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Semanas del 17 al 30/5

Columna:
Con(textos) compartidos.
Palabra a palabra, como la piedra en el estanque.
Coproducción del Colectivo Donde Viven Los libros de la Casa Popular El
Fogón y la FM Riachuelo 100.9
Luigi Malerba
Día 1  
Presentación - Audio 1 - Mirta

Presentamos a Luigi Malerba, escritor, guionista de cine y televisión, periodista y licenciado


en Derecho. Malerba está considerado como uno de los grandes escritores italianos
contemporáneos, siempre cercano a la vanguardia, la ironía, la corrosión y la
experimentación. Nació en 1927 en Berceto, un municipio de la provincia de Parma, en la
región de la Emilia Romana, y murió en Roma en mayo de 2008.

Luigi Malerba quien, además de poseer un estilo literario innovador y humorístico, no perdía
la oportunidad de criticar en su obra “el sectarismo de las tiranías, la sed de poder y su
efecto destructivo sobre los hombres y las instituciones”.

La escritora y traductora Blanca Ballester sostiene que “el tono aparentemente humorístico
de Malerba contiene una durísima crítica social”; esta observación se aprecia notablemente
en el cuento “La sombra de Fanfandrotti”, tomado del libro 40 historias de bolsillo.

Textos - Audio 2 - Rober

Fanfandrotti era el hombre más rico de toda la ciudad. Se había hecho rico con la basura y
de hecho le llamaban el Rey de la Basura. También le llamaban el Rey del Fraude, que es
algo parecido a la basura que produce mucho dinero contante y sonante. Fanfandrotti había
recibido del Ayuntamiento de su ciudad muchos millones por tener limpias las calles y las
plazas, pero se los metía casi todos en el bolsillo y la ciudad estaba sucísima, a excepción de
la Avenida donde vivía y a la que salía todos los días a dar un paseo a pie.

Nadie se atrevía a quejarse de la inmundicia de las calles y las plazas porque se decía que
Fanfandrotti tenía poderosos protectores en Roma. Quién sabe quién le protege, decía la
gente, pero claramente solo personajes muy importantes logran embolsarse tantos millones
sin hacer nada. Fanfandrotti sabía que tenía muchos enemigos y cuando iba de paseo, dos
gorilas armados caminaban delante de él y otros dos gorilas armados caminaban detrás para
protegerle.

Había un desocupado que esperaba conseguir un empleo de barrendero en la empresa de


Fanfandrotti, pero le habían rechazado porque no quería inscribirse en su partido. En casa
del desocupado se comía poquísimo, cada día menos, y su ira crecía con el hambre. Así un
día decidió enfrentarse a Fanfandrotti mientras paseaba por la Avenida y darle una
bofetada, pero todos le desanimaron porque seguramente los dos gorilas que iban delante
le matarían. Entonces el parado decidió que se acercaría a Fanfandrotti por detrás y le daría
una patada en el trasero, pero una vez más le desanimaron porque en ese caso le matarían
los dos gorilas que iban detrás.

Un día que Fanfandrotti paseaba por la Avenida con sus dos gorilas delante y sus dos gorilas
detrás, llegó Filippetto, el hijo del desocupado. Filippetto era un chiquillo flaco, flaco, que
estaba siempre furioso lo mismo que su padre a causa del hambre. Sin llamar la atención, el
chiquillo se acercó a la sombra de Fanfandrotti y empezó a darle patadas y a pisotearla con
furia. La gente que había alrededor se reía, Fanfandrotti estaba avergonzado y los gorilas no
sabían qué hacer, pues no podían disparar a un chiquillo porque pisoteaba la sombra de su
amo.

Filippetto se armó de valor, se acercó a la cabeza de la sombra, es decir a la sombra de la


cabeza de Fanfandrotti y la escupió. La gente estaba cada vez más contenta y el chiquillo
seguía pisoteándola y escupiéndola. Fanfandrotti intentó hacer algún movimiento y dar
algún paso rápido para evitar las patadas y los escupitajos del chiquillo, pero la gente se reía
todavía más. Por fin llegó al portal de su casa y entró a toda velocidad.

Desde aquel día Fanfandrotti intentó en otras ocasiones salir a la Avenida para dar su paseo,
pero Filippetto estaba siempre allí dispuesto a pisotear su sombra y a escupir en ella ante las
carcajadas de la gente. Fanfandrotti tuvo que conformarse y permanecer encerrado en casa
durante los días de sol y salir solamente cuando el cielo estaba cubierto de nubes o cuando
llovía.

Día 2  
Presentación - Audio 3 - Yana

Continuamos compartiendo la obra del escritor italiano Luigi Malerba, reconocido


internacionalmente como “un creador contestatario, inventor de un lenguaje nuevo y
dueño de un humor original e inteligente, radical y del todo personal”. Su personalidad de
agitador le ayudó a ser uno de los fundadores del denominado Grupo 63, movimiento neo-
vanguardista italiano que buscó nuevas formas literarias experimentando con el lenguaje
formal.

El surrealismo y la fantasía de Malerba, junto a la maestría del lenguaje, la continua


presencia de lo cómico, lo absurdo y lo negro”, ha llevado a algunos críticos a comparar su
estilo con el de Buster Keaton, Samuel Beckett o nuestro Jorge Luis Borges.

Ahora compartimos el cuento “Las palabras sucias” de su libro 40 historias de bolsillo.

Textos - Audio 4 - Nilla

Ottorino tenía el vicio de decir palabrotas. Las decía en la mesa mientras comía, por la calle,
en la escuela, por la mañana, por la tarde y por la noche, cuando llovía, cuando hacía sol, en
el mar en la montaña y una vez hasta se le escapó una palabrota en la iglesia mientras el
sacerdote decía la misa. Cuando aprendía una palabrota nueva, Ottorino la anotaba en un
cuadernito para no olvidarla. «Hago colección», decía a su madre. Los demás niños
coleccionaban figuritas o estampillas y él hacía colección de palabrotas.

Ottorino era un niño muy bueno, amable y estudioso. Estudiaba geometría y aritmética,
historia y geografía. Pero de vez en cuando, entre un segmento y un ángulo recto metía una
palabrota. O bien, la metía entre Julio César y Napoleón, o justo en medio de la llanura
pampeana y la cima del Aconcagua. Los maestros de la escuela mandaron llamar a su madre
y le dijeron que así no podía seguir.

Un día Ottorino dijo una palabrota exactamente al final de un villancico de Navidad. La


mamá de Ottorino ya no podía más.

—Eres un asqueroso— le decía.

Pero el niño empezó a decir palabrotas incluso de noche, durante el sueño. La mamá de
Ottorino pensó que las palabras se forman en la boca y como en la boca de Ottorino se
formaba tantas palabras sucias, decidió lavarla. Le lavó la boca con detergente. Le llenó toda
la boca de espuma, se la lustró y enjuagó a fondo, y Ottorino lloraba, y llorando tragó un
poco de jabón. Sin embargo, al final, la boca estaba limpísima.

Desde aquel día Ottorino ya no dijo palabras sucias, pero tampoco las dijo limpias, no dijo
nada, dejó de hablar.

—Habla, Ottorino, dime algo —le suplicaba su madre desesperada.

Pero el niño callaba, y seguía callando tanto de día como de noche. La pobre mujer estaba
muy arrepentida de haberle lavado la boca con jabón y probó darle caramelos, helados,
dulces. No sirvieron de nada. Probó contarle cuentos para que se divirtiera, pero Ottorino se
divertía y seguía callando.

Una noche, antes de ir a la cama, la madre de Ottorino buscó el cuaderno de las palabrotas
y se puso a leerlo. Durante muchas noches seguidas le leyó las palabrotas del cuaderno
hasta que Ottorino se adormilaba.

Por fin una noche, mientras los ojos e le cerraban de sueño, el niño abrió la boca y dijo:

—¡Mierda!

Su madre lloró de alegría y al día siguiente llamó a todos sus amigos y parientes para
celebrar que Ottorino había vuelto a hablar.

Día 3  
Presentación - Audio 5 - Panchi

Seguimos escuchando relatos del escritor italiano Luigi Malerba.

El periodista español Miguel Mora, aseguraba que Malerba fue un “creador contestatario,
inventor de un lenguaje nuevo y dueño de un humor original e inteligente, radical y del todo
personal. (...) Sus libros, siempre diferentes unos de otros, plasmaban su visión
deformadora de la realidad, su gusto por el juego de la paradoja, la honradez del fingidor
que desvela todos sus trucos.”
Estas características se evidencian en el relato “El chiquitín” de su libro 40 historias de
bolsillo, que hoy les ofrecemos.

Textos - Audio 6 - Lore

A través de las paredes acolchadas llegaban ruidos, regaños, lamentos y alguna que otra
carcajada. Las paredes amortiguaban los ruidos, las aguas los reflejaban y creaban alegres
efectos de eco en los que aparecían vocales, sílabas, silbidos, consonantes simples y dobles,
diptongos, balbuceos, gorjeos y otros sonidos. El chiquitín estaba allí acurrucado al calor y
dormitaba de la mañana a la noche sin preocupaciones, sin problemas. No solo no se sentía
preparado para salir al mundo, sino que, por el contrario, había decidido que permanecería
en su refugio el mayor tiempo posible.

Las noticias que llegaban de afuera no eran nada buenas: frío en las casas porque faltaba
calefacción, muchas horas a oscuras porque faltaba la electricidad, largas caminatas porque
faltaba la gasolina. También faltaba la carne, el aceite, el carbón; faltaba la lana, la leche, el
trabajo, la leña; faltaba el pan, la paz, los fideos; faltaba la sal, el jabón, el sueño, el salame.
En resumen, faltaba casi todo e incluso un poco más. El chiquitín no tenía ningunas ganas de
salir y de encontrarse en un mundo en el que solamente abundaba la catástrofe y el
hambre, la especulación y los disparates, las tasas y las toses, las estafas y las contiendas, la
censura y la impostura, la burocracia y la melancolía, el trabajo negro y las muertes blancas,
la prensa amarilla y las tramas negras.

“¿Quién va a obligarme a entrar en un mundo así? —se dijo el chiquitín—. Yo de aquí no me


muevo, estoy muy a gusto, nado un rato, me doy vuelta de vez en cuando y luego me
adormezco. Hasta que no cambien las cosas yo de aquí no me muevo”, se dijo para sí. Pero
no sabía que no era él quien debía decidir.

Un día, mientras estaba dormitando como de costumbre, oyó un gran gorgoteo, extraños
movimientos y crujidos, después un motor que silbaba, una sirena que pitaba, una voz que
se quejaba. ¿Qué estaba ocurriendo? El chiquitín se acurrucó en su refugio, intentó
agarrarse a las paredes porque notaba que se escurría hacia abajo y no tenía ningunas ganas
de ir a un lugar del que había oído cosas tan terribles. Intentaba estar quieto y, en cambio,
se movía, resbalaba. De repente notó que una mano robusta lo agarraba de los pies y tiraba,
tiraba. Al llegar a cierto punto ya no entendió nada más; se encontró bajo una luz
deslumbrante y tuvo que cerrar los ojos. Movió los brazos como para nadar, pero a su
alrededor estaba el vacío, el aire, la nada, solo dos manos que le sujetaban con fuerza por
los pies, con la cabeza hacia abajo.

“Pero ¿qué quieren de mí? —se preguntó el chiquitín—. ¡Qué maleducados! ¡Me tienen
colgado como un pollo!”. De pronto le dieron dos palmadas en el trasero desnudo. “Pero
¿qué mal les hice? ¿Por qué se meten conmigo?”. Se puso a gritar con todas sus fuerzas.
Quería protestar, aclarar la situación, contestar, criticar, pero de su boca solo salieron dos
vocales y dos signos de admiración. A su alrededor oyó voces de gente que parecía
contenta, quién sabe por qué. Él, no, no estaba nada, nada, nada contento.

Día 4  
Presentación - Audio 7 - Rober
En esta oportunidad, seguiremos conociendo la obra del autor italiano Luigi Malerba.

Malerba fue consagrado por su obra para adultos pero nos dejó también una colección de
relatos breves que ocuparon un lugar preponderante en la literatura infantil. Parte de esta
producción se reunió en dos libros publicados por la editorial Espasa-Calpe en su legendaria
colección Austral Juvenil: 40 historias de bolsillo y La hipotenusa del elefante que,
lamentablemente, poco se conocieron en nuestro país y hoy se encuentran descatalogados.

Del primero de ellos, compartimos el cuento “Amor y helados”.

Textos - Audio 8 - Xiomi

Artemio entró en una heladería y pidió un helado de crema chantilly y avellana. La heladera,
una mujer alta, guapa y seria, le puso en la mano un cucurucho de frutilla y limón. Artemio
miró a la mujer con asombro, pero no se atrevió a protestar.

Al día siguiente se presentó de nuevo en la heladería y pidió un helado de frutilla y limón. La


heladera alta, guapa y seria le entregó un helado de pistacho y chocolate. Se preguntaba si
la heladera quería enfurecerlo, o si aquel extraño comportamiento era una provocación
femenina. La heladera tenía una bonita cara bronceada, bonitos ojos y bonitas orejas.
Artemio la tenía presente día y noche y pensó que quizá, quizá, se estaba enamorando.

Durante una semana Artemio no entró en la heladería. Paseaba por delante durante horas
enteras, pero después de ocho días no resistió más y decidió que esta vez le diría algo, como
por ejemplo: «Me resulta usted muy simpática». Así empezaría la conversación. Entró, pues,
en la heladería y pidió un helado de pistacho y chocolate. La bella heladera le puso en la
mano un cucurucho de café y vainilla. Artemio abrió la boca para decir la frase que había
preparado, pero de su boca salieron palabras distintas.

—Debería estar más atenta —dijo.

Luego salió de la heladería y se comió el helado de un solo bocado.

Al día siguiente Artemio preparó otra frase: «Disculpe si ayer estuve un poco grosero» Entró
en la heladería y pidió un helado de café y vainilla. La bella heladera, esta vez, le dio un
helado de ananá y banana. Artemio se puso colorado y dijo:

—¿Me está usted tomando el pelo?

Luego salió y se comió también de un solo bocado el helado de piña y plátano.

Artemio estaba realmente enamorado de la heladera y ahora se echaba las manos a la


cabeza porque temía haberla ofendido. Decidió que volvería a la heladería a remediarlo.
Esta vez le diría muy claramente: «Estoy enamorado de usted.»

Entró, pues, en la heladería y pidió un helado de ananá y banana. La heladera le dio un


helado de almendra y frambuesa. Artemio abrió la boca para declararle su amor, pero una
vez más salieron palabras completamente distintas:

—Usted no sabe hacer su trabajo.


La heladera no se inmutó y se alejó para servir a otros clientes. Artemio salió de la heladería
desesperado. Desde ese día dejó de comer helados y renunció a casarse con la bella
heladera tal y como en su corazón había proyectado.

Información complementaria (Fuentes consultadas para armar esta columna)


Libro 40 historias de bolsillo, de Luigi Malerba. Ilustraciones de Emilio Urberuaga (Madrid,
Editorial Espasa-Calpe, 1986. Colección Austral Juvenil).

"Luigi Malerba, escritor. Creador contestatario, era dueño de un humor original", por
Miguel Mora. En: Diario El País (Madrid, 10 de mayo de 2008).
https://elpais.com/diario/2008/05/11/necrologicas/1210456802_850215.html

“Luigi Malerba, miembro del 'Grupo 63'”. En: web elmundo.es (12/05/2008).
https://www.elmundo.es/elmundo/2008/05/08/obituarios/1210262491.html

"Comentario de Blanca Ballester sobre un cuento de Luigi Malerba". En: Narrativa Breve.
Blog de literatura: historias cortas, cuentos cortos, entrevistas literarias…
https://narrativabreve.com/2014/02/cuento-luigi-malerba-el-chiquitin.html

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