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El mito del eterno retorno

Tinelli volvíó a la TV para exhibir su repertorio de exceso y acumulación. Un amontonamiento


de artistas, sketchs rancios y conocidos y de personas en un estudio para apenas empatar el
rating de la competencia.

Volvió. A las 21.15 de anoche volvió a la televisión Marcelo Tinelli. “Showmatch. La academia”
comenzó a emitirse a continuación de Telenoche, en un horario más propicio para evitar la
molesta competencia con Masterchef Celebrity 2. El número de la primera emisión, que no
suele ser representativo del ciclo, fue aceptable para la dimensión de la inversión que supone
el programa. Promedió 18 puntos y superó -con lo justo – a su competidor directo “Dr.
Milagro” y empató el promedio del líder MasterChef Celebrity 2.

El programa incluyó el menú habitual para las aperturas del programa en otros años, con
atracciones pensadas especialmente para esta ocasión que no continúan en los días
posteriores. Así pudimos ver un show musical de números continuados sin un hilo conductor
que los conecte, más allá de la buena factura técnica de cada uno de ellos. Luego de ello, el
conductor presentó a su equipo y presentó los sketch preparados para el día: una ficción sobre
su día en la que pudimos ver actores muy populares desarrollar breves pasos de comedia con
el conductor, junto con referencias bastante forzadas a series muy vistas en el año, como The
Crown o Gambito de dama. Luego de ello vino el popurrí de reestrenos: “El insoportable”, el
show de imitaciones de Martín Bossi y “Los Taxi Boys” (nota aparte para la grosera homofobia
de un sketch claramente medieval). Para el cierre, nuevamente la acumulación, aunque en
este caso de cantantes: un grupo de músicos que incluyó a César Bababa Pueyrredón, Fabiana
Cantilo y Pucho de los Auténticos Decadentes interpretaron una serie de canciones que se
pareció bastante al momento cúlmine de una fiesta de casamiento. En el final de este
segmento todos juntos homenajearon al personal de la salud, la macana es que lo hicieron en
un estudio cerrado, con 200 personas pegadas una al lado de la otra y que, si estaban
testeados previamente como afirmaron, no estaban en riesgo pero sí dejando un mensaje
penoso en el peor momento de la pandemia en el país y desperdiciando un recurso escaso
como los hisopados.

A partir de mañana el programa se estabilizará en torno a “La Academia” un certamen de


habilidades diversas que tendrá al baile como expresión de base pero que también incluirá la
actuación, la acrobacia y la destreza física. El motivo del cambio es ahorrarse los dólares que
sale la franquicia del bailando a sus dueños en tierras aztecas. En este plano podremos ver a la
habitual variopinta fauna de participantes y una no menos variopinta fauna de jurados que
incluye a Pampia y al todo terreno Ángel De Brito y que por esta vez no contará con Marcelo
Polino, de fuerte presencia en torno a MasterChef Celebrity 2, en Telefé.

Por su parte, los viernes será el espacio del humor. Una alternativa que Tinelli ya intentó otras
veces sin éxito: dedicarle el viernes a una temática particular por fuera del certamen principal.
En este caso el elenco de humoristas más o menos habitual interpretará “Politichef” una sátira
que mezclará una parodia de su principal rival (que ayer ya lo superó en la competencia
directa) junto con imitaciones de políticos, que ya se hizo en otras oportunidades pero con el
hilo conductor de Gran Hermano.

El humor político en el programa de Tinelli está organizado en torno a la imitación de


personajes. Esas imitaciones se reducen al gag fácil en torno a los latiguillos o gestos
característicos de los personajes. Funcionan como caricaturas en el sentido clásico de exagerar
un rasgo y suprimir los otros. Sin embargo, no hay en ellos una crítica política sino una burla a
su gestualidad: Tinelli no exagera la ideología de los protagonistas para exhibirla (como hace la
revista Barcelona), ni construye estereotipos de las mismas (como hacía Tato Bores). El humor
político de Tinelli no tiene contenido político. Es humor antipolítica, más que humor político.

El estilo Tinelli tiene dos puntos centrales: uno es la mirada del conductor como organizador
del espectáculo. La cámara que hace el contraplano hacia la cara de Tinelli y la que toma la
orientación de su mirada desde atrás nos muestran qué lo hace reír, qué lo emociona y qué le
interesa. Es esa mirada la que nos indica tonos y climas y es él mismo quién habilita o corta la
palabra (por eso insiste con el micrófono de mano, cuando ya nadie en la TV lo usa). El otro
punto fuerte es la retórica del exceso que puebla sus envíos. Cuando Tinelli encuentra una
fórmula rendidora (los bloopers, las mujeres desnudas, las mujeres desnudas bailando, los
chistes sobre mujeres desnudas, etc.) lo repetirá hasta el cansancio, hasta que ese cansancio
haga que el rating baje.

Mientras tanto, la fórmula es la acumulación de elementos: cientos de pantallas, decenas de


bailarines, un estilo y un género amontonado arriba del otro: pop, punk, tropical, tango, rock,
agreste, barroco y todo lo que se les ocurra mientras la chequera de Canal 13 y el rating
sostengan un show que, por lo menos anoche, apenas asomó la cabeza a la superficie en
términos de rating y que en términos artísticos sigue en el fondo del mar.

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