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Objetivo del estudio: Ayudar a los jóvenes a identificar las tentaciones que se
les presentan. Que aprendan a enfrentarse a ellas con valor usando las
herramientas que Dios les ha dado (la Biblia, el Espíritu Santo, los hermanos
maduros en la fe, etc.).
Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha
llegado ya lo nuevo!
(2 Corintios 5:17)
Todos podemos recordar momentos en los que hemos dicho o hecho algo errado, algo
de lo cual nos hemos arrepentido después. Pero cuando la Biblia habla sobre el pecado
habla de algo más profundo que eso, algo que trae consecuencias eternas.
Desde el principio, Dios ha sido claro en cuanto a lo que podemos hacer y lo que no
(Génesis 2:16-17). En la Biblia, que es la Palabra de Dios, encontramos leyes explícitas
tales como los diez mandamientos. Dios ha dado esas leyes para nuestro beneficio.
Estas nos ayudan a actuar de forma correcta ante él y ante los demás, y a la vez nos
protegen de cometer errores que pueden traernos consecuencias terribles no solo en
nuestro día a día sino por la eternidad.
Y es precisamente así, con esa actitud de rebeldía, que comenzó todo ...
El hombre podía comer de todos los árboles del jardín del Edén menos uno: el árbol del
conocimiento del bien y del mal. Y fue precisamente de esa prohibición que se valió la
serpiente (el diablo) para tentar al hombre y a la mujer. Encontramos el relato en
Génesis 3:1-5.
La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor
había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es verdad que Dios les dijo que no
comieran de ningún árbol del jardín?
—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en
cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No
coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán”.
Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy
bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como
Dios, conocedores del bien y del mal.
(Génesis 3:1-5)
Tristemente, primero Eva y después Adán, escogieron desobedecer a Dios y hacerle caso
a la serpiente (el diablo). Este acto marcó la ruptura de la amistad especial que ellos
habían disfrutado con Dios hasta ese momento. El hombre cedió a su ambición de ser
como Dios menospreciando así la relación tan especial que había disfrutado hasta
entonces.
¿Qué significa eso para nosotros? Que ese acto de desobediencia abrió la puerta para
que el pecado formara parte de nuestras vidas. Desde entonces, todos hemos nacido
con la tendencia a desobedecer o hacer lo incorrecto delante de Dios.
Siempre podemos elegir y debemos hacerlo, pero esa tendencia forma ahora parte de
nuestro impulso natural. No nacemos con la culpa del pecado de Adán y Eva, pero sí con
una inclinación natural a desobedecer los mandatos de Dios. La Biblia llama a esta
tendencia nuestra naturaleza pecaminosa (Romanos 8).
Dios detesta el pecado porque crea una barrera de separación entre él y nosotros y nos
aparta de su voluntad.
La mano del Señor no es corta para salvar, ni es sordo su oído para oír. Son las
iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios. Son estos pecados los que lo
llevan a ocultar su rostro para no escuchar.
(Isaías 59:1-2)
¿Cuál es la solución?
Entonces, ¿qué sucede? ¿Hay solución para nosotros? ¡Claro que la hay! ¡Jesús! Tan
pronto el hombre pecó Dios comenzó a diseñar el plan para su redención.
Romanos 5:12 dice:
«Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del
pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque
todos pecaron».
(Romanos 5:12)
Pero luego, en Romanos 5:15 llegan las buenas noticias sobre la solución del Padre
celestial: ¡su infinita gracia manifiesta a través de Jesús!
Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues, si por la
transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la
gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos!
(Romanos 5:15)
El don o regalo de Dios para con nosotros es su gracia. Y esta, revelada a través de Jesús,
es mucho más grande y tiene mucho más poder que el pecado. Jesús, Dios encarnado,
vino al mundo para que todos podamos tener la oportunidad de recibir el perdón
por nuestros pecados. Él estuvo dispuesto a morir en la cruz y llevar nuestras culpas
para que a través de su sacrificio nosotros podamos tener vida eterna.
¿Qué tenemos que hacer para poder tener la certeza de su perdón y la vida eterna? Solo
necesitamos aceptar el sacrificio de Jesús como válido para nosotros pidiéndole perdón
por nuestros pecados y reconociéndolo como nuestro Señor y Salvador. Él ya obtuvo la
vida eterna para nosotros. Solo necesitamos apropiarnos de ese regalo aceptando que
Dios venga a ser Rey y Señor de nuestras vidas.
Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confiesas con tu boca que Jesús es el
Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo.
(Romanos 10:8b-9)
Romanos 3:23-24
... pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia
son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.
1 Juan 1:8-9
Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no
tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos
los perdonará y nos limpiará de toda maldad.
(1 Juan 1:8-9)
Romanos 6:23
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna
en Cristo Jesús, nuestro Señor.
(Romanos 6:23)
Juan 3:17
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por
medio de él.
(Juan 3:17)
1 Pedro 1:18-19
Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de
sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el
oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin defecto.
(1 Pedro 1:18-19)