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Daño a los pulmones: es posible que las personas expuestas a los plaguicidas
sufran una tos constante que no desaparece o sientan una fuerte presión en el pecho.
Estas pueden ser señas de bronquitis, asma u otra enfermedad de los pulmones.
Cualquier daño en los pulmones puede dar lugar al cáncer de pulmón. Si usted tiene
señas de daño pulmonar, ¡no fume! Fumar empeora la enfermedad pulmonar.
Hepatitis tóxica: es una enfermedad del hígado que afecta a las personas que están
expuestas a los plaguicidas. La hepatitis tóxica puede causar náusea, vómitos, fiebre
y piel amarilla, y puede destruir el hígado.
Los productos químicos pueden entrar al cuerpo de una mujer y luego aparecer en la
leche de pecho que da a su bebé. Son tantos los plaguicidas diferentes que se usan
en todo el mundo, que incluso en la leche de madres que nunca los han usado
aparece algún tipo de químico tóxico.
Sin embargo, incluso si cree que su leche de pecho podría tener plaguicidas, los
beneficios de dar pecho son muchos mayores que la posibilidad de daño por
plaguicidas en la leche. La leche de pecho es el mejor alimento para ayudar al bebé
a crecer sano y fuerte.
Una mujer expuesta a plaguicidas antes de estar embarazada puede sufrir un aborto
espontáneo o dar a luz a un bebé muerto a causa de la exposición previa.
La principal fuente de contaminación del ambiente por el uso de plaguicidas es el residuo que
resulta de su aplicación. Aunque su aplicación se restinga a zonas determinadas, su
dispersión es universal. Se han encontrado restos de plaguicidas incluso en locaciones tan
remotas como la Antártida.
Desde las aguas superficiales, estas sustancias tienden a ser absorbidas por pequeños
organismos llamados plancton entrando de esta manera en los niveles más bajos de la
cadena alimentaria. Como los animales superiores y los peces comen a estos pequeños
animales los contaminantes pasan a lo más alto de la cadena trófica.