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Conclusión
No cabe duda, con todo lo dicho, de que santo Do-
mingo, además de ser el primer Maestro de la Orden de
Predicadores, en el sentido jurídico del término, fue
siempre y sobre todo un maestro de vida, de espiritua-
lidad y de apostolicidad. Por otra parte, es necesario de-
cir que los gestos, los ideales y las formas con que Do-
mingo vivió su vocación, y que evidencian al maestro
que él era, siguen siendo hoy actuales y necesarios
para una sincera y coherente vivencia de la vocación
cristiana y religiosa. Las mismas intuiciones espiritua-
les y pastorales que fueron cimiento en la vida y el pro-
yecto de santo Domingo, y que además acreditaron su
379 GUIDO JOSÉ TORRE GANNOWN