada en la -escrita es una
realidad cumplida, y no sólo un imperativo o un
ideal Hasta en las páginas más arcaizantes de
La gloria de don Remiro hay siempre palabras
y foranas de la lengua oral del ¡autor. E n último
término- esto es lo seguro: qne de la intromisión
de lo oral en lo escrito nadie escapa, y que con
sólo lo oral nadie escribe. Las palabras, edemas
de referirse a su objeto, vienen cargadas de altt-
sioiies iniil ti laterales a la vida y al especial modo
de cultura tradicional de los hablantes: a Ja es­
tructuración social» a los habitas, profesionales,.
a variables áreas geográficas (local, regional,
nacional» etc,), a sucesos 'históricos que quedan
en el espíritu de las gentes como experiencias
acumuladas, a las emociones personales del qué
h abla; ellas traen determinadas intenciones y
diferente eficacia* de acción sobre el oyente, que
varían -en los distintos añedios según hábitos de
hablar que la tradición lia ido fijando; tienen
variado prestigio social (plebeyas o literarias,,
pretenciosas o normales). Es la traína misma de
la vida resonando a propósito' de cualquier in­
significancia. Y como estarnos discurriendo so­
bre el píe forzado- de como se enfrenta en lo
idioinático lo argentino a lo general, la pregunta
que salta ahora es -ésta: la obligada interven­
ción de la lengua oral, ¿no asegura a 3a lengua
literaria argentina un timbre peculiar, que la
oponga en cierto modo a la lengua general?
Pues claro que sí. Indudablemente, la lengua
i. Aires, tanto- la hablada por m-s por-
’ mejor educación ídíomátice ^ la
;, , • .■■y el buen verso* tiene un a 1actef
especial, ya que el ¡hombre porteño t¡ei •• una
índole peculiar y una historia propia que lo ca­
racterizan entre Jos demás tipos liispanoameríca­
nos., Es esa índole que los viajeros ilustres y
dados a filosofías tratan de desení-gmatimr y
de reducir a cifra desde liace unos anos, T esa
índole (que en lo que tiene do genérica, esto es,
de portefia o de argentina, es también historia
y cultura) se manifiesta en el hablar y rn -el es­
cribir, Es cierto material léxico elaborado y
dignificado por generaciones argentinas: pero
es, ante todo, un preferir en la utilización ele
elementos idioma ticos, una tendencia a detc.ram-
nados giros, un tono de voz, un aire -de Ja frase,
cierta especial resonancia emotiva y va,locativa
con que zumban o susurran algunas palabras.
Todo esto debe ser expresión adecuada de la,
índole portefia. ¿Cuál es esta índole y cuál es
su expresión ídíomátlea lograda? No voy a agre­
gar una fórmula m is de la idiosincrasia porte-
ña a las ofrecidas estos últimos años. En cuanto
a su expresión ídíoinátiea, ya lie upiml-udo que
consiste en algunas peculiaridades cíe vocalniía-
rio y en .cierto sesgo que tiene el uso porteño
de la lengua española. No es distinta ia lengua
de Buenos Aires de la de los demás países ihls-
pánicos, pero es peculiar en cierto nxodo el uso
que se hace de esa lengua i eso entra en el estilo.
M ai lo primero qm en "-e lia de «alvar os
§í pensar cpie nosotros ' 3 los únicos en el
caso: el problema se i r . p la t a ínlcgranicnlo
a Santiago de Oliile, a Loa a, a Madrid, a .Se­
villa, a Méjico, -Cada neutro de producción lite­
raria, como tenga continuidad y tradición, dará
a su prosa y a su verso un timbre peculiar.
mié queda la lengua general? El
lede extremar con entera legiti-
rteño que escribe lo hace con su
I. i Dónde queda entonce» el tím-
r>!*8 común porteño?
Va? h'-díiíl no ea escisión. El sentimiento de
í-rí^íiti;ln<1 que tei¡Binos para una Jangua, como
se basa en el conocimiento intuícional de un
s ís t e m a de 'expresarse, no se lesiona porque
en, o na comarca, en una escuela literaria o en
una época hay algunos e l e m e n t o s divergen-
ten, o perqué se manifiesten ciertas preferencias
en el uso del sistema común. La lengua española
clásica es sentida como una, Y, sin embargo, en
hi 1<............ " ' 5 escritores de la escuela sevilla­
na •:.................... Fernando de Herrera ¡hay autén­
tic a ... t iirnbre peculiar tan mareado .como
I-vio el actual de Buenos Aíres, Es, como
un í . .iré de familia, un andalucismo— di­
gan- r'r e-ml a m e n t e — que no se halla en fray
Luía de León, ni en Quevedo, ni menos en Santa
Teresa, H oy mismo, cuando los hermanee Quin­
tero- escriben sainetes madrileños, sus chulos
son andaluzndos de expresión, a pesar di* todos
j o s esfuerzos de los enteres por reproducir la

P'conuuciüción, la nomenclatura y la fraseología


de los hnrt'é'C bajos de 'Madrid. Buen, argumento
a favor *V- di. oerduración de un sentido anda­
dle de la Pero» con todo, nadie ve en
ello asean modoxia porque, dentro de la
gran unidad del idioma, tales variedades son
perfectamente ortodoxas,. JOa gran parte, esas
variedades son hermandades de estilos, Pero
como la lengua se va nutriendo de 'elementos
de estilo convencionalizados, vueltos mostrea e >•
de moda que lengua y estilo sólo se difere
en el grado de convencíonalizacíón» tambiéj
en tales variedades elementos diferencial^ ««
lengua.
Pero tratemos de ver con justeza el alcance
de estas variedades; La legítima lengua litera­
ria argentina, ¿sobre qué lengua oral se erige?
E l hablar de Larreta, de Lugones, de Fernández,
Moreno, de Borges, de Capdevila, por una parte,
y el de Alfonso Reyes, Gabriela Mistral o Ui^a-
muño, por otra, tiene divergencias menores que
Jas que cualquiera puede comprobar entre el de
los citados escritores argentinos y el de un obre­
ro y hasta el de un empleado porteño (y no diga­
mos sanjuanino), Y a liemos dicho que cuanto
más cultas son las personas, aun siendo de los
países más distanciados de habla castellana,
más convergen en una lengua general. Las nía-*'
jarres divergencias están en los respectivos vul­
gos. Pero además, cuando de la lengua conver­
sacional de los escritores cítadoa'pasamos a la
escrita, encontramos (pie de las no V¡ r - i' ' , ■
diferencias orales las menos son la?
das a la literatura; y esto no s ó l o por el ■espíritu
de universalidad qne anima a la lengua litera-
n a , smo muy principalmente por ser esa:? diver-
. ; copias del momento menos tenc,o de la
. a v ió n . Quiero decir: no tonto para no
--t-'-' - • un posible lector de otras «.alciones
' i de un mayor alcance— , ana ato por
una incompatibilidad interna, en el seno del es­
critor misino, entre la tensión tirante del mo­
mento literario y la flojedad que corresponde a
las formas conversacionales eliminada , Para
que un autor de cualquier país incluya en su
escribir, sin propósito cíe utilizar lo pintoresco,.
una form a de su hablar, es preciso que ésta
haya alcanzado un especial prestigio social, y
que, aun dentro de los círculos más elevados,
no conlleve un m atiz de familiaridad. Lo apar­
tadizo en cada centro de producción literaria es,
pues» muolio menos de lo suponible sin examen.
Precisamente la lengua literaria general es un
intento constante de nivelación — no de extir­
pación— ele las distintas variedades locales. Y.
tengamos m uy en cuenta que, por los vacos co­
municantes de la lengua literaria, no riólo se
nivelan muchas .denominaciones, sino, muy es­
pecialmente, modos de emoción, Y así como es­
tas nivelaciones lingüisticas son el resultado de
convergencias espirituales de escritores de cual­
quiera de nuestro® países, así también las más
importantes diferencias (salvo cierto léxico, es­
pecialmente indigenista) dependen más de di­
vergencias estéticas entre los distintos poetas
que de la diversidad y el alejan ti
tierras donde cada uno inora, 10
poético del argentino Lugones y el
Víllaespesa se parecen mucho má;
rablemente más, que las prosas de
les como Pereda y Miró, y aun
dos levantinos coetáneos como Miró y Blasco
Ibáñez,
Los escritores de calidad, ai vivificar la len­
gua escrita con la oral, sean de la nación o re­
gión que se quiera, no dañan en nada a la len­
gua .general, antes al contrario»
rehacen corno “general”, puesto
forman, merced a la im pronta, ir
mano libertado de la sujeción g<
esto es posible gracias a que la
que parten tiene en todoa ellos
cíente de calidad» un estado de í
miento adecuado, una madurez ci
inite el paso insensible al plan
necesidad de'saltos acrobáticos, I
flícto se torna gravísimo en cuar
los escritores calificados al esc» lu-u-aunsa ue
Bu-enos Aíres; en cuanto pasamos de
oral culta de unos pocos, que juntaines.:
de los. cultos de los otros países fornu
lengua general, a la lengua oral del
masa, que tiene una mus peculiar laiononiía
local, Luego vamos a intentar en
fisonomía. Por ahora adelantann. ti esta
, la lengua que más se oye, no
en personas de cultura
Ja mayoría de loa profe-
u^iuc-idos, do loa comerciantes
, j hasta -en profesare?}, es de
simio b a ja y de una cantidad
o pobre
ir» M.rita en la oral» la liabla-
e los porteños no está en con-
¡rar con dignidad en la litera­
ria. E l er d .r :yie quiera serlo de verdad, no
tiene ofoo .do que hacer suya la lengua de
■los cultos do este y de los otros países hispá­
nicos.
Esta og nna de las dos razones raigales de
por que el escritor -.-digamos el redactor’— ■que
ooodde foíd abunda en Buenos Aires de modo
: sn lengua oral no tiene suficiente

Veamos adora el reverso de la cuestión, La


i orad en réplica, recibe por intermedio
de los grupos más cultos de la comunidad una
ininterrum pida corriente de elementos litera­
rios. ‘Cualquier artesano usa hoy unos centena­
res de palabras de origen libresco1: inmenso,
o'limonto, eondncta, cansa, fingir, etc., palabras
que como otras muchísimas han nacido a nues­
tra lengua y vivido un tiempo exclusivamente
en la literatura, en la filosofía, en la ciencia,
■Quevedo se burla en la Culta Latini-parla (1629)
cíe los infectados que dicen plagiario, estupor,
estrépito, fm sirm p ingrediente, patíbulo, des­
crédito, y otras vocea que hoy estf......' todas
las bocas, Juan de Valdés, en su ín Diálo­
go de la lengua, reprocha a Juan ex­
presiones como rostro joenmdo, que sólo le fin-
tienden los .latinistas, Luis Vélez de Gu
en el tranco X de su Diablo Cojudo, finge .
“Premátieas y ordenanzas, que se han de ¿'e.
dar en la ingeniosa Academia Sevillana desde
hoy en adelante”. De esas premátieas es este,
pasaje; 41Primer amante se manda que todos es­
criban con voces castellanas, sin introducirías
de otras lenguas, y que el que .dijere fulgor,
libar, numen, purpurear, meta, trámite, afectar,
pompa, trémula, amago, idilio, ni otras desta
manera, ni introdujere posposiciones desatina­
das, quede privado de poeta por dos academias,
y a segunda vez, confiscadas sus sílabas y ara­
dos de sal sus consonantes como traidores a su
lengua materna,” Ninguna de estas palabras,,
censuradas en 1641, choca hoy en la literatura;
y algunas son perfectamente corrientes en la
lengua oral, ¿Cómo ha sido posible esa transfu­
sión y cómo ha podido llegar el uso de esas vo­
ces a tal profuiiclizacióii social? He aquí prime­
ramente un pasaje ele la comedia de Rojas Zo­
rrilla Entre bobos mida el juego (jornada I), en
el que se pinta la resistencia burlona que en-
cuentra el gusto de algunos por expresarse con
palabras de pretensiones literarias:

I sabel. El tal señor


visU) es muy m ala' figura,
pero escuchado es peor.
A ndrea . ¿Habla culto?
I sabel. Nunca entabla
lenguaje disparatado;
antes, por liablar cortado,
corta todo lo que habla.
Vocablos de estrado son
con los que a obligarme empieza;
dice crédito, fineza,
recato, halago, alenpión;
y desto hace mezcla tal,
que aun con amor no pudiera
digerirlo, aunque tuviera
mejor calor, natural.
A ndrea. ¡ Ay, señora mía, malo 1
No le vuelvas a escuchar
que este hombre te ha de matar
con los requiebros de palo.
I sabel. Yo admitiré tu consejo,
Andrea, de aquí adelante.
A ndrea. Señora, el que es fino amante
habla castellano viejo;
el atento y el pulido
que este pretende» creerás,
ser escuchado no más,
mas no quiere ser querido.

Pero véase esta otra escena de Lope de Vega,


E l desprecio agradecido, acto I, en donde se ad-
vierte cómo este tipo de léxico va ganando acep­
tación complaciente, a favor de la moda:

FiiOEBLÁ. ¡Qué bueno estuvo esta, tarde


el Prado!
L is a r d a . La, procesión
de los coches fué notable,
F lorela . j Bravo humo, brava gloria,
brava prosa de galanes!
Muy valioso .anduvo riesgo,
superior, inexcusable,
valimiento, acción, despejo,
ruidoso, activo, donaire,
lucimiento y caravanas.
L is a r d a . ¡Caso extraño! ¡Que el lenguaje
. tenga sus tiempos también!.
F l o r e l a . Vienen a ser novedades
las cosas que se olvidaron»

Indudablemente, apenas alcanzado el medio­


día por nuestra literatura, luubo -en la Jciigiiíi
oral una verdadera inundación de Jiierarismos
léxicos *. Á muchos de nuestros clásicos calo

* Don llamón Menéndéz Pidal, en un ensayo de


valor extraordinario, E l lenguaje del siglo X V I (Cruz
y Raya, núm, 6, Madrid, ¡ni -iilu-o 1983), lm caracte­
rizado inag'ístealjneiite iuü.íh'ji¡i<j como el de liacdUisu
por su ideal de selección; otros, como el de Lope, por ei
de invención en el vocabulario. Estas citas que aquí
aduzco aluden a hábitos de la lengua, oral, y prueban
hasta qué punto se identifican la historia ele la lengua
y la de la literatura.
mío Lope de Vega.» en la dedicatoria de
sil coi ' Pedro Carbonero, se revuelve agre­
sivo c quien le reprendió por haber dicho
eífirr/i , “muy va.no de que él sabe que se
avía ifó av.ir emperatriz; y es disparate, por­
que en Castilla no ay tal voz, como se: ve por
evrnrplty ¡ahur que la curiosa bachillería ha M i ­
norado con ¡y reza lo- que tiene en su lengua
con .blfiiiftiii : •■■yiveraíriz ha duelo causa para
que a la embajadora llamen embamtriz, y a la
totora fie sus hijos» tutriz; de donde se sigue que
a L llamaremos cantatriz, y a la ha-
:...... -a hahlatriz, y a este modo sexcentalia”.
de Molina (Celos con celos se cu~
: se lamenta por boca de su perso-

M'iren vuesivías dos


r/uá! anda ya nuestro idioma:
torio es ?trillo, emula, aroma,
faiai.,, ¡ Oh i, maldiga Dios
al ‘p rimer dogmatizante
qne ee vistió de candor.

Es evidente que, si estas burlas están justifi­


cadas contra los que afectan cultura con su
léxico libresco, la afectación léxica únio¡miente
i-o comprensible en algunos frívolos gracias a
que el vocabulario culto es de necesidad real en
la Ion ana ’h ajilada de algunos hombres.
Y estos hombres de necesidades expresivas
son -Jos que vai* : -n • • i ■lengua - 1> - '
nerai Uno cíe i h\ • ■ . decisvv-'•
res de la lengua culta» el citado Juan de Váleles,
declaraba hace justamente cuatro-cientos años
que querría introducir en el castellano las si­
guientes palabras que sus necesidades de ex­
presión echaban de menos, 3/' que por eso, y por
necesitarlas igualmente otros- hombres cultos,
han acabado hoy -en su mayoría por ser de la.
lengua común: del griego paradoja, tirmmar,
idiota , ortografía; del latín ambición, excepción,
objeto, dócil, superstición, decoro, 'profesión,
persuadir y persuasión, estilo, observar y ob­
servación; del italiano facilitar, fantásía, “en
la significación que lo tomáis acá”, aspirar,
“por tener ojo, como quien dice: cada cardenal
aspira al papado”, diñar, entretenerr discurrir
y discurso', manejar y manejo, deseñar y dése-
ño, ingeniar por inventar con el ingenio, servi­
tud, novela y novelar, cómodo e-incómodo, como­
didad, solacio, martelo “porque 110- parece que es
lo mismo que celos", pedante y assassinar.
Es que ni los intereses y temas propios de la
alta cultura ni sus adecuados medios de expre­
sión lingüística están recluidos en los signos del
papel como en una caja de seguridad, sino que
se extienden sin fronteras físicas n i exactas
por la misma lengua hablada de las individuos
directamente interesados. Esos individuos ico*-
¡man un grupo soda!, o, más concretamente,
cultural, y en su espíritu la lengua literaria no
es mora información, sino formación, •educación,
cultura. Bu su espíritu se lian hecho espontá­
neos nuevos modos cíe conocer y reconocer, ele
sentir y de imaginar» de valorar, de reaccionar,
y ele accionar; todo lo cual quiere decir, parale­
lamente, modos adecuados de expresión, La len­
gua literaria es todavía en esos individ .ios dife­
rente de la oral, pero la intertransfusió 1.1 de ele­
mentos es en ellas tan copiosa y el temple de la
lengua hablada es a veces tan tenso que, consi­
derados desde la conducta de la plebe, aquéllos
hablan lengua escrita. Un elemento de la lengua
escrita comienza por usarse y aceptarse en un
pequeño círculo de personas, reducido primero
a los profesionales, de las letras o de las cien­
cias y a los espíritus más .dotados (a veces afec­
tados) y sensibles a la necesidad de expresión;
luego se amplía hasta alcanzar a las llamadas
clases ilustradas enteras y, por fin, a. toda la
comunidad lingüística. L a condición’ previa es,
istencia actuante en el campa social
3 cultural ele extensión variable, para,
íditos la representación inherente a
tal elemento literario sea un acto no ''mal de
pensamiento,
Pero esto no basta. La existencia de ese nú­
cleo cíe cultos no sólo tiene que ser actuante,
sino eficaz, lo cual traslada la cuestión fuera de
ellos» La segunda condición para la generaliza­
ción de literarismos es cierta porosidad recen ■
t i va en las zonas sociales que circuí i dar» cada
vez más distanciadamente al grupo social men-
talmente privilegiado. Esla porosidad no es otra
cosa que docilidad, entendido a la latina, f.niyr-
fiabilidad, la cual es mera manifestación exter­
na de una' actitud íntim a especial a ule ei fenó­
meno social del lenguaje: el sentido de la norma.
Pero ¿qué es lo que ocurre a este respecto en
Buenos Aires ?
La masa cierra sus poros con recelo — su. bur­
la es también recelo y defexrr a loda yosnde
infiltración idioma tica culta, .. e; <b > Moreno
me cuenta la estupefacción que i- en una
tertulia de gente acomodada la palabra vehe­
mente qne él empleó; un cullo profesor univer­
sitario se me lamenta de que durante toda su
vida estudiantil tuvo que vivir e o,.-
sujeto a un trabajo constante de 211
el hablar para evitar las burlas de nn
ros. Está actitud recelosa ele la, 1 os
elementos cultos del habla, ínelus na
algo a Jas personas; realmenJ
nadas que me cuentan cóma
tarse en la conversación y en el escriba- para
110 parecer afectado.
E n cambio, paradójicamente, circulan aquí en
el habla de todo el mundo, aun e ai-
ros, muchos cultismos que en Espí «-
pío, seríaij inverosímiles: Guando el p? esidente
ívatnnó el mando..., el cargo edilicio, los bri­
lla rites contornos que adquirió la fiesta, los equi­
pos que dirimen superioridades, el nosocomio,,
estar en ■vigencia, cortar el cabello, etc. Se trata
tic jfHhiJvríifi y ■clisés favoritos de la prosa anó­
nima de] periódico, que los lectores se apropian
37 x/ ",o hay paradoja, Tambiér en esto
se • ■ ■ ni o está muy debilitado el sentido
de k. ’ >«d lengua escrita-lengua u-ral. La
mi i que predispone a la gente contra
los. : de loa escritores legítimos, le hace
aceptar con abundancia los oropeles barrocos de
la prosa urgente de los gacetilleros, justamente
porque les son dados con mucha frecuencia en
confiada promiscuidad con vulgarismos de léxi­
co 3?' de conídrucción. Así no le son receptos,
Al desconectar la lengua escrita de la oral»
toda el mundo se resigna aquí a empobrecer su
instrumento de intercomprensión. No busque­
mos explicación mágica a esta situación lamen­
table : aquí funcionan las mismas causa:; y con­
diciones que en cualquier estado de lengua: con­
flicto iudPddual~soeial o de la expresiói. con la
comprensión; lud ia de acomodaciones ¡¡ocíales,
entre lanifesta,dones hay que contar en
prime con el afán de imitación o-coinci-
dcnoP el temor a la condenación, social
por ir o al medio; espíritu de universa-
iidad en do campanario en conl nvpeso.
Lo que aquí discrepa de otros medios sociales
es el cariz de la lu d ia y las razones valederas
para la acomodación social. Todo depende de
esta realidad, social: que Buenos Aires está for­
mado en su mayoría por extranjeros y por hijos
ele extranjeros» Y aunque sólo me refiero a ex­
tranjeros de lengua, incluyo naturalrr'""1"' a
mudhísimos millar.es de gallegos que lian .o
a aprender el español aquí, o que sólo lo
cían, al llegar, deK¡moclo deficiente. Loa nuevos
aprendían un castellana precario y defectuoso,
y sus hijos tenían, que acomodarse tanto al am­
biente de la fam ilia como al de la calle. Pero en
éste ya dominaban ellos. El resultado es un em­
pobrecimiento y rebajamiento del habla urbana»
cuyos rasgos sociales principales son éstos; in ­
dulgencia para la impericia y sentido hiperes-
tesiado de la afectación. No se condenan las cha­
pucerías, pero sí todo lo qne huela a pretensio­
nes de hablar mejor que los otros. Consecuen­
cia: el recostarse» al hablar, en lo que dicen los
consabidos y la situación, en vez; de expresar
uno mismo su propio pensamiento. E l espíritu
localista acogota al de universalidad. E l sentido
de la norma queda relajado, como por trance
de fuerza mayor.. Porque no es que los extran­
jeros venidos en aluvión formen la masa de los
artesanos y de los sirvientes, siim que están tam­
bién en todos los puestos directivos de la socié-
ciad de donde suele emanar la norma. Ellos y
üiis lüjos son. Buenos Aíres.
-
1A ando la lengua diablada pretende desenlen-
' lo más posible de la escrita, como sucede
au A 1c 'distienden los resortes que la hacían
mí rae erguida y lista para la expresión de
la ,:d_. superior del espíritu; y el resultado es
que a sil vez la lengua literaria, que necesita
de la oral de toda necesidad, la eracuenira poco
menos que inservible. Esta es la otra razón rai­
gal de que los que escriben m al abunden en Bue­
nos Aires en mayor proporción que en otras
parios: aquí se tiene un recelo casi morboso
contra las formas cultas do expresión, .si excep­
tuarnos las manoseadas por el periodismo anó­
nimo.

N o r m s , e ti 1 t u r a

El sentido de la norma consiste en un aguzado


sentimiento de adhesión — y de responsabilidad,
por lo tanto— ;1 tAoIgnio de intercomuideación
• = : !o en el In-oipj'e, Ebioaea-
ionu uu ixmísigiueuttí ex irsm£r>,- 0,0 do la con­
vención; las palabras precisa^ ,«.* algni ácación,
la sintaxis se consolida, se eliminan, menos una,
las pronunciaciones concurrentes para rnia mis­
m a palabra, etc. E l sentido de la norma implica
una actitud de solidaridad y de disciplina so-
cía!. El individuo no tiene mas remedie ;ji¡y ver
la norma fuera de sí mismo,, como un valor so­
cial que presiona con igual intención sobro el
y sobre sus conciudadanos, Por ese presionan! o
valor social, el que liadla no solo os cid elidido
en lo -que piensa, síno clasificado como euraíga-
do o como inadaptado a los medios oídlos, con ¡o
afectado o como vulgar, ele, Esto es le que
hace al individuo admitir ia existencia supra-
individual de la norma y buscarla en aquellos
grupos sociales más prestigiosos. No en un hom­
bre discreto y entendido, sino en los discretos
y entendidos como fuerza social, como cuerpo
social actuante,
Los modos -de decir de un -hombre cuito son
para los demás normas en cuanto son norma­
les en el grupo social dirigente; de manera- que,-
sí nuestro hombre tiene el hálalo de decir oa--
poniáneo o ignaugur ación, se tendrá esto por
casos de ultracorreccióá' o de incorrección. Tero
si esa pronunciación personal incorrecta o ultra -
correcta llegara a tomar estado social cutre ‘dos
discretos y entendidos”, eso mismo lo lia n a nor­
mal y norma, sin tener en cuenta que su origen
fué un erro Jta pasmar cor ejüm.uk<f
con las elles d: '/ , ‘-a ,/rí/iáí y Mallorca, cus ios
diptongos de friega, pliega, etc., y con ios ac'eic-,
tos de proyectil, reptil, textil, medula, paras do,
vértigo, fárrago, rúbrica, púdico, imbécil, etc.
Esta atención a la norma sobi-eindívidual no
que las gentes puedan, apelar
:>sos a tm.a instancia superior
conducta idiomátiica, «¡no que,
tes reconocen en su mejor gru­
jen- manera de expresarse,
< 'orno iiíi Ideal, Y Ibí, clistín-
i culturales de la comunidad
tleiiden a -liaeer suyo ese ideal de lengua,, hasta
i ¡divamente lo pueden seguir. El te-
j ................ ilo y a la afectación es una forma de
■la conciencia de esos límites. Cada tipo social lo­
calizará su ideal inmediato de lengua en un nú­
cleo que I eximo i un obrero lo podrá ver
en los ero ::on quienes convive, Pero me­
diata y ei ámente, el ideal es homogéneo
para tod? unidad Porque siendo la so­
ciedad más bien im teji-i ! -ote una serie, ele ca-
ui peí-puestas, de modo que
en varios medios (jeremia-
nómicos, geográficos!, ebeé-
de tai manera los variados
rae la lengua literaria
o .,o en el últim
ado de atención a les nor-
erio de un ideal, es en cada
: del grado de su caltura»
to en este punto si .sólo se
meión de un número varía-
•arios en la lengua común,
i-ero se rneca «e aigo muclio más grave: de la
elevación, en junto cM tono de la lengua común,
de sil dignificación, cíe su liberación del estado
de patois o de su tendencia a caer en patois.
Desde un punto de vista muellísimo más am­
plio, Ortega y Classet * ha señalado el papel
de las normas en la, vida de la cultura, Y lo lia
hecho, como en él es habitual, con una, rotundi­
dad de pensamiento tal, que ine gustaría
decirlo'del mismo modo: “Estas normas s
principios de la cultura. No me importa cuáles,
Lo que digo ©s que no hay cultura donde no hay
normas a que nuestros prójimos puedan recu­
rrir, No hay cultura donde no hay principios
de legalidad civil a que apelare No hay cultura
donde no hay acatamiento de ciertas últimas po­
siciones intelectuales a qne referirse en la dispu­
ta. No hay cultura cuando no preside a las rela­
ciones económicas un régimen de tráfico bajo el
cual ampararse* No hay cultura donde las polé­
micas estéticas no reconocen la necesidad de jus­
tificar la obra de arte,
” Cuando faltan todas estas cosas no hay cul­
tura; hay, en el sentido más estricto de la pala­
bra, barbarie... La barbarie es ausencia de nor­
mas y de posible apelación.
”E1 más 37 el menos de cultura se mide por la
mayor o menor precisión de las normas, Donde

* La rebelión de las masas, Madrid, 1930, pági­


nas 100-010,
liay poca, regulan éstas la vida sólo grossu modo;
donde ha)- mucha, penetran hasta el detalle en
ei. ejercicio de tocias las actividades,”
i odo esto vale de modo muy particular para
la lengua, como que es un sistema de con vencio­
nes. Las iionnas no sólo sustentan a la cultura^
sino que son la cultura. Y aun tomándolo por su
lado externo, resulta para las normas una signi­
ficación equivalente. La forma externa de la cul­
tura es la urbanidad (no importa ahora que a
Yecos la finja; eso mismo nos confirma), Pues
bien; el grado de la urbanidad de alguien se
mide por el grado en que se acomode a ciertas
convenciones de la urbe, Eli un medio que llama­
mos culto se puede observar el extrema]niento
simultáneo de todas las fórmulas de coa viven­
cia: en el vestido, en los modales, en loo ritos
de la mesa, en el hablar, etc, Es la actitud social,
el atender a la valoración social, lo que despier­
ta en el individuo la idea y la necesidad de lo
correcto. Quien, en el trato con personas de
urbanidad, emplea modos de decir que se oponen
a la norma b- . ... ativa equi­
valente n i • - ■ ■ '*» m.. .. *• la ¡tne&a de
gentes de « •- v e .•. nietewé la comi­
da en la boca con. la hoja del cuchillo. La Mea
de corrección, en las convenciones es una, con­
quista de la urbanidad, y es apenas sentida en
otros estados de lengua, por ejemplo en los dia­
lectos rurales. Es una convención de segundo
grado que obedece no solo a la nceeaidad de
punios comuues de referencia, aino a un yeoJado
de cultura superior o, si se quiere, de formas
superiores ele convivencia,

N o r m a s 1o e a i e s
y normas generales

Bien. Pero las normas de urbanít


sus límites geográficos. Entre loa n >. ■-
canos, pero no entre los ingleses, no conn ’ li­
lemente el .que a cada bocado no i r " am el
eucihíllo y el tenedor una suerte de ju n-
bares. E n Alemania, se le dirige ia palabra a. un
superior con los pies juntos después tis ai:
dado un golpe de tacones. Equivalentes e-
pancias geográficas liay en los usos ídtoi o,
Y lo que ahora nos interesa directamente es:
¿existe aquí un repertorio de normas ondea de
decir bastante diferenciado dei de .Méjico y M a­
drid ? Hay en Buenos Aíres unos miliares ile
personas cuyas normac d“ a.') ta ‘ !1 i con
las de -los cultos de *«ia¡<¡ a *s >«,, . labia
castellana, Colíieidoii totalmente en ju aa<, loca
al sistema estructural y ■eoiiüciden e.a la. iuayoi'
parte de los elementos que llenan esa estañadura.
Con frecuencia lie asistido a lias ai gen-
tinas en las que había gentes de nOjjxo. Colom­
bia, las Antillas y España. Sí entre loa argenta-
'nos Ion hnlisíi ele edad avanzada, entonces se
'úomba cierta discrepancia en la norma de pro-
lilisinar las vocales concurrentes piar, cáido,
w n y aeíiaáv, creía. Esta es pronunciación que
prosperé durante el siglo XIX por casi toda Amé­
rica y por h d norte de España (no eji An-*
d'doeííñ ; e.e:, a , a.]]a han raacclonado las clases
reptas de tod^s lus países reponiendo las acen­
tuaciones caído, ma-estro, país, creía, etc. Tam­
bién ‘"'o ilnenos, Aires ha triunfado' la misma
roa ce-ion caifa, sólo que con algún, retraso res­
pecto a los demás países» en las últimas genera­
ciones. Hoy dioen país los hijos de las madres
que dicen de modo que aquella discrepan­
cia es- solí “ente, El seseo no se dienta como
norma er lición en ninguna parte, ni aun
:i"eji Mad ’ ’ ‘ero decir que se le tiene por tan
logó tro: J como el diferenciar z y s, Otro
detalle ¿le pronunciación divergente — muy -gene-
rídieedo^ aunque no del todo—■se refiere a la
erre, pronunciada aquí asíbilada y c o n t i n u a ,
en ver , .raciones repetidas que tiene en el
e.opaño _ . fío impresión acústica equidista
ele la erre cote y de la j francesa. Esta pro-
t ción tiene una geografía extensísima:
i casi toda América y tiene zonas impor­
tantes en España. Sólo que en todas partes es
Viilgarísm ...... ~-‘"iqiie se oíga en boca de per­
sonas col.............. como un descuido oca- lona!,
corno rir.-i ion momentánea a la norma,
no como una norma que se erige enfrente de
otra, pues tocias esas personas alternan tal pro­
nunciación vulgar con la general de erre vibran­
te *. U n casa semejante es el de la aspiración
de la s final de sílaba» especialmente ante el soni­
do h ( bohqne, calicó). E n otras partes €3 pro­
nunciación reducida al vulgo i aquí, con frecuen­
cia se le oye a personas cultas, a
la normal. También el sonido de la '
matiz propio criando va seguida ele e, i ( mujer,
dirigir ), c o n s i s t e n t e , al oído, en el adelga­
zamiento 3?' alza de tono de esa consonante (¡ claro
que las consonantes tienen también su altura
musical!) y, por su ejecución» en que se articula
un poco más adelante que donde lo hacen los es­
pañoles. La g suave de guerra o guisar tiene las
mismas características articulatorias, pero ea
menos chocante al oído,, debido a su sonoridad.
Los chilenos que llegan casi a decir la yerra (no
con y porten a) por la guerra- tienen esta misma
diferencia mucho más acusada, Pero esto en
Buenos Aíres no es cosa do nonma sentida: ai
contrario, la mayoría de los porteños no ha repa-

* Es más: en Buenos Aíres ea creencia común que


tal pronunciación es propia de los correntines (algo así
como coyentinos dicho por un porteño), que, en. efecto,
la tienen más marcada. Esto mismo prueba que en los
casos porteños no se trata de norma, sino de accidentes
de pronunciación, por frecuentes que sean.
i--'- en esta diferencia y basta muchos estarán
dispuestos a negaría.
E n realidad, la única norma de pronunciación
oue aquí encuentro discrepante de Ja norma pan-
hispánica es la de la U, y. El yeísmo, o iguala­
ción de y y 11, es rasgo bastante extendido por
España y América, aunque en América mucho
menos de lo que se cree. Pero en Buenos Aires
iiay una particularidad: se añade al sonido pro­
pio da Ja y — propio en español, ingilés, fra n ­
cés, alemán, etc.— un rehilamiento (Esp conceda
hubiera equivocado rielamiientó) ? un zumbido
provocado por las vibraciones de la mucosa
lingual, La impresión acústica se aproxima a
la de la j francesa, pero no la iguala: falta a la
articulación argentina abocinamiento labial y
no se forma tan cerca del ápice lingual como
la francesa. Pronunciación semejante se oye en
partes de Nuevo Méjico, de Méjico, de 'Castilla
la Nueva y de Andalucía. Siempre en áreas redu­
cidas, Lo mismo aquí. Hay quien arrastra la y
con fruición nacionalista;. pero lo cierto es que
, a. 2r.a pronunciación constituyera rasgo
. ' i¡; i <'a.".í tendría que acabar la Argentina
Urea* Eso sí; la capital, Ln Plata,
w Montevideo), es decir, las (más im­
portantes concentraciones humanas de) Plata
pronuncian así, Pero la inmensa mayoría de la
superficie argentina, no. No sólo ios correntinos,
que dicen calle y mayo como los castellanos vie-
jos, y no sólo las provincias em
parte de las del antiguo Tucura
hasta en la misma provincia do Bu
discrepa de la capital. He estado a
horas a las conversaciones de peo^,.. ,,
en estancias del Azul y tenía <4110 afinar .. ... .
oído para percibir 1111 conato de rchil lo
en las 11, y de aquellos argén linos.
En las foranas, gramaticales hay que contar
el voseo con su vacilante concordancia (vos
tenés pero vos querrás), de uso,' sí no obligado»
sí casi general en la Argentina;' el adverbio -w:-
dio convertido en adjetivo (medía vuierto); el
vulgarismo nadies; ausencia de voaolrv.i ruiplan­
tado por ustedes, rasgo común a toda A m erica;
ausencia del futuro flexional, suplantado por
formas perifrásticas 110 sólo en casos posibles en
España (voy a ir por iré), sino hasta en el llama­
do futuro de probabilidad (han, de ser lar dice,
por serán las diez); igualación de las parejas
dónde donde, quiéin quien, shw sino, cuando cuan-
do-, cuánto cuanto, aún aun, ménos menor, hiégo
luego, cuál, cual, junto, jimio, etc,. * ; perdida

* M atiento qtte pongo en fe! jjrlíner núeteheo id­


eada pareja representa el acento prosódico que jíovihi
en castellano, aun cuando 110 tengan acento ui logrémra
como en luego, junio, menos. Es las igual «clones falaas
están en todas las bocas. He asistido a nu."""" ■*'”*
menes de lectura en el Instituto Nacional
rado -Secundario y los futuros profesores las
del acento primero en los adverbios en -mente,
Tón ía sbrtíms, el vulgarismo hispanoamericano
hubieron bailes, hicieron calores con fabos -plu­
rales ; el arcaísmo en lo de Fulano con vago
valor resmnítlor; ü giro lo que supo la -noticia
vino en He(íi. - - se oye también en otros
pfdacH ¡SmíIíuv ) > la expresión de eviden­
cia y de sorjvi cSít, j íiú ¡na sido X ,! (en España:
¡oo-n o;i o era. I . / o ¡con que es X .!), etc. E n el
voí-fürúhrrío, vina buena cantidad de arcaísmos
(o reyiorí altemos en España) y de neologismos

ec-rno la ' a ele los que ya lo son. El conocido verso


de Santo- << (La fu g a ):
... ¿ ' •.s eran? — Quienes fuesen...

fué leído in v ar í abl emente Quiénes eran — quiénes f lle­


nen. Un pasaje de (laidos (Miirianela), en que se dice
iivic cu lina casa linhía sitio para todos los trastos y
'basta para el gafo, para, todo "menos para la hija de
líi Ciuuüíi/’, tridos leían acentuando rn¿nos. Lo mismo
r.-eiiímirón cuándo en la frase ¡Cumulo te digo que nos
vari-m a grande! Y aún en esta otra; b ’o asistí
a lus bu ¡i . >i. . arcaras ni aun en los años de un juven­
tud. Se a> , • hito en frases como ésta: ... con cuan­
tos útile, mano¡ sacaban agua de la bn rea. Se
dic e júnt - ■ p o r junto a la casa, etc., etc. B ie n
conocida es la igualación sino-si no, la única, se&ún mis
noticias, qne los profesores se esfuerzan en, combatir. A
qnicn interese este asunto le recomiendo el documentado
artículo de nuestra primera autoridad fonética, 1’. Nava­
rro Tomás, Palabras sin acento, en el tomo XI f de la
Reviuta ty filología Espartóla, Madrid, 1025,
y algunos indigenismos» además ele los que se
lian generalizado .en tocia la comunidad hispá­
nica, En la fraseología» imas cuantas locucio­
nes estereotipadas con sabor especial; al mido,
no hay nada que hacer, hacer la 'pera, correrle
a uno con la vaina, ser el ca del comisa­
rio, Ilevarle el apunte, madrui a uno (ame­
ricanismo) , estar pato, va muerto, etc. N atural­
mente, cuanto más se descienda hacia el vulgo,
más numerosas y frecuentes son las frases he­
chas. Algunas palabras tienen aquí y en Madrid
significaciones desviadas: ¡voy antes, hace un.
rato1), pararse (‘ponerse de pie!) , vereda (‘'ace­
ra5), duen moza (‘guapo’), etc., además de las,,
palabras viejas que sirvieron para, bautizar
novedades americanas; comadreja, tigre, aves­
truz, etc.; en otras hay una diferente res
cía emocional: lindo, desgradado, infeliz, .
mente, en cada capital corren palabras qi '
indecentes en la otra *.
¿Y no forma todo esto, unido al uso especial

* Estas listas de modismos se podrían alargar mu­


cho más, El Instituto de Filología de la Facultad de
Filosofía y Letras de Buenos Aires se propone re c o g e r
y estudiar todos los rasgos característicos (110 hace f a lt a
3ue sean exclusivos) de la lengua n o rm al entre los por­
teños cultos 3? entre los m edíocultos, con cuidadosa sepa­
ración; Claro que el criterio seguido en la rebusca no
aa de ser el del aduanero académico., sino el del psicólo­
go y el estilista.
■que liaco ei porteño de la lengua común, una
base suficiente para que podamos ¡hablar, no de
un Mioma independiente, que eso ya a nadie
interesa, sino de mi matiz propio, de un timbre
pe - \de un estilo? Sin duda ningún a. Pero
si , - <js claro en los conceptos iiiigüíslicos de
lo ^10ucular y lo general, nunca nos será posi­
ble dar a este iieolio una interpretación belicosa»
Montar sobre eso la idea de un “idioma nacio­
nal” (léase la idea nacionalista del idioma) sería
ib- , -Jar" el problema doblemente, Frimero,
_ decir estilo porteño no es decir estilo
- no, y.segundo, porque también tienen su
estilo Sevilla y Bilbao y Zaragoza y Sala manea,
sin que eso entrañe que la lengua general se
rompa en cada ciudad. Decir en España im mozo
lindo supone una valoración de signo negativo,,
un poco irónico y mordaz; en la Argéníina, de
3 positivo. Con buen mozo el español alaba
•estancia corporal, la estatura; el argentino
la cara, Pero también decir en el litoral argen­
tino mi pingo es referirse lógicamente al caballo
propio, añadiendo un coeficiente emocional de
Ce tivo y hasta de orgullo por él ; pingo
en v airea, en cambio, es despectivo-, como
v.. Hispana, y no se aplica al caballo. En Cata-
r , r~ '"-,ucho conlleva condenariV;,P reproba-
^xuüj hlu conllevaba en el litoral - .iu siglo.;
en L, oviiiela de Buenos Aires, £3 ahora un
modo ele encomio. Chalán cu Oatamarca viene a
valer lo que en el litoral “gaucha m uy de a cubi­
llo ”, “jinetazo” ; es un v a lo r alto de baquía: en
■el litoral no es palabra en uso.
Podríamos c o n t i n u a r indebnidanende los
ejemplos. Estos bastan para comprobar que si
la lengua de Buenos Aires se diferencia de la
ele Madrid por la preferencia en el uso de d o l o r -
miñados recursos comunes, por algunas .deno­
minaciones de objetos y por la distinta emoción
con que se viven, palabras corrientes en bis dos
ciudades *, lo mismo ocurro entre el baldas:
de Buenos Aires y el del interior argentino.
Además, timbre propio de hablar, calilo, no
tienen sólo las naciones, las regiones y día ciuda­
des de lengua castellana. El que liara recorrido
Francia, Italia, Alemania, Inglaterra, sabe de
sobra que eso del estilo local no es algo inaudito
que le pasa en este mundo a Buenos Aires, Lo
único extraordinario de aquí es que 1 r«
bación localista lia interpretado algruu u-

* Oposiciones regionales equ ivalentes se ob­


servar en todas las lenguas cultas del inundo. En Ale­
mania, por ejemplo, la lengua literaria llama. Ámabe a
un muchacho de unos doce años; peto ea el aorle ¡se
dice Junge y en el sut Bube. Pues bien: ea ei J a r l e
Bnh(e) tiene un sentido «Aspea i l t• ' como cu
España granujilla o aquí at<>> ' so l<i dio*'
al que hace chiquilladas, 1 -dio. se ia
acurre hacer a base de en.,.. - * . -«.Pe ana
caestióa de escisióa lingüística,
Maridados (que nc pre lo eran) idiom áticas,
ecf oreándose en v cisma frente a la lengua
¿renerrd. Aunque hablen alemán el bávaro y el
prusiano culto*!; aunque hablen italiano el tos-
«’ano y el cnlabrés, o francés, -el marsellés y el
normando. " uno denuncia, sí vive en su
refilón, mi " cal timbre de lengua, como le
pnsn al porteño y al sevillano. Pero la lengua
general se levanta por sobre todas las variedades
Jocíile;! como un medio y como un producto de
cultera sriperíor, en cuya elaboración han par­
ticipado y eslán participando las personas me­
jor dotadas de todas las regiones.
No es que en cada lugar las personas cultas
} l sólo con modos generales, n o : hay loca-
1 ' ~> rid, en París, en Berlín como en,
] Pero hay un sistema de modos
de evr jen eral mente admitidos y presti­
giados que conviven en cada sitio con otres mo­
dos, de crrvdoeión y prestigio confinados en la
reviere Ai -*ep[,o de lengua general llegamos
por erreít - es la hablada por las personas
cultas 'tes, una vez descontados todos
loe loe f que sucede es que en todas
partes aillo ti ende a la universalidad,
o tilica los modos generales por ser de
mayor . por form ar un repertorio ín-
comparat de neis rico de posibilidades de
expresión. El nombre de letras, el de negocios,
el de aventura, el de industria sienten la reía-
d o n extralocal cíe -su vicia y procuran, entender
y hacerse entender en. el medio más amplío posi­
ble, Y el hombre de letras, sobre todo, sabe que
la lengua local le ofrece un repertorio excesiva­
mente limitado de formas de conocer, de gentil',
de valorar, muchas de ellas taradas por el des­
prestigio social (sí bien otras Je invitan por su
especial forma cíe emoción), mientras que en la
lengua general halla una gran variedad de dis­
tingos y matices, una 'especial elasticidad para
las necesidades momentáneas de la manifesta­
ción de su pensamiento, y un repertorio de
expresiones consagradas' en el ejercicio de las
más altas actividades del espíritu, que traen el
prestigio de su procedencia. Estas son las razo­
nes del hecho seguro de que, en todas partes,'
si dividimos la población en grupos según su
grado de cultiiraf cuanto más culto es el grupo,'}
ráenos particularismos idiomátieos tiene, y :al
revés.
■ E l problema de la lengua general es en Bue­
nos Aires el mismo que el de tedas partes: el
de la inserción del hablar culto local en las llor­
ínas cultas generales. ■
D e s v a 1o r i ?. a c i ó n
de 1a s n o r ni a s

Hay, pues, aquí como en todas partea, una


m inoría para quien lajengua general es el medio
habitual de expresión, Pero esto es io peculiar
ele Buenos Aíres: que esa m inoría guarda frente
a la (masa enorme de porteños una proporción
menor r.r??e en otras ciudades, y que personas no
pe: . ’ tes a ella están profusamente en
Un _ tiestos directivos cié la sociedad. U n
tercer rasgo específico, consecuencia de icr, ante­
riores, es que la m inoría cié hablar correcto tiene
sobre la masa de conciudadanos un influjo menor
que ei e„, ■ rabie y necesario, pues no son para
los ni punto obligado de referencia por el
cual L , :'íitud orienta su conducta social, Y no
porque nuestra minoría tenga más débil el don
de TirAQnUtismo, ni,en general, por falta de vir-
iu c ^ trínsocas, sino porque aquí se ven con-
/ u n J ni- -i en todos los comandos sociales los que
bien con los que h.ibbm mal, de modo
e! ' ¡en decir no es síi*«■ r para las fies
ni de capacidad, ni de eficacia., ni de p" ne*oii
privilegiadas» La consecuencia es que no se sien­
te aquí tanto como en otras partes el aíán de
alcanzarlo, O dicho de otro modo: que lee nor­
mas están desvalorizadas. Y no unas normas
que se dicten desde otro país, sino h for­
man la armazón del buen li adiar tloo,.
Están desvalorizadas las normas cu, .> re­
glas o convenciones que nos o dura
ambiente y con las cuales e n cf . os nuestra,
conducta idiom ática; pero lo m - ave es que
también están desatendidas esas normas en
cuanto formas, cristalizaciones virtuales o ¡posi­
bilidades de expresar adecuadamente el pensa­
miento propio. Conviviendo con una m inoría de
argentinos que tienen calidad idiomática. y tí vi­
bre propio en su castellano, hay una mayoría,
demasiado grande que no se preocupa k> ungían­
te ni de la corrección ni de la propiedad en ei
hablar, o sea, ni de la norma corno valor externo,
supraindividual, social, ni de la norma como sen­
tido interno.
E n ello concurren dos causas: la una general,
que es la inundación de plebeyisnio que está
alcanzando al inundo entero; la otra particula*:.
arraigada bu la historia local: Buenos Ar.ee,
que hace un siglo era una ciudad chica de era-
renta y un mil habitantes, hoy tiene dos no no­
nes y medio; y no por fecundidad propia, s u j o
por aluvión de todas las naciones ele! uniíuvv
¿Cómo se iba a ser exigente -con loa reeien veni­
dos en el uso de una'lengua que les era entrada?
Ellos cumplen con hacerse 'entender: con pecar
palabras les basta, y ésas, emplea ’ ’ nos o
menos. Para la -gramática, indulto idriv
' ! * 'W-.i’n •. -> hallamos con que el ambiente
•' ■■ . -t i.. p.-« esos extranjeros y por
■ -:T■ - u'ince, la misma necesidad
j ■"• ! • »*¡s sociales que en otro ambiente
amplíe, enriquece y fija la -lengua, aquí Im im ­
puesto, ele un. lado» una heroica economía de ele­
mentos» y, -ele otro, un ancho margen de ímpre-
■) r. : en la cantidad» relajamiento en
- --tal es que Buenos Aire-
mi la lengua del país, A la v ista,salta
x> 3^ decoro del ¡hablar provin­
ciano cr i <\ Hasta las hablas rurales supe­
ran al en calidad y en fijeza. No hay
siquiera ^ -Jad de preguntarse si la gente
habla aquí mejor -castellano que los limeños o
los mejicanos o los madrileños; Buenos Aires
h a estropeado y desnacionalizado la lengua culta
ele su propio país, la lengua digna que se trans-
parenta en la prosa de Sarmiento, de Avella­
neda» de Juan M aría Gutiérrez, de Miguel -Gané.
¿De qué sirve que unas cuantas familias tradi­
cionales hayan heredado aquel hablar» rnejora-
. m ! oy pa . • >! líente, sí eso no es más que una
. ua nt • . perdida en el mareraágnmii
...grande1 3^ confuso-— de Buenos Aire»? Esa
m inoría que vive el decoro de la, propia expre­
sión no está solo formada por criollos tradicio­
nales, como islote ele tierra antigua circundada
por Ja inundación del. elemento nuevo —hay
personas do apellidos extraños que hablan muy
bien— ; pero lo cierto es qne el aluvión de hu­
manidad heterogénea, qne ya forma e1 'i
cuerpo de Buenos Airea, se ha desenten. i.í ■ . ?
se desentiende hoy demasiado del problema de
■la adaptación lingüistica. Está desconectado de
la m inoría que debiera darte orientación, A hí
tiene normas, pero las menosprecia; ya se lia
habituado la masa de la población a no contar
con la urbanidad lingüística de un hombre para
valorarlo, y, por lo tanto, ya no tiene -cada indi-,
viduo por qué esforzarse por ganar esa urba­
nidad sin Ja cual puede llegar a todas partes.
Esto es lo típico de Buenos A íres: no que aquí
no haya quien hable bien, sino que, al revés ele
lo que ocurre en París» Londres, Berlín, Roma
o Madrid, las gentes de educación idiomática
deficiente están en todos los puestos, en la po­
lítica, en las profesiones liberales, en el alto
comercio, y hasta -en la prensa y en la cátedra.
El modo de hablar de estas gentes, sí que se
diferencia del de España, pero es imposible to­
marlo como un conato de “independizacióli idio­
m ática”, porque de lo que se ha hecho indepen­
diente no es del castellano de España, sino del
buen castellano de aquí. No es una nacionali­
zación, sino una desnacionali¡wuiión de la lengua.
Como que lo más hondo, lo más grave y radical
de las diferencias entre ese hablar y el nuestro
(nuestro de España y de aquí, como de Colom­
bia y Cuba) es la diversa actitud de las persa-
ia las iioi’irias. El . más peculiar del
no porteño es el amiento de toda
No creo que en e . t, en Méj.co o en
se vayan a oír entre personas de eclu-
tmiversitaria deformaciones fonéticas
10 lingüístico como se oyen a q u í: ojebio,
puédamos, etc., etc. Hay quien sabe de­
cir anedocta y acnédoia, casi como aquel rústico
castellano que lo sabia decir de tres maneras
distintas: percwraor. prccuraor y tpot curaor.
Y claro que ih> es sólo en la pronunciación; en
un 1:1 taje hacen decir a una 'viajera
.‘a, con motivo de. la baja de la
' , "el ; 1:1. ird de vida ira subido niucliísi-
y que en Alemania “la situación no- es nrenos
¡halagüeña” que en el resto de Europa. A cada
paso le quieren tranquilizar a uno diciendo:
¡No víerda usted cuidado!; en los díanos lee­
mos, según se oye en la calle, y por si osto no
fuera poco, todavía.,,; las gentes liablan de los
lápiz y de cualesquiér cO'sa; uno de los univer­
sitarios de más campanillas escribe sobre los
tro repite varias veces en la ir.esa de
misino espeiámdo; muchos pronun-
■ .¡ . tiro., o ¡liado, ,
■ 1 r > m s < ;

. Jt ■ ástos e ¡ nal os, eáe a medios so»


, aác ,.1 ' en otras ;parfces loe corregirían en el
acto, para comprobar cuál es la actitud tiplea
del porteño-masa ante el fenómeno socia: de la
lengua; desatención a la norma. Pierde mipor-
tanda la convención, lo establecido *, y en­
comienda demasiado a Ja situación, la cou.t>;-.'eli­
sión de lo que se quiere decir. ¿Estamos. ha ¡.'lau­
do de que en Europa las cosas andan -mal V Pues
sí digo que en Alemania la situación nú es .cáe­
nos halagüeña la gente me entiende lo mismo
que si digo que no lo es más. La lengua, como
sistema 'establecido de convenciones paca, la in­
tercomunicación, es utilizada al nunim uni pura
intercomunicarse: al que habla, le b ad a hacerlo
al tuntún; el que escuche, con mínimos -agarra­
deros lingüísticos o -sííuaeionales, va a sabor de
qué se trata. Se comprende así la ráipida Xoj-tu­
na que en el ambiente lia tenido coso (para co­
sas y personas) : le ahorra a uno todo eí vocabu­
lario.
A esta falta -de fijeza que tiene -aquí, la comu­
nicación de lo lógico e intelectual del pensa­
miento, -conrespon.de una excesiva estereotipa
ción para la expresión de lo afectivo o e
lógico. E n muchísimos porfceííoá^ mil
tos y las valoraciones mueren — áoi
nacen— 1de la precoiicíencía al limbo de i»
ciencia, id i om ática, amortajad- s unos-
sos modelos de hábito, Supo lile at
nos dice muy contento: “Me que un

* Hasta en la ortografía. Los diarios refería» Ixacc


poco que, según una estadística reciente, Bucmíus á iros
se lleva la palma, entre las capitules del .mundo, en
tener letreros públicos con faltas ele ortografía.
a subir ei sueldo," podemos imaginar qnr¡ mías-
tr¡> interlocutor tiene con nosotras un grado
vn-i¡quiera de amistad. Concretándolo asi, pién­
sese que iiiiidita variedad de matices puede te-
ver ja reae-uón que la esperanza del amigo nos
Provoqum- Pan reacción es primero materia,
pre-sentimiento; y sí es ella directamente la,que
arendnmos. nos esforzaremos por hacerla le ma-
tt-H-ia forma, -de pre-sentimiento conciencia, bus­
cando haría donde nos sea posible expresar la
originalidad individual de nuestro estado de
ánimo. Pera aquí hay un m illón ele personas que
no se enea can nunca con la singularidad de su
estado de ánimo, sino que éste queda orientado
y ennformado por fórmulas circulantes. Esas
personas, cuando oyen el “me parece que me van
a subir el sueldo” reaccionan con un /subirían!
(o ¡"itbirioian! , como se dice con torsión barro­
ca), He aquí una ©moción porteña. El símbolo
Jo es, y el símbolo conforma la emoción: la in­
credulidad tiene zumos de sarcasmo, y, en el
caso más benigno, de ironía, Es una incredu­
lidad que en más o en menos zahiere.
Y a sé mu 3' tú en que este subiría es uno de
esos idioma viremos efímeros que so dan en to­
das las graneles ciudades del mundo. Pero lo
peculiar de aquí es que no son tan efímeros
como en otras partes, o que, en todo caso, si
unos desaparecen, otros acuden ;¡y, sobre todo^
lo peculiar ele aquí es la enorme cantidad "cíe
personas que para la expres v u < • erra • ‘
no hablan más que con í d í o „ ->Sf ,> .
mente porque encajan ajust • i en la ac­
titud del porteño-masa ante i. Esta ac­
titud, ya lo hemos elidió» os a* ~! entrega al
tuntún; para la comunicación del pensamiento
lógico, habla roáa Ja situación que el idioma:
para la expresión de lo subjetivo se recuesta
uno en. la fórmula más genérica, en la opa v
a los vecinos para expresar estados ele
más o menos parecidos al de uno. La a*r,. i s• '
ele este más o menos es lo congenial de aquí.
Cada fórmula del pensamiento ivo abarca
una tan andha zona de p o s i b i l ' i anímicas,
que con unas cuantas tiene el porteño-masa su­
ficiente para toda su vida interior, Borges ha
maldecido la palabra macana, palabra de la sue­
ñera criolla. Macana es para el porteño la ex­
presión de un desvalor que va alcanzando a ob­
jetos cada vez más 'heterogéneos. Por el otro
lado, lindo, que en el idioma general expresa el
reconocimiento de cierta -cualidad estética, es
aquí símbolo de un valor no sólo estético» sino
de cualquier otro orden» Lindo es como el asen­
timiento efusivo que so da a los objetos más va­
riados, Sobre qué recae la a p r o b a r ~so la si­
tuación y el contexto lo dirán, H es otra'
vez el tuntún. Si esta sueñera ci .... no estu­
viera compensada por la vigilia de los mejores»
si se le permitiera derivar a su gusto, se podría
llegar a un idioma sencillísimo en el que todos
los movimientos del ánimo serían revertidos a
sus dos signos nucleares de + y ■ — : un valor
ele signo positivo y otro de negativo cuya co­
municación estaría encomendada a los símbolos
,lindo y macana.
Véase ahora con cuánta razón liemos diolio
.antes que los sentimientos y las valoraciones
mueren ele la preecmcieiieía a la conciencia del
porteño-masa. Sentimientos y valoraciones son
primero, inás que nada, presiones por nacer a
la fo rm a ; no tienen existencia de« tales, hasta
que 'están e x p r e s a d o s , lo cual no quiere
decir comunicados a otros, sino hechor- formá,
traídos a conciencia, Por eso el expresar es siem­
pre un acto de creación» El símbolo id iomático
con que expresamos ese sentimiento- lo fija, lo
canaliza, lo cristaliza en una í o r ni a determi­
nada, Con ello la .vivencia pierde su absotuta ori­
ginalidad, aun para el mismo que la vive (el río
labra su cauce y luego el cauce tiraniza al río ),
■pero en cambio adquiere valor para. la expe­
riencia personal y para la economía del pensa­
miento. Ya es unidad ídentíficable y, por ío tan­
to, manejable, Todo idioma» por rico que sea,
supone una limitación y una determinación en
los modos de cumplir esas cristalizaciones. La
mayor gravedad de la situación lingüistica local
:21o está — claro es— en la aparición de condi­
ciones inauditas, sino en el extremami ento de
esas condiciones. Aquí la expresión, c u j.h u -e;d,e™
riorización de lo individual, queda acogotada
apenas quiere asomarse a conciencia, cojijo ta­
pada con unas cuantas fórmulas absolutamente
convencionales y mostrencas.
E n compensación, se tía desarrollado en la
fonética una extraordinaria sensibilidad para lo
afectivo. El alma del porteño-masa, empareda­
da en u n . sistema de lengua excepci ou aiiti en te
empobrecido, da voces por ©sos resquicios de la
pronunciación. Esta mujer que se queja de que
le hayan hedió pagar chunco péecsos, alargando
la n de cinco y pronunciando péeesus con una e
más cerrada todavía quo la francesa do pied,
y muy larga y modulada en descenso, nos da
en el alargamiento de la n y en la 'Cantidad y
cerramiento- de la vocal acentuada la medida de
lo que el asunto le afecta, Y¡ lo mismo ese otro
que pronuncia at-ton'ante, cond”deiido en la
primera sílaba como en una i i- -f iv el lorrcnte
de su indignación, para precipiuuuo luego más
violento' en esa descarga del aliento, un poco
nasal, con que acentúa la á. Hay añadir
otros tipos de refuerzo y proloiq . de la-
consonante y sobre todo el ritmado de las síla­
bas y la melodía de la frase, mucho más libre
•— afectivamente— aquí que en otras regiones
de habla -española. Lo malo es que esta compen­
sación es desproporcionada. Esos recursos ex-*
tralijigüístícos o prellngiiísíicos apenas liaren
añadir un coerciente de intensidad a la
emoción o valor especificados por las palabras.
Miliar del habla del porteño-
dentro de una general limi-
iii exceso de convención para
íscasez y flojedad de conven­
zo o lógico. Justamente al
• cara una lengua,
no se basa en mías chantas
i los diarios y en la
saciones de Buenos Aires, como serían fáciles
de recoger en cualquier otro país de Europa o
de América. Lo propio de aquí -es la profusión»
ys cobre todo, la -extensión y la impunidad so­
ciales de coas faltas. En otras partes las perlas
con notadas corno perlas, como fallas en la edu­
cación personal o como desfallecimientos mo­
mentáneos. Obtienen condenación, o requieren
disculpa, Aquí no. Aquí todo -el mundo tiene
mano libre para hablar como le salga, con tal
de que se le ¡entienda más o menos adonde se
dirige. Parece como si todo el mundo contara
.dulto mutuo. Y esto es precisa-
Cuando en una -colectividad las
normes de cultura —.y entre ellas las lingüísti­
cas.- tienen plena vigencia y vitalidad cxdab
por ni ó s perlas que se cosechen serán siempre
de exclusiva responsabilidad individual. ,Pero
aquí lo que sufrimos es el relajamiento social
del sentido de la norma.
B n en o s A i r e s , ca pi t a1
I d í o ra á t i c a el e I Eío
de l a Plata

Repetidas veces he hedió distinción entre el


-habla de Bue-i".. - r- •- la da Ins ;* ' ''
Para un argeíiíi,-- • ; , no necesita
ción. Pero dentro de eso es lo ciarte que,
bien como para nial, la capital idiomátíca de
todo el Río de la Plata es Buenos Aires, No
es sólo que las grandes ciudades del estuario,
Montevideo, Rosario, La Plata, tienen un ha­
blar bastante homogéneo, sino que Ja fuerza ex­
pansiva de Buenos Aires alcanza, en detalles
lingüísticos que se -pueden multiplicar, hasta la
Asunción del Paraguay. El año 1928 apareció
en Buenos Aires una de esas travesuras i dio-
máticas de vida fugaz que ya liemos citado-:
/ estaría/ por "no está, aunque tú lo creas', o
u¡ a quién se le ocurre pensar que está !‘ Poco
después de propagarse en Buenos Aires, Mee
un viaje al Paraguay, ¡Y ya estaba de moda
ese idiomatismo entre los escolares más. infan­
tiles de la Asunción 1 En tina excursión que hice
al sur de la provincia de Buenos Airea, un pai­
sano, un pastor de lenguaje magnífico, se me
lamentaba con. melancolía de la invasión de por­
teñismos entre la gente del campo: “¡Señor!
1Sí hasta hay ya quien dice reprodutor por pa-
drülol” Las ciudades extienden sus maneras
idiomátíeas por las comarcas vecinas, y Buenos
Airea sobre esas ciudades. La pronunciación
portefia de la 11 y de la y, pollo, mayo, rehilada
y parcialmente ensordecida, ya henos dicho que
no es 3a del país. En la provincia misma de Bue­
nos Aires -es apenas rehilada y del todo sonora,
Pero ía pronunciación portefia se extiende por
las ciudades y ya alcanza a Tucmnán, aunque
no todavía a la provincia.
El influjo idiomático de Buenos Aires sobre
el Uruguay y directamente sobre Montevideo
es también muy grande. Yo no digo que sea
exactamente uno mismo el hablar de: ambas
orillas del Río de la Plata, Hay diferencias en
el vocabulario y en la gramática (ejemplo im­
portante; ei vos no es en el Uruguay tan ava­
sallador como en la Argentina), y las hay en el
tono general de la lengua: el lenguaje de los
periódicos misinos lo denuncia, Pero es innega­
ble que Buenos Aíres va extendiendo incesan-
temente sus modos de decir por tierras urugua­
yas. A esto se refiere lo de la capitalidad idio-
m ática de Buenos Aíres, Nada de derecho, de
prerrogativas ni de jurisdicciones» Cuestión de
hechos. El triángulo geográfico lindado por la
cuenca del Plata y sus afluentes mayoies, por
los Andes y por ei Atlántico, forma una unidad
cultural especialmente estrecha dentro de la
cultura hispánica, tiene mi propio juego vivo de
relaciones ínterregionales y constituye una co­
munidad coherente de Intereses, Y subido os
que siempre que se traía de esta clase de unida­
des-o subunidades de cultura, la lengua. —.cuino
manifestación que es del modo cul tunal do la
comunidad que la habla .- lleude a gen.eral.Aar~
se y a uniformarse en todo el territorio. Bola
uniüormación se obtiene eu parte boj.raudo Jar
diferencias Internas existen Les, pero también
imponiendo por todas partes ciertos procedi­
mientos idiomáticos que se liaron así 0010.011.00,
Elim inando y creando. En esta labor ion cen­
tros de vida más poderosos son los que don el
fono. En las aldeas, cada uno tiene so nías o
menos de atención para los modos de ---dad
próxima, en las ciudades para las ei de
provincia y en todas partes para la g :10b
tal. La traína común de la vida es la . dye
un tejido común idiomátieo. Altura bien: la
trama de la vida uruguaya y de la vida argen­
tina están unidas por el vaivén de 11d.r5.tna
lanzadera. Y sin posible duda, la „ ■ • 'ñon
más grande de elementos vitales y e; A . roas
poderoso d© expansión en esta ex oh
Buenos Aires,
En los últimos años la labor •■unilermadora se
lia acelerado1 grandemente. Por las calles de
Montevideo se vocean los periódico» y revivían
de Buenos Aires, y los diarios de aíií recogen
en seguida cualquier palabra de los do aquí que
Jes afecte, Y, más que nada, la radio: diaria­
mente ' * •ia en muchas ea»sas de Montevi­
deo, ei: ; estancias y chacras del campo
uruguayo, a los anunciadores o avisadores ar­
gentinos, a conferenciantes, dialoguistap reci­
tadores. eónboo.q de Buenos Aires, Tr ni\ñ que
....te» cantores de torpo Ade­
más, los fiiiivo: ..ni en tos de mayor éxito en las
■ 1 -t -son pronto adoptados por las
: ' : Montevideo. Considérese el influjo
„ . me ubicuidad de la palabra radiotelefónica
tiene pura la un i formación de la lengua. IBs cla­
ro que en osla labor igualadora el panel del
U ruguay no ee Umita a recibir lo ajeno y re­
nunciar a lo propio diferencial; pero» con ente­
ra certeza, lo que recibe es mucho más de lo
que da. Y a se ve, pues, que el problema porteño
de la lengua es el problema de la lengua en el
Eío de la Piala.

E l 'destino futuro
de l a lengu a

Jja sr * fue nos puede asaltar ahora ante


las m an' ' ' '-nos de fuerza expansiva de Bue­
nos Aires en el terreno de la lengua es ésta:
¿No se llegará irremediablemente con es» a la
erencion do vino lengua aparte?
Esta eíj idea en la que se ha insistido re­
petidas veces, no sólo para la Argentina, sino
para toda América, Unas, con el anhelo ele ese
peligroso ¡patriotismo- que se complace en lo di­
ferencial, sea bueno o malo; otras, con melan­
cólico pesimismo, como en el caso ele Rufino
Cuervo, -Cuervo fuá la figura mn« eminente
la filología hispánica hasta la -nm icion ele
néndez Pidal, y hoy misino s.... ... /.estlgaciones
son fundamentales sobre varios puntos de la
historia de nuestra lengua, El gran americano
se pasó la vicia predicando a sus coterráneos
el esfuerzo constante por acomodarse a la len­
gua ele Castilla, corno única manera de no mal­
baratar el principal tesoro legado -por los fun­
dadores de la civilización hispanoamericana.
Y , sin embargo, -al final de su vida se le es­
capó el melancólico vaticinio de que, a pesar
de todos' nuestros esfuerzos por mantener la
unidad del idioma, en un futuro más o menos
lejano cada país de América hablarla una len­
gua distinta, no entendida por los demás, Lo
dijo primero en -una carta al poeta argentino
Francisco Soto- y Calvo, publicada más tarde
como prólogo en uno de los libro,3 de este es­
critor, e insistió, con gran nobleza de ánimo» en
su famoeo artículo El castellano en América,
¡publicado en el Bulletin Hispa;ñique (1901), Así
como el latín, primitivamente uno en las distin­
tas provincias romanas, acabó por fraccionarse
en otras tantas lenguas, así también la ley
';c'“ a x? üííis que nada, la radio: diaria-
m g ii L -scuclia en muchas casas de Montevi­
deo, en muchas estancias y chacras del campo
uruguayo, a los anunciadores o avisadores ar­
gentinos, a conferenciantes, díaloguistas, reci­
tadores, cómicos de Buenos Aires, y más que
nada a los incesantes cantores de tangos. Ade­
mas, ios 'entretenimientos de mayor éxito en las
ramos argentinas son pronto adoptados por las
- le Montevideo. Considérese el influjo
--ieuidad de la palabra radiotelefónica
: 1 la uiiiforinacíón de la lengua. Es cla­
ro que en esta labor igualadora el papel del
Uruguay ;uo se limita a recibir lo ajene y re­
nunciar a lo propio diferencial; pero, con ente­
ra certeza, lo que recibe es mucho más de lo
que da. Ya se ve, pues, que el problema porteño
de la lengua es el problema de la lengua en el
Río de la Plata,

Ei destino futuro
d e l a le n g ua

• 'e r re r a r a ante
: - . «r- : *>• no , • .’,;i dé 11-518-
nos ri ai ei terreno de la lengua es ésta 2
¿No se llegará irremediablemente con eso- a la
creación de tina lengua aparte?
Esta es idea en la que se lia insistido re~
pe tí das veces, no sólo para la
para toda América. Unas, con
peligroso patriotismo quo se ce >y l '
ferencial, sea bueno o malo; e lu : ,
cólico pesimismo, corno en el ca„e ............. . '
Cuervo. Cuervo fué la figura '
la filología hispánica lias la la
néndez Pidal, y hoy mismo s i .
son fundamentales subre var
historia de nuestra lengua. E, & -
se pasó la vida predicando a
el esfuerzo constante por acornea >>-
gua de Castilla, como única manera de no mal­
baratar el principal tesoro legado -por los fu n ­
dadores de la civilización hispanoamericana.
Y , sin embargo» al final de su vida se le es­
capó el melancólico vaticinio de que. a pesar
de todos nuestros esfuerzos por ¡mal i»
■unidad del idioma, en un futuro n.
lejano cada país de América habla;
gua distinta, no entendida por los >
dijo primero en tina carta al poet >
Francisco Soto y Calvo, publicada >
como prólogo en uno de los libros de este es­
critor, e insistió, con gran nobleza de ánimo, en
su famoso artículo í<d cmteUmo en Amóriva,
publicado .en el BulU <>n Hwpdfitqup (iy u i),
como el latín, primitivamente uno en Jan dialin-
tas provincias romanas, acabo por fraccionarse
e n'o tras tantas lenguas, así también Ja ley
a Naturaleza hará que con el
■ f - iengua sea distinta en ca
p o r j i u 1 1r i n - 1103 esforcemos en impedirlo,
y '’-iini" Je- íí.i <je hubiera dejado Cner-
‘ ■ « rr ir! Rufino José Cuervo,
:* uu.n-ii„a mayoría de los i nv es­
ticos» aceptó sin crítica, sin el
or recelo, con toda naturalidad, Ja;? ideas
tases sobre que se sostenía la lingüística de su
tiempo, lir a ©1 siglo de los triunfos ruidosos
del -
nismo darwmiano y del positivismo,
y la s del espíritu se dejaron moldear
la fi por la ira agen proyectada ele la
! '■.......... im eia natural. En las disciplinas
jeran historia política o e-eonó-
r ■ < o literaria, se consideró como
: tratamiento científico las con­
diciones de elel;criminación y de necesidad: an­
tecedentes, ambiente, etc, Y lo mismo en la
"ií,-rilen. El célebre lingüista alemán íaddei-
proclamaba la necesidad y obligatoriedad
uu ^«s leyes fonéticas en orgulloso parangón con
las leyes naturales, la' de la gravedad, por ejem­
plo. Las lenguas eran concebidas como organis­
mos vivos que nacían (y tenían madre), crecían
y m orían. Ellas vivían de por sí, con sujeción
h loyos propias, ante las cuales la voluntad del
hombre cataba i ~r a esarmad a como la de mi
niño ante Ja tony - í I, Toda la -educación, toda
la -cultura de Cuervo, que era la de su época, le
constreñía a aceptar como válida esta repre­
sentación, No eran en él, estas ideas, 1 ,
sino prejuicios, ™rnn supuestos, por supi■*
Si nuestra leu, me fue°p «n efecto, un orga­
nismo vivo, « ija ,} ,?» ilnE 'i tía la inda orgá­
nica, sí fuese como un „ sembrado por los
fecundos campos de la América española, \ qué
remedio sino aguardar su caducidad y descom­
posición como organismo actual y esperar s u
resurrección futura en los . ;' ~s diferentes de
cada país!. La lingüistica dcista y evolu­
cionista del siglo xix no podía en esto hacerse
ilu sio n e ss a b ía que las lenguas semitas proce­
dían de una lengua común; que las lenguas ro­
mances habían nacido de la descomposición del
latín; que los idiomas indoeuropeos, tan dese­
mejantes hoy, habían sido un día uno y el mis­
mo idioma; que por todo el .mundo lenguas pa­
rientes 'denuncian Ja existencia anterior de una
lengua unitaria que después se fraccionó. Nues­
tro idioma no podría escapar al inexorable des­
tino, El fracciónamlento- futuro de nuestra len­
gua “a la luz de la Historia es de ineludible
cumplimiento”, formuló el mismo Cuervo,
Pero la lengua no es un organismo animal ni
vegetal; no es ningún producto natural, ni 3
en sí leyes autónomas ni condiciones de -e: *
cia ajenas, a la intervención, de loe hab
E l lenguaje- no pertenece a la Historia Natura.'!,
sino a la Historia Humana, Una lengua ha sido
lo que bus hablantes hicieron de ella, ea lo que
están haciendo, será lo que hagan de ella. Las
llamadas leyes fonéticas, y cualquiera oí ra clase
cíe leyes lingüisticas, no son más que inte utos de
ordenación «parcialmente logrados en su medio
üe intercomunicación, por los hombres que com­
ponen una comunidad idiomática. Por las hom­
bres, ¡por su intelecto y por su fantasía, por su
querer y por su valorar, no por no sé qué fuerza
química de cristalización ínsita en la mis?na len­
gua., Es cierto que si yo 'me propongo personal­
mente que m i lengua síg*a un rumbo cualquiera
que se me antoje, fracasaré. Tampoco en voto
disidente altera la decisión de un congreso. Apo­
yándose en eso, la lingüistica naturalista creía
poder afirmar la independencia histórica de la
specto a la voluntad de sus hablantes.
I > si considero un hablante eiif.ron.tado
a _tia será cierta la perfecta inutilidad
ce su voluntad de intervenir. E n esta ocasión,
corno en otras, los lingüistas se han enredado
los pies en los yuyos de su terminología meta­
fórica: "las consonantes sondas se sonorizan”,
<sel latín vivió hasta el siglo v ”, “las lenguas
evolucionan constantemente”» ©te, Las metáfo­
ras . a’ : . ■
■11>■<11d ■, , ' , ■ i ' >>: r 1

ir i -m •, m i Mr d> -yi m verdades


y-, , < •< descubiertas y, por lo taimo, in~
¡i . 011 también de gran valor en las
ciencias, pero asimismo peli. >orque ee
necesita una austeridad menta ^ _* - 'oíeu para
no contar deductivamente en el razonamiento
más que con la tangencia escueta, sin api o me­
d ia r aquellas partes do la metáfora que no locan
a la verddd. Cuando no se tiene tal entereza y
se deja que el intelecto desoville a su gasiu Ja
metáfora — verdad siempre y sólo poética...,
entonces las metáforas velan la realidad.
No es ¡posible que un individuo oponga su pro­
pia voluntad de dirección a la orientación propia,
n a t u r a l , autónoma, de la lengua, porque
e l l a , la lengua, no tiene voluntad, ni orienta­
ción, ni destino que oponer a los humanos, Pero
sí es posible que la voluntad de orientación lin­
güística de un individuo se oponga a la voluntad
comunal de orientación de sus covariantes. j x í
ver estrellada la voluntad activa de un individuo
contra la voluntad pasiva y activa de la a.
individuos que integran una comunidad
tica;— porque se resisten a aceptar
sesgo en las innovaciones y se einpeíuu .
tener otros distintos— , se entendía eslv
tad de la iniasa como destino ciego ele la
y se concluía que el individuo no puecl,
venir en los destinos de su idioma. ¿Pero no es
patente ei influjo que la prosa personal de Orte­
ga y G-asset lia ejercido en la lengua escrita ue
España y de América, especialmente en la de
■ni ti ah os escritores qué están a caballo en«,.<. e c»
periodismo y la literatura? ¿No sabemos que la
aparición dfi .La gloria, de don Ramiro despertó
eri. los «res rioplatenses la voluntad ele una
prosa- i, v, castiza? ¿No es seguro que la len-
ne su sello en la lengua, oral de
iifluyendo en su fisonomía? ¿No
] habla de las ciudades ejerce un.
eión en las hablas provinciales y
Especialmente en épocas de auge cu-lfcu-
intervención que un individuo -le em-
poi.sonal tiene en los destinos de su lengua
es proporcionada a su potencia de próseditisino
ático.
¡i <1están o se le impone con .mandato fa­
tal: nuestra lengua *. Será culta y fina
, 1 ' h bara y tosca',* será una Icoiné, una
. ' iid ida sobre varios Estados, o será
distinto en m i ciudad o en mi villo­
rrio de] que .se habla en el vecino. Pero téngase
por seguro que,} en adquiera que sea su nimbe?»
será el que nosotros le demos. Nada de trayec­
torias astronómicas prefijadas. Nada de igua­
lar una lengua a un organismo, con su germi­
na eidr. . dor, sazón, descomposición y repro­
ducen tiii su concepción, nacimiento, inían-

* La ciencia, de Cuervo, empaparla de naturalismo,


próveut .’i-üírt inevitable el fra co.ionn ni ien to de vuestra
ieng-aa en cada estado, “según el orden natural de las
cosas” .
cia, adolescencia, madurez, caducidad, muerte y
proliferación, (El concepto naturalista de] len­
guaje tiene que adm itir que los idiomas hijos
son siempre postumos.) Nos citan como ejemplo
mesqui'e.l.L- ' ■ m* *. 1 , rio ' y
vivo en ><• .. , 'o-,: ;■ ■ de .>>•. wat- r • so
acuerdan del pee/;- extendido también en 3a
antigüedad por áreas inmensas de Europa, de
Asia y de A frica, vivo y vivaz en el Imperio
bizantino hasta Ja víspera misma de la Edad
M oderna, arrinconado luego por las arrollado-
ras invasiones de árabes y turcos, y todavía vivo
hoy mismo en las mentes y en Jas bocas ele
millones de griegos. ¿'Que el griego de Venize-
los ya no es el de Platón ? Tampoco el de Platón
era ya el de Hornero, tanto que la filología na­
ció de la necesidad de dilucidar difíciles ■ r
tiones de idioma en Hornero y en Hesíodo. • _
es siempre el mismo -y uno en su 'Continuidad,
como lo es el español del Cantar de Mío jn‘ 7 -*
•el de raigones, y no radicalmente diferei
como el francés» el español, el italiano, ei peí-
tugues, el rumano, el catalán y el provenzal res­
pecto del latín. Tanto que actualmente ha sido
posible la empresa de remozar el griego clásico
como lengua escrita.
En todas estas visiones fatalistas que predi­
cen el n e c e s a r i o y n a t u r a l fracciona­
miento futuro de nuestra lengua común, hay
siempre un equívoco histórico. Se piensa que las
lenguas hijas .nacen de la progresiva atomización
de la lengua madre. Se piensa que el español, el
portugués, el francés, el italiano, el ruino no, son
el resultado natural de la descomposición del la­
tín en los suelos respectivos. Pero lo cierto es que
un proceso de desintegración nunca pueao llegar
a resultados semejantes, La desintegración dei
latín no pudo llevar más que al estado de patois
y a la multiplicación caótica de los patois, de
los bables, De un proceso de desintegración, nun­
ca puede nacer una lengua de cultura. Ai revés,
Las lenguas de civilización que llamarnos fran­
cés, español, italiano, ,p rovena al, catalán,, rum a­
no y portugués lian nacido y crecido gracias a
un movimiento inverso de recomposición. La di­
ferenciación anarquiza y trae el estado de pa­
tois. En todo caso, ruralíza. Tuvo que sor con-
o y violentado aquel movimiento creciente
ferenciación que lia d a el habla de un. valle
' noda, inmanejable y easí incomprensible
los del valle vecino; tuvo que venir un 1110-
snto nivelador y tmificador de aquel3.as di-
telas rurales, un sentido de urbanidad, de
_ _ d a d , una superación del espíritu de campa­
nario que se satisfacía con los modos estricta­
mente localistas de decir,
¡ Falsa visión esa que se imagina a las henno-
. P ir fitas romances como el hundimiento pro-
tíii en los respectivos países l ¡ Qué
L creer que las lenguas! fatalmente,
n a t u r a l rn e.n.í e , caminan Lacia su desinte­
gración, queramos que n o ! Somos nosotros., nos­
otros los hablantes, los que llevamos el idioma
hacia abajo o hacia arriba, hacia el frac-, i o. •
miento o hacia la unificación, hacia la ru:
ción y dialeetizaeíón localista o hacia la urbani­
zación general» hacia la barbarie o hacia, la civi­
lidad. Porque en el fondo, ése es el quid: sí el
ideal perseguido en la vicia de relación es de inci­
vilidad o de civilidad. No se puede ni siquiera
pensar que el movimiento evolutivo de la lengua
lleve una dirección discrepante de la que llevan
las otras manifestaciones de la cultura. Las ¡1ta­
blas romances iban en multiplicación y en des­
composición durante los siglos que corrieron
del v al xii, en los tiempos oscuros de la alia
Edad Media, cuando la cultura superior se hun­
dió en la barbarie, sin que hubiera de poblado a
poblado apenas otras relaciones que las cié hosti­
lidad. N i los reyes miarnos sabían leer, No
una lengua de cultura (fuera del Un *•’ ,-
vado profesíonabneiite por loa eclesiñ1’ :} o .
que no había ¡propiamente una cultura que 'ex­
presar y que comunicar. Habla barbarie, E n ­
tiéndase bien: no es que tildemos de bárbaros
a aquellos hombres por haber dejado rural izar
y diferenciar hasta el infinito su hablar, sino
justamente al revés: que su hablar se diferen­
ció y se ruralizó sin remedio porque eran, bár­
baros, ¿Sin remedio! Cuando pusieron remedio
n su ! i’i6, gii lenguaje comenzó también a
urbaii , a reconstruirse en lengua, a elevar­
se, a ar diferencias dialectales, a dejarse
anim ar por el idea! de normas comunes:, por la
ate- ' - v t *; s formales como expresión ele
; • , más civil; en una palabra: el
1 .. ó también, a civilizarse, Y cuan­
do n’on las lenguas literarias o, si se
<T«t Poma literaria de las lenguas, ésta
íiftt odas partes el proceso de reintegra­
ción, eión, unificación y elevación del len­
guaje -do, por ser para cada individuo» me­
dia! a o inmediatamente, el punto de referencia
más seguro y más prestigioso posible. Desde en­
te-neos, ol ideal de lengua que a cada lino mueve
estuvo íuüuído más o menos cercanamente por
mi miran ■: el literario; 7/ el parentesco cre­
ciente d ideales regionales, lócale»"» e indi-
vidnaiíes, mu ridos en el mismo ideal de lengua
Iliteraria., ha heolio que las diferencias idiomá-
tieas se vayan -borrando con la m ism a rapidez
con qne al sentido bárbaro de la vida las había
ido artos imponiendo. E n toda Europa los dia­
lectos desaparecen. La lengua general va pri­
mero íri ' do sus modos entre los dialecta­
les, imir ¡¡dolos Jiieyo cada vez más, hasta
que, pru _ los dialectos quedan desalojados,
obddade,;--, suplantados. En ei momento actual
apenas es lícito baldar ya de dialectos, sino más
bien de !«minia general dialectizada. Las lenguas
mismas literarias llevan, entre ai un movimiento
aproxima,dor. El vocabulario de la cultura su­
perior se unifica cada vez más en todos loa idio­
mas, y en. cada uno los escritores desarrollan
posibilidades de expresión al estimulo de las se­
mejantes. cumplidas en los otros idiomas, El ilus­
tre filóilog'o finlandés O, J. Tallgren «ha presen­
tado un muestrario' de las expresiones;.calcadas
y no calcadas que corren idénticas por tocias
las lenguas europeas» no sólo por las romances

* Pongamos nosotros dos ejemplos locales: la frase


española entre Pinto y Val demoro ha sido calcada (aco­
modada) en la Argentina con entre San Juan y Men­
doza, y al español mirar los toros desde la barrera,
corresponde en l a Argentina halconear. Esto dentro de
una misma lengua. Entre lenguas diferentes, a veces
hay también esta operación de acomodación, a veces, no.
Nuestro presidente es en alemán Vor-süzer; el francés
faire la eour se calcó en español como hacer la corte,
y en alemán, den H «f machen. Si presión es en i
Druoh, iin-jri'ssión es Ein-druak, y ex-jyresión, ./lúa-
Traer un asunto, nn razonamiento por los cabellos, Premio
por los pelos, se dice en francés un raisonnement tiré
■par les cheveux; en alemán, B>ei den Haaren herbeige-
zogen; en sueco, hardragen, Si los franceses dicen la
créme de la société, nosotros la flor y nata, la crema y
la nata, la crema; los italianos, la crema dell' aristocra­
cia; los alemanes, die Creme der Gesellschaft; en sueco,
sjaeva grdddan av societeten; en finlandés, yhteiskunvan
herma. Esta, labor constante de nivelación entre las dis­
tintas lenguas europeas es tan intensa, que v,n líng-üísia
corno .Aníoíne Meillet ha podido decir, aunque con eví~
y por las germánicas, sino también por las es­
lavas y Jas del grupo fino-húngaro.
En la América nuestra es evidente el mismo
movimiento r©constructor y imificador. E u Chi-
ie la mayor parte de los localismos dialectales
que is Bello denunció liaoe ochenta años."':
lian . u abandonados por las personas de cuP'
tura medía, Y cu todas las otras naciones ame­
ricanas, en la Argentina también, se signe con
seguridad un progresivo acercamiento da habla
oral de las ciudades al tipo literario do la len­
gua. Y esto, de toda evidencia, tiende a lo unifi­
cación.
No, De ninguna manera as inevitable y n a ­
t u r a l ’el fraccionamiento. Lo inevitable es la
)ii, mientras se trate de una lengua que
- _ ;es hablan. Porque en el equilibrio busea-
d a „ 3 individuo y sociedad, entre el hablante y
el oyente, el hablante hace siempre valer £ a indi­
vidualidad en medio de todas las concesiones a
la lengua com ún; osos individualismos 'le ex­
presión son los que — en m ínim a parte-- caen
justo vil al sentido idiomático de las gentes y
son repetidos, adoptados, generalizados, conver­
tidos de estilo en. gramática, hechos lengua. Ln
lengua es la suma, nunca cerrada, de las conquís-

üente exageración: “E n el alemán no subsiste He ger­


mánico más que los .medios materiales de exp cesión;
t-odo el aspecto semántico es latino o románico. ” (Les
langues do l’Europe nouvellc, pág. 286.)
tas individuales de expresión que logran la adhe-
sión de la comunidad. Por eso la inmovilidad sólo
es posible en las lenguas muer las,
■ Pero ¿por qué evolución va a
grey ación? Nada fatal estorba qi
de nuestra lengua lleve una ma
Tenemos un tipo -común de lengua
contadas las variedades de gusto
que -cada día presiona inás sobre la iieagua dia­
blada de to-das nuestras naciones, moldeándola
más a su misma manera e igualándola progresi­
vamente en altura y dignidad. Mientras subsista
o se mejore este tipo de cultura, las hablas de
todas nuestras naciones evolucionarán en con­
vergencia hacía una ideal unidad,
Pero ¿no es, por ilo menos, posible que sobre­
venga una disgregación? Y a lo creo; mas no
como se lo puede imaginar un nacionalismo lin ­
güístico. P ara'que ocurra un fraccionan
en nú-estro- idioma tiene que romperse la .
cultura. Romperse, quebrarse con cliseoi.' :
dad, no meramente transformarse.
Las lenguas romances no nacieron porque el
antiguo Imperio Romano, unidad estatal, se
fraccionara en varios Estados, como lia «acedi-
do recientemente al Imperio colonia! e sp a ñ o l,
sino porque la cultura de que la lengua era. ina-
truniento y expresión se fraccionó en la barba­
rie deü exclusivismo y de la visita corta, de la-
carencia de normas y de la carencia de verda-
fieros 1 Fiió necesario un colapso de la
cultura l y espiritual. ¿Qué inacionalisino
querría , I mi caro un idioma 'exclusivo? La
'Argentina necesitaría un cataclismo: 'la 'des­
tru c c ió n de au cap i tal comía ciudad que tiene su
prosperidad y sus negocios pendientes de la m ar­
cha comercial e industrial del mundo, quedando
reducida a un villorrio que viviera de sí mismo;
el cierre de sus puertos colosales convertidos
en doserobarcaderos de pescadores; la desco­
n e x i ó n de Buenos Aires con el resto del país,

y el divorcio total de unas regiones con otras;


o, lo que es l o mismo, la, destrucción interna de
la nación *. Sería preciso» por otro lado, que
la ITism^yHiml perdiera su actual dominio so™
’.a y sobre el mundo: que la na-
’a a ser a remo y a vela, que

é dice sobre esto un lingüista eminente,


A. o a ios Intereses particulares de nuestro
pleito- “ fr ■\lengua hablada sobre un pequeño espacio
por vi número de hombres na puede subsistir
más c lo aislados los que la hablan. Se encuen­
tra e' . tañas del Cáucaso una cantidad de len­
guas distintas unas de otras. Las poblaciones que las
emplean no participan en la civilización de su tiempo.”
“ VA progreso de la civilización tiene por efecto el obligar
a Jas gentes que hablan lenguas puramente locales a
........er a la vez una lengua fie uso más general,1' “Las
les fuerzas colectivas actúan en provecho de la xmi-
dad de leng-ua." (Les /migues de l’Europe nouvei'e, pá-
1!i:íd
desapareciera la ciencia, que se perdiera, el se­
creto de la telecomunicación, que se olvidara !a
imprenta, que la cultura dejara de ser univer­
salista y volviera a ser localista, y, más exacto,..,
radical incultura., Y a la vuelta -de tode
cuando naciera de las ruinas de la actúa
lizaeión una nueva, ya no sería la Argentina la
nueva nación i sería una con área y limites hoy
imprevisibles, quizá con varias lenguas diferen­
tes dentro de su territorio. N i Suiza, ni F ran­
cia, ni Portugal, ni. España, ni Itaitia son. Esta­
dos nacionales creados sobre los límites geográ­
ficos de una, lengua,
Pero mientras «1 puerto- de Buenos Aires sea
tío sólo ,1a mano que da y recibe, sino también
la mano fraternal que la Argentina extiende
amistosamente asi mundo, ,1a tendencia lingüís­
tica del país será, como lo es hoy, no al aisla­
miento y escisiór^sino a Ja universalidad. Mien­
tras el intercambio de libros y de la prensa pe­
riódica no se suprima, seguirá la lengua literaria
siendo una constante invitación recíproca, entre
la Argentina y las demás repúblicas hispánicas,
a mantener en continuidad un mismo ideal de
lengua. Ya se sabe que en cada país, en cada
provincia, en cada individuo la realización, de
la lengua varía y variará; pero nuestro afán
de cultura se satisfará con que man tengamos la
unidad de ideal, la unidad de norma, La unidad
del blanco coordinará los disparos.
P o s i c i ó r; f i n a 1

A l cíese. ' r ¡los conceptos de estilo, lengua


literaria y lengua oral, para establece]1 en se­
guida su íntim a conexión; al denunciar el afán
de uníversalídad con que nace y vive el cultivo
literario de un idioma; al deslindar el li atola de
una m inoría portería culta, del ..hablar de la-
masa de cultura media (no incluyendo la.c-clases
incultas), así como la tradición lingüística oral
de la tradición lingüística escrita! al insistir en
el valor cultural de la norma y al mostrar cómo,
por la comunión de Jos espíritus mejoren de to­
das partes en las mismas normas de cultura su­
perior, todos los estilos locales vienen a armo­
nizarse y a nivelarse en la gran unidad de la
lengua general, lie procurado objetivar id pro­
blema, planteándolo en sus términos más co­
rrectos y seguros, tal como, afecta a los .argen­
tinos que con más frecuencia e intensidad lian
pensado en él: a los escritores, Mí ambir ion es
influir en su concepción del problema, y, de re­
chazo, en su actitud ante el conflicto. M i inten­
ción lia estado constantemente goznada en ellos.
He querido decirles esto: Para el poeta el
problema de ía lengua es cuestión de ida o
m uer té vocacional, pues sólo llega uno a hacer
valer su estilo, inscribiendo lo personal en el
sistema fijado de la lengua literaria; pe i-o, en
castellano corno’ en todo idioma culto, la lengua
literaria tiene sus propias normas y su propia
tradición, y el escritor que las desconoce se com­
porta como advenedizo, como gringo en -el me­
dio idioma tico en que se muevo, y su '*■ *í-a. po­
sible salvación es desgringarse y no ; . ar el
eiigrin,gami0ntp general. Esto no supone que la
lengua literaria se deba ver inmutable, porque
realmente la lengua está en perpetua evolución
mientras es vivida: los estilos la remozan sin
cesar. Con la necesidad que tiene del estilo la
lengua literaria y de ella el estilo para poder
vivir, no queda cerrado el círculo: hay : --
eer factor, la lengua oral del escritor, en •
se cumple la inserción del estilo en ¡la
literaria, y tanto o más que el estilo p
el estilo local y el de época. Esto exige
lengua oral tenga a su vez cierto grado
clurez y de calidad para que sus transfusiones
a la escrita no resulten cuerpos extraños, Y ya
henos visto que el rasgo más saliente del ha­
blar porteño, el que bien pudiera ser su mole,
es pobreza sin calidad. E i buen ¡hablar argen­
tino — castellano general con su timbre «propio— •
no ejerce sobre el porteño-masa ¡k
ejariplarídad. 11 deber primario de I
tino que tenga algo que ver con el p -¡
la expresión es. pues, el de dignificar la ..ua
hablada local. Hay que reaccionar contra ese
recelo — que sorprende en los ambientes donde
m ¡Tins ine.sperado-™ .hacia las formas cultas de
dftcm Y si y 0 fuera argentino nativo, ¡predica­
ría con todas mis fuerzas un nacionalismo que
no se iba a complacer, no, en cualquier rasgo
íi-sonómico, por externo y pegadizo que fuese,
m u tal que fuera diferencial (ya se sabe que
los hombres de diversas regionessy cuanto más
plebe son; más ae diferencian idiomáticamente),
sino fjU6: valoraría los medios de expresión, por
su adecúa don a las necesidades de mi propio
espíritu. ]>': medio de expresión más propicia
para -el e : irar es la lengua general, por su
mayor riqueza, por su mayor flexibilidad y por
haberse ido formando en atención a las activi-
nres deil espíritu. ¿Y por qué ya­
que nos asalte la ocurrencia ríe que
icral es tina cosa forastera a la que
ocal ? La lengua general es tan ar~
j colombiana, tan española como
;io solo corno instrumento- y medios
comí ) obra común.
T.-f- ail no es un algo decolorado,
una ^ e paño esterilizado de todo- hablar
conc' sino el acercamiento real de laa me­
jores nicu.ps de la comunidad panhispánica, cu­
yos ' og timbres regionales se armoni­
zan . . igria. graie/ral, como un anhelo -co­
mún de crear y utilizar un medio de expresión
adecrmdo ¿i Jas necesidades' supralocailes fie la
cebera. iCi estilo 'local no se opone belicosa­
mente a la lengua general, siempre que tenga
calidad. Variedad no es escisión. Pereda, qno
es muy español, es también muy montañés. No
nos escandalice ©} timbre «local; pero en él debe
oírse la voz de la cultora, y no cíe la incultura
porteña. Si cada escritor atiende a dignificar
su medio de expresión y a logran la realización
de su estilo- personal, con ansia de ■exactitud y
de perfección, el timbre local resultará sin duda
ninguna también logrado.
E n cuanto ai futuro de nuestra lengua, el
tipo cada vez más universalista ele Ja civiliza­
ción actual — y si es ésta suplantada, no será
la otra, ■sin -eluda, menos universal— lia ce im ­
probable ©1 fraccionamiento, Pero si éste ocurre
algún día, no descarguemos nuestra responsabi­
lidad en nada natural ni fatal. Será culpa de
nuestra barbarie, Será que liemos dejado do
form ar parte del mundo- civilizado»
RUPTURA Y REANUDACIÓN
D E L A T R A D IC IÓ N ID I0M Á T 1C A
EN A M É R IC A
Las dificultades idiomátieas con que lucha
Buenos Aires, según hamos descrito en el ensayo
anterior, tienen su explicación histórica» en par­
te, en el especial modo 'de crecimiento ele tan
gran capital, como queda apuntado, y, 'en parte,
en condiciones histérico-sociales que, en más o
en menos, alcanzaron a todas las colonias de
España en, América.
Durante Jos dos siglos primeros de la colonia,
sobre todo donde no estaban las cortes virrei­
nales, hubo una especie do ruptura (o desatadu­
ra, mejor dicho) de la tradición idíomática.
¿Desatadura de la tradición en América, donde
hoy mismo, se comprueba una pervivencia tan
tenaz de elementos tradicionales en lengua y en
costumbres de ,1a antigua España, qne en algu­
nos detalles supera a la Península? Todavía per­
duran en el Peni Jas tapadas españolas del
s ig lo XVI. Todavía tiene una vida exuberante en
gran parte de Sudamérica el tratamiento de vos,
Los folkloristas y filólogos suelen entender por
tradición esta perduración de elementos popula-
res, lauto que oponen al concepto de “elementos
tradicionales” el concepto de “elementos cultos’’
en ele los pueblos.
todo d rmiiido que en ese tipo de tra­
dición América lia sido y es en toda tiempo
riquísima. También admitimos como eisteramen­
to justificado el tener par tradición auténtica
esos «1ementas populares. Lo defectuoso en ese
concepto s o n sus lindes y el excesivo simplismo.
Yo no tengo por tejido ni un hilo ni tina suma
de litios, sino su trama, Lo que se aflojo en unas
partee de las colonias de España y en otras se
desaté, y hasta se ronrpid en alguna, íué la tra­
ma de hilos tradicionales que formaban el tejido
especial de la vida social española. E n cada re­
gión de España -había unas tendencias idiomá.-
ticas. que obedecían a una tradición de tipo
popu'larista, vulgar, ai se quiere; y otras ten-,
delicias idomáticas, que respondían a un tipo
más culto de tradición.
La característica de la tradición culta es que
sus •hombres mantienen un ideal de lengua más
ajustado a las normas superiores de cultura.
. •_: n a la forma de hablar, al modo, a ios
•; J y sobre ellos liaren recaer cierta valo­
ración del individuo que los usa, Ideal no falta
en nadie junto a la realidad de la ' i que
habla, y nacía él empujamos todos r . . 3 ha­
blar; pero el ideal vulgar de la lengua es más
rudimentario y de otro signo; en casoc extre-
111os, de desgarro o de tosquedad, como símbolos
de rudeza, de intrepidez, de hom bría; en ludo
caso, falta en el ideal vulgar Ja valoración y el
cultivo de los modales que hay en el otro.
Podemos pensar que algunos de aquelloy kom
bres'de la España clásica estarían entregados
sin resistencia a las tendencias vulgares, ij.iíc.u-
tras que otros se aplicarían con tanta voluntad
y conciencia a las formas de la tradición cuita,
que -resultasen ultracultos. Pero éstos serian
casos extremos. Por lo general, en cada indivi­
duo actuaban, como hoy y como siempre, las ten •
deudas populares y las cultas, en proporcb>u
varía. La sociedad española hallaba su et¡n ib-
brío lingüístico entre la corriente de energía
vulgar, que le venía de abajo arriba, y la de
energía culta, que le venía de lyrrb
Arrastrada por los brillantes triunfo,' .
lucíonismo en las ciencias naturales, 1 .<• ■ .< ~
tica del siglo X IX — y en parte, por i . a
de hoy— veía en esa energía de abajo
la única auténtica, la legítima, la n a t u r
fuerza motriz de la transformación incesí
los idiomas. Es la única materia de las
ticas históricas. La otra, la culta, se inte
ba como mero obstáculo, como freno, como resls.
tencia consciente a lo inconsciente. o
inevitable. Servía para explicar las
nes. Simplismo parejo del que veía la u
s ó l o en lo vulgar, Pero ya nadie que se pare a
medí bu- mantiene que los cambios lingüísticos
cuiiipndoa por el vulgo sean enteramente incons-
civiíír-s. Ya nadie niega qne las clases rallas es­
tán, rilas f !.i endidas en In ; !• <1deli­
ra n del íítíi ■ • - •< i r ■;ii--ióu en la f ' i *' t i a ele
la l.n p ia 110 es de mero m-aje; es corriente tam­
bién. T,o que diferencia al factor vulgar y al fac­
tor evdto en la historia del idioma no es 1.111a rela­
ción da energía y resistencia, sino una distinta
ción de la energía. Hay canalización, or­
nan, y no anárquico desbordamiento, en
r valgan, en ese que se tenía pea* incons-
e y 11 a t u r a l . ¿De dónde, si no. resultan
¡araadas leyes fonéticas? Y hay energía e
impulso un el factor culto, Y a la resistencia a
formas vulgares es un modo de energía; pero hay
otras — " :festaciones ele impulso ©tica?, que son
r-reac : en la semántica, en la sintaxis, en el
modo .a evolución fonética, en la creación de
su el cultivo y fijación ele esquemas
Todo esto es movimiento, todo esto
la lengua hacía un perfil ideal de sí
mismo, ni más ni menos, que lo que
el vulgo. Sólo que el perfil ideal que
•iensa para su lengua es otro que el
míe se forja la gente culta.
Sí. El elemento culto no es mera reacción, fre­
no, d;~” '" resistencia, ¿Se piensa acaso que con
solo ir, no hacer, abstenerse y frenar se
vaa _ .r a, producir lenguas tan 'hermosas
como el francés, el italiano, e! español, el alo­
man, que hablan hoy millones de per? ' edu­
cadas, a íb " ’/'' Y1' clisf-r.-in o ^7 -• - ' i de
paiois ? T í» 1-‘ ! ' i o- -' A~
de tradición .id; : '>• m i
natural, sínt. !"■. r -í-'tica iu vi
que son de distinto valor cultural.
Mejor que como una cadena, yo trato de repre­
sentarme la historia de una tradición como un
juego sideral de fuerzas de gravitación recípro­
ca: en cada aspecto de la vida comunal se per­
signen ideales, tipos, hitos, a veces encontrados,
pero que se condicionan y equilibran m utua­
mente.
Durante la época española de la colonización
de América, en lo que toca a la lengua, la tradi­
ción culta iba llegando en la Península a un esta­
do de equilibrio, con la vulgar» Todavía no se
vislumbraba entre los cultos una intransigencia
académica, así es- que -el triunfo de los últimos
cambios eonsonántieos importantes (los que afec­
taron a las consonantes x, j, s, ss, g, z) se cum­
plieron entre las clases cultas muy poco después
que en el vulgo!, Pero había, sin duda, un senti­
miento que cuidaba,, de diversas maneras, la-
especia:! dignidad del habla. Y se (ponía en ello'
valores: en. e s o , v a l í a. n más unas personas
que otras, nna clase que otra. Por la valoración
desigual de los modos idiomáticos en aquella tex­
tura social, una parte de los españoles -se abte-
nía tic usar éstos, se habituaba a los otros. Pues
su propia persona valía más o valía anonas, por
su conducía idiomática, tanto en la e; limación
social (según el grado en quo se ajustara al tipo
mejor ele habla) , como en la propia es limación
(según se reconociera o- no el individuo formado
y educado por el ideal más valioso de lengua
y en el logro y goce de ese ideal)»
lili modo de hablar, de seguro, no funcionaba
en estas valoraciones autónomamente, sino en­
granado con otras manifestaciones de la vida
de relación, Pero no cabe duda de qve, en la
España de los siglos XVI y.XVii, el modo de hablar
contribuía prominentemente al éxito soda! del
individuo. Las novelas de la época están llenas
de alusiones a este hedió: de la higiene verbal
de un individuo se solía deducir su higiene
ni ental
Pasa el español a América y se rompo él equi­
librio de aquellos valores sociales, -Cambia radi­
calmente el sentido de la vida, tanto lo. indivi­
dual corno la social. En vez de sentirse preso y
sostenido por aquella apretada urdimbre social
de España, asentada por siglos, ahora se ve fren­
te - d dnnensa y nueva naturdeza de América#
a id ’ • m< ella o contandc la extraña soeíe-
da.. . ndios. Las c o m o .ales que ;os espa­
do ‘reando atienden a las exigencias de
ou original condición, Cosas que en el eenciento
social de España eran valiosas ai individuo espa-
D e la tra d ició n l a i o m a c u ;Lb (J Ít- x i I fí'C i Í-L'U' s-”J
-

fiol, aquí son ociosas *. Va a cam biar su ideal


de lengua — ¡su ideal, que es en mucho su nece­
sidad !— y, por consiguiente, su lengua misma,
como cambia su ideal de vida. E l geógrafo Jijan
López de Velase©, en su Geografía y descripción
universal de las Indias (Madrid, 1894, .pág, 87 ),
documenta esta revolución interna, ocurrida en
el ánimo de los colonizadores del siglo XVI:
“Los españoles que pasan a aquellas partes y
están en ellas mucho tiempo, con la mutación del
cielo y del temperamento de las regiones, aun no
dejan de recibir alguna diferencia en la color y
calidad de sus personas; pero los que nacen
dellos, que llaman criollos, y en todo son tenidos
y habidos por españoles, conocidamente salen ya
diferenciados en la color y tamaño, poique todos
son grandes y la color algo baja declinando a
la disposición de la tierra; de donde m Loma
argumento, que en muchos años, aunque los
españoles no se hubiesen mezclado con los natu­
rales, volverían a ser como son ellos: y no sola­
mente en las calidades corporales se is ¿ro
en las del ánimo suelen seguir las d u _ r ,y
mudando él se alteran también; o ¡j: =■ - yjr
haber pasado- a aquellas provincias tantos espí­

* He aquí un caso bien Itiatt-t


tino que era caballero, y que fu i a J'< V - ;
“¿Cómo ganaste de comer?”, respondía: "t
don.” (Juan de M al Lara: Filosofía muyau oevjua,
1568, folio 58.)
ritus inquietos y perdidos, el trato y conversa-
>I se ha depravado, y toca más ,pres~
ríenos fuerza de virtud tienen; y
i 'i *i partea lia habido siempre y hay
:'.ri , y (iesagosiegoa eidve irnos
i ‘■ *i , v '
.i1- . .)i ] ( tu s e “el trato y conversación
ordinaria se ha depravado”, la palabra conver­
sación no hace más que insistir en el mismo con­
cepto do trato. no cabe eluda de que en este pasa­
je atisbo 'López de Velasco una cambio do. índole
en los colonos, tal como aquí venimos represen-
'Y • f cambio alcanzó también ail len-
- ■-b-, *• el español en América, urgido por
las in condiciones de su vida, ha roto con
los me :• i ¡' a sociales que regían -en España, por­
que ha roto en parte con sus valores. Los espa­
ñoles venían, al Nuevo Mundo en busca de una
vida nueva. A llá quedaban las convenciones y Jas
exigencias sociales en que vivieron hasta, enton­
ces, Y coto trastornó su sentido de la relación
entre individuo y sociedad, Sin duda, no hay que
pensar esto a modo de milagro, en un .Mentido
radical be repristinaeión: los españoles trajeron
consigo la imagen del inundo social, económico»
religioso, político, etc., que dejaban allá. En las
cortes de los virreyes, Méjico y Lima, ese inundo
se rep ía con. bastante fidelidad. Pero de un
modo al podemos decir que aquí se afloja­
ron los valor-es de disciplina social y se exalta-
ron las de heroísmo y esfuerzo individual. Espe­
cialmente en las colonias periféricas al asiento
de los virreyes, cr < • . <nir >. o . .• 'onias
de colonias 1 ' ¡■
■■ . r i ’ i- ' - • r* • >notan
blernente.
Cuando lutbio, ptítai, «es uuu ilipUíi *£ ti afloja­
miento de la tradición, me refiero a la tradición
clel equilibrio entre tendencias vulgares y ten­
dencias cultas, que se rompió en la mayor parte
de .América, Además, es evidente que ese equi­
librio se mantenía en España gracias a un sen­
tido urbano y cortés de la lengua, que desde en­
tonces lia ido sin cesar imponiéndose al se
rústico, 'ele modo que cada día se advierte
el habla de los campos se deja moldear por la
de las ciudades, Pero de los españoles que vinie­
ron a América, en su mayor parte, los que ya
eran rurales lo siguieron siendo, 3/ los que no
lo eran se hicieron, ¡Hay que saber qué era la
mayoría de las llamadas ciudades fundadas por
los españoles!
Yo creo que da explicación del vulgarismo,
rasgo bien notado en la fisonomía histórica del
idioma español en América, no acabará de ser
bien comprendido sí no se atiende primordial­
mente a este sesgo en la índole de los españoles
que fundaron las colonias americanas, Tdn buen
número de rasgos idiomáfcícos, que en España
sólo son vulgares o rústicos, en América se gene­
ralizaron por tocias las clases sociales, aun las
más cultas de las ciudades; el póis del m>as, vos,
lucieron adores, etc. La interpretación que se
ha tiiado es que la colonización de America se
- per* oí pueblo español, y que por esc el len-
,1 -he de América está acribillado de popularis-
. E l pueblo fué, -en efecto, quien colonizó
A rica, pero entendiendo pueblo en oposición
a Estado, E n ese pueblo se incluyen los refieres,
los capitanes, los clérigos, los comerciantes, los
segundones y también los funcionarios. Las cró­
nicas están llenas de nombres de lustre, que en
la Península no eran vulgo, y no hay indicios,
por lo que podemos aprender en los documentos
de la época, de que los hidalgos y caballejos for­
inaran enAmérica una minoría mucho mds des­
proporcionada que en España frente al vulgo
inculto.
¿Por qué, pues, se rompió en América aquel
equilibrio cíe tendencias populares y tendencias
s que constituía la tradición ídíomátiea de
ña? yPor qué en España fueron fortaieeién-
y cu América debilitándose las tendencias
cultas? En España, pon el afianzamiento del sen­
tido urbano y cortés de la vida, tal como so corn­
il]urepa en esos siglo i. E n
•aligación de 1 . . o. . ¡ yf
nuevos lioioUtcut. ..u a^ui
: "Vos liitos •’ ojvieroii
o . • . concepci m leí logro
y del éxito social, Dan-
do una explicación negativa, diremos qt '
gua española se aplebeyó orí. America
los españoles reunidos aquí se desi
ron. Tendencias vulgares, que en Espn.íL..
reprimidas gracias a su más aíhxruida est
ra social, en América ¡hallaron expansión.
Pero 'pasados dos siglos, pasados tres, i
tura de las comunidades americanas lia
foiado fundamentalmente. Buenos Aires,
en 1580 era una aldea con 800 habitantes,
ahora 2 .500.000. Buenos Aires comenzó
una ciudad en la segunda m itad del siglo
cuando el interés económico de Europa por
cereales y por los cueros suplantó al afán
metales. E n otros lugares se alzan coin
magia grandes ciudades: Rosario, C ó r d - ,o
ciinián, La Plata, M ar clel Plata, Santa
aunque no cuenten con un Buenos Aíres,
análoga ocurre en los otros países de Ají
Así, .pues, los que sólo eran rurales se lian
también urbanos. Y los ideales urbanos ü«
vida ios pone en el trance de reanudar v
tradición de lengua culta, que en gran pa
América se había roto siglos atrás. E n el
esto se inicia, como es natural, por ama p
siva pulimentación de.Ja lengua I-’*.d t
se .pone más modo en d tL> ¿ - . it >p •: ’ ¡.
toi hacía 1800, cada reg^-u . •
poco menos que a solas ci>’< - ■
Por esta razón» cuando las r > •„ ■ > •’ .
rica ascienden de su estado rural a im estado
, o. más exacto, de su estado «le colo-
íle nación, suben con ellas tam-
a cultivada un gran número de
t lengua escrita d e los America-
; contar, como siempre, de un Jado
co n la oral, que. en la mayor parte de América
era . A localista, y de otro-, con In tradi-
:le la ]i teratur a, que es ext ral ocal.
, ” 'tadesqne estas condiciones históri­
cas <‘oti para que pudiera reanudarse la
traci Je la lengua escrita y ele la lengua oral
culta., con 311 buscado equilibrio’ las estamos ca­
peando • ¡vía hoy, ..Muchas ya se han vencido.
El '!>'■ <lcl Himno Nacional argentino co­
menzó : óid, -mortales, el grito sagrado. No creo
qne nir:'-’ -- poeta argentino de hoy, sobre todo
si es ni ■de cincuenta años, piense una pro­
nunciar' - r tonosilábica, óid, ni al versificar ni
al h a b l a r *. Es que desde la época de la post­

* Otro corso dice:

Les repite: ¡Mortales, oíd¡

C'e ve. eCíYiu no tira entonces tan avasalladora como lue­


go lo lia sirio la diptongación de las vocales concurrentes;
ía iie preferencia en principio de frase, por la. espe-
. iondicion rítm ica que esto implica. Hoy mismo los
llanos alternan en unas pocas palabras la dipton-
'ii- con el hiato ahora (bisílabo) mismo viene y va
ir a h o r a (trisílabo).
independencia se ha ido cada vez imponiendo
más la evidencia de .la realidad supralocal de la
lengua culta *. E ra una evidencia sentida en
la sociedad misma argentina, y los pujos de ■ ‘
sionismo id iotoáti.eo que do, vez en cuando S" • ""T’
alzado -han sido la manifestación polémica (' ' *
avances de esa evidencia. La idea de lengua ge­
neral ha sido una cosa crecida de dentro afuera
en las nuevas necesidades do la cultura argen­
tina, ya más madura. Y la (polémica, enredada
entre los hilos de otros intereses también capi­
tales, como era el afianzamiento de la naciona­
lidad, combatió falsamente lo que era crecimien­
to, como si fuera imposición y carga ajenas,
Confundía la fiebre con el calor.
A l reanudar sus vínculos con la tradición cul­
ta de la lengua, desde la época de la Indepen­
dencia, los argentinos se han encontrado con.
que su necesidad de proceder no tenía asidero
en muchas ocasiones en el caudal lingüístico
inmediatamente heredado de las generaciones
precedentes. O dicho con otras palabras; que
no les servía la lengua aprendida de sus padres

* En mis Problemas de dialectología hispanoameri­


cana (Buenos Aires, 1931) he documentado cómo durante
el siglo xix la pronunciación popular páis, cáido, etc.»
iba ganando rápidamente, terreno en el habla media y
culta de 'Castilla. Y en Castilla mismo se reaccionó y se
venció el vulgarismo, aunque era bien castellano, en gra­
cia al ideal supralocal de lengua española.
lju.ra resolver tal o cual cuestión que le-' salía
ai paso, yorquo, habiendo estado algún tiempo
esa lengua patrimonial desligada de la tradi-
ailta, rio podían ver en ella una instancia
a para los casos dudosos. Y corno la cre-
reíntegxación de la conversación argen­
tina a la lengua culta general se cumplía v. base
del creciente trato con todos los escritores de
nuestro idioma y ele los tratados más admitidos
de gramática, 'la instancia, que a veces falleba en
3a tradición casera, se tuvo que buscar fuera de
aquí. Hay que reconocer el provecho que en
general dio este recurso; pero los traspiro lian
sido Inevitables. Un ejemplo: cuando Salimiento
íué a España, se enteró, sorprendido, de que
los españoles, al hablar su idioma, no hacía.o. dis­
tinción entre b y v, como quería la enseñanza
escolar argentina. Sin embargo, la escuela ar­
gentina insistió, porque la Gramática de la Aca­
demia asi lo pedía y, lo que es más notable,
la escuela argentina sigue insistiendo, aun des­
de que la Academia desistió de su error

l^ala actitud de inseguridad ante la lengua


patrimonial, en cuanto a su validez como yene-
ral; y la consiguiente apelación ocasional a la
lengua escrita *, explica a la vez los vulgaris-

* Eülo, cae ne es más que estrategia y p;.»eedb


mleiilOj irritó, a veces» el sentimiento tta^ionalbá-a, el
111os y ios escoJarísinos infiltrados en la lengua
de las clases cultas de gran paite de América,,
y en especial en la de Buenos Aires.
Con sus tropiezos y todo, la tradición de írn -
g’ua culta así reanudada €11 Buenos Aire;; lia
llegado a un grado excelente de calidad en iaa
personas que lian recibido, continuado y .mejo­
rado esa tradición. Lo que pone a Buenos A i íes
realmente en desventaja frente al resto de His­
panoamérica (incluyendo España) es su increí ­
ble crecimiento por aluvión y su condición de
campamento colosal, en cuya vorágine la
fia m inoría que man tiene la tradición, de >. '
culta está desperdigada y apenas teñid
ta. ¿H ará falta decir que esa m inoría una,
casta social ni una raza histórica, sino el con­
junto de hombres y mujeres que comulgan m
mi misino sentido de cultura lingüistica?
El deplorable estado ídíoiinátíeo ” ,,r'ñlra
gran ciudad tiene, pues, explicación a de
triple origen: una es de orden gene,.,.,.,» .„.aier~
sión de ciertos rasgos plebeyos que se notan en
esta época en la cultura social de . 3m u id o ;
otra, de alcance americano, la t ruptura

cual, a su ves» equivocó los términos, y combatió lo que


era. tin cómo como si fuera el qué. No le asaltó la atea
de que quienes rompieron en América la tradición de
lengua culta fueron los españoles* y quienes la lian
reanudado son los americanos, es decir* lus argoudeia,
chilenos, uruguayos, ete.
de la tradición de lengua culta y laa dificultades
cíe su reanudación; y otras dos particulares, lo
tardío -do la i ni partencia de la Argentina como
O plr, ao palillera con más retardo
• • <. -«w’oaidad de retomar el
sentido i t i lüH.u.a y el crecimiento
coloca! non
don e últimos cincuenta
oños — j ó a la ciudad un carácter poco
propicio: de sus habitantes, los pasivos re han
lo estar; los activos se han sentido urgidos
a liebre del oro, sin que en sus ideales de
■vida -mitrara en lista el de bien decir ni como
logro de Ja personalidad intima ni como compo­
nente del éxito social.
Pero a nadie se le va a ocurrir que, por haber
podido reconstruir aproximadamente el pro-ceso
histórico de esta lengua rebajada y empobreci­
da, ya ti une uno justificativo para abandonarse
a. ella 37 hasta para ensalzar atolondradamente
corno virtudes sus defectos. La Historia no es
ios pasa, sino lo que hacemos. Una
más clara del problema nos debe
j a r ' a una disposición, activa, no .pasiva,
fi,l "r-fpP'.f(p

Y dr* i!' - <t.p esto es lo que está ya sucediendo.


E! revoh,¡p> que era la gran ciudad de aluvión
se va progresivamente sedimentando en nuevas
estratificaciones sociales y culturales, Sábulo es
que la fiebre del oro que lia arrojado a estas
playas a millares de argentinos por adopción
110 suele calentar a Ja mayoría do
nos iiat; que mi vida se he
gentína. años, son muchos
mas que veo aquí ch' t>r -’t1
eF • ■i;

mo esperamos tam b’-'', w o> .*:•! > ,:*• r*ificf .. ;


mayor de la lengua ocal La escuela, el libro y
en parte la prensa van poco a poco haciendo su
obra. Y esto se acelerará si en la enseñanza .pri­
maria, y sobre todo en la secundaria y en la
superior, se hace ver a los escolares, ver de evi­
dencia, que se -podrá quizá descontar en épocas
excepcionales la parte de prestigio social que
tiene e! bien decir, pero cine en todo tiempo el
libre y ágil manejo del idioma,es un capital ele­
mento forsmativo- de la mente de cada uno. Que
dentro- de las posibilidades -de cada individuo»
eneanijamiento idiomático es encaníjamiento
mental, y, al revés, desenvoltura idiomática es
desenvoltura mental. En el ensayo siguiente des­
arrollo más detenidamente este misino tema.
P R E F E R E N C IA S M EN T ALES
E N E L H A B L A D E L GAUCHO
¿Hasta qué punto es científicamente lícito y
posible deducir del vocabulario' de una región
una modalidad mental, ciertos hábitos y gustos
menta;!es, cierto estilo, en fin, en sos hablantes?
El diccionario consigna la significación de cada,
palabra o, m ás ceñidamente, declara el objeto o
realidad a que se refiere la palabra: “Clavel.—
Planta de la fam ilia de las eariofíleas...” Pero,
aun dejando de lado esa confusión frecuente en­
tre objeto mental 3/ objeto real, que hace incluir
en el significado rasgos que le son ajenos, los
diccionarios no se proponen otra cosa que regis­
trar la significación de la palabra, su referencia
lógica a un objeto. Y lo que el espíritu de las
gentes vive cuando realmente emplea esas pa­
labras, eso en que consistirá su modalidad, su
índole, su matiz espiritual peculiar, eso- queda
absolutamente fuera de los diccionarios, como
si sólo fuese cuestión azarosa de cada momento
y no redncible a estudio' sistemático, como sí
fuese cuestión, de la vida y no del idioma., Pero
¿realmente el idioma es tan ajeno a la vida?
La significación de una palabra no se agota
eomhaber señalado el objeto significado. Tam­
bién implica -el modo de la significación, que es
el modo de enfocar ese objeto y el modo de inte­
resarse el sujeto por él. Que le pregunten a un
resero cíe la pampa si significa lo mismo mi
caballo que mi pingo o que m i flete. Y 'todavía
algo mucho más enraigado en nuestra vida total
que 3a mera consignación despectiva, compasi­
va. encomiástica, etc, La significación de mía
palabra está determinada por el modo de en­
granarse con las demás significaciones. Cada
significación está limitada y precisada por las
vecinas, ¿ Cómo comprender tibio sin sabor nada
de frío m do caliente? Una palabra cobra su
soutidc o sólo gracias al principio subor­
dinado, , oordinador con que el hablante la
. lia con otras .palabras. Principio subor-
v * ic r ? torna de ,posición del sujeto, ponto de
enfoeamiento, modo de interesarse, Es fácil su
comprobación si se toman unas pocas ' ras
de significación afín, como frío, tibio, ite,
ardiente, etc., o la nomenclatura de los colores,
Se ve que forman un sistema cerrado dentro de
la lengua. Pero no es tampoco difícil, ver que ese
sjoteina a su .vez; está comprendido en otro más
amplio., v éste en otro, hasta llegar a mi prin­
cipio subordinador que gobierna la lengua en­
tera. Esto es lo que se llama desde 1 ddt
1 . . ior de lengua.je *# y se , ^b-cio-
* L a idea lingíiíst ico-filosófica de la forma interior
de lenguaje tiene dos caras muy diferentes. La una
responde a la unidad o m ás bien coherencia de en! tu­
na con el concepto filosófico de la Weiían-
schauung. Las palabras no son simples rótulos
que ponemos a los objetos reales, ya de por sí

r a o de vjsión cultural. E n este aspecto toda lengua


exige una forma in te rior peculiar, lo cual no quiere
decir que la forma interior de lenguaje sea en cinta
idiom a u n estático esquema lógico roducibie a deibli­
ción, La forma interior es lo más vivo de ios idiomas
y, por lo tanto, lo m ás movedizo; es m ás de 01
cional que racional y está en constante evoiucion,
idea lum inosa de Humboldt ha sido desatendida por
la lingüística durante casi un siglo. Hoy lia sido colo­
cada en su puesto de honor, pero todavía los -sos
'de filósofos y lingüistas se encaminan casi va-
mente a fija r el alcance y significación de la idoa imanm.
Las investigaciones en ese terreno son escasísimas y
fragmentarias, y en el terreno íiistórico-evolutb
que fa lta n del todo. Ni siquiera se suele alu d ir
condición de perpetuo cambio que tiene Ja furia
t io r de u n idioma, pero u n a vez enunciada no ere
contradictores. E sta m ism a condición explica que

todo en Miomas muy extendidos geográficamej
forma interior adopte variantes en cada región, x tam­
bién en cada individuo. E l estilo nace del conflicto y
necesario m a rid aje entre la fo rm a interior comuna! }
la in divid u al. De aquí la im posibilidad de traducir a
©ir-a lengua en su ú ltim a intimidad las obras II torai las.
' La otra cara de la form a interior se refiere ¿si reper­
torio lim itado da esquemas lógicos que deben sor reali­
zados — de modos cultural mente diversua-— por f.odo
idiom a. B ien podríamos diferenciar en español. do trn
lado, la fo rm a interior de lenguaje que corresponde a
m i idiom a dado, y de otro, la fo rm a interior del len­
guaje. A q u í nos ocupamos del lado cu ltu ral de un había
y de antemano' delimitados e individualizados;
son un modo de dividir, objetivar, delimitar y
coordinar la realidad. Las significaciones de las
palabras n eoinr? una retícula en !a que
haremr r la realidad deformándola (no;
lo ju.st iecir f o r m á rs d o 1 a , dándole
.forma) uyen como una escala de rangos
3?-categorías en la que rada tramo está fijado por
el interés y la labor valorativa del hablante. Las
palabras no se lim itan nunca a nombrar el ob­
jeto; siempre denuncian una, tensión interesada
entre sujeto y objeto»
Desde este punto de vista de la forma inte­
rior de lenguaje podemos señalar dos rasgos
mentales del habla pampeana.'Uno se refiere a
'la v don espontánea de la llanura; el otro
a! e
El paisano no llama hierba a la vegetación
herbácea de su suelo. 'Conoce, sí, y usa esta pa­
labra (que pronuncia yerba con lina y un poco
rehilada, aunque no tanto ni tan arrastrada
corno en la pronunciación de Buenos Aires y

determinada. 151 lector español puede ahora v :?r una


i tífica exposición del lado lógico y general de esta
..... en el libro de Ilusserl, Investigaciones ¿ógicas,
lomo I I, investigación V I (publicado en la biblioteca
de la Revísta de Occidente) . Según nota del autor, se
tr.at.a de una investigación personal, que, sorprenden-
i , ínt llevado a ITusserl a un a concepción, m uy
r ■ i a la que 'hace un siglo esbozó H um boM t,
de !a,s otras ciudades del litoral; en. todo el Río
de Ja Plata se ortografía fonéticamente yerba) ,
Pero el sentido es otro. Es un término venido
desde, la industria yerbatera para designar la
"hierba misionera’ : ’ i > 1 - 7 - -¡.guaya”, ‘dn'er-
ba argentina”, “¡hí * i ■« ,, o ¡par- . ’ á”,
“¡hierba mate”, es 1 el caá m iní de f> ■■ua-
raníes; la lio-ja del árbol ilex para guayen sis
tostada y molida para'ser " íM:..' J ~ en infusio­
nes, El argentino no se ,toí-■ >>-ta la yerba
como> vegetación en el campo» sino como, pro­
ducto industrializado que adquiere en el alma­
cén o en la pulpería, ya que sólo después de
tostada y molida la hoja deJ Hez paraguayensis
adquiere aspecto de hierba triturada.
Vamos, a dejar» pues, de Jado la yerba,, por­
que ahora liemos de considerar con qué estilo
mental piensa el paisano ganadero la vegetación
•espontánea de la pampa; deben quedar también
entre paréntesis los árboles, frutales o no, que
el gaucho llama plantas (una planta de duraz--
110, etc.), ya que se deben en la pampa a la
mano del hombre y son raros. Y entonces com­
probamos que el paisano ganadero casó reduce
toda la vegetación de sus campos a estas cuatro
clases; pasto, cardos, paja, yuyos *, A veces
reconoce suliespecies, sobre todo de tas tres prí-

* Se distinguen y denominan aparte el hunco (pro­


nunciado unco) o junco y el esparto.
'■' pastos el alfilerillo, la avena,- gua~
día, el , . l . l, la cebadilla, la y ramilla, la flechi­
lla; Kistos duros o fuertes, 'pastos liemos
o bu - o dulces, pastos de bañado y pastos de
■puna; hay el cardo de Castilla, el asnal, ei ruso,
el negro, el cardo sanio, el cardón; hay entre
Jas pajas 3& chica o totora, la cortaderat la bra­
cio Santa Fe, la colorada, la maiisa; pero
s san pastos, cardos o pajas, respoctiva-
Le, y éstos son, con mucho, los nombras que
comúrmienle reciben. El pensamien to del
xno ganadero se administra norma]mente
con estos cuatro conceptos •— pasto, ■ cardos,
paja , yuyos— , que se delimitan y 'precisan mu-
i.' -b ae sostienen con gravitación, re d ­
il sistema. Se ve una mismo toma
un mismo enioeami-ento pata to­
dos ellos, un hilo intencional que los enhebra.
Son pastos todas las hierbas de calidad alimen­
ticia para el .ganado. La hierba que naco entre
■T 'upedrado de algunas callejas olvidadas de
riel, o en lo alio de algunos muros arrui-
^^o s« se llam aría aquí pasto; entre las piedras
nace pastito, diría un argentino. En España
pasto es Ja ■<■ o. - destina, i m' * ido la
coma en el ~<■ ■ - torren ' • < so cria en la
pampa- oa también la qu ser bu¡ n ali­
mento si. se destinara al ganado, .No eo un uso
de la hierba, sino la hierba misma idenl íicada
con su uso. Por eso el césped de los jardines es
en la Argentina pasto, y en España, no., La
paja es una 'vegetación áspera que se extiende
por el campo, especialmente en térro nos anega­
dizos, haciéndolo inútil para el pastoreo; sólo
cuando la paja está muy verde y tierna el ga­
nado vacuno se pone a despuntarla sí m líciie
pasto» (Queda ahora de Jado la utilización que
el gaucho hace de la p aja para te d ia d a .) 'boa
yuyos son la vegetación enteramente i mili] y
hasta dañina para el ganado» son lo que ol ga­
nado rechaza: maleza, hierba jos *,
¿Y qué son los cardos en este concieit >
peninsular incluirla los cardos entre los ; :
maleza. La Academia define: “Cardizal- ?
en que abundan los cardos y otras Maii;
útiles,” Pero un 'argentino no confundirá
un cardal con un y u y a l y, además, rapar i
seguida sí en un yuyal hay cardos. Los 3
son cosas aparte, clase aparte.
Los cardos lian sido un factor impurtaniiai-
nio al poblar esta parte de América y en la. vida
colonial. He aquí un testimonio: E l padre José
Cardiel lia descubierto frente al m ar un cree-

* El uso que hace


ja la r iw e n i t h •< • >h
que el paisano
dio pone un pu^o do uauiiraclún en que se obtengan vir­
tudes maravillosas de cosas en apariencia inútiles, in­
útiles según su visión normal de la naturaleza y de su
vida.
lente paraje para edificar un pueblo, junto al
actual río Quequén Grande» según comprueba
sabiamente el profesor D, Félix F, Oírte;*, Bue­
nos 3, mucha y rica caza., abundante pes­
ca.. medra blanca pam hacer m\, peñascos para
eiisfi.ru., / afiacle en su Diario del viaje y mi­
rlo del Sauce * (1748) ; “Sólo le falta-
10 le faltó al. principio .a Buenos
: • : ia suple Ja gran abundancia de es-
•'* r bailo y huesos, que hay aquí más
otras bs; y sí se hiciera población,
senil)!’ un año antes mucha semilla
•efe cardos .silvestres, que es la leña ele Buenos
Aires, y loa hay muy crecidos en las orillas -de
iin arroyo como once leguas más al Norte, y
muchos más .en los campos del Volcán, distan­
tes 20 a, y después se podrán hacer bos­
ques d¡ -es y otros árboles para edirieios,”
Se re (pie para aquellos beneméritos fundado­
res el cardo se destacaba como objeto 'aparte
por ser a menudo la única planta leñosa con
que podían contar para su existencia. Por aquel
en1 om-es el objeto ‘cardo’ era un valor ao re»
h donado estrechamente con pasto-paja-yayo
alrededor de la vida del ganado.- Pero luego van
canil liando las condiciones de vida, durante el

* E n las Publica «iones del In s titu to de Im estiga-


ciniies Geográficas de la Facultad de F ilosofía y Letras,
Serie A . iiórn, 13. Buenos A ires, 1930[-1933], p-:.g. 268.
virreinato y -desde 3a Independencia, Y a
todavía .hoy utiliza ' el resero los cardos
leña — como, utiliza la bosta— , -el dispon
árboles ^ de carbón en las estancias le ha ; .
roítido i!. . i ' W el valor la ■
de inte.formada por t . , . • L\. .■
ganado-, Y hoy Jos- -cardos * rd-- *..< ali­
mento' de reserva rpara el ganado; t: los
ensila para forraje y son precióse. " oca
de sequía, Y aun en cualquier tiempo las vacas
bastan, el cardo asnal (en España borriqueño)
y el de Castilla.
. Téngase en cuenta lo reciente de esta m uta­
ción en el sentido1de cardo, y que por eso guar­
da a veces ¡parte de su valor colonial. Salvado
esto, resulta que -cada tino- de estos cuatro con­
ceptos (en el hablar, valores) está deslindado
por los otros del sistema con. una persp '' i
unitaria: la de una economía ganadera 5
punto unitario de subordinación, -que -es lo que
constituye la “forma interior de lenguaje ”, ha
ido desplazando progresivamente las significa­
ciones de esas cuatro- palabras, encajándolas y
annándolas en maquinaria nueva. Yuyo signi­
ficaba antiguamente, como todavía significa en
el Perú, en Colombia y en el Ecuador, las hier­
bas comestibles para -el hombre, las verduras.
Pero aquí el colono español y el criollo, que no
eran herbívoros, se desentendieron de ese sig­
nificado y guardaron la palabra yuyo para de-
signar otra clase ele vegetación que les afielaba
más directamente. E n ia visión cíe la natura­
leza que tenía el argentino, vez se íue afir-
ruando más la idea de que, i vegetación es­
pontánea, yuyo era exactamente lo que no era
posto, ja , ni cardo. Las palabras que usa-
3nos f( . . como un sistema planetario y gra­
vitan hacia los centros de interés vital que cons­
tituyen el sentido mismo de nuestra vida, A l
desplazarse y mudarse los centros de nuestro
interés, todo el sistema léxico se va dislocando
y reorganizando según el nuevo sentido íntimo.
E l desplazamiento de significado en el argen­
tino yuyo, así como el cambio de “valor*” en la
palabra cardo, se debe a que ha cambiado el
principio de subordinación, el punto central de
m ira que coordina en sistema una pluralidad
de términos. Algo de la historia íntim a de un
pueblo se puede rastrear en la historia de su
lengua. Algo que medio nos descubra sus anhe­
los, sus ludias, sus fantasías, sus prejuicios, sus
hitos, sus temores hechos forma en el ienr/uaje.
E n boca de los argentinos del llano, ni paja,
ni yuyo, ni pasto, tienen hoy ya el misino signi-
:L ' ;> - e el espafkd ■'*‘ •>1, y cardo, aun-
e-sino éüfiirt tiene muy dife-
:____ ' . i Esta Ir . a m v i pampeo aa se
plantó en la llanura, centrando su vida en la
ganadería, y este interés vital le hizo ce ufor­
inar, estructurar, partir, desmembrar, a rticu-
Jar; es decir, dar forma, formar V<
(por lo menos esta porción más t
afectada), atendiendo a lo que le ím porü ’
Estos cuatro nombres no son, ni amioho mej.
cuatro rótulos que el hombre de la pampa
puesto a cuatro objetos genéricos que 3-a esta­
ban allí, esperando 110 más su bautism o; son.
los -géneros mismos los creados, con.
y deslindados con un nuevo principio c : _
dinación, con una nueva forma interior do len­
guaje, que es el valor de los vegetales respecto
al peculiar trabajo del ganadero pampeanc ’. 1
cuatro conceptos 110 implican meros juíc )
conocimiento,,sino, juicios ,de valor. Es un
ticion y dosificación, de los vegetales es*--— --

neos de la llanura, que 110 se preocupa par1;’ t
de coincidir con la •botánica. Es esencial, s í
económica. El pampeano m ira 3a nate 1
vegetal con ojo estrictamente económico, 1
característica de que sus valoraciones económi ­
cas se refieren sistemáticamente, id . c i »•: >, Ape­
nas conoce nombres de flores * es su
indiferencia para con los árboles.

* El doctor Bartolom é J, Honco, consullr-’" ,>'x* " ,1


sobre este pasaje, me confirma; "La llora *
pii no és propicia para las ílom r tííimifire
la atención el nombre "Las Fl orosque: !b,n
dad inmediata a la de A zul. Investigué el
dio ese nombre al pueblo, lom ándolo del qm . .
u n arroyo que desemboca en el río- Balado, E n la época
íció 11 pampeana tieaie muy
eoeaca vrí.n"alad, que se dan en ella poca? flores
fuera de Jos que los; estáñ­
etenos plantan alrededor de sus casas, Foro no
ntiiit) haya tenido, en las
de su escenario, ¡iiratos
de apoyo para la partición peculiar que ha hecho
de Ir lea, deja ésta de ser un raago de
su fis mental y ira documenta de mi ínti­
ma .1 v ita l Una innovación literaria o
mía ■ rrít: no queda jamás explicada por
la nn nás justa d.e las condiciones cultu­
rales ibiente en que se ha producido» y
nos parece imperdonable que un Taine prestara
todo su talento a semejante empresa. Condición

del virrey Yériiz -—año 1777— expedicionarios; envia­


dos por dicho virrey dieron al mencionado arroyo el
nom!>re “Las Flores” porque en sus márgenes liabía
mucha,-i i»- ‘as silvestres. Yo no conozco más. flores
silvestres as “margaritas del campo”, la “flor de
sapo ”, la le trébol”, el “penacho de la cortadera”,
la “ñor am arilla” y algunas otras de las cuales no he
oído nombre alguno que las determíne. Se puede com­
probar en los poemas gauchescos la inexistencia de
nombres do flores; a lo sumo se encuentran las expre­
siones “turres del campo”, “flores silvestres”, “florcita”,
“íior ile cardo”, Yo pienso que los pampeanos de me­
diados iio'1 sí ¡do xix y los de épocas anteriores no cono-
iinbre de flor y que las que veían las
i liándolas, con el nombre d é la planta
por ejemplo, “flor de cardo’’ , “flor
no es cansa, aunque ei positivismo' de la critica
literaria y de ía 1" -> • i . * ■ >m« "icdiera a.
cada paso. Sin potl a .ta c an
-¡'¡r.y, r r .il Ií<~ :*•>'» •> ............' 1 . m ■■ \Y~
i i:.1)s'l: O ICi ..-i ’!• ,¡S. , . ;> I • *0 ■ ia
creación misma, que es espíritu y liPi” 1, >> Yo
no trato de exponer aquí m ilagr eramente que los
pastores argentinos del llano hayan hedió la
hazaña inaudita de acomodar al ambiente la
lengua heredada de España, Por el contrario»
lo que pretenda demostrar es cómo, con. qué
cómo peculiar lian cumplido esa acomodación,
y que no se trata de un. puro reajuste del idioma
a un nuevo orden ele cosas impuesto íntegra­
mente desde fuera, sino que el nuevo orden — y,
por lo tanto, las cosas mismas como tales obje­
tos deslindados— ha sido creado por ellos, de­
mandado por sus nuevos centros de interés vital.
De lo cual resulta que la acomodación de la len­
gua al ambiente nuevo y la partición» deslinde
y ordenación de ese ambiente no son hechos suce­
sivos, ni siquiera superpuestos, sino un mismo
acto espiritual, y que, por consiguiente, estas
variaciones de sentido no son puros actos mecá­
nicos de acomodación, sino de creación.
Tomadas por fuera ¡las palabras argentinas
pasto, cardos, paja, yuyos, podrán parecer se­

mánticamente intactas o, cuando más, con varia­
ciones en cada una que la semántica divulgada
de Bréal y Darmesteter explicaría como “extern
síóir’ o "reducción” ; pero si las miramos por
dentro Jas encontramos henchidas de un nuevo
sentido de la vida, que se denuncia no en la va­
riación sufrida por cada palabra aislada, vino en
su nueva, coordinación y común subordinación
a un principio'unitario; su valor econónn.co, en
«tención al ganado. Este principio subordina­
do!', este punto de m ira y modo de interesarse
por los vegetales espontáneos de la llanura los
lia distinguido y repartido- en cuatro clases, que”
ae engranan y se excluyen recíprocamente. Esto
es lo particular del habla del llano argentino.
Sentido económico para ios vegetales, claro
que lo hay en los rústicos de todo el inundo; pero
lo característico de aquí, lo fisonómico ---y no
quiero decir lo exclusivo— es tanto el carácter
estricto de ese sentido, como su mínimo esquema
de clases, coiné el tomar -el ganado por punto
central de referencia. E n cambio, los serranos
de Córdoba, para quienes la vegetación espon­
tánea no tiene el misino interés económico que
para el pampeano, distinguen y nombran flor
por ñor, arbusto por arbusto, mata por mata.
Y les prestan cuidados cariñosos y lea ponen
nombres noéücos: corona de novia ínombie que
j a , , flor : i' y .-.m «
• ,, • .. J 1 -. : Of de !
■■: ,, '.lyo, flor di a¡ •> \ l
A' : • < ..zmin del cielo, hierba de i'anta
.Lucía, ¿¡anta, Rita, tabaquillOj trébol de olor,
además de las margaritas del campo, siempre-
vivas, nomeolvides¡ etc,, etc.
Lo misino vale para los calamarqueíiüs, iueu-
manos y j ujeños. Juan Alfonso Carrizo, 3
Antiguos cantos populares argentinos, p¡
opone, con miras distintas de las mías, -e¡ >
de un payador del litoral al de un poeii
tañés. Dice el del llano:
Hace u n año que yo ando
alrededor de tu rancho
las vueltas como carancho
que algún pollo ancla bichando;
yo por tu amor voy quedando
pobre, triste y arruinao,
sin pilchas y sin recao,
sin poncho con que taparme,
y vos no querés amarine,
1Pucha, que soy disgraeíau!

Y, e n cambio, el montañés;
Las aves que hicieron nido
en árbol de hojas cargado,
■lo miran desconocido
cuando lo ven deshojado.
Vestido de verdes hojas
todo árbol es muy hernioso;
pero ¡qué triste y penoso
cuando el tiempo lo deshoja!
Porque, perdiendo W b'
ya íio es quien aiu *. !><
ni las sombras quo 1 • ü ,
tiene para aquel entonces,
y tal vez ni lo conocen
las aves que hicieron nido.
listos dos cantos, tan desemejantes, son, en
primor lugar, documentos para conocer la men­
talidad individual de sus autores respectivos;
paro también para la fisonomía mental dife­
rente do] pueblo argentino de los llanos y del
de Ifts sierras..
Ni payadores ni poetas, en efecto, dejan de
su iniciativa, personal; pero en este caso,
< eii tantos otros, hay (pío reconocer que
uno se lia m o lid o dentro del gusto colec-
qne earactí respectivamente a los del
llano y a los de ' ira, (Este es el significado
historie o-cultura;! que hay en toda obra poética).
L a actividad imaginativa de los serranos (imá~
.genes, metáforas, -comparaciones) va a menudo
hacia el reino vegetal, porque los andinos no
sólo conocen y aprovechan, la utilidad relativa
de los vegetales, sino que los contemplan, los
ven con deleitación morosa., los m iran con ojos
esleimos, En cambio, los del litoral .tienen una
ron ceñid ón cerradamente utilitaria (pastoril) de
les, y su actividad íantasística toma
iros. Esto se puede comprobar en la
gauchesca.
Los poetas gauchescos, ciertamente, 110 son
ganchos, sino hombres urbanos; pero ellos han
procnrado esmeradamente aprender y repetir
imágenes y metáforas efectivamente rústicas y,
m an d o no, crearlas en el estilo de las sabidas.
Esto- ha hecho que el repertorio de tipos gan-
oliescos de imaginación, tal como se puede com­
probar en Ascasnbi, Del Campo, Hernández,
Gtíiraldes, Lynch, resulte necesariamente algo
más achicado que en la realidad, pues el gan­
cho mismo procede con la o * libertad de su
gusto (colectivo y persor ntrag. que ana
poetas han de ajustarse al conocimiento i* i
matizado que tienen de ese gusto gane]
.prefiriendo 3as más de las voces los tipos
característicos. Así se obtiene, sin duda, no
un retrato exacto de la actividad íantasíaíica
de] gancho, sino una fisonomía en la qm sólo
entran los rasgos más acosados» Pero como éstos
son precisamente los que nos interesan también
a nosotros- ahora, como los más propios para una
caracterización,, y& que no se trata de posibili­
dades, sino de preferencias mentales» me parece
lícito traer aquí a cuento el testimonio de los
poetas..que lian remedado el habla rústica del
litoral, en aquellos casos en que podemos com­
probar que el remedo lia sido feliz. Pues bien:
salvo Del Campo, poeta también urbano, que
parece no haber renunciado a nada del arsenal
retórico- corriente en su época, sin proponerse
ceñirse al gauchesco, los demás apenas usan,
referentes a los vegetales, más que esas imáge­
nes y comparacion.es mostrencas, descoloridas,
otra vez camino de la abstracción, que son: más
colora,o qiie un tomate; más manso, más giieno
que una malva; como un tronco, como uno, uva,
etcétera. En La lengua de Martín.. Fierro, de
E. F, Tíscornía (Instituto de Filología, Buenos
Aires, 1980), puede verse un registro y clasifi­
cación -cié estas imágenes y comparaciones,
''Creo que en todos ios escritores gauchescos
hay 'constancia de un sutil conocimiento especial
que el paisano tiene en este aspecto de la natu­
raleza, José Hernández lo dice así:
Pa el lao en que el sol se den Ira
dueblan los pastos la punta.

Pero se ve en seguida que se trata aquí de


un conocimiento utilitario, del que los rastrea™
dures se valen para la orientación, Tam-Mén nos
hablan de las facultades asombrosas de algu­
nos gandíos de reconocer un paraje por el olor
y el sabor del pasto; lo cual viene a parar a lo
mismo.
Como seria de esperar, el paisano de 3a pam­
pa no aplica exclusivamente a los vegetales este
enfocamieiito utilitario de la naturaleza. Una
análoga terna de posición se advierte en la divi­
sión que hace de jos. animales agrestes ee. bichos
y sabandijas; esto es, en utilizadles y no utiliza-
bies para su alimento, Oposición que se corres­
ponde con jlisteza a los términos pasto-yugos. Y
nótese que ni bicho ni sabandija tienen en boca
del paisano de la pampa el mismo significado que
en España» ni se limite, la divergencia a trastro­
car nombres y objetos, en un mundo de objetos
ya existentes, sino que- se trata de algo más
hondo y central: de la creación de nuevos obje­
tos con nuevos lindes y nuevas condiciones. Se
trata de que para el gaucho la masa continua
de la naturaleza se agrieta y divide por costu­
ras nuevas, parque de sus condiciones .parUeia-
lares de vida ha sacado un peculiar principio
clasificador y subordinado!’.

Sin duda podríamos .perseguir en otros


tos este mismo principio •económico de si
nación con que el argentino de los campos llanos
articula y conforma su ambiente con visión.
peculiar. Pero nuestro intento a to ra es o tro :
mostrar el contraste con que los paisanos dei
litoral y de la pampa piensan los animales y los
vegetales. Y a liemos visto que eiiiplea.ii un ená'o-
eamiento análogo, un punto de vísta .concorde
■y una misma toma ele posición interesada, que
es la del valor económico, para conocer 3
nocer unos y otros, Pero el contra íe ■ó 1 =
do notamos que, además de esa
mica, el paisano tiene para los a ó . . —y no
para los vegetales— largas 1u.I1 5 n.lasís-'
ticas, humorísticas, afectivas, estéticas. Estéti­
cas en el sentido estricto del térm in o .. sólo
pensando “¡que lindo!”— , miradas ii ¡ ■ ..'na­
les de comprensión y de ídentííicacít >« . a lo
mirado, ese m ir a r un objeto desde dentro do él.
ciise es aí milagro estético» En la vida de tinie­
blas e instintos de los animales, la m irada esté­
tica del paisano infunde y enciende espíritu. Las
■continuas comparaciones con el chajá, con el
tero, la m ulita, el chímango, la tortuga, ol sapo,
el : I , el avestruz, etc;,» etc., no son. en la
lit- ■' • ~■. l.r-' artificio retórico de poetas,
sino ■ ¡-.I, >do del habla real de los
pfdsfi -aves como copetona, mira­
sol, vim 1 1 -a, viudita, etc., denuncian contem­
plación - :ca, Al paisano le gusta individua­
lizar por la estampa todos los animales do­
mésticos i el gallo ¡'jiro, la gallina batarazci, el
gato barcino, la vaca hosca. Y entre todos,
hay un animal que hace excepción en el modo
habí le ser pensado por el paisa/tu:.- de la
a: el caballo. Si hemos visto que los
3a son pensados por conceptos que encle-
icios de valor económico, como alusiones
■ áticas y conceptuales a una escala ele
valores económicos, el caballo, en cambio, es
pensado por representaciones. No hay por qué
recaer ahora en el viejo pleito filosófico de si uno
piensa por conceptos o por representaciones, pues
iere a la posibilidad mental de hacerlo,
en nuestro pensamiento las represen-
' ' ; re la fantasía tienen como un esqueleto
1, y los conceptos se refuerzan y se
n gracias a representaciones de la fan-
;íquiera sean fragmentarias y genéricas.
Sí decimos, pues, que el paisano argentino- ,A o
sa los vegetales por conceptos ♦ y el cabalL P>.»t
representaciones, se trata de un más y de un
meiios; pero en un sentido cualitativo, como
vamos a ver,
En. un viaje de observación — varias t
ñas— por los campos vecinos a el Azul
víncia ele Buenos Aíres) me llamó la ate
que los paisanos no dijeran minea m i m
me fu i a caballo, ensilló mi caballo, y ana
sino que siempre, sin que yo pudiera acl
una sola excepción, consignaban qué pelaje tenía
aquel caballo. Luego lo quise comprobar en los
autores cíe temas gauchescos. Y es como una
ley. Por no ejemplificar con todos» elijamos a
uno de los que con. mayor acierto y sinceridad
han representado la modalidad gandía, mies*
tro primer novelista de hoy, Benito Lynch, y
con ejemplos de una sola de sus novelas breves
(o cuentos largos, más bien), Uaqtmki: "M i pica­

* El sentido económico es como el carozo de los


actos de pensamiento pasto, cardos, paja, yuyos, lo cual
no quita que haya también en ellos representaciones
concomitantes de la fantasía; así el concepto de yuyos
implica determ inada altura (mayor que en el pasto, me­
nor que en los cardos, exceptuando la reciente cicuta),
cierta exuberancia en la foliación, cierto desorden» etcé­
tera, Pero estas representaciones son accesorias y no
intervienen como principio clasificador. Unicamente en
cardos parecen participar junto con ei concepto eco­
nómico.
zo o. mejor dicho, el picazo overo de Ernesto
que yo m ontaba.,,” “Domingo, elásticamente
montado en su mal acara grandote...” “lili gau­
cho sofrenó ai madreara y lo puso al 'tranco.”
"Todo el día sabe andar — dice Domingo- - galo-
piando por el campo, en una yegua alaze.na que
parece lina p in tu ra” “... aplicando dos sonoros
izos a su manc¡liado, eolio por el bajo a gran
pe.” “El picazo iba floreándose a. su gusto../’
aguardaba impaciente que le ensille sen su
. tostado roano...” en un gateado ove­
ro ,,,” “Vi que uno de ellos, mi tordillo ranzón,
tenía el 'pelo soflamado del la,o del lazo, y que a
otro, un mal a cara pampa, le comenzaba a arder
i ‘ i d '‘a.” Jdo i lacen falta más ejemplos,, En su
i, Lynoli los pone en boca del protago-
[iio es un literato de Buenos A:t i:es en
.. p a c id a de campo. El hábito mental del pai-
.. , _■ i ■pensar el caballo por representaciones
. . . ■lucilo compartido por los porteños que,
idición fam iliar o por -sus intereses,
o que ver con el campo. Ho lo 'deduzco
u.e la literatura de Lynch, sino que cualquiera
lo puede comprobar si habla con ellos.
¿Qué podrá significar en el pensamiento del
. mo esa necesidad que siente de decir el
je del caballo? Significa (pie el gaucho no
m disí ace con hacer una referencia inlencio-
ando piensa en él j.r habla de él,
iie ioneepto lógico* sino cpit nece­
sita su representación. No lo piensa sot- con la
razón» sino también con la fantasía, Y esto no
por azar, ni por capricho, ni por no sé qué fa ta ­
lidad, sino porque la fantasía se ve requerida
por el especial interés afectivo que ei paisano
tiene por el caballo. El caballo le lia dfdo Ir
pampa y se la hace posible cada día, M caballo
es su compañero, casi su amigo, su “aparcero”.
Y el paisano no se limita a utilizarlo coiuo na
instrumento más, aunque el más precioso; pone
también en él su complacencia.
Los términos referentes al caballo no im pli­
can meros juicios lógicos; son también juicios
de valor; pero no sólo de valor económico, como
vimos en los vegetales, sino también ile valor
aíeoti.vo. Hasta el adorno y el boato personal cíe!
■gaucho se prolonga en el caballo: el .estilo y la
platería de su facón y de su cinto se continúan
por las espuelas, por el rebenque y por el lazo
hasta el recado del caballo, Esta relación afec­
tiva, y -no mera razón y explotación, ge ve tam­
bién en la variedad de nombres que el paisano
¡e da; pingo, flete, pcliso, parejero, malungo,
zoco, mancarrón, cimarrón, crédito,, roa.uario,
redomón, bagual, bichoco, ele, Así es que cuan­
do, en el fluir de su pensamiento, el paisano liega
al punto de mentar un caballo, la faro o * .-a>’
como al resorte de esa actitud afecl
gandío tiene para su colaborador, Ei .
necesita individualizarlo. No le bastí
10 >
’ 1 1 mentalmente, pensarlo con-
tG'nrj ‘ ' de La fantasía interviene, exi­
gida p o r Ja arfeotividad, por un modo de emo­
ción,
-El • •• 5‘ que está recogiendo un riquí-
sirnc ■hesoo de voces ganaderas, ha
reneId . ’ »• o.-nares de nombres de pelajes.
i>e i simples o combinados, que tienen
vida : i en las mentes y en las becas de
i'»ci , correspondiendo a una segura y
ffich ' «vii de 'loa pelajes nombrados, aun
de mros e infrecuentes: un patsanito
de t ¡.-c-'-e «s me decía que nunca había visto
un yaguané * • luego, que creía haber visto
nno bacía dos años en tal sitio; de cualquier
m arr' - " -'a con entera certeza y se represen-
labe urtitiid qué cosa era un caballo ya­
gua: no sería, posible sin ¡la exigencia
mental que el paisano se ha creado de pensar
representaeionahnente el caballo, y sin la rique­
za de conceptos de pelaje que encuentra des­
lindado en su lengua. Recuérdese sobré esto el
íFinióse . .je de Sarmiento (Facundo, capítu­
lo II, ‘ 1 maliciad y caracteres argentinos”) :
"E l (b ' * Malo no es un bandido, no es un
salteador: el ataque a la vida no entra en su

* Pelaje frecuente en los bovinos, rarísimo en los


yeguarizos y más simplificado; realmente, en el caballo
es tipo qne en ei toro, aunque análogo.
idea, como el robo no entraba en la
Ghurriador; roba, es cierto; pero ést
profesión, su tráfico, su ciencia. Haba -J
Una vez viene a! real de una tropa del interior;
el patrón propone compr c mi c .'..vi- ■
pelo extraordinario, de t&. ó- •!ra, ¡- i da
das, con una estrelle, blanca en la pal. í
gancho se recoge, medita un .momento, y des­
pués de un rato de silencio, contesta * “No hay
actualmente caballo así.” ¿Qué lia estado pensan­
do el gaucho? En aquel momento -lia recorrido
con su mente mil estímelas d éla pampa, ha visto
y examinado todos. Jos caballos que hay en la
provincia, con sus marcas, color, señas parti­
culares, y convencídose de que no hay ninguno
que tenga una estrella en la paleta; unos la tie­
nen en la frente, otros una mancha blanca
anca.” Tampoco sería posible esta porte-
memoria visual que el gancho malo ♦ guardaba
de cuantos caballos había conocido, de no poseer»
junto con los nombres de pelajes, también loo

* Sabido es que en este originario sentido, ni casi


en nmgtm otro, ya no hay gauchos en la Argentina,
H a n desaparecido como tipo étnico, corvo do profesión
al margen da la ley y como de vestido pintoresco, Hoy
llamamos g a u c h o s , por mera comodidad filológica, a los
habitantes rurales de la provincia de Buenos Aires y
del Litoral, Ellos se llaman paisanos. Gaucho ha que­
dado en su lenguaje más bien como adjetivo y ha cam­
biado de valor..
símbolos conceptuales correspondientes» Esos
sm ^'^os son como ejes alrededor ele los cuales
el lio ha ido organizando todas sus visiones
cL ___jes» formando con ellas unidades, tipos
posiciones de colores. Según vemos gra-
. , ¡a moderna filosofía de los símbolos (Cas-
.0 ' , soto cuando el pelaje individual de un
ha sido referido por el gaucho a un tipo
idiomático-eoneeptual (ésto es un zaino, un por­
celana, etc.) es cuando se lo tiene reducido a
unidad, ganado pana la experiencia y para la
economía del pensamiento y de la memoria.
Y entonces es cuando puede con entera certeza
i recordar qué detalles peculiares tiene aquel
.lio individual como arbitrariedades inserí-
en un orden, Pero primero h a y que ver el

De los dos centenares de nombres de .pelaje,


unos son conservados tradicionahnente del fon­
do antiguo y peninsular de la lengua: bayo, ove­
ro (obero), alazán, zaino, tordillo, moro¡ roano,
uno (cervuno), plateado, doradilla, lobuno
d cero), entrepelado, negro, blanco, rosillo, sa~
, rabicano, nevado, mosqueado, atigrado,
ido (antiguo atizonado) f crespo, etc.,, £re~
. .teniente con alguna especialización caí dt,
■’■, • . M'. <e- inaciones que han d ■'<>
jr; ■ _■’ C ,, , rondíenclo ii creo.en ■i■,•
,¡ ■• eto, esto es» a la fijación y des-
' f i do determinado tipo de pelaje. Escás no-
miiiaciones se lucieron por l o común cují p a l a ­
bras de la misma lengua española: gal cu. do,
lunarejo, picazo, gargantilla, teste
rilla,, chorreado, blanco porcelana, g<
huevo de pato, maleteara, malacara e,
eétera, etc,, o con indigenismos: pangaré, yu-
gnané, pampa, aporotado, y alguno más qui¿á;
y hasta con un origen anecdótico, como tobiano
o tubiano, si es que viene de un Tobías que pre­
firió ese pelaje a otros. (Recuérdese en España d
is abetino, la que en la Argentina bayo blanco-.)
Esta distinta procedencia de la nomenclatu­
ra tiene su significación histórica, pero no es
éste el momento de detenerme a examinarla. Lo
que aliara nos exige reflexión es este ' as­
pecto : toda esta multitud de n eslá
siempre bien segura y lista para • 1 itm: en
la mente del paisano actual. Y no se trata ele
meras Dalabras». de- raeros ruidos; el paisano,
con ese repertorio verbal, posee también el res­
pectivo repertorio de concep•'<»,' v <<.*•
clones. Para 61, gracias a b
individualizados los pelajes
son objetos distintos unos de
coherente en sí y consistente al
Gradas a los nombres, cada y*! t j ¡, . mc
cable y pensafole. Y si el p<‘ i •< , no - -
del nombre de un pelaje para veri o
mente en presencia de un caballo, si -lo necesita
para verlo precisamente con esa construcción
inudíW'Mm, cruzado, por ejemplo), pues A nom­
bre, e-i símbolo, supone forma o visión formal
tf l ‘ ‘»n r..-jita para poder reproducir
a 1> ‘ . í ,1icamente la representación
ÚA . ‘ " .••• y, sobre todo, parn poder
1 . " . i iu!.;docutor. Riqueza verbal es
así . ¡ ■
t. -• , mental, no, por cierto, en el sentido
de que los pensamientos sean más filosóficamen­
te profundos, sino en el sentido de una mayor
p o t e n •'vntftl para diferenciar e identificar
los oh. *. Y esta riqueza se disfruta sin

* El doctor Roneo me comenta a este punió: “E n­


tre hombres de cultura ciudadana es frecuentes oír dis­
cusiones acerca de los colores o tonos o intensidad de
matices que caracterizan un pelaje determinado. Tales
discusiones n.o- las lie oído jamás entre gentes yenuinas
del ambiente rural. En una tropilla de cíen ¡mímales
hay veinte caballos bayos. Un paisano dice a oiv.ro lejos
de la tropilla: "Vaya y tráigame un bayo oscuro que
liay en la ■tropilla”. El interpelado trae el bayo oscuro
que 83 le ha indicado. Algunas veces yo lie ¡techo la
experiencia de considerar un caballo de pelo de mati­
ces confusos; luego, aisladamente, lie preguntado a va­
rios T«ais ti neis el nombre de e s e pelo; todos m e Imn dado
el mi sujo nombre; todos, sin comunicarse el uno con el
otro, me 'han dicho, por ejemplo, es "un bayo encera­
do”, I/a gente de campo, quiero decir “el verdadera
criollo”, el “paisano”, tiene un gran poder d<; indivi­
dualización de los animales y de las cosas. No i;na, sino
muchas veces, he presenciado el caso de un rodeo de
centenares de novillos que examinaban el dueño del gal­
pón y s u capataz, a los efectos de u n “aparte*', es de­
necesidad de verificar el repertorio: en estando
éste en la cabeza, Ja aparición aislada de im
nombre de pelaje la exhibe entera, porque, piu­
la forma interior del lenguaje, cada nombre
forma ~u dd^fe en atención -• ■'tros, a
nomb. • d> ,^1*^• t un, objeto cm .■
> tes y --
diciones están fijados por loa de los otros obje­
tos. O lo que es lo mismo: cada significación
vale en su referencia a las otras significacio­
nes, También aquí tiene el paisano de la pampa
un punto de vista unitario para todos estos ob­
jetos, una forma interior de lenguaje, un modo
de interés distinto del que nos ha demostrado
respecto a los vegetales: y es uno estético, fo­
mentado por la afección. Ese interés afectivo
y esa actitud estética ha ido enriqueciendo- el
sistema de conocimientos del paisano, precisan­
do, deslindado y conformando a su gusto (esti­
lo) los objetos pertinentes. Y hoy el niño de la
pampa argentina recibe con el aprendizaje de

cir, de una separación de determinados anímales, ya sea


para llevarlos a otro “cuadro” o “potrero", o para ven­
derlos, o para formar vina “tropa”. E l patrón, dándole
órdenes a su capataz, señalaba los animales que debían
separarse, indicándolos con el rebenque. E l capataz, al
día siguiente o días más tarde, ayudado con, los peones,
separaba, apartaba, sin un solo error, todos y los mis­
mos animales que había señalado el patrón. En cambio,
a mí me habían parecido colorados o manchados todos
Jos animales/*
ía lengua esa rica herencia acumulada para él
por Jas experiencias, ios afectos, la inteligencia
y la fantasía de sus antepasados lingüísticos.
Esto nos trae a los ojos el aspecto- más pro-
fundo y filosófico' del problema de la forma inte­
rior del lenguaje. ¿E n qué relación se halla ei
pensamiento del individuo con las formas men­
tales fijadas por la comunidad? E n nueatra vi­
sión del mundo, en nuestros modos de conocer,
de querer, de emocionarnos, de fantasear, de
d rar, ¿qué relación guarda lo creado con lo
dado, lo individual con lo cultural? Pues al
. ¿ ir a¡l mundo, 'a todos nos ofrece el idioma
un sistema -de formas cíe conocer, valorar, que­
rer, sentir y fantasear que no hay más que iie-
•*-”'r 1as> cumplirlas, henchirlas corno moldes ex-
. antes. ¿Nada más que henchirlas tales como
os ofrecen? E l individuo no renuncia jamás
¿ j-í propia visión, a sus propios sentir, valo­
rar, querer, conocer y fantasear» y se eafuerza
de mil modos por hacer valer su personalidad.
Y de hecho lo consigue, 110 solamente poique su
inalienable personalidad ya se denuncia en el
gir, de entre todas Las formas cíe pen-
juo ei idi« m ”■of a ' uella o aque-
USga las ■ !’ a ! ’ n ->■ a £■: adual
mental j b x u o pur ai muuu pee > c 1 de
vi', ir otaio formas. Sólo que esto le Íia>^_ ^e e r
q u e siente y piensa enteramente por su 'Mienta,
afaolutamente de dentro a fuera, como si las
formas ele su pensar le nacieran irrcmlsib'i.e-
iiiente, n a t u r a l m e n t e , con su pensandeu-
to misino, sin reparar que lo más es un aceptar y
revivir las formas de mentalizar que su idioma
le presenta desde fuera, y que él, al llenarlas
con su espíritu personal, apenas reí< un
mínimum.. E l lingüista y filósofo aleam
Stenzel lia precisado lo que la filosofía 4
•—-ínciuso la lógica— debe a las formas id
ticas del griego. La teoría tan aguda de
der sobre la morfología de los conceptos (Lógi­
ca, parte I I ; publicada en la Biblioteca ile la
Revista de Occidente) es seguramente iuia con­
quista personal; pero 110 hubiera sido posible
sí su idioma no le hubiera dado ya al autor con­
figuradas — convencioiialmenlo configuradas..-
las formas de pensamiento que los tratados de
nuestras gramáticas llaman sustantivo» adjeti­
vo, verbo, adverbio, preposición y ‘ lición,
(No digo si 110 hubiera dispuesto de * . las
gramaticales corrientes, que son .ns,
sino de las formas mentales co 1:1. . otes
que hasta los analfabetos viven,) Esa teoría
lógica 110 lia podido nacer más que de una ca­
beza que, con la lengua materna, haya adquirido
el hábito de pensar con cle-c 1.<
que uno cree 11 a 1 11 r a i e t , pt¿e n>. < ±
bantú, 1111 araucano, uno de lengua m
ropea, no hubiera podido minea eoiieeb
que en el modo de pensar do su lengua
que é! también cree naturalt lo más n n t o r a l
del mundo, no se cumple tal sistema morfológico
de los conceptos, sobre todo en lo que se refiere a
]ay snbespecieg ' oneeptos adyacentes»
La extraorclí - riqueza da iionabre» y con-
eeplos do pela, ae Jos argentinos del llano
poseen nos. hace comprender a nosotros, liom»
i tros de otras regiones, hombres de ciudad, has­
ta qué punto interviene la lengua en nuestra
ví:úón de,] mundo, en la diferenciación y en la
orden ación bjetos. Y los objetos que la
lengua nos * ■' •{: como pertenecientes a cía-
Afta di «tintas no tienen sólo condiciones cuanti­
tativas, sino también cualitativas; no están for­
mados meramente por deslindes rayados en un
mundo raso y quieto, sino que responden a un
complejo de c u a l i d a d e s — matungo, flete,
.- que el hombre mismo ha combinado y
' ' ’ m unidad. De esto se deduce que la len-
' 'terna despierta en nosotros también un
le valoraciones y afecciones. Cierto que
' •"o puede, de adulto, rebelarse contra
tal " comunal de valoraciones y afeccio­
nes y poner en su estima y emoción el “man-
earrón” sobre el “pingo”, como Baraja, pone
em oei on nd ámente el plebeyo acordeón .sobre el
violín y sobre los clarines épicos; pero
o necesitará un esfuerzo personal que
lo libre de la red de valoraciones en que la len­
gua lo tenía pescado» Y aun en tal ceso, si la
comunidad va -viendo esa rebeldía corno justi­
ficada, lo que sobreviene es una nueva reorga­
nización de las valoraciones» que otra vez ad­
quieren fijación social en el idioma.
La riqueza: ' no en
nombres del . b. a.- :« ,a .• .
pues» lina rí i *1• a», de eb , ; . i.
por una atención afectiva y por vina consiguien­
te actividad íantasístíea, Entre las mentes y los
corazones de todos los antepasados lingüísticos
de la Argentina han creado este sis torna léxico
en cuyo funcionamiento el resorte es el interés
estético fomentado por la afección. Obra de
ellos es tal creación; pero, a su vez, la creación
de los individuos se va imponiendo a la .mente
ele las nueva macionea que ae van agregan­
do a la eoaxuto! bvl Esa riqueza, acumulad» en
la lengua se infiltra en las mentes y c '•
razones ele los argentinos que van ,
orientándolos, moldeándolos. Por contrasto, véa­
se qué penuria de términos cuando el punto de
m ira unitario, ese eníoeamíento y principio de
subordinación, es cerradamente utilitario y eco­
nómico, como es el del paisano frente a las hier­
bas del campo,
¿No nos ha 'de alarmar, por la significación
que con esto cobra, la gran indigencia léxica
que el argentino-masa de la capital padece en
todos los aspectos de la vida? Léxico empobre­
cido es. forma interior de lenguaje raquítica,
pensamiento indiferenciado, objetos Indistintos.
Cuando lie señalado en el ensayo primero el
alarmante empobrecimiento idiomático del por­
teño medio, no cabía escape a la vanidad de ar­
güir que hombre de pocas palabras suelo acusar
entereza y seriedad de carácter, Eso es cosa
apante. E n sus contadas palabras un hombre
puede mostrar una extraordinaria riqueza idio-
mática, porque valiendo, en último término, la
significación de cada palabra según su enganche
con las demás del sistema, la riqueza está en la
virtualidad de ese sistema y repertorio que el
hombre parco de hablar puede tener bieai alerta
en su cabeza. U n gaucho posee su ^cional
riqueza idiorriátíca en cuanto a los > íes, por
más que sea ¿silencioso; porque si su ^ una vez
despliega sus ¡labios para decir hayo, el concep­
to y la representación correspondiente,1:: tienen
una precisión y nitidez garantizadas y contras­
tadas por todos los restantes nombres de pela-
que él tiene en su mente y que, al quedar
nidos, de nam la significación de bayo
con entera, e; ¡id. Pero en Buenos Aires no
se trata de que el hombre-masa habla poco, sino
i x, , cuando habla,, sus palabras m n . n refe-
n- ■ a un sistema idiomático ilanr ni cjeiiien-
npobrecido. La riqueza idioma • en lo
„ „nte al léxico, no consiste precisamente en
ídancia de palabras que se emplean, pues
muy bien puede ser pobre la lengua de un auu
de cien volúmenes, sino en la abundancia y o
denación interior de las palabras que se 11 c:
n e n calladas y que gravitan sobre cada una i
las pronunciadas.
i i I 4 II- • '

U N ID A D CULTURAL
' Hemos visto en qué consiste la realidad que
llamamos "form a interior de lenguaje" en mía
pequeña porción del vocabulario rural argón ti­
no» Pero la investigación se puede y se d e b e ex-_
tender a toda la lengua. Hay un punto de ni ira
unitario, un principio de subordinan-.l-' ■ •’;<
al idioma al individuo y en el cual ■
idioma por dentro. No es preciso ac
genua representación de una fo n
como un orden en equilibrio estable, como una
subordinación estática de tipo raciona], como un
punto de m ira físicamente unitario. Más que
un orden rigurosamente logrado, se trata de una
tendencia al orden, de un prurito de sistema y
de una coherencia últim a de ínte^e -.. Tere, en
suma, se trata de una forma intoi •=-: que m a l­
ea ©i rasgo decisivo en la fisonomía do cada c u l ­
tura. Aquí es donde se alza más notoriamente
el conflicto que todo individuo tiene que reaol-
ver frente a su comunidad. La economía del 'pen­
samiento le exige tomar de la comunidad innu­
merables formas de conocer, de sentir, de que­
rer, de actuar y de reaccionar, que él luego vive
J --P ' • ' ’■cierto sallo personal» Hay qne en-
s] prójimo- j hay que hacerlo, sin
' •>' ! ’’ 36 de formas y fórmulas comunes.
do forana] que moldea en granelí­
sima proporción la vida mental de más de cien
millones de hombres repartidos por veinte re­
públicas, Eso- es lo -que da realidad a una cultura
hispanoamericana.
¿Pero es posible un pensar y un sentir de
cuño hispanoamericano cuando apenas hallamos
des hombros de sentir y pensar homogéneos?
Un extranjero así lo ve. Cada nación hispánica
y cada individuo, dentro de su nación, se com­
place en hacer valer sus diferencias; peí-o a la
distancia de un idioma debemos ofrecer nsono-
mías, bastante emparentadas.
No es nada fácil exagerar la eficiencia de las
lenguas en el rnoldeamiento mental de sus ha­
bí A primera vísta parecería que nuestro
pr lento precede a la palabra con vela in­
do t . .. ente, y que Ja palabra es, por lo tanto,
no un signo convencional de referencia,
ni qne colgamos a la idea ya formada
con anterioridad. Papel moneda. Es ciei ,:o que
ensarmiento, esto qne quiero, esto que 'temo,
:• ; e intuyo, este» qne siento, esto que me
i y (pie voy a decir, está aquí ya presente
-"-L15 iniciar la pronunciación de la primera
Poco está informe y va a cobrar for-
mte según los modos de cris baliza-
ción prsdetenminarlos en el léxico y en 1
mótíea ele cada idioma, Io d o s de crista,Ir
vale tanto como modos de apercepción y \
de interesarse por el objeto» Mucho antes de
que nosotros hayamos podido llegar a cumplir
apercepciones difíciles en la primera infancia,
ya nos -sale al encuentro el idioma enseñándo­
noslas; y son, necesariamente, apercepciones y
modos de interés fijados con los símbolos diel
idioma por la comunidad. Miríadas de esfuer­
zos individuales han plasmado y lijado en un.
símbolo ídiomático mi, modo particular de aper­
cepción (piénsese en nuestro escarmiento, en el
alemán Gemut y en todas esas palabras -que se
saben intraducibies a otro idioma: ¡si todas son
exhaustivamente intraducibies!) ; pero, una vez
formado, se impone al pensamiento de los indi­
viduos. El río labra su cauce y luego el cauce
tiraniza a<l río.
El intento de desarticular lo global de nues­
tro pensamiento» si sólo se encomendara a la
musculatura intelectual de cada .hombre, no ten­
dría éxito más que en los casos de genialidad
euasklivina. Tiene que venir la lengua, acumu­
lación milenaria de diminutos, pero triunfantes
intentos individuales, a regalar al niño balbu­
ciente el orden, la diferenciación y la dependen­
cia entre los conceptos y entre las cosas. La
lengua nos fue enseñando a ver el mundo, a
comprenderlo y a sentirlo de cierto modo. Núes-
sarmentó, sin. los apoyos verbales, es una
noria de substancia ingrávida, tie con-
imprecisables y de volumen inquieto,
masa movediza, cuando es encerrada en
s expectantes que son las palab:i as, co-
gatoriameii te perfiles más detemr ínados
3' como una consistencia y estatismo suficientes
para la intercomunicación.
Otra vez es cierto que nuestro único modo de
poseer es limitarnos. Pero cada lengua cumple
a su modo estas limitaciones. E i contenido-espp
ritual de una palabra en un idioma sólo recubre
parcialmente al de su correspondiente traduc­
ción a otra lengua, y dos giros intertraducibles
de sendos idiomas son dos visiones diir rentes
de un mismo paisaje. Por un lado, di reñios,
volviendo a nuestro símil, cada caja se ve en
el trance de dejar fuera algo de lo pensado?
io cual, para ser percibido, necesitará rer me-
„ ~’• 2011 esfuerzo personal, porque el hábito
rio fuera ira creado en las mente.'! el de
„ sin ello; por otro, cada caja gualda en
J ’.o.P ael perfume multisecular de les íns-
reacciones emocionales que la apari­
ción d t cea palabra lia despertado en los inter­
locutores.
Un hispano — ¿quién no lia sido alguna vez
e esta experiencia ?— convive ocanional-
:on gentes de otra lengua. En los inevi-
'oaamieiitos de la convivencia sucede a
menudo que su manera de reaccionar ante na
hechos Mena .de asombro a -sus transitorios co.m-
pañeros de vida. Y tras la parada primera del
estupor, la mente de éstos sólo acierta con mu?.
clave explicativa del suceso: Spnnish! o dj>o.
tiischJ Nuestro héroe se in dign ará; su reacción
es demasiado íntima, demasiado entrañable paia
que se -la interprete ni siquiera cuino típica de
su misma patria, cuanto menos de un gris pe tic
naciones. Pero, a su vez, nuestro héroe tiene
que sorprenderse de la sorpresa de los otros:
sabe que entre los suyos su reacción hubiera
sido automáticamente consentida o repelida,
esto es, comprendida. Otros hispánicos hubie­
ran estado en el secreto de las ocultas
cillas que movían los indicadores do aquel > \
Cada lengua opera con determinados e
tos, admitidos sin -examen., obedecidos s'
pecha de error, que son como el suelo qia
nuestras .plantas, diría Ortega y G
por eso mismo no se ven. Las pe
fuertes se rebelan contra algunos
puestos y los denuncian, pero juc
constituye la razón niveladora d e jos rea m ia ­
dos : cada individualidad trata de actuar con su
denuncia sobre sus covariantes, y e n los casos
'de triunfo, la rectificación corre eléctricamente
por toda la instalación idioináticic
La lengua, y 110 la experiencia., es j o
capital instrumento de conocer, La eicja: a
Cractifien. y comprueba; pero es bien sabido que
el connei.iTilento del nifío va más de las palabras
a las cosas que al reves, Basta esta considera­
ción .para comprender que con el lenguaje se
impone al niño, se nos impone, una Weitan-
r.e'hatiunfj reeíbida desde fuera, regalada,
La lengua, común es lo que determina que
Hispanoamérica tonga 1111 modo común de ver
•el mundo, un modo de ser común, una cultura
específica, nivel sobre el cual alzan sus desigua­
les estaturas las regiones, las capas sociales y
loa individuos, La lengua, con las innumerables
bovinas virtuales de su nomenclatura y de su
estruetnra, moldea- el modesto número de pen-
¡- ’ dos diferenciables de cada individuo (mo-
c es el número do potenciaciones de esas
virtualidades idiomáticas que cada individuo
alcanza a cumplir; sobre la mesa tengo un es­
tudio comparativo de los vocabularios de Mau-
passant y de Mérianée: el primero manejo en
sus escritos 2.642 palabras; el segundo» 2 .883),
Y cuando Jos más dotados y prestigiosos» for-
2■ ’ " ■ i¡ _jos moldes, logran triimfalmeiite
f ' r una parcela de la lengua n las
i ■ ' • ovas del pensamiento, la lengua
i . porípie utiliz-a la violencia de que
lia sido objeto para orear sobre ella un molde
niiovo que se ofrece ahora a todos los indivi­
duos del grupo lingüístico como un bien mos­
trenco, La lengua legaliza esas revoluciones;
os más, Jas lenguas viven en Ja medida en que
las hacen triunfar.
Comunidad de lengua es comunidad de cntlt-Ur
ra; primero, porque la lengua ahon * mente,
y según,do, porque es cd. conducto] gen,si-'
ble de toda variación de temperatura espiri­
tual, el más seguro sistema de vasos comuni­
cantes,
*

Por ser esto así, la lengua es el aglutinante


decisivo e inexorable en los momentos de las re­
soluciones solemne». Conocernos una gran 'Co­
munidad humana, como el Imperio de Roma,
sobre cuya ancha superficie fueron goteando su
diferenciado fermento dos lenguas de civiliza­
ción : ei, griego en, la mitad oriental y el latín
en la mitad occidental de la cuenca, del Medite­
rráneo. A no dudar, el Imperio Romano» eorno
individuo histórico, tiene una, esencia unitaria
de cualidad1irreductible, que es lo que constituyó
su espíritu en el transcurso de su existencia y lo
que hoy forma el contenido mental de las pa­
labras “Imperio Romano”, Pero cuando aquella
unidad entró en disgregación, la primera y gran
quebradura se escindió en la articulación de las
dos lenguas latina y griega: el Imperio de Occi­
dente y el Imperio de Oriente, ¿Meras necesida­
des estratégicas? ¿Meras conveniencias adnrinis-
i rali vas Y Ara no. Por consideraciones de ere ge­
nero se violentó la natural agrupación occiden­
tal de la i)acia, la últim a región latinizada, y
desde entonces, roto su cordón umbilical ron el
3ii mido latino,, aquella .región navegó a la deri­
va como un matalote; y la Rum ania actual,, tras
tantos siglos de incomunicación, apenas puede
ya. decir a sus hermanas latinas palabras inte­
ligibles, Pero hay m á s : en el cuerpo del Estado
llomano, aprovechando su sistema circula torio,
se había ínfundído otra — impalpable— realidad
histórica; el cristianismo. El cristianismo no
estaba, como el Imperio Romano, en el trance
de desdoblar su ruina para sostenerse con apun­
talamiento recíproco; antes bien se nos -apare­
ce corno en la expansión ascendente de b u luz
matinal. Y, sin embargo» por las articula-dones
íclíomáticas greco-latinas ocurrirá la primera
gran escisión religiosa; la iglesia griega frente
iglesia romana, Y. el paralelismo m* aca-
ahí, Cuando el Renacimiento empezó a
andar laa escalas valorativas por lar eua-
abia medido el hombre medieval la impor-
.a de las cosas» fue uno de los problemas
urgentes y generales el de la actitud del
hombre frente a la religión. En Italia, en Es-
paila, en Francia, el problema se siente en un
principio, lo mismo que en Alemania y en Ingla­
terra, corno un numeroso conflicto india¡dual;
pero bien pronto urge en las mentes ron la
presión centuplicada que le da ei engranaje con
los demás problemas de la convivencia, 1
puede confiarse su solución a la
dad ocasional de cada individuo,
tomarse resoluciones comunales: o con h
forma o contra la Reforma, ¿Y cuáles f
ésas comunidades que sienten su homogeneidad
hasta el punto de adoptar una actítr'1 y’-""” ---'
ante el trascendental conflicto? ¿Ac '
nos y las repúblicas, los estados pol
vía temblorosos en sus recientes mol
fuera» el mapa religioso de la Euroj
ofrecería el aspecto de un mosaico y no la con­
traposición de dos manchas continuas. Se sícnie
homogénea aquella superficie ele human * j ni"
yos problemas vitales, engranados con de
la religión, la hacen girar concordia ilc
hacia la derecha o ¡hacía la izquierda. Es uua
homogeneidad de modos de ser y de modos de
ver. Parentesco de culturas. Pues bien: si bus­
camos en el mapa de Europa el perfil limiiador
de ambas homogeneidades oponen!
remos que se dibuja siguiendo el
romano, con una insistencia que i
meditación. iLa línea divisoria se c
zando por entre las villas y ciudades
manía, con la resolución del dest
Los llamados pueblos germánicos
vorciados: al Norte, Reforma; al 'Sur,
rreforina. La Roma religiosa triunfa en el
siglo xvi en aquel misino suelo eri don.le la
flema Air - t ■».' /ó su lengua y.su cultura.
Y no mñ iría, Xíoín, -era una ríe las
fias» y el Danubio fu á du­
de arteria de latini-
*<í' >./so .de la Edad. Medía
ido imponiendo poco a poco
su Seno;via y au iflea cultura a la población
de estoa territorios» todavía, en el solemne ins­
tante de] conflicto religioso» fueron decisivas
1*« leifmns resonancias del espíritu latino. Los
i culturales traídos por la tiengría re-
c habían tenido tiempo de desarraigar
loe a lengua latina en las entra­
ñas : ■ !i,< poblaciones. (Inglaterra nunca
j:uó oída, César ocupó ciertos pun­
tos estratégicos y ílom a mantuvo en la isla
algunas guarniciones militares; pero Inglaterra
eí único “dominio” románico abandonado
intáneanionte por Roma. Por otro lado,
¿hasta dónde podríamos relacionar las diferen­
cias entre la reforma alemana y la inglesa, con
la. doñeando irrigación de romanismo que supo­
nen la invasión de César y la que once siglos
después dirigió Guillermo el Conquistador?)
"i¡ >s cristianos del Norte y del Sur de
Ertr ron diferentes horizontes. Y, cosa
bien . ‘ • í i, no por asomarse cada uno a las
agudas diferencias tardías que lo individualizá­
balo s in o porque en tan grave ocasión los espí-
i’itns buscaron un mirador de equilibrio • 1 >'
en el común cimiento latino o germánic
rica subrayará esta divergencia europea...
El mundo latino formó como una ~1 ...'
bra... llevó el ^"b - '
ta, fb* : . en iu¡no. - ■ • •
ría» ;a laba .ubis patento.

Hemos aducido el poder que la lengua tiene


de desarrollar en las mentes de sus hablantes
un determinado sistema de maneras de conocer,
de sentir y de querer, un sistema de supuestos
que luego se nos lian manifestado como cimien­
tos de historia. ¿Y no se desprende de aquí,
como fruto maduro, la evidencia do bi comuni­
dad de destinos para Hispanoamérica?
Todos remamos en la misma galera, y'de la
conciencia de ello vendrá la m áxima eficacia de
nuestras remadas. Personas de músculos im pa­
cientes, descontentos por el retraso que en de­
terminados aspectos llevamos sobre otras cul­
turéis, reniegan, negándola en balde, de esta
comunidad, Pero ya liemos visto que ni aun en
los posibles naufragios de la Historia vale un
“sálvese quien pueda”. Ese intento de fuga, por
ser mi negarse a. sí mismo, un querer ser otra,
persona con aniquilamiento de Ja propia, siem­
pre me ha parecido una monstruosa aberración.
Ni el más ■desventurado hombre, enfermo, po­
bre o arruinado en sus afectos, quiere s e r aquel
olro, sano, rico o feliz; lo que quiere es t ■
;n e r
salud, o riquezas, satisfacciones afectivas <. o 111o
otros 'hombres más afortunados; irías la seme­
janza, que es .coincidencia en algunos atribu­
tos, afirma la diversidad individual. “Llaga a
ser el que eres”, recomendaba Pin claro. Este
sentido me parece el único vitalmente decoroso
para nuestro hispanoamericanismo: un senti­
miento de grupo humano, más que a base le co­
munes recuerdos sentimentales, a base de ■oinu-
nes esperanzas ;y obligaciones; más que 'or lo
que juntos hemos hecho, por lo que junios te­
nemos que liacer; una conciencia colectiva de
que s o 111 o s y una voluntad panhispánic i, (ex­
cluya el lector toda asociación belicosa m íe -le
traiga el vocablo) de l l e g a r a se r , 1iispa-
noamericanismo de proyectar, más que de re­
cordar ; de futuro más que de pasarlo. El " Llega
a ser ei que eres” avisa a los descontentos que
somos, ante todo, un repertorio inagotable de
posibilidades. Mano al timón y a mano hala la
rosa de los vientos.

F 1JS!
a c a d e a iia s (su fu n c ió n ): convencional (lo ): 20, 40.
4X SS. 59.
40 s,, 129.
a c a d e m ic is m o : corrección : 76.
acento; 73, 92. — y propiedad: 89.
activo (lo): véase, lenguaje, cultismos: 62, 6G.
-sido, -kioi 25, 42.
afectación: 69, 71, 74. desnacionalización de la len­
— léxica: 66. gua ®n la A r g e n t i n a :
afectivo (lo ): véase lenguaje. 91 ss>
— en fci provincia de Bue- dialecto: 7*6.
•iio» Aíres: 07, diccionario: 145.
arcaísmos: 20 es., 85 -ss., 62. diferencias <.dea-
— en 'la Airgeunti/ua: 82. tro de -ia / i ' ■ ' 84 ®s,
argentino (idioma): 36. diminutivo:

educación i d I o m á t í c a en
b y t¡ 42. Anuida: 27.
Buenos Aires: lengua eral, emoción caí el'leinK-'-m.io: A> s,,
17, ¿0; leuig;ua escriba, 28, 47.
49 es, -— en Job arcaísm o s: 23.
-era: 25.
c: 129, -ere: 25,
casticismo; 34. escisión id io niútiofi: 44,
categorizaeión: 28 . escritor-masa ; 49 es.
cisnes en E, D arío: 47, estilo: 15.
coiiip«rí!cion«B g a n e .lu is y >—. y íeiifi-tiiu: 26= 29, 84,
g i t u c lit s a í 'iw s : 1 C ¡0 m , lií 118 <
coiuunicadóns 11 a, tívoencién de íw>á>IíHiie; Í7,
— ¿mpreoisia, 98. expresión¡ 12 m ., 28, 90 g..
conocimiento: 28. ■
— estereotipada: 93 -ss.
convención al 'servicio de la extranjeros en I? iiene 3 A i­
comunicación: 72, res;’ 71, 90.
f 1: 18 8, inconsciente (lo) ei la evo­
í i véase 'lenguaje. lución ¡lingüística 127 s,
— , m c-ep'tnacím : 160, incorrección: 73, 8f‘
163 iss. independencia i d io r; á t i c a :
— v lo afectivo: 167 s. 91.
ñ 1i.u'n lingüistica hispá- indicios: lo.
indigenismos en el español
97. ü-e América: 60.
lenguaje; — en la Argentina: 88.
l'H a ., i -íd as., ,i8B. individuo y sociedad 174 ss,
fi ¡imiento fu tu ro ¡leí 183.
rt: ion, — en la evolución 1 ngüísti-
atín y no del grie- ca: 106 s., 114, l.VÍ s.
09. inseguridad en la leigua de
— y e v o lu c ió n : 114. Buenos Aires: 47 ss.
— y miiiia cultural : 115 s.
e escisión,) í y g; 42, 79, 129.
í de prO'ba.bi¡liflaifl: 81. lagos en It. Darío: 17.
— Tnal; 81, latín; 34, 63 n.
lengua: su mcapaci 7u1 ra­
«: v i {m'onmnc. en Buenos dical; 30 s,
-.u-i-, -•*' 7’J, ■ I. — y cultura: 160 -ss., 18!) ss.
.................................. u0 a» — e índole de vida: 129 ss.
, 40. -— y Weltansc'liamiiig; 147.
as., 188.
. ■ V,,.ulemia i — y estilo: véase entilo,
— escrita y lengv.» oral:
16 ss., 29, 45, 55 ss., 62,
. 68 ¡sis., 115, 118 "S. 136.
h -i'¡i i : 185 s., — conversacional y ooética:
IV ■las lenguas lite- 20, 24 s.
i 1.’ ; J i
i
— literaria; su ni--al ación,
— y de la lite- (!0; universalidad, 70; rit-
m«, 25; tensión et drituaí,
20, 24 ts., 60; voz. 25.
ideal 'de 1 ¡y" >' de vida: general: 120.
130 a , i3-i ^ —■— y regional: 74 ss.,
-... en d u -*< i- ; -'n língüís- 138.
LÍ - 11! — en la Colonia: 181 ss.
y ciií¡.o: 126 ss. •—- en la Argentina, oassim;
— ..V . . y rostíoo; 133 s. general, 187; bue:n hablar,
ii’.; - ,i, . fonalí 84 ss,, 91. 17, 20, 25, 77, 88 í s., 114,
ii .. 7 '7 i 611 .la- lengua de 139, 141; dasmaei-naliza-
11 t'& s i *19 '-ss. ción em B. Aires, 91 ss.;

i» :í7. inseguridad, 49 ss.; impre-
cisión, 53 ss.; 93j Jangua, J11 su relij'tarojen/bo en Bu6’
oraí, 17, 20; escrita, 49 es,; nos Aires: 80; 11 por y, 73.
buenos escritores, 48, 49;
expresión estereotipada y Martín .Fierro: 51,
c o iiixi n í cación imprecisa, m atices: 28,
93 s.j «rcaísmos y nenio- iTU'fáíora; 24,
gimon, P2 .]ffr i "n ~fres ,r
e'if’rJp . j í , 1í ' i ■ n en el leupnaje:
ia f’l lP¡t'i ’ni 't. 1.27.
ca, 9u b-h. ru,i,jü|J¡ . . , i ! í i 17 a, >

—• en Oentronmeriea i 20, — en. la Argén,tir
— en las Antillas: 20, nivelación en la li­
— en el Perú; 20, 5?, 02, teraria : 60,
—- en Méjico; 20, 57, 80, 82. — entre las lenguas moder­
— en Cliile-: 57, 70, 114. nas: 112 es.
— en el Uruguay: 100 es. norma: 63 ai,, 69, 71, 72 ss.,
lenguaje (el) como natura­ 88 ss.
leza: 104 ss., 127. — su prestigio social; 88 s.
—. como espirita i 105.
— como creación: 157, objetivo (lo): véase 1engua­
— lo lógico en el lenguaje: je: 15.
11 s.; lo afectivo, Í2; lo orden ele p a la b ra s : 17, 25, 52,
activo, 8lí; lo objetivo, IR; o rn a m e n ta l (desig'nío-): 26,
lo subjetivo, 15; lo valo- o r to g r a fía : (57.
ratívo, 12; razón en el len­
guaje, 12; emoción, 13 .% p ala bra ( la ) nadora
28, 47; fantasía, 12, 28; del concepto '55 ss.,
v oíuntad, 12, 28; dasiguio 163, 170 s„ . ;6,
ornamental, 26. particularismos; 20.
lenguas muertas: 34. patota: 75.
.— romances: 63 n. pelajes de caballos: 105 ss,
— — y la ■descomno.sie.ión periodística (¡iroso.-): 70.
del la tín : 109 ss.*J?,8 a. p o p u la ris m o : 17.
—- modernas: nivelación en­ prestigio social*. 18.
tre ellas: 112 ss. — en la norma: 88 a.
leyes lingüísticas: 104 ss. pronombre: su coloración:
literarismos en el Martín 25, 52.
Fierro: 51. pronunciación: 17.
localismo: 19 s,, 47 n v 71 propiedad y corrección: 89,
84 ss. purismo: 41.
— su valor social: 87,
lógico (lo): véase lenguaje. ~ra (pretérito): 5.2,
r a c i o n a ! (lo): véas e 1en. -
1! (pronunc.): 17, 25, 80 s. guaje. ^
—• en Corri entes: 80. razón: véase lenguaje.
i\ ' i...: 24. universalidad y !•'uulfemo;
1" la Finia, unidad lin­ 19 s,, 44 ss.
ca : 99 sw.
Cimio en el habla litera­ v y l i : 42, 138,
ria. 25. valor social >de lo- localis­
n: (ipa’oa)Jime.): 78 s, mos, 87.
rubenism o: 40 s, valores (siálearui de >; 151 ss.
valoralivo . (lo ): véase len­
8; 129, guaje.
s final .de fiífaiba: 79, vocabulario: lo ecoo ómico en
33 i 129, él: 158 se.
seseo; 78, — lo í aiii ta e í s i í ■
’ o: 100,
.significación: 145 173. ■ 168 í?r., 178.
signos: ló, v ocales c o n c u r r e n te ; : 7 8 ,1 3 4 ,
.símbolos idioiiiálicos i 28 s. v o lu n t a d : véase le n u ’u a je ,
k' ' ' os concuirrentes: 28. vos: 81, 100, 125, 1-4,
s o (lo): véase len- voseo: 81.
vosotros y ustedes: 31.
voz en el liábla lite-;.vria: 25,
ieitslóti literaria; 20, 24 s..
60, Wel i a n schamuig : 28, 147,
tradición; 21 ss. 188 .
•— y it "i<i'•io'Ha.ljiSirao: 32 sa.
y -culta; 125. x : 12!'».
i i: 26,
y (iivoiiiiuiciadón): 7,
HÍÍ.rncoiTt?ecioits 42, 73, yp!«mo: 80,
u n iv e rsa lid a d t!e Ja lengua
escrita: 70, 7,: 129,
Alvar Fannez, 19. HoeiliP, 31 3i.
■Alvarez Quiatero, 58. Gíi ¡raides, 1G.L
Ascasubi, 161. Gutiérrez, Ju a n María.; 90.
Avellaneda, 90. .
Azorín, 85. HaiuKiZ, 19.
Hernández, José; 50, ¡<• L s.
Baroja, Pío; 50, 176. Herrera, Fer.na.udo de; 55.
Bello, Andrés; 114. 1-Iesiodo. 109.
Bergson, 24. Homero, IOS).
Blasco íbáñez, 61, H um boldi, 146,
•Borges, Jorge Luís; 21, 37, Husserl, 148.
45, 59, 95'.
Bréal, 157. Jhuéner-s Juan lla m ó »; 19, BB,

Carié, Miguel; 50, lían l, íJO n,


Gfipdevila., 59.
Cardiel, J.; 151. I,an:eia, 55u5üia:; 55, 55.
Carríe.u-u, Evaristo; 21 ss,, Lfobiiiz. SSL) )i.
37, 45 s. León. F ra y Luto de: 51. 55,
Carrizo, Juan A.; 159. 58.'
Cervantes, 37 ss. Lessing, 31 n.
Cuervo, J. K.; 103 ss. Lincli, B .; 10.1., i fí5.
Ló.pea d-e Vel a. « c o , Juan:
Da rio, Rubén; 19, 32 s., 46 s. 131, 152.
Darmesteter, 157. Lugones, Leopoldo: 15. 55.
Del Campo, 161. 61, 11)9.

Kí-'í *u >• 1 OrRjnle, 30 n, Mal L a r a, Juan de; 15) a.


Í!'oiiui¡>di„. Morona, 51), {Ifi, Marisma Jiiiii! de i 5Í5
Í'k tlíb e ií. 30 íl, 'Martí, José; 1.5.
Maupassaiil, 158.
García Calderón, 19.' MailleL. A.; 110 v.
Garcílaso, 34, 65 n. Mena, J u a n de; 65,
Merióivlf'z Pida] Tí.; 18,fifi n., Ronco, Bartolomé J , ; 155 n.}
108, 168.
Merirué, 188- ■
\iiro, G a b r ie l: 13, 14, 8o, Saavedra Fajardo, 37,
87 n., 61, San José, Fray Gerónimo de;
Mistral, G abrida; 59. , 39.
Santos Clinoano, 82 n
N a v a r r o , Y.om áiij 77 i?. ' 1,¡ !«'. *>0,
■« i ' !i i, 104,
• >, i’i.ho, 108,
,‘JIcr-rel, Julins, 175.
;>o, Victoria; 127,
'i v Gas set, José; 8R,
156.
T a in e ,
rlñ] 107, i 87.
Tallgren, O. J.; 113.
Félix , I 5*5.
Teresa de Ávila, 58.
Tirso de Molina, 66.
Pereda, 46, 61. Tiscomia, E. F .; 162
ida, 3iS.
! c :'c5. 1’ 7 82 n. Unaimmo, 32, 33, 37, 0, 59.
Yaldés, Juan de; 83, 77.
Q uev.rdo, 31, 37, 58, 62, (53. Valle-Inclán, 35.
Vega, Lope de; 64, 65. 86.
‘‘ít-yes. 5Í), Y é le z de Guevara, Iai i ;; 63.
j"ír,dó. Ven ícelos, 109.
tojas, l'V.vmuuio <if.; 08, Villacspesa, 81,
"Unjas 'Zorrilla, 77, (54, Yossler, Tí,; 31,
acnédota, 92, hayo blanco, 171,
advenir, 17. bichoco, 167,
afectar, 63» bichos, 162.
a fin de que, 17. blanco, 170.
alazán, 170. blanco porcelana, 171,
aledaño, 16. hohque, 79.
alelí del campo, 150, brillo, 66. ■
(dfílerillo , 150, B-tt-ka (afem,), 85 n,
alimento, 62, biien mozo, 88 a,
al- tiempo qne, 17,
amago, 68, caá, mir.í, 140.
ambición, 87, caballo, 146,
miedo ota,, 02. calino, 79,
a punto de, 17, cdido, 78,
árboles, 149. caliente, 146,
•ardiente, 148, calle, 80,
aroma, 66, candor, 66,
aspirar■67, canoro, 17.
assasinar, 67. cantatriz, 66.
atención, 64, : cara, 24 s,
atigrado, 170. caravanas, 65,
atizonado, 170. cardal, 161,
atorrantito, 85 n, cardizal, 151.
ai-torrante, 87. cardo asnal, 150, 153,
aran, 81, 82 n. cardo burriqueño, 153.
rt-venrc guacha, 150, cardo de Castilla-, 150.
avestrila, 88. cardo edilicio, 70,
cardo negro, 150,
bagual, 167. oarclo ruso, 150.
barcino, 164, cardo sanio, 150.
bataraza, 164. cardón, 150.
bayo, 170, 178, cardos, 151, 154, 157, 165
•so. 07.
c eh adillit, 100 , 07.
'•e, 05.
c i m a r r ó n , i 07. ,.... donde, 81.
. ■1 í ■
■¡ . J. .. doradillo. 170.
colo,/vio, 17.
■< - '•'3. 66 ,
’> n , .i y empt r/driz, G6,
j ,, " ’ 07, , /•>,
¡ . ¡ 0¿,. endereza/me a, 17,
contraste, 14, eñire,peludo, 170.
. jr/. 82. entretener, 67,
■ i t<.' es x!, 32, escarmiento, 185.
164. esparto, 150.
* n o v ia , 169. « a p e ld a d o , 92.
cabello. 10, estar en Vigencia. ' O;
¡estaría!, 99.
coslureriia, 21 s. estrépito, 03.
c ré d ito , 64, 1.0'í, estupor. 03.
cré/m, 78, ex-mpción, 67.
170 exponíante, 70.
1.
¡osa. 92. facilitar, 67.
ido. 81, 82 n. folneix, 17.
, . . 3. i-:. fantasía, 67.
, , , . lo, SI, 82 11. fariña, 10.
<■Í.-1 t, w. . , —/■-> - - > fárrago, 73.
'.o J e s ú s , 159. fatal, 00.
i -i’-’ “• fasier, 18.
cuyo, 16, 25. fembra, 18.
fer, 18.
chalán, 84. fwrnioso, 18,
chorreado, 171, finalizar, 20 ,
fineza, 64.
, .. •• fingir, 62.
flechilla, 150.
'flete, 140, K!7.
flor am arilla. 156.
'flor de cardo, 150 n.
■• 80, flor 00 n,
flor ■
,a ■
18 Si flor . . y-b
07. flor de pasión, 1010
•lv- flor ile palito, 159,
flor de S u n José, .100, ■
flor de sapo, 156, idilio, 63,
flor de s'edcv, 159, • idiota. 67.
flor de trébol, 156, ignmiy ii,ración, ’¡i’,
florcita, 156, ilex paraguayensis, i;49,
flores silvestres, 156 .n, imbécil, 73.
fmila, 19. incisos, 17.
fragixr, 17. incómodo, 07.
francés, 27 s, inexcusable, 65,
friega, 73. infeliz, 83.
frío, 140. ingeniar, 67,
frustrar, 83. íngredienle, 03,
fulgor, 63. iniciar, 17.
inmenso, 62.
instan! aneidad, 17.
gargantilla, 171.
gateado, 171. ia-íibelvio, 171.
gateiido goma, 171.
gaucho, 84, 169. jazmín, del cielo, 159.
Gemut -(alem.), 185. jinetazo, 85,
-giro (plumaje), 164. jo-anulo, 63,
gramiila, 150. junco, 149 ii.
granujilla, 85 n. Junge (alem.), 85 n,
grulla, 73. jimio, junio, 81, 82 n,
' guerra, 79.
gu isa, 38 n. Knabe (alem.), 85 h.
guisar, 79.
libar. 03-
lintlo, B')¡ 95 s.
hablalrig, 66. lobuno, 170.
halago, 64, los lápiz, 92.
'han de ser, 81. lucimiento, 05,
hender, 17, luego, luego, 8.1,
hicieron calores, 82, 134. Imninariti., 17, 25.
hierba, 148, lunarejo, 171,
hierba argentina, 149.
hierba brasileña, 149. I lanía, 73.
hierba de bkmia Lucía, 159.
hierba mate, 149. maca)¡a, 95 s.
hierba misionera, 149. máis, 184,
hierba paraguaya, 149. máistro, 78.
hosca, 1(54, ili, n !
hoy, 83. í/t», ,'J7 f,
hubieron bailes, B‘¿,
huevo de pato, 171. . u//. . ’
huevón, 17. .> <» • 1?(>.
hunco, 157 n, manejciv. 07,
manejo, 67. paja, 151 s., 154, 157.. Ifin n.
m aranriias dt;l campo, IRC, p aja brava, 150.
mi paja c->llorada,, 150,
ruártelo, 67, paja cortadera, 150.
inusflülilla, ]71, p ajachica, ].5(i
-
Jiuí-tícañ, 28. paja mama, 150,
",>tah.<.rtg.o, jí>7, p;. totora, 150.
mayo, i (¡o. , 17 .1 ,
vtñíiiiJn, !]n, i-,;,i,/aré, 171,
mullí a nruerta, f?i. ¡'a i oJo ja, 87.
tnámm, ttieifOK. Hi , 82. paranaguá, 149.
n¡e!a, |J3. punirse, 83.
m i caballo, 1 -lo. parásito, 75.
-I}>i flr.te, parejero, 107 .
mí pingo, 115, pasionaria, 159.
Y niritsvl. 3ft4. pus tito, 150.
UV-Vr. 170. pasto, 151, 152, ] H, 157»
i cido, 1.70, 162, 1.6o n.
• 84. pastos de bañado, 15.0.
pastos de puna, 150
4fi. pastos duros, 150.
pastos tiernos, 150.
patíbulo, 63.
L pedante, 67.
• , -70. penacho de cortadera, 158 n.
■taja i/in; hacer!, perc.uraor, 92,
.1 t.¿ O , período, 17.
na 59. persuadir, 67.
-do .17. ■persuasión, 67.
nos pet-iso, 167.
(37.
-líentela, picazo, 171.
novelar, 57,
mimen, tí‘i, p
“ ingo ¡ 84, 146, 167, '76,
pior, 78.
plagiario, 83.
Ví, planta, 149.
plañido, 17.
plateado, 170.
, 17. pliega, 73.
pollo, 100 .
pompa, 83.
poreuranr, 92.
podrilla, 90. preauraor, 02.
páiís, ‘lis, lili. ■profesión, 67.
paisanos, 150, prolijo, 16.
■provecto, 17. i aba quilla, 15i).
provínciidis'ino, 42. ta ñ a r ojo, 67.
provincianismos 42, te.at.il, 25.
proyectil, 73, ■ teái.e-nlla, 171.
púdico, 78, iiíie iii, 73.
pité,damos, 92, /■¿/rio, 14t),
purpiwear, 03, tiara-, 83,
./i ir , 67:
quién, quien, SJ, , 170.
quienes, 82 n. , 171.
, 170.
rabicmio, 170. ti i. lilii j , 63.
raigal, 17. tra se d m ita lu R , 82.
recamar, 17. ír<3/^,)/, 150.
recato, 64. tré b o l de oro, If i'j.
recios esterones, 13 s t r é m u la , 63.
redomón, 167. lu b im u ), 171.
reprodutor, 99. t u v ie r a , 25.
■reptil, 73.
■riesgo, 85. u nco, 150.
roano, 170. u r b a n is m o , 42,
rocinante, 167.
rostro, 16, 26 s,, 83, v a lim ie n t o , 65,
rúbrica, 73. ■vehemente, (59.
ruidoso, 65. v e re d a , 83.
v e r n a l, 17.
cabandijas, 162. v é r t ig o , 78,
sabino, 170. v iu d a h a n , 164.
Santa, Rita, 159. v iu d it a , 164.
^sentcidito, 13 s. v iv e n c ia , 17.
servitud, 67,
siemprevivas, 159,
sino, si-no, S Í, 82 n. y a g u a n é , 171.
aalacio, 67, i/erba, 148» 149,
¡subiría!, 94, y e r b a te r a , 1 4 9,
¡subirían!, 94- y u y a l, 151,
¡subiriolan!, 94. ■yuyo, lf>2, 153, 164, 157,
sobradar, 21 s. 105 « ,
suburbio, 47 n. yuyos, 150, 162,
superior, 65.
superstición, 67. z a in o , 170.
supuesto que, 17. zotío, 16 7.

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