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Tema.

Pruebas del discipulado


Base bíblica. Lucas 9:57-62.
Verdad central. “...Te seguiré, Señor; pero... Lucas 9:61

Introducción.

El miércoles pasado hablamos del tema, evidencias del discipulado, y una de esas evidencias
era el principio de la permanencia en la palabra de Dios, también se hablo del principio del
amor, “un mandamiento nuevo os doy que os améis unos con otros, y en esto conocerán son
mis discípulos, así lo dijo el Señor Jesús, también se hablo del principio del fruto, fruto, mas
fruto y mucho fruto. Hoy quiero hablar de las pruebas del discipulado.
. “...Te seguiré, Señor; pero... Lucas 9:61
Primera prueba del discipulado: El voluntario impulsivo. Lucas 9:57

“...te seguiré adonde quiera que vayas” (Lucas 9:57).

En un arranque de entusiasmo, este se ofreció en servicio voluntario e incondicional al Señor.


Su sinceridad no fue cuestionada. Era un voluntario preparado para ir a cualquier parte en pos
de Jesús. Seguramente, Él le dieron una cálida bienvenida a esta alma entusiasta dentro de su
entorno. Sin embargo, Cristo sabía qué había dentro de los hombres. Juan hizo esta mención
asombrosa sobre el discernimiento del Señor: “y no tenía necesidad de que nadie le diese
testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Juan. 2:25). Él
pudo discernir que, si bien este candidato era genuino, aún no estaba listo para el servicio.

Hubiera sido un buen candidato para el Señor, ya que Mateo nos dice que era un escriba
(Mateo 8:19); pero Jesús vio en él a un seguidor demasiado impulsivo. Vio que su entusiasmo
probablemente se evaporaría en momentos de prueba. El hombre, sin duda, habría esperado
que el nuevo Maestro le diera la bienvenida con los brazos abiertos, y se habría sorprendido
ante la respuesta enigmática y cauta del Señor. Jesús había discernido una similitud entre la
respuesta de este hombre y la afirmación tajante de Pedro: “Aunque todos se escandalicen de
ti, yo nunca me escandalizaré” (Mateo 26:33).

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Un impulso generoso no debería ser sofocado, pero Jesús vio en ese voluntario a alguien que
había hablado sin tener en cuenta el costo implicado. Él no rechazó su oferta de servicio, pero
hizo una declaración enigmática que le abriría los ojos a la realidad de la situación: “...Las
zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos, más el Hijo del Hombre no tiene dónde
recostar la cabeza” (Lucas 9:58).

De hecho, Jesús le preguntó: “¿Te das cuenta a dónde puede llevarte tu entusiasmo?”. Él
siempre era claramente sincero con los potenciales seguidores, porque quería que su lealtad
fuera racional. De modo que escudriñó las motivaciones del hombre, así como escudriña las
nuestras: “Tómate tu tiempo. ¿Estás dispuesto a en afrentar los sacrificios? Las zorras y las
aves tienen guaridas, pero ¿estás preparado para no tener un hogar? ¿Estás preparado para
aceptar una forma de vida más baja por amor a mí?”.

1 Reyes 19:11-13.

11 Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba,
y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de
Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no
estaba en el terremoto. 12 y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego.
Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. 13 y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con
su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo:
¿Qué haces aquí, Elías?

En los cambios económicos de nuestros tiempos, estamos aprendiendo dolorosamente que no


hay seguridad en las cosas materiales; las podemos perder instantáneamente. El Señor no nos
ofrece seguridad excepto en Él, pero ¿acaso no basta? Sigamos los pasos del arriesgado
Abraham, que dejó la seguridad de la sofisticada Ur de los caldeos y partió, “...sin saber
adónde iba” (He.11:8). Pero, aunque tuvo que recorrer un sendero desconocido, perseveró
“porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”
(He. 11:10). Él había terminado con la tiranía de lo material.

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Segunda prueba del discipulado: El soldado renuente. Lucas 9:59
. “...Te seguiré, Señor; pero... Lucas 9:61
“Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre” (Lucas 9:59). El segundo candidato
para el servicio no se ofreció voluntariamente. Respondió al llamado del Señor: “Sígueme”,
pero su respuesta sugiere una reserva. Lo que realmente quería decir era: “Primero déjame
atender mis asuntos familiares”. Si el primer hombre era demasiado impulsivo, el segundo
era demasiado lento. Para él, el discipulado era únicamente una cuestión de importancia
secundaria. Mateo nos informa que el segundo hombre ya era un seguidor de Jesús cuando
recibió este llamado (Mateo 8:21), así que aparentemente estaba posponiendo y
colocando otras cosas antes de su compromiso con Dios. Es cierto, que de
hecho dijo: “Te seguiré —pero agregó algo inaceptable—: cuando se adecue a mi
conveniencia”. Su devoción a Cristo era ocasional, no vital. No estaba preparado para dar el
paso decisivo de quemar todas las naves. La respuesta crítica de Jesús presentaba un reto para
que hiciera justamente eso.

Al principio, las palabras de nuestro Señor parecen algo duras e insensibles. ¿No era lógico y
correcto que el hombre asistiera al funeral de su padre? En Palestina, se requería que los hijos
mayores cumplieran con las ceremonias fúnebres de sus padres. Se lo hubiera juzgado como
un mal hijo de no hacerlo; pero hay otro lado de la historia.

Un notorio expositor, oyó a un hombre, con quien viajaba, usar exactamente la misma
expresión. Al indagar, descubrió que no estaba hablando de ningún funeral literal. Su padre
estaba vivo, pero era un dicho coloquial de uso común y realmente significaba: “Dejen que
atienda los intereses de mi familia”. ¡Otro viajero en Oriente oyó a un hombre usar la misma
expresión con su padre sentado al lado!

En su respuesta: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de
Dios” (Lucas 9:60), Jesús quiso decir que, si él anteponía los intereses de Dios, los intereses
de su familia no sufrirían.

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Tercera prueba del discipulado: El voluntario indiferente. Lucas 9:61.
. “...Te seguiré, Señor; pero... Lucas 9:61
“Te seguiré, Señor, pero deja que me despida primero de los que están en mi casa” (Lucas
9:61). Si el primer candidato era muy impulsivo, y el segundo muy lento, el tercero era
demasiado apático. Su compromiso limitado tenía un “pero”, e igual que la respuesta de su
predecesor, tenía también un sonido ominoso de “yo primero”. Fue a él a quien el Señor le
presentó el reto más solemne e introspectivo de todos: “Ninguno que poniendo su mano en el
arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9: 62).

La respuesta de Cristo revelaba la naturaleza del problema de ese hombre: su corazón estaba
puesto en su hogar, no en su Maestro. Jesús vio que pronto miraría hacia atrás y entonces se
volvería atrás. Hay muchas cosas que nos desvían del camino del pleno discipulado. Muchos
como este hombre están dispuestos a un compromiso limitado, incluso siempre hay un “pero”
en su seguimiento.

Los que insisten en colocar primero las relaciones terrenales son los que con mayor
probabilidad serán desviados. El tercer discípulo se estaba entregando al remolcador de las
relaciones terrenales. Nuestro sutil adversario es muy habilidoso en jugar con nuestros afectos
naturales. El tiempo verbal que usa el Señor no indica una única mirada hacia atrás, sino un
hábito desarrollado: “mira hacia atrás” es como si dijera “sigue mirando hacia atrás”. ¿Y
quién de nosotros no ha sentido ese tirón hacia atrás?

CONCLUSIÓN.
. “...Te seguiré, Señor; pero... Lucas 9:61.
La respuesta de Eliseo al llamado de seguir a Elías muestra un asombroso contraste con la
actitud del voluntario renuente. 19 Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que araba
con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última. Y pasando Elías por delante de él, echó
sobre él su manto. 20 Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías, y dijo:
Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve,
vuelve; ¿qué te he hecho yo? 21 Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los mató, y con el
arado de los bueyes coció la carne, y la dio al pueblo para que comiesen. Después se levantó y
fue tras Elías, y le servía. (1 Reyes 19:19-21).

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