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1 FRATERNIDAD DE AGRUPACIONES SANTO TOMÁS DE AQUINO

DIRECCIÓN DE FORMACIÓN
Delegación de Formación Doctrinal para la Organización Mayor

Número 4 - setiembre de 1999

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Introducción

Con este cuadernillo Temas iniciamos la serie Santos de la Orden Dominicana. Está dividido
en tres partes, según detallamos a continuación.

En la primera transcribimos un texto elaborado por el Pbro. Pablo Sylvester sobre Santo
Domingo. A este texto lo hemos dividido en capítulos y le hemos incorporado los cuestionarios
para meditar acerca de lo leído.

Para la segunda hemos seleccionado dos párrafos del opúsculo Santo Domingo de Guzmán
(semblanza), de Cuadernos Dominicanos. Ensayos 2. Igual que en el caso anterior, le hemos
incorporado los cuestionarios.

La tercera parte está constituida por una breve noticia acerca de la herejía albigense y, por
supuesto, acompañada también de su correspondiente cuestionario.

Se reitera que los cuadernillos Temas pueden leerse en grupos o en forma personal. También
puede hacerse parte en grupos y parte personalmente, ya que las reflexiones acerca de actitudes y
comportamientos personales pertenecen al fuero íntimo de cada uno.

Reiteramos, asimismo que, además de motivar la meditación y la reflexión, estos trabajos deben
servir para distribuirlos y hacerlos circular, con actitud apostólica, en los medios en que sea posible.

Héctor Fco. Bruera


Ilda A.S. de Bruera

Santo Domingo

Santo Domingo fue el célebre fundador de la Orden Dominicana. Vivió cincuenta y un años
(1170-1221) extraordinariamente fecundos. Su madre, cuando estaba embarazada, vio a su hijo
como un perro que llevaba encendida una antorcha en la boca, ya que él haría conocer a todos los
pueblos la doctrina de Cristo; de allí viene el término dominicano, de “canes Domini” (perros del
Señor) en el sentido recién indicado.

La herejía albigense hacía estragos en el sur de Francia y esto fue dolorosamente palpado por
santo Domingo. Los herejes apenas dejaban en pie algunas verdades de la fe: negaban los
sacramentos, la encarnación y la redención. Sus mentores estaban bien preparados y el error
abarcaba tanto a los nobles como a los caballeros y el clero y llegaba incluso a los campesinos.
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Hombre de diálogo

Nuestro santo combatió personalmente la herejía. Algunos legados del Papa habían fracasado en
el intento por presentarse en carruajes opulentos y por aplicar métodos violentos, lo cual provocaba
más bien el rechazo. Los herejes albigenses, por el contrario, vivían austeramente y se presentaban a
pie y así eran mejor recibidos para sembrar el error en los pueblos. La gente, al verlos así, les creía.

Pero de pronto apareció santo Domingo que llegaba caminando y, a veces, con los pies sangrando
porque caminaba descalzo.

¿Qué herejía se había extendido por el sur de Francia?


¿Estaba muy extendida?
¿Por qué habían fracasado algunos legados del Papa en el intento de combatirla?
¿De qué manera se presentaba santo Domingo para luchar contra ella?
¿Coincide esa manera con la que nosotros pensamos que debemos presentarnos?
¿Estamos preparados, por nuestros conocimientos de la doctrina y por vivir según ella, para
combatir las herejías actuales?

Santo Domingo era hombre de diálogo y de comunión con los demás. Le era necesario hablar,
conversar, encontrar la comunicación profunda, superar divergencias con el fin de encontrarse con
las almas y buscar la salvación. Desde luego, esto va más allá de las simples palabras; lo que él
busca es un contacto de corazón, de vida.

¿Cómo se entendía santo Domingo con las demás personas?


¿Qué buscaba mediante ese diálogo?
¿Tenemos nosotros el mismo criterio en nuestra relación con los demás?
¿ Lo aplicamos si lo tenemos?

Comenzó a tener conversiones, el pueblo, la gente, comenzó a creerle. Entonces pensaron en


matarlo. En aquellas discusiones Domingo se encontraba rodeado de enemigos a los que suplicaba:
“no me maten de un golpe, arranquen mis miembros uno por uno para prolongar mi martirio”.

Pero los herejes empezaron a convertirse porque la gracia les tocaba el corazón, ya que Domingo
era el instrumento fiel. La Virgen le inspiró el rezo del santo rosario, la tierna devoción hacia la
Madre de Dios. El y la Orden que fundó llevaron el rosario a todas partes.

Pero no era sólo el rosario; rezaba en cuanta oportunidad se le presentaba; era realmente un
hombre de oración. Capaz de orar todo un día y toda una noche, podía llegar hasta el éxtasis.

¿Por qué fue combatido santo Domingo?


¿Por qué tuvo éxito en su lucha por convertir herejes?
¿Somos nosotros hombres de oración aunque no alcancemos la intensidad y la profundidad de
santo Domingo?
¿Buscamos, en medio de nuestras actividades cotidianas, momentos para dedicar a la oración?

El celo apostólico
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El santo gozaba de la protección del Obispo de Toulosse, pero Dios le inspiró trascender ese
límite geográfico y, mediante las aprobaciones papales, la Orden pudo iluminar con la verdad en
todo el mundo.

Fue un hombre de Dios que vivió a fondo los problemas de su tiempo; siguió muy de cerca la
batalla decisiva de Muret (1213) en la cual su amigo, el cruzado Simón de Monfort, venció a los
albigenses que pretendían imponer las herejías por medio de las armas.

Fue hombre de Dios ante todo. Hombre de oración y hombre de apostolado. El entregarse a la
acción no era por hastío ni cansancio; se trataba siempre de un desborde de su vida interior. Él fue
quien encarnó el “contemplar y transmitir a los demás las cosas contempladas”. En una palabra, todo
su apostolado surgía de Dios, brotaba de Dios. Sin esto, el apostolado es activismo, sin gloria para
Dios y sin fruto para los hombres.

¿Por qué se entregó santo Domingo a la acción?


¿Cuál fue la base de su apostolado, hasta el punto que se dice que él la encarnó?
¿Vivimos, como santo Domingo, los problemas de nuestro tiempo?
¿Somos, como él, personas de oración y de apostolado?
¿Nos preocupamos por contemplar las verdades de la fe para luego transmitir las cosas
contempladas?
¿Nuestra acción apostólica surge de Dios o se trata sólo de un activismo sin sentido?

Su entrega

Sus últimos años de vida (1218 – 1221) fueron azarosos. Viajó por todas partes, predicó el santo
evangelio, visitó las nuevas fundaciones, tuvo diversas entrevistas con el Papa y otras autoridades,
siempre gestionado las cosas de Dios. El relato de su muerte es conmovedor, la muerte de quien en
vida “no sabía más que hablar con Dios o de Dios”. El Señor enseña: “de la abundancia del corazón
habla la boca”. Nuestras palabras –todas ellas– han de ser para edificar a los demás; para esto santo
Domingo nos enseña a fortalecernos en la oración, penitencia, estudio de la verdad, para dar a los
demás, apostólicamente, lo contemplado.

¿A qué se debe tan intensa actividad de santo Domingo en los últimos años de su vida?
¿Qué significa “hablar sólo con Dios o de Dios”?
¿En qué y para qué nos enseña santo Domingo a fortalecernos?
¿Hasta qué punto entregamos nuestras vidas a Dios como lo hizo santo Domingo?
¿Tenemos en cuenta que esa entrega lleva implícita la entrega a nuestros semejantes?
¿Nos fortalecemos por los medios y para el fin como nos enseña santo Domingo?

La época de santo Domingo y la nuestra

En su época la herejía estaba circunscripta al sur de Francia; la Iglesia detectó y extirpó el error.
Hoy la difusión del error, la mentira, la heterodoxia, no poseen límites. Merced a los medios de
comunicación social y a la imprenta masiva, diariamente nos invaden y bombardean con mensajes y
doctrinas falsas. Pero no temamos, el Señor nos alienta: “yo estaré con vosotros hasta el fin del
mundo”. No temamos, es cierto, pero no nos dejemos contaminar ni tampoco pactemos con lo malo
que nos rodea y busca introducirse, por ósmosis, sin que nos demos cuenta, en nuestro interior.
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¿En relación con el error y la herejía, cuál es la principal diferencia entre aquella época y la que
nos toca vivir?
¿De qué medios se vale la herejía para atraparnos solapadamente?
¿Por qué no debemos temer a pesar de la apariencia tan adversa?
¿Qué debemos hacer para evitar que nos atrape el error?

La santidad genera santidad

La santidad suscita la santidad. Domingo posee a su madre y a su hermano que son beatos. Jordán
de Sajonia, que lo sucede en el gobierno de la orden, es santo. Escuchando su predicación, Alberto
Magno se hace dominico. Estamos llamados a ser santos, el bautismo es en nosotros una semilla
destinada a desplegarse en santidad. Tener a Santo Domingo como Padre es una invitación
permanente a abandonar lo bajo y vil, para apartarnos de la mediocridad de aquel que se contenta
con cumplir algunos preceptos y no va más allá porque no ve más allá. La santidad es el horizonte
por ver, siempre podemos dar más. Nosotros no le podemos poner límites a Dios. Si lo hacemos
somos mezquinos y mediocres. Santo Domingo fue un hombre de Dios, su recuerdo, evocación e
invocación, sea ayuda para creer siempre en Dios.
¡Nuestro Padre Domingo nos ha dado un ejemplo prodigioso para imitar y tener siempre en
cuenta!

¿Facilita la santidad de uno la santidad en otros?


¿A qué nos invita la santidad de Domingo?
¿Estamos llamados a ser santos? ¿Por qué?
¿Basta cumplir con una religiosidad que podríamos llamar “reglamentaria” para ser santos?
¿Qué significa ser santo? ¿Es imprescindible ser canonizado para serlo?
¿Podemos alcanzar la santidad ofreciendo al Señor los pequeños sacrificios diarios?
¿Necesitamos hacer milagros para alcanzar la santidad?
¿Tratamos de ser realmente santos?
¿Podemos lograrlo con nuestras propias fuerzas?

FRAGMENTOS DEL OPÚSCULO SANTO DOMINGO DE GUZMÁN (ENSAYOS 2)

Predicaba a todas las clases y categorías de gentes: a las grandes multitudes, a los pocos que se le
juntaban por los caminos, anunciándoles la palabra de Dios y exhortándolos a penitencia a los
estudiantes y a las buenas gentes; a los frailes de su orden casi todos los días en el convento donde
estaba o llegaba, a los religiosos de otras órdenes, a quienes siempre visitaba en sus monasterios, a
los concejales y a los hospederos.

¿La predicación de santo Domingo se limitaba a ciertos sectores o se extendía a todos los lugares y
niveles sociales?
¿Prefería las multitudes, los grupos pequeños o no tenía en cuenta el número de oyentes?
¿Era persistente o seleccionaba cuidadosamente los momentos?
¿Aplicamos los mismos criterios de santo Domingo para difundir la palabra de Dios?
¿Nos esforzamos por difundirla en nuestro medio, en otros medios similares o distintos y hasta en
los hostiles?
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Esta Orden de Frailes Predicadores había sido fundada con el objetivo primero de luchar contra la
herejía y los errores. Predicaba, pues, Domingo especialmente a los herejes –en las dos grandes
campañas de Languedoc y Lombardía principalmente- a quienes acosaba y convencía en
controversias y con su predicación, exhortándolos a penitencia y a la conversión. Era contra ellos un
formidable “argüidor” con la palabra y el ejemplo de su vida santa, promotor infatigable frente a
ellos de la fe y de la paz. Contra los herejes empleaba especialmente la fuerza más poderosa de la
oración, la humildad y otros ejemplos de virtud.

¿Cuál fue el primer objetivo de la creación de la Orden de los Frailes Predicadores?


¿Cómo se dirigía Domingo a los herejes? ¿Trataba de imponerse por la fuerza o de exhortar a la
conversión?
¿Qué promovía frente a ellos?
¿Contra qué luchaba santo Domingo, contra los herejes o contra las herejías?
¿Demostraba con su actitud amar al enemigo que amenazaba con matarlo?
¿En defensa de la fe, obramos como santo Domingo, difundiéndola con la palabra y con el
ejemplo o nos limitamos a hablar de nuestros “enemigos”?

Por estos tiempos, no obstante, la Orden recibió aun muchas propiedades, rentas y beneficios
feudales en París, en las regiones de Tolosa y de Albi y en otros lugares. Los frailes viajaban a
caballo, con dinero en la bolsa, y usaban sobrepellices –según las costumbres y disposiciones
dadas para los canónigos regulares. Domingo, por su parte, se empeñó y consiguió que los frailes
de su Orden abandonaran y menospreciaran todos los bienes temporales, abrazaran la pobreza y no
anduvieran a caballo, viviesen de limosnas y no llevasen nada consigo en los viajes. En
consecuencia, entregó las propiedades que tenían en Francia a las monjas cistercienses y las de
otros lugares a otras órdenes. Igualmente, cuando en 1219 vino a Bolonia el señor Oderico
Galliciani quería donar a los frailes algunas propiedades suyas, que bien valdrían más de
quinientas libras boloñesas. Se habían firmado ya las escrituras, pero fray Domingo obligó a
rescindir el contrato, y no quiso que aceptaran ni aquellas ni otras posesiones, sino que vivieran
exclusivamente de limosnas, y aún en esto usando de ellas con mucha moderación.

¿Qué actitud tomaba fray Domingo en relación con los bienes materiales?
¿Esa actitud significaba un rechazo a la propiedad de bienes o una condición adecuada para la
Orden?
¿Cuál debe ser nuestra actitud, como cristianos, frente a los bienes materiales?
¿La aplicamos nosotros en nuestra vida personal o en la institución de Iglesia a la que
pertenecemos?

LA HEREJÍA ALBIGENSE

Se originó en Albi, ciudad francesa. Los albigenses se llamaron también cátaros (del griego
katharos, que significa puro). Ese nombre fue aplicado también a otros herejes, como valdenses,
molinistas y puritanos, que pretendían distinguirse por su ascetismo. Se desarrolló durante los siglos
XII y XIII en el sur de Francia, de donde se propagó a Italia y España.

Asumió pronto un carácter beligerante anticristiano y antisocial y fue apoyada por algunos
señores que, aprovechándose de su condena a la propiedad, se apoderaban de los bienes
eclesiásticos.
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Los puntos esenciales de su doctrina eran:


1º. Existencia de dos dioses (dualismo), uno del bien, creador del alma, y otro del mal, creador del
cuerpo.
2º. Jesucristo es un eón, una emanación de la divinidad suprema, enviado por el dios del bien.
3º. El hombre está compuesto por dos elementos irreconciliables, el bueno y el malo y para
conseguir el bien el único medio es el suicidio para eliminar el cuerpo.
4º. Disolución del matrimonio, para evitar la maldad de los cuerpos engendrados que sirven de
prisión al alma.
5º. Condenación de todo tipo de propiedad.
6º. Negación de la autoridad de todo el Antiguo Testamento.

Los creyentes podían vivir a su gusto con tal de recibir, antes de su muerte, el consolamentum,
único sacramento admitido, administrado mediante la imposición de manos por el Perfecto.

Atacaban a la Iglesia y al poder civil, al que negaban el derecho de imponer sanciones.

El concilio de Tolosa (1229) venció al albigensismo. Pero no lo hizo desaparecer del todo. La
herejía fue aniquilada por las armas en 1253.

¿Si los albigenses se hubieran limitado a combatir la opulencia de muchos eclesiásticos, habría
sido una actitud justa o injusta?
¿La lucha contra esa opulencia era la verdadera causa o había otras?
¿Hubo participación de intereses económicos?
¿Cuál fue la actitud de santo Domingo y cuál la del poder político para combatir la herejía? ¿Eran
válidas ambas?
¿Se han suscitado, antes o después de la albigense, otras herejías con los mismos argumentos
iniciales?
¿Qué medios ha usado y usa el estado o el poder político, hasta nuestros días para defenderse de
las concepciones que hacen peligrar su estabilidad o, simplemente, no concuerdan con las ideas
que se quieren imponer?
¿Cómo se combate mejor el lujo, enfrentando y atacando u oponiendo el ejemplo (modelo) de
pobreza?

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