Está en la página 1de 7

LA PALABRA DE DIOS ES AUTORITATIVA PARA LA CONSEJERÍA DE CRISTIANOS

AYUDÁNDOLE A LA GENTE CON VIDAS QUEBRANTADAS.

El problema básico de la humanidad es el pecado (Romanos 3:9-18; Romanos 5:12; Efesios


2:1-3). Este problema del pecado incluye nuestra falta de madurez, nuestra
desobediencia, nuestra falta de conocimiento y nuestra debilidad (1 Tesalonicenses 5:14).
También incluye los problemas de pecado de otros, los cuales nos pueden afectar a
nosotros.

La solución para el problema del pecado del hombre se encuentra en la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios nos revela el mensaje del evangelio, de libertad del pecado, y nos dice
cómo podemos ser separados del poder del pecado (Salmos 119:9-11). También, la
Palabra de Dios nos revela cómo debemos responder al pecado en las vidas de otros
(Mateo 18:15-18; Gálatas 6:1-2; Efesios 4:31-32; 1 Pedro 4:8).

La Palabra de Dios es la única autoridad para el ministerio a las necesidades de la gente


porque la Palabra de Dios es Verdad (Juan 17:17) y las ideas de los hombres son
inadecuadas (Isaías 55:8-9; Proverbios 14:12; 1 Corintios 1:25; Colosenses 2:8-10). Es más,
Dios nos ha dado las Escrituras por el propósito de enseñar, de reprender, corregir e
instruir en justicia – o sea en el abandono del pensar y del comportamiento pecaminoso.
Por medio de Su Palabra, Dios nos molda al tipo de persona que Él desea que seamos. De
esta manera nos habilita para que funcionemos como Él desea que vivamos (2 Timoteo
3:16-17).

Dios es glorificado cuando confiamos en Él y le respondemos en obediencia. Cuando


ignoramos las instrucciones de Dios y buscamos las soluciones de los hombres en vez, no
solamente no trabajarán estas soluciones, sino que aún mucho más importante,
habremos reemplazado a Dios con el hombre, lo cual es realmente en error.

Presuposiciones iniciales:

1. La Palabra de Dios es inspirada e inerrante es la única fuente de autoridad por la cual


podemos conocer la verdad absoluta. Es totalmente suficiente para confrontar cualquier
situación.

2. Queda confirmado en 2 Tim 3:16–17

1
TEOLOGÍA—La doctrina acerca de Dios.

1. Dios es uno en tres.

2. Es el Creador.

EPISTEMOLOGÍA—La doctrina acerca del conocimiento.

(a) Dios define la realidad.

(b) Esta afirmación implica que ¡solo Dios puede ver el plan en su totalidad!

(c) Si queremos tener la mentalidad adecuada, debemos ver la realidad tal y como Dios la
ve y la define.

ANTROPOLOGÍA—La doctrina acerca del hombre.

(a) La creación de Dios.

I) Implica que el hombre no es un simple animal.

II) Implica que el hombre no es una víctima.

III) Implica que el hombre no es una deidad.

(b) No es autónomo

(c) Su corazón marca el camino. Y es aquí donde el cambio es necesario.

La doctrina acerca del pecado.

(a) El pecado tiene un aspecto hereditario.

(b) El pecado tiene un aspecto cotidiano.

(c) El pecado tiene un aspecto personal.

2
a) El ser humano está depravado:

(1) No puede hacer el bien por sí mismo (Rom 3:10–18).

(2) Su corazón es engañoso y sin remedio (Jer 17:9–10).

(3) Su meta en la vida es el egoísmo y hacer el mal continuamente (Gén 6:5).

b) El hombre fue creado para glorificar a Dios, pero por culpa del pecado, busca dares la
gloria a si mismo (Rom 3:23).

c) Un pecador es separado de Dios, y como resultado, buscará satisfacerse con la corriente


de este mundo (I Juan 2:15–17). Las implicaciones son pavorosas:

(1) Cristo no será visto como la única solución a las necesidades del hombre.

(2) Buscaremos obtener la plenitud prometida en otros sustitutos.

(3) Nos centramos en lo "sentido" más que en la necesidad "real"

La situación actual del pecado (2 Tim 3:1-13)

a) Existe una iniquidad generalizada (2 Tim 3:2-4)

b) Existe una hipocresía generalizada (2 Tim 3:5-7)

c) Existe una apostasía generalizada (2 Tim 3:8-9)

d) Existe una persecución generalizada (2 Tim 3:12-13)

¿Qué alternativa hay al pecado?

a) Puedes abandonarlo; muchos lo han logrado.

b) Puedes buscar ayuda en consejos de hombres.

c) Puedes buscar ayuda de Dios a través de su Palabra (2 Tim 3:15 - 4:2).

3
¿Por qué haces lo que haces? ¿Cómo debes ser? ¿Cómo puedes cambiar? El Creador del
hombre es quien nos explica quién es el hombre, su Palabra nos da la diagnosis autoritaria
del problema básico del hombre, y nos instruye en cómo podemos cambiar a la imagen de
Cristo (Romanos 8:28-29), el proceso que se denomina santificación progresiva.

Dios interviene. Lo malo es parte del escenario donde Él obra Sus maravillas. Sobre el
trasfondo oscuro, ocurre la revelación de Su Luz en Cristo Jesús.

Dios entra. Dios observa. Dios escucha. Dios sabe. Dios habla. Dios se involucra. Dios obra.
Empieza a cambiar lo que necesita ser cambiado. Por Su gracia llegamos a ser diferentes,
distintos de cómo hubiéramos sido por naturaleza, por la crianza, por el temperamento,
por hábito, por “instinto,” por las elecciones nuestras, o por nuestras circunstancias. Dios
hace la diferencia.

El cambio tiene que ser Bíblico. Es decir, que sea un cambio de acuerdo con el modelo de
Cristo y el fin principal del hombre, que es glorificar Dios. Sólo este tipo de cambio dura
para siempre. Cristo se dio a Sí mismo no tan solamente para salvarnos por la eternidad,
sino también para cambiarnos en la actualidad.

En la medida que entiendes cómo Dios te cambia, vas siendo capacitado para participar
activamente en el proceso.

La Biblia nos confronta con una realidad difícil de aceptar: el cambio que más se necesita
en nuestras vidas no es el cambio en nuestras situaciones y relaciones, sino en nosotros
mismos. Dios está más interesado en rescatarnos de nosotros mismos.

A veces estamos reñidos con nuestro sabio y amoroso Señor porque el cambio que Él
está obrando no es el cambio que deseamos. Nosotros soñamos con que Dios cambie las
cosas, mientras que Dios está obrando por medio de las cosas para cambiarnos a
nosotros.

¿Qué tipo de persona es la que Dios quiere que seamos? Él quiere que dejemos de ser
personas que “viven para sí mismas” y que seamos personas que son literalmente como
Él. Pedro lo dice de la manera más asombrosa: “…para que ustedes…lleguen a tener parte
en la naturaleza divina” (2P 1:4). ¡Este es el cambio real! ¡Mi naturaleza pecaminosa y
egoísta está siendo reemplazada por Su naturaleza divina!

Dios me está conformando a Su semejanza. En medio del lodo y la mugre de la vida, Él


está junto a mí, transformando radicalmente mi corazón por Su gracia, de tal manera que

4
soy capaz de pensar, desear, actuar y hablar en maneras congruentes con Quién es Él y Su
obra en la tierra. El cambio personal comienza a realizarse cuando mis sueños de cambio
comienzan a alinearse con los propósitos de Dios. Cuando dejo atrás mis objetivos
personales de comodidad y auto-realización, comienzo a anhelar a Cristo, deseando ser
más y más como Él cada día. Y al hacerlo, llego a estar más y más preparado para mi
destino final, la eternidad con Él. Antes de ocuparnos en cómo llegar allí, consideremos la
realidad de nuestro destino.

Un retrato de nuestro destino final

Para tener una visión completa de nuestro futuro, leamos Apocalipsis 7:9-17:

Nos evaluaremos a nosotros mismos usando las categorías bíblicas de las circunstancias o
pruebas, nuestros frutos, nuestro corazón (de donde provienen los frutos) y nuestro Dios,
además de la metáfora bíblica del árbol que representa a la persona. Estos componentes
son la base para las ocho preguntas del modelo:

Las 8 Preguntas:

1. ¿Cuáles son las Circunstancias? ¿Qué está sucediendo, ha sucedido, o sucederá (“la
presión”)?

Las circunstancias incluyen todos los detalles de tu vida que están fuera de tu control
directo, pero que te pueden afectar: los hechos o las palabras de otras personas a tu favor
o en tu contra, el clima, un automóvil que no funciona, enfermedades, un ser querido
enfermo, un aumento en los impuestos, la cantidad de trabajo que tienes, las creencias
populares en tu cultura, los prejuicios de tus vecinos o tu jefe; en fin, todo aquello fuera
de tu control a nivel global, nacional, o estatal; en tu iglesia, en tu familia, en tu lugar de
trabajo, las cosas buenas y las desagradables. Se incluyen también las enfermedades y
debilidades físicas cuando están fuera de tu control directo. Se pueden incluir también
factores del pasado y el futuro tanto como los del presente.

2. ¿Cómo estoy reaccionando mal ante estas circunstancias? ¿Cómo respondí mal?
¿Cómo seré tentado a responder mal? (malos frutos/espinos o pecados)

Hechos, emociones, palabras, actitudes, planes que reflejan nuestra reacción a las
circunstancias. Por ejemplo: envidia, devolver mal por mal, venganza, echar la culpa a
otros, escapismo, mentira, ira, etc…

5
3. ¿Qué me gobierna (deseos, expectativas, temores, creencias falsas) para que
reaccione pecaminosamente? Identifica los deseos dominantes específicos y creencias
falsas.

Aquí buscamos llegar a lo que motiva nuestra reacción a estas circunstancias específicas.
Usamos “el corazón” o “la raíz” para referirnos a lo que te impulsa a responder como lo
haces. Incluye lo que anhelas, las cosas por las que te preocupas, lo que esperas, exiges,
quieres, temes, o aquello en que confías. Cualquier cosa que domina tu corazón aparte de
Dios es un “ídolo” del corazón. En la Pregunta 3 intentamos discernir los ídolos o las malas
raíces del corazón que producen los malos frutos identificados en la Pregunta 2 (Ez 14:5;
Lc 6:43-45; Fil 4:1-3; 2P 1:4; Stg 1:14-15.

4. ¿Qué consecuencias malas cosecho de mis malos frutos? Se crean círculos de


necedad.

Tal y como Pablo lo menciona, aquello que el hombre siembra, eso cosecha. Los frutos
malos, en lugar de resolver los problemas, empeoran la situación. Nos dejan con el
problema original (circunstancia), además de las consecuencias de nuestros malos frutos.
Se crea un círculo o ciclo vicioso. En el Antiguo Testamento, el pacto que Dios hizo con el
pueblo de Israel incluía sanciones o maldiciones para la desobediencia.

5. ¿Quién es Dios? ¿Qué dice Dios que es relevante a estas circunstancias? ¿Qué
recursos provee para mí en esta situación?

La solución a nuestros problemas empieza con el Conocedor de corazones. Hay que


identificar las verdades bíblicas específicas acerca de Dios que necesitas saber en tus
circunstancias específicas de la Pregunta 1, con respecto al mal fruto que señalaste en la
Pregunta 2 y las raíces que identificaste en la Pregunta 3. Básicamente incluye detalles del
amor del Padre, la obra redentora del Hijo y el poder para cambiarte por medio del
Espíritu, Sus obras, Sus propósitos, Su carácter, Su ley, y Sus promesas.

6. ¿Qué deseos y creencias deben controlar mi corazón renovado?

Esta pregunta pide lo opuesto de la Pregunta 3. Habiendo identificado los malos deseos
dominantes y las creencias falsas de tu corazón (Pregunta 3) y lo que las Escrituras dicen
acerca de este problema (Pregunta 5), ahora debes precisar los buenos deseos y creencias
que deben dominarte en su lugar. ¿Están ausentes en tu corazón, o son más débiles que
los deseos idólatras y las creencias falsas? Pide a Dios que cambie tu corazón. La
transformación del corazón es lo que necesitamos.

6
7. ¿Cómo debo responder en estas circunstancias para honrar a Dios (Buenos frutos,
obediencia específica)? Hazlo ahora.

Un corazón transformado se reflejará más y más en los frutos correspondientes, las


buenas obras que fueron hechas de antemano, para que anduviéramos en ellas (Ef 2:10).
Esta pregunta pide lo contrario de la Pregunta 2. Es más fácil identificar nuestros pecados
de comisión, es decir, lo que no debemos hacer; pero necesitamos identificar las buenas
obras que sí debemos hacer en la circunstancia específica que identificamos en la
Pregunta 1.

8. ¿Cuáles son las consecuencias buenas de vivir en fe y obediencia (bendiciones, Pr


31:28-31; 2Co 9:6)? Estas crean círculos de gracia.

A diferencia del círculo vicioso de maldición, la transformación cristiana culmina en un


círculo de bendición que nos lleva a experimentar los buenos resultados de nuestros
buenos frutos y nuestra confianza y obediencia a Dios. En el Antiguo Testamento el pacto
de Dios con el pueblo de Israel también incluía la promesa de bendiciones debido a la
obediencia.

El Cambio es posible

Hemos visto que la imagen bíblica con las 8 Preguntas es una herramienta valiosa en la
evaluación que el consejero hace y la evaluación que el individuo cristiano hace de sí
mismo, guiado por el Espíritu Santo. Estamos examinando nuestras vidas como si lo
hiciéramos a través de una “cámara lenta” o bajo microscopio. Nos veremos en los
detalles de la vida y nos daremos cuenta de cuán apropiada es la Biblia. Veremos cómo
nos invita a arrepentirnos de manera específica (de hechos específicos, de deseos
dominantes específicos, etc.).

¿Puedes cambiar lo que quieras? La respuesta es un contundente “¡Sí!” porque el ser


humano es la imagen de Dios, con corazón activo, no pasivo. Bíblicamente, el corazón
activo es un concepto imprescindible, porque un corazón activo se puede cambiar. No
somos como los animales, meros productos del ambiente o de nuestros genes. No caigan
en el error de pensar que el corazón está programado y no cambia. ¡Cambio es
precisamente el campo de trabajo del Espíritu Santo!

También podría gustarte