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Existen muchas experiencias de una persona que está madurando las que
contribuyen positiva o negativamente en el carácter y la personalidad.
El verdadero aprendizaje tiene lugar cuando el conocimiento, valores y las
aptitudes que adquirimos tienen algo que ver con la persona en que nos estamos
convirtiendo.
El carácter es la identidad distintiva que marca al individuo.
Una personalidad basada de verdad en el carácter de la persona tiene una
cualidad atractiva, los alumnos suelen admirar al profesor que tiene una
personalidad auténtica.
Un profesor puede influir en la personalidad del niño, desde un punto de vista
pedagógico, la personalidad generalmente queda fuera de la influencia del
educador.
Se puede ser escéptico sobre si los profesores pueden influir significativamente
sobre el carácter de un niño.
El educador debe enseñar a los niños los valores positivos, como la honestidad, la
sinceridad, el respeto a las personas y a la propiedad, la voluntad de cooperar con
los demás, la responsabilidad, el deseo de aprender, la tolerancia, la crítica y la
imparcialidad.
En contraposición, existen escépticos que mantienen a la escuela con ceñirse a lo
básico, leer, escribir, entre otras.
4 LA PRIMACÍA DE LA PRÁCTICA
5 LOS PROFESORES QUE TIENEN TACTO HACEN QUE LO DIFÍCIL RESULTE FÁCIL
Los profesores tienen que ser expertos en puntos de vista, perspectivas, actitudes,
inclinaciones, orientaciones alternativas.
Tienen que ser capaces de ver las cosas desde el punto de vista de los niños”
El tacto significa ser sensible a la interpretación del niño.
En las situaciones de clase, los profesores tienen que saber cómo conectar con la
interpretación del niño.
Cualquier que sea la complejidad del aprendizaje de un alumno, el profesor tiene
que tratar de percibir el significado y la importancia que tiene la experiencia de la
dificultad para el estudiante.
La dificultad negativa es la dificultad que no ayuda a que el aprendizaje resulte
más significativo, sino que contribuye a que lo que se exige al niño pierda sentido.
Una pedagogía con tacto trata de evitar las circunstancias y los factores que
hagan la experiencia dolorosa para los niños.
Los informes escolares normalmente contienen mensajes para padres y el niño del
tipo: “¡debería poner más interés en sus trabajos escolares!”.
El interés no es un estado de la mente que se pueda requerir o producir a
voluntad.
Estar totalmente entregado a algo experimento la materia que me interesa de una
forma muy centrada.
Al estar intensamente con algo o con alguien adquiero conciencia de las
posibilidades, la indefinición, las repercusiones de la asignatura. Una asignatura
que me interesa es una asignatura que me importa
El desinterés, el aburrimiento, la indiferencia, pueden ser las condiciones
imperantes entre muchos niños y jóvenes en edad escolar.
El interés es el aspecto fundamental de las relaciones entre la persona y el
conocimiento. La reflexión y la vida.
Sin interés, todo lo que ocurre en la escuela corre el peligro de convertirse en una
fachada vacía, una ilusión, una importancia fingida y simulada.
Cuando el profesor pide a sus alumnos que muestren interés, estos piensan que
se les pide que lo simulen, que finjan un cierto comportamiento, que muestren una
fachada que cubran sus sentimientos.
El interés va acompañado de atención, esfuerzo, disciplina, concentración y
rendimiento tienen que estar en una relación directa y primordial respecto al
interés.
El esfuerzo que resulta de la insistencia del otro y que no procede de la
fascinación estimulada por el interés es un esfuerzo falso.
El rendimiento adquirido a coste de tedio y no como resultado del interés
comprometido probablemente es un rendimiento superficial y de vida breve.
Contar anécdotas es una forma de teorizar cotidiana que permite al que las cuenta
verbalizar la experiencia.
El momento pedagógico es ese momento en que el educador o el padre hace algo
correcto en su relación interactiva con el niño.
En nuestra convivencia con los niños nunca, o muy rara vez, es posible llevar a
cabo una acción con precisión técnica o mecánica. Mas bien, en la convivencia
social y pedagógica con niños primero actuamos y luego confiamos en haber
actuado con solicitud.
Al actuar con tacto demuestro sin darme cuenta lo que puedo hacer como
pedagogo con los niños.
En la reflexión solícita descubro lo que he hecho, la solicitud que soy capaz de
demostrar.
El hecho de actuar con tacto es sobre todo una cuestión de la persona completa e
incluye el corazón, la mente y el cuerpo.
Debemos pensar que la solicitud puede hacernos recordar la conexión etimológica
entre pensamiento y mente. Ahora bien, si la solicitud tiene una cualidad espiritual
de “pensar en alguien”, entonces el tacto es su equivalente concreto.
El tacto integra de una forma más íntima la mente y el cuerpo, el intelecto y el
corazón, la razón y el sentimiento.
Estos gestos llenos de tacto, que tienen el objeto de animar, proteger y advertir a
los niños, son solícitos aun cuando los gestos sean repentinos, imprevistos,
impulsivos o espontáneos.
El tacto no es una habilidad que podamos utilizar, es algo que somos. Por
consiguiente, cuando hablamos de la solicitud, la conciencia y la consideración del
tacto nos referimos a la manera de ser de la persona en cuerpo y mente.
El tacto es una especie de conocimiento encarnado que se asemeja a las
habilidades y los hábitos corporales.
Todos sabemos que el cuerpo humano adquiere o aprende ciertas habilidades y
hábitos corporales que se convierten en una especie de segunda naturaleza en
nuestra vida.