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Heather Davis

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Heather Davis

Moderadora
Hanna

Traductoras
AndreaDeyanira Pilar
Angyyy lavii
LilikaBaez Lena Holoway
valentinacorrea kass 
LadyScar Akira
PrisAlvS LadyScar
2
Didy

Recopiladora
Akira

Correctoras
Afrikazgz Akira
viqijb ladypandora
Juli_Arg MaryJane♥
Didy

Revision Final Diseño


Hanna Pilar
Heather Davis

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7 3
Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Sobre la autora

Sometimes By Moonlight
Heather Davis

Traducido por Hanna

Corregido por Akira


a luz de la luna puede cambiar totalmente tu vida.
Y todo comienza con tanta facilidad.
Tú.Él.
La luna.
Estás frita.
Está bien, quizás Shelby ha cometido algunos errores con los muchachos
últimamente, (¿cómo iba a saber que Wes había "tomado prestado" el Porsche?). 4
Pero su madrastra reacciona de forma "totalmente" exagerada cuando encuentra a
Shelby besándose, después del toque de queda, con un caliente superior: de repente,
los planes de verano de Shelby están en el estante, y está siendo despachada al
Campamento de malcriados. Es adiós, vestido de fiesta, hola, botas de montaña.
Las cosas empiezan a mejorar, sin embargo, cuando Shelby conoce al chico
campista (e hijo de una estrella de rock) Austin Bridges III. Pero pronto se da cuenta
que hay más de Austin que el material de enamoramiento, su familia tiene un
secreto oscuro y quiere que Shelby lo ayude a guardarlo. Shelby sabe que
"realmente" no debe enredarse con otro chico malo... pero, ¿quién es ella para darle
la espalda a un hombre en necesidad, especialmente uno tan guapo? Una cosa es
segura: la molesta luna llena está a punto de meterla en problemas otra vez.
Heather Davis

Traducido por Lena Holoway

Corregido por Viqijb

a luz de luna tiene poderes especiales. Incluso en Beverly Hills, donde todo
brilla sin importar si es real o falso, hay algo mágico sobre esa gran luna
llena. Puede hacerte actuar como loco, tomar un riesgo que nunca
considerarías a la luz del día, o incluso caer completamente de cabeza. La luz
de luna puede cambiar totalmente tu vida. Y todo comienza tan fácilmente.
Tú. Él. La luna. Estás frita.
Toma una noche iluminada por la luna, el pasado Abril, como ejemplo. El jardín 5
prácticamente brillaba con la magia de la luna. Lo sentía todo alrededor de mí,
envolviéndome.
El chico del momento era Josh Tilton, el superior de mi clase de artes del cuarto
período, viéndose oh-tan-delicioso en jeans y una camiseta gris. Completamente
bajo el hechizo de la luna, Josh se detuvo junto a uno de nuestros excelentes rosales
y arrancó un perfecto capullo blanco.
—Para ti, Shelby —dijo, su voz apenas sobrepasaba un susurro.
Era mucho más romántico que él compartiendo sus palomitas conmigo en el
Cineplex más temprano esa noche.
De hecho, era como el momento más perfecto que nunca, así que no le dije que mi
madrastra iba a enloquecer cuando notara la flor cortada. En cambio, olfateé la rosa
mientras miraba los ojos azules de Josh, brillando a la luz de la luna. La extasiada
sensación en mi estómago se intensificó. Pura magia.
—Así que —susurró—, ¿quieres ir al baile?
Um, eres súper lindo, ¡Duh! Tomé aire y dije:
—Eso sería tan…
Heather Davis
De repente, los aspersores silbaron.
—¡Mierda! —chillé.
Como idiota, me quedé allí a ciegas intentando batear lejos el agua hasta que Josh
me empujó a mí y a mi rostro fuera del tick-tick-tick del rociador, y nos pusimos al
cubierto debajo del árbol de naranjo que separaba el jardín del césped.
Agua fría goteaba de mi cabello, por mi espalda, pero estaba tan avergonzada por
mi baile del aspersor, que pretendí no importarme.
—Bueno, eso fue refrescante —dije con una risita forzada. Mi corazón martilleaba
en mi pecho, pero no sabía si era por la humillación o por la cercanía de Josh.
—Tu jardinero tiene perfecta coordinación de tiempo —dijo, rozando su pulgar
contra mi mejilla, limpiando el agua. Pequeñas gotas destellaron en sus pestañas
mientras miraba hacia mis labios. Oh, hombre. Quería besarme—. Entonces,
¿quieres?
Sabía que estaba hablando sobre el baile, pero estaba enfocada en sus labios.
—Duh. Digo, sí —murmuré.
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Y luego lo hizo. Se inclinó por un beso. Un beso por el cual estuve rezando desde el
primer día de primavera. Un beso que sabía que sería el más romántico por siempre.
—¿No entienden las señales? —La voz de mi madrastra serruchó a través de la
mágica luz de luna—. ¿O necesito traer la manguera?
Luces ardieron a la vida en todo nuestro alrededor, causando que Josh saltara atrás
un buen medio metro. Y mi madrastra, Priscilla, a quién mi padre llamaba Pan de
Miel, marchó directo hacia nosotros a través del césped empapado. Parecía no
importarle que el agua arruinara sus estiletes de gamuza.
—¡Aléjate del muchacho! —dijo.
—Debes estar bromeando —disparé de vuelta—. Estoy ayudando a Josh con sus
carteles para el lavado de autos de caridad.
—¿En la oscuridad? —El ceño de Priscilla se profundizó.
—Bueno, no estamos haciendo los carteles ahora, obviamente —dije.
Josh dio un paso hacia ella.
—Déjame explicarlo —comenzó.
Heather Davis
Priscilla sonrió levemente a Josh.
—Eso no es necesario. Veo exactamente lo que está sucediendo aquí. Romeo, puedes
salir a la carretera. Y Shelby, tú vienes conmigo.
En sesenta segundos exactos, Priscilla me tenía en la casa, sudando bajo una araña
de cristal que ahora me recordaba a la bombilla desnuda de una estación de policía.
En el muy ajustado vestido negro que había usado para cenar con mi papá, ella
rodeó la mesa del comedor como una experta interrogadora.
—Tu padre estará muy decepcionado —comenzó—. Esto es una clara violación a
las reglas de la casa.
Levanté la cabeza, escuchando. Sip. Los irregulares ronquidos de papá flotaban
hacia abajo desde del dormitorio principal de arriba.
Mi conjetura era que se había ofrecido como voluntaria para el servicio de guardia.
Después de todo, había tenido sus ojos sobre mí desde el momento en el que se casó
con papá el año pasado. Y mientras más miraba, más intentaba darle algo que
mirar.
—Esto es el colmo —dijo, apuntándome con una de sus uñas, larga como una daga 7
roja—. Tu padre claramente te dijo nada de citas. Punto. Una regla justificable
después del último incidente con el chico Sawyer.
Sí. El último incidente. Wes Sawyer. No necesitaba recordármelo. El sermón de dos
horas sobre confiar en la gente equivocada había sido suficiente. Y, en serio, ¿cómo
iba yo a saber que el Porsche pertenecía al vecino de Wes que estaba de vacaciones?
Él me había recogido para ayudarlo a estudiar para su final de biología porque
estaba a punto de reprobar la clase. Pero aparentemente eso no importaba para
nada después de nuestra parada para tomar aperitivos en el puesto de
hamburguesas In-N-Out. A los policías no les habían gustado las ventanas
empañadas del coche.
Tampoco a papá.
Me recosté hacia atrás en la silla del comedor y le di a Priscilla mi mejor mirada de
“adelante”.
—Sí. Gracias por eso. Wes ama esa academia militar. Aparentemente, él está
apuntando a ser cadete de honor este mes.
Los pesadamente pintados ojos de Priscilla se entrecerraron.
—Muy gracioso, pero dudo que alguna vez vuelvas a dar una vueltecita divertida.
Heather Davis
—Es muy temprano para decirlo. —Le dí mí mejor mirada malvada, pero ella,
siendo una completa profesional, me devolvió una dos veces más fea. El concurso
de miradas malvadas sólo terminó cuando ambas notamos a mi padre, en su bata y
zapatillas, bostezando en el umbral de la puerta.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó—. Shelby, ¿apenas estas entrando? ¿Qué hora
es?
—Son las doce y media —respondió Priscilla rápidamente.
—¿Llegas una hora tarde? —Papá rascó su cabello, que sobresalía en todos los
ángulos como el cabello de un científico loco. Normalmente, papá nunca recordaba
las cosas ordinarias: como peinar su cabello, comprar leche, llenar el tanque del
auto, o alimentar al pececito. Pero, desde su gran descubrimiento químico,
podíamos pagar a personas para que hicieran aquellas tareas sobre una paga diaria.
Bueno, excepto por lo de peinar su cabello.
—Hey, papá —dije, preparando mentalmente mi defensa—. Técnicamente, he
estado en casa por una hora. Estaba fuera en el jardín, pero estaba en casa.
Priscilla sacudió su cabeza.
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—Con un chico.
—Verás, papá…
—A la luz de la luna —añadió, lanzándole una mirada de complicidad.
Papá suspiró fuerte y largo.
—Shelby, hemos tenido esta charla.
Alcé una mano.
—Antes de que vayas allí, él no es nada como Wes. Josh es responsable, lo juro. Y él
realmente necesitaba mi ayuda esta noche.
—Shelby, no tienes que salvar al mundo a expensas de ti misma —dijo papá—. Tu
corazón está en el lugar correcto, pero a veces tus primeras impresiones sobre estos
chicos no son fidedignas. —Empujó una silla fuera de la mesa del comedor y se
sentó frente a mí.
—¿De qué estás hablando? Tengo excelentes instintos con las personas. —Gesticulé
hacia Priscilla con mi cabeza para decir hola-te-advertí-sobre-ella, pero papá me
ignoró.
Heather Davis
—No puedes continuar saltando con ambos pies y olvidar considerar las
consecuencias. Tienes que ser responsable. —Me estaba dando su cara científica. La
cuál siempre me hacía sentir como una clase de rata de laboratorio—. Se suponía
que estarías trabajando en sopesar los pros y los contras de tus decisiones.
—Lo hice, papá. Josh necesitaba algo de ayuda haciendo los carteles para el lavado
de autos de caridad del próximo fin de semana. Vamos a juntar dinero para un
refugio de animales.
Papá me frunció el ceño.
—¿E hicieron los carteles?
—Más temprano, sí. No pensé que fuese una gran cosa.
—¿Así que esto no fue como la vez que ayudaste a ese chico Sam con su papel de
Mark Twain?
Sacudí mi cabeza.
—Papá, en serio. No Mark Twain. Jane Austen.
Papá suspiró. 9
—A lo que me refiero es, ¿no estuviste en la casa de Josh sin supervisión? ¿Sus
padres estaban en casa?
—Uh… bueno…
Priscilla sacudió su cabeza.
—Vamos al problema real. Mentiste, Shelby. Nos dijiste que ibas a estar haciendo
posters con tus amigos y que luego irías al cine con Lauren.
—Ella estaba allí. Era un grupo de nosotros, papá. Y además, ni siquiera llegué a
decirte la mejor parte: Josh quiere que vaya al baile con él. ¡Josh Tilton! Él es como
el chico más inteligente de la escuela. Irá a Harvard o algo así, lo juro.
—Shelby —dijo Papá, puntuándolo con un largo suspiro y una mirada hacia Pan de
Miel—. No irás al baile. Temo que no puedo permitirlo. No después de las travesuras
de esta noche.
—¿Travesuras? Hacer carteles para perros sin hogar no son travesuras. —Papá me
dio una mirada dubitativa—. No es como las otras veces, ¿está bien? Por favor no
me saques el baile. Encontré este vestido genial en Fred Segal. Sería tan perfecto. —
Me imaginé en el vestido. Rosa pétalo y largo hasta el suelo, camuflaba totalmente
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mis piernas de cigüeña y hacía que mis pechos se vieran más llenos, lo cual era
enorme para mí. Cuando estás construida como una figura de palo, un vestido así
de bueno no es fácil de encontrar.
—Shelby, sólo estás en segundo año. Habrá otros bailes. —Priscilla se encogió de
hombros—. Y mientras estamos en el tema de la ropa, ese conjunto no es apropiado
para tu edad.
Mi boca cayó abierta. Estaba usando una camisola con un hombro de encaje y una
mini. Era para nada mezquina comparado con el guardarropa de Priscilla. Digo, si
quisiera ir toda escandalosa, tomaría prestado su escotado vestido de abrigo como
lo hice la vez que me colé en ese club en Sunset.
En todo caso, me vestía como mis amigos en la escuela. No éramos súper listos o
algo así. Definitivamente no éramos dramáticos o chicos de banda. Algunos de
nosotros jugaban en el equipo de fútbol, pero sobre todo íbamos de compras y
teníamos citas. Bueno, sobre todo mis amigos iban de compras y yo tenía citas.
Estábamos en el borde de la popularidad, el borde que el dinero siempre provee. En
ese borde particular tienes que ser consciente de la moda, pero no iba a convertirme
en un estereotipo de Beverly Hills. El hecho de que todavía era una morena lo
probaba totalmente. Pero supongo que Priscilla pensaba que debería vestirme como 10
una monja o algo así.
Priscilla saltó sobre todo mi silencio atónito.
—Tú debes presentarte a ti misma como una dama y…
—¿Por qué no te sientas, Pan de Miel? —dijo papá finalmente, callando a Priscilla.
A regañadientes se hundió en uno de los elegantes sillones tapizados.
—Shelby —dijo papá—, confiamos en que estarías donde tú dijiste que estarías, y
con quién dijiste que estarías. La confianza es algo frágil.
—¿Puedo decir algo? —Priscilla apretó sus dientes blanqueados, los cuales contra
el color rojo sangre de su lápiz labial hacia que se vieran como un vampiro listo
para alimentarse—. Toda esta situación es muy decepcionante. No puedo creer que
estés manipulando a tu padre así, Shelby.
¿Manipulando? Eso era interesante viniendo de ella. Priscilla era quién se había
arrojado sobre papá en la convención de cirujanos plásticos donde él estaba
revelando su milagrosa droga y luego manipuló nuestras vidas enteras.
Mi papá era realmente una persona sencilla, así que tal vez estaba muy
deslumbrado por la cirugía de senos de Priscilla y sus llamativas ropas para ver lo
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que realmente era ella. Desde que mi mamá había muerto hacía tres años, papá
había estado seriamente carente en el departamento de citas. Estaba maduro para la
búsqueda de oro y Priscilla lo sabía.
Menos de cuatro meses después de haberse conocido, justo cuando las acciones de
la compañía de papá se dispararon, haciéndolo el primer multimillonario en
nuestro vecindario Milwaukee, Priscilla lo había convencido de casarse con ella en
una boda enorme y de mal gusto apta para el canal E! Pero su mejor trabajo fue
convencer a papá de mudarnos lejos de mi vida y amigos a esta fortaleza en Beverly
Hills. Cuando pregunté por qué teníamos que irnos, papá me dijo que era porque
necesitábamos un comienzo fresco. Pero siempre creí que así Priscilla estaría más
cerca de su cirujano plástico.
—Es tarde —dijo papá, rascando su loco cabello también—. Deberías ir a la cama,
Shelby. Todos deberíamos.
Me encogí de hombros.
—Sí. Continuemos con esta discusión en la mañana. Recuerda, querido, tenemos
algunas opciones —dijo Priscilla, dándole a papá una mirada de complicidad. Antes
de que pudiera preguntar a qué venía todo esto, ella lo llevó por las escaleras a la 11
cama.
Fui dejada preguntándome a qué se refería con opciones. Desafortunadamente, no
pasaría mucho antes de que lo descubriera.
Dormí terriblemente esa noche. Mirando a escondidas a través de mi ventana, la
cara de la luna llena me mantenía despierta como una gigante esfera de reloj
iluminada. Una y otra vez, pensé en lo que Priscilla estaría planeando. Es decir, ellos
ya me habían quitado el baile. ¿Qué más podían hacer?
No era como si fuera una chica mala. Seguro, me quedaba fuera hasta tarde a veces,
pero eso era sólo porque no podía soportar estar alrededor de Priscilla,
especialmente cuando ella estaba lanzándose toda sobre papá. Y no necesitaban
continuar insistiéndome sobre salir con chicos. Tengo buenas calificaciones, así que
no era mi culpa que los chicos de la escuela quisieran ayuda y eso a veces
significaba que me distraía y perdía la noción del tiempo. No creí que había algo
malo con ayudar a alguien, especialmente a un chico lindo.
Para que conste, estaba intentando ser más responsable últimamente. Ahora sabía
que salir a escondidas de la casa para ayudar en un proyecto de historia de último
momento podía convertirse en una vuelta divertida. Me di cuenta que tutorando a
un corredor del equipo de fútbol a veces llevaba a ser atrapada besuqueándose en
la sección de referencia de la biblioteca. Lo entendí totalmente. Y ahora que estaba
Heather Davis
intentando seguir las reglas, un simple paseo a la luz de la luna lo había arruinado
todo.
¿Y qué sobre Josh Tilton? Dudaba que él estuviera en alguna clase de problema. Yo
fui la que tomó la responsabilidad por un chico que se atrevió a empujar las reglas
y hacerme romper mi toque de queda. La vida era tan injusta.
Priscilla y papá estaban en el patio de piedras tomando el desayuno cuando
finalmente bajé las escaleras la mañana siguiente. Contra el terciopelo verde del
césped detrás de ellos, se veían como en una foto de pareja perfecta, justo debajo de
sus ropas de tennis de lujo. Ni siquiera había cepillado mi cabello.
Caminé silenciosamente hasta la mesa y me dejé caer en una de las sillas de hierro
blanco.
—Ahí está mi dormilona —dijo papá.
Le di una media sonrisa. No me había llamado “dormilona” en un largo tiempo.
—Ahí tienes —dijo, pasándome un vaso del recién exprimido jugo de naranja que
había servido de la jarra de cristal de la mesa.
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Priscilla bajó su revista de moda y me dio una sonrisa superficial.
—Buen día, Shelby.
—Hola. —Tomé un sorbo del jugo y alcancé un trozo de pan tostado.
Papá me pasó la mermelada de fresas sin que siquiera la hubiera pedido. Unté mi
tostada con ella, y luego me detuve. Estaba muy tranquilo. Y todos estaban siendo
demasiado amables. Era raro.
—Muy bien. ¿Qué está sucediendo? —dije, soltando mi tostada y cuchillo.
Papá aclaró su garganta.
—Pan de Miel y yo sentimos que necesitas un descanso.
—El verano está casi aquí, papá. Tendré un descanso de dos meses.
—No —dijo Priscilla, metiendo un mechón de su negro cabello detrás de una
oreja—. A lo que se refiere tu padre es un descanso de nosotros.
—Ah… hemos estado hablando de eso —dijo papá—, y sentimos que quizás algún
tiempo lejos con consejería y aire fresco sería ideal.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
Heather Davis
—¿Consejería?
Papá asintió.
—Un tiempo para pasar trabajando en ti misma.
—Sí —dijo Priscilla con una voz sedosa—. En un programa de un centro exclusivo
para adolescentes de primera clase.
Oh, mierda. Se refería a un campamento para malcriados. Recordaba las historias
en el colegio sobre los chicos que fueron enviados lejos de excursión a las montañas
por el verano en uno de esos programas de “primera clase”. Volvieron todos con
sus cerebros lavados, como personas totalmente diferentes. Estoy segura que eso es
justo lo que Priscilla estaba esperando.
Mientras yo sufría, ella calmadamente alcanzó su bolso de entrenadora y sacó una
pila de folletos lisos.
Los abanicó en la mesa en frente de mi padre y de mí.
—Mi favorito de estos es Red Canyon1, un instituto de construcción de habilidades
personalizado en el desierto de Utah.
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—Espera. Papá, ¿de verdad piensas que debería ir a un campamento para
malcriados? —No pude contener la furia de mi voz. Nadie nunca me había llamado
una malcriada. Ciertamente no mi papá, quién, hasta que Priscilla lo hubo
hipnotizado, había sido semi razonable.
—Necesito ser capaz de confiar en ti de nuevo. Algo de tiempo, alejados, puede ser
bueno. —Papá miro abajo a la mesa, como si estuviera avergonzado de regurgitar
la falsa razón de Priscilla—. Un campamento como éste tal vez ayude a enseñarte
algunas habilidades de vida, a darte algo de perspectiva.
—Gracias. Realmente se siente bien tener a tu propio padre lanzándote a los lobos
—dije, con total incredulidad de que él me estuviera vendiendo.
Papá sostuvo mi mirada por un momento, viéndose como si quisiera decir algo.
Esperaba que me dijera que esto era toda una mala idea y que sólo lo olvidara. Pero
no lo hizo. Me miró de una manera triste y cansada. Una manera que parecía decir
que él no sabía qué hacer conmigo. Dolía ver eso en sus ojos.

1 Red Canyon Cañon Rojo


Heather Davis
Tomé uno de los folletos, así sólo no tenía que enfrentarlo.
—Tal vez podría ser divertido —dijo.
Eww. Los chicos en el folleto del Campamento Sweetwater2 me hicieron encoger. Se
veían como si fueran apuntados por un arma y forzados a sonreír.
Pero a papá parecía no molestarle.
—“Ubicado en las majestuosas montañas del oeste de Montana, el Campamento
Sweetwater es el más efectivo servicio a distancia de terapia para adolescentes en la
nación.” Amas las montañas. Será hermoso ahí arriba —dijo, con lo que esperaba
fuera un falso entusiasmo.
Hojeé a través de un par de folletos más, y luego finalmente sostuve arriba el folleto
de Red Canyon.
—El favorito de Priscilla dice “campamento de entrenamiento de botas”. ¿Carreras
de cinco millas en el desierto? Eso suena como el infierno en la tierra.
—Shelby, el lenguaje —susurró Priscilla—. Y el aire del desierto puede ser
realmente bueno para tu piel. Muchas personas pagan miles de doláres por sesiones
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en los balnearios del desierto.
—No es un balneario, ese es el problema. —La miré y luego me volví hacia papá—.
¿Quieres que corra en el desierto? ¿Soy tan mala?
No respondió, sólo continuó hojeando a través de otro folleto.
—Natación, artes y artesanía, arquería —dijo con una sonrisa esperanzada—.
Suenan como campamentos normales.
—Los campamentos normales no sirven terapia con sus actividades —dije.
Papá regresó a su rostro serio.
—Aquí, escucha este: “Los campistas aprenden a respetarse a sí mismos y a ser
disciplinados junto con la alegría de ayudar a otros. Después de experimentar
proyectos de servicio comunitario, nuestros graduados llevarán vidas productivas
llenas de sólidos valores americanos”.

2 Sweetwater Agua Dulce


Heather Davis
—¿Disciplina? ¿Proyectos de servicio comunitario? —Me estremecí, imaginándome
en un holgado enterizo naranja recogiendo basura a lo largo de un lado de la
carretera—. El verano se supone que debe ser divertido.
Papá me palmeó la mano.
—Continúa buscando. Hay muchas posibilidades de que haya uno que te guste.
—Ya he llamado a Red Canyon —dijo Priscilla en un tono ventoso—. Tienen un
lugar para ti si te gustaría darle un intento. Un poco de disciplina y condición física
sería bueno para ti.
—Quiero que tengas algo que decir en esto, Shelby. Elige aquél que pienses que
disfrutarás —dijo papá, dándole a Priscila una mirada de échate atrás.
A regañadientes, comencé a leer los folletos seriamente. Campamento tras
campamento prometiendo devolver adolescentes bien ajustados al final del verano.
Listas de desórdenes y problemas que podían tratar. Brillantes fotografías de
inmaculados campus y habitaciones como cuarteles. Mi estómago se sentía más
enfermo a medida que los minutos pasaban.
Finalmente, después de desechar un par más con fotografías de chicos sonriendo 15
como zombies, elegí un folleto con montañas en el frente.
—“En las profundidades de los bosques de Oregon, el Campamento Crescent3 es un
centro exclusivo adaptado al individuo. Nos esforzamos, no para cambiar a los
jóvenes en algo que sus padres piensan que deben ser, sino en un profundo
entendimiento de quienes son. Suceden transformaciones cada verano en el
Campamento Crescent a través de tradicionales actividades de campamento y una
variedad de ejercicios de expresión artística.”
Dejé escapar un profundo suspiro.
—Al menos este no suena como tortura o lava cerebros.
—El Campamento Crescent es un buen comienzo —dijo Priscilla con un
encogimiento de hombros—. Pero tal vez no tenga la disciplina que necesitas. Haré
que Red Canyon te guarde un lugar.
—¿Qué tal ninguno de los dos? —dije, comenzando un último intento
desesperado—. Sé que no he sido exactamente la hija perfecta últimamente, pero…

3 Crescent Media Luna


Heather Davis
Priscilla fingió una tos e inclinó sus ojos hacia papá.
Traté de ignorarla, dándome cuenta de que estaba peleando por más que mí verano.
—Escucha, trataré de seguir todas tus reglas. Trataré de ser linda con Pan de Miel.
Por favor, no hagas que me vaya. —Pero incluso mientras decía las palabras, sabía
que era muy tarde.
La sonrisa de Priscilla me dijo que ya me había ido.

16
Heather Davis

Traducido por Akira

Corregido por Viqijb

as últimas semanas de escuela pasaron, el baile de graduación vino y se fue,


Josh Tilton llevó a Sophie Brewer, Vice presidenta de la Sociedad de Honor, y
mi vida sin preocupaciones caía en espiral hacia abajo. La magia de la luna
se había apagado totalmente.
Por lo tanto, la segunda semana de junio, me encontré metida en un lío de chicos
reunidos alrededor del autobús del campamento Crescent en un estacionamiento
del aeropuerto de Portland. Mientras hurgaba en mi mochila por un chicle, una
chica con gafas de sol tiró de mi manga. Me recordaba a un elfo. No al estilo alto 17
del Señor de los Anillos, sino al estilo de constructor de juguetes del Polo Norte.
Su carita palidecía contra su caello negro azulado cuando preguntó:
—¿No estabas en mi vuelo desde LAX4?
Asentí con la cabeza. La había visto leyendo una copia de “Paris Match” unas
cuantas filas de distancia de mí en el avión.
—Sí, esa era yo —le dije.
Ella asintió, y luego se quedó mirando el rociar de la lluvia de la tarde que
chisporroteaba sobre el pavimento caliente, aparentemente haciendo caso omiso de
mí ahora que sabía de dónde me conocía. Demasiado para una conversación de
elfos.
Para pasar el tiempo, me puse brillo de labios y acomodé mi cabello, usando el
espejo para comprobar los chicos detrás de nosotros en la fila. Algunos de ellos
tenían potencial, especialmente un chico alto y rubio que se parecía a Brad Pitt
cuando entrecerré mis ojos realmente con fuerza. Pero, me recordé a mí misma, lo

4 LAX Aeropuerto Internacional de Los Angeles


Heather Davis
último que necesitaba era estar centrada en muchachos. Tenía que atravesar el
verano manteniéndome lejos de cualquier cosa parecida a la arena del desierto y
uniformes militares.
La línea avanzó hacia adelante, colocándome delante del maletero, que rebosaba de
sets de viaje de Louis Vuitton haciendo juego con equipos de senderismo caro. Le
entregué mi sencilla American Tourister roja al chico con granos que cargaba las
maletas.
—Ovejas —dijo la chica elfo, arrastrando un carrito de equipaje del aeropuerto
hacia el chico.
—¿Perdón?
—Ellos compran las marcas de diseño como ovejas. —Se encogió de hombros—.
Como si realmente importara en dónde están embaladas sus cosas de acampar.
—Es fácil para ti decirlo —dijo una chica pelirroja, cortando la línea en frente de
nosotros—. Cuando eres multimillonario, supongo que las primeras impresiones no
importan. —Pasó una enorme maleta con monogramas hacia el chico del equipaje,
luego estudió mi cara en blanco—. ¿Ella es Ariel DeVoisier? ¿La heredera del
perfume? 18
—Oh. —Parpadeé hacia ella—. Genial.
¿DeVoisier? Había visto el nombre en el mostrador de maquillaje, pero Chica-Elfo
no parecía glamorosa ni nada. Su chaqueta de punto negro estaba abotonada hasta
llegar a la cima, y su bronceado capris era bastante normal. Sus gafas de sol tenían
pequeñas pedrerías en las esquinas, sin embargo.
Mientras tanto, la pelirroja sonrió.
—Soy Jenna Grant. Mi padre está en el sector inmobiliario en South Beach. —Ella
hizo una especie de giro, mostrando su sexy chaqueta rosa y su mini a juego—.
Prada.
—Lindo —dije, con un encogimiento de hombros. Era una vestimenta linda y todo,
pero no la mejor para acampar, obviamente.
Además, yo no estaba muy impresionada por toda la cosa de Prada. Quiero decir,
en serio, un año atrás, cuando vivía en Milwaukee, todos mis amigos compraban en
Old Navy. Nadie se preocupaba por lo que llevaba, apenas si se veía bien en él.
Jenna me miró de arriba abajo, como si tratara de usar visión de rayos X para
comprobar mis etiquetas.
Heather Davis
—Lo siento, ¿y tú eres?
Por su tono maleducado, supuse que no estaba satisfecha con mi reacción mediocre
o con mi vestimenta; pantalones cortos de American Eagle, sudadera con cremallera
de Roxy y una camiseta sin mangas. Etiquetas aparte, no soy fashionista ni nada.
Algunos elementos esenciales de maquillaje, algunos toques de luz para iluminar el
pelo castaño aburrido, y estoy lista para salir. Le di una sonrisa de confianza y le
dije:
—Soy Shelby Locke.
—Espera, ¿de cosmecéuticos5 Locke? —respondió Jenna con voz jadeante.
—Sí. ¿Y qué?
—¡No puede seeeer! —Los ojos de Jenna se abrieron—. Mi madre jura por Re-Gen.
Esas personas Botox están perdiendo una fortuna en ella. Re-Gen, increíble.
De repente, todos los chicos de la línea estaban agrupados en torno a mí, hablando
de Re-Gen. Ariel se quedó atrás, pareciendo ser la única que no estaba interesada
en la droga de cirugía plástica de papá. Mientras tanto, todo el mundo estaba
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charlando sobre los cirujanos plásticos de sus padres o sobre alguien que sabían
que quería Re-Gen. Fue espeluznante.
Por lo menos en mi escuela, todo el mundo estaba sobre cualquier fama o dinero o
lo que sea.
Mis mejillas estaban encendidas y calientes, así que me alejé de la multitud.
—No es gran cosa —dije.
—Chicos y chicas, tenemos que mantener un ordenado registro de entrada. —Un
viejo con bigote y panza de cerveza apenas oculta por una remera de campamento
Crescent golpeó las manos cerca de las puertas del autobús—. En línea, ¡ahora!
Gruñendo, todo el mundo volvió a su lugar.
—Así que tú eres, como, una celebridad —murmuró Ariel—. Yey por ti.
—Sí —le dije, arqueando una ceja—. Yey por mí, señorita multimillonaria.

5 Cosmecéuticos productos que están en el límite entre un cosmético y un medicamento.


Heather Davis
Ariel se escondió detrás de la franja recta de su flequillo negro, pero pude ver su
sonrisa.
Después de escuchar acerca de Re-Gen, Jenna aparentemente decidió que yo era
alguien que debería conocer.
Ella parloteaba sobre el segundo hogar de su familia en los Hamptons, y el chef
privado de alimentos crudos de su madre, que hacía el carpaccio de hinojo orgánico
más divino, lo que sea que eso fuera. Para el momento en el que llegamos al frente
de la fila, mi cerebro dolía.
—Hola, soy el señor Winters —dijo el viejo, comprobando mi nombre en su
portapapeles—. Depositen sus teléfonos celulares, PDAs6, reproductores MP3 y
cualquier otro aparato electrónico en la bandeja del asiento delantero.
—¿Mi PDA? —Agarré mi mochila en mi pecho. Quería mandar mensajes de texto
a mis amigos con el informe diario del campamento.
—Apenas lo extrañarás —dijo el señor Winters con una leve sonrisa.
Ariel rodó los ojos pero sacó su teléfono celular.
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El señor Winters golpeó su pluma contra su portapapeles.
—Vamos, chicas, estamos en un programa.
Y con eso, me subí al autobús oscuro y tiré mi último vínculo con el mundo exterior
en un cubo de plástico.
Leí constantemente a medida que el autobús recorría los kilómetros, estaba a la
mitad de un libro romántico de bolsillo cuando paramos de un sacudón. Miré por
la ventana y vi que una limusina negra se detenía junto a nosotros en la banqueta.
—Quédense tranquilos, campistas. Esto sólo tomará un segundo —dijo el señor
Winters, saltando a la parte delantera del autobús.
Jenna, que había tomado el asiento frente a mí y Ariel, dijo:
—¿Por qué yo no vine en limusina desde el aeropuerto?

6 PDA: personal digital assistant (asistente digital personal) Es un ordenador de bolsillo, organizador
personal o una agenda electrónica de bolsillo.
Heather Davis
Los chicos detrás de nosotros abucheaban y se reían. Uno de ellos se inclinó hacia
delante. Era el chico rubio de la línea, el Brad Pitt de mis-ojos-entrecerrados.
—Siempre hay una en cada campamento.
Levanté mis cejas.
—¿Una qué?
—Una prima donna —dijo con un toque de sus labios que era casi una mueca de
desprecio.
—Oh-Kaay. —Le di una inclinación de cabeza y me recosté en el asiento.
—Cuidado con ese tipo —me susurró Ariel—. Charles Morton. Totalmente loco. Su
padre es dueño de siete periódicos sensacionalistas en todo el mundo. Hace unos
años, trató de comprar su salida del campamento Pinnacle Crest en Idaho con la
promesa de conseguir el número de celular de Reese Witherspoon al consejero.
Cuando eso no funcionó trató de huir. Lo encontraron haciendo autostop a lo largo
de la interestatal. Está totalmente fastidiado.
—Suena como uno. —Le di una pequeña sonrisa a Ariel, impresionada por cuán a
21
la onda estaba—. El mundo de los campistas malcriados debe ser muy pequeño.
Ella asintió con la cabeza.
—Veo a algunos de los mismos chicos en el campamento cada año. Todos los padres
continúan desembolsando mucho dinero cuando estos estúpidos lugares no
funcionan. Probablemente seguirán enviándonos aquí hasta que nos vayamos a la
universidad.
Me preguntaba por qué seguían enviando a Ariel al campamento, pero no le
pregunté. Probablemente por alguna situación similar a la mía, madrastra malvada
tratando de arruinar su vida, o padres demasiado distraídos para importarle.
—Así que, ¿has estado en el campamento Crescent antes? —pregunté.
—No, pero está cómodo en comparación con el lugar en el que estaba el año pasado.
—La sonrisa élfica de Ariel se atenuó.
—¿De qué campamento estás hablando? ¿Era realmente tan malo?
—Red Canyon Ranch. Cada vez que digo su nombre la cicatriz de la picadura del
escorpión se enciende.
La miré parpadeando.
Heather Davis
—¿Campamento de botas calientes en el desierto? Tercer nivel del infierno, ¿no? —
dije, pensando que estaba bromeando, pero Ariel no se rió.
—Casi me mató el verano pasado —dijo ella con un estremecimiento.
La miré a los ojos para ver si hablaba en serio, y lo que vi allí me dio un escalofrío.
—Uh... mi madrastra dijo que si las cosas no salen bien aquí, iba a terminar allí —
dije.
La boca de Ariel se tensó.
—Confía en mí. Es horrible. La gente siempre te está gritando, dando órdenes,
haciéndote correr kilómetros en las dunas de arena.
—Así que el folleto no miente —dije.
—En realidad, obvia un montón de cosas —dijo Ariel—. Tienen este lugar de
confinamiento solitario llamado la Casa del Pensamiento. Me enviaron allí una vez
durante veinticuatro horas, porque había hecho mi cama de manera equivocada
por accidente.
—No es posible. 22
—Sin embargo, eso no fue lo peor, Shelby. Ellos tratan de derribarte y hacer de ti
una especie de robot.
Justo en ese momento el autobús se estremeció con el ruido del maletero cerrándose.
A medida que la limusina se alejaba, el señor Winters pesadamente subía los
escalones, junto con un chico, no el tipo de persona que uno pensaría que es lindo
de inmediato, pero definitivamente el tipo que te hace querer seguir mirando.
El cabello oscuro caía por su frente, y su piel verde oliva brillaba en la penumbra.
Era alto, con brazos largos. Una chaqueta de cuero, una remera negra de un
concierto, Levis desgastados, y botas de moto demostraban que era cualquier cosa
menos un deportista de muy buen gusto, como algunos de los chicos en el autobús.
Y él no había ido por el camino del color negro al igual que algunos de los chicos
góticos. Se puso de pie en el pasillo inmóvil, como si estuviera desafiando a alguien
a que se atreviera a decir algo.
Ah, sí. El rebelde hacedor-de-problemas común en todas las escuelas del que jamás
había oído hablar, y mucho menos había atendido.
El chico lindo malo con el que sales y destruye tu vida. No estaba impresionada.
Pero cuando se quitó las gafas de sol, me encontré mirando a los ojos profundos, de
color ámbar marrón.
Heather Davis
—Austin Bridges Tercero —susurró Ariel, dándole un poco de onda—. ¿Qué está
haciendo aquí?
—¿Qué? ¿No es un campista malcriado regular? —le dije.
Ariel negó con la cabeza.
—Nunca.
Jenna se inclinó sobre el pasillo.
—¿Lo conoces? —Brotó ella.
Ariel asintió.
—Su padre y su séquito se quedaron en nuestra casa de playa cuando estaban de
gira por el sur de California. Los conocemos, está bien.
—Oh, espera. ¿Bridges? ¿Ese es el hijo de aquel cantante loco, Burning Bridges? —
dije, arrugando la nariz.
Ariel y Jenna me miraron como si estuviera loca.
—Lo siento. He oído hablar de ellos, pero no me mantengo al día con secas y viejas
23
estrellas del rock —le dije con un poco de encogimiento de hombros.
—Austin apareció en la portada de People hace tres meses con su padre —dijo
Jenna.
—Debo habérmela perdido —murmuré.
Los chicos detrás de nosotros dejaron escapar un grito mientras Austin buscaba un
asiento.
—¡Bailando en tu tumba! ¡Voy a estar bailando sobre tu tumba, querida! —
cantaron, masacrando la letra del último hit de Burning Bridges.
Austin miró por encima de ellos, haciéndolos callar enseguida.
—¿Tenemos un problema, muchachos?
Ooh. Alerta de acento británico. Me encantan los acentos. Me senté más recta para
asegurarme de no perderme ni una palabra.
Cuando el autobús se precipitó hacia delante, Austin deslizó su mochila del hombro
y tomó un asiento vacío unas cuantas filas delante de nosotras, con los ojos todavía
Heather Davis
puestos en los tontos detrás de nosotras. El resplandor era tan caliente ahora, juraba
que casi había visto humo elevándose.
—¿Y bien? ¿Lo tenemos? —dijo Austin.
Charles se volvió rojo.
—Tranquilo, hombre. Sólo estábamos cantando.
—Como a ustedes los yanquis les gusta decir, no dejes tu trabajo diario 7 —dijo
Austin con aspereza.
Hmm... dejé de ver, y volví a leer mi novela de bolsillo. Bueno, fingiendo leer al
menos, mis ojos estaban puestos en el cabello brillante de Austin Bridges III.
El campamento era ahora mucho más interesante.
Después de lo que pareció una eternidad, el camino pavimentado terminó, y el bus
se metió en un túnel de densos árboles perennes. Desde la ventana del autobús, era
tronco detrás de tronco todo lo que se podía ver hacia atrás. Marañas de zarzas de
bayas, helechos gigantes de aspecto prehistórico y matorrales achaparrados
llenaban algunos agujeros que había en el paisaje forestal. Saturado de verde y
24
marrón en todas partes, era la mayor dosis de naturaleza que había visto desde que
nos habíamos mudado a California.
—Un bosque prohibido —dijo Ariel.
Estudié su expresión seria y dije:
—Está bien, sólo tengo que saber, ¿hablas élfico?
Ariel entrecerró sus ojos hacia mí.
—¿Qué?
—Nada. Es sólo que, quiero decir, ¿"un bosque prohibido”?
—Tú sabes —dijo Ariel—. Como en un cuento de hadas. Está oscuro y es peligroso.
El tipo de lugar al que uno va y nunca vuelve. O bien, vas allí y los árboles hablan y
hay criaturas mágicas.
—Uh-huh...

7No dejes tu trabajo diario (Don't quit your day job) frase típica que se usa para decirle a alguien que la cosa
que está haciendo no la hace muy bien.
Heather Davis
—Ahora crees que soy rara —dijo Ariel.
—No, no. Creo que tienes una gran imaginación —le dije—. Pero estoy bastante
segura de que son sólo maderas viejas y regulares.
Ariel lució indignada.
—De hecho, he oído que un niño salió corriendo y murió allí en el bosque hace
unos años.
—Probablemente ellos le dicen eso a los campistas para que no se escapen.
Ariel se encogió de hombros.
—Hay pumas en todo el noroeste del Pacífico. Por no mencionar los coyotes, osos
negros, incluso un oso pardo de vez en cuando. No quiero correr el riesgo.
Miré de nuevo el atuendo holgado, aún así divertido, de Ariel, muy al estilo
Manhattan. No creo que vaya de paseo por la naturaleza muy a menudo. De hecho,
la mayoría de estos chicos no parecían del tipo campistas. Pero cuando uno va a
alguna parte de terapia, tal vez el camping es secundario.
—Ver cómo los árboles se extienden en el horizonte —dijo Ariel en voz baja—. Es 25
como otro mundo.
—Sí, tal vez…
De repente, el autobús se desvió violentamente. Varias chicas y algunos chicos,
gritaron. El señor Winters, a quién apenas podía oír por encima de los chicos que
interrumpían a los que estaban gritando, habló por el altavoz.
—Amigos, el autobús tiene una rueda pinchada. No hay razón para alarmarse.
Regresen a sus asientos. Mantengan la calma.
—Mantengan la calma —murmuró Ariel mientas el autobús salía cojeando del
camino—. Siempre les dicen eso a los campistas malcriados, pero nadie lo hace.
Una hora más tarde, seguíamos atrapados aún en nuestros asientos, esperando
algún mítico autobús de reemplazo. El ambiente era apenas por encima del nivel
motín cuando una consejera alta con un vestido de flores y una guitarra rasgueaba
el último estribillo de una canción horrible sobre jamón frito.
El señor Winters, que había estado manejando las quejas durante cincuenta y nueve
de los últimos sesenta minutos, tomó el intercomunicador.
Heather Davis
—Está bien, campistas. Vamos a bajar del autobús para estirar las piernas mientras
esperamos —anunció—. Sólo cinco minutos, amigos. Y quédense cerca. No
queremos perder a nadie.
Afuera, la gente dejó caer sus mochilas al costado de la carretera cubierta de hierba.
Por supuesto, algunos chicos, e incluso a algunas chicas, se dirigieron hacia el
bosque a orinar, con Señorita-Guitarra y el señor Winters observando desde la línea
de árboles. Parecía bastante permisivo. Es decir, en cualquier momento un chico
podría…
—¡Hey! —Un grito sacudió las ventanas del autobús y rebotó en los troncos de los
árboles sin fin—. ¡Señor Winters! —Un chico nerd vestido con pantalones holgados
color caqui y un polo rosa de gran tamaño saltó de entre los árboles—. ¡Un chico se
fue corriendo hacia el bosque!
Winters estaba a punto de dejar caer el megáfono.
—¿Qué? ¿Dónde?
El soplón arrastró al hombre viejo en el bosque, señalando a lo lejos. Un montón de
chicos corrieron por encima de sus lugares cerca del autobús, a pesar de que el
señor Winter gritaba en el megáfono que se quedaran atrás. Señorita-Guitarra 26
cogió su instrumento, tratando de distraer a todos con otro coro de "jamón frito"
pero fue totalmente bombardeada.
Los chicos se alineaban en la entrada del bosque, tratando de ver lo que estaba
sucediendo.
Ariel y yo seguimos a Jenna a la línea de árboles, evitando el amontonamiento de
mochilas y vagos descansando, los cuales eran demasiado perezosos para llegar a
mirar boquiabiertos la perturbación.
Mientras llegábamos al final de la pradera cubierta de hierba, Austin salió de detrás
de un árbol.
—Hola otra vez —le dijo a Ariel. Entonces su mirada se movió hacia mí.
—Hey, Austin. Oh, ella es Shelby Locke —dijo Ariel—. Shelby, Austin Bridges.
Me dio una leve inclinación de cabeza.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Ariel.
La mirada de Austin se ensombreció.
Heather Davis
—Es un gran error. El nuevo manager de mi padre es un completo idiota —dijo—.
Entonces, ¿qué es todo este alboroto? ¿Alguien apartándose de la manada?
—Probablemente estaba tratando de escapar de las canciones horribles —le dije.
—¿Qué pasa? —Vince, el chico negro de muy buen gusto que había estado sentado
detrás de mí en el autobús, se unió a nuestro grupo de pie frente a Austin. Vince era
el hijo de un tipo, director de cine, del cual apenas había oído hablar.
—Sólo preguntándonos quién está jugando al gato y al ratón con el señor Winters
—dijo Jenna en un tono aburrido.
—Espera. —Vince se dio la vuelta y escrutó la multitud cerca del autobús, la
preocupación apareció en sus ojos marrones oscuros—. ¿Dónde está Charles? Ya
sabes, ¿ese chico flaco que estaba sentado a mi lado? —Él pasó una mano por su
nuca rapada—. Podría estar equivocado, pero no lo veo.
—Todo el mundo aléjese de los bosques —gritó Señorita-Guitarra—. Agarren sus
cosas y vuelvan a subir al autobús.
Empezamos a hacer eso, pero luego escuchamos a Winters gimiendo "Cha-arles" en
el megáfono y todos nos detuvimos. 27
Vince negó con la cabeza.
—Genial —dijo—. No quería estar en lo cierto.
—Probablemente sólo esté bromeando —dijo Jenna.
—No lo sé. Quizás. Hace un minuto él estaba allí junto a las mochilas —dijo
Vince—. Pensé que sólo quería conseguir un bocadillo o algo así, pero supongo que
se arrepintió.
La mirada de Austin se quebró al montón de cosas.
—Ese pendejo realmente se fue —dijo Vince con su boca apretada en una fina línea,
mientras Austin se acercaba a nuestras cosas.
Todos lo seguimos, y mientras todo el mundo agarraba sus cosas, Austin no tenía su
mochila. Eso era raro, porque juraba que había visto a todos poner sus cosas en un
solo montón.
—¿Está todo bien? —le pregunté.
Austin levantó la mirada hacia mí, y durante medio segundo me pareció ver algo
parpadeante en sus ojos, una expresión indescifrable.
Heather Davis
—Debe estar por aquí —murmuró.
En ese momento un estruendo resonó en el bosque. Agitando sus miembros, el
soplón tambaleó hacia atrás a través de los árboles, y luego cayó en un montón a
nuestros pies.
—Se ha ido —dijo, jadeando—. El señor Winters dijo... que vuelva... para evitar...
que me pierda.
—Gracias a Dios —dijo Jenna con sequedad—. No queremos que nada te pase a ti.
Austin se paseaba junto al grupo, visiblemente molesto. No lo había tomado por el
tipo que se preocuparía por otro chico, en especial uno que se había burlado de él
en el autobús, así que estaba un poco sorprendida.
En algún lugar en la distancia, el monótono patrón del megáfono de Winters
comenzó de nuevo.
—¡Cha-arles! ¡Cha-arles! —Era un sonido solitario que hacía que el aire pareciera
más pesado, el prado sombreado un poco más oscuro. Más allá del claro, el bosque
se alzaba enorme y siniestro, los árboles densos formaban un pabellón que
bloqueaba toda la luz solar. 28
Me estremecí.
—Les dije, probablemente sólo sea una broma. Ese chico probablemente tiene un
complejo de mártir o sólo está tratando de llamar la atención. Es tan juvenil —dijo
Jenna, sacudiendo la cabeza.
—¡Cha-arles! ¡Cha-arles!
Nos miramos el uno al otro. Nadie sonreía. Pensé en la cosa del bosque prohibido
de Ariel y casi sentí lástima por Charles.
Austin, por su parte, se había vuelto hacia el bosque, su cabello oscuro susurró en
la brisa ligera.
—Mi bolso —murmuró.
—¿Qué? —le pregunté.
Dio un paso hacia el bosque, y lo tomé del brazo.
—Sea lo que sea, sólo quédate aquí, ¿de acuerdo? —le dije.
—Shelby —dijo, encogiéndose de hombros lejos de mí—, no digas ni una palabra.
Heather Davis
Y antes de que pudiera detenerlo, corrió hacia los árboles.

29
Heather Davis

Traducido por LilikaBaez y Angyyy

Corregido por Afrikazgz

uelve! —gritó Señorita-Guitarra, corriendo detrás de Austin—. ¡Vuelve


aquí ahora mismo!
Mirando al interminable paisaje verde y marrón, ni siquiera yo podía
seguir agarrando a Austin. El bosque parecía tragárselo.
—Amigo, se mueve rápido —dijo Vince con aprecio.
Después de golpear con su guitarra en, digamos, cuarenta árboles, Señorita-
Guitarra volvió, frunciendo el ceño.
30
—¡Nadie más se va! —gritó ella, la feliz rutina de consejera totalmente terminada.
—¿Qué pasará con Austin? —dijo Ariel en voz baja.
—Creo que Charles tomó su mochila. Austin está sólo detrás de sus cosas —dije,
encogiéndome de hombros.
No era como si Austin estuviera arriesgando su pellejo para ir a salvar a alguien.
Los tipos como él no hacían ese tipo de cosas. Ni siquiera los británicos.
Los minutos se arrastraron mientras nos juntábamos sobre el césped cerca del
autobús, hablando en medio de la vigía de noticias. Algunos de los chicos estaban
aburridos o molestos, ya que al parecer no podían esperar a llegar al campamento.
Comencé a preocuparme por Austin y Charles e incluso por el viejo. Esperaba que
las historias de animales salvajes de Ariel fueran inventadas.
—He buscado por todo el camino —susurró la voz del señor Winters en el walkie-
talkie de Señorita-Guitarra.
—¿Alguna señal del bus de reemplazo? Cambio.
—Todavía no. Cambio.
Heather Davis
—Rumbo hacia el río. Creo que podría… —La voz del señor Winters se desvaneció
en un crujido de estática.
—¿Señor Winters? Adelante. ¿Hola? ¿Cambio? —dijo Señorita-Guitarra en un tono
estridente.
Me estremecí. El señor Winters debía estar en el bosque ahora, fuera de alcance.
Fingiendo tranquilidad, Señorita-Guitarra deslizó su radio de vuelta en su bolsillo y
tomó su guitarra.
—Muy bien. Vamos a cantar una canción.
Gemí y abrí mi libro de bolsillo. Ariel dejó escapar un profundo suspiro y se quedó
mirando el bosque, probablemente con la leyenda del campista perdido pasando
por su mente.
Mientras tanto, Vince estaba empezando a enloquecer.
—¡Qué idiotas! Charles es de Palo Alto, ¿qué sabe del bosque? Quiero decir, el
campamento apesta, pero no vale la pena arriesgar la vida. ¿Y qué pasa con el tipo
británico? Ellos van a ser comidos por un oso o algo así.
31
—Podría suceder, totalmente. Hay todo tipo de animales por ahí —dijo Ariel.
—Tal vez —murmuré, soltando mi libro—. Pero también podrían lastimarse,
perderse o sufrir alguna exposición a los elementos, si la temperatura desciende.
¿Creen que tienen alguna capacidad de supervivencia?
Vince se metió las manos en los bolsillos de sus holgados pantalones vaqueros.
—¿Cómo qué?
—¿Cómo comenzar una fogata? ¿O construir un refugio? —pregunté.
—Hicimos eso en Grupo Aventura al Aire Libre hace dos veranos, con los consejeros
—dijo Ariel.
—Estuve allí una vez —dijo Jenna, volviéndose hacia mí—. Confía en mí, no hay
aventura. Te enseñan cómo escalar una soga apestosa y te hacen comer guiso de
lentejas deshidratadas.
Eso no sonaba como en un campamento para mí. De vuelta, antes de Priscilla, mi
familia solía ir a acampar mucho. Era mucho más complicado que cuerdas de
escalada, especialmente en los densos bosques del norte de Wisconsin. Y cuando tu
padre es un ex Aguila Scout, todo se hace mediante el libro te guste o no.
Heather Davis
—Nunca tuve que comer lentejas deshidratadas —dije.
—Tienes suerte —dijo Jenna con un estremecimiento—. Lentejas recién hechas son
mucho mejores.
—Niños, no puedo oírlos cantar —llamó Señorita-Guitarra, mirando a nuestro
grupo.
—¿Niños? Seguro —murmuré.
El tiempo se arrastró mientras todo el mundo se sentaba mascullando las palabras
de otra canción estúpida. Mi mirada nunca dejó los árboles. Una fresca brisa
cosquilleó la parte trasera de mi cuello y estiré la capucha de mi sudadera hacia
arriba. El bosque denso definitivamente no era tan cálido como California, y las
noches serían aún más frías. No era malo para mí.
Había acampado en peores condiciones en el norte de Wisconsin, pero un británico,
un hombre viejo fuera de forma, y un debilucho serían realmente cebos de un oso.
—¡Niños! —Sin aliento, Señorita-Guitarra aplaudió y señaló. Un bus rodaba por el
camino de tierra hacia nosotros. Algunos de los chicos aplaudieron.
32
No yo. Había estado esperando la llegada del estúpido autobús, pero por alguna
razón, desde que Austin había desaparecido, no quería ir a ninguna parte. Puse una
mano sobre mi estómago revuelto.
Todo lo que tenía que hacer era llegar al campamento. Hacer mi tiempo. Adherirme
a las reglas. Permanecer lejos, muy lejos de ese lugar, Red Canyon. Entonces, ¿por
qué sentía como si debiera estar haciendo algo para ayudar?
Aplaudiendo con sus manos otra vez, Señorita-Guitarra nos llamó mientras el nuevo
autobús traqueteaba su camino.
—Agarren sus maletas, campistas.
—¿Qué pasará con los chicos en el bosque? —dije—. No podemos dejarlos.
Señorita-Guitarra sonrió con paciencia practicada.
—El señor Winters encontrará a los chicos y nos llamará por teléfono al
campamento. Les enviaremos el autobús de regreso.
—¿Cómo sabe que los va a encontrar? —exigí—. Debe haber un equipo de
búsqueda y rescate aquí. Una ambulancia o algo así. Quiero decir, ¿no le preocupa?
Eso es un denso bosque el que está allí.
Heather Davis
La sonrisa de Señorita-Guitarra desapareció.
—Deja a los adultos preocuparse —dijo ella—. Tu trabajo es preocuparte por ti. Y
ahora mismo, necesitas subir al autobús.
Sus pequeños y brillantes ojos me perforaron con precisión.
Esta señora, con su actitud totalmente hambrienta de poder, estaba empezando a
recordarme a Priscilla. Tuve la repentina urgencia de romper su guitarra para que
nunca fuera capaz de torturarnos de nuevo con canciones sobre fiambres, pero
probablemente sería una mala manera de comenzar la experiencia de campamento.
—¡Señorita, suba-al-autobús!
Ooh. Los temidos lentos siseos de instrucciones. Esto era la guerra. Mi sangre estaba
casi hirviendo en mis venas. La miré unos segundos más, y luego dije:
—No es que dude de sus capacidades de liderazgo ni nada, pero su prioridad
debería ser las personas perdidas. ¿Por qué no estamos buscándolos?
El rostro de Señorita-Guitarra enrojeció.
—Estamos manejándolo. 33
—Shelby. —Jenna tiró de mi manga—. Sube al autobús —dijo con la comisura de
su boca mientras sonreía a Señorita-Guitarra. Ella me llevó hacia el equipaje, pero
yo podía sentir el fulgor de la maldita música quemando la parte posterior de mi
cabeza—. Discutir con los adultos no es la manera de hacer una buena primera
impresión —dijo Jenna, luchando por conseguir sus maletas de debajo de algunas
otras—. ¿De verdad quieres ser etiquetada como una alborotadora?
—No, pero ¿qué pasa…?
—Confía en mí. No quieres esa etiqueta —dijo Jenna, tirando de su maleta sobre
sus ruedas y deslizándola lejos—. No en el campamento de malcriados.
Ariel, que había estado de pie junto a mí todo el tiempo, parecía ser la única persona
verdaderamente preocupada por Charles y Austin.
—¿Crees que estarán bien? —preguntó ella cuando por fin tomamos nuestras
maletas desde el maletero del autobús averiado—. Ya sabes, por el bosque prohibido
y todo eso. La gente no vuelve desde lugares oscuros como esos.
Pequeñas lágrimas brotaron de las comisuras de sus ojos, sorprendiéndome. Yo la
había fijado más de cínica.
Heather Davis
—No te preocupes. El señor Winters parece como... —Ugh. Me interrumpí, sin
poder creer lo que estaba diciendo. El señor Winters no se veía como si pudiera
encontrar la salida de un 7-Eleven8. Probablemente yo tenía más sentido de
orientación que el viejo excéntrico—. Estoy segura de que los encontrará —dije sin
convicción.
Ariel se secó los ojos húmedos como si estuviera avergonzada de que lo hubiera
notado.
—Espero que lo haga.
Mi estómago tenía esa sensación de náuseas de nuevo. ¿Qué pasaba si Winters no
encontraba a esos estúpidos chicos? Miré a Señorita-Guitarra, ella estaba sonriendo
locamente otra vez, ayudando a los que estaban en el autobús del campamento para
malcriados como si los llevara a Disneylandia.
—Esto es tan tonto. —Bajé mi maleta y subí la cremallera de mi sudadera—.
Quédate aquí.
Y con eso, me sumergí en la oscuridad del bosque.
No tenía brújula. Ese pensamiento me llamó la atención en el momento en que la 34
voz de Señorita-Guitarra, gritándome para que volviera, se desvaneció en la
distancia. No tenía un plan, un mapa, agua o alimentos. Nada. Pero si Señorita-
Guitarra no hubiera sido una imbécil, y si no hubiera estado tan segura de ser buena
en el bosque, tal vez no me habría desvanecido allí en primer lugar. Totalmente no
habría corrido... fuera.
Uh-oh.
El impacto total de lo que hice me golpeó como un splash de mierda de un ave. Sí,
Señorita-Guitarra me había hecho enojar, pero estaba de pie en el bosque en ese
momento porque estaba tratando de ayudar a algunos chicos idiotas.
Y ahora iba a ser etiquetada como una alborotadora. Genial. Probablemente estaría
a pocas horas de ser deportada al campo de Red Canyon.
¿Por qué los chicos tenían que huir en primer lugar? Me había estropeado a causa
de su estupidez. Por no hablar de Señorita-Guitarra, que si sabía algo sobre el
bosque en absoluto habría llamado por algunos helicópteros malolientes o algo así.

87-Eleven cadena multinacional de tiendas de comidas rápidas y suministros, con horario de atención las
24hs los 365 días del año.
Heather Davis
Le di la vuelta a un grupo de árboles de pino y miré hacia atrás en la dirección del
autobús. Debería volver. Pero había estado caminando por un rato. Incluso si el
autobús todavía estaba allí... estaba en tantos problemas. Pero tal vez si encontraba
a los chicos, redimiría mi escape. Y si salvaba al gordito señor Winters de una
segura inanición y del pánico de estar perdido en el bosque, tal vez me dejarían ir
con una advertencia. Decidí seguir adelante.
Recordando algunas de las cosas sobre rastreo que mi padre me había enseñado
cuando habíamos estado acampando, seguí palos rotos aproximadamente a la altura
de la rodilla y apresuré el paso en el camino de maleza. Parecía definitivamente
como si alguien hubiera ido por este camino. Pero después de un rato, el camino se
agotó. No podía ver si la persona se había ido, y no habían más ramitas rotas a
seguir. Frustrada, me detuve en el tronco de un cedro gigante, recuperando el
aliento.
Espera. Un sonido de agua corriendo. ¿Un arroyo? ¿Un río? Estaba dispuesta a
apostar que uno de los chicos se había dirigido hacia el sonido. Había que tener una
fuente de agua para sobrevivir en el desierto. Oh, hombre. ¡El sonido estaba
dándome ganas de mear! Traté de no pensar en ello y me abrí paso a través de los
arbustos y ramas de un árbol nudoso, contenta por la protección de mi camiseta.
35
Delante de mí, el camino continuaba a través de un matorral de moras. No parecía
haber una forma de cruzarlo. Iba a necesitar un gran palo para apartar las vides.
Dando la vuelta para buscar en los lados del camino, vi una posible rama. Di tres
pasos hacia adelante.
¡Snap!
Me quedé inmóvil, mirando hacia abajo. Ninguna rama debajo de mi pie. Alguien,
o algo, estaba cerca.
—¿Hola? —grité.
Unos pocos cuervos volaron por encima de unas ramas.
Dejé escapar un pequeño suspiro de agradecimiento. Aves. Volví a buscar un palo,
riéndome de mí misma por estar tan nerviosa. Entonces oí un gruñido.
Las historias de Ariel sobre el bosque prohibido pasaron por mi mente mientras
escaneaba los helechos, árboles de hoja perenne y arbustos delante. Santa mierda.
¿Y si tenía razón? ¿Y si algo estaba al acecho en los arbustos listo para saltar? Mi
mirada se trazó sobre el follaje denso, pero nada se movía. Dejé escapar el aliento
que había estado conteniendo.
Heather Davis
El gruñido empezó de nuevo, sonando más cerca.
Mierda. Algo me estaba siguiendo. Algo que pensaba que me veía deliciosa y no
sabía acerca de mis problemas de vejiga. Estaba tan muerta. Iba a hacer pis en mis
pantalones literalmente y morir. O iba a ser comida, lo que es totalmente peor.
Gruñó de nuevo, esta vez más significativamente.
Obligándome a mirar, giré la cabeza hacia la derecha. Los arbustos se mecían. Lo
que casi podía manejar, pero entonces algo marrón se lanzó entre dos troncos de
árboles enormes. Un animal. ¿Un coyote? ¿Un puma?
De repente, mi búsqueda de un palo parecía una buena idea. Un gran palo para
golpear a ese animal salvaje en la cabeza antes de que me destrozara. Sin apartar
los ojos de los troncos de los árboles, bajé mis manos tanteando por cualquier cosa
semejante a un palo. Mi mano derecha golpeó una rama suelta de corteza con el
grosor aproximadamente de un rodillo. Perfecto. Me levanté del suelo.
—¡Psst! No hagas ningún movimiento brusco —dijo una voz.
Me di la vuelta y vi al señor Winters. Un bolsillo delantero de sus pantalones cortos
de color caqui desgarrado, y dos arañazos goteaban sangre por una de sus 36
pantorrillas regordetas. Su rostro, ya pálidamente blanco, ahora se veía
positivamente drenado de color.
Se llevó un dedo a los labios para calmarme y me señaló hacia el matorral de moras.
—Tranquilo, amigo. Nos vamos ahora.
Lo que sea que gruñía no se movió, pero el sonido se intensificó, aumentando los
pinchazos en la parte trasera de mi cuello. Di unos pasos hacia atrás. Y luego unos
pocos más.
Ahí fue cuando me caí de la orilla.
El deslizamiento no fue tan malo. Fue el desembarco en las rocas lo que realmente
dolió.
Cuando dejé de moverme, estaba despatarrada sobre dos rocas con vistas a un río
de aguas blancas para el que, probablemente, necesitaba un casco para ir chapotear
dentro. Eché un vistazo a la parte superior del acantilado donde había caído. Estaba
tan densamente cubierto de arbustos, árboles y zarzas, que no podía ver desde
donde había resbalado o al señor Winters.
Luché con mis manos y rodillas y me arrastré fuera de las rocas, en la playa. Mis
pantalones cortos estaban cargados de tierra y piedras por mi deslizamiento. Eww.
Heather Davis
Hice una mueca sacudiéndome un poco la suciedad. Doble eww. La cantidad de
tierra que cayó podría tener un rosal en maceta.
Nada en mi cuerpo parecía roto, pero estaba muy adolorida. Los arañazos y
moretones manchaban la parte posterior de mis muslos. Y todavía tenía que usar el
baño de damas del bosque.
Tropecé con el árbol más cercano, a unos veinte metros de distancia, y dejé caer los
pantalones cortos sucios. Tan pronto como terminé con la mejor meada de mi vida
oí pasos crujiendo en la playa.
Pasos humanos. Tal vez Winters había encontrado un camino por la colina. Bueno.
Uno de tres era rescatado por completo.
Miré alrededor de las ramas del árbol de hoja perenne, esperando ver al señor
mayor pero encontré a Austin frente al árbol, con una media sonrisa en su rostro.
Se veía perfectamente como en casa con el río de fondo. Su cabello oscuro se
ondulaba con la suave brisa, y sus ojos brillaban como el oro a la luz del sol. Para
un chico de ciudad, parecía casi en armonía con la naturaleza.
Salí.
37
—¡Hey! ¿Sabes en la cantidad de problemas en los que ustedes me han metido? No
tenías que correr hacia el bosque.
—Shelby, ¿no? Encantado de verte, también —respondió, su sonrisa
transformándose en una sonrisa de suficiencia.
—Sí, tan encantada que probablemente me envíen a la planta baja del infierno en
el momento en que regresemos al campamento. ¡Podrías haber sido asesinado, hay
un maldito animal salvaje arriba en el acantilado, sobre nosotros! ¡Si no me hubiera
deslizado aquí habría sido la cena!
La mirada de Austin viajó por mi cuerpo.
—Por eso es que te ves como una pala de jardín.
—¿Una qué?
—Tú, estás muy sucia.
Demasiado encanto británico. Lo fulminé con la mirada.
—El señor Winters está, probablemente, siendo la merienda de algún puma en estos
momentos. Lo último que me preocupa es verme bien. Vamos a encontrar a los otros
idiotas y volver al autobús, ¿de acuerdo?
Heather Davis
—De acuerdo. —Austin se rascó la parte posterior de su cuello—. He rastreado a
Charles hasta un barranco, pero luego lo perdí.
—¿Rastreado?
Las mejillas de Austin se sonrojaron por alguna razón.
—Tú sabes, ramas rotas, huellas, ese tipo de cosas.
—Entonces sabes algo sobre bosques —dije.
—Un poco. —Austin sostuvo una mano en sus ojos, protegiéndolos del sol que se
ocultaba en la distancia—. Tenemos cerca de unas dos horas de luz restante.
Debemos seguir buscando. —Se giró y marchó hacia la playa de nuevo.
Fui detrás de él.
—Tenemos que caminar de regreso a la carretera. Las cosas sólo van a empeorar si
nos quedamos aquí.
Austin movió la cabeza.
—No me iré hasta que encuentre a Charles. Y lo que él agarró. 38
—Así que fue tu mochila, gran razón para perderte en el bosque. —Luché contra el
impulso de darle un puñetazo en el brazo—. Amigo, ¿qué hay en tu estúpido bolso?,
¿oro, o algo así?
—Te sorprenderías —dijo con una sonrisa triste.
Hicimos una excursión por la costa del río, buscando a Charles, sin suerte, y no
pudimos escalar el acantilado para encontrar a Winters, pero al menos no oímos
ningún grito. Por otra parte, la voz humana sólo podía llegar hasta cierto punto.
Finalmente, cuando el sol se ocultaba detrás de las colinas del otro lado del río,
dejando franjas de color rojo y naranja en el cielo, nos dimos por vencidos. Debía
ser alrededor de las nueve, a juzgar por los gruñidos que venían de mí estómago y
la bandada alegre de mosquitos que había comenzado a rondar mi cabeza. A lo lejos
se elevaba la pálida cara de la luna casi llena.
Cielos, ¿y si nos quedábamos aquí toda la noche? No teníamos una tienda de
campaña, no teníamos comida, y no tenía ninguna pasta de dientes. Eww. Quiero
decir, yo estaba a favor de la supervivencia, pero se supone que debías tener las
cosas básicas. Nosotros no teníamos nada.
Heather Davis
Bueno, a excepción de los fósforos en el bolsillo de Austin, qué, de alguna manera,
él debió haber pensado que estaba bien llevarlos al campamento para malcriados.
Yo estaba bastante segura de que tenían que estar en la lista de los no permitidos,
junto a mi amado PDA.
Mientras Austin apilaba palos pequeños en una hoguera improvisada, me quedé
mirando como desaparecía el atardecer mientras pensaba en mis amigas que
estaban en Cabo de fiesta en este momento, probablemente bailando con unos tipos
fornidos. Y aquí estaba yo, en una roca en medio de la nada con un hombre que
sólo había dicho tres palabras en la última hora. Mi mirada se desvió hasta el cielo
oscuro.
—Creo que veo la primera estrella de la noche —le dije—. Tal vez pueda pedir un
deseo para salir de aquí.
—No es malditamente probable —dijo Austin, metiendo sus fósforos de
contrabando en el bolsillo—. Desear es una pérdida de tiempo. O al menos eso es lo
que yo he aprendido —sopló sobre las ramas humeantes, tratando de avivar el
fuego.
Miré hacia abajo a los remolinos oscuros en el agua por debajo de mi roca, viendo 39
el pico de corriente entre las piedras.
No había estado cerca de un río en años, y su sonido me recordaba cuán diferente
era mi vida en los momentos de tranquilidad que papá, mamá y yo habíamos pasado
en los suburbios de Milwaukee. Echaba de menos acampar con ellos en los bosques
del norte, e incluso montar en bicicleta en los callejones sin salida que estaban cerca
de mi casa cuando era pequeña. No había sido llamativa, pero era tranquila. Y
desapareció tan fácilmente cuando mamá se enfermó. Envolví mis brazos alrededor
de las piernas, sintiendo el frío de la noche y el frío de la roca debajo de mí.
—Pareces ausente —dijo Austin—. ¿Qué estás pensando?
Puse una sonrisa.
—Um, sólo pensando en casa.
—¿La echas de menos, a pesar de que tus padres te enviaron aquí? —preguntó
Austin.
—Sí, mis padres...
Permití que lo quedaba de la oración se alejara, no quería terminar el pensamiento.
Heather Davis
—Ellos no son siempre lo que esperamos que sean —dijo Austin, y su expresión se
suavizó.
Asentí con la cabeza.
—Y al parecer nosotros tampoco —le dije.
Austin echó a reír.
—Eso es verdad. Pero no puedes escoger a tu familia.
—Cierto. Porque estoy segura de que mi padre habría escogido de manera diferente
—le dije, sólo medio en broma.
—Bueno dudo mucho eso —dijo Austin—. Mi padre, en cambio, hubiera escogido
un hijo con sed para la caza.
—¿Qué?
Austin se sonrojó ligeramente.
—Quiero decir, él está en un safari con mi tío en este momento, pero eso no es lo
que a mí me gusta. Prefiero dibujar los animales que ellos matan por deporte. 40
—Oh, ¿así que eres un artista?
—Dibujo un poco.
—Uh... eso es arte.
—No para mi padre. Él prefiere que toque la guitarra.
Austin suspiró y añadió unos cuantos palos más al fuego. Como que entendía lo que
estaba diciendo. Estoy segura de que mi propio padre deseaba que fuera un prodigio
en química para poder seguir sus pasos.
—Debe ser raro tener un padre famoso —dije.
Austin me dio una media sonrisa.
—Intenta con uno de mala fama. Pero es todo lo que tengo.
—¿No tienes más familia?
—Sólo mi tío... y están los de la banda, si se los puede llamar familia. Paso más
tiempo con ellos que con mi padre —dijo con una risita—. Es casi normal.
Heather Davis
—Normal está sobrevalorado —le dije con un encogimiento de hombros—. O al
menos eso me han dicho.
Austin sonrió ampliamente. Con la puesta del sol desapareciendo destacaba su
fuerte perfil, no podía negarlo, fue más lindo de lo que había pensado al principio.
Oh. Estaba completamente mirándolo fijamente. Y él me estaba devolviendo la
mirada.
Hubo una pausa extraña, torpe, y luego se aclaró la garganta.
—Tú tienes, sin duda, frío. Tal vez sólo voy a... —murmuró, volviéndose hacia el
humo de la pequeña fogata.
Me acerqué y me senté en un tronco junto al fuego, viéndolo trabajar. Tal vez fuera
sólo el acento, o tal vez me parecía más lindo porque era lo más cerca que había
estado de un chico desde la noche en el jardín con Josh. Mi vida amorosa había
estado completamente libre de chicos desde el momento en que Priscilla lanzó los
folletos del campamento. Eso fue todo. Privación de chicos.
—¿Shelby? ¡Oye! ¿Te importaría encontrar algunas ramitas? —dijo Austin,
agitando la mano delante de mi cara para llamar mi atención—. Este fuego necesita
combustible. 41
Me puse de pie, me alegré de tener una tarea para alejar mi mente de Austin.
—Está bien. Voy a mirar alrededor —dije.
—Está un poco oscuro por lo que podría llevarte un tiempo.
—¡Podrías usar mi linterna!
Llegó un grito desde la playa.
Sobresaltados, Austin y yo miramos hacia arriba. El señor Winters dirigiéndose con
Charles hacia nosotros. Charles arrastraba una mochila en la arena detrás de él.
—¡Hola, tortolitos! ¿Qué estaban haciendo aquí solos en la oscuridad? —dijo
Charles.
—No somos tortolitos —gritamos Austin y yo al mismo tiempo. Entonces nos dimos
una mirada de disculpa, dándonos cuenta de nuestra mala suerte.
—¿Qué estaban pensando los dos? —dijo el señor Winters, cojeando hacia
nosotros—. ¿Qué demonios les pasa chicos?
Austin dijo:
Heather Davis
—Yo fui detrás de Charles.
—Y yo perseguí a Austin, porque... bueno, es una larga historia —añadí.
—Bueno, con buenas intenciones o no, los dos están con en el agua hasta el cuello
—dijo el señor Winters, jadeando hasta el leño y se sentó con un suspiro audible.
Charles sonrió ampliamente hacia mí. Una gran sonrisa presumida.
Eso fue todo.
—¿Qué pasa con él? ¡Charles es un ladrón! —espeté—. Tomó las cosas de Austin.
—¿Y cómo es que eso te involucra? —preguntó el señor Winters.
—Oh —mordiéndome el labio por medio segundo—. Bueno, la verdad, yo sólo
estaba tratando de ayudar a encontrarlos ya que la loca Señorita-Guitarra no estaba
haciendo nada.
Él señor Winters me dirigió una mirada pensativa, y luego dijo:
—Vamos a resolver esto cuando regresemos al campamento. Apaguen el fuego.
Vamos a utilizar el GPS para encontrar el camino de vuelta a la carretera y luego 42
puedo comunicarme por radio a la furgoneta del campamento. —Se levantó
temblorosamente de pie y dio unos pasos, haciendo una mueca—. Vamos. El
cocinero está haciendo la mejor tarta de arándanos que alguna vez han probado y
nos la estamos perdiendo.
—¿Tarta de arándanos? —dijo Charles—. Yumm. No puedo esperar a llegar al
campamento.
De repente estaba todo en calma, y eso me irritaba completamente.
—Lo primero es lo primero. Puede darle a Austin sus cosas de vuelta ahora —le
dije, tirando de la mochila negra de las manos de Charles.
—No tan rápido. ¿Cómo sabes que es de él? —dijo Charles, agarrando la mochila
de nuevo por el tirador de la cremallera.
—Dame aquí. —Austin la alcanzó justo cuando Charles la soltó.
En el tironeo algo cayó de la mochila, tintineando como cristal sobre cristal. El haz
de luz de la linterna del señor Winters se amplió hacia un montón de frascos
transparentes rodando hasta apilarse libremente en la arena.
La gente probablemente intentaba contrabandear alcohol en campamentos como
este, pero los frascos tenían menos de un trago.
Heather Davis
Eran incluso más pequeños que las botellas del mini-bar de un hotel. Tal vez no era
nada de alcohol. Oh, hombre, había descubierto la razón por la que estaba aquí, el
chico malo británico tenía un problema de drogas. No sabía qué decir. Me quedé
mirando fijamente la pila reluciente.
Austin intentó recoger sus frascos discretamente, pero el señor Winters cojeando se
detuvo sobre él con la mano extendida. Ignorando al anciano, Austin siguió
recogiendo los frascos y colocándolos en una bolsa de plástico.
—Austin, dame tu mochila —dijo Winters—. Será confiscada en el campamento de
todos modos.
—No es lo que piensa. Esto está prescrito —dijo Austin, abrazando el paquete a su
pecho.
—¿Prescrito? —rió Charles—. Yo no sé acerca de eso. Me bebí uno hace una hora
y me siento bastante agitado.
—¿Tomaste una de mis dosis? ¿Estás loco? —Austin dio un paso más cerca de
Charles, listo para noquearlo.
Charles sonrió desafiante. 43
—Si el viejo no hubiese aparecido, habría tomado más.
—¡Charles! Empieza a tirar tierra sobre el fuego —espetó el señor Winters, y luego
se volvió hacia Austin—. Hijo, cuando volvamos al campamento, vamos a llamar a
tu padre para solucionar este problema.
Austin pateó una piedra en el fuego ardiendo.
—No puede llamarlo —dijo.
Él señor Winters sacudió la cabeza como si lo hubiera escuchado antes.
—Estoy seguro de que hay una manera.
Austin se mordió el labio inferior.
—Él está de vacaciones en las zonas remotas de África. No hay teléfonos. No hay
televisión. No hay contacto.
—Por supuesto. —El señor Winters sonaba convencido—. Bueno, si está prescrito,
va a estar en tu ficha médica en los registros del campamento.
—¿Qué pasa con su representante? —dije, tratando de ser útil—. Quiero decir, él
tiene uno, ¿verdad?
Heather Davis
—Graham no sabe nada de esto —susurró Austin—. Él acaba de empezar a trabajar
para la banda. Va a ser despedido cuando mi padre se entere de que fui enviado
aquí en vez de en vacaciones como había planeado. Yo no debería estar aquí en
absoluto.
Había dolor en su voz. Un dolor solitario que hizo que mi corazón se estrujara un
poco. El chico estaba, obviamente, usando drogas para ocultar el dolor. Lo sentía
por él.
El señor Winters parecía imperturbable con la historia de Austin.
—Voy a guardar este contrabando, sea lo que sea, hasta que podamos ponernos en
contacto con él —dijo, tomando la mochila de Austin y moviéndola sobre sus brazos
en sentido contrario por lo que la puso descansando sobre el vientre como si
estuviera embarazado.
Los ojos de Austin ardieron con tanta ira, pensé que iba abalanzarse sobre el viejo.
Con los dientes apretados, dijo:
—Lo necesito. Usted no lo entiende.
44
—Todo va a estar bien —dijo el señor Winters, poniendo un brazo alrededor de los
hombros de Austin—. No son necesarios los productos químicos para sentirse bien
consigo mismo. Vamos a trabajar sobre ello en el campamento. Nosotros nos
ocuparemos de ti, hijo. Vamos, campistas.
Suspiré mientras empezaba a caminar detrás del señor Winters y los chicos. Por lo
tanto, Austin era otro chico famoso adicto a las drogas. Me sentí un poco mal por
él. Quiero decir, yo había visto todo el Behind the Music9 sobre la triste vida de los
grupos y sus familias. Se veía que se sentían solos en las giras. Pero espera… la
gente normal se sentía muy sola, también. Eso no significaba que tenía que cubrir
ese dolor con las drogas.
Yo caminaba delante, tratando de poner su problema fuera de mi mente. Tenía
suficiente con mis propios problemas por el momento. Pero a medida que
caminábamos por el bosque con el débil resplandor de la linterna, mi pensamiento
seguía volviendo a Austin. No parecía como un drogadicto. Él estaba más entero que
los chicos de la escuela que sabía que tomaban. Incluso parecía un poco inteligente.
Entonces, ¿cómo pudo entrar en esa mierda? Tenía que haber algo que pudiera
hacer para ayudarlo. Quiero decir, después de haber ayudado a esos chicos idiotas

9 Behind the Music: Programa de televisión de tipo documental del canal VH1.
Heather Davis
con sus pequeños problemas, en este caso había un chico que obviamente
necesitaba ayuda de manera grave.
¡Espera! ¡Contrólate!, mi cerebro me regañó, ¡estás hundida en la mierda por ti
misma! Correcto. El punto era ayudarme a mí misma. Tenía que recordar eso.
Seguir las reglas, cumplir tu tiempo, permanecer lejos de Red Canyon.
Decidí concentrarme en el camino por delante, funcionó hasta que Austin miró de
vuelta hacía mí, mientras estábamos en la cima de una colina.
Sus ojos brillaban con el destello de la luna. Y mi piel hormigueaba bajo el efecto de
la piel de gallina.
Yo.
Él.
La luna.
Estaba frita.

45
Heather Davis

Traducido por Angyyy

Corregido por Afrikazgz

a vista del Campamento Crescent trajo recuerdos de la vida de campamento de


vuelta a mi cerebro. Los grupos de cabañas, el olor de manzanas crujientes, los
deformados proyectos de tejido de artes y oficios. Ese sentimiento de que no importa
cuánto aire fresco hayas respirado, nunca podrías llenarte lo suficiente. Amaba los
campamentos de verano cuando era una niña pequeña y mis padres me mandaban
al Campamento Winnemuk o al campamento de navegación en el lago Michigan.

Pero había una mayor diferencia con el Campamento Crescent. Las cercas de alambre de
púas. Desde la ventana de la furgoneta, podía verlas serpenteando alrededor del perímetro
de la propiedad, separando el Campamento Crescent del límite del bosque prohibido.
46
Charles lo advirtió, también.

—Es una cárcel de grado —dijo él con una impresionada voz.

Austin no se volvió para mirar la ventana. Estuvo en silencio desde que salimos fuera del
bosque. Incluso durante la larga espera por la camioneta del campamento, él no había
dicho ni una palabra. Tal vez había estado tratando de encontrar la manera de conseguir
sus drogas de vuelta.

Mastiqué mi labio, repitiendo toda la cosa de mirando-atrás-sobre-su-hombro. No podía


parar de pensar sobre la manera en que sus ojos reflejaban la luz de la estela. Plateado, casi
azulado, en otras palabras. Era totalmente mi suerte de mierda que el chico con mejores
ojos que jamás había visto tenía que estar en mi campamento de malcriados. Y había
hecho un comienzo tan patético. Quiero decir, ¡el señor Winters tenía un GPS y un teléfono
móvil! Habría estado bien sin mi ayuda, pero Austin me había hecho correr hacia el
bosque. Totalmente patético.

Por mi propio bien, me centré en empujar a Austin, sus hermosos ojos, y su problema fuera
de mis pensamientos. No era exactamente fácil de hacer con él en el asiento frente a mí y
el ligero aroma de su colonia y su chaqueta de cuero en el aire.

Por fin, la furgoneta se detuvo al final del camino de grava. Tres de nosotros seguimos a
un cojeante señor Winters por un camino hacia un edificio que parecía un granero. El
Heather Davis
comedor debió haber estado cerca, porque el olor a cebolla frita flotaba en el aire. Mi
estómago gorjeó en voz muy alta, Charles me miró con una sonrisa.

Austin puso su mano en mi brazo, parándome.

—Shelby —susurró—. No es lo que tú piensas. No soy lo que estás pensando.

—Está bien, Austin. Todo el mundo tiene sus problemas. No tienes que explicar —dije.

Austin dejó escapar un suspiro.

—Siento que debo hacerlo. No quiero que tú…

—¡No holgazaneen! —llamó el señor Winters, apurándonos con la mano antes de cojear
alrededor de una esquina del edificio con Charles.

Austin no se movió.

—Shelby, no estoy en drogas.

—Amigo, sé lo que he visto, pero no importa. No estoy aquí para juzgar.

Empecé a alejarme, pero agarró mi mano y tiró de mí hacia las sombras.

De nuevo, atrapé un soplo del olor de su colonia y algo diferente pero delicioso. Intenté no 47
respirarlo dentro. Esta era kryptonita para chica de seguro.

—Tenemos que ir — dije.

—A mi familia le gusta su privacidad. La mantenemos para nosotros mismos. No


necesitamos más rumores y mentiras filtradas a la prensa. Hemos sufrido bastante.

Miró dentro de mis ojos, mortalmente serio.

—Realmente pensé que los chicos como tú tenían la piel más dura. Quiero decir,
¿realmente te importa lo que algunos periodistas estúpidos digan sobre ti?

—Es complicado —dijo Austin—. Pero no quiero que pienses algo equivocado sobre mí.

—¿Por qué te preocuparías por lo que pienso? Quiero decir, ni siquiera me conoces.

—No. —Una mirada triste parpadeó en sus ojos—. En el bosque pensé que tú... y yo...

—Oh. Ohhhh. —Contuve el aliento. Así que esta era la charla del-tipo-mágica-a-la-luz-
de-la-luna. Esta era la parte donde yo soy toda “No salgo con calientes locos por las drogas
que conseguirían mandarme al campamento de botas.” Espera. Mierda. Probablemente
estaba ya en camino a—. Mira, sé lo que es tener un flechazo con alguien, pero sólo
acabamos de conocernos y…

—En el bosque parecía como que podríamos llegar a ser amigos —dijo, terminando su
pensamiento.
Heather Davis
Ouch. Mi cara se sentía como si estuviera ardiendo.

—Uh-huh.

—No puedo tener un amigo creyendo mierda sobre mí.

—No, claro que no —dije, intentando discretamente abanicar mis mejillas. Tomé un
profundo respiro y lo sostuve con una mirada—. Así que, amigo, ¿qué había en esos
frascos?

—A decir verdad, una receta. Una desesperadamente necesitada medicina.

Rodé mis ojos.

—Sí, ya dijiste eso. Así que, ¿para qué es?

Austin rastrilló sus dientes sobre su labio inferior.

—Ah, ésta es la parte difícil.

Austin niveló su mirada con la mía, como si estuviera tratando de pensar cómo decir algo
importante. Algo parpadeó en sus ojos.

Algún extraño truco de la luz hizo picar la piel de gallina en mi cuello.


48
—¡Campistas! ¿Qué está pasando? —El señor Winters llamó, volviendo alrededor de la
esquina del edificio—. Les dije a los dos que no holgazanearan.

—Estamos yendo —dijo Austin.

El señor Winters frunció el ceño.

—¿Shelby? ¿Está todo bien?

—¿Huh? —murmuré, todavía intentando dilucidar qué era lo que había visto centellear
en los ojos de Austin. Había estado diferente desde el sendero. Casi peligroso.

—¿Shelby? —repitió el señor Winters.

Parpadeé hacia él.

—Oh. Um, estoy en mi camino.

—Créeme —susurró Austin en mi oído cuando pasó.

El señor Winters nos condujo dentro de una habitación de paneles de madera decorada
con estatuas de animales de cobre y peces trofeos disecados. Un inmenso escritorio con
patas talladas como pelotas sujetándolo de pie dentro de la puerta. No estoy enterada de
las cosas de antigüedades o nada, pero esa pieza sola debía costar una fortuna. En la
esquina del escritorio una estatua de un águila de cobre se encaramaba, como si estuviera
a punto de emprender el vuelo.
Heather Davis
La Señorita-Guitarra alzó la vista cuando caminamos dentro. Afortunadamente, no había
señales de su condenado instrumento.

Eso fue suficiente para hacerme sonreír, aunque en cualquier momento ella
probablemente podría azotar una armónica fuera de su bolsillo. Además del vestido de
verano florido que llevaba antes, ahora usaba una capa tejida al crochet de vieja dama y
un sombrero de paja de safari. Me recordaba a uno de esos cuidadores de zoológico que
siempre van a programas de entrevistas con los perezosos de tres dedos que hacen pis en
el escritorio del presentador. Despistados, meados, y sonriendo falsamente todo el tiempo.

Junto a ella en el sofá de cuero rojo estaba sentado un tipo de cabellos dorados con un
chándal ajustado que era o un consejero o un entrenador personal que había estado
trabajando demasiado. Nos sonrió con tanta intensidad, que casi pude oír sus dientes
tintinear.

Nosotros, los tres fugitivos nos sentamos en un sofá idéntico frente a los adultos, yo entre
los dos chicos.

Me preparé para oír una lección única en la vida, seguro que me enviarían al campamento
de malcriados en el desierto.

¿Había empacado suficiente protector solar?


49
El señor Winters se dejó caer en la silla de respaldo alto en el escritorio, con la cabeza al
nivel de un trofeo enorme. Los ojos del pez, pequeños granos vidriosos, mirando hacia
fuera, inquietantemente similar al propio señor Winters.

—Campistas —comenzó—. Primero, me gustaría presentarles a Cynthia Crumb y Sven


Jorgensen. Shelby, vas a estar en la cabaña de Cynthia, Búho Moteado. Charles y Austin,
los he asignado a Pájaro Carpintero, con Sven.

Charles resopló.

—¿Pájaro Carpintero?

—Es un tipo de pájaro —explicó Sven con otra brillante sonrisa y un acento más grueso
que el del tipo de los anuncios de IKEA—. Un pájaro realmente bueno.

Charles dio a Sven un saludo idiota. Austin nunca alzó la vista, él sólo asintió, su cabello
oscuro cayendo dentro de sus ojos.

—Campistas, van a reunirse conmigo mañana después del desayuno. Mientras los demás
estarán tratando de manejar tiro con arco, vamos a estar hablando de su paseo y trabajando
de su restitución. Cynthia, Sven, amigos, nos vemos de nuevo en las cabañas.

Espera. ¿Eso fue todo? ¿Nada de Red Canyon?

—¿No van a llamar a mis padres?


Heather Davis
Mi corazón lleno de esperanza hizo una pequeña voltereta. El pastoso director de
campamento era totalmente un paseo en parque en comparación con la malvada Priscilla.

—Shelby, nosotros trabajamos en base a segundas oportunidades aquí —dijo el señor


Winters—. Llamaremos a tus padres mañana por la mañana. Sin embargo, espero que te
dejen continuar el programa en nuestro consejo.

—Oh.

Mis esperanzas se estrellaron con un golpe seco. Por lo tanto, papá y Priscilla se enterarían
sobre el paseo no autorizado al bosque. Eso no iba a verse bien.

—Ahora pues, ustedes niños deben estar hambrientos. Estoy seguro de que el cocinero
consiguió guardarnos algunos platos.

Él palmeó su barriga, lo que me hizo darme cuenta que era él el que estaba completamente
muerto de hambre. Por otra parte, cuando comes por dos, tú y tu barriga cervecera, es
probable que tengas ese sentimiento de hambre muy a menudo.

De todos modos, nos levantamos de los sillones y lo seguimos hasta la puerta.

—¿Qué era eso de restitución? —dijo Charles—. Si me deja usar su teléfono, enviaré
dinero directamente a su cuenta. —Echó un trozo de corteza fuera de su camisa de polo,
el cuál aterrizó en el zapato de Austin. 50
El señor Winters se paró en el umbral de la puerta y giró con sus cejas fruncidas.

—Los teléfonos están garantizados sólo para el personal, y nosotros resolvemos las cosas
aquí, Charles. Trabajos como la limpieza de la cocina, quitar las malas hierbas, ese tipo de
cosas. Además, por el momento, tú no serás capaz de participar en la construcción de
senderos que estamos haciendo en el lado oeste de la frontera.

Austin parecía animarse, alzando sus ojos hacia el señor Winters por primera vez desde
que habíamos estado en la habitación.

—¿Construcción de senderos? —repitió.

—Un privilegio, para campistas respetados, hijo.

Sven sonrió otra vez.

—¿Te gusta construir senderos, Austin?

Austin asintió, la luz en sus ojos oscureciéndose.

—¿Y que hay de ti? —preguntó Cynthia, barriendo su mirada sobre mí y mi ropa
inmunda—. ¿Hábil con un pala?

Asentí.
Heather Davis
—Mi madrastra tiene rosales premiados.

Cynthia compartió una mirada con el señor Winters, como si no pudiera creer que alguna
vez había puesto un pie en un cantero.

—Tu trabajo es de jardinero, sin duda.

—¿Cómo lo sabe? —repliqué, porque no me gustaba el tono de su comentario. ¿Era una


de esas personas que pensaban que todos los que tenían dinero eran vagos? Si ella supiera
que tan sólo unos años atrás, había tenido suerte de reunir suficiente dinero en efectivo
para ir al cine.

—Bien, bien. Ya tenemos jardineros. ¿Dónde está la cena? —dijo Charles, empujando a
los adultos a la puerta.

—Éste es un chico hambriento —dijo Sven, palmeando a Charles en la espalda—. Vamos


a alimentarte ahora. —Envolvió un fornido brazo alrededor de los flacos hombros de
Charles y lo hizo desfilar por la puerta—. Ven, Shelby —llamó Sven sobre su hombro.

Cynthia se ajustó el abrigo de ganchillo.

Di un paso atrás, en caso de que ella estuviera por poner su brazo alrededor de mí. No
necesitaba una maleducada señora de mediana edad con problemas de guitarra tratando
ser mi amiga. Dije: 51
—Yo, um, encontraré mi propio camino.

Su tirante sonrisa prácticamente gritaba por brillo de labios.

—Te veré en Búho Moteado —dijo, luego se fue tarareando.

—¿Podemos ir juntos? —preguntó Austin, sujetando la puerta para mí.

—Oh, um... gracias.

Me permití respirar un suspiro de alivio cuando salí al aire de la noche y hacia el olor de
la comida.

Austin caminaba a mi lado, y estaba este silencio cómodo entre nosotros, al menos hasta
que entramos en el comedor y oí a Charles tratando de enviar de vuelta su chuleta de cerdo
sobre cocinada. Síp. Definitivamente estaba en el campamento para malcriados.

Después de nuestra atrasada cena, estaba con ganas de instalarme en mi cabaña, hasta que
oí un rasgueo de guitarra con un verso de "Michael, Row the Boat Ashore". Gimiendo,
seguí el sonido hasta el final del recorrido. Atascada en un bosque de árboles perennes,
Búho Moteado, al igual que las otras siete o más cabañas que había pasado, estaba hecha
de falsos revestimientos de madera puestos para verse como troncos. Demasiado rústico.
Heather Davis
Me detuve en la puerta y miré hacia atrás por el sendero oscuro a donde Austin estaba
tratando de entrar por la puerta iluminada de Pájaro Carpintero. Él no había dicho mucho
durante la cena, pero nuestra conversación susurrada en el camino antes, todavía me
perseguía. Él pensaba en mí como en un amigo. Y yo en él como un chico lindo. Un chico
lindo con grandes problemas.

Suspirando, avancé por la puerta de Búho Moteado. En una cama individual cerca de la
entrada, Cynthia Crumb estaba rockeando con su guitarra, mientras que las chicas en las
camas alrededor de la habitación parecían aburridas, molestas, o tenían almohadas en la
cabeza. Me quedé en la puerta hasta que la canción terminó, y luego, por suerte, Cynthia
empacó su supuesto instrumento.

Me metí en la habitación y tomé la primera cama baja vacía.

—Hey —dijo una voz en la cama de al lado. Dos cejas marrones y un enredo de pelo negro
emergieron desde debajo de una almohada. Ariel. Nunca había estado tan feliz de ver una
cara familiar. Tomé una rápida mirada alrededor, preguntándome si Jenna había quedado
atascada aquí también, pero no la vi.

—Pensé que habías muerto ahí fuera —dijo Ariel, subiéndose encima de mi cama.

—¿Huh? Estaba intentando salvar el culo de Austin. ¿Realmente lo conoces?


52
—Sí —dijo Ariel, cepillando su pelo fuera de su cara—. Mi padre es amigo de su padre.
Hablando de un viejo salvaje.

—¿Shelby? —interrumpió Cynthia, pegando su cansada cara a la mía—. Ve a buscar tu


maleta. Necesito registrarla.

—¿Huh? ¿Necesita hacer qué?

—Procedimiento estándar —dijo Cynthia en una aburrida voz—. Tu mochila está


esperando en el porche. Estoy sorprendida de que no hayas tropezado con ella.

—Tiene que estar bromeando. ¿Qué ha pasado con la Carta de Derechos? ¿Es que no tengo
derecho a un poco de privacidad y respeto?

Cynthia sonrió como un tiburón.

—Aunque entiendo tu inquietud, tus padres estuvieron bastante felices de firmar para
anular tus derechos. Tráela.

—Vamos, te ayudaré —dijo Ariel, saltando hacia arriba. Una vez que estuvimos fuera,
Ariel susurró—. Ella es pura maldad. Mantente en su lado bueno.

—Y yo que pensaba que me odiaba porque no canto estúpidas canciones.

—Probablemente odia a todo el mundo por eso —dijo Ariel con una carcajada.
Heather Davis
—Así que, um... ¿qué más sabes sobre Austin Bridges?

—¿Qué? —Los ojos de Ariel se hicieron grandes, lo que parecía imposible teniendo en
cuenta el tamaño de ellos para empezar—. ¿Te gusta?

—No. Quiero decir, lo acabo de conocer. Parece interesante.

Ariel alzó sus cejas.

—Bueno, en realidad, no conozco a Austin tan bien. Su papá realiza las giras sin él por lo
general.

—Oh. Eso es tan malo. Probablemente Austin lo echa de menos.

—Nah, él probablemente está bien. Quiero decir, yo difícilmente veo a mis padres, —Ariel
se encogió de hombros—. Estoy bien. Bueno, excepto porque me mandan al campamento
de malcriados cada verano. ¿Por qué estás tan preocupada por él, de cualquier forma?

No quería decir nada sobre lo que había pasado en el bosque. Y realmente no quería
cotillear sobre el problema de Austin.

—Él parece triste —dije, y dejé el asunto a un lado.

Ariel y yo arrastramos mi maleta dentro de la cabaña y la lanzamos sobre mi cama. Mis 53


compañeras de cabaña se reunieron alrededor mientras Cynthia revolvía mi maleta con
placer.

—El contrabando no puede esconderse en ninguna parte —dijo ella, separando mi ropa
interior con un lápiz. Sí, contrabando, como mi escondijo de gusanos de goma (para
aquellos días extra-malos), brillo de labios, y mi sombra de ojos brillante favorita.

Ella lanzó los restos de civilización en una bolsa de plástico.

—Y voy a llevarme este Super-sujetador —dijo, enganchando su lápiz en un tirante—. Se


supone que debes estar concentrada en mejorarte a ti misma, no intentando atraer la
atención masculina.

—¡Tiene que estar bromeando! —dije.

Cynthia alisó un mechón de su rubio-platinado cabello corto, detrás de una oreja.

—No, en absoluto —dijo ella con voz aburrida—. Los sujetadores push-up están
estrictamente prohibidos.

Las otras campistas murmuraron la una a la otra.

—Vamos, chicas —dije—. No puedo ser la única que trajo consigo una pequeña mejora
de escote.

Una rubia flacucha en una musculosa de tirantes asintió con su cabeza tristemente.
Heather Davis
—Realmente voy a echar de menos mi camiseta sujetador de La Perla.

Cynthia continuó su inspección, ahora manoseando el contenido de mi mochila. Con su


ceño fruncido, tomó mi romance de bolsillo y lo escondió bajo su brazo.

—Espere —me quejé—. Leer no puede ser una distracción. Uno pensaría que el
campamento es para intentar mejorar nuestra educación.

Cynthia hizo un nudo en la parte superior de la bolsa de mis golosinas y la tiró por encima
de su hombro como un verdadero Grinch.

—Shelby, todo el mundo sabe que esos libros son basura.

Mi boca cayó abierta.

Una bonita morocha en la cama de arriba dijo:

—¡No lo son! Mi mamá hizo un millón escribiendo ese tipo de libros.

Cynthia le disparó una mirada de muerte y luego caminó decisivamente hacía el frente de
la cabaña.

—Voy a hacer que el señor Winters guarde esto. Cuando vuelva las luces se apagarán —
dijo, cerrando la puerta tras ella. 54
—Hey, no te sientas mal. Ella tomó todos mis prototipos de la línea de primavera de
DeVoisier —me dijo Ariel—. Cinco tonos de sombra lavanda, dos brillos de labios de
ciruela y un pote de rubor de color rosa.

—¿Tú usas tanto maquillaje?

Ariel negó con la cabeza.

—Regalo de compasión de mi madre por haberme enviado lejos.

—Se supone que todas nos veamos como la mierda —dijo la chica-romance desde la cama
de arriba—. Dicen que es terapéutico.

—Fantástico.

Comencé a reorganizar mis violadas cosas, sintiéndome tan deprimida como cuando había
subido al avión de vuelta en Los Angeles. Sin sujetador push-up, sin sombra de ojos, sin
dulces. No imaginaba que las cosas podrían empeorar. Pero por supuesto que lo hicieron.
Heather Davis

Traducido por Angyyy

Corregido por Afrikazgz

laaaannnnnggg! El despertador de alguien francamente necesitaba


desaparecer. Me senté en la cama, tapándome los oídos con las manos.
Aún así, todavía podía escuchar alto y claro. No venía de nuestra
cabaña en absoluto.
—¡Oh, mierda! —gritó la chica-romance—. ¿Nos estamos
incendiando?
Se tiró por el borde de la cama de arriba, logrando darme patadas en la cabeza 55
mientras bajaba.
—¡Ahh! —grité, ya completamente despierta—. ¡Cuidado, Sara!
Ariel se asomó por debajo de su almohada.
—¡Campamento estúpido! —gimió ella—. ¿Por qué no nos dejan dormir?
—No me lo preguntes. Probablemente tengo daño cerebral —me froté la frente.
—Vamos, vamos, Búho Moteado —gritó Cynthia Crumb. La campana había estado
sonando durante dos minutos ya, la cabaña estaba entrando en pánico, y ella
acababa de salir disparada de la cama. Después de aplastar su cabello enmarañado,
se puso sus vaqueros sobre su estúpido camisón de franela y luego corrió alrededor
de la cabaña como una especie de pastor de cabras o algo así—. Ponte una camisa
sobre esa musculosa —dijo a una chica rubia pequeña, y luego se trasladó a la
perezosa siguiente—. ¡Brenna, saca tu culo de la cama! ¡Vamos! ¡Es un simulacro!
¡Estamos cronometrando el tiempo! —chilló en mi oído—. ¡Reportensé en el mástil!
¡Muévanse! ¡Muévanse!
—Hombre, me da miedo —susurró Ariel después de que Cynthia se marchara.
Fuimos las últimas en salir de la cabaña, ya que tenía que encontrar una sandalia
desaparecida y Ariel tenía que orinar.
Heather Davis
Nos empujaron hasta el césped en frente del comedor sólo para encontrarnos con
todos los otros campistas vagamente agrupados en un círculo.
Vi a Austin al margen de la multitud de Pájaro Carpintero. Llevaba unos vaqueros y
una camiseta negra y tenía una mirada increíblemente aburrida en su rostro.
Cuando Ariel y yo nos acercamos, Austin levantó las cejas un poco y me dio una
leve inclinación de cabeza.
Le di una media sonrisa ya que Ariel tiró de mi mano y me llevó hacia Cynthia y las
chicas.
—Bueno, campistas... —Apareciendo cerca del mástil, el señor Winters habló por
un micrófono—. Parece que Búho Moteado está cerrando la marcha de esta
mañana. Vamos a tener que trabajar en ese sistema de reacción de emergencia para
la próxima vez.
Con la cara enrojecida, Ariel y yo nos deslizamos detrás del resto de nuestro grupo.
Cynthia se giró para darnos una mirada de desaprobación
—Entonces, como estaba diciendo —dijo el señor Winters—. Tenemos una serie de
proyectos maravillosos previstos para ustedes en las próximas semanas: paseos a
caballo, la construcción de senderos, el baile tradicional, y el concurso de talentos 56
cada vez más popular, por nombrar unos pocos. Hoy algunos irán a la cumbre de
la Roca Crescent por primera vez.
Ariel se quedó sin aliento.
—No soy de las alturas —dijo en un tono como zombi.
Le di una palmada en el hombro.
—Y, campistas, uno de los aspectos más destacados del Campamento Crescent es
nuestra Ceremonia de Transformación, la cual sucederá a finales de esta semana.
Van a hacer un proyecto de arte, una representación de la persona que solías ser,
de las cosas que te gustaría cambiar en ti mismo, y lanzarlo en el fuego bajo la luna
llena. Con esa visión de sí mismos desapareciendo, serán capaces de encontrar su
verdadero yo, las auténticas personas que les gustaría llegar a ser.
Hice una mueca. Eso sonó un poco más woo-woo que el folleto. Estaba a favor de la
transformación, ¿pero quemar un muñeco en una fogata? Eso era estupendo ahí
fuera. Sin embargo, lo escuché describir la rutina diaria, y miré todas las caras de
los campistas que estaban agrupados alrededor del círculo que se formaba en el
césped. Pensé que tal vez no sería tan diferente de un campamento regular. Tal vez
sería casi divertido. Pero tal vez no es una cosa segura.
Heather Davis
—Vamos a hablar acerca de tu madrastra —dijo el señor Winters, y me entregó un
par de guantes de jardinería más tarde esa mañana.
Me apoyé contra la pared de piedras que rodeaba el lecho de flores. Una cosa era
estar pagando una pena por salir corriendo, pero, ¿tenía que venir con terapia
adicional? Apenas una hora antes, había estado en un "grupo para chicas ", donde
una psicóloga regordeta llamada Doctora Wanda nos había pedido a cada una
describir cómo nos sentimos cuando tuvimos nuestro primer período. Ugh.
Escuchando eso fue suficiente tortura.
—Señor Winters, ¿puede sólo mostrarme lo que quiere desmalezar? —dije.
Me protegí los ojos contra el brillante sol de la mañana y le di mi mejor mirada de
córtela. Por supuesto, él se quedó de pie allí, su panza haciendo un poco de
impresionante sombra.
Realmente esperaba que él no fuera uno de esos adultos molestos que piensan que
el silencio es la forma garantizada de hacer hablar a los chicos. Había visto
suficientes consejeros fallar con esa vieja táctica.
Cuando mi madre murió, había cosas de las que no podía hablar, sobre todo con los
terapeutas que papá me iba estableciendo. Ni siquiera sabía cómo me sentía en ese 57
momento, y realmente no quería hablar con extraños. Quiero decir, no podía ni
siquiera hablar de ciertas cosas con mi propio padre. Y así, los profesionales al azar
que habían malgastado el dinero de mi padre me miraban a través de un escritorio,
cita tras cita. Con el tiempo mi papá abandonó la idea del consejero. Luego se
encontró con Pan de Miel y se olvidó de eso, y todo lo demás, completamente.
Sí, había visto a los de la clase del señor Winters antes.
Tras un momento de mi silencio, el señor Winters cedió y dijo:
—Vamos a hablar un poco más sobre tu huida del campamento.
Yo parpadeé. ¿No habíamos hablado ya de esto?
—Estaba preocupada por los chicos y por usted. Pensé que podía ayudar.
—Ayudar es una cosa buena cuando puedes hacerlo sin correr riesgos.
—Sí —le dije, preparándome para el resto del sermón.
Desde un campo cercano, vino una ola de risas y conversaciones de los chicos que
estaban disfrutando de tiro con arco. Miré en aquella dirección y vi a Austin y a
Charles por el camino de grava, apilando piedras para levantar otra pared en el
Heather Davis
jardín. Ya sudando, ambos chicos se sacaron sus camisas. El pecho musculoso de
Austin brillaba a la luz del sol. Mmm.
El señor Winters siguió mi mirada y dijo:
—¿Qué representa para ti Austin? ¿Un hombre peligroso? ¿Una manera de
rebelarte?
Oh, vaya, mi error. Por un segundo, me había olvidado que el viejo estaba allí
conmigo.
—¿Tenemos que hablar, señor Winters? Mire, estoy quitando mala hierba —le
dije, arrancando algo verde—. Puedo hacer esto totalmente por mi cuenta.
Winters se dejó caer de rodillas.
—Eso es un brote de girasol —dijo, calmando mi mano.
—Está bien. —Dejé caer las hojas arrancadas y me senté sobre mis talones—.
Muéstreme qué sacar entonces.
—Shelby —dijo Winters, ajustándose el sombrero de paja para jardinería que
cubría su cabeza calva—. La atracción por los chicos es parte del crecimiento. 58
—¿Atracción? ¿Quién dijo algo acerca de eso?
El señor Winters espantó una abeja que rodeaba la banda roja brillante de su
sombrero.
—¿Por qué de otra manera irías al bosque detrás de Austin?
—No tenía la intención de ir tras él, pero nadie estaba haciendo nada, y
probablemente soy la única aquí que ha estado realmente en un bosque de verdad
—dije—. Además, él es británico. ¿Qué saben ellos acerca de campamento y
supervivencia en la naturaleza y todo eso? —dije, exasperada—. Están demasiado
ocupados bebiendo té y jugando al cricket. Se habría perdido sin mí.
Está bien, eso era un poco fuerte, pero quería que el señor Winters me dejara
desmalezar mis malas hierbas en paz.
—Hm... interesante. —Me dio una pequeña sonrisa—. La responsabilidad es un
proyecto de gran alcance, pero no es tan potente como la atracción sexual.
—¿Qué? ¿Podemos sacar algunas malezas ahora? ¿Por favor?
Sentí mi piel áspera y toda espinosa, y no creía que fuera por las plantas. El señor
Winters mencionando el sexo era incluso peor que la charla de pájaros-y-abejas
Heather Davis
que mi padre intentó darme el año pasado. Al menos entonces pude explicar que en
la escuela me habían enseñado todo lo que necesitaba saber en quinto grado.
—Dígame, ¿hay una mala hierba en alguna parte de este lecho de flores?
El señor Winters señaló un grupo de hojas verdes de feo aspecto, y las arranqué de
la tierra.
—Regresemos a tu madrastra —dijo con una voz suave.
—¿A ella otra vez?
El señor Winters tomó la mala hierba de mi mano y la puso en el pequeño montón
al lado de sus gordas rodillas.
—Ella dijo que este tipo de inconveniente con el sexo opuesto es lo que te metió en
problemas en el pasado.
—¿Ella dijo eso?
Rasqué mi codo con una de mis manos enguantadas, en el proceso me ensucié con
tierra el brazo.
59
—Me dijo un montón de cosas —dijo Winters.
—Mi problema no son los chicos —dije, frotando mi brazo con el dobladillo de mi
camiseta de bebé.
—¿Ah, no? —respondió—. ¿No son los chicos?
—No. Pero ella diría eso.
—Dime por qué crees que estás aquí.
—¿Debido a que Priscilla es mala? —murmuré.
El señor Winters sonrió con tristeza.
—A menos que te abras, tendrás problemas aquí en el campamento Crescent,
Shelby.
—Tal vez no me quiera abrir —dije, buscando en el suelo a mí alrededor por más
malas hierbas.
—Tu madrastra parecía muy preocupada por ti cuando hablamos esta mañana —
dijo Winters.
Levanté la vista bruscamente.
Heather Davis
—Mencionó Red Canyon, ¿verdad?
Él asintió con la cabeza.
—¿Cómo te hace sentir eso?
¿Qué? ¿Hablaba en serio?
—Uh, no estoy muy entusiasmada.
—Te puedo asegurar, que podrás disfrutar del Campamento Crescent mucho más.
No quieres poner en peligro tu tiempo aquí.
A pesar de la sobrecarga de cálido sol, sentí un escalofrío, como si Priscilla estuviese
detrás de mí, bloqueando los rayos.
—Lo intentaré —dije en voz baja—. Ya sabe, lo de abrirse y esas cosas.
—Bien. —El señor Winters se levantó de un salto, desempolvando sus manos en sus
vaqueros—. Y quiero sugerir que pienses en ponerte en primer lugar, en lugar de
preocuparte por los demás. Austin tiene que tratar con sus propios problemas. Y tú
eres la persona más importante en tu vida. No puedes ayudar a otras personas si no
te ayudas en primer lugar. 60
—Sí. —Escarbé alrededor de la tierra para arrancar otra maleza—. Claro, eso es
probablemente un buen consejo.
—Vamos a hablar más mañana —dijo Winters. Se agachó para acariciar mi
hombro—. Cuando escuches la campana del almuerzo, puedes dejar de desmalezar
por hoy —añadió.
Horas más tarde, levanté la vista de mi pequeña superficie de tierra, que ahora
estaba casi libre de malezas. Sorprendentemente, ese logro minúsculo realmente me
hizo sentir un poco mejor. Había pasado un largo, largo tiempo desde que había
sacado malas hierbas.
De regreso en Wisconsin, antes de Re-Gen, ayudaba a mis padres con todo tipo de
trabajos de jardinería. Mamá especialmente había amado sembrar y ver crecer las
cosas.
Me senté sobre mis talones y mire a los chicos. Al parecer, el señor Winters les había
ordenado que se pusieran las camisas de nuevo. En su camiseta negra, Austin debía
de haber estado sudando en grande, pero parecía que no le molestaba. Charles, en
cambio, parecía a punto de marchitarse como una margarita. Se dejó caer sobre la
hierba mientras que Austin lanzaba otra piedra en la pared decorativa.
Heather Davis
Austin vio que lo observaba. Echó un vistazo de regreso a mí, sus ojos brillando
como oro a la luz del sol. Un pequeño escalofrío recorrió la parte posterior de mi
cuello. Esos ojos eran peligrosos.
Hizo un gesto, como esperando que me acercara, pero no lo hice. Miré hacia abajo
a la pequeña superficie de tierra frente a mí, fingiendo buscar más malas hierbas.
No quería involucrarme con nadie que pudiera conseguir que me envíaran a Red
Canyon. No es que el viejo tenga razón ni nada, pero tenía que concentrarme en
ayudarme a mí misma en este momento.
Aún así, me sentí mal por Austin. Sólo podía imaginar lo que se debe sentir ser el
hijo de una estrella de rock, criado por personas contratadas y no por tu propio
padre. Eso tenía que doler. Y él no se había equivocado, hablar con él en el bosque
había sido un poco emocionante. En nuestra breve conversación, casi me sentí como
si nos entendíamos de alguna manera.
Miré hacia atrás por encima de mi hombro, a Austin, con la esperanza de verlo
todavía mirándome, pero había vuelto a construir su muro.
Eso fue, todavía, lo más triste que le había visto hacer.
61
Heather Davis

Traducido por kass :)

Corregido por Afrikazgz

helby, ¡te perdiste toda la diversión!—gritó Jenna, deslizándose en el asiento


junto a mí durante el almuerzo. Ella había sido asignada a la cabaña Ratón,
de acuerdo con Ariel, pero todavía parecía pensar que íbamos a ser mejores
amigas.
No quería ser mala ni nada, pero ella estaba empezando a ponerme de nervios.
De hecho, varias personas estaban empezando a ponerme de nervios. Hasta ese
momento, en la línea para el almuerzo, me había enterado de que alguien se había 62
enredado con un consejero en otro campamento el año pasado, escuché a alguien
como describía alegremente la adicción de su madre por las compras, y oí a alguien
especular sobre la vida personal de Cynthia Crumb. Estaba segura de que los otros
chicos eran buenos y todo, pero hasta ahora estaba empezando a sentir cómo que
Ariel era la única digna con la que podía estar.
—Estoy totalmente bien con el tiro con arco —continuó Jenna. Se puso la servilleta
de papel sobre sus rodillas, cubriendo los pantalones cortos de color rosa brillante
que hacían juego con su camiseta de tirantes con mariposas—. Casi conseguí dos
dianas esta mañana —dijo ella, rebosante—. ¿Puedes creerlo?
Ariel le lanzó una mirada molesta.
—Jenna, eso es tan malvado. Tú sabes que ella está en jardinería.
Haciendo caso omiso de Ariel, Jenna frunció el ceño hacia la cazuela de atún de su
bandeja.
—Asqueroso. Bueno, de todos modos, tiro con arco fue súper divertido. A ti te
hubiese gustado.
—Sí.
Heather Davis
Yo, mientras, mezclaba los trozos de queso con los fideos, tratando de disfrazar los
copos de atún grisáceos. Incrédulamente, le di un mordisco pero encontré que sabía
verdaderamente bien. Nada como la ultra saludable comida de Priscila que nuestra
ama de llaves improvisaba todo el tiempo. Cosas como curry con arroz hindú, trigo,
bulgur10 y champiñones, yo pretendía comérmelo, pero la mayoría de las veces lo
tiraba a la basura.
Ariel, luciendo otro atuendo oscuro que constaba de una camiseta gris y pantalones
cortos negros, clavó su tenedor en la gelatina azul y la empujó lejos de su bandeja.
—Un poco repugnante, ¿eh? —dije, dándole un movimiento de cabeza. Tenía
muchas ganas de preguntarle más acerca de Austin, pero en el almuerzo rodeada
por los campistas desesperados por algo de qué hablar no era el momento.
Casi como si ella estuviera leyendo mi mente, Jenna dijo:
—Entonces, Shelby, ¿nos vas a contar el chisme? —Su voz atrajo las miradas de
todas las chicas campistas de nuestra mesa—. Tú sabes, sobre el pequeño problema
de Austin.
La miré boquiabierta.
63
—¿Qué?
Ariel dijo:
—Chismes del campamento. —Se secó los labios con la servilleta de papel y luego
la apretó en su puño—. La gente comprensiva debería ignorarlo.
Jenna abrió la boca para decir algo pero el grito de mujer resonó en el abarrotado
comedor.
—¡Señor Winters! —Cynthia arremetió a través de la puerta de la sala del comedor,
tirando de Austin por el brazo.
—Esto es ridículo —dijo Austin, queriendo librarse de las manos de Cynthia.
El señor Winters se precipitó corriendo para manejar la situación. Bueno, se
precipitó no es exactamente la palabra. Cojeó a toda prisa es más parecido.
—¿Qué pasa, Cynthia?

10Bulgur (también bulghur, burghul o bulgar) es un alimento de cereal hecha de la sémola de trigo de varias
especies diferentes, en su mayoría con trigo duro.
Heather Davis
—Encontré a este muchacho pasando el rato en la oficina. —Se inclinó más cerca,
pero todavía podía oír lo que decía—. Tratando de forzar la cerradura de su puerta.
Todo el mundo en nuestra mesa dejó de comer.
Cynthia hizo un ruido jadeando y puso sus manos en sus caderas.
—Señor, él estaba forzando la entrada para recuperar sus pertenencias —dijo en
un susurro.
Un zumbido de reacción se levantó de los chicos. La mirada severa del señor
Winters se extendió por todo el lugar, silenciándonos a nosotros.
—Cynthia —dijo, dando un paso más cerca de la consejera—. Vamos a hablar esto
en privado.
—¡Eso espero! —protestó Austin—. Una injusta acusación…
—Vamos a dar un paseo —dijo Winters.
Mientras él y Cynthia se marchaban con Austin, el zumbido llenó la sala. Sven saltó
y agitó sus brazos alrededor, tratando de calmar a los campistas, pero en realidad
se veía como si estuviera haciendo ejercicios aeróbicos, por lo que nadie le prestó 64
atención.
—Todo el mundo sabe que su droga está bajo llave en la oficina de Winter —dijo
Jenna con una sonrisa maliciosa—. Junto con todo el otro contrabando que ellos
encuentran.
—No puedo creer que él este metido en la droga —dijo Ariel en voz baja.
—Charles lo vio totalmente —dijo Jenna.
—Es un chisme —murmuré.
Jenna negó con la cabeza.
—Shelby, ¿no lo sabes? El padre de Charles acaba de adquirir “Celebridades
Expuestas”. Charles está en busca de historias para poder negociar con su padre su
salida de aquí. Él se jactó totalmente de ello en el desayuno.
Ariel sacudió la cabeza con tristeza.
—Un escándalo Bridges sería noticia de primera plana de nuevo. El padre de Austin
es una maldita leyenda del rock.
Heather Davis
Uh-oh. Sentí un hormigueo subir y bajar por mis brazos. Fabuloso. Justo lo que
Austin temía, mas chismes sensacionalistas sobre su familia.
Jenna se inclinó y susurró:
—Entonces, tú estabas allí, Shelby. ¿Qué es lo que tenía?
—No lo sé —le dije—. No quiero hablar de eso, ¿de acuerdo?
—Está bien. Toma toda la diversión de este aburrido viejo lugar —dijo Jenna,
levantándose con su bandeja—. Tal vez deberías trabajar en tus habilidades de
comunicación, Shelby.
—Tal vez deberías trabajar en tu adicción al drama, Jenna —respondió Ariel.
—Tal vez deberías trabajar en tus tendencias antisociales, Ariel —contestó Jenna
afectada.
—Ella está haciendo suposiciones —dijo Ariel con voz aburrida—. Pasa el tiempo
suficiente en estos campamentos y empezarás a ser capaz de adivinar por qué la
gente está aquí.
Fruncí el ceño. 65
—Mis habilidades de comunicación están bien —le dije.
—De hecho, te había calificado por tus habilidades desafiantes —dijo Ariel con una
pequeña sonrisa—. Tus habilidades de comunicación están bien.
Bingo. Me mordí el labio inferior.
—Bueno, definitivamente no eres antisocial —le dije.
—Lo sé. Soy tímida e incomprendida, pero vengo de una familia de extrovertidos.
Eso significa que debe de haber algo defectuoso en mi, ¿verdad? —Ella se rió, pero
vi la tristeza en sus ojos.
—Las familias dan asco —le dije.
Ariel se encogió de hombros e hizo girar el tenedor en la gelatina azul.
—¿Quieres un poco de esta basura?
—No. Nunca como algo azul.
Ella sonrió.
—Buena regla.
Heather Davis
Dejamos nuestra mesa con nuestras bandejas y tiramos la basura al bote de basura.
—Está bien si no quieres hablar de ello, pero yo no puedo creer que Austin tome
drogas. No es un fiestero, por lo que recuerdo —dijo Ariel.
—Dice que la droga es un tipo de medicamento. ¿Mentiría sobre algo así?
Ariel se encogió de hombros.
—No parece un mentiroso. Es totalmente normal, sobre todo cuando se lo compara
con su padre. Su padre está loco o algo así.
Nos limitamos a dejar nuestras bandejas en el mostrador y nos dirigimos hacia la
puerta.
—¿Loco? —le pregunté.
Ariel asintió con la cabeza, poniéndose sus gafas de sol.
—Completamente chiflado. Una vez en la fiesta de mis padres de Navidad, vi a su
padre morder la cabeza de un periquito —susurró Ariel mientras doblaba la
esquina del comedor—. Un periquito vivo.
66
—De ninguna manera. Eww.
—Si. Un tío loco viejo rockero.
—Eso es asqueroso.
Ariel hizo una mueca al recordarlo.
—Austin pensaba lo mismo. Salió corriendo de la fiesta viéndose como si estuviera
totalmente a punto de vomitar.
—¿Por qué su padre está tan loco?
—Siempre ha estado loco. No es nada como Austin.
Asentí con la cabeza.
—Austin parece tan diferente. Un poco triste, incluso.
Ariel contuvo el aliento.
—Tú no lo sabes, ¿verdad? —dijo.
—¿Qué?
—La madre de Austin murió.
Heather Davis
—¿En serio?
Oh, hombre. Mi corazón empezó a latir más fuerte. Yo no había mencionado a mi
madre. En general la gente no lo entendía, lo que es perder a un padre. Es más fácil
dejar que ellos asuman que mis padres están divorciados como todos los demás.
Traté de mantener mi cara normal, mientras Ariel continuaba.
—A ella le dispararon hace tiempo en algún tipo de accidente de caza en Escocia.
Al menos eso es lo que mis padres me dijeron.
Un escalofrió me recorrió. Un tiro. No es de extrañar que Austin tenga problemas.
—¿Estás bien? —preguntó Ariel, levantando sus gafas de sol para escanear mi
cara—. Te ves muy pálida. Como si llevaras protector solar blanco.
Dejé escapar el aliento que había estado conteniendo.
—Estoy bien.
—Es impactante, lo sé. ¿Podrías siquiera imaginar perder a tu madre? —dijo
Ariel—. Yo enloquecería.
Me limité a asentir. 67
Ella dijo:
—Incluso si tú odias a tu madre, ya sabes, no se puede crecer sin ella.
Se puede, es lo que quería decir, pero no lo hice. No necesitaba que Ariel sintiera
lástima por mí. No necesitaba que ella hiciera conexiones imaginarias entre Austin
y yo sólo porque habíamos perdido a nuestras madres.
Perdido. Sí, claro. ¿Por qué decimos siempre perdido cuando nos referimos a
personas que murieron? Mamá no estaba perdida. Y yo había pasado los últimos
tres años tratando de no perderme. Eso es lo que realmente sucede cuando la gente
muere, la familia que deja atrás pierde una parte de sí mismos. Una pequeña parte.
Una pequeña parte que nunca vuelve.
Ariel deslizó sus gafas de vuelta a su sitio.
—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó ella.
—Uh, sí —Recuperé mi sonrisa—. Mi madrastra es bastante mala. Ella me envió
aquí.
Heather Davis
—Uh-oh. —Ariel se detuvo en el camino hacia la cabaña, poniendo su mano sobre
mi brazo—. Eso le pasó a un amigo mío. Es el engaño de la madrastra. Tu padre
cayó totalmente por ella.
—Me envió aquí para deshacerse de mí. Supongo que realmente soy normal.
Ariel se encogió de hombros, y empezamos a caminar de nuevo.
—Tú sabes, no creo que nadie sea normal —dijo—. Todo el mundo tiene algo
extraño en sí. Algo que ellos creen que deben ocultar.
Asentí con la cabeza.
—¡Oh, mira! —dijo Ariel, señalando a una ardilla que se deslizaba por un pino.
Negué con la cabeza.
—Pensé que habías ido a muchos campamentos, ¿nunca habías visto una ardilla?
Ella me miró parpadeando.
—El apartamento de mi padre tiene vista a Central Park. He visto ardillas antes. No
es que sea una chica de mucha naturaleza como tú. Eso de vivir en Wisconsin es 68
verdad, ¿no es así?
Bajó sus gafas de sol, y me dio una mirada apreciativa.
—¿Me veo diciendo algo así para impresionar a las chicas de Búho Moteado?
—Te sorprenderías de algunos campistas mintiendo sobre esas cosas —sonrió
Ariel—. De todos modos, me gusta tu estilo. ¿Qué estás haciendo aquí, en la
“Instalación de terapia de adolescentes mas exclusiva del Oeste” de todos modos?
Me reí de las comillas que ella estaba haciendo con sus dedos y le dije:
—Todavía estoy tratando de averiguarlo.
—No puedo hacerlo —se lamentaba Ariel dos horas después.
Eché un vistazo a la pared de roca masiva en frente de nosotros. Las agarraderas
sobresalían cada pocos metros hacia arriba, pero ni siquiera eso era un consuelo
para Ariel, que sólo llegó hasta la mitad hacia arriba. Apreté mi agarre a la cuerda
a través del arnés y del sistema de frenos al que estaba atada. De mí, la cuerda corrió
hacia la parte superior de la roca y luego abajo hacia los engranajes de Ariel.
Mediante el control de la holgura, la ayudé a sostenerse mientras subía.
Heather Davis
—¡Vamos! ¡Lo estás haciendo muy bien! —le grité, tratando de ser una buena
compañera. En realidad, estaba haciéndolo bien para alguien que tenía miedo a las
alturas. Había rogado a los consejeros para no hacer la actividad, pero no lo había
conseguido. Todo el mundo tenía que subir la Roca Crescent, o eso dijeron. Salir
victorioso de un obstáculo natural era parte de nuestra transformación.
Desde una plataforma en la parte superior de la pared, el señor Winters agitaba sus
manos.
—¡Ustedes pueden hacerlo campistas! ¡Vamos!
—¡Ya casi has terminado Ariel! —le grité.
—¡Eh! —Austin estaba en la parte superior del grupo de diez campistas en la pared.
El debía de haber trabajado con el señor Winters por cómo se veían las cosas. Así
que tal vez estaba haciendo todas las cosas bien por su propia cuenta. Lo que era un
alivio—. ¡Afloja la cuerda, amigo!
Su compañero, Charles, dejó escapar más de la cuerda del sistema de frenos, lo que
facilitó guiar su mano y Austin tomó las agarraderas siguientes.
—Echa un vistazo a este falso —murmuró Charles—. Actúa como si nunca hubiese 69
estado en un campamento de malcriados en su vida. Probablemente lo han enviado
lejos todos los veranos desde que empezó a caminar.
—Amigo, ¿cuál es tu problema? —Había estado escuchando a Charles balbucear
desde que nos agrupamos con nuestros compañeros y nos acercamos a la pared.
—No tengo problema, no en comparación con el perdedor de la pared. —Charles
se pasó la mano libre por el cabello corto—. A juzgar por lo que tenía en su mochila,
éste está tomando los viejos trucos de su padre.
—Tal vez deberías ocuparte de tus propios asuntos —le dije, dando un paso lejos de
él.
Charles se encogió de hombros.
—El conocimiento común es asunto de todos.
—Uh… ¿Shelby? —gritó Ariel.
Alcé la vista y me di cuenta de que en realidad había subido unos metros. Su rostro
estaba pálido y parecía que estaba a punto de llorar. Solté un poco la cuerda de la
mano con que me guiaba.
Heather Davis
—¡Buen trabajo! —le grité—. Sigue subiendo. —Me sentí mejor al centrarme en
algo más que Charles y su chisme.
Ella hizo un ruido como un gruñido y se impulsó a si misma a seguir subiendo. Bajó
la mirada hacia mí, y pude ver el cansancio y el miedo en su rostro. Todavía le
quedaban unos diez metros para el final.
Charles se encogió de hombros.
—Te podría decir cosas acerca de tu amigo Austin que te harían enloquecer.
Pregúntale acerca de Jillian Montrose.
—¿Qué? ¿De qué diablos estás hablando?
—Por lo que parece, no lees revistas —dijo Charles con un encogimiento de
hombros—. Jillian, es el último pequeño romance de Austin, perdió los estribos
totalmente en la finca de su padre. Afirmaron que alguien trató de atacarla.
Después, los Bridges cerraron la fábrica de Willy Wonka. No le han dado permiso a
la prensa en años. Ni siquiera a la revista Rolling Stone. Hay todo tipo de rumores
sobre que la familia de Austin está completamente loca.
—La gente siempre propaga rumores sobre celebridades. Eso es lo que vende 70
revistas, ¿no?
—Jillian nunca contó toda la historia, pero por lo que he oído nunca fue la misma.
Quizás el viejo Bridges compró su silencio, o tal vez ella está aterrorizada de que
Austin quiera volver por ella y terminar el trabajo. De todos modos, odio pensar que
tú puedas ser la siguiente.
Apreté los dientes, deseando que Charles se callara.
—Sólo porque una chica difunda unos rumores no significa que sea una historia
verdadera.
—Sólo estoy diciendo, es espeluznante como espeluznante lo hace. Los Bridges no
son la familia tipo de las estrellas de rock y Austin es el más extraño de todos ellos.
Quién sabe lo que realmente le pasó a esa chica o de lo que él fue capaz de hacer.
—¿Por qué no lo dejas en paz? Oh, espera, se me olvidaba, tu padre se gana la vida
haciendo estas cosas. Sería mucho pedir que la gente tenga un poco de privacidad,
¿verdad?
—La privacidad está sobrevalorada —dijo—. De hecho, ¿puede que quieras
decirme lo que pasó en el bosque antes de que apareciéramos nosotros?
Probablemente haya una buena historia allí.
Heather Davis
—Lo único que voy a decir es que te calles.
Se echo a reír, lo que me hizo tener ganas de golpearlo, pero luego oí un grito. Ariel
había perdido su punto de apoyo.
La cuerda se sacudió en mis manos y apreté el sistema de frenos enganchado a mi
arnés.
—¡Ayuda! —Ella abrió sus piernas tratando de mantener el equilibrio, y luego
rebuscó con los dedos de sus pies en la roca, tratando de encontrar otro punto de
apoyo.
—Esto no tiene precio —dijo Charles, riéndose.
—¡Aguanta! —le dije, tirando de la cuerda a través de mi freno de mano tratando
de sostenerla para que pudiera llegar al punto de apoyo siguiente—. Está bien. Sube.
—Yo n-no puedo. —Estaba a punto de llorar, Ariel giró en sus arnés.
Todo el mundo había dejado de subir para ver el espectáculo desafortunado de
Ariel. Mi estómago se contrajo de culpa. No me había enfocado en ayudarla a hacer
la subida. Me había dejado atraer por la estupidez de Charles.
71
A pesar de que no estaba tan lejos del suelo, y tenía una cuerda que la sujetaba,
Ariel estaba claramente aterrorizada.
—Déjenme bajar —dijo—. ¡Oh dios mío, déjenme bajar!
—Sigue adelante y empieza a bajarla —dijo Cynthia Crumb con un ceño
amargando su cara.
—¡Date prisa! —gritó Ariel.
Antes de que pudiera aflojar la cuerda para empezar a bajar a Ariel, Austin se
balanceó al otro lado de su posición en la roca y se acercó.
—Te tengo —dijo, poniendo una mano en el brazo de ella—. Relájate. No voy a
dejar que te caigas. —Él se aferraba a la pared de roca con la mano izquierda
mientras usaba sus piernas y sus caderas para acercarse a Ariel. Un paso más y
estaba a su lado, guiando la mano de ella hacia el agarre más cercano—. Ahora
mueve tu pie un poco hacia la derecha. Ahí lo tienes.
Los pies de Ariel encontraron un sitio en la pared, y ella dejó escapar un gran
suspiro.
Yo también lo hice.
Heather Davis
Cynthia Crumb hizo un ruido enfadado detrás de mí, como si no pudiese creer que
Austin estaba haciendo algo realmente bueno. Mientras tanto, Charles negó con la
cabeza y reajustó la cuerda de Austin en el sistema de frenos.
—Bien, entonces. Un paso adelante —dirigió Austin.
Ariel lo miraba asustada, pero luego hizo lo que él le decía. Siguió guiándola, y unos
minutos más tarde, ella había llegado a la cima, donde el señor Winters estaba
esperando.
El viejo tiró de ella hacia la plataforma y le dio unas palmaditas en la espalda.
—Buen trabajo, campista.
Ariel, todavía pálida, asintió con la cabeza de forma automática.
Austin escaló la pared y corrió hacia Ariel. Él la envolvió en un abrazo.
—Eso fue genial —dijo.
Algo en mi se ablandó, al ver como la sostenía. No lo había imaginado siendo
cariñoso. Parecía alguien distante y británico y como más acostumbrado a dar un
apretón de manos, pero allí estaba, aún con sus brazos alrededor de mi nueva 72
amiga, después de salvarla de la pared.
—¿No es adorable? —Charles hizo un sonido de arcadas—. La hija de un
multimillonario y el hijo de una estrella de rock. Es un poco cliché, pero…
—Tío, cállate. —Bajé la visera de mi gorra de béisbol tratando mentalmente de
bloquearlo.
Encima de la plataforma, Austin finalmente liberó a Ariel, que estaba sonriendo. Me
saludó con la mano, y le devolví el saludo.
Austin me dio una leve inclinación de cabeza, pero no sonrió. Lo que estaba bien,
porque estaba un poco confundida por el momento. Las drogas. El dolor. ¿Los
rumores esparcidos por una chica asustada? ¿Y ahora esta misión de rescate en la
pared? Había más sobre Austin Bridges de lo que se veía.
Heather Davis

Traducido por AndreaDeyanira

Corregido por MaryJane

sa noche, las chispas de la fogata del Campamento Crescent volaron en dirección al


cielo oscuro como estrellas fugaces en reversa. Las conversaciones zumbaban
alrededor del círculo de bancos de troncos mientras la pandilla del campamento se
formaba. Un grupo de chicos góticos, menos delineador negro, se sentaron
melancólicos inspeccionándose los hoyos vacíos de sus piercings entre ellos. Unos
cuantos de los campistas gordinflones debatían la mejor técnica de tomar más.
Algunos de los chicos más salvajes estaban jugando vencidas, sus codos anclados a través
del banco mientras luchaban.

Alrededor de todo el círculo, el aroma de azúcar quemada se elevaba en el aire proveniente


73
de los malvaviscos tostándose en el fuego.

Ariel colocó uno dorado y pegajoso al final de su palo, rostizando el exterior del
malvavisco, sacándolo del fuego y comiéndoselo, luego rostizando el siguiente por afuera.
Los malvaviscos estaban bien, pero estaba rezando seriamente por unos buenos y antiguos
gusanos de goma, los cuales, estaba muy segura que Cynthia Crumb había devorado junto
con mi novela romántica.

Le eché una mirada a Austin, sentado a tres troncos de distancia. Sus ojos reflejaban los
colores dorados de la fogata, y la luz de las llamas parpadeaba contra sus duras facciones.
Estaba mirándome fijamente. Me sentí rara, no mal, no bien, sólo rara. Me retorcí en el
tronco, tratando de ponerme cómoda.

—¿Por qué Austin está mirándome fijamente? ¿Tengo un grano o algo? —preguntó Ariel,
refugiándose detrás de su flequillo.

—No, no. No eres tú. Soy yo.

—Nunca soy yo —dijo Ariel con un suspiro. Ella metió las manos dentro del bolsillo de
canguro de su chaqueta azul marina—. Bueno, al menos que cuentes aquel chico que
conocí en arquería hoy. Price. Price Fenton. Es de Georgia. Creo que es un poco extraño.

—Todos los chicos aquí son un poco extraños —dije.


Heather Davis
—Oh, fantástico —dijo Ariel mientras su malvavisco se prendía en llamas—. ¿Podrías?…
oh, olvídalo. —Repentinamente tiró su palo quemado al suelo situándose torpemente más
cerca de mí en el banco de tronco.

—¿Qué es lo que pasa?

Ariel asintió a través de la fogata hacia dónde Charles estaba buscando un asiento.

—Él definitivamente no se sentará aquí.

—Es sólo otro bocón —dije yo—. No le des otro pensamiento. Mi escuela estaba infestada
con chicos como él.

—Sigo olvidando que tú eres nueva, Shelby. Es mucho peor aquí —dijo Ariel—. Las
personas pueden ser realmente crueles. Usan cosas que dices en grupo contra ti. Cosas
como esa.

Observamos a Charles tomar asiento en un banco de tronco cerca de los chicos góticos.

—Ahí está. A salvo. —Recogí el palo de Ariel y se lo entregué.

—¿Está ocupado este asiento? —Un tipo pequeño con acento sureño le preguntó a Ariel.

Aún en la luz de las llamas, pude ver sus mejillas sonrojarse. 74


—Uh, no. Adelante, Price —dijo ella, dándome una mirada.

Él se sentó y los dos comenzaron a hablar. Era seriamente lindo. Podía decir que a Ariel le
gustaba porque el rubor en sus mejillas nunca desapareció. Ella estaba totalmente absorta
en alguna historia sobre el gato de Prince. Me sentía como una tercera rueda.

Y luego vi a Cynthia caminar con su estuche de guitarra. Genial. Lo que realmente quería,
más que nada, era algo de paz y tranquilidad. En casa, yo pasaba mucho tiempo a solas.
Casi todas las noches del fin de semana, Priscilla estaba fuera trabajando o comprando con
sus amigas y papá tenía un montón de reuniones nocturnas. Eso quería decir que tenía
toda la casa para mí. Una casa tranquila, un buen libro, y una bolsa de gusanos de goma
era a veces todo el confort que necesitaba. No estaba acostumbrada al ruido de vivir con
otras personas o a las incesantes rondas de canciones de mierda del campamento.

Sabía que no estaba siguiendo las reglas, pero sentía que tenía que estar sola por un rato.
Me giré hacia Ariel.

—Ey, si alguien pregunta, fui al baño. ¿Te importaría cubrirme?

No solamente no le importó, Ariel ni siquiera quitó su mirada de Price.

—Está bien, entonces. Ya regreso —susurré. Esperé hasta que un grupo de chicos se
levantaron para buscar más malvaviscos y luego me escapé.
Heather Davis
Nunca le he tenido miedo a la oscuridad. A veces mi pasatiempo favorito era empaparme
en mi bañera con todas las luces apagadas. Sin velas. Sin música. Sólo el plink-plink del
agua goteando del grifo. Tan pacífico.

Estando entre los árboles me sentía de esa manera. Podía mirar la fogata, apenas oír los
horribles cantos viniendo de allá y simplemente estar sola en la oscuridad. Al menos por
un rato. Durante el segundo coro de, YMCA, el cual estaba segura no fue escrito para ser
tocado en la guitarra, sentí una mano sobre mi hombro.

Salté medio metro y casi grité.

Austin.

—¡Muchas gracias! —dije yo, golpeándolo repentinamente en el brazo por asustarme.

—Es un placer verte a ti también —dijo él.

Subí el cierre de mi chaqueta, consciente de repente del frío en el aire de la noche.

Austin sonrió.

—La oscuridad se siente bien, ¿cierto?

—Se supone que tienes que estar allá en la fogata. 75


—Igual que tú —dijo él con un pequeño encogimiento de hombros.

Me di la vuelta, recostando mi espalda contra el tronco de un árbol. Traté de mandar un


mensaje con mi lenguaje corporal, algo semejante a “vete ahora”, pero mi estúpida boca
siguió hablando.

—Gracias de nuevo por ayudar a Ariel.

Él sonrió.

—Todo lo que ella necesitaba era ánimo.

—Estuviste muy bien arriba en esa pared. ¿Cómo llegaste hasta ella tan rápidamente?

—Soy bastante ágil —dijo él con un atisbo de sonrisa—. De cualquier forma —dijo él—,
gracias a ti por defender mi honor, como lo hiciste, con Charles. Lo vi acosándote. Asumí
que era por mí.

—Sí. —Mi cerebro volvió atrás a lo que había dicho Charles. No quería creer algunos
estúpidos rumores, pero una parte de mí se preguntaba qué le había pasado realmente a
Jillian Montrose. Quería preguntarle a Austin acerca de eso, pero no quería que él creyera
que yo era la clase de persona que creía todo lo que la gente decía o que estaba impreso en
las revistas.
Heather Davis
—Presentí que eras una persona leal, Shelby. Aprecio que me ayudaras a mantener a mi
familia fuera del foco de luz.

—Por supuesto. No le diría nada a ese chico —dije yo.

—Gracias.

Nos quedamos allí por un momento, ninguno de los dos diciendo nada. El aroma de azúcar
quemada permaneció en el aire alrededor de nosotros.

Al final, Austin dijo:

—Shelby, tú has sido increíblemente dulce y me doy cuenta que esto puede sonar un poco
extraño, pero necesito tu ayuda.

Gemí. Allí estaba. La verdadera razón de que Austin me hubiera encontrado en la


oscuridad. Y la cosa que apestaba era que ya quería ayudarlo y ni siquiera sabía qué era lo
que me estaba pidiendo. Le di una dura mirada.

—¿Qué quieres de mí?

—Mi suero. Tengo que tenerlo. No puedo hacerlo solo.

Mi boca cayó abierta. 76


—¿Quieres que te ayude a robar tus drogas de vuelta? Eso es fantástico, realmente
fantástico.

—No es así. —Sus ojos se oscurecieron—. Es de vital importancia que consiga esa
medicina. Tengo que tenerla antes de… bueno, digamos que tengo que tenerla lo más
pronto posible. La dosis que tomé en la limusina está desapareciendo. Puedo sentirlo. Estaré
enfermo al principio, pero después estaré fuera de control, será un caos.

—Me estás pidiendo que te ayude a robar. ¡Eso es como un boleto sin regreso a ese
campamento desértico del infierno que mi madrastra escogió para mí! No puedo ir. Quiero
decir, este lugar es suficientemente malo.

—Sé que es un riesgo. —Él dio un paso más cerca.

Ahora estábamos casi pecho contra pecho y sentí mis rodillas tambalearse un poco. Podía
oler el limpio y jabonoso aroma de una ducha fresca en su piel y el persistente y dulce
aroma de malvaviscos, que en un chico debe ser el aroma más delicioso por siempre.
¿Estaba mal querer que un sexy drogadicto loco me besara?

—No está en mi naturaleza pedir ayuda, Shelby. Estoy acostumbrado a depender de mí


mismo. Es condenadamente difícil estar pidiéndote algo. Estoy en graves aprietos. —Lamió
su labio inferior—. Por favor, ¿podrías...?
Heather Davis
—Espera —murmuré, mi mirada siguiendo su lengua—. Conozco esta parte. Esta es la
parte donde los rociadores se encienden —dije yo.

—¿Disculpa? ¿Qué fue eso?

Oops. Sacudí la memoria.

—Uh… nada. Mira, hay mejores personas con las que contar. En serio. Soy como la
persona menos confiable en el bendito universo, sólo pregúntale a mi papá.

Austin frunció el ceño.

—¿Siempre crees lo que otras personas dicen de ti?

Le fruncí el ceño de vuelta.

—Ok, bueno, aún si quisieras contar conmigo, no puedo ayudarte a robar algo. No puedo
romper las reglas. En serio.

—Tú nunca fuiste una seguidora de reglas antes, ¿o sí? —dijo él, sus ojos intensos—. Estás
aquí en la oscuridad. Corriste detrás de mí dentro del bosque. Te arriesgaste para
ayudarme. Nadie nunca hizo eso por mí. Eres, probablemente, la única persona en este
maldito lugar a quién le importa si vivo o muero.
77
—¿Vivir o morir? —Crucé mis brazos sobre mi pecho—. Ok, cortemos esto. ¿En qué estás
metido que arriesgarías todo para tenerlas de vuelta?

La sonrisa de Austin se desvaneció.

—Te lo dije. Es medicina. Es la simple verdad.

—Si es medicina, el campamento sabría de ella, Austin. Tienes que poner esas cosas en tu
formulario de salud.

—¡Graham, el nuevo manager, lo llenó! Él no sabe la primera cosa acerca de mi familia.

Sacudí mi cabeza.

—No te entiendo. Quieres contar conmigo, ¿y aun así no me dirás la verdad? No puedes
tener ambas cosas.

—Si te digo, debo tener tu palabra de que no le contarás a otra alma viviente.

—Ok, ahora me estás asustando. Lo haces sonar como un bendito secreto extremo o algo.

Los labios de Austin se crisparon, y sus dientes hicieron esa cosa de morder su labio
inferior.

—La verdad es —dijo él—, desafortunadamente, tengo una enfermedad.


Heather Davis
—¿Tienes una enfermedad? —Era imposible no arrugar mi nariz, lo cual era bastante
juicioso de mi parte—. ¿Cuál?

—No estoy decidido si contarte —dijo él.

—¿Esperas que me queme en las llamas por ti y no me contarás la verdad?

Los ojos de Austin brillaban de dorado en la tenue luz mientras él escaneaba mi cara. Lucía
preocupado, tenso, y eso me espantó.

—Uh… ¿bueno? —dije con mi voz saliendo toda nerviosa.

Austin miró a lo lejos, hacia la fogata, y luego, girando de nuevo hacia mí, dijo:

—Shelby, soy un licántropo. Lo que tú llamarías un hombre lobo. Corre en mi familia.

Juré que mis oídos comenzaron a timbrar.

—Santa mierda. Pensé que dijiste que eras un hombre lobo. ¿Qué está mal con mis oídos?

Austin no estaba sonriendo.

—No esperé que me creyeras al principio —dijo él.

—¿Qué? —Lo mire atónita—. ¿Es en serio? Amigo, no puedes ser un hombre lobo. Ellos 78
son inventados, y son como, raros. Quiero decir, excepto por esa película donde había este
chico lobo que estaba enamorado de una vampira. Él era bastante lindo para ser un…

—Shelby —dijo él, su boca justo al lado de mi oreja—. Es en serio. —Mientras se alejaba
hacia atrás sus ojos reflejaron la luz en una extraña, no-humana, manera.

De repente sentí un pequeño tambaleo en mis pies.

—Tú… uh… ¿realmente esperas que crea que criaturas como esa existen? ¿Que tú eres
una de ellas?

—Cuidado, estás hablando acerca de mi familia.

Sacudí mi cabeza.

—¿Por qué dirías eso? ¿Qué está mal contigo? —Di un paso atrás lejos de él—. Oh, lo
entiendo. Me estás gastando una broma, ¿no? Sí, una muy buena, Austin. ¿Cómo no lo vi
antes, colmillos, pelaje, aullándole a la luna? Es tan gracioso.

—Shelby, esto no es una broma.

—Bueno, entonces, si tú realmente piensas que eres un hombre lobo estás totalmente loco.
No por ser mala, pero creo que sé por qué estás en el campamento para malcriados.

Sus ojos se oscurecieron.


Heather Davis
—Te estoy diciendo la verdad. No estoy loco y no estoy mintiendo. Tienes que confiar en
mí.

Sí. Ahí estaba. Confía en mí.

Eso era lo que ellos siempre decían, lo que el príncipe de la bienvenida a la clase de primer
año me había dicho el año pasado cuando necesitaba ayuda para recoger su traje y nos
atraparon haciéndolo en el vestidor. ¿Confía en mí?

Sí, claro. No podía permitirme confiar en nadie. No podía ni siquiera ganarme la confianza
de alguien nunca más.

—Me tengo que ir —dije, sintiendo como si hubiera sido salpicada con agua helada.

Austin agarró mi brazo.

—Créeme, Shelby. ¿Por qué mentiría respecto a esto? —dijo él con acero en su voz.

—Dímelo tú. —Me encogí de hombros soltándome de su agarre y caminé de vuelta a la


fogata sintiéndome molesta. El chico más sexy del campamento era un completo mentiroso.
Y ni siquiera me respetaba lo suficiente para venir con una buena mentira.

Me dejé caer pesadamente junto a Ariel y Price y mascullé a través del coro de “She’ll Be
Coming Round the Mountain”. 79
Austin nunca volvió a la fogata. Quizás estaba tratando de conseguir su tan nombrada
prescripción o quizás estaba aullando con su manada. Claro. Ok, entonces… como sea,
Austin. Me dije a mí misma que no me importaba. No iba a empezar a preguntarme.

Agarré el palo de Ariel, y después de comerme unos cuantos, grandes pero dulces
malvaviscos, casi me olvidé de Austin y su falsa declaración. Casi.
Heather Davis

Traducido por AndreaDeyanira, LilikaBaez & Angyyy

Corregido por Akira

a mañana siguiente, la sesión grupal de las chicas se enfocó solamente en


decirle no al sexo. La doctora Wanda, la psicóloga, hizo sentir a todo el
mundo aún más avergonzado que el día anterior. Quiero decir, ¿una mujer
adulta preguntando si nos hemos enrollado antes y tomando notas de eso?

Decidí, como hicieron la mayoría de las chicas listas, jugar a ser una completa
inocente. Quiero decir, ni siquiera mis amigas sabían todo lo que había hecho con
los chicos. Les dije las cosas básicas, pero había cosas que reservaba para mí. Me 80
arrepentía un poco de algunas cosas. ¿Y la doctora Wanda pensaba que escupiría
todos mis secretos frente a extraños? Esa clase de tortura hacía que remover hierba
pareciera atractivo.

Mientras trabajaba en los lechos de flores alrededor del comedor, más tarde esa
mañana, esperé que Austin apareciera pero nunca lo hizo. Mientras tanto, Charles
sudando a lo lejos, arrastraba rocas y las ponía en su lugar. Un par de veces me
gritó, pero lo ignoré.

Después, esa misma tarde, Ariel y yo estábamos en camino a la cancha de voleibol


de arena. Cynthia le había dicho a toda la cabaña que se reunieran allí para un
juego para unir lazos, pero hasta ese momento nosotras éramos las únicas que nos
dirigíamos hacia allá.

Con todo eso de remover hierba, me estaba perdiendo los deportes del campamento.
Un juego amistoso de voleibol podría alejar mi mente de las cosas por un rato.

—Vamos a pasar junto a la enfermería —dijo Ariel—. Tú sabes, si decides que


quieres ir a ver cómo está Austin.
Heather Davis
—¿Qué? —Tiré de los bordes de mi camiseta de la Universidad de Wisconsin hacia
abajo. Era la rosada que siempre se subía sobre mi ombligo, pero me encantaba
tanto que no podía soportar dejarla.

—Bueno, Austin no estaba en el almuerzo, así que le pregunté a Price y dijo que él
se sentía enfermo esta mañana. Probablemente alergias o un dolor de estómago o
algo.

—Oh. —¿Él estaba realmente enfermo? Recordé que me dijo anoche que se sentiría
enfermo sin sus medicinas al principio. Bueno, aparentemente, hizo que esa parte
de la mentira se volviera realidad. Aún así, si le estaba diciendo a las personas que
era un maldito hombre lobo, era, o un mentiroso patológico, o un completo enfermo
mental. Dudé que la enfermera tuviera una cura para eso.

—Entonces, ¿quieres ir? —preguntó Ariel—. Quiero decir, sé que te gusta, te vi


hablando con él anoche en el bosque.

Hice una pausa en el camino. Por medio segundo consideré contarle a Ariel acerca
de la loca mentira de Austin, pero recordé prometerle que no le diría a nadie. Y
siempre cumplía mi palabra, incluso a personas que inventan cosas. 81
—Él tiene problemas mayores —dije.

—Oh, ¿y tú no? —Ariel me dio una mirada inquisidora mientras nos


aproximábamos a la enfermería—. Él probablemente está ahí dentro. Quizás
deberías echarle un vistazo. Tú sabes que quieres…

—Definitivamente no iré allí —dije—. ¿Qué podría decir?

Ariel rodó sus ojos.

—Oh, olvídalo. Quédate aquí. —Abrió de golpe la puerta de la enfermería y entró.

No iba a dejar a Ariel, así que me senté en la cerca de madera que estaba en frente.
Luego de sólo un minuto, Ariel salió sosteniendo un paquete de hielo en su frente.

—Oh, ¡mierda! ¿Qué pasó?

—Nada —susurró—. Comienza a caminar. —Cuando nos alejamos lo suficiente de


la enfermería, bajó el paquete de hielo—. Le dije a la enfermera que me había
golpeado la cabeza contra una litera.
Heather Davis
Le di una mirada dudosa.

—Umm… tú eres totalmente pequeña.

—Sí, y aparentemente la enfermera es totalmente tonta.

Sonreí a su sonrisa triunfante.

—Entonces… ¿él estaba ahí dentro?

Ariel soltó un gran suspiro y se sentó en el césped junto a la cancha de voleibol.

—Uh, no sé cómo decirte esto, pero estaba revisando la cartera de la enfermera.

Oh, estupendo. ¿Austin Bridges III era un cleptómano, también? Me obligué a


olvidar todas las otras cosas que pensaba de él y a centrarme en los hechos.

—¿Qué estaba buscando? —dije.

—No tuve tiempo de preguntarle.


82
—Bueno, ¿cómo se veía?

Se encogió de hombros y luego hizo un gesto alrededor de la cancha de voleibol,


que estaba empezando a llenarse.

Tarareando, Cynthia Crumb pasó marchando junto a nosotras con una bolsa de red
llena de pelotas.

—¿Se veía mal? —susurré.

—Se veía, mmm… desaliñado. Como si necesitara una afeitada y una ducha.

—Bueno, no es exactamente del tipo que consideraría seguir un régimen de piel


metrosexual —dije yo.

—La crema hidratante es para todos, todos los días —dijo Ariel con una sonrisa
aburrida—. Al menos ese es el lema de DeVoisier Inc.

—Entonces, ¿realmente qué es lo que le pasa?

—Los dolores de estómago son fáciles de fingir en el campamento. Las enfermeras


siempre te creen porque la comida es generalmente porquería.
Heather Davis
—Bueno, todo el mundo sabe que sus medicinas están encerradas con el
contrabando en la oficina del señor Winter —dije, sintiéndome un poco como
Nancy Drew—. Entonces, ¿qué había en la cartera de la enfermera que quería? ¿Un
teléfono celular?

Ariel alzó sus cejas perfectas.

—Su papá está de Safari. El mánager lo odia. ¿A quién más podría llamar?

Ariel tenía razón. Pensé en la familia distante de Austin, de cómo realmente no tenía
nadie confiable en quién caer. Ninguno de nosotros lo tenía, de alguna manera.
¿Quería decir eso que estaba bien robar cosas, decir mentiras locas, decir cosas
como “confía en mi” a alguien que casi podría ser tu amigo? Ni hablar. No tratas a
tus amigos así. Y si ese era el tipo de persona que él era, entonces necesitaba
permanecer lejos de él.

Pero de alguna manera, no quería hacerlo.

¿Qué es lo que hay con el Square Dance 11? ¿Por qué las personas mayores creen
que es remotamente divertido? Todas esas incómodas tomadas de manos y giros sólo
83
me mareaban y desesperaban por tener un desinfectante de manos.

Fingiendo que estaba cansada, me senté al terminar un baile, escaneando a la


multitud que llenaba el granero usado como gimnasio esa noche.

No Austin. Él era un maestro en desaparecer de las cosas. Lo vi brevemente en la


cena, pero él no miró en mi dirección ni una vez. Quizás estaba molesto conmigo
por lo de anoche, por llamarlo mentiroso. Pero, ¿dónde estaba ahora?

Mientras Cynthia, la anfitriona del baile, hablaba, me encorvé en el banco, viendo


a los bailarines y aburriéndome hasta más no poder. Ariel parecía estarse
divirtiendo con Price. Mientras ellos hacían el do-si-do, él empujó su mano libre a
través de su flequillo oscuro, peinándolo fuera de sus ojos. Desafortunadamente,
haciendo eso reveló un brillante cultivo de acné en su frente. Aun así, parecía
simpático, y totalmente estaba en Ariel.

En realidad, él estaba sobre ella. Sobre su pie, quiero decir.

11Square dance es un baile popular con cuatro parejas (ocho bailarines) dispuestos en un cuadrado, con un
par a cada lado.
Heather Davis
—¡Mi dedo, mi dedo! —gritó ella, saltando alrededor.

Una multitud se reunió alrededor de Ariel. Pobre Price, se puso rojo como la salsa
de tomate.

Corrí hacia donde estaba ahora Ariel retorciéndose de dolor en el piso.

—¿Estás bien? —Ella paró de retorcerse—. Duh. Esta es tu oportunidad de dejar de


deprimirte e ir a buscar a Austin —susurró ella—. ¡Creo que me rompí los dedos!
—gimió a la multitud.

—Estarás bien —le dije, ayudándola a llegar a un banco.

—Oh-oh —dijo Sven, quitándole la media a Ariel—. Mucho color rojo.

—Necesitamos a la enfermera —dije.

—Es su noche libre —dijo el señor Winters con su estridente voz—. Podemos hacer
primeros auxilios. No se preocupen, chicos, tengo mi equipo aquí mismo.

—Necesita hielo —dije. 84


El señor Winters me sonrió, y fue una sonrisa genuina, me sentí un poco mal. Pero
todo este show era por una buena causa. Tenía que seguir.

—Ella es mi amiga, lo menos que puedo hacer es traerle hielo.

El señor Winters asintió.

—Muy amable de tu parte, Shelby. Confiaré en ti para que vayas a la cocina. La


dulce señora Neighbors, la cocinera, está probablemente a punto de cerrar por esta
noche, así que será mejor que te apresures. Sólo dile que yo te envié.

—Esto es simplemente estupendo —dijo Ariel—. Soy la única campista en la historia


en lesionarse bailando el Square Dance —dijo, con una mirada molesta—. ¿Qué
tan raro es eso?

—Hora del karaoke —llamó Cynthia Crumb mientras yo salía del gimnasio. Eso fue
perfecto. Ella estaría muy concentrada en la canción para perseguirme por un rato.
Y para cuando lo hiciera, con suerte ya sabría qué había pasado con Austin.

No estaba exactamente segura de por qué me sentía atraída por él. Quizás era una
especie de cosa protectora, o quizás era sólo que de todo el mundo en el
Heather Davis
campamento, él era una de las dos personas con las que realmente sentí una
conexión. Y aunque pensar en decirle a alguien que eres un hombre lobo es un
grito de ayuda obvia, era entretenido y nada mal para la vista.

Decidí ir a buscarlo junto con el hielo. Por lo menos eso me llevaría lejos del
estúpido baile, lejos de los chicos que me trataban como si fuera agradable sólo
porque mi papá era rico, y lejos de los adultos que estaban tratando de que hacer
que me abriera.

Mientras me dirigía hacia la oscuridad, me dije que esto era diferente de todas las
otras veces, que él era diferente de todos los otros chicos. Sólo no tenía idea de lo
acertada que estaba.

El camino se extendía frente a mí, la grava teñida de rosado por las luces
fluorescentes de los edificios adelante. Un fino resplandor de luz de luna se filtraba
entre las nubes, coronando a los árboles de hoja perenne a lo largo del camino con
halos plateados.

Todo estaba silencioso excepto por el murmullo de la electricidad que encendía las
luces y el zumbido de los insectos. 85
No tenía mucho tiempo, así que corrí primero a la enfermería. No vi a nadie, y el
edificio estaba cerrado y desierto. Entonces a la oficina. Volví sobre mis pasos y me
dirigí hacia las cabañas, pero me encontré con Pájaro Carpintero, no Austin.

El tiempo seguía corriendo, y todavía necesitaba el hielo. Hice el recorrido hasta el


comedor, sus ventanas oscuras lucían como los ojos vacíos de una cara triste. Las
puertas estaban cerradas con llave. Llamé a la puerta, pero nada ocurrió. Podía ver
una luz borrosa resplandeciendo desde el fondo del salón, así que supuse que tal
vez la cocinera estaba en la cocina limpiando. Las cazuelas del chili de la cena
estarían probablemente horribles, especialmente las del pan de maíz con gusto a
quemado. Estaba tan contenta de haber estado en la labor de remover hierba y no
atrapada con platos sucios.

Rodeé la parte trasera del edificio, dónde había una especie de callejón, protegido
por unos árboles frondosos. Los basureros enfilaban hasta el final de una colección
de profundos baches y pequeños charcos de grasa, que yo sería muy flexible al
llamarlo camino.

Un débil foco de luz derramaba un brillo amarillento sobre la entrada del camino
dónde estaba parada, pero aparte de eso, estaba todo oscuro con excepción de un
cuadrado de luz que cortaba la penumbra. Espera. El cuadrado era probablemente
Heather Davis
la ventana en la puerta de la cocina. Si las luces aún estaban encendidas, la cocinera
aún estaba allí. Hielo viniendo enseguida.

Pero primero tenía que caminar por el callejón oscuro, completamente opuesto a
todo lo que te enseñan acerca de seguridad personal. Una brisa ligera agitó las hojas
de los árboles al final del callejón, provocando un sonido que me asustó un poco,
pero caminé hacia adelante, concentrándome en la luz delante, hasta que alcancé
la puerta.

Iba a llamar, pero cuándo tiré del picaporte, éste cedió fácilmente. Había sido
abierta.

Sigilosamente, entré a la cocina. El dulce olor a levadura del pan del desayuno para
la mañana siguiente colgaba en el aire.

Mmm. El olor me recordó a los bollos caseros de mi mamá.

—¿Hola? —grité. Me asomé por la esquina de la gigante mezcladora hacia el


fregadero, pero no vi a la cocinera. Tal vez estaba fuera arreglando su redecilla—.
Um, sólo estoy aquí para conseguir algo…
86
¡Slurrrggrrrfff!

Un extraño ruido animal me hizo volver hacia la puerta de la cocina abierta. Corrí
y me asomé al callejón. ¿Qué diablos había hecho ese sonido? Di unos pasos desde
la puerta, pero de repente noté que el suelo parecía resbaladizo.

Miré hacia abajo.

Santa mierda. Sangre. Un rastro de sangre salpicada que no había notado al entrar,
distraída por el aroma a canela. Por lo menos pensaba que era sangre. Seguro no se
parecía a la salsa de tomate.

El rastro de sangre conducía a la cocina, donde había estado antes. ¿Y si era la


cocinera? ¿Si le había pasado algo a esa anciana agradable? Podría estar herida y
yo sabía de primeros auxilios. Por lo menos me gustaría evaluar la situación, luego
correr y llamar al señor Winters. Dejé escapar el aliento que había estado
conteniendo y recorrí el rastro de gotas de sangre hasta que se detuvo en una
gigante puerta plateada.

El cuarto de refrigeración.
Heather Davis
Uh-oh. Ni quería saber, pero tenía que comprobarlo. Quiero decir, ¡eran ridículas
las historias que en mi cerebro daban vueltas! Probablemente era nada más que un
lío que de alguna manera la cocinera olvidó limpiar.

Abrí la puerta y entré. El aire frío me golpeó como una bola de nieve en la cara.
Abrazando mis brazos desnudos alrededor de mi pecho, miré a mí alrededor.
Gracias a Dios, no vi ningún cadáver colgando atrapado entre las tablas de carne.

De hecho, no había ninguna carne colgando en absoluto. Contenedores de plásticos,


cajas de productos, recipientes tamaño industrial de imitaciones de salsa de queso
para nachos y ensaladas de “crustáceos” llenaban los estantes de metal que cubrían
las paredes. En el estante inferior, cerca de algunas zanahorias feas, me encontré
con un recipiente blanco con trozos de carne. Nada de filetes de Nueva York ni
nada, pero tal vez carne asada, como la que el ama de llaves había hecho para el
cumpleaños de mi padre este año.

Los trozos de carne estaban ensangrentados, muy bien, y había un pequeño charco
rojo en frente del recipiente, como si alguien hubiese sacado unas cuantas piezas de
ahí. Suspiré, aliviada de que al menos no iba a encontrar a la cocinera cercenada ni
nada. Fue entonces cuando comprendí que el rastro de sangre no conducía dentro, 87
sino fuera del recipiente. Conducía hacia donde provenía el ruido. ¡Repugnante!
¿Alguien había matado y arrastrado afuera a la cocinera?

Me lancé fuera del cuarto de refrigeración y me escabullí hacia la puerta, con


cuidado de no pisar la sangre otra vez.

Al pasar por el mostrador, me di cuenta de las bandejas de panecillos de canela


cerca del horno. Eso me hizo sentir mejor. Así que la cocinera estaría de vuelta
pronto, de donde sea que haya ido. Escuchando con más atención ahora a los
sonidos viniendo del comedor principal, pude distinguir las risas grabadas de una
serie de televisión. Probablemente estaba holgazaneando en su oficina mientras
esperaba que se hornearan los panecillos para el otro día. Gracias a Dios que estaba
bien. Pero, ¿qué pasaba con la sangre?

¡Slurrrggrrrfff! Oí el ruido extraño de nuevo, así que salí por la puerta de atrás y
me deslicé contra la pared del edificio, escuchando. Y entonces oí un ruido peor
que el espeluznante sonido, el chasquido de la puerta de la cocina cerrándose. La
puerta que había estado entreabierta y ahora estaba cerrada cuando sacudí el
picaporte.

¡Slurrrggrrrfff! El sonido venía de los alrededores del basurero. Era como un animal
salvaje comiendo algo.
Heather Davis
¡Rayos!

Bajé por el callejón, todavía pegada a la pared para que, fuera lo que fuera, no me
viera saliendo. Sólo me escaparía y no lo notaría. Tragando para apaciguar mis
músculos gritando, me concentré en mantener la calma, estar alerta, continuar
invisible.

¡Slurrggrrrrrrr! El ruido cambió, pasando de un sonido de mordisqueo a una


advertencia.

El pelo en la parte de mi nuca se levantó. Mi garganta estaba completamente


cerrada. ¿Sería capaz de gritar para pedir ayuda o no? Mi ritmo cardíaco debía
haber estado alrededor de mil pulsaciones por minuto porque de repente sentí que
me iba a desmayar o algo.

Por suerte, mi subconsciente es un total idiota. Espera, dijo, recuerda lo que tu padre
te dijo de los bosques, los animales generalmente tienen más miedo de ti que tú de
ellos. Respira profundo y sé valiente. Salté de la pared y dije:

—¡Alto ahí! ¡Suelte la carne asada!


88
Bien, en retrospectiva, no fue la mejor cosa para decir. Sin embargo, el sonido se
detuvo. Y una figura se levantó desde detrás del contenedor de basura. Todo estaba
tan oscuro en el extremo del callejón que no pude ver con certeza lo que era.

Di un paso más cerca.

—¡Fuera! Eh... ¡lo que sea que seas! —grité.

Ahora podía ver que era una persona, un hombre. El tipo tenía las manos sobre la
tapa del contenedor de basura ahora, como preparándose. Totalmente espantada,
empecé a retroceder.

—Para —gritó. En ese momento las nubes se abrieron, enviando una escasa luz de
luna sobre nosotros. Y me encontré cara a cara con el ladrón de carne.

Austin.

Con la luz de la luna, la sangre oscura brillaba alrededor de sus labios. Su barbilla,
también manchada, parecía más desaliñada de lo que era antes, como si necesitara
un afeitado.
Heather Davis
—Shelby. —Sonrió, mostrando dientes más blancos de lo que jamás había visto,
mucho más blancos que el blanqueamiento de dientes que papá me había dejado
hacer. Y afilados, también, con puntiagudos extremos reflejando la luz pálida.

Pero no eran las únicas cosas brillantes. Su piel, su cuello, sus hombros, su pecho
desnudo. Espera. ¿Pecho desnudo? ¿Estaba en topless en un callejón, comiendo
carne cruda?

—¿Qué, eh, estás haciendo? —pregunté, obligándome a decir algo, cualquier cosa.
El vello en la parte de atrás de mi cuello todavía estaba levantado, con algún tipo de
sensación de peligro. Envolví mis brazos alrededor de mi cintura, sintiendo un frío
extraño.

Dio un paso fuera del contenedor de basura, e instintivamente retrocedí tratando


de no mirar a los músculos entonados del pecho de Austin y sus abdominales.

—No tengas miedo —dijo, su voz adquirió un tono tranquilizador—. Sólo soy yo.

Probablemente pensando que estaba sorprendida por la sangre en su rostro, se


limpió la barbilla con su brazo desnudo. Luego se puso una camiseta negra que
89
había agarrado por detrás del contenedor de basura. Casualmente, dijo:

—No tienes motivos para estar asustada.

—Um... esto es un poco espeluznante.

Dio otro paso hacia adelante, tal vez esperando que retrocediera de nuevo, pero
traté de ser valiente. Me temblaban las manos de todos modos, y en mi cabeza sólo
estaba la historia de Charles sobre la chica que fue atacada. Santa mierda.

—Así que, sólo voy a volver de nuevo al baile —dije, mientras en mi cabeza daba
vueltas sobre técnicas de autodefensa que el profesor de gimnasia me había
enseñado esa primavera. Mi plan básico era darle una patada en la ingle y luego
correr como el infierno.

Austin levantó una mano, que, me di cuenta con un escalofrío, estaba oscura de
sangre.

—Por favor no se lo digas a nadie —dijo—. Graham me enviará a otro lugar, y el


problema empeorará. Necesito el suero de la oficina del señor Winters.

Me eché a reír nerviosamente.


Heather Davis
—Cierto, el suero.

—Te lo dije. —Se acercó y me miró fijamente. Sus ojos brillaban de color plata
azulada, inhumanos, mientras el reflejo de la luz de la luna se asomaba entre las
nubes—. Soy lican.

Mierda. Di unos pasos hacia atrás.

—De ninguna manera. Tú, tú eres... ¿eres?

¡Austin Bridges III realmente era un hombre lobo! No era un drogadicto. No era un
lunático. Y no era un mentiroso. El único chico del campamento que me importaba
tenía problemas completamente diferentes.

—No te preocupes. La luna llena no será hasta dentro de tres días. No voy a cambiar
en contra de mi voluntad hasta entonces. Estás a salvo.

Austin dijo con una pequeña risa.

—Uh-huh. —Traté de sonreír—. Así que… me voy a ir ahora.


90
—Sé que es mucho para digerir.

Eché un vistazo al callejón, contando mentalmente los pasos hasta el claro.

—Mira, me encantaría quedarme y ser como la doctora Phil y todo, pero tengo que
conseguir un poco de hielo para la falsa quebradura del dedo del pie de Ariel antes
de que envíen un equipo de búsqueda detrás de mí. Es posible que quieras entrar y
limpiar el rastro de sangre que dejaste en la cocina.

Parecía avergonzado.

—Debí haber olvidado mis modales estando tan muerto de hambre.

—Será mejor que lo hagas antes de que la cocinera piense que ha habido un
asesinato. Ah, pero la puerta está cerrada ahora.

—Me voy a impulsar a través de la ventana de nuevo —dijo, encogiéndose de


hombros—. Va a ser más rápido si esperas aquí y yo busco el hielo por ti.

¡Sí, claro! ¿Se suponía que debía esperarlo en un callejón oscuro?

—Umm...
Heather Davis
—No puedes regresar sin eso.

—No —dije de mala gana—. Necesito el hielo. Pero te voy a esperar por ahí
adelante... en la luz.

Negó con la cabeza hacia mí, y luego desapareció en la esquina entre las sombras.

Minutos más tarde, estaba sosteniendo la bolsa de hielo para Ariel en mi cabeza,
tratando de calmar el dolor. Quiero decir, me alegraba de que Austin no fuera un
drogadicto, pero, ¿cómo podía ser esto real?

—No es lo que esperabas, ¿verdad? —dijo Austin mientras caminábamos de vuelta


al baile tradicional.

—Sí. No precisamente.

Caminamos en silencio por un momento.

—Entonces, ¿qué pasa con la carne asada? ¿Tú, um, comes cosas con sangre? —
dije, tratando de entablar conversación.
91
No tenía ni idea de que decirle a un hombre lobo.

Él asintió con la cabeza.

—Sin mi suero, lo necesito. Proteína pura. Cuanto más fresco, mejor. La variedad
de carne asada se limita a estar alrededor en mi estómago, no satisface el hambre
del lobo.

—El lobo... hablas como si fuera un ser independiente, pero él eres tú. ¿Cierto?

Los ojos de Austin adquirieron una expresión seria.

—Sí y no. Es parte de mí. Pero eso no significa que me controle.

Tomé aire a través del nudo en la garganta.

—Así que, uh, ¿qué significa eso exactamente?

—Somos dos individuos que comparten la misma alma. Estamos juntos pero
separados. Al igual que yo, el lobo tiene sus propios instintos, deseos y
pensamientos.
Heather Davis
—No lo entiendo. Quiero decir, un lobo es un lobo, ¿verdad? ¿Cómo puede pensar
y esas cosas?

—Los hombres lobos no son como los lobos normales, Shelby. No siempre viven o
viajan en grupos como ellos lo hacen. No compartimos la misma jerarquía social.
No somos esclavos del hambre como los lobos normales. Somos seres evolucionados.
Y cuando cambiamos, tenemos nuestras personalidades humanas con nosotros. Aún
así, he tomado medicación desde los doce años para dominar al lobo. Es más fácil
para mí vivir de esa manera.

—Así que, um, ¿qué pasa con los hábitos de alimentación del lobo? Quiero decir,
¿debería estar preocupada? —dije con mi voz extrañamente alta y chillona.

Se detuvo, agarrándome por el brazo.

—Bueno, hieres mis sentimientos pensando que podría morder a un amigo.

—Tal vez tú no, pero, ¿el lobo podría?

—No. —Soltó mi brazo y seguimos caminando.


92
—Entonces, ¿has cambiado esta noche? No hay luna llena.

—El suero está fuera de mi cuerpo. Me sentí mal esta mañana, pero ahora puedo
completar la transformación, si quiero. Es más fácil para mí, eh... alimentarme en
mi cuerpo de lobo. Es mucho menos repugnante. Cuando llegue la luna llena, no
tendré opción, simplemente voy cambiar.

Asentí con la cabeza, entendiendo totalmente porque Austin quería tan


desesperadamente el suero. Tenía tantas preguntas, pero estaba todavía asustada.
Era difícil que mi cerebro se ajustara a la idea.

—Así que, ¿se lo vas a contar tú o lo haré yo? —pregunté cuando la fogata apareció
a la vista.

—Lo siento. ¿Qué? —Austin se detuvo en el límite del campo.

—¿Vas a contarle la verdad al señor Winters? Quiero decir, ¿así puedes recuperar
tu suero?

Los ojos de Austin se volvieron enormes.


Heather Davis
—¿Estás loca? Ninguno de los dos lo hará. No podemos decirle mi secreto —dijo,
con su voz casi gruñendo—. El mundo se entera de mi familia y estamos muertos.

—Oh. —Presioné la bolsa de hielo en mi cabeza otra vez—. Entonces, ¿qué vas a
hacer?

—Esa es una pregunta que me he estado tratando de responder durante toda la


semana —dijo Austin.

—Cierto. —Bajé la bolsa de hielo y miré a Austin en la penumbra que rodeaba la


cancha de voleibol. Él me contaba todo esto como si fuera, de alguna manera, mi
problema también. ¿No sabía el chico que tenía mis propios problemas en este
momento?

—¿Por qué tuviste que decirmelo? —dije, esperando no sonar demasiado


quejumbrosa—. Quiero decir, no sé lo que se supone que tengo que hacer con esto.

La mandíbula de Austin se endureció.

—Tú preguntaste. Yo respondí.


93
Mis ojos se abrieron. ¿Simplemente pensaba que podía presentar algo como eso en
mi vida y habría sol y arco iris?

—Bueno, no pensé que la verdad fuera completamente sobrenatural —dije.

Me miró, sus ojos fríos y plateados de nuevo, y dijo:

—Pediste la verdad. Pensé que quizás eso significaba que te importaba. —Luego,
sin mirar atrás, desapareció en la noche.
Heather Davis

Traducido por valentinacorrea & LadyScar

Corregido por Juli_Arg

omo si el baile en la plaza la noche anterior hubiera sido un mal sueño, el


gigante gimnasio-granero había sido transformado al día siguiente,
equipado con un escenario de madera color negro, y filas y filas de sillas
plegables.
Los campistas, agrupados en varias partes de la habitación, trataban de planear sus
entradas al concurso de talento.
Me quedé con Ariel mientras las personas elegían grupos, y no pasó mucho tiempo 94
antes de que Price hiciera su camino hasta nosotras. Al otro lado del gimnasio,
Austin estaba sentado en una silla plegable hablando con dos chicas rubias. No lo
había visto interactuar con otras chicas en el campamento, y por alguna razón verlo
haciéndolo me hizo sentir un poco rara.
No celosa, sólo rara. Como si debería advertirles a esas chicas que en cualquier
momento esos colmillos gigantes podían aparecer.
Mi cerebro estaba todavía clasificando los acontecimientos de la noche anterior,
tratando de comprender cómo podía ser real.
Quiero decir, si era verdad, si las criaturas como hombres lobos vivían entre
nosotros, ¿qué otras cosas inventadas existían en el mundo? En serio, esperaba que
de un momento a otro Ariel anunciara que era un vampiro.
En ese momento Austin miró hacia mí, le regalé una media sonrisa y dirigí mi
atención a la discusión que mi pequeño grupo tenía en marcha. No sabía qué otra
cosa hacer.
—¿Romeo y Julieta? —dijo Price.
Ariel sonrió con timidez.
—Um, sí… eso es una idea.
Heather Davis
—¿Tal vez podría escribir una obra de teatro sobre los consejeros? Sé que es tonto,
pero sería fácil —les dije. Price y Ariel se miraron—. ¿Qué?
—Todo el mundo va a hacer eso —dijo Price. Frunció el ceño ante el papel borrador
que tenía en sus manos—. Es por eso que estoy pensando en algún material de teatro
tradicional.
Ariel me dio un codazo y dijo:
—Él protagonizó “Mi bella dama” el otoño pasado.
—Oh, genial. Bueno, lo que quieran, ¿qué tal si pinto la escenografía o algo así?
—Me gustaría participar en la pintura —dijo Austin caminando hacia nosotros.
Price le sonrió.
—Genial. Ahora sólo tenemos que encontrar una obra.
—O Ariel podría escribir una —sugerí.
El rostro de Ariel cambió de color a rosa oscuro.
—Uh… vamos a caminar a la biblioteca del campo y ver lo que hay allí —dijo.
95
—Vamos todos —le dije levantándome de la silla.
Ariel puso su mano sobre mi hombro.
—Tú y Austin quédense aquí y hablen sobre el diseño de la escenografía —dijo con
un guiño—. Estoy pensando en una especie de cuentos de hadas.
—Eso podría funcionar —dijo Price asintiendo—. Vamos Ariel.
—Shelby —susurró Ariel—. Estoy tratando de ayudarte, me agradecerás más tarde.
Luego ella y Price se fueron, charlando sobre sus ideas.
Austin se había sentado en una silla vacía junto a mí, me miró expectante mientras
yo me hundía en mi asiento.
—¿Tienes miedo a estar sola conmigo ahora? —dijo.
—No, no es eso —le dije—. Quiero decir, es un poco de eso, pero no.
—Supongo que es difícil entender lo que viste anoche.
Parpadeé.
Heather Davis
—Uh… sí.
Austin asintió.
—Lo has tomado mejor de lo que pensaba.
—¿Cómo se supone que debo tomarlo? Me dijiste que no eres humano.
—Yo no he dicho eso en absoluto —dijo Austin con los ojos oscurecidos—. Somos
seres humanos con una anomalía genética. Somos mucho más humanos que la
mayoría de los seres humanos que conozco, dime, ¿parezco un animal para ti?
Tragué la respuesta que tenía en la lengua, que cualquier tipo que devorara un
pedazo de carne cruda y sangrienta no es exactamente normal. En cuanto a lo de
ser humano, parecía un tipo normal sentado junto a mí ahora, pero en la oscura
noche anterior, se había parecido a un animal salvaje y voraz. No estaba segura de
lo que él, como lobo, era capaz.
Movió su silla hacía a la mía y dijo:
—Yo no soy un lector de mentes, Shelby, pero puedo ver que estás asustada, no
tienes que estarlo. Esto no es más que un rasgo genético transmitido a través de la
96
línea de sangre de mi familia. Aunque las personas, a través de los años han sido
infectados por otros. —Se sentó allí en silenció mientras me observada detrás de su
flequillo oscuro.
Me mordí el labio inferior.
—Por lo tanto, ¿toda tu familia es….? —Me incliné hacia él y le dije:
—Quiero decir eres como, ¿descendiente de una línea de gente como tú…?
Austin asintió.
—Mis antepasados eran el azote del este de Europa en el siglo XII. A través de los
años hemos evolucionado. Nuestros hábitos de alimentación son mucho más
selectivos en estos días.
—A excepción de tu padre —le dije.
Austin se ruborizó levemente
—Sí, él disfruta de todo el estilo de vida, aullándole a la luna, enloqueciendo
salvajemente en el campo. Es por eso que somos dueños de varias fincas grandes. Le
encanta cazar en privado e ir de safari. Por supuesto ninguna presa es humana.
—¿Y tu mamá? —le pregunté tratando de sonar casual.
Heather Davis
El enrojecimiento dejó las mejillas de Austin y su cuerpo pareció relajarse.
—Ella no nació Lycan. Pasó por el cambio cuando se enamoró de mi papá. Entonces
la banda de mi papá empezó a viajar por el mundo y podían darse el lujo de
contratar al químico que desarrolló el suero. Inhibe las hormonas que me hacen
cambiar y enmascara partes de mi ADN que están más allá de lo humano. Mamá
siempre quiso que tuviera otra opción.
—Ella suena genial.
—La mejor —dijo.
—Así que no era como, ¿una suerte de hombre lobo o algo? ¿Tu padre tuvo que
hacerse rico?
—Nosotros no robamos, tú estás pensando en vampiros.
Yo aluciné.
—Así que, ¿ellos son reales también? Demonios.
Asintió.
97
—Otra anomalía genética. Por supuesto, son muertos vivientes. Nosotros estamos
muy vivos.
—Todavía no lo puedo creer —le dije—. Hay gente como tú ahí afuera, ¿verdad?
Austin pareció animarse.
—Sí, de renombre mundial, estrellas de lucha, jefes de estado, incluso una Miss
Universo.
—Tiene que afeitarse mucho, eh —le dije con una risita.
Austin sonrió, pero no se rió.
—Somos gente normal con un secreto terrible de soportar. No es como en las
películas.
—Sí, son una comunidad muy evolucionada. No atacan gente. Me siento muchísimo
mejor —le dije con la esperanza de que Austin no se diera cuenta que seguía
asustada.
—¿Qué tenemos aquí? —dijo Charles—. ¿No estaba funcionando con las chicas
rubias, eh Bridges?
Heather Davis
Austin lo fulminó con la mirada.
—Estamos teniendo una conversación privada. Hago énfasis en la palabra privada.
—Excelente, no dejes que te detenga.
—¿Cuál es tu problema? —le dije.
—¡Wow, ella es como tú! Increíble. —Charles negó con la cabeza—. Eso es tomar
un gran riesgo, me imagino que te gusta vivir al límite, Shelby.
—¿De qué diablos estás hablando? —Austin se enfrentó a Charles de forma que
quedaron pecho a pecho. Lucía como si estuviera por darle un buen golpe.
—No creo que me necesites para repetir la historia —dijo Charles casualmente.
—¿Buscando más mentiras? —le dije.
—Buscando historias, no mentiras —dijo Charles—. Este lugar es una mina de oro
en información.
—Aléjate de mí —dijo Austin con su voz sonando como un gruñido.
—Sí. No va a suceder, Bridges. No hasta que averigüe lo que realmente está
98
sucediendo contigo. Y voy a mantener un ojo en ti también, Shelby. Huelo una
exclusiva. —Charles retrocedió sonriendo y luego se alejó.
Austin se dejó caer en su silla.
—Ese tío es un problema —dijo cerrando los ojos—. Puedes ver con lo que mi
familia ha tenido que lidiar. Es bastante difícil mantener a mi padre fuera de la
prensa tal y como es. Por no hablar de nuestro otro problema.
—Sí, si no recibes el suero y Charles te ve… —murmuré. Si Austin cambiaba en
medio del campo, no sólo era posible que alguien le tomara una fotografía, ¿pero si
estaba en la cabaña en ese momento y no podía salir? Los chicos podrían enloquecer
y atacarlo, o él a ellos. Me estremecí pensando en cómo los lobos arrancan la carne
de sus presas.
—Lo siento. No fue justo implicarte en todo esto. —Austin tomó una de mis manos
entre las suyas, y mi primer instinto fue retirarla, pero no lo hice. No quería dejarlo
ir. Austin parecía completamente honesto. Tenía la esperanza de que estuviera
diciendo la verdad sobre el control que tenía sobre el lobo. Esperaba que fuera la
buena persona que parecía ser. Y en el fondo, muy profundamente, aunque tal vez
era alguno de mis defectos o lo que sea, quería ser capaz de confiar en él.
Heather Davis
Dejé mi mano relajarse entre sus manos. Era difícil no darse cuenta cómo su cálida
y seca mano se envolvía alrededor de la mía. Sentí unos pequeños aleteos en mi
estómago. Definitivamente estaba teniendo ese efecto en mí. Una parte tenía miedo,
y la otra un tirón irresistible. Y de alguna manera se sentía bien.
Al día siguiente, mientras todo el mundo apuraba a los chicos y chicas de los grupos
de terapia, me dirigí a la oficina del director del campamento para intentar ver a lo
que Austin se enfrentaba. Tenía que haber alguna manera de llegar al suero.
Sentí un poco de nervios cuando me deslicé en el rústico interior del edificio de
oficinas y cerré suavemente la puerta.
No había nadie alrededor. Me acerqué a la puerta de la oficina y revisé la cerradura.
Era bastante estándar. Había tenido la esperanza de que fuera una de esa clases de
puerta de baño que se podría abrir con un cuchillo de mantequilla.
La puerta del edificio se abrió detrás de mí, y me di la vuelta. Me di cuenta al mismo
tiempo del señor Winters y de la cámara de seguridad, sobre la puerta de entrada,
con su luz roja parpadeante.
—¿Shelby? ¿Qué te trae por aquí? —dijo Winters.
99
—Oh. Pasaba por aquí camino al grupo.
El señor Winters sonrió levemente.
—Llegas tarde. ¿Necesitas hablar conmigo?
—No, yo…
—Llegar tarde al grupo añade otro día en tu tarea de deshierbe —dijo Winters.
Apreté los labios, conteniendo una maldición.
—Está bien, mejor me voy.
—Espera —dijo el señor Winters, colocando una mano sobre mi hombro.
—¿Si?
Nos quedamos mirando el uno al otro por un momento hasta que dijo:
—Viniste a verme, ¿qué pasa por tu mente?
Mi amigo es un hombre lobo que necesita su medicina.
Heather Davis
—Yo, eh, sólo venía a preguntar si tendría jardinería hoy de nuevo, y ahora lo sé,
supongo —le dije, mirando mis pies.
—Shelby, no tienes que mentir para cubrir que tienes vergüenza —dijo el señor
Winters sacudiendo la cabeza.
Me llevó hasta dos sillas amontonadas en una esquina cerca de un árbol ficus que
estaba muriéndose.
—Mira, creo que entiendo por qué estás aquí. De todas las chicas en el campamento
tienes una verdadera oportunidad de reinventarte a ti misma, si eso es lo que quieres
hacer. Espero que estés aquí porque quieres hablar. Espero que seas lo suficiente
perceptiva para darte cuenta que eres la única que puede cambiar la dirección de
tu vida.
—No pienso que esté yendo en una dirección tan mala —dije, sintiéndome un poco
incómoda ahora. Me preparé para el ataque de asesoramiento profesional que
seguro vendría. Demasiado para una fácil misión de reconocimiento.
—Shelby, tu padre escribió en tu aplicación un poco de tu historia familiar reciente.
Estoy seguro que has oído hablar de esto, pero perder un padre es una de las cosas
más difíciles que un niño puede experimentar. 100
Apreté los dientes. Había oído eso antes, cuando todos me miraban con la expresión
de “Pobre Shelby” y susurraban sobre mí mientras se alejaban. Era un frío consuelo
que la gente te compadeciera.
Él continuó sin inmutarse por mi mirada pétrea.
—Eres obviamente una fuerte y valiente joven mujer al sobrevivir a ese tipo de
pérdida —dijo—. No se puede preparar a un niño para ese tipo de dolor. Se necesita
coraje para seguir adelante después de eso.
Parpadeé.
—Como si hubiera podido hacer una elección sobre el tema —le contesté.
—En realidad, lo hiciste. —El señor Winters me dio una sonrisa triste—. Y tengo la
sensación, aunque te conozco hace poco tiempo, que te mantuviste fuerte por tu
padre, probablemente sentiste que tenías que ser fuerte para él.
Tomé una respiración profunda.
—Mire, yo sólo hice lo que tenía que hacer.
Heather Davis
—He conocido a uno o dos chicos en circunstancias similares. No te quebraste, no
querías que tu papá te viera triste porque pensabas que él ya estaba lo
suficientemente triste. Pero cuando se es joven, los padres están ahí para ayudarte,
no al revés.
—Está haciendo un montón de suposiciones —dije.
Sonrió de nuevo.
—¿Por qué no me dices cómo lo ves tú?
Sacudí mi cabeza, luchando contra las lágrimas que sentía sobre mis ojos. No iba a
hacerlo. No iba a llorar. No delante de un consejero aleatorio que creía que me
conocía después de un par de días juntos arrancando hierbas.
Me dio una palmadita en el hombro.
—Está bien. Quiero que sepas que todo lo que estás sintiendo, y todo lo que sentiste
cuando tu mamá murió, está bien. No fue tu culpa. No hubo nada que pudiste haber
hecho excepto amarla. Que es obvio que lo hiciste muy bien.
Me sequé los ojos húmedos con la manga de la sudadera con capucha, pero no dije
101
nada. No sabía de dónde este viejo salía diciendo todas estas cosas cuando no estuvo
ahí, él no podía saber cómo me sentía, incluso aunque fuera un buen adivinador.
—Muy bien, deja que salga el sentimiento —dijo Winters.
Sollocé.
—Uh, debo irme, el grupo de chicas y eso, diversión, diversión, diversión.
—¿No te gusta el grupo de niñas?
—¿Qué más se puede pedir? —le dije con una sonrisa—. ¿Otra sesión en la que
hablaremos acerca de convertirse en mujer? ¿A quién no le gusta?
No reaccionó a mi sarcasmo.
—¿Lo encuentras aburrido?
Rodeé mis ojos hacia él.
—Es vergonzoso y totalmente innecesario. Tengo dieciséis años. Técnicamente voy
a ser adulta pronto. No necesito escuchar toda esta mierda de convertirse en mujer.
En un par de años me voy a la universidad lejos de las normas, las madrastras y las
personas como ustedes que piensan que soy una especie de caso mental.
Heather Davis
—No pienso eso, Shelby, ¿tú lo haces?
¡Gah! Me quedé mirándolo fijo y dije:
—No, no creo eso. Estoy perfectamente bien.
—Suenas bastante enojada para alguien que se siente bien.
—¡Duh! Estoy enojada con las personas que se meten en mis cosas y me dicen qué
hacer, quién ser y qué sentir.
Inclinó su cabeza hacia mí, mirándome como una especie de San Bernardo sin pelo
en su gran cabeza.
—Eso tiene sentido, Shelby, pero seguir las reglas de tus padres construyendo
confianza entre tú y ellos se puede considerar lógico.
—Seguro, ¿terminamos?
Asintió, así que me dirigí a la puerta.
—Disfruta del grupo de niñas —dijo—. Nos vemos en los canteros después.
—Sí, muy bien. —Me forcé a mí misma a no cerrar de golpe la puerta, salí del
102
edificio. Me sentía realmente enojada. Era más fácil estar en casa, donde no se
hablaba de estas cosas, que estar aquí con un puñado de adultos que apenas me
conocían haciendo suposiciones. Estaba completamente bien y había otras personas
que tenían peores problemas que lo míos. Problemas que eran supernaturales.
El resto del día transcurrió más lento que nunca, empezando por el más triste lecho
de flores que alguna vez había hecho, y terminando con la conferencia más
aburrida de todas de la doctora Wanda en lugar de una fogata. Se trataba de la
ceremonia de transformación que íbamos a tener dentro de unos días.
Esa noche estaba tan cansada que me dormí apenas cerré la cremallera de mi saco
de dormir. Soñé con Orlando Bloom, a quien había visto una vez en la vida real,
haciendo compras en Beverly Center. En el sueño, yo estaba trabajando en el set de
su película, como supervisora del guión, y él me preguntaba por sus líneas. Luego
me pidió que fuera a su remolque y lo ayudara a ensayar. Estaba a punto de seguirlo
cuando… ¡Zas!
Mis ojos se abrieron de golpe y me senté con la espalda recta en mi litera de Búho
Moteado. Eso definitivamente no era un ruido del bosque. Tal vez fue un estruendo
del viento o una puerta de tela metálica suelta. La piel de gallina viajó por mis
brazos.
Heather Davis
Eché un vistazo alrededor de la oscura cabaña, apenas iluminada por la luz de luna
que entraba por la ventana. Nadie más estaba despierto o pareció darse cuenta del
sonido que había oído, aunque Cynthia resopló en sueños y giró dentro de su saco
cercano a la puerta.
Vuelve a dormir, dije a mi ocupado cerebro. Me recosté en mi cama y cerré los ojos
con fuerza.
¡Eeeee! Escuché el chirrido de algo, algo animal.
Eso fue todo. Me senté de nuevo y metí la mano dentro de mi mochila para sacar
una linterna. ¿Y si era Austin ahí afuera? Un escalofrío susurró sobre mi piel, pero
una parte de mí realmente quería verle haciéndolo, transformándose en un lobo.
Me puse una sudadera con capucha y unos pantalones de yoga encima de mi
camisola y mis pantaletas y atasqué mis pies en un par de sandalias. Pero andar de
puntillas en sandalias era difícil, así que me las quité hasta llegar a la cama de
Cynthia. Entonces empujé la puerta con el codo y salí hacia el porche.
La luna casi llena arrojaba sombras misteriosas en el camino delante de mí, y la
grava parecía extrañamente blanca en el resplandor. Me metí en mis sandalias y
luego hacia abajo sobre la… 103
¡Eeeee!
Me congelé, intentando comprender de donde había venido. Siguiendo el rastro.
Desde el sendero hacia Pájaro Carpintero, parecía que sonaba. Sandaleando tan
silenciosamente como pude, me moví en dirección al ruido, pasando las cabañas
Ardilla, Ciervo Mulo, y Ratón muy sigilosamente. Bueno, por lo menos hasta que
me tropecé con una enredadera y me estrellé en la grava. Haciendo una mueca, me
limpié los dobleces de mis pantalones y seguí moviéndome bajo la luna.
El aire de la noche brillaba a mí alrededor, fresco y húmedo, nada como el seco aire
veraniego del Sur de California. Me preguntaba lo que mis amigos estaban haciendo
en Cabo en ese preciso momento, definitivamente no estarían preocupados por
hombres lobos del campamento para malcriados.
Los árboles se espesaron, arrojando más sombras siniestras en la grava brillante, así
que encendí en la linterna. Eso no ayudó mucho. Y después de un momento, me di
cuenta de que probablemente eso podría delatarme, por lo que la apagué, confiando
en la luna. La misma luz de luna que causaría que Austin cambiara en contra de su
voluntad en dos días más.
Heather Davis
¡Eeeee! El chillido comenzó de nuevo. ¿O fue un chillido nuevo? Tenía que proceder
de algo pequeño, pero esta vez fue más fuerte.
Me agaché detrás de algunos árboles, dando una vuelta sobre el sendero hacia la
cabaña Pájaro Carpintero para no ser vista. Delante de mí, detrás de la cabaña,
parecía que había un corte del rastro entre la maleza. Uno de esos rastros de
animales que había visto en el bosque prohibido. De repente, los arbustos en la
entrada del camino se estremecieron. ¡Grrrrrrr!
El cabello de la parte posterior de mi cuello se erizó y mi corazón se agitó en mi
pecho.
¡Eeeee! El chillido salió desde adentro de los arbustos, y entonces algo peor que el
sonido que había escuchado antes, un sorbido. La chillona víctima estaba siendo
comida. Oh, chico. ¡Olvídalo! No quería ver esa carnicería.
Retrocedí, un sandalia-paso cada vez, hasta que estuve en la zona de césped fuera
de la pista. Entonces di un paso sobre algo sólido pero blando.
Horrorizada, encendí en la linterna y miré abajo. Todo lo que se veía alrededor de
mis pies eran como zarigüeyas muertas. O lo que quedaba de ellas. Pequeñas colas
rosas, patas carnosas, bolas grises de piel manchadas de sangre. 104
Empecé a correr. Sandalia-paso, sandalia-paso, sandalia-paso. Entonces pensé
escuchar el sonido de algo detrás de mí, siguiéndome a máxima velocidad.
Pateé fuera las estúpidas sandalias y corrí con los pies descalzos por los lados sucios
del camino. Corriendo tan rápido que sentí como que mi corazón iba a explotar,
volé fuera del camino. Ya estaba casi allí. En realidad iba a hacerlo.
Y entonces tropecé con la estúpida vid. De nuevo.
Esa siempre es la parte, en las películas de terror, cuando la chica linda es atacada.
Al principio no es consciente, luego se vuelve curiosa y entonces está muerta. Y
realmente no quería ser esa chica.
Rodé sobre mí misma y me arrastré hacia atrás en mis manos y pies, mirando por
cualquier cosa que estuviera intentado atacarme. Iba a encontrarme con la cosa de
frente, plenamente consciente de que moriría en un sendero de grava en medio de
la nada en Oregón.
Después de unos cuantos segundos de terror, nada me había matado. Ningún
asesino, ninguna criatura, ningún acuchillador parecía estar cerca, con el corazón
aún bombeando, me puse de pie y sacudí mis pantalones de yoga. Algo me había
Heather Davis
estado persiguiendo. Estaba totalmente segura de eso. Pero ahora sólo podía oír el
chirrido y el zumbido de los insectos despiertos en la noche.
Al menos, hasta que Austin salió de entre los arbustos.
—Ahí estás —dijo, sujetando mis sandalias.
Agarré las sandalias y lo golpeé en el brazo.
—¡Me asustaste!
—Shelby, ¿qué esperabas? ¡Me sorprendiste mientras me alimentaba!
—Bien, perdón. No fue mi intención. Y, um… ¿qué pasó con las zarigüeyas? —dije
haciendo una mueca.
Las mejillas de Austin se sonrojaron.
—Ah, perdóname. Carne fresca y todo eso.
—Amigo. ¡Eww! Tenemos que conseguirte la medicina —dije—. ¿Y lo de
perseguirme? No está bueno.
—De nuevo, lo siento —dijo—. Es una cosa instintiva. Presa huyendo. Lo siento
105
mucho. —Él cruzó sus brazos.
—¿Una cosa instintiva? —dije con un escalofrío.
—Del lobo. No mía, obviamente.
—Oh. —Me quedé mirando su camiseta de Burning Bridges, que estaba colgando
de manera desigual de la cintura de sus vaqueros como si se hubiera vestido a toda
prisa. ¡Duh! Por supuesto, un minuto antes, había estado... um... ¿desnudo? Sacudí
mi cabeza hasta su cara, mis propias mejillas sintiéndose calientes y con picor—.
Así que, has estado comiendo. ¿Te ayudó?
Se encogió de hombros.
—Fue algo, al menos —dijo con una sonrisa insegura.
Deslicé las sandalias en mis pies.
—Así que, comprobé la puerta de la oficina.
—¿Lo hiciste? —Se veía más feliz de lo que nunca lo había visto. Eso me asustó un
poco. Di un paso atrás—. Shelby, yo…
Heather Davis
—¡Shh! —dije, señalando la puerta de la cabina a seis metros de nosotros. Estaba
nerviosa de que Cynthia pudiera levantarse e irme a buscar.
—Vamos —dijo—. Por aquí.
Caminamos por encima del hoyo de la fogata abandonada, pensando que de esa
manera podríamos ver a cualquiera acercarse.
Mientras nos sentábamos en un banco de madera, Austin metió la mano en su
bolsillo delantero.
—Ariel me contó, tú, um...
—¡De ninguna manera! ¿Gusanos de gominola? —Agarré la pequeña bolsa de su
mano extendida. Mi corazón comenzó un baile divertido en mi pecho.
Austin se encogió de hombros.
—Ositos de gominola, estoy aterrorizado. La enfermera pensó que necesitaba algo
para animarme.
—¡Ñam! —Desgarré el paquete y le di unos cuantos—. No tienes ni idea de lo
mucho que he echado de menos las gominolas. 106
—Bastante bien —dijo a través de la boca llena de dulces.
—Lo mejor. —Me comí tres, masticando las cabezas y haciendo estallar los cuerpos
blandos en mi boca. Me di cuenta por su sabor afrutado y dulce que eran los rojos.
Ñam. Suspiré mientras que el azúcar despejaba mi cabeza. Me metí rápidamente la
última de las gominolas, saboreando la textura sedosa—. ¿Cómo vas a conseguir tu
suero? ¿El manager de tu padre no puede ayudar, verdad?
—Definitivamente no. Winters y yo lo llamamos con el teléfono en altavoz y dijo:
“Soy el mejor gerente en el Reino Unido porque no tolero los problemas de adicción
de cualquier banda de mierda. Porque, antes de venir a trabajar con tu padre, salvé
a un baterista diabético de sus antojos de azúcar autodestructivas.” —Me reí del
fuerte acento londinense que Austin derramó—. “Por no hablar de la estrella del
pop que salvé de dilapidar sus derechos de autor en sus atracones para comprar
zapatos” dijo. “Una cruzada personal, eso fue.”
—Genial.
Austin asintió.
—Desafortunadamente, Graham no sabe nada sobre la situación familiar. Papá
recién lo contrató. El último tipo, no dio resultado.
Heather Davis
—¿Tú padre ha, um...?
Austin me dio una mirada decepcionada.
—Lo despidió. No se lo comió. Mi padre prefiere carne salvaje. Es por eso que eligió
la caza en Kenya para sus vacaciones. Nosotros no comemos gente, ¿recuerdas?
Bueno, a menos que sean muy, muy malos.
Jadeé.
—Bromeaba, sólo bromeaba. De todos modos, el químico de papá es el único fuera
de la familia que conoce la verdad.
—Si pudieras ponerte en contacto con el químico, amigo, estarías preparado.
—Exactamente —dijo Austin, sonando derrotado—. Pero cada condenado teléfono
en este lugar necesita un código. Y he buscado por todas partes un teléfono celular.
—Bien, eso es lo que Ariel te vio haciendo, ese día en la enfermería...
Él sonrió sombríamente.
—No estaba detrás de su lápiz labial. Necesitaba su teléfono. 107
—O podrías robar el suero de la oficina, la cual tiene una cámara de seguridad.
Asintió.
—Correcto. Sería atrapado en cinta. Olvida a Charlie y sus disparates, los
verdaderos paparazzis podrían estar sobre mi familia como una plaga de langostas.
Si alguien se enterara del pequeño problema peludo de nuestra familia, mi padre
estaría...
—Tú no quieres perder otro padre.
Él me miró cautelosamente.
—¿Sabes acerca de mi madre?
—Ariel me contó.
—Ella murió en una noche de caza con mi padre en Scotland hace seis años. Todo
un escándalo. Papá atravesó toda una investigación, pero fue declarado inocente.
Por supuesto, los papeles no decían que a mi madre la dispararon como un lobo
pero murió en su forma humana.
Reconocí el dolor en su voz. Todo era demasiado familiar.
Heather Davis
—Um, escucha…
—Está todo bien —dijo alzando una mano—. La simpatía llega a ser algo viejo
después de cierto punto.
—No, um... —Me tragué el nudo en mi garganta, el sabor de los dulces se había
ido—. Mi madre. Ella murió hace tres años.
Austin bajó su mano.
—Oh, no sabía.
—Nadie aquí sabe —dije.
—Lo siento.
Me encogí de hombros.
—Como dijiste, la simpatía es algo viejo. Ya no le cuento a la gente.
Ninguno de los dos dijo nada durante un rato, pero de alguna manera estaba bien.
Estábamos juntos pero solos en ese banco. Después de un rato, sentí la mano de
Austin alcanzar la mía. Sus dedos estaban calientes, y cuando apretaron los míos, ni 108
siquiera se me ocurrió tirar de mi mano.
—Ahora sabes todos mis secretos —dijo.
Realmente, no sabía todos sus secretos. Todavía no me atrevía a preguntarle acerca
de Jillian Montrose, pero después de ser perseguida esta noche, me pregunté hasta
qué punto Austin tenía el control sobre el lobo.
—Es justo que tú me cuentes los tuyos —dijo.
Arrugué mi nariz hacia él.
—No tengo secretos.
—No es verdad. Hay algo ahí, algo triste en ti que he sentido desde el primer
momento en que te vi en ese autobús.
—Duh. Echo de menos a mi madre. —Le di una débil sonrisa.
—Yo también echo de menos a la mía, pero va más allá de eso. —Apretó mi mano
otra vez, sólo que esta vez, en lugar del sentimiento de la mariposa en mi estómago,
sentí un calor propagándose a través de mi cuerpo. Austin tiró de mí un poco más
cerca, hasta que mi cabeza estaba casi descansando contra su hombro, y dijo
suavemente:
Heather Davis
—Tus secretos están a salvo conmigo. Quiero decir, a menos que estés planeando
huir y gritar “¡Hombre lobo!” en este preciso momento.
Había una sonrisa en su voz, pero no alcé la vista porque tenía el presentimiento
que al segundo que mi cara estuviera cerca de la suya haría algo realmente estúpido
como besarlo. ¿Cómo sería besar a Austin? Besarle bajo la luz de la luna. Él, alguien
de quién probablemente debería huir, pero la única persona que parecía realmente
entenderme.
—Vamos, ¿cuál es tu secreto? Cuéntame.
En un avergonzante torrente de honestidad, dije:
—Tengo miedo de estar perdiendo a mi padre, también. —Entonces, lo que fue
totalmente peor, empecé a llorar como una niñita.
—Está bien —dijo Austin. Besó la cima de mi cabeza y soltó mi mano para
envolverme con un brazo a su alrededor—. Él no se irá a ninguna parte.
Limpié las lágrimas de mis mejillas con mi hombro derecho, completamente
humillada por él viéndome así.
109
—No he visto mucho a mi padre este último año —dije—. Él se consiguió esa
estúpida esposa nueva. La odio. Todo lo que hace es seguirla alrededor y tomar sus
consejos, y es como si mamá nunca hubiera existido. No puedo incluso recordar la
última vez que los dos hicimos algo juntos. No, espera, estuvimos juntos con el
director cuando fui expulsada.
—¿El director de tu escuela?
—Sí, hubo toda una pelea con la maldita capitana del club de debate, pero fue
totalmente culpa de ella.
Austin sonrió.
—Tienes una seria joie de vivre12.
Sentí algo, un sentimiento revoloteando en mi estómago de nuevo. ¿Estaba
realmente felicitándome por mi mala toma de decisiones? Sonreí, pero luego me di
cuenta de que había olvidado por completo la regla de no estar cerca a su cara que
había inventado. Mis labios estaban a sólo milímetros de sus labios.

12 Joie de vivre: alegría de vivir.


Heather Davis
Espera... un par de minutos antes él había estado matando esas pequeñas criaturas.
Había sido un animal con una afilada dentadura.
Un animal que me había perseguido por el camino. Mis latidos se intensificaron,
pero me forcé a mí misma a relajarme. Éste era Austin. Era sólo un chico sentado
conmigo en el débil resplandor de la luna. Sólo un chico. Mi mirada trazó la curva
de sus labios. Él era sólo un chico… un chico al que no debería…
Me moví hacia atrás antes de que mis labios hicieran algo estúpido.
—Déjame pensar en algo. ¿De acuerdo? Tiene que haber una forma en la que
podamos mantenerte seguro.
—Gracias. —Él acunó mi mejilla con su mano, y vi un destello de plata en sus ojos.
Derribé un escalofrío de miedo mezclado con algo más. Estaba realmente asustada
de lo que se había convertido cuando cambió. ¿Qué si estaba endulzando la verdad
y yo estaba en problemas? Bueno, yo y todo el campamento lleno de chicos.
Movió su mano fuera, como si hubiera sentido el miedo agitándose dentro de mí.
—Debería irme —dijo—. ¿Podrás encontrar tu camino de vuelta a la cabaña?
110
Asentí, y él echó a andar hacia el camino a las cabañas sin mirar atrás. Demasiado
para casi-besos y ositos de goma. Me mordí el labio inferior, un extraño sentimiento
creciendo dentro mí, mientras él se desvanecía en la distancia. ¿Cómo iba a querer
proteger a alguien del que tenía miedo al mismo tiempo?
Me levanté del banco y me moví en dirección al camino con el haz de la linterna
como única cosa manteniéndome de estar sola en la oscuridad.
—¿Fuera para un paseo? —Una voz cortó a través de la noche un minuto después
de estar haciendo mi camino de vuelta a Búho Moteado.
Me di media vuelta y vi a Charles inclinado sobre un árbol a un lado del camino.
Mi respiración se atascó en mis pulmones.
—Yo, um…
—La luz de la luna es tan pacífica —dijo. Mitad en sombra, su rostro adquirió
ángulos afilados, haciéndole verse menos como un Brad-Pitt-de-ojos-entrecerrados
y más como un Joaquin Phoenix—. ¿Qué estás haciendo aquí afuera? —preguntó,
moviéndose dentro de la luz.
Me encogí de hombros, intentando parecer casual di un paso lejos de él.
Heather Davis
Charles cruzó sus brazos contra el frente de su camiseta. Estaba vestido todo de
negro como algún tipo de ladrón de una mala película, lo que estaba muy lejos de
sus conjuntos habituales de remeras a rayas y pantalones cortos color caqui.
Conscientemente alisé las arrugas en mis cejas.
—¿Qué estás haciendo tú aquí fuera?
Me dio una sonrisa engreída.
—No hay muy buena seguridad en este lugar, ¿verdad? Si dos de nosotros pueden
estar afuera y nadie se da cuenta.
—¿Hola? ¿No hay seguridad? Hay una valla enorme alrededor de este lugar.
Asintió.
—Sí. Pero tú podrías pasar de contrabando todo tipo de cosas. Quiero decir, mira a
tu amigo, él tenía escondido el botín.
—¿Qué te hizo alguna vez? —dije.
—No es lo que él me ha hecho, es lo que podría hacer por mí. 111
Puse mis manos en mis caderas.
—Mejor mantente lejos de Austin.
Charles presionó sus delgados labios juntos.
—Esta es la historia. Y seamos sinceros, con su historia, sólo puede aumentar de
tamaño.
—Eres elegante, ¿sabías?
Se encogió de hombros.
—No es nada personal. Sólo quiero irme de este sitio. Tan pronto como consiga
alguna copia caliente y las imágenes, estaré en el próximo avión. Mi padre no puede
resistirse a un escándalo, sobre todo uno donde se involucre a los Bridges.
—¿Tanto quieres ir a casa?
—¿Casa? Uh, ¡aburrido! Estoy pensando Ibiza o Mykonos. Hay todo un verano de
fiestas por delante.
Rodé mis ojos.
Heather Davis
—Mira, tú no vas a conseguir nada de Austin. No hay ningún escándalo aquí. Mejor
encuentra otro objetivo. O qué tal esto: haz amigos y trata de tener un buen tiempo
en el campamento.
Charles se encogió de hombros y por un momento parecía casi triste.
—¿Tienes alguna idea de cómo de difícil es esto para mí? Quiero decir, los chicos
famosos están siempre asustados de que vaya a contarle a mi padre sus cosas, y los
chicos normales se mantienen intentando ser mis amigos para conseguir estar en
televisión. No es fácil.
—Todos lo tienen difícil, Charles. Eso no significa que puedes explotar a la gente.
Quiero decir, incluso podrías hacer un amigo si no intentaras usarlo.
Él estaba ahí de pie mirándome por un momento.
—Sí, quizás —dijo—. Pero eso no va a pasar, así que, ¿para qué intentar? —Me dio
un saludo con los dedos y se alejó por el camino.
Hice mi camino de vuelta a Búho Moteado, ahora más preocupada que nunca por
Austin. Y sabiendo que si Charles ponía sus manos sobre la verdadera historia, eso
sería todo. 112
Heather Davis

Traducido por Pilar

Corregido por Juli_Arg

a siguiente mañana, estaba terminando otro lecho de flores de hierba cuando


apareció el señor Winters, proyectando una gran sombra sobre mí.
—¿Cómo te va? —preguntó después de un momento.
—Bastante bien.
—Bien. —Siguió parado allí, mirándome trabajar.
Eso me molestó mucho. 113
—Um, ¿esta es la parte donde me pregunta por mi madre otra vez, yo lloro, luego
nos abrazamos y considera todo como un éxito rotundo? —dije, tirando un puñado
de raíces de dientes de león a sus pies.
Alejándolas con su pie, bajó su cabeza y me sonrió.
—De hecho, venía a decirte que ya has completado tus horas de trabajo.
—Ups —dije. Sonreí esperando que dejara pasar mi comentario sarcástico—. Así
que, ¿ya estoy curada? ¿No tengo que hacer algo terapéutico con usted? —
pregunté.
—Trabajar en ti misma es un proceso continuo. La doctora Wanda se ha ofrecido a
darte unos turnos si crees que los necesitas.
Ugh. En mi interior, me estremecí.
—De ninguna manera. Quiero decir, no, no creo que eso sea necesario, de todas
formas, gracias.
Asintió, metiendo sus manos en los bolsillos frontales de sus shorts color caqui, los
que hacían parecer más grande a su barriga. Esperé a que se fuera, pero se quedó.
Heather Davis
—Así que, ¿hay algo más que quiera decirme? —pregunté. Rasqué mis mejillas
contra los hombros de mi remera amarillo jugoso, no era el mejor atuendo para
sacar la maleza, pero el día de lavar la ropa era recién el lunes, y estaba a punto de
quedarme sin ropa limpia.
—Me preguntaba si habías pensado en lo que hablamos —dijo.
—Sabía que esto iba a ser sobre la muerte de mi madre otra vez —dije, rodando mis
ojos.
Él sonrió y se sentó a mi lado en el suelo.
—Sabes, cuando algo malo te pasa y no tienes la oportunidad de deshacerte de esos
sentimientos, aplazas el dolor, pero no te deshaces de él. Se queda en tu interior,
tomando cada vez más lugar.
—Supongo.
El señor Winters se encogió de hombros.
—Oí que dijiste que estabas enojada con tu madrastra, pero, ¿qué hay de tu padre?
¿Cómo van las cosas con él?
114
—No van bien —dije en voz baja.
Él asintió.
—No ha sido fácil para ninguno de ustedes.
—Sí. Supongo. —Limpié una mancha de tierra de mi pierna. No quería mirar al
señor Winters a los ojos.
No quería pensar en cuan difícil había sido para mi padre. Él aplazó el dolor al
casarse con Priscilla. Me refiero a qué, ¿cómo pudo estar de luto por mamá y seguir
adelante tan rápido? Todavía sentía como si acabara de pasar para mí.
El señor Winters asintió.
—De acuerdo, entonces terminamos. Le dije a Cynthia que te esperara como en diez
minutos en los ensayos para el show de talentos.
—No actuaré —dije encogiéndome de hombros—. Estoy ayudando con la
escenografía.
Él me sonrió.
—Eso es genial. Todos tenemos talentos diferentes.
Heather Davis
—Así que, ¿sólo dejo todo esto? —Hice un gesto al lecho de flores sin terminar y a
los pequeños jarrones de violetas y pensamientos que esperaban ser plantados.
—Siempre hay alguien que necesita hacer un poco de jardinería por la mañana —
dijo el señor Winters, tomando las herramientas que yo le tendía—. Y si tratas de
divertirte un poco ahora que terminaste tu trabajo, Shelby, lo apreciaría.
En el gimnasio, mi hombre lobo preferido se preparaba con un pincel. Frente a él,
unas nubes blancas se cernían sobre un cielo azul oscuro, y unos matorrales verdes
de vides se cernían a los lados del lienzo. Unos pequeños pájaros posaban sobre las
ramas de un rosal cerca de una fuente de piedra que lanzaba agua clara y brillante.
Era un paraíso forestal.
—Austin —dije mientras me acercaba—, esto es asombroso.
Él se giró, sonriendo.
—Ariel no dejaba de mencionar un bosque prohibido, así que le pinté uno. Ah… no
estabas aquí, así que comencé a hacerlo. Espero que no te importe.
—¿Importarme? ¡Demonios! Este es el paisaje más hermoso que he visto.
115
—Oh. Bueno, gracias. —Un rubor se coló en las mejillas de Austin, lo que me hizo
sonreír—. A veces dibujo. —Dejó su pincel en una bandeja de aluminio para tartas
que estaba usando como paleta.
—Así que, ¿qué estamos haciendo?
Se limpió las manos con un pedazo de tela.
—Parece que Price y Ariel se decidieron por la Bella y la Bestia esta mañana. Ariel
escribirá y Price dirigirá.
—¿La Bella y la Bestia? —Pestañeé—. Um…
—El cuento de hadas, no la película de Disney —dijo Austin—. Ariel discutió con
Price sobre las implicaciones empresariales.
—Oh. ¿Y tú estás de acuerdo con la Bella y la Bestia?
—Sólo haré la escenografía, Shelby. Nada más.
—No, quiero decir…
—Conozco bien la historia —dijo Austin, sentándose junto a mí. De cerca, pude ver
una pequeña mancha de pintura amarilla, redonda como la luna, en su mejilla,
quería limpiarla, pero no lo hice.
Heather Davis
—Escucha, quería decirte algo pero no pude hacerlo en el desayuno con todos al
rededor —dije—. Anoche, Charles estaba en el camino cuando volvía a mi cabaña.
Obviamente te estaba acosando. Está tratando de meterte en alguna clase de historia
para el periódico.
Austin sacudió su cabeza.
—Ya me di cuenta.
—No, no lo creo. Es un problema serio —dije—. ¿Qué si tiene cámaras y toma fotos
de ti cambiando o algo así?
—Confiscaron todas las cámaras —dijo Austin.
—Él es escurridizo. Y tú tienes cosas que se supone que no debes tener, como tus
fósforos. Él puede tener una cámara.
Austin sonrió sobriamente.
—Si no consigo el suero en los próximos dos días, no estaré a su alrededor como
para que me saque fotos.
Sentí un pequeño sentimiento de hundimiento en mi estómago. 116
—¿Te irías? Dijiste que no había razones para preocuparse, que no atacas a las
personas.
—Y lo dije en serio. —La boca de Austin se convirtió en una línea sobria—. Pensé
que podría simplemente esconderme en los bosques alrededor de las cabañas por la
noche, pero es demasiado riesgoso. Alguien podría verme. No puedo poner a mi
familia en peligro.
Él miró sus manos, con un dedo rascando unas manchas de pintura roja.
—Tú eres sólo la segunda persona a la que le he contado mi secreto —dijo en voz
baja.
—¿Quién es la otra persona?
Estudió mi rostro por un momento y luego dijo:
—Jillian Montrose.
Inhalé bruscamente.
—La chica que expandió el rumor.
Heather Davis
Él asintió.
—Éramos compañeros de escuela cuando yo tenía doce. La primera chica de la que
me enamoré, se podría decir. Le conté la verdad, se rió y me dijo que ser un hombre
lobo estaba bien porque ella era una hechicera.
Mis ojos se agrandaron.
—¿Lo era?
—No, no. Estaba siguiéndome la corriente. Éramos los mejores amigos. Pero luego,
su familia vino a nuestro estado a pasar el fin de semana cuando mi padre estaba
haciendo turismo por Japón. Nadie se dio cuenta de que estaba a punto de cambiar
por primera vez.
—No pasó nada, ¿cierto?
—Era un fin de semana de maldita luna llena, Shelby.
Mi corazón se detuvo.
—Oh, no.
117
—Era una noche de verano, y Jillian y yo nos quedamos despiertos hasta tarde
viendo la tele. Salimos al jardín para tomar aire fresco. Ella estaba metiendo sus pies
en la fuente mientras yo recogía unas frutillas cerca de la cerca. Pero la luz de la
luna me golpeó. Lo siguiente que supe fue que me estaba transformando a mi
cuerpo de lobo. Me aterrorizó. No estoy seguro de lo que vio Jillian, pero cuando
corrí hacia los bosques para esconderme, la oí gritar. Por la mañana, me levanté
desnudo en un campo abierto. Cuando llegué a casa, mi institutriz tenía a la policía
buscándome, y la familia de Jillian estaba yéndose rápidamente por la carretera en
su Range Rover. Pensaron que le había sucedido algo terrible a ella.
Se me puso la piel de gallina.
—Así que te vio cambiando —dije—. Y se asustó.
—No lo sé. Todo es borroso. Pero no la ataqué, sólo huí, temiendo en lo que me
había convertido. El alguacil filtró la historia del incidente a la prensa de Londres, y
el resto del año fue una pesadilla. Jillian se mantuvo callada, pero nunca más me
habló. Probablemente la asusté mentalmente de por vida. Todavía me siento terrible
por eso.
—Austin, siento mucho que eso te haya pasado.
Él lucía avergonzado.
Heather Davis
—Perdóname. No quiero agobiarte con más confesiones. —Hizo una pausa,
apretando mi mano—. Pero ahora ves que no puedo arriesgarme con la prensa otra
vez, incluso si eso significa dejar a alguien que me importa. Y tú me importas. Debes
saberlo.
Había una mirada tierna en sus ojos ahora, y sólo se añadió a la mezcla de atracción
y miedo que sentía. Me obligué a respirar. Él estaba esperando que yo dijera algo,
así que murmuré:
—Sí.
—No he experimentado el cambio lunar en años, desde esa primera vez. Oí que
puede ser impredecible. Y ahora que soy adulto, imagino que será mucho más
fuerte que antes. —Austin miró hacia afuera, a través del gimnasio al otro grupo de
chicos trabajando en sus escenas y disfraces—. Odio esto —dijo finalmente—.
Preferiría ser cualquier cosa menos esto.
Mi corazón se rompió en cientos de pequeños pedazos por él. Sentí la necesidad de
decir algo, cualquier cosa, para hacerlo sentir mejor. Pero no sabía qué. Podía ver
por qué odiaba el cambio, por qué suprimía al lobo. Él tenía razones, y quizás todos
las teníamos, para estar asustados. Pero al mismo tiempo, este chico era sólo Austin. 118
Un chico artístico, atento e inteligente que era de todo menos una bestia.
—Así que, ¿qué puedo hacer para ayudarte? Quiero decir, con la escenografía —
añadí, claramente necesitando cambiar de tema. Saqué la palabra lobo de mi mente
y me concentré en el lindo chico frente a mí.
Austin hizo un gesto hacia las pinturas y los pinceles.
—Puedes pintar las hojas del rosal —dijo.
Asentí y me levanté.
—Shelby, gracias por escucharme.
—Para eso están los amigos.
Sonrió débilmente y se puso de pie.
—No tengo tantos de esos. Eres la primera en mucho, mucho tiempo. Como puedes
imaginar, es casi imposible confiar en la gente.
—Sí, lo sé.
Me dio una mirada agradecida y luego se acercó y tomó su paleta de pinturas y un
pincel. Trabajamos sin hablar hasta que terminamos el cuadro del bosque. Por
Heather Davis
supuesto, sólo añadí algunos reflejos al hermoso paisaje que Austin había creado,
pero cuando terminamos, me sentí satisfecha. Habíamos creado un fondo perfecto
para la Bella y la Bestia. Y no quería pensar sobre lo que eso simbolizaba, mucho
más que Austin.

119
Heather Davis

Traducido por PrisAlvS

Corregido por Didy

omen la rafia13 y conviértanla en alas de ave así —dijo la doctora Wanda,


dirigiendo una sesión especial de artes y manualidades al día siguiente
después del almuerzo.
Los otros consejeros tenían algún tipo de reunión, así que en lugar de meternos en
un estudio de arte, todos los campistas estábamos en el comedor, esparcidos entre
las mesas para almorzar. Difícilmente había alguien poniendo atención a la Dra.
Wanda.
120
—Luego, usando otra pieza de cuerda, aten ambas alas al cuerpo del ave —dijo ella,
caminando entre las mesas y deteniéndose junto a la mía—. Austin, hay espacio por
aquí. ¿Por qué no te unes a este grupo?
Mi cabeza se alzó. No lo había visto en el desayuno, y me había estado preguntando
qué estaba haciendo.
Mi corazón se aceleró un poco con sólo verlo entrar en el comedor. Vestía una
camiseta negra y jeans, su cabello marrón acomodado detrás de las orejas. Él me vio
y sonrió. Dejé salir el aire que estaba conteniendo. Se veía tan normal. Bueno,
hermoso y normal.
La doctora Wanda le indicó a Austin nuestra mesa.
—Sólo empieza aquí. Price te puede mostrar qué hacer.
—Claro que sí, doctora Wanda. —Con su habitual sonrisa, Price deslizó su proyecto
por la mesa para hacer espacio, así que Austin estaba directamente frente a mí—.

13 Rafia: Hilo de fibra sintética, obtenido por extrusión de fibras de polietileno y polipropileno.
Heather Davis
Aquí hay un poco de rafia —dijo Price, entregándole un poco de materiales—.
Estamos haciendo aves.
—Gracias, compañero. Hola, Shelby —dijo.
—Hey —dije casualmente, pero mi voz sonaba pequeña y distante. Mis palmas se
sentían sudadas, por lo que las limpié en mis pantaloncillos.
—Bien, lo que debes hacer es… —empezó Price, recitando las instrucciones para el
ave que Austin se había perdido.
—¡Oiga, doctora Wanda! El mío parece una araña —dijo Jenna un minuto después,
moviendo su mano para llamar la atención de la doctora Wanda—. ¿Ha usted
recibido entrenamiento especial en arte o sólo le enseñaron esto en la escuela de
loqueros?
La doctora Wanda acomodó su rizado flequillo y luego jaló el dobladillo de su blusa,
el cual a penas cubría su redonda mitad. Obviamente, la mujer intentaba
mantenerse calmada. Si fuera yo, probablemente le hubiera dicho a Jenna dónde
pegarlo, pero la doctora Wanda logró sonreír.
—Todos estamos haciendo aves que expresan nuestra individualidad. Cada ave 121
tiene la posibilidad de volar, con ocho patas o sin ellas. —Jenna gruñó y volvió a
intentar atar sus deformes alas—. Tendremos un círculo de fuego en la ceremonia
de luna llena mañana en la noche —continuó la doctora Wanda—. Su ave
representa su antiguo yo, y quemándolo en la fogata estarán liberando a su nuevo
espíritu para volar.
—¿Se supone que el quemarlos los ayudará a volar? —dijo Jenna, rodando sus
ojos—. Eso es basura. Espero que esta rafia no esté tratada con elementos tóxicos
que produzcan humo peligroso al ser incinerados.
La doctora Wanda sonrió, seguía ignorando a Jenna.
—La luna llena es el momento perfecto para los inicios. Muchas civilizaciones
antiguas creían que la luna llena posee magia.
Price sonrió.
—Esa es una gran noche en Savannah. Sacerdotisas vudú, cementerios a
medianoche, todo eso.
—¿En serio crees en esa tontería? —preguntó Austin con una risa nerviosa.
Heather Davis
—Mi madre dijo que es verdad, y no necesito descubrirlo por mí mismo —dijo
Price. Él se arremangó un poco su camisa de rugby y siguió atando las grandes y
sosas alas.
—Necesito hablar contigo —susurró Ariel y me condujo a la mesa de
suministros—. Creo que Price realmente me gusta —dijo ella, tomando más rafia
azul de una caja—. ¿Lo viste llevar mi bandeja a la cocina en el desayuno? ¡Ni
siquiera le pedí que lo hiciera!
—Sí. Es dulce.
—Shelby, no entiendes —dijo Ariel, tomando mí brazo—. Es el primer chico que
me gusta en mucho tiempo.
—¿No tienes novio en la escuela?
Ariel se sonrojó un poco.
—¿En cuál, San Agustín en Zurich, la Preparatoria Fulton en Nueva York o la
Academia Oceanside en el Condado de Orange?
—Eso apesta. Es difícil mantener un novio cuando sigues cambiando de escuela.
122
—Sí, tampoco ayuda si son escuelas para mujeres.
—¡No! —dije, un poco fuerte. Todos me observaron, olvidando por completo su
tonto pájaro de rafia. Muy bien, Shelby.
—¿Problemas? —La doctora Wanda era una de esos adultos que podía acercarse
hacia ti en milisegundos sin hacer sonido alguno.
—Ella está genial. Molesta por sus desastrosas alas —dijo Ariel, mostrando mi
desequilibrada ave la cual, obviamente no era mi mejor trabajo.
—Todos tenemos desastrosas alas. El reto es usarlas para volar —dijo la doctora
Wanda. Me dio un golpecito en uno de mis hombros—. Lo puedes hacer, Shelby.
—Creo que voy a vomitar —dijo Jenna, fingiendo tener arcadas sobre la mesa.
—Oh, sólo haz tu ave —le gruñí.
La doctora Wanda siguió caminando, dejándonos a Ariel y a mí.
—Pobre criatura —dije—. ¿Ningún chico?
Heather Davis
—No —dijo Ariel—. No estoy segura de qué hacer con Price. —Se encontró con mis
ojos por un segundo, parecía un poco avergonzada, y luego empezó a estirar una
de las piernas de su pájaro.
—No harás nada, ¿de acuerdo? —dije—. Es como ser amigos, pero luego, un día,
sabrás si realmente te gusta, y las cosas cambiarán. Sucede por sí sólo.
—Así que, um… —Me sonrió tímidamente—. ¿Qué hago si quiere besarme?
—Si quieres hacerlo, entonces hazlo —dije—. Pero debes estar segura que es real,
Ariel.
Mordiendo su labio, me miró por el espejo.
—¿Es real contigo y Austin? Quiero decir, creo que ustedes son geniales juntos. Él
es apuesto. Tiene talento.
Es un hombre lobo, quise agregar.
—Bueno, él definitivamente es diferente a los otros chicos que conozco —dije. Por
medio segundo consideré escupir mis agallas, pero claro, hubiese sido una idea
terrible.
123
Ella movió su cabeza.
—Austin no es tan diferente. Es sólo el típico hijo de una estrella de rock. Confía en
mí, he conocido algunos.
—Sí, supongo…
—¿Qué está mal? —Ariel sonrió inquieta.
Moví mi cabeza.
—Nada.
Ella suspiró.
—Si estás preocupada por su problema, no te dejes absorber. ¿No es eso lo que dijo
la doctora Wanda ayer en el grupo de chicas? Sólo puedes ser responsable por ti
misma.
Tomé una pieza de rafia verde y lo agregué a mis alas. Pensé sobre todo eso de
querer ayudar que había hecho antes y cómo eso, quizás, era todo sobre tomar la
responsabilidad de otras personas y sus decisiones en lugar de dejarlos manejarlo
solos. ¿Pero qué si la otra persona no tenía opción? ¿Qué si eres la única persona
Heather Davis
que entiende el problema? ¿Qué si esa persona no es siquiera una persona? Era muy
complicado.
—Tiene que enfrentarlo solo —siguió Ariel.
—Sí. —Giré la rafia alrededor del ave y evité mirar hacia Austin. El problema era,
no creía que en realidad necesitara mi ayuda, no había nada que pudiera hacer por
él. Simplemente ya no quería mantener su secreto para si mismo. No quería estar
solo. Lo miré, construía su torcida ave con rafia, convirtiéndola en algo artístico y
hermoso, y sentí su dolor más profundamente que nunca.
—¡Bienvenido a la Noche de Talentos del Campamento Crescent! —La voz del señor
Winters resonó por el gimnasio-granero y la multitud se volvió salvaje. Bueno, tan
salvaje como los campistas que han sufrido otra noche de mala comida podían ser.
—¡Tenemos un gran itinerario, campistas! ¡Malabaristas de luces, un sketch sobre
los consejeros, jeh-jeh, no puedo esperar para ver eso, también una lectura de
poesía y mucho más! ¡Así que empecemos!
Todos ovacionaron de nuevo. De hecho, también aplaudí. Estaba emocionada por
ver a Ariel en el escenario.
124
Luego el señor Winters dijo:
—¡Muy bien, chicos, nuestro primer acto es un número de nuestra propia cantante,
Cynthia Crumb!
La ovación se detuvo. Cynthia trotó hacia el escenario con su guitarra y se acercó al
micrófono. La sala se llenó con el primer acorde de “Beautiful” de Christina
Aguilera.
—¿Dónde está tu chico? —preguntó Jenna, quien se había sentado junto a mí—.
Oh, ups, ¿te ha dejado plantada o algo así?
La fulminé con la mirada, lo cual se merecía.
—Eres tan mala como Charles. Quizá ustedes chicos deberían salir —dije.
—En realidad, es algo lindo.
No me molesté en indicarle todos los fallos en esa teoría ya que en ese momento
Charles se deslizó en la silla a mi lado. De repente, mi mal humor empeoró.
—Hey —dijo él casualmente.
Heather Davis
En el escenario, Cynthia apagó la última nota de su guitarra y, frunciendo el ceño
por la falta de reacción de la audiencia, se fue a sentar en su silla, lejos del centro
de atención.
El señor Winters aplaudió cortésmente.
—A continuación, una presentación de La Bella y la Bestia.
Las luces del escenario subieron, revelando una pintura en el fondo. De nuevo
estaba atrapada por los colores vívidos y el estilo impresionista del arte de Austin.
Igual que la audiencia, porque un silencio se apoderó del público.
Price se pavoneaba en el escenario. Se había arreglado el cabello como el de una
bestia, complementado con un chaleco de lana marrón, su rostro maquillado con
bigotes y una nariz negra. Un murmullo se extendió por la audiencia. A pesar del
ridículo disfraz, casi parecía lindo.
—¿Quién está ahí? —llamó.
Ariel entró desde la izquierda, con una falda roja y una camisa campesina y llevaba
una canasta.
125
—Es Bella. Tú invitada. ¿Dónde te escondes?
—¡No te me acerques! —dijo Price gruñendo—. No necesitas verme para apreciar
las riquezas de mi castillo. —Él se encogió como para esconderse.
—Eso es ridículo. Muéstrate. Mi padre dijo que eras una bestia, pero… él debe
estar… exagerando bastante.
Price miró a Ariel divertidamente, y noté que ella había olvidado sus líneas. Price
salió de las sombras hacia el foco de luz.
Ariel jadeó.
—No eres un humano en absoluto. ¡Eres una bestia peluda!
—Es verdad. Soy una bestia peluda. Estoy maldito. Debo tener esta forma hasta
encontrar el amor verdadero —dijo Price. Hubo unas cuantas risitas de la
audiencia. Price entrecerró los ojos—. Debes permanecer aquí por una quincena.
Hasta entonces serás libre de volver con tú familia. Sé que no soy como los otros
hombres que han buscado tu mano, pero tal vez me podrás amar con el tiempo. —
Price sonó tan sincero que la audiencia dejó de reír.
—¿Cómo puede ser eso? —dijo Ariel, empezando a recordar sus verdaderas
líneas—. Me asustas. Nunca te amaré.
Heather Davis
Hice una mueca. La Bella y la Bestia había sido una mala idea. Austin tenía razón al
perderse la obra. Lo último que necesitaba era un recordatorio de lo diferente que
era. Pero yo no era una Bella, ¿cierto? Quiero decir, no temía estar alrededor de
Austin. Me interesaba por él, sin importar la forma que tomara. ¿Cierto?
Al segundo que la escena había terminado, me escapé de ahí. Tenía que encontrarlo.
Quería estar con él, sacar lo mejor del tiempo que teníamos, o hacer un último
esfuerzo para obtener ese suero. No quería estar en el campamento sin él. Y estaba
bastante segura que no era saltar tras alguien cuando ya tenías los dos pies en la
piscina.
La casi luna llena colgaba sobre el Campamento Crescent como un foco, dándole a
todo un brillo azul plateado y provocando sombras oscuras y profundas. Luz y
oscuridad, andaban juntas, incluso cuando iba hacia los delgados árboles de
apariencia horripilante. Y tal vez así es como las personas eran, también. Sólo que a
veces las sombras parecían muy profundas para que la luz se notase.
Después de buscar en el camino hacia la cabaña, las canchas de voleibol y los
pasillos traseros de la cocina, encontré a Austin sentado bajo un árbol cerca de la
enfermería.
126
Él miró hacia arriba mientras me acercaba por el camino.
—¿Cómo estuvo el teatro aficionado?
Le di una sonrisa.
—Bestial.
Se estiró y me jaló para sentarme junto a él.
—Perdona mi rudeza —dijo él—. No quería hacerte sufrir la Noche de Talentos
sola. Decidí echarle un último vistazo a la oficina de Winters.
Me incliné contra el tronco del árbol y entrelacé mis dedos en el césped alrededor.
—No te perdiste mucho. Honestamente, sin el candelabro cantante, la obra no
estaba tan caliente. —No se rió por mi tonta broma—. No hubo suerte con la oficina
del señor Winters, ¿huh? —pregunté.
Él movió su cabeza y metió sus manos en los bolsillos de su abrigo negro.
—Está claro que no me puedo quedar aquí. —El dolor atenazaba su voz—. Debo
irme.
—No quiero que te vayas —dije suavemente.
Heather Davis
—¿Por qué?
—¿Me harás decirlo?
—Por todos los medios —dijo, un pequeño brillo en sus ojos cafés.
—A mí más o menos, ya sabes… me gustas.
—También me gustas —dijo Austin. Se acercó a mí, los centímetros entre nosotros
se transformaron en milímetros, hasta que él estaba…
Sentía un hormigueo por el miedo, me aparté, mis labios casi calientes por el casi
beso.
Austin frunció el ceño.
—No te morderé. Confía en mí.
Eso me influyó valor. Quería besarlo, pero no podía. Austin era peligroso, y no sólo
en la categoría de animal salvaje. Si le permitía que me gustase, que me besara,
¿quién sabría qué estupidez haría por él? Qué riesgo tomaría para meterme en
futuros problemas, cuando todo lo que necesitaba hacer era cumplir mi tiempo en
el Campamento Crescent. Y mantenerme fuera de problemas. Difícilmente me 127
estaba aferrando a ese plan con todos estos paseos en la oscuridad. Esto no era
bueno.
—Confío en ti —dije, moviendo mi rostro hacia las sombras así no vería la mentira
en mi expresión.
—Eso es basura —dijo Austin—. He confiado en ti con mi vida, mi secreto. ¿Por qué
no confías en mí? —Su mirada se unió a la mía firmemente, y sentí esa debilidad en
mí crecer de nuevo. La debilidad por chicos con encantadoras sonrisas, quienes
amaban acompañarme por el camino equivocado mientras pretendían que eran el
correcto.
—He tenido muchas de estas charlas de “confía en mí” en mi vida —dije—. No
confío en ti. No confío en nadie. Ni siquiera confío en mí. —Ooh, eso era extraño
decirlo en voz alta. Me pregunté de dónde venía eso, pero de alguna manera en el
fondo supe que era verdad.
—A veces tienes que tomar un salto de fe. Eso es la vida. Es una serie de saltos.
—No le tengo miedo a eso.
—Pero me tienes miedo a mí. Tienes miedo de besarme. —Él alcanzó mi mano—.
La vida es muy corta para temer confiar en las personas a las que les importas.
Heather Davis
Tenía miedo. Jillian Montrose seguía en el fondo de mi mente. ¿Austin me había
dicho toda la verdad? No había forma de saberlo.
La confusión y calidez parecían irradiar de mi cuerpo mientras él me rodeaba con
sus brazos, acercándome. Descansé mi cabeza en su hombro, absorbiendo el
especiado aroma de su jabón y piel. Él seguía oliendo casi como malvaviscos. Estaba
segura de que ningún asesino olía así. Suspiré contra su cuello.
—Ahora, si fueras un sangriento vampiro, se acabaría para mí —murmuró,
besando la parte superior de mi cabeza.
Suspiré y presioné mis labios contra su piel, sintiendo su palpitante pulso por
debajo. Mi boca hormigueó con calidez. Quería besarlo, pero eso sería…
—Una mala idea —dije, alejándome de Austin—. Esto es una mala, mala idea.
—No huyas de mí. No quiero que nuestra última noche juntos termine así.
—No tiene que ser nuestra última noche juntos.
La voz de Austin se suavizó.
—Es lo único que puedo hacer para proteger a todos y a mí mismo. Estaré 128
perfectamente en casa en el bosque. Es el mejor lugar para mí.
—Pero… —Casi dije, ¿qué hay de mí? En serio. En realidad pensé en mí misma y
en cómo me sentiría si Austin se fuera para siempre.
Él parecía sentirlo porque dijo:
—Puedes acompañarme a la cerca mañana después del almuerzo, cuando se supone
debemos estar en artes y manualidades. La otra noche encontré un hoyo lo
suficiente grande como para pasar. Es el último recurso, pero temo que tengo que
tomarlo.
—¿Te das cuenta de que no puedo volver a salvarte? Si te pierdes en el bosque esta
vez estarás por propia cuenta.
—Difícilmente me salvaste la última vez —dijo con una sonrisa—. No te preocupes,
tomé un mapa de Charles. Lo tenía escondido en la funda de su almohada. Cambiaré
en la noche, pero me puedo recuperar y escalar durante el día. En cuanto alcance
el pueblo más cercano, la luna llena habrá acabado, y seré un tipo regular de nuevo.
—¿Qué si ellos van a buscarte?
Heather Davis
—Oh, estoy seguro de que lo harán, pero sabes que intentan mantener las cosas en
secreto aquí, serán Winters y Sven, cuanto mucho, difícilmente una amenaza. Los
oleré acercarse a mí y escalaré en una dirección diferente.
—¿Cuándo llegues a un pueblo? ¿Luego qué? —pregunté, ese sentimiento vacío
empezando de nuevo.
—En el pueblo haré una llamada por cobrar al químico en Londres, haré que me
mande dinero y mi suero mientras paso el rato en el hotel local.
Sonaba como un plan terrible. Él estaba huyendo. Del campamento. De mí. Sentía
las lágrimas aparecer.
—Tengo que irme.
—Shelby —dijo Austin, tomando mi mano otra vez—. Si las cosas fueran diferentes,
si pudiera quedarme…
—Lo sé. La vida apesta —dije fríamente.
—No olvides encontrarte conmigo mañana —susurró Austin.
—Sí. 129
Me levanté y caminé por el camino sola. Estar sola no era nada nuevo para mí. Y
sabía que no era nada nuevo para Austin, tampoco. Es sólo que no esperaba que
doliera tanto.
Heather Davis

Traducido por Lena Holoway

Corregido por Didy

uando llegué al grupo de chicas la mañana siguiente, la mayoría de las


chicas ya estaban allí y la doctora Wanda estaba hojeando a través de unos
papeles en su improvisado escritorio en la esquina, sin duda preparándose
para dirigir otra brillante discusión.
Ariel palmeó el asiento junto a ella.
—Te perdiste el desayuno —dijo.
—Me sentí enferma cuando me desperté —expliqué. Dejé fuera la parte sobre no
130
querer levantarme de la cama, no querer que este día comenzara porque era mi
último día con Austin. En realidad, la última mañana con él, ya que se largaría
después del almuerzo. ¿Quién sabía si alguna vez lo volvería a ver? Una vez que
estuviera suelto en los bosques, estaba fuera de mi vida, probablemente para
siempre. Eso me ponía increíblemente triste.
—Hoy estaremos escribiendo cartas a casa para expresar todo lo que aprendimos
aquí en el campamento. Quiero que escojan a la persona con la que menos se
comunican en su familia para recibir la carta.
Gemidos sonaron alrededor del círculo.
La doctora Wanda levantó una mano como si estuviera repeliendo los comentarios
negativos.
—Quiero que escriban esa carta como si mañana murieran. Díganle a esa persona
todo lo que siempre han querido decir.
Alcé mi mano.
—¿Cómo se supone que elegiremos a la persona?
Heather Davis
—Elijan a la persona a la que no pueden hablar —dijo Jenna, colapsándolo como
si lo hubiera hecho cientos de veces en cientos de otros campamentos para
malcriados—. El que realmente necesita escucharte.
—Está bien, ¿entonces qué si no hablas con nadie en tu familia? —dijo Ariel.
La doctora Wanda dejó salir un suspiro exasperado.
—Elijan a un miembro de la familia con quién les gustaría comunicarse mejor.
Alcé mi mano de nuevo y dije:
—¿Qué si tú…?
—¡Sólo elijan a alguien! —dijo la doctora Wanda, perdiendo completamente su
calma—. Lo siento —añadió luego de notar nuestros rostros conmocionados—. Esta
semana en el campamento siempre es dura. ¿Alguien quiere hablar sobre sus
sentimientos?
—Me sentí herida cuando nos gritaste. —Sue, una chica grande, dijo.
La doctora Wanda frunció el ceño.
131
—No, me refiero…
—Me sentí traicionada —dijo Callie, la rubia chica delgada de mi cabaña.
—En verdad heriste mis sentimientos —se quejó Sue.
La doctora Wanda corrió una mano a través de sus rizados mechones negros,
tratando de alisarlos, cuando era obvio que sólo un acondicionador sin enjuague
tendría cualquier clase de efecto positivo.
—Chicas, estoy orgullosa de que estén desarrollando el vocabulario emocional que
hemos estado trabajando. —Tomó un respiro—. ¿Nos concentraremos en escribir
esas cartas ahora?
Todos se callaron después de eso y se pusieron a trabajar, escribiendo en las hojas
de papel del cuaderno barato que Wanda pasó.
—¿A quién debería escribir? —susurré a Ariel.
—¿Cómo voy a saberlo? —susurró de vuelta.
—¡Shh! —dijo Jenna, lágrimas rodando por sus delgadas mejillas—. Estoy
intentando escribir aquí.
Heather Davis
La miré boquiabierta. Ella había pasado de helada a sollozar en, como, dos minutos.
Está bien…
—¿A quién le escribes tú? —dije, inclinándome hacia Ariel de nuevo.
—Mi madre —dijo—. Ella vive en Park Avenue con su nuevo novio, Kip Kensington.
Es ese bobo de ese estúpido programa de juegos. Hace a Alex Trebek verse semental
—agregó con un encogimiento de hombros—. Sólo elige a tu mamá. Será fácil.
Desde mi conversación con Austin la otra noche, en realidad había estado pensando
en mi mamá.
Dejando de lado toda la basura de terapia y las cuestiones de hombre lobo, este
campamento hubiera sido un lugar que mi mamá habría amado. Incluso cuando
había estado muy enferma de la quimioterapia. Mamá solía tener a papá
ayudándola a ir hacia el banquillo de nuestro patio trasero para poder mirar el
atardecer. Realmente le gustaban las cosas de la naturaleza.
—¿Estás bien? —Ariel estaba mirándome porque obviamente estaba en otra parte
pensando en mamá.
—Si, um, la cosa es… mi mamá está muerta —dije despacio, así sólo Ariel podía 132
escuchar.
Se sentía extraño decirle eso. Esperaba totalmente ver lástima en sus ojos, pero
cuando Ariel me miró sólo había bondad.
—Eso apesta —dijo—. Eso realmente, realmente apesta.
—Sí.
—Debiste habérmelo dicho. Digo, todas esas cosas que dije sobre la madre de Austin
—dijo gentilmente—. Si hubiera sabido...
Me las arreglé con una pequeña sonrisa porque no quería que se sienta como
mierda o algo así.
—Está bien. De verdad.
Ariel asintió, luego echó un vistazo a su papel.
—Así que, um, ¿qué sobre tu madrastra?
—Ugh. Priscilla, alias, Pan de Miel.
—Escríbele. —Apuntó a la doctora Wanda, lentamente moviéndose de chica a chica
alrededor del círculo hacia nosotras—. Sólo elige a alguien.
Heather Davis
—Está bien, está bien. —Entonces escribí la fecha en la parte superior de mi papel
y luego garabateé en lo márgenes, simulando escribir, pero en verdad pensé sobre
cómo estaba aliviada de que Ariel no hiciera un gran tema de mi mamá. Por alguna
razón se sentía bien que ella supiera. Y Austin sabía. Ninguno de los dos me ahogó
en compasión.
—Aún podrías escribirle a tu mamá —dijo Ariel, mirando arriba de su página a
medio terminar—. Eso sería un poco genial, ¿sabes?
—Sí, tal vez —dije. Luego vi cómo ella tenía razón completamente. Escribirle a mi
mamá, a pesar de que nunca sería capaz de leer la carta, sería mucho mejor que
escribirle a Priscilla, la única persona a quién nunca hablaba en casa.
Entonces nuevamente…
Hice una pausa, masticando el borrador al final del lápiz. Eso sobre Priscilla estaba
totalmente equivocado; estaba más o menos forzada a hablarle mucho. Ella era la
que criticaba mis ropas a la mañana, demandaba ver mi tarea, me gritaba para que
dejara mi celular y para que bajara a comer mi tan llamada cena.
¿Pero papá? Era casi gracioso como de lejos se sentía la mayor parte del tiempo. Si
no estaba trabajando hasta tarde en su laboratorio, estaba roncando en la habitación 133
familiar en frente de los especiales de Discovery Channel (la mayor parte sobre
serpientes, ¡ugh!). Apenas notaba si me cortaba el cabello, o trataba de esconder
otra perforación, o llevaba esmalte de uñas verdes en honor al Día de San Patricio 14.
Mamá pudo haber muerto, pero papá era la verdadera persona que faltaba en mi
vida.
Repentinamente, el lápiz parecía más pequeño en mi mano, o tal vez lo estaba
sujetando realmente apretado. No sabía si alguna vez le daría alguna vez esta carta,
pero comencé con las palabras “Querido Papá”.
Cuando la doctora Wanda gritó que era hora del almuerzo, miré abajo y mis ojos
casi colgaron fuera de mi cabeza. Había llenado dos páginas. Dos páginas de todas
las cosas que había querido decirle, todas las cosas que pensaba que él debió haber
hecho, todas las cosas que deseé que me hubiera preguntado. No estaba diciéndole
esto a nadie que él haya pagado para que me hablara, se lo estaba diciendo a él.
La doctora Wanda me palmeó en el hombro mientras colocaba abajo mi bolígrafo.

14Día para conmemorar a San Patricio, Santo patrón de Irlanda. Es probablemente el santoral más
ampliamente celebrado en el mundo.
Heather Davis
—Se siente bien sacarlo todo afuera, ¿no es así?
No quería que ella pensara que realmente había hecho algo que había ayudado un
poco, pero tuve que asentir. Se sentía bien. Bueno, raro pero bien. Era como si, por
una vez, yo estaba hablando y nadie estaba interrumpiéndome o haciéndome
estúpidas preguntas. Yo escribiéndolo todo era como si mi papá estuviera
escuchándome. Tal vez si hubiéramos intentado más duro hablar el uno al otro
desde que mamá murió, no hubiera tenido tanto que escribir. En serio.
Tal vez incluso no hubiera estado ahí en ese estúpido campamento en primer lugar.
—¿Quieres que lo envíe por mail por ti? —preguntó la doctora Wanda.
Sacudí mi cabeza.
—Um, me quedaré con ella —dije, doblando la carta en un pequeño cuadrado.
—Eso está perfectamente bien. —La doctora Wanda me dio una cálida sonrisa y
caminó de vuelta a su escritorio con una pila de notas que enviar.
Ariel me dijo una vez que su mamá admitió algo importante en una sesión de
terapia madre e hija: los adultos no siempre hacen todo bien. Así que mi pregunta
134
era, si no siempre tienen razón, ¿entonces cómo podemos ser los que hacen todo
mal?
Tal vez ambos lados tomaban decisiones que no resultaban ser las más inteligentes.
Pero si tienes miedo de cometer errores, no puedes aprender, ¿verdad? Tal vez eso
era donde yo tenía algo que mi papá no. Había tomado algunos riesgos, y
definitivamente había metido la pata. Era algo intrépida en ese departamento. Al
menos lo había sido hasta que llegué al campamento. Había consecuencias aquí,
como Red Canyon, que apestaban totalmente.
Por supuesto, han habido consecuencias en casa, pero las había ignorado. No las
había tomado seriamente. Había roto las reglas sólo porque sí. Y estaba empezando
a pensar que eso no era ser intrépida, era ser estúpida. Digo, ¿cuál había sido el
punto de todo eso? ¿Tener la atención de mi papá? ¿Mostrarle a Priscilla que no
tenía miedo de ella, cuando obviamente no le interesaba lo que yo pensaba? Qué
pérdida de tiempo.
Metí la carta en mi bolsillo y caminé fuera del aula en la deslumbrante luz del día
de verano. No estaba segura si alguna vez enviaría esa nota a Papá, pero sentí como
que algo en mí había cambiado.
Justo después del almuerzo, era tiempo de decir adiós a Austin y regresar a vivir mi
normal vida programada, libre de hombre lobo, así que tomé el camino hacia las
Heather Davis
cabañas como si volviera para hacer algo antes de artes y artesanía. A mitad del
camino allí, me desvié al sendero más pequeño, que guiaba donde se suponía que
me debía encontrar con Austin. El sendero serpenteaba a través de árboles de hojas
perennes, y en la distancia a mi derecha, podía ver la silueta de algunas de las
cabañas. Aspiré la esencia de pino que ningún limpiador de pisos podría copiar
junto con el tibio olor de la tierra de las cosas creciendo. El verano olía tan bien,
incluso en el campamento para malcriados.
Estaba cálido, así que me saqué mi sudadera roja con cremallera y la até alrededor
de mi cintura. Mientras me movía más lejos en el bosque, el sendero se cortaba a la
izquierda a través de helechos, arándanos, y filas de abetos achaparrados. Batallé a
través de la vegetación, mis piernas desnudas tomando una justa parte de arañazos.
Al final el camino se hizo realmente estrecho, como si un animal lo hubiera hecho.
De pie en un claro a más de dieciocho metros adelante estaba Austin.
—Brillante —dijo, sonriendo ampliamente. Sus ojos marrones ámbar se veían
asombrosos, pero hoy reflejaban pedazos del verde bosque alrededor de nosotros.
Tomé una fotografía mental en caso de que nunca más lo volviese a ver.
—No habrás pensado que te dejaría colgado —dije.
135
—Esperaba que no lo hicieras. No estaba seguro.
Tragué el sentimiento nervioso en mi garganta y dije:
—Um, sé que te gusta la carne, pero aquí hay algo de goma de mascar que obtuve
de Price, y aquí hay dos galletas de avena que rescaté del almuerzo. Me imaginé que
podrías tener hambre, tú sabes, antes de que la luna brille.
Austin tomó mis regalos, viéndose felizmente sorprendido.
Saqué un pedazo de papel de mi bolsillo y la metí en su mano libre.
—Así que… aquí está mi número por si quieres llamarme.
Me miró fijamente, sin moverse. No podía leer la emoción en su rostro, pero medio
se veía como completa sorpresa y horror.
Oh, hombre. Era una total babosa, era oficial. La manera más absolutamente no-
genial de decir adiós por siempre.
¿Darle mi número de celular a un hombre lobo? Locura total.
Austin dobló el pequeño papel en su mano.
—Te llamaré al final de verano. Lo prometo.
Heather Davis
Asentí. Ahora que me sentía como una idiota, quería que Austin, como que,
corriera.
—Está bien, así que buena suerte.
—Espera. Ese no es un apropiado adiós —dijo Austin, cepillando sus flequillos fuera
de sus ojos—. Ven aquí, tú. —Me atrapó por la mano, atrayéndome hacia él.
Está bien, así que tal vez no era una idiota o una babosa. Lamí mi labio inferior,
deseando de verdad tener algo de brillo de labios porque Austin iba a besarme, y
besarme bien. Estaría todo bien porque era un beso de despedida, me dije a mi
misma. Era totalmente seguro.
Por un momento se quedó allí, mirándome.
—Gracias —dijo finalmente, su estruendosa voz baja y su acento haciendo esa
simple palabra sonar como música.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Era desconcertante mirar en los ojos de
Austin. Era más que un chico, era también una hermosa y peligrosa criatura.
—De nada. —Logré decir—. Sólo estaba haciendo lo que esperaría que alguien
136
haga por mí en esa clase de situación, ¿sabes?
Él inclinó su cabeza más cerca. El calor de su aliento emplumaba contra mi mejilla.
Lamí mis labios de nuevo y traté de permanecer calmada. Y de pie. Traté de
permanecer de pie. La sensación de desvanecimiento en mis piernas se estaba
poniendo peor, y ahí no había un tronco de árbol a la vista en el cual apoyarse.
Había estado esperando por este beso y había estado aterrorizada de él al mismo
tiempo. Y ahora estaba aquí.
—Eres hermosa —dijo Austin—. Nunca tuve la oportunidad de decirte eso.
—Oh. —Mis piernas se encorvaron un poco. ¡Alerta de desvanecimiento!—. Um,
gracias.
—No, gracias a ti. Por todo. —Se movió para besarme, pero se detuvo a mitad de
camino a mis labios. Alzó su cabeza, olfateando el aire.
Había tenido chicos haciendo un montón de cosas extrañas en el medio de sus
intentos de besarme, atender sus celulares, saludar a sus amigos, incluso tomar un
mordisco de una hamburguesa doble, ¿pero olfatear? ¿Era yo? Oh, no. ¿Había
picado mi camiseta o algo? Incliné mi cabeza para olerme sin que él lo notara.
Menos mal. Estaba bien.
—Um, ¿Austin?
Heather Davis
Se dio la vuelta en el sendero.
—Shelby, tenemos que escondernos. Alguien está viniendo. —Olfateó el aire de
nuevo—. Maldito Charles.
—Correré de vuelta por el sendero.
—No, es mejor si no te ve. No hay razón para ponerte en peligro.
Austin se preocupaba por mí. Lindo.
—Buen punto —dije.
—Vamos, hay árboles por aquí. —Austin me empujó por el sendero. La alambrada
se alzaba más de dieciocho metros delante de nosotros. Alambre suelto se enroscaba
fuera de los postes de soporte, haciendo un hoyo lo suficientemente grande para
que Austin pudiera colarse.
Pero tenía que esconderme. Los únicos árboles que vi frente a la alambrada eran
arbustos. No esconderían un gnomo de jardín.
—Pensé que dijiste que habían árboles.
137
Austin me hizo callar.
—Se está moviendo más rápido. Lo escucho acercándose. Me tengo que ir. —
Despegó el alambrado y se agachó a través de él.
—Um, um —dije, mirando alrededor con un poco de pánico. ¡Mierda! ¿Qué se
suponía que debía hacer, correr? Consideré esos árboles para gnomos, pero ellos
simplemente no iban a servir.
—No tienes tiempo —dijo Austin.
—¡Bien! Me esconderé por allí. —Había algunos árboles de tronco grueso en el otro
lado de la alambrada. Me arriesgaría con ellos, luego me escabulliría otra vez
dentro.
Austin me ayudó a pasar y luego enrolló el metal detrás, así se veía como si estuviera
todo en una pieza.
Entonces agarró mi mano y me empujó hacia los árboles. Una vez que habíamos
escogido un enorme, frondoso aliso, Austin señaló de vuelta al sendero.
Pisadas fuertes como un caballo, Charles brincaba hacia nosotros.
—Sé que están ahí fuera, tortolitos.
Heather Davis
—Que idiota —murmuró Austin.
—Shh. —Abracé el árbol, muy consciente del cuerpo de Austin junto al mío, su
aliento en mi mejilla.
—Una vez que pases el alambrado se acabó, Shelby —se burló Charles, abriéndose
paso a través de los arbustos—. ¿Quieres terminar peor que Jillian Montrose?
La mandíbula de Austin se apretó. Se veía listo para salir y abofetear a Charles.
—No caigas en eso —susurré.
—¿O tal vez ya estás en el otro lado del alambrado? ¿Has hecho una brecha para
eso? Bueno, un ataque en los bosques haría una gran historia. Si sobrevives, podría
conseguirte la portada de Celebridades Expuestas y una entrevista de confesión. —
Charles se movió más cerca al alambrado, viéndose como si estuviera a punto de
desplegarlo y atravesarlo él mismo, cuando ecos sonaron a través de los bosques,
tintineo de metal y alguien arrastrándose a través de la espesa maleza.
—¡Charles! ¡Así que Cynthia tenía razón! —La atronadora voz de señor Winters
llamó—. Te vio merodeando alrededor del comienzo del sendero.
138
—Maldita sea. —Austin dijo bajo su aliento.
—Shh —dije. Necesitaba que el señor Winters se fuera, así podría colarme de vuelta
en el sendero.
Austin asintió, empujándome más cerca de él contra el tronco del árbol. Conté hasta
diez mientras Charles y el señor Winters discutían, conteniendo mi respiración. La
última cosa que necesitábamos era que nos vieran.
—Ahí hay una brecha en el alambrado —decía el señor Winters—. Pero no veo a
nadie más que a ti, Charles. ¿Cómo dijiste que diste con esta brecha en el
alambrado? Estamos claramente fuera del límite del área.
—Le dije —chilló Charles—. Seguí a Austin la otra noche.
Austin se retorció. Coloqué una mano en su brazo para recordarle que aún había
una posibilidad de que nos vieran.
El señor Winters siguió.
—¿Cuándo fuiste a caminar después de apagar las luces? Ese es un día de servicio
comunitario, ¿digamos que pelando patatas para la cocina esta vez?
—Pero Austin estaba…
Heather Davis
—Estaría feliz de hablar con él más tarde, así puede refutar tu historia.
—Pero el alambrado... —dijo Charles en un tono derrotado.
—Eso no es un problema —replicó el señor Winters, seguido por un pesado ruido
de golpeteo—. Vine preparado.
Austin y yo intercambiamos miradas y luego lentamente nos asomamos alrededor
de nuestro tronco de árbol. Oh, mierda. Había una caja de herramientas en el suelo
junto al señor Winters, quien estaba tomando alguna clase de pinza. Miré con
horror mientras torcía firmemente los hilos de metal del alambrado de vuelta
juntos.
—Nadie estará escapando fuera de este hoyo. Nadie —dijo el señor Winters,
gruñendo con esfuerzo—. Sin cortaduras en el alambre, eso es.
—No entiendes —se quejó Charles—. ¡Probablemente sea muy tarde!
—Seguro, hijo. —El señor Winters terminó la reparación y luego dirigió lejos a
Charles, quién estaba intentando argumentar su escapatoria de su deber en la
cocina. Cuando ellos se fueron, corrimos al alambrado.
139
—¡Oh, no! —dije, sacudiendo las conexiones de la cadena.
—No entres en pánico —dijo Austin, comprobando la fuerza de la reparación.
Mientras tanto, recorrí con la mirada la parte superior y me preguntaba cuán
cortadas estarían mis piernas por el alambrado de púas.
—Tal vez podría escalar…
—No puedes hacerlo, Shelby —dijo Austin—. El alambrado es seguro. Estás
atascada.
—Si eso significa que estoy jodida, creo que tienes razón. —Me senté en el suelo,
poniendo mi cabeza entre mis rodillas—. Estoy atrapada en los bosques con un
hombre lobo.
Heather Davis

Traducido por Akira

Corregido por Didy

o te preocupes. Te llevaré de vuelta a través de la cerca. De alguna manera.


Austin se sentó en el suelo a mi lado y pasó un brazo por mis hombros.
Miré hacia él, sorprendida por su toque. Sabía que no debía tener miedo
de él, pero lo tenía. No podía evitarlo ahora que las circunstancias habían
cambiado.
Se aclaró la garganta, haciéndome caer en la cuenta de que lo estaba mirando.
140
—Si vamos a intentar algo será mejor que nos demos prisa —dijo—. Calculé que
tendría unos cuarenta y cinco minutos antes de que realmente me pierda. Contigo
aquí también, tendremos menos tiempo.
—Cuando no me presente a la clase de Artes y Artesanías, Ariel va a enloquecer. —
Salté arriba y sacudí la cerca otra vez. Los cables trenzados no se movieron—.
¡Cerca de mierda!
—Así es. La cerca no va a funcionar, Shelby. Son más de 3 kilómetros hasta la puerta
principal —dijo Austin—. Podríamos tratar de ir allí.
Ahora sí que le di el mal de ojo.
—¿La puerta principal? ¿Así puedo entregarme? Si hago eso realmente estaré
jodida. El plan consistía en decirte adiós, luego correr de nuevo al campamento
antes de que alguien notara mi ausencia. Nada está saliendo de la manera en que lo
había pensado.
Austin se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros.
—No podemos quedarnos aquí hablando durante mucho más tiempo. Tienes que
tomar una decisión. ¿Qué será?
Heather Davis
¿Qué podía hacer yo? Si volvía, estaría en problemas, Winters llamaría a Priscilla y
mi verano habría terminado. Si me quedaba con Austin, sin embargo, había una
posibilidad de que pudiera caminar antes de caer la noche, llegar a un teléfono, y
luego... nada. No tenía nada. ¿Qué haría después de eso? Sería una fugitiva. No es
lo que quería hacer para que mi papá confiara en mí otra vez.
Suspiré.
—Vamos a intentar por la puerta principal. Tal vez pueda deslizarme de nuevo y
pretender tener una conmoción cerebral por una piedra que cayó o algo así.
—Buena idea. —Se quedó allí mirándome con expectación.
Le dí un codazo en el pecho.
—Muy bien, así que muéstrame el camino. Tienes un mapa, ¿verdad?
Se mordió el labio.
—Ah, en realidad, no. Apenas un esbozo de la cerca al camino forestal en mi diario.
Devolví el original a la litera de Charles. Sin sospecha y todo eso. Y en principio,
tenía que devolverlo.
141
Golpeé a Austin en el hombro.
—¡Ay! ¿Por qué demonios fue eso?
—¿Dejaste el mapa real? ¿Qué tipo de fugitivo eres?
—No tenía la intención de volver para dejarte —dijo, frotándose el hombro.
—Bueno, ¿qué camino piensas que nos lleva a la puerta?
—Supongo que por allí —dijo, señalando al azar, o eso me pareció a mí.
Resistiéndome a la tentación de entrar en pánico, caminé con Austin entre los
árboles, manteniendo el alambrado en mi línea de visión. Supuestamente estábamos
caminando en dirección hacia el norte, según la posición del sol. Pero sólo eran las
dos de la tarde, por lo que no era tan fácil de decir. Cuando llegara el atardecer, tal
vez tendríamos una mejor idea de direcciones. Oh, espera. ¿Atardecer? Esperaba
que encontráramos la puerta principal antes de eso.
—Um, ¿a qué hora sale la luna? —pregunté casualmente.
Austin hizo un gruñido, probablemente pensando que estaba siendo gracioso.
—No pareces remotamente apetecible.
Heather Davis
—Sólo cuídate —dije con lo que esperaba fuera un tono confiado. Y seguí
caminando, con un ojo puesto en el alambrado distante y uno en Austin, lo que era
muy difícil de hacer sin tropezar—. Esto no está bien —le dije, como si eso ayudara
de alguna manera.
Debajo de nosotros, en un barranco profundo, arbustos, helechos, una colección de
árboles caídos y palos de aspecto afilado, ocultaban un pequeño arroyo. No parecía
haber ningún camino alrededor, y no iba a hacer equilibrio sobre algún tronco
medio podrido para cruzarlo.
—No te preocupes —dijo Austin. Habíamos estado caminando durante tres horas,
de acuerdo a su reloj.
El camino y la puerta no se habían materializado, pero Austin seguía actuando como
si conociera el camino. Se estaba haciendo viejo.
—Hmm... ésto no estaba en el mapa —dijo Austin, rascando su largo flequillo—.
Debimos haber tomado un giro equivocado en alguna parte.
—¿Un giro equivocado? —Me apoyé con una mano en el árbol más cercano—.
Amigo. ¡Tengo que llegar a la puerta! ¡Nadie se va a creer la historia de la
conmoción cerebral si no lo hago ahora! Quiero decir, probablemente pronto van a 142
estar aquí con, sabuesos, o algo para perseguirnos. Estaré yendo a Red Canyon.
—¿Red Canyon?
—¡El infierno de los campamentos para malcriados, Austin! La bruja de mi
madrastra me va a enviar allí en el momento en que se entere de esto.
—Simplemente estabas tratando de ayudarme —dijo Austin—. No tratabas de huir.
Seguramente ella…
—No. Ella no va a ser razonable. La mujer no tiene ni una pizca de razón en su
flaco y estúpido cuerpo.
—Iba a decir, seguro que ella escuchará el lado de tu historia —dijo Austin,
frunciendo el ceño—. Fíjate, yo no soy el enemigo aquí.
Me quedé allí echando humo.
—Ella no me va a escuchar. Nadie nunca lo hace.
Austin suavizó su expresión. Se colgó la mochila del hombro y se sentó en el tronco
más cercano.
—Siento haberte metido en esto.
Heather Davis
Me dejé caer a su lado.
—No me obligaste a atravesar el alambrado, Austin. Fue totalmente mi estúpida
idea.
—Bueno, si yo no hubiera…
—Es mi culpa —le dije. Cerré los ojos y descansé, tratando de olvidar que no tenía
ni idea de lo que íbamos a hacer a continuación. Después de un tiempo, sin
embargo, el sonido burbujeante de un arroyo cercano me dio sed—. ¿Puedo tener
un poco de agua?
—Por supuesto. —Austin alcanzó su bolsa y gimió—. La botella de agua, Shelby. No
la cerraste después de que bebiste.
—Lo hice —dije.
—Al parecer no lo suficiente. —Sacó la botella y la levantó hacia mí para que viera
las gotas correr por los lados.
—Oh, genial —le dije—. Dudo que hayas pensado en traer un filtro de agua
portátil. Vamos a morir de sed aquí.
143
—Espera. Esto es sólo el principio. —Austin puso la botella en el suelo y sacó su
diario de su bolsa.
Gotas negras goteaban de él en la tierra.
—¡No-oo! —grité—. ¿Nunca has oído hablar de tinta a prueba de agua?
Los ojos de Austin se estrecharon.
—No esperaba que nadie pusiera una botella de agua abierta en mi mochila.
Mi cara se puso caliente.
—No estaba abierta. Quiero decir, pensé que había cerrado la botella —le expliqué.
—Yo diría que estaba a medio cerrar. —Dejó el libro reverentemente hacia abajo
en algunos helechos y abrió las páginas.
El daño del agua era bastante grave. Página tras empapada página corría con tinta
de hermosos dibujos de pájaros.
Las imágenes de aves más bellas y borrosas que jamás había visto.
—Austin, son increíbles.
Heather Davis
Se encogió de hombros, pero también parecía contento al mismo tiempo.
—Incluso con la medicación, casi todas las noches antes de la luna llena, no puedo
dormir. Dibujo bajo la luz de las velas para pasar el tiempo. Por suerte, Sven no
encontró las velas y fósforos adicionales escondidos en mis zapatos.
—Oh, mierda. —Señalé hacia abajo apuntando al diario—. ¿El mapa?
Suspirando, Austin volteó hacia una página en la parte posterior del libro. El agua
sólo había estropeado ligeramente el mapa hecho a mano. Desde luego, era hacia la
parte ligeramente estropeada sobre la cual nosotros nos dirigíamos.
—Bueno, no hay barranco —le dije—. Incluso con las manchas, puedo ver eso.
—Sí. Yo diría que estamos perdidos —dijo Austin.
—¿No puedes usar tus sentidos de lobo? Ya sabes, ¿para oler el camino al
campamento o civilización?
—Mis sentidos ayudan, pero no funcionan de esa manera. Si estoy siguiendo a
alguien, busco su olor, pero es necesario un aroma de referencia, un punto de
partida. Tratar de recordar un olor no es tan eficaz.
144
—Y nunca has olido la ciudad a donde vamos —le dije—. Así que no puedes oler
eso.
—¿Dónde vamos? ¿Tú vienes conmigo? —dijo Austin, con la voz un poco
preocupada.
—¡Duh! Si no puedo encontrar el campamento, entonces tengo que ir en dirección
al pueblo.
Él dejó escapar un gran suspiro.
—Esto presenta un problema completamente nuevo, ¿no es así?
—¿Qué? He venido hasta aquí contigo, ¿y tú no quieres que vaya a la ciudad
contigo?
Austin apartó un trozo de corteza de la rodilla de sus vaqueros.
—No es eso.
—¿Entonces qué? —dije, enojándome más al segundo.
—Es sólo que…
Heather Davis
—¡Santa mierda! Te preocupa que te conviertas en lobo y me ataques.
—No. —Austin dejó escapar un suspiro largo y profundo—. En realidad, estoy más
preocupado por asustarte que cualquier otra cosa. —Él abrió la boca y señaló sus
dientes. Sus caninos parecían más blancos y más grandes.
Lo miré boquiabierta, sin saber qué decir.
Cerró la boca, pareciendo avergonzado.
—Es un precursor del cambio natural lunar para algunos de nosotros. El resto de la
transformación se produce rápidamente.
—No voy a enloquecer —dije, esperando sonar tranquilizadora.
—No lo sabes —dijo Austin.
—Y, bueno, al menos no estamos de vuelta en el campamento quemando esas
estúpidas aves de rafia con la doctora Wanda.
Él esbozó una sonrisa débil.
—No vienes conmigo, Shelby. 145
—Mira —le dije—. Vamos a encontrar una marmota traviesa que realmente se
merezca una muerte horrible. Obtendrás una merienda, y todo será oro.
Traté de reír, pero me salió todo un histérico sonido. Era lamentable estar haciendo
bromas.
Y la expresión muerta y seria de Austin me hizo comprender que mirar el lado
brillante no iba a salvarme si me encontraba cara a cara con un lobo hambriento.
Horas más tarde, los naranjas y rojos del atardecer proyectaba un resplandor en los
árboles y las rocas que nos rodeaban. Era precioso a excepción de la luna creciente
pálida como un fantasma blanco azulado en el otro lado del horizonte.
Habíamos estado caminando en lo que me pareció una dirección al azar, y mi
paciencia se había ido casi por completo. Estaba cansada, hambrienta y preocupada.
Por alrededor de la millonésima vez, hicimos una pausa para que Austin pudiera
entrecerrar los ojos hacia abajo en el mapa borroso.
Esta vez levantó la vista sonriendo.
—Esa debe ser la colina. Deberías encontrar la entrada al campamento del otro
lado.
Heather Davis
Aplaudí.
—Genial. ¿Está seguro?
—Sí. De acuerdo con lo que queda de mi mapa, no está lejos. —Se pasó una mano
por el flequillo largo, alisándolo hacia atrás de las orejas. Su pelo brillaba en contra
de la puesta de sol, haciéndome pensar en el momento que lo vi junto al río, una
parte de todo el entorno natural. Cuánta razón tuve. Realmente era más que guapo,
era hermoso.
—¿Qué? ¿Un mosquito? —dijo, golpeando sus mejillas.
Sonreí.
—No, no. Sólo estoy, um, pensando en el primer día.
—Quieres decir en la semana pasada.
Traté de concentrarme en él sin perderme en sus ojos color ámbar, que estaban, en
ese momento, ardiendo con todos los colores del cielo.
—Parece que fue hace una eternidad, ¿no es así?
146
Él asintió con la cabeza, y de alguna manera allí estábamos, mirándonos a los ojos
del otro. Tenía una sensación de hundimiento divertido en mi vientre. No del tipo
que ocurre cuando estás desilusionado o algo así, sino ese tipo de sentimiento como
cuando te vas a caer rápidamente en un ascensor.
Austin se aclaró la garganta todo nervioso y luego dijo:
—Parece una eternidad.
Sus pestañas revolotearon por un momento, y mi mente recordó lo que había dicho
en el alambrado sobre mí, que yo era hermosa.
Casi me lo creía, la forma en que me miraba.
—Así que... bien. ¡Adelante! —dijo—. Tienes mis velas y fósforos por si los necesitas.
Siento no tener una antorcha para ti. Siempre que puedas, sigue caminando con la
puesta de sol sobre el lado izquierdo.
—Duh, te refieres al norte —dije, sacudiendo la cabeza—. No te preocupes. Soy
excelente en el bosque —le dije.
—No tengo ninguna duda.
Heather Davis
—¿Y estás seguro de que no me vas a perseguir para darte un festín con mi cadáver
ensangrentado? —dije con una sonrisa débil.
—Confía en mí.
Oh, esas palabras resonaron en mi cerebro durante un minuto. Confía en mí, la raíz
de todo mal chico.
—Eso no funcionó para Caperucita Roja —dije.
—¿Me veo como el lobo feroz? —dijo Austin con una sonrisa lenta.
—Todavía no, pero no hay exactamente un leñador para salvarme, de todos modos.
Hizo una pausa.
—No dejarías que otras personas te salven, Shelby. Incluso yo lo veo.
Hmm. Me tenía allí. ¿Significaba eso que él pensaba que yo era, como, valiente?
Tanto él como el señor Winters habían dicho cosas sobre eso. Siempre había
pensado en mi misma como algo audaz, pero de una manera imprudente, ¿sabes?
Valiente y audaz, totalmente, no es lo mismo. Valiente es como ser audaz por una
razón real. 147
—No quiero dejarte —dije, metiendo las manos en los bolsillos de mi sudadera.
—Shelby, sé realista. Aquí es donde nos separamos. Sube por ese camino allí, el
rocoso que corta a través de esos árboles delgados en la parte superior de la colina.
Como has dicho, voy a estar bien.
Me encogí de hombros como si no fuera gran cosa, pero estaba preocupada por él.
Había estado preocupada por él desde el principio.
Austin me envolvió con sus brazos y me abrazó con fuerza. Todas las chispas en mi
interior colapsaron, y sentí una miedosa pero segura sensación. ¿Cómo me podía
sentir tan segura con alguien que era tan peligroso? ¿Qué estaba mal conmigo?
Besó la parte superior de mi cabeza.
—Voy a estar en contacto de nuevo, lo prometo. No te olvidaré. —Aflojó su abrazo
y utilizó una mano para levantar mi barbilla, para mirarnos a los ojos—. En camino
directo al campamento, ahora. No mires atrás.
Y ahí estaba. El momento que había estado temiendo y esperando, todo en uno.
Nuestro primer y probablemente último beso.
Una mirada triste se hizo cargo de sus ojos.
Heather Davis
—Sé que tienes miedo, así que voy a... —dijo, bajando sus labios.
Y después pasando por mi mejilla. Sus labios estaban calientes como una marca, y
por un momento sentí mis rodillas debilitarse.
Pero entonces sentí que algo me raspó la mejilla. Uno de los afilados dientes de
Austin.
Me aparté de él, sabiendo que era hora de irme.

148
Heather Davis

Traducido por lavii

Corregido por LadyPandora

ólo había subido un poco la colina cuando tuve el irresistible impulso de


mirar hacia atrás. Sólo para asegurarme de que Austin estaba junto al árbol
mientras pudiera seguir distinguiéndolo a lo lejos. La luna, tan pálida que casi
era translúcida, se cernía sobre las copas de los árboles cerca de donde
estábamos. Estaba llena y enorme. Me estremecí ante la vista.
Entonces vi a Austin en medio del claro, al lado de los árboles, iluminado por los
rescoldos del atardecer. Había girado hacia un lado, con el rostro levantado hacia
la luna creciente. Era como si estuviera atrapado entre el día y la noche, entre ser 149
un lobo y un chico normal.
No pensé que pudiera verme, pero de todas maneras me agaché detrás de una gran
roca, mirándolo. Llámalo curiosidad estúpida o lo que sea, pero quería verlo
cambiar.
¡Ah-uuuuuuuuhh! Un aullido sacudió el pequeño valle, resonando tanto que al
principio no estuve segura de dónde provenía.
¡Ah-uuuuuuuuhh! Me di cuenta de que este alarido venía de Austin porque su
espalda se arqueó con esfuerzo y entonces su cuerpo se derrumbó en el pasto alto.
Jadeé, preocupada por lo que le estaba pasando, pero no estaba motivada en
absoluto a correr hacia abajo y comprobarlo. De hecho, no estaba motivada a
moverme ni un centímetro de detrás de la roca. Como si estuvieran de acuerdo con
la idea de no moverme, mis pies se sentían tan pesados como pesas.
¡Ah-uuuuuuuuhh! Otro aullido sonó, esta vez más agudo y misterioso. El pasto alto
onduló donde Austin había caído. Hubo un destello de piel, su brazo quizás. Luego
el azul de sus pantalones vaqueros salió disparado, como si hubieran sido arrojados.
Otro aullido se alzó, seguido por algunos gruñidos.
Heather Davis
Oh-oh. Me obligué a soltar la respiración que había estado conteniendo. Todo esto
era real. Él realmente estaba cambiando en algo. Era tiempo de empezar a caminar,
como, muy, muy rápido, pero era muy difícil alejarme de la increíble escena que
tenía delante.
Justo en ese momento algo marrón oscuro se levantó del pasto.
—Mierda —murmuré, frotándome los ojos.
Orejas, orejas de lobo. Luego una cabeza. Una cabeza canina que apuntaba en
dirección a la colina. Mi dirección.
Mi corazón martillaba en mi pecho, y no de una buena manera. Austin me había
visto. Es decir, el lobo me había visto, porque eso es lo que ahora era, acechando
por el pasto alto. Un hermoso lobo marrón oscuro y negro del tamaño de un Gran
Danés.
Me apresuré a levantarme y después, en un intento de combinar el correr por mi
vida y escalar, tropecé con mis propios pies. Me sacudí el polvo y corrí, mirando
hacia atrás una vez más.
El lobo se había ido. Se había ido de mi vista, de todos modos. Pero no podía estar 150
segura de que no estuviese subiendo por la colina en este mismo instante. Comencé
a correr rápidamente por los árboles, sin importarme que la noche estuviera
sofocando al bosque como una manta azul oscuro.
Realmente esperaba que Austin hubiera estado en lo cierto acerca de que la colina
conducía al Campamento Crescent. De lo contrario… bueno, ni siquiera quería
pensar en lo contrario.
La vela hacía de un súper linterna de mierda. Ya estaba por la tercera y tenía al
menos diez quemaduras de cera en mi mano para demostrarlo. Cerca de la cima de
la colina que supuestamente llevaba al campamento, sostuve el trozo de la actual
vela frente a mí y seguí impulsándome a través de los densos árboles de hoja
perenne. Hasta ahora, había permanecido bastante tranquila, considerándolo, pero
cuando una brisa agitó los árboles que estaban junto a mí casi sufrí un ataque al
corazón.
Relájate, me dije. Puedes hacer esto. Con mi mano libre, me coloqué mejor la
camiseta y caminé, concentrándome en el camino delante. Al final había un claro
entre los árboles y me quedé en la parte superior de un largo y sinuoso sendero que
llevaba abajo. La luz de la luna brillaba en el camino, el cual parecía de tierra
compactada, un cambio bienvenido después del desorden rocoso que llevaba a la
Heather Davis
cima de la colina. Ves, yo sabía que podías, se regodeó mi mente. Ya casi llegas.
Sintiéndome un poco más segura, caminé por el sendero.
¡Grrrrrrr-rrrr! Un gruñido sonó, seguido por una especie de aullido.
Todos los pelos de mi cuerpo se erizaron. Oh, mierda. Austin estaba viniendo tras
mí.
Giré lentamente, casi con miedo de mirar. Los arbustos detrás de mí se balanceaban
suavemente. Pero no lo suficiente para hacerme creer que había algo allí. Exhalé y
me di la vuelta, dando un paso.
¡Ah-uuuuuuuuhh! Mis pelos se pusieron de punta otra vez. ¿Austin? Me congelé,
escuchando mientras el eco del aullido moría.
Entonces, de mala gana, miré por encima de mi hombro. Los arbustos se movieron
de nuevo, luego se detuvieron.
Sentí una brisa en mi mejilla. Sólo una brisa. Me puse la capucha de mi sudadera
roja. Luego, diciéndome otra vez que me tranquilizara, comencé a bajar por el
sendero.
151
Probablemente media hora después, llegando al final de la colina, esperé encontrar
la mágica entrada al Campamento Crescent. Según lo que Austin había descrito, se
suponía que debía estar justo allí. En cambio, me encontré con otro estúpido
barranco.
Lo mejor que pude distinguir con mi insignificante vela y los rayos de luz de la luna
fue que debajo de mí había un barranco que cortaba el maldito bosque, con otro
arroyo para mi alegría. Empecé a descender por el lado escarpado del barranco,
aferrándome a raíces y rocas grandes. Estaba a unos seis metros de profundidad
cuando lo escuché.
¡Grrrrrrr-rrrr!
Mis folículos pilosos, por supuesto, se erizaron. Y mis pies resbalaron un poco en la
tierra suelta del barranco. Caí unos metros más abajo.
Un chillido rasgó la oscuridad. Me precipité a bajar el barranco, sabiendo que no
había tiempo para subir a la cornisa donde había estado parada un momento atrás.
Mientras enredaderas espinosas desgarraban mis piernas en el camino hacia abajo,
maldije los pantalones muy cortos que estaba llevando. Finalmente, aterricé en el
suelo, mi pie salpicando en el arroyo.
Heather Davis
El chillido sonó nuevamente, produciéndome piel de gallina. Los hombres lobos no
eran realmente lobos, pensé, mirando a la cornisa. Eran un nuevo tipo de bestia
escalofriante.
Las rocas eran resbaladizas y difíciles de ver, ya que mi vela apenas aguantaba y los
rayos de la luna difícilmente llegaban hasta este barranco. Mis zapatillas estaban
empapadas cuando llegué a la otra orilla del arroyo.
Mirando sobre mi hombro, no vi nada acercándose, pero de nuevo escuché un
aullido, como coyotes ladrando o algo así. Me estremecí, haciéndome camino a
través del pasto y arbustos hasta llegar al otro lado del barranco. Era tan empinado
como había sido el otro, así que estiré mi mano libre hacia la raíz expuesta más
cercana y tiré de mí hacia arriba. Excavé la tierra con mis pies, tratando de hacer
pequeños huecos, pero prácticamente sólo aflojaba el suelo y las rocas.
¡Grrrrrrr-rrrr!
Mierda. Eso sonó como si viniera de detrás de mí. Escarbé la tierra con mi mano
libre hasta que tuve un buen agarre y me forcé a subir unos cuantos metros. A
continuación, finalmente, mis pies encontraron un buen lugar.
Cuando subí de nuevo, estaba más alto, casi a mitad de camino. 152
¡Grrrrrrr-rrrr!
Miré por encima de mi hombro y vi algo oscuro merodeando entre los arbustos
como si estuviera acechándome. De repente pensé en cómo debía verme, yo, en una
sudadera con capucha. Siendo seguida por un lobo feroz. Qué agradable.
—¡Lo sabía! ¡Mira que lo sabía! —No pude evitar gritar porque me molestaba que
estuviera a punto de ser comida por un hombre lobo—. ¡Das asco!
La cosa en los arbustos paró.
Volví a meter las manos en la tierra y tiré de mí unos metros más hacia arriba.
Hombre, o mis brazos eran débiles o mi trasero huesudo era pesado. Al diablo con
la máquina elíptica en la sala de estar de casa, definitivamente iba a conseguirme
un entrenador personal si lograba salir con vida.
La pendiente empezó a ser menos inclinada, lo cual era algo excelente, porque
cuando miré hacia abajo, la bestia de cuatro patas había llegado al arroyo. Estaba
oscuro allí abajo, bueno, estaba oscuro en todas partes. Mi pequeña vela se había
extinguido durante la subida por el acantilado, y de todos modos, no era como si
pudieras usar una estúpida vela parpadeante para iluminar un arroyo. Pero pronto
me di cuenta de que no había lugar a dudas de que la cosa que estaba debajo de mí
Heather Davis
era un lobo, porque pequeños haces de luz de luna cortaron a través del dosel de
ramas, iluminándolo.
—¿Austin? —Me detuve un momento para mirar detenidamente en lo que se había
convertido.
Su cabeza era enorme y hermosa en una forma aterradora. Su lengua colgaba fuera
de unos de los bordes de su amplia boca mientras jadeaba. Brillando de color dorado
en la tenue luz, los ojos de Austin parecían ser la única parte reconocible en él. Era
mucho más grande de lo que había parecido desde la distancia durante el cambio.
Hizo un sonido gutural, mirándome.
Mi sangre se heló en mis venas.
—Lindo perrito —dije. No como si hubiera pensado que iba a funcionar ni nada,
pero estaba a punto de vomitar o hacerme pis, así que tenía que hacer algo.
El lobo entró en el arroyo, su mirada aún en mí.
Oh, mierda. Busqué algún tipo de palo pesado o algo, pero sólo sentí más de las
enredaderas que había usado para ayudarme a escalar. Dándome la vuelta para no
perderlo de vista, agarré las enredaderas lo mejor que pude y empecé a escalar el 153
barranco mirando hacia atrás como un cangrejo asustadizo.
Cruzó fácilmente a través del barranco, nuevamente emitiendo ese sonido de
advertencia. Alcancé la cima del barranco cuando él llegó a la base de la pendiente.
Entrando en pánico, corrí a través de los arbustos, mi corazón bombeando como
loco. En cualquier segundo estaría perdida, y no de una manera romántica, bajo la
luz de la luna.
¡Ah-uuuuuuuuhh! Un aullido resonó desde el barranco.
¿Era esto el último vestigio de su humanidad diciéndome que corriera? Con mucho
gusto tomé su consejo. Las ramas cortaban mis ya raspados brazos y piernas, pero
seguí empujándome a través de los frondosos árboles para llegar lo más lejos de él
como pudiese. Aquí arriba en la colina, con un claro destello de la luna, todo el
bosque estaba iluminado de un azul eléctrico, haciendo más fácil ver. Aún,
respirando entrecortadamente, choqué contra un parche de ortigas, gritando ante
el contacto.
Entonces el aullido sonó otra vez. De qué dirección, no lo sabía. Era casi como si
estuviera en frente de mí, o a mi lado. No me detuve a comprobarlo. Seguí
corriendo.
Heather Davis
Al doblar una curva en el camino, escuché un movimiento detrás de mí. Cuando
miré sobre mi hombro, vi a Austin saltando entre los árboles. Una mancha oscura,
él se estaba acercando a mí.
—¡Ahhhhhh! —grité cuando me alcanzó.
Pero luego salió disparado, adelantándome. Con un gruñido que casi encrespó mi
cabello ondulante, se tiró dentro de un arbusto alto frente a mí. El chillido sonó de
nuevo. El arbusto se sacudió, colisionando sonidos y gruñidos que retumbaban
fuera de él.
Un segundo después, Austin cayó fuera del arbusto con otra criatura de cuatro
patas. No podía estar segura, pero no lucía como otro lobo. Me dejé caer en el suelo,
totalmente asustada.
La otra criatura dejó escapar un chillido. Un chillido que reconocí como el sonido
de la colina cuando nos habíamos separado por primera vez. Austin no había estado
persiguiéndome, él había estado acechando a esa cosa, ¡lo que realmente me había
estado acechando!
Con un gruñido, Austin fue a por la garganta de su oponente. Era un gato grande,
quizás un puma. 154
Sea lo que fuese esa maldita cosa, era feroz. Golpeó a Austin con fuerza con sus
enormes garras, haciendo contacto con su hombro.
Austin aulló y saltó hacia atrás. Seguidamente, con sus dientes rechinando, se lanzó
hacia al gato. Esta vez tomó al gato por el pescuezo y lo giró. El chillido del gato
hizo que mis dientes dolieran, como uñas contra una pizarra.
La cosa arañó a Austin en el cuello, golpeando de nuevo la herida de su hombro,
pero Austin siguió peleando. Mordió al gato, sus fauces echaban espuma. El gato
retrocedió y después, con un último chillido, salió disparado hacia los arbustos.
Austin se tambaleó por un momento y después se desplomó en el suelo.
—¡No! —grité, corriendo hacia él. No podía estar muerto. Él simplemente no podía.
Pero Austin no se estaba moviendo.
Temblando porque no sabía qué podría hacer mientras aún estaba en su forma de
lobo, me arrodillé a pocos metros de Austin. Estaba bañado en un charco de luz de
luna, aún respiraba, su pecho subiendo y bajando en un patrón irregular, sin
embargo, la herida de su hombro parecía profunda, oscuras gotas de sangre
brotaban de él.
Heather Davis
El bosque parecía cerrarse alrededor de nosotros, acres y acres de árboles y arbustos
y dios sabía qué más había allí escondiéndose. Tal vez el gato volvería para acabar
con ambos. Probablemente tenía un montón de amigos también hambrientos. Y todo
lo que Austin tenía que apartar de más atacantes era yo. Lágrimas de frustración
caían por mis mejillas. Me obligué a acercarme más al lobo.
Pude ver que estaba sangrando como loco y tuve miedo de extender mi mano y
tocarlo. Tenía miedo del lobo. Y tenía miedo porque él iba a sangrar hasta la muerte
y entonces, realmente, no vería más a Austin.
El lobo gimió cuando su peludo cuerpo se sacudió con algún tipo de convulsión. Mi
corazón dio un vuelco en mi pecho. Si no hacía algo, entonces realmente moriría.
Vamos Shelby, aguanta, sé valiente, me dije. Sé valiente cuando es necesario.
No sabía nada acerca de lobos, pero sabía que tenía que parar el sangrado de la
herida en su hombro debido a los primero auxilios que había aprendido. Me
arrodillé junto a él y mordí el dobladillo de mi camiseta, rasgando la parte inferior
en una tira larga. Con manos temblorosas me acerqué con la tela, sabiendo que
debía tocarlo. Tenía que confiar en él, y en mí misma.
Sus orejas de lobo se alzaron como si supiera que yo estaba allí, pero no movió su 155
cabeza.
Presioné el material contra su hombro ensangrentado.
¡Zas! Su cabeza se sacudió hacia mí. Sentí un escozor en mi antebrazo. Él me había
rasguñado con sus dientes.
—Soy yo, Austin —dije, apartando mi mano para frotar el rasguño en mi brazo.
Dolía, pero no estaba sangrando—. Todo va bien. Te ayudaré. —Arrugué el material
de la camiseta en mi mano otra vez y lo acerqué a la herida.
Esta vez, el cuerpo del Austin lobo pareció relajarse. Volvió a gemir, como si la
presión le doliera, pero no aparté mi mano. Tenía que detener el sangrado. Sólo
esperaba que eso fuera suficiente.
Heather Davis

Traducido por Didy

Corregido por VIqijb

helby?
Abrí mis ojos. El cielo sobre nosotros era apenas dorado con el alba. Por
un momento no sabía dónde estaba.
La voz llegó nuevamente.
—¿Shelby? ¿Estás bien?
Me senté de un salto. Austin se sentó a mi lado, mi sudadera roja abrochada hasta 156
la mitad.
Tenía el pecho descubierto, su hombro izquierdo envuelto con un vendaje sucio.
—Esperaba que fuera un pesadilla —dije, deslizando mis brazos alrededor de mis
piernas desnudas para obtener calor.
La mañana era fría y mi camiseta desgarrada y shorts se sentían húmedos por el
pasto debajo de mí.
Pero más que eso, estaba sentada al lado de un chico casi desnudo. Un chico que
hasta hace unas horas había sido un lobo. Confundida y avergonzada eran sólo las
bases de cómo me sentía.
—Lamento lo de tu suéter. Necesitaba algo para, ah, cubrirme —dijo Austin con
voz débil.
—No te preocupes —le dije, dándome cuenta de que se refería a mi sudadera. Dejé
de frotarme a mí misma y me enfoqué en ocuparme de Austin. Mantuve mis ojos
fijos en su cara y hombro. Había perdido mucha sangre. Esta mañana se veía muy
Heather Davis
pálido. Sus ojos, anoche eran brillantes como el topacio15, ahora parecían opacos y
oscuros.
—¿Cómo te sientes?
—Mi hombro duele como las llamas. —Sonrió, apenas escondiendo un respingo de
dolor cuando tocó la herida.
—¿La pelea de anoche? ¿Un gato grande aterrador?
Frotó su cabeza como si doliera.
—Sí, lo recuerdo. Todo en lo que podía pensar era en que iba a lastimarte. No podía
permitir que ocurriera.
—Y no lo hiciste.
Sonrió débilmente.
—No, no lo hice.
—Debería haber confiado en ti —dije—. Lo siento.
—Tenía que ganarme tu confianza. —Se encogió de hombros, con un respingo de
157
dolor por el movimiento—. Y, francamente, la mayoría de las chicas hubieran huido
de mí después de lo que te conté.
Asentí y me acerqué a su vendaje. No teníamos tiempo que perder. Austin hizo una
mueca mientras quitaba la ropa de la herida. Ugh. No se veía bien.
—Necesitamos conseguirte ayuda médica real —dije atando la improvisada venda
de nuevo en su lugar.
—Me siento bien —insistió Austin mientras se ponía de pie. Se bamboleó un poco,
luego extendió la mano contra mí. Lo agarré por la cintura, sin dejarlo caer. Estaba
mucho peor de lo que creí en un principio.
Él se deshizo de mí intentando mantenerse por sí mismo nuevamente, esta vez tuvo
éxito.
—Tengo que ir a la ciudad.

15Topacio: Mineral del grupo VIII (silicatos). Se utiliza a menudo como piedra preciosa. Color generalmente
amarillo-anaranjado, pero puede encontrarse en tonos ocre, azul, violeta, rojo o incoloro.
Heather Davis
—No, iremos al campamento —dije.
Austin asintió, y vi una mirada de dolor cruzar su rostro.
—Shelby, no lo sé. ¿Qué pasa si cambio en el campamento?
—Austin, estás muy herido. Necesitas un doctor.
—Pero que pasa si yo…
—¡Detente! No dejaré que te mueras. Estás sangrando demasiado. Esto es serio.
Asintió débilmente.
—Estoy asustado —dijo.
—Lo sé, pero tenemos que arriesgarnos si significa que vivirás. No voy a perderte.
No después de… todo esto. —Me deshice de una lágrima y me enfoqué en mantener
a Austin de pie.
—No podemos —dijo Austin—. No puedo dejar que tú…
—¿Aún crees que el campamento está por aquí? —pregunté, apuntando.
158
Él asintió.
—Pero, ¿qué pasa con Red Canyon?
Ayudé a Austin a estar de pie.
—No te preocupes por eso.
Envolvió su brazo derecho alrededor mío y empezamos a caminar en dirección al
campamento.
Un tiempo después, cuando vi la cerca, casi desfallezco de la alegría. Pero Austin y
yo estábamos arrastrando los pies con paso firme, y desfallecer de alegría estaba
totalmente descartado. Cuidadosamente, nos movimos a través de la gruesa hierba
que rodeaba la cerca.
A final, como si nuestras plegarias hubieran sido respondidas, llegamos a la puerta.
Luego de que grité en el intercomunicador por ayuda, la cerca eléctrica repiqueteó
al abrirse. Como un tipo de nómadas del desierto, Austin y yo entramos en el
campamento.
Segundos después, el señor Winters pasó zumbando junto a nosotros en un carrito
de golf.
Heather Davis
—¡Shelby! ¿Estás bien? Oh, querida. Austin, ¿qué ha pasado? ¿Dónde está tu ropa?
— Pisó fuerte los frenos y casi se cae, lanzándose hacia nosotros.
—Llévanos a la enfermería —dije mientras ayudaba a Austin a subir al asiento del
pasajero y luego me subía al asiento de atrás del carrito.
El señor Winters apretó el acelerador y salimos pitando. Frenamos con un chirrido
frente a la enfermería. Austin gimió, agarrando su hombro, y salté fuera del asiento
trasero para poder ayudarlo a salir del vehículo.
—Escuche, señor Winters —dije sintiendo que la explicación debía darse en este
momento—. No queríamos escapar…
—Después —dijo—. Primero nos ocuparemos de ustedes, niños. Hablaremos luego.
—¡Ese es mi campista! ¡Oh, Austin! —Sven vino corriendo, viéndose listo para
abrazar a Austin hasta la muerte.
—Sven, ve y consíguele ropa limpia a Austin —dijo el señor Winters.
Sven se alejó corriendo y el señor Winters y yo agarramos un brazo de Austin cada
uno y lo ayudamos a llegar a la enfermería.
159
La enfermera, una mujer mayor rubia, aún frotándose los ojos para quitarse el
sueño, abrió la puerta. Se quedó boquiabierta.
—¿Qué rayos pasó? —dijo, considerando su condición.
—Perdió su ropa en un ataque de puma —dije, dándome cuenta de que podía decir
la verdad, una parte al menos—. Me estaba protegiendo.
Austin giró su cabeza hacia mí, una débil sonrisa en su pálida cara.
—Vamos, hijo —dijo el señor Winters.
Lo dejamos en la cama. Debajo de las mantas, Austin comenzó a temblar
violentamente.
La enfermera quitó con cuidado la sudadera.
—Wow, no se ve bien. —Destrabó el gabinete de las medicinas y hurgó en él,
volviendo con algo que le inyectó en el brazo.
—¿Va a estar bien?
—Cariño, déjame hacer mi trabajo. —La enfermera deslizó el termómetro en la
boca de Austin.
Heather Davis
El señor Winters agarró mi brazo.
—Necesitas hacerte ver eso, Shelby.
—¿Eh? —Eché una ojeada a un rasguño en mi brazo. Probablemente era uno de los
cientos en mi cuerpo de la caminata a través del bosque—. Es de la excursión.
—Puede necesitar algo de ungüento y una venda. —El señor Winters me señaló la
silla cercana al escritorio de la enfermera.
Mantuve mis ojos en Austin mientras la enfermera se ocupaba de él. Se había puesto
muy pálido y su frente estaba bañada en sudor. No parecía que iba a salir de la
enfermería esta noche. ¿Qué haría el lobo, lastimado, asustado y encerrado en una
habitación con la enfermera?
El señor Winters se sentó a mi lado y dijo:
—Sé que estás preocupada por él —suspiró y se rascó su pelo en caída—. Te gusta
lo suficiente para escaparte con él en el bosque —dijo el señor Winters.
—No, no es por lo que salimos de la cerca. Charles estaba atormentando a Austin y
amenazándolo con que publicaría cosas de su papá en los periódicos.
160
El señor Winters levantó una mano.
—Shelby, estamos al tanto de eso. Cuando todo el mundo se dio cuenta de que
ustedes dos no estaban, Charles deslizó un mensaje a un conductor del camión de
entrega de comida, prometiéndole una recompensa si hacía algunas llamadas para
él. Aparentemente, el muy mierda, ejem, quiero decir Charles, estaba intentado
comprar su salida del campamento con títulos en los periódicos.
Me resistí al impulso de decir duh.
—¡Vé!
—Todas las familias famosas tienen que vérselas con la prensa.
—¡No entiendes! Charles podría haber arruinado a la familia de Austin.
—Charles no estará causando más problemas —dijo el señor Winters—. Lo
enviamos a casa esta mañana. Pero cualquiera haya sido la amenaza, de todos
modos no los excusa de haber huido.
—No, pero Austin es diferente, ¡la familia Bridges es diferente! —Caray, ¿cómo
podía explicarlo, sin explicarlo? No podía.
Puso un brazo alrededor de mis hombros.
Heather Davis
—Tu corazón estaba en el lugar correcto, pero tienes que ayudarte a ti misma antes
de poder ayudar a otros, ¿recuerdas? Tienes que cuidarte.
Mordí el interior de mi mejilla, forzando a retroceder toda la frustración brotando
en mi interior.
—Me enviarán a Red Canyon, ¿verdad?
—No lo sabemos a ciencia cierta. Tendremos que discutirlo con tus padres.
Aunque sabía que eso ocurriría, me estremecí ante el pensamiento. No quería pasar
los próximos dos meses en un infierno desierto. Si no estaba hecha para las reglas
del débil Campamento Crescent, ¿cómo me iría en un lugar donde había más reglas,
entrenamiento militar e, incluso, confinamiento solitario?
Y Austin me necesitaba aquí. Incluso si iba a estar bien, aún seguía sin tener su
suero para la próxima vez, y seguro que lo estarían vigilando, pensando que
definitivamente era un escapista ahora.
Tenía otras dos lunas llenas que atravesar durante la sesión de campamento. Pero
más importante, ¿qué iba a pasar cuando la luz de la luna pasara a través de la
ventana de la enfermería esta noche? 161
Austin aún estaba en serios problemas. Y era mi culpa.
Si no hubiera estado con él en el bosque, no tendría que haber tenido que pelear
con el puma, habría logrado llegar a la civilización y llamar al farmacéutico. Si no
hubiese estado ahí, él podría haber llegado a casa libre. Mis manos se apretaron a
mis lados. Fue culpa mía. Mi mala elección. Mi decisión de saltar la cerca nos había
traído a este horrible punto. A estas consecuencias. Lo arruiné totalmente y Austin
estaría pagando el precio.
Esa noche se convertiría en el lobo. Esa noche, el mundo sabría la verdad sobre la
familia Bridges.
Tragué contra el apretado sentimiento en mi garganta. Tenía que haber algo que
pudiera hacer. Antes de que me enviaran a los páramos de Utah, tenía que pensar
algo, lo que fuera, que me acercara al suero de Austin. Que estaba en la oficina del
señor Winters. ¡Bingo! Lamparita.
—Um, ¿puedo llamar a casa? —dije, aparentando tristeza—. Para decirles lo que
pasó. Ya sabe, para asegurarme que saben que estoy bien.
Una sonrisa iluminó la rolliza cara del señor Winters.
Heather Davis
—¡Por supuesto! Te acompañaré hasta allí. —El hombre parecía estar tomándolo
como una especie de victoria terapéutica o algo. Saltó de la silla y se apuró hacia su
oficina conmigo.
Mientras quitaba el seguro a la puerta, dije:
—Voy a necesitar algo de privacidad. Tengo mucho que contarle a papá.
Se frenó.
—Estaré en el pasillo, entonces. Si me necesitas, sólo llámame.
Genial. Bueno, tal vez eso no sería lo suficientemente lejos para intentar encontrar
el suero de Austin tranquila, pero asentí de todos modos, calculando que al menos
estaré en su oficina abierta. Marcó el teléfono y luego me lo extendió.
Priscila atendió con su típico sin aliento:
—¿Hoooo-laaaa?
Dije:
—¿Hola? Aja. Sí. —Simulé hablar, haciéndole ademán hacia la salida. Luego le 162
sonreí mientras salía al pasillo y cerraba la puerta casi todo el trayecto.
Mientras tanto, Priscila estaba diciendo:
—¿Quién es? Voy a fijarme en el identificador de llamadas. ¿Es uno de los amigos
de Shelby? Está en el campamento.
Agarré el teléfono más firmemente.
—Soy yo.
Priscila se frenó.
—¿Shelby? ¿Eres tú?
El señor Winters metió su cabeza por la puerta.
—¿Está todo bien? —dijo boquiabierto.
—Genial —dije, sonriéndole forzadamente.
—¡Shelby! ¿Dónde estuviste? ¡Estuvimos tan preocupados! —balbuceó Priscila.
Heather Davis
Wow, realmente sonaba como si ella estuviera contenta de escuchar de mí. Era muy
raro y no podía lidiar con ello, así que bajé el teléfono. De todos modos, tenía trabajo
que hacer.
—Ajá. Sí, lo sé. Todo está bien —dije en voz alta para que el señor Winters pensara
que en realidad estaba hablando con y escuchando a Pan de miel.
Probé todos los cajones del escritorio de Winters y fui hacia el pequeño armario en
la parte posterior de la habitación.
Dentro había una caja grande, como el tipo de pequeño baúl que papá tenía en el
sótano con todas las viejas cosas de la facultad. Por supuesto, el de papá no estaba
con candado como lo estaba este. Entonces, ahí dentro debía de haber algo bueno,
¿no? ¿Pero cómo entrar? Me refiero, obviamente tenía que romper el candado. Pero
eso haría un gran ruido. Winters vendría corriendo, naturalmente.
—¿Shelby? ¿Shelby? —La voz de Priscila chillaba desde el teléfono.
—Sí. Bueno, déjame hablar con él —dije, aún aparentando que estaba hablando por
teléfono. Estaba casi sin ideas, pero luego divisé un walkie-talkie del campamento
sobre el escritorio. Bingo. Presioné el botón para encenderlo.
163
—¿Sven? Ven, Sven —dije, presionando mi nariz para poder imitar la voz de
Cynthia Crumb.
—Sí, soy yo —respondió.
—¡Hay un choque de carritos de golf en la puerta principal! ¡Trae a Winters de
inmediato! —Apagué el walkie-talkie y lo dejé en el escritorio.
—¿Ajá? —dije, levantando el teléfono, donde Priscila estaba graznando, en caso de
que Winters viniera a controlarme.
Un segundo después, escuché a Sven irrumpir a través de la puerta del edificio
administrativo, y gritarle al señor Winters:
—¡Tú ven ahora! ¡Fuego!
—Regresaré —dijo el señor Winters, empujando su cabeza alrededor de la
esquina—. ¡Quédate aquí!
Asentí, imitando a una adolescente totalmente absorta en la conversación. En cuanto
se fue, bajé el teléfono nuevamente, luego levanté la estatua de metal de un águila
del escritorio del señor Winters. Gruñendo por el esfuerzo, arrastré el baúl del
armario.
Heather Davis
Lo que estaba a punto de hacer sería el clavo en mi ataúd en el Campamento
Crescent. Pero salvar a Austin era más importante. Respiré profundamente y tomé
mi decisión. Luego de una corta disculpa al águila, la balanceé al cerrojo con
candado en la caja.
¡Crash! La cabeza de la escultura del águila se cayó y rodó bajo el escritorio, pero el
candado no se movió.
—Estúpido pájaro —dije, relajándome para otro golpe.
¡Crash! Golpeé el ave hacia abajo, que dobló el metal que tenía el candado hacia un
lado.
—Vamos. —Lo aporreé con el ave de bronce de nuevo. Esta vez el candado se soltó.
Solté la estatua sin cabeza en el piso, faltándole poco para golpear mis dedos, y
luego quité totalmente el cerrojo y el candado fuera de la caja. Me arrodillé frente
a la caja como algún tipo de cazador de tesoros, y lo abrí.
Era un tesoro, sí. Bolsas de chocolates, Doritos, sombras para los ojos brillantes,
revistas para adultos, y todo tipo de otro contrabando llenaban el baúl. Suficiente
porquería para abastecer, digamos cinco 7-Elevens. También había celulares y 164
reconocí mi PDA.
Casi embriagada con el olor de Hershey’s Kisses 16 y gusanos frutales de goma,
escarbé a través de las cosas hasta que encontré una bolsa plástica enterrada debajo
de una pila de revistas de manga. Levantándola hacia la luz, vi los claros frascos
que Austin necesitaba. ¡Sí!
Puse la bolsa plástica en la pretina de mis shorts, junto con mi PDA. Luego tiré al
águila sin cabeza dentro del baúl.
—¡Me tengo que ir —grité al teléfono, luego corté y corrí. Sólo tenía minutos para
llevarle el suero a Austin antes de que regresaran. Antes de que se dieran cuenta de
lo que había hecho.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Choque de carritos de golf en llamas en la puerta principal! —
grité mientras me precipitaba en la enfermería.
—¡Oh, no! —La enfermera agarró un kit de primeros auxilios y luego se desvaneció
por la puerta.

16 Hershey’s Kisses: Variedad de los chocolates Hershey’s.


Heather Davis
Austin gimió en su cama, girándose.
—Hey —dije, tocando su mejilla.
Sus pestañas se agitaron, luego se abrieron.
—¿Shelby?
—Hola. Te traje esto. ¿Me escuchas? —dije, sacando los frascos.
—¿Tienes el suero? ¿Cómo? —murmuró Austin.
—¡Rápido, dime qué hacer!
—Aquí. —Austin abrió grande la boca.
Destapé uno de los pequeños frascos y serví el líquido cristalino hacia su garganta.
Tragó, luego susurró.
—Otro, por favor.
Luego de echar una ojeada a la puerta, destapé un nuevo frasco y lo serví en su
boca. 165
—Ellos vendrán pronto. Esconderé el resto de los frascos en los zapatos y las ropas
que Sven te trajo, ¿está bien?
Austin asintió débilmente.
—Gracias —dijo con un respiro sibilante. Sus ojos se cerraron nuevamente, y
caminé hacia la pila de ropas.
—Una cosa más —dije, mirando para poner los frascos en sus zapatos—. Estoy
poniendo mi PDA aquí también. Mantenlo a salvo. Llama a alguien que pueda
ayudar.
Sus ojos se abrieron nuevamente.
—¿Shelby?
Me moví nuevamente hacia el lado de su cama, para despedirme.
Se estiró para agarrar mi mano y la apretó suavemente.
—No te olvidaré. Nunca.
Mi corazón se tambaleó graciosamente en mi pecho.
Heather Davis
Los chicos decían esas estupideces del “para siempre” todo el tiempo, pero esta vez
le creí. Incluso si Austin no era exactamente un chico normal, aún contaba. De
hecho, más que contaba, importaba.
Mirándolo, con su flequillo húmedo aplastado contra su frente y sus pestañas
agitándose mientras peleaba para mantener sus ojos abiertos, me dí cuenta de
cuánto me preocupaba por él. De hecho, creía que podría, tal vez amarlo, en las
circunstancias correctas. Si las cosas fueran diferentes.
Respiré hondo, sintiéndome triste de repente, lo que estaba totalmente mal, estaba
salvando a Austin y eso significaba que necesitaba ser valiente.
—Tienes que mejorar, ¿sí? Sólo descansa —dije con mi voz más confiada—. Ahora
tengo que irme.
Los ojos ambarinos de Austin se veían un poco vidriosos.
—Diles que fue mi culpa. Irrumpí en la oficina y agarré el suero. No puedes
culparte —dijo severamente.
—Sí puedo. Este tiempo es todo mío. —Le besé la frente—. Ahora, si me disculpas,
tengo que ir a comer unos gusanos grandes. 166
Me dio una mirada divertida, porque por supuesto no sabía que estaba hablando de
la provisión de gusanos de goma en la oficina de Winters.
Sí. Para distraerlos de lo que en realidad había agarrado, iba a llenarme
absurdamente.
Y luego entregarme.
Heather Davis

Traducido por Angyyy

Corregido por Didy

uévete, muévete, MUE-VEEEE-TE! —El sargento Scabwell, con la


cara roja como el trasero de un mandril, gritó en mi oído, como
por, nonagésima vez ese kilómetro—. ¡SHELBY LOCKE! ¿Me estás
escuchando?
Me tambaleé sobre mis pies, el calor de la tarde llegando a mí. El
desierto de Utah no era amable con los de piel clara que inmigran, desde Beverly
Hills a Medio Oeste. Después de diez días en el Red Canyon, estaba bastante y
malditamente segura que el infierno existía. 167
—¡LOCKE! —gritó Scabwell de nuevo.
Me tambaleé hacia delante, pero no lo suficientemente rápido para la chica detrás
de mí.
Su nombre era Randi, una cleptómana flaca cuya litera estaba al lado de la mía, y
había escogido ese momento para ser una fanática topadora.
—¡Ve, Locke! —dijo, empujando con sus manos.
Mi estado de ánimo, o como quieras llamarlo, era tan bajo que no me había quejado
incluso de la camiseta que había robado de mi bolsa hace dos días, pero nadie me
empujaría.
—¡Hey! —Me detuve y me di vuelta, dispuesta a romper su trasero.
El Sargento Scabwell apareció a mi lado otra vez.
—¿CUÁL ES SU PROBLEMA, Locke? —Esta vez, pequeñas gotas de saliva volaron
hacia mí, salpicando mi cara. Eww.
—Nada —le dije—. No hay problema.
Heather Davis
Scabwell se acercó más, su vientre rechoncho haciendo sombra sobre los dedos de
mis pies. Si el hombre había estado realmente en el ejército, lo había estado, más o
menos, hacía una eternidad. Puso su cara salpicada de rojo frente a la mía y dijo:
—No me falte el respeto, Locke. ¡Tírese al piso y déme veinte!
—Um... —Miré hacia abajo, a la arena alrededor de mis pies, donde un escorpión
se deslizaba más allá de un montón de rocas dentadas y una piel arrugada de
serpiente estaba tirada.
—¡VAMOS, PRINCESA! ¡AQUÍ! ¡AHORA! —gritó el sargento.
Todas las chicas de mi pelotón habían dejado de correr y me miraban con disgusto.
Como si fuera mi culpa que la estúpida Randi hubiera tenido que hacerme explotar.
No era como si el sargento les dijera que hicieran veinte.
Pero entonces el Sargento Scabwell hizo sonar su silbato y gritó:
—¡Dejen de mirar boquiabiertas, Pelotón Beta! Sólo por eso, ¡todas ustedes
perezosas pueden darme treinta!
Gruñendo, todas las chicas dieron un vuelco al suelo y comenzaron las flexiones. A
168
mi lado, Vanessa, una chica negra corpulenta de Ohio, insultó en voz baja cada vez
que su vientre golpeaba la arena. Para el momento que habíamos terminado, casi
todo el mundo me insultaba y sudaba. Al igual que la desagradable sudoración de
chico. Camisetas empapadas. Cabello lodoso. Los resultados.
—¡VAMOS, PASTELITOS! —gritó el sargento, alisando la parte delantera de su
uniforme verde—. ¡SIGAMOS POR EL CAMINO, MUÉVANSE!
Nos esforzamos a través de más dunas de arena, hasta que finalmente el
campamento quedó a la vista, pequeño en la distancia.
Las enormes tiendas verdes de nuestra cabaña sobresalían entre los edificios
prefabricados utilizados para el comedor, bueno, "cantina" los llamaban ellos a las
oficinas administrativas, y los cuartos de consejero. Alrededor de todo esto había
kilómetros y kilómetros de desierto rodeado de cercas de alta resistencia eléctrica
que hacían parecer al Campamento Crescent como una jaula de conejo.
Definitivamente no podía imaginar a Ariel aquí. La pobre realmente me había dicho
la verdad sobre este lugar. Probablemente casi murió de agotamiento por calor. Y
no tuvo que lidiar con esta estúpida erupción en el brazo, tampoco. Un rasguño que
nunca parecía sanar, así que cada vez que entraba en contacto con la arena, el sol
o el agua asquerosa, lo cual era todo el tiempo, parecía empeorar. No era el mejor
recuerdo de una caminata por el bosque que, mirando hacia atrás, parecía mágica.
Heather Davis
Este desierto feo no tenía nada de esa magia. Y no tenía ni siquiera una luna que
podría mirar porque estábamos en esa fase de luna nueva, donde no brilla por un
tiempo. Todo el paisaje después de la puesta del sol estaba iluminado por focos
gigantes de la torre de vigilancia en la puerta principal como si fuéramos una
especie de criminales.
El pelotón empezó a bajar por la colina hacia el campamento, Scabwell cantando
una especie de marcha como "Sonido desconectado, uno-dos" y así sucesivamente,
sin parar. Me arrastré junto con el resto de los prisioneros, quiero decir campistas,
esperando el bebedero, una ducha fría, y cualquier cosa horrible que llamarían
cena.
Entonces Randi me empujó por la espalda de nuevo.
—Mira —dijo, señalando a un jeep a toda velocidad por el camino áspero que
conducía al campamento—. Espero que sea el correo. Mi abuela me está enviando
un nuevo par de sandalias.
—¿Qué pasó con las rosadas que le robaste a Vanessa? —pregunté sobre mi
hombro.
—Ah —gruñó Randi—, las devolví a su lugar. 169
Algunos chicos recibieron encomiendas, pero dudaba de que hubiera algo para mí.
El correo había sido bastante escaso, a excepción de una postal de papá el otro día.
Había recibido mi carta, la que había escrito durante esa sesión de la doctora
Wanda. Le había pedido a Ariel que la enviara por correo por mí, y así lo hizo. Era
una buena amiga, y yo apenas había tenido la oportunidad de decirle adiós. Tenía
la esperanza de que mantuviéramos contacto de alguna manera.
La postal de papá no decía mucho más que “hablaremos cuando llegues a casa”,
pero el “Con amor, Papá” con el que había firmado era un comienzo, supongo.
No había oído una palabra de Austin. Eso me dolía mucho. Estaba segura de que él
recordaría que estaba en Red Canyon al menos para escribirme, pero tal vez se
estaba recuperando todavía. No quería pensar que se había olvidado de mí ahora
que tenía su suero. Ack, ¡cállate y marcha, Shelby! ¡Deja de sentir lástima por ti
misma! Ponerme toda deprimida por cosas que no podía controlar, no me iba a
salvar del desierto.
Recogiendo mi ritmo de marcha, eché un vistazo por encima del hombro a Randi y
Vanessa, cuyos rostros estaban rojos y sudorosos. Querían volver por el correo y las
duchas y no pensarían dos veces antes de pisar sobre mí, si me caía.
Heather Davis
Marchamos hacia el campamento, el polvo se levantaba brillando a nuestro
alrededor como la niebla marrón. Otra tarde escénica en el Red Canyon. Finalmente
arrastrando los pies en la tienda del Pelotón Beta, la mayoría nos derrumbamos
sobre las literas.
Boca abajo sobre la andrajosa bolsa de dormir que me había sido asignada, tuve la
tentación de cerrar los ojos, pero si quería una ducha, lo mejor era agarrar mi toalla
y zapatillas de baño y ponerme en línea. Pero tal vez un minuto más en la litera. O
dos...
—Locke. —La voz crujiente del sargento rompió la paz.
—¿Huh? —Rodé otra vez—. ¿Qué pasa ahora?
—¡Te llegó un paquete, princesa! —espetó, arrojándolo a mí y luego se fue pisando
fuerte a lo largo de la hilera de literas.
¿Un paquete? Saqué los pies de mi bolsa de dormir. Era una pequeña caja cubierta
de papel que ya había sido abierta por la oficina de Red Canyon y luego cerrada con
cinta adhesiva. Espera, la dirección del remitente era el Campamento Crescent. A
pesar de que no me atrevía a esperar que el paquete fuera de Austin, mi corazón
latía un poco más rápido. Pasé la mano por el papel marrón, sin querer abrirla 170
todavía, simplemente disfrutando de la sensación del correo real y saboreando la
anticipación.
—¿Y bien? —Randi estaba respirando en mi cuello—. ¿No vas a abrirlo?
—Um, ¿te importa? —dije, abrazándolo a mi pecho.
Suspirando dramáticamente, Randi agarró la copia, probablemente robada, de la
revista People de su litera y se marchó.
Desprendí la cinta y abrí la caja. Por debajo de la tiras de periódico que llenaban la
parte superior, me encontré con un proyecto de arte de aspecto familiar.
Mi pájaro de rafia.
Nunca había tenido la oportunidad de quemarlo en la hoguera, para representar el
nacimiento de una nueva y más fuerte Shelby. Pero eso estaba bien. De alguna
manera sentía que lo había hecho. Lo había hecho a través del bosque con Austin.
Me había arriesgado para salvarlo.
Había liberado el yo que quería huir de las consecuencias en algún lugar entre la
noche en el bosque y a través de mi camino comiendo cuatro paquetes de gusanos
de goma.
Heather Davis
Había tomado decisiones que habían salvado a Austin. ¿Y sabes qué? A veces el
precio que se pagaba por tomar esas decisiones difíciles valían totalmente la pena.
Giré el pájaro torcido repetidamente en mis manos, mirando mi obra de arte
descuidado, luego lo deposité en mi bolsa de dormir y saqué una hoja de papel
blanco doblado de la caja.
“Estimada Shelby:
Lo vas a lograr. Sólo recuerda utilizar tus alas.
Amor y Luz, el señor Winters.”
Presioné una mano sobre mis ojos, no queriendo que nadie de mi pelotón me viera
quebrarme, porque sentía las lágrimas venir. El señor Winters era cursi, tal vez,
pero él como que me tenía. Quiero decir, él había rogado a mi papá que me dejara
permanecer en el Campamento Crescent. Eso podría haber estado bien, ¿sabes? Yo
me veía hablando las cosas con el señor Winters y no me parecía raro. Él realmente
se preocupaba por mí. Y al parecer, él quería que lo lograra.
Con mi corazón inflamado, doblé la nota de nuevo en un rectángulo perfecto y lo
puse en la caja con el pájaro. Si Randi robaba este tesoro, iba a arrepentirse. 171
—¡Hey! ¿Estás bien, Shelby? —preguntó Vanessa.
—Sí, sí. Gracias. Estoy bien. —Froté mi brazo sobre mis ojos llorosos, tratando de
aspirar y ser normal.
—¿Segura? —Vanessa me dio una mirada escéptica—. Bueno, vamos entonces, o
nos lo vamos a perder.
Pensando que se refería a las duchas, recogí mis cosas y la seguí hasta la puerta.
Pero ella no caminaba hacia la cabeza, que es como llamaban el cuarto de baño. En
cambio, ella me llevó a un grupo de chicas de mi pelotón que se reían por la esquina
del comedor.
Al frente del grupo, Randi tenía un par de binoculares enfocados en la puerta
principal. ¿Dónde los había conseguido?, ni siquiera quería saberlo.
—Los recién llegados —dijo ella, bajando las gafas haciendo un guiño hacía
nosotras—. Los calientes. —Ella pasó los binoculares a Vanessa.
Vanessa silbó.
—Oooh, el de la chaqueta de cuero está muy bien.
Heather Davis
—Espera. ¿Cuero en el desierto? —dije, pensando en la única persona que sabía
que traía una chaqueta de cuero en el campamento para malcriados. Pero no podía
ser él. Muchos chicos tienen probablemente la característica de rockero rebelde en
ellos, ¿no?
—¡Si él consigue un golpe de calor voy a ser su enfermera! —dijo Vanessa con una
carcajada. Randi y Vanessa chocaron entre sí los cinco.
Yo ni siquiera quería generar esperanza, sólo dejé caer el bulto de ropa que llevaba
y dije:
—Dame los binoculares, Randi.
—Está bien. —Ella frunció el ceño hacia mí mientras me los entregaba—. Ve por
ello. Pero creo que me pido al chico de la chaqueta de cuero.
Levanté los binoculares a mis ojos y vi a uno de los consejeros uniformados que
llevaban a un pequeño grupo de chicos a través de la plaza principal. El muchacho
rubio en la parte de atrás tenía una chaqueta de cuero marrón sobre un hombro.
No es mi chico de chaqueta de cuero. No por lejos. Dejé escapar un pequeño suspiro
y trasladé la mira fuera de la puerta principal y al camino desierto, donde nubes de
polvo bailaban en la nada, igual que mi esperanza. 172
—¿Ves a alguien que te guste?
¿Huh? Me di la vuelta con los binoculares, parando en una oscuridad repentina. La
oscuridad de una camiseta negra con llamas amarillas y rojas. Poco a poco, bajé los
binoculares.
Y encontré a Austin delante de mí.
Sonriente y bronceado, parecía tan sano como el primer día que lo conocí en ese
autobús.
—La limusina privada me dejó a las tres en punto —dijo, levantando una ceja
oscura—. El pelotón estaba en una excursión, ¿verdad?
El calor del desierto giraba a mí alrededor. Esto tenía que ser un espejismo o una
especie de alucinación por insolación. ¿Estaba realmente aquí? ¡Hombre, era difícil
respirar! Me las arreglé para no ahogarme
—¿Qué estás haciendo aquí?
Antes de que pudiera responder, metí los binoculares en las manos de Randi y les
dije a las chicas que se perdieran.
Heather Davis
Echaron a correr, con la promesa de no respirar nunca una palabra a nadie, un
código de silencio que duraría unos cinco minutos.
Rápidamente tiré a Austin al patio privado del coronel al lado del edificio y salté a
sus brazos. Era como una especie de película. Él me giro en círculos y alrededor en
un abrazo, casi perdidos por los cactus que el coronel había plantado alrededor de
su patio.
—No lo entiendo —dije, cuando mis pies estaban en el suelo.
—Prometí que no te olvidaría —dijo—. Te di mi palabra.
El mundo seguía girando. No sabía si eso era de felicidad o por los giros, pero ese
tipo de mareos se sentían bien.
—¿Estás bien? —pregunté—. ¿Cómo está tu hombro y, ya sabes, tu pequeño
problema?
Él asintió con la cabeza.
—Me las arreglé para llamar al químico antes de que se llevaran tu PDA. Él movió
algunos hilos y suavizó las cosas con el Campamento Crescent. Mi hombro está
173
sanando bien.
Me mordí el labio inferior.
—Está bien... pero si las cosas se suavizaron y todo, entonces, ¿qué estás haciendo
aquí?
—¡Ah, todas estas preguntas! —dijo Austin, sus ojos de color ámbar brillante, como
si pensara que todo era gracioso.
—Amigo, no entiendes. Este lugar es horrible. ¡Realmente horrible! —Hice un gesto
en torno a lo que el coronel denominaba su oasis, donde los únicos seres vivos,
además de los cactus, eran los arrugados sapos tomando sol en algunas de las rocas
más grandes—. Eres un londinense. No puedes estar en el desierto. Quiero decir,
¿qué están pensando al enviarte aquí?
—Shelby, relájate. Fue mi idea. Yo pedí venir aquí —dijo.
Mi boca se abrió.
—¿Estás loco?
—Algunos podrían decir eso —contestó—. Sin embargo, sucede que hay una chica,
esta mujer en realidad que quería ver.
Heather Davis
Parpadeé.
—Tú... ¿viniste aquí a propósito? —dije, las palabras caían de mi boca, todavía
abierta.
Las piernas me dieron una sensación de desvanecimiento, y yo en serio esperaba no
aterrizar en un cactus si me desmayaba. ¿Había venido por mí? Era tan estúpido
que era casi romántico. A menos que...
Tomé una respiración profunda, estabilizándome a mí misma.
—Austin, no necesito que me rescates, si es por eso que estás aquí. Puedo cuidar de
mí misma.
Austin asintió.
—De eso soy muy consciente. Pero todo el mundo necesita un poco de rescate de
vez en cuando.
—Yo no.
Austin me tomó en sus brazos otra vez.
174
—Tú me rescataste y me salvaste la vida. Lo menos que puedo hacer es ayudar a
aliviar tu sufrimiento.
—¿Tú... quieres aliviar mi sufrimiento? —repetí, sólo para asegurarme de que el
sol caliente no estaba derritiendo mi cerebro.
Había venido por su promesa de recordarme, ¿y ahora se iba a quedar en el infierno
del campamento de entrenamiento, también? En realidad, eso era bastante caliente.
Oh, genial. Ahora me estoy poniendo roja. Me di unas palmaditas en mis ardientes
mejillas.
—¿Crees que soy la clase de persona que hubiera saltado hacia el atardecer sin ti?
—No. Yo no usaría la palabra saltar, pero… —Austin tomó mi mano—. Mi peor
día contigo es mejor que pasar uno solo. Y —dijo—, se me ocurre pensar que vales
unos pocos cientos de marchas en el desierto.
Mi mirada viajó desde los ojos de Austin, todo de oro en el sol, a su hermosa boca.
Desde aquí, sus dientes parecían totalmente seguros. Suficientemente seguros
para...
—Espera, espera —dije, apartándome de él y manteniéndome a la distancia de un
brazo—. Tienes tu suero ésta vez, ¿no?
Heather Davis
—Sí, y una nota del médico —dijo con una sonrisa—. Debo reportarme a la
enfermería a las 1.800 horas todos los días.
Puse los ojos a la estúpida hora militar. Todavía me confundía.
—Bueno, supongo que sí…
—Ven aquí —dijo Austin, envolviéndome en otro abrazo—. Es tan bueno verte.
—A ti también. —Era tan bueno verlo que me sentía desfallecer. Descansando mi
cabeza contra su pecho fuerte, extendí mis manos para pasarlas por su cabello—.
Ellos van a cortar esto, ya sabes. Lo hicieron a un chico con el cabello, como, hasta
su trasero. Él lloró.
Austin miró a mi antebrazo.
—¿Shelby? ¿Qué pasó ahí?
Me encogí de hombros.
—Sólo un mal rasguño.
—¿Un rasguño con marcas de mordedura? —Frunció el ceño y se quedó mirando 175
mi brazo.
—¡Esas no son marcas de mordedura!
Dejó caer mi brazo, aún sin verse satisfecho.
—Debes hacer que la enfermera mire eso.
—Ella me dio un poco de ungüento. Eso es lo que hacen por aquí, incluso si tienes
una fractura en la pierna.
En ese momento, vi movimiento por encima del hombro de Austin. Vanessa estaba
de vuelta, escondida detrás de un par de cactus saguaro. Bueno, un poco escondida.
Los cactus eran bastante flacos en comparación con su cuerpo curvilíneo.
—¿Te diviertes espiando? —dije en voz alta.
—Randi te vendió por unos cinco minutos extra en la ducha —dijo, haciendo un
gesto sobre nosotros—. Es mejor decir sus adioses y correr.
Austin pasó un brazo por mis hombros y dijo:
—Voy a verte por los alrededores, amor. No te preocupes.
Heather Davis
¿Me llamó amor? Una sonrisa que no pude detener se posó en todo mi rostro
mientras mi corazón daba volteretas. Lo miré, sintiendo como si nada importara, ni
el campamento de entrenamiento, ni todo lo sobrenatural. Fue el momento más
perfecto por siempre.
—¡Shelby! Bésalo y vámonos —advirtió Vanessa. Puso una mano sobre una de sus
anchas caderas y se quedó mirándonos.
Puse los ojos en blanco.
—¿Un poco de privacidad por favor? No voy a darle un beso mientras estás…
Los labios de Austin cubrieron los míos. Allí, en el patio bañado por el sol, rodeado
de tunas, artemisa, y el lugar empedrado más patético que jamás había visto, él
finalmente me besó. Y no estaba asustada.
Sus labios se presionaron contra los míos, cálidos y exuberantes, y sus manos
alisaron mi cabello mientras me acercaba. A medida que el beso se profundizaba,
yo respiraba el olor de su jabón y su piel, una combinación tan embriagadora como
siempre. Me deslicé más en sus brazos, envolviendo mis manos alrededor de su
espalda, la sensación de su camiseta suave bajo mis dedos. Entonces sus labios se
apretaron un poco más duro, y tentó el interior de mi labio inferior con su lengua. 176
Suspiré, besándolo de vuelta hasta que perdí todo sentido de lo que me rodeaba. No
existía nada más que Austin y yo.
Y el beso, hizo que mi cuerpo hormigueara todo el camino hasta los dedos de mis
pies....
El tipo de beso que algunos sargentos que llegaron al lugar encontraron objetable
entre dos cadetes en formación....
El tipo de beso que hizo que fregar ollas quemadas con salsa después de la cena
fuera un trabajo nocturno casi agradable....
El tipo de beso que hizo que cavar un hoyo como nueva letrina al día siguiente fuera
casi divertido....
Por otra parte, me di cuenta de que los besos realmente buenos hacen todas las cosas
soportables. Realmente buenos besos y creer que eres el tipo de persona que estás
destinado a ser.
Y tal vez, si tienes la suerte de tener a alguien que realmente se preocupa por ti,
alguien en quien puedes confiar, alguien que te recuerda creer en ti misma, puedes
sobrevivir a cualquier cosa, una familia de locos, un bosque prohibido, o incluso el
peor campamento de entrenamiento del desierto.
Heather Davis
La luz de la luna podría tener poderes especiales, pero el amor crea la magia real
en el mundo.
Sólo el amor.

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Heather Davis

Ya es bastante malo que el chico del que


Shelby se enamoró en el Campamento de
Malcriados el verano pasado tuviera un
oscuro secreto, sino que ayudarlo a protegerlo
ha tenido un costo enorme. Es adiós, mansión
de Beverly Hills; hola, espeluznante internado
Suizo.
¿Qué puede ser peor que pasar tiempo en
Steinfelder Academia para Niñas? No oír una
palabra de su novio de verano, Austin Bridges
III. Shelby ni siquiera está segura de que el
sacrificio que hizo por él significara nada,
sobre todo después de que lo espía en los
tabloides con una princesa del pop europeo. 178
Pero Austin es más que el promedio hijo-de-una-estrella-de-rock sexy hombre lobo,
y su conexión con Shelby es más fuerte de lo que ella piensa.
A medida que los días se hacen más oscuros y la escuela se prepara para una
escapada de vacaciones, Austin llega a explicar las verdaderas razones por las que
se ha mantenido lejos. De repente, Shelby comienza a comprender sus sentidos
mejorados, su necesidad de la luz de la luna, y su hambre creciente. Ahora, atrapada
en Steinfelder, con sus vínculos con una antigua hermandad de sangre, Shelby se
da cuenta de que amar a Austin le costará más de lo que podía haber imaginado.
Una peligrosa luna llena se aproxima para Shelby y Austin en esta secuela de la
popular novela de Jóvenes Adultos, Never Cry Werewolf.
Heather Davis

A primera vista, no parezco una persona de actividades


al aire libre, pero de alguna manera he pasado mucho
tiempo en el bosque, incluyendo un trabajo como
cocinera en la remota Alaska (¿puedes verme cocinar
un asado de alce?) Y en la escuela enseñando en un
pueblo pequeño en el registro en el norte de las
Montañas Cascada.
Never Cry Werewolf es a la vez un homenaje a las
aventuras escabrosas y todos los momentos divertidos
que he pasado cantando canciones estúpidas sobre
fiambre (¡eww!) y engullendo Bombones (¡ñam!)
alrededor de fogatas.
No tenía la intención de escribir libros sobre hombres lobo, pero me enamoré de la 179
idea de que todo el mundo tiene un lado de sí mismos que mostrar al mundo y uno
que ocultar. Además los hombres lobo son mucho más calientes que los vampiros,
ya que están realmente vivos (¡duh!).
En estos días, estoy disfrutando de la gran ciudad en el noroeste del Pacífico, donde
las cosas como la recepción del teléfono celular y comida tailandesa en realidad no
existen. Cuando no estoy escribiendo novelas YA, estoy rondando mi sala de cine
local (¡extra ositos de goma, por favor!) Y pasando tiempo con un colorido elenco
de amigos y familiares (quienes a veces realmente aullan).
Heather Davis

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