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Petter Dipiton Mateo

Ensayo

LA PSICOPATOLOGÍA DE LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA:


CONSIDERACIONES BÁSICAS PARA SU ESTUDIO

La psicopatología evolutiva o psicopatología del desarrollo, como se describió en el


documento que inspiro este ensayo; Son una serie de conductas desadaptadas
que no le permiten al niño o al adolescente interactuar de manera eficaz con su
entorno.

Existen factores biológicos y ambientales que podrían desencadenar a una


psicopatología del desarrollo. Antecedentes familiares de enfermedades mentales,
consumo de sustancias durante el embarazo, lesiones craneales durante los
primeros meses de vida, abuso físico o psicológico durante la niñez, abandono por
parte de los padres y rechazo de la madre durante la etapa de latencia. Son
algunos de los factores de riesgo que pueden desencadenar a una psicopatología
evolutiva.

Un ejemplo claro es el trastorno de apego reactivo, el cual se origina por el


abandono de los padres hacia su hijo. Dicha patología puede conducir a la
incapacidad de formar relaciones satisfactorias con compañeros o adultos y puede
causar un deterioro en una amplia gama de dominios de la vida del (la) niño (a).

Es importante resaltar que una conducta que resulte anormal en un núcleo familiar
específico, no necesariamente corresponda a una psicopatología del desarrollo.
Por eso la importancia de conocer las necesidades psíquicas de cada etapa del
desarrollo. A demás de conocer al menor en sentido general. Pues tal vez el
mismo solo intente encontrar su propia identidad y diferenciarse de su familia de
origen.

A pesar de que todos los trastornos tienen criterios específicos para ser
diagnosticables. No todos los pacientes asumen los signos y síntomas de la misma
manera. Cuando un menor cuenta con recursos internos y externos adecuados,
puede funcionar correctamente con su condición y hasta superar algún trauma. Sin
embargo, una psicopatología evolutiva resulta más desastrosa para un menor,
cuando en su entorno familiar ignoran por completo todo lo relativo a su condición
o el menor no cuenta con el apoyo adecuado para contrarrestar el malestar que le
produce el trastorno.

Un menor puede tener predisposición biológica y/o genética a padecer alguna


psicopatología, sin embargo puede que nunca la manifieste o solo la manifieste a
causa de algún estresor ambiental que se repita en el tiempo. Quiero hacer
énfasis en este punto; Pues un factor estresante que ocurra en una sola ocasión
no repercute igual a un acontecimiento que se repita durante un tiempo
prolongado. Pues el primero será más fácil de superar por parte del menor, pero
en el segundo contexto resultara mucho más difícil de asimilar de manera
adecuada.

Aquellas psicopatologías que son meramente neurológicas, en la que no influyen


los factores ambientales para su aparición, deben ser tratadas principalmente con
psicoeducación y acompañamiento.

Las diferencias biológicas entre hombre y mujer son esenciales para conocer la
prevalencia de ciertas psicopatologías, pues se ha comprobado que las mujeres
son más propensas a los trastornos de ansiedad debido a que su cuerpo calloso
(parte del cerebro que divide los dos hemisferios) es más grande en la mujer que
en el hombre. Y los hombres son más propensos a los trastornos de conductas
debido a su alto nivel de testosteronas.

La madurez cerebral también es relevante al momento de llevar cabo algún método


de intervención terapéutica en un menor de edad. Pues se deben adaptar las
técnicas terapéuticas al ciclo evolutivo del niño o adolescente.

Yendo más allá de lo que son los trastornos mentales y sus métodos de
intervención. Siempre es importante enfocarse en la parte humana que hay detrás
de un niño o adolescente que padece alguna psicopatología. Durante esta etapa
del desarrollo en donde más se necesita por parte de los padres o tutores el apoyo
afectivo y emocional de ellos. Pues un infante precisa de un adulto que lo cuide y lo
haga sentir seguro, independientemente de que padezca o no algún trastorno;
también necesita un modelo a seguir para de esta manera ir formando su propia
identidad.

En mi opinión, un niño o adolescente que sufra los efectos de cualquier


psicopatología necesita más de una familia que lo apoye y satisfaga sus
necesidades emocionales y afectivas que una intervención psicológica o
psiquiátrica. Pues las recomendaciones del profesional no sirven de nada si la
familia no está dispuesta a cooperar por el bienestar de su hijo o pariente.

Desde el punto de vista profesional, el termino más idóneo para tratar a un niño o
adolescente es ”la aceptación positiva”. Pues en esta etapa del desarrollo el ser
humano busca con más vehemencia sentirse aceptado por los demás,
Principalmente por sus iguales. Mediante la aceptación positiva podemos de algún
modo satisfacer una necesidad afectiva del menor y de esta manera crear el
vínculo terapéutico que lo ayudara a él a su familia a lidiar correctamente con su
condición.

Según Carl Rogers el rol del terapeuta es desarrollar una mejor comprensión del
paciente, ser auténtico y genuino en sus interacciones con ellos y aceptarlos de
una manera compasiva y sin prejuicios. Esa aceptación compasiva y sin prejuicios
es lo que Rogers denominó consideración positiva incondicional.

Partiendo desde el punto de vista de Rogers, puedo concluir que al momento que
recibir a cualquier paciente, ya sea niño, adolescente o adulto, lo primero que debo
asumir es que se trata de alguien que necesita mi ayuda y no alguien que está
enfermo.

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