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El libro de versos está compuesto por diez poemas de aliento sinfónico y

diferentes movimientos, cada una con su tempo y estructura. El epígrafe de Julia


de Burgos, tomado del poema en el que ella se desdobla en dos Julias diferentes
(titulado “A Julia de Burgos”) anticipa ya el choque entre la Julia “que era la
esperanza” y la Julia “que era la desesperación”.
llama la atención la apertura de este . El poema a Julia evoca el que quizás sea su
poema más celebrado: Hay un país en el mundo, pues abre, como éste, con un
afán de ubicación del motivo de su objeto que es, como en éste, el mismo, por
fuerza, es decir, las Antillas del Mar Caribe. Si en el primer libro-poema se trataba
de “un país –que hay– en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol”, ahora
se ubica “por un camino de sal que tiene el sol”, pues por ese camino, dice
textualmente, se llega al Mar Caribe. La sal es, como sabemos, una imagen
gustativa llena de sugerencias relativas tanto a la evocación como a la amargura
más triste.
El acercamiento cinemático se dirige en realidad al cementerio de Carolina donde
reposan las dos Julias. Esta idea de Mir que parte el desdoblamiento de sí misma
que hace la propia Julia en el conocido poema “A Julia de Burgos”. pues la
naturaleza del desdoblamiento no es la misma en los versos de Julia y en los
versos de Mir. La Julia del Poema en veinte surcos, enfrenta a un yo atado por los
convencionalismos de clase y de género con la Julia en la que alienta una rebeldía
que desde joven ya se identificaba. Es la rebeldía de quien no se siente inferior al
hombre. Menos aún, sumisa. Mas en el poema de Mir se toma, en cambio, a la
Julia con toda su vida a cuestas, no sólo su juventud, también sus grandes
pasiones y las desgracias que vendrán más tarde.

En las partes que siguen el poema toma un desarrollo aún más interesante, pues
Mir identifica a Julia con las islas del Caribe. No es sólo la identificación de Julia
con la colonia puertorriqueña, pues literalmente, en el poema, Mir se refiere a
Julia como “Julia de Santo Domingo”. Es que para Mir, “la cuestión de Santo
Domingo, es la misma cuestión de Puerto Rico” y de todo el Mar Caribe, según
dice Mir, siguiendo con ello un procedimiento analógico frecuente en la poesía.
Pero es, además, la cuestión de Wall Street y la Quinta Avenida donde halló –tan
simbólicamente– la muerte Julia. Pues solo así, y de esta manera, Julia puede
conviertese, con su muerte, en una lección para toda la América Latina.
La muerte de Julia no fue un suicidio, pero sí fue el resultado fatal de grandes
acosos y agonías. Y hay que decirlo de espalda a todo fatalismo: esos percances
pudieron tener otros desarrollos, pero fueron mal manejados por Julia. Dice Mir
en el poema final:
“Julia de Burgos cuidado con el suicidio
la humanidad no se suicida
la humanidad es una enredadera
sólo trepa y se agarra a las paredes
muertas y las llena de flores sobreentendidas”
Esa “Julia victimaria”, que toma a la “Julia su víctima”, tiene, en el poema de Mir,
como hemos dicho, las puertas cerradas con un NO rotundo y repetido. Y ello es
así porque, para Mir, nunca debemos atizar el fatalismo enfocando la mirada sólo
en el desenlace particular, accidental, de Julia. A Julia hay que tomarla entera, con
todas esas pasiones y rebeldías que muy bien pudieron tener otros derroteros.
Hay que tomar a la Julia, enfrentada con ella misma, como dice Mir, en lucha
tenaz, y atizar ese fuego necesario.
A Julia no hay que llorarla. “Definitivamente no”, dice Mir. Y añade, acto seguido:
“por las razones del inconmovible no”. A Julia hay que comprenderla y celebrarla.
Por eso, críticos y biógrafos, el título del poema: “sin lágrimas”. Será Julia del agua
por su río de Loíza y su mar, pero no, nunca, por las lágrimas. De esta suerte,
Pedro Mir se reafirma en la idea expresada en el artículo, 25 años antes, que
afirmaba que la poesía es más esperanza que dolor.

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