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Heather Davis - Serie Never Cry Werewolf 01 - Never Cry Werewolf
Heather Davis - Serie Never Cry Werewolf 01 - Never Cry Werewolf
1
Heather Davis
Moderadora
Hanna
Traductoras
AndreaDeyanira Pilar
Angyyy lavii
LilikaBaez Lena Holoway
valentinacorrea kass
LadyScar Akira
PrisAlvS LadyScar
2
Didy
Recopiladora
Akira
Correctoras
Afrikazgz Akira
viqijb ladypandora
Juli_Arg MaryJane♥
Didy
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7 3
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Sobre la autora
Sometimes By Moonlight
Heather Davis
a luz de luna tiene poderes especiales. Incluso en Beverly Hills, donde todo
brilla sin importar si es real o falso, hay algo mágico sobre esa gran luna
llena. Puede hacerte actuar como loco, tomar un riesgo que nunca
considerarías a la luz del día, o incluso caer completamente de cabeza. La luz
de luna puede cambiar totalmente tu vida. Y todo comienza tan fácilmente.
Tú. Él. La luna. Estás frita.
Toma una noche iluminada por la luna, el pasado Abril, como ejemplo. El jardín 5
prácticamente brillaba con la magia de la luna. Lo sentía todo alrededor de mí,
envolviéndome.
El chico del momento era Josh Tilton, el superior de mi clase de artes del cuarto
período, viéndose oh-tan-delicioso en jeans y una camiseta gris. Completamente
bajo el hechizo de la luna, Josh se detuvo junto a uno de nuestros excelentes rosales
y arrancó un perfecto capullo blanco.
—Para ti, Shelby —dijo, su voz apenas sobrepasaba un susurro.
Era mucho más romántico que él compartiendo sus palomitas conmigo en el
Cineplex más temprano esa noche.
De hecho, era como el momento más perfecto que nunca, así que no le dije que mi
madrastra iba a enloquecer cuando notara la flor cortada. En cambio, olfateé la rosa
mientras miraba los ojos azules de Josh, brillando a la luz de la luna. La extasiada
sensación en mi estómago se intensificó. Pura magia.
—Así que —susurró—, ¿quieres ir al baile?
Um, eres súper lindo, ¡Duh! Tomé aire y dije:
—Eso sería tan…
Heather Davis
De repente, los aspersores silbaron.
—¡Mierda! —chillé.
Como idiota, me quedé allí a ciegas intentando batear lejos el agua hasta que Josh
me empujó a mí y a mi rostro fuera del tick-tick-tick del rociador, y nos pusimos al
cubierto debajo del árbol de naranjo que separaba el jardín del césped.
Agua fría goteaba de mi cabello, por mi espalda, pero estaba tan avergonzada por
mi baile del aspersor, que pretendí no importarme.
—Bueno, eso fue refrescante —dije con una risita forzada. Mi corazón martilleaba
en mi pecho, pero no sabía si era por la humillación o por la cercanía de Josh.
—Tu jardinero tiene perfecta coordinación de tiempo —dijo, rozando su pulgar
contra mi mejilla, limpiando el agua. Pequeñas gotas destellaron en sus pestañas
mientras miraba hacia mis labios. Oh, hombre. Quería besarme—. Entonces,
¿quieres?
Sabía que estaba hablando sobre el baile, pero estaba enfocada en sus labios.
—Duh. Digo, sí —murmuré.
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Y luego lo hizo. Se inclinó por un beso. Un beso por el cual estuve rezando desde el
primer día de primavera. Un beso que sabía que sería el más romántico por siempre.
—¿No entienden las señales? —La voz de mi madrastra serruchó a través de la
mágica luz de luna—. ¿O necesito traer la manguera?
Luces ardieron a la vida en todo nuestro alrededor, causando que Josh saltara atrás
un buen medio metro. Y mi madrastra, Priscilla, a quién mi padre llamaba Pan de
Miel, marchó directo hacia nosotros a través del césped empapado. Parecía no
importarle que el agua arruinara sus estiletes de gamuza.
—¡Aléjate del muchacho! —dijo.
—Debes estar bromeando —disparé de vuelta—. Estoy ayudando a Josh con sus
carteles para el lavado de autos de caridad.
—¿En la oscuridad? —El ceño de Priscilla se profundizó.
—Bueno, no estamos haciendo los carteles ahora, obviamente —dije.
Josh dio un paso hacia ella.
—Déjame explicarlo —comenzó.
Heather Davis
Priscilla sonrió levemente a Josh.
—Eso no es necesario. Veo exactamente lo que está sucediendo aquí. Romeo, puedes
salir a la carretera. Y Shelby, tú vienes conmigo.
En sesenta segundos exactos, Priscilla me tenía en la casa, sudando bajo una araña
de cristal que ahora me recordaba a la bombilla desnuda de una estación de policía.
En el muy ajustado vestido negro que había usado para cenar con mi papá, ella
rodeó la mesa del comedor como una experta interrogadora.
—Tu padre estará muy decepcionado —comenzó—. Esto es una clara violación a
las reglas de la casa.
Levanté la cabeza, escuchando. Sip. Los irregulares ronquidos de papá flotaban
hacia abajo desde del dormitorio principal de arriba.
Mi conjetura era que se había ofrecido como voluntaria para el servicio de guardia.
Después de todo, había tenido sus ojos sobre mí desde el momento en el que se casó
con papá el año pasado. Y mientras más miraba, más intentaba darle algo que
mirar.
—Esto es el colmo —dijo, apuntándome con una de sus uñas, larga como una daga 7
roja—. Tu padre claramente te dijo nada de citas. Punto. Una regla justificable
después del último incidente con el chico Sawyer.
Sí. El último incidente. Wes Sawyer. No necesitaba recordármelo. El sermón de dos
horas sobre confiar en la gente equivocada había sido suficiente. Y, en serio, ¿cómo
iba yo a saber que el Porsche pertenecía al vecino de Wes que estaba de vacaciones?
Él me había recogido para ayudarlo a estudiar para su final de biología porque
estaba a punto de reprobar la clase. Pero aparentemente eso no importaba para
nada después de nuestra parada para tomar aperitivos en el puesto de
hamburguesas In-N-Out. A los policías no les habían gustado las ventanas
empañadas del coche.
Tampoco a papá.
Me recosté hacia atrás en la silla del comedor y le di a Priscilla mi mejor mirada de
“adelante”.
—Sí. Gracias por eso. Wes ama esa academia militar. Aparentemente, él está
apuntando a ser cadete de honor este mes.
Los pesadamente pintados ojos de Priscilla se entrecerraron.
—Muy gracioso, pero dudo que alguna vez vuelvas a dar una vueltecita divertida.
Heather Davis
—Es muy temprano para decirlo. —Le dí mí mejor mirada malvada, pero ella,
siendo una completa profesional, me devolvió una dos veces más fea. El concurso
de miradas malvadas sólo terminó cuando ambas notamos a mi padre, en su bata y
zapatillas, bostezando en el umbral de la puerta.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó—. Shelby, ¿apenas estas entrando? ¿Qué hora
es?
—Son las doce y media —respondió Priscilla rápidamente.
—¿Llegas una hora tarde? —Papá rascó su cabello, que sobresalía en todos los
ángulos como el cabello de un científico loco. Normalmente, papá nunca recordaba
las cosas ordinarias: como peinar su cabello, comprar leche, llenar el tanque del
auto, o alimentar al pececito. Pero, desde su gran descubrimiento químico,
podíamos pagar a personas para que hicieran aquellas tareas sobre una paga diaria.
Bueno, excepto por lo de peinar su cabello.
—Hey, papá —dije, preparando mentalmente mi defensa—. Técnicamente, he
estado en casa por una hora. Estaba fuera en el jardín, pero estaba en casa.
Priscilla sacudió su cabeza.
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—Con un chico.
—Verás, papá…
—A la luz de la luna —añadió, lanzándole una mirada de complicidad.
Papá suspiró fuerte y largo.
—Shelby, hemos tenido esta charla.
Alcé una mano.
—Antes de que vayas allí, él no es nada como Wes. Josh es responsable, lo juro. Y él
realmente necesitaba mi ayuda esta noche.
—Shelby, no tienes que salvar al mundo a expensas de ti misma —dijo papá—. Tu
corazón está en el lugar correcto, pero a veces tus primeras impresiones sobre estos
chicos no son fidedignas. —Empujó una silla fuera de la mesa del comedor y se
sentó frente a mí.
—¿De qué estás hablando? Tengo excelentes instintos con las personas. —Gesticulé
hacia Priscilla con mi cabeza para decir hola-te-advertí-sobre-ella, pero papá me
ignoró.
Heather Davis
—No puedes continuar saltando con ambos pies y olvidar considerar las
consecuencias. Tienes que ser responsable. —Me estaba dando su cara científica. La
cuál siempre me hacía sentir como una clase de rata de laboratorio—. Se suponía
que estarías trabajando en sopesar los pros y los contras de tus decisiones.
—Lo hice, papá. Josh necesitaba algo de ayuda haciendo los carteles para el lavado
de autos de caridad del próximo fin de semana. Vamos a juntar dinero para un
refugio de animales.
Papá me frunció el ceño.
—¿E hicieron los carteles?
—Más temprano, sí. No pensé que fuese una gran cosa.
—¿Así que esto no fue como la vez que ayudaste a ese chico Sam con su papel de
Mark Twain?
Sacudí mi cabeza.
—Papá, en serio. No Mark Twain. Jane Austen.
Papá suspiró. 9
—A lo que me refiero es, ¿no estuviste en la casa de Josh sin supervisión? ¿Sus
padres estaban en casa?
—Uh… bueno…
Priscilla sacudió su cabeza.
—Vamos al problema real. Mentiste, Shelby. Nos dijiste que ibas a estar haciendo
posters con tus amigos y que luego irías al cine con Lauren.
—Ella estaba allí. Era un grupo de nosotros, papá. Y además, ni siquiera llegué a
decirte la mejor parte: Josh quiere que vaya al baile con él. ¡Josh Tilton! Él es como
el chico más inteligente de la escuela. Irá a Harvard o algo así, lo juro.
—Shelby —dijo Papá, puntuándolo con un largo suspiro y una mirada hacia Pan de
Miel—. No irás al baile. Temo que no puedo permitirlo. No después de las travesuras
de esta noche.
—¿Travesuras? Hacer carteles para perros sin hogar no son travesuras. —Papá me
dio una mirada dubitativa—. No es como las otras veces, ¿está bien? Por favor no
me saques el baile. Encontré este vestido genial en Fred Segal. Sería tan perfecto. —
Me imaginé en el vestido. Rosa pétalo y largo hasta el suelo, camuflaba totalmente
Heather Davis
mis piernas de cigüeña y hacía que mis pechos se vieran más llenos, lo cual era
enorme para mí. Cuando estás construida como una figura de palo, un vestido así
de bueno no es fácil de encontrar.
—Shelby, sólo estás en segundo año. Habrá otros bailes. —Priscilla se encogió de
hombros—. Y mientras estamos en el tema de la ropa, ese conjunto no es apropiado
para tu edad.
Mi boca cayó abierta. Estaba usando una camisola con un hombro de encaje y una
mini. Era para nada mezquina comparado con el guardarropa de Priscilla. Digo, si
quisiera ir toda escandalosa, tomaría prestado su escotado vestido de abrigo como
lo hice la vez que me colé en ese club en Sunset.
En todo caso, me vestía como mis amigos en la escuela. No éramos súper listos o
algo así. Definitivamente no éramos dramáticos o chicos de banda. Algunos de
nosotros jugaban en el equipo de fútbol, pero sobre todo íbamos de compras y
teníamos citas. Bueno, sobre todo mis amigos iban de compras y yo tenía citas.
Estábamos en el borde de la popularidad, el borde que el dinero siempre provee. En
ese borde particular tienes que ser consciente de la moda, pero no iba a convertirme
en un estereotipo de Beverly Hills. El hecho de que todavía era una morena lo
probaba totalmente. Pero supongo que Priscilla pensaba que debería vestirme como 10
una monja o algo así.
Priscilla saltó sobre todo mi silencio atónito.
—Tú debes presentarte a ti misma como una dama y…
—¿Por qué no te sientas, Pan de Miel? —dijo papá finalmente, callando a Priscilla.
A regañadientes se hundió en uno de los elegantes sillones tapizados.
—Shelby —dijo papá—, confiamos en que estarías donde tú dijiste que estarías, y
con quién dijiste que estarías. La confianza es algo frágil.
—¿Puedo decir algo? —Priscilla apretó sus dientes blanqueados, los cuales contra
el color rojo sangre de su lápiz labial hacia que se vieran como un vampiro listo
para alimentarse—. Toda esta situación es muy decepcionante. No puedo creer que
estés manipulando a tu padre así, Shelby.
¿Manipulando? Eso era interesante viniendo de ella. Priscilla era quién se había
arrojado sobre papá en la convención de cirujanos plásticos donde él estaba
revelando su milagrosa droga y luego manipuló nuestras vidas enteras.
Mi papá era realmente una persona sencilla, así que tal vez estaba muy
deslumbrado por la cirugía de senos de Priscilla y sus llamativas ropas para ver lo
Heather Davis
que realmente era ella. Desde que mi mamá había muerto hacía tres años, papá
había estado seriamente carente en el departamento de citas. Estaba maduro para la
búsqueda de oro y Priscilla lo sabía.
Menos de cuatro meses después de haberse conocido, justo cuando las acciones de
la compañía de papá se dispararon, haciéndolo el primer multimillonario en
nuestro vecindario Milwaukee, Priscilla lo había convencido de casarse con ella en
una boda enorme y de mal gusto apta para el canal E! Pero su mejor trabajo fue
convencer a papá de mudarnos lejos de mi vida y amigos a esta fortaleza en Beverly
Hills. Cuando pregunté por qué teníamos que irnos, papá me dijo que era porque
necesitábamos un comienzo fresco. Pero siempre creí que así Priscilla estaría más
cerca de su cirujano plástico.
—Es tarde —dijo papá, rascando su loco cabello también—. Deberías ir a la cama,
Shelby. Todos deberíamos.
Me encogí de hombros.
—Sí. Continuemos con esta discusión en la mañana. Recuerda, querido, tenemos
algunas opciones —dijo Priscilla, dándole a papá una mirada de complicidad. Antes
de que pudiera preguntar a qué venía todo esto, ella lo llevó por las escaleras a la 11
cama.
Fui dejada preguntándome a qué se refería con opciones. Desafortunadamente, no
pasaría mucho antes de que lo descubriera.
Dormí terriblemente esa noche. Mirando a escondidas a través de mi ventana, la
cara de la luna llena me mantenía despierta como una gigante esfera de reloj
iluminada. Una y otra vez, pensé en lo que Priscilla estaría planeando. Es decir, ellos
ya me habían quitado el baile. ¿Qué más podían hacer?
No era como si fuera una chica mala. Seguro, me quedaba fuera hasta tarde a veces,
pero eso era sólo porque no podía soportar estar alrededor de Priscilla,
especialmente cuando ella estaba lanzándose toda sobre papá. Y no necesitaban
continuar insistiéndome sobre salir con chicos. Tengo buenas calificaciones, así que
no era mi culpa que los chicos de la escuela quisieran ayuda y eso a veces
significaba que me distraía y perdía la noción del tiempo. No creí que había algo
malo con ayudar a alguien, especialmente a un chico lindo.
Para que conste, estaba intentando ser más responsable últimamente. Ahora sabía
que salir a escondidas de la casa para ayudar en un proyecto de historia de último
momento podía convertirse en una vuelta divertida. Me di cuenta que tutorando a
un corredor del equipo de fútbol a veces llevaba a ser atrapada besuqueándose en
la sección de referencia de la biblioteca. Lo entendí totalmente. Y ahora que estaba
Heather Davis
intentando seguir las reglas, un simple paseo a la luz de la luna lo había arruinado
todo.
¿Y qué sobre Josh Tilton? Dudaba que él estuviera en alguna clase de problema. Yo
fui la que tomó la responsabilidad por un chico que se atrevió a empujar las reglas
y hacerme romper mi toque de queda. La vida era tan injusta.
Priscilla y papá estaban en el patio de piedras tomando el desayuno cuando
finalmente bajé las escaleras la mañana siguiente. Contra el terciopelo verde del
césped detrás de ellos, se veían como en una foto de pareja perfecta, justo debajo de
sus ropas de tennis de lujo. Ni siquiera había cepillado mi cabello.
Caminé silenciosamente hasta la mesa y me dejé caer en una de las sillas de hierro
blanco.
—Ahí está mi dormilona —dijo papá.
Le di una media sonrisa. No me había llamado “dormilona” en un largo tiempo.
—Ahí tienes —dijo, pasándome un vaso del recién exprimido jugo de naranja que
había servido de la jarra de cristal de la mesa.
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Priscilla bajó su revista de moda y me dio una sonrisa superficial.
—Buen día, Shelby.
—Hola. —Tomé un sorbo del jugo y alcancé un trozo de pan tostado.
Papá me pasó la mermelada de fresas sin que siquiera la hubiera pedido. Unté mi
tostada con ella, y luego me detuve. Estaba muy tranquilo. Y todos estaban siendo
demasiado amables. Era raro.
—Muy bien. ¿Qué está sucediendo? —dije, soltando mi tostada y cuchillo.
Papá aclaró su garganta.
—Pan de Miel y yo sentimos que necesitas un descanso.
—El verano está casi aquí, papá. Tendré un descanso de dos meses.
—No —dijo Priscilla, metiendo un mechón de su negro cabello detrás de una
oreja—. A lo que se refiere tu padre es un descanso de nosotros.
—Ah… hemos estado hablando de eso —dijo papá—, y sentimos que quizás algún
tiempo lejos con consejería y aire fresco sería ideal.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
Heather Davis
—¿Consejería?
Papá asintió.
—Un tiempo para pasar trabajando en ti misma.
—Sí —dijo Priscilla con una voz sedosa—. En un programa de un centro exclusivo
para adolescentes de primera clase.
Oh, mierda. Se refería a un campamento para malcriados. Recordaba las historias
en el colegio sobre los chicos que fueron enviados lejos de excursión a las montañas
por el verano en uno de esos programas de “primera clase”. Volvieron todos con
sus cerebros lavados, como personas totalmente diferentes. Estoy segura que eso es
justo lo que Priscilla estaba esperando.
Mientras yo sufría, ella calmadamente alcanzó su bolso de entrenadora y sacó una
pila de folletos lisos.
Los abanicó en la mesa en frente de mi padre y de mí.
—Mi favorito de estos es Red Canyon1, un instituto de construcción de habilidades
personalizado en el desierto de Utah.
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—Espera. Papá, ¿de verdad piensas que debería ir a un campamento para
malcriados? —No pude contener la furia de mi voz. Nadie nunca me había llamado
una malcriada. Ciertamente no mi papá, quién, hasta que Priscilla lo hubo
hipnotizado, había sido semi razonable.
—Necesito ser capaz de confiar en ti de nuevo. Algo de tiempo, alejados, puede ser
bueno. —Papá miro abajo a la mesa, como si estuviera avergonzado de regurgitar
la falsa razón de Priscilla—. Un campamento como éste tal vez ayude a enseñarte
algunas habilidades de vida, a darte algo de perspectiva.
—Gracias. Realmente se siente bien tener a tu propio padre lanzándote a los lobos
—dije, con total incredulidad de que él me estuviera vendiendo.
Papá sostuvo mi mirada por un momento, viéndose como si quisiera decir algo.
Esperaba que me dijera que esto era toda una mala idea y que sólo lo olvidara. Pero
no lo hizo. Me miró de una manera triste y cansada. Una manera que parecía decir
que él no sabía qué hacer conmigo. Dolía ver eso en sus ojos.
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Heather Davis
6 PDA: personal digital assistant (asistente digital personal) Es un ordenador de bolsillo, organizador
personal o una agenda electrónica de bolsillo.
Heather Davis
Los chicos detrás de nosotros abucheaban y se reían. Uno de ellos se inclinó hacia
delante. Era el chico rubio de la línea, el Brad Pitt de mis-ojos-entrecerrados.
—Siempre hay una en cada campamento.
Levanté mis cejas.
—¿Una qué?
—Una prima donna —dijo con un toque de sus labios que era casi una mueca de
desprecio.
—Oh-Kaay. —Le di una inclinación de cabeza y me recosté en el asiento.
—Cuidado con ese tipo —me susurró Ariel—. Charles Morton. Totalmente loco. Su
padre es dueño de siete periódicos sensacionalistas en todo el mundo. Hace unos
años, trató de comprar su salida del campamento Pinnacle Crest en Idaho con la
promesa de conseguir el número de celular de Reese Witherspoon al consejero.
Cuando eso no funcionó trató de huir. Lo encontraron haciendo autostop a lo largo
de la interestatal. Está totalmente fastidiado.
—Suena como uno. —Le di una pequeña sonrisa a Ariel, impresionada por cuán a
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la onda estaba—. El mundo de los campistas malcriados debe ser muy pequeño.
Ella asintió con la cabeza.
—Veo a algunos de los mismos chicos en el campamento cada año. Todos los padres
continúan desembolsando mucho dinero cuando estos estúpidos lugares no
funcionan. Probablemente seguirán enviándonos aquí hasta que nos vayamos a la
universidad.
Me preguntaba por qué seguían enviando a Ariel al campamento, pero no le
pregunté. Probablemente por alguna situación similar a la mía, madrastra malvada
tratando de arruinar su vida, o padres demasiado distraídos para importarle.
—Así que, ¿has estado en el campamento Crescent antes? —pregunté.
—No, pero está cómodo en comparación con el lugar en el que estaba el año pasado.
—La sonrisa élfica de Ariel se atenuó.
—¿De qué campamento estás hablando? ¿Era realmente tan malo?
—Red Canyon Ranch. Cada vez que digo su nombre la cicatriz de la picadura del
escorpión se enciende.
La miré parpadeando.
Heather Davis
—¿Campamento de botas calientes en el desierto? Tercer nivel del infierno, ¿no? —
dije, pensando que estaba bromeando, pero Ariel no se rió.
—Casi me mató el verano pasado —dijo ella con un estremecimiento.
La miré a los ojos para ver si hablaba en serio, y lo que vi allí me dio un escalofrío.
—Uh... mi madrastra dijo que si las cosas no salen bien aquí, iba a terminar allí —
dije.
La boca de Ariel se tensó.
—Confía en mí. Es horrible. La gente siempre te está gritando, dando órdenes,
haciéndote correr kilómetros en las dunas de arena.
—Así que el folleto no miente —dije.
—En realidad, obvia un montón de cosas —dijo Ariel—. Tienen este lugar de
confinamiento solitario llamado la Casa del Pensamiento. Me enviaron allí una vez
durante veinticuatro horas, porque había hecho mi cama de manera equivocada
por accidente.
—No es posible. 22
—Sin embargo, eso no fue lo peor, Shelby. Ellos tratan de derribarte y hacer de ti
una especie de robot.
Justo en ese momento el autobús se estremeció con el ruido del maletero cerrándose.
A medida que la limusina se alejaba, el señor Winters pesadamente subía los
escalones, junto con un chico, no el tipo de persona que uno pensaría que es lindo
de inmediato, pero definitivamente el tipo que te hace querer seguir mirando.
El cabello oscuro caía por su frente, y su piel verde oliva brillaba en la penumbra.
Era alto, con brazos largos. Una chaqueta de cuero, una remera negra de un
concierto, Levis desgastados, y botas de moto demostraban que era cualquier cosa
menos un deportista de muy buen gusto, como algunos de los chicos en el autobús.
Y él no había ido por el camino del color negro al igual que algunos de los chicos
góticos. Se puso de pie en el pasillo inmóvil, como si estuviera desafiando a alguien
a que se atreviera a decir algo.
Ah, sí. El rebelde hacedor-de-problemas común en todas las escuelas del que jamás
había oído hablar, y mucho menos había atendido.
El chico lindo malo con el que sales y destruye tu vida. No estaba impresionada.
Pero cuando se quitó las gafas de sol, me encontré mirando a los ojos profundos, de
color ámbar marrón.
Heather Davis
—Austin Bridges Tercero —susurró Ariel, dándole un poco de onda—. ¿Qué está
haciendo aquí?
—¿Qué? ¿No es un campista malcriado regular? —le dije.
Ariel negó con la cabeza.
—Nunca.
Jenna se inclinó sobre el pasillo.
—¿Lo conoces? —Brotó ella.
Ariel asintió.
—Su padre y su séquito se quedaron en nuestra casa de playa cuando estaban de
gira por el sur de California. Los conocemos, está bien.
—Oh, espera. ¿Bridges? ¿Ese es el hijo de aquel cantante loco, Burning Bridges? —
dije, arrugando la nariz.
Ariel y Jenna me miraron como si estuviera loca.
—Lo siento. He oído hablar de ellos, pero no me mantengo al día con secas y viejas
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estrellas del rock —le dije con un poco de encogimiento de hombros.
—Austin apareció en la portada de People hace tres meses con su padre —dijo
Jenna.
—Debo habérmela perdido —murmuré.
Los chicos detrás de nosotros dejaron escapar un grito mientras Austin buscaba un
asiento.
—¡Bailando en tu tumba! ¡Voy a estar bailando sobre tu tumba, querida! —
cantaron, masacrando la letra del último hit de Burning Bridges.
Austin miró por encima de ellos, haciéndolos callar enseguida.
—¿Tenemos un problema, muchachos?
Ooh. Alerta de acento británico. Me encantan los acentos. Me senté más recta para
asegurarme de no perderme ni una palabra.
Cuando el autobús se precipitó hacia delante, Austin deslizó su mochila del hombro
y tomó un asiento vacío unas cuantas filas delante de nosotras, con los ojos todavía
Heather Davis
puestos en los tontos detrás de nosotras. El resplandor era tan caliente ahora, juraba
que casi había visto humo elevándose.
—¿Y bien? ¿Lo tenemos? —dijo Austin.
Charles se volvió rojo.
—Tranquilo, hombre. Sólo estábamos cantando.
—Como a ustedes los yanquis les gusta decir, no dejes tu trabajo diario 7 —dijo
Austin con aspereza.
Hmm... dejé de ver, y volví a leer mi novela de bolsillo. Bueno, fingiendo leer al
menos, mis ojos estaban puestos en el cabello brillante de Austin Bridges III.
El campamento era ahora mucho más interesante.
Después de lo que pareció una eternidad, el camino pavimentado terminó, y el bus
se metió en un túnel de densos árboles perennes. Desde la ventana del autobús, era
tronco detrás de tronco todo lo que se podía ver hacia atrás. Marañas de zarzas de
bayas, helechos gigantes de aspecto prehistórico y matorrales achaparrados
llenaban algunos agujeros que había en el paisaje forestal. Saturado de verde y
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marrón en todas partes, era la mayor dosis de naturaleza que había visto desde que
nos habíamos mudado a California.
—Un bosque prohibido —dijo Ariel.
Estudié su expresión seria y dije:
—Está bien, sólo tengo que saber, ¿hablas élfico?
Ariel entrecerró sus ojos hacia mí.
—¿Qué?
—Nada. Es sólo que, quiero decir, ¿"un bosque prohibido”?
—Tú sabes —dijo Ariel—. Como en un cuento de hadas. Está oscuro y es peligroso.
El tipo de lugar al que uno va y nunca vuelve. O bien, vas allí y los árboles hablan y
hay criaturas mágicas.
—Uh-huh...
7No dejes tu trabajo diario (Don't quit your day job) frase típica que se usa para decirle a alguien que la cosa
que está haciendo no la hace muy bien.
Heather Davis
—Ahora crees que soy rara —dijo Ariel.
—No, no. Creo que tienes una gran imaginación —le dije—. Pero estoy bastante
segura de que son sólo maderas viejas y regulares.
Ariel lució indignada.
—De hecho, he oído que un niño salió corriendo y murió allí en el bosque hace
unos años.
—Probablemente ellos le dicen eso a los campistas para que no se escapen.
Ariel se encogió de hombros.
—Hay pumas en todo el noroeste del Pacífico. Por no mencionar los coyotes, osos
negros, incluso un oso pardo de vez en cuando. No quiero correr el riesgo.
Miré de nuevo el atuendo holgado, aún así divertido, de Ariel, muy al estilo
Manhattan. No creo que vaya de paseo por la naturaleza muy a menudo. De hecho,
la mayoría de estos chicos no parecían del tipo campistas. Pero cuando uno va a
alguna parte de terapia, tal vez el camping es secundario.
—Ver cómo los árboles se extienden en el horizonte —dijo Ariel en voz baja—. Es 25
como otro mundo.
—Sí, tal vez…
De repente, el autobús se desvió violentamente. Varias chicas y algunos chicos,
gritaron. El señor Winters, a quién apenas podía oír por encima de los chicos que
interrumpían a los que estaban gritando, habló por el altavoz.
—Amigos, el autobús tiene una rueda pinchada. No hay razón para alarmarse.
Regresen a sus asientos. Mantengan la calma.
—Mantengan la calma —murmuró Ariel mientas el autobús salía cojeando del
camino—. Siempre les dicen eso a los campistas malcriados, pero nadie lo hace.
Una hora más tarde, seguíamos atrapados aún en nuestros asientos, esperando
algún mítico autobús de reemplazo. El ambiente era apenas por encima del nivel
motín cuando una consejera alta con un vestido de flores y una guitarra rasgueaba
el último estribillo de una canción horrible sobre jamón frito.
El señor Winters, que había estado manejando las quejas durante cincuenta y nueve
de los últimos sesenta minutos, tomó el intercomunicador.
Heather Davis
—Está bien, campistas. Vamos a bajar del autobús para estirar las piernas mientras
esperamos —anunció—. Sólo cinco minutos, amigos. Y quédense cerca. No
queremos perder a nadie.
Afuera, la gente dejó caer sus mochilas al costado de la carretera cubierta de hierba.
Por supuesto, algunos chicos, e incluso a algunas chicas, se dirigieron hacia el
bosque a orinar, con Señorita-Guitarra y el señor Winters observando desde la línea
de árboles. Parecía bastante permisivo. Es decir, en cualquier momento un chico
podría…
—¡Hey! —Un grito sacudió las ventanas del autobús y rebotó en los troncos de los
árboles sin fin—. ¡Señor Winters! —Un chico nerd vestido con pantalones holgados
color caqui y un polo rosa de gran tamaño saltó de entre los árboles—. ¡Un chico se
fue corriendo hacia el bosque!
Winters estaba a punto de dejar caer el megáfono.
—¿Qué? ¿Dónde?
El soplón arrastró al hombre viejo en el bosque, señalando a lo lejos. Un montón de
chicos corrieron por encima de sus lugares cerca del autobús, a pesar de que el
señor Winter gritaba en el megáfono que se quedaran atrás. Señorita-Guitarra 26
cogió su instrumento, tratando de distraer a todos con otro coro de "jamón frito"
pero fue totalmente bombardeada.
Los chicos se alineaban en la entrada del bosque, tratando de ver lo que estaba
sucediendo.
Ariel y yo seguimos a Jenna a la línea de árboles, evitando el amontonamiento de
mochilas y vagos descansando, los cuales eran demasiado perezosos para llegar a
mirar boquiabiertos la perturbación.
Mientras llegábamos al final de la pradera cubierta de hierba, Austin salió de detrás
de un árbol.
—Hola otra vez —le dijo a Ariel. Entonces su mirada se movió hacia mí.
—Hey, Austin. Oh, ella es Shelby Locke —dijo Ariel—. Shelby, Austin Bridges.
Me dio una leve inclinación de cabeza.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Ariel.
La mirada de Austin se ensombreció.
Heather Davis
—Es un gran error. El nuevo manager de mi padre es un completo idiota —dijo—.
Entonces, ¿qué es todo este alboroto? ¿Alguien apartándose de la manada?
—Probablemente estaba tratando de escapar de las canciones horribles —le dije.
—¿Qué pasa? —Vince, el chico negro de muy buen gusto que había estado sentado
detrás de mí en el autobús, se unió a nuestro grupo de pie frente a Austin. Vince era
el hijo de un tipo, director de cine, del cual apenas había oído hablar.
—Sólo preguntándonos quién está jugando al gato y al ratón con el señor Winters
—dijo Jenna en un tono aburrido.
—Espera. —Vince se dio la vuelta y escrutó la multitud cerca del autobús, la
preocupación apareció en sus ojos marrones oscuros—. ¿Dónde está Charles? Ya
sabes, ¿ese chico flaco que estaba sentado a mi lado? —Él pasó una mano por su
nuca rapada—. Podría estar equivocado, pero no lo veo.
—Todo el mundo aléjese de los bosques —gritó Señorita-Guitarra—. Agarren sus
cosas y vuelvan a subir al autobús.
Empezamos a hacer eso, pero luego escuchamos a Winters gimiendo "Cha-arles" en
el megáfono y todos nos detuvimos. 27
Vince negó con la cabeza.
—Genial —dijo—. No quería estar en lo cierto.
—Probablemente sólo esté bromeando —dijo Jenna.
—No lo sé. Quizás. Hace un minuto él estaba allí junto a las mochilas —dijo
Vince—. Pensé que sólo quería conseguir un bocadillo o algo así, pero supongo que
se arrepintió.
La mirada de Austin se quebró al montón de cosas.
—Ese pendejo realmente se fue —dijo Vince con su boca apretada en una fina línea,
mientras Austin se acercaba a nuestras cosas.
Todos lo seguimos, y mientras todo el mundo agarraba sus cosas, Austin no tenía su
mochila. Eso era raro, porque juraba que había visto a todos poner sus cosas en un
solo montón.
—¿Está todo bien? —le pregunté.
Austin levantó la mirada hacia mí, y durante medio segundo me pareció ver algo
parpadeante en sus ojos, una expresión indescifrable.
Heather Davis
—Debe estar por aquí —murmuró.
En ese momento un estruendo resonó en el bosque. Agitando sus miembros, el
soplón tambaleó hacia atrás a través de los árboles, y luego cayó en un montón a
nuestros pies.
—Se ha ido —dijo, jadeando—. El señor Winters dijo... que vuelva... para evitar...
que me pierda.
—Gracias a Dios —dijo Jenna con sequedad—. No queremos que nada te pase a ti.
Austin se paseaba junto al grupo, visiblemente molesto. No lo había tomado por el
tipo que se preocuparía por otro chico, en especial uno que se había burlado de él
en el autobús, así que estaba un poco sorprendida.
En algún lugar en la distancia, el monótono patrón del megáfono de Winters
comenzó de nuevo.
—¡Cha-arles! ¡Cha-arles! —Era un sonido solitario que hacía que el aire pareciera
más pesado, el prado sombreado un poco más oscuro. Más allá del claro, el bosque
se alzaba enorme y siniestro, los árboles densos formaban un pabellón que
bloqueaba toda la luz solar. 28
Me estremecí.
—Les dije, probablemente sólo sea una broma. Ese chico probablemente tiene un
complejo de mártir o sólo está tratando de llamar la atención. Es tan juvenil —dijo
Jenna, sacudiendo la cabeza.
—¡Cha-arles! ¡Cha-arles!
Nos miramos el uno al otro. Nadie sonreía. Pensé en la cosa del bosque prohibido
de Ariel y casi sentí lástima por Charles.
Austin, por su parte, se había vuelto hacia el bosque, su cabello oscuro susurró en
la brisa ligera.
—Mi bolso —murmuró.
—¿Qué? —le pregunté.
Dio un paso hacia el bosque, y lo tomé del brazo.
—Sea lo que sea, sólo quédate aquí, ¿de acuerdo? —le dije.
—Shelby —dijo, encogiéndose de hombros lejos de mí—, no digas ni una palabra.
Heather Davis
Y antes de que pudiera detenerlo, corrió hacia los árboles.
29
Heather Davis
87-Eleven cadena multinacional de tiendas de comidas rápidas y suministros, con horario de atención las
24hs los 365 días del año.
Heather Davis
Le di la vuelta a un grupo de árboles de pino y miré hacia atrás en la dirección del
autobús. Debería volver. Pero había estado caminando por un rato. Incluso si el
autobús todavía estaba allí... estaba en tantos problemas. Pero tal vez si encontraba
a los chicos, redimiría mi escape. Y si salvaba al gordito señor Winters de una
segura inanición y del pánico de estar perdido en el bosque, tal vez me dejarían ir
con una advertencia. Decidí seguir adelante.
Recordando algunas de las cosas sobre rastreo que mi padre me había enseñado
cuando habíamos estado acampando, seguí palos rotos aproximadamente a la altura
de la rodilla y apresuré el paso en el camino de maleza. Parecía definitivamente
como si alguien hubiera ido por este camino. Pero después de un rato, el camino se
agotó. No podía ver si la persona se había ido, y no habían más ramitas rotas a
seguir. Frustrada, me detuve en el tronco de un cedro gigante, recuperando el
aliento.
Espera. Un sonido de agua corriendo. ¿Un arroyo? ¿Un río? Estaba dispuesta a
apostar que uno de los chicos se había dirigido hacia el sonido. Había que tener una
fuente de agua para sobrevivir en el desierto. Oh, hombre. ¡El sonido estaba
dándome ganas de mear! Traté de no pensar en ello y me abrí paso a través de los
arbustos y ramas de un árbol nudoso, contenta por la protección de mi camiseta.
35
Delante de mí, el camino continuaba a través de un matorral de moras. No parecía
haber una forma de cruzarlo. Iba a necesitar un gran palo para apartar las vides.
Dando la vuelta para buscar en los lados del camino, vi una posible rama. Di tres
pasos hacia adelante.
¡Snap!
Me quedé inmóvil, mirando hacia abajo. Ninguna rama debajo de mi pie. Alguien,
o algo, estaba cerca.
—¿Hola? —grité.
Unos pocos cuervos volaron por encima de unas ramas.
Dejé escapar un pequeño suspiro de agradecimiento. Aves. Volví a buscar un palo,
riéndome de mí misma por estar tan nerviosa. Entonces oí un gruñido.
Las historias de Ariel sobre el bosque prohibido pasaron por mi mente mientras
escaneaba los helechos, árboles de hoja perenne y arbustos delante. Santa mierda.
¿Y si tenía razón? ¿Y si algo estaba al acecho en los arbustos listo para saltar? Mi
mirada se trazó sobre el follaje denso, pero nada se movía. Dejé escapar el aliento
que había estado conteniendo.
Heather Davis
El gruñido empezó de nuevo, sonando más cerca.
Mierda. Algo me estaba siguiendo. Algo que pensaba que me veía deliciosa y no
sabía acerca de mis problemas de vejiga. Estaba tan muerta. Iba a hacer pis en mis
pantalones literalmente y morir. O iba a ser comida, lo que es totalmente peor.
Gruñó de nuevo, esta vez más significativamente.
Obligándome a mirar, giré la cabeza hacia la derecha. Los arbustos se mecían. Lo
que casi podía manejar, pero entonces algo marrón se lanzó entre dos troncos de
árboles enormes. Un animal. ¿Un coyote? ¿Un puma?
De repente, mi búsqueda de un palo parecía una buena idea. Un gran palo para
golpear a ese animal salvaje en la cabeza antes de que me destrozara. Sin apartar
los ojos de los troncos de los árboles, bajé mis manos tanteando por cualquier cosa
semejante a un palo. Mi mano derecha golpeó una rama suelta de corteza con el
grosor aproximadamente de un rodillo. Perfecto. Me levanté del suelo.
—¡Psst! No hagas ningún movimiento brusco —dijo una voz.
Me di la vuelta y vi al señor Winters. Un bolsillo delantero de sus pantalones cortos
de color caqui desgarrado, y dos arañazos goteaban sangre por una de sus 36
pantorrillas regordetas. Su rostro, ya pálidamente blanco, ahora se veía
positivamente drenado de color.
Se llevó un dedo a los labios para calmarme y me señaló hacia el matorral de moras.
—Tranquilo, amigo. Nos vamos ahora.
Lo que sea que gruñía no se movió, pero el sonido se intensificó, aumentando los
pinchazos en la parte trasera de mi cuello. Di unos pasos hacia atrás. Y luego unos
pocos más.
Ahí fue cuando me caí de la orilla.
El deslizamiento no fue tan malo. Fue el desembarco en las rocas lo que realmente
dolió.
Cuando dejé de moverme, estaba despatarrada sobre dos rocas con vistas a un río
de aguas blancas para el que, probablemente, necesitaba un casco para ir chapotear
dentro. Eché un vistazo a la parte superior del acantilado donde había caído. Estaba
tan densamente cubierto de arbustos, árboles y zarzas, que no podía ver desde
donde había resbalado o al señor Winters.
Luché con mis manos y rodillas y me arrastré fuera de las rocas, en la playa. Mis
pantalones cortos estaban cargados de tierra y piedras por mi deslizamiento. Eww.
Heather Davis
Hice una mueca sacudiéndome un poco la suciedad. Doble eww. La cantidad de
tierra que cayó podría tener un rosal en maceta.
Nada en mi cuerpo parecía roto, pero estaba muy adolorida. Los arañazos y
moretones manchaban la parte posterior de mis muslos. Y todavía tenía que usar el
baño de damas del bosque.
Tropecé con el árbol más cercano, a unos veinte metros de distancia, y dejé caer los
pantalones cortos sucios. Tan pronto como terminé con la mejor meada de mi vida
oí pasos crujiendo en la playa.
Pasos humanos. Tal vez Winters había encontrado un camino por la colina. Bueno.
Uno de tres era rescatado por completo.
Miré alrededor de las ramas del árbol de hoja perenne, esperando ver al señor
mayor pero encontré a Austin frente al árbol, con una media sonrisa en su rostro.
Se veía perfectamente como en casa con el río de fondo. Su cabello oscuro se
ondulaba con la suave brisa, y sus ojos brillaban como el oro a la luz del sol. Para
un chico de ciudad, parecía casi en armonía con la naturaleza.
Salí.
37
—¡Hey! ¿Sabes en la cantidad de problemas en los que ustedes me han metido? No
tenías que correr hacia el bosque.
—Shelby, ¿no? Encantado de verte, también —respondió, su sonrisa
transformándose en una sonrisa de suficiencia.
—Sí, tan encantada que probablemente me envíen a la planta baja del infierno en
el momento en que regresemos al campamento. ¡Podrías haber sido asesinado, hay
un maldito animal salvaje arriba en el acantilado, sobre nosotros! ¡Si no me hubiera
deslizado aquí habría sido la cena!
La mirada de Austin viajó por mi cuerpo.
—Por eso es que te ves como una pala de jardín.
—¿Una qué?
—Tú, estás muy sucia.
Demasiado encanto británico. Lo fulminé con la mirada.
—El señor Winters está, probablemente, siendo la merienda de algún puma en estos
momentos. Lo último que me preocupa es verme bien. Vamos a encontrar a los otros
idiotas y volver al autobús, ¿de acuerdo?
Heather Davis
—De acuerdo. —Austin se rascó la parte posterior de su cuello—. He rastreado a
Charles hasta un barranco, pero luego lo perdí.
—¿Rastreado?
Las mejillas de Austin se sonrojaron por alguna razón.
—Tú sabes, ramas rotas, huellas, ese tipo de cosas.
—Entonces sabes algo sobre bosques —dije.
—Un poco. —Austin sostuvo una mano en sus ojos, protegiéndolos del sol que se
ocultaba en la distancia—. Tenemos cerca de unas dos horas de luz restante.
Debemos seguir buscando. —Se giró y marchó hacia la playa de nuevo.
Fui detrás de él.
—Tenemos que caminar de regreso a la carretera. Las cosas sólo van a empeorar si
nos quedamos aquí.
Austin movió la cabeza.
—No me iré hasta que encuentre a Charles. Y lo que él agarró. 38
—Así que fue tu mochila, gran razón para perderte en el bosque. —Luché contra el
impulso de darle un puñetazo en el brazo—. Amigo, ¿qué hay en tu estúpido bolso?,
¿oro, o algo así?
—Te sorprenderías —dijo con una sonrisa triste.
Hicimos una excursión por la costa del río, buscando a Charles, sin suerte, y no
pudimos escalar el acantilado para encontrar a Winters, pero al menos no oímos
ningún grito. Por otra parte, la voz humana sólo podía llegar hasta cierto punto.
Finalmente, cuando el sol se ocultaba detrás de las colinas del otro lado del río,
dejando franjas de color rojo y naranja en el cielo, nos dimos por vencidos. Debía
ser alrededor de las nueve, a juzgar por los gruñidos que venían de mí estómago y
la bandada alegre de mosquitos que había comenzado a rondar mi cabeza. A lo lejos
se elevaba la pálida cara de la luna casi llena.
Cielos, ¿y si nos quedábamos aquí toda la noche? No teníamos una tienda de
campaña, no teníamos comida, y no tenía ninguna pasta de dientes. Eww. Quiero
decir, yo estaba a favor de la supervivencia, pero se supone que debías tener las
cosas básicas. Nosotros no teníamos nada.
Heather Davis
Bueno, a excepción de los fósforos en el bolsillo de Austin, qué, de alguna manera,
él debió haber pensado que estaba bien llevarlos al campamento para malcriados.
Yo estaba bastante segura de que tenían que estar en la lista de los no permitidos,
junto a mi amado PDA.
Mientras Austin apilaba palos pequeños en una hoguera improvisada, me quedé
mirando como desaparecía el atardecer mientras pensaba en mis amigas que
estaban en Cabo de fiesta en este momento, probablemente bailando con unos tipos
fornidos. Y aquí estaba yo, en una roca en medio de la nada con un hombre que
sólo había dicho tres palabras en la última hora. Mi mirada se desvió hasta el cielo
oscuro.
—Creo que veo la primera estrella de la noche —le dije—. Tal vez pueda pedir un
deseo para salir de aquí.
—No es malditamente probable —dijo Austin, metiendo sus fósforos de
contrabando en el bolsillo—. Desear es una pérdida de tiempo. O al menos eso es lo
que yo he aprendido —sopló sobre las ramas humeantes, tratando de avivar el
fuego.
Miré hacia abajo a los remolinos oscuros en el agua por debajo de mi roca, viendo 39
el pico de corriente entre las piedras.
No había estado cerca de un río en años, y su sonido me recordaba cuán diferente
era mi vida en los momentos de tranquilidad que papá, mamá y yo habíamos pasado
en los suburbios de Milwaukee. Echaba de menos acampar con ellos en los bosques
del norte, e incluso montar en bicicleta en los callejones sin salida que estaban cerca
de mi casa cuando era pequeña. No había sido llamativa, pero era tranquila. Y
desapareció tan fácilmente cuando mamá se enfermó. Envolví mis brazos alrededor
de las piernas, sintiendo el frío de la noche y el frío de la roca debajo de mí.
—Pareces ausente —dijo Austin—. ¿Qué estás pensando?
Puse una sonrisa.
—Um, sólo pensando en casa.
—¿La echas de menos, a pesar de que tus padres te enviaron aquí? —preguntó
Austin.
—Sí, mis padres...
Permití que lo quedaba de la oración se alejara, no quería terminar el pensamiento.
Heather Davis
—Ellos no son siempre lo que esperamos que sean —dijo Austin, y su expresión se
suavizó.
Asentí con la cabeza.
—Y al parecer nosotros tampoco —le dije.
Austin echó a reír.
—Eso es verdad. Pero no puedes escoger a tu familia.
—Cierto. Porque estoy segura de que mi padre habría escogido de manera diferente
—le dije, sólo medio en broma.
—Bueno dudo mucho eso —dijo Austin—. Mi padre, en cambio, hubiera escogido
un hijo con sed para la caza.
—¿Qué?
Austin se sonrojó ligeramente.
—Quiero decir, él está en un safari con mi tío en este momento, pero eso no es lo
que a mí me gusta. Prefiero dibujar los animales que ellos matan por deporte. 40
—Oh, ¿así que eres un artista?
—Dibujo un poco.
—Uh... eso es arte.
—No para mi padre. Él prefiere que toque la guitarra.
Austin suspiró y añadió unos cuantos palos más al fuego. Como que entendía lo que
estaba diciendo. Estoy segura de que mi propio padre deseaba que fuera un prodigio
en química para poder seguir sus pasos.
—Debe ser raro tener un padre famoso —dije.
Austin me dio una media sonrisa.
—Intenta con uno de mala fama. Pero es todo lo que tengo.
—¿No tienes más familia?
—Sólo mi tío... y están los de la banda, si se los puede llamar familia. Paso más
tiempo con ellos que con mi padre —dijo con una risita—. Es casi normal.
Heather Davis
—Normal está sobrevalorado —le dije con un encogimiento de hombros—. O al
menos eso me han dicho.
Austin sonrió ampliamente. Con la puesta del sol desapareciendo destacaba su
fuerte perfil, no podía negarlo, fue más lindo de lo que había pensado al principio.
Oh. Estaba completamente mirándolo fijamente. Y él me estaba devolviendo la
mirada.
Hubo una pausa extraña, torpe, y luego se aclaró la garganta.
—Tú tienes, sin duda, frío. Tal vez sólo voy a... —murmuró, volviéndose hacia el
humo de la pequeña fogata.
Me acerqué y me senté en un tronco junto al fuego, viéndolo trabajar. Tal vez fuera
sólo el acento, o tal vez me parecía más lindo porque era lo más cerca que había
estado de un chico desde la noche en el jardín con Josh. Mi vida amorosa había
estado completamente libre de chicos desde el momento en que Priscilla lanzó los
folletos del campamento. Eso fue todo. Privación de chicos.
—¿Shelby? ¡Oye! ¿Te importaría encontrar algunas ramitas? —dijo Austin,
agitando la mano delante de mi cara para llamar mi atención—. Este fuego necesita
combustible. 41
Me puse de pie, me alegré de tener una tarea para alejar mi mente de Austin.
—Está bien. Voy a mirar alrededor —dije.
—Está un poco oscuro por lo que podría llevarte un tiempo.
—¡Podrías usar mi linterna!
Llegó un grito desde la playa.
Sobresaltados, Austin y yo miramos hacia arriba. El señor Winters dirigiéndose con
Charles hacia nosotros. Charles arrastraba una mochila en la arena detrás de él.
—¡Hola, tortolitos! ¿Qué estaban haciendo aquí solos en la oscuridad? —dijo
Charles.
—No somos tortolitos —gritamos Austin y yo al mismo tiempo. Entonces nos dimos
una mirada de disculpa, dándonos cuenta de nuestra mala suerte.
—¿Qué estaban pensando los dos? —dijo el señor Winters, cojeando hacia
nosotros—. ¿Qué demonios les pasa chicos?
Austin dijo:
Heather Davis
—Yo fui detrás de Charles.
—Y yo perseguí a Austin, porque... bueno, es una larga historia —añadí.
—Bueno, con buenas intenciones o no, los dos están con en el agua hasta el cuello
—dijo el señor Winters, jadeando hasta el leño y se sentó con un suspiro audible.
Charles sonrió ampliamente hacia mí. Una gran sonrisa presumida.
Eso fue todo.
—¿Qué pasa con él? ¡Charles es un ladrón! —espeté—. Tomó las cosas de Austin.
—¿Y cómo es que eso te involucra? —preguntó el señor Winters.
—Oh —mordiéndome el labio por medio segundo—. Bueno, la verdad, yo sólo
estaba tratando de ayudar a encontrarlos ya que la loca Señorita-Guitarra no estaba
haciendo nada.
Él señor Winters me dirigió una mirada pensativa, y luego dijo:
—Vamos a resolver esto cuando regresemos al campamento. Apaguen el fuego.
Vamos a utilizar el GPS para encontrar el camino de vuelta a la carretera y luego 42
puedo comunicarme por radio a la furgoneta del campamento. —Se levantó
temblorosamente de pie y dio unos pasos, haciendo una mueca—. Vamos. El
cocinero está haciendo la mejor tarta de arándanos que alguna vez han probado y
nos la estamos perdiendo.
—¿Tarta de arándanos? —dijo Charles—. Yumm. No puedo esperar a llegar al
campamento.
De repente estaba todo en calma, y eso me irritaba completamente.
—Lo primero es lo primero. Puede darle a Austin sus cosas de vuelta ahora —le
dije, tirando de la mochila negra de las manos de Charles.
—No tan rápido. ¿Cómo sabes que es de él? —dijo Charles, agarrando la mochila
de nuevo por el tirador de la cremallera.
—Dame aquí. —Austin la alcanzó justo cuando Charles la soltó.
En el tironeo algo cayó de la mochila, tintineando como cristal sobre cristal. El haz
de luz de la linterna del señor Winters se amplió hacia un montón de frascos
transparentes rodando hasta apilarse libremente en la arena.
La gente probablemente intentaba contrabandear alcohol en campamentos como
este, pero los frascos tenían menos de un trago.
Heather Davis
Eran incluso más pequeños que las botellas del mini-bar de un hotel. Tal vez no era
nada de alcohol. Oh, hombre, había descubierto la razón por la que estaba aquí, el
chico malo británico tenía un problema de drogas. No sabía qué decir. Me quedé
mirando fijamente la pila reluciente.
Austin intentó recoger sus frascos discretamente, pero el señor Winters cojeando se
detuvo sobre él con la mano extendida. Ignorando al anciano, Austin siguió
recogiendo los frascos y colocándolos en una bolsa de plástico.
—Austin, dame tu mochila —dijo Winters—. Será confiscada en el campamento de
todos modos.
—No es lo que piensa. Esto está prescrito —dijo Austin, abrazando el paquete a su
pecho.
—¿Prescrito? —rió Charles—. Yo no sé acerca de eso. Me bebí uno hace una hora
y me siento bastante agitado.
—¿Tomaste una de mis dosis? ¿Estás loco? —Austin dio un paso más cerca de
Charles, listo para noquearlo.
Charles sonrió desafiante. 43
—Si el viejo no hubiese aparecido, habría tomado más.
—¡Charles! Empieza a tirar tierra sobre el fuego —espetó el señor Winters, y luego
se volvió hacia Austin—. Hijo, cuando volvamos al campamento, vamos a llamar a
tu padre para solucionar este problema.
Austin pateó una piedra en el fuego ardiendo.
—No puede llamarlo —dijo.
Él señor Winters sacudió la cabeza como si lo hubiera escuchado antes.
—Estoy seguro de que hay una manera.
Austin se mordió el labio inferior.
—Él está de vacaciones en las zonas remotas de África. No hay teléfonos. No hay
televisión. No hay contacto.
—Por supuesto. —El señor Winters sonaba convencido—. Bueno, si está prescrito,
va a estar en tu ficha médica en los registros del campamento.
—¿Qué pasa con su representante? —dije, tratando de ser útil—. Quiero decir, él
tiene uno, ¿verdad?
Heather Davis
—Graham no sabe nada de esto —susurró Austin—. Él acaba de empezar a trabajar
para la banda. Va a ser despedido cuando mi padre se entere de que fui enviado
aquí en vez de en vacaciones como había planeado. Yo no debería estar aquí en
absoluto.
Había dolor en su voz. Un dolor solitario que hizo que mi corazón se estrujara un
poco. El chico estaba, obviamente, usando drogas para ocultar el dolor. Lo sentía
por él.
El señor Winters parecía imperturbable con la historia de Austin.
—Voy a guardar este contrabando, sea lo que sea, hasta que podamos ponernos en
contacto con él —dijo, tomando la mochila de Austin y moviéndola sobre sus brazos
en sentido contrario por lo que la puso descansando sobre el vientre como si
estuviera embarazado.
Los ojos de Austin ardieron con tanta ira, pensé que iba abalanzarse sobre el viejo.
Con los dientes apretados, dijo:
—Lo necesito. Usted no lo entiende.
44
—Todo va a estar bien —dijo el señor Winters, poniendo un brazo alrededor de los
hombros de Austin—. No son necesarios los productos químicos para sentirse bien
consigo mismo. Vamos a trabajar sobre ello en el campamento. Nosotros nos
ocuparemos de ti, hijo. Vamos, campistas.
Suspiré mientras empezaba a caminar detrás del señor Winters y los chicos. Por lo
tanto, Austin era otro chico famoso adicto a las drogas. Me sentí un poco mal por
él. Quiero decir, yo había visto todo el Behind the Music9 sobre la triste vida de los
grupos y sus familias. Se veía que se sentían solos en las giras. Pero espera… la
gente normal se sentía muy sola, también. Eso no significaba que tenía que cubrir
ese dolor con las drogas.
Yo caminaba delante, tratando de poner su problema fuera de mi mente. Tenía
suficiente con mis propios problemas por el momento. Pero a medida que
caminábamos por el bosque con el débil resplandor de la linterna, mi pensamiento
seguía volviendo a Austin. No parecía como un drogadicto. Él estaba más entero que
los chicos de la escuela que sabía que tomaban. Incluso parecía un poco inteligente.
Entonces, ¿cómo pudo entrar en esa mierda? Tenía que haber algo que pudiera
hacer para ayudarlo. Quiero decir, después de haber ayudado a esos chicos idiotas
9 Behind the Music: Programa de televisión de tipo documental del canal VH1.
Heather Davis
con sus pequeños problemas, en este caso había un chico que obviamente
necesitaba ayuda de manera grave.
¡Espera! ¡Contrólate!, mi cerebro me regañó, ¡estás hundida en la mierda por ti
misma! Correcto. El punto era ayudarme a mí misma. Tenía que recordar eso.
Seguir las reglas, cumplir tu tiempo, permanecer lejos de Red Canyon.
Decidí concentrarme en el camino por delante, funcionó hasta que Austin miró de
vuelta hacía mí, mientras estábamos en la cima de una colina.
Sus ojos brillaban con el destello de la luna. Y mi piel hormigueaba bajo el efecto de
la piel de gallina.
Yo.
Él.
La luna.
Estaba frita.
45
Heather Davis
Pero había una mayor diferencia con el Campamento Crescent. Las cercas de alambre de
púas. Desde la ventana de la furgoneta, podía verlas serpenteando alrededor del perímetro
de la propiedad, separando el Campamento Crescent del límite del bosque prohibido.
46
Charles lo advirtió, también.
Austin no se volvió para mirar la ventana. Estuvo en silencio desde que salimos fuera del
bosque. Incluso durante la larga espera por la camioneta del campamento, él no había
dicho ni una palabra. Tal vez había estado tratando de encontrar la manera de conseguir
sus drogas de vuelta.
Por mi propio bien, me centré en empujar a Austin, sus hermosos ojos, y su problema fuera
de mis pensamientos. No era exactamente fácil de hacer con él en el asiento frente a mí y
el ligero aroma de su colonia y su chaqueta de cuero en el aire.
Por fin, la furgoneta se detuvo al final del camino de grava. Tres de nosotros seguimos a
un cojeante señor Winters por un camino hacia un edificio que parecía un granero. El
Heather Davis
comedor debió haber estado cerca, porque el olor a cebolla frita flotaba en el aire. Mi
estómago gorjeó en voz muy alta, Charles me miró con una sonrisa.
—Está bien, Austin. Todo el mundo tiene sus problemas. No tienes que explicar —dije.
—¡No holgazaneen! —llamó el señor Winters, apurándonos con la mano antes de cojear
alrededor de una esquina del edificio con Charles.
Austin no se movió.
De nuevo, atrapé un soplo del olor de su colonia y algo diferente pero delicioso. Intenté no 47
respirarlo dentro. Esta era kryptonita para chica de seguro.
—Realmente pensé que los chicos como tú tenían la piel más dura. Quiero decir,
¿realmente te importa lo que algunos periodistas estúpidos digan sobre ti?
—Es complicado —dijo Austin—. Pero no quiero que pienses algo equivocado sobre mí.
—¿Por qué te preocuparías por lo que pienso? Quiero decir, ni siquiera me conoces.
—No. —Una mirada triste parpadeó en sus ojos—. En el bosque pensé que tú... y yo...
—Oh. Ohhhh. —Contuve el aliento. Así que esta era la charla del-tipo-mágica-a-la-luz-
de-la-luna. Esta era la parte donde yo soy toda “No salgo con calientes locos por las drogas
que conseguirían mandarme al campamento de botas.” Espera. Mierda. Probablemente
estaba ya en camino a—. Mira, sé lo que es tener un flechazo con alguien, pero sólo
acabamos de conocernos y…
—En el bosque parecía como que podríamos llegar a ser amigos —dijo, terminando su
pensamiento.
Heather Davis
Ouch. Mi cara se sentía como si estuviera ardiendo.
—Uh-huh.
—No, claro que no —dije, intentando discretamente abanicar mis mejillas. Tomé un
profundo respiro y lo sostuve con una mirada—. Así que, amigo, ¿qué había en esos
frascos?
Austin niveló su mirada con la mía, como si estuviera tratando de pensar cómo decir algo
importante. Algo parpadeó en sus ojos.
—¿Huh? —murmuré, todavía intentando dilucidar qué era lo que había visto centellear
en los ojos de Austin. Había estado diferente desde el sendero. Casi peligroso.
El señor Winters nos condujo dentro de una habitación de paneles de madera decorada
con estatuas de animales de cobre y peces trofeos disecados. Un inmenso escritorio con
patas talladas como pelotas sujetándolo de pie dentro de la puerta. No estoy enterada de
las cosas de antigüedades o nada, pero esa pieza sola debía costar una fortuna. En la
esquina del escritorio una estatua de un águila de cobre se encaramaba, como si estuviera
a punto de emprender el vuelo.
Heather Davis
La Señorita-Guitarra alzó la vista cuando caminamos dentro. Afortunadamente, no había
señales de su condenado instrumento.
Eso fue suficiente para hacerme sonreír, aunque en cualquier momento ella
probablemente podría azotar una armónica fuera de su bolsillo. Además del vestido de
verano florido que llevaba antes, ahora usaba una capa tejida al crochet de vieja dama y
un sombrero de paja de safari. Me recordaba a uno de esos cuidadores de zoológico que
siempre van a programas de entrevistas con los perezosos de tres dedos que hacen pis en
el escritorio del presentador. Despistados, meados, y sonriendo falsamente todo el tiempo.
Junto a ella en el sofá de cuero rojo estaba sentado un tipo de cabellos dorados con un
chándal ajustado que era o un consejero o un entrenador personal que había estado
trabajando demasiado. Nos sonrió con tanta intensidad, que casi pude oír sus dientes
tintinear.
Nosotros, los tres fugitivos nos sentamos en un sofá idéntico frente a los adultos, yo entre
los dos chicos.
Me preparé para oír una lección única en la vida, seguro que me enviarían al campamento
de malcriados en el desierto.
Charles resopló.
—¿Pájaro Carpintero?
—Es un tipo de pájaro —explicó Sven con otra brillante sonrisa y un acento más grueso
que el del tipo de los anuncios de IKEA—. Un pájaro realmente bueno.
Charles dio a Sven un saludo idiota. Austin nunca alzó la vista, él sólo asintió, su cabello
oscuro cayendo dentro de sus ojos.
—Campistas, van a reunirse conmigo mañana después del desayuno. Mientras los demás
estarán tratando de manejar tiro con arco, vamos a estar hablando de su paseo y trabajando
de su restitución. Cynthia, Sven, amigos, nos vemos de nuevo en las cabañas.
—Oh.
Mis esperanzas se estrellaron con un golpe seco. Por lo tanto, papá y Priscilla se enterarían
sobre el paseo no autorizado al bosque. Eso no iba a verse bien.
—Ahora pues, ustedes niños deben estar hambrientos. Estoy seguro de que el cocinero
consiguió guardarnos algunos platos.
Él palmeó su barriga, lo que me hizo darme cuenta que era él el que estaba completamente
muerto de hambre. Por otra parte, cuando comes por dos, tú y tu barriga cervecera, es
probable que tengas ese sentimiento de hambre muy a menudo.
—¿Qué era eso de restitución? —dijo Charles—. Si me deja usar su teléfono, enviaré
dinero directamente a su cuenta. —Echó un trozo de corteza fuera de su camisa de polo,
el cuál aterrizó en el zapato de Austin. 50
El señor Winters se paró en el umbral de la puerta y giró con sus cejas fruncidas.
—Los teléfonos están garantizados sólo para el personal, y nosotros resolvemos las cosas
aquí, Charles. Trabajos como la limpieza de la cocina, quitar las malas hierbas, ese tipo de
cosas. Además, por el momento, tú no serás capaz de participar en la construcción de
senderos que estamos haciendo en el lado oeste de la frontera.
Austin parecía animarse, alzando sus ojos hacia el señor Winters por primera vez desde
que habíamos estado en la habitación.
—¿Y que hay de ti? —preguntó Cynthia, barriendo su mirada sobre mí y mi ropa
inmunda—. ¿Hábil con un pala?
Asentí.
Heather Davis
—Mi madrastra tiene rosales premiados.
Cynthia compartió una mirada con el señor Winters, como si no pudiera creer que alguna
vez había puesto un pie en un cantero.
—Bien, bien. Ya tenemos jardineros. ¿Dónde está la cena? —dijo Charles, empujando a
los adultos a la puerta.
Di un paso atrás, en caso de que ella estuviera por poner su brazo alrededor de mí. No
necesitaba una maleducada señora de mediana edad con problemas de guitarra tratando
ser mi amiga. Dije: 51
—Yo, um, encontraré mi propio camino.
Me permití respirar un suspiro de alivio cuando salí al aire de la noche y hacia el olor de
la comida.
Austin caminaba a mi lado, y estaba este silencio cómodo entre nosotros, al menos hasta
que entramos en el comedor y oí a Charles tratando de enviar de vuelta su chuleta de cerdo
sobre cocinada. Síp. Definitivamente estaba en el campamento para malcriados.
Después de nuestra atrasada cena, estaba con ganas de instalarme en mi cabaña, hasta que
oí un rasgueo de guitarra con un verso de "Michael, Row the Boat Ashore". Gimiendo,
seguí el sonido hasta el final del recorrido. Atascada en un bosque de árboles perennes,
Búho Moteado, al igual que las otras siete o más cabañas que había pasado, estaba hecha
de falsos revestimientos de madera puestos para verse como troncos. Demasiado rústico.
Heather Davis
Me detuve en la puerta y miré hacia atrás por el sendero oscuro a donde Austin estaba
tratando de entrar por la puerta iluminada de Pájaro Carpintero. Él no había dicho mucho
durante la cena, pero nuestra conversación susurrada en el camino antes, todavía me
perseguía. Él pensaba en mí como en un amigo. Y yo en él como un chico lindo. Un chico
lindo con grandes problemas.
Suspirando, avancé por la puerta de Búho Moteado. En una cama individual cerca de la
entrada, Cynthia Crumb estaba rockeando con su guitarra, mientras que las chicas en las
camas alrededor de la habitación parecían aburridas, molestas, o tenían almohadas en la
cabeza. Me quedé en la puerta hasta que la canción terminó, y luego, por suerte, Cynthia
empacó su supuesto instrumento.
—Hey —dijo una voz en la cama de al lado. Dos cejas marrones y un enredo de pelo negro
emergieron desde debajo de una almohada. Ariel. Nunca había estado tan feliz de ver una
cara familiar. Tomé una rápida mirada alrededor, preguntándome si Jenna había quedado
atascada aquí también, pero no la vi.
—Pensé que habías muerto ahí fuera —dijo Ariel, subiéndose encima de mi cama.
—Tiene que estar bromeando. ¿Qué ha pasado con la Carta de Derechos? ¿Es que no tengo
derecho a un poco de privacidad y respeto?
—Aunque entiendo tu inquietud, tus padres estuvieron bastante felices de firmar para
anular tus derechos. Tráela.
—Vamos, te ayudaré —dijo Ariel, saltando hacia arriba. Una vez que estuvimos fuera,
Ariel susurró—. Ella es pura maldad. Mantente en su lado bueno.
—Probablemente odia a todo el mundo por eso —dijo Ariel con una carcajada.
Heather Davis
—Así que, um... ¿qué más sabes sobre Austin Bridges?
—¿Qué? —Los ojos de Ariel se hicieron grandes, lo que parecía imposible teniendo en
cuenta el tamaño de ellos para empezar—. ¿Te gusta?
—Bueno, en realidad, no conozco a Austin tan bien. Su papá realiza las giras sin él por lo
general.
—Nah, él probablemente está bien. Quiero decir, yo difícilmente veo a mis padres, —Ariel
se encogió de hombros—. Estoy bien. Bueno, excepto porque me mandan al campamento
de malcriados cada verano. ¿Por qué estás tan preocupada por él, de cualquier forma?
No quería decir nada sobre lo que había pasado en el bosque. Y realmente no quería
cotillear sobre el problema de Austin.
—El contrabando no puede esconderse en ninguna parte —dijo ella, separando mi ropa
interior con un lápiz. Sí, contrabando, como mi escondijo de gusanos de goma (para
aquellos días extra-malos), brillo de labios, y mi sombra de ojos brillante favorita.
—No, en absoluto —dijo ella con voz aburrida—. Los sujetadores push-up están
estrictamente prohibidos.
—Vamos, chicas —dije—. No puedo ser la única que trajo consigo una pequeña mejora
de escote.
Una rubia flacucha en una musculosa de tirantes asintió con su cabeza tristemente.
Heather Davis
—Realmente voy a echar de menos mi camiseta sujetador de La Perla.
—Espere —me quejé—. Leer no puede ser una distracción. Uno pensaría que el
campamento es para intentar mejorar nuestra educación.
Cynthia hizo un nudo en la parte superior de la bolsa de mis golosinas y la tiró por encima
de su hombro como un verdadero Grinch.
Cynthia le disparó una mirada de muerte y luego caminó decisivamente hacía el frente de
la cabaña.
—Voy a hacer que el señor Winters guarde esto. Cuando vuelva las luces se apagarán —
dijo, cerrando la puerta tras ella. 54
—Hey, no te sientas mal. Ella tomó todos mis prototipos de la línea de primavera de
DeVoisier —me dijo Ariel—. Cinco tonos de sombra lavanda, dos brillos de labios de
ciruela y un pote de rubor de color rosa.
—Se supone que todas nos veamos como la mierda —dijo la chica-romance desde la cama
de arriba—. Dicen que es terapéutico.
—Fantástico.
Comencé a reorganizar mis violadas cosas, sintiéndome tan deprimida como cuando había
subido al avión de vuelta en Los Angeles. Sin sujetador push-up, sin sombra de ojos, sin
dulces. No imaginaba que las cosas podrían empeorar. Pero por supuesto que lo hicieron.
Heather Davis
10Bulgur (también bulghur, burghul o bulgar) es un alimento de cereal hecha de la sémola de trigo de varias
especies diferentes, en su mayoría con trigo duro.
Heather Davis
—Encontré a este muchacho pasando el rato en la oficina. —Se inclinó más cerca,
pero todavía podía oír lo que decía—. Tratando de forzar la cerradura de su puerta.
Todo el mundo en nuestra mesa dejó de comer.
Cynthia hizo un ruido jadeando y puso sus manos en sus caderas.
—Señor, él estaba forzando la entrada para recuperar sus pertenencias —dijo en
un susurro.
Un zumbido de reacción se levantó de los chicos. La mirada severa del señor
Winters se extendió por todo el lugar, silenciándonos a nosotros.
—Cynthia —dijo, dando un paso más cerca de la consejera—. Vamos a hablar esto
en privado.
—¡Eso espero! —protestó Austin—. Una injusta acusación…
—Vamos a dar un paseo —dijo Winters.
Mientras él y Cynthia se marchaban con Austin, el zumbido llenó la sala. Sven saltó
y agitó sus brazos alrededor, tratando de calmar a los campistas, pero en realidad
se veía como si estuviera haciendo ejercicios aeróbicos, por lo que nadie le prestó 64
atención.
—Todo el mundo sabe que su droga está bajo llave en la oficina de Winter —dijo
Jenna con una sonrisa maliciosa—. Junto con todo el otro contrabando que ellos
encuentran.
—No puedo creer que él este metido en la droga —dijo Ariel en voz baja.
—Charles lo vio totalmente —dijo Jenna.
—Es un chisme —murmuré.
Jenna negó con la cabeza.
—Shelby, ¿no lo sabes? El padre de Charles acaba de adquirir “Celebridades
Expuestas”. Charles está en busca de historias para poder negociar con su padre su
salida de aquí. Él se jactó totalmente de ello en el desayuno.
Ariel sacudió la cabeza con tristeza.
—Un escándalo Bridges sería noticia de primera plana de nuevo. El padre de Austin
es una maldita leyenda del rock.
Heather Davis
Uh-oh. Sentí un hormigueo subir y bajar por mis brazos. Fabuloso. Justo lo que
Austin temía, mas chismes sensacionalistas sobre su familia.
Jenna se inclinó y susurró:
—Entonces, tú estabas allí, Shelby. ¿Qué es lo que tenía?
—No lo sé —le dije—. No quiero hablar de eso, ¿de acuerdo?
—Está bien. Toma toda la diversión de este aburrido viejo lugar —dijo Jenna,
levantándose con su bandeja—. Tal vez deberías trabajar en tus habilidades de
comunicación, Shelby.
—Tal vez deberías trabajar en tu adicción al drama, Jenna —respondió Ariel.
—Tal vez deberías trabajar en tus tendencias antisociales, Ariel —contestó Jenna
afectada.
—Ella está haciendo suposiciones —dijo Ariel con voz aburrida—. Pasa el tiempo
suficiente en estos campamentos y empezarás a ser capaz de adivinar por qué la
gente está aquí.
Fruncí el ceño. 65
—Mis habilidades de comunicación están bien —le dije.
—De hecho, te había calificado por tus habilidades desafiantes —dijo Ariel con una
pequeña sonrisa—. Tus habilidades de comunicación están bien.
Bingo. Me mordí el labio inferior.
—Bueno, definitivamente no eres antisocial —le dije.
—Lo sé. Soy tímida e incomprendida, pero vengo de una familia de extrovertidos.
Eso significa que debe de haber algo defectuoso en mi, ¿verdad? —Ella se rió, pero
vi la tristeza en sus ojos.
—Las familias dan asco —le dije.
Ariel se encogió de hombros e hizo girar el tenedor en la gelatina azul.
—¿Quieres un poco de esta basura?
—No. Nunca como algo azul.
Ella sonrió.
—Buena regla.
Heather Davis
Dejamos nuestra mesa con nuestras bandejas y tiramos la basura al bote de basura.
—Está bien si no quieres hablar de ello, pero yo no puedo creer que Austin tome
drogas. No es un fiestero, por lo que recuerdo —dijo Ariel.
—Dice que la droga es un tipo de medicamento. ¿Mentiría sobre algo así?
Ariel se encogió de hombros.
—No parece un mentiroso. Es totalmente normal, sobre todo cuando se lo compara
con su padre. Su padre está loco o algo así.
Nos limitamos a dejar nuestras bandejas en el mostrador y nos dirigimos hacia la
puerta.
—¿Loco? —le pregunté.
Ariel asintió con la cabeza, poniéndose sus gafas de sol.
—Completamente chiflado. Una vez en la fiesta de mis padres de Navidad, vi a su
padre morder la cabeza de un periquito —susurró Ariel mientras doblaba la
esquina del comedor—. Un periquito vivo.
66
—De ninguna manera. Eww.
—Si. Un tío loco viejo rockero.
—Eso es asqueroso.
Ariel hizo una mueca al recordarlo.
—Austin pensaba lo mismo. Salió corriendo de la fiesta viéndose como si estuviera
totalmente a punto de vomitar.
—¿Por qué su padre está tan loco?
—Siempre ha estado loco. No es nada como Austin.
Asentí con la cabeza.
—Austin parece tan diferente. Un poco triste, incluso.
Ariel contuvo el aliento.
—Tú no lo sabes, ¿verdad? —dijo.
—¿Qué?
—La madre de Austin murió.
Heather Davis
—¿En serio?
Oh, hombre. Mi corazón empezó a latir más fuerte. Yo no había mencionado a mi
madre. En general la gente no lo entendía, lo que es perder a un padre. Es más fácil
dejar que ellos asuman que mis padres están divorciados como todos los demás.
Traté de mantener mi cara normal, mientras Ariel continuaba.
—A ella le dispararon hace tiempo en algún tipo de accidente de caza en Escocia.
Al menos eso es lo que mis padres me dijeron.
Un escalofrió me recorrió. Un tiro. No es de extrañar que Austin tenga problemas.
—¿Estás bien? —preguntó Ariel, levantando sus gafas de sol para escanear mi
cara—. Te ves muy pálida. Como si llevaras protector solar blanco.
Dejé escapar el aliento que había estado conteniendo.
—Estoy bien.
—Es impactante, lo sé. ¿Podrías siquiera imaginar perder a tu madre? —dijo
Ariel—. Yo enloquecería.
Me limité a asentir. 67
Ella dijo:
—Incluso si tú odias a tu madre, ya sabes, no se puede crecer sin ella.
Se puede, es lo que quería decir, pero no lo hice. No necesitaba que Ariel sintiera
lástima por mí. No necesitaba que ella hiciera conexiones imaginarias entre Austin
y yo sólo porque habíamos perdido a nuestras madres.
Perdido. Sí, claro. ¿Por qué decimos siempre perdido cuando nos referimos a
personas que murieron? Mamá no estaba perdida. Y yo había pasado los últimos
tres años tratando de no perderme. Eso es lo que realmente sucede cuando la gente
muere, la familia que deja atrás pierde una parte de sí mismos. Una pequeña parte.
Una pequeña parte que nunca vuelve.
Ariel deslizó sus gafas de vuelta a su sitio.
—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó ella.
—Uh, sí —Recuperé mi sonrisa—. Mi madrastra es bastante mala. Ella me envió
aquí.
Heather Davis
—Uh-oh. —Ariel se detuvo en el camino hacia la cabaña, poniendo su mano sobre
mi brazo—. Eso le pasó a un amigo mío. Es el engaño de la madrastra. Tu padre
cayó totalmente por ella.
—Me envió aquí para deshacerse de mí. Supongo que realmente soy normal.
Ariel se encogió de hombros, y empezamos a caminar de nuevo.
—Tú sabes, no creo que nadie sea normal —dijo—. Todo el mundo tiene algo
extraño en sí. Algo que ellos creen que deben ocultar.
Asentí con la cabeza.
—¡Oh, mira! —dijo Ariel, señalando a una ardilla que se deslizaba por un pino.
Negué con la cabeza.
—Pensé que habías ido a muchos campamentos, ¿nunca habías visto una ardilla?
Ella me miró parpadeando.
—El apartamento de mi padre tiene vista a Central Park. He visto ardillas antes. No
es que sea una chica de mucha naturaleza como tú. Eso de vivir en Wisconsin es 68
verdad, ¿no es así?
Bajó sus gafas de sol, y me dio una mirada apreciativa.
—¿Me veo diciendo algo así para impresionar a las chicas de Búho Moteado?
—Te sorprenderías de algunos campistas mintiendo sobre esas cosas —sonrió
Ariel—. De todos modos, me gusta tu estilo. ¿Qué estás haciendo aquí, en la
“Instalación de terapia de adolescentes mas exclusiva del Oeste” de todos modos?
Me reí de las comillas que ella estaba haciendo con sus dedos y le dije:
—Todavía estoy tratando de averiguarlo.
—No puedo hacerlo —se lamentaba Ariel dos horas después.
Eché un vistazo a la pared de roca masiva en frente de nosotros. Las agarraderas
sobresalían cada pocos metros hacia arriba, pero ni siquiera eso era un consuelo
para Ariel, que sólo llegó hasta la mitad hacia arriba. Apreté mi agarre a la cuerda
a través del arnés y del sistema de frenos al que estaba atada. De mí, la cuerda corrió
hacia la parte superior de la roca y luego abajo hacia los engranajes de Ariel.
Mediante el control de la holgura, la ayudé a sostenerse mientras subía.
Heather Davis
—¡Vamos! ¡Lo estás haciendo muy bien! —le grité, tratando de ser una buena
compañera. En realidad, estaba haciéndolo bien para alguien que tenía miedo a las
alturas. Había rogado a los consejeros para no hacer la actividad, pero no lo había
conseguido. Todo el mundo tenía que subir la Roca Crescent, o eso dijeron. Salir
victorioso de un obstáculo natural era parte de nuestra transformación.
Desde una plataforma en la parte superior de la pared, el señor Winters agitaba sus
manos.
—¡Ustedes pueden hacerlo campistas! ¡Vamos!
—¡Ya casi has terminado Ariel! —le grité.
—¡Eh! —Austin estaba en la parte superior del grupo de diez campistas en la pared.
El debía de haber trabajado con el señor Winters por cómo se veían las cosas. Así
que tal vez estaba haciendo todas las cosas bien por su propia cuenta. Lo que era un
alivio—. ¡Afloja la cuerda, amigo!
Su compañero, Charles, dejó escapar más de la cuerda del sistema de frenos, lo que
facilitó guiar su mano y Austin tomó las agarraderas siguientes.
—Echa un vistazo a este falso —murmuró Charles—. Actúa como si nunca hubiese 69
estado en un campamento de malcriados en su vida. Probablemente lo han enviado
lejos todos los veranos desde que empezó a caminar.
—Amigo, ¿cuál es tu problema? —Había estado escuchando a Charles balbucear
desde que nos agrupamos con nuestros compañeros y nos acercamos a la pared.
—No tengo problema, no en comparación con el perdedor de la pared. —Charles
se pasó la mano libre por el cabello corto—. A juzgar por lo que tenía en su mochila,
éste está tomando los viejos trucos de su padre.
—Tal vez deberías ocuparte de tus propios asuntos —le dije, dando un paso lejos de
él.
Charles se encogió de hombros.
—El conocimiento común es asunto de todos.
—Uh… ¿Shelby? —gritó Ariel.
Alcé la vista y me di cuenta de que en realidad había subido unos metros. Su rostro
estaba pálido y parecía que estaba a punto de llorar. Solté un poco la cuerda de la
mano con que me guiaba.
Heather Davis
—¡Buen trabajo! —le grité—. Sigue subiendo. —Me sentí mejor al centrarme en
algo más que Charles y su chisme.
Ella hizo un ruido como un gruñido y se impulsó a si misma a seguir subiendo. Bajó
la mirada hacia mí, y pude ver el cansancio y el miedo en su rostro. Todavía le
quedaban unos diez metros para el final.
Charles se encogió de hombros.
—Te podría decir cosas acerca de tu amigo Austin que te harían enloquecer.
Pregúntale acerca de Jillian Montrose.
—¿Qué? ¿De qué diablos estás hablando?
—Por lo que parece, no lees revistas —dijo Charles con un encogimiento de
hombros—. Jillian, es el último pequeño romance de Austin, perdió los estribos
totalmente en la finca de su padre. Afirmaron que alguien trató de atacarla.
Después, los Bridges cerraron la fábrica de Willy Wonka. No le han dado permiso a
la prensa en años. Ni siquiera a la revista Rolling Stone. Hay todo tipo de rumores
sobre que la familia de Austin está completamente loca.
—La gente siempre propaga rumores sobre celebridades. Eso es lo que vende 70
revistas, ¿no?
—Jillian nunca contó toda la historia, pero por lo que he oído nunca fue la misma.
Quizás el viejo Bridges compró su silencio, o tal vez ella está aterrorizada de que
Austin quiera volver por ella y terminar el trabajo. De todos modos, odio pensar que
tú puedas ser la siguiente.
Apreté los dientes, deseando que Charles se callara.
—Sólo porque una chica difunda unos rumores no significa que sea una historia
verdadera.
—Sólo estoy diciendo, es espeluznante como espeluznante lo hace. Los Bridges no
son la familia tipo de las estrellas de rock y Austin es el más extraño de todos ellos.
Quién sabe lo que realmente le pasó a esa chica o de lo que él fue capaz de hacer.
—¿Por qué no lo dejas en paz? Oh, espera, se me olvidaba, tu padre se gana la vida
haciendo estas cosas. Sería mucho pedir que la gente tenga un poco de privacidad,
¿verdad?
—La privacidad está sobrevalorada —dijo—. De hecho, ¿puede que quieras
decirme lo que pasó en el bosque antes de que apareciéramos nosotros?
Probablemente haya una buena historia allí.
Heather Davis
—Lo único que voy a decir es que te calles.
Se echo a reír, lo que me hizo tener ganas de golpearlo, pero luego oí un grito. Ariel
había perdido su punto de apoyo.
La cuerda se sacudió en mis manos y apreté el sistema de frenos enganchado a mi
arnés.
—¡Ayuda! —Ella abrió sus piernas tratando de mantener el equilibrio, y luego
rebuscó con los dedos de sus pies en la roca, tratando de encontrar otro punto de
apoyo.
—Esto no tiene precio —dijo Charles, riéndose.
—¡Aguanta! —le dije, tirando de la cuerda a través de mi freno de mano tratando
de sostenerla para que pudiera llegar al punto de apoyo siguiente—. Está bien. Sube.
—Yo n-no puedo. —Estaba a punto de llorar, Ariel giró en sus arnés.
Todo el mundo había dejado de subir para ver el espectáculo desafortunado de
Ariel. Mi estómago se contrajo de culpa. No me había enfocado en ayudarla a hacer
la subida. Me había dejado atraer por la estupidez de Charles.
71
A pesar de que no estaba tan lejos del suelo, y tenía una cuerda que la sujetaba,
Ariel estaba claramente aterrorizada.
—Déjenme bajar —dijo—. ¡Oh dios mío, déjenme bajar!
—Sigue adelante y empieza a bajarla —dijo Cynthia Crumb con un ceño
amargando su cara.
—¡Date prisa! —gritó Ariel.
Antes de que pudiera aflojar la cuerda para empezar a bajar a Ariel, Austin se
balanceó al otro lado de su posición en la roca y se acercó.
—Te tengo —dijo, poniendo una mano en el brazo de ella—. Relájate. No voy a
dejar que te caigas. —Él se aferraba a la pared de roca con la mano izquierda
mientras usaba sus piernas y sus caderas para acercarse a Ariel. Un paso más y
estaba a su lado, guiando la mano de ella hacia el agarre más cercano—. Ahora
mueve tu pie un poco hacia la derecha. Ahí lo tienes.
Los pies de Ariel encontraron un sitio en la pared, y ella dejó escapar un gran
suspiro.
Yo también lo hice.
Heather Davis
Cynthia Crumb hizo un ruido enfadado detrás de mí, como si no pudiese creer que
Austin estaba haciendo algo realmente bueno. Mientras tanto, Charles negó con la
cabeza y reajustó la cuerda de Austin en el sistema de frenos.
—Bien, entonces. Un paso adelante —dirigió Austin.
Ariel lo miraba asustada, pero luego hizo lo que él le decía. Siguió guiándola, y unos
minutos más tarde, ella había llegado a la cima, donde el señor Winters estaba
esperando.
El viejo tiró de ella hacia la plataforma y le dio unas palmaditas en la espalda.
—Buen trabajo, campista.
Ariel, todavía pálida, asintió con la cabeza de forma automática.
Austin escaló la pared y corrió hacia Ariel. Él la envolvió en un abrazo.
—Eso fue genial —dijo.
Algo en mi se ablandó, al ver como la sostenía. No lo había imaginado siendo
cariñoso. Parecía alguien distante y británico y como más acostumbrado a dar un
apretón de manos, pero allí estaba, aún con sus brazos alrededor de mi nueva 72
amiga, después de salvarla de la pared.
—¿No es adorable? —Charles hizo un sonido de arcadas—. La hija de un
multimillonario y el hijo de una estrella de rock. Es un poco cliché, pero…
—Tío, cállate. —Bajé la visera de mi gorra de béisbol tratando mentalmente de
bloquearlo.
Encima de la plataforma, Austin finalmente liberó a Ariel, que estaba sonriendo. Me
saludó con la mano, y le devolví el saludo.
Austin me dio una leve inclinación de cabeza, pero no sonrió. Lo que estaba bien,
porque estaba un poco confundida por el momento. Las drogas. El dolor. ¿Los
rumores esparcidos por una chica asustada? ¿Y ahora esta misión de rescate en la
pared? Había más sobre Austin Bridges de lo que se veía.
Heather Davis
Ariel colocó uno dorado y pegajoso al final de su palo, rostizando el exterior del
malvavisco, sacándolo del fuego y comiéndoselo, luego rostizando el siguiente por afuera.
Los malvaviscos estaban bien, pero estaba rezando seriamente por unos buenos y antiguos
gusanos de goma, los cuales, estaba muy segura que Cynthia Crumb había devorado junto
con mi novela romántica.
Le eché una mirada a Austin, sentado a tres troncos de distancia. Sus ojos reflejaban los
colores dorados de la fogata, y la luz de las llamas parpadeaba contra sus duras facciones.
Estaba mirándome fijamente. Me sentí rara, no mal, no bien, sólo rara. Me retorcí en el
tronco, tratando de ponerme cómoda.
—¿Por qué Austin está mirándome fijamente? ¿Tengo un grano o algo? —preguntó Ariel,
refugiándose detrás de su flequillo.
—Nunca soy yo —dijo Ariel con un suspiro. Ella metió las manos dentro del bolsillo de
canguro de su chaqueta azul marina—. Bueno, al menos que cuentes aquel chico que
conocí en arquería hoy. Price. Price Fenton. Es de Georgia. Creo que es un poco extraño.
Ariel asintió a través de la fogata hacia dónde Charles estaba buscando un asiento.
—Es sólo otro bocón —dije yo—. No le des otro pensamiento. Mi escuela estaba infestada
con chicos como él.
—Sigo olvidando que tú eres nueva, Shelby. Es mucho peor aquí —dijo Ariel—. Las
personas pueden ser realmente crueles. Usan cosas que dices en grupo contra ti. Cosas
como esa.
Observamos a Charles tomar asiento en un banco de tronco cerca de los chicos góticos.
—¿Está ocupado este asiento? —Un tipo pequeño con acento sureño le preguntó a Ariel.
Él se sentó y los dos comenzaron a hablar. Era seriamente lindo. Podía decir que a Ariel le
gustaba porque el rubor en sus mejillas nunca desapareció. Ella estaba totalmente absorta
en alguna historia sobre el gato de Prince. Me sentía como una tercera rueda.
Y luego vi a Cynthia caminar con su estuche de guitarra. Genial. Lo que realmente quería,
más que nada, era algo de paz y tranquilidad. En casa, yo pasaba mucho tiempo a solas.
Casi todas las noches del fin de semana, Priscilla estaba fuera trabajando o comprando con
sus amigas y papá tenía un montón de reuniones nocturnas. Eso quería decir que tenía
toda la casa para mí. Una casa tranquila, un buen libro, y una bolsa de gusanos de goma
era a veces todo el confort que necesitaba. No estaba acostumbrada al ruido de vivir con
otras personas o a las incesantes rondas de canciones de mierda del campamento.
Sabía que no estaba siguiendo las reglas, pero sentía que tenía que estar sola por un rato.
Me giré hacia Ariel.
—Está bien, entonces. Ya regreso —susurré. Esperé hasta que un grupo de chicos se
levantaron para buscar más malvaviscos y luego me escapé.
Heather Davis
Nunca le he tenido miedo a la oscuridad. A veces mi pasatiempo favorito era empaparme
en mi bañera con todas las luces apagadas. Sin velas. Sin música. Sólo el plink-plink del
agua goteando del grifo. Tan pacífico.
Estando entre los árboles me sentía de esa manera. Podía mirar la fogata, apenas oír los
horribles cantos viniendo de allá y simplemente estar sola en la oscuridad. Al menos por
un rato. Durante el segundo coro de, YMCA, el cual estaba segura no fue escrito para ser
tocado en la guitarra, sentí una mano sobre mi hombro.
Austin.
Austin sonrió.
Él sonrió.
—Estuviste muy bien arriba en esa pared. ¿Cómo llegaste hasta ella tan rápidamente?
—Soy bastante ágil —dijo él con un atisbo de sonrisa—. De cualquier forma —dijo él—,
gracias a ti por defender mi honor, como lo hiciste, con Charles. Lo vi acosándote. Asumí
que era por mí.
—Sí. —Mi cerebro volvió atrás a lo que había dicho Charles. No quería creer algunos
estúpidos rumores, pero una parte de mí se preguntaba qué le había pasado realmente a
Jillian Montrose. Quería preguntarle a Austin acerca de eso, pero no quería que él creyera
que yo era la clase de persona que creía todo lo que la gente decía o que estaba impreso en
las revistas.
Heather Davis
—Presentí que eras una persona leal, Shelby. Aprecio que me ayudaras a mantener a mi
familia fuera del foco de luz.
—Gracias.
Nos quedamos allí por un momento, ninguno de los dos diciendo nada. El aroma de azúcar
quemada permaneció en el aire alrededor de nosotros.
—Shelby, tú has sido increíblemente dulce y me doy cuenta que esto puede sonar un poco
extraño, pero necesito tu ayuda.
—No es así. —Sus ojos se oscurecieron—. Es de vital importancia que consiga esa
medicina. Tengo que tenerla antes de… bueno, digamos que tengo que tenerla lo más
pronto posible. La dosis que tomé en la limusina está desapareciendo. Puedo sentirlo. Estaré
enfermo al principio, pero después estaré fuera de control, será un caos.
—Me estás pidiendo que te ayude a robar. ¡Eso es como un boleto sin regreso a ese
campamento desértico del infierno que mi madrastra escogió para mí! No puedo ir. Quiero
decir, este lugar es suficientemente malo.
Ahora estábamos casi pecho contra pecho y sentí mis rodillas tambalearse un poco. Podía
oler el limpio y jabonoso aroma de una ducha fresca en su piel y el persistente y dulce
aroma de malvaviscos, que en un chico debe ser el aroma más delicioso por siempre.
¿Estaba mal querer que un sexy drogadicto loco me besara?
—Uh… nada. Mira, hay mejores personas con las que contar. En serio. Soy como la
persona menos confiable en el bendito universo, sólo pregúntale a mi papá.
—Ok, bueno, aún si quisieras contar conmigo, no puedo ayudarte a robar algo. No puedo
romper las reglas. En serio.
—Tú nunca fuiste una seguidora de reglas antes, ¿o sí? —dijo él, sus ojos intensos—. Estás
aquí en la oscuridad. Corriste detrás de mí dentro del bosque. Te arriesgaste para
ayudarme. Nadie nunca hizo eso por mí. Eres, probablemente, la única persona en este
maldito lugar a quién le importa si vivo o muero.
77
—¿Vivir o morir? —Crucé mis brazos sobre mi pecho—. Ok, cortemos esto. ¿En qué estás
metido que arriesgarías todo para tenerlas de vuelta?
—Si es medicina, el campamento sabría de ella, Austin. Tienes que poner esas cosas en tu
formulario de salud.
Sacudí mi cabeza.
—No te entiendo. Quieres contar conmigo, ¿y aun así no me dirás la verdad? No puedes
tener ambas cosas.
—Si te digo, debo tener tu palabra de que no le contarás a otra alma viviente.
—Ok, ahora me estás asustando. Lo haces sonar como un bendito secreto extremo o algo.
Los labios de Austin se crisparon, y sus dientes hicieron esa cosa de morder su labio
inferior.
Los ojos de Austin brillaban de dorado en la tenue luz mientras él escaneaba mi cara. Lucía
preocupado, tenso, y eso me espantó.
Austin miró a lo lejos, hacia la fogata, y luego, girando de nuevo hacia mí, dijo:
—Santa mierda. Pensé que dijiste que eras un hombre lobo. ¿Qué está mal con mis oídos?
—¿Qué? —Lo mire atónita—. ¿Es en serio? Amigo, no puedes ser un hombre lobo. Ellos 78
son inventados, y son como, raros. Quiero decir, excepto por esa película donde había este
chico lobo que estaba enamorado de una vampira. Él era bastante lindo para ser un…
—Shelby —dijo él, su boca justo al lado de mi oreja—. Es en serio. —Mientras se alejaba
hacia atrás sus ojos reflejaron la luz en una extraña, no-humana, manera.
—Tú… uh… ¿realmente esperas que crea que criaturas como esa existen? ¿Que tú eres
una de ellas?
Sacudí mi cabeza.
—¿Por qué dirías eso? ¿Qué está mal contigo? —Di un paso atrás lejos de él—. Oh, lo
entiendo. Me estás gastando una broma, ¿no? Sí, una muy buena, Austin. ¿Cómo no lo vi
antes, colmillos, pelaje, aullándole a la luna? Es tan gracioso.
—Bueno, entonces, si tú realmente piensas que eres un hombre lobo estás totalmente loco.
No por ser mala, pero creo que sé por qué estás en el campamento para malcriados.
Eso era lo que ellos siempre decían, lo que el príncipe de la bienvenida a la clase de primer
año me había dicho el año pasado cuando necesitaba ayuda para recoger su traje y nos
atraparon haciéndolo en el vestidor. ¿Confía en mí?
Sí, claro. No podía permitirme confiar en nadie. No podía ni siquiera ganarme la confianza
de alguien nunca más.
—Me tengo que ir —dije, sintiendo como si hubiera sido salpicada con agua helada.
—Créeme, Shelby. ¿Por qué mentiría respecto a esto? —dijo él con acero en su voz.
Me dejé caer pesadamente junto a Ariel y Price y mascullé a través del coro de “She’ll Be
Coming Round the Mountain”. 79
Austin nunca volvió a la fogata. Quizás estaba tratando de conseguir su tan nombrada
prescripción o quizás estaba aullando con su manada. Claro. Ok, entonces… como sea,
Austin. Me dije a mí misma que no me importaba. No iba a empezar a preguntarme.
Agarré el palo de Ariel, y después de comerme unos cuantos, grandes pero dulces
malvaviscos, casi me olvidé de Austin y su falsa declaración. Casi.
Heather Davis
Decidí, como hicieron la mayoría de las chicas listas, jugar a ser una completa
inocente. Quiero decir, ni siquiera mis amigas sabían todo lo que había hecho con
los chicos. Les dije las cosas básicas, pero había cosas que reservaba para mí. Me 80
arrepentía un poco de algunas cosas. ¿Y la doctora Wanda pensaba que escupiría
todos mis secretos frente a extraños? Esa clase de tortura hacía que remover hierba
pareciera atractivo.
Mientras trabajaba en los lechos de flores alrededor del comedor, más tarde esa
mañana, esperé que Austin apareciera pero nunca lo hizo. Mientras tanto, Charles
sudando a lo lejos, arrastraba rocas y las ponía en su lugar. Un par de veces me
gritó, pero lo ignoré.
Con todo eso de remover hierba, me estaba perdiendo los deportes del campamento.
Un juego amistoso de voleibol podría alejar mi mente de las cosas por un rato.
—Bueno, Austin no estaba en el almuerzo, así que le pregunté a Price y dijo que él
se sentía enfermo esta mañana. Probablemente alergias o un dolor de estómago o
algo.
—Oh. —¿Él estaba realmente enfermo? Recordé que me dijo anoche que se sentiría
enfermo sin sus medicinas al principio. Bueno, aparentemente, hizo que esa parte
de la mentira se volviera realidad. Aún así, si le estaba diciendo a las personas que
era un maldito hombre lobo, era, o un mentiroso patológico, o un completo enfermo
mental. Dudé que la enfermera tuviera una cura para eso.
Hice una pausa en el camino. Por medio segundo consideré contarle a Ariel acerca
de la loca mentira de Austin, pero recordé prometerle que no le diría a nadie. Y
siempre cumplía mi palabra, incluso a personas que inventan cosas. 81
—Él tiene problemas mayores —dije.
No iba a dejar a Ariel, así que me senté en la cerca de madera que estaba en frente.
Luego de sólo un minuto, Ariel salió sosteniendo un paquete de hielo en su frente.
Tarareando, Cynthia Crumb pasó marchando junto a nosotras con una bolsa de red
llena de pelotas.
—Se veía, mmm… desaliñado. Como si necesitara una afeitada y una ducha.
—La crema hidratante es para todos, todos los días —dijo Ariel con una sonrisa
aburrida—. Al menos ese es el lema de DeVoisier Inc.
—Su papá está de Safari. El mánager lo odia. ¿A quién más podría llamar?
Ariel tenía razón. Pensé en la familia distante de Austin, de cómo realmente no tenía
nadie confiable en quién caer. Ninguno de nosotros lo tenía, de alguna manera.
¿Quería decir eso que estaba bien robar cosas, decir mentiras locas, decir cosas
como “confía en mi” a alguien que casi podría ser tu amigo? Ni hablar. No tratas a
tus amigos así. Y si ese era el tipo de persona que él era, entonces necesitaba
permanecer lejos de él.
¿Qué es lo que hay con el Square Dance 11? ¿Por qué las personas mayores creen
que es remotamente divertido? Todas esas incómodas tomadas de manos y giros sólo
83
me mareaban y desesperaban por tener un desinfectante de manos.
11Square dance es un baile popular con cuatro parejas (ocho bailarines) dispuestos en un cuadrado, con un
par a cada lado.
Heather Davis
—¡Mi dedo, mi dedo! —gritó ella, saltando alrededor.
Una multitud se reunió alrededor de Ariel. Pobre Price, se puso rojo como la salsa
de tomate.
—Es su noche libre —dijo el señor Winters con su estridente voz—. Podemos hacer
primeros auxilios. No se preocupen, chicos, tengo mi equipo aquí mismo.
—Hora del karaoke —llamó Cynthia Crumb mientras yo salía del gimnasio. Eso fue
perfecto. Ella estaría muy concentrada en la canción para perseguirme por un rato.
Y para cuando lo hiciera, con suerte ya sabría qué había pasado con Austin.
No estaba exactamente segura de por qué me sentía atraída por él. Quizás era una
especie de cosa protectora, o quizás era sólo que de todo el mundo en el
Heather Davis
campamento, él era una de las dos personas con las que realmente sentí una
conexión. Y aunque pensar en decirle a alguien que eres un hombre lobo es un
grito de ayuda obvia, era entretenido y nada mal para la vista.
Decidí ir a buscarlo junto con el hielo. Por lo menos eso me llevaría lejos del
estúpido baile, lejos de los chicos que me trataban como si fuera agradable sólo
porque mi papá era rico, y lejos de los adultos que estaban tratando de que hacer
que me abriera.
Mientras me dirigía hacia la oscuridad, me dije que esto era diferente de todas las
otras veces, que él era diferente de todos los otros chicos. Sólo no tenía idea de lo
acertada que estaba.
El camino se extendía frente a mí, la grava teñida de rosado por las luces
fluorescentes de los edificios adelante. Un fino resplandor de luz de luna se filtraba
entre las nubes, coronando a los árboles de hoja perenne a lo largo del camino con
halos plateados.
Todo estaba silencioso excepto por el murmullo de la electricidad que encendía las
luces y el zumbido de los insectos. 85
No tenía mucho tiempo, así que corrí primero a la enfermería. No vi a nadie, y el
edificio estaba cerrado y desierto. Entonces a la oficina. Volví sobre mis pasos y me
dirigí hacia las cabañas, pero me encontré con Pájaro Carpintero, no Austin.
Rodeé la parte trasera del edificio, dónde había una especie de callejón, protegido
por unos árboles frondosos. Los basureros enfilaban hasta el final de una colección
de profundos baches y pequeños charcos de grasa, que yo sería muy flexible al
llamarlo camino.
Un débil foco de luz derramaba un brillo amarillento sobre la entrada del camino
dónde estaba parada, pero aparte de eso, estaba todo oscuro con excepción de un
cuadrado de luz que cortaba la penumbra. Espera. El cuadrado era probablemente
Heather Davis
la ventana en la puerta de la cocina. Si las luces aún estaban encendidas, la cocinera
aún estaba allí. Hielo viniendo enseguida.
Pero primero tenía que caminar por el callejón oscuro, completamente opuesto a
todo lo que te enseñan acerca de seguridad personal. Una brisa ligera agitó las hojas
de los árboles al final del callejón, provocando un sonido que me asustó un poco,
pero caminé hacia adelante, concentrándome en la luz delante, hasta que alcancé
la puerta.
Iba a llamar, pero cuándo tiré del picaporte, éste cedió fácilmente. Había sido
abierta.
Sigilosamente, entré a la cocina. El dulce olor a levadura del pan del desayuno para
la mañana siguiente colgaba en el aire.
Un extraño ruido animal me hizo volver hacia la puerta de la cocina abierta. Corrí
y me asomé al callejón. ¿Qué diablos había hecho ese sonido? Di unos pasos desde
la puerta, pero de repente noté que el suelo parecía resbaladizo.
Santa mierda. Sangre. Un rastro de sangre salpicada que no había notado al entrar,
distraída por el aroma a canela. Por lo menos pensaba que era sangre. Seguro no se
parecía a la salsa de tomate.
El cuarto de refrigeración.
Heather Davis
Uh-oh. Ni quería saber, pero tenía que comprobarlo. Quiero decir, ¡eran ridículas
las historias que en mi cerebro daban vueltas! Probablemente era nada más que un
lío que de alguna manera la cocinera olvidó limpiar.
Abrí la puerta y entré. El aire frío me golpeó como una bola de nieve en la cara.
Abrazando mis brazos desnudos alrededor de mi pecho, miré a mí alrededor.
Gracias a Dios, no vi ningún cadáver colgando atrapado entre las tablas de carne.
Los trozos de carne estaban ensangrentados, muy bien, y había un pequeño charco
rojo en frente del recipiente, como si alguien hubiese sacado unas cuantas piezas de
ahí. Suspiré, aliviada de que al menos no iba a encontrar a la cocinera cercenada ni
nada. Fue entonces cuando comprendí que el rastro de sangre no conducía dentro, 87
sino fuera del recipiente. Conducía hacia donde provenía el ruido. ¡Repugnante!
¿Alguien había matado y arrastrado afuera a la cocinera?
¡Slurrrggrrrfff! Oí el ruido extraño de nuevo, así que salí por la puerta de atrás y
me deslicé contra la pared del edificio, escuchando. Y entonces oí un ruido peor
que el espeluznante sonido, el chasquido de la puerta de la cocina cerrándose. La
puerta que había estado entreabierta y ahora estaba cerrada cuando sacudí el
picaporte.
¡Slurrrggrrrfff! El sonido venía de los alrededores del basurero. Era como un animal
salvaje comiendo algo.
Heather Davis
¡Rayos!
Bajé por el callejón, todavía pegada a la pared para que, fuera lo que fuera, no me
viera saliendo. Sólo me escaparía y no lo notaría. Tragando para apaciguar mis
músculos gritando, me concentré en mantener la calma, estar alerta, continuar
invisible.
Por suerte, mi subconsciente es un total idiota. Espera, dijo, recuerda lo que tu padre
te dijo de los bosques, los animales generalmente tienen más miedo de ti que tú de
ellos. Respira profundo y sé valiente. Salté de la pared y dije:
Ahora podía ver que era una persona, un hombre. El tipo tenía las manos sobre la
tapa del contenedor de basura ahora, como preparándose. Totalmente espantada,
empecé a retroceder.
—Para —gritó. En ese momento las nubes se abrieron, enviando una escasa luz de
luna sobre nosotros. Y me encontré cara a cara con el ladrón de carne.
Austin.
Con la luz de la luna, la sangre oscura brillaba alrededor de sus labios. Su barbilla,
también manchada, parecía más desaliñada de lo que era antes, como si necesitara
un afeitado.
Heather Davis
—Shelby. —Sonrió, mostrando dientes más blancos de lo que jamás había visto,
mucho más blancos que el blanqueamiento de dientes que papá me había dejado
hacer. Y afilados, también, con puntiagudos extremos reflejando la luz pálida.
Pero no eran las únicas cosas brillantes. Su piel, su cuello, sus hombros, su pecho
desnudo. Espera. ¿Pecho desnudo? ¿Estaba en topless en un callejón, comiendo
carne cruda?
—¿Qué, eh, estás haciendo? —pregunté, obligándome a decir algo, cualquier cosa.
El vello en la parte de atrás de mi cuello todavía estaba levantado, con algún tipo de
sensación de peligro. Envolví mis brazos alrededor de mi cintura, sintiendo un frío
extraño.
—No tengas miedo —dijo, su voz adquirió un tono tranquilizador—. Sólo soy yo.
Dio otro paso hacia adelante, tal vez esperando que retrocediera de nuevo, pero
traté de ser valiente. Me temblaban las manos de todos modos, y en mi cabeza sólo
estaba la historia de Charles sobre la chica que fue atacada. Santa mierda.
—Así que, sólo voy a volver de nuevo al baile —dije, mientras en mi cabeza daba
vueltas sobre técnicas de autodefensa que el profesor de gimnasia me había
enseñado esa primavera. Mi plan básico era darle una patada en la ingle y luego
correr como el infierno.
Austin levantó una mano, que, me di cuenta con un escalofrío, estaba oscura de
sangre.
—Te lo dije. —Se acercó y me miró fijamente. Sus ojos brillaban de color plata
azulada, inhumanos, mientras el reflejo de la luz de la luna se asomaba entre las
nubes—. Soy lican.
¡Austin Bridges III realmente era un hombre lobo! No era un drogadicto. No era un
lunático. Y no era un mentiroso. El único chico del campamento que me importaba
tenía problemas completamente diferentes.
—No te preocupes. La luna llena no será hasta dentro de tres días. No voy a cambiar
en contra de mi voluntad hasta entonces. Estás a salvo.
—Mira, me encantaría quedarme y ser como la doctora Phil y todo, pero tengo que
conseguir un poco de hielo para la falsa quebradura del dedo del pie de Ariel antes
de que envíen un equipo de búsqueda detrás de mí. Es posible que quieras entrar y
limpiar el rastro de sangre que dejaste en la cocina.
Parecía avergonzado.
—Será mejor que lo hagas antes de que la cocinera piense que ha habido un
asesinato. Ah, pero la puerta está cerrada ahora.
—Umm...
Heather Davis
—No puedes regresar sin eso.
—No —dije de mala gana—. Necesito el hielo. Pero te voy a esperar por ahí
adelante... en la luz.
Negó con la cabeza hacia mí, y luego desapareció en la esquina entre las sombras.
Minutos más tarde, estaba sosteniendo la bolsa de hielo para Ariel en mi cabeza,
tratando de calmar el dolor. Quiero decir, me alegraba de que Austin no fuera un
drogadicto, pero, ¿cómo podía ser esto real?
—Sí. No precisamente.
—Entonces, ¿qué pasa con la carne asada? ¿Tú, um, comes cosas con sangre? —
dije, tratando de entablar conversación.
91
No tenía ni idea de que decirle a un hombre lobo.
—Sin mi suero, lo necesito. Proteína pura. Cuanto más fresco, mejor. La variedad
de carne asada se limita a estar alrededor en mi estómago, no satisface el hambre
del lobo.
—El lobo... hablas como si fuera un ser independiente, pero él eres tú. ¿Cierto?
—Somos dos individuos que comparten la misma alma. Estamos juntos pero
separados. Al igual que yo, el lobo tiene sus propios instintos, deseos y
pensamientos.
Heather Davis
—No lo entiendo. Quiero decir, un lobo es un lobo, ¿verdad? ¿Cómo puede pensar
y esas cosas?
—Los hombres lobos no son como los lobos normales, Shelby. No siempre viven o
viajan en grupos como ellos lo hacen. No compartimos la misma jerarquía social.
No somos esclavos del hambre como los lobos normales. Somos seres evolucionados.
Y cuando cambiamos, tenemos nuestras personalidades humanas con nosotros. Aún
así, he tomado medicación desde los doce años para dominar al lobo. Es más fácil
para mí vivir de esa manera.
—Así que, um, ¿qué pasa con los hábitos de alimentación del lobo? Quiero decir,
¿debería estar preocupada? —dije con mi voz extrañamente alta y chillona.
—El suero está fuera de mi cuerpo. Me sentí mal esta mañana, pero ahora puedo
completar la transformación, si quiero. Es más fácil para mí, eh... alimentarme en
mi cuerpo de lobo. Es mucho menos repugnante. Cuando llegue la luna llena, no
tendré opción, simplemente voy cambiar.
—Así que, ¿se lo vas a contar tú o lo haré yo? —pregunté cuando la fogata apareció
a la vista.
—¿Vas a contarle la verdad al señor Winters? Quiero decir, ¿así puedes recuperar
tu suero?
—Oh. —Presioné la bolsa de hielo en mi cabeza otra vez—. Entonces, ¿qué vas a
hacer?
—Pediste la verdad. Pensé que quizás eso significaba que te importaba. —Luego,
sin mirar atrás, desapareció en la noche.
Heather Davis
119
Heather Davis
13 Rafia: Hilo de fibra sintética, obtenido por extrusión de fibras de polietileno y polipropileno.
Heather Davis
Aquí hay un poco de rafia —dijo Price, entregándole un poco de materiales—.
Estamos haciendo aves.
—Gracias, compañero. Hola, Shelby —dijo.
—Hey —dije casualmente, pero mi voz sonaba pequeña y distante. Mis palmas se
sentían sudadas, por lo que las limpié en mis pantaloncillos.
—Bien, lo que debes hacer es… —empezó Price, recitando las instrucciones para el
ave que Austin se había perdido.
—¡Oiga, doctora Wanda! El mío parece una araña —dijo Jenna un minuto después,
moviendo su mano para llamar la atención de la doctora Wanda—. ¿Ha usted
recibido entrenamiento especial en arte o sólo le enseñaron esto en la escuela de
loqueros?
La doctora Wanda acomodó su rizado flequillo y luego jaló el dobladillo de su blusa,
el cual a penas cubría su redonda mitad. Obviamente, la mujer intentaba
mantenerse calmada. Si fuera yo, probablemente le hubiera dicho a Jenna dónde
pegarlo, pero la doctora Wanda logró sonreír.
—Todos estamos haciendo aves que expresan nuestra individualidad. Cada ave 121
tiene la posibilidad de volar, con ocho patas o sin ellas. —Jenna gruñó y volvió a
intentar atar sus deformes alas—. Tendremos un círculo de fuego en la ceremonia
de luna llena mañana en la noche —continuó la doctora Wanda—. Su ave
representa su antiguo yo, y quemándolo en la fogata estarán liberando a su nuevo
espíritu para volar.
—¿Se supone que el quemarlos los ayudará a volar? —dijo Jenna, rodando sus
ojos—. Eso es basura. Espero que esta rafia no esté tratada con elementos tóxicos
que produzcan humo peligroso al ser incinerados.
La doctora Wanda sonrió, seguía ignorando a Jenna.
—La luna llena es el momento perfecto para los inicios. Muchas civilizaciones
antiguas creían que la luna llena posee magia.
Price sonrió.
—Esa es una gran noche en Savannah. Sacerdotisas vudú, cementerios a
medianoche, todo eso.
—¿En serio crees en esa tontería? —preguntó Austin con una risa nerviosa.
Heather Davis
—Mi madre dijo que es verdad, y no necesito descubrirlo por mí mismo —dijo
Price. Él se arremangó un poco su camisa de rugby y siguió atando las grandes y
sosas alas.
—Necesito hablar contigo —susurró Ariel y me condujo a la mesa de
suministros—. Creo que Price realmente me gusta —dijo ella, tomando más rafia
azul de una caja—. ¿Lo viste llevar mi bandeja a la cocina en el desayuno? ¡Ni
siquiera le pedí que lo hiciera!
—Sí. Es dulce.
—Shelby, no entiendes —dijo Ariel, tomando mí brazo—. Es el primer chico que
me gusta en mucho tiempo.
—¿No tienes novio en la escuela?
Ariel se sonrojó un poco.
—¿En cuál, San Agustín en Zurich, la Preparatoria Fulton en Nueva York o la
Academia Oceanside en el Condado de Orange?
—Eso apesta. Es difícil mantener un novio cuando sigues cambiando de escuela.
122
—Sí, tampoco ayuda si son escuelas para mujeres.
—¡No! —dije, un poco fuerte. Todos me observaron, olvidando por completo su
tonto pájaro de rafia. Muy bien, Shelby.
—¿Problemas? —La doctora Wanda era una de esos adultos que podía acercarse
hacia ti en milisegundos sin hacer sonido alguno.
—Ella está genial. Molesta por sus desastrosas alas —dijo Ariel, mostrando mi
desequilibrada ave la cual, obviamente no era mi mejor trabajo.
—Todos tenemos desastrosas alas. El reto es usarlas para volar —dijo la doctora
Wanda. Me dio un golpecito en uno de mis hombros—. Lo puedes hacer, Shelby.
—Creo que voy a vomitar —dijo Jenna, fingiendo tener arcadas sobre la mesa.
—Oh, sólo haz tu ave —le gruñí.
La doctora Wanda siguió caminando, dejándonos a Ariel y a mí.
—Pobre criatura —dije—. ¿Ningún chico?
Heather Davis
—No —dijo Ariel—. No estoy segura de qué hacer con Price. —Se encontró con mis
ojos por un segundo, parecía un poco avergonzada, y luego empezó a estirar una
de las piernas de su pájaro.
—No harás nada, ¿de acuerdo? —dije—. Es como ser amigos, pero luego, un día,
sabrás si realmente te gusta, y las cosas cambiarán. Sucede por sí sólo.
—Así que, um… —Me sonrió tímidamente—. ¿Qué hago si quiere besarme?
—Si quieres hacerlo, entonces hazlo —dije—. Pero debes estar segura que es real,
Ariel.
Mordiendo su labio, me miró por el espejo.
—¿Es real contigo y Austin? Quiero decir, creo que ustedes son geniales juntos. Él
es apuesto. Tiene talento.
Es un hombre lobo, quise agregar.
—Bueno, él definitivamente es diferente a los otros chicos que conozco —dije. Por
medio segundo consideré escupir mis agallas, pero claro, hubiese sido una idea
terrible.
123
Ella movió su cabeza.
—Austin no es tan diferente. Es sólo el típico hijo de una estrella de rock. Confía en
mí, he conocido algunos.
—Sí, supongo…
—¿Qué está mal? —Ariel sonrió inquieta.
Moví mi cabeza.
—Nada.
Ella suspiró.
—Si estás preocupada por su problema, no te dejes absorber. ¿No es eso lo que dijo
la doctora Wanda ayer en el grupo de chicas? Sólo puedes ser responsable por ti
misma.
Tomé una pieza de rafia verde y lo agregué a mis alas. Pensé sobre todo eso de
querer ayudar que había hecho antes y cómo eso, quizás, era todo sobre tomar la
responsabilidad de otras personas y sus decisiones en lugar de dejarlos manejarlo
solos. ¿Pero qué si la otra persona no tenía opción? ¿Qué si eres la única persona
Heather Davis
que entiende el problema? ¿Qué si esa persona no es siquiera una persona? Era muy
complicado.
—Tiene que enfrentarlo solo —siguió Ariel.
—Sí. —Giré la rafia alrededor del ave y evité mirar hacia Austin. El problema era,
no creía que en realidad necesitara mi ayuda, no había nada que pudiera hacer por
él. Simplemente ya no quería mantener su secreto para si mismo. No quería estar
solo. Lo miré, construía su torcida ave con rafia, convirtiéndola en algo artístico y
hermoso, y sentí su dolor más profundamente que nunca.
—¡Bienvenido a la Noche de Talentos del Campamento Crescent! —La voz del señor
Winters resonó por el gimnasio-granero y la multitud se volvió salvaje. Bueno, tan
salvaje como los campistas que han sufrido otra noche de mala comida podían ser.
—¡Tenemos un gran itinerario, campistas! ¡Malabaristas de luces, un sketch sobre
los consejeros, jeh-jeh, no puedo esperar para ver eso, también una lectura de
poesía y mucho más! ¡Así que empecemos!
Todos ovacionaron de nuevo. De hecho, también aplaudí. Estaba emocionada por
ver a Ariel en el escenario.
124
Luego el señor Winters dijo:
—¡Muy bien, chicos, nuestro primer acto es un número de nuestra propia cantante,
Cynthia Crumb!
La ovación se detuvo. Cynthia trotó hacia el escenario con su guitarra y se acercó al
micrófono. La sala se llenó con el primer acorde de “Beautiful” de Christina
Aguilera.
—¿Dónde está tu chico? —preguntó Jenna, quien se había sentado junto a mí—.
Oh, ups, ¿te ha dejado plantada o algo así?
La fulminé con la mirada, lo cual se merecía.
—Eres tan mala como Charles. Quizá ustedes chicos deberían salir —dije.
—En realidad, es algo lindo.
No me molesté en indicarle todos los fallos en esa teoría ya que en ese momento
Charles se deslizó en la silla a mi lado. De repente, mi mal humor empeoró.
—Hey —dijo él casualmente.
Heather Davis
En el escenario, Cynthia apagó la última nota de su guitarra y, frunciendo el ceño
por la falta de reacción de la audiencia, se fue a sentar en su silla, lejos del centro
de atención.
El señor Winters aplaudió cortésmente.
—A continuación, una presentación de La Bella y la Bestia.
Las luces del escenario subieron, revelando una pintura en el fondo. De nuevo
estaba atrapada por los colores vívidos y el estilo impresionista del arte de Austin.
Igual que la audiencia, porque un silencio se apoderó del público.
Price se pavoneaba en el escenario. Se había arreglado el cabello como el de una
bestia, complementado con un chaleco de lana marrón, su rostro maquillado con
bigotes y una nariz negra. Un murmullo se extendió por la audiencia. A pesar del
ridículo disfraz, casi parecía lindo.
—¿Quién está ahí? —llamó.
Ariel entró desde la izquierda, con una falda roja y una camisa campesina y llevaba
una canasta.
125
—Es Bella. Tú invitada. ¿Dónde te escondes?
—¡No te me acerques! —dijo Price gruñendo—. No necesitas verme para apreciar
las riquezas de mi castillo. —Él se encogió como para esconderse.
—Eso es ridículo. Muéstrate. Mi padre dijo que eras una bestia, pero… él debe
estar… exagerando bastante.
Price miró a Ariel divertidamente, y noté que ella había olvidado sus líneas. Price
salió de las sombras hacia el foco de luz.
Ariel jadeó.
—No eres un humano en absoluto. ¡Eres una bestia peluda!
—Es verdad. Soy una bestia peluda. Estoy maldito. Debo tener esta forma hasta
encontrar el amor verdadero —dijo Price. Hubo unas cuantas risitas de la
audiencia. Price entrecerró los ojos—. Debes permanecer aquí por una quincena.
Hasta entonces serás libre de volver con tú familia. Sé que no soy como los otros
hombres que han buscado tu mano, pero tal vez me podrás amar con el tiempo. —
Price sonó tan sincero que la audiencia dejó de reír.
—¿Cómo puede ser eso? —dijo Ariel, empezando a recordar sus verdaderas
líneas—. Me asustas. Nunca te amaré.
Heather Davis
Hice una mueca. La Bella y la Bestia había sido una mala idea. Austin tenía razón al
perderse la obra. Lo último que necesitaba era un recordatorio de lo diferente que
era. Pero yo no era una Bella, ¿cierto? Quiero decir, no temía estar alrededor de
Austin. Me interesaba por él, sin importar la forma que tomara. ¿Cierto?
Al segundo que la escena había terminado, me escapé de ahí. Tenía que encontrarlo.
Quería estar con él, sacar lo mejor del tiempo que teníamos, o hacer un último
esfuerzo para obtener ese suero. No quería estar en el campamento sin él. Y estaba
bastante segura que no era saltar tras alguien cuando ya tenías los dos pies en la
piscina.
La casi luna llena colgaba sobre el Campamento Crescent como un foco, dándole a
todo un brillo azul plateado y provocando sombras oscuras y profundas. Luz y
oscuridad, andaban juntas, incluso cuando iba hacia los delgados árboles de
apariencia horripilante. Y tal vez así es como las personas eran, también. Sólo que a
veces las sombras parecían muy profundas para que la luz se notase.
Después de buscar en el camino hacia la cabaña, las canchas de voleibol y los
pasillos traseros de la cocina, encontré a Austin sentado bajo un árbol cerca de la
enfermería.
126
Él miró hacia arriba mientras me acercaba por el camino.
—¿Cómo estuvo el teatro aficionado?
Le di una sonrisa.
—Bestial.
Se estiró y me jaló para sentarme junto a él.
—Perdona mi rudeza —dijo él—. No quería hacerte sufrir la Noche de Talentos
sola. Decidí echarle un último vistazo a la oficina de Winters.
Me incliné contra el tronco del árbol y entrelacé mis dedos en el césped alrededor.
—No te perdiste mucho. Honestamente, sin el candelabro cantante, la obra no
estaba tan caliente. —No se rió por mi tonta broma—. No hubo suerte con la oficina
del señor Winters, ¿huh? —pregunté.
Él movió su cabeza y metió sus manos en los bolsillos de su abrigo negro.
—Está claro que no me puedo quedar aquí. —El dolor atenazaba su voz—. Debo
irme.
—No quiero que te vayas —dije suavemente.
Heather Davis
—¿Por qué?
—¿Me harás decirlo?
—Por todos los medios —dijo, un pequeño brillo en sus ojos cafés.
—A mí más o menos, ya sabes… me gustas.
—También me gustas —dijo Austin. Se acercó a mí, los centímetros entre nosotros
se transformaron en milímetros, hasta que él estaba…
Sentía un hormigueo por el miedo, me aparté, mis labios casi calientes por el casi
beso.
Austin frunció el ceño.
—No te morderé. Confía en mí.
Eso me influyó valor. Quería besarlo, pero no podía. Austin era peligroso, y no sólo
en la categoría de animal salvaje. Si le permitía que me gustase, que me besara,
¿quién sabría qué estupidez haría por él? Qué riesgo tomaría para meterme en
futuros problemas, cuando todo lo que necesitaba hacer era cumplir mi tiempo en
el Campamento Crescent. Y mantenerme fuera de problemas. Difícilmente me 127
estaba aferrando a ese plan con todos estos paseos en la oscuridad. Esto no era
bueno.
—Confío en ti —dije, moviendo mi rostro hacia las sombras así no vería la mentira
en mi expresión.
—Eso es basura —dijo Austin—. He confiado en ti con mi vida, mi secreto. ¿Por qué
no confías en mí? —Su mirada se unió a la mía firmemente, y sentí esa debilidad en
mí crecer de nuevo. La debilidad por chicos con encantadoras sonrisas, quienes
amaban acompañarme por el camino equivocado mientras pretendían que eran el
correcto.
—He tenido muchas de estas charlas de “confía en mí” en mi vida —dije—. No
confío en ti. No confío en nadie. Ni siquiera confío en mí. —Ooh, eso era extraño
decirlo en voz alta. Me pregunté de dónde venía eso, pero de alguna manera en el
fondo supe que era verdad.
—A veces tienes que tomar un salto de fe. Eso es la vida. Es una serie de saltos.
—No le tengo miedo a eso.
—Pero me tienes miedo a mí. Tienes miedo de besarme. —Él alcanzó mi mano—.
La vida es muy corta para temer confiar en las personas a las que les importas.
Heather Davis
Tenía miedo. Jillian Montrose seguía en el fondo de mi mente. ¿Austin me había
dicho toda la verdad? No había forma de saberlo.
La confusión y calidez parecían irradiar de mi cuerpo mientras él me rodeaba con
sus brazos, acercándome. Descansé mi cabeza en su hombro, absorbiendo el
especiado aroma de su jabón y piel. Él seguía oliendo casi como malvaviscos. Estaba
segura de que ningún asesino olía así. Suspiré contra su cuello.
—Ahora, si fueras un sangriento vampiro, se acabaría para mí —murmuró,
besando la parte superior de mi cabeza.
Suspiré y presioné mis labios contra su piel, sintiendo su palpitante pulso por
debajo. Mi boca hormigueó con calidez. Quería besarlo, pero eso sería…
—Una mala idea —dije, alejándome de Austin—. Esto es una mala, mala idea.
—No huyas de mí. No quiero que nuestra última noche juntos termine así.
—No tiene que ser nuestra última noche juntos.
La voz de Austin se suavizó.
—Es lo único que puedo hacer para proteger a todos y a mí mismo. Estaré 128
perfectamente en casa en el bosque. Es el mejor lugar para mí.
—Pero… —Casi dije, ¿qué hay de mí? En serio. En realidad pensé en mí misma y
en cómo me sentiría si Austin se fuera para siempre.
Él parecía sentirlo porque dijo:
—Puedes acompañarme a la cerca mañana después del almuerzo, cuando se supone
debemos estar en artes y manualidades. La otra noche encontré un hoyo lo
suficiente grande como para pasar. Es el último recurso, pero temo que tengo que
tomarlo.
—¿Te das cuenta de que no puedo volver a salvarte? Si te pierdes en el bosque esta
vez estarás por propia cuenta.
—Difícilmente me salvaste la última vez —dijo con una sonrisa—. No te preocupes,
tomé un mapa de Charles. Lo tenía escondido en la funda de su almohada. Cambiaré
en la noche, pero me puedo recuperar y escalar durante el día. En cuanto alcance
el pueblo más cercano, la luna llena habrá acabado, y seré un tipo regular de nuevo.
—¿Qué si ellos van a buscarte?
Heather Davis
—Oh, estoy seguro de que lo harán, pero sabes que intentan mantener las cosas en
secreto aquí, serán Winters y Sven, cuanto mucho, difícilmente una amenaza. Los
oleré acercarse a mí y escalaré en una dirección diferente.
—¿Cuándo llegues a un pueblo? ¿Luego qué? —pregunté, ese sentimiento vacío
empezando de nuevo.
—En el pueblo haré una llamada por cobrar al químico en Londres, haré que me
mande dinero y mi suero mientras paso el rato en el hotel local.
Sonaba como un plan terrible. Él estaba huyendo. Del campamento. De mí. Sentía
las lágrimas aparecer.
—Tengo que irme.
—Shelby —dijo Austin, tomando mi mano otra vez—. Si las cosas fueran diferentes,
si pudiera quedarme…
—Lo sé. La vida apesta —dije fríamente.
—No olvides encontrarte conmigo mañana —susurró Austin.
—Sí. 129
Me levanté y caminé por el camino sola. Estar sola no era nada nuevo para mí. Y
sabía que no era nada nuevo para Austin, tampoco. Es sólo que no esperaba que
doliera tanto.
Heather Davis
14Día para conmemorar a San Patricio, Santo patrón de Irlanda. Es probablemente el santoral más
ampliamente celebrado en el mundo.
Heather Davis
—Se siente bien sacarlo todo afuera, ¿no es así?
No quería que ella pensara que realmente había hecho algo que había ayudado un
poco, pero tuve que asentir. Se sentía bien. Bueno, raro pero bien. Era como si, por
una vez, yo estaba hablando y nadie estaba interrumpiéndome o haciéndome
estúpidas preguntas. Yo escribiéndolo todo era como si mi papá estuviera
escuchándome. Tal vez si hubiéramos intentado más duro hablar el uno al otro
desde que mamá murió, no hubiera tenido tanto que escribir. En serio.
Tal vez incluso no hubiera estado ahí en ese estúpido campamento en primer lugar.
—¿Quieres que lo envíe por mail por ti? —preguntó la doctora Wanda.
Sacudí mi cabeza.
—Um, me quedaré con ella —dije, doblando la carta en un pequeño cuadrado.
—Eso está perfectamente bien. —La doctora Wanda me dio una cálida sonrisa y
caminó de vuelta a su escritorio con una pila de notas que enviar.
Ariel me dijo una vez que su mamá admitió algo importante en una sesión de
terapia madre e hija: los adultos no siempre hacen todo bien. Así que mi pregunta
134
era, si no siempre tienen razón, ¿entonces cómo podemos ser los que hacen todo
mal?
Tal vez ambos lados tomaban decisiones que no resultaban ser las más inteligentes.
Pero si tienes miedo de cometer errores, no puedes aprender, ¿verdad? Tal vez eso
era donde yo tenía algo que mi papá no. Había tomado algunos riesgos, y
definitivamente había metido la pata. Era algo intrépida en ese departamento. Al
menos lo había sido hasta que llegué al campamento. Había consecuencias aquí,
como Red Canyon, que apestaban totalmente.
Por supuesto, han habido consecuencias en casa, pero las había ignorado. No las
había tomado seriamente. Había roto las reglas sólo porque sí. Y estaba empezando
a pensar que eso no era ser intrépida, era ser estúpida. Digo, ¿cuál había sido el
punto de todo eso? ¿Tener la atención de mi papá? ¿Mostrarle a Priscilla que no
tenía miedo de ella, cuando obviamente no le interesaba lo que yo pensaba? Qué
pérdida de tiempo.
Metí la carta en mi bolsillo y caminé fuera del aula en la deslumbrante luz del día
de verano. No estaba segura si alguna vez enviaría esa nota a Papá, pero sentí como
que algo en mí había cambiado.
Justo después del almuerzo, era tiempo de decir adiós a Austin y regresar a vivir mi
normal vida programada, libre de hombre lobo, así que tomé el camino hacia las
Heather Davis
cabañas como si volviera para hacer algo antes de artes y artesanía. A mitad del
camino allí, me desvié al sendero más pequeño, que guiaba donde se suponía que
me debía encontrar con Austin. El sendero serpenteaba a través de árboles de hojas
perennes, y en la distancia a mi derecha, podía ver la silueta de algunas de las
cabañas. Aspiré la esencia de pino que ningún limpiador de pisos podría copiar
junto con el tibio olor de la tierra de las cosas creciendo. El verano olía tan bien,
incluso en el campamento para malcriados.
Estaba cálido, así que me saqué mi sudadera roja con cremallera y la até alrededor
de mi cintura. Mientras me movía más lejos en el bosque, el sendero se cortaba a la
izquierda a través de helechos, arándanos, y filas de abetos achaparrados. Batallé a
través de la vegetación, mis piernas desnudas tomando una justa parte de arañazos.
Al final el camino se hizo realmente estrecho, como si un animal lo hubiera hecho.
De pie en un claro a más de dieciocho metros adelante estaba Austin.
—Brillante —dijo, sonriendo ampliamente. Sus ojos marrones ámbar se veían
asombrosos, pero hoy reflejaban pedazos del verde bosque alrededor de nosotros.
Tomé una fotografía mental en caso de que nunca más lo volviese a ver.
—No habrás pensado que te dejaría colgado —dije.
135
—Esperaba que no lo hicieras. No estaba seguro.
Tragué el sentimiento nervioso en mi garganta y dije:
—Um, sé que te gusta la carne, pero aquí hay algo de goma de mascar que obtuve
de Price, y aquí hay dos galletas de avena que rescaté del almuerzo. Me imaginé que
podrías tener hambre, tú sabes, antes de que la luna brille.
Austin tomó mis regalos, viéndose felizmente sorprendido.
Saqué un pedazo de papel de mi bolsillo y la metí en su mano libre.
—Así que… aquí está mi número por si quieres llamarme.
Me miró fijamente, sin moverse. No podía leer la emoción en su rostro, pero medio
se veía como completa sorpresa y horror.
Oh, hombre. Era una total babosa, era oficial. La manera más absolutamente no-
genial de decir adiós por siempre.
¿Darle mi número de celular a un hombre lobo? Locura total.
Austin dobló el pequeño papel en su mano.
—Te llamaré al final de verano. Lo prometo.
Heather Davis
Asentí. Ahora que me sentía como una idiota, quería que Austin, como que,
corriera.
—Está bien, así que buena suerte.
—Espera. Ese no es un apropiado adiós —dijo Austin, cepillando sus flequillos fuera
de sus ojos—. Ven aquí, tú. —Me atrapó por la mano, atrayéndome hacia él.
Está bien, así que tal vez no era una idiota o una babosa. Lamí mi labio inferior,
deseando de verdad tener algo de brillo de labios porque Austin iba a besarme, y
besarme bien. Estaría todo bien porque era un beso de despedida, me dije a mi
misma. Era totalmente seguro.
Por un momento se quedó allí, mirándome.
—Gracias —dijo finalmente, su estruendosa voz baja y su acento haciendo esa
simple palabra sonar como música.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Era desconcertante mirar en los ojos de
Austin. Era más que un chico, era también una hermosa y peligrosa criatura.
—De nada. —Logré decir—. Sólo estaba haciendo lo que esperaría que alguien
136
haga por mí en esa clase de situación, ¿sabes?
Él inclinó su cabeza más cerca. El calor de su aliento emplumaba contra mi mejilla.
Lamí mis labios de nuevo y traté de permanecer calmada. Y de pie. Traté de
permanecer de pie. La sensación de desvanecimiento en mis piernas se estaba
poniendo peor, y ahí no había un tronco de árbol a la vista en el cual apoyarse.
Había estado esperando por este beso y había estado aterrorizada de él al mismo
tiempo. Y ahora estaba aquí.
—Eres hermosa —dijo Austin—. Nunca tuve la oportunidad de decirte eso.
—Oh. —Mis piernas se encorvaron un poco. ¡Alerta de desvanecimiento!—. Um,
gracias.
—No, gracias a ti. Por todo. —Se movió para besarme, pero se detuvo a mitad de
camino a mis labios. Alzó su cabeza, olfateando el aire.
Había tenido chicos haciendo un montón de cosas extrañas en el medio de sus
intentos de besarme, atender sus celulares, saludar a sus amigos, incluso tomar un
mordisco de una hamburguesa doble, ¿pero olfatear? ¿Era yo? Oh, no. ¿Había
picado mi camiseta o algo? Incliné mi cabeza para olerme sin que él lo notara.
Menos mal. Estaba bien.
—Um, ¿Austin?
Heather Davis
Se dio la vuelta en el sendero.
—Shelby, tenemos que escondernos. Alguien está viniendo. —Olfateó el aire de
nuevo—. Maldito Charles.
—Correré de vuelta por el sendero.
—No, es mejor si no te ve. No hay razón para ponerte en peligro.
Austin se preocupaba por mí. Lindo.
—Buen punto —dije.
—Vamos, hay árboles por aquí. —Austin me empujó por el sendero. La alambrada
se alzaba más de dieciocho metros delante de nosotros. Alambre suelto se enroscaba
fuera de los postes de soporte, haciendo un hoyo lo suficientemente grande para
que Austin pudiera colarse.
Pero tenía que esconderme. Los únicos árboles que vi frente a la alambrada eran
arbustos. No esconderían un gnomo de jardín.
—Pensé que dijiste que habían árboles.
137
Austin me hizo callar.
—Se está moviendo más rápido. Lo escucho acercándose. Me tengo que ir. —
Despegó el alambrado y se agachó a través de él.
—Um, um —dije, mirando alrededor con un poco de pánico. ¡Mierda! ¿Qué se
suponía que debía hacer, correr? Consideré esos árboles para gnomos, pero ellos
simplemente no iban a servir.
—No tienes tiempo —dijo Austin.
—¡Bien! Me esconderé por allí. —Había algunos árboles de tronco grueso en el otro
lado de la alambrada. Me arriesgaría con ellos, luego me escabulliría otra vez
dentro.
Austin me ayudó a pasar y luego enrolló el metal detrás, así se veía como si estuviera
todo en una pieza.
Entonces agarró mi mano y me empujó hacia los árboles. Una vez que habíamos
escogido un enorme, frondoso aliso, Austin señaló de vuelta al sendero.
Pisadas fuertes como un caballo, Charles brincaba hacia nosotros.
—Sé que están ahí fuera, tortolitos.
Heather Davis
—Que idiota —murmuró Austin.
—Shh. —Abracé el árbol, muy consciente del cuerpo de Austin junto al mío, su
aliento en mi mejilla.
—Una vez que pases el alambrado se acabó, Shelby —se burló Charles, abriéndose
paso a través de los arbustos—. ¿Quieres terminar peor que Jillian Montrose?
La mandíbula de Austin se apretó. Se veía listo para salir y abofetear a Charles.
—No caigas en eso —susurré.
—¿O tal vez ya estás en el otro lado del alambrado? ¿Has hecho una brecha para
eso? Bueno, un ataque en los bosques haría una gran historia. Si sobrevives, podría
conseguirte la portada de Celebridades Expuestas y una entrevista de confesión. —
Charles se movió más cerca al alambrado, viéndose como si estuviera a punto de
desplegarlo y atravesarlo él mismo, cuando ecos sonaron a través de los bosques,
tintineo de metal y alguien arrastrándose a través de la espesa maleza.
—¡Charles! ¡Así que Cynthia tenía razón! —La atronadora voz de señor Winters
llamó—. Te vio merodeando alrededor del comienzo del sendero.
138
—Maldita sea. —Austin dijo bajo su aliento.
—Shh —dije. Necesitaba que el señor Winters se fuera, así podría colarme de vuelta
en el sendero.
Austin asintió, empujándome más cerca de él contra el tronco del árbol. Conté hasta
diez mientras Charles y el señor Winters discutían, conteniendo mi respiración. La
última cosa que necesitábamos era que nos vieran.
—Ahí hay una brecha en el alambrado —decía el señor Winters—. Pero no veo a
nadie más que a ti, Charles. ¿Cómo dijiste que diste con esta brecha en el
alambrado? Estamos claramente fuera del límite del área.
—Le dije —chilló Charles—. Seguí a Austin la otra noche.
Austin se retorció. Coloqué una mano en su brazo para recordarle que aún había
una posibilidad de que nos vieran.
El señor Winters siguió.
—¿Cuándo fuiste a caminar después de apagar las luces? Ese es un día de servicio
comunitario, ¿digamos que pelando patatas para la cocina esta vez?
—Pero Austin estaba…
Heather Davis
—Estaría feliz de hablar con él más tarde, así puede refutar tu historia.
—Pero el alambrado... —dijo Charles en un tono derrotado.
—Eso no es un problema —replicó el señor Winters, seguido por un pesado ruido
de golpeteo—. Vine preparado.
Austin y yo intercambiamos miradas y luego lentamente nos asomamos alrededor
de nuestro tronco de árbol. Oh, mierda. Había una caja de herramientas en el suelo
junto al señor Winters, quien estaba tomando alguna clase de pinza. Miré con
horror mientras torcía firmemente los hilos de metal del alambrado de vuelta
juntos.
—Nadie estará escapando fuera de este hoyo. Nadie —dijo el señor Winters,
gruñendo con esfuerzo—. Sin cortaduras en el alambre, eso es.
—No entiendes —se quejó Charles—. ¡Probablemente sea muy tarde!
—Seguro, hijo. —El señor Winters terminó la reparación y luego dirigió lejos a
Charles, quién estaba intentando argumentar su escapatoria de su deber en la
cocina. Cuando ellos se fueron, corrimos al alambrado.
139
—¡Oh, no! —dije, sacudiendo las conexiones de la cadena.
—No entres en pánico —dijo Austin, comprobando la fuerza de la reparación.
Mientras tanto, recorrí con la mirada la parte superior y me preguntaba cuán
cortadas estarían mis piernas por el alambrado de púas.
—Tal vez podría escalar…
—No puedes hacerlo, Shelby —dijo Austin—. El alambrado es seguro. Estás
atascada.
—Si eso significa que estoy jodida, creo que tienes razón. —Me senté en el suelo,
poniendo mi cabeza entre mis rodillas—. Estoy atrapada en los bosques con un
hombre lobo.
Heather Davis
148
Heather Davis
helby?
Abrí mis ojos. El cielo sobre nosotros era apenas dorado con el alba. Por
un momento no sabía dónde estaba.
La voz llegó nuevamente.
—¿Shelby? ¿Estás bien?
Me senté de un salto. Austin se sentó a mi lado, mi sudadera roja abrochada hasta 156
la mitad.
Tenía el pecho descubierto, su hombro izquierdo envuelto con un vendaje sucio.
—Esperaba que fuera un pesadilla —dije, deslizando mis brazos alrededor de mis
piernas desnudas para obtener calor.
La mañana era fría y mi camiseta desgarrada y shorts se sentían húmedos por el
pasto debajo de mí.
Pero más que eso, estaba sentada al lado de un chico casi desnudo. Un chico que
hasta hace unas horas había sido un lobo. Confundida y avergonzada eran sólo las
bases de cómo me sentía.
—Lamento lo de tu suéter. Necesitaba algo para, ah, cubrirme —dijo Austin con
voz débil.
—No te preocupes —le dije, dándome cuenta de que se refería a mi sudadera. Dejé
de frotarme a mí misma y me enfoqué en ocuparme de Austin. Mantuve mis ojos
fijos en su cara y hombro. Había perdido mucha sangre. Esta mañana se veía muy
Heather Davis
pálido. Sus ojos, anoche eran brillantes como el topacio15, ahora parecían opacos y
oscuros.
—¿Cómo te sientes?
—Mi hombro duele como las llamas. —Sonrió, apenas escondiendo un respingo de
dolor cuando tocó la herida.
—¿La pelea de anoche? ¿Un gato grande aterrador?
Frotó su cabeza como si doliera.
—Sí, lo recuerdo. Todo en lo que podía pensar era en que iba a lastimarte. No podía
permitir que ocurriera.
—Y no lo hiciste.
Sonrió débilmente.
—No, no lo hice.
—Debería haber confiado en ti —dije—. Lo siento.
—Tenía que ganarme tu confianza. —Se encogió de hombros, con un respingo de
157
dolor por el movimiento—. Y, francamente, la mayoría de las chicas hubieran huido
de mí después de lo que te conté.
Asentí y me acerqué a su vendaje. No teníamos tiempo que perder. Austin hizo una
mueca mientras quitaba la ropa de la herida. Ugh. No se veía bien.
—Necesitamos conseguirte ayuda médica real —dije atando la improvisada venda
de nuevo en su lugar.
—Me siento bien —insistió Austin mientras se ponía de pie. Se bamboleó un poco,
luego extendió la mano contra mí. Lo agarré por la cintura, sin dejarlo caer. Estaba
mucho peor de lo que creí en un principio.
Él se deshizo de mí intentando mantenerse por sí mismo nuevamente, esta vez tuvo
éxito.
—Tengo que ir a la ciudad.
15Topacio: Mineral del grupo VIII (silicatos). Se utiliza a menudo como piedra preciosa. Color generalmente
amarillo-anaranjado, pero puede encontrarse en tonos ocre, azul, violeta, rojo o incoloro.
Heather Davis
—No, iremos al campamento —dije.
Austin asintió, y vi una mirada de dolor cruzar su rostro.
—Shelby, no lo sé. ¿Qué pasa si cambio en el campamento?
—Austin, estás muy herido. Necesitas un doctor.
—Pero que pasa si yo…
—¡Detente! No dejaré que te mueras. Estás sangrando demasiado. Esto es serio.
Asintió débilmente.
—Estoy asustado —dijo.
—Lo sé, pero tenemos que arriesgarnos si significa que vivirás. No voy a perderte.
No después de… todo esto. —Me deshice de una lágrima y me enfoqué en mantener
a Austin de pie.
—No podemos —dijo Austin—. No puedo dejar que tú…
—¿Aún crees que el campamento está por aquí? —pregunté, apuntando.
158
Él asintió.
—Pero, ¿qué pasa con Red Canyon?
Ayudé a Austin a estar de pie.
—No te preocupes por eso.
Envolvió su brazo derecho alrededor mío y empezamos a caminar en dirección al
campamento.
Un tiempo después, cuando vi la cerca, casi desfallezco de la alegría. Pero Austin y
yo estábamos arrastrando los pies con paso firme, y desfallecer de alegría estaba
totalmente descartado. Cuidadosamente, nos movimos a través de la gruesa hierba
que rodeaba la cerca.
A final, como si nuestras plegarias hubieran sido respondidas, llegamos a la puerta.
Luego de que grité en el intercomunicador por ayuda, la cerca eléctrica repiqueteó
al abrirse. Como un tipo de nómadas del desierto, Austin y yo entramos en el
campamento.
Segundos después, el señor Winters pasó zumbando junto a nosotros en un carrito
de golf.
Heather Davis
—¡Shelby! ¿Estás bien? Oh, querida. Austin, ¿qué ha pasado? ¿Dónde está tu ropa?
— Pisó fuerte los frenos y casi se cae, lanzándose hacia nosotros.
—Llévanos a la enfermería —dije mientras ayudaba a Austin a subir al asiento del
pasajero y luego me subía al asiento de atrás del carrito.
El señor Winters apretó el acelerador y salimos pitando. Frenamos con un chirrido
frente a la enfermería. Austin gimió, agarrando su hombro, y salté fuera del asiento
trasero para poder ayudarlo a salir del vehículo.
—Escuche, señor Winters —dije sintiendo que la explicación debía darse en este
momento—. No queríamos escapar…
—Después —dijo—. Primero nos ocuparemos de ustedes, niños. Hablaremos luego.
—¡Ese es mi campista! ¡Oh, Austin! —Sven vino corriendo, viéndose listo para
abrazar a Austin hasta la muerte.
—Sven, ve y consíguele ropa limpia a Austin —dijo el señor Winters.
Sven se alejó corriendo y el señor Winters y yo agarramos un brazo de Austin cada
uno y lo ayudamos a llegar a la enfermería.
159
La enfermera, una mujer mayor rubia, aún frotándose los ojos para quitarse el
sueño, abrió la puerta. Se quedó boquiabierta.
—¿Qué rayos pasó? —dijo, considerando su condición.
—Perdió su ropa en un ataque de puma —dije, dándome cuenta de que podía decir
la verdad, una parte al menos—. Me estaba protegiendo.
Austin giró su cabeza hacia mí, una débil sonrisa en su pálida cara.
—Vamos, hijo —dijo el señor Winters.
Lo dejamos en la cama. Debajo de las mantas, Austin comenzó a temblar
violentamente.
La enfermera quitó con cuidado la sudadera.
—Wow, no se ve bien. —Destrabó el gabinete de las medicinas y hurgó en él,
volviendo con algo que le inyectó en el brazo.
—¿Va a estar bien?
—Cariño, déjame hacer mi trabajo. —La enfermera deslizó el termómetro en la
boca de Austin.
Heather Davis
El señor Winters agarró mi brazo.
—Necesitas hacerte ver eso, Shelby.
—¿Eh? —Eché una ojeada a un rasguño en mi brazo. Probablemente era uno de los
cientos en mi cuerpo de la caminata a través del bosque—. Es de la excursión.
—Puede necesitar algo de ungüento y una venda. —El señor Winters me señaló la
silla cercana al escritorio de la enfermera.
Mantuve mis ojos en Austin mientras la enfermera se ocupaba de él. Se había puesto
muy pálido y su frente estaba bañada en sudor. No parecía que iba a salir de la
enfermería esta noche. ¿Qué haría el lobo, lastimado, asustado y encerrado en una
habitación con la enfermera?
El señor Winters se sentó a mi lado y dijo:
—Sé que estás preocupada por él —suspiró y se rascó su pelo en caída—. Te gusta
lo suficiente para escaparte con él en el bosque —dijo el señor Winters.
—No, no es por lo que salimos de la cerca. Charles estaba atormentando a Austin y
amenazándolo con que publicaría cosas de su papá en los periódicos.
160
El señor Winters levantó una mano.
—Shelby, estamos al tanto de eso. Cuando todo el mundo se dio cuenta de que
ustedes dos no estaban, Charles deslizó un mensaje a un conductor del camión de
entrega de comida, prometiéndole una recompensa si hacía algunas llamadas para
él. Aparentemente, el muy mierda, ejem, quiero decir Charles, estaba intentado
comprar su salida del campamento con títulos en los periódicos.
Me resistí al impulso de decir duh.
—¡Vé!
—Todas las familias famosas tienen que vérselas con la prensa.
—¡No entiendes! Charles podría haber arruinado a la familia de Austin.
—Charles no estará causando más problemas —dijo el señor Winters—. Lo
enviamos a casa esta mañana. Pero cualquiera haya sido la amenaza, de todos
modos no los excusa de haber huido.
—No, pero Austin es diferente, ¡la familia Bridges es diferente! —Caray, ¿cómo
podía explicarlo, sin explicarlo? No podía.
Puso un brazo alrededor de mis hombros.
Heather Davis
—Tu corazón estaba en el lugar correcto, pero tienes que ayudarte a ti misma antes
de poder ayudar a otros, ¿recuerdas? Tienes que cuidarte.
Mordí el interior de mi mejilla, forzando a retroceder toda la frustración brotando
en mi interior.
—Me enviarán a Red Canyon, ¿verdad?
—No lo sabemos a ciencia cierta. Tendremos que discutirlo con tus padres.
Aunque sabía que eso ocurriría, me estremecí ante el pensamiento. No quería pasar
los próximos dos meses en un infierno desierto. Si no estaba hecha para las reglas
del débil Campamento Crescent, ¿cómo me iría en un lugar donde había más reglas,
entrenamiento militar e, incluso, confinamiento solitario?
Y Austin me necesitaba aquí. Incluso si iba a estar bien, aún seguía sin tener su
suero para la próxima vez, y seguro que lo estarían vigilando, pensando que
definitivamente era un escapista ahora.
Tenía otras dos lunas llenas que atravesar durante la sesión de campamento. Pero
más importante, ¿qué iba a pasar cuando la luz de la luna pasara a través de la
ventana de la enfermería esta noche? 161
Austin aún estaba en serios problemas. Y era mi culpa.
Si no hubiera estado con él en el bosque, no tendría que haber tenido que pelear
con el puma, habría logrado llegar a la civilización y llamar al farmacéutico. Si no
hubiese estado ahí, él podría haber llegado a casa libre. Mis manos se apretaron a
mis lados. Fue culpa mía. Mi mala elección. Mi decisión de saltar la cerca nos había
traído a este horrible punto. A estas consecuencias. Lo arruiné totalmente y Austin
estaría pagando el precio.
Esa noche se convertiría en el lobo. Esa noche, el mundo sabría la verdad sobre la
familia Bridges.
Tragué contra el apretado sentimiento en mi garganta. Tenía que haber algo que
pudiera hacer. Antes de que me enviaran a los páramos de Utah, tenía que pensar
algo, lo que fuera, que me acercara al suero de Austin. Que estaba en la oficina del
señor Winters. ¡Bingo! Lamparita.
—Um, ¿puedo llamar a casa? —dije, aparentando tristeza—. Para decirles lo que
pasó. Ya sabe, para asegurarme que saben que estoy bien.
Una sonrisa iluminó la rolliza cara del señor Winters.
Heather Davis
—¡Por supuesto! Te acompañaré hasta allí. —El hombre parecía estar tomándolo
como una especie de victoria terapéutica o algo. Saltó de la silla y se apuró hacia su
oficina conmigo.
Mientras quitaba el seguro a la puerta, dije:
—Voy a necesitar algo de privacidad. Tengo mucho que contarle a papá.
Se frenó.
—Estaré en el pasillo, entonces. Si me necesitas, sólo llámame.
Genial. Bueno, tal vez eso no sería lo suficientemente lejos para intentar encontrar
el suero de Austin tranquila, pero asentí de todos modos, calculando que al menos
estaré en su oficina abierta. Marcó el teléfono y luego me lo extendió.
Priscila atendió con su típico sin aliento:
—¿Hoooo-laaaa?
Dije:
—¿Hola? Aja. Sí. —Simulé hablar, haciéndole ademán hacia la salida. Luego le 162
sonreí mientras salía al pasillo y cerraba la puerta casi todo el trayecto.
Mientras tanto, Priscila estaba diciendo:
—¿Quién es? Voy a fijarme en el identificador de llamadas. ¿Es uno de los amigos
de Shelby? Está en el campamento.
Agarré el teléfono más firmemente.
—Soy yo.
Priscila se frenó.
—¿Shelby? ¿Eres tú?
El señor Winters metió su cabeza por la puerta.
—¿Está todo bien? —dijo boquiabierto.
—Genial —dije, sonriéndole forzadamente.
—¡Shelby! ¿Dónde estuviste? ¡Estuvimos tan preocupados! —balbuceó Priscila.
Heather Davis
Wow, realmente sonaba como si ella estuviera contenta de escuchar de mí. Era muy
raro y no podía lidiar con ello, así que bajé el teléfono. De todos modos, tenía trabajo
que hacer.
—Ajá. Sí, lo sé. Todo está bien —dije en voz alta para que el señor Winters pensara
que en realidad estaba hablando con y escuchando a Pan de miel.
Probé todos los cajones del escritorio de Winters y fui hacia el pequeño armario en
la parte posterior de la habitación.
Dentro había una caja grande, como el tipo de pequeño baúl que papá tenía en el
sótano con todas las viejas cosas de la facultad. Por supuesto, el de papá no estaba
con candado como lo estaba este. Entonces, ahí dentro debía de haber algo bueno,
¿no? ¿Pero cómo entrar? Me refiero, obviamente tenía que romper el candado. Pero
eso haría un gran ruido. Winters vendría corriendo, naturalmente.
—¿Shelby? ¿Shelby? —La voz de Priscila chillaba desde el teléfono.
—Sí. Bueno, déjame hablar con él —dije, aún aparentando que estaba hablando por
teléfono. Estaba casi sin ideas, pero luego divisé un walkie-talkie del campamento
sobre el escritorio. Bingo. Presioné el botón para encenderlo.
163
—¿Sven? Ven, Sven —dije, presionando mi nariz para poder imitar la voz de
Cynthia Crumb.
—Sí, soy yo —respondió.
—¡Hay un choque de carritos de golf en la puerta principal! ¡Trae a Winters de
inmediato! —Apagué el walkie-talkie y lo dejé en el escritorio.
—¿Ajá? —dije, levantando el teléfono, donde Priscila estaba graznando, en caso de
que Winters viniera a controlarme.
Un segundo después, escuché a Sven irrumpir a través de la puerta del edificio
administrativo, y gritarle al señor Winters:
—¡Tú ven ahora! ¡Fuego!
—Regresaré —dijo el señor Winters, empujando su cabeza alrededor de la
esquina—. ¡Quédate aquí!
Asentí, imitando a una adolescente totalmente absorta en la conversación. En cuanto
se fue, bajé el teléfono nuevamente, luego levanté la estatua de metal de un águila
del escritorio del señor Winters. Gruñendo por el esfuerzo, arrastré el baúl del
armario.
Heather Davis
Lo que estaba a punto de hacer sería el clavo en mi ataúd en el Campamento
Crescent. Pero salvar a Austin era más importante. Respiré profundamente y tomé
mi decisión. Luego de una corta disculpa al águila, la balanceé al cerrojo con
candado en la caja.
¡Crash! La cabeza de la escultura del águila se cayó y rodó bajo el escritorio, pero el
candado no se movió.
—Estúpido pájaro —dije, relajándome para otro golpe.
¡Crash! Golpeé el ave hacia abajo, que dobló el metal que tenía el candado hacia un
lado.
—Vamos. —Lo aporreé con el ave de bronce de nuevo. Esta vez el candado se soltó.
Solté la estatua sin cabeza en el piso, faltándole poco para golpear mis dedos, y
luego quité totalmente el cerrojo y el candado fuera de la caja. Me arrodillé frente
a la caja como algún tipo de cazador de tesoros, y lo abrí.
Era un tesoro, sí. Bolsas de chocolates, Doritos, sombras para los ojos brillantes,
revistas para adultos, y todo tipo de otro contrabando llenaban el baúl. Suficiente
porquería para abastecer, digamos cinco 7-Elevens. También había celulares y 164
reconocí mi PDA.
Casi embriagada con el olor de Hershey’s Kisses 16 y gusanos frutales de goma,
escarbé a través de las cosas hasta que encontré una bolsa plástica enterrada debajo
de una pila de revistas de manga. Levantándola hacia la luz, vi los claros frascos
que Austin necesitaba. ¡Sí!
Puse la bolsa plástica en la pretina de mis shorts, junto con mi PDA. Luego tiré al
águila sin cabeza dentro del baúl.
—¡Me tengo que ir —grité al teléfono, luego corté y corrí. Sólo tenía minutos para
llevarle el suero a Austin antes de que regresaran. Antes de que se dieran cuenta de
lo que había hecho.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Choque de carritos de golf en llamas en la puerta principal! —
grité mientras me precipitaba en la enfermería.
—¡Oh, no! —La enfermera agarró un kit de primeros auxilios y luego se desvaneció
por la puerta.
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Heather Davis
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