Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Introducción
De manera similar, Gayle Rubin (1986) en diálogo con la teoría marxista, retoma en su
escrito “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, los aportes de Levi-
Strauss y el psicoanálisis, para estudiar la historia represiva hacia las mujeres en términos socio-
culturales. Por lo que, la autora se dedica en inspeccionar sobre la etimología de los sistemas de
parentesco, el tabú del incesto y el intercambio de las mujeres en distintas sociedades. Para
luego, plantear los ejes claves del feminismo, que permitirán la restructuración del sistema
sexo/género.
Los aportes del antropólogo francés permiten establecer la relación sobre los sistemas de
parentesco y las formas específicas de sexualidad en una sociedad. El sistema de parentesco
responde a un modelo social organizativo que está presente en distintas comunidades, y estadios
temporales. El mismo para perpetuarse, reproduce mecanismos sociales particulares que
permiten la división social y la “estratificación por géneros”.
Por ello Rubin retoma los aportes de Lévi-Strauss de su libro “Las estructuras
elementales del parentesco” ya que, según ella, el antropólogo teoriza sobre las cohesiones
sociales que generan las uniones maritales, y el tabú del incesto. Debido a que a se puede
identificar la forma en qué los enlazamientos interfamiliares, por medio del acuerdo marital,
demuestra la existencia de pactos prácticos en las sociedades.
De este modo el hecho conyugal es potenciado por el tabú del incesto. Debido a que
prohíbe y posibilita sobre qué integrantes de la comunidad se pueden entablar relaciones
maritales. De tal forma el acuerdo marital, para Lévi-Strauss es considerado como la forma más
básica de intercambio de regalos. En el cual existen dos partes, por un lado, las mujeres que son
dadas en forma de obsequio, y por el otro están los varones de cada familia, los beneficiados de
la red, y los encargados de gestionar el intercambio. Menciona sobre ello Rubin (1986). “el tabú
del incesto origina una amplia red de relaciones, un conjunto de personas cuyas conexiones
recíprocas constituyen una estructura de parentesco. Todos los demás niveles, cantidades y
direcciones de intercambio –incluyendo los hostiles- están ordenados por esta estructura”. (p.
109)
De tal forma Rubin nos comenta que es esencial para mantener la lógica del sistema de
parentesco, es necesaria la reproducción de los roles de género y la división de sexos. Generando
modelos estrictos de sexualidad, que exigen y atentan sobre los deseos de las mujeres. Las
imposiciones, son funcionales al correcto funcionamiento del sistema parentesco. Una forma
organizacional histórica y presente en distintas comunidades que posee un interés particular:
servir a los intereses de los varones.
Por ello, Rubin reconoce que los aportes de Lévi-Strauss permiten observar la
heterosexualidad determinada sobre las mujeres. Sin esa heteronormatividad rígida, las mujeres
no podrían ser intercambiadas, y tampoco unirse conyugalmente para conformar parte de las
relaciones del sistema de parentesco. Por lo tanto, es necesario que las mujeres posean deseos
sexuales estrictos sobre los hombres, porque corresponderían a toda la lógica organizativa.
Menciona Rubin (1986). “Al nivel más general, la organización social del sexo se basa en el
género, la heterosexualidad, obligatoria y la constricción de la sexualidad femenina” (p. 114)
Sin Embargo, Rubin plantea que eso no es pensamiento de Freud al respecto, ya que él
consideraba que durante la fase preedípica, la madre es un común deseo sexual para las/los
hijas/os. Demostrando así, que desde muy temprana edad las personas son bisexuales y que la
heterosexualidad no es dada, sino que es adquirida. Una mujer dentro de un contexto cultural
llega a mutar plenamente en una, al internalizar la “femineidad”.
Sucede que, para el psicoanálisis, la adopción de roles de género proviene desde los
momentos de realización personal de castración. Freud considera que la niña desiste del deseo
sexual con la madre, porque auto reconoce la falta de pene, y la insuficiencia que posee para
generarle placer a su progenitora. En esta instancia, Rubin (1986) recupera los aportes de la obra
de Lacan, y plantea que la niña no es frustrada por no tener genitales masculinos, por la carencia
anatómica. La inseguridad de la niña a temprana edad, proviene por reconocer que no posee el
falo. Adolece la falta del conjunto de significaciones atribuidas al pene, que le prohíben
socialmente obtener el rol masculino y ser reconocida como varón. Por ello observa durante ese
periodo, que no le corresponde ciertos privilegios y que no posee los mismos derechos que el
hombre. Por lo tanto, se transforma en mujer, adopta ese género y se configura culturalmente
dentro de la estructura social para ocupar ese rol. Afirma Rubin (1986) “cuando el niño sale de la
fase edípica, su líbido y su identidad de género han sido organizadas en conformidad con las
reglas de la cultura que lo está domesticao” (p. 123)
De tal forma, para Rubin (1986) la jerarquía social está regida por la posesión del falo. La
existencia del mismo, denota y define las posiciones de intercambiado y el que intercambia. Por
ende, el bien más preciado dentro de las redes intercambio, es el falo. Para el psicoanálisis las
mujeres solo lo obtienen a través de los hombres, involucrándose en una relación conyugal o en
un futuro procreando un varón. Por eso, el proceso de la adquisición de género, marca la división
sexual de la estructura social, indica la posesión de derechos y garantías sociales específicas que
configura a cada sujeto.
Por lo tanto, siguiendo los aportes del psicoanálisis existe a nivel cultural un proceso de
subordinación para las mujeres, no es válido a nivel lógico. Ese es el fallo analítico que la autora
crítica a los académicos que tildan de biologicista a Freud. No hay que quedarse en los
desarrollos determinantes que supuestamente constituyen la sexualidad pasiva y dolorosa para
las mujeres. En cambio, hay que observar los procedimientos culturales que perjudican a las
mujeres dentro de la asignación de género. Menciona Rubin (1986).
“La teoría de la femineidad de Freud ha estado sometida a la crítica feminista desde que
apareció. En la medida en que es una racionalización de la subordinación de las mujeres,
esa crítica está justificada; en la medida en que es una descripción de un proceso de
subordinación de las mujeres, esa crítica es un error (…) Y como el psicoanálisis es una
teoría del género, dejarlo de lado sería suicida para un movimiento político dedicado a
erradicar la jerarquía de los géneros (o de los géneros mismos)” (p.130)
De tal manera, Rubin a través del aporte teórico presentado considera que para poder
reorganizar las relaciones desiguales dentro del sistema sexo-género. Es importante reconocer la
economía política presente en las mujeres, y tomar en cuenta todas las convenciones sociales que
constituyen a las mujeres. Deslegitimemos la autoridad de los hombres, ya no son los únicos
beneficiados dentro de las relaciones de intercambio. Exciten dentro del entramado de redes
maritales, lazos y vinculaciones integrados por mujeres. Ese poderío y capacidad debe ser
consciente, hay que reivindicar la economía política femenina, y romper con las relaciones de
subordinación. Debido a que permitirá el desarrollo hacia la abolición de las reglas desiguales
del género. Agrega Rubin (1986).
“El sueño que me parece más atractivo es el de una sociedad andrógina y sin género
(aunque no sin sexo), en que la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que
uno eso, lo que hace y con quien hace el amor” (p1.35)
“la contra-sexualidad apunta a sustituir este contrato social que denominamos Naturaleza
por un contrato contra-sexual. En el marco del contrato contra-sexual, los cuerpos se
reconocen a sí mismos no como hombres o mujeres, sino como cuerpos parlantes y
reconocen a los otros como cuerpos parlantes”. (p. 18)
De tal manera observamos que Preciado plantea otra perspectiva del género más drástica,
ya que profundiza y continua el trabajo teórico de Judit Butler y Michael Foucault. Sobre la
primera, retoma la noción sobre que el género y el sexo son culturales. No existe un
fundamentalismo biológico sobre los cuerpos, suponer la inherencia entre ambas, es para Butler
la incapacidad de reconocimiento en la producción social que se genera sobre el categórico sexo.
No hay posibilidad explicativa de corresponder inmediatamente ambas ideas. Menciona Preciado
(2008).
De tal manera, Preciado para abordar la noción de género y las construcciones sociales
que le acompañan. Utiliza la noción de biopoder de Foucault para referirse a la nueva forma
social que surge luego de finales del siglo XVII en las sociedades occidentales. Dentro de esta
nueva era, los estados modernos han tomado la adopción de distintas técnicas de gobernanza
para poder dominar los cuerpos. La vida y la carne humana son el nuevo objeto político, los
comportamientos corporales se transforman en un problema esencial. Tienen posibilidad de
acción y de cambio, pero deben seguir regímenes normativos específicos para poder seguir
funcionando dentro de las lógicas del sistema. Menciona Preciado. “Foucault llama biopoder a
esta nueva forma de poder productor, difuso y tentacular. El poder desborda así el dominio de lo
jurídico, del ámbito punitivo, para volverse una fuerza que penetra y constituye el cuerpo del
individuo moderno” (p.57)
De tal manera, Preciado se agarra de tales nociones para seguir profundizando sobre la
percepción política subjetiva de los cuerpos. A partir de la publicación del ensayo “Testo
yonqui”, el autor describe la experiencia personal durante el proceso de suministro ilegal de
testosterona. No busca focalizar en el desarrollo de emociones implicadas durante el periodo de
transición de género. En efecto, indaga en problematizar mediante el transcurso de la
transformación, las circunstancias que le sucede a su cuerpo en contraste con el entorno. El auto
tratamiento de Preciado de testosterona, hormona masculina, sucede fuera de la atención del
Estado. Por lo tanto, busca explorar desde un lado periférico, el modo en que las propias
percepciones de identidad son incongruentes y cohíben sobre las construcciones sociales-
biológicas del género sostenidas por los sistemas.
En esta misma línea, Preciado (2008) plantea que el capitalismo está estructurado por una
nueva era llamada farmacopornografía. Luego de la segunda guerra mundial, y como indica la
conjugación del término, el capitalismo desarrollo en gran cantidad tecnologías y artefactos
pertenecientes a las industrias farmacéuticas y pornográficas. Por lo tanto, las producciones
sociales del capitalismo contemporáneo sobre los cuerpos, actúan a través de estos dos pilares, ya
que posibilitan la gestión de modelos exacerbados de género y de subjetivación.
De este modo lo que Preciado (2008) busca desentramar durante el desarrollo del ensayo
con el auto experimento de inyección de testosterona. Es la utilidad de acción política que
pueden ejercer las distintas tecnologías sobre las reproducciones de sexo-género. No somos
simples cuerpos pasivos que reciben sustancias, más bien éstas pueden formar parte de un
conjunto de herramientas útiles para el cambio. Durante el proceso de trasformación de género,
la testosterona le generó a Preciado notables cambios corporales. Socialmente comenzó a ser
percibido como hombre, y logró experimentar la identidad masculina. En aquella circunstancia
observó, que el reconocimiento exterior por aparentar ser hombre, concebía privilegios y le
atribuía la sensación de capacidad de poder hegemónica perteneciente a las masculinidades.
Agrega Preciado (2008).
Por otro lado, para Preciado otra forma de militancia política es la utilización del
dispositivo drag king. Dicho término refiere a la transformación artística y experimental de la
personificación masculina. Por ello, desde la propia experiencia el autor propone a través de ésta
técnica teatral entender la corporalidad, modismos y la actuación cultural de los varones. La tarea
experimental no respecta a exteriorizar superficialmente mediante maquillaje, bello facial o
vestuario la caracterización masculina. Más bien, en términos de Butler, el dispositivo drag king
debe entenderse como una performatividad del género. Pensando sobre que el género no es algo
que se es, sino que se realiza y ejerce siguiendo ciertas normas que dictan el “hacer un género”.
Menciona Preciado (2008).
“El saber drag king no es la conciencia de ser un imitador de la masculinidad (…), sino
de percibir, por primera vez, a los otros, a todos ellos, como efectos más o menos
realistas de repeticiones performativas decodificables como masculinas o femeninas”. (p .
262)
Por último, entendemos que la propuesta política de Preciado sucede y origina desde la
experimentación personal. Los dispositivos de la autoexperimentación con hormonas, y de drag
king, son una de las tantas técnicas que se pueden utilizar para desnaturalizar las constituciones
del género. Para el filósofo, la comprobación individual sobre los efectos de las circunstancias
sociales, permiten transformar y generalizar las disconformidades. Partir de la idea sobre que lo
personal es político, es entender que los acontecimientos privados no son ajenos y excluyentes al
ámbito público. Desde la experiencia individual es posible identificar las secuelas negativas que
ejercen las formas de dominación. Por lo que es necesario discutir socialmente sobre aquellas
incomodidades, ya que forman parte de las técnicas políticas que permitirán desestructurar las
reglas del género. Agrega Preciado (2008).
“es necesario desarrollar micropolíticas del género, del sexo y de la sexualidad, basadas
en prácticas de autoexperimentación (más que de representación) intencionales que se
definan por su capacidad de rechazar y de resistir a la norma de crear nuevos planos de
acción y de subjetivación”. (p. 255)
A modo de cierre
Por un lado, Rubin no busca desarrollar la teoría del género a un foco occidental, más
bien quiere otorgar leyes generales sobre la desigualdad sexual, y el comportamiento humano en
distintas comunidades. En cambio, Preciado es más específica al atacar y desafiar los discursos
hegemónicos de las instituciones occidentales. Plantea una lucha política más práctica hacia el
binarismo sexual, las construcciones socio-culturales de los géneros y la heteronormatividad. Por
ello una de las críticas que se le puede atribuir en comparación a Rubin, es por proyectar
imaginarios políticos ideales, una sociedad agénero, sin asentar las estratégicas posibles para
gestarlo.
De tal forma, existe una diferencia teórica entre Rubin y Preciado dentro de la
conceptualización del género. La primera al referirse al sistema sexo/género, plantea que el
género es la atribución cultural significante sobre la división el sexo. Por lo que la diferenciación
biológica-anatómica presente de los cuerpos, preexiste antes que la distribución de los géneros.
Existe un fundamentalismo biológico previo dentro del desarrollo teórico de Rubin, el cual
carece de explicación.
Por ello, Preciado retomando los aportes de Butler, considera que el género en realidad al
ser una atribución cultural sobre las existencias naturales. Es aquella producción social la que
genera la división, no hay experiencia empírica que le atribuya un marco ontológico a los sexos
para denotar la existencia binaria entre ambos. La diferenciación y categorías sociales que le
apropiamos, son específicas de la construcción cultural y descriptiva de los géneros. Por lo tanto,
ser conscientes de ello permitirá la reprogramación de las identidades, y restructurará, los deseos,
el placer y el goce sexual.
Bibliografía
-BUTLER, Judith [1990] (2016). El género en disputa. Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Paidos.
-PRECIADO, Beatriz. (2008). Testo Yonqui. Madrid, España: Espasa Calpe, S.A. Disponible en:
https://antropologiadeoutraforma.files.wordpress.com/2013/04/preciado-testo-yonqui.pdf
-RUBIN, Gayle. (1986). El tráfico de mujeres. Notas sobre la “Economía política del sexo”.
Revisa Nueva Antropología, Vol. VII N°30. Universidad Nacional Autónoma de México.
Disponible en:
https://www.unc.edu.ar/sites/default/files/EL%20TR%C3%81FICO%20DE%20MUJERES%20-
%20Gayle%20Rubin%2C%201975.pdf