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La solución para el problema del pecado del hombre se encuentra en la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios nos revela el mensaje del evangelio, de libertad del pecado, y nos dice
cómo podemos ser separados del poder del pecado (Salmos 119:9-11). También, la
Palabra de Dios nos revela cómo debemos responder al pecado en las vidas de otros
(Mateo 18:15-18; Gálatas 6:1-2; Efesios 4:31-32; 1 Pedro 4:8).
Presuposiciones iniciales:
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TEOLOGÍA—La doctrina acerca de Dios.
2. Es el Creador.
(b) Esta afirmación implica que ¡solo Dios puede ver el plan en su totalidad!
(c) Si queremos tener la mentalidad adecuada, debemos ver la realidad tal y como Dios la
ve y la define.
(b) No es autónomo
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a) El ser humano está depravado:
b) El hombre fue creado para glorificar a Dios, pero por culpa del pecado, busca dares la
gloria a si mismo (Rom 3:23).
(1) Cristo no será visto como la única solución a las necesidades del hombre.
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¿Por qué haces lo que haces? ¿Cómo debes ser? ¿Cómo puedes cambiar? El Creador del
hombre es quien nos explica quién es el hombre, su Palabra nos da la diagnosis autoritaria
del problema básico del hombre, y nos instruye en cómo podemos cambiar a la imagen de
Cristo (Romanos 8:28-29), el proceso que se denomina santificación progresiva.
Dios interviene. Lo malo es parte del escenario donde Él obra Sus maravillas. Sobre el
trasfondo oscuro, ocurre la revelación de Su Luz en Cristo Jesús.
Dios entra. Dios observa. Dios escucha. Dios sabe. Dios habla. Dios se involucra. Dios obra.
Empieza a cambiar lo que necesita ser cambiado. Por Su gracia llegamos a ser diferentes,
distintos de cómo hubiéramos sido por naturaleza, por la crianza, por el temperamento,
por hábito, por “instinto,” por las elecciones nuestras, o por nuestras circunstancias. Dios
hace la diferencia.
El cambio tiene que ser Bíblico. Es decir, que sea un cambio de acuerdo con el modelo de
Cristo y el fin principal del hombre, que es glorificar Dios. Sólo este tipo de cambio dura
para siempre. Cristo se dio a Sí mismo no tan solamente para salvarnos por la eternidad,
sino también para cambiarnos en la actualidad.
En la medida que entiendes cómo Dios te cambia, vas siendo capacitado para participar
activamente en el proceso.
La Biblia nos confronta con una realidad difícil de aceptar: el cambio que más se necesita
en nuestras vidas no es el cambio en nuestras situaciones y relaciones, sino en nosotros
mismos. Dios está más interesado en rescatarnos de nosotros mismos.
A veces estamos reñidos con nuestro sabio y amoroso Señor porque el cambio que Él
está obrando no es el cambio que deseamos. Nosotros soñamos con que Dios cambie las
cosas, mientras que Dios está obrando por medio de las cosas para cambiarnos a
nosotros.
¿Qué tipo de persona es la que Dios quiere que seamos? Él quiere que dejemos de ser
personas que “viven para sí mismas” y que seamos personas que son literalmente como
Él. Pedro lo dice de la manera más asombrosa: “…para que ustedes…lleguen a tener parte
en la naturaleza divina” (2P 1:4). ¡Este es el cambio real! ¡Mi naturaleza pecaminosa y
egoísta está siendo reemplazada por Su naturaleza divina!
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soy capaz de pensar, desear, actuar y hablar en maneras congruentes con Quién es Él y Su
obra en la tierra. El cambio personal comienza a realizarse cuando mis sueños de cambio
comienzan a alinearse con los propósitos de Dios. Cuando dejo atrás mis objetivos
personales de comodidad y auto-realización, comienzo a anhelar a Cristo, deseando ser
más y más como Él cada día. Y al hacerlo, llego a estar más y más preparado para mi
destino final, la eternidad con Él. Antes de ocuparnos en cómo llegar allí, consideremos la
realidad de nuestro destino.
Para tener una visión completa de nuestro futuro, leamos Apocalipsis 7:9-17:
Nos evaluaremos a nosotros mismos usando las categorías bíblicas de las circunstancias o
pruebas, nuestros frutos, nuestro corazón (de donde provienen los frutos) y nuestro Dios,
además de la metáfora bíblica del árbol que representa a la persona. Estos componentes
son la base para las ocho preguntas del modelo:
Las 8 Preguntas:
1. ¿Cuáles son las Circunstancias? ¿Qué está sucediendo, ha sucedido, o sucederá (“la
presión”)?
Las circunstancias incluyen todos los detalles de tu vida que están fuera de tu control
directo, pero que te pueden afectar: los hechos o las palabras de otras personas a tu favor
o en tu contra, el clima, un automóvil que no funciona, enfermedades, un ser querido
enfermo, un aumento en los impuestos, la cantidad de trabajo que tienes, las creencias
populares en tu cultura, los prejuicios de tus vecinos o tu jefe; en fin, todo aquello fuera
de tu control a nivel global, nacional, o estatal; en tu iglesia, en tu familia, en tu lugar de
trabajo, las cosas buenas y las desagradables. Se incluyen también las enfermedades y
debilidades físicas cuando están fuera de tu control directo. Se pueden incluir también
factores del pasado y el futuro tanto como los del presente.
2. ¿Cómo estoy reaccionando mal ante estas circunstancias? ¿Cómo respondí mal?
¿Cómo seré tentado a responder mal? (malos frutos/espinos o pecados)
Hechos, emociones, palabras, actitudes, planes que reflejan nuestra reacción a las
circunstancias. Por ejemplo: envidia, devolver mal por mal, venganza, echar la culpa a
otros, escapismo, mentira, ira, etc…
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3. ¿Qué me gobierna (deseos, expectativas, temores, creencias falsas) para que
reaccione pecaminosamente? Identifica los deseos dominantes específicos y creencias
falsas.
Aquí buscamos llegar a lo que motiva nuestra reacción a estas circunstancias específicas.
Usamos “el corazón” o “la raíz” para referirnos a lo que te impulsa a responder como lo
haces. Incluye lo que anhelas, las cosas por las que te preocupas, lo que esperas, exiges,
quieres, temes, o aquello en que confías. Cualquier cosa que domina tu corazón aparte de
Dios es un “ídolo” del corazón. En la Pregunta 3 intentamos discernir los ídolos o las malas
raíces del corazón que producen los malos frutos identificados en la Pregunta 2 (Ez 14:5;
Lc 6:43-45; Fil 4:1-3; 2P 1:4; Stg 1:14-15.
Tal y como Pablo lo menciona, aquello que el hombre siembra, eso cosecha. Los frutos
malos, en lugar de resolver los problemas, empeoran la situación. Nos dejan con el
problema original (circunstancia), además de las consecuencias de nuestros malos frutos.
Se crea un círculo o ciclo vicioso. En el Antiguo Testamento, el pacto que Dios hizo con el
pueblo de Israel incluía sanciones o maldiciones para la desobediencia.
5. ¿Quién es Dios? ¿Qué dice Dios que es relevante a estas circunstancias? ¿Qué
recursos provee para mí en esta situación?
Esta pregunta pide lo opuesto de la Pregunta 3. Habiendo identificado los malos deseos
dominantes y las creencias falsas de tu corazón (Pregunta 3) y lo que las Escrituras dicen
acerca de este problema (Pregunta 5), ahora debes precisar los buenos deseos y creencias
que deben dominarte en su lugar. ¿Están ausentes en tu corazón, o son más débiles que
los deseos idólatras y las creencias falsas? Pide a Dios que cambie tu corazón. La
transformación del corazón es lo que necesitamos.
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7. ¿Cómo debo responder en estas circunstancias para honrar a Dios (Buenos frutos,
obediencia específica)? Hazlo ahora.
El Cambio es posible
Hemos visto que la imagen bíblica con las 8 Preguntas es una herramienta valiosa en la
evaluación que el consejero hace y la evaluación que el individuo cristiano hace de sí
mismo, guiado por el Espíritu Santo. Estamos examinando nuestras vidas como si lo
hiciéramos a través de una “cámara lenta” o bajo microscopio. Nos veremos en los
detalles de la vida y nos daremos cuenta de cuán apropiada es la Biblia. Veremos cómo
nos invita a arrepentirnos de manera específica (de hechos específicos, de deseos
dominantes específicos, etc.).