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LIMITACIONES
Si bien el uso descrito de lo que podemos considerar como una forma de
tecnología psicosocial, permite el logro del desarrollo comunal en cuanto a
crecimiento del grupo y a la consiguiente adquisición de identidad y conciencia;
su alcance tiene limitaciones derivadas del mismo sistema social que crea su
necesidad. En la medida en que no significa un cambio estructural, está sujeto a
las dificultades y obstáculos derivados de un sistema que no fomenta la idea de
comunidad, sino que por el contrario le pone trabas que van desde la consabida
y universal incomprensión burocrática, hasta todos los recursos que asisten a las
instituciones de ese sistema para oponerse a cualquier posibilidad de cambio.
Por ejemplo, en el trabajo de Santi, Silva y Colmenares (1978), después de que
la comunidad recuperó una zona totalmente cubierta de basura, que era fuente
de enfermedades y deterioro ambiental mediante arduo trabajo colectivo; uno
de los vecinos cuya propiedad limitaba con el basurero produjo titulas de
propiedad sobre parte del terreno que ahora limpio, le representaba un buen
lugar para estacionar su automóvil. El único recurso de la comunidad consistió
entonces en cerrar la vía de acceso y el resto del terreno todavía comunes y
reivindicarlos como parque infantil.
Igualmente, la acción comunal tiene severas limitaciones económicas. El aporte
monetario de los miembros suele ser modesto y las necesidades sufridas
necesitan muchas veces para ser satisfechas de una inversión que sobrepasa las
posibilidades financieras de la comunidad (por ejemplo, pavimentar las calles;
conseguir material de construcción para una escuela). Es posible que el ahorro
a través de un lento trabajo colectivo permita conseguir las sumas de dinero
necesitadas, o también el tratar de conseguir donantes fuera de la comunidad
en entidades públicas o privadas. Sin embargo, esto acarrea varios problemas:
en primer lugar, la motivación ante la frustración de las aspiraciones, ante las
demoras y obstáculos, tiende a decaer. En segundo lugar, las promesas externas
son endebles, inestables, demasiado azarosas. Se depende de terceros no
siempre bien interesados o que no comprenden los objetivos de la comunidad.
El trabajo está amenazado entonces, continuamente, de interrumpirse por
causas ajenas al grupo; lo cual lo coloca en una situación dependiente e
impotente. Es bastante frecuente entonces, que el desarrollo comunal llegue a
paralizarse por causas económicas. Pero también es esta una experiencia
rescatable para el grupo, en cuanto a la toma de conciencia, a la identidad y al
desarrollo como tal. Un grupo maduro que analiza los obstáculos, puede dirigir
su acción hacia la dirección de los organismos administradores oficiales; puede
lograr una mejor representación en los mismos o puede ejercer presión sobre
ellos para el cumplimiento cabal de su ejercicio. Ninguna experiencia
comunitaria es perdida y en la medida en que el psicólogo asuma con claridad
su rol de agente de cambio y la psicología social sea aplicada al estudio y la
solución de los problemas sociales que sufren los pueblos latinoamericanos,
podemos esperar que su aporte, todavía tímido, pero ya enrumbado hacia la
búsqueda de un auténtico desarrollo contribuya a la desaparición de las
limitaciones antes expresadas y hagan realidad esa contribución eficaz, ya
planteada por Marín (1978) y que se deja vislumbrar en nuestro continente, a
pesar de las estructuras vigentes.
REFERENCIAS:
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