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Historia del Derecho Penal

En una época primitiva, anterior a la organización de los pueblos en ciudades-estados, estados o


imperios, no se puede hablarse propiamente de la existencia de un Derecho Penal, pero sí existía
la venganza, siendo ésta algo parecida a la pena y que se cumplía su función.

Varios autores coinciden en que la venganza debió ser la primera manifestación de la Justicia
Penal, teniendo la pena un sentido individualista. La venganza también se puede visualizar, no sólo
como una manifestación o equivalente del apena, sino como una guerra entre grupos sociales,
siendo éstos organismos políticos primarios dotados de un rudimentario sistema de prohibiciones
y sanciones.

Pero esta venganza, ya sea individual o realizada por un grupo familiar contra otro, no puede
considerarse como una auténtica forma de reacción propiamente penal, ya que ostenta un
carácter puramente personal o familiar, permaneciendo el resto de la sociedad indiferente a ella.
Sólo cuando la sociedad se pronuncia a favor del vengador, se pone de su parte y le ayuda,
reconociendo la legitimidad de su reacción, es cuando ya se puede hablar de la venganza
equivalente de la pena.

La venganza dio lugar a sangrientos enfrentamientos y al exterminio de numerosas familias. Para


evitar este mal, surgió una institución, a primera vista cruel y bárbara, pero que supuso un
considerable avance estableciendo límites a la venganza: El Talión.

En virtud del muy conocido principio “ojo por ojo, diente por diente”, o principio talional, no podía
responderse a la ofensa con un mal superior al inferido a la víctima.

Otra importante limitación al primitivo sistema de la venganza fue la Composición, calificada como
el “primer progreso en área punitiva”, mediante la cual el ofensor y su familia rescataban del
ofendido y su familia el derecho de venganza mediante el pago de una cantidad. “La enardecida
venganza de sangre entre las tribus, se concilia, la reconciliación, basada sobre la reparación en
metálico a la tribu ofendida, negociada primero, se convierte después en obligatoria. Así nace el
segundo grado en el desenvolvimiento de la pena: el sistema de composición”

Esta ley se encontraba escrita en el código Hammurabi, 1927 a 2000 años antes de Cristo y con
mayor desarrollo y perfección en algunas legislaciones antiguas, tales como la hebrea, la griega y
la romana.

La aplicación de ésta ley creó grandes conflictos, ya que no siempre era posible hacer cumplir al
reo tal pena cual delito, en algunos delitos de lascivas, contra la propiedad o contra la honestidad,
o en circunstancias especiales, como la de que el agresor le cortara un brazo a un manco o sacara
un ojo a un tuerto

Son principios típicamente derivados de la seguridad jurídica la irretroactividad de la ley, la


tipificación legal de los delitos y las penas, las garantías y derechos constitucionales, la cosa
juzgada, la caducidad de las acciones y la prescripción.

Las primeras normas, basadas en la costumbre, dejaban a la víctima del delito o a sus familiares o
al clan al que pertenecía, la imposición del castigo, generando en ocasiones guerras entre clanes;
no guardando proporción muchas veces la pena con el daño, imponiéndose de este modo la
venganza privada, y penándose con la muerte delitos leves.

Luego la venganza dio paso a la posibilidad de la reparación dineraria. Por ejemplo, en la antigua
Roma, el pater podía liberarse de entregar a su filius o su esclavo a la familia de la víctima del
daño, ofreciendo una reparación económica.

La irretroactividad de la ley significa que las disposiciones contenidas en las leyes no deben
aplicarse hacia el pasado, afectando hechos o situaciones que se presentaron antes de su vigencia,
problema que se conoce también como conflicto de leyes en el tiempo. En definitiva, todo lo que
supone la certeza del derecho como valor o atributo esencial del Estado.

A fines de la República romana, la justicia pasa de ser privada a pública, cuando las leges
judiciorum publicirum crearon tribunales para conocer de los delitos que ellas tipificaban.

En la Edad Media, por influencia de la iglesia y el Derecho Canónico, pasan a homologarse los
pecados con los delitos, al menos en la práctica.

El rey español Alfonso X, en la Séptima Partida, del año 1265, establece penas muy duras, que
incluyen la muerte, el destierro, las torturas, la confiscación de bienes, los trabajos forzados,
etcétera.

El siglo XVIII y su ideario iluminista trajeron nuevos modos de concebir el Derecho penal. Fue
Beccaria en su obra “Dei Delitti e delle Pene”; en español “Del delito y de la pena” quien fijó el
principio de que las leyes son la únicas capaces de imponer las penas para los delitos que
describen, que deben guardar proporción con la gravedad del mismo. Sus ideas más destacadas
son la humanización de las penas, proponiendo entre otras medidas, la supresión de la tortura.

La Escuela Clásica, basada en la existencia del Derecho Natural, que rige por encima del Derecho
Positivo, poniéndole límites e inspirando su contenido, tuvo su máximo representante en
Francesco Carrara (1805-1888). En su “Programa de Derecho Criminal” de 1859, expuso que la
razón debe primar sobre las normas legales. Funda la responsabilidad criminal en el libre albedrío,
por lo cual declara la inimputabilidad de aquel que no actuó pudiendo elegir.

En el siglo XIX, Augusto Comte (1798-1853) sienta las bases del positivismo, que privilegia los
hechos, sin cuestionar su justicia o sus motivos. Las ideas se manifestaron en varios ámbitos, y en
el Derecho, el criminólogo y médico italiano, Cesare Lombroso (1835-1909) sentó la teoría del
delincuente nato, nacido para delinquir según ciertos rasgos físicos y psíquicos predeterminados.
El delincuente no es responsable de lo que hace pues no puede evitarlo. Por eso, en vez de
castigarlo, hay que establecer medidas de seguridad. Éstas incluían la pena de muerte, pues para
este médico, no es posible en muchos casos, sobre todo cuando son peligrosos, su reinserción
social. Las penas se vinculaban al grado de peligrosidad del delincuente más que a la gravedad del
delito que hubieran cometido.

Luego de las Guerras mundiales resurge la idea de la aplicación del Derecho Natural.

Entre 1960 y 1970, renace la relación entre la pena y la culpabilidad, y de la rehabilitación del
delincuente. Surgen medidas sustitutivas a la prisión o reclusión, como los trabajos comunitarios o
la prisión domiciliaria. En 1970 se vuelve a un sistema más represivo por temor a la inseguridad.
Actualmente se discute si el endurecimiento de las penas y la baja de edad de imputabilidad penal
serían una medida para poner freno a la inseguridad, aunque se avanza en la despenalización de
ciertos hechos que habían sido delictivos como el adulterio, el aborto o el consumo de drogas.

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