Está en la página 1de 13

PSICOLOGÍA SOCIAL Y EL DESARROLLO DE COMUNIDADES EN AMÉRICA LATINA

MARITZA MONTERO· Universidad Central de Venezuela Caracas, Venezuela


It is argued that it is necessary to consíder the community's needs and social
history in any attempt to develop the comunity. An argument is made for the
need to inelude a social psychologist in any coonmunity ínterventíon program
who would help the community in identifying and carrying out social change. A
community development program must start with an application of group
dynamics techníques followed by the group becoming aware of its problema,
becoming motivated and then producing the social change needed.
Durante largo tiempo, la psicología tuvo que sufrir el desconocimiento de su
estatus científico y ser presentada como la "pariente pobre", sin filiación
claramente determinada, de las ciencias sociales y las ciencias naturales. Un
híbrido no muy claro de magia y fisiología, cuyo objeto, para colmo, era ubicado
en el campo de lo indefinible e intangible, la mente. Aun bien avanzado el siglo
XX y con una respetable cosecha de conocimientos, técnicas, logros y
aplicaciones en su haber, se seguía poniendo en duda su factibilidad empírica,
su posibilidad de intervenir sobre su objeto de estudio, y, todavía peor, su
rigurosidad metodológica. Quizás por esto último ha sido tan insistente la
psicología en la creación de instrumentos, técnicas y estrategias metodológicas;
y a la vez, en mayor escala que otras ciencias del comportamiento, ha insistido
en el uso del experimento, siguiendo los moldes clásicos del método científico:
la comparación entre un grupo control y un grupo experimental; la definición
rigurosa de variables; su control y manipulación sistemáticas, con aplicación de
la regla de una sola variable. Y ello le ha reportado grandes éxitos, a la vez que
también ciertas críticas. En efecto, bien conocidas son las objeciones a las
generalizaciones y leyes sobre el comportamiento, hechas a partir del trabajo
de laboratorio. Igualmente, controvertido ha sido todo el movimiento
reduccionista fisiologista, que con sus estrechos patrones limitaba el objeto
mismo de la psicología. Paralelamente a toda esta historia de negaciones y
afirmaciones y por supuesto susceptible a tales influencias, se desarrolla la rama
social de la psicología. Y como buen producto mixto, por sus orígenes
psicológicos y sociológicos, lleva en sí el gene de la contradicción. Ajustarse al
método y al mismo tiempo trabajar sobre un objeto: la conducta social; el
comportamiento de los individuos en grupo, que elude a la tecnología existente.
¿Cómo comparar grupos compuestos por individualidades? ¿Cómo pretender
controlar "todas las variables menos una", en sujetos cuya historia no solo es
compleja, sino además desconocida, y podríamos decir que, bajo ciertos
parámetros, incognoscible? ¿Cómo reproducir en el ámbito del laboratorio la
riqueza estimulativa de los escenarios naturales? ¿Cómo no modificar la realidad
estudiada al intervenir sobre ella para observarla? Estas y muchas otras
objeciones se plantearon a la psicología social como obstáculos casi
insuperables, determinando su desarrollo a través de varias vías: Por una parte,
la necesidad imperiosa de encontrar instrumentos, técnicas y estadísticas que
permitiesen obtener alguna forma de medida y de conocimiento sistemático del
objeto dentro de los marcos tradicionales de la ciencia. Por otra parte, la
necesidad, proveniente del campo de estudios, de atacar problemas específicos,
álgidos, urgentes y también dotados del dinamismo de lo social, que significa
evolución y transformación continuas.
A partir de esta segunda línea de trabajo y consientes de la necesidad de
proponer nuevas estrategias metodológicas para conocer una realidad que
oculta su esencia a través de fenómenos de alta complejidad, nos planteamos la
posibilidad de una aplicación de la psicología social al desarrollo de comunidades
que a partir de conocimientos acerca de los grupos sociales, y utilizando técnicas
originalmente creadas para otros ámbitos grupales, generara una estrategia que
pudiese atacar el problema sin fraccionarlo ni desvirtuarlo y que lo ubicase
dentro de su contexto total.

COMUNIDAD Y DESARROLLO COMUNAL


(Desarrollos de comunidades en américa latina)
Toda aplicación científica debe partir de una clara base conceptual. Por ello es
necesario definir el objeto de estudio, en este caso los conceptos de comunidad
y desarrollo comunal. Por supuesto, llegados a este punto cabe preguntarse
¿definir lo ya tan definido? Por lo menos, dejar claro cuál punto de vista se le
plantea al psicólogo social que desea intervenir para un verdadero desarrollo de
comunidades en Latinoamérica. Quizás entonces debemos decir primero qué
tipo de conceptos descartamos. En primer lugar, toda noción pasiva de la
comunidad, toda visión estática o estatizante del grupo. Una comunidad es un
grupo en constante transformación y evolución, que pueden llevarla a su
fortalecimiento y a la toma de conciencia de sí, como unidad y potencialidad, o
bien a su división interna y a la pérdida de identidad. Reforzándose entonces un
sentido que llamamos externo, de la pertenencia, por contraposición a la idea
anterior, que indica cohesión basada en un sentido interno. Externas serían las
características periféricas tales como modas, hábitos de comportamiento
dictados por la geografía o por las circunstancias espaciales.
En segundo lugar, la comunidad debe ser vista como un grupo social, primario o
secundario según el caso, preexistente al investigador, con vida propia, cuyas
pulsiones o corrientes internas deben ser explicitadas en el trabajo psicosocial,
y no como un coto de intervención caprichosa y paternalista. Harto conocidos
son los fracasos de ambiciosos proyectos gubernamentales o institucionales,
que no han tomado en cuenta la historia de la comunidad como grupo y sus
necesidades específicas: por lo cual al retirarse el agente interviniente el
programa fracasa, o bien, nunca llega a desarrollarse plenamente al chocar con
la incomprensión del grupo; etiquetada luego de apatía y retraso sociocultural;
ambos motes altamente popularizados en el estereotipo general del del
latinoamericano.
En cuanto al desarrollo comunal, consideramos con Orlando Fals Borda (1959-
1977) que este es producto de la acción comunal, resultante del hecho de que
la comunidad se hace cargo de sus propios problemas y se organiza para
resolverlos ella misma, desarrollando sus propios recursos y potencialidades y
utilizando los extraños (Fals Borda, 1959). Esta noción excluye toda idea de
paternalismo, cuyos efectos son contrarios al concepto mismo de desarrollo
comunal. Significa que la comunidad debe generar autodeterminación y ser
autogestora; para esto, por supuesto el primer paso, y en él la acción del
psicólogo social es muy importante, debe conocer sus necesidades, sus
potencialidades y motivarse para su logro Y utilización. Incluye, como también
lo advierte Fals Borda acerca de su experiencia en Colombia (1977) y lo
verificamos en Venezuela (Santi y coIs., 1978; Campos, 1978; Millán y Patiño,
1978), la necesidad de lograr la comprensión de la situación histórica y social del
grupo. Es decir, su ubicación contextual, sus orígenes, el lugar que ocupan sus
miembros en las relaciones de producción; las circunstancias que dieron lugar a
su surgimiento como comunidad.
Pero, además, el desarrollo comunal, aunque significa autogestión y decisiones
centradas en el grupo, sin embargo, no supone que los objetivos de la
comunidad como grupo puedan necesariamente ser alcanzadas siempre, por su
acción exclusiva. Se precisa, en ciertos niveles y de acuerdo con las metas fijadas,
de la colaboración gubernamental o de agencias con la capacidad económica
para sufragar ciertos gastos, más allá de las posibilidades inmediatas de la
comunidad. Subrayamos el carácter de "inmediatas", pues pensamos que a
largo plazo esas necesidades podrían ser cubiertas por el producto de la acción
grupal; de hecho, aun la colaboración exterior, es también consecuencia de la
acción comunitaria y debe estar sujeta a su dirección y administración. En este
sentido, el desarrollo comunal debe regirse por los principios (Fals Borda, 1959)
siguientes: catálisis social (presencia de un agente propulsor del desarrollo, de
un motivador inicial, que puede pertenecer o no al grupo y que debe poseer los
recursos técnicos necesarios, así como cualidades de entusiasmo, paciencia y
tolerancia, entre otras); autonomía (inicio, control, realización y dirección de
obras por el grupo, a través de sus miembros); prioridad (el grupo decide
libremente, cuál necesidad atacar en primer lugar, jerarquizando sus campos de
acción); realización (logros concretos inmediatos que lleven a la meta última que
es el desarrollo y la cohesión grupal); estímulos (refuerzos específicos,
materiales o no materiales, a cada logro alcanzado, por pequeño que sea).
Finalmente, hablar de desarrollo comunal en Latinoamérica, significa también
responder o evadir una gran interrogante detrás del concepto: ¿desarrollar para
qué? ¿Hacia dónde? En un continente donde la palabra "desarrollo" ha sido
mediatizada y distorsionada desde los inicios mismos de sus Repúblicas (no
hablemos ya de la etapa colonial), y donde la idea misma del desarrollo ha sido
adulterada y degradada hacia la dependencia económica, tecnológica y cultural,
más completa; no se puede ya eludir la definición del rol y del compromiso del
investigador social, en cualquiera de sus especialidades. Como dijimos antes,
desarrollo comunal significa aquí toma de conciencia, autodeterminación y
autogestión. Conocimiento de la fuerza que el grupo otorga al individuo y, a su
vez, del significado del aporte individual al grupo. Formación de identidad,
transformación, pero no cambio estructural. En este sentido, Santi, Colmenares
y Silva (1978, p. 58), son muy explícitos: ... un programa de desarrollo comunal
no implica ningún cambio social verdadero y más bien parece un mecanismo
sustentador del actual orden de cosas, ya que no propone ningún cambio en la
estructura social de un país... En términos sociales esta afirmación es dudosa. Si
es verdad que los programas de desarrollo comunal no tienen la intención de
promover cambios radicales en la estructura social de una nación, y que, incluso,
se propone la colaboración entre la población y las instituciones sociales y
gubernamentales, no menos cierto es que un programa de esta naturaleza
comporta un proceso educativo político que tiene como finalidad un cambio en
los patrones de relación entre la población a la hora de enfrentar sus
necesidades.
Y también en esto coincide Fals Borda (1959), puesto que a su definición de
desarrollo comunal agrega el énfasis en la acción educativa para la unión,
cooperación y solidaridad. Debe tenerse en cuenta, además, que los cambios
sociales los hacen los hombres, por lo tanto, toda transformación en ellos va a
revertir en transformación social.

EL PSICOLOGO Y LA PSICOLOGIA SOCIAL EN EL DESARROLLO COMUNAL


La psicología social permite colocar el problema del desarrollo comunal en una
dimensión tangible y directamente atacable. Actuar sobre los actores, con ellos,
por ellos y a partir de ellos. De las consideraciones generales económico sociales
que suelen generar acciones desde afuera, se pasa a una medida humana del
problema. Y para ello, la psicología social suministra un cuerpo de
conocimientos con abundantes experiencias, tanto de laboratorio, cuanto de
campo: la teoría de los grupos que, a través de sus diversas expresiones, ha
logrado formar un conjunto coherente y sistemático de aportes teóricos y
prácticos. Considerar a la comunidad como un grupo o un conjunto de grupos,
según el caso, permite partir de una base conceptual que ha sido estudiada
entre otros por Zeigarnik; Horwitz; Lewin; Cartwright y Zander; Deutsch; Napier
y Gershenfeld. Esto significa contar con ciertos conocimientos acerca de la
membrecía como fenómeno; saber qué la afecta positiva o negativamente;
conocer acerca de la cohesión; de la motivación grupal; de la formación de
normas y fijación de metas; así como de la productividad y de los roles grupales
y su desempeño.
Es importante tener claras estas bases teóricas psicosociales, por cuanto si bien
los fenómenos cuyo estudio proponemos, se dan en un ámbito distinto de aquel
en que estas surgen, ellas son el producto de numerosas observaciones en gran
variedad de circunstancias. Para poner un solo ejemplo, como lo expresa
Rodrigues (1976) refiriéndose a las hipótesis de Deutsch acerca de los grupos
competitivos y cooperativos, quince de ellas recibieron dará confirmación. Es
decir, que la teoría de los grupos es lo suficientemente general para resistir,
hasta el momento, el paso del tiempo y las variaciones espaciales. Y, de hecho,
en los trabajos realizados en Venezuela bajo nuestra supervisión, en nuestra
práctica docente, y a través del análisis de la obra de otros autores, encontramos
siempre la presencia de los procesos mencionados.
Igualmente, las técnicas derivadas del estudio de la dinámica de grupos, nos
suministran valiosos instrumentos y procedimientos con los cuales fomentar el
desarrollo comunal. En un principio el uso dado a estas técnicas tenía como
circunscripción el área clínica y la aplicación terapéutica; luego se extendió a
través del método de laboratorios de entrenamiento, NTL (Benn, Bradford y
Lippitt, 1975), a los más diversos campos: profesionales, religiosos, amas de
casa, oficinistas, etc.; con fines de desarrollo grupal a través del mejoramiento
de las relaciones entre sus miembros. Surge así una floreciente área de
aplicación en la industria, las organizaciones y la escuela, que lleva
necesariamente a la implementación de nuevas técnicas y ejercicios que
permitan al grupo tomar conciencia de sus procesos e intervenir en su dirección.
Es a partir de esa base que proponemos comenzar la intervención sobre el
desarrollo comunal, encontrando un nuevo campo de aplicación a la dinámica
de grupos en la psicología social, para lo cual necesariamente deben adaptarse
algunas de sus técnicas, desecharse otras y crearse nuevas.
Esto significa que se adoptarán todos aquellos recursos tendientes a lograr
membrecía, a producir, aclarar y lograr la internalización de las normas grupales
en función del alcance de las metas del grupo; a fomentar la productividad del
mismo con miras a obtener esos objetivos; a alcanzar cohesión y solidaridad.
Pero bajo ningún respecto podrá tratarse al grupo como una comunidad
terapéutica, ni adoptarse por el facilitador o los facilitadores, las posiciones de
poder y suficiencia que desgraciadamente son tan frecuentes en muchos
terapeutas. El nivel de acción se ubica en la tarea que involucra toma de
conciencia y consecución de metas y no en los aspectos exclusivamente
individuales. La búsqueda de la satisfacción individual con olvido o con
detrimento de la satisfacción comunitaria; la reducción del problema social y
grupal a subproblemas individuales, es uno de los mayores peligros que se
corren en este tipo de aplicación de la dinámica de grupos. No se niega lo
individual que como sabemos está siempre presente, sino que se busca centrar
el desarrollo del grupo en la tarea fijada por la comunidad misma. El enfoque es
totalmente distinto: satisfacer las necesidades de esa comunidad, para que sus
miembros puedan luego satisfacer sus necesidades personales. El énfasis está
en el grupo y su transformación significa también la transformación del
ambiente, lo cual necesariamente conlleva, como en todo proceso dialéctico, un
cambio en las personas que lo crean.
Es importante entonces tener claros los objetivos básicos que la aplicación
psicosocial de la dinámica de grupo debe plantearse:
En primer lugar, la toma de conciencia. Muchas comunidades sienten y sufren
necesidades más o menos graves que se expresan en quejas individuales, en
deseos condicionales, en aspiraciones vagamente dibujadas y percibidas de
manera lejana e indefinida. Por lo tanto, la primera labor del psicólogo es la de
reunir al mayor número de personas de la comunidad; si es posible, a un
representante de cada unidad familiar o subgrupo, previa indagación acerca de
sus necesidades y proceder a facilitar en el grupo la adquisición de la noción de
comunidad, de grupo problematizado y de su rol en la acción sobre el problema
o los problemas definidos.
Esto significa un primer paso a cargo del psicólogo consistente en la observación
del área y en una encuesta posterior, en la comunidad, acerca de los problemas
que ella sufre y acerca de las posibles vías de acción sobre los mismos, así como
también acerca del posible compromiso individual en dicha tarea. Esto le dará
una visión amplia del problema y le permitirá hacer no solo un diagnóstico de la
situación, sino además conocer la importancia, en términos jerárquicos, que
tienen los problemas para el grupo.
En segundo lugar, el psicólogo debe proceder a la búsqueda de un lugar donde
realizar reuniones. Para esto necesitará la ayuda de los miembros de la
comunidad, ya que no siempre los sitios que mejor lucen vistos desde afuera por
ojos ajenos al grupo, son los más adecuados y no pocos trabajos de desarrollo
comunal se han visto obstaculizados por la selección de un lugar no neutral, lo
cual lleva a que los agentes de cambio sean asimilados a las tendencias de los
subgrupos que controlan dichos sitios. Es importante igual. mente, que la
convocatoria sea clara, atractiva y llegue a todos los miembros de la comunidad.
La primera reunión pocas veces congrega a todos los miembros del grupo. Más
aun, rara vez acudirán todos ellos; lo más frecuente es que haya un cierto
número que asista intermitentemente y un núcleo, siempre presente. No
obstante, y aun cuando la asistencia a la primera reunión parezca insuficiente,
es necesario arrancar de allí. Las posposiciones y demoras en pro de lograr una
asistencia más nutrida, son sentidas por los presentes como falta de atención y
tienden a desmotivarlos. Tales sentimientos serán los que ellos transmitirán
luego, agravándose así la situación. En esta primera reunión lo principal es lograr
el mejor conocimiento de los miembros entre sí (para lo cual se usarán técnicas
de presentación) y, la definición del problema o los problemas de la comunidad.
Definición que debe ser hecha por los asistentes, llegando inclusive a jerarquizar
sus necesidades, con la finalidad de establecer una futura estrategia de
acciones. Esto significa no solamente expresar quejas, sino además que el
psicólogo social debe guiar al grupo para la producción de ideas acerca de las
soluciones o vías de acción para lograrlas. De esta reunión deben surgir ya tareas
específicas o inmediatas, en las cuales los miembros asistentes queden
comprometidos y que están bajo su dirección. Generalmente una de esas tareas
está en función del mismo grupo: lograr reclutamiento y membrecía;
comunicarse con los no asistentes a esa reunión.
El segundo objetivo, segundo sólo en su presentación, pues su logro va
aparejado al anterior, es la motivación. Desde la etapa preliminar de
observación y convocatoria o de sensibilización hacia los problemas de la
comunidad, el psicólogo social debe comenzar a motivar al grupo para su
desarrollo y en cada sesión y en cada tarea debe insistirse en la motivación. Para
ello y como ya se ha planteado, debe tratar de lograrse la involucración de los
miembros, mediante su comprensión de la situación y su asunción directa o
inmediata de la dirección de las tareas. Esto significa división del trabajo en el
sentido de que los problemas sean abordados desde varios frentes y debe
facilitarse la organización de comisiones a cuyo cargo esté cada uno de ellos.
Para esto debe enfrentarse la tarea con criterio de realidad y en este aspecto el
psicólogo juega un importante papel al facilitar el abordaje de la misma
mediante la fijación de objetivos inmediatos, a corto plazo, realizables y
alcanzables, cuya obtención se convierta en un refuerzo motivante para la
comunidad. La satisfacción de la labor cumplida no sólo tiene ese efecto, sino
que hace más accesibles los objetivos a largo plazo. La idea es considerar la
acción grupal a través de pasos, sin perder por ello la visión de conjunto de la
meta definitiva. De esa manera, no solo habrá el refuerzo externo producido por
el logro mismo, sino, además, el autorefuerzo de cada miembro participante.
El tercer objetivo, igualmente paralelo, es la autogestión. Autogestión que
significa autodeterminación, dirección a cargo de la comunidad e identidad que
sea producto de una toma de conciencia como grupo. Esto excluye todo
paternalismo, así como las actuaciones autoritarias por parte del facilitador. Su
papel es ese: facilitador y entrenador del grupo, administrando las técnicas y
procedimientos más adecuados para el logro de la solidaridad grupal, para su
mejor comunicación y discusión de objetivos, para aclarar las metas. De tal
manera, que el grupo pueda continuar y realizar la labor, aun en ausencia del
facilitador. Una comunidad se habrá desarrollado como tal, cuando de su seno
puedan surgir los líderes capacitados para mantenerla unida en el logro de sus
metas. Y este es un aspecto fundamental: el psicólogo deberá detectar los
líderes y entrenarlos para el trabajo grupal, para que ellos a su vez puedan
realizar la misma labor respecto de otros miembros.
El cuarto objetivo es socializar, a veces resocializar, para el trabajo comunitario,
para el conocimiento de los derechos y su ejercicio y también para el
reconocimiento de los deberes y su cumplimiento. A nadie escapan las
dificultades inherentes a esta tarea, en sociedades donde se exaltan el
individualismo, los logros personales, la posesión particular y donde hay una
verdadera alienación respecto de las relaciones comunitarias y de las áreas
compartidas que lleva a absurdas contradicciones en .las que por lograr el
beneficio individual, se deteriora lo colectivo, produciéndose así una
degradación que se refleja nuevamente en lo individual (Montero, 1976,
1978;Muñoz y Villegas, 1976).Esto es parte de la torna de conciencia y del
trabajo grupal y en la medida en que se logren el primero y el tercer objetivo, se
logrará también este proceso socializador en el cual los sujetos socializados, son
también sus propios agentes socializadores.
Los objetivos antes descritos y la estrategia derivada de ellos han dado lugar a
una serie de experiencias de intervención realizadas bajo nuestra tutoría, por
alumnos de la opción de psicología social del Departamento de Psicología Social
de la Escuela de Psicología de la Universidad Central de Venezuela. A pesar de
que los ámbitos de aplicación han sido sumamente variados, el éxito alcanzado
demuestra la factibilidad y adecuación de la metodología empleada. Hasta el
momento se han cumplido tres proyectos y hay otro en realización, que abarcan
la acción en un barrio marginal del área urbana de Caracas, con una población
aproximada de tres mil personas; la intervención en una comunidad de clase
media alta que rechazaba a otra comunidad enclavada en su territorio de
desviantes (una casa de Observación de Menores, donde se recoge para su
reeducación a jóvenes delincuentes o con problemas de conducta); el desarrollo
de una comunidad de vecinos en una urbanización clasificada como de clase
media baja y el desarrollo de una comunidad rural (actualmente en realización).
En todos estos trabajos se siguió una estrategia general, sobre la cual, según las
necesidades del grupo, se iban introduciendo las técnicas más adecuadas. En
todas ellas los objetivos y principios antes descritos fueron la base de acción. Esa
estrategia tiene como lineamientos generales los siguientes:
1. Etapa de observación, diagnóstico y descripción de la comunidad. En ella
se puede utilizar desde la observación participante, hasta la encuesta y
por supuesto los registros fotográficos y fílmicos son particularmente
útiles.
2. Etapa de sensibilización. En la cual se hacen las convocatorias y anuncios
(se pueden repartir folletos, colocar carteles y avisos, ir de casa en casa,
etc.) y que se extiende hasta la primera sesión en la cual un elemento
altamente motivante y sensibilizante han sido los programas
audiovisuales, elaborados a partir de la situación concreta. Es decir, con
las fotografías y filmes hechos en la primera etapa. Esto además de
impulsar la discusión, la lleva a un nivel inmediato y concreto y recuerda
a los asistentes que ellos son los actores fundamentales y que el escenario
es su propio ambiente vivido cotidianamente.
3. Etapa de desarrollo del grupo como comunidad. En esta etapa es
fundamental el reforzar la membrecía, la generación por el grupo de sus
propias normas de funcionamiento, la seguridad de que existe un lugar
adecuado (es decir, accesible a todos los miembros del grupo) para las
reuniones y para la centralización de información; esto es, una
infraestructura administrativa mínima; la claridad acerca de las metas y
de las propias potencialidades, aspecto este muy importante pues evita
confundir aspiraciones inaccesibles con objetivos posibles, evitando así
desilusiones. Igualmente es fundamental aquí aclarar dudas, reticencias,
temores y desconfianza de los miembros entre sí y hacia el facilitador y
sus intenciones. En particular estas últimas deben estar perfectamente
claras para el grupo. Para lograrlo, la aplicación de técnicas tales como la
discusión en grupos pequeños, el torbellino (tormenta) de ideas,
ejercicios en toma de decisiones, comunicación y cooperación, entre
otros, adaptados por supuesto a la situación grupal y teniendo en cuenta
las características de los miembros del grupo (aquí se toma en cuenta lo
individual) son sumamente útiles. Asimismo, es muy importante
mantener una fluida comunicación con todos los miembros de la
comunidad, ya que no todos asisten a las reuniones y esto esfuerza su
sentido de pertenencia y los hace partícipes de todas las acciones. Para
conseguir esto, los propios miembros asistentes deben convertirse en
transmisores y recabadores de información (del grupo hacia los miembros
y viceversa).
4. Detección y formación de líderes. Todo grupo necesita conductores para
lograr sus metas y estos individuos estarán capacitados para dirigir, según
la tarea que esté pendiente. Esto significa que todo miembro del grupo es
un líder potencial, lo cual debe ser tenido en cuenta siempre por el
psicólogo social. Generalmente, en toda comunidad hay personas más
motivadas hacia la acción grupal) con mayor posibilidad de trabajo
comunitario. Será necesario entonces detectarlas y darles la información
y entrenamiento necesario para dirigir al grupo. Para ello la aplicación de
ejercicios de liderazgo y la enseñanza de técnicas de facilitación, son de
utilidad. Un grupo en el cual no se forman líderes surgidos del mismo y
aceptados plenamente por sus miembros, no podrá desarrollarse
verdaderamente y al desaparecer o faltar el líder formal externo, se
disgregará, desmotivará y volverá a la posición inicial de inacción.
5. Etapa de la acción grupal, caracterizada por la actuación directa para el
logro de los objetivos. Esta etapa recubre en parte a la tercera y significa
la intervención específica de cada miembro según la medida de sus
posibilidades. Por ejemplo, en el trabajo realizado por Teresa Campos
(1978) en el barrio La Luz, en Caracas; los niños de la comunidad tuvieron
una destacada actuación tanto en el trabajo colectivo de limpiar el barrio
de toneladas de basura como en la motivación de los adultos para la
participación; ya que fueron ellos los primeros en incorporarse a las
jornadas de limpieza y actuaron como reclutadores de hermanos
mayores, de padres y de familiares adultos. En este nivel es sumamente
importante la valoración de cada aporte y el señalamiento de que cada
acción y cada contribución es necesaria para el logro común. El producto
es colectivo y necesita a todos sus ejecutores.

LIMITACIONES
Si bien el uso descrito de lo que podemos considerar como una forma de
tecnología psicosocial, permite el logro del desarrollo comunal en cuanto a
crecimiento del grupo y a la consiguiente adquisición de identidad y conciencia;
su alcance tiene limitaciones derivadas del mismo sistema social que crea su
necesidad. En la medida en que no significa un cambio estructural, está sujeto a
las dificultades y obstáculos derivados de un sistema que no fomenta la idea de
comunidad, sino que por el contrario le pone trabas que van desde la consabida
y universal incomprensión burocrática, hasta todos los recursos que asisten a las
instituciones de ese sistema para oponerse a cualquier posibilidad de cambio.
Por ejemplo, en el trabajo de Santi, Silva y Colmenares (1978), después de que
la comunidad recuperó una zona totalmente cubierta de basura, que era fuente
de enfermedades y deterioro ambiental mediante arduo trabajo colectivo; uno
de los vecinos cuya propiedad limitaba con el basurero produjo titulas de
propiedad sobre parte del terreno que ahora limpio, le representaba un buen
lugar para estacionar su automóvil. El único recurso de la comunidad consistió
entonces en cerrar la vía de acceso y el resto del terreno todavía comunes y
reivindicarlos como parque infantil.
Igualmente, la acción comunal tiene severas limitaciones económicas. El aporte
monetario de los miembros suele ser modesto y las necesidades sufridas
necesitan muchas veces para ser satisfechas de una inversión que sobrepasa las
posibilidades financieras de la comunidad (por ejemplo, pavimentar las calles;
conseguir material de construcción para una escuela). Es posible que el ahorro
a través de un lento trabajo colectivo permita conseguir las sumas de dinero
necesitadas, o también el tratar de conseguir donantes fuera de la comunidad
en entidades públicas o privadas. Sin embargo, esto acarrea varios problemas:
en primer lugar, la motivación ante la frustración de las aspiraciones, ante las
demoras y obstáculos, tiende a decaer. En segundo lugar, las promesas externas
son endebles, inestables, demasiado azarosas. Se depende de terceros no
siempre bien interesados o que no comprenden los objetivos de la comunidad.
El trabajo está amenazado entonces, continuamente, de interrumpirse por
causas ajenas al grupo; lo cual lo coloca en una situación dependiente e
impotente. Es bastante frecuente entonces, que el desarrollo comunal llegue a
paralizarse por causas económicas. Pero también es esta una experiencia
rescatable para el grupo, en cuanto a la toma de conciencia, a la identidad y al
desarrollo como tal. Un grupo maduro que analiza los obstáculos, puede dirigir
su acción hacia la dirección de los organismos administradores oficiales; puede
lograr una mejor representación en los mismos o puede ejercer presión sobre
ellos para el cumplimiento cabal de su ejercicio. Ninguna experiencia
comunitaria es perdida y en la medida en que el psicólogo asuma con claridad
su rol de agente de cambio y la psicología social sea aplicada al estudio y la
solución de los problemas sociales que sufren los pueblos latinoamericanos,
podemos esperar que su aporte, todavía tímido, pero ya enrumbado hacia la
búsqueda de un auténtico desarrollo contribuya a la desaparición de las
limitaciones antes expresadas y hagan realidad esa contribución eficaz, ya
planteada por Marín (1978) y que se deja vislumbrar en nuestro continente, a
pesar de las estructuras vigentes.
REFERENCIAS:
Benne, K. D. Bradford, L. P. Y Líppitt, R. El método de laboratorio. Traducido del inglés. Buenos Aires: Paídós,
1975. Campos. T. Dinámica de grupos en el desarrollo comunal. Tesis de grado. Caracas: Universidad Central de
Venezuela. 1978. Cartwright, D., y Zander, A. Dinámica de grupos. Traducido del inglés. México: Trillas. 1974.
Deutsch, M. A theory of cooperation and competition. Human Relations, 1949, 12', 129·152. Fals Borda. O. Acción
comunal en una vereda colombiana. Bogotá: Universióad Nacional de Colombia. 1959. Fals Borda. O. Por la
praxis: El problema de cómo investigar la realidad para transformarla. Expresamente, 1977. Nos. 2 y 3. 49-63.
Marfn, G. La psicología social y el desarrollo de la América Latina. Boletin de la Asociación Venezolana de
Psicologia Social, 1978, 1, (3), 1·12. Montero. M. Los desarrollos habitacionales multifamiliares el plan urbano y
sus efectos sobre el individuo. Psicologia (Caracas), 1978. 5. 119·124. Montero, M. Un estudio psicosocial de la
propiedad. Psicología (Caracas). 1976, 3, 229-234. Napier, W., y Greshenfeld, M. Grupos: teorta y experiencia.
Traducido 61:1 inglés. México: Trillas, 1975. Rodrigues, A. Psicologia social. Traducido del portugués. México
Trillas, 1976. Santi, B., Silva. 1, y Colmenares. F. Desarrollo comunal en la urbanización Urdaneta. Tesis de grado.
Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1978.

También podría gustarte