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LEYENDA

EL CENTELLAZO DE PURREY
Cuentan nuestros antepasados, que partieron las cuatro canoas y los ocho
hombres de la desgracia a eso de las 4 de la tarde hacia ciénega grande. Era
un jueves 6 de junio de 1956. Dentro de los ocho pescadores iba uno que
tenia dos años que no veía sacar la atarraya invadida de pescado. Era José
Manuel Quezada apodado el carriolo, hacia dos días que había llegado a
Cascajal de pagar el servicio militar, y envista de que faltaba un acompañante
decidido ir para enfrentarse con la muerte. Dándole al canalete para
propulsar la canoa, iba alegre cantando y contando las aventuras en el
ejercito colombiano: interrumpió e hizo notar a sus compañeros el canto
lastimero de las piguas que aun en estos tiempos consideramos presagios de
la muerte.: sin embargo, eso no opaco su alegría.
En su camino recorrieron ciénega grande, el caño de mantequera, y ciénega
limpia hasta llegar a las ciénegas del purrey, lanzaron sus primeras atarrayas
bajo la luz de una luna clara que no despertaba sospecha de un aguacero,
mas tarde inicio el fuerte viento que hizo esconder a la luna del extraño
huracán, los ocho hombres saltaron de las embarcaciones y a través del
tacto visual descubrieron bajo la oscura noche de la ceiba centenaria donde
encontraron la muerte cinco entre ellos el corriolo; aunque los otros tres
quedaron casi muertos inconscientes por varios días en el hospital de
Magangué. Cuentan que al día siguiente el 7 de junio, desde bien temprano
al enterarse de las noticias que un pescador trajo, el pueblo se reunió en las
orillas de la ciénega esperando a los muertos, ese día nadie trabajo los
montes quedaron solos en la noche aun impactados hombres y mujeres
corrían por todas las calles, recorrían los cinco velorios para seguir hilando la
historia del centellazo de purrey lo mismo hicieron todas las noches de los
nueve días. Contaba todo el pueblo que la noche del 6 de junio las lechuzas
cantaban, el largo llanto y profundo de los perros, los gallinazos volaron
hasta el cansancio sobre la plaza de la iglesia como anunciando algo.
La tarde del 8 de junio mas de 100 personas cavaban las sepulturas, ahí
jugaba el barretón y la pala, hubo una solidaridad nunca antes vista, claro era
que nunca se había visto tantos muertos juntos; una marcha sepulcral con
velas seguía los cinco ataules adornados con diversas flores.
Decían los tres sobrevivientes del centellazo de purrey que cuando notaron la
rabia de la tempestad se colocaron las totumas en la cabeza y se envolvieron
en un plástico a esperar lo que Dios quisiera, relataban que se habían salvado
porque su destino no había sido consignado para morir bajo una noche de
lluvia en la comba de una ceiba, aun guardan intacto en las paredes del
cerebro aquel suceso. Jamás los pescadores volvieron a la ceiba de purrey,
esta murió por el impacto de la electricidad de la centella y en el sitio donde
esta murió nacieron por cada pescador una ceiba, hoy cinco ceiba alargan la
historia de los cinco muertos , por un tiempo estos tres pescadores se fueron
del pueblo tratando de olvidar , pero donde estaban no podían dormir
sentían en sus sueños los truenos y relámpagos acompañados de centellas ,
volvieron a las ciénegas a pescar no por placer sino para cumplir con las
obligaciones de alimentar a sus hijos, todavía hay quienes dices que ven a los
cinco muertos en las canoas revuelto con los pescadores y hojas de palo
prieto en las ciénegas de Cascajal.

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