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en perspectiva histórica1.
Ariel Gordon2
La hipótesis subyacente que guía este trabajo sostiene que las instituciones juegan un papel
primordial en la coordinación del conflicto entre actores, sus intereses y las ideas en juego
(Sanz Menéndez, 1997). El trabajo asume la endogeneidad de la instituciones (Przeworski
2004, 2007), en tanto las mismas sobredeterminan la trayectoria futura. En este sentido, la
reconstrucción del recorrido histórico tiene por objetivo caracterizar la evolución que han
seguido las políticas universitarias y de ciencia y tecnología hasta dar forma a la configuración
actual. Como ha sido señalado por la literatura de variedades de capitalismo la dependencia
de la trayectoria, como asimismo las instituciones económicas, políticas y sociales dan forma al
1 Publicado en: Gordon, Ariel (2013): “La configuración de las políticas universitarias y de ciencia y tecnología en
Argentina y Brasil en perspectiva histórica” en: Unzue, M. y Emiliozzi, S. (Comp.) Universidad y políticas públicas ¿En
busca del tiempo perdido?, Imago Mundi, Buenos Aires.
2
Profesor Regular Adjunto, Universidad Nacional de Quilmes.
perfil del sistema de producción y del sistema nacional de innovación (Amable et al., 2008; Hall
& Soskice, 2001; Ross Schneider, 2008). Si bien no se trata de un trabajo sobre el sistema de
nacional de innovación de ambos países, sino que se concentra en las políticas universitarias
en primer lugar, y en las de ciencia y tecnología, este estudio adopta un enfoque basado en
dependencia de la trayectoria para el análisis de la evolución de estas políticas en Argentina y
Brasil.
La universidad de los abogados y la construcción del Estado Nación durante el Siglo XIX
El estudio de la universidad en este período muestra el inicio del recorrido por dos caminos
diferentes entre las universidades argentina y brasileña. Estas diferencias no pueden ser
explicadas sin referir al particular proceso de independencia seguido por Brasil, que diferenció
a su proceso político durante todo el siglo XIX de los acontecimientos que marcaron el curso de
construcción del Estado-Nación en las nuevas repúblicas latinoamericanas.
La más antigua de las casas de altos estudios argentinas es la actual Universidad Nacional de
Córdoba, fundada en 1622 por una orden religiosa jesuita. La universidad fue fundada sobre la
base del Colegio Máximo, donde los religiosos de esta orden recibían clases de filosofía y
teología. La universidad fue instituida bajo el impulso del Obispo Juan Fernando de Trejo de
Sanabria, en 1613, pero no sería inaugurada hasta 1622, cuando estuvo facultada por el Rey
Felipe IV a emitir grados. La universidad de Córdoba continuaría ligada al mundo eclesiástico
hasta entrado el siglo XIX.
La Universidad de Buenos Aires fue fundada en 1821 como “una de las piezas maestras de la
reconstrucción del Estado que comienza precisamente en 1820” (Halperín Dongui, 1962, p.
29). De acuerdo con Martín Unzué “las pretensiones políticas y económicas de Buenos Aires se
veían completadas en el terreno cultural con la fundación de esta institución, necesaria en el
marco de un proyecto más ambicioso: el que buscaba la modernización del país en formación.
Por ello desde el origen, la universidad se presentará como el medio para producir los
profesionales necesarios tanto para la vida privada, como para integrar la administración del
Estado en formación” (Unzué, 2008, pp. 113-114). Observamos que desde sus orígenes la
Universidad de Buenos Aires estuvo estrechamente relacionada al Estado en formación y a la
conformación de la elite política, y a la provisión de profesionales para su administración,
principalmente con formación de abogados. El modelo de universidad napoleónica y
profesionalista marcaría la identidad de esta universidad. El modelo Napoleónico de
universidad conjugaba, por una parte, la concepción ilustrada emanada de la Revolución
Francesa, con la voluntad política del Estado de tomar a su cargo, en forma absoluta y
exclusiva, la responsabilidad por la educación superior y por la regulación de las profesiones.
Asimismo, supone a la cátedra como núcleo básico de la estructura organizacional y como
unidad mínima de docencia, a la vez que separa a la investigación de la enseñanza. Veremos
que estas características permanecerán como parte de la identidad de la UBA hasta las
reformas impulsadas hacia fines de la década de 1950 bajo el Rectorado de Romero, primero, y
Risieri Frondizi, después, e incluso, persistirán aún después de estas reformas. La fundación de
la Universidad Nacional de La Plata en 1890 supuso una importante innovación institucional en
la educación superior argentina, ya que esta universidad se erigió en torno al modelo de
universidad de investigación norteamericana.
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La reforma tuvo una fuerte influencia en movimientos políticos a lo largo del continente, como por ejemplo en el
APRA de Haya de la Torre, en Perú. "El APRA se ha iniciado por un movimiento educacional que deseaba la
emancipación del pueblo, por la Educación.- Su origen histórico en su primera fase fue La Reforma Universitaria
iniciada en Córdoba, en la Argentina, que quería reformular la Universidad a fin de colocarla al alcance del pueblo y
para el pueblo,….." reportaje a Víctor Raúl Haya de la Torre realizado por Glauco Carneiro, Revista "O CRUZEIRO" de
Brasil, reportaje que salió publicado en el N° 23 del 1° de diciembre de l962. Citado en Victor Acuña Villar “Haya de
la Torre, el APRA y la Reforma Universitaria de 1918” URL: http://www.unc.edu.ar/reforma/analisis/el-movimiento-
del-18-en-perspectiva-historica/haya-de-la-torre-el-apra-y-la-reforma
La historia de la universidad en Brasil corrió por carriles distintos al resto del subcontinente.
Muchos de los países de la América española tuvieron sus primeras universidades en el
período colonial (México, Perú, Argentina), o en los inicios de sus vidas como repúblicas
independientes políticamente. En cambio en Brasil las primeras escuelas superiores fueron
creadas en 1808, y recién adquirieron un perfil universitario en 1930 (Albornoz et al., 1992, p.
115). Durante ese período, su perfil estuvo orientado a la formación de recursos humanos para
las profesiones liberales tradicionales (derecho y medicina) y las ingenierías. En este sentido,
observamos que presentaban un perfil profesionalista similar a las universidades argentinas,
en ambos casos orientadas a la formación de abogados para la elite dirigente. De acuerdo con
Brunner, el predominio de la formación de abogados por parte de la universidad
latinoamericana en el siglo XIX no es tanto un rasgo de continuidad con la universidad de la
época colonial, sino más bien la emergencia de las universidades como el instrumento de
formación de las nuevas élites políticas de las recientes naciones (Brunner, 1990, p. 28).
En un trabajo publicado en 1992 Albornoz (Albornoz et al, 1992) distingue cuatro períodos en
su estudio de la educación superior brasileña, podría agregarse un quinto período que
comienza con las transformaciones de la educación superior a mediados de la década del
noventa, según veremos más adelante:
5 Rudolph Atcon fue un destacado asesor de varios gobiernos latinoamericanos en sus reformas de la educación
superior. Fue un fuerte crítico del modelo de universidad napoleónico y un impulsor del modelo norteamericano en
la región. Ver Krotsch (2001, p. 134).
6
Decreto 22 de 1949.
con el objetivo de hacer frente al problema de restricción externa que ya manifestaba los
límites de la fase liviana de la industrialización sustitutiva (Hurtado, 2010: 75).
Estas diferencias entre los actores en punga, el gobierno peronista, por un lado, y la
comunidad científica nucleada en instituciones como la AAPC, por el otro, suponía el conflicto
entre concepciones opuestas sobre la política científica, y cuál es el papel que le caben en ella
al Estado y a la comunidad científica. Como fue señalado antes, resulta relevante destacar este
conflicto porque apunta a un núcleo de problemas que, como fue señalado por Hurtado, se
manifestaba en divergencias en cuanto a los arreglos institucionales necesarios para promover
la investigación. Este conflicto, que durante este período quedaría subsumido dentro de la
polarización de la política nacional argentina, se manifestaría en las décadas siguientes en la
desarticulación entre la investigación académica realizada en las universidades y el CONICET, y
las actividades desarrollo y transferencia realizada en organismos como CNEA, y el INTA.
Finalmente en 1968 sería sancionada por el gobierno militar brasileño la Ley 5.540 de Reforma
Universitaria, que respondía a dos demandas sociales. Por una parte, a la demanda de la clase
media por la ampliación del acceso frente a la denominada “crisis de los excedentes”, en un
contexto donde la universidad brasileña había alcanzado una matrícula de 100.000 estudiantes
(Lobo, Roberto R., 2007, p. 2). Por la otra, a la demanda del movimiento estudiantil por la
democratización y modernización de la universidad. La fuerte polarización social brasileña
encontraba en la restringida educación superior un mecanismo de acceso a mejores salarios y
ascenso social. En un contexto de profundización de la industrialización y de las pujas
distributivas, se producía una fuerte presión por la ampliación del acceso a la educación
superior por parte de las clases medias. Por su parte, el movimiento estudiantil a través de la
Unión Nacional de los Estudiantes (UNE), antes del golpe de estado y desde comienzos de la
década, promulgaba la necesidad de una reforma universitaria. En las críticas a la situación
contemporánea de la universidad brasileña convergían proyectos diferentes. Desde
movimientos orientados a la revolución social, hasta proyectos de modernización social que
encontraban en la educación superior brasileña una limitación para el desarrollo económico y
social y la plena incorporación a la economía capitalista internacional. De acuerdo con Arocena
y Sutz (2001) “se había asistido más bien al enfrentamiento de proyectos que a la
contraposición de actores colectivos en las universidades y a la "conquista desde adentro" de
las mismas por una propuesta diferente, como ocurriera con la génesis y difusión del
Movimiento de Córdoba. Pero, precisamente, el protagonismo en alza del estudiantado
brasileño organizado trastocará tanto el marco como los términos del debate, trasladándolo
de las cuestiones estructurales a las finalidades de la educación superior”.
Se llevó a cabo una profunda reforma de la educación superior, cuyo objetivo fue orientar las
universidades brasileñas según el modelo norteamericano (Lobo, Roberto R., 2007, Martins,
2009, Zandavalli, 2009). Se disolvió la estructura de la cátedra, y el centro de poder fue pasado
desde los profesores catedráticos hacia los departamentos, los que se convirtieron en la
unidad básica de docencia-investigación-administración de las universidades. Asimismo se
implementó el esquema de las dedicaciones exclusivas en los profesores universitarios, a fin de
reforzar las tareas de investigación y extensión, además de la docencia. El proceso de
modernización y reforma de la educación superior brasileña presentaba varios puntos en
común con el argentino. En ambos países la reforma tenía por objetivo transformar el viejo
modelo napoleónico de la universidad pública basado en la cátedra, por una universidad
articulada en departamentos, con mayores niveles de profesionalización a partir de la
instauración de la dedicación exclusiva y énfasis en la investigación. Una de las consecuencias
principales de la reforma universitaria brasileña de 1968 fue la consolidación de la educación
superior privada (Lobo, 2007, Martins, 2009, Favero, 2006). La expansión de las universidades
privadas, en su mayoría escuelas profesionales de baja calidad, permitieron un rápido
aumento de la matrícula. Los matriculados de primer año pasaron de 39.000 a 85.000 en
solamente un año. De esta manera, en 1971 más de la mitad de la matrícula de educación
superior se encontraba en IES privadas, comparado con sólo un tercio en 1964 (Schwartzman,
1979). Esto produjo un cambio cualitativo fundamental, que marcaría al sistema universitario
brasileño hasta la actualidad. Sin embargo, el incremento en la creación de universidades no
fue acompañado por un esfuerzo correspondiente en el incremento de las capacidades
educativas. Las nuevas escuelas privadas provenían cursos en disciplinas con bajos
requerimientos de recursos técnicos, tales como derecho, administración de empresas,
economía y ciencias sociales, improvisando su cuerpo de profesores y sus instalaciones.
Mientras tanto las universidades públicas se veían desbordadas de aplicaciones de
estudiantes, muchos de ellos poco calificados. Para frenar la erosión de la calidad de la
educación se estableció por Ley el requisito de tener al menos un título de maestría para todos
los profesores, y a la vez se estableció el requisito del doctorado para el ascenso en la carrera
docente. Esta decisión tuvo importantes consecuencias como estímulo para el desarrollo de
los posgrados que comenzó precisamente a comienzos de la década de 1970.
"En los Estados Unidos y en muchos otros países, las escuelas privadas están generalmente
entre las instituciones de alta calidad, adonde los que poseen medios envían a sus hijos, a fin de
que obtengan un mejor nivel de educación. En Brasil, con algunas excepciones -como la Escuela
de Ingeniería Mackenzie de San Pablo, o la Universidad Católica de Río de Janeiro-, las
facultades privadas tienden a ser empresas orientadas al lucro, con un máximo de estudiantes
y un mínimo de inversión en equipamiento y docentes. Las universidades públicas, por otro
lado, pueden eventualmente alcanzar niveles bastante satisfactorios de formación profesional.
La consecuencia es una situación en la cual los que pueden pagar los costos de una buena
educación secundaria consiguen cursar una universidad mejor y gratuita, mientras que los que
no tienen recursos para ello van a universidades pagas y de mala calidad."
(Schwartzman,1979)
1950 1985
No obstante, a pesar de que Brasil logró superar en términos absolutos la matricula argentina,
debido a la fuerte expansión de su sistema de educación superior desde mediados de la
década de 1960 y 1970, el mismo conservaría su característica como sistema elitista y
segmentado. Observamos en la Tabla 1 las cifras sobre matrícula de educación superior y la
tasa bruta de escolarización para 1950 y 1985. La Argentina tenía en 1950 una tasa bruta de
escolarización como participación de la matrícula en el grupo de edad de 20 a 24 años (TBES)
del 5,2%, muy superior a la de cualquier otro país latinoamericano en ese momento, salvo
Uruguay. Hacia 1985, si bien la matrícula de Brasil era casi un 75% mayor que la de Argentina,
la TBES de este país era mucho menor que la Argentina, mostrando el sesgo elitista, en cuanto
al ingreso, que persistía en el modelo universitario brasileño. Si bien las cifras muestran el
carácter masivo del sistema argentino en relación al brasileño, también señalan el enorme
crecimiento del sistema brasileño en pocas décadas, que había comenzado desde niveles muy
inferiores al argentino.
La década de 1970 supuso en Brasil el desarrollo de la educación de posgrado, a través de su
reglamentación y expansión, lo que profundizó la implementación del modelo de universidad
de investigación norteamericana. Fueron fundamentales para el desarrollo del posgrado y la
investigación la tarea de la Fundação Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível
Superior (CAPES) y la Financiadora de Estudos e Projetos (FINEP), creada en 1967. La primera
fue clave en la regulación y financiación de los posgrados, y la segunda en el apoyo decisivo a
la consolidación de núcleos de investigación en las universidades. Sin embargo, de acuerdo con
Schwartzman (1979) existían importantes solapamientos en términos institucionales entre la
función del CNPq, CAPES, y FINEP. La Finep se convirtió en la década de 1970 en uno de los
principales financiadores de los programas de investigación y desarrollo, a través del Fundo
Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (FNDCT), creado en 1969. El crecimiento
de la investigación en las universidades produjo una paulatina disminución de la investigación
en institutos de investigación públicos extra-universitarios. Es importante resaltar que en el
caso brasileño la planificación y la promoción de la formación de posgrado se encuentran más
articulada con la política de ciencia y tecnología que con el resto de la política universitaria. De
acuerdo con Schwartzman (1979), las principales consecuencias de la entrada de los
organismos de planificación económica en la promoción de la I+D y la educación de posgrado
fue un enorme aumento del gasto en I+D y el fortalecimiento del área tecnológica por sobre
las ciencias básicas, que habían sido hegemónicas hasta ese momento. Asimismo, la lógica de
distribución de fondos que seguían los planificadores de estos organismos, principalmente
economistas, era distinta a la lógica académica que seguían instituciones como el CNPq.
Mientras tanto, en Argentina las universidades y el sistema científico vivían una crisis a raíz del
acoso por parte del régimen militar. Un mes después del golpe de estado de 1966, la policía
federal intervenía varias facultades de la UBA reprimiendo a profesores y estudiantes. Este
hecho, conocido como la noche de los bastones largos, que graficaba las consecuencias de la
intervención de la universidad y la persecución de profesores y estudiantes, derivó en el exilio
de muchos resultó en la renuncia de 1380 docentes e investigadores y forzó al exilio a muchos
de los mejores científicos e intelectuales con los que contaba el país (Hurtado, 2010: 128). En
Brasil, por su parte, a pesar de un enfrentamiento inicial con figuras intelectuales de la
Universidad de San Pablo, el régimen militar apostó por la investigación científica de punta y el
posgrado, en un modelo de universidad de elite al que se le asignaba un rol destacado en el
modelo de desarrollo propuesto, a través de la formación de recursos humanos altamente
calificados fundamentales para la modernización que los gobiernos militares se proponían
llevar adelante.
El régimen militar argentino creó en 1969 el Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONACYT),
con una secretaría la SECONACYT. Estas instituciones respondían al diagnóstico de algunos
funcionarios de la dictadura según el cual la dispersión institucional debía ser corregida
mediante la planificación y la centralización (Hurtado y Feld, 2008). La conducción del CONICET
a cargo de Houssay se manifestó en contra de la creación de la SECONACYT, porque entendía
que la dirección de la política científica no debía estar a cargo del estado (Hurtado, 2010: 132).
Este conflicto en torno a la conducción de la política científica ponía de manifiesto la tensión
entre la visión de sectores de la elite de la comunidad científica, representados por Houssay, y
los intentos de incorporación de la política científica a la planificación centralizada de carácter
desarrollista. Esta tensión trascendía al caso argentino en tanto se trataba del choque de dos
enfoques diferentes sobre la política científica, que a su vez correspondían a la transición entre
distintos períodos históricos de la misma. Los Consejos Nacionales de Ciencia como modelo de
política pública para la ciencia fueron promovidos por la UNESCO en la región a partir de 1950.
Las comunidades científicas locales actuaron como difusoras de las propuestas de la UNESCO
(Feld, 2008), (Barreiro y Davyt, 1998), (Davyt y Velho, 1998), en tanto éstas consagraban la
autonomía de los investigadores en la orientación de la política científica. Mientras que hacia
fines de la década de 1960 se producía la transición hacia el enfoque de sistemas en las
políticas científicas. De acuerdo con la periodización de la política científica latinoamericana
propuesta por Francisco Sagasti (2011), el enfoque de sistemas fue hegemónico en la
orientación de las políticas de la región hasta mediados de la década de 1980. El intento de
diseñar las políticas de ciencia y tecnología desde una perspectiva sistemática y centralizada
daba cuenta de la incorporación de las políticas de ciencia y tecnología a la planificación
económica.
Las cifras sobre la matrícula universitaria presentadas más arriba muestran la tendencia que
marca el período. Argentina alcanzó un nivel de modernización de su sociedad, de su sistema
de educación superior, y de sus instituciones científicas, ampliamente superior al que
registraban sus vecinos hacia 1950 y 1960. Esta situación se revertiría con el correr de las
décadas. Por una parte, el modelo de desarrollo económico argentino empezaba a mostrar
desequilibrios importantes, a la vez que el país se perdía en la inestabilidad política. El sistema
de educación superior, y el sistema científico en su conjunto, fueron atacados por el régimen
militar y sucumbieron frente a la dinámica centrífuga que adquiría la escena política nacional, y
universitaria. En cambio, a partir de la década de 1970 el régimen militar en Brasil consolidó la
reforma del sistema de educación superior y comenzó un fuerte programa de apoyo a los
posgrados y a la investigación, con el objetivo de formar los cuadros técnicos para el gobierno
y para la industria que la estrategia desarrollista demandaba. El segundo lustro de la década de
1960, y casi toda la década de 1970, marcan el quiebre que diferencia a las experiencias
argentinas y brasileñas. Mientras en la Argentina sectores universitarios, intelectuales y
científicos eran perseguidos por la dictadura cívico-militar, y la universidad se convertía en
campo de batalla política, en Brasil, el régimen militar consolidaba un modelo de universidad
elitista funcional a la estrategia de desarrollo impulsada.
Luego de la ambiciosa expansión brasileña de la década de 1970, la década del ochenta supuso
una década “pérdida” para ambos países, marcada por la crisis de la deuda y las consecuentes
crisis macroeconómicas. En este contexto, en el caso argentino los ejes de la política científica
y universitaria de la restauración democrática bajo el gobierno de Raúl Alfonsín giraron en
torno a la democratización de las universidades, el CONICET, y las instituciones científicas
descentralizadas como el INTA, el INTI y la CNEA. En las universidades se promovió la
normalización de la gestión institucional y la restauración de la forma colegiada de gobierno, la
reincorporación de profesores expulsados por motivos políticos y una apertura a nivel
académico frente al oscurantismo vivido durante la dictadura militar. En lo que respecta a los
lineamientos institucionales de la política universitaria, el gobierno de Alfonsín volvió
principalmente al momento previo a la noche de los bastones largos, salteándose la
experiencia de los setenta y la Ley Taiana. En el caso Brasileño el gasto en ciencia y tecnología
decreció fuertemente a la vez que se abandonaron los proyectos más ambiciosos de desarrollo
tecnológico autónomo7. La creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología en 1985 con la
7
Por ejemplo, el proyecto informático que buscaba la autosuficiencia en la construcción de computadoras
personales. Ver Adler (1987), Schwartzman (1994).
vuelta de la Democracia marcaba el papel que las elites brasileñas continuaban asignando a
este campo, aunque en un contexto económico más adverso que en la década anterior. De
esta manera, los sistemas universitarios y científicos de ambos países llegan de maneras muy
distintas a las reformas de la década de 1990.
El desarrollo del marco teórico del Sistema Nacional de Innovación en el campo de los
estudios económicos del cambio tecnológico. La primera definición de este concepto fue
propuesta por Freeman (1988, 1995), quien lo definía como la red del sector público y privado
cuyas actividades e interacciones inician, importan, modifican y difunden nuevas tecnologías.
El concepto fue desarrollado también por Lundvall, para quien un SNI se constituye de “todas
las partes y aspectos de la estructura económica y el set up institucional que afecta el
aprendizaje así como la adquisición y explotación de conocimientos; un sistema productivo, un
8
Para un análisis de la dinámica política de las reformas neoliberales en el caso argentino ver: ACUÑA, Carlos H. y
William C. SMITH: “"La Economía Política del Ajuste Estructural: La Lógica de Apoyo y Oposición a las Reformas
Neoliberales", Desarrollo Económico, vol. 36, n° 141, abril-junio 1996, pp. 355-389. Para un análisis político de las
reformas económicas en América Latina ver Juan Carlos Torre, El proceso político de las reformas económicas en
América Latina, Paidós, Buenos Aires, 1998.
sistema de mercado y un sistema financiero son subsistemas en los cuales tienen lugar el
aprendizaje” (Lundvall, 1992). Asimismo Nelson (1993), Edquist (1997) Niosi y Metcalfe
realizaron distintos aportes al concepto, hasta consolidar un enfoque y un campo de estudios,
dentro de la escuela neo-shumpeteriana o evolucionista en la economía. Estos desarrollos
teóricos, que fueron muy performativos sobre las políticas científicas durante la década de
1980 y principios de 1990 en los países de la OECD, irrumpen en la agenda latinoamericana a
mediados de la década de 1990.
9
Para un análisis de las nuevas universidades del conurbano bonaerense ver: García de Fanelli, A. M.: Las nuevas
universidades del conurbano bonaerense: misión, demanda externa y construcción de un mercado académico.
Documentos CEDES 117, Buenos Aires, 1997.
asignación de un plus salarial a los docentes que acrediten la realización de investigaciones. La
importancia de este programa fue más ideológica que práctica. Ya que si bien inauguró la
asignación presupuestaria por mecanismos competitivos, dando lugar a una diferenciación
salarial entre los docentes, y promoviendo así la segmentación y la diferenciación en un
mercado académico, su impacto fue limitado. El programa fue asumido por la comunidad
universitaria como un aumento salarial encubierto, en un contexto de reducción
presupuestaria. Esto dio lugar a una práctica fetichista de la investigación –simulación y
tergiversación de los indicadores de publicaciones- con tal de cumplir con los objetivos
cuantitativos establecidos en los formularios, pero no tuvo un impacto significativo sobre la
práctica de la docencia y la investigación (Chiroleu, 2001, p. 14).
Con el propósito de alcanzar estos objetivos, el PRES desarrolló una serie de programas, entre
los que se destacaron el Fondo para el Mejoramiento de la Calidad (FOMEC) y la Comisión
Nacional para la Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU). Ambos estuvieron
orientados por el nuevo tipo de relaciones que se pretendían impulsar entre el estado y las
universidades. El primero fue un fondo de asignación de recursos para la mejora de la docencia
por mecanismos competitivos, y la segunda supuso la introducción de un mecanismo de
evaluación de las universidades por parte del Estado.
La Ley de Educación Superior fue muy resistida por muchas de las universidades nacionales.
Éstas encontraban en la Ley, y en la CONEAU como organismo de evaluación, un
avasallamiento de su autonomía. El movimiento estudiantil, acompañado en muchos casos por
la conducción de las universidades nacionales –que eran gobernadas por rectores del partido
opositor al gobierno- se opusieron a la sanción de la LES. Varias universidades nacionales
10
Para un análisis crítico del giro sistémico en la educación superior, ver: Naishtat, Francisco, García Raggio, Ana
María, y Villavicencio, Susana (Comps.) (2001): Filosofías de la universidad y conflicto de racionalidades, Ed. Colihue,
Buenos Aires
interpusieron recursos ante la justicia reclamando la nulidad de la nueva legislación. La
Universidad de Buenos Aires obtuvo un fallo favorable a su recurso de amparo11, en el que se
declararon inconstitucionales ciertos artículos de la LES relativos a los planes de estudio, los
mecanismos de ingreso, la acreditación de carreras de grado, y que determinaban los alcances
de la autonomía universitaria. Este fallo determinó la constitución de un sistema de evaluación
y acreditación muy paradójico, donde la principal universidad del país no está obligada a
someterse al mismo, sino que tiene la libertad de presentar voluntariamente sus carreras a
evaluación. A pesar de la oposición inicial de las universidades nacionales, la CONEAU logró
institucionalizar la acreditación de las carreras de posgrado, así como la evaluación
institucional de las universidades y los terciarios, y de los proyectos de creación de nuevas IES.
Esto permitió una regulación por parte del Estado de la expansión de las IES privadas, las que
habían tenido una fuerte expansión durante el primer lustro de los noventa sin un adecuado
control estatal.
11
El fallo del Juez Ernesto Marinelli, del Juzgado Federal en lo Contencioso Administrativo, declaró
inconstitucionales el artículo 29, que determina los alcances de la autonomía universitaria; 42 y 43, referidos a los
contenidos de los planes de estudio; el 46, sobre el establecimiento del Ministerio como entidad acreditadota de las
carreras de grado; y el 50, referido al ingreso del alumnado.
Año Matrícula Total Sector Público Sector Privado
Fuente: Cálculos propios sobre anuario 2010, 2009, 2008 y 2007 de Estadísticas Universitarias, Secretaría de
Políticas Universitarias. URL:
http://www.mcye.gov.ar/spu/guia_tematica/estadisticas_y_publicaciones/estadisticas_y_publicaciones.html
En cuanto a las políticas científicas específicamente, la irrupción de las políticas de innovación
en Argentina comienza con la gestión Del Bello al frente de la Secretaría de Ciencia y
Tecnología (SECyT), quien se había desempeñado anteriormente como Secretario de Políticas
Universitarias. En 1996 comenzó un proceso de reorganización del sistema científico y
tecnológico. Entre los cambios institucionales más importantes se encuentran la creación de la
Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), el traspaso de la SECyT
nuevamente al ámbito del Ministerio de Educación, la creación del Gabinete Científico-
Tecnológico (GACTEC), y el Consejo Federal para la Ciencia y Tecnología (CoFeCYT) (en 1997).
Esta profunda reorganización institucional se enmarcaba dentro del ambicioso objetivo
general del “desarrollo y fortalecimiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e
Innovación” (Plan Nacional Plurianual de Ciencia y Tecnología 1998-2000, Argentina). El
gobierno elaboraba por primera vez desde 1971 un Plan en Ciencia y Tecnología, a la vez que
adoptaba el enfoque del Sistema Nacional de Innovación (SNI). El Plan buscaba promover la
interacción entre los agentes con competencias en la materia, modificar las reglas del juego en
la asignación de los recursos públicos a la investigación, promover planes estratégicos y
mecanismos de evaluación en los organismos públicos del área, y a inducir un mayor gasto del
sector privado a través del crédito fiscal a la investigación y el desarrollo tecnológico y de un
Programa de Consejeros tecnológicos para PyMES.
Observamos que desde un plano de análisis general, el Plan de Ciencia y Tecnología se insertó
en línea con el Programa de Reforma de la Educación Superior, ambos imbuidos en la lógica de
las denominadas reformas del estado de 2da generación. Luego de la primera generación de
reformas, donde el objetivo era la estabilización macroeconómica, la reducción del estado y el
saneamiento de las cuentas públicas, la segunda generación buscaba hacer al Estado no sólo
más chico sino más ágil y eficiente, en línea con los preceptos de la Nueva Gerencia Pública
(NGP). La introducción de esquemas de evaluación permanente del desempeño en la
administración pública, asociados a mecanismos de mercado en la asignación de recursos,
marcó el carácter del Estado Evaluador en lo que hace a educación superior, ciencia y
tecnología. En un plano más específico, la reorganización del sistema científico y tecnológico
buscaba, por una parte, vincular a los organismos públicos de investigación hacia al sector
privado e introducir mecanismos de mercado y de evaluación en la gestión que permitieran
aumentar la eficiencia de los mismos, y por la otra, aumentar la inversión privada en I+D. La
creación de la ANPCYT respondió a este diagnóstico. De acuerdo con Albornoz “el diseño de la
Agencia estuvo inspirado en la National Science Foundation de los EEUU, considerada como un
modelo flexible, dotado de gran capacidad de financiamiento. Este cambio de enfoque en el
campo de las políticas públicas para la ciencia y la tecnología es, sin dudas, indisociable de los
cambios que se produjeron, tanto en la escena internacional, como en la propia percepción de
algunos actores pertenecientes a la sociedad local” (Albornoz, 2007, p. 201). El énfasis de las
políticas públicas pasó de la ejecución y la provisión de servicios de I+D por parte del Estado, a
la promoción de la I+D en el sector privado y en el sector público a través de mecanismos de
mercado. La Agencia creó dos instrumentos, el FONCYT y el FONTAR. De acuerdo a lo
establecido en el Plan12, el objetivo del FONCyT era la promoción de la generación de
conocimiento por parte de grupos de investigación científica y tecnológica cuyas actividades se
desarrollan en instituciones públicas y privadas sin fines de lucro, mediante el otorgamiento de
subsidios a proyectos que cumplan con ciertas condiciones de calidad y pertinencia. Mientras
que el objetivo del FONTAR era la financiación de proyectos que tienen como finalidad la
innovación y modernización tecnológica en el sector privado. El FONCYT ha sido un
12
Plan Nacional Plurianual de Ciencia y Tecnología 1998-2000, Capítulo 3. URL:
http://www.mincyt.gov.ar/planplur/capplan3.htm
instrumento clave en la introducción del concepto de pertinencia en la investigación
universitaria. El equívoco concepto de la pertinencia ha funcionado como un significante
flotante invocado para respaldar cuestiones muy diversas. Sin embargo, la pertinencia ha
tenido un anclaje específico en las políticas universitarias y científicas de este período, donde
la preocupación ha estado puesta en articular a la universidad con el medio económico y social
en el sentido de la creación de conocimiento e investigación útiles, y títulos universitarios
acordes a las necesidades del mercado de trabajo. No se trata acá de negar la importancia de
que la universidad se articule con, y responda a, la sociedad que la sostiene. Por el contrario,
se trata de poner en evidencia la performatividad que el concepto de pertinencia ha tenido en
la política universitaria contemporánea. Para un análisis crítico del concepto de pertinencia ver
Naishtat (2006).
Con la llegada al poder del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en 2007 fue creado el
Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT), designándose a Lino
Barañao, hasta entonces Presidente de la ANPCYT, al frente del nuevo Ministerio. La creación
por primera vez de un Ministerio de Ciencia y Tecnología (e Innovación Productiva) fue
celebrada por la propia comunidad científica como un indicador del otorgamiento de mayor
prioridad política a la actividad científica, a la vez que supuso la integración al gabinete
nacional de un Ministro de ciencia, tecnología e innovación. En cuanto a la organización
institucional, supuso la separación de la política universitaria de la investigación científica, ya
que la Secretaría de Políticas Universitarias continuó estando en la órbita del Ministerio de
Educación. Recientemente el MINCYT ha elaborado un Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e
Innovación con lineamientos para el período 2012-2015 (MINCYT, 2012). Entre sus objetivos
declarados se destaca el fortalecimiento institucional, la mejora de la dotación de recursos,
infraestructura y aprovechamiento de los instrumentos de políticas, y el fortalecimiento de la
articulación y coordinación entre el sector público, con el sector privado, y a nivel territorial. El
Plan identifica tres plataformas tecnológicas de propósito general prioritarias (Nanotecnología,
Biotecnología y Tecnologías de la Información y la Comunicación), y 6 áreas prioritarias
(Agroindustria, Ambiente y Desarrollo Sustentable, Desarrollo Social, Energía, Industria, y
Salud).
0 0,00%
1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
El gráfico 1 presenta los valores de la inversión en I+D, tanto en porcentaje del PBI, como en
dólares medidos según la paridad del poder de compra (PPC). Es posible observar que luego de
que la inversión en I+D cayera al 0,39% del PBI en 2002, comenzó un paulatino proceso de
recuperación hasta alcanzar en 2004 los valores de gasto previos a la crisis y a partir de allí
aumentar hasta alcanzar el 0,62% del PBI en 2010, el último año con datos disponibles. Si se
analiza la inversión medida en dólares PPC también se aprecia que la misma cayó en 2002 a los
niveles históricos más bajos de la serie y que a partir de entonces comenzó un proceso de
recuperación que es aún más marcado que cuando es medido como porcentaje del PBI. La
inversión en I+D en valores corrientes tuvo un crecimiento de 478% entre los años 2003 y 2010
lo que permitió que su participación respecto al PBI alcanzase un incremento del 51%.
Mientras que el crecimiento de la inversión en I+D medida en precios constantes aumentó un
148% (MINCYT, 2011). El recurrente15 objetivo de alcanzar el 1% del Producto en inversión en
I+D fijado en el Plan Estratégico Bicentenario no fue alcanzado, lo que señala la dificultad para
para traccionar la inversión del sector privado. Si bien aumentó la inversión privada en I+D en
términos absolutos, lo hizo con menor intensidad que el aumento de la inversión pública que
fue sostenido a lo largo del período. Por lo que a partir de 2005 se redujo la participación
relativa de las empresas en la inversión en I+D nacional
15
El objetivo de alcanzar el 1% del PBI en gasto en I+D también había sido fijado en el Plan Nacional Plurianual de
Ciencia y Tecnología 1998-2000 elaborado por la gestión Del Bello en 1996 y nunca fue logrado.
Brasil llega a las reformas de la educación superior y a la irrupción de las políticas de
innovación de la década de 1990 luego de recorrer un camino marcadamente distinto al de la
Argentina. Probablemente la característica que más diferencia a la experiencia brasileña de la
argentina en lo que hace a las políticas de ciencia y tecnología es la continuidad que han tenido
las políticas brasileñas. Hasta mediados de la década de 1990, no hubo grandes
modificaciones en los enfoques que asumía la política científica brasileña. Desde 1986 hasta
1996 la ciencia brasileña se benefició de dos grandes préstamos del Banco Mundial, el
Programa de Apoio ao Desenvolvimento Científico e Tecnológico (PADCT I e PADCT II), con
financiamiento por US$ 70 y US$ 150 millones respectivamente. El objetivo de estos
préstamos era fortalecer el desarrollo de RRHH en áreas prioritarias, así como la mejora en la
gestión y la toma de decisiones en política científica. Se esperaba que el programa resulte en
beneficios para el sector productivo; sin embargo, una evaluación hecha en 1997 por el propio
banco concluyó que fue mínimo el impacto en las empresas (Banco Mundial, 1997). De
acuerdo con algunos autores (Shwartzman 2008, p. 30), en los hechos los recursos del
préstamo del Banco Mundial fueron utilizados para mantener, de forma precaria, la estructura
de posgrado e investigación creada durante la década de 1970, cuyos recursos sufrían la
inestabilidad generada por la inflación y la desorganización del gobierno federal durante los
ochenta.
La llegada del Partido de los Trabajadores al gobierno federal en 2003 por primera vez supuso
un cambio importante en la orientación política del gobierno brasileño. Sin embargo, en el
campo de las políticas de ciencia y la tecnología y educación superior, primó el continuismo
característico de las políticas brasileñas en este campo. Continuismo con respecto al corpus de
políticas y al entramado institucional construido hacia fines de la década de 1960 y principios
de la del setenta, como así también con respecto a las reformas introducidas durante el
gobierno de Cardozo en la década del noventa. Si bien se fomentó el fortalecimiento de las
universidades federales, y la ampliación del acceso a los sectores de bajos recursos, varios
autores señalan la continuidad de las principales tendencias sistémicas en educación superior
(Chiroleu, 2006, De SouzaLima, 2011, Unzué, 2012). En 2007 el Gobierno Federal implementó
el Programa de Apoio a Planos de Reestruturaçao e Espansâo das Universidades Federais
(Reuni) (Decreto nº 6.096 de 2007), un programa destinado a apoyar la ampliación del acceso y
de la matricula en las universidades federales. Este programa consolidó políticas en esta línea
de acción que se venían llevando a cabo previamente. Esta política ha causado preocupación
en los sectores universitarios más involucrados con la investigación y el posgrado, frente al
temor que las reformas impliquen tener que dedicar cada vez más tiempo y recursos a un
número creciente de estudiantes de grado (Schwartzman, 2007, pp. 33-34). Esta situación
manifiesta la tensión existente entre los actores privilegiados del modelo de universidad y de
sistema científico implantado en Brasil y las reformas tendientes a ampliar el acceso al sistema
universitario.
Fuente: Datos del Censo 2004 y de INEP 2005, citado en Lobo (2006), y elaboración propia en Base a Censo de
Educación Superior 2010 INEP. URL: http://www.inep.gov.br/superior/censosuperior/
0,90% 1,00%
20000
0,80%
15000
25934 0,60%
23165 24197
10000 20700
15373 17134 0,40%
12483 13266 13078 13158 13433
5000 0,20%
0 0,00%
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
El gráfico 2 muestra el aumento de la inversión brasileña en I+D, que pasó de 15.890 millones
de dólares en 2000 a 25934 millones en 2010, medidos según la paridad del poder de compra
(PPC) (lo que reduce la magnitud del aumento por la apreciación de la moneda brasileña en
este período). Como porcentaje del PBI la inversión aumentó desde el 1,02% en 2000 hasta el
1,16% en 2010. El análisis comparativo de la inversión brasileña muestra que la ciencia y la
tecnología cuentan con significativo mayor apoyo presupuestario por parte de los agentes
públicos y privados en el socio grande del MERCOSUR que en el socio rioplatense.
En cuanto a las políticas de ciencia y tecnología durante este período, se sancionaron durante
la década del 2000 dos instrumentos legales cuyo objetivo era promover la articulación entre
el sistema de ciencia y tecnología y el sector productivo. La Ley de Innovación (Ley nº 10.973,
del 20 de diciembre de 2004) buscó facilitar la realización de investigaciones orientadas hacia
la empresa por parte de investigadores en instituciones académicas. Al año siguiente, se
sancionó una reforma tributaria cuyo objetivo era otorgar incentivos fiscales a las empresas
que invirtieran en innovación (Ley 11.196 del 21 de noviembre de 2005). No obstante, algunos
analistas sostienen que ambas leyes han tenido problemas en su implementación, no habiendo
logrado resultados significativos en su puesta en marcha (Shwartzman, 2008, p. 31).
Conclusiones
Las políticas universitarias y de ciencia y tecnología argentinas y brasileñas han constituido dos
experiencias marcadamente distintas desde sus orígenes. Desde mediados del siglo pasado,
las experiencias de cada país profundizaron sus diferencias, constituyendo prácticamente dos
modelos polares en muchos aspectos. Es posible encontrar en el segundo lustro de la década
de 1960, y casi toda la década de 1970, el período histórico que profundiza las diferencias en
las trayectorias argentina y brasileña en educación superior y ciencia y tecnología. La Argentina
había alcanzado un grado de modernización de su estructura social y de su sistema de
educación superior -que se constituía en un emblema de la movilidad social ascendente-, a la
vez que había logrado un temprano desarrollo de su sistema científico-tecnológico, que no
tenían correlación en Brasil hasta entrada la década de 1960. En el país lusoparlante sucedió lo
contrario. Las universidades, y el sistema científico en general, tuvieron un surgimiento más
tardío, pero tuvieron un desarrollo mucho más rápido y fuerte a partir de mediados del siglo
XX (Lovisolo, 1996). Si en Argentina la universidad era símbolo de movilidad social ascendente,
inclusión social y construcción de ciudadanía, en Brasil la universidad era el mecanismo de
reproducción de la elite política y económica.
16
En el plano político, las diferencias entre los tipos ideales formulados por Lovisolo pueden ser leídos a partir de la
clásica distinción entre ciencia y política como principios de saber y poder planteada por Max Weber en su
conferencia “La ciencia como vocación” editada en el “El político y el científico”, Alianza, Madrid.
civiles y militares- apoyaron el desarrollo de un sistema universitario de elite, con un fuerte
apoyo al posgrado y a la investigación, como parte constitutiva del modelo de desarrollo. Las
diferencias entre ambos países también pueden ser analizadas a partir de los distintos
mecanismos de coordinación que emergieron a partir de esta configuración histórica.
Utilizando la terminología propuesta por Burton Clark (1996) para clasificar los mecanismos de
coordinación, el caso argentino respondería a una coordinación en mayor medida por la
oligarquía académica, debido a los mayores grados de autonomía de la comunidad
universitaria y de investigación. Mientras que el caso brasileño respondería a un tipo de
coordinación basada en mayor medida en la autoridad estatal. Esta afirmación no supone
desconocer los períodos de avasallamiento de la autonomía durante las gobierno represivos en
la Argentina, ni la autonomía de la comunidad científica brasileña, pero la caracterización
permite dar cuenta de ciertos rasgos que han permanecido a lo largo de los distintos períodos
y explican algunas características de la implementación de las políticas públicas en este campo
en la actualidad.
Desde una perspectiva de análisis distinta, de carácter más estructuralista, Suárez explica en
un clásico trabajo las diferencias entre las comunidades de profesionales y universitarios de
Argentina y Brasil a partir de dos variables estructurales: modernización e industrialización. De
acuerdo con esta interpretación, Brasil logró un temprano progreso en la industrialización de
su economía que no fue acompañado al mismo ritmo por la modernización de la sociedad, lo
que derivó en la conformación de una sociedad dual. Esta dualidad se manifiesta en las
tensiones que expresa su sistema de educación superior. El que presenta un muy bajo acceso
por parte de la población, que se manifiesta en la baja tasa de escolarización, a la vez que
convive con un sofisticado sistema de posgrado e investigación en las universidades. El modelo
de sociedad elitista se plasma así en un sistema universitario para la elite. Siguiendo a la
interpretación de Suárez, la Argentina recorrió un camino prácticamente opuesto. Se trató de
una sociedad que se modernizó tempranamente, pero que no logró profundizar la
industrialización de su economía a un nivel que pudiera satisfacer las demandas de una
estructura social moderna. El sistema de educación superior de amplio acceso, masivo,
público, de fuerte tradición democrática en su gestión, y con una fuerte misión social, es
expresión de las características de esta sociedad. Pero también lo son el ser un sistema de bajo
costo, con salarios e inversión en infraestructura relativamente bajos, con poca articulación
con el sector productivo, y con un prácticamente nulo desarrollo del posgrado hasta entrada la
década de 1990. Albornoz (2007) analiza el proceso de institucionalización, desarrollo, y
posterior repliegue de la ciencia en Argentina. El autor analiza el proceso de masificación de las
universidades, y su efecto en la práctica científica, donde según los últimos datos disponibles
sólo el 12,81% de los docentes de las universidades nacionales cuentan con dedicación
exclusiva (Anuario de Estadísticas Universitarias, 2010). Albornoz señalaba que si bien la crisis
de financiamiento ha sido un rasgo general de la ciencia argentina, ha sido particularmente
severa en los centros universitarios dedicados a la investigación (Albornoz, 2007, p. 215). Estas
características no impidieron que a lo largo de este medio siglo se consolidara una comunidad
científica en ciertas disciplinas, como el complejo biomédico, que logró su consolidación
institucional en el marco del CONICET, y alcanzó niveles de excelencia internacional, expresada
emblemáticamente por los premios Nobel en esta área del conocimiento. De acuerdo con
Albornoz, este éxito es interpretable como expresión de los niveles de modernización de la
sociedad y no de su nivel de desarrollo económico industrial. El hecho que los senderos de la
investigación científica y el desarrollo tecnológico transcurrieran por senderos muy separados,
es de acuerdo con el autor, también expresión de esta anomalía argentina, su temprana
modernización y su trunco desarrollo económico.
El análisis de las propiedades salientes del sistema científico de ambos países en la actualidad
muestra la consolidación de estos perfiles diferentes, como puede observarse en el Gráfico 3.
El sistema de ciencia, tecnología e innovación argentino se caracteriza por una relativa baja
inversión en I+D 0,62% del PBI en 2010 y una relativa alta cantidad de investigadores 2,88
investigadores equivalentes a jornada completa (EJC) cada 1000 personas de la población
económicamente activa (PEA). Esto resulta en una inversión por investigador EJC de U$S
83.610 anuales medida según la paridad del poder de compra (PPC), inferior a la brasileña. En
cambio Brasil presenta características casi polares. Se trata de un país con una alta inversión
en I+D para el contexto latinoamericano, 1,16% del PBI, y que cuenta con una relativamente
baja cantidad de investigadores para ese nivel de inversión, 1,36 investigadores EJC cada 1000
personas de la PEA. Lo que resulta en una inversión PPC por investigador EJC de U$S 187.050
anuales17. El gráfico 3 representa estos valores, indicándose la inversión en I+D como
porcentaje del PBI en el eje de las abscisas, la cantidad de investigadores EJC cada 1000
personas de la PEA en el eje de las ordenadas, mientras que la inversión PPC por investigador
EJC está representada por el área que ocupa cada burbuja.
Grafico 3: Inversión en I+D/PBI, Investigadores EJC /PEA, Inversión por investigador EJC en
Argentina y Brasil
17
La calificación de la inversión en I+D brasileña ó de la cantidad investigadores argentinos como alta es hecha en
términos relativos, de manera comparada entre ambos países. La comparación del caso argentino o brasileño con
los valores registrados por los países de la OECD permite observar que tanto la cantidad de investigadores
argentinos como la inversión en I+D brasileña son bajos en términos internacionales. Argentina realiza una inversión
en I+D como porcentaje del PBI del 0,62%, y Brasil del 1,16%. Estos valores son bajos si se los compara con lo que
invierten en I+D la media de de los países de la OCDE 2,26%, la UE-27 1,76%, los EEUU 2,62%, o incluso Australia
1,78% y Nueva Zelanda 1,16%, países ricos en recursos naturales al igual que la Argentina. Lo mismo sucede con la
cantidad de investigadores EJC cada 1000 personas PEA cuyo valor en la Argentina es de 2,88, Brasil 1,36, en la
media de los países de la OCDE es de 7,3, en la UE-27 6,0, en EEUU 9,6, en Australia 8,4, y en Nueva Zelanda 10,5.
Fuente: OCDE “Main Science and Technology Indicators 2008”, RICYT “El Estado de la Ciencia 2009”. Datos de 2006
o último año disponible.
3,50 0,62%; 2,88; 83,61
Argentina Brasil
Los datos representados en el grafico anterior muestran los perfiles prácticamente polares de
ambos sistemas. La baja inversión en I+D y la alta cantidad de investigadores del sistema
científico argentino se corresponde con las características de un sistema basado
principalmente en organismos de investigación del sector público y un sistema universitario
masivo, de amplio acceso y un presupuesto relativo bajo. Asimismo se caracteriza por una
exigua participación del sector privado en la financiación y ejecución de actividades de I+D.
Mientras que en Brasil la relativamente alta inversión en I+D y la baja cantidad de
investigadores puede ser explicada a partir de la configuración de un sistema científico y
tecnológico mejor financiado, articulado con la investigación en el nivel de posgrado en
universidades públicas de elite. Asimismo, se caracteriza por la presencia de empresas mixtas
públicas y privadas con ejercen una importante demanda de I+D para el contexto
latinoamericano. Como fue señalado antes, el sistema de educación superior brasileño se
caracteriza por contar con universidades públicas volcadas a la investigación, basadas en
fuertes posgrados bien financiados, que cuentan con centros de I+D con importante inversión
en infraestructura. Estas características son la contracara del bajo nivel de acceso del sistema
de educación superior brasileño, donde la demanda de los sectores de menores ingresos es
atendida por universidades privadas de baja calidad dedicadas exclusivamente a la docencia.
La baja tasa bruta de escolarización del sistema brasileño, a pesar de la ampliación llevada a
cabo desde mediados de la última década, es uno de los elementos que explican la baja
cantidad de investigadores con respecto a la población, si se considera que la principal vía de
acceso a la carrera académica es a través de los becarios y ayudantes de investigación
reclutados entre los estudiantes. Esta configuración se cristalizó a partir de las reformas
implementadas en Brasil a partir de 1968 y consolidadas durante la década de 1970. Pareciera
que las características sistémicas no habrían de ser modificadas substancialmente durante las
décadas posteriores.
Los sistemas de ciencia, tecnología y educación superior de los dos grandes socios del
Mercosur presentan características prácticamente opuestas. En este sentido, los perfiles de los
sistemas de ciencia, tecnología y educación superior no pueden ser comprendidos por fuera de
los procesos de modernización e industrialización vividos por ambas sociedades, y si no es en
referencia al particular modelo de universidad y de intervención de la comunidad científica
llevado a cabo en cada país. Como ha sido señalado por la literatura de variedades de
capitalismo, el sendero de eventos históricos así como la configuración de instituciones
económicas, políticas y sociales enraizadas en los países dan forma al perfil de los sistemas
nacionales de producción e innovación (Amable et al., 2008; Hall & Soskice, 2001; Ross
Schneider, 2008). Este artículo ha presentado un breve recorrido histórico a través de las
distintas etapas que configuraron a las políticas de educación superior y ciencia y tecnología
con el objetivo de ayudar a comprender los distintos senderos de desarrollo transitados por los
sistemas científicos y tecnológicos de ambos países. Estos recorridos configuran tanto las
amenazas como las oportunidades que marcarán el desarrollo futuro de las instituciones de
investigación de ambos países. Donde cuestiones como la articulación con el medio económico
y social, las respuestas a las demandas sociales, el acceso a la educación superior, y la
transferencia al sector productivo seguramente estarán entre los temas que configuren la
agenda de las políticas públicas para el sector.
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