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industria química
Ignasi Piñol, Condorchem Ibérica18/03/2009
Los compuestos orgánicos volátiles (COV) son unos productos nocivos para la salud
que pueden producir importantes daños a los recursos naturales. Con el fin de
minimizar estos efectos nocivos, se publicó el Real Decreto 117/2003 sobre limitación
de emisiones de compuestos orgánicos volátiles debidas al uso de disolventes en
determinadas actividades, el cual se viene aplicando desde el 31 de octubre de 2007 a
todas las industrias afectadas.
Este Real Decreto marca para cada una de las actividades afectadas un umbral en el
consumo de disolventes, así como unos límites de emisión de COV en los gases que salen
por chimenea y en las emisiones difusas. Los sectores de actividad afectados son muy
variados y entre ellos podríamos destacar como más comunes, el sector artes gráficas
(diferentes tecnologías de impresión), el recubrimiento (pintado y barnizado de diferentes
materiales) y la industria químico-farmacéutica. Para la fabricación de productos farmacéuticos
se exige que en la emisión de gases residuales, la concentración de carbono orgánico total
(COT) sea inferior a 20 mgC/Nm3. El COT es un indicativo de los COV emitidos, que se mide
con un detector de ionización de llama (FID).
Cuando la alternativa por la que se opta, es reducir la concentración de COV en las emisiones
de gases residuales que salen por chimenea, hay diversas tecnologías que se pueden aplicar,
y para seleccionar la más adecuada hay que analizar detalladamente en cada caso las
características del aire a tratar y la capacidad tecnológica de la industria afectada. Las
principales propiedades que hay que tener en cuenta en el aire a tratar son el caudal, la
concentración de COV, la temperatura y humedad del aire, los disolventes presentes, el límite
de emisión permitido y la posible presencia de polvo y otros contaminantes. En cuanto al
análisis tecnológico de la empresa, hay que valorar los recursos disponibles, la distribución
temporal de las emisiones contaminantes así como la posibilidad de recuperar los disolventes
y la energía térmica. Analizando globalmente todos estos aspectos, se puede determinar cual
es la mejor tecnología disponible.
Las tecnologías de tratamiento se pueden dividir en dos grandes grupos: las destructivas y las
no destructivas. Los tratamientos destructivos son aquellos en que los COV’s se transforman
en otras sustancias mediante un procedimiento adecuado, mientras que los no destructivos
consisten en la separación física o química de los COV’s del aire a tratar. Dentro de las
destructivas, las principales tecnologías son la oxidación térmica regenerativa, la oxidación
térmica recuperativa, la oxidación catalítica y más ocasionalmente, la biofiltración. En cuanto a
las no destructivas, las tecnologías más habituales son la adsorción, la condensación
criogénica y la absorción.
Tecnologías destructivas
En la oxidación térmica regenerativa (OTR), al igual que en las otras técnicas oxidativas, los
COV’s se oxidan en una cámara de combustión con quemador y se transforman en CO2 y
H2O. La OTR se caracteriza por la presencia de unas torres (normalmente 2 ó 3) rellenas de
un material cerámico que retiene y cede el calor de combustión al aire tratado durante los
sucesivos ciclos del proceso.
Con estas torres se consigue una eficiencia de recuperación térmica superior al 95%. Es por
tanto, una tecnología con un reducido consumo de combustible y si la concentración de los
disolventes es superior a 1,7 – 2 g/Nm3 puede llegar a ser un proceso autotérmico con un
consumo prácticamente nulo. La temperatura de trabajo en la cámara de combustión, se sitúa
alrededor de los 750 - 800 °C. A esta temperatura se pueden oxidar todas las sustancias
orgánicas.
La oxidación térmica recuperativa es una tecnología más simple, con unos costes de inversión
menores, pero unos mayores costes de gestión. Consiste en una cámara de combustión con
un quemador y con un intercambiador de calor donde se calienta el aire de entrada y se enfría
el aire depurado. Con esta técnica se puede conseguir una eficiencia de recuperación térmica
del orden del 65%.
A continuación, este aire se envía a una columna de relleno (scrubber) equipada con anillos
Pall de alta eficiencia. El aire entra por la parte inferior de la columna y en su trayectoria
ascendente atraviesa el material de relleno, mientras que una solución alcalina de tratamiento
atraviesa el scrubber en el sentido opuesto. En la superficie del relleno es donde tiene lugar la
absorción química/física del ácido clorhídrico generado en la combustión de los COV clorados.
El aire depurado sale por lo alto del scrubber y se descarga a la atmósfera a través de la
chimenea.
Tecnologías no destructivas
La tecnología más habitual en este grupo es la adsorción en carbón activo. En esta
tecnología, se hace pasar el aire a tratar a través de un lecho con carbón activo que retiene
los COV. El carbón activo se va cargando de COV y llega un momento en que se satura y
pierde la capacidad adsorbente.
En este punto tenemos dos posibilidades: a) desechar este carbón, gestionarlo como residuo
y sustituirlo por uno nuevo. b) Regenerar el carbón con vapor o con un gas inerte (nitrógeno).
Con la regeneración se pueden recuperar los disolventes y reutilizarlos en el proceso
productivo.
En el caso de los COV, esta tecnología es aplicable en aquellos casos en que los productos
sean solubles en agua (acetona, alcoholes, etc.).
Conociendo las distintas tecnologías aplicables, hará falta un análisis detallado de las
condiciones de entrada del aire, de las condiciones de salida que se pretende conseguir, de
los costes de inversión y gestión, así como de los servicios disponibles, para determinar la
tecnología más adecuada en cada caso.